Ayúdame a sanar (+18) Short-Fic.

Autor: dianacullenblack
Género: Romance
Fecha Creación: 14/07/2012
Fecha Actualización: 26/07/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 44332
Capítulos: 15

La traición se interpuso en la relación de Bella y Edward... para luego hacerlo Damon Salvatore.

M por Lemmons Shortfic. B&D&Ex OoC ¡Todos Humanos! BxD .

Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y L.J Smith. La historia es propiedad de Gissbella De Salvatore yo solo publico con su autorizacion.

TERMINADO

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Capítulo 10: secretos de un diario intimo

 

Declaimer: Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y L.J. Smith.

 

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Ayúdame a sanar

 

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_-10-_

 

Secretos de un diario íntimo

 

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Me desperecé tendidamente en la cama cuando la luz diurna me despertó temprano por la mañana. Si agudizaba mi oído podía escuchar el ruido del tráfico que provenía de la avenida. Era extraño sentirme tan relajada pero lo había extrañado. Rebobiné mi cerebro como a una máquina para recordar el fin de semana que había vivido con Damon y su familia. Todo había salido mejor de lo que yo hubiera pedido jamás. Sofía se había portado muy bien conmigo e incluso su marido Giuseppe. Stefan y Elena habían sido muy amigables y la confesión de ella me había llegado al alma.

 

Resonó una gentil llamada a la puerta de mi dormitorio y luego la voz de Ángela:

 

―¿Bella?

 

―Adelante ―dije con voz ronca por el sueño. La puerta se entreabrió y el rostro de mi amiga se asomó. Me sonrió.

 

―Buen día, Bella. ¿Desayunamos?

 

Le devolví la sonrisa.

 

―Claro. Me doy una ducha primero, ¿sí? ―ella asintió y desapareció. Me levanté con un suspiro, me encaminé hacia el armario y elegí las prendas que usaría ese día.

 

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―¿Cómo has pasado el fin de semana? ―me preguntó Ang en cuanto salimos del aparcamiento del edificio en dirección a la editorial. Como siempre íbamos juntas pero ésta vez en su auto.

 

―Muy bien ―contesté con una sonrisa mientras me acomodaba en el asiento dispuesta a disfrutar de la conducción de mi amiga―. Sus padres son muy amables y su hermano es tan guapo como él, sólo que más joven.

 

―Entonces… ¿les dijeron lo del bebé? ―preguntó, deteniendo el auto en un semáforo.

 

―Sí ―asentí―. Claro que primero los conocí a todos. ¡Ah! ―exclamé― y también conocí a sus amigos. Hicieron una fiesta y los invitaron. Son todos muy agradables.

 

―Pero, ¿cómo reaccionó su familia?―preguntó interesada.

 

―Primero se quedaron mudos ―reí suavemente― y luego comenzaron a felicitarnos. La madre de Damon lloró casi media hora ―me enternecí ante el recuerdo.

 

―¿Abuela primeriza?

 

―Sí.

 

Llegamos al edificio y ella condujo hacia el estacionamiento.

 

―¿Cómo ha estado el trabajo en los últimos días?

 

―Oh, sí, claro. Como te has tomado unas vacaciones antes de lo debido…

 

Nos reímos.

 

―Todo ha estado tranquilo ―me aseguró―. James ha trabajado bastante para poder ocuparse de tu parte pero ―se encogió de hombros.

 

Cinco minutos después estábamos entrando a las oficinas. El olor de café y el sonido de los archivadores resonaron en mis oídos como música y me di cuenta de que los había extrañado. No servía para no hacer nada; para estar de brazos cruzados por mucho tiempo. Un hombre muy guapo de cabello rubio dio la vuelta en la esquina y cuando nos vio en su rostro irrumpió una gran sonrisa. Abrió los brazos mientras se acercaba a nosotras.

 

―¡Mi editora estrella!

 

Me reí.

 

―Deja de ser tan melodramático.

 

Cuando se acercó me dio un abrazo tibio y rápido.

 

―¿Cómo te ha ido?

 

―Estupendo ―sonreí―. Me ha dicho Ang que has estado un poco… atareado.

 

Él suspiró.

 

―Cariño, no sabía que sin ti el trabajo se retrasaba tanto ―hizo una mueca―. De haberlo sabido te juro que hubiera pensado mejor el pedido del padre de tu futuro hijo.

 

Ang rodó los ojos y se dirigió hacia su escritorio mientras soltaba una risilla. Yo me dediqué a resoplar divertida y caminé hacia mi oficina. Solté un gemido cuando vi la pila de carpetas que había en el escritorio.

 

―¿Creías que te salvarías? ―rió James detrás de mí.

 

―¿No tienes nada más que hacer? ―le pregunté con fastidio juguetón.

 

―Nop. Soy el dueño, Bella ―su tono era el de «obvio».

 

Me instalé en el escritorio y me puse cómoda para empezar a trabajar. Por la ventana el sol iluminaba la mayor parte de la oficina.

 

―Así que los abuelos ya se han enterado.

 

―Sí ―contesté mientras ordenaba las carpetas y tomaba una para poder empezar a revisarla―. Ha estado muy bien, sólo que un poco sorprendidos de que Damon tuviera ―hice una mueca―… una pareja estable.

 

James rió.

 

―Me lo imagino; a mí que no lo conozco también me costaría creerlo. Imagínate.

 

―Lo sé ―suspiré―. A veces todo esto parece tan irreal.

 

―¿A qué te refieres exactamente? ―mi jefe se acomodó en el sillón y yo me recliné en el mío.

 

―A todo. a Edward, a Damon, al bebé… a la situación en general.

 

James me observó ante de decir―: las cosas muy pocas veces salen como las planeamos, Bella.

 

―Lo sé ―asentí―. Quizás era por eso que no había planeado nada de esto.

 

―Pero es para bien, ¿verdad?

 

Eso supuse. Si yo no me hubiera enterado Edward me hubiera engañado de todas formas y yo no habría conocido a Damon… pero, ¿había sido algo positivo conocer a Damon? Al fin y al cabo todo había sido muy melodramático y rápido. Pero sin él no habría bebé y en estos momentos no podía imaginarme el hecho de que mi bebé no existiera. Era algo inconcebible a este punto.

 

El día pasó rápido y sin complicaciones.

 

.

 

―¿Alguien quiere un poco más?

 

―Yo ―Ben sonrió. Le devolví la sonrisa y le serví un poco más de pescado―. Preparas un pescado exquisito, Bella.

 

―Gracias ―reí. Vivir con Charlie había dado sus frutos. El timbre del teléfono sonó y fruncí el seño. ¿Quién podría ser a aquella hora de la noche?

 

―Voy ―Ang se levantó y caminó en dirección a la sala.

 

―¿Cómo ha estado el ascenso, Ben?

 

El novio de Ang tragó y contestó:

 

―Bien. Solo que más responsabilidad es igual a menos tiempo libre ―no pude evitarlo. Me reí. Iba a comentar algo más cuando Ang regresó con el rostro blanco.

 

―Bella, es Jacob.

 

―¿Jacob? ―los latidos de mi corazón comenzaron a acelerarse cuando vi su rostro desencajado―. ¿Qué sucede, Ang?

 

―Charlie tuvo un infarto.

 

.

 

~oOo~

 

.

 

―Toma ―Sue me tendió una taza de café. La tomé y dejé que calentara mis manos frías, recordando que no debía tomar cafeína. Suspiré y levanté la vista para observarla mientras ella se sentaba a mi lado.

 

―Gracias.

 

Ella me sonrió.

 

―No hay por qué. Gracias por venir, Bella. significa mucho para él.

 

―¿Cómo no hacerlo? ―pregunté casi para mí misma. En cuanto Ángela me dijo lo que le había ocurrido a mi padre casi corrí hacia la puerta sin reparar en que ni siquiera llevaba las llaves del auto. Ángela y Ben me habían detenido y ella había insistido en traerme, Ben había venido detrás de nosotras en su auto para que luego pudiera llevar a Ang de vuelta a Seattle luego de que ella supiera que mi padre se encontraba fuera de peligro.

 

Había llamado a James temprano en la mañana para decirle lo que había ocurrido y él me aseguró que no había problema, deseándome que mi padre se mejorara y que yo me cuidara.

 

―¿Cómo has estado, Bella? ―acarició el dorso de mi mano. Había momentos en el pasado en el que me sentía culpable de llevarme tan bien con Sue. Es decir, ella era casi una segunda madre para mí pero, ¿en dónde quedaba Renée? Sue cocinaba, atendía la casa, se interesaba en sus hijos y sus problemas; parecía la mujer perfecta. No era que Renée haya sido una mala madre, no; sólo era despistada, su comida era sinceramente incomible y ella muy atolondrada… pero luego Edward me dijo que no debía sentirme de aquella manera, Renée era mi madre y siempre lo sería y Charlie tenía que seguir con su vida tal como ella lo había hecho sin detenerse a mirar a atrás. Además

 

―Bien. El trabajo ha estado igual y…

 

―Me refiero a Edward.

 

―Oh ―no me acordaba si le había contado a ella lo ocurrido―. Estoy bien. Sólo ―me encogí de hombros, cansada y adormilada. Aun no nos habían dado permiso de ver a Charlie y no nos habíamos movido de la sala de espera pero el médico que lo atendió le había asegurado a Sue que mi padre se encontraba estable―… creo que entiendes.

 

―Sí. Debes seguir adelante, cariño ―me sonrió―. Muchas relaciones y más en ésta época, son algo efímero. Da gracias por los momentos felices que has tenido con Edward porque no me cabe duda de que él te amó, Bella. Podía verlo en su rostro y sus acciones cuando aún vivían aquí. Créeme cuando te digo que tuviste un amor de adolescente soñado… ¿por qué lloras?

 

Las lágrimas caían traicioneras por mis mejillas mientras escuchaba sus palabras y me daba cuenta de cuánta razón tenía ella. Edward me había dado una adolescencia plena y feliz; cuando otras muchachas habían estado sufriendo por los muchachos que le gustaban y que no las tenían en cuenta, Edward me había elegido desde el primer momento. Cuando ellas habían estado haciendo dietas para verse más hermosas él me había dicho que yo era lo más bello que él alguna vez había visto en su existencia. Yo le había entregado mi virginidad con temor e inseguridades de mí misma y él me había devuelto una noche de amor maravillosa, convirtiéndome en una mujer por completo…

 

―¿Señora Clearwater?―la voz que provino desde nuestra espalda envió un bálsamo de alivio a mi preocupación pero, de igual manera, hizo que me tensara levemente. Miramos al médico que estaba de pie a nuestro lado con su bata médica y él me sonrió con aquella sonrisa tranquilizadora que usaba cuando me veía entrar en la sala de urgencias por algún accidente.

 

―Dr. Carlisle ―Sue se puso de pie y yo la imité, dejando la taza reposada en una pequeña mesa que había cerca.

 

―Hola, Carlisle ―le sonreí débilmente―. ¿cómo se encuentra Charlie?

 

―Está estable ―nos tranquilizó―, solo fue un pequeño susto pero eso no quita que deba cuidarse ―ambas asentimos con la cabeza. ¡Charlie con sus cervezas y su comida chatarra! Claro que aquella dieta había terminado cuando yo me mudé a su casa y luego, cuando yo me fui a Seattle Sue ya había estado con él. Me pregunté qué era lo que ella estaba sintiendo ya que su primer marido había muerto de un ataque al corazón.

 

―Sí.

 

―Les daré una dieta que él debe seguir y ―frunció los labios―… ¿Charlie no ha pensado en… retirarse?

 

Ninguna de las dos respondimos. ¿Charlie había pensado en ello? Lo creía poco probable ya que su trabajo lo había sacado adelante cuando sucedió lo de mi madre y en todos aquellos años en que estuvo solo.

 

―No lo sé, doctor ―suspiró Sue.

 

―Bueno, quizás sea hora de que lo piense, ¿verdad? ―sonrió amigablemente―. Pueden pasar a verlo ―Sue asintió y le sonrió, lista para encaminarse hacia la habitación de él―. Bella, ¿podría hablar contigo unos minutos?

 

La garganta se me cerró ante su pedido pero me las arreglé para asentir y murmurar un «ve» a Sue. Carlisle tocó mi hombro y me invitó a caminar con él hasta lo que supuse era la cafetería.

 

―¿Cómo has estado, Bella? ―me preguntó amablemente mientras nos sentábamos en una de las mesas que estaban contra la pared de uno de los costados.

 

¿Por qué todo el mundo me preguntaba aquello? Contuve las inmensas ganas de rodar los ojos.

 

―Bien. Un poco asustada por lo que le sucedió a mi padre pero…

 

―Me imagino ―sonrió bondadosamente, sus ojos azules eran cálidos y su cabello tenía destellos de oro debido a la luz que se reflejaba en ellos―, pero no debes preocuparte demasiado por ahora. Si él hace la dieta que le corresponde y se cuida y se hace chequear con regularidad podemos evitar otra situación así.

 

―Gracias, Carlisle ―sonreí con verdadero sentimiento.

 

―No hay por qué ―me devolvió la sonrisa―. Ahora, tú y Edward deben venir a cenar pronto. Esme se ha estado quejando de que hace tiempo que no vienen a la casa ―rió―; los extrañamos.

 

Me quedé fría y en ese momento lo vi en su mirada; él no sabía nada de lo que había sucedido entre Edward y yo y podía apostar que ni siquiera Esme lo sabía.

 

―Carlisle…

 

―Bella ―Sue apareció de repente en la entrada―. Charlie quiere verte… oh, lo siento.

 

―No, está bien ―Carlisle se puso de pie―. Tengo que hacer otra ronda ―me miró―. Luego hablamos, ¿sí?

 

―Sí.

 

.

 

―Hola, Bells.

 

―Papá ―me acerqué a la cama y lo abracé con cuidado―. ¿Cómo te sientes?

 

―Mejor ―se removió incómodo mientras le acomodaba la almohada y las mantas―. No tuviste que haber venido, Bells. No fue nada.

 

―¿Bromeas? ―puse los ojos en blanco y me senté en la silla que había a su lado― ¿quieres algo de comer?

 

―Ya me han traído algo ―hizo una mueca― pero eso no es comida.

 

Me aguanté una carcajada.

 

―Bueno pues tendrás que acostumbrarte porque Carlisle te dará una dieta que tendrás que seguir estrictamente y Sue se encargará de que lo hagas.

 

―Toda una vida de servicio para protegerlos y te pagan con una condena de alimentos de mentira ―suspiró. Esta vez no me aguanté y lancé una carcajada.

 

―Eres imposible.

 

Charlie sonrió.

 

Luego de conversar unos momentos más comencé a sentir que el sueño me visitaba y Charlie me despidió con un beso, sabedor de que no había dormido durante horas. Me dirigí a la casa ―Sue se quedó con Charlie en el Hospital― y apenas entrar subí las escaleras para dirigirme a mi antigua habitación. El cansancio se apoderó de mi en un abrir y cerrar de ojos.

 

.

 

~oOo~

 

.

 

Me despertó el familiar sonido de las gotas sobre el tejado aunque abrí los ojos un poco desorientada hasta que recordé los últimos acontecimientos. No me levanté inmediatamente y me dediqué a remolonear durante media hora, observando la claridad que iba desvaneciéndose en el exterior. Y admito que fue el hambre lo que me obligó a levantarme. Primero me di una ducha larga de agua caliente ya que me sentía un poco pegajosa debido a la siesta y me cambié de ropa a una camiseta de manga larga y un pantalón de chándal muy cómodo. Tomé mi móvil del bolso y bajé las escaleras para dirigirme hacia la cocina, rebusqué en la heladera hasta que encontré un poco de queso y calenté agua para prepararme un té. En el armario de arriba encontré galletas a las que le unté el queso y cuando me senté en la pequeña mesa masticando una galleta y esperando que el agua se calentara noté que mi móvil vibraba sobre la madera y recordé que lo había puesto en vibrador para que nadie me molestase. Lo tomé y atendí sin mirar quién era.

 

―¿Bueno?

 

¿En dónde diablos te has metido? ―el rugido de Damon se escuchó enfurecido―. Te he llamado una docena de veces y no contestabas.

 

―Dormía ―contesté con los dientes apretados.

 

¿Hasta esta hora de la tarde? ―su voz sonó asombrada pero se las arregló para mantener aquella irritante nota de sarcasmo en su voz.

 

―Si sigues hablando de ese modo colgaré.

 

Una respiración profunda―. Está bien. Lo siento ―se disculpó y escuché el ruido de una puerta al cerrarse― pero no contestas desde la mañana y creí que te había sucedido algo.

 

―No, a mí no ―lo tranquilicé―, pero no estoy en Seattle.

 

¿De qué hablas?

 

―Mi padre sufrió un infarto ayer y Ang y Ben me trajeron hasta Forks. Ahora estoy en la casa. Llegué hace unas horas y me moría de sueño y me olvidé de que había silenciado el móvil.

 

Bella, debiste haberme avisado para que yo no me preocupara. No sabes los escenarios que se me ocurrieron mientras pensaba qué demonios te había pasado para que no me contestaras. Creí que quizás le había sucedido algo al bebé.

 

En ese momento me sentí la peor persona en el mundo por haberle hecho pasar todo aquello. Marcharme sin pensar en él y en lo que podía sentir o imaginar. Me levanté cuando el agua estuvo lista y puse el móvil a modo de alta voz.

 

―Lo siento, Damon ―suspiré―. En verdad no lo pensé. Sólo quería llegar aquí lo antes posible sin que nadie me molestara.

 

Bien. Pues lo has logrado ―silencio―. ¿Cómo se encuentra tu padre?

 

―Bien. Solo fue un susto muy grande. Le darán una dieta que tendrá que seguir y cuidarse mucho ―serví el agua en la taza.

 

Sí, lo imaginé. ¿Quieres que vaya?

 

―¿A dónde? ―pregunté sin entender.

 

A Forks ―se oyó divertido―. ¿Necesitas algo? ¿quieres que lleve algo?

 

―¡No! ―exclamé casi gritando. Solté la taza en la mesada y derramé un poco de té. Tomé una servilleta de papel y limpié el líquido

 

¿Venir? ¿a Forks? ¿es que estaba loco? Mi padre no sabía nada de Damon, nadie en verdad. Y mucho menos sabía que estaba embarazada… ¿Qué diría?

 

Isabella ―la voz de Damon sonó seria a mis oídos―, algún día tendrás que decirle a tu familia que estás esperando un hijo mío.

 

―Lo sé ―exclamé irritada mientras me daba media vuelta para tomar el móvil―. Pero…

 

Me interrumpí cuando vi que una persona se encontraba en el umbral de la cocina.

 

―¿Qué haces aquí?

 

―Mamá me ha dicho lo de Charlie y he venido en cuanto he podido ―Leah se acercó a una silla y depositó su bolso en ella.

 

Asentí con la cabeza y miré al móvil que aún yacía sobre la mesa.

 

―Luego te llamo, Damon.

 

Bien ―escuché como la llamada se terminaba.

 

―¿Quieres algo de beber? ¿café o…?

 

―Ya lo hago yo ―me interrumpió ella, caminando pasando por al lado mío. Tomé mi taza y fui hasta la mesa donde me dispuse a merendar. La habitación estaba en silencio mientras Leah ponía a andar la cafetera. ¿Me habría escuchado? Supuse que sí pero no me importó. Era Leah y ella siempre me había ignorado. ¿Por qué tendría que cambiar eso ahora?

 

―Así que estás embarazada.

 

―Sí ―me tensé al instante.

 

―Y el niño no es de tu querido Edward ―sentenció.

 

―No ―contesté―. Y ya no es mi querido Edward, Leah.

 

―Bien ―ella estaba de espaldas a mí pero intuí una sonrisa en su voz―. Es un idiota. Imagínate cómo hubiera salido un hijo de él.

 

No me reí. De hecho, me quedé en blanco al reconocer el rencor en el tono de su voz. Un rencor que seguramente siempre había estado allí pero que me daba cuenta por primera vez de su existencia en ese momento.

 

―Hubiera sido una buena persona ―respondí. Edward pudo haberme hecho mucho daño pero era un buen hombre.

 

―¿Buena persona? ―seguía de espaldas; se estaba sirviendo su café. Resopló―. Dime Isabella, ¿qué es lo que ha hecho para que se separen?

 

―¿Quién te ha dicho que él ha hecho algo? ―no pude evitar la irritación que se reflejó en mis palabras.

 

―No puedo imaginarme que tú has sido la culpable de la separación ―caminó y se sentó frente a mí en la mesa. Mi té y las galletas estaban olvidadas. Ella tomó una y untó el queso para luego llevársela a los labios. Apreté los dientes. No quería decirle que Edward me había engañado; no quería darle esa satisfacción. Ella entrecerró los párpados―. Te ha sido infiel, ¿verdad?

 

―Sí ―¿qué más daba esconderlo? ¡estaba embarazada de otro hombre, por el amor de Dios!

 

Hizo una mueca.

 

―Siento eso. Nunca es grato que tu pareja lo haga ―no había ninguna nota de tacto en ella.

 

―¿Hablas por experiencia propia?

 

Leah me fulminó con la mirada y yo me levanté para dirigirme hacia la habitación que desgraciadamente compartía con ella. Había perdido el apetito.

 

.

 

Luego de escuchar música durante un largo momento y de arreglar ―más bien repasar― la habitación decidí. Media hora después de subir pude escuchar la puerta de la entrada cerrarse. Seguramente Leah había ido a ver a Charlie al Hospital. Yo también tendría que haber ido pero me sentía cansada y no quería extralimitarme con los esfuerzos; todavía no había pasado los primeros tres meses de gestación. Me dediqué a hurgar en las cajas que había dejado al marcharme a Seattle; fotos de la secundaria, trabajos prácticos, regalos de amigos y ese tipo de cosas. Al intentar bajar una de mis cajas que estaban en lo alto, tiré una caja roja con una tapa negra al suelo y ésta se abrió cuando todas las cosas de adentro se desparramaron sobre la madera.

 

―Maldición ―mascullé cuando me di cuenta de que esa caja en especial era de Leah. Me agaché para recoger todo y volver a ponerlo en el interior de la caja cuando un cuaderno que estaba abierto atrajo mi atención por las primeras dos palabras que había sobre la hoja. Me arrodillé en el suelo y lo tomé en mis manos. Comencé a leer:

 

3 de Octubre de 2005

 

Querido Diario:

 

»Esta noche Edward y yo hemos hecho el amor por primera vez. Fue asombroso. No fue mi primera vez, claro. Yo ya le había entregado mi virginidad a Sam pero con Edward fue mucho mejor, más placentero y menos doloroso. Estoy como en una nube. Nadie sabe acerca de nosotros, él me ha dicho que no nos escondiéramos de nadie pero le he dicho que es mejor esperar. Es que no puedo evitar pensar en lo que dirán cuando sepan que una india Quileute como yo es la novia de Edward Cullen…

 

»Otra noticia que ha estado volando por el pueblo es la inminente llegada de la hija de uno de los mejores amigos de mi padre, Charlie Swan. Él es el jefe de policía de Forks y ha estado siempre solo en su casa. Me alegra que por lo menos ahora tendrá un poco de compañía. Siempre me ha dado pena. Seth está entusiasmado y Jacob ni hablar, la niña ha sido su mejor amiga "cara pálida" como él dice.

 

»Me iré a dormir ya que me duelen algunos lugares del cuerpo pero no me arrepiento de nada.

 

~Leah.

 

Sentí como mi mundo se detenía por un momento. Saqué el aire que había contenido en mis pulmones en cuanto la realización me golpeó. Edward había estado con Leah. Había sido su novio. Se había estado acostando con ella… pero yo no lo había conocido por aquel entonces, ¿verdad? Volví a releer el relato de la fecha. No, yo aun no había pisado Forks en aquel entonces, pero, ¿Por qué nadie me había dicho nada? Pasé la hoja y me di cuenta que Leah no había escrito todos los días sino en tiempos espaciados porque el siguiente relato era del veinte de noviembre.

 

20 de Noviembre de 2005

 

Querido Diario:

 

»Estoy preocupada. Edward se está comportando de una manera extraña. Hemos estado viéndonos constantemente desde aquella maravillosa noche, haciendo el amor cada vez que la pasión nos envolvía; hemos llegado a hacerlo en la parte de atrás del Instituto en el que él está estudiando. Me ha enseñado muchas cosas respecto al sexo que yo no creía que existieran. Una noche hasta llegó a entrar a mi habitación. Ni mis padres ni mi hermano nunca se enteraron aunque no sé cómo; Edward prácticamente tuvo que taparme la boca mientras se movía encima de mí para acallar mis gemidos. Fue una de las mejores noches de mi vida, creo que la adrenalina de saber que podían descubrirnos en cualquier momento nos encendía a ambos. Lo amo como nunca amé a Sam; ni siquiera sé si amé a Sam de alguna forma. Además Edward es mucho más guapo que cualquiera. Y es mi novio. Mío.

 

»Pero como dije Edward se ha estado comportando muy raro últimamente, al principio fueron pequeñas cosas como que de pronto terminara nuestras conversaciones por teléfono de repente, excusándose con que su madre o su padre lo llamaban, también nos vemos menos; ya no me busca como antes y hoy estábamos besándonos en su auto y él comenzó a acariciar mis piernas desnudas (yo llevaba una falda) y pensé con deleite «ahora bajará mis bragas y sus pantalones para poder tomarme contra el cuero del asiento de su auto como aquella otra vez» pero Edward se detuvo, sacudió la cabeza y luego se distanció de mí dejándome fría en el asiento del copiloto.

 

»¿Qué sucede? le pregunté.

 

»Nada, Leah me respondió. Será mejor que te lleve a tu casa.

 

»¿Qué hago? No puedo evitar pensar que sucede algo malo y que él no me lo dice pero, ¿qué puedo hacer para que lo haga? Siento que lo pierdo por nada.

 

~Leah.

 

Oh, por Dios, pensé. Pero no pude bajar el diario de mis manos que estaban frías. Con verdadero masoquismo busqué el próximo relato.

 

04 de Enero de 2006.

 

»Querido Diario:

 

»Ya sé lo que ha sucedido. Lo descubrí todo. Ahora sé porque Edward ya no me tocaba. Fui a su Instituto a la hora que termina la tarde y en la que todos los estudiantes salen para irse a sus casas. Lo extrañaba y quería verlo, tal vez hablar de lo que sucedía para hacer que él confíe en mí. Reconocí su auto en una de las primeras filas. Sólo había adelantado un paso en su dirección cuando la vi; una muchacha menuda de cabello castaño, largo y levemente ondulado. Su piel parecía porcelana fina y sus labios tenían el color de las rosas. Era muy bella y Edward tenía un brazo enredado en su cintura mientras reía por alguna cosa que ella había dicho. También reconocí a la familia de Edward alrededor de ellos. Juro que sentí cómo mi corazón se rompía en pedazos muy lentamente, como si estuviera en cámara lenta. Me fui de allí llorando como una idiota pero creo que nadie me vio. Eso espero, en verdad. Luego me enteré quién era la muchacha. Era Isabella Swan, la hija del jefe de policía, Charlie, el mejor amigo de mi padre. ¿Por qué lo hizo? ¿por qué tuvo que venir aquí a acabar con mi vida? ¡La odio! No la conozco y ya la odio…

 

»No me pude quedar de brazos cruzados y enfrenté a Edward. Lo cité en una parte de la reserva donde siempre nos veíamos porque estaba desierta a esa hora. Él trató de calmarme pero yo estaba hecha una furia, pedí explicaciones y él me dijo que había estado viendo a "Bella" (debe ser un estúpido apodo para Isabella) y que se había enamorado de ella desde el primer momento en que la había visto pero que no sabía cómo decirme que ya no sentía nada por mí sin lastimarme. Que la amaba. ¡Se atrevió a decirme en la cara que amaba a aquella estúpida! Lo insulté, lo llamé de mil maneras e intenté golpearlo con todas mis fuerzas. ¿Sabes qué es lo más humillante de toda la situación? Que mientras yo intentaba golpearlo y él detenerme terminé contra la pared, apresada contra su cuerpo, acariciándolo y besándolo mientras él me penetraba una y otra vez. Cuando terminamos él se abrochó los pantalones, murmurando una disculpa y un adiós. ¿En qué me he convertido? Fui una cualquiera que mendigó por un poco de sexo, por sentirlo dentro de mí. Juré que me vengaría, iría a la casa de aquella estúpida de Isabella y le diría todo, pero luego lo pensé mejor y decidí no hacerlo. Llegaría el momento en el que ella sufriría en carne propia lo que Edward me hizo a mí y ese día yo obtendría mi venganza. Porque sé muy bien que el que engaña una vez, engaña siempre.

 

~Leah.

 

Solté el diario de mis manos y me incliné hacia el suelo con una mano en el estómago. Vomité.

 

Capítulo 9: Amigos y reacciones Capítulo 11: confeciones

 
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