Destinados

Autor: Lily_cullen
Género: Romance
Fecha Creación: 08/11/2015
Fecha Actualización: 09/01/2018
Finalizado: SI
Votos: 3
Comentarios: 18
Visitas: 61051
Capítulos: 27

 

La rabia se apoderó de él y lo envolvió en una nube negra que amenazaba tormenta.

 

? ¿Qué pasa, Isabella? ¿Es que no te han bastado los ciento cincuenta mil dólares? ¿O te han entrado ganas de más por el camino?

 

Bella tenía la cara descompuesta por sus palabras, pero él sabía que era un truco, lo sabía muy bien. Cuando habló, lo hizo con voz temblorosa:

 

? ¿Qué dices?

 

? Se ha descubierto el pastel. Se acerca el final del contrato. Joder, ya llevamos cinco meses. Como no sabías qué iba a pasar, has tenido un pequeño accidente para cimentar el trato. El problema es que no quiero el crío. Así que vuelves a la casilla de salida.

 

Bella se dobló por la mitad y se rodeó el cuerpo con los brazos.

 

? ¿Eso es lo que crees?

 

Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer, esta historia está adaptada en el libro Matrimonio por contrato: de Jennifer Probst. Yo solo la adapte con los nombres  de Edward y Bella.

Espero sea de su agrado :)

 

 

 

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Capítulo 27: Epílogo

Rosalie

 

 

Bella gimió mientras apoyaba el plato en su voluminoso vientre. El disgusto que le provocaba la repentina habilidad de poder sostener objetos grandes sobre su cuerpo era tan evidente que Rose tuvo que apretar los labios con rapidez para contener una carcajada. Su mejor amiga frunció el ceño aún más.

— Cierra el pico, Rose. Lo estoy pasando fatal. ¿Por qué no sale ya esta niña? Llevamos dos semanas de retraso y el médico no para de decirme que debo tener paciencia. Quiero que salga ya. ¡Ya!

Rose cogió el plato, donde no quedaba ni una sola miga del bizcocho, y le ofreció un vaso de leche a Bella. El evidente malestar físico de su amiga la invitaba a hacer cualquier cosa para ayudarla, pero lo único que podía hacer a esas alturas era ofrecerle postres y masajes en los pies. Incluso había intentado regalarle unas chanclas rosas con pedrería, pero no podía usarlas porque no tenía espacio entre los dedos. Chasqueó la lengua de forma compasiva y se sentó en el brazo del sofá gris.

— Lo sé, cariño. Es un asco. Pero te apuesto a que dentro de un par de días la tendrás en los brazos y estarás deseando que te deje dormir un poco más. Me han dicho que se pasan los días y las noches llorando.

Bella movió los pies hinchados y suspiró.

— A estas alturas ya ni duermo.

— Pobrecita. Le he traído un regalo a la niña. —Rose cogió la bolsa y la agitó en el aire, frente a Bella—. Es de Milán, de uno de los diseñadores más importantes de moda infantil.

— Rose, deja de comprarle cosas. ¡Tiene más ropa que yo!

— Me alegro. Eso significa que estoy haciendo bien mi trabajo. —Rose observó a su amiga mientras apartaba el papel de seda y descubría los vaqueros negros, la camiseta rosa fucsia y la cazadora de piel. Las minúsculas botas de piel estaban adornadas con diminutos diamantes rosas—. ¿Te gusta?

— ¡Madre mía, que cucada! ¡Es increíble que hayas encontrado esto en una talla tan pequeña!

Rose sintió un ramalazo de placer.

— Ningún niño mangoneará a mi ahijada en el patio del cole. Empezaremos a educarla pronto para que sea la más mala de todas.

Bella se echó a reír.

— Edward, ven a ver lo que ha comprado tu hermana.

Su hermano llegó procedente de la cocina, cogió la ropa y su expresión reflejó su espanto.

— Joder, no. Mi hija no irá disfrazada de motera nada más llegar al mundo.

Bella lo miró echando chispas por los ojos.

— No insultes a tu hermana ni menosprecies su regalo. Es el conjunto perfecto para traerla a casa desde el hospital.

Rosalie se acomodó para presenciar el espectáculo. Su amiga, que solía ser muy pacífica, era víctima de unos cambios de humor tan radicales que la asustaban incluso a ella. Las hormonas eran un horror, pero su hermano parecía sobrellevarlo con aplomo. De hecho, Rose se percató del brillo socarrón que aparecía en sus ojos al enfrentarse al desafío de su mujer. Las batallas que libraban le recordaban a la rivalidad que desplegaban de pequeños. ¿Quién iba a pensar en aquel entonces que estaban hechos el uno para el otro? Si el destino no hubiera intervenido, obligándolos a contraer matrimonio, tal vez jamás hubieran acabado juntos. Bella, por supuesto, insistía en que era obra de su hechizo, y Rose le seguía la corriente. Total, no le hacía mal a nadie.

— Por encima de mi cadáver —replicó Edward como si tal cosa—. Le pondremos el conjuntito que ya acordamos la semana pasada.

Bella hizo un mohín para expresar su oposición a la idea.

— Si voy a parirla yo, seré yo quien elija la ropa.

— Mmm. . . tengo la impresión de escuchar eso mismo varias veces al día. Si pudiera parirla yo, sabes que lo haría por ti.

Bella se enfadó aún más.

— Mentiroso. Todos decís lo mismo.

Edward levantó las manos, a modo de fingida rendición.

— ¿Es que nadie va a apoyar ni a apoyarme mis decisiones? ¿Alguien con testosterona a poder ser?

Como si el mismo Zeus hubiera arrojado uno de sus rayos, de repente se escucharon pasos en el pasillo. Los pasos de alguien que atravesó la cocina y se detuvo detrás de ellos.

Rosalie volvió la cabeza despacio.

— Ah, cara, esta vez creo que Edward lo dice en serio. ¿Qué hombre no querría ahorrarle el dolor a su mujer?

Rose sintió un hormigueo en la piel que la puso sobre aviso de. . . algo. Algo que se negaba a nombrar. El conde Emmett McCarty acortó la distancia que los separaba y le dio unas palmadas a Edward en un hombro. Ella intentó no poner los ojos en blanco al percatarse del gesto y de su ensayada sonrisa. La mirada cómplice que se dirigieron no podía ser más masculina. Un hombre rescatando a otro de las garras de una mujer enloquecida. En realidad, Edward no necesitaba ayuda. Porque a esas alturas estaba inclinado sobre Bella, ayudándola a ponerse en pie al tiempo que le murmuraba tonterías y le bajaba la blusa a fin de que cubriera su abultado vientre. La ternura del gesto y la expresión de su cara fueron como un latigazo para Rose. El antiguo Edward había desaparecido para siempre. En su lugar había un hombre rebosante de amor por su esposa y por su hija nonata. Un hombre totalmente cambiado, porque por fin se había permitido creer que en el mundo existía una persona que podía quererlo tal como era, con sus defectos y todo.

Rose sintió un nudo en la garganta y se vio obligada a reprimir las emociones, aunque ya tenía mucha práctica. ¡Por Dios! ¿De dónde había salido la envidia que la corroía? Edward y Bella se merecían toda la felicidad del mundo. Y ella debía superarlo.

— ¿Por qué tengo la impresión de que siempre estás involucrada cuando hay algún problema?

El acento italiano con el que se formuló la pregunta le acarició los oídos y otras partes del cuerpo, pero Rose se negó a responder la burlona cuestión. ¿Por qué había aparecido Emmettl? Pasar el viernes con Bella y su hermano era ya una tradición que Rose adoraba. Pizza, pasta y chianti. Aunque alternaban la casa donde se reunían cada semana, era algo importante para ella. Un ancla en su alocada vida a la que se aferraba con fuerza.

Hasta que Emmett McCarty llegó, arrasando con todo.

De repente, comenzó a aparecer los viernes por la noche, con alguna tarta o con una bandeja de pastas tan irresistibles como esos ojos negros. Actuaba como si la cita a ciegas no hubiera ocurrido nunca, como si fuera inocente.

Pero Rosalie sabía la verdad.

Ese hombre estaba enamorado de su mejor amiga.

Sí, trataba de disimular, pero ella se percataba de las miradas tiernas que le dirigía a Bella. Escuchaba los apelativos cariñosos que le decía en italiano y la risa que le arrancaban todos y cada uno de los comentarios de Bella. La frustración le resultaba insoportable. Porque nadie parecía sospecharlo, y mucho menos su hermano. Edward había superado los celos que sintió en otra época y le había abierto las puertas de su casa a su nuevo amigo. De algún modo, enamorarse de Bella lo había llevado a creer en las buenas intenciones de la gente.

Por suerte, Rosalie no estaba tan ciega.

Edward le lanzó una mirada de advertencia.

— Rosalie siempre ha sido la fierecilla de la familia —dijo, esbozando una sonrisa—. Recuerdo una noche que mamá llegó a casa con uno de sus novios. Estaba borracho y era un tío muy desagradable.

Bella frunció el ceño.

— Por favor, dime que nadie acabó herido.

— Solo él. De vez en cuando me daba alguna bofetada, y a Rose le preocupaba que alguna noche se metiera en mi dormitorio después de que mi madre se durmiera. Así que le tendió una trampa. Y, efectivamente, una noche abrió la puerta de mi habitación.

— ¿Qué pasó? —quiso saber Bella.

— Que se tropezó con la cuerda, la fregona mojada salió volando y él acabó de culo en el suelo. Rose y yo nos despertamos, montamos un buen alboroto, lo bastante gordo como para que mi madre lo echara de casa.

Rose se rió y agitó una mano para restarle importancia al asunto.

— No fue nada del otro mundo. Estaba aburrida y quería divertirme un poco.

Emmett la miró con una ceja enarcada, como si intentara comprenderla. Ella sintió que se acaloraba hasta tal punto que creyó abrasarse. ¡Ni hablar! No le permitiría adueñarse de sus pensamientos otra vez. Con una fue suficiente.

— Bueno, creo que hemos tenido bastante entretenimiento por hoy. Es mejor que me vaya —dijo.

Bella suspiró.

— Sí, yo también me voy a la cama. Por lo menos tendré los pies en alto y veré algún programa basura en la televisión hasta que empiecen los ardores de estómago. —De repente, se quedó paralizada. Abrió la boca y soltó un extraño chillido—. ¡Ay, Dios mío! Estoy mojada.

Edward miró hacia abajo.

— Cariño, has derramado la leche. No pasa nada. Te traeré otro vaso.

Rose se percató de la expresión de Bella y el corazón comenzó a latirle con fuerza.

— Edward, no es leche.

— ¡Ah! —exclamó su hermano, cuya confundida mirada pasaba de una a otra sin parar—. Entonces ¿qué es?

Bella contestó con voz tensa:

— Ha llegado el momento.

— ¿De qué?

Rosalie soltó un grito impaciente.

— ¡De que nazca el bebé, imbécil! ¡Acaba de romper aguas! Está de parto.

Como si fuera una escena sacada de una pésima serie de televisión, todos se quedaron inmóviles mientras Bella jadeaba, asustada, y la mancha oscura se extendía por sus pantalones. Al cabo de unos segundos, la habitación pareció estallar.

Rose y Bella contemplaron a los dos hombres, que comenzaron a correr de un lado para otro como si se hubiera declarado el fin del mundo.

Edward corrió hacia el dormitorio y regresó con la bolsa de viaje ya preparada. Acto seguido, cogió unas cuantas botellas de agua de la cocina y unas cuantas mantas, como si el bebé fuera a nacer de camino al hospital. Emmett comenzó a marcar números en su móvil y le dijo a la madre de Bella que se fuera sin demora al hospital. Edward le lanzó a Emmett las llaves del coche, como si hubiera una ventisca y dudara de que el motor pudiera arrancar, aunque fuera un dichoso BMW. Emmett desapareció y Edward enfiló el pasillo a la carrera en dirección al garaje, cuya puerta cerró de un portazo.

Rose miró a su mejor amiga.

— ¿Qué narices están pensando? Ni que estuviéramos en los cincuenta. Vas a estar de parto unas cuantas horas.

Bella suspiró y se frotó la espalda.

— Cuando se emocionan se quedan sin riego sanguíneo en el cerebro. No pueden evitarlo.

— Supongo. ¿Quieres cambiarte de pantalones antes de ir al hospital?

— Buena idea. Ahora mismo vuelvo. Quédate aquí para que a Edward no le dé un ataque cuando vuelva.

— Vale.

Rose empezó a limpiar los restos de la cena de la mesa y después observó que su hermano llegaba a la carrera por el pasillo con los ojos desorbitados.

— ¿Puedes darle de comer a Viejo Gruñón y sacarlo a pasear? Acabo de llamar al médico para decirle que vamos de camino. Gracias, Rose, nos vemos en el hospital.

Cogió la bolsa y cerró la puerta.

Rose clavó la vista en la puerta y apuró su copa de vino mientras se preguntaba cuándo se daría cuenta de que su mujer no iba con él en el coche.

Al cabo de unos segundos, Bella apareció en el vestíbulo con unos pantalones anchos de yoga y una camiseta.

— ¿Dónde está Edward?

— Se ha ido.

Bella masculló algo.

— ¿Estás de coña? Esto es como el episodio de Te quiero, Lucy. ¿Te acuerdas de cuando Ricardo se fue al hospital y se dejó a Lucy en casa?

— ¡Ay, por Dios! Me encantó ese episodio. ¿Te acuerdas del episodio del chocolate?

Bella se echó a reír.

— ¡Sí! No paraba de meterse bombones en la boca porque no era capaz de envolverlos tan rápido como debía. ¡Me encantaba Lucy!

— Desde luego.

La puerta se abrió de repente. Edward y Emmett entraron a la carrera, con las caras desencajadas y mirando hacia todos lados, como si hubieran perdido algo importante. Una mujer de parto, para ser más exactos.

— ¿Qué haces? —Gritó Edward—. Pensaba que ya estabas en el coche.

Bella sorbió por la nariz.

— Tenía que cambiarme de ropa y estábamos recordando los episodios de Te quiero, Lucy. No me grites o le diré a Rose que me lleve al hospital en otro coche donde no vayas tú.

Edward se quedó boquiabierto.

— ¡No me apetece hablar de Te quiero, Lucy! La niña está de camino. . . Vámonos ya. —Como si de repente hubiera comprendido que estaba perdiendo los papeles delante de su mujer embarazada, respiró hondo y añadió con voz más calmada—: Lo siento, cariño. Estoy acojonado. ¿Estás preparada para que nos vayamos?

Bella lo miró con una sonrisa de oreja a oreja.

— Sí. —Se inclinó hacia delante para abrazar a Rose y darle un beso. Por un instante, sus miradas se encontraron y algo profundo, una emoción eterna y femenina, pasó entre ellas—. La niña viene de camino —susurró con emoción.

Rose parpadeó para librarse de las lágrimas y le dio un apretón en las manos.

— Ánimo, que tú puedes. Yo iré dentro de un rato.

— Te quiero.

— Y yo a ti.

— ¡Bella! ¡Vámonos ya!

Bella se marchó caminando con dificultad. Rose escuchó sus voces alejarse, enzarzadas en otra de sus discusiones, y la casa se quedó en silencio.

La niña estaba de camino.

Se llevó los dedos a los labios. Las cosas cambiarían en breve. Una emoción extraña crepitaba en el aire, robándole el aliento. Peligro.

Miedo.

— Nunca serán los mismos.

Levantó la cabeza, como una loba que oliera a su pareja. Emmett se acercó a ella con esa forma de andar lenta y elegante, como si estuviera torturando a su presa al acecharla. En esa ocasión Rosalie decidió replicar.

— No, no lo serán. Ahora serán más fuertes.

Lo vio esbozar una media sonrisa.

— ¿Por qué me ha parecido una amenaza, cara? Llevo semanas cenando contigo todos los viernes y apenas me diriges la palabra. Me vigilas como si estuviera a punto de robar las joyas de la familia. Te burlas de los regalos que les hago a Bella y Edward, te ríes de mis cumplidos. Así que ahora que por fin estamos a solas, ¿te importaría decirme qué te pasa?

La ira la abrumó de repente y, gustosa, dejó que la inundara.

— Sé la verdad. Ah, sí, la ocultas muy bien, pero he estudiado tus movimientos. Esperas cualquier oportunidad para estar a solas con Bella. Has buscado congraciarte con mi hermano hasta que te ha recibido en su casa como si fueras uno más de la familia. Me he dado cuenta de todo y no te saldrás con la tuya mientras yo esté aquí.

Rosalie le reconoció el mérito de no inmutarse. No fingió asombrarse, ni retrocedió por la sorpresa. Por un instante, atisbó un brillo extraño en sus ojos que no tardó en desaparecer. Después, ladeó la cabeza y la miró, deteniéndose en cada una de sus curvas.

— ¿Eso es lo que crees de verdad?

Rosalie experimentó una vacía sensación de triunfo al ver que no negaba la acusación.

— Pues sí.

— Muy bien. Así que lo mismo da que niegue tus palabras, porque ya tienes una opinión al respecto, ¿verdad?

— Ah, eres bueno, sí. Pero yo soy mejor que tú. Y tengo muchas más cosas que proteger.

Cuando habló, Emmett lo hizo con un extraño orgullo en la voz.

— Sí, estás protegiendo a tus seres queridos, ¿verdad?

Ni siquiera le dio tiempo para que contestara. Se limitó a hacer un breve asentimiento de cabeza antes de alejarse.

— Que pases una buena noche, cara. Nos veremos en el hospital. Después, ya veremos qué pasa.

Y se marchó.

Rose estuvo un buen rato con la vista clavada en la puerta. Unos sigilosos pasos se escucharon de repente, y Viejo Gruñón se sentó a su lado, como si hubiera sentido su repentino malestar. Le acarició la cabeza, le ajustó el pañuelo de los Mets que llevaba al cuello y dejó que la inundara la paz que transmitía el animal.

Emmett McCarty quería jugar. Que así fuera. Ella se encargaría de mantenerlo alejado de Bella y de Edward.

A toda costa.

— Vamos, precioso. Tú vas a comer, yo voy a acabar de limpiar la cocina y después iremos a conocer al nuevo miembro de tu familia.

De alguna forma, Emmett McCarty hacía estragos con su mente, con su cuerpo y con su tranquilidad. Y ahí se detuvo porque se negaba a incluir el corazón en esa lista. Habían pasado muchos años y había sufrido muchos malos momentos que la habían convertido en la Mujer de Hojalata. Ya no tenía nada que ofrecer.

Sin embargo, recordó una escena de su película favorita, Mary Poppins. Era como si el viento estuviera a punto de cambiar y a su alrededor ya nada sería lo mismo. Una ridiculez.

Desterró la idea y se puso manos a la obra.

 

___________________________________________

Hola chicas aquí estoy de nuevo!!

Y bien chicas ya llegamos al final de esta historia. Muchas, muchas, muchas, muchas gracias por leerla. A todas las que lo leyeron y también a las que comentaron.

Martuu3415: gracias por tenerme paciencia y por no haber dejado de leerla por mis constantes faltas de actualización y por seguirme en esta nueva historia. :D

Jud!*,: gracias por leer esta historia. Estoy feliz de que te haya gustado.

Lupita96: aunque ya no has comentado, gracias por leerla, espero te haya gustado el final. Como también espero que leas este mensaje. ^^ 

Dulcecullen: igual a ti gracias por leerla y seguirla hasta el final.

MaggieSwan: gracias por hacerme saber que te ha gustado esta historia, que aunque ya comentaste en los últimos capítulos, estoy feliz de que lo hicieras. ^^;

 

Bueno en general gracias a todas por sus comentarios. Debo decir que cada comentario me saco una sonrisa. Y también gracias por tenerme paciencia con las actualizaciones. :D Espero les haya gustado el final.

Bueno pero esto no es una despedida, aunque suena como a despedida, verdad? O soy yo? :P

Bueno pasando a otro tema. Les pido otro poquito de paciencia, ya que todavía no tengo los capítulos de las historias y necesito buscar las imágenes para cada historia. Entonces estaría actualizando (las dos historias) el domingo. Entonces chicas me esperaran un poquito? =D

Bueno chicas, no me despido porque pronto me tendrán por aquí otra vez.

Besos y Cuídense. Nos vemos hasta el domingo. ^_^

 

 

Pero solo para confirmar, si quieren le segunda parte de esta historia aunque sea de Rosalie y Emmett? De verdad chicas no se sientan comprometidas a decirme que sí. Les prometo que no me voy a sentir triste o algo por el estilo si me dicen que no. Solo para confirmar chicas. Ya ven que como no son Edward y Bella. Tal vez no guste tanto como la de nuestra pareja preferida. ^_^

Espero sus respuestas chicas.

Bueno ahora si: Besos y Cuídense. Nos vemos dentro de poco. I promise (si ya sé que he dicho eso varias veces, pero esta vez pienso cumplirlo, y quien sabe y no es hasta el domingo que actualizo ;P). Nos vemos chicas. ^^;

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 26:

 
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