EL AFFAIRE CULLEN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 47
Comentarios: 89
Visitas: 95072
Capítulos: 26

Edward Cullen es un hombre rico, sexy y protector. Dirige su propia compañía de seguridad privada y ahora está inmerso en la organización de los Juegos Olímpicos 2012.

Isabella es una chica americana con un pasado que la sigue aterrorizando en sus pesadillas y por el que recibe tratamiento psicológico. Vive en Londres, donde intenta empezar de nuevo mientras compagina sus estudios de arte con su trabajo como modelo.

Ambos se encuentran de manera fortuita en una exposición de fotografía en la que ella participa. Entre los dos surge de inmediato una atracción magnética que los acerca de forma peligrosa.

Pero en esta relación se esconden secretos. Secretos que oprimen el alma y que dejan profundas cicatrices. ¿Será Edward capaz de liberar a Isabella del pasado que la estigmatiza? ¿Cederá Isabella a sus encantos, o los espectros que la atormentan volverán a resurgir y acabarán con la oportunidad de forjar un futuro en común…?

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Capítulo 23: CAPÍTULO 10

Capítulo 10

Almuerzo en Gladstone’s y Jasper llegaba tarde. No sé para qué me molesto en intentar ser puntual con mi primo cuando él desde luego no lo es. Miré el reloj y eché una ojeada alrededor de la sala. Este lugar que en el siglo pasado fue un club de caballeros había resucitado con mantelerías blancas, mucho cristal y maderas claras, y ya no se parecía nada al enclave social exclusivo para hombres destinado a los londinenses privilegiados de hace cien años.

Bueno, Jasper habría encajado allí a la perfección. Mi primo era un lord de la realeza, aunque odiara que se lo recordaran y desde luego no actuara como tal. Ninguno de nosotros podía evitar haber nacido de una manera determinada y Jasper no podía controlar que su padre hubiese sido el anterior barón de Rothvale, igual que yo no podía cambiar el hecho de que mi padre condujese un taxi londinense. De todas formas, nos unían cosas mucho más importantes que el dinero.

¿A quién intentaba engañar? Jasper podía tirarse de un puente si quería, yo tenía frente a mí en la mesa a dos mujeres preciosas y felices, mi chica y su mejor amiga.

—Señoritas, parece que las compras os han sentado muy bien. —Les serví a las dos de la botella de Riesling que había pedido.

Bella y Alice sonrieron de oreja a oreja y se miraron con complicidad; obviamente compartían secretos femeninos que yo solo podría intentar adivinar. Habían salido a comprarse un vestido cuando recibí un mensaje de Bella en el que me preguntaba qué iba a hacer para almorzar. Como solo se encontraban a unas cuantas manzanas de Gladstone’s, les dije que se unieran a mi almuerzo con Jasper. Quería presentárselo a Bella de todas formas, ya que esperaba que con su influencia pudiese interceder por ella en la Galería Nacional. Qué demonios, no soy demasiado orgulloso para pedir un favor. Además, para él no era un problema. El tío estaba en la junta de uno de los museos de arte más prestigiosos del mundo y no le podría importar menos aunque quisiera. De hecho, estoy seguro de que Iván dimitiría si pudiera hacerlo.

—Pues sí, Edward. Bella se ha comprado un vestido vintage fabuloso para la Gala Mallerton. Ya lo verás —me advirtió Alice.

Hice una mueca.

—Entonces me estás diciendo que estará aún más guapa que de costumbre. —Observé a Bella y vi cómo se ruborizaba y luego volví a mirar a Alice—. Justo lo que necesito, más admiradores que la persigan. Pensaba que podía confiar en ti, Alice, para que me ayudaras un poquito —imploré—. ¿Por qué no la has llevado a algún sitio donde vendan albornoces feos? —Mis palabras eran en broma pero en el fondo lo decía muy en serio. Odiaba cuando los hombres miraban a Bella como si estuviesen imaginándosela desnuda.

Alice se encogió de hombros.

—La tía Marie nos habló de la tienda. A esa mujer se le da muy bien todo lo único y lo raro. El local es una auténtica joya vintage, escondido en un tranquilo rincón de Knightsbridge. Estoy segura de que volveré. —Me dedicó una sonrisita de satisfacción—. De todas formas, a ti te hace falta competencia, Edward, te vendrá bien. —Dio un sorbo a su vino y dirigió su atención hacia los mensajes del móvil.

—No es cierto. Bastante mal lo estoy pasando ya, ¡muchas gracias! —Le cogí la mano a Bella y la besé—. Me alegro de que hayas venido a comer.

Ella solo me sonrió, sin decir nada, de esa forma suya tan misteriosa. Deseé que estuviésemos solos.

Por lo que se veía, Alice era su amiga del alma, y protegía a Bella por encima de todo. Nuestro entendimiento funcionaba siempre y cuando ella me viese como un amigo y no como un enemigo, y hasta ahora había pasado la prueba. También resultaba guapa a su manera, pero no era mi tipo de mujer. Su pelo largo castaño, con ligeros destellos de un rojo oscuro, combinado con unos ojos muy verdes, era impresionante. También poseía una bonita figura y aunque no fuese mi tipo tenía ojos en la cara y no estaba muerto.

El color de sus ojos me recordaba a los de Jasper. El mismo verde. Me preguntaba qué pensaría de ella cuando la viera, con lo mujeriego que era. Apuesto a que le gustaría mucho. Tuve que aguantarme la risa. Alice seguramente le mandaría al carajo y él se relamería y le pediría que lo acompañara sin inmutarse. Sería la monda, si es que se dignaba a aparecer.

La compañera de piso de Bella era otra americana que vivía en Londres, estudiaba arte en la universidad y se abría camino… lejos de casa. Aunque su padre era ciudadano británico. Policía Metropolitana de Londres, un tal Robert Hargreave, inspector jefe de la

Nueva Scotland Yard. Lo había buscado, y todo indicaba que se trataba de un detective formal y respetado en las fuerzas de seguridad. Suponía que debía organizar una reunión con él en algún momento. Aunque las cosas habían estado muy tranquilas en lo que respectaba al senador Oakley. El que no hubiese noticias era una buena noticia…, o eso esperaba.

— ¿De qué color es el increíble vestido que me volverá loco de celos cuando los hombres babeen al verte con él? —le pregunté a Bella

—Es violeta. —Sonrió otra vez—. Quedamos allí con la tía Marie y nos lo pasamos muy bien con ella. Realmente tiene muy buen ojo para la moda.

—Deberíais haberla traído a almorzar con vosotras.

—Me habría encantado que viniera con nosotras, pero se tenía que ir a un almuerzo de mujeres de su club de lectura. Me pidió que te dijese lo mucho que desea conocerte. — Bella se ruborizó otra vez, como si la idea de que nuestra gente se conociese le diera vergüenza.

Había en ella una timidez encantadora en público que no mantenía en el dormitorio conmigo. No. Mi chica no era tímida conmigo, y todo iba bien. Pensé en cuántas horas quedaban hasta esa noche, cuando podría volver a tenerla en mi habitación y ella me podría enseñar un poco más de su lado no tímido.

Habíamos estado arrasando las sábanas últimamente…, y las paredes de la ducha…, la mesa de mi despacho…, la alfombra frente a la chimenea…, la tumbona de la terraza, e incluso el gimnasio. Me moví en la silla y recordé aquel entrenamiento matinal con mucho cariño. No sabía lo divertido que podía ser un banco de pesas con Bella desnuda y deslizándose arriba y abajo de mí…

—Te encantará Marie, Edward —dijo Alice distraída mientras seguía leyendo sus mensajes e interrumpiendo mis pensamientos eróticos. Necesitaba recolocarme el paquete, pero en vez de eso forcé una sonrisa para ellas dos.

Aún tenía que conocer a la adorada tía Marie, pero eso iba a tener lugar muy pronto. Habíamos decidido que era hora de presentar a las familias en una cena en mi casa. Mi padre, la tía de Bella, Alice, Jacob Black, Emmett y Rose componían la corta lista. Lo habíamos hablado y creíamos que ya era hora de compartir con todos ellos lo que nos estaba sucediendo y las posibles amenazas hacia Bella. Todos eran muy importantes y necesitaban saber lo que había en juego. Bella era demasiado importante para arriesgarme a estas

alturas, y todos los involucrados ya conocían su pasado de todas formas.

—Bueno, estoy deseando conocerla. Parece que tiene predilección por ti. —Volví a mirar el reloj—. No me puedo creer lo que ha hecho Jasper, mira que no presentarse… Qué maleducado.

— ¿Por qué no lo llamas? —sugirió Bella.

—Eso sería una pérdida de tiempo. Nunca contesta al móvil. Dudo que ni siquiera encienda el maldito aparato —contesté fríamente.

— ¡Oh, mierda! —Alice levantó la vista de sus mensajes—. Voy a tener que irme a la universidad. Problemas con un cuadro. Ha habido un accidente y un disolvente ha caído encima de uno de los raros, no te lo pierdas, Bella, de Abigail Wainwright. —Alice parecía estar absolutamente horrorizada y se levantó de manera brusca mientras cogía sus bolsas—. No es una buena combinación.

—No, para nada —convino Bella mientras negaba con la cabeza—, el disolvente corroerá el lienzo si no lo neutralizan…

Intenté seguir el ritmo de los tecnicismos de arte de los que hablaban pero no era fácil para mí. Creo que de artístico no tengo nada. Aunque sé apreciarlo. En mi opinión el retrato de Bella era el arquetipo de arte.

— ¿Quieres ir en coche? Emmett puede llevarte si quieres —le ofrecí.

—No, da igual. Cogeré un taxi, será más rápido. Tengo que irme ya, pero gracias. Nos vemos mañana por la noche en tu casa, Edward. Disfrutad del almuerzo los dos.

—Ya me contarás cómo queda —le dijo Bella—. ¡Si alguien puede arreglar el estropicio eres tú, Aly!

Alice abrazó a Bella, dijo adiós con la mano, se marchó y su figura alta y voluptuosa atrajo muchas miradas masculinas mientras salía de Gladstone’s.

Le sonreí a Bella y le cogí las manos.

—Así que te tengo para mí solo en el almuerzo después de todo. —El resto lo susurré—: Qué pena que estemos en público.

—Lo sé. Nunca podemos hacer esto. —Me apretó las manos un poquito—. Estás teniendo tanto trabajo últimamente…, y no quiero ni imaginarme cómo será durante las Olimpiadas. Dios, es descomunal, Edward. Toda esa gente… —Sonrió de oreja a oreja—. ¡Guillermo y Kate!

Asentí con la cabeza.

—Estarán allí para los Juegos. El príncipe Harry también. Es muy divertido.

— ¿Lo conoces? —preguntó con incredulidad.

Volví a asentir.

—Puedo intentar presentártelo si quieres…, a no ser que te gusten los príncipes pelirrojos.

—Nunca —me dijo con ojos seductores—. Yo tengo debilidad por los tíos que trabajan en seguridad con el pelo oscuro.

¿Quién había encendido los altos hornos? Incluso miré alrededor buscando una salida. Si había una puerta con el cartel de «privado», juro que tendría a Bella tras ella y desnuda en dos segundos exactos.

—Es usted muy cruel, señorita Swan.

Parecía satisfecha consigo misma sentada ahí frente a mí en el restaurante. Tan satisfecha, de hecho, que me hizo pensar con cariño en los azotes que le di contra el lavabo. Dios, qué sexy estaba, inclinada y apoyada y haciéndome perder la cabeza…

—Volviendo a tu trabajo. ¡Vas a llevar la seguridad VIP de las malditas Olimpiadas, Edward! —Su entusiasmo me sacó de mis pensamientos. Lo que era de agradecer en ese instante.

—Bueno, no me quejo, es bueno para el negocio, pero podría pasar sin el estrés. Solo quiero que no haya problemas. Sin complots ni locos con intereses personales en sus causas de mierda, sin bombas, ni escándalos, y entonces podré respirar tranquilo. Los clientes contentos y seguros y yo estaré satisfecho. —Alcancé mi vino—. Vamos a pedir, no creo que Jasper vaya a aparecer… ¡siempre tarde para todo! —refunfuñé mientras abría la carta.

Bella me dijo lo que quería por si aparecía el camarero y se fue al servicio. La observé mientras se alejaba, y las miradas que atraía de los demás también. Suspiré. Por muy discreta que fuese, aún tenía algo que hacía que a la gente le llamara la atención. Algo sin lo que yo podría vivir, eso seguro, pero entendía que era parte del trato con ella. Los hombres siempre la mirarían. Y la desearían. Y tratarían de llevársela.

Mi trabajo estaba siendo una auténtica locura, y cuanto más atareado me encontraba, más me concentraba en los asuntos que me ocupaban y menos atento estaba de su seguridad. Las últimas dos semanas habían sido muy buenas para Bella y para mí, y para nuestra relación, pero no exentas de preocupaciones. Las preocupaciones nunca desaparecerían. Llevaba el tiempo suficiente en el negocio de la seguridad como para saber que cuando las cosas parecen estar más en orden no es el momento de bajar la guardia. Ella todavía era muy vulnerable y la idea me preocupaba sobremanera.

—Lo siento, E. Perdí la noción del tiempo y esas cosas —interrumpió Jasper, y se dejó caer frente a mí.

—Muy amable por tu parte aparecer. Cuando fuiste el que quiso quedar, debo añadir. Y no te sientes ahí, Bella ha venido conmigo. —Señalé la silla de al lado—. Volverá en un momento.

Jasper se cambió a la otra silla.

—Se me presentó una cosa y me distrajeron.

—Sí —resoplé—. Tu polla se distrajo. ¿Con quién estabas en la cama esta vez?

—Vete a la mierda, no ha sido eso. Los malditos reporteros me persiguen… Oye, necesito algo más fuerte que eso. —Miró el vino de arriba abajo y le hizo un gesto al camarero con una expresión donde se vislumbraba un atisbo de dolor, pero enseguida lo escondió y lo alejó de los ojos entrometidos de la gente.

Lo dejé estar. Mi primo tenía sus fallos pero todo el mundo los tiene. Tampoco significaba que se mereciese lo que le había tocado. Sí, Jasper estaba igual de jodido que el resto de nosotros.

Bella volvió a la mesa un poco después con una expresión indescifrable, pero si tuviera que adivinar diría que tenía algo en la cabeza. Me preguntaba qué era.

Me levanté y fui a cogerle la mano, dándole una patada a la pata de la silla de Jasper para ayudarle a que levantara el culo. Él saltó y puso los ojos como platos cuando la vio. Deseé haberle dado una patada en la pierna en vez de en la silla.

—Bella, mi primo, Jasper Everly. Jasper, Bella Swan, mi preciosa, y debería añadir, no disponible, novia.

Enchanté, Bella. —Le dio la mano y le ofreció un beso que apenas se podría describir como neutral a mi modo de ver, pero ¿de verdad esperaba otra cosa de él?

Estúpida pregunta retórica.

Ella sonrió preciosa como siempre y saludó a Jasper educadamente mientras yo la ayudaba a sentarse, y a continuación me senté yo. Jasper se quedó allí de pie como un imbécil.

—Ya te puedes sentar, primo. Y vuelve a meterte la lengua en la boca —dije.

—Bueno, Bella, pensaba preguntarte cómo te las arreglaste para enganchar a Edward, pero ahora que por fin te he conocido, creo

que la pregunta es para él. —Se dirigió a mí haciendo un numerito—. ¿Cómo diablos has capturado a una criatura tan exquisita como esta, E? Es decir, ¡mírala! ¿Y tú? Bueno, tú eres tan aburrido y gruñón todo el tiempo... —Volvió a centrarse en Bella—. Querida, ¿qué ves en él? —Puso cara de falso interés y apoyó la barbilla en la mano.

— ¡Dios, qué idiota eres, Jasper!

Bella se rio e hizo un comentario sobre el empeño que había puesto en conseguir una cita con ella.

—Fue muy perseverante, Jasper. Edward nunca se rindió conmigo, y al final fui a esa cita. —Dio un sorbo al vino y me guiñó el ojo—. Vosotros dos sois muy diferentes. ¿Habéis estado siempre tan unidos? —preguntó Bella.

—Sí. —Los dos contestamos al mismo tiempo. Jasper y yo nos miramos a los ojos y nos entendimos al instante, pero volvimos a la normalidad al segundo siguiente. Esa conversación era para otro momento. Ahora estábamos socializando.

— ¡Tan unidos que casi le mato! —Le sonreí a Bella con superioridad—. No, en serio, le dejo vivir y tolero sus incordios, que son muchos, y a Jasper no le queda más remedio que estarme agradecido, ¿verdad, Jasper?

—Supongo…, es mejor que quererme muerto —contestó.

Bella se rio.

— ¿Quién te quiere muerto, Jasper?

— ¡Mucha gente! —Jasper y yo volvimos a hablar al mismo tiempo.

Los dos nos reímos de lo perpleja que estaba Bella y entonces el camarero apareció para hacer su trabajo, de modo que transcurrieron unos minutos hasta que pude explicarle lo ecléctico que era mi primo.

—Hummmm, ¿por dónde empiezo? —Hice una pausa para darle efecto—. Nuestras madres eran hermanas y hemos estado cerca el uno del otro desde… siempre. Aunque sin los lazos de sangre dudo que nos hubiésemos conocido nunca. Jasper es famoso, ya sabes. Porque es de la aristocracia y porque es una estrella de la Federación Internacional de Tiro con Arco. —Jasper me miró con el ceño fruncido—. Bella, estás delante de lord Rothvale, decimotercer barón o algo parecido, o lord Jasper, como lo llaman sus compatriotas deportivos. —Hice un gesto con florituras—. En carne y hueso.

Ahora le tocaba a Bella estar impactada.

—Rothvale… ¿como la galería donde conservo cuadros?

—Bueno, sí. Le pusieron el nombre del padre de mi tatarabuelo,

pero no tengo ninguna conexión con la Galería Rothvale —dijo Jasper.

—Pero sí con la Nacional —le recordé.

Bella me miró incrédula y luego volvió a dirigir la vista a Jasper.

— ¿Estás en la junta directiva de la Galería Nacional, Jasper?

Él soltó un fuerte suspiro.

—Bueno, sí, querida, pero no es por elección propia. He heredado el nombramiento y no consigo deshacerme de él. Me temo que mis conocimientos son bastante flojos. No como tú, una experta en restaurar cuadros, según me ha contado E.

—Me encanta lo que hago. Ahora mismo estoy trabajando en el Mallerton más hermoso que existe. —Bella me miró y extendió el brazo para cogerme la mano—. Edward me ayudó a resolver el misterio del título del libro que tenía en la mano la mujer del cuadro.

—Es realmente brillante, Jasper. —Le di la razón a Bella con la cabeza y le acaricié la mano con el pulgar, sin querer soltarla—. Yo solo traduje un poco de francés para ella.

Iván parecía divertirse.

—Guau… A vosotros dos os ha dado muy fuerte. ¿Debería irme y dejaros almorzar en privado para que puedas traducirle más francés? —Bella apartó la mano con rapidez. Yo fulminé a Jasper con la mirada. Este contestó con una sonrisita de superioridad—. En realidad puede que tenga un trabajo para alguien. Tal vez un equipo entero. —Se encogió de hombros—. Mi finca de Irlanda, Donadea, tiene habitaciones y habitaciones llenas de cuadros del siglo diecinueve. También hay un huevo de Mallertons. —Jasper levantó la vista con timidez—. Perdona la expresión, pero necesito que me los revisen y me los cataloguen. No creo que nadie los haya tocado en un siglo. —Negó con la cabeza y levantó las manos—. Ni siquiera sé lo que tengo allí, solo que hay un montón y que necesitan la atención de un profesional. Está en mi lista de cosas pendientes. —Ladeó la cabeza hacia Bella y le dedicó una mirada que era mucho más seductora de lo que debería para estar dirigida a mi novia—. ¿Te interesa?

¡No, definitivamente no le interesa irse contigo a tu finca irlandesa a catalogar tus cuadros mientras tú intentas encontrar la forma de llevártela a la cama!

— ¡Sí! —respondió Bella.

—Puf —refunfuñé—. Solo si voy yo de carabina, y tengo casos pendientes hasta después de agosto. —Le eché una mirada a Jasper para hacerle saber que Bella iría sola a su finca de Irlanda por

encima de mi cadáver en descomposición.

— ¿Qué? ¿No te fías de mí, E, de tu propia sangre? —Negó con la cabeza—. Qué triste.

— ¿Con ella? ¡Ni de coña! —Volví a coger la mano de Bella, y las ganas de tocarla superaban el hecho de que fuera un cabrón celoso con cualquiera que intentara flirtear con ella, incluso mi primo.

— ¿Sabes qué? Debería presentarte a Alice. Mi compañera de piso está escribiendo su tesis sobre Mallerton. Ella es la persona que necesitas, Jasper. Aly estaba aquí también pero se ha tenido que ir. Es una pena que no os hayáis conocido. —Bella sonrió dulcemente, contenta con su sugerencia. Separó su mano de la mía con un pequeño golpecito y acto seguido lanzó una mirada crítica.

— ¡Sí! —Exclamé, interesado de repente—. Alice sería perfecta para el puesto, Jasper. —Las chispas que saltarían entre ellos dos serían un espectáculo que no quisiera perderme. Y, joder, había sido idea de Bella, así que yo no tenía ninguna culpa. Cualquier cosa que lo distrajera de Bella me parecía bien—. Te la presentaré en la Gala Mallerton. Intenta no hablar mucho y te irá bien —dije con condescendencia—. Limítate a enseñarle los cuadros.

Él me ignoró y se centró en mi encantadora novia.

—Pues gracias, Bella. Me encantaría conocer a tu amiga y que aceptara el trabajo. No te haces una idea… Es una carga que llevo sobre mis espaldas y que debería haberme quitado hace décadas…

¡Ja! ¡Espera a que conozcas a Alice y estarás deseando que te arañe la espalda!

El almuerzo llegó en ese momento y nos pusimos manos a la obra. Jasper parloteó con Bella sobre estupideces y luego conmigo acerca de sus problemas de seguridad; antes de darme cuenta era hora de volver.

Dejé a Bella con Jasper mientras fui a pedir que me trajeran el coche a la puerta. Jasper me guiñó el ojo y me garantizó que le echaría un vistazo por mí. Le di las gracias por invitarnos a almorzar y le lancé una mirada de advertencia que no dejó ninguna duda sobre cuánto necesitaba su ayuda. Sabía que mi primo solo estaba jugando conmigo. Lo más probable era que el pobre hombre estuviera en shock al verme así por una chica, y estoy seguro de que tendría mucho que decirme al respecto en una conversación privada. Estupendo.

Le di el tique al aparcacoches y escudriñé la zona. Era un hábito, simplemente algo que hacía cuando salía. Un tío con una chaqueta

marrón estaba apoyado en el edificio esperando. Tenía ese aspecto ávido y una cámara alrededor del cuello. Lo catalogué de inmediato como paparazzi. Vivían para hacer fotos de famosos entrando y saliendo de establecimientos como Gladstone’s, donde cualquiera podía aparecer en cualquier momento.

El aparcacoches me devolvió el coche y yo me subí para esperar. Puse música y sonó Butterfly, de Crazy Town. Una canción perfecta, pensé, al tiempo que daba golpecitos en el volante con el pulgar mientras Bella y Jasper se tomaban todo el tiempo que les daba la gana para salir a la calle.

Tampoco me entusiasmaba adónde iba a llevar a Bella. Sesión de fotos. Si pudiese cambiar una cosa de mi chica sería esa. Odiaba y despreciaba profundamente que se desnudase para la cámara y que otro hombre viese su cuerpo. Era una belleza, cierto, pero es que no me gustaba que nadie más contemplase lo que era mío.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando Jasper le abrió la puerta del coche a Bella. Acto seguido le dio un beso en cada mejilla y montó todo un numerito para decir adiós.

Al mismo tiempo, ¡ese puto fotógrafo empezó a sacar fotos! Parecían famosos aunque no lo fueran, si bien lo cierto es que Jasper técnicamente lo era. ¡Por el amor de Dios!

Bella estaba despampanante en la calle hablando con mi primo. ¿Cómo iba a sobrevivir a esto?, pensé. El deseo de fumar casi me dejó sin aire, pero mi vicio tendría que esperar por el momento.

— ¡Adiós, Jasper! Encantada de haberte conocido, y será maravilloso volver a verte pronto en la Gala Mallerton. —Brella se metió en su asiento y le sonrió.

—Ha sido un placer conocerte a ti también, Bella Swan. —Jasper sonrió de oreja a oreja y luego se agachó para hablar conmigo—. Cuida de esta chica tan guapa por mí, ¿de acuerdo? Sin arrebatos ni berrinches, ¿vale, E? Puedes hacerlo. —Se rio mientras cerraba la puerta.

—Muy gracioso —dije con sarcasmo mientras arrancaba y me alejaba del bordillo.

—Me cae muy bien tu primo, Edward. Es todo un personaje. Me alegro de que me lo hayas presentado. ¡No me puedo creer que supieras que formaba parte de la junta de la Galería Nacional y no me lo dijeras! —Me dio un puñetazo flojito en el hombro, lo que me pareció increíblemente sexy.

—Bueno, lo siento, sé que a él le importa una mierda el arte,

solo está en la junta. —Recordé mi juramento de contárselo todo y continué—. Le hablé de ti hace un tiempo. Quería saber si podía haber algo en la Nacional para ti. Yo también quiero que tengas un visado de trabajo. —La miré al otro lado del asiento, tan hermosa y radiante, y supe que haría cualquier cosa para que se quedara en Inglaterra conmigo. ¿Incluso lo que Jasper sugirió en broma por teléfono?

—Oh, Edward. —Me tocó la pierna—. Es un detalle por tu parte, pero conseguiré el trabajo yo misma. Es algo muy importante para mí. Quiero conseguirlo por mí misma, no porque tu primo te haga un favor. Por muy influyente que sea… y conquistador. ¡Dios, vaya un ligón!

—No me lo recuerdes. Ha habido unas cuantas veces que he querido estrangularlo durante el almuerzo.

—Pero es puro teatro, Edward. Tú debes de saberlo. Te respeta y se nota la relación que tenéis. Casi como hermanos.

—Sí… Jasper es bueno en el fondo. Solo es que se ha llevado algunos palos muy duros últimamente que le han afectado un poco. —Como a todos.

—Como a todos —dijo ella.

Le cogí la mano y la sostuve en mi regazo a modo de respuesta. No sabía qué contestarle a eso y sabía que estábamos llegando.

Pero deseaba con todas mis fuerzas que el viaje hubiese durado mucho más. Cuanto más nos acercábamos a su destino, más empeoraba mi estado de ánimo. Cuando me detuve en el estudio donde iba a trabajar hoy y aparqué el maldito coche, estaba rabioso. Sentí cómo la irracionalidad me recorría el cuerpo y tuve que hacer un gran esfuerzo para rechazarla. El mister Hyde que llevaba dentro se estaba dando un festín con mi doctor Jekyll. Parecía que le estuviera dando una paliza al noble doctor y repartiendo golpes bajos con regocijo.

— ¿Qué tipo de posado es hoy? —pregunté. Y, por favor, dime que hay algo de ropa de por medio.

—Edward —me advirtió—, ya hemos discutido esto antes. No puedes pasar y tienes que dejar de preocuparte. Solo estamos el fotógrafo, la cámara y yo. Todos somos profesionales y hacemos nuestro trabajo. —Hizo una pausa—. Es para algo de lencería…

— ¿Qué fotógrafo? —pregunté.

—Marco Carvaletti. Ya lo conoces.

—Oh, recuerdo al meloso italiano de Carvaletti, a quien le gusta besarte. Muy bien, cariño.

—Deja de comportarte como un idiota, Edward —me dijo

claramente—. Este es mi trabajo igual que tú tienes el tuyo.

Me quedé mirándola en el asiento y quería decirle que no podía entrar ahí y quitarse la ropa. Quería estar de pie al fondo de la habitación y vigilar todo lo que Carvaletti hiciera, cada movimiento, cada sugerencia que le propusiera. Quería estar ahí por si intentaba tocarla o se acercaba demasiado. Quería dar la vuelta en el coche y llevarla a casa. Quería follármela contra la pared en el momento en que estuviéramos dentro otra vez. Quería escucharla decir mi nombre jadeando mientras se corría. Quería que me sintiera a mí dentro de ella, que supiera que era yo el que estaba ahí y nadie más. Lo deseaba tanto…

Y no podía hacer ninguna de esas cosas. Ninguna.

Tenía que darle un beso de despedida y volver a mi trabajo. Tenía que decirle que le mandase un mensaje a Emmett para que la recogiera porque yo tenía una reunión por la tarde y no podía venir a por ella. Tenía que verla marcharse y esperar hasta que la puerta se cerrase tras ella y ella estuviese dentro del edificio. Tenía que alejarme en el coche y dejar a mi chica dentro de ese edificio.

Tenía que hacer todo eso.

Y odiaba cada maldito segundo de ello.

No estaba de mucho mejor humor cuando pude salir de la oficina. Llamé a Bella y me saltó el buzón de voz. Le dejé un mensaje y le dije que compraría algo de cena porque sabía lo cansada que está siempre después de una sesión de fotos. No pienses en la maldita sesión de fotos.

No me preocupé cuando no cogió el teléfono, porque sabía que se encontraba en su casa. Emmett siempre me informaba cuando la dejaba. Había confiado en que se pudiese quedar en mi casa esa noche, pero Bella no estaba dispuesta. Le había preguntado y se había negado. Dijo que esa noche necesitaba su propia cama y que, además, ya vendría mañana para la cena familiar que habíamos preparado. Yo intentaba que se quedara conmigo todas las noches, pero todavía se mostraba reacia a renunciar a su independencia. Bella se enfadaba conmigo si me entrometía demasiado o trataba de influir en sus decisiones.

Por ejemplo, la de posar desnuda. Ya lo estás volviendo a pensar, gilipollas.

Maldita sea, las relaciones dan mucho trabajo… todo el puto

tiempo.

Así que, como el brillante tío que soy, podía sopesar mis opciones: mi casa sin Bella versus estar con Bella en su diminuto apartamento y con menos intimidad si Alice estaba allí.

Fácil decisión, Bella ganaba siempre.

Joder, aún estaba fantaseando con otro polvo contra la pared y me preguntaba si podría sorprenderla con uno si no hubiera moros en la costa cuando llegase allí.

¿Dónde comprar comida? Nos gustaban muchos sitios diferentes. Podría haber llevado lasaña de Bellissima, pero recordé inmediatamente que Carvaletti era italiano y mandé esa idea al infierno. Ese cabrón hoy la ha visto desnuda.

A Bella le encantaba la comida mexicana, pero era mucho mejor la que hacía ella que la de cualquier restaurante de la ciudad. Me encantaba el toque latinoamericano que le daba a sus platos. Me decidí por comida india y llamé para pedir algo de pollo a la mantequilla, cordero al curry y ensalada. Estaba saliendo del restaurante con la comida cuando le mandé un mensaje rápido: Ya stoy llegando, nena. He comprado pollo y cordero indio.

Recibí uno suyo justo después: Hola. Muy cansada y solo quiero cama. Puedo pasar de la cena sta noxe?

¿Qué? No me gustaba cómo sonaba ese mensaje e inmediatamente intenté descifrar lo que quería decir. Un destello de inquietud me recorrió de arriba abajo. ¿Me estaba diciendo que no fuese a su casa o solo que no tenía hambre? No podía saberlo por el mensaje y lo leí al menos diez veces.

Yo también estaba cansado, malhumorado, hecho polvo y necesitado de nicotina, y no del todo seguro de que mi cerebro estuviese en condiciones de mantener una conversación con una mente femenina posiblemente irracional. Todo lo que quería era comer algo, darme una ducha y meterme en la cama con ella. Incluso podía pasar del sexo, pero no dormir con ella no era negociable.

Habíamos llegado a una especie de acuerdo sobre dónde nos quedaríamos, dado que, ya fuese en su casa o en la mía, la quería junto a mí. Se lo había dejado perfectamente claro a Bella cuando empezamos a salir. La llamé desde el coche mientras conducía.

—Hola. No tengo hambre, Edward. —Sonaba rara.

— ¿Qué te pasa, nena? ¿No te encuentras bien? —Esto era nuevo. Nunca antes había estado enferma, excepto el dolor de cabeza de la noche que nos conocimos.

—Me duele la tripa. Estaba acostada.

— ¿Crees que te estás poniendo enferma? ¿Quieres que pase por la farmacia y te compre algo? —le ofrecí.

Hizo una pausa antes de contestar de forma críptica.

—No…, es que me duelen los ovarios.

Ahhhh. La Maldición. La conocía por mi hermana, pero nunca antes había tenido que enfrentarme a ella en una relación. De hecho, tampoco había tenido nunca una relación como la que tenía con Bella. Cuando te acuestas con meros ligues, los inconvenientes del tipo «está en su semana mala» no llegan a surgir. Pero había escuchado las quejas de mis amigos durante años, y había crecido con mi hermana. Y había aprendido lo suficiente como para saber que darle su espacio a una mujer cuando está hormonando es lo mejor que se puede hacer. ¡¿Tú crees?! Supongo que el buen polvo contra la pared que tenía en mente también estaba descartado. Mierda.

—Vale…, puedo hacerte un masaje cuando llegue. ¿Todo lo demás bien? ¿Cómo ha ido la sesión? —Sentí cómo me ponía tenso al esperar su respuesta.

—Hummm, la sesión ha ido bien. Sí. —Hizo una pausa y se sorbió la nariz—. He hablado por teléfono con mi madre. —Tenía un tono triste y me preguntaba si la razón por la que sonaba resfriada era porque había estado llorando. Tenía sentido. Esa mujer casi hizo que me dieran ganas de llorar la única vez que hablé con ella—. Nuestra conversación no ha ido demasiado bien.

—Lo siento, nena. Estaré ahí enseguida y podemos hablar cuando llegue.

—No quiero hablar de ella —me contestó de manera brusca. Tenía ese encantador tono de cabreo que, de hecho, me excitó un poco, pero también me hizo vislumbrar señales de peligro.

Hice una pequeña pausa.

—Eso también está bien. Ahora mismo estoy ahí.

— ¿Por qué me suspiras por el teléfono?

Dios. Estoy seguro de haberme quedado boquiabierto, como un pez de colores, porque no tenía nada que responder a esa pregunta.

—No suspiro.

— ¡Lo has vuelto a hacer! —me regañó—. Si me vas a interrogar sobre la sesión de fotos y mi madre, entonces tal vez no deberías venir. No me apetece eso esta noche, Edward.

¿Se podría decir que unas hormonas malvadas estaban transformando a mi chica en Medusa de manera aterradora?

— ¿No te apetece hablar conmigo o no te apetece ni siquiera verme? Porque yo sí que quiero hablar contigo. —Intenté mantener mi tono controlado pero no las tenía todas conmigo de poder conseguirlo. Aunque también estaba bastante seguro de que no podía hacer nada más para conservar la calma. No me gustaba nada esta mierda de conversación. Era un asco.

Silencio.

— ¿Hola, Bella? ¿Voy o no?

—No lo sé.

Conté hasta diez.

—No lo sé, ¿es esa tu respuesta? — ¿Qué coño ha sido de nuestro agradable y romántico almuerzo en Gladstone’s? ¡Quiero que vuelva mi chica dulce!

—Has vuelto a suspirar.

—Denúnciame si quieres. Mira, voy conduciendo un coche lleno de comida india para llevar y no sé adónde voy. ¿Me ayudas, nena?

Joder, me negaba en redondo a meterme en una discusión por esto. Había tenido un mal día y estaba hormonando, con eso podía lidiar. Era una mierda que no fuera a estar en mis brazos esta noche, pero al menos no íbamos a cortar. Puede que la Medusa me estuviese estropeando la noche, pero habría desaparecido en unos días. Eso esperaba.

—Vale…, entonces ven a por mí —dijo con firmeza.

No podía creer lo que estaba escuchando.

— ¿Que vaya a por ti? Creía que tenías que quedarte en tu casa esta noche. Antes has dicho…

Me cortó enseguida, su lengua era como una cuchilla afilada.

—He cambiado de idea. No quiero quedarme aquí. Cogeré mis cosas y estaré lista en cinco minutos. Llámame cuando estés en la puerta y bajo.

—De acuerdo, jefa —dije con total perplejidad, esperando a que colgara antes de soltar un buen suspiro en voz alta. También negué con la cabeza. E incluso di un silbido. Luego fui a recoger a mi impredecible y muy desconcertante novia con pelo de serpientes y lengua afilada, como el tonto enamorado que era.

Mujeres…, criaturas aterradoras.

Capítulo 22: CAPÍTULO 9 Capítulo 24: CAPÍTULO 11

 
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