Ayúdame a sanar (+18) Short-Fic.

Autor: dianacullenblack
Género: Romance
Fecha Creación: 14/07/2012
Fecha Actualización: 26/07/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 44338
Capítulos: 15

La traición se interpuso en la relación de Bella y Edward... para luego hacerlo Damon Salvatore.

M por Lemmons Shortfic. B&D&Ex OoC ¡Todos Humanos! BxD .

Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y L.J Smith. La historia es propiedad de Gissbella De Salvatore yo solo publico con su autorizacion.

TERMINADO

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Capítulo 5: Encantadora e insufrible fiesta

Declaimer: Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y L.J. Smith. la trama de Gissbella de salvatore

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Ayúdame a sanar

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Encantadora e insufrible fiesta

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Sus palabras penetraron mi cerebro como un rayo. ¿Era de él el niño? Rememoré los últimos meses con Edward; él no me había tocado, seguramente saciado sexualmente por la enfermerita aquella. Edward no podía ser el padre. Era imposible. ¿Quién más quedaba? Miré al hermoso hombre que tenía frente a mí. Su cabello negro brillaba y estaba lacio como cada vez que lo había visto, pero sus ojos chispeaban, si era de furia o sorpresa, no sabría decirlo, aunque apostaría por la furia.

―Te he hecho una pregunta ―habló con voz dura.

Levanté la barbilla, tratando de despejarme. ¿Cómo se atrevía a dudar de mí? Luego recordé que yo había sido una mujer borracha que él había encontrado en un bar y que luego llevó a su departamento para pasar la noche revolcándose. ¿Cómo no dudar de mí? Comprendí que estaba en todo su derecho.

―Sí ―respondí en tono calmo.

―¿Sí, es mío o sí, te he hecho una pregunta?

―Es tuyo ―volví a decir, esta vez con los dientes apretados. Él observó mi rostro por lo que me pareció una eternidad y luego sus manos taparon su rostro en un gesto de ¿desesperación? ¿rabia? ¿sorpresa? Sinceramente en ese momento no me importaba; ya tenía suficiente con mis propias emociones para acarrear las de él, también.

Me quedé sentada otro momento hasta que decidí que no podía quedarme allí. Él tenía que pensar y yo mucho más. Me levanté del asiento y tomé mis exámenes médicos, guardándolos en mi bolso y dirigiéndome hacia la puerta.

―¿Qué haces? ―me preguntó.

Me di la vuelta para mirarlo.

―Me tengo que ir a trabajar.

―Pero…

―En verdad ―le interrumpí―, en este momento no estoy ni para hablar ni para discutir. Necesito pensar. Yo te llamaré.

Salí de allí dejándolo con la palabra en la boca. Pero pareció entenderme porque durante el trayecto hacia mi auto nadie me detuvo. Quizás él también necesitaba pensar.

Conduje lentamente hasta la editorial porque mi cabeza iba era un laberinto. ¿Qué iba a hacer yo con un niño? Claro, cuando estaba con Edward había llegado a pensar que él sería el padre de mis hijos algún día pero nunca había pensado que ese 'algún día' sería tan pronto. Y mucho menos que el padre fuera otro hombre del cual tan solo conocía el nombre.

Suspiré mientras subía por el elevador. ¿Qué iba a hacer? Llegué a mi piso y las puertas se abrieron, dejándome salir en dirección a mi oficina. Ang no estaba en su escritorio pero cuando entré a mi oficina me encontré con mi rubio jefe mirando por la ventana, apreciando un paisaje inexistente.

―Hola ―saludé. Mi voz sonó monótona en la habitación.

―Hola ―me sonrió, despegándose de la ventana―. Definitivamente Seattle tiene las peores vistas ―rió―. Ángela me pidió que te dijera que fue a hacer unas fotocopias.

Asentí con la cabeza y me dirigí hacia mi sillón, desplomándome en él.

―¿Cómo te fue con el médico?

Lo miré, mordiéndome el labio. ¿Qué iba a hacer? Esa pregunta seguía rondando mi cabeza.

―No lo sé ―finalmente respondí.

―¿Cómo que no lo sabes? ―me cuestionó con el seño fruncido mientras se sentaba en el sillón que estaba frente a mí― ¿no te dijeron qué es lo que tienes?

―Sí ―tragué saliva―. Estoy… embarazada.

Puse mi codo sobre el apoyabrazos y sostuve mi cabeza en mi mano. Suspiré.

―¡Felicidades! ―sonrió James. Pero cuando vio mi rostro compungido su sonrisa flaqueó―. Oh, no estás feliz.

―No. No es eso. Es que ―busqué las palabras adecuadas―… no lo esperaba y, bueno, no es buen momento.

James se cruzó de brazos, acomodándose en su asiento.

―¿Quieres contarme?

Comencé a relatarle los hechos mientras él me escuchaba con atención y comprensión.

―Y básicamente esa es toda la historia ―terminé media hora más tarde.

James asintió, dejando la taza de café sobre el escritorio.

―No es tan malo ―comentó―. He escuchado cosas peores, créeme.

Solté una risa amarga.

―No te creo ―respiré profundamente y me eché hacia atrás―. No sé qué diablos voy a hacer, James. Con Edward ya terminé y si había posibilidad de una reconciliación ―cosa que me parece imposible de todas formas― ya no puede ser. A Damon no lo conozco y no sé si va a hacerse cargo…

Tiene que hacerse cargo, Bella ―me interrumpió él, su mandíbula se había endurecido.

―Lo sé, tendría que hacerlo, pero no lo voy a obligar, James. Si él no quiere estar en la vida del… niño ―me costó decir esa última palabra―, no lo voy a obligar.

―Así que… vas a tenerlo ―comentó con una pequeña sonrisa en el rostro.

―¡Por supuesto que sí! no sería capaz de… abortar a ningún hijo mío, deseado o no.

―Sólo me aseguraba ―dijo él con las manos alzadas―. Pues te felicito. Ten la certeza que serás una madre maravillosa.

―Dios te oiga ―murmuré.

―¡He vuelto! ―escuchamos la voz de Ang desde el pasillo. Luego ella entró con esa sonrisa tan suya en el rostro.

―¿Qué te tomó tanto tiempo? ―preguntó James amablemente, mirando su reloj de pulsera.

Ang hizo una mueca.

―Tuve que ir a la otra casa de fotocopiadoras porque la que está más cerca estaba cerrada y había una fila interminable en la otra―se quejó, yendo a buscar un vaso de agua.

―Ah, me olvidaba ―James se volvió hacia mí―. ¿Pudiste hacer lo que te pedí?

―Aquí tienes ―le dije, sacando el sobre que estaba en el segundo cajón―. Ya tiene escrito la dirección de tu sobrina, sólo échalo en el correo ―le sonreí.

―Eres un ángel ―me devolvió la sonrisa y se levantó de su asiento―. Bueno, te dejo. Tengo la leve idea de que tienes que decirle algo a Ángela ―me guiñó un ojo y salió. Ángela entró en el mismo momento que él se iba, saludándola.

―¿Cómo te fue en el médico?

―Creo que debes sentarte ―advertí.

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―¿Sopa o tarta? ―preguntó Ang desde la cocina.

―Tarta ―respondí―. Necesito algo comestible. ¿quieres que cocine yo? ―pregunté desde mi posición en el sofá.

―No ―contestó ella con una sonrisa―. Debes descansar.

Rodé los ojos.

―Ang, sólo estoy de dos semanas y media. ¿Vas a tratarme así durante los ocho meses que faltan?

Su rostro apareció por un momento fugaz.

―Sip.

Reí. Ang había tomado muy bien esto del embarazo. Incluso mejor que yo, que era quien cargaba al niño. Se había preocupado, sí, cuando le dije que mi médico estaba de vacaciones y que me había atendido el hombre con el que me había acostado. Su preocupación incrementó cuando llegué a la parte de los exámenes médicos.

―¿Vas a llamarlo? ―me había preguntado cuando finalicé mi relato.

―No lo sé ―había respondido yo, mis manos entrelazadas sobre mi regazo―. No sé si lo quiero en mi vida, Ang. ¿Qué harías tú?

―Bueno, yo lo llamaría ya que, después de todo, él es el padre.

Y en ese momento allí me encontraba, acurrucada en el sofá con su tarjeta entre las manos. ¿Qué iba a hacer?, me pregunté por milésima vez en el día. ¿Cómo se lo diría a Charlie o a Renée? ¡En especial a Renée! ¿cómo se lo diría a Alice o a Rosalie? ¿qué pensarían ellas de mí? ¿que era una cualquiera? ¿que me había acostado con otro apenas separarme de su hermano? Bueno, no podía culparlas porque era cierto, aunque a decir verdad, no me había acostado con otro apenas separarme de Edward; me había acostado con otro estando todavía con Edward.

Me habré quedado allí pensando en todos aquellos problemas porque lo siguiente que sucedió fue que Ang me llamó para cenar.

―La he hecho más suave en condimentos. No quiero que te pase nada.

―Gracias, Ang.

Encendimos la radio y sintonizamos una estación con música relajante.

―¿Cómo está Ben?

Ella sonrió.

―Él está bien ―me contestó luego de masticar―. Trabajando duro igual que yo.

―¿Sigue viviendo con sus padres?

―Sí, pero está ahorrando dinero para comprar un departamento ―me sonrió―. Quiere que vivamos juntos.

―¡Qué bien! Espero que puedan hacerlo.

―Y, ¿tú? ¿ya has pensado en algo?

Suspiré.

―Supongo que lo llamaré. Pero no quiero verlo ahora. Es decir, se acaba de enterar que va a tener un hijo con una completa extraña y quizás necesite un tiempo para acostumbrarse a la idea.

―Pues yo creo que tú necesitas tiempo para hacerte a la idea ―murmuró ella.

―También.

―Pero, Bella, piensa que vas a hacer madre ―me sonrió ampliamente con sus ojos iluminados―. Es el mejor regalo del mundo.

Mis ojos quedaron en su rostro. ¿No tenía que ser yo la que estuviera emocionada por el embarazo? sí, supuestamente sí. Pero no podía estarlo. Me había separado de mi novio de años luego de un engaño y luego me había quedado embarazada de otro hombre en la misma semana. Mi vida era un desastre, ¿cómo podía estar feliz?

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~oOo~

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―¿No lo has llamado todavía? ―se quejó James dos semanas después, desde su posición en el sillón frente al mío. En las últimas semanas habíamos pasado casi todos los días los tres juntos. A veces pensaba que al ser dueño del lugar, James no tenía nada que hacer.

Suspiré exasperada, aun mirando los papeles.

―¿Sabes qué? Me caías mejor cuando no nos hablábamos ―me quejé. Ang rió dulcemente y no pude evitar esbozar una sonrisa en respuesta.

―Sí, claro ―contestó él con una mueca―. No evadas la pregunta.

Tomé aire.

―No. No lo he llamado y, ¿sabes qué? creo que no lo haré.

Ángela hizo un sonido ahogado.

―¿Por qué no, Bella? ―preguntó él con tono cansino― ¿crées que él no querrá saber de su hijo?

―A juzgar por la expresión que puso, yo creo que no. Además, ¿y si tiene una pareja? ¿qué pasaría con su relación?

―Pero si tuviera pareja no se hubiera acostado contigo, Bella.

Miré a Ángela con una ceja enarcada ante su inocencia. James, a su pesar, me imitó.

―Cariño ―le contestó―, siento decirte que ahora eso no cuenta mucho. Un hombre puede tener una relación estable e igual acostarse con otras.

―Sólo fíjate en mí ―bufé.

Ella me miró, apenada.

―Dije una estupidez, lo admito.

―Bueno, no importa ―James se giró nuevamente hacia mí―. No puedes dejarlo así, cariño.

Volví a suspirar, derrotada.

―Aunque yo hubiera hecho lo mismo teniendo pareja, créeme que me gustaría estar al tanto del niño y, obviamente, estar presente en su vida ―volvió a argumentar.

Mis ojos se llenaron de lágrimas.

―Lo siento ―lloriqueé―. Pero es que esto es tan…

Ángela estuvo en un parpadeo a mi lado, abrazándome. James se inclinó sobre el escritorio y me acariciaba la mano.

―Shh. Lo sé, cariño. Verás como todo estará bien.

―¿Disculpen? ―todos nos giramos hacia la nueva voz. Una mujer alta y pelirroja estaba de pie en el umbral de la puerta y miraba el espectáculo que éramos con el seño fruncido.

―¡Vicky! ―James se levantó, esbozando una sonrisa que nunca había visto en su rostro. Se acercó a ella y la besó suavemente en los labios. Ese simple gesto hizo que más lágrimas salieran de mis ojos. ¿Por qué no podía yo estar así con un hombre que me amara de verdad?

―Hola, cariño ―murmuró ella―. Vine a hablar contigo sobre un asunto ―aunque estaba hablando con James, sus ojos estaban sobre nosotras dos ―… ¿Se encuentra bien? ―le preguntó a James, obviamente refiriéndose a mí.

―Mmm, sí. Creo que sí ―respondió él, mirándome―. Espera y te traigo un vaso con agua ―dijo saliendo por la puerta.

―¿Te encuentras bien? ―preguntó la tal Vicky acercándose.

―Sí ―hipé y sonreí avergonzada―. Son solo las hormonas.

―¿Qué…? ―sus ojos se agrandaron ante la comprensión de mis palabras―. Oh, estás embarazada ―sonrió―. Felicidades.

―G-Gracias.

―Aquí está el agua ―apareció James, tendiéndome un vaso. Tomé el agua calmadamente.

―Gracias ―dije poniendo el vaso sobre el escritorio―. Lo siento, sólo… perdí el control.

―No te preocupes, Bella ―susurró Ang―. Es normal.

―¿Qué querías decirme, amor? ―preguntó James.

―¿Qué? Ah, sí. Papá tuvo una recaída y quiero ir a verlo ―hizo un puchero con los labios―. Así que no podré ir a la fiesta de beneficencia mañana en la noche. Me perdonas, ¿verdad?

―Sí, claro. Pero, ¿Aro se encuentra bien?

―Mamá dice que sí pero sabes cómo es. Quiere verme. Igual quiero que vayas a la fiesta ―le sonrió―. Eres el único representante de la editorial.

James suspiró.

―No quiero ir sólo.

Ella frunció el seño y me miró.

―¿Irías con James?

―¿Qué? ―le pregunté sobresaltada.

―Claro, estaría mal que vaya sólo. Además, eres su editora.

―Bueno… yo…

―Ve, Bella ―me alentó Ángela―. Necesitas salir a algún lado. Despejarte. Y, ¿qué mejor que una fiesta?

Los miré a los tres.

―No tengo ningún vestido.

La mujer de James sonrió.

―No te preocupes, tu jefe lo pagará.

―¡Hey!

Las tres mujeres nos reímos.

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~oOo~

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―Estas hermosa, Bella ―sonrió Ángela.

El vestido verde esmeralda era liso, de seda que llegaba hasta el suelo y marcaba mis curvas. No tenía mangas, sólo dos finas tiras. Mi cabello estaba recogido en finos bucles marrones y mi rostro sólo tenía el maquillaje necesario para estar presentable.

―Gracias, Ang ―le agradecí y justo en ese momento el timbre sonó.

―Debe ser el jefe ―dijo ella, poniéndose de pie y caminando hacia la puerta. Yo por mi parte tomé mi bolso de mano que estaba a juego con el vestido. Al final James había pagado por él, a pesar de mis protestas. Caminé hacia la puerta también.

―Buenas noches ―lo saludé. Tenía un traje negro que resaltaba su cabellera rubia y sus ojos celestes.

―Buenas noches, Bella ―me sonrió―. Estás hermosa. Vicky acertó con el color.

Sonreí porque tenía razón.

James me ofreció su brazo en un gesto demasiado caballeroso.

―¿Vamos, Mi lady?

Ang y yo nos reímos.

―Por supuesto, caballero ―dije en tono formal.

―Nos vemos en unas horas, Ang ―saludó él con una sonrisa, mientras nos alejábamos hacia el elevador.

―¡Diviértanse!

Abajo, en el estacionamiento, James me abrió la puerta del auto.

―Dios sabe que no me gustan las fiestas ―murmuró él mientras se subía por el otro lado.

―Entonces, ¿por qué te anotaste en la lista? ―lo piqué.

Puso el auto en marcha, saliendo del estacionamiento.

―Son niños con cáncer ―contestó con una sonrisa apagada―, además, tengo demasiado dinero. En cuanto me enteré que ésta organización existía no pude más que apuntarme a ser benefactor. Bueno, en todo caso, la editorial lo es.

Las luces de la ciudad se deslizaban sobre las distintas ventanas del auto.

―Te gustan los niños, ¿verdad? ―le pregunté luego de estudiar su agradable rostro, cada vez que hablaba de niños sus ojos se iluminaban de la misma forma que los de Ángela.

Se encogió de hombros, mientras se inclinaba para encender la radio.

―¿Qué te hace suponer eso?

―Por la forma en que hablas de ellos. Además, desde que te has enterado de mi embarazo, prácticamente has estado viviendo en mi oficina ―comenté cambiando el tono de mi voz a uno más divertido y quejica.

Él rió entre dientes. Pasaron unos agradables minutos cuando él habló nuevamente.

―Si el destino no hubiera sido cruel conmigo, ahora sería el padre de un niño o una niña de cinco años.

Mi respiración se detuvo un momento.

―¿Qué… sucedió? ―pregunté finalmente. Mis ojos no se despegaban del parabrisas, pensando que quizás él no necesitaba el peso de mi mirada en aquel momento.

Lo escuché inhalar.

―Tenía veintidós años y ella veinte. Estaba muy enamorado de ella. Para mí ella era la perfección personificada. Vivíamos juntos en mi departamento y ambos íbamos a la Universidad ―suspiró―. Éramos muy apasionados; lo hacíamos a todas horas y en cualquier lugar. Un día, ella me dijo que tenía que irse por unas semanas debido a unos problemas familiares. Le ofrecí acompañarla pero ella me dijo que no era necesario y que me quedara aquí para no perder las clases ―negó con la cabeza con una expresión herida y burlona a la vez―. Una semana después llamaron a mi departamento, para decirme que tenía que comunicarle a la Señorita Denali que tenía que acercarse a la clínica para hacerse unos estudios para verificar que el aborto no hubiera dejado secuelas.

Me quedé sin aire y mis ojos buscaron su rostro. Pude ver como sus ojos luchaban por no humedecerse.

―Ella había estado embarazada, Bella ―siguió en un murmullo bajo―. Ni siquiera tuvo la decencia de decirme que no quería un niño y acabó con él sin siquiera comunicármelo.

Mis ojos se habían aguado pero luchaba por no llorar. Si él no lo hacía, yo tampoco iba a hacerlo.

―Maldita ―murmuré―. ¿Qué hiciste?

―Lloré, la llamé por todos los nombres que sabía y la eché de mi casa y de mi vida. Al mes me enteré que estaba viviendo con otro ―bufó.

―Pero ya está, James ―traté de sonreír―. Ahora tienes a Victoria.

Él sonrió, estacionando el auto. Miré hacia ambos lados y me di cuenta que ya habíamos llegado. Abrió la puerta del auto y salió. Tomé aire para recomponerme de nuestra pequeña charla. Puse una sonrisa en mis labios y cuando él abrió mi puerta, salí con su ayuda.

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~oOo~

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―Gracias por venir, Señor Cam ―habló un hombre de unos cincuenta años.

James le sonrió y correspondió a su apretón de manos.

―No hay de qué, Señor Richardson.

Seguimos nuestro camino y me presentó a varias personas, todas se dedicaban a actividades diferentes. Abogados, médicos, empresarios, etc. Las mujeres que había vestían elegantes vestidos de noche mientras que los hombres lucían impecables en sus trajes. Había un grupo de músicos animando la velada. La comida estuvo exquisita; me cuidé de no comer nada pesado ni tomar alcohol y aunque quisiera no podría haberlo hecho bajo la mirada atenta a lo que comía o bebía de James. Luego de la cena y el postre, se hicieron las donaciones caritativas donde James fue muy generoso. Yo también lo habría sido de haber tenido dinero. La fundación no pudo quejarse de las donaciones.

Luego de aquel momento, se abrió el baile.

―¿Me permite esta pieza, señorita? ―preguntó James. Yo me reí y le ofrecí mi mano.

―Debo advertirte que no grites cuando te pise.

―Mantendré el dolor solo para mí ―se burló mientras me dirigía hacia la pista de baile. Bailamos dos piezas más lento de lo normal ya que yo tenía miedo de marearme. James pareció comprender lo que me sucedía y se acopló a mi ritmo.

Todo estaba perfectamente bien en la pista cuando en un giro vi a Edward bailando a unas cinco parejas lejos de mí. Con la enfermerita. La simple visión de ellos hizo que mis mejillas se encendieran de disgusto y perdiera el paso del baile.

―¿Qué sucede? ―preguntó James. Tome aire y me obligué a mirarlo de nuevo.

―Están aquí ―murmuré en su oído.

―¿Quiénes? ―miró a unas cuantas parejas, buscando en vano lo que me hubiera alterado.

―Edward y la golfa.

―¿Dónde? ―volvió a tomarme en brazos y a moverse con la música.

―A mi derecha ―le murmuré, apoyando mi cabeza en su hombro y mirando hacia el lado contrario. Cinco segundos después noté como su cuerpo se volvió rígido a mí alrededor. alcé la vista para verle el rostro. Rostro que se había enfriado, endurecido y perdido color.

―¿Qué sucede? ―pregunté con fiereza. Que yo hubiera reaccionado así era aceptable pero, ¿él? Lo sacudí por el brazo y pareció salir de su trance.

―¿Estás bien? ―le pregunté. En un movimiento, se giró para quedar de espaldas a mi ex y su enfermera, bloqueándome la vista.

―No sé ―respondió―. ¿Es esa mujer con la que te engañó? ―el tono de su voz era indescifrable.

―Sí. James, ¿qué sucede?

―Es ella, Bella. Irina abortó a mi hijo.

Perdí el aliento y la capacidad para seguir bailando. Mis ojos se clavaron en los de él.

―¿Estás… seguro?

Me dio una sonrisa amarga.

―¿Cómo olvidarla?

Algo no tan conocido se empezó al alzar en mi interior. Una llama brillante.

―Vámonos, Bella ―me tomó por la mano y me llevó consigo pero tuvimos mala suerte. Muy mala suerte. Porque un hombre de conocido cabello cobrizo chocó con James.

―Oh, discul… ¡Bella! ―Edward había pasado de James y su mirada se centraba en mí.

Forcé una sonrisa en mis labios.

―Buenas noches, Edward. ¿Cómo… estás pasando tu velada? ―mis ojos jamás dejaron su rostro. No miré a la golfa que estaba a su lado. Tampoco lo presenté a James. No creí que fuera inteligente hacerlo.

―Bien ―sus ojos fueron hasta James―. Y veo que estás… bien acompañada ―le tendió la mano―. Edward Cullen ―se presentó.

―James Cam ―le estrechó la mano.

Edward miró a su acompañante, dudando pero al final la presento.

―Ella es Irina Denali.

Con sus ojos puestos en James, ella sonrió coquetamente.

―James ―su voz era de seda y miel―. Es un… placer volver a verte.

Mi acompañante no disimuló la mueca de asco en su rostro.

―Ni siquiera deseo decir lo mismo ―le contestó. Entrelacé mi brazo con el suyo en un intento de hacerle saber que yo estaba allí con él. Y movimiento que hizo que Irina me mirara.

―Nosotras ya nos conocemos.

―Desgraciadamente ―respondí con una sonrisa seca―. Veo que el labio ha mejorado ―indiqué.

Su sonrisa en respuesta fue tirante.

―Sólo fue un leve golpe, nada más.

―¿En serio? ―fruncí el seño e hice una mueca inocente―. No me lo pareció mientras chillabas.

―Bueno ―nos interrumpió Edward de nuestro amistoso intercambio de palabras―. ¿Cómo… están tus padres, Bella?

En resumen, ¿se enteraron que te engañé?

Sonreí.

―Como siempre, ya sabes. Mi madre es una loca y mi padre un ermitaño.

Él rió ricamente.

―Y James ―habló Irina―. ¿Cómo has estado?

―Mejor que nunca ―contestó él, tajante.

―Buenas noches ―nos interrumpió una voz nueva. Y me quise morir. Giré levemente la cabeza para encontrarme con sus oscuros ojos celestes y su cabello negro. ¿Por qué tenía que pasarme esto a mí?

―Hola, Damon ―saludó Edward con un asentimiento de cabeza.

―Edward ―respondió él de la misma manera.

¿Se conocían? ¿era tan cruel el destino conmigo?

―Damon Salvatore ―se presentó tendiéndole la mano a James, quien también la aceptó con el entendimiento en sus ojos. Yo le había dicho el nombre del padre de mi hijo.

―James Cam.

―¿Puedo bailar una pieza con Isabella?

Iba decir que no y a pedirle a James que no valláramos cuando éste último se me adelantó.

―Claro ―aceptó y lo siguiente que sentí fue la mano de Damon guiándome nuevamente hacia la pista de baile. Le disparé a James una mirada que prometía venganza.

Damon me tomó por la cintura y comenzamos a bailar.

―Estás hermosa esta noche, Isabella.

―Gracias. Tú tampoco estás nada mal ―comenté, a pesar de que estaba bellísimo. Edward quedaba chico a su lado.

Él me respondió con una sonrisa blanca.

―Gracias ―un momento de silencio―. No me has llamado.

Dimos una vuelta artística.

―¿Para qué?

Su mandíbula se tensó.

―No juegues conmigo, Isabella. Sabes bien de lo que hablo. Te fuiste de aquel consultorio diciéndome que me llamarías y no lo hiciste. ¿Necesitabas pensar? Bueno, te di dos semanas para hacerlo. Ahora hay que afrontar las cosas.

Otra vuelta.

―Sí, ya lo pensé ―le contesté alzando la barbilla―. No te preocupes, no quiero nada de ti. Puedes seguir con tu vida y tus mujeres como se te antoje. No voy a entorpecerte el paso.

―¿Qué estas…?

―Que no necesito que te hagas cargo. Puedo cuidar muy bien de un niño.

―¡El niño necesita un padre!

La fiesta y el baile seguían siendo encantadores fuera de nuestra pequeña burbuja de enfrentamiento.

―No te preocupes ―le dije, soltándome de su agarre y deteniendo nuestra danza―. Muchas madres solteras crían a su hijo solas y lo hacen perfectamente. Y en cuanto al padre, bueno… puedo conseguirle uno, no te preocupes.

Me di la vuelta y salí de allí, buscando a James con la mirada. Pero antes de que lo localizara, una mano grande me sujetó por el brazo.

―No hemos terminado ―masculló, llevándome a un lado del salón donde estaba menos concurrido.

―Quiero a ese niño ―empezó cuando nos detuvimos en un rincón―. Primero, ningún hijo mío crecerá sin su padre. Su verdadero padre. Segundo ―sus ojos destellaban ferozmente, tanto que me sentí incomodada―, me importan una mierda todas esas mujeres solteras que crían a sus hijos solas porque desde ahora en adelante te dejas de considerar soltera, cariño.

Lo miré boquiabierta. ¿Estaba insinuando lo que yo creía?

―Y tercero ―su brazo derecho rodeó mi cintura, pegándome definitivamente a él. Su mano izquierda se curvó suave pero posesivamente sobre mi plano vientre―, vete acostumbrando a la idea porque el único hombre con el que estarás y te tocará seré yo.

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Me acerqué a James quien todavía estaba con la misma compañía con la que lo había dejado. Damon caminaba a mi lado. Luego de su apasionado discurso me había quedado sin palabras y, debía admitirlo, excitada. Nunca un hombre me había hablado de esa manera. Nunca. Por mi silencio, él pareció entender que yo aceptaba sus condiciones aunque ni yo sabía qué me sucedía.

―Vámonos ―le dije en voz calma. Me miró a mí, luego a Damon y a Edward. Asintió con la cabeza y me ofreció su brazo.

―Buenas noches para todos ―saludó él. Nos dimos la vuelta y empezamos a caminar hasta que hablé en voz alta:

―Ah, Irina ―llamé, desenganchándome de James y volviéndome para caminar. Cuando estuve a solo unos centímetros cerca de ella, la palma de mi mano se estrelló contra su mejilla en un audible chasquido. Todas las parejas a nuestro alrededor voltearon ante el ruido y las mujeres se llevaron las manos a las bocas, sorprendidas. Irina me miró con furia, su mano apoyada sobre la enrojecida mejilla con la marca de mi mano. Le sonreí y apunté a James con mi dedo índice para luego hacer lo mismo conmigo misma―. Eso fue de parte de los dos.

Volví junto a James y salimos de aquella encantadora pero insufrible fiesta.


 

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Capítulo 4: ¿irreverente? Capítulo 6: Conociéndonos

 
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