Despertando al Amor.
Capitulo tres.
Isabella corrió hacia el almacén donde su madre solía comprar habitualmente, una señora gorda de piel morena que usaba unos horribles lentes, Isabella no recordaba el nombre… pero de todos modos no serviría de nada si lo hubiera hecho… la mujer robusta la inspecciono con la mirada, de pies a cabeza, provocando de isabella se ocultara detrás de esa cascada de pelo seco que poseía.
—Hola, Isabella — la mujer sabía perfectamente cómo se llamaba, Renata la madre de aquella niña, era su compañera de cotillas aquí en barrio — ¿deseas algo en especial? — la mujer sintió profunda tristeza al verla tan malditamente delgada, sus pómulos sobresalían de aquella piel tan translucida, sus ojos estaban marcados por grandes y oscuras ojeras, y sus labios estaban resecos y partidos… sintió profunda lastima por la joven, quien desde siempre había mostrado un comportamiento extraño, aun podía recordar cuando era una niña se sentaba afuera de su almacén día y noche sin que nadie se preocupara por ella…
¡Pobre chica!
Pero ella no podía hacer nada, el padre de Isabella era demasiado peligroso para meterse a defender a la niña… simplemente ella se hacia la tonta con respecto a la situación.
Isabella asintió y apunto hacia los espaguetis que estaban en la repisa, la mujer se los paso, bella le pago contando cada monedita que tenía en su bolsillo, lamentablemente no le era suficiente…
¡Maldición, no me alcanza!
La mujer al ver la duda de aquella muchachita, le sonrió con compasión.
—Descuida, ve y llévatelos, esta vez corre por mi cuenta— a Isabella se le llenaron los ojos de lagrimas, aquella señora robusta no solamente la salvaba de no morir de hambre… si no que también de los golpes que creía que sufriría hoy… le sonrió agradecida, y corrió rápidamente a la pequeña cabaña, solamente pedía 10 minutos, para preparar aquello.
Antes de entrar se guardo el dinero en su tennis viejas, no quería que su padre James o su madre le quitaran el dinero.
Entro silenciosamente a la pequeña casita, suspiro aliviada nadie se encontraba en casa, puso a hervir el agua para las pastas. Rápidamente se saco las zapatillas, dejando el poco dinero que tenía guardado en aquella bolsita de género la cual guardaba entre los agujeros del colchón.
Descalza camino por la casita, comenzó a cocinar los espaguetis, y se sentó en la pequeña mesita, hoy al parecer no llegaría nadie… a los 10 minutos estaban listo para servir. Isabella no pudo aguantar más y comió como una condenada, hasta sentir su estomago duro, hace mucho que no comía así, dejo un poco para sus padres... mas no lo suficiente para ambos, aquello la puso nerviosa.
Rápidamente cogió sus cosas y se fue hacia su habitación, se saco los pantalones, quedando en pequeñas braguitas y aquella camiseta de agujeros que no dejaba mucho a la imaginación… se cubrió con las dos mantas que tenia, el frio se apoderaba de su frágil cuerpo… respiro agitadamente, encogiendo las piernas, tratando de entrar en calor, pero era imposible. Poco a poco y sin darse cuenta se quedo completamente dormida.
*
*
Isabella sintió una suave caricia por el muslo… que ascendía hacia su vagina, se removió inquieta, aquella mano apretó su pequeño trasero… Isabella abrió los ojos espantada, la obscuridad de la noche le impedían ver con claridad. Se sentó rápidamente en aquel colchón imaginándose lo peor.
—Jajaja, pues sabes que … no me eres tan indiferente —la voz de james le erizo los bellos del cuerpo, haciéndola temblar completamente — Pero no será hoy, Renata está por llegar — declaro james, estaba más tranquilo, aquel trabajito que había ejercido durante la tarde le había un muy buen dinero, gran parte se lo gasto en mujeres para que lo complaciera, y otra parte en alcohol.
Las piernas, de su hija poco a poco lo iban volvían loco, aquella piel nívea, tersa y delicada, no podía evitar tener sentimientos sucios hacia ella, hacerla mujer, el ser su primer hombre, mientras gritaba… gruñía como una hembra, dejándose llevar por el placer que solo él le quería entregar.
—Jajaja— soltó una malévola carcajada, los ojos de isabella se llenaron de lagrimas— más temprano que tarde serás mía ¡maldita puta de mierda!— la tomo de los cabellos acercándola a él salvajemente, exhalo el olor de su cuello, Isabella pestañaba nerviosa, no podía permitir aquello, ¿pero cómo impedirlo?... James saco su asquerosa lengua y beso el cuello de su hija
¡Maldito hijo de puta!, pensó Isabella.
James la miro a los ojos, la muchacha temblaba bajo su cuerpo, él le dio sentido a que se había excitado con las caricias, pero Isabella estaba muy lejos de sentir algún tipo de excitación con aquel hombre que se hacía llamar su padre.
*
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—Y bueno bom bom ¿Cuántos años tienes? — victoria le hablo coquetamente a Edward mordiéndose el labio inferior, aquella mujer era preciosa, quizás la más hermosa de Vancouver.
—22— le sonrió Edward —¿y tu victoria? —
—Pues yo apenas 20— un leve sonrojo adorno el rostro de la joven, lo que a Edward le pareció adorable. Ya venían saliendo hace algunos días, sobre todo en las horas de la comida, que es cuando jugaban hacer preguntas para conocerse mejor.
—Aaah, aun eres una baby— le dijo molestándola un poco, victoria le saco la lengua en un acto infantil.
—Pues la edad es un numero, tú por ejemplo, pareces un viejo de 80, porque te la pasas estudiando— dijo riendo, Edward la miro impresionado.
—¿Eso piensas de mi? — se levanto de aquella mesa donde se encontraban comiendo, victoria asintió sonriendo, Edward no espero mas y la tomo del brazo, obligándola a caminar.
—¡Eeey! ¿A dónde me llevas? — victoria reía, mientras disfrutaba aquel contacto de Edward, sus manos iban entrelazadas, un montón de emociones la hicieron despegar los pies del suelo, prácticamente sentía que volaba, aquel hombre no era solamente guapo, era atento, caballero, tierno, quería… quería besarlo, pero no quería mostrarse muy… desesperada.
—Eyy, ¿me vas a secuestrar?- el susurro de la voz de victoria sonó demasiado excitante para Edward este se alejo lo más posible de las personas, y se adentro a un callejón… se moría por probar aquellos labios de infarto de color rojo, se combinaban perfectamente con su cabello.
—Pues este viejo de 80 años- dijo Edward apoyándola contra la pared más cercana con la respiración agitada— se muere por besarte maldita sea— aquella declaración hizo que a victoria se me mojaran las bragas producto de su excitación.
¡Dios, es hermoso… ¡
Sin decir más palabras, victoria lo cogió por el cuello y se fundieron en un cálido beso, sus lenguas se juntaron en una hermosa sincronía, victoria se sintió prácticamente como un trapo, las sensaciones que le producían aquel beso la llevaban al borde de la locura, Edward por su parte no podría creer que lo bien se que sentía, aquel vacio de estar siempre solo se iba llenando poco a poco con la compañía de victoria… ella le hacía bien, muy bien. La falta de aire interrumpió aquel beso, victoria maldijo mentalmente, malditas necesidades humanas.
La sonrisa de Edward era impagable, aquello lo había sentir bien, victoria era una mujer con todas sus letras.
—Te quedaste mudo… viejito—victoria acaricio su cabello.
—Tú me dejaste sin palabras…. — y sin más Edward poso sus manos en la pequeña cintura de victoria, y dejo un suave beso en los labios.
Pasaron gran parte del día juntos, Edward la llevo al cine, luego a tomar helado, aunque hacia un poco de frio, Edward le prestó su chaqueta de cuero café a victoria, quien se la puso y le quedaba realmente grande, pero era lo de menos, aquella chaqueta tenía el olor inconfundible de Edward.
—Creo que ya debería irme — victoria hablo de manera lenta, no quería que el día se acabara, quizás todo se quedaría en eso, en algo pasajero.
—Te iré a dejar a tu casa— Edward entrelazo sus manos y salieron juntos al estacionamiento, Edward le abrió la puerta del copiloto a Victoria, y esta no pudo evitar sonreír, nadie nunca la había tratado tan bien, ella le dio la dirección de su casa, y llegaron alrededor de 20 minutos después.
La casa de victoria era pequeña, pues solamente Vivian sus padres y ella, contaba con dos plantas, era color café y hermosas flores adoraban la entrada.
—Muchas gracias por traerme Edward, nos vemos en la universidad— a Edward no le paso desapercibido la tristeza de su voz.
—¿Ya te quieres deshacer de mi? — alzo las cejas pícaramente, victoria no sabía a qué se refería, Edward era muy misterioso cuando se lo proponía.
—¿A qué te refieres? — pregunto confundida.
—A que… si quieres, podemos vernos más seguido…— el hombre le regalo la sonrisa más sexy que poseía, aquello fue demasiado para la joven… era definitivo, Edward seria su perdición.
—¡Claro! Que quiero, me encanta su compañía Edward…- —sin más victoria se acerco a él para besar sus labios, sus respiraciones se fueron volviendo más agitadas, hasta que necesitaron el aire completamente, se miraron por unos segundos, Edward se perdió en aquel azul intenso de sus ojos, tratando de descifrar las emociones que escondía la joven. Esta no pudo evitar ponerse nerviosa, ante aquella mirada de un dios hermoso… se cohibió por completo y opto por salir prácticamente corriendo, aun con la chaqueta puesta de Edward, se la devolviera después, le serviría como una buena escusa para volver a verlo.
—Te llamo- le dijo Edward antes de bajarse del automóvil, victoria camino tranquilamente hacia su pequeña casa, Edward miro aquel trasero redondo… aquella mujer estaba de infarto, pero no solamente en lo físico, sino que su personalidad completamente diferente a las mujeres que había conocido, ella era espontanea, alegre, comprensible, inteligente… ella era perfecta, y con aquel pensamiento se fue a su casa rápidamente.
Llego y todos se encontraban en la sala, su nana Amy lo miro con dulzura infitnita.
—¿Qué tal te fue con la chica?- le pregunto con ojos picaros, Edward la quedo mirando sorprendido ¿Cómo lo sabía?.
—¿Cómo… Sabes…—
—Jaja niño, no me digas que vas a ir a estudiar, si dejas todos tus libros en la cocina— Ups, lo habían pillado, Edward no pudo evitar sonrojarse, beso el cabello de su viejita y se sentó a cenar con su familia.
—Hola hijo ¿Cómo te fue en la biblioteca? — esme pregunto cariñosamente, Edward levanto la vista de la lasaña y su nana Amy sonrió pícaramente mientras salía de la sala negando con la cabeza.
—Bien mama, ¿y ustedes que hicieron? ¿Alguna novedad? —
—Emmett te vino a buscar por la tarde, andaba con un hombre…—
—¡Muy apuesto! — interrumpió Alice mirando su plato de comida, Carlisle no pudo evitar atragantarse con aquella declaración de “su bebe”…
—Alice, por favor, eres muy niña para andar…. Notando esas cosas — dijo Carlisle una vez calmado, esme soltó una risa junto con Edward, Alice era intocable para Carlisle.
—Por favor pap…. —
—Ya, coman tranquilos, no quiero discusiones —dijo esme tranquilamente —como te decía, emmett te vino a buscar con un joven muy apuesto- dijo mirando a su hija sonriendo— quieren que los acompañes mañana… a ver una agencia de niños huérfanos—
—¿Isabella se encontraría ahí?, está a punto de cumplir 18 años —
si sigue viva… pensó Edward, aunque ese pensamiento se lo guardo solamente para él.
—Pues sí, aun es tiempo, o quizás buscar datos—
—Lo más probable es que… le hayan cambiado el nombre— declaró un Edward algo pesimista.
—Su medalla, aquella que tiene el dije de corazón estaba con su nombre, es la misma que tiene René— dijo Carlisle mirando a su hijo— Confiemos que aun la tenga…—
—Okey, habrá que comenzar por eso… bueno con permiso, necesito descansar, buenas noches — Edward se levanto rápidamente, no quería ser grosero, pero necesitaba pensar en todo… se metió a la ducha, enjabono cada parte de su atlético cuerpo, y se acostó en la cama…
Comenzó a recordar a victoria… su piel, su cabello rojizo, sus ojos como dos safiros, lo hacían perder la cabeza lentamente, aquella vocecita de niña que poseía victoria, la hacían ver adorable… cerró los ojos volteándose… desde aquel día que ella se acerco al estacionamiento de la universidad para hablar un par de palabras… sonrió como un tonto, su mejor amigo había llegado, estaba tan eufórico por verlo que casi atropella a esa chiquilla….
Aquella joven… ¿aun estaría viva?, pues no podía negar, que cada vez que pasaba por aquella esquina, miraba con cuidado, buscando algún rastro de aquella mujer tan extraña, que ni siquiera dijo su nombre, el tenia todas la comodidades de un hogar, ¿ellas las tendría?... recordó los trapos con los cuales estaba vestida… quizás, Alice tendría ropa que le quedara, casacas, abrigos, pues el frio comenzaba y no quería pensar en que ella podría morir en cualquier momento… si es que aun no lo había hecho.
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¿Votito, comentario? las quierooo lindas, espero sus opiniones , enserio me interesa muchooo, si voy bien, mal que le falta o que le agrego , un besito las quiero!!!
Ani- Talca- Chile <3
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