Sin Eleccion (+18)

Autor: cari
Género: + 18
Fecha Creación: 13/11/2010
Fecha Actualización: 28/01/2011
Finalizado: SI
Votos: 56
Comentarios: 104
Visitas: 219962
Capítulos: 29

 

Tres años atrás, obligada por el ultimátum que le había dado su padre para que abandonara a Edward Cullen, Bella se había quitado la alianza de boda sólo setenta y dos horas después de casarse…

Ahora otras circunstancias igualmente desesperadas obligaban a Bella a suplicar la ayuda de su ex marido. Pero Edward exigía un precio muy alto por su ayud ....... "si no se casaba con él, se marcharía y no la ayudaria"…

Bella no tenía elección, por lo que accedió a casarse por obligación…pero resultó que la obligación tenía sus momentos de placer......

 

este fic es una adaptacion de la autora Helen.

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Capítulo 14: Trabajo

Eran más de las once cuando llegaron. Bella  subió al dormitorio unos minutos antes que él. Después de desnudarse, se puso una bata. Al salir del baño, Edward se estaba quitando la camisa.

—¿No tienes nada que decirme?

—No se me ocurre qué pueda ser —respondió ella.

—Te voy a refrescar la memoria —le dijo mientras la agarraba de la barbilla para obligarla a mirarla—. Hoy has estado en dos agencias de empleo.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó sin disimular su consternación.

—Nuestra segunda boda ha salido en los medios locales y nacionales —le recordó—. ¿Cuánto crees que hubieras podido seguir de incógnito como Bella  Swan?

—Lo suficiente para obtener un empleo por mis propios méritos.

—No tienes necesidad de buscarlo.

—¿No lo entiendes? —lo miró con fiereza—. Quiero trabajar. Hacer algo constructivo. ¡Maldita sea! No te estoy pidiendo permiso.

—Muy bien, porque no le lo doy.

—¿Quieres decir que me vas a poner en la lista negra de todas las agencias de empleo de la ciudad? —cerró los puños y tuvo que contenerse para no pegarle. Sabía que tenía poder para hacerlo con extrema facilidad—. Tendrías que haberte casado con una mujer que dijera que sí a todo y que se deleitara en su papel de dama de sociedad —exclamó con vehemencia.

—En su lugar, tengo una que escupe fuego —la agarró con fuerza de la muñeca cuando ella le pegó—. ¿Quieres pelea?

—¡Sí, maldito seas! —no esperaba ganar. Era mucho más fuerte que ella.

La expresión de Edward no se alteró, salvo sus ojos que, oscuros e inmóviles, le produjeron escalofríos. No tenía ni idea de cuánto tiempo permanecieron así. Segundos… minutos. Era como si el tiempo se hubiera detenido. La tensión entre ambos era eléctrica. Una palabra o un movimiento repentino podían desencadenar algo desconocido.

Estaba en juego mucho más que el tema del que discutían. Detestaba estar en deuda con él y que la balanza del poder se inclinara tan claramente en su contra. Y sobre todo, se detestaba a sí misma por el deseo imperioso que despertaba en ella. Nada de todo aquello era justo.

Edward observó las emociones que se manifestaban en su rostro. Podía atraerla hacia sí, poseerla de un modo que suprimiera lodos sus pensamientos, salvo la alegría primitiva del sexo. Y lo haría… después.

—¿Tan importante es tu trabajo?

—Sí.

—¿Quieres hacerlo sola?

—Tengo que hacerlo sola —contestó con sencillez e incapaz de adivinar cosa alguna en su mirada.

—Si te ofreciera un puesto en una de mis empresas…

—Lo rechazaría  sin  dudarlo— Bella  no lo dejó terminar.

—¿Tratas de discutir conmigo?

—Es inevitable —se encogió ligeramente de hombros—. Tenemos opiniones distintas —serla muy fácil aceptar la proposición de Edward: horario flexible, ausencia de presiones… Luchó con su conciencia y ganó—. Tuve un empleo simbólico en una de las oficinas de mi padre, con un buen sueldo. Y tuve que soportar las acusaciones de nepotismo y las insinuaciones maliciosas a mis espaldas de sus socios y del personal.

Edward reconoció en ella el desafío, la necesidad de triunfar, y los aplaudió en silencio, porque ninguna otra mujer de las que conocía elegiría, en similares circunstancias, el camino más difícil.

—¿Qué te parecería montar tu propio negocio?

—No lo dirás en serio — Bella trató de hallar cinismo en su expresión, pero no lo encontró. No se atrevía a respirar. Algo a lo que dedicarse en cuerpo y alma para demostrar su talento. Eran castillos en el aire que habían rondado sus pensamientos durante cierto tiempo, pero los había descartado por no ser realistas, además de imposibles por falta de fondos y por las deudas.

En aquellos momentos no le fue difícil recordar su idea de una boutique de artículos para el cuarto de baño, con las mejores toallas con bordes de encaje, hechas con el mejor algodón egipcio: lujosos jabones, aceites y velas; elegantes frascos de cristal de la mejor calidad para los ricos y los amantes de las cosas bonitas.

Edward se conmovió al observar sus rasgos. ¿Sabía lo fácil que le resultaba interpretar lo que sentía?

—Dirígelo en mi lugar.

A él no le gustaría. Además, ella no tenía dinero para financiar esa empresa. Una risita histérica no llegó a salirle de la garganta. ¿En qué estaba pensando?

—No creo que saliera bien —se encogió ligeramente de hombros.

—¿Por qué?—le acarició el labio inferior y lo sintió temblar.

—Por falta de dinero.

—No me opongo a convertirme en socio de un negocio viable.

Bella  no quería hacerse ilusiones. Pero era imposible detener la excitación que le corría por las venas. ¿Qué tenía que perder? Halló las palabras, vacilantes al principio, para describir el tipo de negocio, el estilo y la localización preferida.

—Ponlo todo por escrito, busca proveedores y preséntame una propuesta.

—Estás de broma, ¿verdad? —se había quedado sin habla; no podía ser así de fácil.

—Necesitarás una oficina. Le diré a Spence que reforme una de las habitaciones de abajo y ponga el equipamiento necesario.

Bella  necesitaba que la empresa fuera de ella. Algo por lo que luchar y trabajar.

—Sólo otra cosa. Si esto sale adelante, insisto en que lo que inviertas sea a título de préstamo del que me haré responsable.

—Me encargaré de ello. ¿Hemos terminado?

—Por ahora sí. Gracias.

Él inclinó la cabeza y apoyó su boca en la de Bella. Con una mano en sus nalgas la atrajo hacia sí, y Bella se apoyó en él, saboreando sus caricias. En aquel momento, de aquella manera, podía perderse en él y fingir que lo que compartían era real, algo más que muy buen sexo… la magia sensual de dos personas en mutua armonía a todos los niveles. Como había sucedido cuando hicieron el amor la primera vez, antes de que la lealtad a su familia interviniera y su vida comenzara a hundirse en un pozo cada vez más profundo.

La pregunta era si el precio no sería demasiado elevado, si podría sobrevivir con su orgullo y dignidad intactos. Fue un momento agridulce.

Más tarde, cuando yacía en sus brazos, saciada y soñolienta tras el coito, se dijo que no le importaba. Ya habría tiempo a la luz del día de que reaparecieran la realidad, las dudas y el resentimiento. Pero, en aquel momento, al borde del sueño, nada parecía tener importancia.

Capítulo 13: Fin de la velada Capítulo 15: Empezando con el trabajo

 
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