EL AFFAIRE CULLEN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 47
Comentarios: 89
Visitas: 95067
Capítulos: 26

Edward Cullen es un hombre rico, sexy y protector. Dirige su propia compañía de seguridad privada y ahora está inmerso en la organización de los Juegos Olímpicos 2012.

Isabella es una chica americana con un pasado que la sigue aterrorizando en sus pesadillas y por el que recibe tratamiento psicológico. Vive en Londres, donde intenta empezar de nuevo mientras compagina sus estudios de arte con su trabajo como modelo.

Ambos se encuentran de manera fortuita en una exposición de fotografía en la que ella participa. Entre los dos surge de inmediato una atracción magnética que los acerca de forma peligrosa.

Pero en esta relación se esconden secretos. Secretos que oprimen el alma y que dejan profundas cicatrices. ¿Será Edward capaz de liberar a Isabella del pasado que la estigmatiza? ¿Cederá Isabella a sus encantos, o los espectros que la atormentan volverán a resurgir y acabarán con la oportunidad de forjar un futuro en común…?

 ADAPTACIÓN DE DESNUDA DE RAINE MILLER

MIS OTRAS HISTORIAS

El heredero

El escritor de sueños

 El escriba

BDSM

Indiscreción

El Inglés

Sálvame

No me mires asñi

 El juego de Edward

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 15: CAPÍTULO 2

Capítulo 2

Día número dos de mi exilio de Bella y todo daba asco. Estuve yendo de un lado a otro haciendo cosas pero nada tenía sentido. ¿Durante cuánto tiempo iba a estar así? ¿Debería llamarla? Si pensaba demasiado en mi situación, la ansiedad se apoderaba de mí, por lo que traté de evitarlo. Procuré no pensar en ella. El vacío dentro de mí me empujaba a actuar, pero sabía que era demasiado pronto para intentar ir a buscarla. Necesitaba algo de tiempo y ya había cometido ese error con anterioridad. Presionarla mucho. Y ser un completo gilipollas egoísta.

Aparqué en la calle junto a la casa que me había visto crecer. El jardín se hallaba muy cuidado, la verja bien recta y los arbustos podados tal y como habían estado siempre. Mi padre nunca abandonaría ese lugar. No se iría del hogar que había forjado con mi madre.

El término «viejo cabezota» se quedaba corto con mi padre y este era el lugar en el que moriría cuando llegara su día.

Cogí las cervezas frías del asiento y accedí por la verja del jardín. Un gato negro corrió delante de mí y esperó. No era un gatito pequeño ni tampoco uno adulto. Era la versión en gato de un adolescente. Se sentó justo delante de la puerta, se giró y me miró. Sus brillantes ojos verdes parpadeaban como si me dijeran: «Mueve tu culo lento y déjame entrar en la casa». ¿Desde cuándo mi padre tenía un gato, maldita sea?

Llamé a la puerta y a continuación abrí y asomé la cabeza.

— ¿Papá? —El gato se coló dentro de la casa más rápido que la velocidad de la luz y lo único que pude hacer fue mirar fijamente al frente—. ¿Ahora tienes un gato? —grité, y entré en la cocina. Metí las cervezas en la nevera y me tiré en el sofá.

Apunté con el mando a la tele y la encendí. La Eurocopa. Perfecto, sí señor. Podría centrarme por completo en el fútbol durante un par de horas y con un poco de suerte beberme cuatro de las seis cervezas que había traído y olvidarme de mi chica un buen rato. Y llorarle a mi padre.

Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Algo suave y peludo

saltó sobre mi regazo. El gato estaba aquí de nuevo.

—Ahh, así que ya estás aquí…, y veo que has conocido a Soot. —Mi padre se acercaba por detrás de mí.

— ¿Cómo es que te has hecho con un gato? —Me moría de curiosidad por oír su respuesta. Nunca habíamos tenido gatos cuando era pequeño.

Mi padre resopló y se sentó en la silla.

—No lo hice. Se puede decir que él se ha hecho conmigo.

—Me puedo hacer una idea. —Acaricié el cuerpo sedoso de Soot—. En cuanto abrí la puerta principal entró en casa como si fuera el dueño.

—Mi vecina me pidió que le diera de comer mientras estaba fuera cuidando a su madre, que está muy enferma. Al final se ha tenido que mudar a casa de su madre y me he quedado con él. Nos entendemos, creo yo.

— ¿La vecina y tú o el gato y tú?

Mi padre me miró de manera calculadora y sus ojos se entrecerraron. Carlisle Cullen era muy perspicaz por naturaleza. Siempre lo había sido. No le podía ocultar nada. Cuando yo era un chaval él siempre sabía si llegaba a casa borracho o si había empezado a fumar, o si me metía en líos. Imagino que era así porque la mayor parte de nuestra vida estuvo solo. Mi hermana Hannah y yo nunca nos sentimos descuidados a pesar de haber perdido a nuestra madre. Los sentidos de mi padre se agudizaron de tal modo que podía percibir los problemas como un sabueso. Ahora lo estaba haciendo de nuevo.

— ¿Qué demonios te ha pasado, hijo?

Se llama Bella.

— ¿Es tan evidente, eh? —El gato empezó a ronronear en mi regazo.

—Conozco a mi propio hijo y sé cuándo algo va mal. —Mi padre salió del salón un minuto. Volvió con dos cervezas abiertas y me dio una—. ¿Cerveza mexicana? —Arqueó una ceja y me pregunté si cuando yo lo hacía me parecería a él. Bella había mencionado lo de mi movimiento de ceja más de una vez.

—Sí, está muy buena con una rodaja de limón metida en el cuello de la botella. —Le di un trago y acaricié a mi nuevo amigo de color ébano—. Es por una chica. Bella. La conocí, me enamoré y ahora me ha dejado. —Una respuesta corta y concisa. ¿Qué más le podía contar a mi propio padre? Eso era todo lo que importaba o todo

en lo que podía pensar. Me moría por ella y ella me había dejado.

—Ahhh, bueno, eso tiene más sentido. —Mi padre se detuvo un momento como si estuviera asimilándolo todo. Estoy seguro de que le sorprendió lo que le acababa de revelar—. Hijo, sé que ya te lo he dicho antes, por lo que esto no es nada nuevo, pero has heredado de tu madre, que en paz descanse, su belleza. Lo único que heredaste de mí fue el nombre y quizá mi constitución. Y lo cierto es que el hecho de que seas un Adonis te pone las cosas muy fáciles con las mujeres.

—Nunca he perseguido a ninguna mujer, papá.

—No he dicho que lo hicieras, pero la cuestión es que nunca has tenido que hacerlo. Ellas te han perseguido a ti. —Sacudió la cabeza al recordar algo—. Dios, las chicas andaban locas por ti. Estaba seguro de que un día de picos pardos te atraparían y me harías abuelo mucho antes de lo que sería adecuado. —Me lanzó una mirada que me sugirió que había pasado mucho más tiempo del debido preocupándose por ese tema—. Pero nunca lo hiciste… —La voz de mi padre se fue apagando y me miró con tristeza. Después del colegio me alisté en el Ejército y me fui de casa. Y se puede decir que en cierta manera ya no regresé más…

Mi padre me dio una palmadita en la rodilla y bebió un trago de cerveza.

—Nunca he deseado a alguien como a ella. —Cerré la boca y empecé a beber con ahínco. Alguien metió un gol en el partido y me obligué a mirar y a acariciar al gato.

Mi padre se mostró paciente durante un rato pero al final preguntó:

— ¿Qué hiciste para que te dejara?

El mero hecho de escuchar la pregunta dolía.

—Mentí. Fue una mentira por omisión, pero aun así no le dije la verdad y lo descubrió. —Aparté con cuidado al gato de mi regazo y fui a la cocina a por otra cerveza. Al final traje dos.

— ¿Por qué le mentiste, hijo?

Encontré los ojos oscuros de mi padre y dije algo que no había pronunciado nunca. Que nunca había sido cierto.

—Porque la quiero. La quiero, y por eso no deseaba hacerle daño sacando a la luz un recuerdo doloroso de su pasado.

—Así que te has enamorado. —Mi padre afirmó con la cabeza y me miró de arriba abajo—. Lo cierto es que tienes todos los síntomas. Debería haberme dado cuenta en cuanto entraste por la puerta con esa cara de haber dormido bajo un puente.

—Ella me ha dejado, papá. —Empecé la tercera cerveza y volví a poner al gato en mi regazo.

—Eso ya lo has dicho —habló con sequedad y siguió mirándome como si no fuera su hijo sino un extraterrestre impostor—. Entonces ¿por qué le mentiste a la mujer a la que quieres? Es mejor que me lo cuentes, Edward.

Es mi padre y confío en él más que en nadie en el mundo. Estoy seguro de que no hay otra persona a quien se lo pudiera contar, aparte de mi hermana. Cogí aire con fuerza y se lo detallé.

—Conocí al padre de Bella, Charlie Swan, en un torneo de póquer en Las Vegas hace seis años. Nos caímos bien y era bueno con las cartas. No tan bueno como yo, pero nos hicimos amigos. Se puso en contacto conmigo hace poco y me pidió un favor. No tenía intención de hacerlo. Quiero decir, considerando la cantidad de trabajo que tenía en ese momento. ¡No puedo proteger a una estudiante de arte americana y además modelo cuando tengo que organizar la seguridad VIP de las jodidas Olimpiadas!

El gato se estremeció. Mi padre apenas arqueó una ceja y se acomodó en su silla.

—Pero lo hiciste.

—Sí, así fue. Vi la foto que me envió y me entró curiosidad. Bella también trabaja como modelo y es... tan guapa. —Me encantaría tener su retrato ya en mi casa. Pero la condición de la venta era que tenía que quedarse expuesto en la Galería Andersen durante seis meses. Mi padre me miró sin más y siguió callado—. Total, que llego a la exposición de la galería y compro el maldito retrato a los pocos segundos de verlo, ¡como si fuera un dichoso poeta o yo qué sé! En cuanto la conocí estuve dispuesto a llamar al pelotón para mantenerla a salvo si fuera necesario. —Negué con la cabeza—. ¿Qué demonios me pasó, papá?

—A tu madre le encantaba leer a todos los poetas. Keats, Shelley, Byron. —Sonrió levemente—. A veces las cosas suceden así. Encuentras a la persona hecha para ti y punto. Los hombres se han enamorado de las mujeres desde el principio de los tiempos, hijo. Simplemente por fin te ha llegado tu turno. —Mi padre le dio otro trago a la cerveza—. ¿Por qué… Bella necesita protección?

—El congresista que murió en el accidente de avión ya tiene sustituto. Es el senador Oakley, de California. Bueno, pues el senador tiene un hijo, Lance Oakley, que solía salir con Bella. Pasó algo… y apareció un vídeo porno… —Hice una pausa y me di cuenta de lo

horrible que le debía parecer a mi padre—. Pero ella era muy joven, solo tenía diecisiete años, y esa traición le hizo muchísimo daño. Oakley fue un completo cabrón con ella. Bella está yendo al psiquiatra… —Mi voz se fue apagando y me pregunté cómo se estaría tomando mi padre todo esto. Bebí un poco más de cerveza antes de contarle la última parte—. Al hijo lo mandaron a Irak y ella se vino a estudiar a la Universidad de Londres. Estudia arte y restaura cuadros, y es absolutamente brillante.

Me sorprendió que mi padre no reaccionara a todas las cosas tan desagradables que le acababa de contar.

—Imagino que el senador no quiere que el terrible comportamiento de su hijo aparezca en la prensa. —Parecía enfadado. Mi padre odia a los políticos independientemente de su nacionalidad.

—Ni el senador ni el poderoso partido que está detrás. Algo así les haría perder las elecciones.

— ¿Y el partido de la oposición? Estarán buscándolo tan desesperados como la gente de Oakley estará tratando de esconderlo —dijo mi padre.

Sacudí la cabeza pensativo.

— ¿Por qué no trabajas para mí, papá? Lo entiendes a la primera. Vas más allá. Necesito diez como tú, eso sí —dije con ironía.

— ¡Ja!, estoy muy contento de ayudarte cuando me necesites, pero no lo hago por dinero.

—Ya, soy muy consciente de eso —repuse, levantando la mano. Había intentado que trabajara para mí durante mucho tiempo y era una especie de broma entre nosotros. Sin embargo, él nunca aceptaría nada de dinero; un viejo cabezota es lo que era.

— ¿Ha pasado algo que indique que tu Bella necesita protección? La verdad es que todo esto me parece un poco alarmista. ¿Por qué te lo pidió su padre?

—Al parecer, el hijo del senador sigue metiéndose en líos. Volvió a casa de permiso y mataron a uno de sus compañeros en un altercado en un bar. El tipo de escándalo que los políticos odian y con motivo. Esto lleva a escarbar en terrenos que no quieren que la gente conozca. Podría tratarse de un incidente aislado, pero el amigo sabía lo del vídeo. Llegado a este punto, el padre de Bella se puso en alerta total. Sus palabras textuales fueron: «Si la gente que sabe de la existencia del vídeo empieza a aparecer muerta, entonces es que necesito proteger a mi hija». —Me encogí de hombros—. Me pidió que

le ayudara. Al principio le dije que no y le recomendé otra empresa, pero me mandó un correo electrónico con la foto de ella.

—Y no pudiste decir que no después de ver su foto. —Mi padre lo formuló con tono de afirmación. Supe entonces que él entendía lo que sentía hacia Bella.

—No. No pude. —Negué con la cabeza—. Me cautivó. Fui a la exposición de la galería y compré el retrato. Y cuando entró en la sala, papá, no pude apartar los ojos de ella. Tenía intención de caminar hasta el metro en mitad de la noche, así que me presenté y la convencí para que me permitiera llevarla a casa en coche. Después de eso traté de dejarla en paz. Realmente quería…

Volvió a sonreír.

—Siempre has sido un chico tan protector…

—Pero se convirtió en mucho más que en un mero trabajo. Quería estar con Bella… —Miré a mi padre, que permanecía sentado escuchándome en silencio y cuyo corpulento cuerpo seguía en plena forma a pesar de ser un hombre de sesenta y tres años. Sabía que él me entendía. No necesitaba explicarle nada más sobre mis sentimientos y eso era un alivio.

—Pero ella descubrió que su padre te había contratado para protegerla…

—Sí. Oyó sin querer una llamada de teléfono en mi oficina. Su padre explotó cuando se enteró de que estábamos saliendo y me lo echó en cara. —Pensé que mi padre también tenía derecho a saber toda esa maldita historia.

—Imagino que se sintió vulnerable y traicionada. Si su pasado con el hijo del senador o con quienquiera que sea es algo que tú sabes y que no le dijiste que sabías… —Mi padre negó con la cabeza—. ¿En qué estabas pensando? Y a ella le deberían contar lo de la muerte del otro tipo, lo de la posible amenaza sobre ella. Y que tú la quieres. Y que pretendes seguir manteniéndola a salvo. Una mujer necesita la verdad, hijo. Tendrás que contarle todo si quieres que ella vuelva a confiar en ti.

—Se lo conté. —Solté un enorme suspiro y eché la cabeza hacia atrás en el sofá para mirar al techo. Soot se estiró y se volvió a colocar en mi regazo.

—Bueno, pues entonces inténtalo otra vez. Empieza diciéndole la verdad y a partir de ahí ya veremos. Puede que ella la acepte o que no. Pero no puedes tirar la toalla. Tienes que seguir intentándolo.

Saqué el móvil y busqué la foto en la que Bella estaba mirando

el cuadro y se la enseñé a mi padre. Sonrió mientras estudiaba la imagen a través de sus gafas. Un atisbo de nostalgia en sus ojos me indicó que estaba pensando en mi madre.

Me la devolvió después de unos segundos.

—Es una chica adorable, Edward. Espero que tenga la oportunidad de conocerla algún día. —Mi padre me miró directamente a los ojos y me lo soltó así. Sin rodeos, tan solo la cruda realidad—. Tienes que escuchar a tu corazón, hijo…, nadie puede hacer eso por ti.

Me fui de casa de mi padre por la tarde, llegué a mi piso e hice tres horas de ejercicio en mi gimnasio. No paré hasta que no fui más que una masa temblorosa de músculos doloridos con hedor a sudor. Sin embargo, el baño de espuma de después fue agradable. Y los cigarrillos. Ahora fumaba mucho. No era bueno para mi salud y necesitaba bajar el ritmo. Pero, joder, las ganas eran muy fuertes. Estar con Bella me calmaba bastante, por lo que no tenía tantas ganas de fumar, pero ahora que ella me había dejado, fumaba sin parar, como el asesino en serie sobre el que habíamos bromeado que era en nuestra primera conversación.

Dejé el Djarum colgando de mi labio y miré fijamente a las burbujas.

A Bella le encantaba darse baños. Ella no los podía disfrutar en su piso y me dijo que lo echaba de menos. Me encantaba la idea de tenerla desnuda en mi bañera. La idea de ella desnuda… Pensar en eso no me hacía ningún bien en absoluto y sin embargo pasaba muchas horas haciéndolo. Y si pensaba en el porqué, me daba cuenta de que era el desencadenante de todo lo que había pasado entre nosotros. Ella desnuda… La fotografía que me envió Charlie Swan era la misma que compré en la exposición. Desde un punto de vista pragmático, solo se trataba de la foto de un precioso cuerpo desnudo que cualquier persona podría apreciar, tanto hombres como mujeres. Pero incluso con lo poco que me había desvelado su padre al principio, sumado a la foto de ella donde mostraba toda su vulnerabilidad, atractivo y pura belleza, la idea de que pudiera estar en peligro o de que alguien pudiera hacerle daño de manera premeditada me motivaron para salir a la calle, meterla en mi coche y mantenerla a salvo. Sencillamente no podía alejarme de ella y tener la conciencia tranquila. Y una vez que nos conocimos mi mente no dejó de

fantasear. Todo lo que podía ver en mi cabeza mientras hablábamos era… a ella desnuda.

Después de una hora mi baño empezó a perder su calor y, como es lógico, su atractivo. Así que salí, me vestí y fui en busca de un libro. Cartas de John Keats a Fanny Brawne.

Mi padre mencionó algo que me hizo acordarme de él. Había dicho que a mi madre le encantaba leer a los grandes poetas. Sabía que Bella adoraba a Keats. Había encontrado el libro en el sofá, donde era evidente que había estado leyéndolo, y le pregunté por él. Bell me había confesado que le encantaba y me preguntó cómo es que tenía el libro en mi casa. Le conté que mi padre siempre me daba los libros que la gente se dejaba en su taxi. Odiaba tirarlos, por lo que los traía a casa siempre que encontraba algo decente. Cuando compré mi piso, me dio unas cuantas cajas de libros para llenar las estanterías y este debía de estar incluido en el lote. Fui sincero y le dije que nunca había leído nada de Keats.

Ahora lo estaba haciendo.

Estaba descubriendo que Keats era muy bueno con las palabras. Para ser un hombre que murió con tan solo veinticinco años, era evidente que condensaba muchos sentimientos en las cartas que le escribía a su novia cuando estaban separados. Y podía sentir su dolor como si fuera mío. En realidad era mío.

Decidí escribirle una carta de mi puño y letra. Encontré papel y un sobre bonito en mi despacho y me llevé el libro conmigo. Simba movió las aletas en el acuario cuando me levanté para irme, siempre a la espera de un regalito.

Tengo debilidad por los animales que te suplican para que les des comida, así que le tiré un krill congelado y observé cómo lo devoraba.

—Ella te adora, Simba. Quizá si le digo que estás triste y que se te ha quitado el apetito vuelva. —O sea, que ahora estaba hablando con un pez. ¿En qué momento, maldita sea, había llegado tan bajo? Ignoré las ganas que tenía de fumarme un cigarrillo. Me lavé las manos y me senté a escribir.

Bella:

«No conozco los límites de mi alma ni los placeres que pueda hallar en esta vida si tu recuerdo me ahoga. Pregúntate, mi amor, si no eres muy cruel por haberme atrapado así en tu cárcel de amor, por haber puesto fin a mi libertad.

… Todos mis pensamientos, estos días y noches tan infelices, me temo, no han curado ni remotamente el amor que siento hacia ti, Belleza, sino que lo han agravado tanto que soy un pobre mísero sin ti… No puedo concebir un amor parecido al que siento por ti más allá de la Belleza». Julio, 1819

Sé que reconocerás las palabras de Keats. He empezado a leer el libro que tanto te gusta. Ahora puedo decir que entiendo lo que ese hombre trataba de expresarle a la señorita Brawne acerca de lo mucho que había capturado su corazón.

Igual que tú has capturado el mío, Bella.

Te echo en falta. No puedo dejar de pensar en ti y si pudiera decírtelo otra vez y conseguir que me creyeras, hallaría algo de consuelo. Lo único que puedo hacer es mostrarte lo que siento.

Lamento muchísimo no haberte dicho que conocía tu pasado ni cómo llegué a saber tu secreto, pero necesito confesarte algo porque es la cruda realidad. No tenía intención de aceptar el trabajo. Tenía pensado darle a tu padre el nombre de otra empresa para que te protegiera. Sin embargo, no pude hacerlo en cuanto te conocí. Quería contarte aquella noche en la calle que tu padre estaba tratando de protegerte, pero cuando vi cómo me mirabas, Bella, sentí algo, una conexión entre tú y yo. Algo se movió dentro de mí y todo encajó en su lugar. ¿La pieza que le faltaba al puzle? No sé lo que fue, solo sé que me ocurrió la noche que nos conocimos. Traté de mantener las distancias y dejar que volvieras a tu vida, pero no pude hacerlo. Me sentí atraído por ti desde el mismo momento en que vi tu retrato. Tenía que conocerte. Y luego tenía que estar contigo. Quería que me miraras y me vieras de verdad. Ahora sé que me enamoré. Me enamoré de una preciosa chica americana. De ti, Bella.

He querido contarte muchas veces cómo llegué a encontrarte aquella noche en la galería. Me contuve en cada ocasión porque tenía miedo de hacerte daño. Pude ver lo afectada que estabas cuando te despertaste de aquella pesadilla. Lo único que podía hacer era imaginar las razones, y haría cualquier cosa para evitar que te hicieran daño. Sabía en cierto modo que decirte que tu padre había contratado una empresa de seguridad para protegerte de poderosos enemigos políticos te aterraría. Incluso a mí me aterra pensar que alguien te quiera hacer daño, emocionalmente o de otro modo. Sé que dijiste que estaba despedido, pero si ocurre algo o alguien te asusta quiero que me llames y estaré contigo en un minuto. Hablo totalmente en serio.

Llámame.

Eres alguien muy especial, Bella. Me haces sentir cosas: emociones e ideas y sueños; un profundo entendimiento que me lleva a un lugar que nunca pensé que encontraría con otra persona. Pero yo también tengo mis fantasmas. Me aterra enfrentarme a ellos sin ti. La mayor parte del tiempo no sé lo que hago, pero sí sé lo que siento por ti. E incluso si me odias por lo que hice sigo queriéndote. Aunque no quieras verme, seguiré amándote. Seguiré amándote porque eres mía. Mía, Bella. Lo eres en mi corazón y eso nadie lo puede cambiar. Ni siquiera tú.

Pasó una semana antes de que le enviara la carta a Bella. La semana más larga de mi vida, maldita sea.

Bueno, no es exactamente cierto pero había fumado los suficientes Djarum para o bien arruinarme o bien que me provocaran un cáncer. Le dije a la florista que pusiera flores moradas y que incluyera la carta. Era domingo por la tarde cuando las encargué y la florista me informó de que se entregarían el lunes. Se las envié a su trabajo en vez de a su casa. Sabía que había estado muy liada con la universidad y quería esperar a que terminara los exámenes finales.

Bella y yo no habíamos terminado. Este es el mantra que seguía repitiéndome a mí mismo esos días, pues era lo único que era capaz de aceptar.

Capítulo 14: 2ªparte Todo o Nada Capítulo 1 Capítulo 16: CAPÍTULO 3

 
14442820 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10759 usuarios