Ayúdame a sanar (+18) Short-Fic.

Autor: dianacullenblack
Género: Romance
Fecha Creación: 14/07/2012
Fecha Actualización: 26/07/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 44331
Capítulos: 15

La traición se interpuso en la relación de Bella y Edward... para luego hacerlo Damon Salvatore.

M por Lemmons Shortfic. B&D&Ex OoC ¡Todos Humanos! BxD .

Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y L.J Smith. La historia es propiedad de Gissbella De Salvatore yo solo publico con su autorizacion.

TERMINADO

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Capítulo 12: ¿Que desearias que fuera?

Declaimer: Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y L.J. Smith. la trama de Gissbella de Salvatore

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Ayúdame a sanar

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¿Qué desearías que fuera?

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Sue apoyó la cazuela en el centro de la incómodamente silenciosa mesa. Charlie estaba sentado en la cabecera, Damon en la otra y yo a la derecha del primero e izquierda del segundo. Sue tomó asiento frente a mí, lanzándome una mirada curiosa y divertida. Yo no sabía qué era lo que ella encontraba divertido en esos momentos. Charlie tenía una mirada dura y desconfiada, clavada en el hombre que se encontraba frente a él. Damon, por el otro lado, parecía estar en su salsa con su postura relajada. Me lanzaba cualquier tipo de sonrisa cuando la atención de Charlie se desviaba a Sue.

—Entonces —habló Charlie mientras Sue le servía una sopa que parecía muy saludable en el plato. Hizo una mueca—… ¿eres amigo de Bella? —inquirió.

Una imperceptible sonrisa se dibujó en sus labios.

—No.

Me tensé y miré el líquido que también había en mi plato. De repente se me apetecía intomable al igual que a Charlie porque solamente jugaba con la sopa y la cuchara, revolviéndola.

—Entonces eres un compañero de trabajo —asumió.

—No, no soy su compañero de trabajo —respondió divertido Damon, pero no agregó nada más.

La expresión de Charlie era de irritación.

—Entonces, ¿qué…?

—Soy su pareja.

Ahí. Ya estaba. Lo había dicho. Los ojos de Charlie se agrandaron tanto que pensé que sus globos oculares se saldrían de sus cuencas y caerían en su comida aun sin tomar.

—¿Disculpa?

—Papá —hablé por vez primera. Dudé. ¿Qué podría decirle? Miré a los dos hombres que se habían convertido en los más importantes de mi vida y estiré la mano para tomar la de Damon. Él acarició el dorso de mi mano con ternura y yo casi me derretí ante el gesto. Volví la mirada nuevamente a Charlie que me miraba con aquellos ojos tan iguales a los míos—. Damon y yo estamos… juntos —sonreí en beneficio de mi amante.

—Pero —nos miró a ambos, Sue había quedado olvidada a su lado—… Bells… tú…

Me volví a Damon y Sue, preguntando:

—¿Podrían dejarme a solas con mi padre, por favor? —ella asintió y se levantó de la mesa para dirigirse a la cocina. Po un momento creí que Damon protestaría pero suspiró e hizo lo propio. Una vez que estuvieron fuera Charlie me dijo:

—Bella, ¿podrías decirme qué es lo que sucede? Pensé que habías terminado con Cullen…

—Y así lo hice —fruncí el seño.

—¿Fue por este hombre? —preguntó.

—No —suspiré—. Fue por otra mujer —su bigote se retorció casi de una manera cómica pero no me reí. Tampoco quería que odiase a Edward, después de todo, siempre que había una separación era en parte culpa de las dos mitades— y un cúmulo de otras situaciones —sacudí la cabeza—. Pero, papá, lo importante es que Edward es el pasado en mi vida ahora…

—¿Y este hombre tu presente? —me interrumpió. Lo observé con ojos tranquilos y le contesté siendo lo más sincera que podía ser en aquel momento:

—Sí; mi presente y espero que mi futuro.

—Bells —se inclinó sobre la mesa y acarició el dorso de mi mano—, sé que terminar una relación de muchos años es difícil pero estar con otro hombre a tan poco tiempo… no creo que sea… justo ni para él ni para ti.

—Papá —empecé—, ¿crees que mi relación con Damon es por despecho? —sentí cómo la ofensa hacía mella en mi interior. Aparté la mano.

—Bella…

—Para tu información no, no estoy con Damon por despecho. Él es uno de los mejores hombres que he conocido últimamente…

—¿Cuánto de últimamente? ¿sabes su segundo nombre siquiera?

—No tiene segundo nombre —respondí y él suspiró.

—Lo siento, Bells. Es solo que me pareció todo tan repentino —se encogió de hombros—. Apenas has acabado con Edward, creí que lo amabas de verdad…

—Y lo amé de verdad, papá —mi expresión se suavizó—. Edward fue mi primer amor —medio sonreí— y nadie, ni siquiera el motivo de nuestra separación me va a quitar aquella felicidad que sentí al conocerlo y pasar todos estos años con él. A pesar de todo lo que ha sucedido, Edward es un buen hombre y si la vida y la suerte están de mi lado, lo tendré como un amigo.

—¿No te sientes enfadada con él?

Suspiré y pensé en Irina y en Leah.

—Claro que aún estoy enfadada. Pero espero que pueda olvidarlo y volver a llevarme bien con él, superar el hecho de que fuimos pareja. Alice y Rosalie son mis mejores amigas, Emmett y Jasper como mis hermanos y Carlisle y Esme unos segundos padres… no quiero que el tiempo me los quite.

Charlie esbozó la primera sonrisa en horas.

—Y no lo hará, Bella. Ellos ya forman parte de tu vida. Está en ti el no apartarlos.

—No lo haré, papá.

Lo oí suspirar.

—Así que Damon, ¿eh?

Casi sonrío ante su tono.

—Sí.

—Bueno, creo que podemos continuar con la comida. ¡Sue!

Sentí que mi corazón pesaba un poco menos. Damon y Sue volvieron a la mesa y se relajaron en cuanto observaron el rostro menos tenso de Charlie. Comimos tranquilamente hablando de banalidades hasta que llegó la hora del postre —flan con crema, la boca se me hizo agua en cuanto Sue lo dijo— y Charlie se dirigió a Damon:

—¿De qué trabajas, muchacho?

—Soy médico.

Charlie asintió y me lanzó una mirada. Yo sabía lo que estaba pensando. Edward también era médico. Hice una mueca. ¿Tendría yo alguna fijación con hombres guapos de batas blancas?

—¿Te especializas en algo? —preguntó interesado, muy a su pesar. Yo continué saboreando mi postre.

—Pediatría.

—Oh —Charlie se removió incómodo en su asiento. Mi postre se había terminado y yo contenía las ganas de limpiar el pequeño plato con la lengua. Cuando levanté la vista vi que Sue me tendía su mano para que le diera mi plato. Se lo di y ella me sirvió otra porción. Amaría a Sue para el resto de mis días—. ¿Te gustan los niños? —preguntó mi papá y yo cesé de masticar. Miré a ambos hombres.

—Mucho —asintió Damon.

—¿Tienes hijos? —bravo, Charlie. Eso ha sido muy… discreto.

—No —sonrió Damon, divertido. ¡Que no le diga!, suplicaba yo en mi mente. No quería que a mi padre le diera otro infarto. Esta vez fulminante.

—Bien —asintió.

—¿Te gustaría tenerlos? —le preguntó Sue. La miré con ojos entrecerrados. ¿Qué tramaba?

—Claro —respondió Damon. La sonrisa nunca dejó su rostro. Me miró y casi me derrito ante su sonrisa esquinada—. Con la persona correcta, claro.

Charlie tosió pero yo solo quedé prendada de la mirada celeste de Damon.

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—De veras siento mucho haber estado tan ausente últimamente, James —me disculpé por cuarta vez. Mi jefe y amigo hizo una mueca de despreocupación sentado en frente a mí en mi escritorio.

—Ya te he dicho que no interesa, Bella. Lo importante es que estés bien. Por cierto, ¿Charlie se está recuperando?

Sonreí.

—Sí. Carlisle ha dicho que esta vez fue un susto pero que debe comenzar a cuidarse porque la próxima vez puede ser…

—Lo entiendo —sonrió James. Su cabello rubio relucía con la humedad de un baño que seguramente había sido reciente—. Procuren que no haya una próxima vez.

—Eso está en manos de Charlie, creo —suspiré.

—¿Le han dicho lo del bebé?

—No —me recliné en mi asiento y miré las diferentes carpetas que había sobre el escritorio—. No tuve las agallas. Damon no le cayó muy bien de un primer momento y cuando le dije que estábamos juntos… bueno…

Hice una mueca y él rió.

—¿Demasiado reciente?

Asentí con la cabeza.

—¿Y tú? ¿cómo van las cosas con Victoria? —él hizo una mueca y se quedó mirando por la ventana—. ¿Qué sucedió?

James suspiró antes de responder:

—Está trabajando muy duro en la revista. No la veo muy seguido.

Sonreí.

—Me imagino. Pero no sé por qué creo que hay algo más.

Unos segundos de silencio.

—Quiero tener un hijo, Bella —me miró con una sonrisa apagada.

Debo decir que no me sorprendió; el pasado de James estaba ya marcado.

—Y ella no quiere —aventuré.

—No, no es eso —James negó con la cabeza—. No se lo he dicho.

—¿Entonces por qué pareces tan triste? —no lo entendía, ella no le había dicho que no.

—Es que no sé si decírselo. Estamos tan bien juntos que… —se encogió de hombros.

—Pero no sabrás lo que ella piensa si no hablas —suspiré y me incliné para mirarlo a los ojos—. James, no cometan el mismo error que Edward y yo cometimos —sacudí la cabeza—. La incomunicación fue lo que acabó con nuestra relación.

Él asintió.

—Lo haré, Bella. Hablaré con ella esta noche.

Me sonrió y le devolví la sonrisa.

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Estoy muerto.

Seguí revolviendo el líquido en la olla.

—Me imagino —suspiré—. Yo también y eso que mi trabajo no es nada como el tuyo —probé un poco de la comida con el cucharón. Escuché a Damon reír.

Tú estás embarazada. Isabella…

No dijo nada más y yo fruncí el seño. Ángela se había ido a comprar algunas verduras para la ensalada cuando descubrimos que ya no nos quedaban.

—¿Qué sucede?

¿No lo has pensado, verdad? —preguntó desde el otro lado de la línea con un suspiro. Fruncí aun más el seño.

—¿Pensar el qué? ¿Damon?

Lo que te dije en Forks sobre venir a vivir aquí, conmigo.

No respondí en el acto porque sencillamente me había tomado por sorpresa. ¿Vivir con Damon? recordé cuando me lo había propuesto —más bien exigido— porque no le había dicho lo que me había sucedido. ¿Había hablado en serio?

¿Isabella?

—Estoy aquí —apagué la hornalla y me di la vuelta, apoyando mi mano en la mesada y la otra aun sosteniendo el móvil en mi oído—. ¿Hablabas en serio, Damon?

Por supuesto que hablaba en serio —volvió a suspirar—. Quiero estar contigo, asegurarme de que estás bien y conocerte mejor. Serás la madre de mi hijo.

Sentí que mis rodillas se me debilitaban pero alcancé a llegar hasta una silla.

—Yo… la verdad no lo consideré.

Me imaginé. Bueno, voy a acostarme. ¿Mañana discutimos de esto personalmente, sí?

Asentí con la cabeza y luego me di cuenta que él no podía verme.

—Sí —me apresuré a contestar.

Bien —lo escuché bostezar y no pude evitar sonreír—. Los veo mañana a los dos. Descansen.

Dejé a un lado mi móvil y me quedé mirando la pared sin verla. ¿Vivir con Damon? me imaginé despertarme cada día, viéndolo dormir a mi lado, desayunar con él, despedirlo con un beso antes de ir al trabajo y luego volver para prepararle la cena, esperando que él regresase… sacudí la cabeza. ¿Vivir con Damon? pero yo acababa de salir de una relación que había incluido la convivencia, ¿estaba lista para ello? Además, Damon también era médico, ¿y si resultaba que todos eran iguales? ¿y si él también tenía una enfermera la cual lo "atendiera"? no, no podía ser. Una voz me dijo en mi cabeza que no todas las personas eran iguales. Pero aun tenía miedo.

«Será el padre de tu hijo, Bella. Algo tienes que hacer.»

Sí. Definitivamente algo tenía que hacer.

Escuché el ruido de la puerta al abrirse.

—¡Volví!

Me levanté y me dirigí hacia ella que tenía una bolsa de papel entre los brazos.

—¿Te sientes bien? —me preguntó—. Luces un poco pálida.

Sacudí la cabeza.

—Me encuentro bien, aunque hambrienta —sonreí—. ¿Comemos?

—Claro.

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Mientras las semanas pasaban, Damon no volvió a insistir con la idea de mudarme a su departamento y yo nunca traje a colación aquella conversación. Seguramente se había dado cuenta de lo… descabellado de aquella idea. Es decir, nos conocíamos hacía muy poco tiempo y, sinceramente, estábamos juntos sólo por el hecho de haber quedado embarazada de él. Pero aun así, cada vez que podíamos vernos, lo hacíamos. Cocinábamos juntos, mirábamos películas y hasta había llegado a pasar la noche con él en su departamento. Me había sentido muy… cómoda con él. Y me alegraba por ello.

James se había decidido y había hablado con Victoria sobre aquel deseo suyo de tener hijos.

—¿Y qué te ha dicho? —le había preguntado al entrar a mi oficina. Él había estado esperándome, sentado en su habitual lugar frente a mi sillón.

—Buen día—me había sonreído—. ¿Cómo estás, Bella? Yo muy bien, muchas gracias por preguntar…

—¡Cállate! —reí—. Y dime cómo te fue.

Su sonrisa prácticamente había hecho que las nubes del cielo se fueran y que un sol radiante iluminara el día.

—Tengo a mi lado a la mejor mujer que puede existir en este mundo.

Carraspeé y él se apresuró a añadir:

—A parte de ti, claro.

Charlie había mejorado notablemente. Nos hablábamos constantemente, si yo no lo llamaba cada día de por medio él me telefoneaba. Sue le había hablado acerca de retirarse de su trabajo y me había dicho que Charlie lo estaba considerando. Yo no había hablado con él al respecto y tampoco quería interferir. Era una decisión de él y ahora, quizás, también de Sue.

Pero la verdadera sorpresa en aquellas semanas fue cuando mi embarazo cumplió su primer trimestre. Los tres primeros y peligrosos meses habían pasado y en los chequeos que Damon se había asegurado que me hicieran había salido todo bien. Más que bien, excelente. Me sentía bien, con energía salvo en los momentos donde el sueño podía más que todo lo otro. Las náuseas aparecían de vez en cuando —no podía tolerar ni siquiera un vistazo de un maldito limón— pero mayormente me daba más hambre que náuseas. Y con la llegada del tercer mes vinieron también otras preocupaciones como por ejemplo el hecho de que tenía que mudarme. No podía seguir viviendo con Ángela cuando el niño naciera; los llantos, los pañales, la cuna… no podía hacerla pasar por aquello.

Era viernes por la tarde cuando pensaba en aquel problema y llamaron a la puerta. Últimamente Damon pasaba cada momento libre que tenía conmigo y ciertamente era él quien estaba detrás de la puerta.

—Estoy libre hasta mañana por la mañana para que hagas conmigo lo que te apetezca —fue lo primero que dijo cuando abrí. Me reí.

—Lo que me apetece abarca muchas cosas —bromeé antes que él descendiera el rostro para darme un beso corto pero apasionado en los labios.

—Y eso me encanta —me hice a un lado para dejarlo pasar y así lo hizo. Extendió la mano y en ella había una de las más perfectas rosas rojas. Los pétalos de la flor se arqueaban lo justo y necesario para mostrar su perfección al ojo humano. No tenía espinas—. Feliz primeros tres meses.

No pude contenerme y volví a besarlo pero esta vez pasando un brazo por detrás de su cuello.

—¿Qué quieres hacer esta tarde? —me preguntó cuando lo solté, contenta.

—Mmm —rumié en voz alta mientras me dirigía a la cocina con él siguiendo mis pasos. Olí la maravillosa fragancia de la flor—… no tengo la menor idea. Estaba…

—¿En otro mundo? —sonrió. Le devolví el gesto.

—Algo así.

Se sentó en un taburete.

—¿Quieres algo? —me miró de arriba a abajo con aquellos ojos celestes encendidos. Claro que quería algo—. Me refiero para tomar.

—No, gracias —rió—. ¿Ángela?

—No está —contesté mientras me servía un vaso de zumo de naranja—. Ella y Ben fueron a comer con los padres de él.

—¿Tenemos el departamento para nosotros y no me has dicho nada? —me preguntó con incredulidad. Me reí.

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Suspiré mientras Damon me cubría con su cuerpo desnudo. Extendí las manos y acaricié sus brazos fuertes, deleitándome con su suavidad.

—Eres tan hermosa —susurró en mi oído antes de bajar dejando un rastro de besos en mi cuello—. Mía. Eres mía.

Separé más mis piernas para que él se acomodara a su gusto, para acogerlo en mi suavidad… y lo sentí embestir tan exquisitamente que gemí sin aliento. En algún lugar de mi mente me pregunté cómo había estado viviendo sin él; sin su cuerpo, sin sus manos…

El pecho bien formado de Damon me aplastaba los senos, sensibles ahora por el embarazo; sus manos se deslizaron hasta mis nalgas y las tomó con fuerza para levantarme al ritmo de sus embestidas, y un placer intenso estalló dentro de mí sin previo aviso. Me aferré a él, sollozando y jadeando, casi gritando. Mi mente se nubló pero lo vi apretar los dientes para contener el orgasmo y siguió cabalgándome mientras los espasmos de mi cuerpo se intensificaban hasta llegar al clímax. Me eché a temblar y luego mis músculos se relajaron, dejándome floja entre los brazos de Damon.

—Damon… —musité con voz débil por el placer.

—Ahora —dijo él guturalmente, poniéndose de rodillas.

Enganchó con sus brazos mis piernas y se inclinó hacia delante. Se apoyó sobre sus manos, con mis piernas abiertas y levantadas, apoyadas en sus brazos. Yo me encontraba totalmente vulnerable frente a él, y Damon se aprovechó de ello al instante. Me estremecí con tan solo observar su mirada apasionada. Se hundió en mí con fuerza, aunque no haciéndome daño; sus hombros poderosos se hundían por el esfuerzo mientras sus movimientos se hacían regulares y rápidos. El único sonido en la habitación era el de nuestras respiraciones agitadas y ásperas, nuestros gemidos ahogados y el crujido de la cama debajo nuestro. El placer le llegó como a mí: sin previo aviso. Se estremeció convulsivamente bajo aquella fuerza y un áspero grito escapó de su garganta. Lo sentí vaciarse en mi interior y, cuando finalmente acabó, Damon se dejó caer sobre mí; pude sentir cómo su pecho se movía trabajosamente mientras sus pulmones buscaban aire. No me importó su peso; no sentía que me aplastase, sólo sentía su peso tibio sobre mí, protegiéndome y envolviéndome con su aroma a sudor. Aún podía oler nuestra unión en el aire que nos rodeaba. Lo abracé y acaricié su espalda, mi mano se deslizó resbaladizamente por su piel debido al sudor. Podía sentir su sudor por todo el cuerpo. Me encantaba la forma con la que él me aplastaba contra el colchón sin hacerme daño si quiera… hasta que rodó de espaldas, llevándome consigo y colocando mi cabeza en el hueco de su cuello.

—¿Te hice daño? —me preguntó casi sin aliento. Sonreí y me acurruqué junto a él al mismo tiempo que respondía:

—No.

Me abrazó y besó mi cabello.

—Discúlpame si fui tan brusco.

Levanté mi mirada y vi que tenía una mueca en los labios. Comprendí que estaba enojado consigo mismo.

—¿De qué hablas? —pregunté con el seño fruncido—. No me has hecho nada, Damon. Bueno, sí —me ruboricé—. Hiciste que me sintiera muy… bien.

Me miró y su mirada se tornó indescifrable. Supe que estaba buscando en mi expresión algo que dijera lo contrario.

—Estoy bien, ¿de acuerdo? —insistí.

Damon suspiró y asintió con la cabeza.

—Lo siento de igual modo.

Rechiné los dientes.

—No te disculpes. No quiero escuchar que te disculpes. No me has hecho daño alguno. Pero…

—Pero, ¿qué? —se medio incorporó y me miró con ojos ansiosos. Le devolví una mirada serena.

—¿Por qué lo hiciste?

—¿Hacer qué?

—Eso —él enarcó una ceja y yo suspiré—… nunca me has hecho el amor de esa manera —terminé por explicar.

Una de las esquinas de su boca se curvó en una sonrisa sardónica.

—¿Cómo un bruto? —resopló y me acarició el vientre.

—¿Un bruto? ¿de qué hablas? Me encantó.

—¿Sí? pues no volverá a suceder, créeme —besó mi mejilla. Volví mi rostro de modo que lo besé en los labios y luego deposité pequeños besos sobre su barbilla y mejillas. Rió.

—¿Por qué no? —le pregunté mientras me subía sobre él y comenzaba a descender con los besos. Lo escuché ronronear como un gato. Me reí.

—Porque no —respondió—. Perdí el control. No sucederá otra vez.

—Ah, ¿no? —sonreí contra su pecho—. ¿Qué apostamos?

—¡Señorita Swan! —exclamó fingidamente escandalizado—. ¿Acaso son esos las costumbres que va a inculcarle a Junior?

Levanté mi rostro y apoyé mi pecho sobre el suyo mientras cruzaba los brazos debajo de mi mentón y sobre su pecho. Él enarcó una ceja y yo lo observé con los labios fruncidos.

—¿Junior?

—Sí, bueno, todavía no sabemos su sexo.

—Ya —asentí—. Pero, ¿qué desearías que fuera? —pregunté—. Nunca hablamos sobre eso —él lo pensó durante unos segundos y finalmente dijo:

—Deseo que sea sano.

Sacudí la cabeza—. Yo también quiero eso. De hecho, creo que todos los padres lo quieren. Pero no te estoy preguntando eso. Te pregunto qué deseas que sea. ¿Un niño o una niña?

Por un momento creí que no le importaba realmente, pero cuando sus ojos adquirieron un brillo que no había visto hasta aquel momento, descarté la idea.

—Una niña —respondió con voz sedosa. Juntó los brazos detrás de mí y me abrazó con ternura. Me besó en los labios—. ¿Te imaginas una pequeña niña con el cabello castaño y los ojos azules? O al revés, claro. Con tu piel y tus mejillas… quiero que tenga tu rubor.

Gemí y enterré mi rostro en su pecho. Se rió.

—Me odiará —protesté.

—No me importa —contestó y lo golpeé sin mirarlo—. ¿Y tú? ¿qué quieres?

—Que sea sano.

—No me vengas con esas —me pellizcó suavemente el brazo—. Dime.

—Un niño —levanté mi mirada y le sonreí—. Igual a ti —y en ese momento supe cuán cierta eran mis palabras. La imagen de un niño de cabellos negros, lacios y finos y ojos celestes nubló mi visión. Su piel clara y el carácter de Damon…

El bufido de éste último me sacó de mi ensoñación.

—Eres predecible —lo besé con renovado ardor, como si con un beso suyo el bebé en mi interior pudiera decidir convertirse en niño. Me reí ante la idea y Damon me miró con otra ceja alzada— y loca, también.

Le golpeé en la mejilla juguetonamente y él nos dio vuelta de modo que él quedó encima de mí.

—No me importa si sea niño o niña —juró en voz baja, su expresión solemne—. Lo que me importa es que sea sano y que tú serás su madre.

Mis labios se curvaron en una sonrisa lenta.

—Y que tú serás el padre.

Sonrió.

—Claro que eso también es algo muy importante —apartó un mechón de mi cabello—. ¿Has pensado en nombres ya?

Sacudí la cabeza.

—No —suspiré—, creo que es muy pronto. Además, pienso que es algo que debemos hacer juntos.

—Bien —él asintió.

—¿Tienes alguna predilección por alguno? —pregunté. Hasta ese momento yo no tenía ninguno. Tardó en contestar per lo hizo.

—No.

Sonreí y él volvió a besarme. Un momento después cuando nos acomodamos cómodamente el uno junto al otro cerré mis ojos y lo siguiente que escuché fue que llamaban a la puerta. Abrí los ojos con pesadez y me di cuenta de que me había quedado dormida. Damon yacía a mi lado con la respiración acompasada y el sueño profundo. En estas últimas semanas me había dado cuenta de que cuando él dormía podía estallar la tercera guerra mundial que ni cuenta se daba. Y yo procuraba no molestarlo. Sabía lo que eran los horarios de un médico y yo trataba de dejarlo dormir lo máximo posible.

Volvieron a llamar y yo me moví lo más silenciosamente que pude para no despertar al hombre en mi cama. Busqué mi bata y me la puse encima para taparme y salir del cuarto. Cuando estaba a cuatro pasos de la puerta volvieron a llamar y yo me apresuré para que Damon no se despertara. Aunque ni una aplanadora podría despertarlo…

Abrí la puerta con violencia y el corazón se me detuvo por un breve segundo ante la persona que estaba frente a mí. Sonrió y dijo:

—¡Hola, cariño!

Capítulo 11: confeciones Capítulo 13: Perfecto para mí

 
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