Al momento de devolvernos, ambos estábamos demasiado bebidos como para que alguno manejara, así que decidimos tomar un taxi y pasar por el auto al día siguiente. Al llegar a la casa, había un reflejo extraño dentro de ella que se veía desde las ventanas, ¿Qué puede ser? Me pregunté intrigada mientras sentía como se pasaba un poco el efecto de mareo tan típico del licor. El taxi nos dejo en la entrada, así que tuve tiempo de detallarla, antes había entrado y salido por la cochera. Era un frente hermoso, había una cerca blanca de poca altura y detrás de ella estaba un lindo jardín, pero le faltaba algo de cuidado a las flores, la casa por fuera estaba pintada de un azul claro pastel.

Edward abrió la puerta y cuando me disponía a pasar me detuvo con un gesto sumamente dramático que me sobresalto.

-No debes traspasar la puerta de esa manera. –Me dijo y lo miré confundida.
-¿Cómo dices? –Edward esbozo una gran sonrisa.
-Digo que así no puedes pasar, debes pasar así. –Dijo a la vez que se doblaba y pasaba uno de sus brazos sobre mi cuello y el otro lo posaba detrás de mis rodillas y en menos de una fracción de segundo, me hallaba suspendida en el aire entre los brazos de Edward.

Pasamos por el umbral de la puerta y me quede viendo fijamente sus dulce rostro, no era como si no lo fuese visto antes, ni conociera cada detalle de su rostro, anguloso y bien formado, su piel blanca y sus hermosos ojos azules como el cielo, lo mejor de todo ello, era que él estaba allí conmigo, ahora y para siempre. Sus labios esbozaron una tierna sonrisa y su mirada lanzó una chispa de alegría. Como cuando haces una travesura y no te importa que te descubran porque la idea es que la gente sepa lo que hiciste.

Empezó a reírse con mas fuerza y me di cuenta que se había detenido en el camino, estábamos en el medio de la sala de estar, la chimenea tenía un fuego suave encendido y alrededor de todo el lugar había un resplandor… eran velas que adornaban cada ventana y rincón de la sala… un ambiente realmente acogedor. Mi corazón se encogió en mi pecho. ¿Edward había hecho esto para mí? ¿Cómo, cuándo?

-¿Q-Qué? –Logre tartamudear, me aclaré la garganta -¿Qué es todo esto?
-Todo esto es para la mujer que más amo, para mi amiga y mi novia, para mi amante y futura esposa -¿Esposa? Deje de respirar.

Edward con suavidad me coloco de nuevo en posición vertical. Luego frente a mí puso una rodilla sobre el suelo y con todo el gesto del momento elevo en su mano derecha una pequeña cajita forrada en terciopelo negro donde se lograba ver un anillo de compromiso, era hermoso y sencillo… era perfecto.

-Bella Swan, Prometo amarte, cuidarte y respetarte por el resto de mi vida ¿Me harías el honor de casarte conmigo? –Una lágrima rodaba por mi mejilla, la sentí cuando llego al borde de mi labio.
-Si –Conteste en un susurro apenas audible, sentía mi corazón hinchado de alegría, latiendo en mí pecho con mucha fuerza, sentía el pulso en mis oídos, y mi mano temblaba de felicidad cuando Edward la tomo entre las suyas y colocaba el anillo en mi dedo corazón. El símbolo de nuestro amor y compromiso, el lugar donde estaría por el resto de nuestros días.


FIN
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