Este fanfic está registrado legalmente por safecreative.
No apoyes el plagio.
Los personajes le pertenecen a S.M. La historia es mía.
Capitulo veintiséis; Por el resto de mi vida.
La muerte.
Es definida como la perdida irreversible de la función del organismo humano. Este es un concepto biológico que también implica la pérdida de la conciencia y la capacidad de reacción. Cuando hablamos de muerte solemos pensar en oscuridad, termino de vida, y sobre todo pérdida.
Si tuviésemos la certeza de cuando moriremos ¿Qué dirías? ¿Qué harías? ¿Te despedirías de tus seres queridos? O quizás los mirarías a los ojos transmitiéndole todo el amor que sientes por ellos y tu corazón quedaría devastado por dejarlo partir.
Para Isabella la muerte era mucho más que eso, mucho más que un recuerdo lejano. La muerte significaba dolor y aquella última mirada la tenía guardada en lo más profundo de su alma. Es una herida que no cicatrizaba ni siquiera con el paso del tiempo, una herida que sangraba constantemente. Sabía perfectamente que él no hubiese querido eso, él tomaría sus manos y quizás le daría un abrazo repitiéndole constantemente “no tengas miedo” “yo siempre te salvaré” y de qué manera la había salvado.
Isabella tomó un profundo aire queriendo ignorar el nudo que se formaba en su garganta. Acomodo las flores blancas intentando que se vieran hermosas, ¿Cómo podrían verse hermosas si están en un lugar tan que le provocaba tanto dolor? Se pregunto la muchacha.
Alzo su mirada hacia el horizonte, perdiéndose por unos instantes de la realidad, de todo lo que la rodeaba. Se encontraba en un estado de estupor del cual le era muy difícil salir.
No había día que no recordaba su última mirada, su último aliento pidiéndole, rogándole que fuese feliz ¿pero cómo seguir sin sentir culpabilidad? Isabella lo quería, él la había rescatado de muchas maneras, jamás pidió algo a cambio y perderlo fue un duro golpe.
El nudo de su garganta se intensifico y una lágrima se deslizo por su pálida mejilla, ella ni siquiera se percato de ese detalle.
“Perdóname” “Perdóname” eran los constantes pensamientos de la joven madre cada vez que lo visitaba. Suspiro sintiendo como una fresca brisa acaricio su rostro. Ella sonrió, por alguna razón sintió que él estaba cerca.
Cogió una mantita rosa y la cubrió hasta dejarla totalmente arropada en su cochecito de bebe. Le sonrió con dulzura al ver como su pequeñita dormía.
—Es hermosa ¿no? — Le hablo a la fría lapida de mármol. Sonrió con nostalgia.
—Siento que se parece mucho a Alice.
Su voz se quebró en mitad de la oración.
—Sé que la hubieses querido mucho, y la hubieses cuidado tal como me cuidaste a mí.
Miro el cielo que comenzaba a taparse con depresivas nubes grises. Isabella poco a poco comenzó a estimar el invierno, cuando en toda su vida significo dolor y maltratos ahora significaba esperanza y amor.
Ya era hora de irse…, su pequeña Antonella necesitaba las comodidades de su hogar y era tan pequeñita que se sentía algo mal por sacarla de casa.
—¿Lista?
Su suave voz aterciopelada la estremeció de pies a cabeza, ladeo su rostro para poder observarlo mejor, le vio inclinarse junto al carrito de Antonella, su pequeña. Bella no puedo evitar sonreír como una loca enamorada.
—¿Cómo esta mi princesa? — Preguntó tiernamente al pequeño bultito que descansaba en el cochecito rosado. Isabella aun sonriendo estiro un poco su mano para acariciar el suave cabello de su novio, cada hebra de su cabello se perdía en sus dedos, él sonrió con dulzura.
Edward mira la lapida y un escalofrió recorrió su cuerpo. Ahí justo bajo sus pies estaba descansando el cuerpo de Ian, el hombre que dio la vida por la mujer que ambos amaban, Isabella.
—Vamos Pequitas— musito besando su nariz.
Salieron del cementerio caminando lentamente, Edward empujaba el coche de su niña, mientras con su mano libre llevaba a Bella de la mano.
Habían pasado por tanto que en este momento era difícil encontrar palabras para expresar lo que él sentía, sintió como el mundo se le derrumbaba cuando sintió aquellos dos disparos y vio caer el cuerpo inerte de Ian, junto a Bella. Había pensado lo peor, sintió el mundo desaparecer al pensar que había perdido a su mujer y a su pequeño bultito, pero Ian…, Ian se había interpuesto en su camino, recibiendo el disparo para salvarla.
—Estás muy callada— murmura él una vez dentro del Volvo. Bella agradeció infinitamente la calefacción de este.
—Tengo frio, sabes que odio el frio.
Edward le sonrió por el espejo retrovisor.
El suceso había pasado hace ya ocho meses y ella recordaba todo como si fuese ayer.
Como ella gritaba auxilio cuando tuvo el cuerpo de Ian entre sus brazos y él solo pedía que fuese feliz, que jamás abandonara su hermosa sonrisa.
—Ian…, Ian por favor, no puedes…, no puedes dejarnos —. Bella sollozo presionando la herida sangrante de bala en su estomago. Él tosió sangre y sus ojos que siempre habían sido de un hermoso color cielo comenzaban a opacarse poco a poco.
—Bella…, mi Bella — dijo con dificultad, Bella con lágrimas en los ojos le pidió que no hablara, que no gastara energía, pero Ian sabía que no quedaba mucho tiempo, no estaba arrepentido, lo volvería hacer una y mil veces más para ver a su Bella con vida, la única mujer que él siempre amo.
—Bella, te cuidaré donde estés…, no llores— Bella no era consciente del caos que se genero a su alrededor, los policías revisaban el cuerpo tirado en el suelo de James, quien había sido víctima del segundo balazo que le provoco la muerte. Tampoco fue consciente de cómo Renata era esposada entre fuertes gritos y llantos.
Edward la miró con ojos abnegados de lágrimas, perdiéndose en su hermoso rostro. Bella solo se dedicaba a llorar y dejar fluir todo lo que había sufrido en las últimas horas.
—Ian, por favor…— él comenzaba a respirar con dificultad. Bella repaso mentalmente su historia con él, ella lo amaba, a su manera lo amaba, como un hermano, como su mejor amigo, él había dado la vida por ella sin importarle las consecuencias.
Él fue el primero en no mirarla como un costal de huesos sin vida, él siempre la encontró hermosa a pesar de todas las circunstancias, él la sacó adelante día a día, cuando ella guardo cada una de sus palabras, aguanto tanto, guardo tanto dentro de su corazón, cada vez que vio a Bella con Edward su corazón y su alma sufrían, pero él siempre quiso la felicidad para ella, y jamás quiso interponerse…, desde el día que ella dejo escapar el nombre de Edward en sus labios mientras dormía supo que la batalla estaba perdida incluso antes de iniciarla.
—Mi Bella…, sé feliz con Edward…, y tu…,bebe— Una lágrima se deslizo por su mejilla que poco a poco perdía el color característico de Ian, esas fueron sus últimas palabras antes de cerrar sus ojos para siempre.
Al llegar a casa Isabella miro detenidamente el cielo, ahora lleno de nubes negras. Un bostezo se escapo de sus labios, se sentía algo cansada.
—¿Estás bien amor? — Pregunta al estacionar el volvo en el porche.
Isabella asiente sonriente. Edward la mira por el espejo retrovisor y le sonríe con sinceridad.
—Vamos adentro.
Isabella con cuidado tratando de no despertar a su bebita, le saca el cinturón de seguridad de su silla y la toma delicadamente entre sus brazos.
Mira su casita, su nueva casa…, sonríe emocionada, no puede creer que hace tan solo dos meses vive aquí. Cuando dio a luz a su Antonella al salir del hospital Edward no la llevo a su departamento.
—¿Pensabas que viviríamos en el aire? Oh no mi pequitas, quiero que mi princesa tenga un lugar para jugar, no para volar.
Esas habían sido las palabras exactas de Edward al ver a Bella enfurruñada por no haberle contado nada de aquella sorpresa, argumento que era regalo de navidad (ya que quedaba apenas una semana para la fecha) ella se sentía algo mal por no haber aportado nada económicamente, pero Edward se encargo de decirle que aquello no importaba, que él le daría el mundo si estuviese en sus manos, aquellas palabras como siempre derritieron a Bella y opto por aceptar la sorpresa con una hermosa sonrisa en los labios. Él realmente pensó que no le había gustado mucho la casita, no era tan lujosa como la de sus padres, pero era bonita y perfecta para su pequeña familia y Bella la amaba.
—Vamos princesa— murmuro ella tapando a su pequeña con su mantita rosada.
Edward abrió la puerta de casa y los tres entraron hacia la sala.
—¿Tienes hambre?
Isabella asintió, camino hacia una esquina de la sala donde se encontraba un moisés, acostó a su princesa de costado y la arropo.
—Me siento culpable por sacarla de casa siendo tan pequeña.
Edward rio ante al comentario.
—Jamás pensé que serias madre aprensiva.
Isabella camino hacia uno de los bancos y tomo asiento, justo al frente de Edward.
—Creo que no es para menos.
Edward apunto hacia la fuente de galletas de chocolate que Bella había horneado con anterioridad, ella le sonríe y roba una sintiéndose algo culpable.
—Edward las hice para ti, terminaré rodando y necesito bajar de peso.
Comento molesta. El embarazo le había dejado algunos de kilos de más, pero para Edward seguía siendo la mujer más hermosa que había pisado la tierra.
—No seas exagerada Pequitas, una galleta no te hará nada.
Bella puso los ojos en blanco, y le saco la lengua.
—Aprovecha la paternidad Cullen, porque si tengo otro hijo creo que me tendré que arrastrar como un gusano.
—Tendremos unos cuantos— Edward rodea el mesón que los separa. Bella se gira en su asiento para asi quedar los dos de frente, mirándose fijamente a los ojos.
Bella abre un poco sus piernas y Edward se mete entre ellas, tomando su cintura en sus manos; Bella no puede evitar incomodarse un poco. La mayoría de las mujeres se sentía más rellena en el embarazo, y no después de haber dado a luz como se sentía Bella.
—Escúchame— Pidió Edward juntando sus frentes. Sus manos viajaron hacia su cadera y siguió bajando por sus muslos. Bella cerró los ojos al sentir sus manos sobre su cuerpo.
—Eres la mujer más hermosa que ha pisado la tierra, y te amo ¿o acaso no es suficiente?
Bella muerde su labio y abre sus ojos. Un cosquilleo se concentro en su vientre bajo al ser la única testigo de la mirada penetrante de Edward, sus ojos se veían verdes jade, y su respiración salía de su boca con algo de excitación.
—Claro que es suficiente. Te amo Edward— Declara alzando sus manos y enredándolas detrás de su cuello.
Unieron sus labios, al comienzo apenas se rosaban, sintiendo la tibieza del otro, sintiendo sus respiraciones que poco a poco comenzaban a dificultarse.
—Te extraño tanto— Murmuro Edward acariciando los muslos de Bella mientras poco a poco ella sacaba la bufanda que envolvía el cuello de su novio. Se sentía ansiosa, deseosa de sentirlo, te amarlo, de tocar cada parte de su cuerpo.
—Edward— Bella tiro la bufanda al suelo y comenzó a levantar el sweaters de sus caderas. Él sonrió pícaramente y se quito la estorbosa prenda, haciéndole compañía a la bufanda.
Edward poco a poco comenzó a desabrochar la blusa de Bella; miró el inicio de sus pechos y relamió sus labios sintiéndose ansioso.
—Pervertido— Murmura Isabella con voz ronca, él le sonríe y se inclina para tomar el labio inferior de su amada entre sus dientes, tiró de el y se gano un gemido de placer.
—Shhh…, tenemos una pequeña ahora— Bella ríe.
—No quiero hacerlo aquí.
—Pero yo sí.
—Vamos al cuarto— pide Bella desabrochando ahora la camisa de Edward, y el hacía lo mismo con ella.
—No.
—Por favor.
—No. Ven…, no aguanto un minuto más.
Bella grito bajito cuando Edward la levanto del asiento y abrió su blusa completamente dejándola en un diminuto sostén de encaje color negro.
—Quieres matarme.
—Mi amor, siento que no podemos hacer esto aquí.
Edward acaricio sus pechos por encima de la tela, su pulgar jugaba en el sensible pezón de Bella.
—¡Oh!..., Edward — Gimió tratando de controlarse. Él sonrió victorioso y se inclina para besar su clavícula.
Ella lo empujo con la poca fuerza de voluntad que le quedaba y comienza a correr por el pasillo que daba hacia su habitación.
—¿A dónde vas Pequitas?
Isabella ahora soltó una sonora carcajada ya que se encontraba cerca de su habitación y no había riesgos de que su Antonella despertara.
Edward entrecerró sus ojos y la siguió a la habitación. Sus pasos eran firmes y felinos, listo para atrapar a su presa.
Isabella corrió pero Edward fue más rápido y la tomo por detrás de su cintura pegándola a su pecho. Poso sus labios en su oído y con voz sensual murmuro;
—Te arrepentirás Pecas. — mientras una de sus manos acaricio la intimidad de Bella por encima de su pantalón caqui; ella por instinto separo sus piernas al sentir los mágicos dedos de Edward tocándola de manera espera.
—Me vuelves loco.
Declaró colando su mano ahora por debajo del pantalón, tocando la pelvis de Bella y poco a poco sus manos fueron bajando hacia su intimidad.
—No quiero más juegos Edward.
Bella se vuelve a separar, pero esta vez en vez de huir, quito su blusa desabrochada y la tiró hacia algún lado de la habitación, a los pocos minutos todas sus ropas le hicieron compañía.
—Traviesa. Estás completamente hermosa…, jamás pienses lo contrario.
La joven se sonroja furiosamente, pero no oculta su estomago con claras consecuencias de su primer embarazo.
Se acostó de espalda en la cama, mirando a Edward quien estaba de pie a su lado, observándola como si fuese el mejor espectáculo del mundo. Maldijo cuando la vio morderse el labio inferior.
Se quito la ropa rápidamente y se acomodo entre las piernas de Bella. No tardaron en gemir al sentirse completamente desnudos.
Isabella paso sus uñas por la atlética espalda de Edward, y fue aprovechándose de la situación, acarició su generoso trasero redondo, clavando sus uñas, provocando un sensual gruñido de Edward que hizo reacción en su húmeda intimidad.
Sus labios vuelven a unirse de manera furiosa. Bella acaricia su cabello mientras él comienza a bajar sus labios hacia sus pechos, los cuales torturo de la peor manera, sus pezones erectos e hincados acarician el rostro de Edward, que como consecuencia lograba excitarlo más aun.
Los sedosos labios de Edward dejaron de torturar los pezones de Bella para bajar hacia su estomago, ella se sintió algo incomoda pero no dijo absolutamente nada. La lengua de Edward recorría toda la extensión de su piel cremosa.
—Edward…, no aguanto.
¿Acaso no entendía lo sensible que se sentía? pocas veces habían hecho el amor luego que Antonella llegara a sus vidas y las oportunidades habían que aprovecharlas al máximo.
Edward sin rodeos llevo su lengua hacia la intimidad de Bella, acariciándola de arriba hacia abajo, deteniéndose en aquel botón hinchado de placer.
—Oh…, Mierda.
Bella cerró sus ojos al maldecir. Las manos de Edward estaban atornilladas en sus caderas, embistiendo hacia él inconscientemente…, su lengua la recorría de tal manera que su cabeza quedo en blanco, su vientre convulsionaba a causa de los espasmos por la excitación que sentía.
—Más…, más rápido.
Edward con sus dientes comenzó a tirar de su piel sensible, ella dejo escapar un grito de placer audible. Maldijo cuando una conocida presión comenzó a formarse en su vientre bajo, comenzando aturdir todos sus sentidos…, Edward la embistió una última vez con su lengua cuando ella ahogo un grito, dejándose guiar por su primer orgasmo.
Edward llego a su altura y con su mano quito unos mechones que estaban pegados sobre la frente sudorosa de Bella. La mano de él acariciaba su cuello mientras sus labios se unían nuevamente, frente a frente en la cama con sus piernas entrelazadas.
—Date la vuelta bebe.
Isabella sonríe pícaramente y se voltea asi pegando su espalda en el pecho de Edward, él acaricia su cadera y parte de su cintura. Tomó el lóbulo de su oreja entre sus dientes y tiro de él.
Bella lo sintió gruñir en su oído cuando ella movió su trasero provocando el miembro de Edward.
—Eres una traviesa Pequitas.
Ella solo se mordió el labio y levanto un poco su pierna derecha, dejando un espacio para Edward. Su mano viajo hacia el miembro de Edward y acaricio la punta con algo de fuerza.
—Oh…, Bella.
—Shhh, hay una bebe en casa.
Edward entrecerró sus ojos y no aguanto mucho más, empujo su cadera para que Bella tomara la señal.
Edward tomo la punta de su miembro y la llevo hacia la entrada de Bella, sintió su humedad, su calidez. Sus caderas se encontraron nuevamente y él se enterró en ella de una sola estocada.
Gimieron al unisonó, sintiéndose completos. Sus respiraciones comenzaron a dificultarse con cada lenta y tortuosa estocada. Edward con su mano libre (ya que la otra estirada en la cama, y Bella descansaba su cabeza en su brazo) comenzó acariciar la aureola de su pezón.
—Edward…, te amo.
Gimió Bella entre suspiros, sentía que en cualquier momento cada una de sus terminaciones nerviosas estallarían a causa de todo lo el placer que se acumulaba en su vientre bajo, Edward tampoco ayudaba a que ella durara más ya que jugaba con sus pechos, acariciando la punta de sus pezones con la yema de sus dedos, sintiendo como se endurecían entre sus pasionales caricias.
—Mi Belly…, mi Bella te amo…, tanto…, tanto.
Murmuraba en su oído a la vez que comenzaba a embestirla con más fuerza, su mano se aferro al estomago de Bella y escondió su rostro en la espalda sudorosa de Bella, para asi amortiguar un poco sus gruñidos.
Bella sintió como sus paredes comenzaban a cerrarse en torno al miembro de Edward, sintiéndolo palpitar en su interior, estaban cerca, podía sentirlo. Sintió como las manos de Edward la aferraban hacia su cuerpo cuando llego al clímax, arrastrándola a ella, jadearon en busca de aire aun aturdidos por el orgasmo.
Una vez calmados él salió de ella con suavidad mientras repartía suaves besos en el hombro desnudo de su mujer.
—No me gusta la lluvia.
Murmuro Bella mirando como la lluvia comenzaba a golpear en la ventana de su habitación. La relajaba profundamente ver el césped recién podado en su jardín, anhelaba que fuese verano para poder disfrutar de la calidez del sol junto con su familia.
—Ya pronto se irá.
Bella volteo su cuerpo, quedando nuevamente frente a frente, Edward la recibió con los brazos abiertos, ella se refugió en su pecho, dejo un tierno beso donde latía su corazón.
—Me encanta tu nuevo look.
Comento Edward acariciando el corto cabello de su novia, ella sonrió avergonzada al recordar como un día mirándose al espejo se dio cuenta que necesitaba sentirse como nueva; un cambio de look vino a su mente, no quiso teñirse el cabello, pues le daba algo de temor dañarlo, pero si se hizo un corte hasta sus hombros. Todo el mundo alababa su nuevo look, al comienzo fue muy difícil acostumbrarse pero mientras pasaban los días cada día amaba más su nuevo cabello.
—A mi me encantas tu.
Declaro sonriente con sus labios rozando el pecho desnudo de Edward, él comenzó acariciar toda su espalda y sus manos poco a poco comenzaron acariciar su trasero tentándola.
—Olvídalo Edward, tengo que ducharme.
Él rio de manera adorable, beso la punta de su nariz.
—Además Alice debe estar por llegar.
—Quisiera estar todo el día aquí contigo.
Bella levanto el rostro y poso sus labios suavemente sobre los de él, amos cerraron sus ojos al sentirse.
—Me voy a duchar rapidito. Ve a mirar a Antonella.
Edward le guiño un ojo y ambos se levantaron de la cama ahora, algo desordenada.
Isabella tomo unas toallas de su closet y camino hacia el cuarto de baño que estaba conectado con su dormitorio. Cerró la puerta y dio el agua, comprobó la temperatura del agua…, cuando estuvo lo suficientemente caliente se metió dentro de la regadera.
Lavo su cabello, masajeándolo constantemente, dejo caer el agua caliente sobre su cuerpo, tratando de relajar sus músculos.
Luego de quince minutos metida en el baño salió envuelta en una toalla blanca.
Trato de no suspirar como una idiota al mirar a Edward jugando con Antonella en la cama. Él tomaba los pequeños piecitos y se los devoraba a besos. Antonella miraba con sus ojitos verdes a su padre y le regalaba pequeñas sonrisas.
—Mi princesa…, mi nenita.
Decía él acariciando el cabello marrón de su hija, la niña movía sus piernas y seguía la voz de Edward atenta.
—La vas a malcriar.
Bella abrió el cajón de la ropa interior, sacando un sostén de encaje rosado y una tanga a juego. Dejo caer la toalla y comenzó a vestirse.
—No hagas caso a lo que dice mami.
Isabella sonrió.
—Tú eres mi princesa si…, porque mami pensaba que serias un hombre.
Antonella solamente sonreía mirando fascinada a su padre.
Edward miro de soslayo como Isabella solo en una diminuta ropa interior comenzaba a humectar su cuerpo con crema. Se mordió el labio cuando sintió un piecito en su rostro que llamo su atención.
—Princesa eres la única mujer para la cual tengo ojos, no te pongas celosa.
Murmuraba despacio. Isabella entrecerró los ojos y camino hacia ellos abrochándose una blusa.
Se acostó al otro lado del cuerpo de su niña, ella miraba a sus padres.
—Es hermosa ¿no crees?
—Es igual a ti y a Alice amor.
Edward negó con la cabeza desacuerdo con esa declaración.
—Es hermosa porque es igual a ti, aunque sigo con la esperanza que tenga pequitas.
Isabella rio.
—Es muy pequeña aun para que le aparezcan, ya verás que con el tiempo tendrá pecas. Ahora ve a ducharte amor, se nos hará tarde.
Edward besa suavemente los labios de Bella y las manos de su niña y se va directamente al baño.
—Tu papa esta obsesionado con las pecas princesa.
Bella se levanta de la cama y comienza a buscar un pantalón negro ajustado a sus piernas, con unas botas de color café. Peino su corto cabello, tratando de alisarlo un poco. Se maquillo rápidamente.
Una vez lista, tomo a su pequeña en brazos y se acomodo en una pequeña silla mecedora que descansaba junto a la ventana de la habitación. Desabrocho un par de botones de su blusa para poder alimentarla.
—Creo que envidio en este momento a Antonella.
Isabella se echo a reír ante las ocurrencias de Edward. Acomodo a la pequeña mejor sobre su pecho.
—Creo que hace un rato lo disfrutaste más que ella.
—Quiero disfrutarlo nuevamente.
—Loco.
—Hermosa.
—Te amo—. Rio ella.
—Las amo.
Avanzo hacia ellas y acaricio la pequeña cabecita de su Antonella quien ahora se encontraba con sus ojitos cerrados.
Una hora después Antonella dormía en su moisés, completamente arropada.
Cocinaron entre Edward y ella, aunque sabían que Alice traería sushi, pero el estomago de Edward y Jasper era difícil de complacer con poco.
Edward miraba a Isabella moverse de aquí para allá cocinando una tarta de verduras; sonrío dulcemente al verla enfurruñada con su cabello, ya que no podía trenzarlo de tan corto que estaba, y se le venía constantemente a los ojos.
—¿Qué me miras tanto? —Pregunto curiosa. Edward se acerco a ella y le dio un beso en la mejilla.
—Te amo.
—Lo sé, lo dices constantemente creo que deberías intentar una frase nueva.
Edward soltó una risa y quito un mechón de su corto cabello y lo puso detrás de la oreja de su Bella.
—Mmm, creo que no encuentro palabras, tendremos que inventar algo más grande para lo que sentimos, te amo se ha quedado pequeño.
—Lo pensaré, aunque el ingenioso eres tu amor.
—No me puedo concentrar teniendo esta maravillosa vista.
—Tendrás que encontrar el modo— Bella agradece a sus tacones por que asi pudo alcanzar sin dificultad la boca de Edward, sus lenguas se acariciaron de manera lenta y tierna, transmitiendo todo lo que sentían. Las manos de Edward viajaron hacia su cadera, acariciándola lentamente, sintiendo cada curva de su cuerpo.
Sintieron golpecitos en la puerta y a regañadientes se tuvieron que separar.
—Mataré a Alice— murmuro Edward sonriendo, negó lentamente con la cabeza al mirar como Bella caminaba sensualmente hacia la puerta de la entrada, soltó un suspiro y se sintió como una niña mirando a su príncipe.
Escucho el alegre saludo de su hermana, el sonido de bolsas y de tacones caminando hacia la sala.
—Hermanito ¡Te he extrañado tanto! — Dijo al dejar las bolsas en la encimera de la cocina, para posteriormente colgarse del cuello de su hermano mayor.
—Yo también pequeña ¿Y Jasper?
—Estaba sacando algo del auto—. Comento quitándose la chaqueta de lluvia para colgarla en el perchero. Hizo un gesto con su rostro y sus manos y camino rápidamente hacia el moisés que se encontraba en una esquina de la sala.
—No la vayas a despertar, al menos déjame cenar.
Murmuro Bella negando con la cabeza, no había día en el cual Alice no dejara a su sobrina tranquila, la amaba tanto que llamaba constantemente a Bella para saber cómo estaba, la venia a ver dos o tres veces por semana.
—Hola Jasper.
Saludaron Edward y Bella al rubio que venía con dos bolsas de color rosado sobre sus manos, Alice se giro y camino hacia ellos, dejando a su sobrina tranquila, no quería despertarla.
—Le traje algunas cosas a Antonella.
Su rostro se contrajo, sabía que probablemente Bella la regañaría por gastar tanto dinero en Antonella. Pero la joven morena solo se dedico a suspirar derrotada.
Edward había puesto la mesa con anterioridad, asi que entre Bella y Alice sirvieron la cena.
—¿Cómo te has sentido?
Pregunto la joven Alice a Bella, esta última sabe a qué se refiere, le sonríe cálidamente restándole importancia.
—Bien. Creo que mamá debería tratar de no odiar tanto.
—Bueno si, fue difícil para ella encontrar su hermana después de tantos años y bueno…, saber que ella te provoco todo ese daño.
—Estaba devastada, supongo que es normal…, digo, ahora que tengo a mi Antonella me moriría si algo le ocurriera y el causante fuese mi misma sangre.
—¿Le temes a lo que ella puede hacer cuando salga de prisión?
Alice pregunto cabizbaja, aprovechando que ni Edward ni Jasper las escuchaban, estaban entretenidos conversando estupideces de hombres.
—No. Al menos no quiero preocuparme de eso hoy, Renata estará por décadas en prisión, Antonella será adulta y seguramente yo y Edward estaremos viejos y llenos de nietos, asi que no me preocuparé por eso.
Alice le sonrió y acomodo un mechón de su cabello.
—¿Y cuando se casaran?
Isabella abrió sus ojos sintiéndose algo asustada.
—No necesito un papel para ser feliz.
—Yo se que toda mujer sueña con su boda, ¿No te gustaría casarte?
—Yo…, estamos bien asi Alice.
La joven de cabello castaño negó con la cabeza, Isabella saca una botella de vino tratando de escapar el tema, no quería decirle a su cuñada que le encantaba la idea de casarse con él.
—Supongo que asi son las parejas modernas.
Dos horas después se encontraban los cuatros sentados en los cómodos sofás, conversando, poniéndose al día sobre los últimos acontecimientos de sus vidas.
—¿Y Victoria…, la han vuelto a ver? — Pregunto Jasper abrazando por la cintura a Alice, que se encontraba sentada a su lado.
—No, ósea…, la última vez que la vimos fue en funeral de Ian. Se despidió de nosotros creo que se iba a vivir con su hijo a Seattle, le habían ofrecido un trabajo o algo asi.
Comento Bella, jugando distraídamente con el cabello de Edward.
—Pues jamás espere que…, hiciera eso por ti.
Bella se encogió de hombros.
—Yo menos.
Edward la miro atentamente, si no fuese por Victoria ni por Ian quizás en este momento ella no estaría en sus brazos. Siempre estaría agradecido de lo que habían hecho los dos.
—Emmett es el que más lamento no haber venido hoy, el embarazo de Rose lo tiene de los nervios.
Todos soltaron una risita traviesa, al recordar cómo Rosalie se tentaba con todo lo que veía, los antojos tenían al borde del colapso a Emmett quien trataba de cumplir todos sus deseos.
—Por eso no voy a embarazarme todavía.
Edward tapo sus oídos.
—Alice…, por favor.
Ella soltó una risita traviesa y beso la mejilla de Jasper.
—Me conformo con mi sobrina por el momento, aunque supongo que tendremos más ¿no?
—Bella no quiere.
—Si quiero…, es solo que la próxima vez trataré de comer menos pizza para no quedar en estas condiciones.
Las tres personas que la escuchaban pusieron los ojos en blanco.
La madrugada llego antes de lo esperado, Alice y Jasper se despidieron de ellos haciéndoles prometer que irían mañana por la tarde almorzar a la casa de los Cullen, ellos aceptaron gustosos, los más contentos serian Carlisle y Esme quienes se encargaban de mimar a Antonella en todos los sentidos, claro…, dejando de lado a Amy la nana de Edward y Alice estaba realmente enamorada de la pequeña, decía que era el perfecto retrato de Edward pero con cabello marrón.
Isabella arrastro el moisés hacia la habitación de ellos, ya que Antonella aun era muy pequeñita para dormir sola en una habitación del segundo piso.
Ambos se pusieron la ropa para dormir, con la luz tenue de las lámparas de su mesa de noche.
—Shh…, pequeña.
Murmuro Bella al sentir a Antonella remover su pequeño cuerpecito en el moisés, Isabella la meció lentamente, intentando que no se despertara.
—¿Qué tiene? — Pregunto Edward al sentarse junto a Bella mirando a Antonella.
—No sé…, quizás donde la movimos.
Bella busco el chupón de su hija, lo lavo y se lo puso en la boquita, esperaron unos segundos meciéndola y ella nuevamente se quedo tranquila.
—Bueno, al menos dormirá la próxima hora.
Murmuro Bella peinando su cabello. Edward se acomodo bien en la cama apagando la lámpara de su mesita de noche.
—Estoy cansada— Declaro Bella abrazando a Edward, él como siempre la recibió en sus brazos.
—Descansa amor.
Isabella acomodo su mejilla en el pecho de Edward, él acariciaba su brazo desnudo que se encontraba sobre su estomago…, Isabella suspiro.
—¿Y pensaste en una palabra?
—¿Palabra? — Pregunto confundida, miró los ojos de Edward solamente iluminados por la pequeña lámpara de su mesita de noche, sintió un escalofríos recorrer todo su cuerpo.
—La palabra más grande que te amo.
Isabella sonrió sintiéndose en las nubes prácticamente. Acomodo un mechón que estorbaba en su rostro.
—No…, creo que soy poco ingeniosa ¿Tu pensaste en alguna?
Edward la deslumbro con una sonrisa sincera, mostrando su perfecta dentadura, se rasco la barbilla nervioso y se acomodo de tal forma que, ahora su rostro estaba a la altura del rostro de Bella, mirándola a los ojos fijamente.
—Si he encontrado una palabra.
Bella acaricio la mejilla de su novio, sintiendo como el vello facial comenzaba a salir, le sonrió tímidamente.
—¿Cuál?
—Mi familia— declaro con devoción.
Isabella sintiente como sus ojos se humedecen, jamás pensó que en la vida sería tan feliz. Había pasado por tanto caminos, había derramado tantas lágrimas, tantos sollozos, tantas maldiciones que ahora le parecía un sueño lejano, algo que su mente no quería borrar, porque para bien o mal todo aquello la convirtió en la mujer que hoy es, una mujer que siempre lucho, una mujer que jamás se dio por vencida a pensar de las circunstancias de la vida.
Isabella Swan rompió el silencio de muchas maneras, pero lo que le ayudo siempre a salir adelante fue el amor, el mismo que seguía creciendo día a día.
—Te amo tanto Edward…, tanto que no imagino mi vida sin ti— Declaro con voz temblorosa, Edward seco una lágrima con su dedo y beso la punta de la nariz, donde descansaban sus hermosas pequitas.
—Yo también te amo Pequitas…, tú y Antonella son mi vida y las cuidaré por lo que me resta de vida.
—Lo sé.
Isabella besa tiernamente los sedosos labios de Edward sintiéndose la mujer más feliz que pisaba la tierra.
00000
Hola mis lindas, perdón la demora, pero la universidad me ha tenido muy ocupada y bueno…, escribí el capítulo de apoco, cuando suelo escribirlo en días.
Awwww, ¿Qué piensan? ¿Les gusto el penúltimo capítulo?
Espero no haberlas decepcionado, seguramente se preguntaran por qué no puse a los demás personajes, y es por la sencilla razón de que la historia está enfocada a Bella, y quise dar a conocer cómo era su vida ahora.
Ian por otra parte, sé que muchas disfrutaron su muerte, como otras no…, espero que no se enojen conmigo :c
Nos queda el ultimo capitulo o Epilogo, como quieran llamarlo. Hare todo lo posible por no demorar mucho.
Gracias de antemano por cada comentario, por agregarme a Favoritos y autora favorita, jamás pensé que TSOS sería tan querido.
Pueden unirse a mi Grupo en Facebook (Link en mi perfil)
Las adoro siempre, Anie.
Hasta el próximo y ultimo capitulo <3
|