Casualidades Fugaces

Autor: LuchyRct
Género: Romance
Fecha Creación: 30/09/2009
Fecha Actualización: 23/11/2011
Finalizado: SI
Votos: 13
Comentarios: 23
Visitas: 29590
Capítulos: 11

TERMINADO :)

Él tenía que estar frente al altar.

Ella también.

Por distintas razones ninguno de los dos estaba donde debía; y gracias a una serie de casualidades la vida los lleva por distintos caminos que terminan en un mismo punto.

Lo más difícil es dejar el pasado atrás y enfrentar el presente.

¿Podrán Bella y Edward seguir la línea del destino para estar juntos?

Todos Humanos.

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Capítulo 3: Ten Red Roses


Había pasado ya más de una semana desde mi desafortunada boda, en donde perdí más que a un estúpido marido, perdí mi familia

Estaba viviendo en el hotel en el que Edward me había llevado. Había estado toda la semana vacilando, pero hasta el momento no lo había llamado. Todos los días Edward dejaba en la recepción del hotel una carta con una rosa. Siempre eran de un rojo intenso, llamativo, apasionada. En la tarjeta siempre decía lo mismo “Nos volveremos a ver, a penas pueda iré a verte” Mi corazón se derretía al leer eso. Por alguna razón numeraba las flores. La última que había recibido había sido la numero 9.

Estaba como loca. Había conseguido un trabajo momentáneo en el hospital de Seattle como instrumentadora.  No era algo que me gustase en absoluto, de hecho odiaba los hospitales. Pase gran parte de mi vida dentro de ellos, y tenía que conseguirme un trabajo allí. Pero no estaba en condiciones de dar quejas, necesitaba el dinero con desesperación, solo faltaba una semana para empezar la universidad y tenía muchos gastos.

Estaba caminando por una de las calles de Seattle. Había salido ya del hospital, y lo único que deseaba en ese momento era llegar al hotel y desplomarme en mi cama con alguno de mis zarrapastrosos libros.

Pensaba en que diablos iba a cenar con solo 10 dólares cuando alguien me topo del brazo. Salte y pegue un grito horrorizada.

-Shh, tranquila- ¡No! Si no me confundía esa voz era…- ¿Bella?

Con nervios, voltee lentamente para encontrarme con esos abrasadores ojos esmeraldas. Tenía una sonrisa torcida que dulcificaba aún más su perfecto rostro.

-Me asustaste- suspire todavía sin hallar el camino hacía mi voz.

Soltó una sonora carcajada y quito sus manos de mis hombros. Sin romper el contacto visual se coloco a mí lado y comenzamos a caminar en la dirección en la que iba.

-No era mi intención asustarte- me sonrió- He estado esperando tu llamado…

-Lo siento- dije apenada fijando la vista en el suelo- He estado muy liada.

-Lo imagine.

-¿Qué hacía por aquí?- no pude ocultar la felicidad que me provocaba que me hubiese encontrado.

-Iba de camino a…- se detuvo pensativo. Lo mire con reproche sabiendo que me ocultaba algo, pero el rápidamente me sonrió deslumbrándome haciendo que no me importase lo que iba a decir- Estaba de paseo.

-Ah- no fui capaz de responder nada más coherente.

-¿Cómo te esta yendo?- cambio fugazmente de tema- ¿Haz vuelto a hablar con tu familia?- pregunto con cuidado.

Me tense a su lado, detenido el paso. No. No había sabido nada de ellos, no me había llamado siquiera una vez al móvil, no se había preocupado en buscarme… ellos al parecer estaban esperando quitarme del camino, por las buenas o por las malas.

Edward se detuvo frente a mí, podía ver sus zapatillas beige a la perfección. Una lágrima se escapo de mi ojo sin poder evitarlo. Aunque odiaba admitirlo, me dolía lo que me había hecho, pero más aún me dolía saber que no me tenían en cuenta.

Antes de que la lágrima llegase a mi boca, su mano la corrió con un suave roce. Mi espalda se sacudió ante una descarga por el gesto, gesto simple pero dulce.

Sus dedos no dejaron de acariciar mi cara, se deslizaron desde mi mejilla hasta mis labios, y desde ellos hasta mi barbilla. Con dos dedos la levanto con firmeza, pero al mismo tiempo con calidez. Sus ojos me miraban con el perdón escrito, no quería que el se sintiera mal por mis problemas. Era extraño como una persona que había conocido en la situación mas penosa de mi vida se convirtiera tan rápido en el centro de mis pensamientos.

-Lo siento, no debí preguntar- Negué varias veces con la cabeza, el aún no me había soltado. Nuestras miradas todavía se chocaban.

-No hiciste nada mal- intente animarle- yo no debí reaccionar así, es que el tema aún me aturde, todavía me duele- me sincere. Me dio una sonrisa de ánimo y me soltó.

-Te entiendo.

Volvimos a iniciar la caminata hacía el hotel ¿Por qué estábamos yendo para allá? Ahora que lo volvía a ver, no quería perderlo de mi vista, quería al menos disfrutar un poco de la compañía de un ángel. Creo que después de todo lo que había pasado, merecía un buen momento, por más pequeño que fuese.

-¿Cómo estas Edward?- pregunte luego de un tenso silencio, él se veía metido en sus pensamientos, los cual corte con la pregunta- ¿La has vuelto a ver?- pregunte con cautela.

 

-No- sonrió, no parecía herido- No he sabido nada de ella, excepto que se fue con su amante- me contaba como quien no quiere la cosa- Mi familia siempre me había dicho que no era una buena idea, que éramos jóvenes y que no estábamos listos. Tenían razón- su voz era tan casual que parecía como si estuviese contando la historia de algún conocido no la de él- Es extraño. Ella había sido la que insistido en casarse, pero me hizo un favor al dejarme en el altar. No voy a negar que al principio me dolió. Pero después de conocerte, me dio cuenta de que fue más el coraje que sentí por haber sido plantado en el altar que lo que verdaderamente sentía. No la amaba, eso lo se ahora y creo que siempre lo supe.- concluyo volviéndome a mirar con esa sonrisa hermosa.

 

No podía creer lo que me decía, simplemente no le encontraba sentido. Es decir algo tenía que haber sentido por ella como para haber aceptado el compromiso, pero lo decía con tanta simpleza como si contara algo que sucede a diario, que me hacía sentir… rara. No encontraba otra palabra para llamar a la forma en la que me sentía. Yo no estaba viviendo como debía desde ese maldito día y él lo había superado como si nada. Estaba de acuerdo con las diferencias de las situaciones, Edward no había perdido a su familia, había sido humillado es verdad pero no tanto como yo, a él por lo menos le habían evitado el peor error de su vida y a mí querían meterme en él. Aún así me daba coraje que el pudiera tener mas fuerzas que yo para superarlo.

 

-¿Bella estas bien?- no me había dado cuenta de que Edward llevaba ya tiempo observándome, estaba tan metida en mis pensamientos y en mi agonía que no había prestado atención a nada de lo demás.

 

Levante la vista y me choque con la interrogativa mirada de Edward. La desvié rápidamente ya que me turbaba y mire el paisaje. Pegue un respingo cuando me di cuanta de que nos hallábamos frente a mi hotel. ¿Tanto tiempo había estado en la luna? o ¿Acaso antes estábamos muy cerca y no me había percatado de ello? La verdad eso no me importaba, el punto es que estaba allí con un preocupado Edward.

 

-Lo siento, me deje llevar- dije pestañando varias veces tratando de ubicarme en el tiempo.

 

-Me di cuenta- me regalo un leve sonrisa, pero se borro rápido- ¿Fue algo que dije?

 

Me apresure a negar con la cabeza.

 

-No, tu no tienes la culpa de nada- intente calmarle, pero no funciono por lo que me vi en la obligación de contarle todo- Lo que sucede es que me puse a comparar las dos situaciones, y me dio coraje lo bien que lo superaste- mi voz se fue quebrando de apoco, y los ojos de Edward comenzaron a dulcificarse- yo todavía no pude…

 

-Oh, Bella- musito y me abrazo de forma acogedora. ¿Cómo podía ser tan tierno?

 

Me acurruque en su pecho y deje escapar unas cuantas lágrimas. Había soportado el dolor sola todo este tiempo, no había tenido el valor de pedir ayuda a nadie, y como salvador aparece Edward.

 

-Esto es extraño- murmure cuando me clame un poco. Edward me soltó para poder verme a la cara, se veía confundido- ¿No me digas que no lo piensas?

 

Edward negó.

 

-No entiendo a que te refieres.

 

-Me ayudas, como si nos conociéramos de toda la vida- solté un risita- Apenas nos vimos dos veces…

 

-A mi me encantaría que nuestro conteo no quedara así- fruncí el ceño al no entenderle- Me encantaría que siguiéramos viéndonos.

 

-Solo me queda una semana aquí- le indique- Me voy a la Universidad.

 

-Me lo has dicho, pero eso no puede impedir que nos veamos. Además yo también empiezo la Universidad.

 

-Enserio- realmente me sorprendía, no sabía el porque- ¿A cuál iras?

 

Edward soltó una gran carcajada.

 

-No creo que sea apropiado seguir hablando en la calle, ven te invito a cenar. ¿Quieres?- me observo con ojos de ternero degollado, ¿Cómo negarse?

 

-Tengo trabajo y…

 

-¿Por favor?- sonrió. Le devolví la sonrisa y asentí.- Conozco un lugar cerca, seguro que te gustara.

 

Asentí y volvimos a caminar. No me importaba el dolor de mis piernas del cansancio, es mas si estuviera en mi lecho de muerte tampoco mi importaría demasiado, quería conocerlo mas. Edward era todo un misterio, y eso de él me volvía loca.

 

Solo fueron 4 cuadras. Llegamos a un restauran de pastas. Edward muy amablemente me sostuvo la puerta para que pasase. Él había acertado, él lugar era de mi agrado. Era acogedor e intimo, pero informal. Me gustaba.

 

Un mesero se acerco a nosotros y nos hizo tomar asiento en una meza para dos junto a la ventana. Pedimos dos cervezas y se retiro.

 

-¿Te gusta?- pregunto con ilusión.

 

-Es un lugar muy bonito- asentí.

 

-¿A que Universidad iras?- cambio de tema.

 

-A la de California-el mesero llego con las cervezas y una panera. Nos dio a ambos un menú y se marcho.

 

-¿Qué estudiaras?- parecía sorprendido por mi respuesta.

 

-Filosofía y Letras- le explique mientras tomaba un pancito y lo cortaba para llevármelo a la boca.

 

Se quedo estático por un momento, y luego su sonrisa torcida volvió a iluminar su rostro.

 

-Entonces no nos dejaremos de ver.

 

-¿Qué quieres decir?- pregunte intrigada por su tono.

 

-Solo digamos que nos encontraremos de casualidad

 

-Sabes que no te entiendo nada…

 

-Lo se- sonrió divertido.

 

Nuevamente el camarero nos interrumpió, tomo nuestros pedidos, retiro los menús y se fue.

 

-¿Qué vas a estudiar?- tenía unas ganas enormes de saber que profesión le gustaría a Edward, seguro su respuesta me sorprendería.

 

-Medicina- sonrió- Es una carrera muy común, pero es lo que me apasiona.

 

-Nunca me gusto eso- me sincere- Yo no podría ver a una persona morir y seguir con mi vida…

 

-No pretendo verla morir, sino salvarla de ese abismo.

 

-A veces no quieren ser salvadas- me voz sonó oscura- o no hay oportunidad…

 

-No puedo negarte eso. Pero aún así me gusta eso de ayudar a los demás…

 

No dije nada, porque no tenía nada que decir. Edward al parecer mal interpreto mi silencio ya que me tomo mi mano, la que estaba sobre la meza, y la acomodo entre sus dos manos.

 

-¿A qué le temes Bella Swan?

 

Su pregunta me sorprendió, esperaba cualquier otra cosa, no esperaba que pudiera leer a través de mí como si estuviese viendo a través de un espejo.

 

Esa era una pregunta que nadie me había hecho, y que en otras circunstancias me hubiese encantado responder. Había esperado mucho tiempo para que alguien se fijase en mi y me escuchara, y ahora que encontraba a ese alguien no sabía que responder.

 

Mis miedos anteriores no se comparaban con los de ahora. Había cosas que no cambiaban, seguía temiéndoles a las arañas, a la muerte en todos sus sentidos… Eso era lo que estaba sufriendo ahora, la muerte de mi vida. Ese era mi miedo, miedo a caer en la realidad a dejar morir todo lo que había creído por años.

 

En un momento muy oportuno, el camarero dejo nuestros platos de comida, lo cual obligo a Edward a soltar mis manos. En ese momento mi mano se sintió desprotegida, desnuda… Me había gustado que él la sostuviera, y ahora debía acostumbrarme a la soledad, otra vez.

 

---

 

El timbre sonó logrando que cayera de la cama. Maldije a quien fuese que estaba del otro lado de la puerta. ¡No había respeto! ¡Quería dormir! Bostece y trate de desperezarme, le eche una mirada al reloj de la meza y mis ojos se abrieron de la sorpresa. ¡Eran las 11.30 de la mañana! En una hora tenía que ir a trabajar ¡Diablos!

 

El timbre volvió a sonar, y salte poniéndome de pie.

 

-¡Ya va!- grite mientras corría de un lado para otro en busca de la ropa. No podía creer que en una habitación tan pequeña pudiera haber tanto desastre. Recogí un Jean ajustado de una azul oscuro, y una camiseta de franela blanca. Trate de acomodar mi cabello de la forma mas presentable, y al mismo tiempo me cepillaba los dientes.

 

Otra vez el timbre sonó, me estaba costando la paciencia la persona que se encontrara fuera.

 

-¡QUE YA VA!- grite histérica.

 

Me eché una última mirada al espejo, no me queje de cómo estaba, bueno no es que estaba muy bien, pero por haberlo todo hecho en un tiempo record había hecho un muy buen trabajo. Me acerque a la puerta mientras saltaba en un pie poniéndome las zapatillas.

 

Abrí la puerta de mala gana, pero mi humor cambio al ver la escena que se encontraba frente a mis ojos.

 

-Bueno día Bella Durmiente- la aterciopelada voz de Edward me dejo sin habla.

 

Estaba vestido muy parecido a mí, con unos Jean sueltos oscuros, y una remera de manga corta blanca. Su cabello, al igual que las otras veces que lo había visto, lo llevaba despeinado, al viento. Una radiante sonrisa decoraba su cara, y en sus manos llevaba una roza igual a las que había recibido los días anteriores.

 

-H…Hola- musite sin aliento.

 

-¿Vas a dejarme pasar?

 

Asentí con la cabeza, ya que no había encontrado que mi boca emitiera sonido alguno. Me hice a un lado y lo deje pasar, en ese momento no me había importado ni el desorden, ni el poco lujo de mi habitación, ni siquiera que un ángel como él estuviera allí, lo único que mi cabeza procesaba era la cuenta de las rozas que había recibido por parte de Edward…

                  

                            … diez rozas rojas.

 


Capítulo 2: Dos bodas, dos situaciones, dos personas? Capítulo 4: No entiendo la vida

 
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