Ayúdame a sanar (+18) Short-Fic.

Autor: dianacullenblack
Género: Romance
Fecha Creación: 14/07/2012
Fecha Actualización: 26/07/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 44340
Capítulos: 15

La traición se interpuso en la relación de Bella y Edward... para luego hacerlo Damon Salvatore.

M por Lemmons Shortfic. B&D&Ex OoC ¡Todos Humanos! BxD .

Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y L.J Smith. La historia es propiedad de Gissbella De Salvatore yo solo publico con su autorizacion.

TERMINADO

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 13: Perfecto para mí

Declaimer: Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y L.J. Smith. Sólo la trama es de Gissbella De Salvatore

.

.

Ayúdame a sanar

.

.

_-13-_

Perfecto para mí

.

.

—¡Mi amor te extrañé tanto! —Renée se abalanzó a mis brazos.

—¡M-Mamá! —exclamé, incrédula—. ¿Qué haces aquí?

—Te extrañaba, Bella —entró al departamento sin que yo le dijera y miró a su alrededor—. Es lindo. Acogedor.

—Sí —balbuceé mientras cerraba la puerta—. ¿Dónde está Phil?

—Oh, él tenía entrenamiento. No podía alejarse de allí así que lo veré cuando vuelva.

—Bien.

Renée frunció el seño ante mi tono y dejó las maletas en el suelo.

—¿Es que no estás contenta de que haya venido? Porque en verdad no lo pareces, Bella.

—No. No es eso, mamá…

—Entonces, ¿qué…? —su voz se silenció cuando notó que yo estaba vestida con una bata—. ¡Te he despertado! —sonrió—. No sabía que dormías a esta hora de la tarde…

—Son las nueve de la noche, Renée.

—Sí, bueno…

—¿Bella? —llamó la voz de Damon. Los ojos de mi madre se posaron en donde había provenido la voz y pronto Damon entró en nuestro campo de visión. Casi me caigo de alivio al ver que tenía su ropa puesta—. Bella pensé que…

Silencio. Pude ver la mirada sorprendida de Renée y la calma que irradiaba Damon.

—Mamá —dije, apresurándome a su lado—. Te presento a Damon Salvatore.

.

.

—Entonces… ¿hace cuánto tiempo que conoces a mi hija?

—No lo sé… ¿tres, cuatro meses? —Damon se encogió de hombros—. No llevo la cuenta a decir verdad.

Miré entre mi madre y mi amante ocultando mi sonrisa. Sabía que Renée sospechaba algo; mi madre podría ser todo lo atolondrada que yo dijera pero en cuanto a relaciones entre personas era un as. Podía detectar incluso la más leve atracción entre mortales. Y yo sabía que no podría ocultarle esto por mucho tiempo. Le daba… dos horas para darse cuenta.

Habíamos llegado a un restaurante tranquilo y familiar. Las familias con niños estaban en un lugar aparte separados de nosotros por una pared finamente decorada pero incluso así podía escuchar algún que otro chillido del otro lado. De nuestro lado había calma y las parejas o amigos que se sentaban juntos conversaban tranquilamente. Como nosotros.

—Pero, dígame Renée —Damon dejó la servilleta sobre la mesa—. ¿Trabaja?

Renée sonrió encantadoramente.

—Sí. Bueno, lo hacía. Era maestra de kinder —sonrió con cariño.

—Le gustaba hacerlo —dedujo él.

—Sí, claro que sí —hizo una mueca y me miró—. Era un gusto que creo no compartir con mi querida hija.

Casi me ahogué pero me las arreglé para verme con un poco de dignidad mientras contestaba.

—A los quince años claro que no compartía ese gusto —hablé por vez primera, entrando en la conversación.

—Ya tienes más de veinte y sigues sin cultivar ese gusto —dijo de manera amonestadora.

Puse los ojos en blanco y vi a Damon sonreír.

—No te sonrías —le regañé.

—¿Yo? —puso rostro de ángel—. No me río, Isabella.

—Sí, claro —rodé los ojos.

—¿Has visto a Charlie, Bella? —preguntó mi madre cortando un trozo de carne de su plato.

—Oh —fruncí el seño—. Sí. Ha tenido una… recaída hace unas semanas pero ahora está bien.

—¿En serio? —preguntó con aprensión.

—Sí —contesté—. De hecho, creo que renunciará a su trabajo.

—Eso sí que no puedo creerlo. Charlie sin su uniforme…

Damon rió.

.

.

—Fue una agradable noche, Damon —sonrió mi madre dándole un beso en la mejilla y entrando al departamento—. Que tengas buenas noches. Fue un placer conocerte.

—Lo mismo digo —sonrió él.

—Creo que ya te la has ganado —comenté mientras entornaba la puerta de modo que quedara semi cerrada.

—Bien —sonrió él—. Gané a la madre; ahora me falta el padre.

—Creo que necesitarás más tiempo para ello.

Él solo sonrió y se inclinó haciendo que mi espalda se apoyara en la pared. Levanté los brazos y los pasé por su cuello, atrayéndolo hacia mí, pegando su cuerpo al mío.

Suspiré.

—Siento que no pudiéramos tener la noche para nosotros solos.

—Está bien —besó mi frente—. Valió la pena.

Estaba segura de que mi expresión decía lo contrario porque se rió quedamente. Suspiró y posó una mano en mi vientre. Lo acarició.

—No vas a poder esconderlo por mucho más tiempo.

—¿Y quien dijo que estoy escondiéndolo? —enarqué una ceja.

—Tú misma lo dices cuando ni tu padre ni tu madre lo saben —dijo un poco bruscamente. Fruncí el seño y lo solté.

—No es que no quiera decírselo, Damon. Es solo que… me asusta.

—¿Te asusta? —él también se irguió y se alejó frunciendo el seño—. Creo que eres bastante mayorcita como para esperar asustada la ira de tus padres, Isabella.

Respiré profundamente unas bocanadas de aire para calmarme. No sabía si era Damon, la situación o mis hormonas pero me parecía que el momento se nos estaba yendo de las manos.

—No… —¿no qué?, me pregunté a mí misma. ¿No le temo a eso Damon? hasta a mí me sonaba a mentira. Una muy pobre y triste mentira.

—¿No qué, Isabella? —él repitió mis palabras inconscientemente—. Me estoy cansando de que vivas a la manera que quieren otros, cariño.

—¡Yo no hago eso! —protesté.

—Entonces, ¿por qué no les dices que estas esperando un hijo mío? —preguntó pero aun así no alzó su tono de voz— ¿por qué no te vienes a vivir conmigo?

—¡Sabes porque Damon! —contesté. Sentía como mi rostro se calentaba por la frustración—. Creo que no nos conocemos lo suficiente como para…

—¡Basura! —lo miré a la cara y noté que su expresión se había tornado rabiosa. Sus ojos azules chispeaban y tenía los labios apretados, el rostro tenso—. Esas no son más que excusas. Cuando tengas al niño no podrás seguir viviendo con Ángela, ¿Qué harás? ¿dejar que el niño la desperté con sus chillidos? ¿a que te ayude a colocarle el pañal? ¿bañarlo? Esas son tareas que comparten el padre y la madre… cuando viven juntos. Y si de algo estoy seguro es de que tendré que hacer esas tareas. Quiero hacerlas y no vas a dejarme de lado, Isabella.

Se dio la vuelta y caminó hasta las escaleras sin echar ni una mirada al elevador. Seguramente no quería perder más tiempo conmigo en un mismo piso como para tener la paciencia de esperarlo.

Cuando su figura se hubo alejado y doblado la esquina para tomar las escaleras, enterré mi rostro entre mis manos y apreté los dientes para no llorar. ¿Qué acababa de suceder? Simple, me contesté a mí misma. Acababa de tener mi primera pelea de pareja con Damon Salvatore. Suspiré cansinamente y cuadré los hombros para entrar en el departamento, esperando haber tenido un poco de suerte y que Renée no haya escuchado nada de aquello.

Pero, por supuesto, nunca tuve tanta buena suerte.

—Bien —dijo Renée desde su posición sentada en la mesa y dos tazas de té esperándome enfrente de ella—. Creo que tienes algo que decirme, Bella.

La miré, miré sus grandes ojos azules y sentía que un peso se iba de mis hombros.

.

—Y él está molesto.

Me encogí de hombros.

—Es que no entiende —lo justifiqué. Renée rió suavemente y acarició el dorso de mi mano con la suya, trazando círculos tranquilizadores—. ¿De qué ríes?

—Es que, cariño, creo que la que no entiende eres tú —me contestó tranquilamente. Fruncí el seño—. ¿Cómo puedo explicarme? —se preguntó en voz alta—. Verás. Acabas de romper con un hombre con el que has estado desde el Instituto. La relación sobrevivió hasta hace unos pocos meses y tú ya estás embarazada… de otro hombre.

—¿Qué quieres decir? —le pregunté un poco irritada. Ya sabía lo que me había sucedido. Era mi vida de la que estaba hablando, después de todo.

—¡Déjame terminar! —me regañó maternalmente—. Ahora, este otro hombre es… cariño, debo decir que tienes muy buen juicio a la hora de elegirlos —ambas reímos ante su ocurrencia—. Bueno. A lo que quiero llegar es que Damon ahora está muy vulnerable.

—¿Vulnerable? —enarqué las cejas. Si había alguien que podía calificarse como vulnerable, ese definitivamente no era Damon Salvatore.

—Sí, Bella. Vulnerable —asintió mi madre—. ¿No lo ves, verdad? —negué con la cabeza—. Acabas de salir de una relación con otro hombre que duró… ¿cuánto? ¿seis, siete años? Y ahora estás embarazada de Damon. Te embarazaste sin siquiera conocerlo —y no te estoy juzgando, cariño— pero él fue… tu venganza hacia Edward.

—¿Venganza? —pregunté en voz alta. Ella se encogió de hombros.

—O quizás daño colateral quede un poquito mejor…

—Yo no me acosté con Damon por querer vengarme de Edward… no intencionalmente, claro.

—Exacto. No intencionalmente. Pero, ¿qué tal si fue inconscientemente intencional?

Masajeé mis sienes.

—Mamá, estás mareándome.

—Lo siento, cariño —rió—. Solo quiero que tú lo entiendas a Damon.

—Sí, bueno, si capto bien lo que quieres decir es que Damon se siente vulnerable por ser… el segundo plato.

—Mmm. Si y no —gruñí y ella se explicó—. Me refiero a que te acostaste con Damon herida por otro, sin conocerlo y ahora estás embarazada de él. ¿Qué tal si se te da por querer volver con Edward, eh? ¿Qué tal si te arrepientes y vuelves con él? ¿en qué posición quedará Damon con respecto a ti? ¿y con respecto al niño? Recuerda que él es un padre primerizo. Igual que tú. No porque no cargue al bebé en el vientre no significa que no tiene dudas, inseguridades y nervios, cariño. Él no lleva la parte fácil tampoco. Él será el padre, el que cuide de la madre y el bebé. La cabeza de una familia.

Dejé salir el aire de mis pulmones y mi espalda colapsó con el respaldo de la silla.

—¿Desde cuándo eres tan buena psicoanalizando a la gente, Renée? —pregunté un poco ida.

—Desde que he leído muchos libros sobre ello, Bella.

Enarqué las cejas.

—¿Nuevo hobbie? —asintió con la cabeza—. Pues eres muy buena en ello. ¿Me cobrarás la consulta?

Rió.

—Mi única paga será ver cómo resuelves tus problemas con el guapo ese —sonreí—. Lo quieres, ¿verdad? —me preguntó de sopetón.

—Sí, mamá —respondí—. Creo que mucho. Es tan… diferente a lo que estaba acostumbrada…

Asintió con la cabeza.

—Diferente es bueno. Significa cambio. Y de verdad necesitabas uno.

.

.

Durante los próximos cuatro días no llamé a Damon ni él intentó comunicarse conmigo. Había estado pensando mucho en la conversación que había tenido con Renée, o más bien en su monólogo y había llegado a la conclusión de que Damon tenía razón. Me dedicaba a pensar en lo que la gente —mis amigos y familiares— pensara de mí pero al mismo tiempo no vivía mi vida por ellos. ¿Qué les importaba a los Cullen con quien vivía? ¿en qué les molestaba a mi familia si yo me mudaba con Damon a los pocos meses de conocerlo? ¡Yo iba a tener que criar a mi hijo! Y si Damon no estaba a mi lado, estaba segura de que Charlie no se mudaría a mi casa para cuidar de su nieto, darle de comer ni aguantar sus chillidos cuando estuviera molesto. Damon haría todo eso. Y él estaba esperando por hacerlo. Deseándolo.

Pero no lo llamé. Me abstuve de hacerlo. En cambio, disfruté de mi madre, quien estaba loca por la noticia del bebé. Claro que no le hacía gracia las condiciones en las que había sido engendrado pero estaba feliz. De hecho, fue la primera en comprarle su primera prenda de ropa. Era blanca con puntos negros. Algo neutral había dicho Renée ya que no sabíamos si era niño o niña. No me importó. Lo que yo miraba en ese momento, cuando la pequeña tela fue posada en mis manos, lo único que pude pensar era en lopequeña que era. Tan pequeña.

Ya tenía poco más de tres meses de embarazo, me di cuenta. Necesitaba comenzar a pensar en el bebé y sus comodidades… y en mis comodidades, también.

—Arréglalo, cariño —dijo Renée con una sonrisa mientras me abrazaba en el aeropuerto unos días después—. Sabes lo que tienes que hacer —luego me acarició el vientre levemente y se volvió para subir al avión que la llevaría de vuelta a Phil.

Claro que sabía lo que tenía que hacer.

.

~oOo~

.

—Adelante —dijo su voz grave y varonil, aquella que hacía que se me debilitaran las rodillas como en aquel momento. Abrí la puerta con suavidad y entré, cerrándola detrás de mí. Le sonreí mientras él se ponía de pie con expresión de sorpresa.

—Isabella, ¿qué ha…? —no lo dejé terminar. Llegué hasta su lado, detrás del escritorio y lo besé con ansia, sedienta de él. Me respondió el beso de igual manera, parecía que los días en los que no nos habíamos visto habían sido años. De alguna manera él terminó sentado conmigo sobre su falda y rompí el beso para sonreírle.

—Hola.

—Hola —dijo sin aliento. Los ojos azules le brillaban—. No me lo tomes a mal, me encanta que estés aquí, pero…

—Sí, quiero.

Sus ojos se agrandaron y por un momento pude ver verdadero pánico en su mirada.

—Yo… no te he… pedido matrimonio…

Me reí.

—¡No hablaba de eso! —me reí con más ganas cuando me di cuenta el por qué de su palidez. ¡Casarnos! Qué cosa tan ridícula…

—Entonces, ¿qué es lo que aceptas? —me preguntó, confundido. Me levanté de su falda y pasee por la habitación. ¿Se estaba haciendo el tonto? ¿se ahbía echado para atrás?

Lo miré a los ojos y dije:

—Quiero vivir contigo.

.

.

Cuando le confesé a Damon que quería vivir con él, había querido sorprenderlo gratamente. Y lo hice. Pero él me sorprendió mucho más a mí.

Luego de que se lo dijera tardó un minuto en procesar la afirmación. Luego saltó de su asiento y me enredó en sus brazos para besarme con una intensidad mayor a la anterior que me dejó completamente húmeda.

—No te arrepentirás —prometió entre pequeños besos por allí y por allá—. Dame un minuto —casi voló fuera de la habitación, los extremos de su bata blanca ondeaba detrás de él.

Yo no pude evitarlo y me senté en su silla, tonteando con el pensamiento de ser una doctora cuando unos minutos después Damon volvió a aparecer sin la bata y con ropa de… civil.

—Te has cambiado —lo acusé. Quizás Charlie tenía razón y yo de verdad tenía algo con los hombres en batas de médicos.

—Joshua me cubrirá —sonrió mientras se acercaba a mí para darme un rápido beso en los labios y ayudarme a levantarme—. ¿Podrías acompañarme a un lugar? —me preguntó mientras salíamos de su consultorio. La recepcionista nos miró con el seño fruncido mientras lo hacíamos.

—Claro —le contesté, ignorando las miraditas de la muchacha. James me había dado el día libre para que pudiera pasar tranquila este último día con mi madre. Creo que James me mimaba demasiado últimamente; cuando naciera el niño o niña y no quiera ir a trabajar lo culparé a James por haberme dado un horario tan flexible.

Salimos de allí y caminamos tomados de la mano hasta el estacionamiento. Aun a aquellas alturas no podía dejar de sorprenderme los giros de la vida; hasta hacía unos meses yo estaría con Edward en su auto de camino a la casa Cullen para algún almuerzo, y ahora me encontraba con un hombre totalmente diferente y embarazada de él, de camino al estacionamiento para que me llevase a algún lugar del que yo no tenía idea.

—No seas así, Damon —le rogué otra vez. Estábamos a una hora de viaje en su auto y él aún no me había dicho a dónde nos dirigíamos—. Dime.

—Nop —enfatizó negando con la cabeza.

Hice un puchero con mis labios y cambié de táctica. Me acerqué a él y comencé a depositar pequeños besos en el lado de su cuello. Pude notar cómo se estremecía.

—¿Me dirás? —pregunté con voz que yo esperaba fuera sedosa y seductora.

—Cariño, si no estuviera al volante de un auto créeme que hubiera funcionado —sonrió, malignamente juguetón—. Pero como lo estoy…

Volví a mi asiento y cruce mis brazos sobre el pecho. Estaba irritada. Damon rió y extendió su mano para acariciar mi muslo.

—Ya tendrás tiempo de seducirme —comentó.

—Pero ya estaremos en dónde solo sabe Dios y no necesitaré hacerlo para que me lo digas.

—Eso es malo —hizo un mueca con los labios. Nos miramos y sonreímos.

Lo único que supe ene se momento era que nos dirigíamos hacia las afueras de Seattle.

—¿Sabes algo de tu familia? —le pregunté en un momento de tranquilo silencio.

—Mamá quiere saber cuándo volveremos a ir —dijo sonriendo. Pensé un momento en lo poco que conocía a Sofía y en lo mucho que conocía a Esme. No me pareció justo.

—Deberíamos ir —comenté. Él me miró pero no me sonrió.

—Creo que primero debemos aclarar las cosas con tu padre, ¿no lo crees? —preguntó volviendo a mirar a la carretera.

Suspiré sonoramente y asentí con la cabeza porque sabía que tenía razón. Debíamos hablar con Charlie.

—Tienes razón.

—Elena está contenta de que te hayas unido a la familia —comentó Damon cambiando de tema. Seguramente no pensaba que presionarme era algo sano. Para ninguno de los dos. Dulce de su parte.

—Me cayó muy bien Elena —sonreí y luego fruncí el seño—. Damon, si Katherine y Elena son hermanas gemelas, ¿entonces por qué una se apellida Gilbert mientras que la otra es una Pierce? —aquella era una de mis grandes dudas.

Luego de un minuto de pensarlo, Damon dijo:

—La relación entre Elena y Katherine siempre ha sido muy… volátil.

—¿A qué te refieres? —le pregunté mientras me acomodaba mejor en el asiento. Recordé a las gemelas, en el panorama que me habían dado cuando las conocí, y no detecté nada volátil en el recuerdo.

Damon suspiró.

—Sus verdaderos padres eran el señor y la señora Gilbert —comenzó a contarme—. Pero cuando ellas nacieron, no estaban en una muy buena situación económica. De hecho, estaban a punto de perder hasta su casa. Entonces, decidieron que lo mejor sería dar en adopción a una hija. No querían hacerlo —se apresuró a decir él cuando vio como mi mandíbula se abría de sorpresa y horror—, pero creyeron no tener otra opción.

—Entonces se quedaron con Elena y regalaron a Katherine —deduje.

—Katerina.

—¿Qué?

Damon sonrió.

—Cuando nació, Katherine se llamaba Katerina; ese era su verdadero nombre. Pero parece que a sus padres adoptivos no les gustaba el nombre así que se lo cambiaron a Katherine —rió—. Ella les está eternamente agradecida.

—Me imagino —murmuré. Pero aun así no podía quitarme de la cabeza el pensamiento de los señores Gilbert dando en adopción a una de sus hijas. No podía quitarme de la cabeza el pensamiento de un padre regalando a un hijo. Llevé ambas manos a mi vientre, prometiéndole a mi hijo que no importa l que sucediese en el futuro, yo jamás lo abandonaría—. ¿Katherine siempre ha conocido a Elena? ¿han crecido juntas?

—No —sacudió la cabeza—. Se volvieron a reencontrar cuando tenían diecisiete años.

—Y… ninguna de ellas sabía de la otra.

—No. Entonces, Katherine odió a Elena por haber sido la… favorita de los padres.

—Pero Elena no tenía la culpa —protesté.

—No pero dile eso a una muchacha de diecisiete años, rencorosa con el mundo entero.

Suspiré.

—Me imagino que no fue fácil.

—Nop —dijo él mientras giraba en una curva—. Tomó algunos pocos años pero luego las aguas se calmaron. Lo que lo hizo tan difícil es que Katherine puede llegar a ser muy…

—¿Dura? —intenté ayudarlo.

—… iba a decir sádica y vengativa pero dura también la describe —rió.

—¿A dónde vamos, Damon?

Volvió a reír y sacudió la cabeza.

—Eres imposible —me miró y noté que sus ojos brillaban—. Voy a mostrarte algo y luego a preguntarte algo… si me dices que sí, creo que seremos muy felices.

Su mirada estaba puesta en el frente, lo que agradecí porque podía notar como mi rostro se iba enfriando… ¿preguntarme algo? ¿acaso él…? ¿acaso él me propondría matrimonio?

No tuve tiempo para pensarlo mucho porque giró en una curva y se metió en un sendero estrecho pero que no estaba bordeado ni por árboles ni por nada.

Y justamente por eso pude ver lo que tenía enfrente.

Ante mi vista se alzaba una preciosa casa de campo de estilo clásico. Era de dos pisos, con columnas en la entrada, escalinatas, paredes blancas con detalles en madera y tejas marrones en el techo. El sol hacía que se viera como un sueño. No noté que me había salido del auto hasta que comencé a caminar en dirección a la entrada. Damon me siguió por detrás, podía escuchar sus pasos sobre el césped.

Subí los escalones y miré a ambos lados donde se extendía la galería. A mi derecha pude ver un juego de sillas y mesa de caoba y a la izquierda asientos de madera y dos hermosas mecedoras.

—Ven —escuché decir a Damon mientras abría la puerta de la entrada.

—¿No hay nadie en la casa? —pregunté, alarmada.

—No —rió suavemente—. El dueño no vive aquí. Solamente la mantiene. Ya sabes, un lugar donde descansar.

Asentí con la cabeza sin poder decir otra cosa porque ya nos encontrábamos adentro. Recorrimos la casa con calma y me maravillé con lo… hogareña que resultaba a la vista. Todo tenía aquel lindo toque clásico a madera pero al mismo tiempo había lámparas o sillones que destacaban por su modernidad. Los suelos eran finos y brillantes, como si fueran encerados todos los días y las ventanas se encontraban abiertas, dejando entrar la fresca brisa del campo.

—¿Quién es el dueño? —pregunté luego de que volviéramos a bajar a la planta baja.

Cuando Damon iba a contestarme, una voz me sobresaltó:

—¡Damon, mi niño! —nos dimos vuelta y me encontré con una mujer de edad avanzada pero bellamente conservada de cabello lacio y negro. Sus ojos eran oscuros y chispeantes y poseía una enorme sonrisa.

—Pearl —sonrió Damon y abrazó a la mujer—. ¿Cómo has estado? —le preguntó una vez que la soltó.

—Bien pero eso no te da derecho a que no vengas por aquí, niño malcriado —lo regañó.

—Lo siento, nana —rió Damon y me pasó el brazo por los hombros—. Te presento a Isabella Swan, futura madre de mi hijo —me acarició el vientre delicadamente con la mano que le quedaba libre.

—¿Cómo dices? —su expresión se tornó de sorpresa y me miró con los oscuros ojos grandes hasta que una sonrisa irrumpió en sus labios—.¡Oh, por el señor esto es tan maravilloso! —me abrazó delicadamente y yo le correspondí un poco sorprendida e incómoda. Cuando me soltó, volví mi mirada a Damon y dije:

—A estas alturas creo que sé que la casa es…

—… mía —sonrió él.

—Les prepararé algo para comer —dijo Pearl—. ¿Qué les apetece? ¿algo de carne? ¿pasta? —se limpió una lágrima que se derramó por su ojo y luego hizo un gesto leve— ¿saben qué? No importa. Iré a prepararles algo rápido —y desapareció donde supuse era la cocina.

Damon a mi lado rió quedito.

—Creo que se emocionó —dijo. Sonreí y luego sentí sus ojos en mí. Lo miré—. Dije que te mostraría algo —elevó ambos brazos y gesticuló a su alrededor—. Esto era ese algo —sus ojos se tornaron serios y me miró hipnóticamente con aquellos ojos azules tan hermosos suyos—. Pero también dije que te preguntaría algo —respiré hondo y él me tomó de las manos con suavidad para dejarlas con delicadeza entre las suyas—. Isabella Swan, quiero que vivas conmigo aquí, en esta casa. Quiero estar contigo para cumplir con todos tus antojos, aunque ellos sean remodelar toda la casa completa —rió y yo sonreí—. Quiero que nuestro hijo crezca aquí, que corretee por la sala y que cuando crezca lo suficiente, busque ranas en el jardín. Quiero cuidarlo y cuidarte porque para eso vivo desde hace tres meses. Mi mundo cambió aquella noche en que te conocí. Cambió para bien, para mejor. Mucho mejor —desenredó una de sus manos y la pasó por mis mejillas, borrando las huellas de las lágrimas que en ese momento corrían libremente—. He dicho cosas que nunca creí decir y hecho cosas que jamás, y escúchame bien, jamás creí hacer —me miró a los ojos y pude ver la cruda honestidad y la pasión con que decía cada palabra—. Te amo, Isabella Swan. Y sé que sólo han pasado poco más de tres meses pero no me arrepiento de nada —acarició mi vientre—. Absolutamente de nada. Soy feliz ahora y sé que seré mucho más feliz en un futuro contigo a mi lado. Así que, ¿qué dices? —me preguntó con ojos brillantes—. ¿Te animas a empezar una nueva vida junto a mí y nuestro hijo?

No podía responderle, no podía hilar dos palabras juntas en mi mente y mucho menos sacarlas de mis cuerdas vocales. Me limité a hacer lo que pude y asentí frenéticamente con la cabeza. Estampé mis labios en los suyos, besándolo frenéticamente con todo el amor que supe con exactitud en ese momento que tenía por él. Lo amaba y si con él tenía que pasar el resto de mi vida, así lo haría. Porque no había podido escoger a un mejor hombre en aquel bar para convertirlo en el padre de mi hijo. Porque él era perfecto. Y sería el perfecto padre para aquella criatura que crecía en mi vientre.

Y porque Damon Salvatore era perfecto para mí.

Capítulo 12: ¿Que desearias que fuera? Capítulo 14: Baby Shower

 
14443216 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10760 usuarios