Casualidades Fugaces

Autor: LuchyRct
Género: Romance
Fecha Creación: 30/09/2009
Fecha Actualización: 23/11/2011
Finalizado: SI
Votos: 13
Comentarios: 23
Visitas: 29594
Capítulos: 11

TERMINADO :)

Él tenía que estar frente al altar.

Ella también.

Por distintas razones ninguno de los dos estaba donde debía; y gracias a una serie de casualidades la vida los lleva por distintos caminos que terminan en un mismo punto.

Lo más difícil es dejar el pasado atrás y enfrentar el presente.

¿Podrán Bella y Edward seguir la línea del destino para estar juntos?

Todos Humanos.

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Capítulo 7: No existe el Karma

Edward POV

El día por suerte ya estaba llegando a su fin. Estaba más ansioso por ello de lo que recordaba haber estado alguna vez. Necesitaba salir de clases para llamar a Bella, quería escuchar su voz- más bien necesitaba oírla.

Por más que ella me hubiese mandado un mensaje, yo no pude contestárselo. Todo lo que escribía me parecía demasiado serio, no expresaba exactamente lo que quería expresar. Quizás tendría que haberle avisado que la llamaría, en estos momentos debía de estar pensando que ya me había olvidado de ella. De acuerdo, eso era tonto. Es decir, solo bastaba que viera su móvil dos segundos para darse cuenta de todas mis llamadas perdidas. No la había olvidado, y esa era una pequeña prueba.

Estaba eufórico por escucharla redactar todo lo que le había pasado en estos tres meses que no nos vimos. Iba a decirme sin preámbulos en que Universidad estaba. No me importaba si eran en China o a dos cuadras de la mía, la iría a visitar. Quería que me contara como la estaba pasando, si volvió a hablar con su familia, que estaba estudiando, como eran sus compañeras y nuevas amigas, si había conocido a alguien…

…Esa idea era la que más me aterraba, temía perder a Bella – aunque técnicamente no podía perderla porque no era mía-. Si estaba sola sería más fácil lograr que entre nosotros pasara algo, o eso quería hacerme creer.

Era en estos momentos en los que deseaba que Tanya no me hubiese plantado en el altar, era algo extraño ya que se lo agradecía cada segundo de mi vida, pero cuando Bella y las inseguridades llegaban deseaba que estuviera a mí lado y me pegara una de esas cachetadas que te hacen volver a la realidad. Estoy seguro que si en estos momentos Alice, mi hermana, estuviese escuchando mis pensamientos estaría en plena planificación de mi entierro. Ella odiaba a Tanya, y me odiaría por la sarta de tonteses que estoy pensando. ¡Es que sólo Bella podría traerme tantas inseguridades! ¡Por Dios!

El tiembre sonó anunciando mi partida, y que ya era hora de llamar a Bella. Rezaba para que me atendiera. Necesitaba hablar con ella.

Creo que jamás corrí tan rápido al salir de una clase, seguro que mis compañeros aún debían de estar en shock.

Me senté en el medio del campus. Ya estaba oscureciendo, odiaba pensar que había pasado todo un día encerrado en aulas estudiando.

Saque mi móvil y marque rápidamente el de Bella. Mis inseguridades llegaron en el preciso momento en que empecé a escuchar el TUMTUM de la línea.

Pero deje los pensamientos atrás cuando atendió.

-¡Bella!- grite con más emoción de la que quería mostrar.

Espere a que me respondiera, pero sólo oía su respiración y el ruido del fondo.

-¿Bella?

Espere un poco más, pero no hubo cambio. El temor se apodero de mi. ¿Por qué no me contestaba?

-Mis sospechas se aclararon.- temblé al oír esa voz. Demasiada cercana.

Me voltee lentamente, como si tuviese miedo a enfrentarme a lo que había atrás. Y la verdad es que estaba aterrado.

El tiempo se detuvo. No lo podría creer ¿Qué hacía ella frente a mí con el móvil en su oído?

Bella POV

Estaba totalmente agotada. Estaba en el receso de la escuela. No se como iba a hacer para mantener este ritmo de vida. Casi no tenía tiempo para estudiar, y mucho menos libre. Me estaba matando.

En ese momento me encontraba, sola en el aula corrigiendo unos ejercicios de matemáticas de los niños de 2º grado, mientras que ellos y la profesora de turno estaban en el recreo.

Solté un suspiro. Ya no sabía que iba a ser de mi vida. Tome mi bolso y rebusque entre mis cosas. Necesitaba mi móvil. Estaba aburrida, muerta de hambre e histérica. Sabía que no iba a soportarlo más, necesitaba hablar con Edward, al menos sólo escuchar un ‘hola’ de su parte, pero lo necesitaba.

Empecé a preocuparme cuando no lo encontré. ¿Lo había perdido? ¿En donde? Pero si no lo había utilizado en todo el día. ¡Ay! ¡No podía sucederme esto justo ahora! ¡Ahora, que me había decidido a hablarle!

Salí del aula y me fui a la recepción de la escuela. Tal vez alguien lo había encontrado y me lo había guardado ¿Aún queda gente así no?

Marque con desesperación el número de mi móvil desde el teléfono de la escuela y espere, impaciente, a que me atendieran.

Al tercer tipido atendieron.

-¿Hola?

-¿Bella?- al reconocer la voz que estaba del otro lado del móvil sentí alivio.

-¡Alice!- grite.

-Creí que nunca te darías cuenta- se burlo de mí y la escuche reír. Me uní a ella, estaba viviendo en la luna.

-Lo siento, es que no lo había necesitado hasta el momento. No es que haya tenido mucho tiempo…

-Lo imagine, tranquila yo lo tengo. ¿Volverás temprano, hoy?

Masculle maldiciones al pensar en lo que iba a contestar. ¡Este día no se acabaría nunca!

-No, no lo creo. Salgo de la escuela a las 6 de la tarde, y de aquí me voy para el hospital. Tome un turno de dos horas.- le explique. Se notaba el cansancio en mi voz.

Alice refunfuño.

-Bella- me llamo la atención.- Sabes que no tienes que hacer todo esto, a largo plazo te saldrá al revés. No puedes hacer todo.

-Alice ya hablamos de esto.- le advertí, indicándole que no estaba con ganas de discutir sobre el tema.

-Lo sé, pero eres muy cabezota. Se que necesitas pagarte los estudios y comer, etcétera, etcétera, pero yo puedo ayudarte…

-¡Basta Alice! Sólo llame a mi móvil, ya se que tu lo tienes. Genial- me había enojado.- Yo puedo mantenerme sola, no necesito caridades.- Alice intento hablar pero la frene.- No me esperes a cenar, llegaré sobre las 11. Adiós, Alice.

Corte sin dejar que dijera algo más. Odiaba eso de Alice. Siempre se metía en mi vida, se que lo hace con buenas intenciones pero a veces se vuelve tedioso. Habíamos discutido millones de veces que no quería que sus padres pagaran mi educación. Yo sola me había metido en esto y debía resolverlo sola. Quizás todavía era difícil, pero me adaptaría y saldría adelante. Sola. Sin ayuda.

Escuche el tiembre de fondo indicando que debía volver a clases.

Corrí escaleras arriba, hasta llegar al aula de 2º grado. Por suerte aún no había llegado del recreo. Solté un suspiro, debía apresurarme. Encendí las luces, y borre los pizarrones. –odiaba llenarme de polvo de tizas.

Cuando estaba devolviendo los cuadernos a los bancos, la puerta se abrió asustándome. Me gire, y mi corazón volvió a latir con normalidad.

Ahí, parado en la puerta, estaba Sebastian, un niño de 6 añitos. Adoraba a ese niño. Éramos muy parecidos, ambos estábamos solos en la vida. Él era el único niño becado de la escuela. Le habían hecho ese favor a pedido de un padre que lo había visto en la calle. Su madre era alcohólica, y trabajaba de noche en un club nocturno. Prácticamente no estaba con él, por lo que se había criado sólo, en la calle, sin amor. La madre no sabía quien era su padre, por lo que no tenía esperanzas.

Lo mire con dulzura. Sabía que algo había sucedido, estaba mirando el suelo. Seguro problema con sus compañeros, ellos no se hacían a la idea de lo complicada que era la vida de este niño. No es que los juzgue, no tienen porque saberlo a la edad que tienen, pero lo molestaban y se burlaban de él por el simple hecho de ser pobre y no tener familia.

Deje los cuadernos que me faltaban en un banco y me acerque a él. Lo tome en brazos antes de que me dijera nada. En estos momentos, Sebastian necesitaba compasión. Yo quería dársela.

Él se abrazo fuerte a mí y dejo que sus lágrimas mojasen el cuello de mi guardapolvo. Lo estreche mas fuerte contra mí. Mi corazón de rompía cada vez que este niño derramaba una lágrima.

-Tranquilo cariño.- trate de clamarlo.- Sólo queda una horita más y nos iremos- frote su espalda y el asintió sin levantar la cabeza.

-No quiero ir a casa.- mascullo. Eso lo sabía.

Me aterraba la idea de que fuera. Su madre siempre estaba borracha y con algún hombre desconocido. Había pasado más de una vez que Sebastian llegara a la escuela con algún golpe a causa de ello.

-Hoy vendrás conmigo.- le bese la frente y lo baje. Sebastian se abrazo a mi pierna. Lo mire con amor. Amaba a ese niño.- pasaremos por tu casa a recoger algo de ropa y pasaras la semana conmigo. ¿Recuerdas? Ya lo hable con tu madre.- le sonreí y al fin levanto su carita.

Las lágrimas ya no estaban y una enorme sonrisa apareció en su cara, sus ojitos verdes brillando de felicidad. Despeine sus cabellos castaños y lo tome de su mano.

-¡Me había olvidado, Bells!- se río. Amaba cuando estaba de esa forma. Sebastian siempre me llamaba Bells y cuando se enfadaba por algo Bella. Era muy divertido verlo enfadado. Se cruzaba de brazos y fruncía su pequeño entrecejo haciendo un leve puchero. Era la cosita mas tierna y hermosa que había visto.

-Pero vas a tener que acompañarme al hospital- le advertí mientras lo acompañaba a su mesita. Escuchaba de afuera, como ya sus compañeritos estaban por ingresar al aula.

Se sentó y me miro con una sonrisa.

-¡¿Veré al Dr. Carlisle?!- se emociono.

-Claro que sí, cariño. Te esta esperando- aplaudió feliz.

Carlisle era el director general del hospital. Era muy amable conmigo, pero con Sebastian era mucho mejor. Parecía su abuelo. Por eso lo llevaba seguido, necesitaba esa atención.

Carlisle me estaba ayudando a adoptarlo. ¡Que locura! Apenas podía mantenerme a mi misma y quería hacerme cargo de un niño. Pero no pude resistirme. La madre prácticamente me lo había regalado, Alice y Kelsey me ayudaban con él, y con mis sueldos alcanzaba para darle una buena vida. No iba a tener todos los lujos, pero le aseguraba amor.

Sólo un mes más, y sería mío. Mi hijo. Mi familia. Mi todo.

A veces soñaba con que Edward estuviese a mi lado. Se que no tenía derecho, es decir ya no había hablado más con él. Pero lo quería. Lo extrañaba. Quería volver a pasar tiempo con él. Porque en ese corto período que estuvimos juntos, fui feliz, y sé que lo amo.

Pero era un amor imposible. No sabía nada de él, había pasado tiempo, y de seguro él ya estaba con alguien. Es decir ¿Quién se resistía a él? ¡Era perfecto! El sueño de toda chica.

De cualquier forma, por más que nos volviéramos a encontrar y el me correspondiera- cosa muy fantasiosa ya que no me encontraba a esa altura- no podía hacerlo cargar con mis problemas y ahora con un niño.

Aún así, sabiendo todo eso, seguía soñando con que formáramos una familia los tres.

-Hoy asustaremos a Alice- le susurre como si fuera un secreto. Sebastian abrió los ojos, y luego río.

Justo en ese momento entraron los demás alumnos junto a la profesora, y devuelta a dar clases.

--

-¿Bells- me llamo la vocecita de Sebastian.

Estábamos en el L de camino al hospital, él estaba sentado sobre mi regazo y miraba por la ventana con admiración. Siempre lo hacía. Todo le maravillaba, y era hermoso verlo de esa forma.

Ya habíamos pasado por su casa, toda una aventura como era costumbre. Su madre estaba lo suficientemente sobria como para reconocerme, dejar que su hijo tomara un bolso con la poca ropa que tenía y preguntarme cuando era oficial la adopción. Esa mujer me repugnaba. Pero solo debía soportarla hasta que pudiese hacerme cargo de Sebastian legalmente.

-¿Qué sucede, Sebas?- pregunte regalándole una sonrisa, y abrazándolo más fuerte.

-¿Crees en los ángeles, Bells?- mi mente instantáneamente viajo a Edward y luego a él. Definitivamente si creía en los ángeles.

Le sonreí.

-Claro, cariño. ¿Por qué lo preguntas? ¿Tu no crees?- ante la última pregunte sus ojos cambiaron al horror.

-¡No vuelvas a decir eso Bella!- me reí ante su reto.- ¡Claro que creo en los angelitos!

-¿Entonces porqué me lo preguntaste, cariño?- me invadía la curiosidad. Sebas siempre salía con algo nuevo.

-Es que…- se ruborizo levemente y dejo de mirarme.- Yo me preguntaba… Bells, ¿Cómo es ser un angelito?

-No lo sé.- le acaricie el rostro.

-¿Por qué no lo sabes? Tú eres un angelito.

Lo mire fijamente, pero hablaba enserio. Mi corazón se disparo de amor al oír eso. Sebas me creí un ángel. No podía haber un niño más hermoso que él.

-Yo no soy un ángel, bebé. ¿Pero sabes qué?- le juguetee un poco.

Al principio estaba decepcionado por mi respuesta. Pero sonrío cuando me acerque a su oído para susurrarle como si fuera un secreto.

-Yo conozco unos cuantos.

-¿De enserio, Bells?- grito emocionado. Asentí con la cabeza.- ¡Quiero conocerlos!

-Te prometo que te los presentare.- le sonreí.

Lo baje de mi regazo, tome su pequeña mochilita y mi bolso. Lo tome de la mano y nos escabullimos entre toda la multitud, en la próxima parada.

Sebastian se encontraba muy animado. Seguro que Carlisle le había preparado ya un nuevo set de juegos, cosa que lo volvía loco. Además de que me quedaba segura al dejarlo en cuidado las dos horas que debía trabajar.

Cuando las puertas del L se abrieron, Sebastian prácticamente tiro de mi. Ya se sabía el camino de memoria para llegar al hospital. Tan solo eran tres cuadras lejos del L.

Jugueteamos en el camino, Sebastian me contaba todo lo que quería hacer cuando viera a Carlisle y lo que le pediría jugar a Alice. Ya que esta vez la tomaríamos de sorpresa.

Apenas entramos al hospital Sebastian escapo de mis manos y corrió a la oficina de Carlisle mientras yo llenaba la ficha de asistencia.

-¡Te veo luego, Bells!- grito Sebastian asomándose por la puerta de la oficina de mi jefe.

Le sonreí mientras tomaba mi bolso.

-No causes problemas, cariño- le advertí- Cualquier cosita sabes donde hallarme…

-Tranquila, Bella- la melodiosa voz de Carlisle me calló. Al verlo me quede sin habla. Sin duda era un hombre hermoso, no solo en apariencia. Aunque claro, de esa forma también lo era. Su cabello oro despeinado y su acento ingles era lago irresistible. No había enfermera o doctora en el hospital que no se sintiera atraída por él. Era un hombre muy noble y con un gran corazón. Sin duda una de las personas que más me ayudaban. Le debía mucho, lo veía como un padre.- Ve a trabajar, yo me haré cargo de Sebas. Después hablamos.- y con una sonrisa desapareció por el pasillo con Sebas corriendo detrás de él ya con su pequeña bata de médico.

Sonreí como loca y me dirigí a la sala de operaciones. Hoy teníamos una operación estética, y si todo salía bien me iría antes.

--

-¡No sabes lo genial que fue, Bells!- estábamos caminando por el campus. Al fin volvería al departamento, necesitaba descansar con urgencia.- ¡Operamos a un oso!

-¿A un oso?- le seguí el juego.

Desde que habíamos salido del hospital Sebas no había dejado de hablar de lo bien que lo había pasado jugando con Carlisle a ser cirujanos. Era hermoso ver a Sebas tan sonriente. Era tan feliz cuando se alejaba del ambiente en el que vivía que me daba ganas de tomarlo en brazos y huir en ese instante con él. Pero no podía, ni valía la pena. Carlisle me había dicho que ya estaba casi todo arreglado. Pronto Sebas sería todo mío.

-¡Si! Era marroncito y le faltaba un ojo. Nosotros se lo pusimos, y le salvamos una oreja. Ahora los niños del hospital volverán a jugar con él- aplaudio. Solte una risita.

Cuando la puerta del edificio se vio, Sebastian salio corriendo hasta ella. En un momento pensé en seguirlo, pero estaba demasiado cansada para seguirle el ritmo, por lo que apure el paso para no perderlo de vista pero llegue unos cuantos minutos después.

-Ahora no hagas ningún ruido, Sebas- le advertí susurrando mientras habría la puerta y esperábamos el ascensor.- Sorprenderemos a Alice.

Sebastian sonrío de forma tierna y maliciosa, nos subimos al ascensor y bajamos con mucho cuidado. Cuando nos acercamos a la puerta se oían una voces de adentro, de seguro Alice estaba con su novio o alguna amiga. Sebastian se froto las manos imitando a los personajes malos de las películas. Me reí y coloque la llave en su lugar. Estaba emocionada por ver la cara de Alice.

Abrí la puerta y Sebas se colocó detrás de mí.

-¿Bella?- la escuche preguntar desde la cocina.

-¡Si!- cerré la puerta tras de mí, mirando atentamente a Sebas que se tapaba la boca para no reírse.

-Te esperaba más tarde.- sonaba emocionada.

Caminamos hasta el living mientras dejábamos todas las cosas.

-Si, pero termine antes en el hospital y me dejaron irme.- Ayude a Sebas a sacarse su abrigo.

-Estoy en la cocina.- anuncio en vano ya que sabía donde se encontraba.

Tomé a Sebastian en brazos y caminamos hasta la cocina. Quería ver la expresión de sorpresa de Alice cuando viera quien había venido conmigo. Sebas escondió su carita en mi hombro y comenzó a juguetear con mi cabello.

Cuando me acerque a la puerta mire a Alice que estaba tapando parte de la cocina.

-¡Sebas!- chillo Alice, y salio corriendo a mis brazos.

Entonces mi corazón dejo de funcionar. Mi mirada choco contra unos ojos que anhelaba ver, que había extrañado muchísimo tiempo.

Ya no escuchaba nada de lo que pasaba a mí alrededor. Sabía que Sebastian ya no estaba en mis brazos, y que Alice no estaba a mi lado.

Él se puso de pie. Se veía tan confuso como yo. Entonces, ¿No me vino a ver a mí? ¿Por qué estaba acá?

-Edward.- escapo de mis labios.

¡Maldito Karma!

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Holis!! Bueno, lamento la tardanza. LA verdad es que si iba a actualizar antes, pero si no me equivoco estuvo la pagina barada y no podía subir. 

Capítulo 6: Por el Momento Capítulo 8: Muñeca de Porcelana

 
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