El amor siempre vence a pesar de todo (+18)

Autor: isakristen
Género: Romance
Fecha Creación: 17/01/2013
Fecha Actualización: 25/08/2022
Finalizado: NO
Votos: 187
Comentarios: 473
Visitas: 338819
Capítulos: 40

Summary: Dos poderosas familias de la mafia enfrentadas desde hace generaciones por dominar la ciudad. Pero serán las hijas Charlie Swan: Rosalie, Alice e Isabella y los hijos de Carlisle Cullen: Emmett, Jasper y Edward quienes decidan que ya era hora de acabar con ese absurdo enfrentamiento Sin ser consciente del horror que se desataría al final, al enfurecer al que creían su mayor aliado.

 

Prologo:

Bella una adolescentes de 14 años, hija menor de Charlie Swan uno de los mafiosos más peligrosos de Chicago. Novia de Edward Cullen un adolescentes de 16 años hijo del mafioso Carlisle Cullen.

Su amor puro e inmenso era amenazado por sus familias, quienes desde hace años tenían una rivalidad por el dominio del poder. Ellos al enterarse de la relación amorosa de los jóvenes deciden separarlos y enviarlos lejos. Sin saber que su amor ya había dado frutos, unas pequeñas personitas que iban protegidas en el vientre de su madre, la cual los unirían para siempre. Dos niños con la marca del sol naciente en el brazo izquierdo de los Swan como la media luna en el brazo derecho de los Cullen.

Diez años después su amor seguía intacto, más grande que antes y ellos estarán listos e dispuestos a luchar por él y por su felicidad, uniendo así ambas familias. Quienes tendrían que unirse y luchar por la misma causa. Dos niños intocables por ambos bando, siendo su talón de Aquiles. Y sus enemigos no dudaran en utilizarlos, matando así dos pájaros de un tiro; rompiendo en el camino el acuerdo llegado desde hace generaciones de no incluir en la rivalidad a las mujeres y a los niños.

  


 "Los personajes más importante de esta historia son propiedad de Stephanie Meyer pero la trama es mía y no esta permitido publicarla en otro sitio sin mi autorización"

 


 

 Historia registrada por SafeCreative bajo el código 1307055383584. Cualquier distribución, copia o plagio del mismo acarrearía las consecuencias penales y administrativas pertinentes.

 


 

 Traíler de esta historia ya esta en youtube y en mi grupo  en facebook "Entre mafiosos y F.B.I"


Link del grupo de Facebook

https://www.facebook.com/groups/1487438251522534/

 Este es el Link del trailer: 

http://www.youtube.com/watch?v=BdakVtev1eI&feature=youtu.be

 

 


Hola las invito a leer mi Os se llama: Si nos quedara poco tiempo.

http://lunanuevameyer.com/salacullen?id_relato=4201

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Capítulo 31: ¿Que es el sexo?

Capítulo beteado por Manue Peralta, Betas FFAD;

www facebook com / groups / betasffaddiction

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¿Qué es el sexo?

 

BPov

 

Los días posteriores a mi luna de miel fueron los mejores días de mi vida.

 

Los niños han compartido tanto con Edward, ese lazo de padre e hijo cada día está más fortalecido. Ya no temen ser ellos mismo frente a su padre, al igual que Edward ya no vacila. Se siente seguro. Es un padre amoroso y atento.

 

Lo único que ensombrece nuestra felicidad era las vívidas pesadillas que atacaba todas las noches, una y otra vez, a nuestra gatita. Me parte el corazón de dolor escucharla gritar al despertarse agitada. La única manera de que ella puede dormir plácidamente es… entre mi cuerpo y el de Edward. Por lo que, todas las noches, o ella llega a nuestra cama, o Edward personalmente va en su búsqueda.

 

Esto hace que mi nena no me permita ni un momento a solas, si entro al baño va conmigo, si me ducho ella lo hace conmigo. No es que me moleste la presencia de mi nena, pero no me gusta que ella deje de lado sus actividades. Ha abandonado por completo la danza, a pesar de ser lo que más disfruta hacer en el mundo. Es un martirio para ella estar en clases, cuenta cada minuto para volver a casa a mi lado. Eso nos preocupa tanto a Edward como a mí. He hablado con ella, y lo único que alega es que tiene miedo de que algo malo me pase a mí y a sus hermanos y ella no esté para protegernos.

 

Los achaques de Edward no han parado aún, aunque sí han bajado de intensidad. Lo que no, es nuestra necesidad de estar juntos.

 

Le encomendé la tarea de encontrar los nombres perfectos para nuestros hijos. Yo lo había hecho la primera vez, lo justo es que sea su turno ahora, si hay otra próxima vez, lo haríamos juntos.

 

Yo escogí sola el nombre de nuestros primeros hijos, lo más justo sería que tú escogieras los de ellos. Ni Tony ni nuestra gatita podrán ayudarte, le había dicho, ocasionando una expresión de terror en sus bellas facciones.

 

La relación con mi padre se terminó de romper. Ya no nos vemos, ni siquiera de lejos y eso me duele, él es mi papi, y a pesar de todas las cosas que ha hecho lo amo, lo amo con todo mi corazón. Él es uno de los cuatro hombres más importante de mi vida. Aunque para él yo esté muerta. Sin embargo, eso no evita que yo lo siga amando y anhelado su compañía.

 

Mi Bubú me ha contado que está bien, en los negocios le va bien. Aunque no sabe qué ha pasado, pero al parecer ha tenido pequeños problemas con el clan Vulturi. Eso me aterroriza. Edward ha tratado de calmarme un poco, no tanto como quisiera porque no solo mi padre tiene problemas con ellos, sino mi esposo también.

 

De Jacob Black no he sabido más nada desde mi luna de miel, y eso me alegra enormemente.

 

No hace mucho, apenas unos tres días atrás, en el centro comercial, andando con los niños, me he encontrado con Liam, mi antiguo amigo. A pesar de los ceños fruncidos de Jordán, mis niños y yo logramos compartir un momento agradable con él. Todo antes de que Edward llegara con su expresión asesina, ocasionando que Liam se fuera de inmediato, antes de que siquiera lograra presentarlos.

 

En ese momento había fulminado a Jordán con la mirada por haber llamado a Edward. Él no se molestó en mostrar cara de arrepentimiento, había bufado exasperada.

 

Estaba sentada descansando mi espalda, recostada al cabecero de la cama y leyendo El mercader de Venecia, mientras esperaba la llegada de mis niños.

 

Jasper los recogería hoy del colegio y los traería.

 

Levanté mi vista del libro al escuchar la puerta abrirse. Por ella entró mi gatita. Me senté derecha de inmediato al ver su expresión de ansiedad, dejando el libro sobre la cama.

 

Ella corrió hacia mí, trepando con rapidez a la cama y se sentó a horcadas en mi regazo.

 

Mis manos apartaron un par de rizos de su angelical rostro.

 

— ¿Qué pasó, bebé? —le interrogué en un susurro, abrazándola todo lo que mi vientre me permitió.

 

Sus pequeñas manos acariciaron mi rostro.

 

—Mami, ¿qué es el sexo? —inquirió con ansiedad en la voz. Me tensé, alzando mis ojos sobre el hombro de mi gatita hacia Edward. No es como si él hubiera hecho algún sonido. Mi cuerpo sentía la cercanía del suyo.

 

Él me devolvió lamirada, pude ver miedo en ellos.

 

Y lo entendía, era muy pronto para que nuestra niña supiera lo que es el sexo.

 

— ¿Por qué preguntas eso, bebé? —cuestioné mirando sus bellos ojos de gato.

 

—Es que… es… —tartamudeó asustada, retorciendo sus dedos.

 

—No te asustes, princesa, soy tu mami, pero también soy tu amiga. Puedes decirme o preguntarme lo que quieras. Siempre te responderé.

 

—Víctor Glee, es un niño que va a mi clase; la profesora nos hizo trabajar juntos hoy. Yo quiera trabajar con Ricky pero ella no lo aprobó.

 

Asentí y la incité a continuar.

 

—En el almuerzo, mientras esperaba que Tony y Ricky salieran del baño, él se me acercó y me dijo que sabía lo que era el sexo, y que quería mostrarme. Yo le dije que no. Él me asusta, mami. —acaricié su espalda, respirando profundo para no hacer una escena que aterrara más a mi bebé.

 

Dirigí mi mirada hacia Edward. Él se mostraba tenso, apretaba fuertemente su mandíbula. Sus manos se hallaban apretadas con fuerza en el marco de la puerta. Podía ver sus nudillos blancos por la presión ejercida.

 

Mi gatita suspiró.

 

—Él me dijo que iría porque sí, me agarró bruscamente y con fuerza del brazo. —me señaló el lugar. Se comenzaba a notar un par de cardenales con forma de dedos en su tierna y delicada piel. Mi nena es como yo, nuestra piel es igual de delicada, se marca con mucha facilidad.

 

Tomé con suavidad su brazo y me lo llevé a mis labios, dejé un par de besos en sus moretones.

 

—Tony y Ricky llegaron cuando comenzó a arrastrarme. A pesar de que Víctor es una cabeza más grande que ellos, me defendieron, mami. No dejaron que él me llevara. —sus ojos se iluminaron al hablar de su hermano—. Tony tiene un corte en la ceja izquierda, Víctor lo golpeó allí. Ricky sangró por la nariz, pero Víctor quedó peor. Yo sé qué es el sexo, es lo que nos identifica a las mujeres y hombres. Las niñas tenemos vagina y los niños penes. Eso es el sexo, ¿verdad, mami?

 

Asentí con un nudo en la garganta.

 

—Sí, bebé, eso es el sexo. No obstante, hay otra cosa que también le llaman de la misma manera —manifesté.

 

—Y, ¿qué es? —me preguntó pasando sus manos por mi cuello hasta tomar mi cabello entre sus dedos.

 

El movimiento brusco de Edward atrajo mi atención. Se había ido hecho una furia.

 

—Te lo digo luego de que te duches, ¿sí?

 

Necesitaba hablar con Edward.

 

—Si —acordó asintiendo.

 

—Puedes ducharte en mi baño —indiqué ayudándola a levantarse de mi regazo.

 

— ¡Sí! —gritó emocionada corriendo hacia mi cuarto de baño.

 

Me levanté con rapidez de la cama y salí a pasos apresurados de la habitación.

 

Crucé el pasillo.

 

— ¡Edward! —exclamé cuando llegue al borde de las escaleras y lo vi cruzar el recibidor hecho una furia.

 

Se detuvo y volteo a verme. Sus ojos brillaban con una furia asesina.

 

Comencé a bajar las escaleras con lentitud.

 

—Es un niño —le recordé con suavidad.

 

—Me importa un carajo que sea un niño —replicó con un gruñido—. Amenazó a mi bebé. Él la iba a violar. —me estremecí al escuchar lo último. No quería que mi bebita sufriera el mismo horror que mi hermana—. Si su hermano y ese otro niño no hubieran llegado, ¿sabes lo que habría pasado?

 

Cerré mis ojos y asentí.

 

No lo vi alejarse, pero lo sentí.

 

—Jenks, Víctor Glee va a la misma escuela que mi hija, necesito toda la información para ayer. —su voz se apagó.

 

Abrí mis ojos y me encontraba sola en el recibidor. Di media vuelta. Subí las escaleras a pasos lentos.

 

Había llegado el momento de tener la charla con mis niños. Hubiera preferido que sucediera dentro de varios años más, pero con lo que sucedió hoy no la puedo aplazar.

 

Entré a la habitación de Tony y lo encontré sentado en su cama mirando fijamente la ventana.

 

—Bebé —lo llamé sentándome a su lado.

 

Volteó a verme con expresión asustada.

 

—No estoy molesta —esclarecí con una sonrisa—. Estoy muy orgullosa de ti. Defendiste a tu hermana, a pesar de que era un niño más grande.

 

—No iba a dejar que él la lastimara. Nadie toca a mis hermanas —gruñó lo último repentinamente serio. Con esa expresión se parecía tanto a Edward—. Primero los mato.

 

Acaricié su cabello. No me gustaba escucha a mi bebé hablar de esa manera.

 

Me incliné y dejé un pequeño beso en su golpe.

 

Me sonrió torcidamente.

 

—Fue el único que logró darme. No sé cómo, pero pude esquivar sus golpes. Yo conseguí darle todos. Lo hubieras visto. Ricky supo defenderse, aunque no tanto como yo. Ahora no me cae tan mal. Si quiere ser novio de Lizzy, puede serlo. A partir de ahora es mi amigo.

 

—Tony, ¿por qué no me informaron del colegio? —le pregunto confundida.

 

—Ningún tutor se dio cuenta. Estaban en una junta y los demás niños no hicieron ningún alboroto —respondió encogiéndose de hombros.

 

— ¿Y más tarde? —proseguí acariciando su espalda.

 

—En clase la profesora le preguntó a Víctor, pero él dijo nada. Cuando interrogó a Ricky, él contestó que estaba jugando conmigo y que habíamos chocado. No podía decir que era mentira. No quiera meter a Ricky en problemas con sus papás.

 

—Hiciste bien en apoyar a tu amigo.

 

Me sonrió y asintió.

 

— ¿Tony?

 

— ¿Sí, mami?

 

— ¿Por qué Jasper no nos avisó?

 

Sonrió con diversión.

 

—Robert se vino con nosotros, papá Jasper estaba enfurruñado, por lo que no creo que se dio cuenta. Mami, ¿puedo ducharme antes de que hables con nosotros?

 

—Claro, bebé —acordé con una sonrisa.

 

Se levantó y comenzó a desvestirse.

 

— ¿De qué vas hablarnos, mami?

 

Tragué grueso.

 

—Del sexo —susurré.

 

Frunció el ceño.

 

—El sexo. ¿Qué es eso?

 

—Te lo explicaré cuando tu hermana se encuentre con nosotros y tú te hayas duchado.

 

—Estoy en ello —exclamó apresurándose a su cuarto de baño.

 

Me levanté de la cama con dificultad. Salgo de la habitación de Tony dirigiéndome a la mía. Encuentro a mi gatita con mi albornoz recostada al cabecero de la cama con la laptop de su padre en el regazo.

 

— ¿Qué haces, nena? —indagué sentándome a su lado.

 

—Nada, solo estoy en Face chateando con Dariana. Vamos a esperar a Tony, ¿cierto?

 

—Sí, corazón —confirmé.

 

Mi gatita colocó la laptop en la cama, antes de sentarse a horcadas sobre mis piernas y se concentrarse en mi vientre. Lo acarició, besó y le habló a sus hermanos.

 

—Los amo. Los amo mucho —declaró repartiendo besos de mariposa por mi piel. Ella había levantado mi blusón.

 

Sonreí acariciando sus rizos.

 

Amo tanto a mis bebés, por ellos soy capaz de dar mi vida si es necesario.

 

Me incliné y dejé un beso en el tope de su cabeza.

 

— ¿Mami?

 

—Humm… —balbuceé.

 

— ¿Y papi? Garrett me dijo que estaba en su despacho, pero no ha venido a verme. No quiero que se entere de lo de Víctor, es capaz de hacerle daño.

 

—Bebé —susurré colocando un rizo detrás de su oreja—, papi te escuchó.

 

Se tensó y me miró asustada.

 

— ¿En serio, mami?

 

Asentí.

 

— ¿Está molesto conmigo? —musitó con tristeza.

 

—No, claro que no. ¿Por qué piensas eso?

 

Se encogió de hombros.

 

—Va a dañar a Víctor, ¿no es cierto, mami?

 

—Probablemente —le respondí—. Él tocó a su princesa. A su más grande tesoro. A la niña de sus ojos. ¿Puedes culparlo? —contuve el aliento.

 

Me aterrorizó pensar que ella fuera a reprocharle.

 

—No —aseguró retornando a acariciar mi vientre.

 

Suspiré de alivio.

 

—Listo —exclamó Tony entrando a la habitación en ese mismo momento.

 

—Era hora. Ya me estaba dando sueño —se quejó mi gatita bostezando.

 

Tony se subió a la cama y se sentó al estilo indio muy cerca de mí. Mi gatita imitó su acción. Ahora tenía dos pares de hermosos ojos puestos en mí.

 

Tragué saliva y les di una pequeña sonrisa.

 

Ahora más que nunca necesitaba a Edward.

 

—En vista de lo que sucedió hoy, he decidido adelantar esta charla. —comencé con nerviosismo.

 

Ambos me miraban fijamente.

 

—Las personas grandes, cuando se aman, se acuestan uno muy cerca del otro, y… y hacen el amor —dije lo último con dificultad.

 

Los dos me devolvieron la mirada confundidos.

 

—Esto también se llama tener sexo —continué. Al decir eso tuve su completa atención—. Cuando están haciendo el amor, tanto el hombre como la mujer, experimentan una sensación muy especial, placentera. Esa sensación es difícil de explicar. A medida que transcurre el tiempo, son muy felices y desean estar unidos lo más posible.

 

Mi gatita ladeó su cabeza con desconcierto.

 

— ¿Qué hacen para estar más unidos? —curioseó Tony frunciendo el ceño con concentración.

 

Suspiré profundo.

 

"Aquí va", pensé.

 

—El hombre coloca su pene dentro de la vagina de la mujer. De esta manera, están lo más cerca que dos personas pueden estar.

 

— ¿Cómo? —preguntó mi gatita esta vez.

 

—El hombre se pone encima de la mujer, otras veces es al revés, es decir, ella se ubica encima de él. Pero hay muchas maneras de estar así, muy cerca uno del otro.

 

— ¿Mami?

 

— ¿Sí, Gatita? —pregunté sonriéndole.

 

— ¿Eso era lo que hacían tú y papi cuando estábamos en la cabaña y yo tuve la pesadilla de que mi abuelito Charlie mataba a mi papi? Ahora que recuerdo, él estaba sobre ti. Y cuando me abrazaste, me di cuenta que estabas desnuda.

 

Me quedé en shock.

 

Había pensado que mi nena no se había dado cuenta de nada esa noche.

 

Tragué grueso antes de asentir con lentitud.

 

—De allí vienen los bebés, ¿cierto? —preguntó Tony asintiendo.

 

—Sí, de allí vienen los bebés.

 

Ambos fruncieron el ceño al mismo tiempo.

 

Continué, luego vendría esa parte.

 

—El pene del hombre, antes de entrar en la vagina de la mujer, se pone rígido y comienza a crecer más de lo habitual. Esto se llama erección. Por su parte la vagina de la mujer comienza a humedecerse. La sensación que se siente cuando ambos están unidos, es intensa, es como cuando tienes hambre y te comes algo sabroso, la boca se te hace agua antes de probar el primer bocado, o cuando te pica la espalda y alguien te rasca con ambas manos, se siente tan bien que no quieres que pare. Como cuando tienes mucho calor y te zambulles en el agua fresca de la piscina o cuando tienes mucho frío y te acercas al fuego y tomas chocolate caliente. Imagínense sentirlas y disfrutarlas con todo tu cuerpo y todo al mismo tiempo.

 

—Guau —exclamó mi gatita asombrada.

 

—Pero, ¿qué tiene que ver eso con los bebés? —demandó Tony con confusión.

 

— ¿Por qué les gusta? —interpeló mi gatita al mismo tiempo frunciendo el ceño.

 

—Cuando el hombre introduce y retira su pene de la vagina de la mujer muchas veces, este contacto hace que una inmensa sensación placentera invada los cuerpos de ambos —le expliqué primero a mi gatita. Después vendría la parte de los bebés—. Al principio lo hace de forma lenta y pausada, luego con mayor velocidad. Al mismo tiempo, las caderas de la mujer se mueven acompañando el movimiento del hombre. Cuanto más rápido es el ritmo, más disfrutan los dos. La sensación comienza como un cosquilleo intenso debajo de la barriga, luego llega a todas partes del cuerpo.

 

—Mami, si es tan divertido y agradable, ¿por qué papi y tú no lo hacen todo el tiempo y en todas partes? —preguntó nuevamente mi gatita.

 

—Hay muchas razones por las cuales los adultos no hacen el amor en cualquier parte y todo el tiempo. —empecé.

 

— ¿Cuáles? —preguntó Tony.

 

—La principal de no hacerlo en todas partes, es que hacer el amor es algo privado, un momento íntimo entre las parejas. Es por eso que, cuando van hacer el amor, buscan un lugar a solas, exclusivo y reservado para ellos. No es que lo que hagan es malo, solo están haciendo algo privado.

 

— ¿Tú y papi no lo hacen porque yo duermo con ustedes? —inquirió mi gatita con tristeza.

 

Me sonrojé intensamente. Si supiera que su presencia no ha evitado que su padre y yo nos amaramos intensamente.

 

—Voy a tratar de dormir en mi habitación —prometió estremeciéndose.

 

—Puedes dormir conmigo, si te da mucho miedo y tienes la pesadilla —ofreció Tony pasando su brazo por los hombros de su hermana.

 

—Oye, no pienses eso —reproché—. Puedes venir a dormir con nosotros todas las veces que quieras. Tú estás primero que todas esas sensaciones agradables.

 

— ¿De verdad, mami?

 

—Claro que sí, princesa.

 

—Mami.

 

— ¿Sí, Tony?

 

— ¿Por qué no lo hacen todo el tiempo?

 

—No se hace todo el tiempo porque cansa mucho. Es como jugar un partido de fútbol, subir una escaleras corriendo, pasar todo el día nadando o como hacer todas ellas juntas.

 

— ¿Tanto? —exclamó mi gatita con sorpresa.

 

Asentí sonriendo.

 

—Otra razón es que, cuando hacen el amor, solo se pueden ocupar de eso y de ni ninguna otra cosa más. Es por eso que buscan un momento especial para hacerlo. Cuando pueden dejar de lado las demás actividades. ¿Están de acuerdo conmigo en que hay cosas que no se pueden hacer al mismo tiempo? No puedes ducharte y ver televisión en el mismo momento. Ir a la práctica de fútbol y a la de danza a la misma hora.

 

—No. —negaron los dos.

 

— ¿Ven por qué buscan ese lugar especial?

 

—Mami, ¿qué ocurre con el pene cuando está introducido en la vagina de la mujer? —Tony pregunta con timidez.

 

—Una sustancia sale expulsada por la punta del pene. Se trata de un líquido algo espeso y pegajoso, de color blancuzco, casi transparente. Esta sustancia sale con mucha fuerza, como disparada, durante unos segundos. A eso se le llama eyaculación.

 

Mi gatita arrugó la nariz.

 

Solté unas risitas.

 

— ¿Y eso dónde va a parar? —interroga mi gatita haciendo cara de asco.

 

—Al interior de la vagina de la mujer —le respondí sonriendo—. Esa sustancia blancuzca que sale expulsada por el pene también tiene nombre, se llama semen y sirve para hacer bebés. En cada gota de semen hay millones de espermatozoides, es decir, muchos, muchos, muchos, muchos. Imagínense lo pequeñitos que son.

 

— ¿Qué es un espermatozoide? —preguntaron los dos al mismo tiempo.

 

—Denme un momento, ¿sí?

 

—Claro —aceptaron.

 

Tomé la laptop de Edward y busqué la foto de un espermatozoide.

 

—Este es un espermatozoide —les indiqué, ellos se acercaron a ver—. Ellos son células tan pequeñas que solo se ven por medio del microscopio. Como ven aquí, el espermatozoide tiene una gran cabeza y una cola larga y delgada, sumamente movediza, que le sirve para nadar.

 

— ¿Para nadar? —exclamaron los dos al mismo tiempo con confusión.

 

—Sip, para nadar. Cuando el semen es expulsado por el pene, un montón de espermatozoides comienzan a correr en una carrera realmente sorprendente, salen todos juntos, en estampida, como un ejército de pequeñitos renacuajos y, nadando contra la corriente, suben a toda velocidad por la vagina de la mujer, impulsándose por sus nerviosas colitas vibrantes. Esta es una imagen. —se las mostré.

 

— ¿Hacia dónde van los espermatozoides? Y, ¿qué tiene que ver con los bebés? —preguntó mi gatita sin apartar la mirada de la imagen.

 

—Ellos van al óvulo, pero no es una carrera fácil, solo debe haber un ganador, o en su caso y el de sus hermanos, un empate. Entre el espermatozoide y el óvulo hay quince centímetros de distancia. Para un espermatozoide es una distancia muy larga llena de dificultades. Subir hacia el óvulo no es tarea fácil. Muchos mueren en la vagina de la mujer, ya que no es un ambiente propicio para ellos, debido a la alta acidez de fluidos. Los espermatozoides que consiguen avanzar y vencer los obstáculos de la vagina para llegar al útero deben atravesar entonces, una barrera mucosa que justamente protege la entrada del útero.

 

— ¿Qué es un óvulo? —preguntó Tony con una expresión que no pude descifrar.

 

—Las mujeres producen óvulos de un lugar especial llamado ovario. El óvulo es como una casita. El espermatozoide entra en él y de esa unión, sale un bebé.

 

—Ahhh. Ok.

 

— ¿Así que todas las personas lo pueden hacer? —inquirió mi gatita dejando de lado la laptop.

 

—Solo dos personas que se amen.

 

—Así que puedo hacerlo con Tony, porque yo amo a mi hermano.

 

Me atraganté con la saliva.

 

— ¿Qué? No, no se puede, corazón.

 

— ¿Por qué?

 

—Porque él es tu hermano. Se debe hacer el amor con una persona que no lleve tu misma sangre. Eso está mal a los ojos de Dios. Es pecado.

 

—Está bien. Mami, tengo hambre.

 

Sonreí negando con la cabeza.

 

— ¿Alguna pregunta? —les pregunté mirándolos alternadamente, primero Tony luego mi gatita.

 

—No —me respondió mi gatita.

 

Tony negó con la cabeza.

 

—En ese caso, vamos a merendar.

 

Ellos saltaron de la cama, antes de correr fuera de la habitación. Yo me levanté a mi paso.

 

—Mami —me llamó Tony desde el umbral de la puerta.

 

—Dime, tesoro.

 

— ¿Y mi papá? —me preguntó caminando a mi lado.

 

Mi gatita ya había desaparecido escaleras abajo.

 

—Salió —dije dudando.

 

— ¿A dónde? ¿Con papá Emmett?

 

—No lo sé, él escuchó mi conversación con Lizzy y salió hecho una furia.

 

—Así que sabe lo de Víctor —exclamó con una enorme sonrisa de suficiencia.

 

—Sí —confirmé frunciendo el ceño.

 

—Le dará su merecido —farfulló muy contento.

 

—Tony, él es un niño. Como tú —le recordé con suavidad.

 

—Pero tocó a mi hermana, solo por eso debe dejar de existir.

 

—Ethan —lo regañé deteniéndome.

 

Me sonrió antes de correr hacia el comedor donde mi gatita nos esperaba ya con un enorme helado de chocolate.

 

Tony se sentó a su lado, yo lo hice enfrente de ellos.

 

—Mami, por lo que nos dijiste, no entiendo por qué Víctor lo quiere hacer conmigo. Yo no lo amo. Él me da miedo —manifestó terminando su helado.

 

Se bajó de la barra dirigiéndose al fregadero.

 

—Lo que él pensaba hacer no se llama tener sexo ni hacer el amor. Se llama violación, porque es sin tu consentimiento —le expliqué llevándome una cucharada de helado a mi boca.

 

Levanté mi vista al escuchar el vidrio chocar contra el suelo.

 

Tony dio un respingo.

 

Mi gatita me mirada aterrorizada.

 

—Es lo que le ocurrió a mamá Rose —jadeó en busca de aire—. Alguien metió su pene a la fuerza en su vagina. Es porque eso que no conocemos al papá de Emerson. Porque es quien la violó.

 

Me tensé.

 

—Elizabeth —exclamé poniéndome de pie.

 

— ¿Eso es verdad? —resopló Tony molesto.

 

— ¿Es cierto? —exigió mi gatita molesta cruzándose de brazos.

 

—Sí —afirmé resignada.

 

Se me partió el corazón al ver a mi gatita sufrir.

 

Soltó un fuerte sollozo.

 

Quiero a mi mamá Rose —chilló sollozando.

 

La rodeé con mis brazos atrayéndola hacia mi pecho.

 

—Shhh olvídalo, fue hace mucho tiempo. Mamá Rose ya lo superó. Por favor, no le digan nada a Emerson, así lo quiere ella.

 

—Mami —sollozó de nuevo.

 

—Bebé, mamá Rose está bien y ama con locura a Emerson. Olvídalo, princesa, por favor. ¿Ethan?

 

—Está bien —aceptó con su cuerpo aún tenso.

 

— ¿Gatita? —insistí besando sus cabellos.

 

—Ok —acordó hipeando—, pero aun así quiero a mi mamá Rose. La llamaré.

 

Le regalé una pequeña sonrisa y asentí.

 

La vi correr hacia el recibidor.

 

Suspiré profundo.

 

Este día podría ir peor.

 

Me volteé hacia Tony.

 

— ¿Quieres ir a tu práctica de fútbol? —le pregunté sonriéndole mientras caminaba los pocos pasos que nos separaban.

 

—Hoy no —sentenció bajándose de la butaca antes de irse a pasos apresurados hacia el recibidor.

 

Suspiré.

 

Miré anhelante mi helado de pistacho. ¡Maldición! No pienso dejarlo a medias. Los bebés se movieron apoyando mi decisión.

 

Tomé una enorme cucharada y me la llevé a la boca.

 

Edward llegó cuatro horas más tardes. Más calmado. Con una sonrisa de suficiencia en los labios.

 

— ¿Qué hiciste? —cuestioné en un susurro.

 

Los niños dormían la siesta.

 

—Encargarme de todo. Nadie toca a mí princesa y queda impune.

 

—Edward, era un niño de la misma edad de tus hijos —reproché con voz rota.

 

Frunció el ceño.

 

—Lo sé, por eso me encargué de su padre. Acabé toda su empresa. Ahora van los tres juntos hacia Tailandia, era eso o se las vería conmigo de una forma totalmente diferente. Él gustoso lo aceptó. Bella, no esperes que alguien te toque a ti o a nuestros hijos y yo me quede de brazos cruzados. ¿Lizzy, Tony?

 

—Duermen la siesta. Mientras tú te encargabas a tu manera de la familia de Víctor, yo estaba aquí dándoles la charla a tus hijos. Ya saben lo que es el sexo y lo que le sucedió a Rose. Hubiese preferido que nunca se enteran de lo último pero Elizabeth es muy inteligente, y para ella ese tema estaba inconcluso. A los tres años y medio, cuando ocurrió la violación de Rose, ella estuvo presente en nuestra conversación, le había quedado la duda de qué es una violación, yo debía decirle cuando fuera más grande, pero con la explicación de hoy, ella misma se respondió.

 

—Debí estar aquí contigo —exclamó arrepentido.

 

Sonreí abiertamente.

 

—Oh, no te preocupes, cuando los bebés pregunten, te tocará a ti responderles.

 

—Bella —protestó aterrado.

 

Me carcajeé.

 

Por cierto, se te acaba el tiempo, ya mañana es trece, te quedan solo siete días.

 

Tragó grueso.

 

—Aún no me decido.

 

—Debes apresurarte, bebé. —me puse de puntillas y le di un beso en la comisura de la boca.

 

Cinco días después.

 

Me encontraba en mi habitación, sola. Algo inusual, mi gatita no me deja ni a sol ni a sombra. Mi pequeño hombrecito estaba en su recámara terminando su tarea. Alice se había llevado a Lizzy después de la escuela a pasar la tarde y la noche allá. Toda una odisea, pero si mi niña es terca y obstinada, mi hermana le gana en grado sumo.

 

Mi espalda me estaba matando, el dolor era insoportable. Necesitaba con urgencia un masaje en mi espalda baja. Para a completar la guinda del pastel, los bebés no paraban de moverse.

 

"¿Dónde estás, Cullen?", pensé enojada, emitiendo pequeños gruñidos.

 

Edward había quedado de llegar hace media hora y ni señas.

 

Me desprendí de la camisa de Edward, que era lo único que cubría mi cuerpo, porque ya me fastidiaba, así que solo me quedé con mis braguitas azules. Me levanté para caminar por toda la habitación.

 

—Mami. —la voz de mi pequeño me hizo voltear hacia la puerta.

 

Al verlo de pie, solo con un pantalón de chándal, mirándome interrogante con esos orbes tan idénticas a su padre, me recordó tanto a Edward.

 

Sonreí olvidándome por un momento del dolor.

 

Esperaba que los bebés sacaran, al igual que sus hermanos mayores, todas las características de Edward, sin ninguna interferencia de las mías.

 

—Dime, cielo —lo incité sonriendo.

 

— ¿Qué tienes? —preguntó acercándose hasta acariciar mi redondeado vientre desnudo.

 

—Tengo mucho dolor de espalda, Tony —informé haciendo una mueca mientras pasaba repetidas veces mis manos por mi espalda baja.

 

Solté un suspiro al sentir sus pequeñas manos dando tímidos masajes.

 

— ¿Por qué mejor no te acuestas? A mamá Rose le gusta así. Emer me lo dijo, él y papá Emmett le hacen masajes.

 

Pobre de mi hermana, está sufriendo bastante con el embarazo de los trillizos.

 

Asentí suspirando.

 

Tony estaba haciendo no sé qué, que me relajaba y hacía que los bebés dejaran de moverse.

 

Me recosté en la cama de lado, cerrando mis ojos y respirando profundo. Me sobresalté un poco al sentir algo frío caer sobre la piel.

 

—Lo siento, mami, es solo crema —se disculpó Tony mostrándome el frasco de crema que tenía en su mano derecha.

 

Asentí, dejándome llevar.

 

Se sentía tan bien y reconfortante.

 

—Así, por favor. Ahí, más, más duro, bebé, por favor. Dios… tus manos son maravillosas. Ahhh —exclamé soltando un pequeño gemido.

 

Se sentía maravilloso, a pesar de ser un inexperto masaje.

 

— ¡Isabella Cullen! —el grito de furia de Edward me sobresaltó, haciendo que me sentara de un salto en la cama y que nuestro bebé saltara a mi regazo mirando a su padre aterrado.

 

Edward se encontraba de pie en el umbral de la puerta mirando airado por toda la habitación, mientras apuntaba con su arma.

 

— ¡Papá! —exclamó Tony con miedo.

 

—Edward —chillé en el mismo momento.

 

Sus ojos se enfocaron en nosotros.

 

Frunció el ceño y bajó el arma.

 

—Mejor me voy, mami —susurró Tony antes de intentar bajarse de mi regazo. Pero lo evité rodeando su cuerpo con mis brazos.

 

—No, campeón —dijo Edward acercándose con pasos vacilantes—. No quise asustarte. Lo siento.

 

De verdad se veía arrepentido.

 

“¿Qué pensaste Cullen?”, pensé molesta. "¿Crees que te engañaría aquí en nuestra casa, bajo el mismo techo donde viven nuestros hijos y con los demás creciendo dentro de mí?”.

 

Lo fulminé con la mirada al llegar a esa conclusión.

 

Edward bajó su mirada al piso.

 

Se arrodilló frente a nosotros, colocó ambas manos sobre las mías en el regazo de nuestro hijo.

 

—Lo siento, no sé qué fue lo que me pasó —se disculpó mirándonos fijamente.

 

En sus ojos se veía el arrepentimiento.

 

— ¿No quieres que esté cerca de mi mami? Solo dímelo y lo haré —susurró Tony retorciendo sus dedos, los cuales estaban debajo de los míos.

 

— ¿Qué? —jadeé apretándolo contra mi cuerpo.

 

— ¿Qué? No. Por supuesto que no. Dios… no pienses eso. —lo cortó Edward pasando su mano izquierda en sus rebeldes cabellos—. Perdóname, Tony, por favor. Hijo, no fuiste tú, fui yo. No sé, creo que los celos me cegaron.

 

Mi corazón hizo crack al escuchar de sus labios mis sospechas.

 

Él no confiaba en mi amor por él.

 

— ¿Creías que mamá estaba con otro hombre? —le preguntó Tony ladeando la cabeza confundido.

 

Edward asintió avergonzado.

 

Mi ira aumentó un nivel más.

 

“Te matare Cullen”, pensé cabreada por su falta de fe en mí.

 

—Amor —musitó mirándome a los ojos.

 

Desvié mi mirada de la suya.

 

Cruzaría unas cuantas palabras con él luego de que nuestro hijo haya salido de la habitación.

 

Tony volteó a verme.

 

Le sonreí.

 

—Voy a mi habitación, mami. ¿Puedo bañarme en la piscina?

 

—Claro, bebé —acepté acariciando su espalda.

 

—No te enojes con papá, por favor —me pidió en un susurro al oído.

 

—Trataré —acordé con una pequeña sonrisa.

 

Tony salió de la habitación luego de dedicarle una sonrisa de apoyo a su padre.

 

Me levanté de la cama cruzándome de brazos.

 

Edward suspiró profundo.

 

—Comienza, Bella, me gané todo lo que tengas que decirme. Soy un tonto, pero es que ese amigo tuyo... Te mira con otros ojos, y no quiero perderte, ni a ti ni a los niños. Ustedes son lo más importante de mi vida. La razón de mi existencia. Sin ustedes no tendría un motivo para vivir.

 

Maldición, ¿por qué tenía que decir todo eso?

 

—No diré nada, solo… nada de sexo por una semana y si te portas bien. Pero lo más primordial es: si dejas lo tonto. Te amo a ti, Edward Cullen. Mi corazón y mi cuerpo solo te pertenecen a ti, pedazo de bruto.

 

Sonrió abiertamente.

 

—Una semana —exclamó como si nada.

 

—Oh sí, una semana que será solo para mi placer, no el tuyo.

 

—Bien, aceptaré mi castigo sin ninguna queja.

 

Sonreí negando con la cabeza.

 

Lo conocía muy bien, buscaría que yo me pusiera salvaje, frenética y me olvidara de todo.

 

— ¿Elizabeth? —preguntó frunciendo el ceño.

 

—Alice vino por ella. Le costó, pero logró llevársela. Dormirá en su casa esta noche.

 

—Así que esta noche estaremos solos. —sonrió pícaramente.

 

—Oh no, ni lo pienses, Cullen. Mi placer, no el tuyo —le recordé suavemente.

 

—Puedo vivir con eso.

 

Edward, Tony y yo estábamos en la mini sala de cine viendo Thor, el mundo oscuro. Tony se hallaba acostado sobre su estómago en la gruesa alfombra que cubre toda la habitación. Edward juagaba distraídamente con unos mechones de mi cabello. Yo me encontraba acurrucada a su lado, mis piernas debajo de mi cuerpo.

 

Un cuerpecito cálido se acurrucó del lado derecho de mi cuerpo, su rico aroma se coló por mis fosas nasales.

 

Sonreí abiertamente.

 

— ¿Te trajo papá Jasper? —inquirí suavemente volteando a verla.

 

Ella me sonreía abiertamente.

 

Asintió acurrucándose más a mi cuerpo.

 

— ¿Por qué no entró? —le pregunté acariciando sus rizos.

 

—Mamá Alice lo llamó cuando veníamos camino hacia acá, quiere churros con crema, así que papá Jasper los anda buscando.

 

Edward giró a verme.

 

— ¿Quieres algo? —me preguntó sonriendo.

 

Negué con la cabeza.

 

—Mami, mamá Alice te manda a decir: Bella, de verdad tienes un serio problema. —soltó unas risitas.

 

— ¿Qué hiciste para que te trajeran? —una sonrisa se formó en mis labios.

 

Se encogió de hombros.

 

—Tengo mis trucos.

 

Edward se inclinó hacia adelante, dejándome tras su cuerpo. Haló a nuestra gatita hacia su regazo.

 

—Hola, bebé —la saludó enterrando su rostro en la base de su cuello.

 

Mi gatita soltó unas risitas.

 

—Hola, papi. Te extrañé —lo saludó mi gatita acurrucándose a su cuerpo—. Después podemos ver Frozen, una aventura congelada —ofreció jugando con el anillo de matrimonio de Edward.

 

—Claro, princesa —aceptamos Edward y yo al mismo tiempo.

 

Edward la apretó contra su pecho, besó el tope de la cabeza de nuestra gatita, se inclinó y besó mis labios.

 

Escuché el suspiro de felicidad de nuestra nena.

 

Me concentré de nuevo en la película, apretándome más al cuerpo de Edward.

 

Abrí mis ojos y la habitación estaba a oscura. Sentía las piernas encalambradas.

 

Me había quedado dormida.

 

Me separé del cuerpo de Edward y estiré mis piernas, lo que ocasionó que Edward se despertara.

 

— ¿Qué pasa? —balbuceó con voz somnolienta.

 

—Nos quedamos dormidos —dije tratando de levantarme—. Oh Dios, Edward, Tony está dormido sobre la alfombra.

 

—Yo me encargo —susurró bostezando. Sacudió la cabeza.

 

Se levantó con nuestra gatita en sus brazos.

 

—Llevaré a Tony primero —me informó tratando de acostar a nuestra gatita en el sofá a mi lado.

 

—Papi —protestó mi gatita apretando sus brazos entorno al cuello de Edward.

 

—Ven, bebé —la llamé—. Nos quedamos dormidos, papi llevara a Tony primero, luego vendrá por ti.

 

Me miró con ojos somnolientos.

 

Se trasladó de los brazos de Edward a mi regazo. Se sentó a horcadas, recostando su rostro en mis pechos.

 

—Tony, campeón, vamos a la cama —dijo Edward cargando a Tony.

 

—Papá.

 

— ¿Sí? —Edward acariciaba su espalda.

 

— ¿Puedo dormir con ustedes? —Tony enterró su rostro en la base del cuello de Edward.

 

No escuché la respuesta de Edward porque habían salido de la habitación.

 

Comencé a acariciar los rizos de mi nena, su espalda, su hermoso rostro. De repente me entraron unas enormes ganas de orinar.

 

Mierda, Edward estaba tardando mucho.

 

—Gatita —la llamé apartando el cabello de su rostro—. Tengo ganas de hacer pis, no me puedo levantar contigo en brazos.

 

Ella lloriqueó, pero se pasó al sofá.

 

"Mi pobre nena", pensé.

 

Me puse de pie.

 

—Ponte de pie, corazón —le pedí.

 

Ella lo hizo, recostó su cuerpo al mío.

 

—Mami va a cargarte, ¿sí?

 

—Papi se molestará —exclamó contra la piel de mi cuello.

 

—De papi me encargo yo —la tranquilicé alzándola.

 

Ufff, mi gatita había ganado peso.

 

Salí al recibidor y Edward no se veía por ninguna parte.

 

Llegué al pie de las escaleras.

 

Suspiré al ver cuantos peldaños eran. Pero… no podía bajar a mi bebita ahora.

 

Subí el primer escalón apoyándome en la baranda.

 

—Bella —gruñó Edward bajando las escaleras de dos en dos—. Yo venía a buscarla —replicó quitándomela de los brazos. Cosa que agradecí de inmediato.

 

—Tú no llegabas y tengo unas enormes ganas de orinar. No pensaba dejarla sola. ¿Quieres que comience a gritar? —lo desafié cruzándome de brazos, enojada por su tono—. Tus otros hijos están bien. —le tomé la mano y me la llevé al vientre para que sintiera a los bebés moverse.

 

Me miró arrepentido.

 

—Ahora, iré al baño de aquí abajo, no creo que llegue al de arriba —notifiqué separándome de él.

 

Me apresuré al cuarto de baño e hice lo que tenía que hacer.

 

Al regresar, me encontré con que Edward me esperaba.

 

Tomó mi mano, le dio un pequeño beso y así, subimos las escaleras. Al pasar frente a la habitación de mi gatita, intenté soltarme.

 

—Su pijama está sobre nuestra cama. Por eso duré tanto; cambié a Tony y le busqué la pijama a nuestra princesa.

 

Le sonreí.

 

—Eres el mejor padre del mundo, Edward.

 

—No lo soy, pero intento serlo.

 

Entramos a nuestra habitación, Tony dormía profundamente acurrucado del lado de la cama de Edward.

 

Edward acostó a nuestra gatita, me ayudó a quitarle su ropa y ponerle el pijama. Al terminar, entró a nuestro armario. Se cambió la ropa por un pantalón de pijama negro. Para mí trajo una ligera bata, en estos últimos días, me daba mucho calor.

 

—Gracias —le agradecí tomándola.

 

Se inclinó y me besó. Un suave roce lleno de amor.

 

—Mami —me llamó mi gatita.

 

Edward me besó castamente una vez más, antes de separase y dirigirse a la cama.

 

— ¿Qué pasó, princesa? —escuché que le preguntaba mientras me cambiaba la ropa.

 

—Papi, tengo sed.

 

—Bajaré a buscarle agua —ofrecí colocándome la bata.

 

—No hace falta, ven a dormir. —detuvo Edward.

 

Me cepillé el cabello y volví a la cama, vi a mi gatita tomar agua de uno de los dos vasos que había en la mesita de noche.

 

Le sonreí a Edward.

 

Me acosté al lado de mi gatita, ella y Tony habían quedado protegidos entre mi cuerpo y el de Edward. Mi bebita no dudó en acurrucarse a mi cuerpo.

 

—Hasta dentro de un rato, amor —susurró Edward.

 

Me enrollé al cuerpo de mi gatita.

.

Me desperté con mucho calor y eso que a mitad de la noche me había quitado mi pijama.

 

Mi gatita dormía plácidamente apretada a mi cuerpo. Se removió, apartando el cobertor en el proceso y dejando su hermoso rostro oculto entre mis pechos. Le agradecí enormemente que nos haya quitado a ambas el pesado cobertor.

 

Sonreí interiormente al sentir el movimiento de los bebés. Ellos habían tenido una mala noche. No pararon de moverse. Y al parecer ya estaban despiertos.

 

Mi gatita volvió a removerse y su pequeña boca quedó a escasos centímetros de mi pezón izquierdo. Frotó su rostro un par de veces contra mi pecho, tosió un poco y con eso mi pezón se ubicó dentro de su boca, la cual por instinto se cerró.

 

Ella succionó un par de veces, ocasionando una sensación apenas de dolor en mi pecho. La vi fruncir el ceño con confusión, volvió a succionar un par de veces más, lo soltó y ubicó su rostro alejándolo de mi pezón.

 

Levanté mi vista y me encontré la mirada de Edward fija en mi pecho y el rostro de mi gatita como ida. Nos observaba con adoración, con anhelo.

 

—Amor —susurré pasando mi mano con suavidad por sus cabellos apartando el mecho que le caía hacia su frente.

 

Sacudió la cabeza y parpadeó enfocando sus preciosos ojos en mí. Pude ver rodar unas cristalinas lágrimas por sus mejillas.

 

Sacudió la cabeza.

 

En ese momento se me ocurrió una idea.

 

— ¿Qué haces? —inquirió en un susurro al observar mi movimiento.

 

Acomodé a nuestra gatita dejando su boca a centímetros de mi pezón, ocasionando que ella lo tomara en su boca sin vacilar y succionara como si su vida dependiera de ello.

 

—Bella —susurró con una sonrisa al comprenderlo todo.

 

—Shhh, mírala —ordené acariciando mi mejilla—. Feliz cumpleaños, amor.

 

Aunque aún les faltara el día de hoy para sus cumpleaños.

 

Edward no apartaba la mirada de nuestra hija.

 

— ¿Por qué hace así? —preguntó al escuchar el silbido que emitía nuestra gatita al respirar.

 

Solté unas risitas.

 

Ajusté a nuestra gatita para que su nariz no se presionara contra mi piel.

 

—Su nariz estaba apretada contra mi piel —expliqué acariciando el rostro de nuestra gatita.

 

En ese momento, ella colocó su mano en forma posesiva sobre mi pecho.

 

—Su subconsciente recuerda lo que hacía de bebé —le comenté con una sonrisa.

 

— ¿Te duele? —cuestionó acariciando la espalda de nuestra nena.

 

—No —respondí en un susurro—, pero se siente diferente a cuando tú lo haces —aclaré sonriendo pícaramente.

 

Nos quedamos en silencio observando a nuestra gatita amamantarse.

 

— ¿Le sale leche? —curioseó.

 

“Dios, Edward, sí que eres lento”, Pensé con una sonrisa.

 

Le pegué una palmada en la frente antes de soltar unas risitas.

 

—Por supuesto, tonto —respondí con una sonrisa burlona de Dahhh.

 

— ¿Se lo sacarás? —acarició la mano de nuestra princesa.

 

—No —le respondí de inmediato—, dejaré que ella misma lo suelte. Me morderá con sus dientes, antes lo hacía —le expliqué.

 

— ¿Cómo? —bufé. Edward debía calmarse un poco, se pasa de sobreprotector.

 

—No te preocupes, no lo hacía queriendo —le tranquilicé—. Elizabeth dejó de mamar seis meses después que Ethan lo dejara. Cuando ella dormía y yo intentaba sacarle mi pezón, ella lo apretaba con sus escasos dientes. En ese momento no lo apretaba con fuerza, pero ahora… —dejé la explicación sin concluir.

 

—Podría hacerlo. —terminó por mí.

 

Asentí acariciando la mejilla de nuestra gatita.

 

—Gracias, Bella. Gracias por cumplirme esto. Era uno de mis sueños, verte amamantando a nuestros primeros hijos —declaró en un hilo de voz.

 

Le sonreí en el mismo momento que los bebés patearon el lugar donde mi gatita presionaba.

 

Solté unas risitas.

 

—Los bebés quieren apartar a Lizzy —le comenté sonriendo abiertamente.

 

—Lizzy, mi amor —susurró acariciando su rostro.

 

Mi gatita se removió sin dejar de succionar con fuerza. Hice una mueca, eso sí dolió.

 

—Gatita… Bebé… —llamó acariciando sus brazos.

 

Sus párpados temblaron antes de abrirse. Sus bellos orbes se enfocaron en los míos. Le sonreí y acaricié su mejilla. Succionó una vez más antes de tensarse, bajó la mirada hacia mi pecho, abrió su boca lentamente liberando mi pezón húmedo y erecto.

 

—Mami… —comenzó con nerviosismo.

 

—Shhh —murmuré colocando su dedo índice sobre sus labios—, fuimos tu papi y yo, no tienes nada de qué preocuparte.

 

Sus ojos se enfocaron en Edward.

 

—Desde el día que te conocí, he deseado verte amamantarte del pecho de tu madre y hoy me lo has cumplido. Gracias, princesa, fue el mejor regalo de cumpleaños que has podido darme, aunque sea con un día de anticipación —aseveró acariciando su sonrojada mejilla—. Ahora solo resta Tony.

 

—Yo soy un niño grande y no voy a tomar teta de mamá. —escuchamos la protesta de Tony.

 

De inmediato, los tres: mi Edward, mi gatita y yo, bajamos la mirada hacia él.

 

Solté unas risitas.

 

— ¿Estabas despierto, campeón? —le pregunté pasando mis dedos por los rebeldes cabellos de nuestro hijo.

 

—Sí, y he visto todo. No pienses que volveré a tomar teta. Si lo hacen mientras duermo como con Lizzy, me enojaré.

 

—Campeón… —empezó Edward, pero Tony lo interrumpió.

 

—Pídeme lo que quieras, papá, menos tomar teta de mamá.

 

Toc, Toc, Toc.

 

— ¿Quién? —inquirió Edward alzando un poco la voz.

 

—Jordán, señor Cullen.

 

—Un momento —le indicó volteando a verme con el ceño fruncido.

 

Tony entendió el mensaje. Se levantó y buscó en el armario una bata para mí. 

 

—Adelante —musitó cuando terminaba de vestirme.

 

La puerta se abrió.

 

—El señor Montenegro está aquí y no se irá hasta hablar con usted —informó Jordán a Edward desde el umbral de la puerta, sin apartar sus ojos de él.

 

Edward se tensó, ocasionando que mi miedo llegara.

 

¿Quién era el señor Montenegro? Para que Edward reaccionara de esa manera.

 

—Bajo en unos minutos, Jordán, que espere afuera. No quiero que respire el mismo aire que mi mujer y mis hijos. Ten unas camionetas listas para salir y prepárate, Bella y los niños saldrán —ordenó levantándose de la cama e ignorándonos por completo—. Que Garrett me espere en mi despacho.

 

Jordán asintió antes de salir.

 

—Edward —lo llamé con ansiedad en la voz.

 

Estábamos en peligro en nuestra propia casa.

 

Edward se volvió hacia nosotros.

 

—El señor Montenegro es un hombre malo, muy malo. Es peligroso. Ha matado a muchas de personas, incluyendo a mujeres y niños. No lo quiero cerca de ustedes. Estoy muy molesto con él por atreverse a venir a mi hogar, por muy importante que sea lo que ha venido a decir.

 

Eso no me gustó. No lo quería cerca de mis bebés.

 

Asentí un poco nerviosa considerando si él estaba aquí para comenzar un conflicto contra Edward.

 

Mi gatita se estremeció. En cambio, Tony estaba tenso, molesto.

 

— ¿Por qué no van con Alice o Rose? —sugirió Edward forzando una sonrisa.

 

—Podemos desayunar en McDonald y luego ir al centro comercial. Mañana es el cumpleaños de papi y el nuestro —apuntó a su vez mi gatita dando unos saltitos en la cama—. No quisimos fiesta de cumpleaños porque mi mami y mis mamás no podían con la organización, pero sí quiero comprarle algo a mi papi y a mi hermano.

 

—Yo también —secundó Tony.

 

—Está bien —acepté sin dejar de mirar a Edward.

 

Quería hacerles una fiesta sencilla a mis niños, pero ellos no lo permitieron. Prefieren pasar su cumpleaños al lado de su padre, los cuatro juntos, o mejor dicho, los seis por los bebés.

 

—Estaré bien —me prometió sonriendo torcidamente.

 

—Más te vale, Cullen, porque si llega a pasarte algo, no será nada comparado con lo que yo voy hacerte —lo amenacé.

 

Edward no se tomaba esto en serio.

 

—Entendido, señora Cullen. —hizo un saludo militar, ocasionando la risa de Tony y de mi gatita.

 

—Ja, ja. Muy gracioso, Edward.

 

Edward se perdió dentro del armario.

 

Mi gatita se levantó.

 

—Mami, ¿me ayudas a escoger mi ropa? —solicitó mi gatita haciendo un puchero.

 

—Claro que sí, princesa.

 

Me levanté de la cama seguida de Tony.

 

—Voy a buscar mi ropa y las alcanzo en la habitación de Lizzy.

 

Sonreí en su dirección.

 

Escogí una legins de color blanco, una minifalda rosada con una rosa a un costado, un suéter manga larga blanco, con un logo de Barbie en la manga izquierda. De calzado, unas bailarinas.

 

Tony llegó directo al cuarto de baño.

 

—Le compraré a mi papi unas partituras de piano y a Tony unos juegos para el Xbox —me comentaba mi gatita cuando Edward entró en la habitación con una muda de ropa para mí.

 

Tony salió del cuarto de baño y parecía que había tenido una gran pelea con sus rebeldes cabellos, al parecer había perdido la batalla.

 

Me hizo un puchero ocasionando que soltara unas risitas.

 

Él y Edward no podían domar su cabello.

 

Edward entró y ayudó a Tony a vestirse.

 

Luego los tres, acurrucados en la cama de mi gatita, me observaron vestirme.

 

Me siguieron hasta mi cuarto de baño, donde me arreglé el cabello en una cola de caballo y me maquillé ligeramente.

 

—Estoy lista —informé saliendo de nuestro cuarto de baño.

 

Edward nos acompañó hasta la camioneta donde Jordán y compañía nos esperaban expectantes. Estaba del lado lateral de la mansión.

 

—Cuídense, los amo. Nos veremos en el centro comercial —nos indicó Edward.

 

—Sí, papi —acordó mi gatita subiéndose a la camioneta.

 

—Nos vemos más tarde, papá. —se despidió Tony subiéndose a la camioneta detrás de Lizzy.

 

—Amor, cuídate —supliqué acurrucándome en sus brazos todo lo que mi vientre me permitió. Sentía que algo malo iba a pasar.

 

—No te preocupes por mí, estaré bien, solo preocúpate por cuidarte a ti y a los niños. —me tranquilizó antes de buscar mis labios, solo un suave roce—. Te amo.

 

"Yo también te amo", pensé dejándolo asistirme a subir a la camioneta.

 

Cerró la puerta, hizo señas y ésta cobró vida saliendo sin dudar.

 

Pude visualizar un hombre de unos cincuenta años caminando desesperado frente a la mansión. Él se hallaba rodeado por los hombres de Edward y otros que no conocía, por lo que me imagino que eran los de él.

 

—Mami, tengo miedo, siento que algo malo va a pasar —murmuró mi gatita acurrucándose a mi cuerpo.

 

—Tranquila, yo estoy con ustedes y daría mi vida por las suyas. —la tranquilicé besando sus cabellos.

 

Tony estaba en silencio mirando por la ventana.

 

— ¿Qué pasa, campeón?

 

—Es que yo también siento que algo malo va a pasar.

 

"Edward", pensé aterrada.

 

Yo también me sentía intranquila y eso afectaba a los bebés, que no paraban de moverse.

 

— ¿Con papá o con nosotros?

 

—Es lo que no sé —respondió sinceramente.

 

—Solo desayunaremos en McDonald, compramos algunas cosas y volvemos a casa, ¿sí?

 

—Sí —acordaron.

 

Desayunamos en McDonald. Justo a una manzana habían inaugurado un nuevo centro comercial.

 

—Vamos a ese, mami, quiero ver si hay cosas nuevas.

 

—Señora Cullen, no hemos entrado a ese centro comercial con anterioridad, así que no sabemos cuáles son las salidas de emergencias —informó Jordán cuando caminábamos hacia las camionetas.

 

Al salir de establecimiento, me dio la sensación de que nos observaban.

 

—Yo quiero ir a ese, Jordán.

 

—Niña Elizabeth, no sería lo más prudente.

 

—Yo también quiero ir a ese —secundó Tony frunciendo el ceño.

 

Se veía que estaba molesto porque Jordán le negara algo a su hermana.

 

—Iremos a ese —sentencié subiéndome a la camioneta.

 

—Como ordene, señora Cullen.

.

—No es muy diferente de los otros, Lizzy —le recordé con una sonrisa cuando recorríamos por segunda vez los pasillos del centro comercial.

 

Pasar la mañana con mis niños me quitó la sensación de que algo malo iba a pasar.

 

—Quiero un helado —exclamó de pronto dando saltitos.

 

—Yo también, uno enorme de fresa —la secundó Tony sonriendo.

 

—Iremos por un helado —acepté en el mismo momento que se escuchan varios disparos.

Bang. Bang.

 

Las personas comenzaran a gritar y a correr. Los niños se apretaron contra mi cuerpo. El cuerpo de uno de los hombres de Edward cayó al suelo, donde comenzó a formarse un charco de sangre.

 

No”, pensé aterrada.

 

—Mami —exclamó mi gatita con ansiedad.

 

— ¡Disparen! —gritó Jordán cubriendo mi cuerpo con el suyo.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

 

Los hombres de Edward respondieron de inmediato. Jordán nos acorraló contra la pared de una tienda para bebés.

 

Randall, Richard, Jackson, Jeffrey, Vincent estaban con él, cuidándonos más de cerca.

 

Los otros seis, no recordaban sus nombres, pero los mantenían lejos de nosotros.

 

— ¿Quiénes son, Jordán? —le pregunté asustada.

 

—No lo sabemos, señora Cullen, todo sucedió muy rápido.

 

—Ya le avisé a Garrett —le informó Richard—. Están fuera de la ciudad, pero ya están retornando. Dijo que se encargaría de avisarles al señor Emmett y al señor Jasper. Pero aun así, estarían a unos veinte minutos.

 

—Es mejor que nos separemos —acordó Jordán—. Me llevaré a la señora Cullen junto con Randall. Richard y Jackson se llevaran a la niña Elizabeth, Jeffrey y Vincent se llevan al niño Ethan. Nos vemos en las camionetas.

 

Al escuchar eso, mi corazón se saltó un latido.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

 

Los disparos no cesaban. Esto era algo grave y Edward se encontraba fuera de la ciudad.

 

Mis niños se apretaron más a mi cuerpo.

 

—Mami, no quiero separarme de ti —se quejó mi gatita con voz lastimera, mientras sus lágrimas derramadas mojaban sus mejillas—. Tengo miedo.

 

—Shhh, Richard estará contigo en todo momento, él no permitirá que te ocurra nada, o se enfrentara a mí. —traté de tranquilizarla—. Campeón, ¿estás bien?

 

—Sí, no quiero que nada malo te ocurra, mami, ni a Lizzy.

 

—Estaremos bien. Ve con Jeffrey y Vincent.

 

—Lo protegeremos con nuestra vida, señora Cullen.

 

—Mami. —se me partió el corazón al escuchar el chillido de mi nena.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

 

Richard la había tomado en sus brazos y desaparecía de mi vista con Jackson cubriéndole la espalda.

 

Tony se ubicó en medio de los hombres de Edward que tomaron el camino de la izquierda.

 

Mi corazón latía violentamente.

 

Tenía miedo de que algo les ocurriera a mis niños.

 

—Debemos seguir, señora Cullen.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

 

Asentí y permití que me llevara.

 

En el camino a la camioneta, nadie se nos interpuso. Estuvo despejado. Así que fuimos los primeros en llegar. Jordán, a pesar de mis protestas, me hizo subir a la camioneta.

 

Mi gatita llegó dos minutos más tarde. Ella se lanzó a mi cuerpo y se apretó contra mí, con un poco de dificultad por mi enorme vientre.

 

—Ya estás con mamá. Viste que todo salió bien. —la tranquilicé.

 

—Vincent mató a un hombre —me informó mi gatita estremeciéndose.

 

La apreté contra mi pecho.

 

Ahora faltaba solo Tony.

 

Al transcurrir los segundos comenzaba a impacientarme y a aterrarme a niveles nunca alcanzados.

 

Me bajé de la camioneta con un poco de dificultad al sostener en mis brazos a mi gatita. Jordán se giró hacia mí y negó con la cabeza.

 

Me quitó a mi gatita y la metió de nuevo en la camioneta.

 

—Suba por las buenas, señora Cullen, no me haga que la suba yo mismo.

 

Me ayudó a subir, en cuanto iba a cerrar la puerta el micrófono que carga en su oído se escuchaban voces agitadas pidiendo refuerzos y muchos disparos.

 

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

Bang, Bang, Bang, Bang.

 

Mi corazón se paralizo.

 

— ¡El niño Ethan necesita ayuda! —gritó Jordán separándose de la puerta.

 

Richard y compañía corrieron de nuevo dentro del centro comercial.

 

—Mi bebé —exclamé con la respiración enganchada.

 

Me desmonté de un salto de la camioneta.

 

Al tocar mis pies el suelo, una fuerte punzada me atacó en el bajo vientre haciéndome jadear por el repentino dolor.

 

—Señora Cullen, no. —Jordán se movió rápidamente, me tomó en sus brazos y me subió a la camioneta de nuevo. Le dijo unas palabras a Randall y la camioneta cobró vida.

 

— ¡No! —grité forcejeando con la puerta—. Abran la maldita puerta.

 

—Tengo orden de sacarlas de aquí, señora Cullen —informó Randall.

 

—No te atrevas, no dejaré a mi bebé. Detén la maldita camioneta o te meto un disparo en la frente en cuanto tenga oportunidad. ¡Randall! —clamé al ver que subía el vidrio, quedando fuera de mi alcance.

 

Lo mataría muy lentamente.

 

Mi corazón se desgarro. Mi bebé estaba en peligro y ellos no me dejaron ayudarlo.

 

—Mami —me llamó mi gatita con voz temblorosa—. Tony estará bien. ¿Verdad, mami? —se le escapó un fuerte sollozo.

 

Más le vale a Jordán proteger a mi bebé. Por el bien de él y de su familia.

Capítulo 30: Enfrentamientos, Risas y Amenazas Capítulo 32: James

 


Capítulos

Capitulo 1: El comienzo de esta historia de amor: Capitulo 2: Cumpleaños de Bella: Capitulo 3: La separación: Capitulo 4: Forks: Capitulo 5: Sospecha de embarazo: Capitulo 6: El primer movimiento de los bebés: Capitulo 7: La reacción de Charlie y Angustia por Edward: Capitulo 8: La visita de Don Carlisle Cullen: Capitulo 9: Por fin noticias de Edward: Capitulo 10: Día de las madres: Capitulo 11: El parto de Bella: Capitulo 12: Elizabeth Marie y Ethan Anthony Cullen Swan: Capitulo 13: Bautizo de los bebés y El viaje a Bostón: Capitulo 14: El prrimer cumpleaños de los bebés y La aparición de Jacob: Capitulo 15: Paseo con Ethan y Elizabeth: Capitulo 16: El embarazo de Rosalie: Capitulo 17: Altercado con Charlie y El parto de Rosalie: Capitulo 18: Desde el inicio de la relación hasta el encuentro con Elizabeth: Capitulo 19: Una visita inesperada: Capitulo 20: Búsqueda de Bella: Capitulo 21: Jasslye Anthonela ¿Swan? Capitulo 22: Después de diez años vuelvo a verte: Capitulo 23: Es Bella y ¿Son mis hijos? Capitulo 24: Una maravillosa noche Capitulo 25: La cabaña y La visita de Tanya Capitulo 26: Compromiso Capitulo 27: Estoy embarazada Capitulo 28: El gran día Capitulo 29: Luna de miel y Celos Capitulo 30: Enfrentamientos, Risas y Amenazas Capitulo 31: ¿Que es el sexo? Capitulo 32: James Capitulo 33: El secuestro de Tony, Bella y Lizzy Capitulo 34: Parto de Bella Capitulo 35: Regreso del pasado Capitulo 36: Alianza inesperada Capitulo 37: Vulturi, ¡firmaron su sentencia de muerte! Capitulo 38: ¡No debieron tocar lo que más amo! Capitulo 39: ¡Enfrentame como honmbre Demetri! Voy a matarte con mis propias manos Capitulo 40: No me dejes, Edward

 


 
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