Ayúdame a sanar (+18) Short-Fic.

Autor: dianacullenblack
Género: Romance
Fecha Creación: 14/07/2012
Fecha Actualización: 26/07/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 44336
Capítulos: 15

La traición se interpuso en la relación de Bella y Edward... para luego hacerlo Damon Salvatore.

M por Lemmons Shortfic. B&D&Ex OoC ¡Todos Humanos! BxD .

Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y L.J Smith. La historia es propiedad de Gissbella De Salvatore yo solo publico con su autorizacion.

TERMINADO

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Capítulo 6: Conociéndonos

Declaimer: Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y L.J. Smith. la trama de Gissbella de salvatore.

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Ayúdame a sanar

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Conociéndonos

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―Estoy bien, mamá ―le dije a la mujer detrás de la línea―. De verdad.

Sé que debo parecerte muy pesada, cariño, pero solo quiero asegurarme que estés bien. Tuve una sensación muy rara antes de llamarte. Como si te estuviera sucediendo algo y no me lo hubieras dicho.

Me mordí el labio inferior. Mi madre no podía ser bruja, ¿o sí?

―Ya te dije que todo está bien ―repetí―. Pero, cuéntame de ti. ¿Cómo les está yendo a Phil y a tí?

En ese mismo momento mi madre empezó a contarme todo lo que había hecho durante todo el tiempo que no nos habíamos comnunicado.

Miré por la ventana de mi habitación. La tarde había estado hermosa luego de volver del trabajo pero yo estaba cansada así que en vez de salir con Ang, me había acostado en mi cama, dejando que el sueño me invadiera. Hasta que mi madre llamó.

Así que estamos bien ―terminó Renée―. ¿Cómo estas con Edward?

Suspiré.

―Sabes que ya terminamos.

Lo sé, sólo quiero saber cómo lo estas llevando.

―Bien, mamá. Solo lo he visto una vez en una fiesta y estaba… bien acompañado.

¡No me digas que estaba con la golfa con la que te engañó!

Hice una mueca.

―Sí.

¿En una fiesta? ―preguntó―. ¿tú estabas sola?

―No ―suspiré―. Estaba acompañada de James…

¿James? ¿que James? ―su voz se había vuelto ansiosa y podía ver su sonrisa a través de la linea.

―Es mi jefe…

¿Y es guapo?

―No. Bueno, sí, pero no importa porque tiene pareja.

Oh.

―Pero ya está, mamá. Con Edward no hay vuelta, ya no confío en él. Además ―mi mano voló hacia mi vientre, acariciándolo―… conocí a alguien más.

Renée soltó un chillido que casi me rompe los tímpanos.

¿En serio? ¿quién? Me tienes que contar todo…

―No, todavía no. Tengo que… esperar un tiempo. Si todo va bien…

Entiendo.

Seguimos hablando por un momento más hasta que ella me dijo que tenía que cocinar. Tuve que contenerme para no reír. ¡Pobre Phil!

Por mi parte, me fui a bañar. Ángela había salido con Ben a celebrar un ascenso que le habían dado a él. Me alegraba. Así que eso hacía que tuviera el departamento al completo para mí. Luego de vestirme y peinarme, puse un poco de música agradable y abrí las ventanas para que el aire fresco entrara.

Me había calmado por lo que había sucedido en aquella rara fiesta. Por un lado, no podía creer que yo hubiera abofeteado a la tal Irina pero luego, pensándolo mejor, me di cuenta de que fue un cúmulo de emociones que había estado arrastrando desde el principio: Edward, Irina, Damon, el bebé… sentía como todo hubiera sido de repente, como si se hubieran estado acumulando hasta que de una vez por todas exploté. Irina había tenido suerte con que sólo fuera una bofetada, pensé. Y Edward… ¿en realidad era algo serio lo que tenía con Irina? Cuando habíamos discutido en el estacionamiento, a juzgar por sus palabras, no me lo pareció. Pero ahora hasta iba a fiestas con ella. Me dije a mí misma que no importaba; Edward y yo habíamos terminado y en aquellos momentos realmente no estaba para darle vueltas al asunto porque tenía mejores cosas en las qué pensar.

¿Qué iba a hacer con Damon?

Suspiré, dirigiéndome hacia el refrigerador para sacar lo necesario para la cena. Tenía hambre.

Todavía no se me habían olvidado sus palabras, de hecho, parecían cinceladas en mi mente. ¿Qué había querido decir con aquello de iba a tener que dejarme de considerar como una mujer soltera? Un escalofrío recorrió mi columna porque, sinceramente, solo pude pensar en la falta de libertad.

No, me dije a mí misma. Damon era casi un total desconocido y ni el hecho de que fuera el padre de mi hijo le daba algún derecho sobre mí o el niño, bueno, quizás sí sobre el niño pero no sobre mí. Entonces, ¿había querido decir que no iba a estar sola en la crianza de mi hijo? Una leve sonrisa se instaló en mis labios cuando me di cuenta que tenía suerte en que Damon fuera un hombre honorable. Porque podía ser un mujeriego ―algo que yo no había comprobado del todo aún― pero al decirme todo aquello la noche anterior, me di cuenta de que tenía un muy buen sentido de la responsabilidad.

―Al menos sí tendrás un papi ―murmuré mientras me acariciaba inconscientemente el vientre.

Aquello me sorprendió de veras y luego sentí como la realidad me golpeaba, dejándome estática y levemente mareada. Estaba hablándole a mi hijo. Mi hijo. Iba a tener un hijo, una boquita que alimentar, una personita a quien vestir y a quien cuidar. Mi cabeza dio vueltas y sin nada más, mi mente conjuró la tierna imagen de un bebé con cabellos negro y ojos celestes.

El sonido de alguien llamando a la puerta me sacó de mi ensoñación. Miré alrededor para saber donde me encontraba y cuando volvieron a llamar, caminé y abrí la puerta.

―¿Tienes que abrir así la puerta? ―fue lo primero que dijo Damon. Alto y hermoso, estaba de pie en el umbral―. Podría haber sido un asesino, un violador o un ladrón y tú ni siquiera preguntas.

Fruncí el seño.

―Ninguno de ellos llamaría a la puerta ―argumenté, escondiendo mi vergüenza ya que tenía toda la razón del mundo. Me prometí recordar aquello desde ahora en adelante―. De todas formas, ¿Qué haces aquí? ¿Cómo conseguiste mi dirección?

Me sonrió con aquella sonrisa tan suya que era una mezcla entre sarcasmo y burla.

―Soy médico, ¿recuerdas? ―a pesar de todo su voz era suave―. Y será mejor que cambies el hábito de abrir si preguntar antes.

―Es mi vida ―me encogí de hombros.

Entrecerró los ojos y su mirada se detuvo en mi vientre.

―Ya no estamos hablando solo de tu vida.

Mi seño se alisó.

―¿Estás sola? ―me preguntó mientras miraba hacia el interior de la calma estancia que era mi hogar en aquellos momentos.

―Sí ―respondí sin pensar―. ¿Se te ofrece algo?

Sin responderme, entró al departamento observando su alrededor. Bufé y cerré la puerta.

―Como te he dicho, ya te he dado suficiente tiempo para pensar, cariño. Necesitamos hablar ―dejó de inspeccionar el lugar y se volvió hacia mí―. Además, tengo que darte algunos consejos.

Tomé aire lentamente y lo solté.

―Estaba cocinando ―dije mientras volvía hacia la cocina con él a mis espaldas.

―¿Cómo has estado? ―preguntó―. ¿Náuseas? ¿mareos?

―Náuseas, sí. Pero ya no tantas. Y mareos, bueno, sólo cuando me muevo muy rápido.

Él asintió. Miró lo que yo hacía y agarró un cuchillo.

―¿Qué haces? ―le pregunté.

―Te ayudo.

Alcé mis cejas.

―¿Cocinas? ―le pregunté cuando comenzó a pelar la cáscara de la papa con facilidad.

Él sonrió.

―Mi madre se ha ocupado de que ni mi hermano ni yo seamos una carga culinaria para nuestras… esposas.

Una alarma se disparó en mi cabeza.

―¿Estás… casado?

Él resopló.

―Si estuviera casado ―volvió a mirar mi vientre―… no estaríamos en esta situación.

Fruncí el seño cuando recordé las palabras de James a Ang.

«Cariño, siento decirte que ahora eso no cuenta mucho. Un hombre puede tener una relación estable e igual acostarse con otras.»

Sacudí la cabeza, sabiendo que iba a tener que creerle a Damon. Además, en su departamento no había visto nada que me hiciera pensar lo contrario.

―¿Tu madre? ―pregunté― ¿cómo se llama?

Me sonrió.

―¿Charla pre-cama?

Fruncí el seño.

―Bueno supongo que como ya nos hemos… acostado, tengo todo el derecho de preguntar, ¿no?

―Sofía. Sofía Salvatore. Mi padre es Giuseppe Salvatore.

―Y tienes un hermano. ¿Alguna hermana?

Él negó con la cabeza.

―Nop. Sólo un hermano menor. Stefan.

Y así siguió nuestra plática. Cocinamos y luego lo invité a comer después de pensarlo por un momento. Es decir, algún día tendría que sentarme a conversar con él y qué mejor momento que aquel. Comimos tranquilos mientras él me platicaba de sí mismo. Creí que se había dado cuenta que todavía yo no estaba muy cómoda con la situación porque él empezó a contarme su vida sin preguntar nada de la mía. Me pareció un buen gesto. De ese modo me enteré que él había nacido en Italia pero que a los nueve años de edad sus padres dejaron el país con él y vinieron a los Estados Unidos, más precisamente a un pequeño pueblo de Virginia. Acabó su educación aquí y luego de que su abuelo muriera él se decidió por seguir la carrera de médico. Y cómo le gustaban los niños se hizo pediatra. Cuando le pregunté por qué le gustaban, su respuesta fue la siguiente:

―Son los únicos seres, a parte de los animales, que aun poseen inocencia y honestidad.

Quizás fue su penetrante mirada pero de alguna forma me sentí incómoda.

De cualquier manera, seguimos hablando y seguí enterándome de pequeñas cosas como que no le gustaba la cerveza ―algo realmente raro en un hombre― pero amaba el whisky. Su plato preferido eran las pastas de su abuela y le encantaba jugar al bouling. Su grupo favorito era Queen y no miraba la televisión a menos que fueran películas ―algo que no sucedía a menudo ya que su trabajo absorbía la mayor parte de su tiempo.

Cuando estábamos lavando los platos ―yo lavaba y él secaba― me preguntó por mis padres. Luego de tanta plática de su parte, me pareció más que justo hablarle de mí.

―Mi madre se llama Renée y mi padre Charlie. Están separados y mi madre se ha vuelto a casar cuando yo tenía diecisiete años.

―Oh. Lo siento ―dijo mientras enjuagaba los cubiertos.

―No lo sientas ―respondí―. Mis padres se separaron meses después de haber nacido yo, así que no sufrí mucho por una separación.

―¿Ya… no se querían?

Mis manos enjabonadas dejaron de moverse sobre el plato. Miré la pared que estaba frente a mí con el seño fruncido. Damon comenzó a disculparse.

―No quise…

―No, está bien. Es sólo… que no sabría decirte si se habían dejado de querer ―volví a lavar el plato―. Creo que al principio no. Pero mi madre quería salir de Forks y mi padre no. Un día ella solo me llevó consigo. Por un tiempo, creo que ninguno de los dos dejó de quererse pero luego el tiempo pasó y ―me encogí de hombros―… cuando yo era adolescente la animé a que no estuviera sola y conoció a Phil. Creo que mi padre aun no la ha olvidado del todo.

Estuvimos en silencio hasta que terminamos de lavar y secar.

―Nuestras familias no se parecen en nada ―soltó él―. Mi padre es abogado y mi madre, bueno, ella no tiene otra profesión que ser madre ―una sonrisa iluminó su rostro. Esa clase de sonrisa que Edward tenía cuando hablaba de Esme―. Son un poco… conservadores, mi padre más que nadie. Por eso no me llevo muy bien con él.

Asentí, recordando que algo teníamos en común.

―Bueno, yo también crecí en un pueblo. Mi padre es jefe de policía y mi madre maestra de kínder. Mis padres no son conservadores. Bueno, en realidad, mi padre quizás un poco sí pero mi madre es un espíritu libre.

―Me caerá bien, entonces.

―¿Caerá? ―pregunté enarcando una ceja.

―Claro. Supongo que la conoceré cuando vayamos a visitarla.

―Espera, espera, espera ―le advertí, enfrentándolo―. ¿Cuando vayamos a visitarla?

Él entrecerró los ojos.

―Claro. ¿Ya le has hablado del bebé? ―negué con la cabeza―. Bueno, yo tampoco. Les diremos juntos.

No pude evitar quedarme mirándolo.

―¿En serio vas a estar?

―¿Dónde? ―frunció el seño.

―D-Durante el embarazo y s-su vida…

―Claro que sí. ¿Qué te hace pensar lo contrario? ―su rostro se endureció―. ¿Tienes algún novio que vaya a querer hacerse cargo de mi hijo? ¿el rubiecito ese?

Me envaré.

―James es mi jefe, Damon.

―¿Sólo tu jefe?

Tuve ganas de cruzarle la cara como a Irina.

―Sí ―contesté a través de los dientes―. Y si tuviera a alguien, ¿qué? ¿te importaría? ―le pregunté con las manos en mi cadera.

Sus ojos llamearon.

―Sí me importaría. Recuera que es mi hijo, también ―se acercó un paso más a mí y yo retrocedí―. No empieces algo que no puedes terminar.

No supe qué decir.

Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la sala. Lo seguí.

―Se está haciendo tarde ―murmuró mientras tomaba su chaqueta. Se la puso encima y sacó un papel del bolsillo. Lo desdobló y me lo tendió.

―¿Qué es esto? ―pregunté cuando me lo tendió.

―Son las vitaminas que tienes que tomar. Quiero que hagas todo al pie de la letra, ¿está claro?

Asentí, sin darle importancia a su tono mandón. Después de todo, era por el bien del bebé.

―Sí.

Se encaminó hacia la puerta y lo seguí después de depositar el papel en la mesa. Abrí la puerta y él se detuvo en el umbral.

―Que descanses ―me deseó él, mirándome a los ojos. Mi corazón retumbó en mi pecho. Me perdí en sus ojos y de alguna manera me encontré entre sus brazos. Él me sostuvo junto a él y cuando levanté mi cabeza, él bajó la suya. Nuestros labios se encontraron y suspiré entre ellos. Sus manos se deslizaron por mis hombros hacia abajo por mis brazos mientras las mías lo hacían por su cuello. Abrí mi boca y el la invadió con su lengua, lenta y sensualmente. Mi cuerpo comenzó a arder lentamente mientras sus manos acariciaban mis costados e iban a parar a mi trasero, donde tomó mis nalgas y las apretó suavemente.

Gemí y él comenzó a caminar nuevamente hacia el interior del departamento, cerrando la puerta de una patada.

―Tu habitación ―consiguió soltar él entre besos. Lo guié a través de la sala, chocándonos con los sillones, o tropezándonos con la alfombra. La puerta de mi habitación estaba frente a la de Ángela y no pude evitar agradecer interiormente de que ella no se encontrase en el departamento. Abrí la puerta y Damon entró, empujándome suavemente con él.

Mi dormitorio estaba oscuro y solo era iluminado levemente por la poca luz que entraba de la ventana, ya que la persiana estaba levemente levantada, dejando entrar una suave franja de claridad.

Llevé mis manos a su pecho y deslicé su chaqueta por sus hombros hasta soltarla en el suelo. Sus manos se escaparon bajo mi blusa y acariciaron la piel desnuda de mi espalda, haciéndome estremecer. Levanté los brazos y él levantó la prenda que se reunió con su chaqueta. Me empujó suavemente hasta que mis rodillas cedieron contra la madera de mi pequeña cama.

Me recostó sobre la cama y trepó quedando sobre mí. Su aroma me envolvió, mareándome. Ese aroma masculino que podía llegar a convertirse en uno de mis favoritos. Besó mi boca, mi mentón, mi cuello. Se demoró en mi cuello, besando, succionando, dejando rastros de saliva. Volviéndome loca. Tomé su camisa y se la quité. Acaricié su pecho, sus hombros, su espalda… no me había puesto a pensar antes pero Damon no tenía nada de vello en el pecho. Sentí sus labios en mis pechos a la vez que sus manos bajaban la cinturilla de mi pantalón, deslizándolo por mis piernas hasta quitármelos. Luego desprendió mi sostén y también lo dejó en el suelo. Suspiré cuando enterró su rostro entre mis pechos. Sentí su respiración y lancé un gemido a la oscuridad. Enterré mis manos en su cabello oscuro y él comenzó a besarme los pechos nuevamente. Volví a gemir.

Él levantó su rostro y me sonrió de lado. Me humedecí al observar el gesto.

―¿Están más sensibles? ―sus palabras me sacaron de mi estupor.

―¿Qué?

Volvió su mirada a mi busto.

―Pregunté si… están más sensibles.

Este hombre iba a matarme. Reposé mi cabeza en la almohada e hice un sonido de afirmación, absorbiendo el calor de su cuerpo. Luego hice otro sonido pero esta vez era de descontento al sentir la tela de su pantalón.

―Sácatelo ―me quejé. Él rió suavemente pero me obedeció de todas formas. Pronto lo tuve encima de mí completamente desnudo, explorándome, besándome, haciendo suspirar.

Me senté y me puse a horcajadas de él, asegurándome de arrancarle un gruñido en el proceso. Hice lo mismo que él me había hecho a mí; besé su rostro, me dediqué a jugar con su labio inferior mientras mis manos acariciaban su ancha espalda. Mis labios viajaron hacia su cuello y su clavícula, dando pequeños mordiscos que seguramente no dejarían marca. Seguí besando su pecho, más abajo. Estaba por llegar a su erección, que estaba orgullosamente erguida y dura, invitándome, cuando en su pecho retumbó un gruñido grave. Sentí el agarre de sus manos en mis antebrazos y me tumbó de nuevo en la cama, colocándose sobre mí.

―No aguanto más ―murmuró con la voz distorsionada por la lujuria. Rápida pero cuidadosamente entró en mí, haciéndome sentir completa. Liberé el aire que no sabía había estado reteniendo.

A diferencia de las veces anteriores, ésta vez Damon Salvatore me hizo el amor lentamente.

Se deslizaba dentro de mí, entraba y salía a un ritmo pausado pero que hacía que el fuego en mi interior se fuera construyendo a un ritmo igualmente lento aunque yo sabía que de todas formas me quemaría. Siguió moviéndose dentro de mí, besándome en los labios mientras yo rodeaba sus caderas con mis piernas, obligándolo a que fuera aun más rápido y profundo. Mis manos se deslizaban por su espalda, la cual se encontraba humedecida por una fina capa de sudor. Enterró su rostro en mi cuello y sus jadeos se deslizaron sobre mi acalorada piel.

Gemí sintiéndome cerca.

―Eres hermosa ―suspiró él en mi oído para luego lamerlo―. Amo… tu piel ―incrementó el ritmo―. Amo… como… hueles ―gimió.

Mi liberación me golpeó fuerte, haciéndome pronunciar su nombre sin aliento y enterrar mis uñas en su espalda. Él gruñó mi nombre, liberándose en mi interior. Cuando sus temblores se apaciguaron, Damon colapsó sobre mí. Tendría que haberme sentido incómoda por ello pero fue totalmente lo contrario. Su cálido peso sobre mí era saber que no estaba sola, saber que de alguna manera todavía era querida por un hombre. Me sentí en casa. Acaricié los húmedos cabellos que se encontraban pegados la parte de atrás de su cuello.

Gruñó y rodó hacia mi lado, saliendo de mi interior. Me sentí vacía al momento.

―Siento si te aplasté ―se disculpó en voz baja, acomodándome a su lado. Apoyé mi cabeza en su hombro y puse mi mano derecha a través de su pecho a la vez que él nos tapaba a ambos con el acolchado. Lo escuché suspirar―. ¿Qué me haces, Isabella?

Enarqué una ceja pero no lo miré. Mis ojos estaban cerrados y yo me encontraba disfrutando de su calor corporal. Me acurruqué junto a él

―¿De qué hablas?

Sentí su pecho vibrar debido a que seguramente se estaba riendo.

―Casi me abalancé sobre ti.

Una pequeña sonrisa se instaló en mis labios.

―Bueno, debo confesar que me gustó.

Ahora su risa flotó en el aire. Y me encantó. Era tan… varonil.

―Apuesto a que sí. ¿Tienes algo que hacer mañana?

Fruncí el seño e hice memoria. Era fin de semana así que no tenía nada que hacer. Además, con mi embarazo James me sacaba trabajo de encima.

―Nada. ¿Por qué preguntas?

―Podríamos pasar el día juntos ―sentí sus manos deslizarse por mis piernas―. Ya sabes, conocernos mejor ―me movió de manera que estuve sobre él. Sentí su erección.

Jadee.

―¿De nuevo? ¿tan rápido? ―él me sonrió inocentemente desde su posición debajo de mí―. ¡No eres humano! ―exclamé.

―Nha ―contestó, guiándome sobre su erección, que pronto me llenó. Ambos suspiramos de satisfacción―. Soy un vampiro ―rió ante su propia broma.

¿Yo? yo estaba demasiado distraída como para reirme.

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~oOo~

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El sonido de mi teléfono atravesó mis sueños, llevándome a la realidad. Gruñí y me di la vuelta, acomodándome más en la cama.

El teléfono volvió a sonar.

Suspiré y alargué la mano hacia la mesita de noche, tanteando hasta que tomé el frío aparato. Abrí un ojo y atendí.

―Hola, Ang ―murmuré con la voz rasposa.

Hubo una risa al otro lado de la linea.

¿Todavía durmiendo?

―Hmm ―me froté el ojo derecho―… bueno, no dormí hasta tarde.

Yo también ―rió Ang― pero creo que por una razón diferente a la tuya ―podía ver su sonrojo a través de la linea.

Sonreí.

―No creo que sea tan diferente.

Jadeo.

¿Qué has dicho? ―medio susurró-gritó Ang.

Reí. Miré a mi alrededor para no encontrar pista de Damon aunque la pequeña cama era un desastre en sábanas. Pude oler el aroma a desayuno en el aire.

―Ya me has oído.

Pero… ¿Edward…?

―¡No! ―casi me caigo de la cama―. ¡Claro que no! Pasé la noche con… Damon.

Un suspiro de alivio.

Casi me asustas ―su tono se volvió juguetón―. Y yo que me sentía mal por dejarte sola…

Bufé.

―Sí, claro.

Escuché la voz de Ben al otro lado de la línea.

Ben te manda saludos. Sólo llamaba para decirte que no voy a volver en todo el fin de semana.

―No te preocupes, Ang. Dale mis saludos a Ben. Y te dejo porque tengo hambre y quiero ir a ver qué está cocinando Damon.

¿Cocina? ¡te has sacado la lotería! Y quiero conocerlo, Bella. Pronto.

Suspiré.

―Pronto ―prometí.

Luego de despedirme de Ang me levanté, me puse ropa interior y vi que la camisa de Damon estaba todavía tirada en el suelo así que la levanté y antes de ponérmela encima, la llevé a mi nariz para inhalar su aroma. Casi me mareo de éxtasis. Luego salí del dormitorio, caminando hacia la cocina. Fue como un déjà vu verlo allí, cocinando. Lo que cambiaba era que estaba en mi casa, no en la suya. Y que en ese momento sólo llevaba sus jeans puestos. Su torso estaba al descubierto.

―Buen día ―saludé.

Él se volvió y me sonrió.

―Algún día tendrás que cocinar tú ―comentó mientras servía el desayuno. Caminé hacia él y sin pensar lo besé en los labios―. Buenos días, scricciolo¹.

Enarqué una ceja ante la palabra desconocida pero lo dejé pasar ya que su voz había sonado tan… íntima y suave. Además, moría de hambre. Había sido una noche muy… ajetreada. Damon en verdad se parecía a un vampiro.

Sonreí ante el recuerdo y me senté.

―¿Cómo dormiste? ―Le pregunté.

―Excelente. El ejercicio ayudó mucho.

De repente caí en cuenta de algo.

―¿No tienes trabajo hoy?

Negó con la cabeza mientras comía. Parecía realmente hambriento. Miré mi plato y se me hizo agua la boca al ver las frutillas y manzanas bien cortadas con un solo un poco de azúcar espolvoreada encima. A mi derecha se encontraba la crema batida que supuse era por si quería frutillas con crema. Lo imité. Comimos en un agradable silencio hasta que él habló.

―Entonces, ¿qué quieres hacer?

Me encogí de hombros.

―No tengo idea. ¿Qué sugieres?

―Bueno ―tomó un poco de zumo de naranja―, me gustaría que fuéramos a la farmacia a comprar lo que debes tomar.

Asentí con la cabeza.

―Me parece bien. ¿Y luego?

―No sé, ya se nos ocurrirá algo.

―Ajam.

Juro por lo más sagrado que no me pude resistir. Tomé la crema batida y puse un poco sobre su pecho. Él me miró con ojos escépticos cuando me incliné y la lamí toda. Me mordí el labio inferior luego de traga. Rico.

―Quieres jugar, ¿eh? ―cuando lo miré tenía una sonrisa en los labios. Apartó nuestro desayuno y me subió de repente ―aunque suavemente― a la mesa, donde me recostó.

―¿Damon?

Él no me respondió pero tomó la crema.

Oh-oh.

―¿Qué…?

Levantó mi camisa ―su camisa― y vertió crema a lo largo de todo mi vientre. Suspiré y descansé mi cabeza contra la superficie dura de la mesa. Pronto sentí su lengua en mi vientre lamiendo suavemente la crema en el camino que él mismo había trazado. Jadee mientras sentía esos leves mordiscos que mandaban descargas a través de mi columna. Llegó a mi ombligo donde se entretuvo limpiando hasta el último vestigio de crema mientras yo me retorcía. Siempre con la lengua.

―Damon ―suspiré jalando de su cabello y pasando mis piernas por encima de sus hombros. Llevé mi vista a su rostro y pude ver que en mi piel no quedaba rastro de nada. Me sonrió y se limpió con la lengua un poco de crema que le había quedado en la comisura del labio. Gemí y mi cabeza encontró devuelta la superficie de la mesa.

Vi como tomaba otra vez la crema pero esta vez su mano se deslizó hasta mis bragas. Me mordí el labio, expectante.

Y sonó el timbre.

Gruñí y él prácticamente rugió.

―Si lo ignoras, yo también ―murmuró, batiendo la crema.

El timbre volvió a sonar una vez. Dos veces más. Tres veces más.

Maldijimos al mismo tiempo en el que yo me bajaba de la mesa y él se alejaba e mí, claramente frustrado. Me bajé la camisa para que me cubriera algo y Damon se dirigió hacia la puerta.

La abrió en un movimiento de claro enojo. Cinco segundos de silencio y yo lo seguí. Mi corazón empezó a latir debocado en mi pecho cuando vi de quien se trataba.

―¿Qué demonios haces aquí, Salvatore? ―rugió Edward.

Dejé de respirar.

―¿Qué te importa, Cullen? ―lo evadió Damon―. ¿Qué es lo que haces aquí?

Ambos se miraban hostilmente y tenían una posición sumamente tensa.

Edward me buscó con la mirada y me preguntó:

―¿Qué hace él aquí, Bella? ―exigió y en ese momento mi cabeza se despejó. ¿Acaso estaba él pidiéndome explicaciones a ?

Me envaré.

―No te importa. ¿Cómo supiste donde vivo y quieres?

―Como lo supe no importa.

―¿Entonces? ―me acerqué a Damon aunque él se puso en guardia y me empujó levemente hacia atrás de él―. ¿Qué quieres?

Edward hizo una mueca que estaba entre una sonrisa y una demostración de dientes. Lo conocía demasiado bien como para saber que sus ojos ardían de furia. E hecho, no necesitaba conocerlo para darme cuenta de ello.

―Oh, no sé ―contestó con un tono sarcástico poco característico en él―. Tal vez una explicación de esto ―subió la mano mostrando un papel algo maltratado.

Al entrecerrar los ojos pude notar un sello de laboratorio en él y me di cuenta que eran unos análisis.

Mis análisis de laboratorio.

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¹Scricciolo: es alguna clase de pájaro pero la palabra se utiliza también como un sobrenombre cariñoso. Suele referirse a una persona menuda o a algo pequeño

hola nenas, me arian tan feliz si dejan un comentario. :)  ♥

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Capítulo 5: Encantadora e insufrible fiesta Capítulo 7: Enredos y explicaciones

 
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