El amor de mi vida (+18)

Autor: sachiko065
Género: Drama
Fecha Creación: 04/06/2013
Fecha Actualización: 23/05/2014
Finalizado: NO
Votos: 15
Comentarios: 46
Visitas: 34016
Capítulos: 21

Bella:

Yo era una chica normal. Un poco gruñona tal vez y no la mejor en clase. Era cariñosa con mis familiares y amigos, me encantaba la música. En fin, era alguien normal como dije. Lo único que odiaba en este mundo era el amor de pareja. Me parecía algo repulsivo y bobo... Hasta que conocí a un bello italiano que llegó a mi escuela. Edward Vulturi. Él sintió cosas por mi desde que me vió, pero yo me quise resistir a lo que sentía porque... Me daba asco el amor. Pero... Terminé aceptandolo. Amandolo con toda mi alma más bien. Solo hay algo que no me gusta de su vida. Su padre es el más grande mafioso de Italia.

 

Edward:  

En mi familia había una especie de maldición, o así lo veía yo. Los hombres de mi familia solo podían enamorarse una vez en la vida y el amor duraba para siempre. Además, se enamoraban solo con ver a su chica a los ojos, aunque no se conocieran. Eso sin duda me parecía una patraña. Mi padre no lucía muy enamorado de mi madre que digamos. Por eso, dejé de preocuparme y disfruté de la vida. Tenía dinero, muchos autos, tenía a cualquier mujer que quisiera en mi cama. De repente mi padre me dió una noticia que me llenó de optimismo. Iriamos a vivir a Norteamérica. No me entristecía dejar Italia, yo no era apegado a las cosas ni había amado a alguien... Hasta que la conocí a ella llegando a mi nueva escuela. Con solo ver sus hermosos ojos chocolate supe que ya no volvería a amar a nadie más. 

 

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Capítulo 5: Es ella

Hola... Aquí les dejo el siguiente cap, el primer POV Edward. Espero que les guste a pesar de que es lo mismo que en los otros dos capítulos. Pero bueno, el cap vale la pena leerlo porque se conoce un poco acerca de la vida que llevaba Edward antes de conocer a Isabella. Espero que me dejen sus votos y comentarios para saber que opinan de esta historia :D Saludos a VASTY242: Muchas gracias por seguirme también en esta historia. No sabes cuanto me alegró tu comentario. Es un honor ser una de tus escritoras favoritas :) Muchisimas gracias por tu apoyo y por los votos que me dejaste.

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Capítulo 5: Es ella

Edward POV: 

 

Salí de la habitación de Gianna, la chica con la que me había acostado hacia unos minutos. De verdad que la pasaba bien con ella. Era excelente en la cama...

 

De repente sonó mi celular. Furioso contesté. Era mi padre.

 

-¿Si?- gruñí.

 

-Hijo ¿Dónde demonios te has metido?- preguntó.

 

-No te incumbe Carlisle- contesté de mal humor-. ¿Para qué me quieres?

 

-Necesito que vengas, tu madre y yo necesitamos hablar contigo

 

-¿De qué? ¿No pueden esperar hasta mañana para decirmelo?

 

-No, es urgente Edward...

 

-Pues no iré, sabías que tenía cosas que hacer

 

-Vendrás o si no ahora mismo voy y cancelo las tarjetas que te di

 

-No puedes 

 

-Si puedo, ¿Se te olvida que soy más poderoso que tú?

 

-Eres un estúpido, eso es lo que eres... Te crees un dios por ser el mafioso número uno en Italia

 

-Y tú te crees con el derecho de insultarlo por ser su hijo- masculló-. Eres un insolente jovencito, si fueras otra persona ya estarías muerto

 

-Lo sé, que bueno que soy tu hijo...

 

-Si no vienes en este instante por ti mismo mandaré a mis hombres a buscarte

 

-¡Ya voy papá!- grité. Yo era muy fuerte pero... No podía con todos esos gorilas juntos. Oí la enorme carcajada de ese cabrón lo cual me enfureció más.

 

"Es un maldito bastardo" dije en mi mente.

 

Salí de la casa de Gianna y me metí en mi Ferrari. Sin duda mi vida era perfecta, a excepción de la existencia de mi padre. Ese estúpido jamás me dejaba en paz. Como lo odiaba. 

 

Conduje rápido como a mi me gustaba, ignorando las calles de Roma donde viviamos. Realmente me preguntaba como es que  tantas personas soñaban con venir aquí. No me resultaba especial. 

 

Sin duda América era otro mundo. Las tres veces que he ido a Nueva York me la había pasado genial y tuve el mejor sexo de mi vida pero solo en dos de ellas. Mi primera visita fue muy desagradable. Había ido a los ocho años y solo conseguí pelear con una estúpida mocosa. 

 

Llegué a mi casa y dejé mi Ferrari en la cochera. Después me metí a la casa, buscando a mi padre. Me encontré con Bianca, mi nana desde que tenía tres meses de nacido. Renata, mi madre, jamás me quiso atender. Me quería hasta cierto punto pero nunca le agradaron los bebés. Eso yo lo sabía porque me tocó ver como dejó a mi hermanita Valeria. A esta también la cuidó nana.  Ella actualmente se encontraba en un internado en Francia. Valeria era dos años menor que yo y nunca venía en vacaciones. Suponía que era porque no se llevaba bien con mamá.

 

-Nana, ¿Dónde está mi padre?- pregunté dandole un beso en la frente. Mi viejita... Como la amaba. 

 

-En su despacho, mi amor... Ve a buscarlo que te espera él y tu madre

 

-¿De casualidad no sabes de que me hablarán?

 

-Si, ya me lo han dicho, pero no puedo decirte nada... Es mejor que te lo digan ellos

 

-Está bien- asentí y subí hasta el segundo piso, donde estaba el despacho de mi padre. Allí estaba él sentado en su sillón detrás del escritorio. Mamá sentada frente a este. Yo me senté a un lado de mamá.

 

-Bien, ¿De qué querías hablarme?- interrogué enfadado-. Debe ser algo importante si me hiciste venir aquí

 

-Si, es importante de lo que queremos hablarte- dijo mi papá. Mamá asintió.

 

-Así es hijo, es algo relacionado al negocio

 

-Yo no me voy a hacer cargo- gruñí-. Yo no quiero tener nada que ver con la mafia

 

-No es eso- me regañó mamá-. Tu padre no te ha dicho nada, no saques conclusiones, niño idiota

 

Iba a responderle pero me contuve. Ella era mi madre. 

 

-Exacto, no te he dicho nada, pero ahora si... Hijo, tenemos que mudarnos a Nueva York

 

-¡¿Qué?! ¿Es en serio? ¡No lo puedo creer!- exclamé feliz. Mi madre me sonrió. Carlisle continuó hablando.

 

-Si, quiero estar en otro lugar, me he cansado de Italia, la verdad... Y yendo a Nueva York puedo resolver unos asuntos pendientes

 

No quería preguntar que problemas porque simplemente no me importaba.

 

-Sí, sí, lo que sea ¿Cuando nos vamos?

 

-Mañana mismo... Nos iremos por la tarde...

 

-Oye, y ¿Qué va a pasar con mi escuela? Ya comenzó el año...

 

-Ya te he inscrito en un colegio de Nueva York, no es uno de los mejores pero creo que debes estar con otro tipo de gente

 

-¿Cómo que otro tipo de gente?

 

-Si, me he dado cuenta de que eres demasiado creído, yo no quiero un hijo así...

 

-¿Creído yo?

 

-Y arrogante, burlón y que piensa que puede conseguir lo que sea solo por tener bonita cara- añadió mamá mientras tomaba una copa de su maldito vino. 

 

-Vas a convivir con chicos clase media, el colegio al que asistirás es público y no privado como en el que estás ahora

 

-Que asco, me meterás con delincuentes- dije con repugnancia. Jamás había ido a un instituto público y no deseaba hacerlo.

 

-No son delincuentes, son personas que tienen los pies en la tierra... Yo estuve en una escuela pública y mirame, soy millonario

 

-Eres un delincuente- me reí-. No debiste ponerte de ejemplo... Acabas de cagarla

 

-Bueno, si, lo soy, pero no soy un delincuente cualquiera... Soy muy respetado, tengo poder, dinero y...

 

-Ya cállate padre- lo interrumpí-. Ya sé lo que tienes, no necesitas repetirmelo

 

-Te recuerdo que todo lo que tengo lo disfrutas tú- sonrió malevolamente. Como me hartaba este hombre-. Así que cuidado con esa boca tuya, tal vez no te mate, pero... Puedo quitarte privilegios

 

-Ya, ya, iré a esa escuela pública que dices- contesté con miedo. Si mi padre se lo proponía podía hacer que mi vida fuese miserable. Yo no podía vivir sin mis lujos. Eran mi escape a esa maldita leyenda de la familia. Aunque no lo admitía, yo... Creía un poco en eso. Me daba pánico convertirme en un marica, enamorado como un tonto de una mujer. Las mujeres solo servían para complacerte en la cama y para luego desecharlas... No valían nada. Claro, había excepciones. Mis dos mujeres adoradas. Mi hermanita y mi nana.  A mi mamá no la incluía en esa lista. Yo sabía que ella engañaba a mi padre. 

 

Y así fue como yo, Edward Vulturi, comenzaba una nueva y alocada vida en Nueva York.  No me pesaba irme. No sentía tristeza de dejar Italia, donde había nacido y crecido. Simplemente no me importaba. Dejaría atrás a todas aquellas chicas, pero en Estados Unidos conseguiría a otras. Mi amiguito y yo debíamos estar preparados.

 

Ya estabamos en el avión. Faltaban cuatro horas para llegar a América. No podía evitar sentirme lleno de energía, de optimismo. Cuanta diversión tendría. Recordé mi último analisis del VIH. Negativo. Si, tal vez fuese un gran promiscuo, pero era responsable. Me cuidaba con preservativo. No quería contagiarme. 

 

-¿En qué piensas que sonries tanto?- me preguntó Nana. Ella estaba al lado mío. Ibamos en primera clase. Papá y mamá iban dormidos en los asientos de adelante. 

 

-Nada Nana, nada

 

-Me da la impresión de que tu vida está por cambiar- dijo seria. La miré extrañado. 

 

-¿Por qué lo dices?

 

-Por nada, hijo, no le hagas caso a esta vieja...

 

-Dime...- exigí.

 

-Bueno, te diré pero promete no enojarte

 

-¿Cómo voy a enojarme con la nana más tierna del mundo?- le pregunté en tono cariñoso.

 

-Sé que lo harás... Pero tengo que decirtelo... Creo que en Nueva York encontrarás a esa chica, me da la impresión, tú padre decide dejar Italia repentinamente ¿No te parece raro?

 

Me reí con ganas. 

 

-Nana, creo que el avión te está afectando la cabeza... No me va a ocurrir nada, yo seguiré siendo el mismo Edward en Italia, en Nueva York, en China, en donde sea, yo no creo en esa estúpidez

 

Bianca me dió un zape. La observé confundido de nuevo.

 

-Niño grosero- masculló. Sonreí. Como adoraba a esta viejita gruñona...

 

Me quedé dormido cinco minutos más tarde y me desperté cuando ya ibamos a aterrizar. Una vez que nos bajamos del avión y estuvimos dentro del aeropuerto decidí tener una charla con mi padre.

 

-¿Dónde viviremos?

 

-He comprado una  tres departamentos, uno para ti y otro para tu madre y yo... También uno para Nana

 

Bianca se sonrojó. Mi padre se carcajeó y la abrazó.

 

-No intentes protestar Bianca, tú te mereces esto y más... Has cuidado de mis pequeños demonios durante toda su vida

 

-¿Pequeños demonios?- murmuré pero después me reí. Mi hermana y yo podíamos ser unos demonios cuando queríamos. 

 

Un rato después todos estabamos en el auto que Carlisle había alquilado. 

 

-Por fin en mi hogar- suspiró este mientras conducía. Lo miré extrañado... Él había nacido en Italia ¿O no? Decidí preguntarselo.

 

-Lo considera su hogar- contestó mamá por él-. Siente que Estados Unidos es a donde pertenece 

 

-Vaya, pensé que estarías molesta- dijo papá con sorpresa-. Tú sabes lo que pasó aquí y porque venimos

 

-Dios, sabes que a mi no me interesa ya ese asunto, además yo también sufrí

 

-¿De qué hablan?- cuestioné.

 

-De nada, hijo, de nada- respondió mi padre. Quería preguntarle de nuevo pero lo dejé pasar ya que Bianca me dio una mirada de advertencia.

 

-Ya llegamos- anunció mi madre hablando inglés cuando estacionamos frente a un gran edificio.

 

-¿Por qué hablas inglés desde ahora?- le pregunté en italiano. El idioma que siempre habíamos hablado. Yo sabía hablar perfectamente inglés pero no me sentía muy cómodo hablandolo. 

 

-Debemos acostumbrarnos, así que desde ahora hablaremos inglés- respondió en italiano. 

 

-Ok, está bien

 

Todos nos bajamos del auto. Mi padre y yo bajamos las maletas y las llevamos hasta la recepción en donde nos recibió el dueño del lugar. Estaba siendo demasiado amable. Puse los ojos en blanco. Todos los que conocían el verdadero oficio de mi padre le hablaban así de exagerado. 

 

Dejamos a Nana en su departamento el cual estaba en el décimo piso. Después mis padres fueron al suyo en el piso once y el mío se encontraba hasta el último. Esto no era un departamento, era un penthouse. Para haber vivido lleno de lujos esta casa me impresionaba. Era lo que siempre había soñado. Tiré las maletas y fui corriendo hacia el sillón de cuero de la sala. Esto era vida. 

 

Un rato después me bañé y ya que estaba por dormirme mi padre me llamó diciendome que mañana tendría que ir a la escuela.

 

-¡¿Pero qué rayos te pasa?!- le grité-. Acabamos de llegar

 

-No protestes hijo, tu nana te llevará el uniforme en cinco minutos y las cosas que necesitarás, lo siento hijo pero le dije al director que este lunes te presentarías, no puedo fallarle 

 

-Está bien- mascullé enojado-. Bien, dime donde es la escuela

 

-Te he comprado un auto, otro ferrari, tiene GPS para que localices la escuela

 

-Mierda, ¿Cuando has hecho todo esto?

 

-Tengo gente que trabaja para mi... No deberías estar impresionado, bueno hijo, mañana entras a las ocho de la mañana, adios

 

-Ya, ya lo entiendo, bueno adios- colgué. Suspiré con fuerza. Mañana pisaría una asquerosa escuela de gobierno. Pero bueno, tal vez tendría suerte. Podría conocer a alguna chica y pasar buenos momentos con ella. Jamás me había acostado con una pobre... No tenía nada de malo experimentar cosas nuevas.

 

Media hora más tarde me encontraba viendo mi estúpido uniforme del colegio al que asistiría. ¿Era en serio?... Este uniforme era tan común. Era un pantalón azul marino con camisa blanca, una corbata del mismo color que el pantalón y un sueter. Más horrible no podía estar. También tenía unos zapatos nuevos. Mi mochila era normal, nada de lo que me pudiese preocupar. Bueno, al menos eso tendría. 

 

Esa noche dormí con un sentimiento extraño. No sabía por qué pero sentía que mi vida iba a cambiar. 

 

Me reí con ganas ante tal pensamiento y ahora pude dormir. Claro que mi vida iba a cambiar... Estaba en Norteamérica y por lo tanto... Me esperaba un sinfin de aventuras con mis nuevas compañeras. Claro, las que fuesen dignas, o sea, las que estuviesen buenas.

 

A la mañana siguiente la alarma de mi celular sonó. Gruñí. Sinceramente deseaba quedarme en casa pero... ¿Qué podía hacer?

 

Me levanté y fui a ducharme. Me puse el uniforme al terminar y fui a desayunar. Me sorprendí al ver  a mi nana allí preparandome el desayuno. Esta me dijo que mi padre le había dado mis llaves. No le di más vueltas al asunto y desayuné. Luego me fui a lavar los dientes. 

 

Recibí una llamada de mi padre diciendome que nos viesemos afuera. Tomé mi mochila sin fijarme si tenía cuadernos o no y salí de mi casa. Bajé hasta la recepción donde me saludó el dueño. Maldito hipocrita. 

 

Fui con mi padre al estacionamiento en donde me enseñó mi nuevo coche. Era un Ferrari negro. El que tenía en Italia era rojo pero este era mejor. Me sentí emocionado y le agradecí a papá el regalito. A veces él me caía bastante bien.

 

-Bueno hijo, es hora de que te largues- dijo bajandose del auto después de haberme explicado donde estaba mi escuela por el GPS.

 

-Adiós padre- le respondí prendiendo el auto.

 

Todo el camino tuve esa extraña sensación de nuevo.  ¿Qué rayos estaba pasandome? ¿Iba a chocar o qué? No, no parecía ya probable ya que había llegado a la escuela sano y salvo. Seguramente sería el asco de estar aquí. Si, era eso. 

 

Me bajé del auto. Todos me miraban impresionados y me sentí orgulloso de eso. Algunas niñas estaban bastante buenisimas. En especial una llamó mi atención. Su falda no era tan larga pero alcanzaba a ver un poco de sus piernas las cuales eran perfectas. Su cabellera era color chocolate y era ondulado. Quité mis ojos de ella. Tenía que ir a preguntar en que grupo me había tocado.

 

Pregunté a un chico donde estaba la oficina del director. Me contestó y le agradecí. Este chico me miraba sin ningun interes lo cual me pareció extraño... Yo era el nuevo, ¿Qué no se daba cuenta el estúpido?.

 

Fui a la oficina. El director me recibió gustoso. Me habló con todo el respeto del mundo y me indicó en que clase iba. Este hombre era un hipocrita también al parecer.

 

Caminé hasta el aula que me correspondía. La clase ya había empezado pero se me perdonaría por ser el nuevo, ¿O no? 

 

-Pase- me respondió un hombre. Supuse que era el profesor. Abrí la puerta. Todos me miraron curiosos. 

 

-Buenos días profesor, ¿Me permite entrar?- pregunté tímido. El profesor se veía estricto.

 

 -¿Usted es nuevo?- cuestionó-

 

 -Si, mi nombre es Edward Vulturi, he quedado en este grupo- contesté asustado. El profesor sonrió.

 

 -Oh, eres el nuevo estudiante, pase, pero que no se vuelva a repetir- me dijo con voz amable. Otro hipocrita-. Hum... Sientese con la señorita Swan

 

Señaló el asiento que tenía adelante de su escritorio. Allí habían dos chicas. Una castaña y una rubia. Esta última se levantó mirando con asombro a su compañera. La chica me resultó guapa pero apenas pude mirarla. Algo me atraía hacia la morena.

 

-Señorita Hale, vaya con el señor Black

 

La rubia se fue a sentar con un chico moreno de cabello corto, dejandome a mi su anterior asiento. Me dirigí a mi lugar no sin antes mirar a mi nueva compañera. 

 

Al ver sus ojos color chocolate todo cambió en mi. Era ella, no había duda. Si no fuera ella no estaría amandola como lo hacía ahora. Si, amaba a esa mujer. No podía explicar por qué, pero lo hacía.

 

Traté de tranquilizarme y me senté al lado suyo. La chica evitó mirarme pero yo le hablé.

 

-Hola, me llamo Edward Vulturi, no puedo creer que te haya conocido al fin

 

Dios... ¿Había dicho eso? Sin duda esta niña me volvería loco. Tuve miedo de lo que estaba sintiendo... Edward Vulturi, un chico que hasta ahora había tenido una vida loca... ¿Enamorado para siempre de alguien? Si, esto era para siempre. Jamás dejaría de amar con locura a esta mujer. 

 

 Toda la clase la observé. Independientemente de que estuviese enamorado o no debía decir que ella era la chica más hermosa que mis ojos hubiesen visto. Su rostro era perfecto, tierno. Su piel parecía tan suave. Deseaba acariciarla pero no sabía si eso la asustaría. 

 

De repente vi que ella comenzaba a ponerse muy blanca. Parecía enferma. Una preocupación que jamás había sentido comenzó a invadirme. Tenía la necesidad de protegerla de todo y de todos. 

 

-¿Estás bien?- me atreví a preguntar. No me contestó. Se paró violentamente del pupitre que compartiamos. Me levanté también. 

 

Cuando ella iba a salir se encontró con la maestra que nos daría esta clase.

 

-¿Qué ocurre cariño?- le preguntó la profesora con preocupación.

 

-Me siento un  poco mal- confesó mi niña... Un momento, ¿Mi niña? ¿Esto era en serio? ¿Me volvería un maricón solo por estar enamorado? No pensé mucho en eso... Estaba angustiado por ella. 

 

La profesora le respondió que si no se sentía bien que se fuese a su casa. Me quedé esperando a ver que decía ella.

 

-Muchas gracias profesora

 

-Señorita Swan, necesita que alguien la lleve, no puede irse en autobús- la regañó viendo como esta se iba. 

 

 -No se preocupe, profesora Heidi, yo...

 

 -Yo la llevo- me ofrecí. La chica me miró asustada y no supe por qué.

 

 

-Oh, que amable, joven una pregunta, ¿Usted es el nuevo? ¿El hijo de Vulturi?- preguntó la maestra. Mierda.

 

 

-Si maestra, me llamo Edward, pero no hay tiempo, debo llevar a casa a esta chica

 

Miré con preocupación a la muchacha y ella pareció ponerse peor. Al parecer estaba por vomitar. La maestra tenía una expresión de horror. 

 

-Si, llévala

 

Todo el salón nos miraba. Algunas chicas vinieron hacia nosotros para intentar ayudarla. Cargué a la muchacha para que nadie más la ayudara. No deseaba que nadie la tocara. Sentí como un cosquilleo en la piel cuando la tuve en mis brazos y mi pulso se aceleró. Este amor me iba a afectar más de lo que creía. Tendría que hablar con mi padre para saber como controlarme... ¿Pero que mierda sabría él de eso? 

 

Alguien me pasó la mochila de la señorita Swan y la cargué también. Salí del salón corriendo. Necesitaba llevarla urgentemente a la enfermería. Pedí indicaciones y por fortuna llegué. 

 

La enfermera que la atendió dijo que era una ligera intoxicación. A pesar de saber que ella iba a estar bien seguía angustiado. La chica se sintió mejor gracias a las medicinas que le dieron. Esta me agradeció después que la trajera. No pude evitar sonreirle a pesar de que la preocupación seguía allí. Vi como ella se ponía nerviosa.

 

-Te llevo a tu casa...- le dije después de estar callado unos segundos.

 

 

-Eh... No gracias, prefiero llamar a mamá

 

 

-No, de verdad, yo te llevo- insistí. Deseaba pasar minutos a solas con ella. 

 

 

Estuvo a punto de protestar pero terminé convenciendola poniendo casi un puchero.

 

Un rato más tarde la estaba llevando a su casa. Ella venía con los ojos cerrados pero después los abrió para indicarme por donde debía irme. Después de un largo camino llegamos a su casa.

 

-Bueno, gracias por traerme, ahora me voy, hasta luego- me dijo tratando de abrir la puerta.

 

Frucí el ceño e impedí que abriera. Ella al parecer no estaba acostumbrada a que la trataran como princesa.

 

-Yo te llevo

 

 -No gracias, ya me siento mejor

 

Me bajé del auto rápidamente para ir a abrirle la puerta. Ella se bajó mirandome como bicho raro. Se confirmaron mis sospechas. Nadie era caballeroso con ella.  Se puso su mochila al hombro pero se la quité. 

 

-No puedo permitir que cargues con eso...

 

Ella me arrebató la mochila bruscamente. Me dolió eso. Al parecer me odiaba. 

 

-Creo que ya fue suficiente, ya me trajiste... Ya te puedes ir

 

 -No me iré hasta que entres a tu casa y estés a salvo

 

-Ok- contestó caminando hacia su casa. Me quedé en mi lugar viendola irse. Abrió su puerta y cuando estuvo por cerrarla  me miró. La observé con amor y ella cerró de un portazo. Esta chica era muy rara. 

 

Me regresé a la escuela lo más rápido que pude. Cuando pasaban lista a todos los profesores les expliqué lo que había pasado con la chica quien se llamaba Isabella. Sonreí al saber eso... Era nombre italiano. Quería creer que esto era una señal. 

 

La chica rubia que estaba antes sentada con Isabella se sentó junto a mi en el receso. Joder, yo debía estar ligando mujeres pero me sentía en la obligación de ser fiel. 

 

Le hice muchas preguntas a Carlie sobre la chica que me interesaba. Solo me dijo que su color favorito era azul, como se llamaban sus hermana y su madre y de lo pésima que era en la escuela. Eso último me extrañó. Isabella parecía alguién inteligente. No podía creer lo que Carlie me contaba. 

 

Al finalizar las clases regresé a mi casa. No podía dejar de pensar en Isabella. Era tan hermosa.

 

-¿Qué te ocurre pequeño?- me preguntó Nana.

 

-La encontré- dije con miedo.

 

-¿Qué encontraste? 

 

-A ella, esa persona de la que hablan la leyenda esa

 

-¡¿Qué?! Dios mío, debes traerla, oh mi bebé- se le llenaron los ojos de lágrimas y me abrazó.

 

-Algo dentro de mi está seguro que es ella pero mi cabeza me dice que piense mejor las cosas- admití. 

 

-Explicame que es lo que sientes

 

Le conté todo lo que me había pasado. Ella se quedó boquiabierta.

 

-Edward, con esto que me has dicho lo confirmo

 

-¿Qué?

 

-Es ella, querido, es ella...

 

Sonreí como idiota. Me emocionaba la idea al mismo tiempo que me asustaba. 

 

-Ya no volveré a ser el mismo- susurré.

 

-No, solo vivirás por ella... Lamento decirte que tus días de promiscuo se han quedado atrás

 

Enrojecí violentamente... ¿Cómo sabía eso?

 

-Lo sé cariño, te conozco desde bebé... Cada vez que llegas se te queda el olor del perfume que se ponen esas chicas

 

Me sonrojé más y Bianca se echó a reír. Ahora mismo me caía muy mal.

 

-Descuida cariño, no le diré a ella cuando la conozca

 

Pensar en ella hizo que me angustiara. 

 

-No Nana, no le digas- le imploré-. No quiero que sepa qué clase de vida llevaba 

 

-Así que admites lo que hacías- se rió-. Yo no sabía nada pero me lo has dicho tú, que fácil es engañar a los jóvenes

 

Me quedé con la boca abierta mientras ella regresaba a cocinar. Definitivamente debía tener cuidado con esta viejita.

 

El resto de la tarde hice tareas que me encargaron en la escuela. En la noche fui con mi padre a hablar. No deseaba pelear con él ni insultarlo. Algo muy raro en mí.

 

-Bien, hijo, ¿Qué te ocurre?- me preguntó mientras se sentaba en el sofá de su casa. Me senté a su lado.

 

-La encontré- dije con un hilo de voz.

 

-¿Qué? ¿Qué encontraste?

 

-A esa persona, de la que hablan las leyendas

 

-No puedo creerlo- susurró-. Hijo, ¿Dónde la encontraste? ¿Cómo se llama?

 

-En mi salón, sentí que la amé con solo verla a los ojos, papá, estoy asustado, no dejo de pensar en ella- confesé desesperado-. No se en que mierda me metí

 

-Cálmate hijo… Es normal por lo que pasas, me sucedió eso alguna vez

 

-¿En serio?- le pegunté atónito-. Pero tratas con frialdad a mamá

 

-Porque no es ella

 

-¿Qué le pasó a la otra chica?

 

-Desapareció de mi vida, en cuanto se enteró de que era mafioso huyó y de verdad que no la culpo, espero que se encuentre bien en donde esté…

 

-¿No vas a buscarla?

 

-Si, por eso hemos venido a Nueva York, quiero verla una vez más, quiero saber que fue de su vida

 

-¿Por qué no has contratado detectives?

 

-No quiero acosarla- suspiró-. No quiero, sé que ella se sentiría observada si contrato a personas para que la localicen, no quiero que se incomode… La conozco tanto, me descubriría rápido

 

-Nunca me habías hablado de ella

 

-Porque eras chico pero ahora que la has encontrado no puedo evitar hacerlo, ya sabes lo que se siente

 

-Si- admití-. Sé lo que se siente

 

-¿Cómo se llama ella?- cuestionó después de unos minutos de silencio.

 

-Isabella- sonreí. Nombrarla hacía que estuviese feliz.

 

-Bonito nombre y es italiano- dijo Carlisle-. Espero que la conquistes

 

-Es una chica dura- respondí-. Creo que me odia

 

-¿Por qué dices eso?

 

-Luego te cuento- respondí levantándome. Mi padre sonreía.

-Hasta que tenemos una conversación normal, sin insultos- me dijo-. Creo que esa niña ya te cambió mucho, te ha dejado tonto

 

-No lo creo, solo deja que me acostumbre a esto y volveré a ser el mismo- sonreí antes de salir de su casa para irme a la mía.

 

Esa noche soñé con ella. La besaba y la abrazaba. Las sensaciones que ella producía en mi eran indescriptibles. No estaba haciendo nada pervertido con ella más sin embargo esto era mil veces más placentero que acostarme con alguna de las chicas de Italia.

 

Al día siguiente llegué a la escuela. Moría por volverla a ver. Esa chica era tan hermosa, jamás me cansaría de verla. Cuando llegó mi pulso se aceleró. Era tan linda. Ahora su cabello estaba recogido en una coleta lo cual hacía que se viera condenadamente sexy.

 

Quise ir a saludarla pero mis queridos compañeros se adelantaron. Las chicas le preguntaron solo por lo que había ocurrido conmigo lo cual me molestó. Su salud era más importante que cualquier cosa. Isabella contó sobre lo que había pasado, omitiendo los detalles.

 

-¿Y te gusta?- le preguntó una chica la cual se había tratado de acercar a mi ayer. Era desagradable y vanidosa. Era una de las muchas que antes yo me llevaba a la cama para hacerles el favor.

 

Esperé ansioso la respuesta de Isabella. Yo sabía que si le gustaba. Sonreí. Estaba muy seguro de que iba a ruborizarse.

 

-No me gusta- contestó ella muy segura. Tuve una punzada de dolor… ¿Yo no era digno de un ángel como ella?-. Si es guapo, pero jamás me va a interesar, no es mi tipo

 

En ese momento tuve celos… ¿Así que yo no era su tipo? ¿Entonces quien sí?

 

Isabella se sentó a mi lado con una sonrisa de felicidad y alivio. Yo no podía resignarme a no tenerla. La miré con tristeza pero ella me sonrió.

 

-Lo siento, cariño, es en serio que no me interesas

 

Golpe bajo. Aun así no me dejaría vencer. El coraje me invadió.

 

-No te creo- contesté acercándome a su rostro. El corazón me latía muy rápido. Podía aspirar su delicioso aroma. Fresas. Vi que ella se ponía casi a temblar-. Te pongo nerviosa al igual que tú a mí, no digas que no te intereso

 

-Tú no sabes nada- musitó con desprecio-. Yo estoy nerviosa porque estás cerca y no quiero traicionar a mi novio, no deseo engañarlo

 

Me dolió demasiado, como si hubiese recibido una buena patada en mi amiguito. Ella… tenía pareja. Claro, ¿Cómo semejante princesa iba a estar libre? Quería matar al tipo. Ella solo era mía, solo mía. Mis ojos se llenaron de lágrimas de coraje. Si seguía así iba a explotar. Isabella me miró extrañada pero se mantuvo callada ya que el maestro llegó.

 

Las clases que siguieron fueron de verdad una tortura. Traté de no mirarla para no comérmela a besos. Deseaba probar sus bellos labios a pesar de que estos no fuesen míos. Me daban unos celos enormes al pensar que esos pequeños labios ya habían sido besados. De repente se me ocurrió una idea. Miré a la amiga de Isabella quien al verme sonrió confundida. Hoy iba a utilizarla. No me gustaba hacer esto pero era necesario. Tenía que darle celos a Isabella. Tal vez así admitiría que sentía algo por mi.

 

Me levanté y le hice un gesto con la mano a Carlie para que me siguiera. Por fortuna estaban dando el toque del receso. Ambos salimos del salón. Le pedí ayuda a Carlie.

 

-Estás loco Edward- se rió-. No dudo que mi amiga sienta algo por ti, pero… ¿Por qué quieres hacer esto?

 

-Yo quiero demostrar que si le intereso

 

-Está bien, te ayudo, al cabo solo haremos como que nos acomodamos el uniforme

 

-Gracias Carlie, te debo una

 

-No hay de que… Espero que la enamores, pareces buen chico

 

Le sonreí y en ese momento dieron el toque para entrar de nuevo a clases. Fuimos los últimos en regresar al salón y seguimos al pie de la letra el plan. Llegamos acomodándonos el uniforme.

 

Isabella se quitó los audífonos que traía puestos y me miró espantada. Luego miró a su compañero quien estaba hecho una furia. Miré divertido a Isabella pero ella se levantó con todo y mochila. Me sentí desesperado, ¿Qué rayos hacía?

 

-¿Qué haces?- pregunté.

 

-Me cambiaré de lugar, sinceramente, me das asco… No puedo creer que te hayas follado a mi amiga

La miré sorprendido. No sabía que ella utilizara tales palabras. Todos nuestros compañeros pusieron su atención en ella. Isabella se fue a sentar con el compañero de Carlie. No pude evitar sentirme como un imbécil.

 

Isabella habló unos momentos con sus amigos antes de sentarse al lado del chico moreno quien se llamaba Jacob según Carlie. Esta última comenzó a llorar. Yo observaba a Isabella con la esperanza de que regresara y no me di cuenta de que Carlie se acercaba para cachetearme. No pude evitarlo y además lo merecía.

 

-Te odio, ¡No vuelvas a pedirme ayuda otra vez!- me gritó.

 

Todos se quedaron boquiabiertos ante eso. Otra vez, me sentí como imbécil. 

Capítulo 4: ¿Podemos ser amigos? Capítulo 6: No quiero perderla

 
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