MI RENDICIÓN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 07/11/2014
Finalizado: NO
Votos: 47
Comentarios: 274
Visitas: 112949
Capítulos: 64

A veces el primer paso para tomar el control es rendirse.

Bajo el engañosamente suave exterior Bella Swan es una mujer que sabe exactamente lo que quiere. Un hombre fuerte que la tome sin preguntar, porque está dispuesta a darlo todo...

El policía de Dallas Edward Masen, está en una misión: encontrar el hombre que mató a su compañero y llevarlo ante la justicia. Hasta ahora, ha encontrado un vínculo entre el asesino y Bella, y si Edward ha de acercarse a ella para atrapar al asesino, que así sea.

Bella es dulce y femenina, todo lo que Edward necesita y desea en una mujer, pero sospecha que ella está jugando. De ninguna manera va a permitir que un hombre tenga la última palabra en su relación. ¿O sí?

Bella ve en Edward un hombre fuerte, dominante como ella necesita, pero él parece decidido a mantener a distancia. Entonces decide tomar el asunto en sus propias manos para demostrarle a él que no es un juego. Ella está dispuesta a entregarse al hombre correcto. A Edward le gustaría ser ese hombre. Pero la captura del asesino de su compañero tiene que ser su primera prioridad. Hasta que Bella se ve amenazada y Edward se da cuenta que va a hacer todo por protegerla.

BASADA EN SWEET SURRENDER DE MAYA BANKS

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Capítulo 59: CAPÍTULO 59

Capítulo Cincuenta y nueve

La polla de Carlisle formaba un ángulo, la punta descansaba sobre su abdomen masculino. Con cuidado, ella enrolló sus dedos a su alrededor, trayéndola en posición vertical hacia su boca.

Estaba más cálido y suave en el interior de su boca que hacía un momento, pero con el primer toque de su lengua, se movió con un espasmo. Amorosamente, ella lo acarició y chupó, sintiendo como poco a poco se endurecía de nuevo. Le tomó más tiempo esta vez, pero ella lo engatusó y lamió hasta que estuvo duro y erecto.

Sin embargo, ella esperaba su orden.

— ¿Estás lista para mí, Esme?

Asintió con la cabeza, sin apartar la boca de su polla.

— ¿Estás mojada?

Asintió con la cabeza otra vez.

—Muéstrame. Coge tu mano. Deslízala entre tus piernas. Tócate y luego muéstrame tus dedos.

Ella liberó su polla y se agachó, revolviendo su vestido. Estaba definitivamente mojada. Muy mojada, y su coño anhelaba su liberación. Cuando sus dedos se deslizaron por su clítoris, sus hombros temblaron.

Más abajo, a donde su centro húmedo pulsaba, avanzó con un dedo hasta que estuvo adecuadamente cubierto.

Retiró su mano y se la tendió a Carlisle.

Él capturó su muñeca con una mano y suavemente llevó sus dedos a su boca. Puso un dedo en su boca y lo chupó hacia dentro.

—Ven a mí—dijo él con voz profunda y melosa. Hipnotizándola.

Agarrándose a su pierna con su mano libre, se levantó desde su posición en el suelo. Él alargó su mano hasta el extremo de su vestido, levantándolo mientras ella se ponía a horcajadas sobre él. Él dejó caer su muñeca y se apoderó de la parte superior de sus muslos, separándolos mientras ella se situaba en su regazo.

—Pon tus manos en la parte superior del asiento—ordenó. — Álzate para que te pueda penetrar.

Ella hizo lo que le dijo y se levantó un poco hasta que se situó sobre su polla.

—Ahora tómame, Esme.

Descendió y la cabeza de su polla chocó contra su núcleo antes de que finalmente bordease su entrada y se deslizase dentro. Su mano la agarró por la cintura y la atrajo hacia abajo para encontrarse con su empuje hacia arriba.

El primer choque de su posesión estuvo cerca de enviar a su orgasmo a estrellarse a su alrededor, pero él le tomó el mentón y tiró hacia abajo hasta que encontró su mirada.

—Te correrás solo cuando yo te diga que puedes. Por ahora, mirarás mi placer.

Ella contuvo el aliento y asintió con la cabeza mientras se preguntaba si sería capaz de evitar algo que era tan inevitable como su liberación.

—Móntame—dijo él.

Agarrándose a la parte superior de asiento, detrás de sus hombros, se levantó y cayó, tomándolo más profundo con cada una de sus embestidas. Él era grueso, y estaba tan apretada a su alrededor. Su coño se extendía para acomodarlo, y ella podía sentirlo en cada terminación nerviosa.

Él soltó su cintura y deslizó ambas manos por su vientre hasta sus pechos. A través del material de su vestido, dio un tirón y pellizcó sus pezones hasta que sobresalieron hacia delante, duros y erectos.

—Más duro—instó. — Se está acabando el tiempo. Estaremos pronto en casa y follando en mí entrada mientras Sam nos espera para salir.

En lugar de sofocar su pasión, la imagen que él le evocó envió un decadente estremecimiento a través de su sistema. Un caliente arrebato subió por sus venas, y por un momento, se sintió tentada a retrasar su orgasmo hasta que estuviesen, en efecto, follando en la entrada de su casa.

—Te excita—murmuró él, y cuando ella abrió los ojos, pudo ver que parecía contento.

Dejó de jugar con sus pezones y la tomó por los hombros, moliéndola sobre su polla.

Después de unos momentos, le pasó las manos por la espalda hasta llegar al borde arrugado del vestido apoyado en sus piernas.

Tiró hasta que el material se soltó, y luego llegó más abajo para ahuecar su trasero. Sus manos no eran tan suaves cuando se apoderó de los globos. Sus pulgares escarbaban en sus costados mientras la levantaba y luego la bajaba. Su polla martilleaba su coño, que se extendía con cada embestida.

El coche disminuyó la velocidad, y ella contuvo el aliento mientras miraba frenéticamente por la ventana para ver que se acercaban a la casa de Carlisle.

—No pares. — Advirtió Carlisle. — Terminarás esto antes de salir.

El coche se detuvo y Sam salió. El coche se movió un poco cuando él cerró la puerta, pero no abrió la puerta trasera. Ella podía ver que él estaba de espaldas a su ventana, simplemente esperando a que terminasen.

—Fóllame, Esme. Fóllame duro.

Ella lo montó, rápido y más fuerte mientras miraba por la ventanilla trasera de su coche.

—Usa tu mano—dijo él. — Tócate mientras me follas. Quiero sentir que te corres alrededor de mi pene antes de que yo me vacíe en tu útero.

Demasiado contenta para acomodarlo, ella se agachó y tiró con impaciencia de su vestido para sacarlo de su camino. Sus dedos encontraron su clítoris y de inmediato comenzó a acariciar la hinchada protuberancia.

Las manos de él se apretaron alrededor de su culo, y sus caderas se sacudieron hacia arriba, follándola con salvaje intensidad. A pesar de su calma y control, cuando se trataba de sexo, era un animal.

—Córrete. — dijo con voz entrecortada. — Córrete para mi, Esme. Déjame sentirte mojada a mí alrededor.

Ella gimió. Se le secó la boca y tragó rápidamente a medida que su mano se movía más rápido, y bombeaba más fuerte.

—Sí. — gimió ella. — Por favor, no pares Carlisle.

Se volvió loca en sus brazos, retorciéndose y sacudiéndose mientras el fuego ardía más fuerte. Una insoportable presión se construyó en su interior, forzando su punto álgido.

Y luego estalló. Diseminada como hojas al viento. Volando en un centenar de direcciones diferentes. Vagamente se daba cuenta de que él la sostenía, tranquilizándola con manos suaves mientras le susurraba al oído. Cada parte de ella se estremecía y temblaba, casi de forma violenta y fuera de control.

A medida que ella se hundía en su pecho, él la embestía hacia arriba una vez más, moviendo su cuerpo con su fuerza.

Y luego se calmó. Sus brazos envueltos alrededor de ella, y la atrajo con fuerza hacia él, ambos cansados y temblando.

Durante mucho tiempo, él se limitó a sostenerla, sus cuerpos todavía unidos. Ella no podía moverse. Apenas podía procesar lo que había sucedido.

Entonces él la levantó un poco y se deslizó fuera de su coño. La rodó hacia un lado para que se sentase en el asiento con sus piernas sobre su regazo. Él arregló su vestido para que cubriese su carne desnuda, y luego movió las piernas para poder sujetarse y apoyarse.

Se acercó y tocó a la ventana, y Sam se volvió inmediatamente hacia la puerta. Carlisle salió primero y luego extendió la mano para ayudar a Esme.

Sus pies descalzos golpearon el pavimento caliente, y se puso de pie con las piernas temblorosas. Pero Carlisle no le dio tiempo a recuperar el equilibrio antes de tomarla en brazos y dirigirse hacia la casa.

Ella solo podía imaginar lo que parecía, y gracias a Dios Carlisle la protegía bien. Su rostro estaba enterrado en su cuello, y la levantó y la volvió hacia él para que le proporcionase tanta modestia como fuese posible teniendo en cuenta las circunstancias.

Ella no vio quien abrió la puerta, sólo que estaba abierta de par en par cuando Carlisle llegó allí. Entró de sopetón y la llevó hacia el dormitorio. Cuando la dejó sobre la cama, ella estaba como un fideo mustio, cansada y saciada.

Unos cálidos labios acariciaron su sien mientras unas manos suaves alisaban el pelo de su cara. Él sacó el vestido de su cuerpo, dejándola desnuda sobre la cama. Luego se fue. Sin instrucciones, ella optó por quedarse donde estaba, de todos modos no era como si pudiese haberse movido. En un momento, Carlisle volvió con un paño húmedo. Con ternura, bañó sus muslos y limpió su semilla de entre sus piernas.

—Gira sobre tu vientre—dijo en voz baja.

Con su ayuda, se las arregló para rodar hasta que su cara estuvo enterrada en las sábanas, con los brazos extendidos a lo ancho de la cama. Se rió entre dientes.

— ¿Te he agotado, Esme mía?

—Mmmm. — Fue todo lo que pudo decir.

—Pronto descansarás. — murmuró.

¿Pronto? Eso significaba que tenía algo en mente. Ella solo esperaba que para ello no fuera necesario que ella se moviese.

Él comenzó a acariciar su espalda, sus manos rodando y amasando. Ella gimió de placer, los sonidos pasaban desapercibidos a través de los labios cansados.

Arriba y abajo por su cuerpo, del cuello y los hombros hasta los globos de su trasero, la tocó, acarició y masajeó. Alejó sus manos y ella escuchó una tapa abrirse. Plástico.

Un líquido caliente goteó por su espina dorsal, y luego regresó él con las manos, frotando el aceite en su piel.

La cama descendía a medida que él se arrastraba hasta llegar a su lado. No había un centímetro de su piel que él no hubiese marcado de alguna manera. Su toque marcaba su carne, caliente y sensual.

Frías sacudidas burbujeaban y estallaban por sus brazos mientras un placer exquisito bañaba su cuerpo.

Los masajes de Rose no tenían nada de la magia que Carlisle les daba.

Sus manos la tomaron por su trasero, apretando y amasando, sus dedos trabajaban cada vez más cerca de la hendidura. Ella respiró profundamente cuando un dedo recorría el borde de su entrada anal, como una suave pluma, buscando.

De nuevo escuchó la tapa abriéndose. Dos dedos separaron las mejillas de su trasero, dejando al descubierto su apertura. El aceite cayó en la grieta, deslizándose por su piel. Sus dedos limpiaron el lubricante, extendiéndolo y luego presionando su ano.

Sus manos tomaron las sábanas en una pelota y cerró los ojos. ¿Iba a follar su culo ahora, cuando ella posiblemente no tenía las fuerzas necesarias para formular algún tipo de protesta? Ella sabía que no le haría daño, pero esto era algo ajeno a ella. Nunca antes había tenido sexo anal. Ni siquiera había pasado por su radar.

—Relájate—le dijo suavemente, mientras la sondeaba delicadamente con su dedo.

Su dedo se deslizó, y ella exclamó en voz alta. Adelante y atrás, lentamente, trabajó con su dedo. No lastimaba. Se sentía... No estaba segura de lo que se sentía. Era nuevo. Prohibido y emocionante. A medida que su dedo continuaba golpeando dentro, él dejó caer más lubricante en su apertura hasta que estuvo suave. Luego añadió otro dedo.

Ella gimió entre dientes mientras él la estiraba y manipulaba. ¿Se suponía que se sentía bueno? El calor florecía en su culo y se irradiaba hacia su coño hasta que, a pesar de su cansancio, sus paredes se apretaron, su clítoris se hinchó y el dolor de un nuevo orgasmo se escondía en el horizonte.

Cuando él alejó su mano, maldijo casi gritando su protesta. Antes que pudiese volver la cabeza para ver si la dejaba, otra cosa remplazó a sus dedos. Le faltaba su calidez y era mucho más duro. Se sentía... de plástico.

Sus dedos se abrieron mientras abría su apertura, resbaladiza con el lubricante pero duro y rígido.

Dentro y fuera, apenas bordeando la entrada, Carlisle trabajó pacientemente el objeto.

Su apertura se amplió, extendiéndose para ajustarse al plástico mientras él lo empujaba más adentro. Era más pequeño en la punta, pero más largo, ya que ganó profundidad.

Sin poder contener más su curiosidad, levantó la cabeza y le preguntó:

— ¿Qué es?

La mano libre de Carlisle se asentó en la parte baja de su espalda.

—Está bien, Esme. Confía en mí. No te lastimaré. Estoy insertando un tapón. No quiero que sea doloroso para ti, así que llevarás esto durante un momento.

Con eso le dio otro pequeño empujón y su apertura se estiró aún más.

—Oh—exclamó ella.

—Solo relájate y no luches contra él—murmuró. — Confía en mí, no te haré daño. Disfrútalo.

Por unos segundos más, continuó el movimiento de entrada y salida, cada vez presionando un poco más. Y luego, con un empujón firme, lo alojó en su ano.

Su cabeza se levantó de la cama, y ella lanzó un grito de sorpresa. Su culo latía y ardía en torno al tapón semejante a un mamut. Sus piernas se agitaban y parecían actuar por propia voluntad mientras ella luchaba contra la intrusión.

Los labios de Carlisle presionaron la parte baja espalda mientras la besaba y murmuraba palabras de consuelo para ella.

—Va a estar bien. Respira, Esme. Va a mejorar.

— ¿Sí?—Murmuró ella mientras aspiraba en respiraciones profundas. — ¿Alguna vez has tenido uno de estos en tu culo?

Él se echó a reír.

—No, yo no.

—Entonces no me digas lo que se siente—gruñó.

Él la hizo rodar hasta que estuvo de lado, frente a él. Tenía una sonrisa divertida mientras la miraba.

—Muy bien, entonces dime tu lo que se siente.

Ella tragó mientras algunos de los zumbidos calientes disminuían en su culo. Sustituidos por un calor... hum. Bajo y filiforme, a fuego lento en sus venas, como el café justo antes de hervir. Tan cansada como estaba, podía tener otro orgasmo ahora.

—Se siente... punzante. Agudo, pero no tan desagradable. Me siento llena. Hay una presión ahí que hace que se me ponga la piel de gallina y se siente hormigueante, como si yo quisiera algo, pero no estoy segura de qué. ¿Tiene sentido?

Él posó su mano en su cadera.

—Tiene perfecto sentido. ¿Te gusta? ¿Puedes imaginarte mi polla dentro de tu culo?

Todo su cuerpo tembló ante la imagen de Carlisle montándola, hundiéndose profundamente en sus entrañas.

—Se siente tan grande—dijo ella.

Él sonrió.

—Yo soy más grande.

Ella cerró los ojos y gimió.

— ¿Cómo diablos crees que vas a meter tu polla ahí dentro si eres más grande que el maldito tapón?

—Oh, lo haré—dijo con voz profunda y ronca. — Y tú amarás cada minuto de ello, lo prometo.

—Yo no esperaba placer—dijo ella mientras arrugaba su frente con confusión.

— ¿Es agradable entonces?—preguntó.

—Honestamente, no sé si el acto en sí es agradable o si se debe a quien lo está haciendo, pero sí que se siente... bueno. Es emocionante y me siento inquieta y molesta, como si tuviese una necesidad incumplida.

Entonces él se movió sobre ella, empujándola hasta que estuvo tumbada sobre su espalda. La presión en su trasero se intensificaba a medida que su peso caía sobre el tapón. Él la situó a su gusto debajo de él, y luego se movió lentamente por su cuerpo hasta que su cabeza estuvo encima de su montículo.

Él separó sus piernas, doblando las rodillas hasta que golpearon el colchón. Su coño estaba abierto a él, y de repente se sintió pequeña y vulnerable.

Él deslizó un dedo a través de sus pliegues, bromeando, hasta que llegó a la entrada de su coño. Deslizó dentro un largo dedo, presionando hacia abajo hasta que pudo sentir el plug a través de la fina barrera de carne que separaba la vagina de su entrada anal.

—Por mucho que quiero enterrar mi polla en tu dulce coño, no voy a hacerlo ahora. Estás cansada y probablemente lastimada y si te tomo ahora, se sentirá apretado por el tapón en tu culo. No quiero causarte ninguna molestia. Pero más tarde... más tarde vas a ver lo bien que se siente al tener dos pollas al mismo tiempo.

Ella se estremeció y tembló bajo sus dedos buscadores. ¿Cómo podía estar tan cerca del orgasmo otra vez?

A medida que retiraba su dedo, bajó su boca, acariciando entre sus pliegues hasta que su lengua se deslizó sobre su clítoris. Sus caderas se desbocaron hacia arriba mientras un rayo poseía su ingle.

Él la separó más hasta que estuvo indefensa y abierta para su boca. Suaves corrientes de aire soplaron sobre su carne más íntima, junto con las ráfagas cálidas de su aliento. Su lengua se deslizó eróticamente desde su entrada hasta el capullo que protegía su sensible núcleo. Él lamió suavemente su clítoris, llevándolo a un pico de tensión. Luego lo aspiró en su boca, y ola tras ola de sensación eléctrica explotaron a través de su ingle.

Ella se arqueó hacia él, cada movimiento balanceaba el tapón profundamente en su culo. Cada sensación, como una ola de mar, rodaba hacia su interior, se rompía y luego se extendía, surgiendo como un líquido a través de sus músculos.

Con hambre, le lamió y chupó el coño como si estuviese hambriento de dulzura. Rodeó su entrada una vez y luego otra antes de deslizar su lengua hacia dentro.

Ella se estremeció y convulsionó, pero él la agarró por las caderas y la sostuvo firmemente en su lugar mientras le daba placer.

Dentro y fuera, la tomó con su lengua. Lento y sensual, como si estuviese saboreando el mejor de los vinos y saborease cada sorbo.

Su orgasmo empezó como una ola lenta, un caliente bucle giratorio en lo profundo de su núcleo luego se extendiéndose mientras crecía y se elevaba, una tormenta que ganaba poder.

Inflamándose como una sinfonía en la cúspide de su crescendo, su liberación se construyó hasta que no lo pudo soportar por más tiempo.

—Por favor—rogó. No estaba segura de qué era por lo que abogaba. ¿Misericordia? ¿Satisfacción? ¿Alivio de la insoportable tensión tirando de su cuerpo?

Y luego él le susurró, suave y dulce contra su carne húmeda.

—Córrete, Esme mía. Córrete para mí.

La dulce agonía brilló y corrió a través de su pelvis. Sus movimientos ya no eran suyos. Gritó mientras su cuerpo se estrellaba contra la cama, sus piernas envueltas de repente alrededor de los hombros de él.

Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, y ella se preguntaba cómo llegaron allí. Flotaba al borde de la consciencia, luchando por unos pocos segundos de lucidez, para no dejar de lado los fragmentos de su orgasmo.

Pero el frenético placer poco a poco se desvaneció, remplazado por un dulzor más perezoso, se dejó ir, incapaz de mantener los ojos abiertos.

Un pulgar rozó su mejilla, limpiando la humedad de las lágrimas, y entonces oyó su suave orden.

—Duerme, Esme mía. Yo cuidaré de ti.

Confortada por esa promesa silenciosa, ella se permitió abandonarse a la bienvenida que el sueño le ofrecía.

Capítulo 58: CAPÍTULO 58 Capítulo 60: CAPÍTULO 60

 


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