EL AFFAIRE CULLEN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 47
Comentarios: 89
Visitas: 95071
Capítulos: 26

Edward Cullen es un hombre rico, sexy y protector. Dirige su propia compañía de seguridad privada y ahora está inmerso en la organización de los Juegos Olímpicos 2012.

Isabella es una chica americana con un pasado que la sigue aterrorizando en sus pesadillas y por el que recibe tratamiento psicológico. Vive en Londres, donde intenta empezar de nuevo mientras compagina sus estudios de arte con su trabajo como modelo.

Ambos se encuentran de manera fortuita en una exposición de fotografía en la que ella participa. Entre los dos surge de inmediato una atracción magnética que los acerca de forma peligrosa.

Pero en esta relación se esconden secretos. Secretos que oprimen el alma y que dejan profundas cicatrices. ¿Será Edward capaz de liberar a Isabella del pasado que la estigmatiza? ¿Cederá Isabella a sus encantos, o los espectros que la atormentan volverán a resurgir y acabarán con la oportunidad de forjar un futuro en común…?

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Capítulo 17: CAPÍTULO 4

Capítulo 4

Tomar una pizza a la luz de las velas es algo maravilloso cuando estás con la persona adecuada. En mi caso se encontraba sentada frente a mí y no me importaba dónde estuviéramos siempre que estuviéramos juntos. Pero Bella necesitaba comida y yo necesitaba escuchar su historia, así que el restaurante Bellissima valdría igual que cualquier otro.

Teníamos una mesa en un rincón privado y a oscuras, una botella de vino tinto y una enorme pizza de salchichas y champiñones para compartir. Traté de que no se sintiera incómoda y de no mirarla fijamente, pero resultaba muy difícil, maldita sea, porque mis ojos la ansiaban. Con voracidad.

No obstante, hice todo lo que pude para ser un confidente considerado. Enfrente de mí, Bella parecía tener problemas para dilucidar por dónde empezar. Le sonreí y comenté lo rica que estaba la comida. Me di cuenta de que deseaba que comiera un poco más, pero no dije nada al respecto. Sé de sobra que es mejor no ser un cretino. Crecí con una hermana mayor y las lecciones de Hannah se me habían quedado grabadas después de muchos años. A las mujeres no les gusta que les digan qué deben comer o no. Era mejor dejarla en paz y esperar que todo fuera bien.

Parecía estar muy preocupada cuando empezó a hablarme de su vida y no me gustaba la tristeza que desprendía su lenguaje corporal ni el sonido de derrota que tenía su voz, pero todo eso era irrelevante.

—Mis padres se separaron cuando yo tenía catorce años. Me temo que no lo llevé muy bien. Soy hija única, por lo que supongo que quise llamar la atención o quizá me comportaba así como venganza por el divorcio. Ni idea, pero ¿sabes qué? En el instituto era un auténtico zorrón. —Levantó los ojos hacia los míos, grises como el acero y decididos a ir al grano—. Es verdad, así era. No elegí bien a los chicos con los que salí y me daba igual mi reputación. Era una niñata mimada e inmadura, y una imprudente total.

¡En serio! Primera sorpresa de la noche. No podía imaginarme a Bella así, y tampoco quería hacerlo, pero mi lado más práctico se

dio cuenta de que todo el mundo tenía un pasado, y mi chica no era diferente. No dije nada. Solo escuché y me impregné de la imagen de ella, tan cerca de mí.

—Luego pasó lo de aquella noticia tan sonada en California de hace unos años. Lo del hijo de un sheriff que hizo un vídeo de una chica en una fiesta. Ella estaba borrachísima cuando él y otros dos amigos suyos se la tiraron y jugaron con ella en una mesa de billar.

Sentí cómo se me erizaba el vello de la nuca. No, por favor.

—Me acuerdo de eso —le dije, obligándome a escucharla y a no reaccionar demasiado—. El sheriff trató de deshacerse de las pruebas que culpaban a su niño, pero salió a la luz y los hijos de puta fueron condenados de todos modos.

—Sí…, en el caso de esa chica fue así. —Bella bajó la mirada a su pizza y luego volvió a posarla en mí—. Pero no en el mío. —Ella tenía los ojos vidriosos y de repente se me quitaron las ganas de cenar—. Fui a una fiesta con mi amiga Jessica y nos emborrachamos, por supuesto. Estaba tan borracha que no me acuerdo de nada de lo que pasó hasta que me desperté y les oí riéndose y hablando de mí. —Le dio un buen trago al vino antes de continuar—. Lance Oakley fue, es, un completo gilipollas, un pervertido arrogante y con dinero. Su padre en aquel entonces era senador estatal de California. No sé por qué salí con él. Seguramente porque me lo pidió sin más. Como he dicho antes, mi conducta no era la mejor. Me arriesgué demasiado. Así es como cuidaba de mí misma.

Odio esto.

—Él iba a la universidad y yo estaba en el último año de instituto —prosiguió—. Me temo que se creía con derecho a pensar que yo le estaría esperando cuando él volviera a casa por vacaciones, pero no era una relación seria ni mucho menos. Sé que me puso los cuernos. Él simplemente esperaba que yo me muriera por sus huesos y estuviera a su disposición cuando volviese de la universidad. Yo sabía que estaba cabreado conmigo porque salí con otro chico que conocí en una competición de atletismo, pero no tenía ni idea de lo cruel que sería conmigo por culpa de eso.

— ¿Ibas a atletismo en el instituto? —pregunté.

—Sí…, corría. —Asintió con la cabeza y volvió a mirar su vaso—. Total, que me desperté en una completa nebulosa e incapaz de mover las extremidades. Creemos que quizá me echaron algo en la bebida… —Bebió con dificultad y continuó con valentía—. Hablaban sobre mí pero al principio no sabía que era yo. Ni lo que me habían

hecho. Eran tres y eran las vacaciones de Acción de Gracias. Ni siquiera conocía a los otros dos, solo a Lance. No eran de mi colegio. —Le dio un trago al vino—. Les oía reírse de una chica. Estaban contando cómo le habían metido un palo de billar y una botella…, y cómo se la habían follado con esas cosas…, y cómo esa puta lo pedía a gritos.

Bella cerró los ojos y respiró hondo. Lo sentía por ella. Quería matar a Oakley y a su amigo, y deseaba que el tipo muerto siguiera vivo para matarle a él también. No tenía ni idea de esto. Había dado por hecho que lo que pasó no fue más que un error que cometes de adolescente y que un idiota decidió grabarlo, no una agresión sexual en toda regla a una chica de diecisiete años. Alargué el brazo y le cubrí la mano con la mía. Se quedó paralizada durante un instante y cerró los ojos con fuerza, pero no se derrumbó. De nuevo, su valentía me dio una lección de humildad y esperé a que continuara hablando.

—Aunque no tenía ni idea de que hablaban de mí. Estaba tan trastornada… Cuando conseguí mover las piernas y los brazos forcejeé para ponerme en pie. Se rieron y me dejaron ahí, en la mesa. Supe que había tenido sexo pero no sabía con quién ni qué había pasado. Me sentía fatal y tenía resaca. Solo quería salir de allí, así que me puse la ropa, encontré a Jessica y me llevó a casa.

Me salió un gruñido espontáneo de la garganta. No lo pude evitar. Incluso a mis propios oídos sonaba como un perro. Bella me miró sorprendida durante un segundo y luego observó mi mano, que estaba sobre la suya. Me centré en ella y guardé la compostura. Perder los nervios no ayudaría a Bella en nada, por lo que pasé el dedo pulgar por su mano lentamente de un lado a otro, esperando con todas mis fuerzas que entendiera lo mucho que me dolía oír que la habían usado así. Mi mente no hacía más que darle vueltas a lo que acababa de compartir conmigo. En el momento de la agresión los responsables eran adultos y ella menor de edad. Interesante. No podía entender por qué Charlie Swan había omitido ese dato cuando me contrató. Imagino que estaba protegiendo la reputación de su única hija. Normal que perdiera los papeles cuando descubrió que nos estábamos acostando.

—Lo habría olvidado todo si no hubiera sido por el vídeo. No tenía ni idea de lo que me habían hecho ni que me habían grabado. Llegué al instituto el lunes y ahí estaba la gran noticia. Yo era la gran noticia. Me habían visto… desnuda, completamente borracha…, habían visto cómo jugaban conmigo…, cómo me follaban…, cómo me

habían utilizado como un objeto. —Las lágrimas rodaron por sus mejillas pero no perdió la entereza. Siguió hablando mientras yo le sujetaba la mano—. Todo el mundo sabía que era yo. La gente había visto el vídeo a lo largo de todo el fin de semana y lo habían rulado. En el vídeo se me veía claramente, pero los chicos estaban fuera de plano, habían doblado el sonido con una canción y le habían quitado el audio, por lo que no podías oír sus voces para identificarlos. —Bajó la voz hasta que se convirtió en un susurro—. Usaron la canción de Nine Inch Nails titulada Closer, la que dice «Quiero follarte como un animal». Hicieron un vídeo con la música y colocaron la letra de la canción a un tamaño muy grande en la pantalla: «Me dejas violarte… Me dejas profanarte, me dejas penetrarte».

Ella flaqueó y mi corazón se rompió en mil pedazos por todo lo que había sufrido. Solo sabía lo mucho que quería que lo nuestro funcionara. Entonces la detuve. Tenía que hacerlo. No podía escuchar más y ser capaz de contener mi furia en público. Necesitábamos intimidad. Solo quería llevarla a casa y tenerla cerca. Lo demás lo podíamos decidir más tarde.

Le apreté la mano para que me mirara. Sus enormes ojos luminosos, con colores que se fundían en uno y llenos de lágrimas que quería secar con mis labios, se posaron en los míos.

—Déjame que te lleve a casa, por favor. —Asentí para hacerle entender que era lo que necesitábamos—. Ahora mismo quiero estar a solas contigo, Bella. Lo demás no me importa mucho.

Ella emitió un sonido que me rasgó el corazón. Tan suave, pero herido y todavía en carne viva. Me levanté de la mesa de manera abrupta, tirando de ella, y, gracias a Dios, me siguió sin protestar. Lancé unos cuantos billetes a la mesa, la llevé al coche y la dejé en su asiento.

— ¿Estás seguro de que eso es lo que quieres, Edward? —me preguntó, con los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas.

La miré directamente a la cara.

—Nunca he estado más seguro de nada. —Me incliné hacia ella y puse la mano en su nuca para controlar el beso. La besé en los labios con pasión, incluso apreté mi lengua contra sus dientes para que me diera acceso. Bella necesitaba saber que todavía la deseaba. Sabía que estaba sufriendo con toda esa historia y con el hecho de que yo conociese su pasado. Ella había dado por sentado que ya no la desearía más una vez que supiera todos esos detalles.

Mi chica no podía estar más equivocada.

—Todas tus cosas siguen esperándote donde estaban. Solo quiero que sepas esto… —le hablé directamente, a pocos centímetros de la cara, atravesando sus enternecedores ojos—. No tengo ninguna intención de dejarte. —Tragué con dificultad—. Si vienes conmigo te llevas todo el paquete, Bella. No sé ser de otra manera. Todo o nada. Para mí es todo. Y quiero que sea todo para ti.

— ¿Todo o nada? —Me cogió la mejilla con la palma de la mano y la mantuvo ahí, y su pregunta sonaba auténtica.

Giré la cabeza y llevé los labios a la palma de la mano que tenía en mi cara.

—Es un término que se usa en póquer. Significa que apuestas todo lo que tienes. Tú eres todo lo que tengo.

Cerró los ojos de nuevo y su labio tembló ligeramente.

—No te lo he contado todo. Hay más. —Apartó la mano.

—Abre los ojos y mírame —dije con suavidad pero con firmeza. Ella obedeció al instante y tuve que reprimir un gruñido por lo mucho que me había excitado su gesto—. No me importa lo que no me has contado o lo que me acabas de contar en el restaurante. —Sacudí la cabeza un poco para que me entendiera—. Eso no va a cambiar lo que siento por ti. Sé que hablaremos más del tema y puedes contarme el resto cuando seas capaz… o cuando lo necesites. Lo escucharé. Necesito escucharlo todo en cualquier caso para asegurarme de que estás a salvo. Lo haré, te lo prometo, Bella.

—Oh, Edward. —Su labio inferior tembló mientras me miraba, y era tan guapa así, triste, como cuando estaba contenta.

Me daba cuenta de que a Bella le preocupaban muchas cosas: compartir su pasado, mi reacción, las posibles amenazas contra su seguridad en Londres, mis sentimientos…, y quería desesperadamente borrar esa preocupación de su cara si me fuera posible. Deseaba que se liberara de todas sus cadenas y que estuviera tranquila para vivir su vida en paz, con un poco de suerte conmigo cerca. Nunca he prometido algo con la misma sinceridad que ahora. La mantendría a salvo, pero también quería asegurarme de que entendía lo que sucedería si aceptaba venir a casa conmigo.

—Pero nada de salir corriendo otra vez de mi lado, Bella. Si necesitas un descanso está bien, lo respetaré y te daré algo de espacio. Pero me tienes que dejar ir a verte adonde estés, y tengo que saber que no te irás de repente…, o que no te dará por no querer saber nada de mí. —Le acaricié los labios con el pulgar—. Eso es lo que necesito de ti, nena. ¿Puedes hacer eso?

Empezó a respirar con más dificultad, su pecho subía y bajaba bajo esa camiseta apretada de color turquesa y sus ojos parpadeaban mientras le daba vueltas al tema. Me daba cuenta de que estaba asustada, pero Bella tenía que aprender a confiar en mí si quería darle una oportunidad a lo nuestro. Me la jugué con la esperanza de que aceptara mi oferta. Sin embargo, no sabía muy bien qué haría en caso contrario. ¿Desmoronarme? ¿Convertirme en un verdadero acosador? ¿Apuntarme a psicoterapia?

—Pero… me resulta tan difícil creer en una relación… Tú has llegado mucho más lejos que cualquier otra persona en mi vida. Por primera vez he tenido que elegir entre una relación seria y compleja o estar sola y sin complicaciones emocionales.

Gruñí y la agarré un poco más fuerte.

—Sé que estás asustada, pero quiero que nos demos una oportunidad. No estás destinada a estar sola. Estás destinada a estar conmigo. —Mis palabras sonaron un poco bruscas pero era demasiado tarde para dar marcha atrás.

Bella me sorprendió con una pequeña sonrisa y negó con la cabeza.

—Eres diferente, Edward Cullen. ¿Siempre has sido así?

— ¿Cómo?

—Así de exigente, tajante y directo.

Me encogí de hombros.

—Imagino. No sé. Solo sé cómo soy contigo. Contigo quiero cosas que no he querido antes. Te quiero a ti y eso es todo lo que sé. En este momento quiero que vengas a casa conmigo y que estemos juntos. Y quiero que me prometas que no te irás al primer atisbo de problemas. Me darás la oportunidad de arreglarlo y no te cerrarás en banda. —Le sujeté los hombros con las dos manos—. Puedo ser comprensivo si me dices lo que necesitas de mí. Quiero darte lo que necesites, Bella. —Le pasé los pulgares por la nuca y su suave piel bajo mis dedos fue como un imán en cuanto empecé a tocarla. Una vez que había vuelto a sentirla tan cerca no quería perderla.

Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos durante un instante, sucumbiendo ante nuestra atracción y dándome cierta esperanza. Dijo una palabra. Mi nombre.

—… Edward.

—Sé de lo que hablo. Solo tienes que confiar en mí. —Apreté un poco más—. Elígeme. Elígenos.

Ella tembló. Lo vi, y también lo sentí. Bella asintió y vocalizó

unas palabras:

—Está bien. Te prometo que no volveré a salir corriendo.

La besé lentamente y mis manos subieron hasta su cara para sujetarla. Empujé la lengua entre sus dulces labios y agradecí que me dejara entrar. . Me abrió paso y me devolvió el beso de un modo que su sedosa y cálida lengua se deslizó contra la mía. El premio gordo. Sabía que había ganado esta batalla. Quería dar un golpe en el volante y darle las gracias en silencio a mi madre en el cielo.

En su lugar seguí invadiendo la boca de Bella. Con ese beso le dejé saber todo lo que sentía, cogiendo sus labios, dándole mordisquitos, tratando de estar dentro de ella. Cuanto más profundo estuviera más difícil sería para ella volver a dejarme. Mi mente funcionaba así con ella. Esto era una estrategia de guerra y podría hacerlo todo el día. No volvería a salir corriendo de mi lado nunca más, no habría escondites, ni excusas. Ella sería mía y dejaría que la amara.

Bella se derritió en mis labios, se volvió dulce y sumisa, encontró el lugar que necesitaba y se acomodó, igual que hice yo al tomar el control. Entre nosotros funcionaba, y muy pero que muy bien. Me eché hacia atrás y suspiré con fuerza.

—Ahora vamos a casa.

— ¿Qué ha sido de aquello que dijimos de tomarnos las cosas con calma? —preguntó con dulzura.

—Todo o nada, nena —susurré—, con nosotros no puede ser de otra manera. —Si supiera todo lo que tenía preparado para nosotros de cara al futuro posiblemente se volviera a asustar, así que no podía arriesgarme a contárselo. Habría tiempo de sobra para discutirlo más adelante.

—Todavía tenemos mucho de que hablar —me dijo.

—Y eso es lo que haremos. —Junto a otras cosas.

Se giró en el asiento y se echó hacia atrás para ponerse cómoda y mirarme a la cara mientras yo salía del aparcamiento. Me observó durante todo el trayecto. Me gustaba tener sus ojos en los míos. Mejor dicho, me fascinaba, joder. Me fascinaba que estuviera a mi lado y que pareciera que me deseaba tanto como yo a ella. Yo también la miraba en cuanto podía apartar los ojos de la carretera.

— ¿Todo o nada, eh? Creo que tengo que aprender a jugar al póquer.

Me reí.

—Ah, en eso no puedo estar más de acuerdo. No sé por qué pero creo que se te va a dar genial, cariño. —Arqueé las cejas—. ¿Jugamos primero a un strip póquer?

—Estaba esperando que lo mencionaras. Me encanta saber que no me has desilusionado —dijo, resoplando.

Sonreí y la imaginé haciendo un striptease cada vez que perdiese una mano al póquer. Yo también tenía mucha imaginación.

Al final me pidió que parara un momento en su piso para coger sus «pastillas». No estaba seguro de si se refería a las anticonceptivas o a las de dormir, pero no tenía ninguna intención de preguntárselo. Lo cierto es que necesitábamos las dos. Así que hice lo que haría cualquier hombre en sus cabales. La llevé a su casa. De nuevo me enorgullecí de no ser un cretino.

Esperé mientras hacía la bolsa. Le dije que trajera bastante ropa para varios días. Lo que realmente quería era que se quedara en mi casa de manera indefinida, pero no creía que ese fuera el momento adecuado para abordar el tema; por muy poco cretino que fuera.

Cuando entramos, los recuerdos inundaron mi mente. La pared pegada a la puerta principal estaba grabada en mi memoria. La imagen de ella con ese vestido corto morado no se alejaba de mí. Dios, ella había estado magnífica cuando lo hicimos contra la pared esa noche. Me encanta esa jodida pared. Ingenioso. Me reí por dentro por ese inteligente juego de palabras.

— ¿Por qué sonríes ahora? —preguntó Bella mientras salía de la habitación con la bolsa hecha y con mucho mejor aspecto que el que tenía por la tarde. Su personalidad había vuelto.

—Mmmm… Solo estaba pensando en lo mucho que me fascina esa pared. —Moví las cejas lo mejor que pude y le quité la bolsa de la mano.

Los bonitos labios de Bella se abrieron en una expresión de sorpresa que enseguida se volvió una sonrisa.

—Sigues apañándotelas para hacerme reír, Edward, a pesar de todo lo que ha pasado. Tienes un extraño don.

—Gracias. Me gusta compartir contigo los dones que tengo —comenté de manera sugerente, y la rodeé con el brazo mientras salíamos de su piso. Miró de reojo la pared cuando pasamos por delante—. Te he visto—dije.

— ¿El qué? —preguntó con inocencia. Ah, desde luego que tenía cara de póquer. Me moría por jugar a las cartas con ella.

—Has mirado la pared y te has acordado del repaso que me diste ahí.

Me dio con el codo en las costillas de manera juguetona mientras caminábamos.

— ¡Yo no hice nada por el estilo! Y tú fuiste el que me dio el repaso a mí, no al revés.

—Lo que sea. —Le hice cosquillas y se retorció junto a mí. Era maravilloso volver a tenerla entre mis brazos—. Acepta la verdad, nena, fue un polvo épico el que echamos contra esa pared.

Para cuando tuve a Bella dentro de mi piso, la noche veraniega ya se había apoderado de toda la ciudad.

De camino habíamos parado una última vez en busca de un teléfono nuevo con otro número para ella. Habíamos necesitado casi una hora para configurarlo pero era necesario. Ahora su viejo móvil se encontraba en mi poder. Quienquiera que llamara a Bella Swan a ese número tendría que hablar conmigo.

Quizá esta noche investigaría a la persona que la había llamado y puede que hablase con Charlie Swan. No era una conversación que me emocionara especialmente, pero tampoco la iba a esquivar. Hola, Charlie. Me estoy volviendo a tirar a tu hija. Ah, y antes de que lo olvides, tienes que saber que su seguridad está ahora en mis manos. ¿Te he mencionado además que ella es mía? Mía, Charlie. Vigilo muy de cerca todo lo que tengo.

Mientras me preguntaba cómo se tomaría la noticia, me di cuenta de que no me importaba mucho. Era él quien había puesto a Bella en mi camino. Ahora ella era mi prioridad. Me importaba mucho. Solo quería protegerla y mantenerla alejada de cualquier peligro. Él tendría que lidiar con la situación igual que lo hacía yo.

Caminé y me puse detrás de ella, que se encontraba de pie junto la ventana, mirando las luces de la ciudad. La primera vez que la traje a casa me dijo que le encantaban estas vistas. Yo le respondí que a mí me encantaba la vista de ella de pie en mi casa y que no era comparable con nada más. Seguía pensando lo mismo.

La toqué con cuidado y mis labios se posaron en sus hombros, en su oreja.

— ¿Qué miras?

Vio mi reflejo en el cristal, por lo que no se sorprendió.

—La ciudad. Me encantan las luces por la noche.

—A mí me encanta observarte mientras miras las luces por la noche. —Le aparté el cabello a un lado y le besé el cuello. Ella giró la cabeza para dejarme hueco mientras yo inhalaba el aroma de su piel, que me drogaba y me volvía loco—. Es maravilloso tenerte aquí —susurré.

Cuando ella se hallaba cerca luchaba para controlar mis deseos. Este era un problema que nunca había tenido antes en una relación. Me encantaba la parte del sexo, soy un hombre y tengo mis necesidades. Nunca he tenido problemas a la hora de echarme ligues. A las chicas les gusto y, como dijo mi padre, eso pone las cosas más fáciles, lo que no significa que sea mejor. Cuando las mujeres van detrás de ti porque piensan que estás bueno y porque tienes dinero, las cosas enseguida se reducen a un intercambio muy primario. Cenar algo, un poco de sexo, quizá una segunda cita, es decir, otro polvo. Y entonces… adiós muy buenas. La conclusión es que no me gusta que me usen y me he pasado años viendo cómo las chicas trataban de hacerlo, de modo que se me quitaron las ganas de quedar con ellas solo por sexo.

Bella me hacía reaccionar de otra manera y había sido así desde la primera vez que nos vimos. No parecía interesada. Si no la hubiera oído llamarme guapo por el pinganillo aquella noche en la galería, ni siquiera habría sabido que me había visto. Había tocado las teclas justas y por primera vez en la vida me importaba una chica mucho más que el sexo con ella.

Bueno, seguía importándome el sexo, pero ahora era diferente. Mi naturaleza controladora había crecido desde que conocí a Bella, como si ella fuera la fuerza catalizadora. De hecho, sabía que así era. Con ella deseaba cosas que me asustaban porque no quería, o, mejor dicho, no podía soportar perderla.

Lo que había compartido conmigo esta noche me aterraba. También me dejó claro desde el principio su misterioso comportamiento. Sabía por qué seguía huyendo.

—Yo también me alegro de estar aquí. —Respiró con fuerza—. Te he echado muchísimo de menos, Edward. —Se recostó hacia atrás junto a mí y la curva de su trasero se acercó a mis caderas. Dado que su dulce sexo solo estaba cubierto por la licra de sus pantalones cortos, mi miembro reaccionó, listo y dispuesto para ponerse manos a la obra.

¡Dios Santo! Eso fue todo lo que tardé en estar listo. Ella iba a sentir mi erección enseguida y luego ¿qué? No debería presionarla en

este momento. Seguía sintiéndose frágil y necesitaba terminar de contarme su historia. Ojalá le pudiera decir eso a mi polla. Le giré la cabeza a Bella para que se encontrara con la mía y asalté sus labios en un beso muy profundo que provocaba que la lógica fallara. Le mordisqueé y le lamí los labios, tratando de acercarla a mí. Sabía genial. Bella se derritió tal y como yo quería y ya no sería capaz de dar marcha atrás. Necesitaba con todas mis fuerzas recuperar a mi chica de nuevo.

Solo un cretino querría llevársela a la cama y desnudarla en este momento. Por lo que sí, yo era un completo cretino.

Podía vivir con eso.

Bella siempre me decía que le gustaba que fuera directo. Me había asegurado que se sentía mejor cuando yo le decía lo que quería porque así sabía lo que sucedería. Necesitaba eso de mí, así que respiré hondo y le dije lo que quería.

—Lo que quiero en este momento es llevarte a la cama. Quiero tenerte en mis brazos y quiero estar dentro de ti. —Examiné su cara mientras la sujetaba con las dos manos y busqué una respuesta en sus ojos.

Capítulo 16: CAPÍTULO 3 Capítulo 18: CAPÍTULO 5

 
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