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Estaba sentada en el borde de la ventana del cuarto que compartiría con Jacob; ya todo lo del festejo había terminado, todos dormían y Jacob se estaba lavando los dientes; mientras miraba el cielo sentía una presión en el pecho, no sabía porque.
Estaba tan sumida en mis pensamientos que no escuche llegar a Jacob hasta mí, solo sentí que me abrazaba por la espalda.
- ¿Qué piensas? – Me pregunto.
– Pues muchas cosas y a la vez nada, solo miro el cielo y… recuerdo lo que mi padre ha hecho – Seguí mirando la ventana.
– Si… perdona que lo diga pero tu padre está loco, al igual que el mío, vender a su hija mayor solo para salir de una crisis y el mío por aceptar semejante locura… ¿Qué acaso tu padre no pudo trabajar más?, ¿Qué pasara con tus hermanitos? – Eso era incierto para mí, ni yo lo sabía, era muy desconcertante.
– No lo sé, Emmett tiene diez y Alice siete, solo espero y mis padre no les hagan lo mismo – Suspire.
– Ojala – Dijo Jacob con un tono de tristeza pero a la vez de esperanza.
Nos quedamos en silencio; pasados unos cinco minutos él dijo - ¡Hey! Animo, piensa que si tus padres quieren hacerle lo mismo a tus hermanos te los puedes traer – Me gire para para encararlo, lo mire a los ojos y el también a mí.
– ¿Enserio? – Pregunte con esperanza “Dios, que sea verdad lo que me dice”
– Claro – Le sonríe agradecida, él se acercó más a mí y me beso, no lo rechace, al contrario, profundice el beso.
Nos separamos cuando nos faltó el aire, Me levante del borde de la ventana y el me volvió a besar, sus brazos se posaron en torno a mi cintura, abrazándome, me deje llevar, sentí mariposas en el estómago, era una sensación extrañamente nueva para mí y me gustaba, nos separamos cuando nos faltó de nuevo el aire.
- ¿Y eso? – Pregunte jadeando.
– Eres mi esposa, ¿O que, me lo vas a prohibir? – Me respondió altaneramente.
– Cierto… pero ahora tengo sueño – Me separe de él y me encamine a la cama, me acosté del lado izquierdo y le pregunte - ¿Vienes? – Me miro sonriendo de oreja a oreja.
– Claro – Respondió calmadamente, vino y se acostó a mi lado.
– Hasta mañana – Le dije.
– Hasta mañana – Me respondió, se acomodó y me abrazo y, por primera vez, en un pequeño tiempo, me sentí querida.
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