Sin Eleccion (+18)

Autor: cari
Género: + 18
Fecha Creación: 13/11/2010
Fecha Actualización: 28/01/2011
Finalizado: SI
Votos: 56
Comentarios: 104
Visitas: 219982
Capítulos: 29

 

Tres años atrás, obligada por el ultimátum que le había dado su padre para que abandonara a Edward Cullen, Bella se había quitado la alianza de boda sólo setenta y dos horas después de casarse…

Ahora otras circunstancias igualmente desesperadas obligaban a Bella a suplicar la ayuda de su ex marido. Pero Edward exigía un precio muy alto por su ayud ....... "si no se casaba con él, se marcharía y no la ayudaria"…

Bella no tenía elección, por lo que accedió a casarse por obligación…pero resultó que la obligación tenía sus momentos de placer......

 

este fic es una adaptacion de la autora Helen.

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Capítulo 28: Final

Bella maldijo en voz baja cuando sonó el móvil. Respondió de manera automática y se identificó. Habían pasado dos días desde el incendio. Se había encerrado en su despacho para hacer los trámites del seguro, atender a la policía y rehacer sus planes. El papeleo la había mantenido ocupada e impedido pensar demasiado.

—¿Bella?

El sonido de su nombre la devolvió abruptamente al presente.

—Spence va a buscarte para traerte a mi despacho.

¿Por qué Edward actuaba de modo tan formal?

—¿Ahora?

—Sí, ahora.

Oyó el clic al cortarse la comunicación.

Ni siquiera la había saludado. Estuvo a punto de llamarlo a su vez y decirle que se fuera a freír espárragos. Iba a hacerlo cuando llamaron a la puerta. Abrió. Era Spence.

—Tengo el Lexus listo.

—¿Así, sin más? ¿Sin preguntas ni respuestas?

—Edward me ha dicho que se trata de un asunto urgente.

—Supongo que debe serlo —lo miró exasperada—. Voy por el bolso. Espero que todo esto tenga una explicación.

Llegaron al centro sin soportar atascos. Spence dejó el coche en el aparcamiento del edificio de oficinas de Edward y la acompañó, en el ascensor, hasta su despacho. La recepcionista la reconoció de inmediato. Enseguida apareció la secretaria de Edward.

—La están esperando.

Una vez en el despacho, Bella se quedó estupefacta al ver a la mujer que estaba sentada frente a Edward: era Victoria. Edward se levantó para recibirla con un leve beso en los labios. ¿Era una disculpa por la forma tan brusca de hacerla ir? Spence se había quedado de pie junto a la puerta. Aquella situación era muy extraña.

—Pero, bueno, Edward —dijo la actriz en tono de reproche—, nuestros asuntos no requieren la presencia de tu —hizo una pausa deliberada— esposa. Ni de tu mayordomo.

—Te equivocas —replicó Edward llevándose los dedos de Bella a los labios.

—A ver si avanzamos un poco, querido. Llevo casi media hora esperando. He leído el contrato nuevo y me parece bien. ¿Por qué no lo firmo, con tu secretaria como testigo, y me marcho?

—Porque voy a anularlo.

—¿Cómo dices?

Edward tomó del escritorio dos copias de un grueso documento, soltó la mano de Bella, las rompió por la mitad y las echó a la papelera.

—¿Te has vuelto loco? —preguntó en tono de diva.

Edward volvía a tomar a Bella de la mano.

¿Qué demonios ocurría?

—Te voy a refrescar la memoria. Eric Yorkie. Dos mil dólares para que hiriera a mi esposa.

—No tengo ni idea de qué me hablas —dijo sin inmutarse.

—Y cinco mil dólares por prender fuego a su tienda en mitad de la noche.

—¡Por Dios! ¿No creerás…? —se puso la mano en el corazón con cara de horror—. Somos amigos. Más que amigos. No podría…

—Pero Eric sí.

—Quizá me haya mal interpretado —movió una mano con elocuencia.

—Fue Eric el que dejó que la deuda  en el casino aumentara —dijo Edward con suavidad mortal—, el que ordenó que le rompieran la pierna, el ataque de Bella y el incendio.

—Eric no haría eso.

—La policía lo ha arrestado. Encontraron a Eric Yorkie en el lugar del incendio y lo detuvieron. Para salvar el pellejo, ha cantado.

—No me lo creo —se puso de pie—. Me marcho. No volverás a saber nada de mí.

Soence no se movió de la puerta, y la actriz se volvió hacia Edward.

—Dile a tu esbirro que se aparte.

—Se han comprobado las cuentas bancarias de Eric y sus llamadas telefónicas. Se han encontrado las huellas de Yorkie en una lata de líquido inflamable que estaba tirada en el lugar del incendio. Su confesión es suficiente para condenarte.

—¡No puedes hacerme esto!

—Ya lo he hecho.

—Eric lo hizo por mí.

—Pero esta vez ha llevado el juego demasiado lejos.

—Te deseaba, Edward —explicó la actriz con desesperación—. Ha habido algo entre nosotros. Habríamos estado bien juntos.

—No había lazos que nos unieran, Marlena —Edward hablaba de un modo desconocido para Bella—. Estaba en deuda con tu padre. Le hice una promesa. Y la mantuve.

Marlena se echó a llorar.

—Nadie trata de hacer daño a la mujer a la que amo y se sale con la suya sin responder ante mí. ¿Está claro?

Hizo un gesto a Spence con la cabeza y éste abrió la puerta. Entraron dos policías.

—Pero, ¿qué hacen? —gritó Marlena mientras la esposaban.

—Arrestarla, señora. Le sugiero que nos acompañe sin armar escándalo—cada uno la tomó de un brazo.

Atónita, Bella los vio salir seguidos de Spence, que cerró la puerta sin hacer ruido. Se quedó inmóvil unos instantes y luego se volvió hacia Edward.

—¿Qué has dicho?.

—Lo que has oído.

—Creo que deberías repetirlo —tragó saliva.

—A la mujer a la que amo —dijo sin fingir que no la había entendido. Se dio cuenta de que ella buscaba algo que decir. Quería tomarla en sus brazos y besarla hasta que desaparecieran sus dudas e inseguridades. Y lo haría… en breve. Pero antes tenia que decirle algo más—. Marlena y yo, a pesar de lo que ella quiera dar a entender, sólo hemos tenido una relación profesional —se ahogaba en aquellos hermosos ojos chocolate, en aquella boca suave y temblorosa, en toda ella—. Admiraba su talento como actriz. Pero no los juegos que organizaba fuera del escenario.

—Eric le conseguía hombres —afirmó Bella.

—Sí.

—Pero tú eras el premio inalcanzable.

—Sí. Te tenía de nuevo, Bella. Habías vuelto a mi vida… y a mi cama. Nadie te iba a apartar de mi otra vez.

A Bella se le llenaron los ojos de lágrimas, pero trató de no llorar. Era la hora de la verdad y la sinceridad, no de las situaciones tópicas.

—Fui un estúpido. Cometí el mayor error de mi vida al dejarle marchar. Charlie…

—Era un imbécil egoísta y presuntuoso, en palabras de Jacob.

Era una descripción adecuada que Edward prefirió no aprobar verbalmente.

—¿Trataste de vengarte? —tenía que preguntárselo.

—¿Viendo cómo te hundías por unas deudas que nunca podría saldar?

—Sí.

—¿Habrías aceptado mi ayuda si le la hubiera ofrecido?

—No —su obstinado orgullo la hubiera obligado a rechazarla.

—Podrías habérmela pedido y te la habría ofrecido.

Pero no lo había hecho, sino que había luchado sin esperanza, trabajando cada vez más y tratando de estirar el dinero hasta que no hubo salida.

—Ven aquí —le dijo Edward al ver las lágrimas en sus ojos.

Su dulzura la desarmó, y se le escapó una lágrima mientras se aproximaba a él.

—Te quiero mucho —le dijo Bella—. Creo que nunca he dejado de hacerlo, ni siquiera cuando te odiaba.

Edward sonrió ante la contradicción y la tomó de la barbilla.

—Eres el amor de mi vida —le dijo solemnemente—. Mi corazón y mi alma. El aire que respiro —le rozó la nariz con los labios y se detuvo ante su boca—. Lo eres todo y siempre lo serás —sintió la sonrisa de ella al posar sus labios en los suyos. La agarró por las nalgas para atraerla hacia sí y que sintiera su erección y la sostuvo por la nuca para besarla a fondo.

Tan a fondo, que Bella tuvo que desprenderse para respirar. Mirar sus ojos esmeraldas le bastó para saber que ninguno de los dos se conformaría con un beso.

—¿Hay alguna posibilidad de que puedas salir antes?

—¿Es que tienes reparos en que despeje el escritorio y te haga el amor encima de él? —le sonrió con dulzura.

—¿Y arriesgarnos a que tu secretaria sea testigo de cómo su jefe pierde el control? —le pasó la punta de la lengua por el labio inferior y se lo mordió con suavidad—. Destrozaría tu reputación.

—Anule todo lo que haya para el resto del día —dijo Edward a su secretaria después de presionar un botón que había detrás de él— y transfiérame las llamadas importantes al móvil. Las atenderé después —agarró el ordenador y el portafolios y tomó a Bella de la mano.

—Una cosa más —dijo ella, ya en el coche.

Edward le dirigió una breve mirada, vio su sonrisa pícara y esperó.

—¿Qué te parecería tener un hijo?

Pensar en su vientre hinchado por un hijo suyo casi le hizo perder el sentido. Cambió de carril y aparcó junto a la acera.

— ¿Qué haces? —le preguntó riéndose.

—Esto —le tomó la cara entre las manos y la besó de tal modo que a Bella le pareció que se derretía por dentro.

— ¿Es eso un sí?

Recordaría toda la vida la expresión de sus ojos verdes extasiados.

—Vamos a casa.

 

 

 

                                         ...FIN...

Capítulo 27: Incendio Capítulo 29: Epilogo

 
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