EL AFFAIRE CULLEN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 47
Comentarios: 89
Visitas: 95061
Capítulos: 26

Edward Cullen es un hombre rico, sexy y protector. Dirige su propia compañía de seguridad privada y ahora está inmerso en la organización de los Juegos Olímpicos 2012.

Isabella es una chica americana con un pasado que la sigue aterrorizando en sus pesadillas y por el que recibe tratamiento psicológico. Vive en Londres, donde intenta empezar de nuevo mientras compagina sus estudios de arte con su trabajo como modelo.

Ambos se encuentran de manera fortuita en una exposición de fotografía en la que ella participa. Entre los dos surge de inmediato una atracción magnética que los acerca de forma peligrosa.

Pero en esta relación se esconden secretos. Secretos que oprimen el alma y que dejan profundas cicatrices. ¿Será Edward capaz de liberar a Isabella del pasado que la estigmatiza? ¿Cederá Isabella a sus encantos, o los espectros que la atormentan volverán a resurgir y acabarán con la oportunidad de forjar un futuro en común…?

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Capítulo 20: CAPÍTULO 7

Capítulo 7

Vamos, elige una que te guste para hoy —le dije. Bella sonrió desde la puerta de mi armario y después volvió a desaparecer tras ella.

—Bueno, a mí me encantan las moradas, pero creo que hoy nos vamos a decidir por esta —anunció según salía del armario con una corbata de color azul. Giró a mí alrededor y me rodeó el cuello con el trozo de seda—. Combina con tus ojos y ya sabes que adoro el color que tienen.

Me encanta cuando dices la palabra «adorar» para referirte a algo mío.

Miraba la expresión de su cara mientras me anudaba la corbata y cómo se mordía el borde de su precioso labio inferior, y me encantaba su atención del mismo modo que aborrecía el hecho de que era obvio que lo había practicado antes con otra persona. Había estado así, de pie junto a otro tipo, atándole la corbata. Lo sabía. Intentaba imaginar que no había sido una mañana cuando ayudó a ese gilipollas, y que no había pasado la noche anterior comiéndole la polla a ese gilipollas. Estaba comportándome como un celoso y un cretino.

Nunca me había puesto celoso con ninguna de las chicas con las que salí, pero, claro, Bella no era una chica cualquiera. Bella era la chica. Mi chica.

—Me encanta que estés aquí haciendo esto —le dije.

—A mí también. —Me sonrió un segundo antes de volver a la tarea.

Quería decirle muchas más cosas, pero no lo hice. Presionarla nunca funcionaba, y ya había aprendido la lección al respecto, pero aun así resultaba difícil tomarse las cosas con calma. No quería ir despacio con Bella. Lo quería rápido y a mi manera todo el tiempo. Gracias a Dios que no dije eso en alto.

— ¿Cómo se presenta su día, señorita Swan? —pregunté en su lugar.

—Tengo un almuerzo con mis compañeros de la universidad. Cruza los dedos. Debo empezar a pensar en conseguir ese visado de

trabajo y puede que ir allí me ayude. Tal vez pueda conseguir un puesto como conservadora en uno de los museos más importantes de Londres. —Terminó de anudarme la corbata y le dio una palmadita—. Ya está. Está muy elegante con su corbata azul, señor Cullen. —Acercó los labios a los míos con los ojos cerrados. Le di un piquito en sus labios fruncidos. Abrió los ojos e hizo un puchero en señal de decepción.

—Conque esperabas más, ¿eh? —Me encantaba hacerle rabiar y reír.

Me ignoró como si no le importase.

— ¡Bah! —Exclamó encogiéndose de hombros—. Me temo que tus besos son… pasables. Puedo vivir sin ellos.

Me reí por la expresión de su cara y me lancé a hacerle cosquillas.

—Menos mal que te dedicas a restaurar cuadros, querida, porque mentir se te da fatal.

Se rio histérica por las cosquillas e intentó escaparse de ellas.

La rodeé con mis brazos y tiré de ella hacia mí.

—No tienes escapatoria —murmuré contra sus labios.

—Y si no quiero escapar ¿qué? —me preguntó.

—Me parece perfecto —contesté, y le di un beso sincero. Fui despacio y con cuidado, disfrutando de estas primeras horas de la mañana juntos, antes de que tuviésemos que irnos a nuestros respectivos trabajos. Ella se fundió conmigo de forma tan dulce que hube de recordar que ambos teníamos que trabajar y que no había tiempo para llevarla de nuevo a la cama. La parte positiva es que volveríamos aquí al final del día y que tengo muy buena imaginación.

No me pude contener y le di un par de besos más de despedida antes de que nos separásemos: mientras esperábamos el ascensor, en el aparcamiento, apoyados contra el Range Rover, y cuando la dejé en Rothvale. Esas son las ventajas de tener a alguien en tu vida que quieres que esté contigo con todas tus fuerzas. De nuevo, soy un hombre muy afortunado. O, al menos, lo bastante inteligente para darme cuenta.

Hoy entré en el edificio por la puerta principal después de aparcar, porque quería comprar los periódicos más importantes de la prensa norteamericana y leerlos detenidamente en busca de la mínima señal. Estarían ya plagados de difamaciones políticas, pero la

verdadera lucha entre los candidatos aún no había comenzado.

Las elecciones presidenciales de Estados Unidos tendrían lugar en noviembre, así que aún quedaban cinco meses de campaña. Sentí una punzada de preocupación, pero decidí ignorarla. No podía fallar en su protección. No me podía permitir un solo error.

Muriel me sonrió cuando pagué los periódicos. Intenté no estremecerme por la visión de sus dientes.

—Aquí tienes, guapo —dijo, y me dio el cambio con su mano sucia.

Eché un vistazo a su mano mugrienta y decidí que ella necesitaba más el cambio que yo contagiarme de algo.

—Quédatelo. —La miré a sus ojos verdes, hermosos de una manera extraña, y asentí—. Me llevaré estos periódicos de Estados Unidos de manera regular, por si quieres tenerlos preparados de ahora en adelante —le dije.

—Oh, eres un encanto, de verdad que sí. Los tendré. Buenos días, guapo. —Me guiñó un ojo y me enseñó parte de esa horrible dentadura. Intenté no mirar muy de cerca, pero creo que Muriel podría competir conmigo en lo que se refiere a barba de varios días. Pobrecilla.

Cuando llegué a mi oficina me puse a conciencia con la investigación. Escuché el mensaje del hombre que había llamado a Bella. Lo puse varias veces. Americano, muy natural, nada beligerante, su conversación no revelaba que supiese algo.

«Hola, ¿qué hay? Soy Greg Denton, del Washington Review. Estoy intentando ponerme en contacto con Bella Swan, que asistió al instituto Union Bay de San Francisco».

Su mensaje era corto y funcional, y dejó sus datos para que se pusiera en contacto con él. Solo le había llamado una vez, así que había muchas posibilidades de que no la conociese mucho, eso si Bella era siquiera la persona correcta con la que quería contactar.

Ordené a Esme, sin darle muchos detalles, que investigase a ese tal Greg Denton del Washington Review y también que mirase qué más podía rascar de la prensa que había comprado esa mañana.

Estaba sentado, rebuscando en el cajón de mi escritorio, donde tenía guardado el tabaco, cuando entró Emmett.

—Hoy pareces… casi humano…, esta mañana, tío. —Se sentó en la silla y me miró atentamente; una sonrisita asomaba de su mandíbula cuadrada.

—Ni se te ocurra decir nada —le advertí.

—Vale. —Cogió su móvil y fingió estar ocupado con él—. No diré que sé con quién pasaste la noche. Y definitivamente no diré que os he visto por las cámaras de seguridad a los dos liándoos mientras esperabais el ascensor.

— ¡Que te den!

Emmett se echó a reír.

— ¡Joder! Toda la oficina está feliz, tío. Podemos volver a respirar sin miedo a que nos corten la cabeza. El jefe vuelve a tener a su chica. ¡Gracias a Dios! —Miró al techo y juntó las manos—. Han sido un par de semanas jodidas.

—Me encantaría ver qué haría tu miserable culo si Rose de repente decidiera que no quiere estar contigo —le interrumpí, mientras esbozaba una falsa sonrisa y esperaba un cambio en su actitud—. Lo que podría pasar, como bien sabes, teniendo en cuenta que conozco todos tus secretos.

Funcionó de maravilla. Emmett dejó de decir tonterías en un segundo y medio.

—Estamos muy felices por ti, E —dijo con suavidad. Y supe que lo decía en serio.

— ¿Cómo marcha la investigación militar al teniente Oakley? —pregunté, cambiando de tema y al tiempo que abría el cajón de mi escritorio en busca de mi mechero y mi paquete de Djarum.

—Les ha estado haciendo cosas terribles a la gente de Irak y saliéndose con la suya, pero no está claro cuánto tiempo va a permanecer todo eso tapado. Creo que lo único por lo que el senador puede estar tranquilo es por que su hijo se está metiendo en líos en Irak en vez de en alguna parte cercana a su campaña electoral.

Gruñí dándole la razón e inhalé mi primera y dulce bocanada. El clavo era fuerte, pero ya me había acostumbrado. Ahora dejaba que la nicotina hiciese su trabajo y yo me sentía culpable por lo que me metía en el cuerpo.

— ¿Así que crees que hará carrera militar? —Exhalé lejos de Emmett.

Emmett negó con la cabeza.

—No lo creo.

— ¿Por qué no?

Emmett poseía la mayor intuición que he conocido nunca. No era solo un empleado, ni hablar. Emmett era muchísimo más. Habíamos sido amigos de chavales, habíamos ido a la guerra, sobrevivido a ese infierno y regresado a Inglaterra. Nos las apañamos para madurar

después de todo y comenzar un fructífero negocio. Le confiaría mi vida. Lo que significa que también podía confiarle la de Bella. Me alegré de que a ella le cayese bien, porque tenía la impresión de que tarde o temprano la tendría que vigilar siempre que saliese a la calle. Bella odiaría algo así. Sin embargo, por mucho que ella odiase todo este tema de la seguridad, nunca las pagaría con Emmett. Mi chica era demasiado buena para hacer esa clase de cosas.

Tampoco me engañaba a mí mismo: amigo o no, me gustaba mucho la idea de que Emmett tuviese pareja, y si hubiese estado soltero no habría sido mi primera opción. Es un tipo guapo.

—Bueno, esta es la parte interesante. Al teniente Lance Oakely se le obligó a ampliar su servicio unas semanas después del accidente de avión. Por lo que he podido averiguar, Estados Unidos dejó de hacer este tipo de ampliaciones de servicio forzosas hace un año, y en este momento solo lo están cumpliendo unos cuantos.

— ¿Estás pensando lo mismo que yo, tío?

Emmett asintió de nuevo.

—En el momento en que el senador supo que podía llegar a ser el próximo vicepresidente, consiguió la extensión de servicio de su hijo en Irak.

Chasqueé la lengua.

—Parece que el senador conoce muy bien a su hijo y sabe que cuanto más lejos le mantenga de su campaña, más posibilidades tendrá de ganar las elecciones. —Me eché hacia atrás en la silla y di una calada al cigarro—. Quién mejor para conseguir una orden de extensión de servicio que alguien con conexiones políticas. Empiezo a pensar que el senador Oakley preferiría que su hijo nunca regresara de Irak. Héroe de guerra y todo eso…, es perfecto para el patriotismo. —Agité una mano para enfatizar mis palabras.

—Es justo lo que iba a decir. —Emmett miró el cigarrillo en mis dedos—. Creí que estabas fumando menos.

—Así es…, en casa. —Apagué el cigarrillo en el cenicero—. No fumo con ella cerca.

Y estoy bastante seguro de que Emmett era lo suficientemente espabilado para saber por qué no lo hacía. Pero eso es lo que pasa entre amigos…: se entienden sin más, no tienen que hablar sobre mierdas dolorosas que uno desearía poder olvidar aun a sabiendas de que es una parte intrínseca en él.

El móvil de Bella sonó y me sacó de mi trabajo. Miré el nombre de la persona que llamaba. Solo ponía una palabra: «mamá». Bueno, esto va a ser divertido, pensé mientras le daba a aceptar.

— ¿Dígame?

Hubo un breve silencio y después se oyó una voz arrogante.

—Estoy intentando hablar con mi hija y sé que este es su número ¿Con quién estoy hablando?

—Con Edward Cullen, señora.

— ¿Y por qué está contestando usted al teléfono de mi hija, señor Cullen?

—Estoy vigilando su antiguo número, ¿señora…? Disculpe, no sé su nombre. —No iba a ponérselo fácil. La madre de Bella tendría que hablar conmigo por las buenas. De manera amable. Por el momento no estaba nada impresionado con su actitud.

—Me apellido Exley. —Esperó a que yo dijese algo, pero no lo hice. Juego al póquer y sé cuánto esperar—. ¿Por qué está usted vigilando su móvil?

No pude evitar sonreír. Los dos sabíamos quién había ganado esta ronda.

—Sí, bueno, trabajo en seguridad, señora Exley. Me dedico a eso. El padre de Bella me contrató para protegerla mientras investigaban al senador Oakley. No me voy a andar por las ramas con usted, señora. Sé igual que usted por qué su seguridad está en peligro. Lo sé todo. —Hice una pausa para darle efecto—. Ella misma me contó lo que le hizo el hijo de Oakley.

Escuché una inhalación profunda y habría pagado por ver su cara, pero tuve que hacer uso de mi imaginación.

—Usted es el que le compró ese retrato, ¿verdad? Ella me contó que usted compró una fotografía de ella desnuda y que después la llevó a casa. Algo que debería saber acerca de Bella, señor Cullen, es que le encanta escandalizarme.

—Ah, ¿sí? No tenía ni idea, señora Exley. Bella no me habló de usted hasta anoche. No tengo ninguna referencia suya.

Ella pareció ignorar mi sutil insulto y fue directa a matar.

— ¿Así que mantiene una relación con mi hija, señor Cullen? Sé leer entre líneas y hacer suposiciones tan bien como cualquiera. Y Bella es mi única hija, y al contrario de lo que le haya contado, la quiero y deseo lo mejor para ella.

—Llámeme Edward, por favor, y sí, puedo decir sin lugar a dudas que mantengo una relación con Bella. —Cogí otro cigarro y el

mechero. ¿En serio? Esta mujer no sabía con quién estaba jugando. Podríamos seguir así todo el día y de todos modos ganaría—.Y yo también.

Se quedó en silencio un segundo y después preguntó:

— ¿Usted también qué, señor Cullen?

—Quiero a su hija y lo único que deseo es lo mejor para ella. La mantendré a salvo de cualquier peligro. Ahora es mi responsabilidad.

De nuevo solo podía imaginarla poniendo mala cara por lo que acababa de decir y me preguntaba cómo mi chica era capaz de soportar todas las críticas de esta mujer. Capté que ella no tenía ningún interés en llamarme por mi nombre de pila. Me entristeció por Bella. Sobre todo cuando yo echaba tanto de menos a mi madre y aquí estaba Bella con una madre que censuraba cada una de sus decisiones. Prefería el precioso recuerdo de la madre que nunca tuve que tener que lidiar con esta bruja el resto de mi vida.

—Bien, entonces ¿podría por favor darme su nuevo teléfono dado que ella ha sido incapaz de hacerlo? —Ahora pretendía hacerse la víctima herida, y quería deshacerse de mí lo antes posible.

En este momento estaba sonriendo. Joder, me encantan las manos ganadoras.

—Oh, por favor, señora Exley, no se ofenda. Todo esto pasó de repente anoche. Bella me contó algo ayer y tomé la decisión de que lo que necesitaba era un móvil nuevo. Es así de sencillo. Aún no ha tenido tiempo de ponerse en contacto con usted, estoy seguro de que esa es la única razón. —Es fácil ser magnánimo cuando tienes las mejores cartas.

— ¿Usted tomó la decisión, señor Cullen?

—Sí. —Dios, mi cigarro sabía de maravilla.

— ¿Por qué toma usted esas decisiones por Bella? —Parecía que mami tenía garras.

—Porque, como ya le he dicho antes, señora Exley, voy a mantenerla a salvo de cualquier persona o situación que pueda hacerle daño. De cualquier persona… o situación. —Inhalé una buena bocanada de mi cigarrillo y disfruté del sabor a clavo.

Entonces permaneció en silencio. Esperé y finalmente ella cedió.

— ¿El nuevo número de Bella, señor Cullen?

—Mire, señora Exley. Le diré algo. Le mandaré un mensaje de texto desde mi móvil con el nuevo número de Bella, de ese modo tendrá el mío también. Si tiene alguna queja sobre esta situación con Bella o si la prensa contacta con usted haciendo preguntas sobre su

pasado, me gustaría que lo compartiese conmigo. Por favor, llámeme a cualquier hora.

Nuestra conversación decayó muy rápido después de eso y me sentía algo agotado una vez que colgamos. Dios mío, era difícil. Pobre Charlie Swan. ¿Cómo diablos había podido estar con ella? No puedo entender por qué empezó esa relación y tampoco sabía qué aspecto tenía esa mujer. Apuesto a que era guapa. Fría, pero atractiva.

Escribí a la madre de Bella con su nuevo número y un mensaje corto: Un placer charlar con usted, sra E. EC., y sonreí todo el tiempo mientras tecleaba.

Bella me envió un mensaje de texto una hora después: Has hablado con mi madre ¿! :O

Oh, Dios, su madre ya había dado con ella. Esperé no haber causado muchos problemas. Le contesté: Lo siento nena. Llamó a tu móvil antiguo y no se alegró cuando le contesté: /

Bella respondió de inmediato: Siento que hayas tenido ke tratar con ella. Te lo recompensaré (c)(c).

Tuve que sonreír ante eso. Escribí: Me has mandado dos corazones (c)(c)!! Acepto tu oferta, nena… y no ha sido tan terrible.

Pensé que una mentira piadosa sobre la madre de mi novia no haría daño. Esa mujer no era agradable.

Hubo una larga pausa antes de que respondiese, pero mereció la pena de todos modos: Le causaste gran impresión. Te lo cuento esta noche. Ahora tengo que ir a la famosa comida. Te echo de menos, cariño. bss (c).

Acaricié las letras en la pantalla y no quería cerrar el mensaje. Me había llamado «cariño». Había dicho que me echaba de menos. Me había puesto besos y corazones. Intenté no analizarlo demasiado, pero resultaba difícil no hacerlo. Sabía lo que quería y me negaba a esperar ni un segundo más para tenerlo.

Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando Esme llamó para recordarme que tenía una empresa que dirigir.

—Tengo a Jasper Everley al teléfono —dijo por el altavoz.

Le pedí que me lo pasase.

—Vuelves a tener problemas, ¿verdad? —pregunté con sarcasmo.

—Ha llegado otra amenaza de muerte, E. Esta vez a la oficina de la Federación Mundial de Tiro con Arco. A mí me importa una mierda, pero esos imbéciles de la Comisión Olímpica no me van a asignar un recinto para presentar la competición a no ser que les

asegures que lo vas a vigilar tú. Los locos de verdad son los que están al cargo de estos juegos, te lo digo yo, y no tengo tiempo para estas gilipolleces.

—No lo sabía. Hablaré con ellos, pero creo que deberíamos vernos, repasar el horario y organizarte la seguridad —le dije.

— ¿Qué se te ocurre?

—No sé, ¿quedamos a comer? Puedo pedirle a Esme que organice algo para cuando estés libre.

—Perfecto. Te estoy realmente agradecido, E, si no fuera por ti no creo que anunciase los juegos nunca. Tu empresa parece tener cierta influencia con esos cretinos que manejan el cotarro.

—Hablando de cretinos que manejan el cotarro…, Jasper, me acabas de recordar algo. ¿No estás tú en la junta directiva de la Galería Nacional?

Jasper resopló.

—Sí, podríamos decir que sí. ¿Por? Y vamos a hacer como que no me acabas de insultar, porque soy magnánimo y… familia.

—Vale, primo—dije entre resoplidos—. Mi novia estudia restauración de arte en la Universidad de Londres. Es americana y necesita un visado de trabajo para quedarse aquí de manera indefinida.

—Espera. Para el carro. ¿Has dicho tu novia? ¿Cullen el inalcanzable está fuera del mercado? ¿Cómo es eso posible, tío?

Debí haber sabido que me vacilaría en el momento que abriese la boca. Me reí un poco incómodo.

—No sé muy bien, pero sí, es muy buena restaurando cuadros y le encanta lo que hace. Y realmente no quiero que le expire su visado…

—Entendido, E, preguntaré. De hecho, hay un evento próximamente en la Galería Nacional. La Mallerton Society.

—Ah, sí, me habló de ello. Iremos. Ha estado trabajando en uno de los cuadros de Mallerton precisamente. Estoy seguro de que Bella te lo explicará mucho mejor que yo. Cuando te la presente entenderás a lo que me refiero.

—Me muero de ganas de conocer a la preciosidad americana que te ha apartado de los polvos de una noche.

—Por favor, no le digas eso cuando la conozcas o tendré que hacer caso omiso de todas esas maravillosas amenazas de muerte que recibes de manera tan regular de tus leales fans.

Se rio de mí.

—Ya sabes, E, si la quieres aquí indefinidamente, todo lo que tienes que hacer es casarte con ella y no necesitará un visado de trabajo.

Mi mente se puso a mil por hora al segundo de escuchar «casarte con ella» y me encontré a mí mismo buscando a ciegas otro cigarrillo en el cajón del escritorio.

—Dime que no me acabas de decir eso. Aunque no me sorprende, eres un ignorante. Que tú defiendas el matrimonio es lo más gracioso que he oído salir de tu boca en años, o debería decir lo más ridículo.

Mi primo se rio un poco más a mi costa.

—Solo porque mi matrimonio fuera un completo desastre no significa que el tuyo lo vaya a ser, E.

—Definitivamente hemos llegado al final de nuestra conversación, Jasper. Voy a colgarte ahora mismo.

Podía seguir oyéndole reír cuando aparté el auricular de mi oreja.

Capítulo 19: CAPÍTULO 6 Capítulo 21: CAPÍTULO 8

 
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