UNA CITA CASI A CIEGAS

Autor: AlienaCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 07/04/2012
Fecha Actualización: 23/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 105
Visitas: 76741
Capítulos: 29

Bella Swan nunca pensó que por acceder a regañadientes a los ruegos de su amiga, pasaría un día tan maravillosamente increíble junto a un hombre insaciable.

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Capítulo 14: Una Fiesta diabólica

 

 

 

 

 

DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en este fic me pertenecen son propiedad exclusiva de S. Meyer


Capítulo 14: Una fiesta diabólica

Pov Bella

A pesar de que el vuelo no se había hecho excesivamente pesado, ya que íbamos cómodamente instalados en primera clase, era demasiado largo y me encontraba entumecida. Me había pasado casi todo el tiempo arropada por los fuertes brazos de mi prometido, durmiendo a ratos y, naturalmente, no habíamos podido evitar la tentación de pasar a formar parte del club de las alturas con una muy buena nota todo hay que decirlo, si no que se lo pregunten a mis bragas las cuales tuve que sustituir por unas limpias y secas, sobre todo secas. Menos mal que con este hombre he aprendido bastante y ya llevo conmigo siempre algún repuesto. Consecuencias de nuestros actos, las azafatas y resto del personal del avión no nos quitaban ojo de encima, así como algunos pasajeros ¿tanto ruido habíamos hecho?, quizás el problema es que detrás de nosotros habían pasado a inscribirse al susodicho club Emmett y Rose.

Ahora me encontraba con la cabeza apoyada en la ventana del avión observando las luces la Ciudad del Viento, una ciudad que me abría sus brazos mientras el avión se dirigía inexorable hacia una de las pistas de aterrizaje del Aeropuerto Internacional Midway.

—Bienvenida a mi ciudad natal amor –me dijo Edward dejándome un beso en el lóbulo de mi oreja –arggg como me ponía cuando hacia eso, mis bragas ya estaba empezando a pedir explicaciones de nuevo, pero… un momento ¿ciudad natal?, este hombre no se había enterado de nada.

—Esto Edward, amor, Chicago puede que sea la ciudad donde has vivido toda tu vida pero tu ciudad natal según la historia de Esme es Berlín si mal no recuerdo –le dije con fingida inocencia.

—Tienes razón mi amor –me contestó sonriente –pero no puedo evitarlo. Éramos tan solo unos bebés de días cuando nos arrancaron de los brazos de Esme y nos trajeron aquí, no puedo dejar de pensar en esta ciudad como la ciudad que me vio nacer, pero sería más correcto decir que…me vio crecer. Pero tecnicismos aparte, estoy desando enseñártela amor, quizás podamos disfrutar y todo de algún espectáculo de Jazz, música muy popular aquí y que te encanta según me contaste –me dijo con aire muy misterioso.

La voz de la azafata pidiendo que nos abrocháramos los cinturones interrumpió nuestra conversación. El avión aterrizo suave, perfecto, como una pluma y los cuatro juntos salimos dispuestos a conquistar la segunda ciudad. Fuimos a la cinta trasportadora a por nuestro equipaje.

—Caray Rose, ¿qué has metido aquí para que pese tanto?, ¿has robado La Cibeles y yo sin enterarme?, mira que…

—He metido lo que tenía que meter Emmett Swan y deja de hacerte el gracioso, que aquel señor de allí con ese uniforme tan mono, ha levantado instantáneamente la cabeza al oírte decir la palabra robar. Tengamos la fiesta en paz.

—Vale, vale ya me callo pero solo venimos para tres días. Mira ¿ves?, mi hermanita solo lleva… —y su gran y enorme bocota se cerró al ver que su "hermanita", como él me llamaba, tenía tantas maletas como Rose.

Salimos de la terminal y allí estaba toda la familia Cullen/Vulturi esperándonos, bueno…la parte de la familia Cullen/Vulturi que merecía la pena. De repente Rose y yo nos vimos arrastradas y medio ahogadas por un follón de brazos que, a la par que nos apretaban hasta el borde de la asfixia , nos obligaban a dar saltos par poder ir a su ritmo. El ambiente se vio rápidamente inundado y contagiado de un coro de

—Bella, Rose, bienvenidas.

—¿Y yo qué, estoy pintado?

—Perdón Emmett bienvenido tu también.

—No sabes cómo me gusta que por fin estéis aquí.

—Que ganas tenia de que vinierais a mi ciudad natal.

—Eso no es así Alice, tu ciudad natal es Berlín hija.

—bueno da igual, nos vamos a divertir mucho.

Y todo eso, seguido de muchos, muchos, muchos gritos. Y yo, ¿yo que iba a hacer?, contagiarme de su entusiasmo y empezar a dar saltos con ellas chillando tan o más alto. A mi lado Rose estaba igual de emocionada. Para terminar de rematar el estruendoso lio, Irina tuvo la genial idea de juntarnos de las manos haciendo un corro y empezar a girar como si fuéramos niñas pequeñas cantando como locas alguna canción típica de la zona, ya que yo no la conocía pero me sonaba mucho a alguna melodía de jazz arreglada por ella a su modo y estilo. Los hombres de la casa giraban a la par con nosotras para evitar nuestra caída, Aro incluido ya que Sulpicia estaba la primera en medio del follón y, por supuesto un muy divertido Carlisle. En cuanto a Emmett ese iba su bola y se había unido a nuestro especial corro de la patata. Después de haber formado el lio padre, en medio del cual unos turistas nos fotografiaron pesando que formábamos parte de una atracción de bienvenida montada por el aeropuerto y unas cuantas palabras más o menos educadas con el inconfundible y siempre presente en nuestras vidas guarda de seguridad, nos encaminamos a los coches no sin antes saludar, besar y abrazar a los chicos y Carlisle.

—¡Bella, Bella, Bella, Rose, Rose, Rose, Rose, cuanto me alegro que estéis aquí, no me lo puedo creer y tú también Emmett! –decía Alice dando saltitos y haciendo círculos al mismo tiempo, mientras Edward rodaba los ojos recriminándole con fingido enojo que su hermano era él. Alice le sacaba la lengua haciéndole burla e Irina, Kate y Esme la apoyaban saltando igual. De repente Kate noto que en uno de sus saltos el suelo estaba más blando de lo normal y claro, lo que pasó es que se había tropezado con un señor pisándole tan fuerte con ese enorme taconazo de aguja que no me extraña que al pobre se le saltaran las lagrimas de dolor mientas le decía que no había problema. Tras el incidente Aro, haciendo uso de su "autoridad", nótese el sarcasmo, nos pidió por favor un poco de formalidad y así conseguimos llegar a los coches no sin que antes Esme y yo nos tragáramos literalmente una farola por ir hablando y mirando donde no debíamos. Aro, Carlisle, Edward y el resto de los chicos rodaron los ojos y nosotras nos frotábamos las zonas del cuerpo que habían impactado contra el maldito mobiliario urbano siempre puesto en medio para molestar.

Y aquí estaba yo, en la antigua habitación de Kate junto a las demás a excepción de Esme y la loca de mi madre que estaban en la Mansión Cullen dando los últimos retoques. Nos estábamos terminando de arreglar para la fiesta ya que, para disgusto de Edward, ese día, justo al siguiente de nuestra llegada por la noche, me habían secuestrado desde buenas horas de la mañana después de haber ido al aeropuerto a buscar a mis padres a los que, naturalmente, Edward se encargó de llevar y acomodar en al gran Mansión mientas yo "disfrutaba", nótese de nuevo el sarcasmo, de mi secuestro.

Mi futura cuñada y mi futura prima, se habían esmerado al máximo y elegido con muy poco tiempo unos vestidos preciosos para lucir esta noche, totalmente diferentes unos de otros, muy originales y acordes con nuestros gustos.

A pesar de que las intenciones iniciales de Edward eran que fuéramos a pasar la noche a su apartamento, Carlisle, haciendo unos pucheros muy parecidos a los de su hija, le había convencido para que nos quedáramos a dormir en la gran Mansión, no sin antes ir a la gran casa de los Vulturi, donde me obsequiaron con una fantástica cena dándome así la bienvenida oficial entre ellos. Parecía que toda la familia se esforzaba por hacerme sentir a gusto y feliz y yo no podía estar más agradecida. Bueno… no toda la familia ya que Athenodora y sus hijas se excusaron para no ir aunque sabía que rondaban por algún lado de la casa, sin embargo Cayo hizo acto de presencia.

Fue en la residencia Vulturi donde conocí al abuelo de Edward, Edward sénior, que era una mezcla entre Alice, Carlisle y mi novio difícil de digerir. El hombre me dio una muy calurosa bienvenida y en un aparte me dijo en secreto que se alegraba de que su nieto hubiese encontrado una mujer como yo, ya que no estaba para nada de acuerdo con ese posible matrimonio con Tanya, pues él tenía claras dos cosas, una que su nieto no la amaba y dos, que esa arpía, y esas fueron sus palabras, solo buscaba el dinero y el prestigio Cullen.

También tuve el privilegio de conocer a Marco y a Dydime, los dueños y señores de la Mansión, que eran exactamente como me los había descrito Edward pero me trataron muy cordialmente y me dieron una calurosa bienvenida, sobre todo Dydime, y una sincera felicitación. Durante la cena Marco le dejó bien claro a su nieto lo que pensaba de la actitud de Elizabeth a la que se refirió como su ex hija, ante la mirada de tristeza de Dydime, y nos reveló que nunca habría consentido un matrimonio obligado con una mujer como Tanya. Me dijo que era bienvenida en la familia ya que si yo era lo que quería su nieto así sería.

Me había pasado toda la mañana en el estudio de diseño de Alice y Kate junto a las demás chicas y mi madre que había quedado encantada con su vestido y con el mío; y después habíamos almorzado en un fastuoso restaurante por cuyas ventanas se podían apreciar las Torres Sears una de las construcciones más significativas de la ciudad.

No tengo palabras para definir lo bonito que es mi vestido de novia, por lo menos sobre el papel ya que todavía no es una realidad. Yo venía dispuesta a hacer un montón de cambios ya que las liberales e innovadoras ideas de Alice a veces no casaban con mis gustos, pero esta vez se habían portado las dos, era precioso y qué decir de los de las damas de honor, el de Esme, el de mi madre y el de Rose.

La imagen que me devolvía el espejo de la habitación de Kate era una mujer desconocida para mí pero a la vez muy cercana. El vestido que luciría esa noche era un sueño, un total y absoluto sueño y me sentía como si fuera una estrella de cine con él puesto. De una tela suave y sugerente, se adaptaba a mi cuerpo como una segunda piel y su escote me dejaba lucir a la perfección la gargantilla y los pendientes que mi madre y mi padre me regalaron cuando me gradué y que pertenecieron a mi querida abuela Marie, la dueña de la sortija que siempre llevaba en mi mano, aquella que sirvió para engañar a la Madrastra y a Cruella.

Bajé las escaleras de esa enorme mansión sintiéndome aun como esa estrella de cine antes mencionada. Edward me esperaba abajo con la boca tan abierta al verme que casi le tengo que dar uno de mis pañuelos de papel para que se secase las babas. Claro que yo no estaba mejor, pues verle luciendo un smoking hacia que todo mi cuerpo colapsara y convergiera entre mis piernas y mis pobres bragas me pidieron auxilio.

Dos enormes limusinas nos esperaban para llevarnos a la Mansión Cullen donde Esme, Carlisle, Renée y Charlie nos esperaban junto a los abuelos Cullen y Vulturi. Por cierto, tengo que acordarme de otorgar la medalla a la santísima paciencia a Esme ya que se la había ganado con creces intentando convencer a mi madre de que no hacía falta cocinar nada, es más, creo que hasta le había hecho entender lo que nosotras habíamos sido incapaces todos estos años, es decir, cuando te piden unos ingredientes en una receta son esos ingrediente y no los que a ti te salen del moño.

Alice e Irina iban en la limusina de delante junto a Jasper, Laurent y los tíos de mi novio. En la de atrás íbamos Edward, Rose, Emmett, Kate, Garrett y yo. La limusina de Alice aparcó justo en el momento en que una despampanante mujer, ya entrada en años, vestida de una forma muy grotesca, muy juvenil para su edad diría yo, pero despampanante al fin y al cabo, se dirigía hacia nuestros coches. Cuando pasaba al lado de la limusina de Alice, ésta abrió la puerta no sé sin queriendo o por accidente, el caso es que la puerta en cuestión impactó directamente contra la buena señora que acabo despatarrada en el suelo con todas las piernas en alto y enseñando según que vergüenzas. Alice salió del auto acompañada de Irina y Esme, que estaba en la puerta, se acercó a ellas.

—Tía Athenodora, tía Athenodora –decía una Alice a la que hubiera dado un óscar a la mejor actriz por su soberbia interpretación de sobrina arrepentida –¿estás bien?, ¿te has hecho daño?, no sabes cuánto lo siento yo...no te vi.

—Tía por Dios que pena, tu vestido se ha manchado –decía ahora Irina haciendo la competencia a Alice por el óscar. Vas a tener que volver a casa, mira que es una lástima con lo que te habrá costado encontrar un vestido vamos…que…te siente…así.

—Yo te dejaría uno cuñada ya que me traje varios para elegir –entró Esme en la competencia –pero es que…esto…verás…no sé si te va a quedar bien…bueno…no te enfades…pero mi peso y el tuyo…oh no quiero decir que estés gorda ni mucho menos pero…

—¿Por qué no miras por dónde vas Renata? –intervino un furioso Cayo bastante enfadado por ver a su mujer en semejante posición ya que entre disculpas y no disculpas la Bruja del Este seguía todavía despanzurrada en el suelo. Desde mi posición, ya fuera del coche, podía ver su ropa interior que era... ¿qué color era ese?, ¿Llevaba ropa interior esta mujer o estábamos viendo sus vergüenzas en vivo y en directo? Un rápido vistazo a mi derecha me bastó para comprobar que Edward estaba roto de la risa y morado de aguantarla, Emmett y Rosalie estaban muy serios, aparentemente, y circunspectos; un nuevo vistazo a la izquierda me sirvió para comprobar que Aro estaba igual y que Sulpicia y Kate se sujetaban la una a la otra disimulando bastante mal; con un simple vistazo al frente, comprobé que Carlisle y su padre estaban muy serios, muy serios, pero… en fin…la mueca era la mueca marca Cullen. Marco y Dydime, que estaban a su lado, aguantaban la compostura como podían. El gesto de Marco era adusto, antipático, Dydime sin embargo se estaba mordiendo el labio. Mis padres, mis padres eran todo un poema, sabedores y conocedores del asunto estaban disfrutando como locos de la situación, sobre todo mi padre ya que su personalidad policiaca exigía darles una patada en el culo él mismo a las culpables de los mails y todo apuntaba a ellas. Además le tenían un cariño especial a Alice y la conocían como si fuera yo, así que sabían demasiado bien que el "accidente" había sido…provocado. Y qué decir de los chicos que misteriosamente estaban todos concentrados en una de las limusinas.

—¿Quieres ya levantarte de ahí mujer que me estas dejando en ridículo? –decía un muy enfurecido Cayo.

—Mamá, mamá ¿pero que te ha pasado? –preguntaba una escultural mujer pero con una ropa…en fin…muy poco adecuada, que venía corriendo a ayudar la que se supone era su madre seguida de otra no menos escultural mujer igual de mal vestida, pero con cara de haberse tragado una guindilla.

—Philp –dijo muy digna la Bruja del Este, una vez que se hubo levantado del suelo –llévame a casa a cambiarme de vestido y tan altanera como había aparecido, hasta el aterrizaje por lo menos, desapareció. En su lugar quedaron las dos guindillas digo…las dos muchachas esculturales y ridículamente vestidas que miraron al cuarteto diabólico con cara de muy pocos amigos. Pero una de ellas, la morena, cuando vio a Edward cambio la expresión.

—Eddie, Eddie, querido primo ¿cómo estás? –le dijo arrojándose a sus brazos y pretendiendo empujarme –pero mi prometido reaccionó a tiempo y me atrajo a su cuerpo de manera que quedaba entre éste y la pegajosa mujer que al ver la maniobra frenó en seco.

—Heidi, Renata, os presento a mi hermosa prometida Isabella Marie Swan ya que no habéis querido conocerla en casa, espero la tratéis con el respeto que merece.

—Esto…encantada –dijo una muy falsa Heidi dándome un par de fríos besos en la mejilla, gesto que fue imitado por su hermana.

—No te creas que vas a salirte con la tuya –me dijo Renata al oído cuando me besó y por el gesto y la cara que le puse, supo en ese momento que nada de lo que me pudiera hacer o decir me iba a acobardar. Yo era una Swan y con los Swan nadie se metía. Y había un factor añadido ella misma se había delatado, era una de las culpables de los mails.

—¿Cómo estáis? –dijo Edward sacándome de allí y llevándome en presencia de sus abuelos, mis padres y de Carlisle. Pero antes de irnos miró a Renata con expresión desafiante, había escuchado perfectamente sus palabras. Y su gesto y expresión no presagiaba nada bueno. Pero más miedo me daban las miradas cómplices que se intercambiaron los diablos, Rose y Emmett ya que esas sí que daban…miedo no…terror.

—Bella, encantados de volver a verte –me dijeron uno por uno dándome un caluroso beso en la mejilla.

—Luego me tendrás que reservar un baile, es mi privilegio como jefe de la familia bailar con la futura señora Cullen –dijo Edward sénior ante un sonoro y estruendoso bufido de Anastasia y Griselda, acompañado de las miradas de reproche de sus abuelos. Mis padres muy divertidos y distendidos me abrazaron también.

—¡Sí, sí , sí, Bella será una Cullen! —empezaron a chillar y a gritar a la vez los cuatro diablos y Sulpicia, dando saltos y vueltas a nuestro alrededor como si ellas fueron el brujo invocando la lluvia y nosotros la hoguera. Carlisle, su padre, los míos y los abuelos Vulturi rodaron los ojos al unísono mientras Aro se lo estaba pasando en grande. Las miradas de odio de las dos hermanastras no podía ser más letal, pero yo se las sostuve impasible mientras ocupaba mi lugar junto a la familia para recibir a los invitados.

Después del típico discurso de bienvenida, la cena dio comienzo. Una muy altanera Athenodora apareció en mitad de ella con un nuevo vestido de fiesta todavía más horrorosa que el anterior ¿cómo era posible que teniendo tanto dinero vistieran así?, ¿es que no tenía asesores de belleza?

No puedo decir que la cena transcurrió de forma agradable porque con esos personajes sentados a nuestra mesa era imposible. Los comentarios hirientes y las indirectas hacia mi persona, rebatidas inmediatamente por un furioso Edward y unas no menos furiosas hermana, primas, madre, tía, Rose y, naturalmente Renée Swan, hicieron que el rato se convirtiera en una autentica tortura. Cayo llamó al orden a sus hijas y esposa un montón de veces, pero ellas seguían impertérritas en su misión de molestarme, aunque no lo estaban consiguiendo, ya que solo con ver cómo me defendía Edward me sobraba y bastaba. Pero si hay algo que no podía aguantar eran los coqueteos descarados de Heidi con Edward al cual se le notaba sumamente molesto e incomodo. Me da la impresión de que en un momento determinado intento con su pie tocar las partes intimas de mi hombre, esas que solo me pertenecían a mí, ya que noté como Edward se tensaba a mi lado y propinaba una especie de patada por debajo de la mesa y la cara de Heidi cambio de color al instante. Más tarde me enteraría de lo sucedido en concreto, pero de momento una cruel risa dirigida a ella escapó de la comisura de mi boca. Heidi muy digna se levantó para ir al baño. Alice, Kate, Esme, Rose e Irina se miraron en ese momento y esas miradas no me gustaron nada, y que razón tenía ya que Irina, como quien no quiere la cosa, estiró el pie al paso de la hermanastra malvada, ocasionando que esta se tropezase y cayese de bruces al suelo arrastrando tras de sí a un camarero que ese momento llegaba cargando una bandeja llena de copas de champan, champan que la muy zorra bebió pero del suelo. Su hermana se levantó del otro lado de la mesa muy dispuesta a ayudarla pero se encontró con otro obstáculo en forma de pie, esta vez de una muy disimulada Kate y así fue como Renata se despanzurró encima de su hermana enseñando también sus vergüenzas y que vergüenzas madre mía, menuda ropa interior…sin comentarios.

—Pero mira que estáis patosas hoy primas –dijo de nuevo una muy oscarizada Alice —¿qué sucedió esta vez?, a ver sujetaros a mí que os ayudo a levantaros.

—¡No hace falta! –exclamaron las dos al mismo tiempo y acto seguido se pusieron a cuatro patas levantándose como buenamente pudieron pues los restos de champán sobre el suelo dificultaban la misión. Vista a la derecha, Edward partiéndose de la risa sin ningún pudor al igual que mis padres, Rose y Emmett; vista a la izquierda, cara de póker de Cayo y Athenodora, Aro y Sulpicia apoyados el uno contra el otro y las caras de los cuatro diablos impregnadas de una inocencia espectacular; vista al frente sonrisa disimulada de Dydime, expresión facial de Marco aun sin determinar, y muecas burlonas en los rostros de Carlisle y su padre.

Una vez pasado el show de las dos lagartas que fueron al baño a retocarse un poco, la cena transcurrió sin más incidentes. Los postres estaban deliciosos pero a mí ya no me entraba nada mas, no estaba acostumbrada a comer tanto la verdad y menos a la hora de la cena. Una vez los camareros hubieron retirado las mesas hacia un lado para dejar espacio para el baile, Edward sénior subió a una especie de escenario improvisado acompañado de los abuelos Vulturi, de Esme y de Carlisle así como de mis padres. Me encantaba como procuraban darles a mis padres el sitio que les correspondía sin hacerles en ningún momento de menos.

—Bueno –empezó Edward sénior su discurso que se vio interrumpido por unos aplausos estruendosos provenientes de la llamada zona diabólica. El abuelo de mi amor las miró alzando una ceja y lo mismo hizo Marco.

—Pues como iba diciendo –segundo intento fallido ya que una voz proveniente de esa zona y que reconocí como la de Alice interrumpió el momento…

—Sí, sí, sí, es genial, Bella va a ser mi hermana, además de mi amiga, es estupendo, es estupendo y Rose mi concuñada o como se diga o como sea –decía dando saltitos, haciendo círculos a su alrededor y aplaudiendo a la vez. El pobre Jasper intentaba sin éxito contenerla.

—Y mi prima, no te olvides de que también será mi prima y Rose mi coprima o lo que sea –decía ahora Irina dando los mismos saltos, haciendo los mismos círculos y, por supuesto, dando palmas. Laurent estaba desesperado.

—Y la mía, es genial, nunca he tenido una prima más que tu y ahora voy a tener dos, porque esas otras no cuentan y… —pero Kate se interrumpió al cruzar su mirada con la de su abuelo y el de Edward que las miraban muy serios.

—Perdón…pero es que…estamos tan contentas y empezaron de nuevo a aplaudir y dar saltos –Edward a mi lado dio un suspiro. Aro se estaba rompiendo de la risa pero se le heló en la boca al ver el gesto adusto de su padre ya que se suponía que era quien tenía la misión de impartir orden y autoridad. Los invitados parecía divertidos pues mucho me temo que ya estaban acostumbrados a las salidas de tono de estas cuatro. Esme desde su posición estaba que no podía estarse quieta de la juerga que tenía y su expresión fingidamente seria era digna de otro óscar.

—Vamos a ver si puedo por fin comunicaros a todos que…—y tercer intento, ya sabemos que dicen que no hay dos sin tres, pues esta vez fue interrumpido por una especie de ruido gutural, algo parecido a wiiiiiii, que provenía de la misma zona diabólica…su autora…desconocida hasta la fecha…Edward sénior miró resignado hacia ellas que le devolvían la mirada muy serias.

—¿Queréis por casualidad anunciarlo vosotras? –y no hizo falta decirlo dos veces. Las tres se abalanzaron al escenario como si fuera una tienda de Cristian Dior y uno de sus modelos más preciados estuviera a precio de saldo y por modelos no tengo porque referirme precisamente a un vestido o complementos a ver si se me entiende. Yo con mi pedazo de hombre…tengo más que de sobra pero ellas... en fin que como dice Irina a nadie le amarga un dulce. Sentí detrás de mi unos espasmos extraños que iban a parar directamente a ya sabemos a dónde. Supuse que el culpable era Edward y su risa imposible de contener al ver las payasadas de sus primas. En ese momento me tenía abrazada la cintura por detrás y a mi esos movimientos, ¡hay dios! que estragos me estaban causando esos movimientos. La bragas Bella las bragas céntrate hija que estas en medio de una fiesta llena de gente que se fija en ti porque no sé si te habrás dado cuenta de que se anuncia, o eso se intenta, tu compromiso.

—¿Todo el mundo puede…vernos…todo el mundo puedo… oírnos? –dijo Alice tomando el mando del micrófono y arrastrando a Esme con ella. En ese momento me acordé de aquel profesor tan mono de defensa contra las artes oscuras que aparece en Harry Potter y la Cámara Secreta ya que la muy...muy… gamberra… había citado literalmente la misma frase de la película.

–hace ya algunos años, pero no muchos, esta que les habla sacó una beca para estudiar en España y allí tuve el placer de conocer a la que muy pronto seria mi más querida amiga y su cuñada, una también muy buena amiga. ¡Hola Rose!

—Hola –contestó Rose y un montón de ojos rodaron sincronizados.

-¿Y yo qué?, ¿otra vez te olvidas de mi?

-Hola Emmett, como olvidarme de ti.

-Hola Alice.

—No sé cuánto tiempo pasé intentando que mi amiga del alma y mi hermano se conocieran pues sabía que iban a congeniar en enseguida. Sí sabré yo lo que le conviene a mi hermano –se oyó un suspiro a mi lado — pero aquí Edward es terco y cabezota por naturaleza –a mi lado Edward resopló y rodó los ojos y a mí las bragas me seguían picando ya que cada vez que hacia un gesto de estos se movía…y esos movimientos…céntrate Bella, céntrate.

—No te pongas así primo, sabes que es verdad –terció Irina que estaba deseando meter baza. Alice la miró un poco mal y Edward a mi lado volvió a resoplar y mis bragas volvieron a vibrar

–El asunto está en que ayudada por la que hoy puedo decir con orgullo que es mi madre –un gemido salió de la garganta de Esme mientras un bufido encolerizado salía de alguna parte de la sala –conseguí que mi terco y cabezota hermano consintiera en conocerla y así fue como nació esta bella historia de amor ya que los dos congeniaron al instante. Y hoy puedo decir con una inmensa alegría y orgullo que pronto voy a tener una nueva hermana, una cohermana y un cohermano

—Y nosotras una nueva prima y una nueva coprima y un nuevo coprimo.

—Y yo una nueva hija y una nueva…bueno da igual.

—Al grano por favor –dijo muy disimuladamente Edward Sénior al oído de su nieta mientras Irina bajaba las escaleras y me arrastraba con ella hacia el escenario. Edward que por algún motivo se negaba a separarse de mí, me siguió.

—Sí, sí, ya voy al grano. En fin como por aquí me están metiendo prisas –dijo mirando a su abuelo ceñuda –tengo el honor de presentaros –y tiró bruscamente de mi para que me pusiera a su lado –a mi nueva hermana…

—Y prima

—Y nueva hija

—Bueno, bueno al nuevo miembro de la familia Cullen, Isabella Marie Swan, que muy pronto será Isabella Cullen ya que en breve se casará con mi hermano aquí presente-. Y tras este divertido y original anuncio toda la sala estalló en aplausos, bueno toda no, la sección oscura situada al fondo del salón y que parecía tener dos integrantes nuevos, no aplaudía.

Muy pronto me vi envuelta en una multitud de abrazos y felicitaciones al lado de mí ahora prometido oficial que no me soltaba ni a la de tres ¿qué diablos le pasaba?

—Así que –empezó a decir Cayo cuando se acercó a felicitarnos –un reportaje sobre España y la posibilidad de abrir un nuevo periódico ¿no sobrino?

—Bueno…esto…verás tío…Alice seguro que lo ha dicho para que quede bonito pero en realidad…

—En realidad nada sobrino, no lo arregles, que no hay nada que arreglar, todo está bien. Mi enhorabuena otra vez Bella.

—Quien me diría a mí que al final no te casarías con Tanya, dijo una voz musical y algo infantil a mi lado.

—Bella amor, te presento a Jane y su hermano Alec, los otros dos accionistas de la empresa –sí y también los dos nuevos integrantes de la sección oscura por lo que puedo observar.

—Supongo que ya sabrás que ser una Cullen supone una gran responsabilidad, espero que sepas estar a la altura –me dijo el tal Alec de modo muy sospechoso.

—Ten por seguro que lo sabe y que lo estará Alec, no tienes que preocuparte de nada –contesto mi prometido con un enojo nada disimulado.

—Todos estaremos aquí para apoyarla –dijo Esme que apareció junto a nosotros por arte de magia –no tienes que preocuparte Alec, tus acciones están seguras.

—Es que comprende que después de la que has armado…

—Después de la que armó Elizabeth querrás decir –dijo una muy furiosa Esme –Edward cariño venia a buscaros, tu abuelo quiere hacerse una foto con toda la familia –dijo mirando a esa pareja tan peculiar cuando mencionó lo de familia –me refiero a la cercana –aclaró, Jane y Alec se retiraron de inmediato y a la francesa.

—Como me cargan estos dos.

—A mi no sé quien me carga más si ellos o las tres brujas esas que tengo por tía y primas y con las que veo que han hecho piña, aunque he de decir que Cayo me está sorprendiendo.

—Oh hijo, nunca terminaras de sorprenderte con mi hermano, él es así, pero si hay algo que no le gusta son la gilipolleces y Elizabeth las ha superado.

—Me ha regañado un poco por lo de las escusas para irme a España y luego quedarme.

—Tu tío es ante todo un hombre de negocios Edward, el periódico rinde y tu reportaje fue un éxito, con eso está más que satisfecho. Y además, está encantado con Bella.

—Y quien no –dijo mi novio sonriendo feliz y cogiéndome más fuerte de la cintura. Llegamos a donde estaban todos, Alice y las demás tiraron de nosotros para que saliésemos a su lado, los flases sonaron, unas cuantas preguntas de rigor y el evento quedo sellado para la prensa. Mañana saldría publicado en todos los periódicos de Chicago. Ya era oficial Edward y yo nos casaríamos en tres meses, fecha que mi madre había conseguido. En concreto seria el trece de agosto, en pleno verano para que todo el mundo pudiese asistir.

—¡Que empiece el baile! –grito Kate desde el escenario y su abuelo rodó los ojos resignado. Como por lo visto mandaba la tradición en la familia Cullen, los futuros esposos debían abrir el baile así que Edward me arrastró hasta la pista para cumplir con este requisito. Un hermoso Vals, una de mis piezas favoritas, empezó a sonar.

—¿Estas feliz?

—Mucho ¿y tú?

—No recuerdo haberlo sido tanto nunca, señora Cullen—me contestó y la forma en cómo dijo señora Cullen provocó que mis bragas empezaran a protestar de nuevo, encima me acercaba cada vez más a su cuerpo mientras bailábamos y nos rozábamos…su erección estaba ahí a pesar del gesto de preocupación que tenia ¿qué le pasaba? –Bella esto…te pido perdón por la actitud de mi tía y primas yo… —y ya me había enterado de lo que le preocupaba.

—Tranquilo Edward, tú no tienes la culpa, no te preocupes, puedo con ellas.

—Cada vez estoy más seguro que son ellas las de los mensajes.

—Y yo.

—El problema es que no se las pilla.

—¿Te has dado cuenta de que Jane y Alec estaban con ellas?, ¿no crees?

—Si ya lo había pensado, mañana hablaré con mi padre y mis abuelos. Bella, por favor no te quedes sola ni un segundo yo…tengo miedo.

—Tranquilo amor, no me quedaré, donde voy a ir sin ti o sin alguno de los diablos –le dije y conseguí que se relajara un poco —¿es por eso que has estado tan tenso todo el rato?

—Si yo…

—Me permites bailar con mi nueva nieta –preguntó el patriara de la familia detrás de mí cuando una nueva melodía empezó a sonar.

— Es toda tuya abuelo –le dijo mi novio retirándose. He de decir que bailar con ese hombre fue toda una experiencia, por dios como se movía, parecía que tuviera quince años, que agilidad y que desenvoltura, claro que a alguien tenían que parecerse Edward y Carlisle. Después de que terminó la pieza, bailé de nuevo con Edward y después…después perdí la cuenta ya que creo que lo hice con todos los hombres de la sala. Cayo aprovechó para confesarme que estaba al corriente de los tejemanes de sus sobrinas y hermana. Me dijo que lo consintió a ver si por fin conseguía que Edward sentara la cabeza. Me comentó que a pesar de no ser ningún mujeriego había ido dando palos de ciego intentando buscar a una supuesta mujer que solo existía en su cabeza, llevándose más de una decepción y que encima esa mujerzuela, como él la llamó, lo perseguía a todas partes agobiándola hasta extremos insospechados. Yo le dije que quizás ese empeño de Edward por buscar a esa mujer no era otra cosa más que una vía de escape para zafarse de ese matrimonio al que estaba siendo empujado. Él estuvo de acuerdo conmigo y me dijo que conocía muy bien a su sobrino cosa que hablaba en mi favor. También me prometió que vigilaría a su mujer e hijas.

—Alice ¿me acompañas al servicio?, Edward no quiere que esté sola y…

—Nosotras tampoco queremos que lo estés Bella, vamos –Alice hizo un gesto a sus primas quienes inmediatamente se posicionaran a mi lado junto a Esme y mi madre quien parecía llevarse muy bien con mi futura suegra. Madre mía, quien quería guardaespaldas con ellas aquí, si parecían los Ángeles de Charlie. Al pasar al lado de Rose, esta por supuesto se unió al grupo.

—Ahora lo moderno ya no es ir en parejas como la Guardia Civil, ahora van en comando como los Seal –dijo un muy socarrón Emmett a su padre, a Aro y a Edward que había ido a unírseles junto con Carlisle. Todas le miramos mal, cosa que no le importó porque siguió en lo suyo.

Fuimos a uno de los cuartos de baño que había en la planta baja y que normalmente utilizaba la servidumbre. Entramos todas en tropel y guardamos nuestro turno. Ignorando el hecho de que no era el único servicio en esa planta, iniciamos el típico baile de ya no aguanto más, piernas juntas, rodilla un poco flexionada y levantada, saltos, en fin…lo de siempre. Cuando ya casi estábamos listas y dispuestas a abrir la puerta para salir se oyeron unas voces…

—No puedo creer que Edward le vaya a hacer esto a Tanya y casarse con la mojigata esa que…

—¿Y desde cuando eres tu pro Tanya hermanita?, no era esto una competencia para ver quien se llevaba el premio gordo, o sea a Edward.

—Oh bueno Renata, era una forma de hablar, ya me conoces. Lo cierto es que con Tanya en la cárcel nuestras posibilidades aumentaban pero ahora con la zorra esa…—en este momento me di cuenta de que el mote que tenían puesto les iba como anillo al dedo.

—Todavía faltan tres meses para esa boda –dijo Athenodora y en tres meses pueden pasar muchas cosas, hay rupturas, imprevistos, discusiones, accidentes, no todo está perdido. En ese momento una iracunda Alice abrió de golpe la puerta del baño dándoles un susto de muerte y poco a poco fuimos saliendo todas de ese improvisado Camarote de los Hermanos Marx, ante la mirada estupefacta de las tres zorras.

—Primitas –dijo una muy cínica Alice —¿cómo vosotras por aquí? –nosotras ya nos íbamos. Solo hemos venido a hacer nuestras necesidades fisiológicas que las otras ya las tenemos cubiertas y bien cubiertas… todas nosotras. Tengo que decir que estas necesidades fisiológicas además de estar satisfechas han sido muy instructivas –añadió dándole una palmada en la espalda a Renata tan fuerte que su cara chocó contra el cristal del espejo que tenía en la mano y en cual se estaba mirando para disimular, la barra de labios que tenía se rompió en dos y el carmín se le corrió en la boca al tiempo que uno de los trozos todo rojo él como la sangre caía sobre su vestido.

—Sí hasta luego –dijo Esme propinándole un nuevo golpe y con ello mas extensión de todo el carmín por su cara –esto...una cosita…os estaremos vigilando no os saldréis con la vuestra –añadió mi futura suegra cogiendo a mi madre del brazo antes de que les diera algún golpe de esos que había aprendido en sus clases de karate.

—Adiós futuras oprimas –dije yo con sorna y así abandonamos aquel lugar no sin antes oír como una le decía a la otra que antes de hablar nada había que asegurarse de estar a solas y que ahora los planes se habían frustrado pues ellas, o sea nosotras, estaban avisadas.

—Esto Bella, no sé si habrás notado el miedo que tiene mi primo dentro del cuerpo, así que déjale que termine en paz esta fiesta y luego se lo dices.

—Creo que mejor se lo diré en España.

—No eso no, habrá que hablar con mi padre, con Edward sénior y con Carlisle también, lo cierto es que nos acaban de dar una pista, ahora sabemos que son ellas y que pretenden y podemos centrarnos en como pillarlas –dijo Esme.

—¡Serán guarras!, ¡o sea que van detrás de mi hermano!, ¡siempre han ido detrás de mi hermano! –chilló Alice indignada –eso es un incesto en toda regla y…

—Calma Alice, que te van a oír.

Volvimos al salón y Edward corrió hacia mí cogiéndome de la cintura y adelantándome hacia el escenario.

—Este es mi regalo de compromiso Bella –me dijo mientras las luces de la sala se apagaban, dejando solo iluminado el escenario en el cual apareció una banda de jazz, música muy típica de esa ciudad. La banda, la mejor banda de Jazz de todo Chicago según me dijo mi novio, tocaba maravillosamente, la música inundaba el ambiente haciéndolo mágico y a mí se me saltaron las lagrimas por tan hermoso regalo. Edward sabía que yo era una amante de todo tipo de música pero que lo clásico, el blues y el Jazz me gustaban especialmente. La gente dejo de bailar solo para escuchar la magia de esa música que parecía nacida en el mismo cielo.

Un camarero vino cargando unas bebidas de color naranja adornadas con una pajita y una sombrilla. No sé que llevaban pero estaban muy buenas. La música terminó justo cuando Alice sorbía con la pajita lo último que quedaba de la copa haciendo un ruido que resonó en la estancia, ya que todos se habían callado, provocando que las miradas se centraran en ella, pero mi amiga y futura cuñada no se inmuto, muy a su estilo.

—Alice ¿quieres otro? –le pregunto Jasper socarrón.

—Pues no sé, es que está tan bueno, pero ya sabes que si bebo mucho luego hago cosas raras.

—Créeme Alice, que bebas o no bebas no marcara mucho la diferencia, no te preocupes – le dijo acercándonos a todas otra copa. Alice le miró sin entender y en ese momento me di cuenta de que a sarcástico a Jasper no le ganaba nadie.

La noche siguió su curso y nosotros seguimos bebiendo de lo que quiera que fuera ese brebaje que estaba tan bueno. Edward me llevaba la cuenta de las copas que había tomado y la verdad es que yo me sentía un poco mareada. A mi lado Kate y Alice bailaban una de las piezas de Jazz a modo muy sugerente y sus respectivas parejas intentaban separarlas sin éxito. Irina me arrastró consigo para bailar también y ¡que narices!, yo no le hice ascos así que empecé a balancearme imitando los movimientos de las otras dos. Renée, Sulpicia y Esme hacían lo mismo. Los chicos, Carlisle, mi padre, los abuelos de Edward y los demás invitados nos miraban alucinados y divertidos, como siempre estábamos dando el espectáculo.

De repente me vi envuelta en los fuertes brazos de mi amado bailando con él, mientras Irina lo estaba haciendo con Laurent. Malditos celosos.

—Bella si no me pongo a bailar contigo créeme que te hubiese llevado corriendo a la habitación y no sé qué hubiera pasado —me dijo apretándose contra mí y haciéndose notar. Mis bragas lo notaron, valla si lo notaron y todo mi cuerpo se revolucionó – Llevas un vestido de infarto que te queda de maravilla, te pones a bailar de esa forma. Cariño…solo soy un pobre mortal –añadió acercándose más a mí y frotándose contra mi cuerpo–madre mía que erección tan enorme —además estabais dando el espectáculo –añadió risueño pero luego se puso serio un segundo –se que habéis tenido un encuentro con las brujas en el cuarto de baño, las he visto entrar ¿me lo vas a contar?

—Sí, pero ahora no, luego –le contesté frotándome con disimulo contra él.

—Ya te lo recordaré.

—¿Y porque se supone que me voy a olvidar?

—Porque está usted muy borracha señora Cullen —¡hala otra vez las bragas! Y los dos seguimos bailando muy, muy agarrados y provocándonos con cada movimiento al ritmo de aquella mágica música de Jazz.

La noche transcurrió sin más incidentes dignos de mencionar. Cuando la fiesta terminó me despedí de los abuelos de Edward dándoles las gracias por cómo se habían portado y ellos me dieron la bienvenida a la familia una vez más. La despedida de Cayo fue similar, cada vez me iba cayendo mejor este hombre, era serio, correcto, pero justo muy justo. A pesar de la insistencia de su abuelo, Edward dijo que quería pasar esta noche en su apartamento conmigo para estar un rato solos los dos, cosa que agradecía y mis bragas también. Las chicas, sus novios, Emmett y Rose mis padres, los tíos buenos y Carlisle vinieron con nosotros a disfrutar un rato de la vida nocturna de la ciudad. Pero antes de marcharnos Rose y yo subimos a echar un vistazo a Rossie que estaba arriba canguro que Esme había contratado personalmente para la fiesta.

La limusina nos dejó en el centro y bajamos para disfrutar de un paseo de noche por la majestuosa Ciudad del Viento. A pesar de ser casi la una de la madrugada, el bullicio en las calles era tremendo, la gente iba y venía en un ambiente totalmente festivo y nosotras íbamos mas festivas aun ya que los efectos de lo que sea que fuese lo que habíamos tomado todavía estaban presentes. Las chicas iban contándome las cosas dignas de verse por cada sitio que pasábamos y explicándome gran parte de la historia de la ciudad. Una muy entusiasta Kate se puso a imitar a algún que otro gánster famoso de aquella época disparando con una ametralladora imaginaria en medio de la carretera lo que provocó varios pitidos y muchos frenazos. Garrett la sacó de ahí, pero siguieron con su farsa un rato mas, Alice e Irina cayeron al suelo haciéndose las muertas, Kate continuaba disparando su metralleta imaginaria contra unas más que dispuestas Esme, Kate, Sulpicia y Rose que me arrastraron consigo y yo encantada de la vida. Mi madre observaba entusiasmada toda la escena ya que según ella, mi padre era tan tieso, que nunca podía hacer nada divertido con él, Charlie rodó los ojos.

—Pues no sé yo si le va a resultar tan divertido la cárcel, señora mía —dijo de repente la voz de un agente de policía que se materializó ante nosotras. Mi madre se le quedo mirando con sorna.

—Oh vamos buen mozo, ¿no irá usted a detenernos? —dijo pasándole la mano sugerentemente por la solapa de la chaqueta del uniforme haciendo que mi padre abriera los ojos sorprendido—, si solo estamos celebrando que mi hija se casa con este pedazo de hombre. Además mi marido es policía, es Jefe de la Policía de Forks, ¿quién mejor que nosotros para respetar las reglas?—y dicho esto empezó a batirse en retirada con todos nosotros muy serios y calladitos detrás, aunque Esme fiel a su estilo le sostuvo la mirada un rato.

Seguimos nuestro camino y sin darme cuenta habíamos llegado a una zona muy bonita de la ciudad en donde Edward dijo que estaba su apartamento.

Nos despedimos de todos y las chicas, curiosamente, no se empeñaron en subir, se ve que mi novio ansioso les había leído la cartilla. A mi padre no le gustó eso de que nos quedáramos, tan solos, ¡madre mía! nunca cambiaría, pero mi madre le cogió por el brazo y se lo llevó de ahí antes de que le diera tiempo a opinar.

—¿Todo esto era para ti solito? –le dije impresionada por lo grande que era el apartamento.

—Si mi amor, mis diablos lo decoraron, creo que se nota su toque, y ahora será de los dos para cuando vengamos de visita.

—Eso me recuerda que no hemos hablado aun de donde pretendemos vivir.

—Bueno de momento nuestro trabajo y nuestra vida está en España y no creo que quieras cambiar, uff a mi tío le daría un ataque –dijo divertido — pero podemos tener esto para cuando vengamos de visita —dijo dándome la mano y llevándome a un gran ventanal en donde se podía apreciar una preciosa vista de Milleniun Park aunque no se veía bien dado que era de noche, a pesar de que el parque estaba más o menos iluminado.

—Y ahora señora Cullen, estese usted calladita que aquí de momento sobran las palabras y…la ropa –mis bragas empezaron a iniciar la retirada. Llevó sus manos a la cremallera de mi vestido y la fue bajando muy lentamente, acariciando y arañando con sus uñas la piel que iba quedando expuesta. Yo hacía lo mismo con la chaqueta de su smoking y pretendía seguir con su camisa.

—Me ha tenido usted muy excitado con este vestido toda la noche, señora Cullen y me lo voy a cobrar –me dijo ronroneando en mi odio al tiempo que me daba suaves mordisquitos en el lóbulo.

—Pues ya verás cuando veas lo que hay debajo –dije sin pensar y sin darme cuenta que ponía mis pensamientos en palabras. Edward me miró con los ojos oscuros por el deseo y se apresuró a bajar el vestido del todo rebelando mi ropa interior. Una minúscula braguita tanga que Alice se había empeñado en ponerme, argumentando que algo mas grande se notaria con el vestido. Un ligero a juego que sujetaba las medias y un sujetador más pequeño aun, con un encaje casi transparente, completaba el conjunto. Edward me miró de arriba abajo, tragó saliva, me cogió en volandas, me arrastró a su habitación y me dejó en la cama tumbándose encima de mí. Su erección rozaba mi centro torturándome de la manera más exquisita ganándose varios gemidos y suplicas. Poco a poco me fue quitando el sujetador para atacar mis pezones los cuales chupó y devoró unos por uno dándoles a los dos el mismo mimo. Yo por mi parte ya me había deshecho de su camisa, desabrochado la cremallera de sus pantalones bajándoselos como buenamente pude y ahora estaba metiendo la mano por dentro de su boxer para poder acariciarle en condiciones mi parte favorita. Poco duraron mis caricias ya que él, descendió por mi cuerpo hasta mi vientre donde retiró tanto el liguero como las bragas y con sus dientes me fue bajando las medias muy poco a poco. Cuando llegó hasta mis pies, se incorporó y terminó de sacármelas con la mano mientas lamía y besaba todos y cada uno de mis dedos. Al concluir esa placentera labor, volvió a subir despacio besando primero mis piernas, luego mis rodillas, mis muslos, hasta llegar a mi vientre donde lamió mi ombligo. Bajó de nuevo hasta llegar de nuevo a mi centro y meter la cabeza entre mis piernas. Chupó y lamió mi clítoris de la forma en que él siempre lo hacía, es decir, magistralmente mientras mis alaridos que no gritos, se oían por toda la habitación. Dos de sus dedos se introdujeron a su vez en mi cavidad, provocándome más placer todavía. Cuando se cansó de jugar conmigo, se terminó de despojar de la ropa que yo no llegué a quitarle del todo y fue subiendo de nuevo por mi cuerpo hasta llegar a mis labios y al tiempo que me besaba me fue penetrando muy despacio. Y así seguimos, amándonos lenta y deliciosamente hasta que nuestros movimientos se tuvieron que hacer más fuertes y rápidos para salir al encuentro de aquel orgasmo que nos llamaba.

—Y ahora señora Cullen—me dijo después de recuperar su respiración y todavía encima de mi—, antes de proseguir con esta placentera y maravillosa actividad, me vas a decir que ha pasado en el cuarto de baño.

 

Capítulo 14: Una fiesta diabólica

Pov Bella

A pesar de que el vuelo no se había hecho excesivamente pesado, ya que íbamos cómodamente instalados en primera clase, era demasiado largo y me encontraba entumecida. Me había pasado casi todo el tiempo arropada por los fuertes brazos de mi prometido, durmiendo a ratos y, naturalmente, no habíamos podido evitar la tentación de pasar a formar parte del club de las alturas con una muy buena nota todo hay que decirlo, si no que se lo pregunten a mis bragas las cuales tuve que sustituir por unas limpias y secas, sobre todo secas. Menos mal que con este hombre he aprendido bastante y ya llevo conmigo siempre algún repuesto. Consecuencias de nuestros actos, las azafatas y resto del personal del avión no nos quitaban ojo de encima, así como algunos pasajeros ¿tanto ruido habíamos hecho?, quizás el problema es que detrás de nosotros habían pasado a inscribirse al susodicho club Emmett y Rose.

Ahora me encontraba con la cabeza apoyada en la ventana del avión observando las luces la Ciudad del Viento, una ciudad que me abría sus brazos mientras el avión se dirigía inexorable hacia una de las pistas de aterrizaje del Aeropuerto Internacional Midway.

—Bienvenida a mi ciudad natal amor –me dijo Edward dejándome un beso en el lóbulo de mi oreja –arggg como me ponía cuando hacia eso, mis bragas ya estaba empezando a pedir explicaciones de nuevo, pero… un momento ¿ciudad natal?, este hombre no se había enterado de nada.

—Esto Edward, amor, Chicago puede que sea la ciudad donde has vivido toda tu vida pero tu ciudad natal según la historia de Esme es Berlín si mal no recuerdo –le dije con fingida inocencia.

—Tienes razón mi amor –me contestó sonriente –pero no puedo evitarlo. Éramos tan solo unos bebés de días cuando nos arrancaron de los brazos de Esme y nos trajeron aquí, no puedo dejar de pensar en esta ciudad como la ciudad que me vio nacer, pero sería más correcto decir que…me vio crecer. Pero tecnicismos aparte, estoy desando enseñártela amor, quizás podamos disfrutar y todo de algún espectáculo de Jazz, música muy popular aquí y que te encanta según me contaste –me dijo con aire muy misterioso.

La voz de la azafata pidiendo que nos abrocháramos los cinturones interrumpió nuestra conversación. El avión aterrizo suave, perfecto, como una pluma y los cuatro juntos salimos dispuestos a conquistar la segunda ciudad. Fuimos a la cinta trasportadora a por nuestro equipaje.

—Caray Rose, ¿qué has metido aquí para que pese tanto?, ¿has robado La Cibeles y yo sin enterarme?, mira que…

—He metido lo que tenía que meter Emmett Swan y deja de hacerte el gracioso, que aquel señor de allí con ese uniforme tan mono, ha levantado instantáneamente la cabeza al oírte decir la palabra robar. Tengamos la fiesta en paz.

—Vale, vale ya me callo pero solo venimos para tres días. Mira ¿ves?, mi hermanita solo lleva… —y su gran y enorme bocota se cerró al ver que su "hermanita", como él me llamaba, tenía tantas maletas como Rose.

Salimos de la terminal y allí estaba toda la familia Cullen/Vulturi esperándonos, bueno…la parte de la familia Cullen/Vulturi que merecía la pena. De repente Rose y yo nos vimos arrastradas y medio ahogadas por un follón de brazos que, a la par que nos apretaban hasta el borde de la asfixia , nos obligaban a dar saltos par poder ir a su ritmo. El ambiente se vio rápidamente inundado y contagiado de un coro de

—Bella, Rose, bienvenidas.

—¿Y yo qué, estoy pintado?

—Perdón Emmett bienvenido tu también.

—No sabes cómo me gusta que por fin estéis aquí.

—Que ganas tenia de que vinierais a mi ciudad natal.

—Eso no es así Alice, tu ciudad natal es Berlín hija.

—bueno da igual, nos vamos a divertir mucho.

Y todo eso, seguido de muchos, muchos, muchos gritos. Y yo, ¿yo que iba a hacer?, contagiarme de su entusiasmo y empezar a dar saltos con ellas chillando tan o más alto. A mi lado Rose estaba igual de emocionada. Para terminar de rematar el estruendoso lio, Irina tuvo la genial idea de juntarnos de las manos haciendo un corro y empezar a girar como si fuéramos niñas pequeñas cantando como locas alguna canción típica de la zona, ya que yo no la conocía pero me sonaba mucho a alguna melodía de jazz arreglada por ella a su modo y estilo. Los hombres de la casa giraban a la par con nosotras para evitar nuestra caída, Aro incluido ya que Sulpicia estaba la primera en medio del follón y, por supuesto un muy divertido Carlisle. En cuanto a Emmett ese iba su bola y se había unido a nuestro especial corro de la patata. Después de haber formado el lio padre, en medio del cual unos turistas nos fotografiaron pesando que formábamos parte de una atracción de bienvenida montada por el aeropuerto y unas cuantas palabras más o menos educadas con el inconfundible y siempre presente en nuestras vidas guarda de seguridad, nos encaminamos a los coches no sin antes saludar, besar y abrazar a los chicos y Carlisle.

—¡Bella, Bella, Bella, Rose, Rose, Rose, Rose, cuanto me alegro que estéis aquí, no me lo puedo creer y tú también Emmett! –decía Alice dando saltitos y haciendo círculos al mismo tiempo, mientras Edward rodaba los ojos recriminándole con fingido enojo que su hermano era él. Alice le sacaba la lengua haciéndole burla e Irina, Kate y Esme la apoyaban saltando igual. De repente Kate noto que en uno de sus saltos el suelo estaba más blando de lo normal y claro, lo que pasó es que se había tropezado con un señor pisándole tan fuerte con ese enorme taconazo de aguja que no me extraña que al pobre se le saltaran las lagrimas de dolor mientas le decía que no había problema. Tras el incidente Aro, haciendo uso de su "autoridad", nótese el sarcasmo, nos pidió por favor un poco de formalidad y así conseguimos llegar a los coches no sin que antes Esme y yo nos tragáramos literalmente una farola por ir hablando y mirando donde no debíamos. Aro, Carlisle, Edward y el resto de los chicos rodaron los ojos y nosotras nos frotábamos las zonas del cuerpo que habían impactado contra el maldito mobiliario urbano siempre puesto en medio para molestar.

Y aquí estaba yo, en la antigua habitación de Kate junto a las demás a excepción de Esme y la loca de mi madre que estaban en la Mansión Cullen dando los últimos retoques. Nos estábamos terminando de arreglar para la fiesta ya que, para disgusto de Edward, ese día, justo al siguiente de nuestra llegada por la noche, me habían secuestrado desde buenas horas de la mañana después de haber ido al aeropuerto a buscar a mis padres a los que, naturalmente, Edward se encargó de llevar y acomodar en al gran Mansión mientas yo "disfrutaba", nótese de nuevo el sarcasmo, de mi secuestro.

Mi futura cuñada y mi futura prima, se habían esmerado al máximo y elegido con muy poco tiempo unos vestidos preciosos para lucir esta noche, totalmente diferentes unos de otros, muy originales y acordes con nuestros gustos.

A pesar de que las intenciones iniciales de Edward eran que fuéramos a pasar la noche a su apartamento, Carlisle, haciendo unos pucheros muy parecidos a los de su hija, le había convencido para que nos quedáramos a dormir en la gran Mansión, no sin antes ir a la gran casa de los Vulturi, donde me obsequiaron con una fantástica cena dándome así la bienvenida oficial entre ellos. Parecía que toda la familia se esforzaba por hacerme sentir a gusto y feliz y yo no podía estar más agradecida. Bueno… no toda la familia ya que Athenodora y sus hijas se excusaron para no ir aunque sabía que rondaban por algún lado de la casa, sin embargo Cayo hizo acto de presencia.

Fue en la residencia Vulturi donde conocí al abuelo de Edward, Edward sénior, que era una mezcla entre Alice, Carlisle y mi novio difícil de digerir. El hombre me dio una muy calurosa bienvenida y en un aparte me dijo en secreto que se alegraba de que su nieto hubiese encontrado una mujer como yo, ya que no estaba para nada de acuerdo con ese posible matrimonio con Tanya, pues él tenía claras dos cosas, una que su nieto no la amaba y dos, que esa arpía, y esas fueron sus palabras, solo buscaba el dinero y el prestigio Cullen.

También tuve el privilegio de conocer a Marco y a Dydime, los dueños y señores de la Mansión, que eran exactamente como me los había descrito Edward pero me trataron muy cordialmente y me dieron una calurosa bienvenida, sobre todo Dydime, y una sincera felicitación. Durante la cena Marco le dejó bien claro a su nieto lo que pensaba de la actitud de Elizabeth a la que se refirió como su ex hija, ante la mirada de tristeza de Dydime, y nos reveló que nunca habría consentido un matrimonio obligado con una mujer como Tanya. Me dijo que era bienvenida en la familia ya que si yo era lo que quería su nieto así sería.

Me había pasado toda la mañana en el estudio de diseño de Alice y Kate junto a las demás chicas y mi madre que había quedado encantada con su vestido y con el mío; y después habíamos almorzado en un fastuoso restaurante por cuyas ventanas se podían apreciar las Torres Sears una de las construcciones más significativas de la ciudad.

No tengo palabras para definir lo bonito que es mi vestido de novia, por lo menos sobre el papel ya que todavía no es una realidad. Yo venía dispuesta a hacer un montón de cambios ya que las liberales e innovadoras ideas de Alice a veces no casaban con mis gustos, pero esta vez se habían portado las dos, era precioso y qué decir de los de las damas de honor, el de Esme, el de mi madre y el de Rose.

La imagen que me devolvía el espejo de la habitación de Kate era una mujer desconocida para mí pero a la vez muy cercana. El vestido que luciría esa noche era un sueño, un total y absoluto sueño y me sentía como si fuera una estrella de cine con él puesto. De una tela suave y sugerente, se adaptaba a mi cuerpo como una segunda piel y su escote me dejaba lucir a la perfección la gargantilla y los pendientes que mi madre y mi padre me regalaron cuando me gradué y que pertenecieron a mi querida abuela Marie, la dueña de la sortija que siempre llevaba en mi mano, aquella que sirvió para engañar a la Madrastra y a Cruella.

Bajé las escaleras de esa enorme mansión sintiéndome aun como esa estrella de cine antes mencionada. Edward me esperaba abajo con la boca tan abierta al verme que casi le tengo que dar uno de mis pañuelos de papel para que se secase las babas. Claro que yo no estaba mejor, pues verle luciendo un smoking hacia que todo mi cuerpo colapsara y convergiera entre mis piernas y mis pobres bragas me pidieron auxilio.

Dos enormes limusinas nos esperaban para llevarnos a la Mansión Cullen donde Esme, Carlisle, Renée y Charlie nos esperaban junto a los abuelos Cullen y Vulturi. Por cierto, tengo que acordarme de otorgar la medalla a la santísima paciencia a Esme ya que se la había ganado con creces intentando convencer a mi madre de que no hacía falta cocinar nada, es más, creo que hasta le había hecho entender lo que nosotras habíamos sido incapaces todos estos años, es decir, cuando te piden unos ingredientes en una receta son esos ingrediente y no los que a ti te salen del moño.

Alice e Irina iban en la limusina de delante junto a Jasper, Laurent y los tíos de mi novio. En la de atrás íbamos Edward, Rose, Emmett, Kate, Garrett y yo. La limusina de Alice aparcó justo en el momento en que una despampanante mujer, ya entrada en años, vestida de una forma muy grotesca, muy juvenil para su edad diría yo, pero despampanante al fin y al cabo, se dirigía hacia nuestros coches. Cuando pasaba al lado de la limusina de Alice, ésta abrió la puerta no sé sin queriendo o por accidente, el caso es que la puerta en cuestión impactó directamente contra la buena señora que acabo despatarrada en el suelo con todas las piernas en alto y enseñando según que vergüenzas. Alice salió del auto acompañada de Irina y Esme, que estaba en la puerta, se acercó a ellas.

—Tía Athenodora, tía Athenodora –decía una Alice a la que hubiera dado un óscar a la mejor actriz por su soberbia interpretación de sobrina arrepentida –¿estás bien?, ¿te has hecho daño?, no sabes cuánto lo siento yo...no te vi.

—Tía por Dios que pena, tu vestido se ha manchado –decía ahora Irina haciendo la competencia a Alice por el óscar. Vas a tener que volver a casa, mira que es una lástima con lo que te habrá costado encontrar un vestido vamos…que…te siente…así.

—Yo te dejaría uno cuñada ya que me traje varios para elegir –entró Esme en la competencia –pero es que…esto…verás…no sé si te va a quedar bien…bueno…no te enfades…pero mi peso y el tuyo…oh no quiero decir que estés gorda ni mucho menos pero…

—¿Por qué no miras por dónde vas Renata? –intervino un furioso Cayo bastante enfadado por ver a su mujer en semejante posición ya que entre disculpas y no disculpas la Bruja del Este seguía todavía despanzurrada en el suelo. Desde mi posición, ya fuera del coche, podía ver su ropa interior que era... ¿qué color era ese?, ¿Llevaba ropa interior esta mujer o estábamos viendo sus vergüenzas en vivo y en directo? Un rápido vistazo a mi derecha me bastó para comprobar que Edward estaba roto de la risa y morado de aguantarla, Emmett y Rosalie estaban muy serios, aparentemente, y circunspectos; un nuevo vistazo a la izquierda me sirvió para comprobar que Aro estaba igual y que Sulpicia y Kate se sujetaban la una a la otra disimulando bastante mal; con un simple vistazo al frente, comprobé que Carlisle y su padre estaban muy serios, muy serios, pero… en fin…la mueca era la mueca marca Cullen. Marco y Dydime, que estaban a su lado, aguantaban la compostura como podían. El gesto de Marco era adusto, antipático, Dydime sin embargo se estaba mordiendo el labio. Mis padres, mis padres eran todo un poema, sabedores y conocedores del asunto estaban disfrutando como locos de la situación, sobre todo mi padre ya que su personalidad policiaca exigía darles una patada en el culo él mismo a las culpables de los mails y todo apuntaba a ellas. Además le tenían un cariño especial a Alice y la conocían como si fuera yo, así que sabían demasiado bien que el "accidente" había sido…provocado. Y qué decir de los chicos que misteriosamente estaban todos concentrados en una de las limusinas.

—¿Quieres ya levantarte de ahí mujer que me estas dejando en ridículo? –decía un muy enfurecido Cayo.

—Mamá, mamá ¿pero que te ha pasado? –preguntaba una escultural mujer pero con una ropa…en fin…muy poco adecuada, que venía corriendo a ayudar la que se supone era su madre seguida de otra no menos escultural mujer igual de mal vestida, pero con cara de haberse tragado una guindilla.

—Philp –dijo muy digna la Bruja del Este, una vez que se hubo levantado del suelo –llévame a casa a cambiarme de vestido y tan altanera como había aparecido, hasta el aterrizaje por lo menos, desapareció. En su lugar quedaron las dos guindillas digo…las dos muchachas esculturales y ridículamente vestidas que miraron al cuarteto diabólico con cara de muy pocos amigos. Pero una de ellas, la morena, cuando vio a Edward cambio la expresión.

—Eddie, Eddie, querido primo ¿cómo estás? –le dijo arrojándose a sus brazos y pretendiendo empujarme –pero mi prometido reaccionó a tiempo y me atrajo a su cuerpo de manera que quedaba entre éste y la pegajosa mujer que al ver la maniobra frenó en seco.

—Heidi, Renata, os presento a mi hermosa prometida Isabella Marie Swan ya que no habéis querido conocerla en casa, espero la tratéis con el respeto que merece.

—Esto…encantada –dijo una muy falsa Heidi dándome un par de fríos besos en la mejilla, gesto que fue imitado por su hermana.

—No te creas que vas a salirte con la tuya –me dijo Renata al oído cuando me besó y por el gesto y la cara que le puse, supo en ese momento que nada de lo que me pudiera hacer o decir me iba a acobardar. Yo era una Swan y con los Swan nadie se metía. Y había un factor añadido ella misma se había delatado, era una de las culpables de los mails.

—¿Cómo estáis? –dijo Edward sacándome de allí y llevándome en presencia de sus abuelos, mis padres y de Carlisle. Pero antes de irnos miró a Renata con expresión desafiante, había escuchado perfectamente sus palabras. Y su gesto y expresión no presagiaba nada bueno. Pero más miedo me daban las miradas cómplices que se intercambiaron los diablos, Rose y Emmett ya que esas sí que daban…miedo no…terror.

—Bella, encantados de volver a verte –me dijeron uno por uno dándome un caluroso beso en la mejilla.

—Luego me tendrás que reservar un baile, es mi privilegio como jefe de la familia bailar con la futura señora Cullen –dijo Edward sénior ante un sonoro y estruendoso bufido de Anastasia y Griselda, acompañado de las miradas de reproche de sus abuelos. Mis padres muy divertidos y distendidos me abrazaron también.

—¡Sí, sí , sí, Bella será una Cullen! —empezaron a chillar y a gritar a la vez los cuatro diablos y Sulpicia, dando saltos y vueltas a nuestro alrededor como si ellas fueron el brujo invocando la lluvia y nosotros la hoguera. Carlisle, su padre, los míos y los abuelos Vulturi rodaron los ojos al unísono mientras Aro se lo estaba pasando en grande. Las miradas de odio de las dos hermanastras no podía ser más letal, pero yo se las sostuve impasible mientras ocupaba mi lugar junto a la familia para recibir a los invitados.

Después del típico discurso de bienvenida, la cena dio comienzo. Una muy altanera Athenodora apareció en mitad de ella con un nuevo vestido de fiesta todavía más horrorosa que el anterior ¿cómo era posible que teniendo tanto dinero vistieran así?, ¿es que no tenía asesores de belleza?

No puedo decir que la cena transcurrió de forma agradable porque con esos personajes sentados a nuestra mesa era imposible. Los comentarios hirientes y las indirectas hacia mi persona, rebatidas inmediatamente por un furioso Edward y unas no menos furiosas hermana, primas, madre, tía, Rose y, naturalmente Renée Swan, hicieron que el rato se convirtiera en una autentica tortura. Cayo llamó al orden a sus hijas y esposa un montón de veces, pero ellas seguían impertérritas en su misión de molestarme, aunque no lo estaban consiguiendo, ya que solo con ver cómo me defendía Edward me sobraba y bastaba. Pero si hay algo que no podía aguantar eran los coqueteos descarados de Heidi con Edward al cual se le notaba sumamente molesto e incomodo. Me da la impresión de que en un momento determinado intento con su pie tocar las partes intimas de mi hombre, esas que solo me pertenecían a mí, ya que noté como Edward se tensaba a mi lado y propinaba una especie de patada por debajo de la mesa y la cara de Heidi cambio de color al instante. Más tarde me enteraría de lo sucedido en concreto, pero de momento una cruel risa dirigida a ella escapó de la comisura de mi boca. Heidi muy digna se levantó para ir al baño. Alice, Kate, Esme, Rose e Irina se miraron en ese momento y esas miradas no me gustaron nada, y que razón tenía ya que Irina, como quien no quiere la cosa, estiró el pie al paso de la hermanastra malvada, ocasionando que esta se tropezase y cayese de bruces al suelo arrastrando tras de sí a un camarero que ese momento llegaba cargando una bandeja llena de copas de champan, champan que la muy zorra bebió pero del suelo. Su hermana se levantó del otro lado de la mesa muy dispuesta a ayudarla pero se encontró con otro obstáculo en forma de pie, esta vez de una muy disimulada Kate y así fue como Renata se despanzurró encima de su hermana enseñando también sus vergüenzas y que vergüenzas madre mía, menuda ropa interior…sin comentarios.

—Pero mira que estáis patosas hoy primas –dijo de nuevo una muy oscarizada Alice —¿qué sucedió esta vez?, a ver sujetaros a mí que os ayudo a levantaros.

—¡No hace falta! –exclamaron las dos al mismo tiempo y acto seguido se pusieron a cuatro patas levantándose como buenamente pudieron pues los restos de champán sobre el suelo dificultaban la misión. Vista a la derecha, Edward partiéndose de la risa sin ningún pudor al igual que mis padres, Rose y Emmett; vista a la izquierda, cara de póker de Cayo y Athenodora, Aro y Sulpicia apoyados el uno contra el otro y las caras de los cuatro diablos impregnadas de una inocencia espectacular; vista al frente sonrisa disimulada de Dydime, expresión facial de Marco aun sin determinar, y muecas burlonas en los rostros de Carlisle y su padre.

Una vez pasado el show de las dos lagartas que fueron al baño a retocarse un poco, la cena transcurrió sin más incidentes. Los postres estaban deliciosos pero a mí ya no me entraba nada mas, no estaba acostumbrada a comer tanto la verdad y menos a la hora de la cena. Una vez los camareros hubieron retirado las mesas hacia un lado para dejar espacio para el baile, Edward sénior subió a una especie de escenario improvisado acompañado de los abuelos Vulturi, de Esme y de Carlisle así como de mis padres. Me encantaba como procuraban darles a mis padres el sitio que les correspondía sin hacerles en ningún momento de menos.

—Bueno –empezó Edward sénior su discurso que se vio interrumpido por unos aplausos estruendosos provenientes de la llamada zona diabólica. El abuelo de mi amor las miró alzando una ceja y lo mismo hizo Marco.

—Pues como iba diciendo –segundo intento fallido ya que una voz proveniente de esa zona y que reconocí como la de Alice interrumpió el momento…

—Sí, sí, sí, es genial, Bella va a ser mi hermana, además de mi amiga, es estupendo, es estupendo y Rose mi concuñada o como se diga o como sea –decía dando saltitos, haciendo círculos a su alrededor y aplaudiendo a la vez. El pobre Jasper intentaba sin éxito contenerla.

—Y mi prima, no te olvides de que también será mi prima y Rose mi coprima o lo que sea –decía ahora Irina dando los mismos saltos, haciendo los mismos círculos y, por supuesto, dando palmas. Laurent estaba desesperado.

—Y la mía, es genial, nunca he tenido una prima más que tu y ahora voy a tener dos, porque esas otras no cuentan y… —pero Kate se interrumpió al cruzar su mirada con la de su abuelo y el de Edward que las miraban muy serios.

—Perdón…pero es que…estamos tan contentas y empezaron de nuevo a aplaudir y dar saltos –Edward a mi lado dio un suspiro. Aro se estaba rompiendo de la risa pero se le heló en la boca al ver el gesto adusto de su padre ya que se suponía que era quien tenía la misión de impartir orden y autoridad. Los invitados parecía divertidos pues mucho me temo que ya estaban acostumbrados a las salidas de tono de estas cuatro. Esme desde su posición estaba que no podía estarse quieta de la juerga que tenía y su expresión fingidamente seria era digna de otro óscar.

—Vamos a ver si puedo por fin comunicaros a todos que…—y tercer intento, ya sabemos que dicen que no hay dos sin tres, pues esta vez fue interrumpido por una especie de ruido gutural, algo parecido a wiiiiiii, que provenía de la misma zona diabólica…su autora…desconocida hasta la fecha…Edward sénior miró resignado hacia ellas que le devolvían la mirada muy serias.

—¿Queréis por casualidad anunciarlo vosotras? –y no hizo falta decirlo dos veces. Las tres se abalanzaron al escenario como si fuera una tienda de Cristian Dior y uno de sus modelos más preciados estuviera a precio de saldo y por modelos no tengo porque referirme precisamente a un vestido o complementos a ver si se me entiende. Yo con mi pedazo de hombre…tengo más que de sobra pero ellas... en fin que como dice Irina a nadie le amarga un dulce. Sentí detrás de mi unos espasmos extraños que iban a parar directamente a ya sabemos a dónde. Supuse que el culpable era Edward y su risa imposible de contener al ver las payasadas de sus primas. En ese momento me tenía abrazada la cintura por detrás y a mi esos movimientos, ¡hay dios! que estragos me estaban causando esos movimientos. La bragas Bella las bragas céntrate hija que estas en medio de una fiesta llena de gente que se fija en ti porque no sé si te habrás dado cuenta de que se anuncia, o eso se intenta, tu compromiso.

—¿Todo el mundo puede…vernos…todo el mundo puedo… oírnos? –dijo Alice tomando el mando del micrófono y arrastrando a Esme con ella. En ese momento me acordé de aquel profesor tan mono de defensa contra las artes oscuras que aparece en Harry Potter y la Cámara Secreta ya que la muy...muy… gamberra… había citado literalmente la misma frase de la película.

–hace ya algunos años, pero no muchos, esta que les habla sacó una beca para estudiar en España y allí tuve el placer de conocer a la que muy pronto seria mi más querida amiga y su cuñada, una también muy buena amiga. ¡Hola Rose!

—Hola –contestó Rose y un montón de ojos rodaron sincronizados.

-¿Y yo qué?, ¿otra vez te olvidas de mi?

-Hola Emmett, como olvidarme de ti.

-Hola Alice.

—No sé cuánto tiempo pasé intentando que mi amiga del alma y mi hermano se conocieran pues sabía que iban a congeniar en enseguida. Sí sabré yo lo que le conviene a mi hermano –se oyó un suspiro a mi lado — pero aquí Edward es terco y cabezota por naturaleza –a mi lado Edward resopló y rodó los ojos y a mí las bragas me seguían picando ya que cada vez que hacia un gesto de estos se movía…y esos movimientos…céntrate Bella, céntrate.

—No te pongas así primo, sabes que es verdad –terció Irina que estaba deseando meter baza. Alice la miró un poco mal y Edward a mi lado volvió a resoplar y mis bragas volvieron a vibrar

–El asunto está en que ayudada por la que hoy puedo decir con orgullo que es mi madre –un gemido salió de la garganta de Esme mientras un bufido encolerizado salía de alguna parte de la sala –conseguí que mi terco y cabezota hermano consintiera en conocerla y así fue como nació esta bella historia de amor ya que los dos congeniaron al instante. Y hoy puedo decir con una inmensa alegría y orgullo que pronto voy a tener una nueva hermana, una cohermana y un cohermano

—Y nosotras una nueva prima y una nueva coprima y un nuevo coprimo.

—Y yo una nueva hija y una nueva…bueno da igual.

—Al grano por favor –dijo muy disimuladamente Edward Sénior al oído de su nieta mientras Irina bajaba las escaleras y me arrastraba con ella hacia el escenario. Edward que por algún motivo se negaba a separarse de mí, me siguió.

—Sí, sí, ya voy al grano. En fin como por aquí me están metiendo prisas –dijo mirando a su abuelo ceñuda –tengo el honor de presentaros –y tiró bruscamente de mi para que me pusiera a su lado –a mi nueva hermana…

—Y prima

—Y nueva hija

—Bueno, bueno al nuevo miembro de la familia Cullen, Isabella Marie Swan, que muy pronto será Isabella Cullen ya que en breve se casará con mi hermano aquí presente-. Y tras este divertido y original anuncio toda la sala estalló en aplausos, bueno toda no, la sección oscura situada al fondo del salón y que parecía tener dos integrantes nuevos, no aplaudía.

Muy pronto me vi envuelta en una multitud de abrazos y felicitaciones al lado de mí ahora prometido oficial que no me soltaba ni a la de tres ¿qué diablos le pasaba?

—Así que –empezó a decir Cayo cuando se acercó a felicitarnos –un reportaje sobre España y la posibilidad de abrir un nuevo periódico ¿no sobrino?

—Bueno…esto…verás tío…Alice seguro que lo ha dicho para que quede bonito pero en realidad…

—En realidad nada sobrino, no lo arregles, que no hay nada que arreglar, todo está bien. Mi enhorabuena otra vez Bella.

—Quien me diría a mí que al final no te casarías con Tanya, dijo una voz musical y algo infantil a mi lado.

—Bella amor, te presento a Jane y su hermano Alec, los otros dos accionistas de la empresa –sí y también los dos nuevos integrantes de la sección oscura por lo que puedo observar.

—Supongo que ya sabrás que ser una Cullen supone una gran responsabilidad, espero que sepas estar a la altura –me dijo el tal Alec de modo muy sospechoso.

—Ten por seguro que lo sabe y que lo estará Alec, no tienes que preocuparte de nada –contesto mi prometido con un enojo nada disimulado.

—Todos estaremos aquí para apoyarla –dijo Esme que apareció junto a nosotros por arte de magia –no tienes que preocuparte Alec, tus acciones están seguras.

—Es que comprende que después de la que has armado…

—Después de la que armó Elizabeth querrás decir –dijo una muy furiosa Esme –Edward cariño venia a buscaros, tu abuelo quiere hacerse una foto con toda la familia –dijo mirando a esa pareja tan peculiar cuando mencionó lo de familia –me refiero a la cercana –aclaró, Jane y Alec se retiraron de inmediato y a la francesa.

—Como me cargan estos dos.

—A mi no sé quien me carga más si ellos o las tres brujas esas que tengo por tía y primas y con las que veo que han hecho piña, aunque he de decir que Cayo me está sorprendiendo.

—Oh hijo, nunca terminaras de sorprenderte con mi hermano, él es así, pero si hay algo que no le gusta son la gilipolleces y Elizabeth las ha superado.

—Me ha regañado un poco por lo de las escusas para irme a España y luego quedarme.

—Tu tío es ante todo un hombre de negocios Edward, el periódico rinde y tu reportaje fue un éxito, con eso está más que satisfecho. Y además, está encantado con Bella.

—Y quien no –dijo mi novio sonriendo feliz y cogiéndome más fuerte de la cintura. Llegamos a donde estaban todos, Alice y las demás tiraron de nosotros para que saliésemos a su lado, los flases sonaron, unas cuantas preguntas de rigor y el evento quedo sellado para la prensa. Mañana saldría publicado en todos los periódicos de Chicago. Ya era oficial Edward y yo nos casaríamos en tres meses, fecha que mi madre había conseguido. En concreto seria el trece de agosto, en pleno verano para que todo el mundo pudiese asistir.

—¡Que empiece el baile! –grito Kate desde el escenario y su abuelo rodó los ojos resignado. Como por lo visto mandaba la tradición en la familia Cullen, los futuros esposos debían abrir el baile así que Edward me arrastró hasta la pista para cumplir con este requisito. Un hermoso Vals, una de mis piezas favoritas, empezó a sonar.

—¿Estas feliz?

—Mucho ¿y tú?

—No recuerdo haberlo sido tanto nunca, señora Cullen—me contestó y la forma en cómo dijo señora Cullen provocó que mis bragas empezaran a protestar de nuevo, encima me acercaba cada vez más a su cuerpo mientras bailábamos y nos rozábamos…su erección estaba ahí a pesar del gesto de preocupación que tenia ¿qué le pasaba? –Bella esto…te pido perdón por la actitud de mi tía y primas yo… —y ya me había enterado de lo que le preocupaba.

—Tranquilo Edward, tú no tienes la culpa, no te preocupes, puedo con ellas.

—Cada vez estoy más seguro que son ellas las de los mensajes.

—Y yo.

—El problema es que no se las pilla.

—¿Te has dado cuenta de que Jane y Alec estaban con ellas?, ¿no crees?

—Si ya lo había pensado, mañana hablaré con mi padre y mis abuelos. Bella, por favor no te quedes sola ni un segundo yo…tengo miedo.

—Tranquilo amor, no me quedaré, donde voy a ir sin ti o sin alguno de los diablos –le dije y conseguí que se relajara un poco —¿es por eso que has estado tan tenso todo el rato?

—Si yo…

—Me permites bailar con mi nueva nieta –preguntó el patriara de la familia detrás de mí cuando una nueva melodía empezó a sonar.

— Es toda tuya abuelo –le dijo mi novio retirándose. He de decir que bailar con ese hombre fue toda una experiencia, por dios como se movía, parecía que tuviera quince años, que agilidad y que desenvoltura, claro que a alguien tenían que parecerse Edward y Carlisle. Después de que terminó la pieza, bailé de nuevo con Edward y después…después perdí la cuenta ya que creo que lo hice con todos los hombres de la sala. Cayo aprovechó para confesarme que estaba al corriente de los tejemanes de sus sobrinas y hermana. Me dijo que lo consintió a ver si por fin conseguía que Edward sentara la cabeza. Me comentó que a pesar de no ser ningún mujeriego había ido dando palos de ciego intentando buscar a una supuesta mujer que solo existía en su cabeza, llevándose más de una decepción y que encima esa mujerzuela, como él la llamó, lo perseguía a todas partes agobiándola hasta extremos insospechados. Yo le dije que quizás ese empeño de Edward por buscar a esa mujer no era otra cosa más que una vía de escape para zafarse de ese matrimonio al que estaba siendo empujado. Él estuvo de acuerdo conmigo y me dijo que conocía muy bien a su sobrino cosa que hablaba en mi favor. También me prometió que vigilaría a su mujer e hijas.

—Alice ¿me acompañas al servicio?, Edward no quiere que esté sola y…

—Nosotras tampoco queremos que lo estés Bella, vamos –Alice hizo un gesto a sus primas quienes inmediatamente se posicionaran a mi lado junto a Esme y mi madre quien parecía llevarse muy bien con mi futura suegra. Madre mía, quien quería guardaespaldas con ellas aquí, si parecían los Ángeles de Charlie. Al pasar al lado de Rose, esta por supuesto se unió al grupo.

—Ahora lo moderno ya no es ir en parejas como la Guardia Civil, ahora van en comando como los Seal –dijo un muy socarrón Emmett a su padre, a Aro y a Edward que había ido a unírseles junto con Carlisle. Todas le miramos mal, cosa que no le importó porque siguió en lo suyo.

Fuimos a uno de los cuartos de baño que había en la planta baja y que normalmente utilizaba la servidumbre. Entramos todas en tropel y guardamos nuestro turno. Ignorando el hecho de que no era el único servicio en esa planta, iniciamos el típico baile de ya no aguanto más, piernas juntas, rodilla un poco flexionada y levantada, saltos, en fin…lo de siempre. Cuando ya casi estábamos listas y dispuestas a abrir la puerta para salir se oyeron unas voces…

—No puedo creer que Edward le vaya a hacer esto a Tanya y casarse con la mojigata esa que…

—¿Y desde cuando eres tu pro Tanya hermanita?, no era esto una competencia para ver quien se llevaba el premio gordo, o sea a Edward.

—Oh bueno Renata, era una forma de hablar, ya me conoces. Lo cierto es que con Tanya en la cárcel nuestras posibilidades aumentaban pero ahora con la zorra esa…—en este momento me di cuenta de que el mote que tenían puesto les iba como anillo al dedo.

—Todavía faltan tres meses para esa boda –dijo Athenodora y en tres meses pueden pasar muchas cosas, hay rupturas, imprevistos, discusiones, accidentes, no todo está perdido. En ese momento una iracunda Alice abrió de golpe la puerta del baño dándoles un susto de muerte y poco a poco fuimos saliendo todas de ese improvisado Camarote de los Hermanos Marx, ante la mirada estupefacta de las tres zorras.

—Primitas –dijo una muy cínica Alice —¿cómo vosotras por aquí? –nosotras ya nos íbamos. Solo hemos venido a hacer nuestras necesidades fisiológicas que las otras ya las tenemos cubiertas y bien cubiertas… todas nosotras. Tengo que decir que estas necesidades fisiológicas además de estar satisfechas han sido muy instructivas –añadió dándole una palmada en la espalda a Renata tan fuerte que su cara chocó contra el cristal del espejo que tenía en la mano y en cual se estaba mirando para disimular, la barra de labios que tenía se rompió en dos y el carmín se le corrió en la boca al tiempo que uno de los trozos todo rojo él como la sangre caía sobre su vestido.

—Sí hasta luego –dijo Esme propinándole un nuevo golpe y con ello mas extensión de todo el carmín por su cara –esto...una cosita…os estaremos vigilando no os saldréis con la vuestra –añadió mi futura suegra cogiendo a mi madre del brazo antes de que les diera algún golpe de esos que había aprendido en sus clases de karate.

—Adiós futuras oprimas –dije yo con sorna y así abandonamos aquel lugar no sin antes oír como una le decía a la otra que antes de hablar nada había que asegurarse de estar a solas y que ahora los planes se habían frustrado pues ellas, o sea nosotras, estaban avisadas.

—Esto Bella, no sé si habrás notado el miedo que tiene mi primo dentro del cuerpo, así que déjale que termine en paz esta fiesta y luego se lo dices.

—Creo que mejor se lo diré en España.

—No eso no, habrá que hablar con mi padre, con Edward sénior y con Carlisle también, lo cierto es que nos acaban de dar una pista, ahora sabemos que son ellas y que pretenden y podemos centrarnos en como pillarlas –dijo Esme.

—¡Serán guarras!, ¡o sea que van detrás de mi hermano!, ¡siempre han ido detrás de mi hermano! –chilló Alice indignada –eso es un incesto en toda regla y…

—Calma Alice, que te van a oír.

Volvimos al salón y Edward corrió hacia mí cogiéndome de la cintura y adelantándome hacia el escenario.

—Este es mi regalo de compromiso Bella –me dijo mientras las luces de la sala se apagaban, dejando solo iluminado el escenario en el cual apareció una banda de jazz, música muy típica de esa ciudad. La banda, la mejor banda de Jazz de todo Chicago según me dijo mi novio, tocaba maravillosamente, la música inundaba el ambiente haciéndolo mágico y a mí se me saltaron las lagrimas por tan hermoso regalo. Edward sabía que yo era una amante de todo tipo de música pero que lo clásico, el blues y el Jazz me gustaban especialmente. La gente dejo de bailar solo para escuchar la magia de esa música que parecía nacida en el mismo cielo.

Un camarero vino cargando unas bebidas de color naranja adornadas con una pajita y una sombrilla. No sé que llevaban pero estaban muy buenas. La música terminó justo cuando Alice sorbía con la pajita lo último que quedaba de la copa haciendo un ruido que resonó en la estancia, ya que todos se habían callado, provocando que las miradas se centraran en ella, pero mi amiga y futura cuñada no se inmuto, muy a su estilo.

—Alice ¿quieres otro? –le pregunto Jasper socarrón.

—Pues no sé, es que está tan bueno, pero ya sabes que si bebo mucho luego hago cosas raras.

—Créeme Alice, que bebas o no bebas no marcara mucho la diferencia, no te preocupes – le dijo acercándonos a todas otra copa. Alice le miró sin entender y en ese momento me di cuenta de que a sarcástico a Jasper no le ganaba nadie.

La noche siguió su curso y nosotros seguimos bebiendo de lo que quiera que fuera ese brebaje que estaba tan bueno. Edward me llevaba la cuenta de las copas que había tomado y la verdad es que yo me sentía un poco mareada. A mi lado Kate y Alice bailaban una de las piezas de Jazz a modo muy sugerente y sus respectivas parejas intentaban separarlas sin éxito. Irina me arrastró consigo para bailar también y ¡que narices!, yo no le hice ascos así que empecé a balancearme imitando los movimientos de las otras dos. Renée, Sulpicia y Esme hacían lo mismo. Los chicos, Carlisle, mi padre, los abuelos de Edward y los demás invitados nos miraban alucinados y divertidos, como siempre estábamos dando el espectáculo.

De repente me vi envuelta en los fuertes brazos de mi amado bailando con él, mientras Irina lo estaba haciendo con Laurent. Malditos celosos.

—Bella si no me pongo a bailar contigo créeme que te hubiese llevado corriendo a la habitación y no sé qué hubiera pasado —me dijo apretándose contra mí y haciéndose notar. Mis bragas lo notaron, valla si lo notaron y todo mi cuerpo se revolucionó – Llevas un vestido de infarto que te queda de maravilla, te pones a bailar de esa forma. Cariño…solo soy un pobre mortal –añadió acercándose más a mí y frotándose contra mi cuerpo–madre mía que erección tan enorme —además estabais dando el espectáculo –añadió risueño pero luego se puso serio un segundo –se que habéis tenido un encuentro con las brujas en el cuarto de baño, las he visto entrar ¿me lo vas a contar?

—Sí, pero ahora no, luego –le contesté frotándome con disimulo contra él.

—Ya te lo recordaré.

—¿Y porque se supone que me voy a olvidar?

—Porque está usted muy borracha señora Cullen —¡hala otra vez las bragas! Y los dos seguimos bailando muy, muy agarrados y provocándonos con cada movimiento al ritmo de aquella mágica música de Jazz.

La noche transcurrió sin más incidentes dignos de mencionar. Cuando la fiesta terminó me despedí de los abuelos de Edward dándoles las gracias por cómo se habían portado y ellos me dieron la bienvenida a la familia una vez más. La despedida de Cayo fue similar, cada vez me iba cayendo mejor este hombre, era serio, correcto, pero justo muy justo. A pesar de la insistencia de su abuelo, Edward dijo que quería pasar esta noche en su apartamento conmigo para estar un rato solos los dos, cosa que agradecía y mis bragas también. Las chicas, sus novios, Emmett y Rose mis padres, los tíos buenos y Carlisle vinieron con nosotros a disfrutar un rato de la vida nocturna de la ciudad. Pero antes de marcharnos Rose y yo subimos a echar un vistazo a Rossie que estaba arriba canguro que Esme había contratado personalmente para la fiesta.

La limusina nos dejó en el centro y bajamos para disfrutar de un paseo de noche por la majestuosa Ciudad del Viento. A pesar de ser casi la una de la madrugada, el bullicio en las calles era tremendo, la gente iba y venía en un ambiente totalmente festivo y nosotras íbamos mas festivas aun ya que los efectos de lo que sea que fuese lo que habíamos tomado todavía estaban presentes. Las chicas iban contándome las cosas dignas de verse por cada sitio que pasábamos y explicándome gran parte de la historia de la ciudad. Una muy entusiasta Kate se puso a imitar a algún que otro gánster famoso de aquella época disparando con una ametralladora imaginaria en medio de la carretera lo que provocó varios pitidos y muchos frenazos. Garrett la sacó de ahí, pero siguieron con su farsa un rato mas, Alice e Irina cayeron al suelo haciéndose las muertas, Kate continuaba disparando su metralleta imaginaria contra unas más que dispuestas Esme, Kate, Sulpicia y Rose que me arrastraron consigo y yo encantada de la vida. Mi madre observaba entusiasmada toda la escena ya que según ella, mi padre era tan tieso, que nunca podía hacer nada divertido con él, Charlie rodó los ojos.

—Pues no sé yo si le va a resultar tan divertido la cárcel, señora mía —dijo de repente la voz de un agente de policía que se materializó ante nosotras. Mi madre se le quedo mirando con sorna.

—Oh vamos buen mozo, ¿no irá usted a detenernos? —dijo pasándole la mano sugerentemente por la solapa de la chaqueta del uniforme haciendo que mi padre abriera los ojos sorprendido—, si solo estamos celebrando que mi hija se casa con este pedazo de hombre. Además mi marido es policía, es Jefe de la Policía de Forks, ¿quién mejor que nosotros para respetar las reglas?—y dicho esto empezó a batirse en retirada con todos nosotros muy serios y calladitos detrás, aunque Esme fiel a su estilo le sostuvo la mirada un rato.

Seguimos nuestro camino y sin darme cuenta habíamos llegado a una zona muy bonita de la ciudad en donde Edward dijo que estaba su apartamento.

Nos despedimos de todos y las chicas, curiosamente, no se empeñaron en subir, se ve que mi novio ansioso les había leído la cartilla. A mi padre no le gustó eso de que nos quedáramos, tan solos, ¡madre mía! nunca cambiaría, pero mi madre le cogió por el brazo y se lo llevó de ahí antes de que le diera tiempo a opinar.

—¿Todo esto era para ti solito? –le dije impresionada por lo grande que era el apartamento.

—Si mi amor, mis diablos lo decoraron, creo que se nota su toque, y ahora será de los dos para cuando vengamos de visita.

—Eso me recuerda que no hemos hablado aun de donde pretendemos vivir.

—Bueno de momento nuestro trabajo y nuestra vida está en España y no creo que quieras cambiar, uff a mi tío le daría un ataque –dijo divertido — pero podemos tener esto para cuando vengamos de visita —dijo dándome la mano y llevándome a un gran ventanal en donde se podía apreciar una preciosa vista de Milleniun Park aunque no se veía bien dado que era de noche, a pesar de que el parque estaba más o menos iluminado.

—Y ahora señora Cullen, estese usted calladita que aquí de momento sobran las palabras y…la ropa –mis bragas empezaron a iniciar la retirada. Llevó sus manos a la cremallera de mi vestido y la fue bajando muy lentamente, acariciando y arañando con sus uñas la piel que iba quedando expuesta. Yo hacía lo mismo con la chaqueta de su smoking y pretendía seguir con su camisa.

—Me ha tenido usted muy excitado con este vestido toda la noche, señora Cullen y me lo voy a cobrar –me dijo ronroneando en mi odio al tiempo que me daba suaves mordisquitos en el lóbulo.

—Pues ya verás cuando veas lo que hay debajo –dije sin pensar y sin darme cuenta que ponía mis pensamientos en palabras. Edward me miró con los ojos oscuros por el deseo y se apresuró a bajar el vestido del todo rebelando mi ropa interior. Una minúscula braguita tanga que Alice se había empeñado en ponerme, argumentando que algo mas grande se notaria con el vestido. Un ligero a juego que sujetaba las medias y un sujetador más pequeño aun, con un encaje casi transparente, completaba el conjunto. Edward me miró de arriba abajo, tragó saliva, me cogió en volandas, me arrastró a su habitación y me dejó en la cama tumbándose encima de mí. Su erección rozaba mi centro torturándome de la manera más exquisita ganándose varios gemidos y suplicas. Poco a poco me fue quitando el sujetador para atacar mis pezones los cuales chupó y devoró unos por uno dándoles a los dos el mismo mimo. Yo por mi parte ya me había deshecho de su camisa, desabrochado la cremallera de sus pantalones bajándoselos como buenamente pude y ahora estaba metiendo la mano por dentro de su boxer para poder acariciarle en condiciones mi parte favorita. Poco duraron mis caricias ya que él, descendió por mi cuerpo hasta mi vientre donde retiró tanto el liguero como las bragas y con sus dientes me fue bajando las medias muy poco a poco. Cuando llegó hasta mis pies, se incorporó y terminó de sacármelas con la mano mientas lamía y besaba todos y cada uno de mis dedos. Al concluir esa placentera labor, volvió a subir despacio besando primero mis piernas, luego mis rodillas, mis muslos, hasta llegar a mi vientre donde lamió mi ombligo. Bajó de nuevo hasta llegar de nuevo a mi centro y meter la cabeza entre mis piernas. Chupó y lamió mi clítoris de la forma en que él siempre lo hacía, es decir, magistralmente mientras mis alaridos que no gritos, se oían por toda la habitación. Dos de sus dedos se introdujeron a su vez en mi cavidad, provocándome más placer todavía. Cuando se cansó de jugar conmigo, se terminó de despojar de la ropa que yo no llegué a quitarle del todo y fue subiendo de nuevo por mi cuerpo hasta llegar a mis labios y al tiempo que me besaba me fue penetrando muy despacio. Y así seguimos, amándonos lenta y deliciosamente hasta que nuestros movimientos se tuvieron que hacer más fuertes y rápidos para salir al encuentro de aquel orgasmo que nos llamaba.

—Y ahora señora Cullen—me dijo después de recuperar su respiración y todavía encima de mi—, antes de proseguir con esta placentera y maravillosa actividad, me vas a decir que ha pasado en el cuarto de baño.

 

Capítulo 13: Proposición y llamadas sin fin. Capítulo 15: El enorme bolso de Renée Swan

 


 


 
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