Ayúdame a sanar (+18) Short-Fic.

Autor: dianacullenblack
Género: Romance
Fecha Creación: 14/07/2012
Fecha Actualización: 26/07/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 44327
Capítulos: 15

La traición se interpuso en la relación de Bella y Edward... para luego hacerlo Damon Salvatore.

M por Lemmons Shortfic. B&D&Ex OoC ¡Todos Humanos! BxD .

Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y L.J Smith. La historia es propiedad de Gissbella De Salvatore yo solo publico con su autorizacion.

TERMINADO

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Capítulo 11: confeciones

Declaimer: Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y L.J. Smith.la tram pertenece a Gissbella de salvatore

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Ayúdame a sanar

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Confesiones

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Los dedos de las manos me dolían mientras apretaba el volante del auto. La leve llovizna repiqueteaba en el cristal así que estaba viajando a una velocidad lenta. Pero la furia bullía en mi interior. ¿Cómo había podido Edward ser capaz de tanta falsedad, de engañar a Leah y de engañarme a mí a la misma vez? Porque ese diario no era ninguna trampa; Leah no habría podido adivinar que yo lo descubriría y las hojas eran bastantes viejas y específicas. Ahora entendía el odio que Leah me tenía, entendía algunas pequeñas cosas como por ejemplo su mirada cuando Edward fue a buscarme para el baile de fin de año, su mirada glacial. El día en que anunciamos nuestro noviazgo y cuando anunciamos que nos iríamos a vivir juntos a Seattle.

Resoplé exasperada. ¿Cómo no iba a odiarme? Yo, una extraña, había llegado al pueblo y de repente su novio deja de estar con ella. Luego se entera de que la estaba engañando conmigo… y deja que las cosas tomen su curso para que en el futuro yo me lleve el chasco de descubrir la verdad. Fue una buena venganza, Leah, pensé para mis adentros. Muy buena en verdad. Aunque todavía tenía serios problemas con la parte en que Edward y Leah habían tenido relaciones sexuales… me estremecí ante el pensamiento y el recuerdo de lo escrito en el diario. Aquella "despedida" por parte de Edward. Había tenido sexo con ella aún clamando amarme…

Tomé la curva que me dirigía a la gran casa blanca en la que había vivido tantos momentos felices. Ahora, en cambio, iba para aclarar unas cuantas cosas. Cuando estaba llegando vi que el volvo de Edward estaba aparcado en la entrada. ¿Les estaría contando la verdad sobre nosotros? Aparqué detrás del auto y salí al exterior. Las gotas de lluvia se filtraron en mi cabellera y me apresuré a entrar. El hall de entrada con sus maravillosos cristales estaba igual de reluciente que siempre pero no perdí tiempo y subí rápidamente las escaleras.

―¿… Bella, Edward? ―alcancé a escuchar la voz de Esme en el living. Caminé despacio para poder respirar profundo y calmar los nervios que súbitamente estallaron en mi interior.

―Mamá…

―Sé lo que le sucedió a Charlie así que…

―¿Qué le sucedió a Charlie? ―preguntó él, confuso.

―Ha tenido un infarto ―interrumpí. Miré a Esme y le di una sonrisa débil. Ella se acercó a mí y me abrazó.

―¿Cómo has estado, cariño? Que alegría de verlos, le he dicho a Carlisle que…

―Esme ―la interrumpí―, creo que Edward tiene algo que decirte.

Él me miró y debió reconocer el fuego en mi mirada porque se puso brevemente pálido.

―Bella…

Esme nos miró a ambos.

―¿Qué es lo que sucede?

―Yo te explicaré, mamá ―suspiró Edward―. Bella y yo nos hemos separado.

―¿Qué? ―sus ojos se agrandaron en el mismo momento en que escuché a otro auto aparcar frente a la casa. Escuché los pasos en la entrada y luego la puerta al abrirse…

―Oh, no sabía que estaban aquí ―Carlisle sonrió y dejó su maletín en el sillón. Se encaminó hacia Esme y cuando vio su rostro se puso serio―. ¿Qué ocurre?

Miré a Edward que a su vez miró a sus padres, pero fue Esme la que dijo:

―Edward y Bella están separados.

Carlisle enarcó las cejas y yo metí las manos en mis bolsillos.

―¿Qué sucedió? ―preguntó.

―No importa eso―intervine al ver la expresión de Edward. Una cosa era que le dijéramos que estábamos separados y otra era lo de su infidelidad―. Lo que queríamos era que se enteraran de ello.

―Lo siento ―Esme parpadeó―. Pero es que no entiendo…

―Edward y yo ya no somos los mismos ―dije. Carlisle ayudó a Esme para que se sentara en uno de los sillones, él a su lado. Yo por mi parte suspiré y me senté en el sillón que estaba frente a ellos. No vi que hizo Edward ni tampoco me importaba. En esos momentos podría pulverizarlo un rayo que yo no me inmutaría―. La relación se desgastó y ―¿qué más podía decir?―… lo siento.

―No debes sentir nada, Bella ―comentó Carlisle. Levanté mi rostro ―había agachado la cabeza ante el peso de mis palabras― y lo miré a sus ojos claros.

―Sabemos ―comenzó Esme― que ustedes están juntos desde hace años, cariño. Se aman y superarán lo que sea…

Negué con la cabeza.

―No, Esme. No entiendes. No volveré con Edward ―tal vez lo dije con demasiada pasión porque las finas cejas de mi ex suegra se enarcaron―. Las cosas ya no son las mismas y...

Me encogí de hombros, súbitamente cansada de dar explicaciones. ¿Por qué demonios las estaba dando yo cuando era su maldito hijo quien tenía que hacerlo? ¿por qué era siempre yo la que cargaba con todo?

Nos quedamos en silencio por unos momentos.

―Bien ―escuché a Carlisle decir―. Respetaremos sus decisiones. Sólo queremos que sepan que estaremos aquí siempre ―una sonrisa cálida iluminó su rostro―. Para cualquiera de los dos.

Suspiré hondamente, dándome cuenta de lo mucho que significaba para mí su opinión y su apoyo.

―Gracias ―no sonreí, no pude, pero traté de que mi rostro tuviera todo el sentimiento de agradecimiento posible.

―¡Qué lindo! ―Edward se acercó a nosotros―. Claro. Isabella Swan: la nuera perfecta ―ironizó.

Apreté los dientes en el mismo momento en que Esme miraba atónita a su hijo.

―¡Edward! Esa no es manera de hablar de…

―¿De quién?

―Edward, detente ―murmuré sin fuerza pero lo bastante alto como para que él me escuchara.

―¿Detenerme? ―se acercó a mí y yo me puse de pie― ¿qué sucede, Bella? ¿acaso no quieres que les diga a mis padres que te quieren tanto que estás embarazada… de otro hombre?

No pude refrenarme, simplemente no pude. Mi mano se levantó y encontró su rostro en un resonante chasquido que resonó en toda la sala. Me tambaleé y lo miré, sorprendida de mi propia reacción mientras él se llevaba la mano izquierda para sobar su mejilla que se encontraba repentinamente enrojecida con la marca de la palma de mi mano en ella. Me recompuse rápidamente y lo miré fijamente a los ojos.

―No me hables de ello ―siseé―. No tienes la moral para hablarme de nada, Edward, así que guárdate tus comentarios sarcásticos que tan mal te quedan.

―Por favor, cálmense ―pidió Carlisle.

―Edward ―llamó Esme

―¡No! ―rugió Edward.

Todo se volvió negro.

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Mi cabeza daba vueltas. Fruncí el seño e intenté enfocar mi mente en lo último que había sucedido. Suspiré al recordarlo: Edward perdiendo el control, Esme y Carlisle sabiendo lo del bebé…

Una repentina sacudida me invadió y mis manos volaron a mi vientre, protegiendo a la vida que crecía dentro de mí.

―Bella…

Mi visión periférica captó la imagen de un rostro y Edward apareció en mi campo de visión. Volví la cabeza.

―No, Bella, por favor, mírame.

Lo hice pero no lo dejé hablar.

―¿Qué sucedió?

Sus cabellos estaban muy despeinados y su rostro demacrado, surcado por sombras.

―Bella, tuviste una pérdida ―sus palabras me golpearon. Una pérdida. Sabía lo que significaba. Mi hijo…

Mis ojos se llenaron de lágrimas.

―Hey. ¡Hey! ―Edward tomó mi rostro en sus manos y me obligó a mirarlo―. Está bien, ¿sí? tú y el bebé están bien ―asentí con mi rostro aún en sus manos, pude apreciar la humedad de mis lágrimas en mis mejillas―. Lo siento ―susurró Edward.

Limpié mis ojos y vi con cierta sorpresa que él también estaba llorando. Y recordé al Edward que me había enamorado. El Edward que en mi decimoctavo cumpleaños me había llevado al medio del bosque, a un hermoso claro que él había encontrado y que se había convertido en nuestro lugar privado. Allí había sido donde le había entregado mi virginidad, donde después de haber hecho el amor por primera vez nos habíamos quedado tendidos en la manta que él había colocado en el medio del claro y habíamos observado las estrellas en una noche sorprendentemente despejada.

―¿En qué piensas? ―preguntó Edward a mi lado, su voz un suspiro. No sé por qué, pero sonreí entre lágrimas.

―En nuestra primera vez ―respondí ahora un poco más tranquila. Mis manos habían vuelto a su lugar sobre mi vientre―. ¿Recuerdas?

Él rió quedito.

―¿Cómo no acordarme? Estaba tan nervioso…

―¿De qué? ―pregunté, sorprendida. Él nunca me había dicho eso.

―De que no te hubiera gustado ―replicó.

Reí. No pude evitarlo.

―Idiota.

Él me sonrió por primera vez en semanas. No, en realidad ya me había sonreído, pero esta vez era una sonrisa genuina. Y me acordé.

―¿Por qué no…?―me interrumpí.

―¿Qué? ―preguntó Edward, curioso.

―¿Por qué nunca me dijiste lo que sucedió con Leah?

El cambio fue instantáneo. Su rostro se endureció y las emociones dejaron sus ojos.

―¿De qué hablas?

Suspiré.

―Ya lo sé todo, Edward. Sé que estuviste con Leah antes de que yo llegase a Forks.

Edward bajó la mirada a sus manos y cuando pasaron los segundos pensé que jamás contestaría. Pero luego dijo:

―No quería que lo supieras ―murmuró―. Bella, sabes que yo era popular en el Instituto ―asentí―. Todas las muchachas querían estar conmigo pero yo las rechazaba; no me atraían. Y me preocupé. Hablé con mi padre y… me dijo que no tenía de qué preocuparme. Yo le había contado mi falta de interés y viendo cómo los otros muchachos iban a fiestas y estaban con mujeres… me sentí raro. ¿Acaso era gay? ―no pude evitarlo y mis cejas se alzaron. ¿Edward, gay? Era algo imposible a mi modo de ver―. Entonces, conocí a Leah. No sé qué fue pero ella me atrajo. Fue la primera mujer que me atrajo carnalmente. Y no me resistí. La cortejé y ella no puso objeciones. Fue tan… fogoso. Me enamoré de ella o eso creí hacer. Pero luego ella me dijo que me amaba ―hizo el amago de una risa.

―¿Por qué te ríes? ―le pregunté con el seño fruncido―. ¿Y si ella te amaba? ¿no la amabas tú a ella?

―Creí hacerlo. Pero, Bella, ella nunca me amó. Siempre quiso a Sam.

―Es mentira ―dije.

―¿Por qué lo dices? ―me preguntó. Luego sacudió la cabeza―. No importa. Ella amaba a Sam. ¿Crees que no me daba cuenta de que me decía que me amaba porque se sentía mal por mí? De todas formas, el sexo entre nosotros era bueno ―hizo una mueca―. Ella fue la primera así que hasta ese momento era bueno ―sonrió débilmente.

―Está bien ―lo interrumpí―. Hasta aquí te entiendo. Pero, ¿por qué…?

―Desde el primer momento en que te vi entrar a aquella clase de Biología supe que jamás querría a otra mujer para pasar el resto de mis días ―esta vez me interrumpió él―. ¿Sabes lo que es mirar a una persona y decidir pasar el resto de tu vida con ella? ―preguntó―. Pues eso hice yo. Pero aún quedaba Leah y no tuve el valor para decirle que lo nuestro había terminado. Ella me acusaría de usarla… y quizás eso había hecho. Me comía la culpa pero tampoco quería que tú me juzgaras…

―No habría hecho eso, Edward ―él enarcó una ceja―. Bueno, quizás sí pero si me lo hubieras explicado de esta forma…

―Quizás tengas razón ―me concedió él― pero yo no quería supieras.

―Así que tuviste sexo con ella aún sabiendo que me amabas.

Él me miró sorprendido y pude ver los engranajes trabajando en su mente, recordando. Un segundo después su rostro adquirió un tono rojo tan profundo que sonreí. Era extraño verlo sonrojarse así que yo aprovechaba todas las situaciones que tenía.

―Yo… no lo pude evitar.

―Me doy cuenta. Una relación muy fogosa.

Él volvió a sonrojarse y luego gimió, llevándose el rostro a sus manos.

―Hice todo mal desde el principio, ¿verdad? ―preguntó. Su voz sonó amortiguada.

―Sí ―suspiré.

―¿Cómo te has enterado lo que hubo entre Leah y yo?

Me debatí entre decirle la verdad o mentirle en beneficio a Leah pero luego de las palabras hirientes de ésta última y de lo que había sucedido, no me sentía muy afecta a cuidarla. Así que dije:

―Leah tiene un diario íntimo en el que escribió todo esto y más.

Edward cerró los ojos.

―Debe odiarme con toda su alma.

―Y con más ―le aseguré―. ¿Te sentiste mal cuando te enteraste de que seríamos hermanastras?

―Me sentí como la peor basura del mundo.

―Bien.

Quizás, sólo quizás, yo podría perdonar a Edward algún día. Cerré los ojos con cansancio.

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Ese mismo día, después de que Edward se hubiera ido, Sue había entrado a la sala.

―¡Bella! ―se había acercado a la camilla―. Estaba tan preocupada…

―Estoy bien ―me apresuré a decirle.

―Lo sé. El doctor Carlisle ya me lo ha dicho. Tal vez mañana te dé el alta ―suspiró―. Entre tú y tu padre van a darme un infarto en cualquier momento…

―No, por favor ―le sonreí―. ¿Quién iría a visitarte si todos estamos hospitalizados?

Cumplí mi cometido; ella rió un poco. Luego la sonrisa se desvaneció lentamente aunque tenía una expresión dulce en los ojos.

―¿Cuándo ibas a decírnoslo, Bella?

Suspiré.

―Pronto. ¿Acaso Charlie…?

―No ―me interrumpió―, no lo he dicho nada. Ni siquiera sabe que estás aquí. ¿Sabes acaso cómo se pondría? ―asentí a sus palabras.

Era lo mejor. Abrí mis labios y comencé a detallar la última noticia de mi embarazo.

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Al otro día bien temprano apareció Carlisle, chequeándome.

―Vas a estar bien ―aseguró Carlisle con una sonrisa mientras hacía algunas anotaciones en su parte―. El feto sigue creciendo sin ninguna anomalía. Vamos a darte el alta. ¿Cómo te sientes?

―Bastante bien ―respondí.

―Bien. Porque necesito que hables conmigo.

Me puse nerviosa y él rió.

―No voy a reñirte, Bella. Creo que ya eres mayorcita para eso. Sólo quiero saber lo que sucedió. Cómo… terminaste embarazada de otro hombre que no fuera Edward. No te juzgo ―se apresuró a decir―. Sólo necesito… entender.

―Bueno ―tragué saliva―. Sucedió algo. Algo que sucede en todas las relaciones ―no tenía que explicarlo más porque él ya había deducido que Edward me había engañado― y yo me enfurecí ―suspiré―. No medí las cosas y me fui de la casa. Vagué por algunos lugares hasta entrada la noche y me encontré en un bar ―hice una mueca ante su mirada―. Sí, lo sé; no es lo mío. Pero yo estaba destrozada, Carlisle. El hombre que amaba me había engañado… y lo conocí a él. Me atrajo desde el primer momento y… estaba algo borracha. Tampoco quería pensar en nada.

―Y te embarazaste.

Me ruboricé ante las palabras. No por el embarazo en sí, sino porque él sabía cómo se hacían los bebés.

―No soy mucho mejor que Edward ―murmuré.

―No se trata de ser mejor o peor, Bella ―levanté la mirada y él me brindó una sonrisa tranquilizadora―. Todos cometemos errores, nadie es la excepción.

―Tú nunca has cometido errores ―dije con una sonrisa y él negó con la cabeza.

―No, Bella. He cometido muchos errores, pero no puedo deshacer lo que ya hice. Sólo puedo aprender de ello y seguir adelante.

―Yo ya he aprendido de ello, Carlisle ―aseguré.

―Pues me alegro ―volvió a sonreírme―. Y ahora, si no te molesta, quisiera saber qué harás con el niño.

―¿Qué haré? ―le pregunté, sorprendida.

―Sí. Es decir, ¿lo criarás sola? ¿podrás con el trabajo…?

―Si tengo que criarlo sola entonces lo haré, Carlisle. No voy a abandonar a mi hijo y, además, él tiene un padre.

Carlisle ladeó la cabeza.

―Entonces sabes quién es el padre.

Me sonrojé nuevamente.

―Sí, claro. Y él se hará cargo ―añadí. No quería que pensase mal de Damon aunque no lo conociera.

Carlisle asintió.

―Es bueno saber eso, pero, Bella, sabes que siempre estaremos para ti. Ahora eres como una hija más.

―Gracias, Carlisle ―le dije con una sonrisa―. Pero creo que no debo verlos por un tiempo ―sus ojos se agrandaron con sorpresa―. No es que no los aprecie ni los quiera cerca, tú sabes que eso sería imposible, es solo que… mi hijo tiene un padre. Y ese padre tiene una familia en la que voy a tener que acoplarme ―suspiré―. Tengo que conocerlos más y no podré hacerlo si paso la mayoría de mi tiempo con la familia de mi ex pareja. Se sentiría y vería mal.

Él asintió, consciente de que yo tenía razón.

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En la tarde ya me encontraba en la casa nuevamente antes de volver me había vestido en el hospital y pasado por la sala de Charlie, simulando que recién había llegado. A él también irían a darle pronto el alta. En la noche Sue y yo volvimos a la casa, donde Leah no había aparecido. Me pregunté si se había dado cuenta de que yo había leído su diario. Decidí que no importaba; esas hojas contenían palabras que me involucraban a mí también.

―¿Qué quieres comer, cariño? ―me preguntó Sue a la vez que entrábamos a la cocina. Se había emocionado con la noticia de mi niño y estaba casi segura de que no me dejaría ayudarla con nada de la casa. Y allí empezaba su consentimiento―. ¿Pasta, carne…?

En ese momento escuchamos un auto que derrapaba y se detenía frente a nuestra casa. Ambas fruncimos el seño pero luego debimos llegar a la misma conclusión; Charlie no podía ser así que seguramente había sido Leah. Sue fue a recibir a su hija y yo comencé sacando un poco de pasta de la heladera.

―¿Bella? ―me llegó la voz de Sue desde la entrada―. Te buscan, cariño.

Fruncí el seño y me limpié las manos, yendo a ver quién era. Seguramente Jake. Cuando llegué hasta donde estaba mi visitante me di cuenta de que no era Jake, de hecho, estaba lejos de ser mi amigo Quileute.

―Damon.

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Damon se paseó por mi habitación, observando todo a su alrededor.

―¿Qué haces aquí? ―pregunté en tono suave mientras me sentaba en mi cama.

―Ángela llamó.

Enarqué una ceja ante la respuesta. ¿Ángela? ¿mi Ang?

―¿Ella te llamó? ―pregunté aún sorprendida―. ¿Por qué?

Él se plantó enfrente de mí con las piernas separadas y los puños en la cintura. Su mirada podía congelar el mismo infierno.

―¿Por qué? ―me citó, incrédulo―. Quizás porque habías tenido una pérdida ―explicó, sarcástico.

―Sí, bueno, no fue algo peligroso…

―¡No me importa! ―exclamó él, súbitamente enfurecido―. ¿Es que no entiendes, verdad? Es mi hijo también el que llevas en tu vientre. No sólo tuyo; mío también. ¿Y tienes una pérdida y no me lo dices? ―sus ojos destellaban de una manera en que nunca lo había visto y en verdad me sentí culpable, el peso de sus palabras me hundía―. Creo que no estoy cumpliendo mi deber de padre como es debido, Isabella ―suspiró él. Pareció cansado―. Tal vez tenga que imponerme un poco más.

―¿A qué te refieres?

Él me miró fijamente.

―Tal vez tengas que vivir conmigo, Isabella. Para que no se te olvide decirme algo tan importante la próxima vez.

―¿Qué? ―creo que mi mandíbula prácticamente chocó el suelo―. Damon, creo que…

Me detuve cuando él hizo un gesto seco con la mano.

―Hablaremos luego sobre eso. Ahora quiero que te acuestes y descanses.

―¡Pero tengo hambre!

No sirvió de mucho mi protesta porque diez minutos después ya estaba arropada, observando la pintura del techo. Damon había bajado a la planta baja; lo hubiera imitado de no ser porque su mirada me habría crucificado. Así que me quedé allí en la cama, dónde se estaba muy calentito hasta que un tiempo después ―cuarenta minutos o una hora― Damon volvió a aparecer. Traía una bandeja con un plato en ella y un vaso de jugo.

―Espero que tengas hambre ―dijo mientras se acercaba a mí. Yo me erguí sobre el colchón y puse mis piernas en posición india.

―Estoy famélica ―reconocí sinceramente. el olor de lo que fuera que Sue había cocinado había subido a la planta alta para tentarme―. ¿Qué es?

―Pasta. Tu madrastra me dijo que comerían esto.

Asentí mientras cogía el tenedor y comenzaba con mi ataque. Al primer bocado tuve que gemir porque estaba delicioso. Pero raro―. Está buenísimo pero así no cocina Sue.

―Cociné yo ―aclaró él, divertido al mirarme devorar la comida.

―¿Tú no comerás? ―pregunté enarcando una ceja.

―Luego.

Así me terminé la comida mientras hablábamos de cosas banales como sus días en la clínica y mi trabajo. Una vez que terminé, él tomó la bandeja de mi falda y la puso a un lado, su expresión volviéndose seria. Estaba tan guapo allí con solo un jean y una camisa gris que me quitó el aliento. Su cabello había estado húmedo al llegar pero en ese momento estaba seco y levemente ondulado. Él comenzó a hablar pero yo lo interrumpí cuando le tomé el rostro entre mis manos y uní nuestros labios. Sorprendido, al comienzo del beso no me respondió pero en cuanto sintió que mis labios eran persistentes no pudo hacer nada más que gemir y abrazarme muy suavemente, abriendo mi boca para irrumpir en ella dulcemente. Me tumbé en la cama y él encima de mí ―sobra decir que no dejó que el peso de su cuerpo me aplastase, sino que se sostuvo con sus manos y piernas― sin despegar nuestras bocas ni por un segundo. Aunque luego ambos nos separamos jadeando en busca de aire.

―Si así va a ser esto de ahora en adelante…

Me reí bajito por su comentario y le acaricié el rostro con el dorso de la mano.

―Siento haberte asustado ―dije en voz baja―. Siento haberme olvidado de ti; sé que parece horrible pero estaba con otros problemas y…

―Shh ―me calló con un beso rápido―. Te perdono… pero que no suceda otra vez.

Negué con la cabeza.

―Nunca ―juré. Él sonrió y cuando pensé que iba a besarme, dijo:

―¿Cómo está tu padre?

―Bien ―le respondí―. Solo fue un susto pero de ahora en adelante va a tener que cuidarse.

Él asintió.

―Me lo imaginé. Pues deberá ponerse bien para jugar con su nieto dentro de poco.

Sonreí y volví a besarlo. Y luego de una sesión de besos en la que quedamos los dos tendidos y acurrucados el uno junto al otro en el colchón, yo me encontraba algo frustrada. La fiebre de los besos había subido y yo había comenzado a tocar su amplio pecho por debajo de la camisa. Y Damon gentilmente se había retirado unos centímetros, diciéndome que sería mejor que durmiéramos porque él quería estar completamente seguro que el bebé y yo estuviésemos seguros. Mentiroso, lo llamé para mis adentros aunque no me retiré de sus brazos. Se había alejado para darme una lección. Damon Salvatore era un tramposo de primera, pensé mientras lo veía sonreír angelicalmente.

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A la mañana siguiente me desperté muy cómoda. Había dormido en los brazos de Damon, acobijada y segura del mundo. Escuché el sonido de la llovizna en el techo, cayendo en la cuenta de que nunca antes habíamos solo dormido juntos en una cama y a decir verdad me gustaba. Mucho. Me acurruqué aún más en sus brazos y en ese momento me di cuenta de que la cama del otro lado de la habitación estaba vacía y tendida como si nadie hubiera dormido allí. Me sentí un poco culpable por Leah pero seguramente se habría ido a un hotel, ¿verdad?

―Buen día ―dijo Damon con voz ronca y adormilada y sonreí.

―Buen día ―contesté mientras me estiraba para besarle la mandíbula. Él me dejó hacer pero pronto su boca descendió sobre la mía y yo no tuve ni siquiera tiempo para preocuparme del mal aliento ni nada eso. Solo me dejé llevar mientras enredaba mi mano en las finas hebras de su cabello.

Luego de bañarnos ―juntos― bajamos a la cocina donde encontramos a Sue.

―Buenos días ―nos saludó. Me dio un beso en la frente y le brindó una sonrisa a Damon―. ¿Cómo han dormido?

―Apretados ―contestó Damon con una sonrisa traviesa. Mi rostro se encendió esperablemente por la vergüenza de lo que aquella palabra dejaba entrever. Me preparaba para lanzarle una mirada fulminante a Damon cuando Sue rió, encantada.

―Me lo imagino ―nos guiñó el ojo. ¿Acaso ella creía que yo tendría sexo con Damon estando alguien más en la casa? Mis mejillas se colorearon más al darme cuenta de que si no fuera por Damon la noche anterior habría ocurrido exactamente eso―. Bella, han llamado del hospital…

Mi rostro se levantó, espantada.

―¿Está Charlie bien?

―Sí, no te preocupes ―ella me sonrió tranquilizadoramente a la vez que Damon acariciaba suavemente mi espalda―. Carlisle me ha dicho que le han dado el alta.

Sonreí―. Entonces debemos ir a buscarlo.

―Ahí el quid de la cuestión ―sonrió avergonzada―. Sabes que no tengo auto y mucho menos sé conducir. Tú tampoco has traído tu auto…

Era verdad. Ben y Ángela me habían traído debido a mis nervios.

―No se preocupe, Sue ―interrumpió Damon―. Tenemos mi auto.

Miré al apuesto hombre que estaba al lado mío y me mordí el labio inferior. ¿Era sensato dejarlo hacer aquello? Él tenía la mejor de las intenciones pero Charlie aún no lo conocía; ni siquiera sabía que Damon estaba en mi vida. Y mucho menos que sería la madre de su hijo.

Capítulo 10: secretos de un diario intimo Capítulo 12: ¿Que desearias que fuera?

 
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