Capítulo Treinta y Ocho
Edward lucho contra los efectos de los analgésicos que había tomado. Ellos habían embotado el dolor, pero estaba somnoliento como el infierno. Se puso de pie, haciendo caso omiso de la renovada agonía causada por el movimiento. Se paseó por los confines de la pequeña oficina, a punto de salir de su mente por la preocupación. Cuando el teléfono móvil de Charlie sonó, todos ellos saltaron. Charlie se lo arrebató y lo metió en la oreja. Edward, Jasper, Jacob y Emmett todos se detuvieron y se inclinaron hacia adelante con interés.
— ¿Dónde?—Oyó a Charlie preguntar. Luego—Gracias a Dios. Estaremos ahí.
Charlie cerró el teléfono y cerró los ojos. Sus manos temblaban cuando puso el teléfono.
—Ellos la encontraron—informó. —Ellos la llevan al hospital ahora mismo.
Edward explotó hacia adelante.
— ¿Hospital? ¿Está herida? ¿Dónde la encontraron? ¿Agarraron a Aro?
Charlie levantó la mano.
—Cálmate, hijo. Yo sé que estás preocupado. Todos lo estamos. Yo no sé mucho. Este era el informe. Un policía de guardia la encontró en la zona de almacenes. Al parecer, ella fue capaz de escapar de Aro, y estaba corriendo. Ella está herida. No sé hasta qué punto. El informador dijo que el policía se quedó con ella hasta que llegó la ambulancia y que Bella les suministró información sobre el paradero de Aro. Eso es todo lo que yo tengo.
—Vamos pues—dijo Edward con voz tensa. —Tengo que verla.
Charlie asintió con la cabeza.
—Yo te llevo.
Edward estaba en la puerta del cuarto de Bella, incapaz de apartar la mirada de ella. Ella estaba dormida en la cama del hospital, su rostro con aspecto tan frágil. Su frente arrugada, incluso en su sueño, y él estaba preocupado acerca de que pesadillas se enfrentaba en sus sueños.
Un gran vendaje adornaba su cabeza, y llevaba dos más pequeños en sus manos y rodillas. Incluso sus pies estaban vendados.
Una mano consoladora apretó su hombro, y él miró atrás para ver a Charlie allí.
— ¿Qué es lo que ha dicho el médico?—preguntó Edward con voz cansada.
—El bastardo la golpeó en la cabeza con la culata de una pistola. Ella tiene una conmoción cerebral. Pero por lo demás, ella salió ilesa. Los cortes y raspaduras que sufrió fueron de su huida. El doctor dice que quiere observarla durante la noche, y si lo hace bien, puede ir a casa mañana.
Edward cerró los ojos mientras un dulce alivio se vertía sobre él.
—Gracias a Dios—susurró.
—Hijo, tienes que descansar un poco. No estás haciendo ningún bien a nadie aquí. Puedes verla mañana.
Edward meneó la cabeza.
—No voy a dejarla. No puedo.
—Tienes dos opciones, hijo. Puedes irte de aquí solo y descansar un poco o haré que esos chicos te arrastren fuera de aquí. —Hizo un gesto con el pulgar por encima del hombro donde Emmett, Jacob y Jasper estaban en la mitad del camino. —Todo depende de ti.
Edward maldijo largo y duro por lo bajo.
—Dudo que se vaya a despertar siquiera—dijo Charlie. —Le dieron algo para el dolor, y bueno, ella nunca ha sido capaz de manejarlo. Demonios, una vez que fue al dentista y le recetó un analgésico. Ella estuvo fuera de combate durante doce horas seguidas.
Jasper se acercó a donde estaba parado Charlie.
—Vamos, Edward. Te llevaré a casa. Volveremos por la mañana para que puedas verla.
Edward suspiró en derrota.
—Dame un minuto.
Se volvió y se acercó a la cama Bella y la miró fijamente durante un buen rato. Alcanzó su mano libre y pasó los dedos suavemente sobre su mejilla.
—Lo siento—susurró. —Te quiero—Se inclinó y apretó sus labios contra los suyos, inhalando de su dulce aroma. —Estaré de vuelta mañana. Te lo juro.
De mala gana, dio media vuelta y caminó hacia la puerta, donde esperaba Jasper. Miró a Charlie y a Jacob, que se había trasladado en el interior de la puerta.
— ¿Alguien se quedará con ella? Yo no quiero que este sola.
Charlie asintió con la cabeza.
—Vamos a estar aquí. Ve a descansar. Le vas a hacer mucho más bien cuando puedas mantener tu cabeza erguida.
Edward lo miró a los ojos.
—Amo a tu hija. Quiero que lo sepas.
La expresión de Charlie se suavizó.
—Sé que lo haces.
Edward se volvió lentamente y, dolorosamente y se dirigió por el pasillo. Jasper lo alcanzó.
—Puedes dejarte caer en mi casa esta noche. No debes estar solo con tus lesiones.
Edward asintió con la cabeza, demasiado cansada para discutir.
—Yo no estaba allí cuando la noticia llegó ¿Capturaron a Aro?
—Sí, lo tienen—dijo Jasper sombrío.
—Quiero matar al hijo de puta.
—Sí, yo también. —dijo Jasper.
— ¿Qué pasa con su madre?—preguntó Edward. —Charlie dijo algo acerca de que ella ayudó a Bella a escapar.
—Lo último que oí, es que ellos la iban a interrogar. No sé si han decidido aun su participación, o no.
Edward asintió.
—No importa cuál sea, eso sólo va a perturbar a Bella al final.
—Sí, es una mierda—Salieron de la sala de emergencia y se dirigieron hacia la camioneta de Jasper. Faltaban sólo unas pocas horas hasta el amanecer, y él necesitaba unas veinticuatro horas de sueño.
Cuando subió a la cabina, se recostó en el asiento y cerró los ojos.
Jasper se subió y encendió el motor. Puso marcha atrás, pero no se movió. Edward miró hacia arriba para ver que lo miraba fijamente.
— ¿Qué?
Jasper se detuvo.
— ¿Qué vas a hacer, hombre? Me refiero a tu trabajo ¿Te vas a ir de nuevo ahora que todo terminó?
Edward se tensó. Más. El hombre que había matado a Alex, mató a Mick y lastimó a Bella estaba en custodia. Para todos los efectos prácticos, su tiempo aquí había terminado. Tenía un tiempo hasta que su permiso oficial terminara. Hace un mes, habría dicho que él no tenía ninguna razón para quedarse. Pero ahora no tenía absolutamente nada para él en Dallas.
—No puedo volver atrás—dijo, la decisión se estableció en él, lo primero que le habían hecho sentir bien en dos días.
Jasper asintió.
—Esperaba que dijeras eso. Bella es una buena mujer. Encajas bien aquí. Podríamos utilizarte de manera permanente.
—Yo no estoy tan seguro de que Charlie se sienta de esa manera—dijo Edward. —Pero si yo trabajo para él o hago otra cosa, no puedo dejar a Bella.
—Te escucho. Va a funcionar.
Edward lo esperaba. Aún le quedaba por hacer frente a Bella. Estaba más que agradecido de que estaba viva y bien, y él tenía la oportunidad de hacerle ver lo mucho que la amaba.
|