EL AFFAIRE CULLEN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 47
Comentarios: 89
Visitas: 95065
Capítulos: 26

Edward Cullen es un hombre rico, sexy y protector. Dirige su propia compañía de seguridad privada y ahora está inmerso en la organización de los Juegos Olímpicos 2012.

Isabella es una chica americana con un pasado que la sigue aterrorizando en sus pesadillas y por el que recibe tratamiento psicológico. Vive en Londres, donde intenta empezar de nuevo mientras compagina sus estudios de arte con su trabajo como modelo.

Ambos se encuentran de manera fortuita en una exposición de fotografía en la que ella participa. Entre los dos surge de inmediato una atracción magnética que los acerca de forma peligrosa.

Pero en esta relación se esconden secretos. Secretos que oprimen el alma y que dejan profundas cicatrices. ¿Será Edward capaz de liberar a Isabella del pasado que la estigmatiza? ¿Cederá Isabella a sus encantos, o los espectros que la atormentan volverán a resurgir y acabarán con la oportunidad de forjar un futuro en común…?

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Capítulo 4: CAPÍTULO 3

Capítulo 3

 

La preciosa piel morena de Jacob tenía un aspecto maravilloso en contraste con el amarillo pálido de la camisa que cubría su musculoso cuerpo. Jacob desprendía confianza en todos los aspectos de su vida.

Totalmente optimista. Ojalá pudiera ser un poco como él. Lo había intentado con todas mis fuerzas pero digamos sencillamente que mis intentos daban pena.

—Así que este tipo, Edward, está tratando de montárselo contigo, ¿eh? Vi cómo te miraba, Bella. No te quitaba ojo ni un segundo —murmuró Jake—, y no le culpo.

Jacob siempre ha sido así de mono. Mi apoyo cuando necesito un hombro sobre el que llorar. Había tratado de mantener la conversación en torno a su fotografía y a la exposición de la galería, pero él seguía volviendo una y otra vez al tema de Edward.

—Sí, bueno, posee el don de querer tener siempre la razón y eso no me gusta, Jake.

 —Mojé mi patata frita en un poco de salsa alioli y me la metí en la boca—. Y, por cierto, gracias por convertirme en una mujer sincera esta noche. —Me comí otra patata—. Le dije a Edward que tenía planes, lo que era una completa mentira hasta que me llamaste.

Jacob me apuntó con una patata y sonrió.

— ¿Por eso casi te abalanzaste sobre mí por teléfono?

Le di un trago a mi sidra Sheppy’s, incapaz de seguir comiendo la hamburguesa y las patatas.

—Gracias por la invitación, amigo mío. —Incluso a mis propios oídos sonaba como un muermo.

— ¿Por qué no quedas con él? Está muy bueno. Le vuelves loco. No cabe duda de que puede permitirse que os lo paséis en grande. —Jake me cogió la mano y llevó sus suaves labios a mi piel—.

Necesitas un poco de diversión, cielo. O un buen revolcón. Todo el mundo lo necesita de vez en cuando.

¿Hace cuánto que no…?

Aparté la mano y di otro trago a mi Sheppy’s.

—No voy a hablar de la última vez que eché un polvo, Jake. No sabes dónde está el límite, ¿no?

Me miró paciente.

—Definitivamente necesitas un orgasmo, cariño.

Ignoré su comentario.

—Él es simplemente demasiado…, esto…, yo…, ese…, ese tío es tan sumamente intenso, maldita sea. Sus palabras, lo que hace, cómo levanta las cejas, esos ojos azules… —Me llevé el dedo a la sien como si fuera una pistola y apreté el gatillo—. No puedo pensar cuando empieza a dar órdenes.

Me di cuenta de que Jake también había apartado su plato.

—Listo para irte, ¿no?

—Sí. Vamos a dejar a tu sexualmente frustrada vagina en casa. A lo mejor puedes tener una cita con tu vibrador y eso te ayuda.

Le di una patada por debajo de la mesa.

Durante el recorrido en taxi hasta mi casa pensé en el trayecto en el coche de Edward la noche anterior.

Obviamente me sentí lo bastante cómoda como para quedarme dormida. Eso había sido un completo shock. Yo nunca hago cosas como esas. Jamás. Teniendo en cuenta mi pasado, bajar la guardia con extraños no era una opción a contemplar, y menos quedarme dormida. Pero, entonces, ¿por qué lo había hecho con Edward? ¿Era por lo bueno que está? La verdad es que solo le había visto la cara pero era evidente que debajo de su traje de seda había un cuerpazo. Ese hombre lo tenía todo a su favor.

¿Por qué estar conmigo cuando evidentemente podía estar con quien quisiera?

—Entonces ¿mañana tienes una sesión de fotos de estudio en Lorenzo?

—Sí. —Abracé a Jake—. Gracias por recomendarme, peque, y por la cena. Eres el mejor. —Le di un beso en la mejilla—. Vaya con Dios, tío bueno.

— ¡Me encanta cuando pones ese acento, cariño! —Jake se llevó las manos al pecho—. ¡Hazlo más!

Quiero impresionar a Richard la próxima vez que esté en la ciudad.

Dejé a Jake en el taxi con una sonrisa en la cara y le lancé un beso. Subí hasta mi pisito, que amo y adoro, me metí en la ducha en menos de cinco minutos y en el pijama diez minutos después. Acababa de dejar el cepillo de dientes en su sitio cuando sonó el teléfono. Mierda. Edward.

Le di a aceptar y le eché valor para hablar.

—Edward.

—Me gusta cuando pronuncias mi nombre, así que supongo que te perdonaré por colgarme antes. —

Su lenta y elegante voz británica me invadió, lo que me hacía más consciente de su masculinidad y de la posibilidad de sexo al instante.

—Siento haberte colgado. —Esperé a que dijera algo pero no lo hizo. Todavía no había aceptado salir con él y los dos lo sabíamos.

Finalmente preguntó:

—Bueno, ¿y qué tal fueron tus planes de esta noche? —Podía imaginarme esa boca suya fruncida a causa del enfado.

—Estuvieron bien, muy bien. De hecho, acabo de llegar de… cenar.

— ¿Y qué pediste para cenar, Bella?

— ¿Por qué te lo tendría que decir, Edward?

—Porque así puedo aprender lo que te gusta. — ¡Y, así como así, acababa de volver a hacerlo!

 Acabar con mi actitud defensiva con unas cuantas palabras llenas de insinuaciones sexuales como siempre. Y haciéndome sentir como una imbécil.

 —Tomé una hamburguesa vegetariana, patatas y una sidra Sheppy’s. —Me relajé un poco y suavicé el tono.

 — ¿Eres vegetariana?

 —Para nada. Me encanta la carne, quiero decir, como… carne… todo el tiempo.

Santo cielo. La breve sensación de relax se desvaneció al instante y volvía a tartamudear como una adolescente.

 Edward se rio al otro lado del teléfono.

 — ¿Así que una buena selección de carnes y unas Sheppy’s sería un buen menú para ti?

—Eh, nunca he dicho que saldría contigo. —Cerré los ojos.

 —Pero lo vas a hacer. —Su voz me afectaba. Incluso por teléfono, sin el sentido de la vista, me forzaba a querer aceptar volver a verle. Volver a mirarle. Volver a olerle.

Solté un quejido.

 —Ahora me estás matando, Edward.

 —No. —Se rio con suavidad—. Ya hemos aclarado que no soy un asesino en serie, ¿recuerdas?

 —Eso dices, señor Cullen, pero que sepas que si me matas serás el sospechoso número uno de la lista. Se rio con mi comentario y eso me hizo sonreír.

 —Entonces, ¿has estado hablando de mí a tus amigos?

 —Quizá tengo un diario secreto y he escrito sobre ti. La policía lo encontrará cuando registre mi piso en busca de pistas.

 —Con que a la señorita Swan le gusta el drama. ¿Acaso fue a clases de arte dramático en el colegio?

 —No. Simplemente ha visto muchos episodios de CSI.

 —Vale, ya me hago una composición de lugar: carne, Sheppy’s y el canal de Crímenes e Investigación. Una atractiva mezcla ecléctica la tuya…, entre otras cosas.

  —Dijo la última parte con mucha suavidad, y sus palabras sugerentes impactaban directamente entre mis piernas—. Entonces, ¿dónde te recojo mañana después de la sesión de fotos?

 —Son fotos de estudio, así que en la agencia Lorenzo, en la décima planta del edificio Shires.

 —Te encontraré, Bella. Mándame un mensaje cuando hayas acabado y allí estaré. Buenas noches.

 —Su voz cambió, sonaba más abrupta.

 Oí un clic y luego el tono de marcado, lo que me hizo darme cuenta de que esta vez Edward me había colgado. ¿Me estaba devolviendo lo de antes? Quizá. Pero mientras me metía en la cama y recordaba a oscuras nuestra conversación, fui consciente del hecho de que se había vuelto a salir con la suya. Tenía una cita con Edward mañana por la noche y en realidad nunca había dicho que sí.

 Le mandé un mensaje a Edward en cuanto Marco se puso a mirar las imágenes. Había trabajado con Marco una vez antes y me gustaba mucho. Asentado en Milán, le gustaban las poses clásicas con reminiscencias de los años treinta y cuarenta.

 —En esta estás espléndida, bella —me dijo Marco con ese precioso ronroneo italiano—, la cámara te quiere.

 —Ha estado muy bien. Gracias, Marco.

 Todavía tenía que cambiarme y me dirigí al vestuario. Traté de no darle mucha importancia a mi aspecto, pero Edward era terriblemente guapo. Yo era… yo misma. Sabía que tenía una figura decente.

 Trataba de conservarla, dado que mi cuerpo era lo que me daba de comer, y me cuidaba. Ya había llamado mucho la atención de los chicos a lo largo de mi adolescencia. Demasiada atención. Pero no era guapa. Tenía el pelo largo, liso y castaño, nada especial. Mis ojos eran probablemente lo más característico de mí. El color era una extraña mezcla de marrón, gris, azul y verde. Nunca he sabido qué poner en la casilla correspondiente a este dato en el carné de conducir. Me decanté por el marrón.

 Abrí la bolsa y me quité la bata. Teniendo en cuenta que era casi verano y dando por hecho que esta noche iba a ser informal después de una jornada de trabajo, había elegido ropa que aguantara horas en una bolsa de deporte: unos pantalones de lino con un cordón a la cintura, una camiseta negra de seda de tirantes y unas bailarinas de cuero negras. Me puse mi chaqueta verde favorita por encima de los hombros y volqué mi atención en otros aspectos de mí misma. Me cepillé el cabello y me hice una coleta con un mechón de pelo alrededor de la goma. Siguiente paso: maquillaje, y no me llevaría mucho. Rara vez uso algo más que un poco de rímel y un poco de colorete. Algo de brillo en los labios, mi perfume y lista. Preparada para irte, Bella.

 Apreté el botón de los ascensores y esperé. Edward no dijo dónde quedábamos exactamente y me imaginé que el vestíbulo estaría bien. Parecía conocer la ciudad como la palma de su mano.

 Marco se acercó y me dio un enorme abrazo de despedida. Era un hombre muy efusivo, siempre cogiéndome y dándome dos besos en la mejilla de esa manera europea que lo hacía tan admisible: y conseguía que la americana que llevaba dentro no pudiera resistirlo. Reconozco estar completamente encantada con ese tipo de comportamiento tan cercano que rara vez se expresaba en mi tierra natal.

 Yo también le abracé y puse la mejilla. Marco posó los labios en mi mandíbula justo cuando se abrieron las puertas del ascensor y Edward salió con cara de cabreo y con sus preciosos ojos mirando fijamente en línea recta.

 Me separé del abrazo de Marco y sentí que las manos de Edward me agarraban y se aferraban a mi cintura.

 —Bella, cariño, aquí te encuentro. —Edward me apartó los brazos de la cintura para envolverme los hombros, separándome de manera efectiva de Marco y arrastrándome hasta su cuerpo. Hasta su cuerpo firme y musculoso. Pude sentir la mirada fulminante de Edward a Marco y supe que tenía que hacer algo antes de que la situación se volviera más incómoda—. Preséntanos, Bella —me dijo al oído, y el roce de su mejilla contra mi mandíbula hizo que me temblaran las piernas.

 —Edward Cullen, Marco Vulturi, el…, el fotógrafo de hoy. — ¡Mierda! ¿He sonado realmente así de insegura y débil? Juro que con este hombre tenía serios problemas.

 Conseguía que me comportara de una manera que me sacaba de quicio y a la vez me excitaba; una tentadora mezcla que me decía a gritos en mi cabeza: ¡peligro!

 Edward extendió la mano y saludó al alto italiano, que tenía cara de desconcierto ante esa situación.

— ¿Qué tal lo ha hecho mi chica hoy, señor Vulturi? —preguntó Edward lentamente con su elegante voz.

 Marco esbozó una sonrisa.

 —Bella hace su trabajo a la perfección, señor Cullen. Siempre. —El ascensor volvió a sonar y Marco extendió el brazo para sujetarlo—. ¿Bajáis? —inquirió Marco mientras se abría paso para entrar.

 —En algún momento bajaré. Pero todavía no —respondió Edward mientras me cogía por el antebrazo y me sujetaba con fuerza. Vimos cómo se cerraban las puertas del ascensor. ¿En algún momento bajaré?

 No se me escapó la insinuación sexual del comentario. La imagen de su cabeza y su precioso pelo broncíneo ondeando entre mis piernas, moviéndose con lentitud, era demasiado excitante como para que mi libido pudiera soportarla en ese preciso instante.

 —Adiós, Marco, ¡muchas gracias por las fotos! —conseguí balbucear mientras levantaba una mano y me despedía de él.

 —Gracias a ti, bella, las fotos son tan fantásticas como siempre. —Marco se llevó a los labios dos de sus dedos y me lanzó un beso mientras las puertas del ascensor se cerraban delante de él. Esto me dejaba atrapada en los brazos de Edward y completamente a solas con un hombre que tenía una erección evidente, y que podía sentir contra mi trasero, y la seguridad de saber cómo usarla a la perfección.

 — ¡Qué haces! —Bufé mientras me daba la vuelta y me apartaba de sus manos—. ¿Qué es eso de mi chica y ese comportamiento tan posesivo, Edward? —Me giré hacia su preciosa cara, muy consciente deque me costaba respirar y que cada vez que inspiraba su deliciosa fragancia se arrastraba dentro de míser.

 Se acercó a mí, apoyándome contra la pared del pasillo. Su enorme cuerpo se aproximaba imponente mientras aproximaba su boca de forma totalmente deliberada a la mía. Los labios de Edward eran suaves  y su lengua, como el terciopelo, se encontró con la mía al instante; acarició cada parte de mi boca, enredándose con mi lengua, lamiendo mi labio inferior, adentrándose profundamente.

 Apretó su cuerpo grande y firme contra el mío y sentí cómo su miembro duro me daba en el ombligo.

 Edward Cullen tomó el control de mi cuerpo y le dejé.

 Gemí mientras me besaba y enterré las manos en su cabello. Le acerqué a mí; mis pezones duros rozaban sus pectorales, que estaban tan firmes y eran tan viriles que le hacían parecer irreal. Excepto por el hecho de que sí era real y porque me estaba besando apasionadamente en un vestíbulo público en la décima planta del edificio Shires, enfrente de la agencia Lorenzo. Había venido aquí a por mí.

 Me sujetó la cara por los lados y no podía separarme de la embestida de su lengua. Estaba abierta a él y a lo que quisiera de mí. Mi reacción ante Edward era pura debilidad. Lo había sabido durante todo el tiempo, aunque al principio solo me lo imaginaba. La realidad era devastadora.

 Apartó una mano de mi cara y la bajó para posarla en mi cuello. Su beso se fue deteniendo en dulces mordiscos hasta que apartó los labios y sentí aire fresco en la parte húmeda que acababa de besar.

 —Abre los ojos —me dijo.

 Levanté la vista para ver su cara a escasos centímetros de distancia, con sus ojos azules ardientes de deseo.

 —No soy tu chica, Edward.

 —Lo eras durante ese beso, Bella. —Con los ojos parpadeando, era capaz de leerme el pensamiento y a continuación inhaló. Estaba completamente húmeda y me preguntaba si lo podría oler—.

 Hueles tan bien… y tan jodidamente sexy.

 Por el amor de Dios. Con el pulgar de la mano que todavía tenía apoyada en mi cuello me acarició la clavícula. Y no hice nada para detenerlo. Estaba disfrutando demasiado con la imagen que tenía delante.

 Le había alborotado el pelo con las manos entre tanto beso. Seguía estando buenísimo y seguramente sería igual cuando salía de la cama por las mañanas. Cama. ¿Habría una cama en nuestro futuro inmediato? No me costaría nada tener a este hombre en mi cama. No había que ser un genio para saber que él quería sexo. La verdadera pregunta era si yo quería.

 —Edward. —Hice fuerza contra el muro de acero que era su cuerpo pero fue en vano—. ¿Por qué haces esto? ¿Por qué actúas así conmigo?

 —No sé. No puedo evitarlo y no estoy actuando. Intenté dejarte en paz pero no puedo.

 —Recorrió con su otra mano mi cabello hasta que la posó al otro lado de mi cuello—. No quiero alejarme de ti. —

 Dibujó lentamente eróticos círculos con sus pulgares hasta llegar a la mitad de mi garganta—. Tú también me deseas, Bella, sé que me deseas.

 — ¿Cómo sabes eso? —Mi voz salió en un pequeño susurro.

 Volvió a llevar sus labios a los míos y me besó con suavidad.

 —Lo veo en tus ojos y en cómo respondes cuando te toco.

 Apenas me tenía en pie a medida que me conquistaba con más besos irresistibles.

  Daba lo mismo, no necesitaba tenerme en pie. Él me tenía sujeta de espaldas a la pared y sus caderas estaban pegadas a mi cuerpo. El ascensor sonó y él se echó hacia atrás. Me tropecé hacia delante, contra su pecho. Él me agarró mientras una pareja salía y caminaba por el vestíbulo.

 —Esto no puede ser…, estamos en un sitio público. Yo no hago este tipo de cosas. No puedo estar así contigo en un sitio como est…

 Él se movió rápidamente. Me tapó los labios con dos dedos y se llevó mi mano a su boca para darme un beso.

 —Lo sé —dijo suavemente—. No pasa nada. Que no te entre el pánico.

 Solo podía mirarle embelesada mientras presionaba sus suaves labios contra la palma de mi mano. El vello incipiente que enmarcaba su boca me rozaba con mayor suavidad, nada comparado a la brusquedad de antes.

 Edward me miró con deseo antes de apretar la mano que acababa de besar y agarrarla. Cogió mi bolsa del suelo con su mano libre y me arrastró hasta el ascensor, que estaba abierto.

 —Cenamos primero y luego podemos hablar de lo que quieras.

 Y, de un modo que se estaba volviendo muy familiar cada vez que estaba en presencia de Edward, asumí que había vuelto a tomar las riendas de la situación. Se había hecho con el control de todo y me tenía justo donde él quería.

 

 

Capítulo 3: CAPÍTULO 2 Capítulo 5: CAPÍTULO 4

 
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