Me acerque a la orilla, casi en el rincón de la piscina. Veía como Emmett Y Rosalie, Jasper y Alice estaban en su burbuja de amor, olvidando al resto. Edward estaba haciendo maromeras bajo el agua.
Por un momento me sentí bien, Feliz. Ahora vuelvo a mi antiguo estado de depresión. La doctora Isabella Swan, cada día era más desdichada. Sabía que era un riesgo venir a Miami teniendo en cuenta aquí estaba él. Aquel que por tanto tiempo me hizo sufrir, aquel por el que Emmett y Yo nos mudamos a Europa, él en Londres y yo en Liverpool. Yo sabía las consecuencias de venir a un lugar donde me lo recordara, pero hacía esto por mi hermano y no me iba a arrepentir.
-Eh, sirena encantada- Edward se me puso adelante-. ¿Pasa algo?
Su mirada era curiosa, y si había aprendido algo mientras estuvimos jugando, luego cuando comíamos, y luego cuando volvimos a entra a la piscina, era que Edward era una persona muy curiosa, con un carácter carismático, aunque serio, era encantador y muy abierto con sus sentimientos, lo contrario a mí. Le di mi punto de vista a Alice y lo único que me pudo decir fue: “los polos opuestos se atraen” y soltó una risita de plata.
-Nada- respondí mientras trataba no mirarlo a los ojos. Había hecho un descubrimiento, si lo hacía, si lo miraba a los ojos, me perdía en ellos y me era imposible responder algo, es más me era imposible respirar-. ¿Por qué la pregunta?
-Curiosidad. Te vi mirando a los lejos y supuse que estabas pensando, pero en tu cara se formó una mueca y por un momento pensé que ibas a llorar.
-Oh, nada de eso. Solo pensaba- conteste, aunque muy en el fondo sabía que tenía razón, en cualquier momento rompería a llorar.
Pero aunque quisiera no le podía contar la historia a Edward, pues no quiera que sufriera conmigo.
-Debe de ser duro –dijo como si nada.
- ¿Qué?
-Ya sabes, venir a Miami cuando aquí esta…él. Tú ya sabes quién- explico mientras yo lo miraba estupefacta-. No es que me quiera entrometer, solo que Emmett ya me había contado la historia, lo siento no debía sacar el tema.
-No te preocupes. Solo que no sabía que tu sabias.
Soltó una carcajada hermosa, que te llega hasta los huesos.
-Interesante elección de palabras.
No pude evitar reírme también, su risa era contagiosa.
-Um…creo que sí.
-En fin, ahora sabes, que si necitas ayuda yo te la puedo dar. Apoyo, ayuda o lo que sea, aquí estoy yo- me paso un brazo por los hombres y me apretó contra su costado.
-Gracias. Ahora sé que tengo un nuevo amigo- pase su mano por su cintura. Um…que sacrificio. Pero en serio necesitaba poner mi mano en su cintura pues en la posición que estaba me estaba maltratando.
-Sabes amigos no me gusta tanto… Pero olvídalo –se apresuró a decir cuando me lo quede viendo con curiosidad.
- ¿No quieres ser mi amigo? –pregunte levemente ofendida.
-No, no es eso. Lo que quise decir es que yo espero algo más. . . Pero olvidado –volvió a repetir-. ¿Jugamos, amiga?
-Claro. ¿Cómo a qué? –pregunte.
-No lo sé. Déjame pensar… -sé quedo en silencio un rato-. ¿Qué te parece al tiburón?
-Perdona ¿Qué? No sé cuál es ese juego.
-Fácil, yo soy un tiburón y tu mi presa si te atrapo te cómo –explico.
-Valla, valla. Quién lo diría –mi hermano prácticamente está gritando detrás de Edward.
Me imagine lo que estaría pensando Emmett, cuando llego y encontró a Edward con su mano en mi cintura, la mía en su espalda, abrazados de lo más confianzudos, hablando de como él –Edward– me iba a comer –en el juego–, nada bueno pudo venir a la mente de mi hermano.
-¿Qué dices? –pregunte sobresaltada, soltando a Edward.
-Nada, nada. ¿Puedo jugar yo también? –pregunto mirando con los ojos entrecerrados a Edward.
-Claro, vamos.
Comenzamos en juego de la siguiente manera, había tres tiburones y 3 presas, Rosalie, Jasper y yo éramos las presas –porque Alice se negó a hacer la presa–. Edward, Emm y Ally eran los tiburones.
El juego comenzó cuando Emmett grito:
-Que comience la cazaría.
Todos comenzaros a nadar, unos huyendo otros buscando a su presas. Yo trataba con todas mis fuerzas de nadar, pero me era imposible, teniendo en cuenta que me daba miedo sumergirme y no salir después.
Pase por la salida de la piscina, por un momento pensé en escaparme, pero era demasiado trate.
Algo agarro mis piernas y me impedía moverme, luego eso mismo me la mordió, grite del susto, aunque sabía que era.
Tomaron mi cintura y la alzaron, por lo cual el agua me llego solo a las piernas, en menos de lo que pensé que fuera posible estaba en la espalda de Edward.
-Emociónate ¿No? –preguntó cuándo comenzó a nadar, conmigo todavía en su espalda, hacia donde estaba el resto.
-Un poco sí. Pero… ¿Me puedes bajar? –pregunte al ver que seguía montada encima de él.
-Um…No, porque te demoras mucho para llegar, ya que piensas que te puedes ahogar, por lo cual yo te llevo, llegamos más rápido y te protejo.
-Ya –fue lo único que pude responder.
-¿Saben algo? –grito desde el otro lado Alice –. Esto me parece de los más aburrido, que le parece si vamos de fiesta.
- ¿Qué quieres decir, Ally?- pregunto Edward.
-Ya lo verán. Vamos salgamos de la piscina, vamos hacer algo más interesante.
-Ya lo creo- grito alguien.
2 horas después estábamos en una fiesta súper ruidosa.
-Eh bailamos- pregunto Edward.
-Um… claro.
Caminamos a la pista de baile, donde baile como nunca lo había hecho. Mi fugara se amoldaba a la de él.
-¿De quién es esta fiesta?-pregunte.
-Un amigo de Rosalie, creo que se llama Royce, no lo sé- mientras me explicaba más fuerte me abrazaba.
-Que bien.
La música continúo, así como la fiesta. En un momento de la noche pensé que la casa iba a explotar de tanta gente que había dentro, era un caos.
Ya todos teníamos más tragos de alcohol por todo el cuerpo, por lo cual muchos decían tonterías. Unos más que otros.
-Te amo peque- dijo en algún momento Jasper a Alice a lo que esta respondió:
-Oh vamos Jasper deja de ser tan Cursi.
Jasper la miro como si estuviera loca y después se besaron apasionadamente.
No pude evitar reírme.
-Eh muñequita de porcelana- llamo Edward que en ese momento venía con dos botellas de cervezas en las manos. Me dio una.
-Son cosas mías o siempre me tienes un apodo.
-Pude ser, pero los apodos son reales, pareces una muñeca de porcelana- explico mientras se me acercaba.
-Aja- fue lo único que pude responder, lo tenía muy cerca.
-¿Sabes? Nunca había conocido alguien tan hermosa como tú.
Casi me ahogo con la cerveza, cuando pronuncio esas palabras.
-Gracias.
-Desde que te vi, cuando te vi por primera vez, eh querido hacer algo- continuo mientras se me acercaba más.
-Um… ¿así? ¿Cómo qué?
-Esto…
Y antes de que pudiera pensar, antes incluso de que pudiera respirar, me beso. Su labios eran dulces y cálidos, los más suaves que había sentido y contra todo lógica –ya sea por los tragos o porque realmente había soñado con este momento desde lo conocí hace menos de 24 horas– le devolví el beso con el corazón latiéndome a mil por hora.
Se complementaban unos a otros y por un momento sentí como sus labios y los míos se convertían en uno solo.
|