Ayúdame a sanar (+18) Short-Fic.

Autor: dianacullenblack
Género: Romance
Fecha Creación: 14/07/2012
Fecha Actualización: 26/07/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 44326
Capítulos: 15

La traición se interpuso en la relación de Bella y Edward... para luego hacerlo Damon Salvatore.

M por Lemmons Shortfic. B&D&Ex OoC ¡Todos Humanos! BxD .

Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y L.J Smith. La historia es propiedad de Gissbella De Salvatore yo solo publico con su autorizacion.

TERMINADO

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Capítulo 15: Epilogo: Damon

Declaimer: Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y L.J. Smith. la trama de

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Ayúdame a sanar

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Epílogo: Damon

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Un año después…

Me quité la bata y la dejé dentro del casillero.

—Noche pesada, ¿verdad? —preguntó Edward mientras hacía lo mismo. Teníamos los mismos horarios así que casi siempre terminábamos los turnos en el mismo momento. Excepto aquellos días en los que alguno de los dos hacía horas extras.

Poco más de un año atrás no le hubiera respondido. De hecho, creo que para comenzar él no me hubiera hablado. Algo normal, teniendo en cuenta de que yo era —soy— la pareja actual de su ex. Una ex de la que yo sospechaba, Edward Cullen seguía enamorado.

—Sí —respondí—. Igual no creo poder dormir mucho.

—Ah. Claro —sonrió él mientras se ponía su chaqueta—. Hoy es el gran día.

—Sí. Tu hermana, tu cuñada y mi mujer estuvieron volviéndome loco.

Edward sonrió.

—Y no olvides a mi madre.

—Créeme que no. Tampoco olvido a la mía. Ni a mi suegra.

—No puedo creer que ya haya pasado un año desde el día en que nació Kyrian —suspiró Edward.

—Tampoco yo —lo imité—. Sabes que estás invitado, ¿verdad?

Edward me sonrió y asintió.

—Sí. Leah y yo recibimos las invitaciones. Aunque ella tiene una cita con un cliente antes así que espero al menos llegar para el pastel.

—Si no llegas te guardaré un trozo —prometí—. Bella optó por cobertura de chocolate.

Sacudí la cabeza mientras salíamos al estacionamiento. Estaba más que seguro de que Edward nunca olvidaría el nacimiento de mi hijo. Aquel diablillo había decidido llegar al mundo en un día en el que la mayoría de los médicos habían hecho paro en los hospitales debido a reclamaciones. Katherine y Elena me habían llamado al móvil pero como yo me había ido a un seminario de dos días y la batería de mi teléfono había muerto no pudieron localizarme. Entonces, habían llevado a Bella al hospital del pueblo pero allí sólo había una guardia y no había ningún médico o partero. Según me contó Elena, Katherine estaba frenética y no paraba de decir incoherencias, algo que lamentaba habérmelo perdido. No más que perderme el nacimiento de mi hijo pero aún así…

Entonces Elena llamó a Alice, sin saber qué hacer. Alice le dijo que llamaría a Edward y que llevara a Bella a Seattle, a la clínica.

Sí, Edward Cullen había traído al mundo a Kyrian Anthony Salvatore, tres kilos cien gramos, treinta centímetros de largo. Había sido algo irónico que el ex de Bella trajera a mi hijo al mundo pero le estaría eternamente agradecido por ello. También a Alice por haber entrado a la sala para acompañar a mi mujer y saber tranquilizarla en su momento, ya que una madre primeriza siempre era un manojo de nervios, llantos y gritos.

Pero nunca me perdonaría el haberme perdido el nacimiento de mi hijo. Le había jurado a Bella que para el próximo estaría allí, sosteniendo su mano.

Desde ese momento, había mirado a Edward Cullen con otros ojos. Sí, había sido el imbécil que engañó a Bella y que la lastimó pero si no hubiera pasado aquello yo hoy en día no sería padre de una criatura de un año, pareja de una extraordinaria mujer y cabeza de una familia. Porque bien pudo haberle dicho a Alice que no ayudaría a Bella, sino que muy al contrario, se puso los pantalones de hombre, la bata de doctor y ayudó a mi hijo y a mi mujer.

Me despedí de Edward con un asentimiento de la cabeza y me metí en el auto, dirigiéndome hacia el cementerio. Conduje rápido, sabiendo que tenía llegar a casa lo más temprano posible si quería dormir un poco.

Cuando llegué al cementerio, compré las rosas amarillas que tanto le gustaban y caminé entre las tumbas. El aire estaba bastante fresco y el lugar oscuro. No me importaba. Era agradable, en realidad. Tranquilizante. Cuando llegué me detuve frente a la tumba y escuché el silencio tranquilizador del lugar.

—Hola, Andy —saludé después de un momento de silencio—. Sé que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que he venido. Y lo lamento —miré el ramo de llamativas rosas y me arrodillé sobre la tumba para colocarlas delicadamente al pie de la lápida—. Son para ti. Amarillas, como te gustan.

Suspiré y miré hacia el cielo.

—Mi vida ha cambiado demasiado, Andy. Para bien. Soy… feliz. Después de mucho tiempo soy feliz. Sé que no he sido una buena persona toda mi vida, que quizás no merezco esta felicidad pero por primera vez en mi vida encontré a una persona que me entiende y que me ama por cómo soy, no por quién soy o por cómo luzco.

Me detuve y respiré profundo.

—Tengo un hijo, ¿sabes? —proseguí—. Se llama Kyrian y hoy cumple su primer año de vida. Es el niño más apuesto que he visto… aunque, bueno, soy su padre, así que no soy muy parcial que digamos. Pero es lo más hermoso y pequeño que he visto nunca. Tiene mi cabello y mis ojos. Pero su piel es tan pálida como la de Bella —sonreí—. Isabella es… es maravillosa. Es una excelente mujer. Y una increíble madre. Tengo unos suegros muy agradables… tengo cuatro —reí—. Y… ¿puedes creer que soy amigo de la ex pareja de ella? Si estuvieras aquí, te reirías en mi cara —sacudí la cabeza.

»Las cosas entre Stefan y yo están mucho mejor de lo que hubiera deseado en años y creo que se debe mucho a que la relación con mi padre ha mejorado, también. Está feliz de que yo haya sentado cabeza —bufé—. Y… está tratándome mejor. Con más respeto. Ahora entiendo que mi resentimiento hacia Stefan era porque Giuseppe siempre lo ha preferido a él. Tenías razón todo el tiempo.

»Pero ya no me importa. Me da igual que el viejo no me quiera; ya no necesito su aprobación para seguir adelante. Tengo mi propia familia y las decisiones las tomamos con Isabella —volví a mirar hacia arriba, hacia el oscuro cielo nocturno que estaba lleno de estrellas. De alguna manera, me parecía más fácil hablar sin mirar la lápida que había en frente de mí—. Eso no quiere decir que no nos agarremos en una buena bronca de vez en cuando. La última discusión que tuve con Giuseppe fue porque él y mi madre querían que bautizáramos a Kyrian —le conté mientras me sentaba en posición india y cruzaba mis brazos sobre mi pecho en un intento de mantener el calor corporal. Mi trasero ya sentía demasiado frío—. Sabes que no creo en Dios y mucho menos en las religiones. Isabella cree, tiene fe pero tampoco tiene ninguna religión. ¿Por qué deberíamos bautizarlo? El niño ni siquiera tenía un año y yo no seré como mis padres; no le impondré ninguna creencia. Cuando sea suficientemente mayor y quiera creer en alienígenas, será su decisión.

Reí.

—Te imaginarás que no lo bautizamos. Mis padres estuvieron algo mosqueados por eso pero… en fin, ya los conoces. Los padres de Bella no son así. Charlie no se mete en nuestras vidas y Renée… bueno, todavía me cuesta entender a mi suegra. Es una mujer algo excéntrica.

De golpe, sin verlo venir siquiera, sentí cómo mis ojos se cristalizaban.

—Te extraño —solté aquello que tenía atascado en el pecho—. No tengo ningún verdadero amigo además de Nick y me duele no poder compartir mi felicidad contigo. En un momento en el que por fin puedo disfrutar de lo que tengo, tú no estás. Sé que te hubiera encantado conocer a Kyrian; lo hubieras amado. Es un buen niño aunque le encante tirar de la cola del Señor Ministro. Y te hubieras llevado bien con Isabella.

Cuando las lágrimas resbalaron de mis ojos, me puse de pie y pasé el dorso de la mano por mis mejillas, quitándolas.

—Me has convertido en un blandengue.

—Sabía que estarías aquí —dijo una voz grave a mis espaldas. Volteé y lo primero que vi fue el cabello rubio y luego el rostro sonriente de Nick acercándose hacia mí.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, mirando hacia otro lado y estúpidamente abriendo mucho mis ojos para que el frío del aire los secara. Supe que notó las lágrimas pero no dijo nada sobre ello. Aquella era la razón por la que era mi mejor amigo.

—Ya te dije, pensé que estarías aquí —se detuvo a mi lado y depositó un ramo de margaritas sobre la tierra—. Siempre me ha parecido muy raro que tu hijo haya nacido el mismo día en que murió Andy.

Resoplé.

—Sólo fue coincidencia —le sonreí—. ¿Vendrás mañana? —fruncí el seño y miré hacia mi reloj de pulsera—. Me refiero a si vendrás hoy.

Nick rió.

—No me perdería el primer cumpleaños del enano por nada de este mundo.

—Cuento contigo, entonces —miré hacia la lápida y me despedí—. Adiós, Andy. Vendré más seguido. Lo prometo —me di media vuelta y comencé a caminar hacia la salida otra vez.

Ya era tarde en la madrugada pero no había podido evitar hacer aquella parada en el cementerio. Durante muchos meses me había sentido mal al saber que yo estaba feliz y que no había hecho partícipe a Andy de ello. Ella mucho tiempo había sido la roca que me sostuvo en mis días oscuros, aquellos días en los que yo había querido tirar todo por la borda y desaparecer de la faz del planeta. Aquellos habían sido mis momentos más oscuros; había recurrido al alcohol, no me había puesto en contacto con mi familia durante meses… y un día me desperté en una cama que no era mía, en una casa que no era mía. No era algo poco habitual. Lo que no era habitual era que estaba solo en un cuarto oscuro y que tenía toda mi ropa puesta.

Me ayudó a encarrilar mi vida. Volví a mis estudios, a las prácticas. Volví a ponerme en contacto con mis padres.

Pero Andy tenía sus propios demonios con los cuales luchar. Demonios que eran mayores que los míos y los de Nick juntos. Demonios que la torturaron y que la llevaron al suicidio.

Pero a pesar de todo, ella había sido mi roca, mi ancla, la luz al final del túnel.

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Cuando llegué a casa todo estaba a oscuras. Entré intentando no hacer mucho ruido y fui a la cocina para beber algo de jugo. En la superficie de la mesada encontré una nota de Bella que me decía que en el horno tenía comida hecha. No tenía hambre así que subí las escaleras y fui a la habitación de Kyrian. Mi hijo dormía plácidamente en su cuna y tenía su pequeño pulgar entre sus labios. Me incliné y acaricié su sedoso cabello. Besé su frente y salí de allí para ir a mi dormitorio. Bella estaba acostada de costado y tenía mi almohada entre sus brazos. Sonreí y me desnudé. Había planeado darme un baño caliente pero en cuanto la vi allí acurrucada con mi almohada no me pude resistir. Me metí en la cama y aparté con delicadeza sus manos de mi almohada. Ella suspiró entre sueños y me abrazó en cuanto me sintió a su lado.

Era sorprendente lo que podía suceder en tan poco tiempo. Hacía dos años yo era un soltero sin remedio. Libre y sin preocupaciones. Pero una noche la conocí en aquel bar. Era una morena preciosa. Cabello castaño largo y rizado. Su constitución era más delicada que normal pero esas piernas eran absolutamente perfectas, podía imaginarlas enredándose en mi cintura mientras yo la cabalgaba con toda la fuerza que me permitía usar. No pude más que acercarme e invitarla a bailar, dándome cuenta de que estaba levemente alcoholizada. Pero no tropezaba en sus pasos ni se tambaleaba al caminar. Me dio un sí firme y claro. Y esa noche no me importó que fuera una extraña. Tampoco me hubiera importado que fuera una prostituta o una mujer con vocación de monja que estuviera por meterse en un convento. Sólo sabía que su cuerpo se sentía exquisito junto al mío, que sus labios sabían a gloria y que estaba tan deseosa como yo. Esa noche llevé a mi cama a una mujer apasionada pero tierna a la que hice temblar con mis caricias.

Y por alguna ironía del destino, yo había sido quien le informara que estaba embarazada... de mí. No voy a mentir y decir que todo fue felicidad desde el principio. ¿Cómo había podido ser tan idiota como para no haber usado protección? ¿Yo, Damon Salvatore, siendo tan imbécil como para dejar embarazada a una mujer de la que no sabía absolutamente nada? Creí tener serios problemas. Tenía serios problemas, porque nunca antes había sido tan inconsciente.

Pero luego todo cambió. Ella era tan… diferente. No hacía nada de lo que yo creía que haría. Era tan impredecible. Y respecto al bebé… comencé a quererlo y a desear su llegada. El deseo por él crecía a la par que el deseo que sentía por su madre…

—¿Damon? —Bella se removió y levantó la mirada, encontrando mis ojos con los suyos, pesados por el sueño.

—Shh. Vuelve a dormir, cariño —la estreché entre mis brazos fuertemente y mi anatomía no pudo evitar darse cuenta de que estaba desnuda, también. Gruñí y ella se removió hasta quedar sobre mí. Sonreí ante su mirada sorprendentemente sensual y desenredé mis brazos de su cuerpo para colocarlos detrás de mi cabeza en una posición relajada mientras ella se inclinaba y comenzaba a besar mi pecho. Cerré los ojos para disfrutar de lo que venía.

No era la primera vez que sucedía aquello. Durante estos meses, incluso después del embarazo y las hormonas, había aprendido que Bella era muy… sensorial, por así decirlo. En el momento en que alguna parte de mi cuerpo rozaba el suyo, Bella se convertía en otra mujer muy distinta a la trabajadora responsable y madre devota de su hijo de un año. Se convertía en sólo una mujer más. Y yo salía ganando cuando aquel torrente de pasión comenzaba a erupcionar.

Podía sentirlo en ese momento mientras ella hacía un camino descendiente sobre mi plano y fuerte estómago. Se quedó allí y la miré con el seño fruncido. Extendí mi brazo y acaricié la sedosa piel de su espalda.

—¿Sucede algo, cariño?

Bella suspiró y elevó su mirada achocolatada para encontrar la mía.

—Te amo —dijo. Y esta vez la pasión estalló en mí. La atraje hasta mi altura y la besé con pasión en aquellos dulces y suaves labios que ella poseía. La abracé con fuerza y nos rodé en la cama hasta colocarla debajo de mí. Mordí su cuello levemente fuerte por lo que soltó una exclamación audible pero eso no le impidió seguir acariciándome. Dejé que mis manos acariciaran sus brazos, sus pechos, su ahora plano vientre. Me detuve sutilmente en sus caderas, que se habían agrandado deliciosamente luego de tener a Kyrian, algo que me encantaba. Gimió cuando descendí con mis caricias hasta aquel dulce punto entre sus piernas.

—Damon —suspiró ella. Gruñí y no pude contenerme por mucho más tiempo. Me posicioné entre sus piernas y entré en ella de un solo fluido movimiento que nos hizo gemir al unísono. Era tan cálida y suave que parecía ser la misma seda lo que me envolvía. La besé con ardor mientras me movía sobre ella, ayudándome con mis brazos para no descargar todo mi peso sobre Bella. Pude sentir cómo rodeaba mi cintura con sus maravillosas piernas y cuando aumentamos el ritmo de nuestro baile sentí el filo de sus uñas en la piel de mi espalda. Lo que me excitaba de sobremanera.

—Te amo —murmuré mientras dejaba un camino húmedo desde su cuello hasta el valle que había entre sus pechos. Unos pechos que también habían aumentado su tamaño desde el nacimiento de mi hijo.

Kyrian no paraba de darme alegrías.

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~oOo~

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Cuando me desperté estaba solo en la habitación. El lado de Bella estaba tibio así que sin mirar el reloj supe que era temprano en la mañana. Gruñí y me desperecé sobre las sábanas. Luego me levanté y tomé la ducha que había querido en la madrugada y luego me vestí con un jean y una camisa blanca a rayas celestes. Salí de nuestra habitación y caminé por el pasillo hasta escuchar la dulce voz de mi mujer y los gorjeos de mi hijo.

—Así, mi bebito —decía Bella al niño mientras le sacaba el pañal. Me di cuenta de que ella tenía la ropa arrugada y que seguramente era la que había usado el día anterior. Habíamos tomado esa precaución desde que nuestro adorado Kyrian nos había mojado mientras le cambiábamos el pañal. El diablillo sólo había reído ante nuestra mirada sorprendida y amonestadora, lo que nos había derretido completamente y su travesura había quedado perdonada.

—¿Hora del baño? —pregunté mientras la abrazaba por detrás. Ella asintió y levantó el rostro, de modo que me miraba.

—Buen día, mi amor —saludó con voz dulce. Le sonreí y la besé suavemente. Sonreí cuando me di cuenta de que aunque no se hubiera cambiado de ropas, sí se había cepillado los dientes. Mi mujercita era muy mañosa con sus dientes y su aliento.

—Venga —dije mientras tomaba a nuestro hijo en brazos.

—Pero ya te has cambiado —protestó Isabella. Le sonreí y llevé a Kyrian a su pequeña bañera blanca. No me importaba que luego del baño yo terminara chorreando agua sobre los suelos y tuviera que cambiarme de ropas nuevamente.

Lo bañamos con cuidado y extendimos la hora del baño más de el tiempo necesario pero era imposible negarse viendo cómo nuestro hijo jugaba en el agua. Cuando la piel de sus deditos se arrugó, lo sacamos y lo envolvimos con su pequeña toalla.

—¿A qué hora llegarán los demás? —le pregunté mientras le ponía el pañal nievo al niño. Le sonreí mientras él se llevaba un piecito a la boca. Nunca terminaría de asombrarme lo flexible que eran los niños.

—Para el mediodía, creo. Todos se han tomado el día libre —me sonrió mientras extendía la ropa de nuestro pequeño al lado de él. Le devolví la sonrisa y la besé en sus ardientes labios. Eran tan suaves y tentadores…

—Si sigues así —murmuró Isabella entre besos— te encerraré en el dormitorio —estaba a punto de darle mi sonrisa más ganadora cuando terminó su frase—… solo.

Estar solo en nuestro dormitorio no era una idea atractiva.

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La pequeña fiesta fue un éxito rotundo. Toda mi familia había venido y la de Bella también. Además de los amigos más cercanos como Caroline, Bonnie, Jacob, Alice, Rosalie y James. Edward y Leah lo hicieron para el pastel, como él había prometido.

Las cosas entre las hermanastras no estaban exactamente bien pero Leah ya no se portaba mal con Bella y hasta había acunado a mi hijo en sus brazos una vez. Isabella me había contado lo que había sucedido entre Leah y Edward. No opiné porque siendo honesto conmigo mismo, pensé que yo haría lo mismo en su lugar, aunque sonase mal. Si hubiera conocido a Isabella luego de haber comenzado una relación con alguien a quien no amaba completamente…

Pero luego de un tiempo, Leah le había dado otra oportunidad a Edward. Quizás a pesar de todo aún se amaban, no sabría decirlo. Lo que sabía decir era que si yo le hubiera hecho algo como lo que Edward le hizo a una mujer como Leah Clearwater, jamás volvería con ella por miedo a quedarme eunuco.

Edward era valiente.

Miré a mí al rededor, observando todas las mujeres embarazadas que había en la fiesta. James y Victoria ya tenían un niño llamado Ethan y era tan rubio como James. No había nada de extraordinario en ello. Lo que a mí me había sorprendido era que Katherine y Elena también serían madres. De hecho, para sorpresa de ambas, habían quedado embarazadas en la misma semana. Y dado a sus genes, ambas rogaban no tener gemelos.

Kyrian, quien estaba en mis brazos, lanzó un chillido de irritación cuando alejé el globo que tenía en mi mano derecha de su alcance.

—Muchacho —dijo Charlie, deteniéndose a mi lado—, cuando mi nieto crezca no te querrá.

Me reí sin poder evitarlo y besé la pequeña cabeza de mi hijo. Kyrian era, sencillamente, muy guapo. Tan guapo como su padre, claro. Bella lo había vestido con una pequeña camisa de color azul oscuro y unos jeans en miniatura negros. Sus pequeñas zapatillas eran de un blanco centelleante. Tenía el fino cabello negro tan lacio y corto como el mío, sus ojos azules destacaban en su pálido rostro.

—No puedo creer que ya tenga un año —murmuró Charlie mientras acariciaba el cabello a Kyrian y éste le regalaba una amplia sonrisa—. Me estoy poniendo viejo, hijo.

Charlie había dejado su puesto de sheriff en Forks. Su salud no estaba para juegos y Sue había insistido en que renuncie. Ahora se dedicaban a disfrutar de sus vidas y a salir a pescar cuantas veces quisieran.

—No pienses eso —respondí mientras me reía de él no muy disimuladamente—. No te irás hasta que Bella y yo tengamos al menos dos o tres niños más.

Al escuchar aquello, se volteó a mirarme con los ojos muy abiertos.

—¿Acaso Bella está…?

—No —reí—. Aun no. Pero quiero tener más niños cuando este campeón pase la temible edad de los dos años —él asintió con la cabeza. Y para no faltar a mi costumbre, añadí—: Además, me encanta el proceso de crear hijos con tu hija, Charlie…

—Ugh, ¡Damon! —Charlie se tapó los oídos y sacudió la cabeza como si así pudiera sacar mis palabras de su mente—. ¡Bella es mi hija y apreciaría que no hablaras de eso en frente de mí!

Se alejó mientras yo me reía a carcajada suelta y mi hijo me acompañaba.

—Compórtate.

—No he hecho nada malo —me quejé, cortando mi risa y dándome la vuelta para enfrentarme a mi terrible mujer. Ella sonrió y sacudió su cabeza para luego acercarse a tomar a Kyrian en sus brazos.

—Dame a mi bebé —lo acunó y él tan traicionero como siempre se quedó tranquilo y jugando con un mechón largo del cabello de su madre. En momentos así, cuando podía verlos juntos a madre e hijo y podía apreciar aquel lazo tan primitivo que había entre ellos dos, me sentía completo.

Mi mujer y mi hijo. Las únicas dos personas por la cuales haría lo que fuera.

Abracé a Isabella por la espalda mientras apoyaba mi barbilla en su hombro.

—Es hermoso —dije en murmullo sin darme cuenta siquiera de que las palabras salieron de mi boca. Isabella acarició el cabello de Kyrian y lo despejó de su pequeña frente con suavidad.

—Es igual a ti —comentó ella en otro murmullo—. Por eso es tan hermoso.

Sonreí y le besé el cabello. Isabella jamás sería lo suficientemente consciente de su propia belleza. Su humildad era algo que siempre amaría de ella aunque a veces me desesperara.

—Oh, por favor —dijo una voz acercándose a nosotros—. Damon no es tan guapo como Kyrian.

Isabella sacudió la cabeza pero le sonrió a Katherine de igual manera.

—Ja-ja. De verdad sabes cómo arruinar el momento, Katerina.

Como supuse que haría, ella me asesinó con la mirada. Elijah estaba detrás de ella, por supuesto. Desde que se había enterado del embarazo no se apartaba de su lado y cada vez que yo lo miraba parecía estar tocando el vientre de su mujer. Me alegraba de lo que les estaba sucediendo porque sabía lo mucho que él había deseado aquel niño. Y según lo que me decía Bella, Katherine a veces tenía episodios en los que se ponía histérica e insistía en que sería una mala madre. Entonces, Elena y Bella habían hecho entrar en razón a Katherine y la persuadieron para que fuera a un psicólogo. Ahora estaba yendo a sesiones y estaba progresando mucho con el inagotable apoyo de Elijah. Me pareció genial. Los hijos no deberían cargar con las culpas de los padres.

Elena era otra cosa. Ella se encontraba más radiante que el sol. Y mi hermano… Stefan no cabía en sí mismo de gozo. Tarde o temprano iban a ser padres, yo lo sabía. Ambos estaban sanos pero quizás el hecho de estar tan al pendiente de si Elena quedaba embarazada era lo que impedía el embarazo.

Mi madre estaba que volaba, aunque sobra decirlo. Cuando nació Kyrian, Sofía estaba que no cabía en sí de felicidad. Ella fue la tercera persona que lo sostuvo y no lo quería soltar. Decía que era como tenerme a mí luego de más de veinte años. Claro que Renée casi se lo quitó de los brazos a los tres minutos.

—Ha sido un lindo día —comentó Elena cuando nos sentamos en la mesa nuevamente. Era ya de tarde y el sol se veía anaranjado en el horizonte.

—Sí —sonrió Isabella—. Gracias a todos por venir.

—¿Cómo no hacerlo? —preguntó Nick con una sonrisa. Tanya a su lado se encontraba tan arrebatadora como siempre. Ellos aun no habían decidido tener hijos. Cuando le pregunté a Nick sobre ello, me contestó que aun no lo planeaban. Él quería casarse antes, hacer las cosas bien. Algo divertido teniendo en cuenta lo casanova que había sido hacía poco más de dos años atrás.

—¿Elena? —Bonnie llamó su atención—. ¿Ya sabes el sexo del bebé? —a su lado, Jacob le pasó el brazo por los hombros. Sip. Jacob y Bonnie estaban juntos. Nada extraño teniendo en cuenta cómo se peleaban como perros y gatos. Isabella prácticamente había saltado de alegría cuando Jacob se lo había dicho. Caroline solo sacudió la cabeza, rodó los ojos y exclamó: ¡por fin!

—No —contestó ella con una mueca—. Aun es muy pronto.

—Entonces tampoco le preguntaremos a Kat —rió Nick.

—Pero, ¿qué quieren que sea? —preguntó Rosalie.

—Stefan quiere que sea una niña —contestó Elena—. Pero yo quiero que sea un niño.

—Típico —comenté yo—. Bella y yo estábamos en la misma situación.

—Y yo fui la que gané —sonrió la aludida con orgullo. Le pellizqué el muslo suavemente—. ¡Ay!

—¿Y ustedes? —preguntó Alice a Elijah y Katherine. Él se encogió de hombros.

—No me importa mientras esté sano.

—Bien dicho, Elijah —asintió Carlisle con una sonrisa.

—Yo solo espero que no sean gemelos —comentó Katherine, llevándose las manos al vientre redondeado.

—Generalmente —explicó Edward—, el gen de los gemelos se salta una generación.

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~oOo~

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Esa misma noche cuando todos se fueron a sus casas y mi hijo estuvo dormido, Isabella y yo nos acostamos juntos en la hamaca que había en el porche de nuestra casa. Las estrellas brillaban como puntos relucientes y el cielo era de un azul oscuro. El Señor Ministro se encontraba debajo de nosotros, sobre el suelo hecho un bollo en aquella manera tan gatuna de ellos los gatos. En la oscuridad de la noche solo se distinguían las partes donde su pelaje era blanco. Hoy había sido un día especial para él: dulce y harinas por todos lados.

Isabella suspiró mientras yo la abrazaba por detrás. Estábamos los dos acurrucados, su espalda junto a mi pecho y su cabeza en el hueco de mi garganta.

—¿Sabes? —preguntó ella, rompiendo el silencio—. Si dos años atrás me hubieran dicho que estaría aquí contigo, no lo hubiera creído.

Sonreí y besé su cabello.

—Lo mismo digo.

—Lo que son las vueltas de la vida, ¿verdad? —volvió a preguntar mientras se daba vuelta para enfrentarme con su mirada, haciendo que la hamaca se meciera con sus movimientos.

—Sí. Pero no te arrepientes, ¿verdad? —sabía que ella no se arrepentía pero necesitaba escuchárselo decir.

—Claro que no —alzó el rostro y besó mi mentón—. Me has dado más de lo que alguna vez pude llegar a desear.

Sonreí.

—Muchas me han dicho lo mismo —comentario con el cual me gané un golpe en el hombro y una mirada juguetonamente fulminante—. Bueno, ya me callo —reí.

—Kyrian acaba de cumplir un año, Damon —gimió de repente—. ¡Ha transcurrido tan rápido! No quiero que crezca más…

—No puedes impedir que crezca —dije con suavidad. Aunque, para ser sincero, yo también estaba asustado de cuán rápido pasaba el tiempo. Parecía ayer cuando lo tuve en mis brazos por primera vez, Kyrian había sido tan pequeñito que había podido sostenerlo con las manos abiertas—. Pero…

Me detuve y ella enarcó una ceja.

—¿Pero? —me animó a seguir. Acaricié toda la extensión de su brazo.

—Pero… podríamos tener más niños, lo sabes.

Sus ojos marrones se abrieron de par en par, claramente sorprendida. Fue mi turno de enarcar una ceja. Isabella se sentó incómodamente.

—¿Hablas… en serio, Damon?

—Claro —sonreí—. Me encantaría hacer niños contigo. Muchos niños —comenté, alargando la palabra mucho.

—No tienes idea de cuánto te amo —se inclinó y me besó con pasión. Yo la abracé respondiendo enérgicamente al beso.

Si me amaba en la misma medida en que yo la amaba a ella, entonces tenía una leve idea.

Capítulo 14: Baby Shower

 
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