UNA CITA CASI A CIEGAS

Autor: AlienaCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 07/04/2012
Fecha Actualización: 23/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 105
Visitas: 76743
Capítulos: 29

Bella Swan nunca pensó que por acceder a regañadientes a los ruegos de su amiga, pasaría un día tan maravillosamente increíble junto a un hombre insaciable.

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Capítulo 20: Hasta que la muerte nos separe

 

 

DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia me pertenecen, son propiedad exclusiva de S. Meyer. Yo solo me inventé el relato.

 


 

Capítulo 20: Hasta que la muerte nos separe

 

Edward Pov

 

Las miradas de todas las mujeres que abarrotaban el altar y la de alguno de los hombres, la mía incluida, dejó bien claro a la concurrencia que esto no era una democracia, dijese el cura lo que dijese, y que las opiniones contrarias a la celebración de las bodas no eran bienvenidas. Así que, como la idea estaba bien clara, el cura prosiguió con la ceremonia.

 

Pero yo casi no escuchaba nada, oía sin entender, ya que mis cincos sentidos estaban puestos en la maravillosa mujer que tenia a mi lado. Su aspecto puro e inocente, como toda novia debe tener, se mezclaba con una gran dosis de sensualidad y erotismo que ya estaba causando estragos donde… siempre me los causaba esta mujer. Lo cierto es que yo pasaba de ceremonias e iría directamente al sí quiero, pasaba de celebraciones e iría directamente a la deseada noche de bodas. Mi miembro se ponía duro de anticipación solo con pensarlo y mis pantalones estaban empezando a lanzarme el tan conocido SOS. Vamos a ver Cullen, tú como siempre empezando la casa por el tejado, ¿no ves que para llegar a la noche de bodas primero tienes que casarte merluzo?, no si verlo lo veía, pero mi miembro y mis pantalones deseaban otra cosa y a estas alturas de la historia ellos eran mis jefes.

 

Tan sumido y perdido estaba en la lujuriosa y a la vez virginal figura que tenia a mi lado que casi ni me entere que tenía que decir mis votos. Mi madre me dio un ligero pisotón lo que me hizo mirarla confundido.

 

—¿Qué? –le pregunte entre dientes.

 

—Edward, tus votos.

 

—Ah sí, los votos –dije saliendo de mi paja mental. Me volví hacia mi Bella, la tome de las manos y empecé a recitarla con todo el sentimiento que tenia por ella esos votos que me había preparado.

 

—Isabella Marie Swan, llevo toda mi vida buscándote y no conseguía encontrarte…

 

—La hubiera encontrado antes si me hubiese hecho caso –escuché como Alice les decía a las demás interrumpiendo mi discurso.

 

—Es que el primo siempre tan terco –terció Kate y Chelsea iba a añadir algo pero la mirada que les lancé les hizo callar de golpe.

 

—Yo tenía claro que tú eras la mujer que gobernaría mi vida, mi amante eterna, mi compañera. Aunque no tenias rostro ni cuerpo yo te imaginaba en mi mente y sabía que algún día llegarías a mí. Cuando vi por primera vez tu foto…

 

—Ufff ese plan nos salió a la mil maravillas ¿no es así prima? –esta vez fue Irina la que interrumpió. ¿Es que estas mujeres no dejarían a uno ni casarse en paz?, las volví a mirar con cara de pocos amigos al tiempo que mi abuelo Marco y el cura, hacían lo mismo. Ellas nos devolvieron la mirada sin inmutarse.

 

—Mantengan silencio por favor –se limito a decir el sacerdote. Señor Cullen prosiga…

 

—Pues como te iba diciendo, cuando vi tu foto, mi corazón y mi subconsciente me dijeron que eras tú, pero mi mente terca me seguía gobernando.

 

—Hasta que se nos tuvo que ocurrir otro plan –volvió a decir mi hermana.

 

—Y menos mal que se nos ocurrió –intervino Esme mirando hacia el lado femenino del altar.

 

—Mira que es cabezota –terció Kate de nuevo ganándose una mirada envenenada del cura, de mis abuelos y, por supuesto mía. Yo proseguí con mi discurso.

 

—Como decía, mi mente terca no dejaba paso a lo que mi corazón me gritaba junto con mi subconsciente hasta que por fin lo vi todo claro y la venda se me calló de los ojos. Nunca le podré estar más agradecido a Alice por haberme organizado aquella cita casi a ciegas –dije mirando a mi hermana y retándola a que se atreviera decir algo. Ella me guiño un ojo poniendo esa expresión de te lo dije, pero me dejo proseguir –tuve claro que eras tú la mujer de mis sueños y fantasías desde el primer momento en que te vi subir a ese autobús, y fui a por ti sin dudarlo.

 

—Si jajajaj, menudo encuentro más gracioso, no les podría haber salido mejor ni ensayándolo –dijo otra vez mi muy cargante hermana.

 

—¿Ah sí?, pues a mí no me ha contado nada, ¿qué pasó? –Renée tenía que meter baza pues sino revienta.

 

—Lo de siempre Renée lo de siempre, digamos que fue un encuentro made in tu hija, Bella, su equilibrio, un autobús y…algo a lo que agarrarse —dijo Rose.

 

—¿Y donde se agarró que os hace tanta gracia? —volvió a preguntar la buena mujer viendo que todas y todos nos estábamos riendo por lo bajo y que Bella estaba totalmente sonrojada.

 

—Uffff, hay cosas que no se debe decir en ciertos sitios, ya te contaré ya, pero vamos que si no te lo imaginas… —volvió a decir Rose señalando disimuladamente con la mano cierta zona baja del cuerpo humano.

 

—Esta chica siempre igual, me parece que ya me hago una idea.

 

—Pues yo sigo sin enterarme –mi tía sino interviene revienta de igual modo.

 

—No te preocupes tía que luego te hago un croquis –dijo Alice

 

—¿Podemos continuar ya? –volvió a pedir un cura al que se le veía totalmente divertido con la situación aunque por supuesto intentaba disimularlo –esto es una boda no una cita para tomar el té. Señor Cullen por favor…

 

—Mucho nos han hecho pasar la malicia, la envidia y los celos –proseguí con mis votos mirando retador hacia el lado oscuro –pero por fin estamos aquí mi amada Bella. Y hoy por fin podré gritarle al mundo que eres mía, mi mujer, mi esposa, hasta el fin de los tiempos. Acepto ser tu esposo y unirme a ti en lo bueno y en lo malo, en las alegrías y en las penas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte consiga separarnos. Aunque te prometo que ni muerto dejare de amarte amor mío –y concluido mi discurso le deslice el anillo en el dedo correspondiente. Un anillo que habíamos elegido entre los dos. Sencillo como siempre fue nuestra relación. Era un simple aro de oro con pequeños diamantes incrustados y por debajo una inscripción con nuestros nombres y la fecha de la boda.

 

—Edward –empezó mi Bella –nunca le agradeceré a Alice lo suficiente, y sí mi querida amiga, antes de que interrumpas de nuevo te diré que vale, tu tenias toda la razón –prosiguió mirando a mi hermana que ahora tenía lagrimas en los ojos.

 

—Es que tú también eres muy cabezota hermanita –¡y dale! ahora era Emmett el que tenía que poner la nota discordante a este paso no nos casábamos ni mañana y mi erección estaba empezando a enfurruñarse.

 

—He de reconocer que cuando Alice me obligó a acudir a aquella cita me enfadé y fui a ella con muy poco ánimo. Y la culpa la tenéis los tres siempre empeñados emparejarme con hombres que ni siquiera sabía de su existencia –dijo mirando a los tres con reproche

 

—Es que en eso consisten las citas a ciegas mi muy querida amiga –interrumpió Alice de nuevo ¿es que esta chica no podía callar ni debajo del agua?

 

—Pero cuando subí a aquel autobús y te vi –Bella siguió con sus votos pasando atléticamente de ella —la conexión fue instantánea, me enamoré de ti al instante y mi cuerpo y mi mente te reconocieron en seguida. Mi primer contacto contigo fue…accidentado –ya la risas no se pudieron contener y todos estallamos en carcajadas, bueno todos no mi tía Sulpicia seguía sin enterarse y fruncía el ceño a la vez que se rascaba la cabeza intentando averiguar como había sido ese…encuentro. Volví a prestar de nuevo toda mi atención a Bella que después de mirarlas con la ceja levantada prosiguió con sus votos —pero la electricidad que me recorrió por dentro solo con tocarte me lo dijo todo. Y después de un sinfín de inconvenientes que fuimos salvando en nombre del amor que nos tenemos —su mirada también marchó hacia el lado oscuro que a estas horas estaban moradas de la ira –aquí estoy ante ti, para casarme contigo. Te acepto como esposo y me uno a ti en lo bueno y en lo malo, en las alegrías y en las penas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte consiga separarnos. Pero también te digo que ni siquiera esa conseguirá que yo te olvide –y dicho esto deslizó en mi dedo el anillo que ahora me pertenecía y que nunca pensaba sacarme. Unos aplausos de júbilo sonaron en el sector femenino del altar ¿a que no adivinan quienes aplaudían?

 

—Mi hija ya es toda una mujer casada, si parece que fue ayer cuando la estaba pariendo –exclamó Renée bailando una especie de danza de la victoria, llorando y abrazando a todo el mundo.

 

—No te puedes imaginar la que armé cuando se casó Kate –dijo Sulpicia a su lado –y ya verás cuando lo haga Irina, pero estos votos han sido tan bonitos –agregó al tiempo que el sacerdote, mis abuelos y Charlie las lanzaban un claro mensaje del que, naturalmente, ellas pasaron como siempre. Mi tío Aro se mondaba de la risa. Y yo recordando la boda de mi prima me acordé del show de lágrimas que había montando mi tía Sulpicia. El recuerdo me hizo sonreír. Miré a mi tío y nada más verle me di cuenta de que él estaba recordando lo mismo y las carcajadas se hicieron más fuertes. Marco dio un fuerte resoplido de enfado contenido…

 

—Pero bueno es que ni cansándoos podréis guardar un poco las formas –exclamó todo enfadado dirigiéndose a todos en general y nadie en particular.

 

—Perdona abuelo pero es que me acordé de la boda de la prima y…

 

—Y como les sigas el juego nos dan las uvas aquí…-terció mi abuelo de nuevo-. Como si no tuvieran bastante con ellas solitas.

 

El cura nos llamó de nuevo al orden porque ahora les tocaba el turno a Esme y a Carlisle….

 

—Esmeralda Vulturi –comenzó Carlisle –ante todos los presentes te voy a confesar un secreto. Yo era como nuestro hijo, tenia fija la idea de casarme con la mujer que mi mente había creado, mi mujer perfecta. Cuando mi padre me propuso el trato que conseguiría fusionar nuestras empresas tenia bien claro que no aceptaría si esa chica a la que me iban a presentar no tenía esas cualidades que yo buscaba, pero en cuanto te vi supe que eras tú. A diferencia de él no supe luchar por ese amor, me deje llevar por las apariencias sin detenerme a pensar. Si lo hubiera hecho tal vez habría descubierto que era imposible que tú, con tu edad me abandonases de esa forma. No sin que alguien te hubiese incitado o ayudado –en ese momento todos miramos hacia el sector oscuro que a estas alturas de la historia estaban empezando a encogerse en sus asientos, extraña pareja incluida –pero el dolor de la pérdida y el rechazo me cegaron. Me dejé llevar y manipular por aquellos que decían querer ayudarme. Nunca me perdonaré el daño que te causé pero prometo compensártelo por lo que me quede de vida. Acepto casarme contigo y unirme a ti en lo bueno y en lo malo, en las alegrías y en las penas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte consiga separarnos.

 

Una salva de aplausos que de nuevo proveían del sector femenino se oyó otra vez junto a un montón de suspiros. Miré hacia allá y todas, absolutamente todas las mujeres estaban llorando y sosteniéndose las unas en las otras. Mi hermana era la que peor estaba y Rose la sujetaba con cariño. Una conocida mano, tan suave como la seda más fina, me tocó la cara limpiándome la cara que también tenía empapada con mis propias lagrimas. Unos ojos chocolates me miraron con todo el amor que tenían para darme.

 

—Carlisle Cullen –empezó Esme –yo era muy joven pero aun así me faltó algo que es imprescindible en la pareja y eso es la confianza. Al igual que tú me deje llevar por aquella que creía que era mi hermana y sobre todo mi amiga, sin sospechar nada hasta que no fue demasiado tarde. Me creí lo que me dijeron sin dudar y ahora veo el gran error que cometí. Nunca le estaré más agradecida a mi hermano por venir a buscarme y traerme hasta aquí. Y nunca agradeceré lo bastante a ese destino que tiene trazado un plan y que al final logró juntarnos de nuevo. Hoy me presento aquí para aceptar casarme contigo y unirme a ti en lo bueno y en lo malo, en las alegrías y en las penas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte consiga separarnos.

 

—¡Mis padres se están casando!, ¡qué feliz soy! —sollozó de nuevo Alice mientras Rose y el resto de la féminas allí congregadas hacían lo posible para calmarla pero en los rostros de todas ellas se podía reflejar la emoción del momento, emoción que yo mismo sentía.

 

—Pues ya está todo dicho –empezó de nuevo el sacerdote sorprendiéndonos a todos y mirando también hacia el lado oscuro que a estas alturas no sabía dónde ponerse. Athenodora estaba encogida en el asiento mientas que Heidi se escondía en el extraño sombrero que se había puesto que más que un sombrero parece un nido de cigüeñas y su hermana Renata estaba más o menos en la misma posición. Todas estaban moradas de la ira, la furia y la ¿vergüenza quizás?

 

–En virtud del poder que me ha sido conferido yo os declaro marido y mujer. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre –todas las miradas se dirigieron de nuevo hacia el sector oscuro. En ellas iba una clara advertencia—. Podéis besar a las novias.

 

Tome con delicadeza pero con firmeza la cintura de mi Bella y la acerqué a mí para darle mi primer beso como mi esposa. Mi lengua rozó sus labios pidiendo permiso para entrar en su santuario y ella me lo concedió. Exploré sin descanso cada recoveco de su dulce boca mientras su lengua jugaba con la mía. Perdí la noción del tiempo y del lugar en el que estaba, solo pensaba en ella, en mi mujer perfecta, aquella que a partir de ahora compartiría toda mi vida. Un carraspeo me volvió a la realidad.

 

—Esto…no es por interrumpir pero…hay ciertas cosas que se hacen en la intimidad. Guardad algo para la noche de bodas ¿no? –todo el mundo puede pensar que esas palabras provenían del gracioso del que ahora era mi nuevo hermanó, pero no, había en la familia un gracioso más, tan ocurrente como el primero, mi tío Aro. Me separe de mí ahora esposa con mucha reticencia prometiéndome a mí mismo que la noche de bodas seria espectacular. Mi padre a mi lado estaba igual.

 

Nos volvimos hacia la concurrencia y el sacerdote mirando de nuevo hacia el sector oscuro, al que ya no se veía por ningún sitio, pronunció las palabras que daban fin a la ceremonia.

 

—Os presento a los señores y señoras Cullen. Nuevos sollozos esta vez de Renée y de Dydime llenaron la iglesia mezclados con los aplausos de todos los invitados.

 

—Enhorabuena —no dijo el sacerdote –he de decir que nunca he tenido el placer de asistir a una boda más original y simpática –agregó mirando a las diez mujeres que estaban todas juntas abrazándose mutuamente y hechas un mar de lagrimas –son ustedes una familia preciosa, aunque como en todas las familias tengan también sus ovejas negras –añadió dirigiendo su mirada al sector oscuro que ahora se hallaba vacío —me parece que las suyas han visto al lobo y han salido corriendo. No pude evitar echarme a reír ante el comentario tan ingenioso del cura quien después de despedirse de todos, se retiro muy discretamente. Cogí la mano de Bella para ponerla en mi brazo, Carlisle hizo lo mismo y los cuatro juntos comenzamos a desfilar hacia la salida en medio de los aplausos.

 

Cuando salimos al exterior nos vimos bombardeados por unos misiles tierra aire con forma de granos de arroz, lanzados con muy mala uva por todos los diablos, sus madres, y sus abuelas, si soy sincero algunos aterrizaban con tan mala leche que hacían mucho daño. Cuando por fin conseguimos llegar hasta el coche tuvimos que emprender una encarnizada batalla con las colas de los vestidos que podrían ser un poco más cortas digo yo, pero la explicación que me dio Alice me dejo con la boca abierta, nunca me había parado a pensar que yo fuese el heredero del imperio Cullen, siempre pensé que compartiría ese honor con mi hermana y eso es lo que estaba dispuesto a hacer pero no era el momento de discutir así que sin más seguí batallando junto a mi padre para introducirnos en el coche colas incluidas. Cuando estuvimos instalados y el auto se puso en marcha, cogí a mi Bella de la parte de atrás de la nuca y atrayéndola hacia mí ataque sus labios con un hambre voraz. Mi lengua pidió el correspondiente permiso y entro en su boca arrasando todo a su paso. La senté en mi regazo mientras degustaba ese dulce néctar que siempre se desprendía de ella. A mi lado mis padres, estaban más o menos en la misma posición. Cuando nuestras respiraciones se volvieron erráticas nos separamos juntando nuestras frentes y mirándonos el uno al otro.

 

—Te amo Bella, no sabes cuánto te amo y lo mucho que deseaba la llegada de este día. Te juro que por mucho tiempo que vivas, y espero que sea más que yo porque no podré soportar el dolor de tu ausencia, no olvidarás esta noche porque pienso reclamar como mías todas y cada una de las partes de tu cuerpo.

 

—Edward…—dijo mi Bella mirándome tiernamente a los ojos –yo también te amo y estoy deseando ser tuya esta noche.

 

El claxon del auto nos sacó a los cuatro de nuestras burbujas anunciándonos que ya habíamos llegado al lugar de la celebración. Un lugar hermoso elegido por Renée llamado la Bella Italia. He de aclarar que si su arte para cocinar era un absoluto desastre, su pericia para organizar dos bodas y una de ellas con tan poca antelación había sido de matrícula de honor ya que las novias y demás mujeres estaban lo bastante lejos como para no poder inmiscuirse más que por teléfono así que fue ella la que cargó con todo el trabajo.

 

Con mucho, mucho esfuerzo por culpa de los dichositos vestidos, salimos de la limusina y nos encaminamos hacia un reservado del restaurante donde mi hermana y Kate quitaron las famosas colas a los trajes ¿es que no podían haberlo hecho antes? Una vez reparado el maquillaje nos dispusimos a entrar en el salón. Otra salva de aplausos nos recibió nada más llegar y nos acompañó hasta la mesa presidencial. A nuestro lado se sentaron los padrinos de la boda y muy cerca de nosotros el resto de la familia. Athenodora, sus hijas y la extraña pareja habían desaparecido misteriosamente y, si soy sincero, nadie las echaba de menos. Mi tío Cayo seguía con nosotros.

 

La cena transcurrió de lo más divertida, la charla era agradable y amena. Entre Alice y Rose, le contaron a Renée de nuestro primer encuentro y tanto ella como Dydime se partían de la risa mientras que mi mujer miraba hacia abajo totalmente sonrojada. Al ver que estábamos hablando del asunto, mi tía Sulpicia rompiendo con el supuesto protocolo, se levantó de su mesa, se sentó junto a Rose y escuchó toda la explicación y, naturalmente se unió a las risas de las otras dos.

 

—A este paso, mi querida nueva sobrina, cuando subas a un autobús o al metro van a tener que poner un cartel de precaución ya que puedes llegar a ser un arma de destrucción masiva. Sí señor, me encanta –decía sin cesar muerta de la risa. He de decir que la risa de mi tía tenía una entonación muy singular y propia que provocaba que todo el que estuviera a su alrededor se contagiase de ella sin saber siquiera porque se reía. Esta vez no fue diferente y todo el salón acabó mirándonos y riéndose a carcajada limpia, mi Bella incluida, a la cual se le había pasado el momento vergüenza y compartía los comentarios jocosos con los demás.

 

El momento de partir la tarta llegó, bueno mejor dicho las tartas ya que había una para cada pareja. Entre los dos troceamos la nuestra y tal como manda la tradición Bella me dio de comer un buen trozo con el mismo cuchillo que habíamos utilizado para cortar y yo hice otro tanto de lo mismo. Carlisle y Esme a nuestro lado estaban felices y mi madre había embadurnado la cara de mi padre con la tarta cosa que me hizo mucha gracia. Pero no estuve riendo mucho rato ya que la diosa traviesa que tenia a mi lado hizo lo mismo con mismo cara. No creo que ninguno de los invitados a la boda se haya reído más y más fuerte en otra celebración.

 

El momento de abrir el baile llegó y las dos parejas hicimos los honores. Un precioso Vals dio al ambiente un toque de romanticismo mientras los cuatro nos movíamos por todo el escenario. Cuando nos juntamos en un punto Esme me separó de Bella que fue atrapada por Carlisle y así iniciamos un nuevo vals con las parejas intercambiadas. Poco a poco se nos fueron uniendo los demás invitados. Estuvimos un buen raro bailando con unos y con otras piezas clásicas e inolvidables de la historia de la música. Pero llego un momento en que al grupo de diablos, madres y abuelas incluidas, le pareció muy sosa y aburrida esa clase de música y se lanzaron a la pista en busca de algo que estaba tapado con una sabana. Cuando lo descubrieron pude advertir que se trataba de un enorme karaoke. Todos los hombres allí presentes nos miramos con horror. Las mujeres, novias incluidas, pusieron en marcha el aparatito infernal y…el infierno se abrió con toda su plenitud. Lo peor de todo no era que empezaron a bailar en un desorden organizado que solo ellas eran capaces de formar, no eso no era lo peor, lo peor era que no se ponían de acuerdo para cantar y los gallos y salidas de tono eran tan estruendosos que ni el mejor brujo de la tribu más antigua y ancestral podía hacerlo mejor para convocar una gran tormenta. Ahora era Madonna la que estaba cantando Like a Virgin y las diabólicas mujeres movían las caderas de una forma…un rápido vistazo a mi izquierda y derecha me dejo comprobar que no era solo yo el que tenía una mirada hambrienta y una erección de lo más evidente. Jasper, Garrett, Laurent, mi tío Aro, Charlie y hasta…¡mi abuelo Marco!, tenían una expresión indescifrable en sus caras, una expresión que seguramente yo también tendría. Los movimientos de mi Bella al ritmo de la música eran sugerentes, sensuales y mi muy enardecido miembro estaba empezando a agujerear mis bóxers y pantalones en busca de la libertad. Todos a una subimos a la llamada de nuestras sirenas para bailar y cantar con ellas todas y cada una de las canciones que salían de la maquina. Y así pasamos el resto de la velada bailando todos juntos al ritmo de la música que salía de aquel aparato. He decir que bailar con mi Bella a veces de formas llamémosles….sugerentes hizo que mi miembro palpitase dentro de mis bóxers de un modo alarmante y doloroso. Yo me movía de forma sugerente agarrándole la cintura por detrás de forma que ella se frotaba contra mi muy erguido miembro provocándome una tortura sin precedentes.

 

Un poco cansados ya del ejercicio del baile nos fuimos a sentar a la mesa junto a Rose y Emmett. Nuestros respectivos padres ya estaban sentados ahí junto a mis abuelos.

 

—¿Dónde está nuestra hija Emmett?

 

—Allí –y cuando miramos en la dirección en que señalaba mi cuñado vimos a una Rossie desconocida, totalmente desencajada y comiendo todo tipo de dulces que llevaba dentro de una bolsa. Daba la impresión de que estaba un poco acelerada y nerviosa. Bailaba como una loca junto a otros niños que había en la fiesta, dando saltos al ritmo de la música que sonaba.

 

—¿De quién ha sido la idea de dar a la niña una bolsa tan grande de golosinas? –preguntó Rose con una ceja levantada mirando a Emmett.

 

—Esto…pues…yo…culpable –dijo Emmett preparándose para la bronca inminente.

 

—Pues la próxima vez que tengas una idea la compartes con el resto antes de ponerla en práctica, a ver que nos parece a los demás –le dijo Rose.

 

—Pero Rose cariño si preguntar ya pregunto pero tú nunca me respondes, te limitas a decir ummmm y no me contestas.

 

—Cuando aprenderás Emmett Swan que cuando nosotras decimos ummm es que no nos parece una buena idea y la estamos valorando.

 

—¿Y porque no me dices eso en vez de esa onomatopeya que puede significar cualquier cosa?

 

—Porque pienso que ya me conoces lo suficiente como para que sepas que ummm significa que no lo hagas hasta que yo no te lo diga.

 

—Ahhhh, pero es que tu luego…nunca dices nada, te quedas callada.

 

—Emmett Swan ¿es que a estas alturas de la historia no sabes que mi silencio significa estate quieto y no hagas nada?

 

—¿Significa eso? –dijo el pobre hombre rascándose la cabeza.

 

—Sí, eso mismo, si yo pensara que la idea es una buena idea te lo diría sin más pero cuando callo es porque me parece una mala, malísima idea.

 

—Pero es que siempre callas.

 

—¿Será porque siempre tienes malas ideas?

 

—Bueno y ya que estamos, ¿qué significan tus ajas y tus así ques…? –y los demás hombres que estábamos en la mesa pusimos especial atención ya que era una información valiosísima. Charlie puso una cara de esas que dice, a ver si consigo enterarme de una vez.

 

—Ufff difícil pregunta, eso depende de mis estados de ánimo pero ten por seguro que siempre tendrá que ver con algo que pienses o hagas que a mí no me termine de convencer del todo; o quizás algo que has dicho, o algo que no has hecho o has hecho mal…en fin maridito que el lenguaje onomatopéyico y mímico es un gran invento.

 

—Será para ti porque yo a este paso voy a tener que hacerme con un diccionario de mímica y onomatopeyas –dijo el pobre hombre rascándose la cabeza en medio de las risas no contenidas del resto de la concurrencia. Todos reían, bueno todos no, mis abuelos reían, mis tíos reían, pero Carlisle y yo no reíamos,  teníamos muy claro que tendríamos que hacernos con una copia de ese diccionario ¿por qué todas las mujeres eran tan difíciles de leer?, ¿no podían expresar su opinión con palabras como todo el mundo? Renée miraba a Rose dándole en todo momento la razón haciendo extrañas muecas con la cara y el pobre Charlie suspiraba resignado.

 

Después de ese momento de medio relax un volcán huracanado que había adquirido la forma de Irina llegó en tromba a donde estábamos y cogió a mi tío Cayo de la mano obligándole a salir a bailar argumentando que no se podía estar tan estirado en una boda ni ser tan críptico y circunspecto. Mi pobre tío fue arrastrado a la pista de baile seguido de los demás que fuimos también arrastrados por nuestras respectivas parejas. Rose cogió a su hija y empezó a bailar con ella, bueno más bien a cansarla pues la niña parecía una pila de estas que duran y duran y duran y nunca se acaban con tanta azúcar como llevaba en su organismo.

 

Y por fin, el esperado momento, aquel por el cual mi erección y mis pantalones habían estado implorando toda la noche, llegó. Pero antes de irnos teníamos que cumplir con dos rituales. Suspiré resignado yo solo quería marcharme de ahí y poder disfrutar del cuerpo de mi diosa pero Irina, Kate y Alice junto con las madres, tías y abuelas respectivas tenían otra idea. Ya antes me habían cogido la corbata y haciéndola pedazos con una tijera se dedicaron a repartir los trozos por toda la concurrencia. Ahora nos tocaba seguir con la siguiente tradición. Cuando metí mi cabeza, nariz y boca incluidos debajo del vestido de Bella para coger con los dientes su liga y quitársela, su olor a sexo me embriago de tal manera que mi erección empezó a saltar y dar gritos de júbilo y anticipación. Estaba tan oscuro que no pude ver bien lo que llevaba puesto debajo de ese vestido pero seguro que sería algo que me provocaría una combustión espontanea, mis pantalones estuvieron de acuerdo conmigo. El momento de lanzar los ramos había llegado. Esme y Bella se subieron al escenario y dándose la vuelta lo lanzaron sin mirar entre todas las muchachas casaderas que había entre la concurrencia. El ramo de Esme fue recogido muy hábilmente por Alice que lo enseñaba triunfal mientras la hija de uno de los empresarios ms importantes de la ciudad la miraba con cara de malas pulgas ¿qué había pasado?, muy sencillo el ramo iba directo a ella pero…Alice de un hábil empujón la quito del medio y lo recogió mirándola con desafío. La tal Maggie, una muchacha insoportable con la que había salido un par de veces para que me dejara en paz, y que me miraba decepcionada, se marchó de ahí con las cajas destempladas. El turno de Bella llegó y esta vez fue Irina la que recogió el ramo ante las miradas furibundas de un montón de mujeres a las que había quitado de en medio para llegar hasta él. Bueno ya era hora de que estos cuatro formalizaran su relación así que, si lo que contaba la tradición era cierto pronto tendríamos nuevas bodas en la familia.

 

Nos despedimos de todos y en medio de una nueva salva de aplausos salimos hacia uno de los hoteles más lujosos de todo Port Ángeles donde habíamos alquilado las dos suites nupciales que el hotel tenia para esta noche. Al día siguiente comenzábamos nuestros respectivos viajes de Luna de Miel. Carlisle iba a cumplir uno de los sueños de Esme, viajar por Latinoamérica para conocer de primera mano las civilizaciones indígenas más famosas, los mayas, los aztecas y los Incas. Yo también le iba a cumplir un sueño a mi Bella ya que ella se volvía loca por la cultura Griega y por la civilización egipcia, así que ese era nuestro destino. Unos cuantos días en Grecia haciendo un recorrido por todos los monumentos y lugares emblemáticos de Atenas y demás islas y localidades donde todavía había vestigios de esa civilización cuna de la cultura europea. Después volaríamos hacia Egipto donde le tenía preparado un tour por todas las pirámides que eran visitables.

 

Cuando llegamos nos dirigimos directamente al mostrador donde una recepcionista que me miro como si yo fuera un espécimen extraño nos dio las llaves de nuestras respetivas habitaciones. Nada más salir del ascensor yo cogí a mi Bella en brazos y mi padre hizo lo mismo con Esme. Todo el mundo nos miraba mientras nosotros nos dirigíamos divertidos hacia nuestro destino.

 

Cuando llegamos a la habitación, abrí la puerta con la tarjea y entre con mi Bella. Cerré con una patada y deposite a mi diosa amazona en el suelo, me acerqué a ella como si se tratase de un vampiro a punto de saltar sobre su presa y ataque sus labios con fiereza, una fiereza y un instinto animal que me salía de muy adentro. La empujé contra la pared y me presioné contra ella haciendo que mi erección se apoyara en mi vientre. Bella resopló de satisfacción al comprobar lo enorme que estaba. Después de saciarme durante un buen rato de sus labios, de subir y bajar mis manos por todo su cuerpo y de morder y pellizcar sus pezones por encima de la ropa me separé de ella, la llevé a la habitación. Esta estaba iluminada tan solo por velas aromáticas que le daban a la estancia una dosis de erotismo, sensualidad y romanticismo. En el centro de la cama, encima del inmenso edredón había un manto de rosas rojas esparcidas. Me acerqué al equipo de música y tal y como había pedido empezó a sonar en el ambiente una balada romántica muy propia para la ocasión. Bella me miraba extasiada, parecía que se había quedado embobada mirándome sobre todo a mi trasero y a mi enorme y necesitada erección, sus ojos hambrientos me desnudaban con la mirada. La cosa más Bella de Eros Ramazotti resonaba en la habitación mientras nuestros labios se volvían a juntar. Entre besos y besos le fui desabrochando los numerosos botones de su vestido muy poco a poco, maldiciendo por lo bajos a los diablos 1 y 3, ¿por qué no podían haber puesto una cremallera? Mientras le desabrochaba iba acariciándola con los dedos en la piel que quedaba expuesta, arañándola tiernamente con las uñas mientras Bella hacia lo mismo con mi camisa entre gemidos y gemidos de placer.

 

Cuando por fin toda esa enorme cantidad de botones estuvo vencida le fui quitando poco a poco el vestido hasta dejar que cayera al suelo y lo que vi…lo que vi me dejo sin aliento. Un estremecedor escalofrió recorrió todo mi cuerpo y mi erección puso el grito en el cielo. Ver el cuerpo de esa mujer, mi mujer, enfundado en ese corsé y esas braguitas tan…pequeñas, era una visión divina y a la vez demoniaca, era la lujuria, la sensualidad y el erotismo todo reunido en esa diosa echa mujer y bajada del mismo Olimpo para atormentarme. Si que yo me diera cuenta ya que estaba embobado mirándola, se acercó hacia mí y me desabrochó y bajo los pantalones dejándome en bóxers.

 

—Ahora estamos los dos al mismo nivel –me dijo mordiéndose los labios y sacando su lengua para pasarla por ellos en un gesto tan provocador que me lancé hacia ella sin pensármelo mas. Con nuestros labios aun pegados la tomé en brazos y la deposité en la cama sobre los pétalos de rosa que hacían contraste con su piel blanca y su pecaminoso conjunto. Deje sus labios un momento para trazar un camino de besos desde el lóbulo de su oreja, el cual mordisqueé, pasando por su oído donde sople y gemí para excitarla más, hasta llegar a sus pezones los cuales libere de su prisión para degustarlos a placer. Le di la vuelta con algo de brusquedad para desabrochar el corsé dejándola solo con las pecaminosas braguitas de las que ya me encargaría más tarde. La devolví a su posición inicial para seguir alimentándome de ella. Con mi lengua hacia círculos en uno de los pezones que ya estaban tiesos y erectos para mi, mientras que con una de mis manos le pellizcaba y acariciaba el otro. La otra mano iba y venía a su antojo de manera desesperada. Sustituí mi lengua por la mano que se paseaba por su cuerpo y mientras seguía tironeando y arrancándola gemidos de placer que me excitaban todavía más, bajé con mi boca dejando besos por el resto del cuerpo, su estómago, sus muslos, sus piernas, sus pies los cuales lamí y chupé uno por uno pasando mis uñas por sus plantas en un intento de llevarla al límite, de calentarla hasta extremos insospechados. Volví a hacer el recorrido de vuelta y al llegar a su entrepierna rompí esa lujuriosa braguita con mis dientes y me sumergí en su santuario ese que ahora me pertenecía por y para siempre. Con mi lengua trazaba círculos en su clítoris para luego descender e introducirla en su cavidad, cuando veía que estaba al limite la sacaba y volvía a su centro y así estuve un buen rato jugando con ella hasta que tuve piedad de sus suplicas desesperadas y me introduje de nuevo en ella con mi lengua, entrando y saliendo, entrando y saliendo, cada vez mas fuerte hasta que en medio de un grito de placer le arranque el primer orgasmo de la noche, el primero de muchos todo hay que decir. Mi boca dejó su sexo todo palpitante y ansioso de más y mientras subía de nuevo por su cuerpo posicioné mi erección en su entrada pero antes de introducirla empecé a restregarme por la zona de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Llegué hasta su boca y la ataqué de nuevo para degustar su sabor mezclado con el mío. Cuando la iba a penetrar lentamente, Bella tuvo una idea mejor y dándose la vuelta se situó a horcajadas encima de mí, sexo con sexo. Mientras se frotaba contra mi pene como yo había hecho con ella empezó a dejar suaves y húmedos besos por mi cuello, mi pecho, jugó con mis pezones, bajo por mi estomago y cuando llego a mi erección la introdujo en su boca hasta dentro, lo mas dentro que podía y empezó a apretármela a lamerla y a chuparla con su lengua. El placer era indescriptible, la sensación maravillosa y simplemente me tumbé y me deje hacer. Chupó, exprimió y lamió tomándose su tiempo, torturándome, acariciando mi glande con su lengua para de nuevo volver a introducirla en su boca hasta llegar a mis testículos, llevándome al límite al igual que yo había hecho con ella, metiendo y sacando mi pene , mordisqueándolo con sus dientes. Yo ya no podía más, sentía que mi orgasmo iba a llegar en cualquier momento, intenté moverla de su posición pero fue imposible, al revés, puso su mano en mis testículos apretándolos y masajeándolos y yo me deje ir sin remedio.

 

A pesar de que me había descargado en un orgasmo bestial, como todos los que ella me arrancaba, mi erección comenzó de nuevo a palpitar al ver como se tragaba todo mi semen y relamía sus labios. No había cosa más erótica para mí que ver a mi diosa, a mi mujer, tragándose mi esencia de esa forma. La volví a poner debajo de mí y repetí de nuevo todo el proceso de marcar su cuerpo a base de besos mientras mi erección volvía a crecer de nuevo a pasos agigantados. Me situé en su centro y la fui penetrando lentamente mientras nuestros ojos hacían contacto visual y sin perder ese contacto empecé a moverme dentro de ella, primero de manera lenta, pausada, sin prisas para luego acelerar un poco mas mientras la besaba en las mejillas, en los labios, en su mentón. Me acerque a su oído para que pudiera a escuchar mis gemidos cosas que sabia la excitaba un montón.

 

—No sabes lo mucho que te amo, no te lo puedes llegar ni a imaginar –le susurraba en su oído mientras me movía cada vez un poco más rápido. Me rodeó la cintura con sus piernas haciendo la penetración más profunda y placentera –te amo y todo a mi alrededor desaparece, te amo y mi cuerpo se estremece ante la enormidad y profundidad de mis sentimientos, te amo y no me importa nada más. Eres toda mi vida Bella, la razón por la que respiro y me levanto todos los días, eres mi diosa, te amo, te amo como nunca pensé que podría llegar a amar a nadie y ese sentimiento lejos de asustarme me hace más valiente, mas fuerte y mejor persona.

 

—Yo también te amo Edward, con toda la pasión de mis sentidos, con toda la fuerza de mi corazón y de mi alma, no podías haber descrito mejor la enormidad de lo que siento porque es la misma sensación, haría por ti lo que fuese, daría mi vida por ti si llegara el caso, eres la razón de mi existir, mi mundo, mi universo entero, nada importa si tú no estás conmigo, el mundo carecería de sentido si tu desaparecieras –me decía entre gemido y gemido –tengo mucha suerte de haberte encontrado, nunca le estaré lo suficientemente agradecida a Alice.

 

—Creo que estará más que satisfecha con la enormidad de nuestro amor, porque te juro que me pasare toda mi vida agradeciéndote, amándote y adorándote con todo mí ser, tal y como te mereces, como la diosa que eres –le contesté. Y así entre palabras de amor salidas de lo más profundo de nuestros corazones, las embestidas se hicieron cada vez más duras y fuertes hasta que juntos explotamos en un orgasmo tan inmenso como el amor que nos teníamos.

 

Nos pasamos toda la noche amándonos, diciéndonos con nuestros cuerpos lo mucho que nos queríamos, deseábamos y necesitábamos. Las primeras luces del día nos sorprendieron en la bañera en donde habíamos tenido una sesión de amor intensa y espectacular. El olor que había en ese momento en la estancia era delicioso, nuestro sexo mezclado con las sales aromáticas que había en el agua. Nos besábamos y nos saciábamos para luego descansar y volver a empezar el rito más antiguo, el de la seducción perpetua que culminaba en un acto ritual, una experiencia sobrecogedora que, a pesar de haberla experimentado con anterioridad, era algo de lo que nunca me cansaría.

 

Después de disfrutar de nuestros cuerpos y nuestra intimidad un poco mas dejamos la habitación y nos dirigimos a desayunar. Habíamos quedado con mis padres para hacerlo juntos y despedirnos así hasta dentro de un mes, tiempo que iba a durar nuestra luna de miel. La cara de mi madre nada más entrar en el restaurante del hotel expresaba con palabras que la noche para ellos había sido tan excitante y placentera como la nuestra. Lo cierto es que en esa mesa se respiraba amor, mucho amor.

 

El bufete era libre y se podía repetir de todo lo que se quisiera. Las chicas se lo tomaron muy a pecho, comieron y comieron y yo nunca las había visto disfrutar tanto un desayuno. Se levantaban de la mesa y volvían de nuevo con el palto lleno para comérselo en un minuto y volver a repetir la misma operación. Mi padre y yo estábamos encantados, extasiados y también muertos de hambre ya que la noche había dado mucho de sí y esa clase de ejercicio siempre abre el apetito ¿o no?

 

Fuimos juntos hasta el aeropuerto de Washington para una vez allí separarnos hacia nuestros respectivos destinos. Con una sonrisa de felicidad y satisfacción en mis labios me senté en aquel avión que nos llevaría a vivir nuestra primera aventura como marido y mujer.

 

 

 

 

Capítulo 19: Retrospectivas Capítulo 21: Luna de miel y las diversas funciones de un helado

 


 


 
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