EL ACTOR Y LA PERIODISTA

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 09/01/2014
Fecha Actualización: 15/08/2014
Finalizado: SI
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Capítulos: 27

Bella, una chica común y corriente, que trabaja, sueña y espera las rebajas para renovar su vestuario, despierta una mañana en la cama del actor más guapo del mundo.

A sus veintiséis años, Bella Swan es periodista, trabaja en una revista de moda y se especializa en entrevistar a estrellas de cine. Por desgracia, el chico con el que vive parece decidido a batir un récord de abstinencia sexual mientras ella escribe un artículo sobre los ligues de una noche. Cuando le encargan que haga una entrevista a Edward Cullen. el actor de moda en Hollywood, tiene ocasión de conocer el auténtico significado de mezclar trabajo con placer. Pero a la mañana siguiente, para su sorpresa, despierta desnuda en la cama de Edward... ¿Cómo ha podido pasar? ¿Qué ocurrirá si su jefa se entera y quiere sacar partido de la "noticia"? Además de recuperar la reputación perdida. Bella tendrá que aprender una gran lección sobre si misma... y sobre el hecho de que no siempre hay que creer en lo que se lee.

 

BASADO EN COMO LIGAR CON UNA ESTRELLA DE CINE DE KRISTIN HARMEL

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Capítulo 13: CAPITULO 13

Capítulo 13

Estrellas de cine

 

La rueda de prensa del jueves por la mañana para Los contrarios se atraen,la nueva película de Emily de Ravin, se celebraba en un salón de conferencias del Ritz. Cuando entré en el Atelier, me enfrenté a todo un desfile de modelos de diseño, demasiado caros para mirarlos siquiera. Procuré no pensar en el almuerzo del sábado, pero tratar de ignorar ese recuerdo era como intentar abrirse paso hasta el árbol de Navidad del Rockefeller Center en diciembre sin ser tragado por un mar de turistas. Exactamente imposible.

Por supuesto, sabía que ese día, en el Atelier, no había ningún Edward Cullen escondido debajo de una gorra de los Red Sox. ¡Qué diablos! Probablemente estaría entre bambalinas en la rueda de prensa, besuqueándose con Emily de Ravin, esa mujer casada. Traté de bloquear esa imagen mental ofensiva.

La rueda de prensa había de celebrarse en la sala de conferencias, en el primer piso. Tomé asiento, saludando con la cabeza a los otros periodistas a quienes veía en actos similares. Me pregunté vagamente, como siempre, si alguno de ellos se daba cuenta del ejercicio de futilidad que eran esas conferencias. Una rápida mirada por el salón a varios rostros entusiastas me confirmó lo que sospechaba: la mayoría de ellos habían sido seducidos hacía mucho por los resplandores de Hollywood. A veces me gustaría saber por qué soy tan distinta de todos los demás. Por cierto, todo lo referido a Hollywood era divertido y glamoroso hasta cierto punto, pero a mí nunca me había impresionado. A veces me preguntaba en qué estaba equivocada.

La serie de entrevistas de ese día era reducida y se orientaba específicamente a revistas con más de dos meses de longevidad, como la nuestra. Los periódicos y semanarios como People recibirían las primicias sobre Emily y sus compañeros de reparto dos días antes del estreno de la película, que sería en el Día del Trabajo, para estimular el apetito de los espectadores en el momento exacto. Se había invitado a los periodistas de las revistas más importantes —como Mod, Glamour, In Style, Maxim, Cosmo y similares— para que nuestro elogio presumiblemente enfático por las estrellas cinematográficas apareciese en nuestros números de septiembre (los cuales, en rigor, salían a mediados de agosto), justo cuando la gente que va al cine hiciera sus planes para el fin de semana del Día del Trabajo. Paradójicamente, en realidad no veríamos la película, que todavía se estaba montando en un estudio situado en algún lugar de Burbank. Sin embargo, se suponía que debíamos hablar de ella y recomendarla sin verla.

Como solía hacer en esta clase de eventos, me pregunté si habían incluido una bola de cristal entre las cosas que entregaban a la prensa.

Toda la relación con la prensa había sido cuidadosamente coreografiada y planeada para obtener el máximo beneficio para el estudio. Era una fórmula que raramente fallaba: tome una gran estrella, mézclela con una película de correcta a buena, limite el acceso de prensa para estimular su interés y ofrézcale fragmentos de entrevistas con las estrellas. Todo eso equivalía a un rumor mayúsculo alrededor de la película que, bueno, todavía no era tal.

Mientras esperaba que empezara la rueda de prensa, le dije a Victoria Lim, redactora de la sección de espectáculos de Cosmo y al cabo de tantos años también una amiga, que Jacob y yo habíamos roto. Cuando le di los detalles, no pude evitar sentirme un tanto avergonzada, como si hubiese hecho algo que invitara a su infidelidad. ¿Era así?

En el fondo sentí cierto consuelo cuando Victoria admitió que Jacob nunca le había caído bien. En una ocasión ella y su marido, Paul, habían salido con nosotros, y durante toda la comida Tom estuvo incordiando a Paul sobre «esos malditos cerdos capitalistas de Washington». Nunca volvieron a salir con nosotros.

—Podría hacer que le rompiesen las piernas, ¿sabes? —dijo seriamente Victoria cuando concluí—. En serio, conozco a gente que lo haría. No sé de nadie que se lo merezca más que él.

—¿Cómo dices? —pregunté. Victoria me sonrió.

—Claro, al estilo de la mafia. ¿Es que no ves Los Soprano?

—¿De verdad dicen eso?

—Bueno, no sé. Siempre me quedo dormida cuando dan Los Soprano. Aunque creo que Lorena Bobbit tuvo una idea mejor. Podría decirse que eso es mejor que una paliza. Es como una paliza especializada.

—No podría estar más de acuerdo —dije seriamente.

—¿A que sí? —convino Victoria.

Antes de que me perdiese en la fantasía, una rubia teñida con un ceñido vestido de Prada rojo y largo hasta las rodillas se presentó en el escenario con un fajo de papeles en la mano. Tenía el cabello peinado hacia atrás y sujeto con un clip a la nuca, y llevaba un cartelito con su nombre que la identificaba como relaciones públicas. Los susurros y murmullos en el módico grupo de once periodistas se acallaron y todos la miramos expectantes.

—Damas y caballeros —dijo, dirigiéndose a nosotros formalmente. Di un codazo a Victoria, y ella puso los ojos en blanco. Obviamente la rubia teñida era nueva. Los relaciones públicas veteranos estaban acostumbrados a tratar a la prensa como a niños que necesitaban que se los alimentara con la información como a bebés. Ellos nunca se dirigirían a nosotros como a damas y caballeros porque, a sus ojos, no éramos tales: éramos niños crédulos que podían y debían ser manipulados. De ahí que el personal del Ritz anduviera por el salón con carritos repletos de canapés, Perrier y refrescos, que no eran otra cosa que sobornos apenas velados para obtener críticas positivas sobre sus películas—. Me llamo Destiny Starr. —A mi lado, Victoria contuvo la risa—. Bienvenidos al Ritz. Les hemos preparado una mañana de lo más excitante. En un instante vendrán Emily y Wally para atenderles, pero primero quisiera hablarles un poco sobre la trama de la película.

Cuando Destiny se lanzó a disertar a propósito de Los contrarios se atraen,desconecté. No entendía por qué los relaciones públicas siempre empezaban de ese modo, cuando, presumiblemente, todos nosotros habíamos recibido a) notas de prensa por correo con páginas de prosa hortera sobre las razones por las que ésta sería la mejor película del año, y tal vez de la década; b) recordatorios sobre la rueda de prensa que nos aclararía en prosa apretada (aunque todavía hortera) que se trataba de la mejor película de la década, y tal vez de todos los tiempos; y c) varias llamadas telefónicas del departamento de prensa del estudio, a lo largo de las últimas semanas, supuestamente para averiguar si planeábamos asistir al acto (a pesar de que ya habíamos confirmado nuestra presencia por e-mail, fax y teléfono), en las que se lanzaban a encendidos monólogos sobre cómo, seguramente, la película barrería con todos los premios de la Academia, para quedar como la mejor película de todas las épocas.

Creedme, hemos escuchado el discurso promocional sobre los premios de la Academia en cada conferencia de prensa desde el amanecer de los tiempos (incluso en la fiesta para Una relación peligrosa,y todos sabemos lo que pasó después). Como se puede imaginar, todo eso hacía que disminuyera considerablemente nuestra fe en el discurso.

De hecho, mientras Destiny describía Los contrarios se atraen,me di cuenta de que los ojos de los periodistas comenzaban a vagabundear por el salón, al mismo tiempo que todos nos deslizábamos al modo «zombi», con la excepción de la joven corresponsal de Leen People,una recién, llegada a nuestro grupo que observaba a Destiny con fascinación desde su lugar en el centro de la segunda fila. Me recordaban mí misma cuando empecé en People,cuatro años atrás, antes de que supiera que las conferencias de prensa tenían poco interés, excepto por la oportunidad que brindaban de conseguir declaraciones grabadas de las estrellas (así como mini quiches, setas rellenas y fresas bañadas en chocolate, que circulaban gratuitamente por el salón). En algunas conferencias de prensa incluso se ofrecía champán, pero se suponía que a las diez de la mañana era demasiado temprano para comenzar con ese tipo de lisonjas, aun para este grupo de publicistas de Hollywood.

Además, considerando mi récord de esa semana, tal vez sería mejor evitar el alcohol por un tiempo. Al menos en el entorno de las estrellas de cine.

El compañero de reparto de Emily  no era Edward Cullen, sino Wally Joiner. Este joven actor de veintiséis años importado de Gran Bretaña, que prometía ser el próximo Hugh Grant, tenía un innegable sex appeal y una ligeramente oscura reputación que alimentar. Había saltado a la prensa rosa tras conocérsele un affaire con una estrella del pop, un trío con dos modelos de Playboy y una noche a puerta cerrada con un grupo de strippers en Las Vegas.

Cuando Destiny por fin terminó de contarnos, con su tono de voz afectado y las expresiones faciales correspondientes, que la comedia romántica (chico encuentra a chica, mete la pata y debe volver a ganarse a la chica, chico lo logra, chico y chica viven felices para siempre: oh, sorpresa) era la favorita en varias categorías de los próximos premios de la Academia, hizo una pausa dramática y anunció que «el talento» estaría con nosotros en unos instantes.

Por un momento hubo un silencio y luego todos empezamos a conversar de nuevo, como si Destiny nunca hubiera subido al escenario. Ninguno de nosotros (salvo la entusiasta corresponsal de Teen People)había tomado una sola nota, mientras Destiny leía casi literalmente la nota de prensa que todos recibimos cuando entramos al salón.

Destiny volvió menos de tres minutos después; habían retocado su pintura de labios color rojo intenso.

—Damas y caballeros —anunció—, me gustaría presentarles a las dos estrellas de Los contrarios se atraen,quienes, por cierto, no necesitan presentación.

—Entonces, ¿por qué nos los presenta? —le murmuré a Victoria, que soltó una risita.

—¡La señorita Emily de Ravin y el señor Wally Joiner! —dijo Destiny teatralmente, e hizo una pausa para que aplaudiéramos, lo que ninguno de nosotros hizo. Normal. Se suponía que los periodistas no debían demostrar ninguna, emoción oentusiasmo en las ruedas de prensa, estrenos, eventos deportivos, etc. De hecho, no creo que debiésemos tener ningún tipo de sentimiento sobre nada.

Ojalá eso hubiese sido cierto; la vida —un inesperado revolcón con una estrella de cine— habría sido mucho más sencilla.

—Bueno —prosiguió Destiny, recuperándose de la aparentemente inesperada falta de respuesta, y miró en dirección al telón colgado en la parte trasera del escenario—. Emily, Wally, ya podéis salir.

Ella salió en primer lugar, guapísima con unos téjanos azules y una camisa negra. Concedamos que los vaqueros eran unos ceñidos Paper Denim & Cloth y que la camisa era lo bastante minúscula y brillante como para amoldarse perfectamente a sus curvas, revelando un seductor escote y mostrando su estómago perfectamente bronceado color canela. Llevaba unos zapatos Jimmy Choo imposiblemente altos, que hacían que sus piernas parecieran no tener fin. Estaba tan delgada que temí que desapareciera si se volvía de lado. Su melena rubia (que resplandecía y se balanceaba como la mía nunca lo haría) estaba profesionalmente despeinada y llena de rizos casuales que, de algún modo, resultaban perfectamente adecuados y sexis al mismo tiempo. Mientras avanzaba por el escenario sonreía recatadamente.

—Hola —dijo dirigiéndose al salón, pero sin mirar en realidad a ninguno de nosotros.

Me desagradó de inmediato y traté de convencerme de que era porque parecía distante. Lo era —como la mayoría de ellos—, pero sabía que la verdadera razón era que no podía borrar la imagen de ella caminando del brazo con Edward, sonriéndole con una promesa de sexo y seducción, en las páginas de Tattletale.¿Acaso no tenía bastantes hombres como para agregarlo a él a su colección?

Al fin y al cabo, estaba casada con Patrick O'Hara, un impactante actor veinte años mayor que ella. Su deslumbrante anillo de compromiso, que tenía aproximadamente el tamaño de una bola de discoteca, lanzaba rayos de luz que atravesaron el salón cuando se sentó graciosamente en un sillón con almohadones de terciopelo, ubicado en el centro del escenario. Me retorcí incómoda en la rígida butaca donde estaba e intenté no odiarla, mientras los minúsculos rayos salidos de su anillo me cegaban momentáneamente.

«Es un mentiroso —me dije—. Edward Cullen te mintió. Y estáayudando a que Emily de Ravin engañe a su marido. Él no es tan diferente de Jacob.»

Tragué saliva e intenté concentrarme en otra cosa que no fuera en lo hermosa y perfecta que era Emily. Lo cual no era fácil.

—Y Wally Joiner —anunció Destiny.

El actor británico apareció en el escenario, desprendiendo confianza y una sexualidad cruda. Llevaba barba de dos días, su caminar era resuelto y relajado, y sus desteñidos Levi's y su camisa ceñida y blanca con los tres botones de arriba desabrochados combinaban a la perfección.

—Hola —dijo, con un acento tan británico que parecía artificial. Lentamente puso los ojos en cada mujer periodista del salón, sonriendo diabólicamente cada vez que encontraba la mirada de una de nosotras. A mi lado, oí que Victoria emitía una risita nerviosa cuando la mirada ardiente de Wally cayó sobre ella. Pero antes de que llegara mi turno, me concentré a propósito en la página en blanco del bloc que tenía enfrente de mí. Yo ya tenía el cupo de actores completo por esa semana, así que muchas gracias.

—Bien, anímense y hagan sus preguntas —dijo Destiny, al cabo de una breve pausa para permitir que Wally acabara con el asalto visual a cada una de las mujeres del salón. Destiny buscó hasta que detectó a Karen Davidson, de Glamour,cuyo lápiz se elevaba en el aire—. Sí, usted —dijo, señalándola.

—Karen Davidson, de la revista Glamour —dijo una morena peinada hacia atrás con brillantina, identificándose según se nos había pedido que hiciéramos en las ruedas de prensa. Como si a las estrellas les importara. Estaba segura de que los nombres les entraban por un oído y les salían por el otro. Emily asintió amablemente y Wally se inclinó hacia delante y le guiñó un ojo de manera seductora. Karen se rió con disimulo—. Esta pregunta es para Wally —dijo ruborizándose—. En la película usted hace de físico nuclear. ¿Le resultó difícil aprender «fisiquisidad» nuclear para poder interpretar su papel de manera convincente?

Me acerqué a Victoria.

—¿«Fisiquisidad» nuclear? —pregunté en un susurro—. ¿Esa palabra existe?

Victoria ahogó otra risita y meneó la cabeza.

—Excelente pregunta, cariño —dijo Wally, apoyándose en el respaldo de su sillón con la camisa almidonada crepitando audiblemente. Parecía estar desnudando a Karen con la mirada mientras le hablaba. Y ella parecía estar disfrutando—. La «fisiquisidad» nuclear ha sido siempre una de mis pasiones, ¿sabes? Así que, claro, ya contaba con ese conocimiento. Me encanta toda esa cosa técnica. De modo que me resultó fácil y me limité a leer el guión y a decirlo bien —concluyó Wally sabiamente—. La «fisiquisidad» nuclear es un campo tan vital...

Karen Davidson asintió y garrapateó furiosamente. Puse los ojos en blanco. Ya me imaginaba el artículo de Glamour:WALLY JOINER ES TODO UN INTELECTUAL EXPERTO EN FÍSICA NUCLEAR.

—Adelante —dijo Destiny señalando a Victoria.

—Victoria Lim, revista Cosmopolitan —saltó ella, con su voz que sonaba insignificante e infantil—, y mi pregunta es para Emily. —La actriz asintió inexpresiva—. Es la tercera vez que actúa en un papel similar, el de la mujer indefensa, rescatada por el hombre poderoso e inteligente. ¿No le preocupa que la encasillen?

—No —respondió sin mirar realmente a nadie a los ojos. En cambio, se miraba las uñas perfectamente arregladas y luego parecía desviar la atención hacia su propio mundo, admirando su anillo de compromiso. Victoria y yo intercambiamos rápidas miradas. Se hacía evidente que no pensaba añadir nada más y hubo un silencio incómodo.

—Perfecto —asintió Victoria. Destiny se revolvía en su asiento; aquello no iba bien—. ¿Puede decirme entonces de qué manera sabe cuándo un papeles adecuado para usted?

La pregunta era buena. Abierta.

Emily finalmente levantó la vista, pero tampoco esta vez miró a nadie.

—Puedo adaptarme a cualquier papel —contestó en un tono que denotaba aburrimiento. Se quitó una mínima pelusa imaginaria de los pantalones, mirando fijamente el techo. Se puso un rizo rebelde detrás de la oreja y volvió a examinarse las uñas—. Es lo que hacen los actores con talento.

Oí mascullar a Victoria y sentí ganas de echarme a reír. Era un gran ejercicio de futilidad.

Alcé la mano y Destiny me señaló.

—Bella Swan, de Mod —dije rápidamente. Miré a Emily—. ¿Qué clase de ejemplo le parece que da a las jóvenes? —Destiny alzó una ceja y Victoria se rió. Sabía que había sonado insidiosa, pero no me importaba—. A ver si me explico: ¿no le preocupa transmitir la idea que está bien ser salvadas en lugar de salvarse por sus propios medios?

—Me parece bien —dijo Emily. Suspiró y puso los ojos en blanco. Yo levanté una ceja.

—¿De modo que aprueba que las mujeres se queden sentadas esperando que los hombres vengan a rescatarlas? —insistí.

—Es lo que he dicho —asintió, volviendo a suspirar y mirando a Destiny—. Esta pregunta me aburre. ¿Podemos pasar a otra?

Me senté en mi butaca y la miré sorprendida. ¿Cómo era posible que a Edward le gustara esa mujer? ¿Con quién se había relacionado? ¿A quién había abrazado en la foto de Tattletale con una adoración tan obvia? ¿Qué les pasaba a los hombres?

La que conquistaba el corazón de miles de hombres era Emily de Ravin. Yo, en cambio, había perdido al único que había tenido. Tal vez debería considerar su consejo y limitarme a estar sentada, esperando ser rescatada por algún Príncipe Azul. A ella parecía funcionarle. Sin embargo, Emily de Ravin tendría a algunos hombres más que yo arrojándose a sus pies, lo que aumentaba sus posibilidades de dar con el príncipe entre las ranas. Yo, en cambio, estaba batiendo semejante récord en besar ranas que haría ruborizar a la cerdita Peggy.

La rueda de prensa prosiguió en la misma línea y yo, diligentemente, tomé notas que sospechosamente se asemejaban a las de cualquier otra presentación de una película a la que hubiera asistido: infinidad de frases hechas, fervientes elogios al director, recatados comentarios sobre lo estupendo que sería ganar un Oscar y vagas referencias a los giros de la trama de los cuales los medios no tenían referencia alguna. Yo ya me había puesto a funcionar —si una estaba acostumbrada a esos eventos, era fácil garabatear lo que se decía sin prestar realmente atención—, cuandola joven periodista de Teen People hizo una pregunta que me llamó la atención.

—Emily, de todos los actores con los que ha trabajado, ¿cuál es su favorito? —preguntó, excitada y casi sin aliento. Sonreía mientras esperaba la respuesta, sin darse cuenta al parecer de que esa mujer era demasiado distante como para mirarla.

Contuve la respiración. «No digas Edward Cullen. No digas Edward Cullen.»

—Edwad Cullen —contestó Emily al cabo de una breve pausa. Wally la miró sorprendido y ella le lanzó una mirada—. Y Wally Joiner, claro —añadió, recobrándose rápidamente. Pero el daño ya estaba hecho.

—¿Qué hay de su esposo, Patrick O'Hara? —preguntó Ashley Tedder, de In Style.

—Bueno, también Patrick, claro —dijo Emily, mirando fijamente a Ashley. Excelente, finalmente se había dado cuenta de que estábamos allí y había establecido contacto visual con alguien.

—¿Eso significa que los rumores sobre usted y Edward Cullen son ciertos? —me oí preguntar. Y de inmediato me ruboricé. La mirada de Emily ahora se concentraba completamente en mí. ¿Por qué había dicho eso? El botón de mi autocontrol obviamente había sido desactivado.

—Edward Cullen —respondió entre dientes, aunque noté que se sentía secretamente halagada— es un muy buen amigo. Un amigo íntimo. Dejaré que imaginen ustedes el resto. —Y pestañeó, haciendo reír a algunos periodistas. Yo me ruboricé.

La atención de Emily había vuelto a posarse en el techo, lo que estaba bien, porque en ese momento yo sentía unas ansias asesinas. ¿Me dejaba el resto para que lo imaginase? ¿Qué se suponía que significaba eso?

Obviamente, que estaba teniendo sexo salvaje y apasionado con Edward Cullen.

¿Cómo podían? ¿En qué pensaba él?

Más importante, ¿por qué me importaba? Emily de Ravin era bella, glamorosa, perfecta, brillante. Probablemente la imagen que Edward tenía de mí era la de un ser bajito, molesto, patético y cubierto de vómito de tequila.

No coincidía exactamente con la imagen de belleza que ofrecían sus principales conquistas.

—Emily de Ravin y Edward Cullen —murmuró Victoria después de la rueda de prensa, mientras recogíamos nuestras pertenencias. Me sentía entumecida. Me volví a mirarla, esforzándome por aparentar que no me importaba—. Dios, es guapísimo —exclamó, sin prestar atención a las extrañas expresiones que seguramente cruzaban por mi rostro—. ¡Qué pareja! No me extraña que haya ido por la mujer más bella de Hollywood.

—Sí —dije, asqueada—. No es de extrañar.

* * *

Capítulo 12: CAPITULO 12 Capítulo 14: CAPITULO 14

 
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