MI RENDICIÓN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 07/11/2014
Finalizado: NO
Votos: 47
Comentarios: 274
Visitas: 112943
Capítulos: 64

A veces el primer paso para tomar el control es rendirse.

Bajo el engañosamente suave exterior Bella Swan es una mujer que sabe exactamente lo que quiere. Un hombre fuerte que la tome sin preguntar, porque está dispuesta a darlo todo...

El policía de Dallas Edward Masen, está en una misión: encontrar el hombre que mató a su compañero y llevarlo ante la justicia. Hasta ahora, ha encontrado un vínculo entre el asesino y Bella, y si Edward ha de acercarse a ella para atrapar al asesino, que así sea.

Bella es dulce y femenina, todo lo que Edward necesita y desea en una mujer, pero sospecha que ella está jugando. De ninguna manera va a permitir que un hombre tenga la última palabra en su relación. ¿O sí?

Bella ve en Edward un hombre fuerte, dominante como ella necesita, pero él parece decidido a mantener a distancia. Entonces decide tomar el asunto en sus propias manos para demostrarle a él que no es un juego. Ella está dispuesta a entregarse al hombre correcto. A Edward le gustaría ser ese hombre. Pero la captura del asesino de su compañero tiene que ser su primera prioridad. Hasta que Bella se ve amenazada y Edward se da cuenta que va a hacer todo por protegerla.

BASADA EN SWEET SURRENDER DE MAYA BANKS

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 60: CAPÍTULO 60

Capítulo Sesenta

 

Él vio como sus ojos revoloteaban al cerrarse e inmediatamente su respiración se hizo más suave y pausada. Estaba exhausta.

Sonrió y cuidadosamente deslizó los brazos por debajo de ella. Cuando la levantó de la cama, ella gimió en protesta.

—Shhh— la tranquilizó. — Te quiero conmigo, Esme mía. Podrás descansar tan pronto como te haya puesto cómoda.

Y la deseaba junto a él. La ferocidad del deseo que tenía de sentirla cerca lo asustaba. Pero como ella, estaba cayendo en una fantasía. No era real, no importaba que deseara que fuera diferente. La llevó de la habitación a la sala de estar, donde ardía el fuego en el hogar. Un colchón suave ya estaba extendido a los pies del sillón y se encontraban a varios pies del fuego.

De rodillas, puso su cuerpo sobre el plumón que cubría el colchón. Murmuró somnolienta pero se hizo un ovillo y cayó en un profundo sueño. Él acarició con la mano su pelo, apartándolo de su cara. Luego dejó que sus dedos se deslizaran por su cuerpo hacia su cadera y por último, a sus pálidas nalgas.

El tapón de color carne dividía las mejillas de su trasero, y su polla se endureció ante la idea de meterse en el lugar de ese tapón.

Poniéndose en pie, recogió su ordenador portátil de la mesa y se acomodó en el sillón. Se quitó los zapatos y los deslizó por el suelo, lejos de Esme. Estiró las piernas hasta que sus pies tocaron la esbelta espalda. Ausente, frotó los dedos de los pies en su columna vertebral hasta la suavidad de su pelo. Le gustaba tocarla, tener todo el contacto posible con ella.

Abrió su portátil y dejó sus pies ligeramente apoyados a un lado. Mientras trabajaba a través del correo electrónico levantaba de vez en cuando la mirada buscando a Esme. De vez en cuando, ella suspiraba y su cuerpo subía y bajaba más trabajosamente que antes del sueño, un susurro satisfecho salió de sus labios y se acomodó de nuevo.

Cuando estaba escribiendo a su última dirección de correo electrónico, su teléfono móvil sonó. Frunció el ceño y tiró de él sin mirar siquiera el número en la pantalla LCD, y apretó el botón de responder de modo que el tono no molestara a Esme.

—Carlisle— dijo brevemente

—Carlisle, hola, soy Bella.

Su expresión se suavizó y se relajó en la silla.

—Bella, es un placer saber de ti. ¿Cómo estás? ¿Y cómo esta Edward?

—Los dos estamos bien.

Él pudo oír una sonrisa en su voz, podía imaginarse sus dulces rasgos.

— ¿Cómo esta Esme?—preguntó Bella.

Hubo una ligera vacilación después de la pregunta, como si no estuviera segura de cómo dar voz a su preocupación. Él sonrió y miro a Esme, incluso cuando frotaba el pie ligeramente con su cadera.

—Está dormida a mis pies—replicó.

— ¿A tus pies? Por Dios, Carlisle, realmente estas llevando esta cosa de los esclavos demasiado lejos. ¿Piensas ponerle collar y atarla a la cama?

Se rió entre dientes.

—Solo por la noche.

La oyó murmurar algo en voz baja.

—Esme está bien, Bella. Seguro que no crees que la trato mal.

— ¡No, por supuesto que no!—se defendió rápidamente. — Espero que no creas que pienso eso. No puedo imaginar que hicieras daño a una mujer. No intencionadamente, en todo caso.

La frente de Carlisle se alzó.

—Ni siquiera voy a preguntar.

Bella hizo una larga pausa. Y cuando por fin habló, hubo un destello de acero en su voz. Una contradicción directa de su carácter normalmente dulce.

—Mira, Carlisle, eres mi amigo. Te cuento entre mis amigos más queridos.

Sonrió. Él la consideraba una querida amiga también.

—Pero también lo es Esme—continuó. — Estoy un poco preocupada. Por los dos.

—No tienes que preocuparte, Bella. Esme y yo somos adultos conscientes y los dos sabemos lo que es un juego y lo que no.

Bella hizo un sonido de impaciencia.

—Tú odias los juegos, Carlisle. Tú más que las otras personas quieres las cosas a tu gusto. Me atrevo a decir que estás un poco consentido y usas eso para hacer las cosas como quieres. Esta fantasía completa…Solo espero que no quieras algo que Esme no puede o no quiere ofrecerte.

—Creo que estas tratando de proteger mi corazón—dijo divertido. — Soy un chico grande. Puedo cuidar de mí mismo.

—Simplemente no quiero que ninguno de los dos salga herido—dijo suavemente. — Especialmente tú, Carlisle.

Una ola de calor se extendió por su pecho. Bella…era como un rayo de sol en un día frio, sombrío. No había otra manera de describirla. Ella tenía un corazón de oro y era tenazmente leal con la gente que amaba. Incluso en su perjuicio, como Edward Masen podía efectivamente atestiguar.

—Aprecio tu preocupación, Bella. Realmente lo hago. Pero esto es algo entre Esme y yo—dijo gentilmente. — Ambos hemos establecido nuestros términos de forma clara. Nadie ha entrado a ciegas.

Bella soltó una risita.

—Es una forma de decirme con tacto que me ocupe de mis propios asuntos.

—Sí, lo es—dijo con una sonrisa.

—De acuerdo, lo capto. Me preocupo por ti, Carlisle. Solo quería decirte eso.

—Malgastas tu preocupación en mí.

Él sonrió mientras ella le decía de nuevo lo buen amigo que era y luego colgó. Todavía estaba sonriendo cuando puso el teléfono entre su pierna y la silla. En silencio, cerró su ordenador portátil y lo dejó a un lado sobre la mesa, al lado de la silla. Durante un buen rato, clavó la mirada en las llamas que oscilaban en el hogar y absorbían la sensación de estar contento en su hogar, con una hermosa mujer a sus pies. Estaba…feliz.

Unos momentos más tarde, su ama de llaves, Carol, entro en la habitación aclarándose la garganta para llamar su atención. Levantó la vista para verla de pie en la puerta, con la mirada castamente alejada de Esme.

— ¿Hay algo que necesites, Carlisle?—preguntó.

—Me gustaría un vaso de vino ahora—dijo después de un momento de consideración. — Dentro de una hora, me gustaría la cena servida aquí, en la sala de estar.

Esme tendría hambre, y fácilmente se la imaginaba cómodamente instalada entre sus piernas, su cabeza en su regazo, mientras le daba de comer con los dedos. Luego acariciaría su cabello y hablarían mientras se relajaban y disfrutaban de la noche. Más tarde… se metería en eso más adelante. Sentado con una erección y sin forma de bajarla no era precisamente divertido.

Después que Carol se retirara, Carlisle alcanzó la novela que estaba leyendo y la abrió para leer, después de mirar de nuevo a Esme.

Estaba contento por la confianza que le había demostrado hasta el momento. Ella tenía sus reservas, como él esperaba, pero las había manejado con valentía y con gracia. No era una cobarde, ni una desertora.

Y ella le complacía. Cómo le complacía. Se lo había dicho muchas veces, porque quería que estuviera segura de su aprobación, pero no había ninguna explicación para el aumento de placer que su presencia le había proporcionado. No estaba seguro que quisiera que ella supiera el alcance de sus confusos sentimientos. Demonios, ni siquiera estaba seguro de saber ordenarlos.

Frunció el ceño al recordar las preocupaciones de Bella. Su preocupación no era por Esme. Era por él. ¿Era tan transparente? ¿No tenía la fortaleza de disfrutar de un breve romance sin la participación emocional?

Su ceño se alivió y se volvió más pensativo que irritado. Sus emociones estaban ya involucradas. Nunca había visto el sexo como un proceso rígido, mecánico, de dos cuerpos en apareamiento participando y todo lo demás ausente. Incluso cuando sabía que no había futuro para él y la mujer que se llevaba a la cama, todavía la trataba con respeto y mantenía una pequeña parte de su corazón reservada para cada una. Él se sabía todos sus nombres, su aspecto físico, lo que les gustaba, sus sueños y aspiraciones. Incluso cuando esos sueños las llevaban más allá de él.

Cada vez, se armaba de valor, sabiendo que lo que él disfrutaba con sus compañeras no podía durar, y al final del asunto, veía su partida con solo una pequeña cantidad de pesar y tristeza.

Se quedó mirando a Esme por la parte superior del libro del que aún no había leído ni una palabra hoy. La idea de que ella se fuera le provocó sentimientos extraños. Le inspiraba una especie de pánico profundo en su alma. Una agitación, una protesta, un grito de un hombre por su pareja.

Sacudió la cabeza para librarse de tales absurdos. Esto era sexo. Sexo con emociones, pero solo sexo y fantasía. No era real. Nada de eso era real.

Dejar ir a Esme sería difícil, pero lo haría. Tener a una mujer atada a él cuando no tenía ningún deseo de estar allí no era algo que quería, más de lo que quería contemplar la idea de que nunca iba a encontrar una mujer que le pudiera amar y aceptar incluso sabiendo lo que pedía de ella.

Carol regresó con su vaso de vino, y se sentó bebiendo mirando fijamente el fuego. Su libro, ahora olvidado, estaba colocado descuidadamente en su regazo, marcando un lugar al que no tenía intención de regresar. Sintiendo la necesidad de tocar a Esme, deslizó la punta de sus pies sobre su piel satinada, trazando la línea de su espina dorsal y luego la curva de su cadera y su pequeña cintura. Su pelo hacia atrás alejado de ella, un toque de medianoche, como la tinta, y suave, como la seda líquida.

Definitivamente, querría ver su cabello todos los días. Era una alegría que no tenía intención de negarse a sí mismo. Él sería el único que lo lavara cuando ella se bañara, se lo secaría y peinaría cada hebra.

El fuego se había apagado en un lecho de brasas, pero no pudo levantarse para agregar más troncos. Estaba contento donde estaba, sintiendo a su mujer a sus pies, donde podía sentir cada respiración, cada suspiro y cada contracción.

Las sombras cruzaron la habitación al anochecer, barriendo suavemente la luz del día que se desvanecía. Una sola lámpara iluminaba la habitación, arrojando un resplandor sobre la forma dormida de Esme. Como si despertara bajo los cálidos dedos de la luz, ella movió los pies.

Le vio sacudirse la red del sueño, y poco a poco, levantar la cabeza. Ella se volvió de inmediato, buscándole. Sus miradas conectaron y la satisfacción anidó en su pecho al darse cuenta de que su primer pensamiento al despertar había sido él.

—Ven conmigo—le susurró alargando la mano hacia ella.

Ella parpadeó con los últimos vestigios de fatiga, y sus ojos se iluminaron y brillaron con una suave luz. Se puso de rodillas y deslizó una mano en las suyas.

Por un momento, simplemente disfrutaron del primer toque, el cosquilleo que se deslizaba por su brazo, su baño en la piel de espinas de la conciencia. Luego la izó y la colocó en su regazo.

Ella se acomodó en su pecho, apretándose como un gatito que busca calor. La envolvió en sus brazos, apretándola. Para su sorpresa, acarició con sus labios su cuello, presionando su piel con besos pequeños.

— ¿Tienes hambre?—murmuro.

—Estoy muerta de hambre.

—Carol traerá nuestras comidas en un momento.

Deslizó una mano por la curva de su cadera y la suavidad de sus nalgas. Sus dedos rebotaron sobre su tapón y la apretó contra él.

— ¿Te duele?—le preguntó mientras trazaba el borde de plástico.

Ella negó con la cabeza contra él.

—Lo quitaré cuando nos vayamos a la cama—le dijo.

Incapaz de resistirse, rozó con sus labios su frente. En respuesta, inclinó la frente, una clara invitación para que probara sus labios.

Dulce, como lamer una gota de sirope de una cuchara. Su gusto era familiar para él, pero cada vez era como la primera. Apasionante y electrizante.

Los dedos de ella se agitaban contra su mandíbula, acariciando y tocando, lo que profundizó el beso. Cuando se comenzó a retirar, él cubrió su mano con las suyas, empujándola de nuevo a su cara. Él disfrutó de su tacto. Lo necesitaba.

Una parte de él enterrada bajo hielo durante mucho tiempo se estaba descongelando por el calor. El dolor de su alma se aliviaba. Ella era su consuelo cuando siempre había dicho que no quería saber nada. Un sonido detrás de ellos le hizo alejarse. Miró hacia atrás para ver a Carol de pie con el carrito de la cena.

Le indicó que pasara y puso a Esme en una posición que le permitiera más modestia, a pesar de su afirmación anterior que iba a ignorar la presencia de los demás.

Carol vertió el vino en las copas, destapó los platos y salió rápidamente de la habitación.

El aroma tentador de la comida flotó hasta su nariz. Junto a él, Esme cambió y suspiró de alegría, cuando también sintió el olor.

Estiró la mano para tirar del carro un poco más cerca de la silla. Tal y como lo había solicitado, Carol había preparado una gran variedad de bocadillos. Gambas. Piezas de vieira y langosta bañada en mantequilla. Cangrejos y salmón asado.

—Mmm, adoro el marisco—dijo Esme.

Tomó un pedazo de langosta y lo acercó a su boca. Le hizo abrir los labios y dejó el bocado en su lengua. Antes de que pudiera tomar otro pedazo de comida, se incorporó y busco en otro plato dentro de la oferta.

Ella tomó una gamba y la acercó a su boca. Abrió y le permitió darle de comer, sus dedos corriendo como fuego en su lengua.

 Se alimentaban uno al otro en silencio, turnándose para ofrecerse comida con los dedos. Sus miradas no se dejaban por mucho tiempo, solo para tomar el siguiente bocado y regresar con un resplandor ardiente.

Cuando por fin la comida desapareció, Esme puso la cabeza en su hombro con un suspiro de satisfacción.

— ¿Llena?—le pregunto acariciando su pelo.

—Mmmm-hmmmm.

—Suenas… contenta.

Ella levantó la cabeza sólo para poder verlo. Su mano quedó enredada en su pelo y continuó su recorrido a la baja.

—Lo estoy.

Su dulce voz ronca despertaba un deseo dentro de él que no tenía nada que ver con el sexo o enterrarse en su interior. Era más. Algo justo fuera de su alcance que estaba a punto de no poder explicar.

—Me alegro.

Se puso de espaldas a él, dejando que moldeara su suave cuerpo. Contra su cuello bostezó y se quedó adormilada en sus brazos.

— ¿Por qué no te llevo a la cama y te quito el tapón? Puedes tener un baño largo. Lavaré tu cabello y nos acostaremos temprano.

Se acurrucó contra él y luego, una vez más, se apartó para mirarle con ojos confusos.

— ¿Estás preguntando?

Él sonrió.

—No todo es una orden, Esme mía. Soy un hombre razonable cuando quiero.

Ella respondió a su sonrisa con otra.

—Entonces sí. Adoro los baños largos y calientes.

 

Capítulo 59: CAPÍTULO 59 Capítulo 61: CAPÍTULO 61

 


Capítulos

Capitulo 1: CAPÍTULO 1 Capitulo 2: CAPÍTULO 2 Capitulo 3: CAPÍTULO 3 Capitulo 4: CAPÍTULO 4 Capitulo 5: CAPÍTULO 5 Capitulo 6: CAPÍTULO 6 Capitulo 7: CAPÍTULO 7 Capitulo 8: CAPÍTULO 8 Capitulo 9: CAPÍTULO 9 Capitulo 10: CAPÍTULO 10 Capitulo 11: CAPÍTULO 11 Capitulo 12: CAPÍTULO 12 Capitulo 13: CAPÍTULO 13 Capitulo 14: CAPÍTULO 14 Capitulo 15: CAPÍTULO 15 Capitulo 16: CAPÍTULO 16 Capitulo 17: CAPÍTULO 17 Capitulo 18: CAPÍTULO 18 Capitulo 19: CAPÍTULO 19 Capitulo 20: CAPÍTULO 20 Capitulo 21: CAPÍTULO 21 Capitulo 22: CAPÍTULO 22 Capitulo 23: CAPÍTULO 23 Capitulo 24: CAPÍTULO 24 Capitulo 25: CAPÍTULO 25 Capitulo 26: CAPÍTULO 26 Capitulo 27: CAPÍTULO 27 Capitulo 28: CAPÍTULO 28 Capitulo 29: CAPÍTULO 29 Capitulo 30: CAPÍTULO 30 Capitulo 31: CAPÍTULO 31 Capitulo 32: CAPÍTULO 32 Capitulo 33: CAPÍTULO 33 Capitulo 34: CAPÍTULO 34 Capitulo 35: CAPÍTULO 35 Capitulo 36: CAPÍTULO 36 Capitulo 37: CAPÍTULO 37 Capitulo 38: CAPÍTULO 38 Capitulo 39: CAPÍTULO 39 Capitulo 40: CAPÍTULO 40 Capitulo 41: CAPÍTULO 41 Capitulo 42: CAPITULO 42 Capitulo 43: CAPITULO 43 Capitulo 44: CAPITULO 44 Capitulo 45: CAPITULO 45 Capitulo 46: CAPITULO 46 Capitulo 47: CAPITULO 47 Capitulo 48: CAPITULO 48 Capitulo 49: CAPITULO 49 Capitulo 50: CAPITULO 50 Capitulo 51: CAPITULO 51 Capitulo 52: CAPITULO 52 Capitulo 53: CAPITULO 53 Capitulo 54: CAPITULO 54 Capitulo 55: CAPITULO 55 Capitulo 56: CAPITULO 56 Capitulo 57: CAPITULO 57 Capitulo 58: CAPÍTULO 58 Capitulo 59: CAPÍTULO 59 Capitulo 60: CAPÍTULO 60 Capitulo 61: CAPÍTULO 61 Capitulo 62: CAPÍTULO 62 Capitulo 63: CAPITULO 63 Capitulo 64: CAPÍTULO 64

 


 
14436836 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios