UNA CITA CASI A CIEGAS

Autor: AlienaCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 07/04/2012
Fecha Actualización: 23/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 105
Visitas: 76727
Capítulos: 29

Bella Swan nunca pensó que por acceder a regañadientes a los ruegos de su amiga, pasaría un día tan maravillosamente increíble junto a un hombre insaciable.

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Capítulo 1: OS Inicial: Primer encuentro

 

Disclaimer: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia me pertenecen, son propiedad exclusiva de S. Meyer, yo solo he jugado con ellos para crear este OS.

 

Una cita casi a ciegas

Bella Pov.

—Vamos Bella por favor —imploraba Alice al otro lado del teléfono y mentalmente me la imaginé poniendo su habitual cara de gato de Shrek ¿por qué diablos habría insistido en que viniera con mi sobrina y conmigo a ver esa película en una de sus visitas a España?—, si solo será una mañana –seguía implorando al teléfono  —hazme este favor  —volvía a implorarme –verás como mi hermano te gusta,  es guapo, sexy, soltero, sin compromiso,  ideal para…

—Alice –la corte sin dejarla terminar –esa manía vuestra de querer emparejarme con todo lo que lleve pantalones me está empezando a resultar molesta. Ya estoy harta de tanta cita a ciegas que siempre terminan en desastre.

—Esto en realidad no es una cita totalmente a ciegas, aunque no le conozcas  en persona, técnicamente ya sabes quién es, te hablé tanto de él que… y a él también le hablé de ti. Bella, por favor…

—Uff –resoplé— está bien Alice,  ¿a qué hora le has dicho?

Mi amiga siempre era así, siempre conseguía lo que se proponía, siempre lograba convencerme. Suspiré pesadamente y me deje caer rendida en la cama, mañana sería un día muy, pero que muy largo.

Otro lunes mas, vaya rollo, pensé para mí mientras de un  manotazo apagaba el molesto aparatito que se empeñaba en despertarme.  Y encima, después de dejar en el colegio a mi sobrina,  tenía que ir al centro de la ciudad para encontrarme con el hermano de Alice que quería sacar fotos de los edificios más emblemáticos. Puesto  que no tenía más remedio que ir, aprovecharía para hacer yo también mis propias  fotos para el libro que estaba escribiendo.  ¿Por qué Alice siempre me metía en estos líos?, ¿y por qué siempre  terminaba diciéndola que sí? Y para colmo de males  no me había dicho como reconocerle, ni me había dado una mísera pista,  solo se había limitado a decir: créeme Bella, en cuanto lo veas lo reconocerás y estoy segura que él a ti también. Vamos ni que  fuéramos del FBI.  Pero en fin, todo sea por  la amistad, me dije a mi misma.

Había conocido a Alice en la universidad, las dos  habíamos venido a estudiar a España. Yo había obtenido una beca y elegí este país porque mi hermano, que ya estaba trabajando y viviendo aquí, insistió para que lo hiciera. Nos hicimos amigas enseguida. Resultaba fácil estar con ella, era una amiga fiel que siempre estaba ahí cuando la necesitabas,  en los momentos buenos, no tan buenos y en los más duros, con ella se estaba a gusto,  era una persona en  quien se podía  confiar,  a pesar de su hiperactividad,  su manía de interferir en la vida de los demás, su afán por las compras y su obsesión por encontrarme un novio.  Cuando terminamos la carrera  nunca perdimos el contacto a pesar de que yo me quedé en España, junto a mi hermano y cuñada,  y ella volvió a Chicago. A pesar de esto, las visitas entre nosotras se volvieron cada vez más habituales,  aunque era mi amiga la que normalmente venia aquí y así aprovechaba para ver a Rose con la que también tenía una buena amistad. Por eso nunca tuve la oportunidad de conocer a nadie de  su familia excepto a su novio Jasper, el cual había venido con ella en su última visita.   

Llegué hasta mi casa, dejé las bolsas con lo  poco que había comprado y me fui a coger el autobús. Había quedado con ese tal Edward dentro de una hora en la Puerta de Alcalá. Cuando llegué a la parada  estaba hasta arriba de gente, señal de que el autobús tardaba en venir. ¡Genial!, ahora iría hasta la bandera, me tocaría ir de pie y con el equilibrio que yo tenía… Efectivamente,  cuando llegó iba demasiado lleno, subí como pude, piqué el ticket y también como pude me acomodé donde había un hueco. De repente el autobús frenó  y  fui lanzada involuntariamente contra…  ejem, vamos contra las pudientes partes de alguien a las que di un porrazo sin querer dicho sea de paso, y para colmó me agarré fuertemente a ellas como si fueran mi tabla de salvación para no acabar estrellada contra el suelo del autobús... Una extraña corriente eléctrica me cruzó el cuerpo de arriba abajo cuando toque semejante zona al tiempo que noté una ligera humedad en mis bragas ¿tan necesitada estaba de sexo por Dios?

—Perdone —le dije toda ruborizada.

— No hay de que  —contestó con una expresión divertida y misteriosa a la vez que se frotaba disimuladamente su parte dañada. ¿Qué diversión  podría haber en haber golpeado y apretado impunemente esa parte de su anatomía?

El autobús arrancó de nuevo y ¡hala! otra vez contra el mismo pobre hombre que me recibió entre sus brazos y evitó que mi cara chocara contra la barra del autobús atrayéndome hacia su pecho, ¡por dios como olía el condenado! Mis bragas estaban mas húmedas a cada segundo que pasaba.

—Disculpe otra vez, es que los autobuses y yo, cuando hay que ir de pie pues…le mire en ese momento a la cara y ¡madrecita del amor hermoso!,   ¡qué guapo!, con unos ojazos verdes que parecían hipnotizarte con solo mirarlos y que mentón y que hombros y que… Por dios Bella que  ya no tienes quince años, decía mi responsable mente, pero mi hormonal cuerpo se puso en alerta roja ante semejante sensación, mis bragas seguían humedeciéndose.

De repente me pilló mirándole y su sonrisa, ¡joder que sonrisa!, se hizo más ancha y claro como yo no estaba a lo que estaba y por no estar,  ni siquiera estaba sujeta , el autobús pegó otro frenazo que me lanzó de nuevo directa contra él. Me volvió a tomar en sus brazos, ¡joder que brazos!, ¿haría algún tipo de ejercicio?  Mis bragas a estas alturas estaban en urgente peligro de inundación.  De repente, alguien se levantó de un asiento y yo ni corta ni perezosa me lancé en picado  hacía él arrasándolo todo a mi paso y ¡hurra! lo conseguí, y con ello conseguiría también dejar de hacer  el ridículo, digo yo.

Estratégicamente sentada me dedique a mirarle. Por dios santo sí que era guapo ese hombre, su cabello no parecía haber visto un peine en la vida, sin embargo era como un toque personal, le quedaba de muerte al tío. Sus anchos y musculosos hombros, su pecho, su… Bella, que ya miras hacia donde no debes. Y al intentar desviar la vista de “donde no debía”, me fije que llevaba una cámara  de fotos  y de las buenas,  colgada al hombro y por su aspecto no parecía español, lógico aquí en España no los hacen tan bien, por lo menos yo no los encuentro, aunque cuando me contestó lo hizo en un perfecto español, pero no me fijé si tenía acento porque claro yo estaba ocupada en otras cosas. Un momento,  ¿cámara de fotos?, ¿parece extranjero?, ¿no será este el famoso hermano de Alice? , no lo creo pensé sin dejar de mirarle.  Y así mirando y no mirando, llegue a la Plaza de la Independencia, mi destino. Me bajé en la parada y cuando ya estaba con el pie en tierra, miré dentro del autobús a echar un último vistazo a ese adonis, y de repente algo me golpeó en la frente y la sien haciéndome mucho, mucho daño, ¿quién diablos habría puesto ahí la dichosa farola caray?,  ¿por qué los responsables del mobiliario urbano se empeñaban en poner las farolas donde más estorbaban? Claro que si yo no fuera una cotilla.

—¿Se ha hecho  daño señorita? —pregunto una voz aterciopelada y  con un ligero  acento  que no supe descifrar de donde era

—Bueno pues…no, muchas gracias y cuando me volví ¡horror!, era él, el hombre por el que había babeado durante todo el trayecto, y con el que me había estado tropezando  en cada frenazo del autobús llegándole incluso a tocar en… bueno pues ahí, el hombre por culpa del cual me saldría un buen chichón por querer mirarlo por última vez antes de que el autobús se perdiese de vista, él culpable de la inundación de mis bragas,  ese hombre estaba ahí a mi lado, por Dios.

—No, no es nada— le contesté como pude y sin hacerle mucho más caso me dedique a buscar un punto estratégico para poder sacarle una foto a La Puerta de Alcalá, mientras esperaba al misterioso hermano de Alice. Cuando lo encontré me eché hacia atrás para conseguir un mejor enfoque y de repente mi pie se topó con algo blandito, genial seguro que había pisado una porquería de perro, pero al mirar hacia abajo se trataba de un pie.

—Upss, perdone, no le había visto

—No pasa nada, dijo una voz que ya estaba empezando a ser conocida para mí.

—¿Usted  otra vez?—,  exclamé ya sin poder contenerme, parece que se ha empeñado en ponerse en medio de mi camino

—O usted en medio del mío señorita —contestó con sorna.

—Yo no estoy en medio de nada le dije enfurecida simplemente estoy sacando unas fotos mientras espero a alguien con quien he quedado.

—Qué casualidad yo también he quedado con una persona amiga de mi hermana, ¿no será usted por casualidad?

¡Anda!, a ver si al final va a resultar que va a ser este hombre….

—¿tú no serás por casualidad el hermano de Alice?,  ¿verdad?— le pregunté un tanto sofocada por la vergüenza que estaba pasando.

—El mismo y  ¿tu entonces eres Bella?

—Pues más bien sí —dije con la cara como una ensalada de tomate y pimiento rojo.

—Pues ya que por lo visto tu eres con la persona que yo he quedado y tú la que has quedado conmigo, porque no seguimos haciendo esas fotos juntos, y después me llevas a conocer la ciudad tal y como teníamos previsto.

Hacer… juntos… ¿que se supone que teníamos que hacer juntos? Las fotos Bella las fotos  y llevarle a conocer la ciudad, no te vayas por las ramas.

—Va…vale, como habíamos quedado —conteste un poco atorada—, son para un libro que estoy escribiendo  –le expliqué enseñándole  mi cámara.

—Estupendo, Llámame de tu ¿ok?, me llamo Cullen, Edward Cullen –en ese instante y no sé porqué,  una imagen mental de Edward con la misma pose del Agente 007 con pistolas incluidas  me vino a la cabeza  —estoy haciendo un reportaje grafico visitando varias ciudades españolas para hacerme una idea de sus costumbres, arquitectura, de cómo es la gente etc., antes de venir aquí estuve con  Alice y ella fue la que sugirió que podía quedar contigo para que me enseñaras un poco la ciudad, me hablaras de sus costumbres ya sabes, vamos si no tienes inconveniente.

—Inconveniente, ¿yo? ¡NO!—   dije con una voz demasiado estridente y alta—. Ya le dije a Alice que lo haría encantada –que mentirosa eres Bella, pero que mentirosa me recriminaba mi conciencia—. Bien, bien, pues  verás eso que quieres fotografiar es la Puerta de Alcalá,  es una de las Puertas que cercaban la ciudad en los tiempos antiguos y  uno de los escenarios del levantamiento que tuvo lugar en Madrid en 1808.Si quieres, bajamos por esta calle  —le dije—, y llegamos a la Plaza de la Cibeles.

—¿La Cibeles?, ok, he oído hablar de ella. Y dime—, me preguntó, ¿qué haces para ganarte la vida?, ¿estás casada?

—No, no estoy casada –le dije en un tono que no dejaba lugar a dudas, ¿qué diablos me estaba pasando? — y soy periodista. Aunque ahora no estoy ejerciendo,  me he tomado un año sabático para escribir mi libro.

—¿Periodista?, qué casualidad igualito que yo. ¿De qué va el libro?

—Es una hermosa historia de amor que surge entre un francés y una madrileña  en medio de los acontecimientos ocurridos en Madrid en mayo de 1808.

—Parece muy interesante, pero tú no eres  madrileña ¿verdad?

—No, soy de un pequeño pueblo del estado de Washington llamado Forks, pero  vine a estudiar a España con  una beca, ya que mi hermano y mi cuñada estaban viviendo aquí. Mi hermano trabaja como asesor legal en  la Embajada de Estados Unidos en Madrid y mi cuñada como secretaria, ambos se conocieron allí. Al  terminar mis estudios conseguí un trabajo  y me quede con ellos. Fue en la universidad donde conocí a Alice y nos hicimos muy amigas desde el primer día. Lo cierto es que esa pequeña bruja se hace de querer ¿y  tú, estás casado, tienes novia?  —pregunté muy interesada en la respuesta. Diablos Bella y a ti qué coño te interesa si tiene novia o no.

—No, ni tengo novia ni estoy casado, aunque, como tu muy bien sabes, tengo  una hermanita hiperactiva, amante de las compras, demasiado acostumbrada a conseguir todo lo que se propone,  que tiene la habilidad de  meterse en todos los asuntos ajenos, y una madre por un estilo,  las dos son tal para cual. A  ambas les encantaría que lo estuviera, pero yo estoy bien así, digamos que aun no encontré a la mujer de mi vida y quiero esperar por ella para dar ese paso tan importante –me dijo con una voz y expresión un tanto misteriosa. Tan misteriosa que me dio la impresión de que me ocultaba algo

Y con esta conversación llegamos a la Cibeles en donde tomó varias fotos mientras yo le explicaba un poco de la historia y mitología de esa fuente. He de reconocer que además de guapo era bueno, como tomaba las fotos por Dios, como se agachaba, como se movía, y ese culo como… ¡Bella por Dios! —me regañé mentalmente. Y para distraerme me dispuse a tomar mis propias fotos.

—Si pones la cámara así, te saldrán mejor las fotos –dijo colocándose detrás de mí y pasando sus brazos por encima de mis hombros mientras se pegaba a mi cuerpo.  Empezó a explicarme como se sacaba mejor una foto con mi cámara, pero claro yo no me estaba enterando de nada, solo pensaba en lo que tenia detrás de mí, bastante grande y duro por cierto, rozando mi trasero ¿era yo la culpable de esa palpable dureza de su entrepierna? Menos mal que en la Puerta del Sol había una estupendo Gran Almacén con una estupenda planta de lencería, porque a este pasó  lo iba a necesitar y de modo urgente…, mis bragas ya no podían absorber tanto líquido las pobres y eso que llevaba un salva slip pero ni por esas.

—¿Te has enterado? —me preguntó

—¿Qué?,  sí, sí creo que lo he pillado—.Lo que he pillado es un buen problema en tu entrepierna.

—Bueno pues ya lo veremos en la próxima foto –dijo divertido y a mí me pareció que era  totalmente consciente del estado de excitación que estaba  provocando en mí y, a juzgar por lo que había notado en su zona baja minutos antes, él estaba igual.

Cuando ya se cansó de tomar fotos a la diosa Cibeles, nos encaminamos por la calle de Alcalá hasta llegar a la Puerta del Sol.

—Que es esa placa, me preguntó.

—Es un homenaje a todos los que intervinieron de una manera activa para ayudar a las víctimas del 11 M  —le dije y mientras  él sacaba foto tras foto, yo seguía babeando como una adolescente hormonal y mirándole el fabuloso trasero que cada vez que se agachaba se volvía mas fabuloso aún,  con una expresión tan lujuriosa que ni yo misma me reconocía. Si Alice y Rose me vieran en  este momento... menuda juerga se iban a pasar a mi costa

—Mira ese placa del suelo –le dije intentado desviar mis pensamientos hacia algo más productivo — señala que estamos en el Km 0 y eso de ahí es la nueva cúpula que han construido y que da acceso al metro y al tren; esa es la famosa estatua del Oso y el madroño y si vamos hacia abajo verás la estatua de la Mari Blanca pero, ¿qué prefieres primero, la Plaza Mayor o el Palacio de Oriente?

—Guíame tu —me dijo y ¡por Dios como me lo dijo! Unas irrefrenables ganas de lanzarme a sus brazos y besar esos labios tan rojos y carnosos se apoderaron de mí con frenesí. Contrólate Bella por favor…

—Pues  vamos por allí,  le sacas una foto a la estatua y después te llevo por la Calle del Arenal hasta el Palacio de Oriente. Luego podemos subir por la Calle Mayor, te enseño la Plaza de la Villa y la Plaza Mayor —le dije como buenamente pude, la verdad es que no sé ni cómo me salió alguna palabra porque esos ojazos verdes me distraían, caray como me distraían. A este paso, fotos yo no sacaría pero me iba a tener que comprar  una cámara nueva porque esta iba a morir de lo mojada que debía estar con mis babas.

Y así entre unas “distracciones” y otras pasamos el resto de la mañana juntos, yo le iba enseñando los diferentes sitios y contándole lo poco que sabía.  Nos sentamos a comer, una paella por supuesto, en una de las muchas terrazas que había en la plaza mayor. Después de comer, le seguí enseñando un poco más la ciudad,  hasta que fue la hora de regresar a casa…

—Lo siento, pero tengo que regresar, ha sido un placer conocerte –le dije no sin mucho convencimiento ya que esta tensión sexual  que había entre nosotros estaba empezando a pasarme factura. Mucho me temía que al llegar a casa mi vibrador y yo íbamos a tener más que palabras.

—El placer ha sido mío, me lo he pasado muy bien, me gustaría volver a verte —me dijo con un tono que se me antojo  algo  triste y decepcionado. Me dio  la mano depositando en ella una tarjeta—. Llámame por favor,   ten cuidado cuando subas al autobús no te vayas…bueno esto a tropezar y ya sabes…

—Sí, los autobuses no son lo mío —le dije volviéndome de repente y ¡toma!, el pie que se me fue a un agujero y yo ni corta ni perezosa contra el santísimo suelo, caray que duro estaba, pero no, un momento, no había llegado al suelo, entonces ¿qué era eso tan duro?, madre mía ¿quién diablos pone bancos de frio mármol donde no debe? Me levanté tan rápido que volví a perder el equilibrio y volví a caer de nuevo esta vez sobre algo un poco mas blando.  Cuando me di cuenta estaba prácticamente encima de Edward, su cuerpo debajo de mi me invitaba al pecado, al más puro, ardiente y pasional pecado, mientras él me miraba con los ojos oscurecidos por el deseo y esa especial parte de su anatomía empezaba a crecer de nuevo.  Tenía una sonrisa torcida igualita, igualita que la de mi amiga Alice,  aunque la suya se me antojaba seductora y llena de deseo y me hacia convulsionarme de la ansiedad, ¡por Dios pobres bragas! Cuando pude ser consciente de la posición tan indecorosa en la que me encontraba, me levanté tan rápido que parecía un vampiro.

—Perdona de nuevo —le dije ya con la bandera española al completo estampada en mi cara.

—No te preocupes, no ha sido nada.

—Bueno pues, ahí viene mi autobús.

—No me digas adiós del todo, llámame voy a estar unos cuantos días más.

—Vale —le dije volviéndome mientras al mismo tiempo intentaba subir al autobús, mala idea, malísima idea, pues calculé mal la altura y  no entré al autobús de la manera tradicional, como normalmente se hace, no que va, primero entro mi boca, luego mis queridos senos, luego mi hermosa tripa y finalmente los pies a saber  además en qué posición deshonrosa. Edward corrió hasta mí para ayudarme  riéndose abiertamente. Cuando me puse de pie, el bajó del autobús, y yo piqué el ticket,  el autobús arrancó y yo miré  por el espejo para verlo por última vez ¿dónde se había metido?,  de repente una mano tocó mi hombro

—Voy en tu misma dirección, estoy alojado en el hotel que hay dos paradas antes de la parada donde tu subiste. Lo cierto era que no me apetecía quedarme  yo solo, pero no sabía cómo decírtelo así que tu ejem…llamémosle…caída, me ha dado una escusa. He decidido acompañarte, por si los accidentes…  pero…mejor…vamos a sentarnos —me dijo acompañándome a un asiento libre mientras cogía mi cintura para evitar nuevos percances. ¡Dios bendito, mis bragas!—. Esto verás…yo…lo cierto es que no me atrevía antes a pedírtelo pero… no me  apetece dejarte todavía, ¿por qué no vienes a mi hotel? subimos  a la habitación, tomaríamos algo y esto…en fin…ya sabes. No me vas a negar la tensión sexual que ha habido entre nosotros durante todo el día –me dijo de una manera tan sugerente, seductora y sensual que ¿cómo diablos iba a poder negarme si mi cuerpo estaba clamado  a gritos por él, por la satisfacción de un deseo tan fuerte como incontrolable?

—Sí, sí que lo sé, y no, no lo niego –le contesté sintiendo como mis bragas que a estas alturas ya estaba completamente inservibles se empapaban de nuevo—. Esto…yo…no suelo actuar de este modo, pero… sí, me gustaría aceptar tu proposición –le dije mientras le mandaba un mensaje a mi cuñada para que alguien recogiera a mi sobrina en el colegio.

—Bella, ¿eres consciente de lo que te estoy pidiendo?

—Sí, si lo soy, soy muy consciente –le dije temblando de anticipación.

 

Lo que quedaba del camino hasta su hotel lo hicimos en total, absoluto y completo silencio. La verdad es que sobraban las palabras entre los dos, nuestros gestos y nuestras miraban hablaban por sí solas. Sus manos se metieron por debajo de mi bolso y  viajaron hacia mis muslos con mucho disimulo y empezaron a acariciar mi sexo por encima de mi ropa. El puso su cámara de fotos encima de su intimidad para que yo pudiera tocarle cosa que no dude en hacer,  chocando con su dura y enorme erección y apretándola suavemente lo que me hizo ganarme un gemido ahogado de su parte. Llegamos al hotel, entramos a la recepción, Edward pidió las llaves de su habitación y con mucha más prisa de la habitual  nos dirigimos a uno de los ascensores. No se había terminado de cerrar la puerta aún,  cuando sentí que  me encerraba entre la pared del ascensor y su cuerpo. Su potente erección presionaba contra mi estómago al tiempo que atacaba mi boca en un beso furioso, apasionado, hambriento, caliente, presuroso, lujurioso, necesitado y voraz. Su boca me pidió permiso para entrar y yo se lo di en el acto. Nuestras lenguas comenzaron una pelea, una batalla que ninguno de los dos quería ganar, saboreándonos, degustándonos, no quedo ni un solo recoveco de nuestros bocas sin explorar. Mientras, sus manos vagaban sin control por mis muslos subiendo por mi cintura y llegando a mis pechos, los cuales apretó con demasiado fuerza lo que me hizo lanzar  un grito de pura excitación. Mis manos bajaron a su entrepierna y acaricié su erección por encima de sus vaqueros.

 

—Llevo deseando hacer esto desde el primer momento que tu cuerpo chocó contra el mío y tocaste mi pene –me dijo mientras iba dejando un reguero de besos húmedos por mi cuello y hombro –no sé qué demonios has hecho conmigo, nunca había sentido algo así ni me había excitado tanto con solo un roce.

—A…a mi me ha sucedido lo mismo –le contesté entre jadeos.

 

El ascensor llegó a su destino y sin más preámbulos me cogió entre sus brazos, cargándome como si fuera una novia. Con bastante dificultad abrió la puerta para después cerrarla  con una patada y me llevó a su habitación donde me depositó sobre la cama sin ninguna delicadeza, cosa que me  excito todavía más. Se tiró, más que se tumbó, sobre mí y empezó a devorar de nuevo mi boca mientras mis manos primero se enredaron  entre sus cabellos,  los cuales llevaba todo el día deseando acariciar,  y después comenzaron a explorar su perfecto y musculoso cuerpo.  Cuando llegué al principio del jersey  que llevaba lo alcé y se lo quité de un tirón y ¡madre mía, que vista más increíble! Todo en él era perfecto. De repente noté que el también me había despojado de mi blusa y de mi falda y estaba debajo de él en ropa interior, su masculino y musculoso torso se fundía con mi pecho también desnudo ¿dónde diablos habría ido a parar el sujetador? Pero no tenía tiempo para pensar en eso ya que de repente sentí como su boca comenzaba a lamer uno de mis pezones, a mordisquearlo, a saborearlo, a degustarlo, mientras que con su otra mano bajaba por mi cuerpo hasta llegar a mis bragas, las cuales arrancó de mi cuerpo de un tirón para acceder a mi centro de placer. Comenzó a jugar con él, masajeándolo, acariciándolo suavemente, y de repente me sentí satisfactoriamente  invadida por dos dedos que comenzaron a hacer delicias en mi interior. A estas alturas de la historia mis jadeos, gritos, y gemidos se confundían con los suyos formando una perfecta composición lujuriosa. Mis manos comenzaron a descender por su cuerpo hasta llegar a su cintura. Sin más preámbulo desabroché sus pantalones y se los bajé junto con sus bóxers. Me encontré con la erección más grande y masculina que jamás había visto, ¡oh mi Dios! pensé al imaginarme eso metido dentro de mí.  Y en ese momento un fuerte orgasmo me alcanzó y me dejé llevar por él. Cuando recuperé la respiración empecé a masajear su pene, lentamente, torturándole, ahora hacia arriba, ahora hacia abajo, deteniéndome en su glande, haciendo pequeños círculos  y dándole suaves  apretones, necesitaba que sintiera el mismo placer que me estaba dando a mí.

—Bella, por Dios, como sigas así no voy a durar mucho –me dijo mientras se frotaba contra mi mano al tiempo que sus poderosos dedos, que no habían salido de mi interior, volvían a hacer estragos dentro de mí y su boca seguía entretenida con mis pezones.

— No hay problema –le dije jadeando– tenemos  el resto del  día. Y esas palabras mías debieron excitarlo en demasía ya que sacó sus dedos de mí, se separó lo justo y suficiente para quitarse del todo los pantalones y el bóxer,  se dirigió hacia una maleta que tenia medio abierta y sacó un paquete de condones y con uno de ellos en la mano se volvió a posicionar sobre mí. Empezó a besarme de nuevo con hambre, bajó por todo mi cuerpo dejando un reguero de besos húmedos,  hasta llegar a la punta de mis pies y empezó a subir de nuevo dejando suaves besos y mordiscos. Llegó a mis muslos y su boca siguió su camino hacia mi centro donde empezó a lamer y mordisquear mi clítoris, mientras sus dedos seguían su juego en mi interior. Yo arqueaba mi espalda y gemía de placer sintiendo de nuevo como mis paredes comenzaban a cerrarse de nuevo. Cuando se percató de esto, sacó sus dedos de mí para dirigirlos hacia mis senos tirando suavemente de mis pezones. Su boca también dejo mi clítoris para seguir subiendo por mi cuerpo mientras iba besando y lamiendo todas y cada una de las partes que encontraba a su paso. Sus manos dejaron de jugar con mis pechos para intentar abrir el paquete que contenía el condón y ponérselo al tiempo que atrapaba de nuevo mis labios en un beso brutal. En un rápido movimiento nos giré quedando yo encima  de su cuerpo. Me senté sobre él de manera que su erección tocaba mi centro y ambos reaccionamos ante ese contacto con un grito enloquecedor. Empecé a frotarme contra él mientras le besaba en todas las partes que podía de su perfecto y musculoso cuerpo, cuando llegue a su erección,  la tomé con mis manos y me  la metí en la boca, chupando con cuidado, lamiendo,  mientras intentaba abrir el paquete que previamente le había arrebatado de las manos. Sus manos se cerraban en puños sujetando las sabanas, su espalda se arqueaba,  mientras sus jadeos y los míos se escuchaban en toda la habitación. Cuando logré sacar el condón, se lo coloque, muy despacio, acariciando  paso a  paso cada centímetro de piel. Cuando ya  estuvo puesto me incorporé, me senté a horcajadas sobré su pene y de un solo envite me lo introduje dentro de mí. El gemido, más bien el grito de placer, fue instantáneo. Empecé a cabalgarle como si la vida me fuera en ello, como si el mundo se fuera a terminar y esta fuera la última vez que tenía sexo  con un hombre. Mis movimientos cada vez era más rápidos y fuertes, nunca me había gustado el sexo duro, pero es que este hombre era pura dinamita que explosionaba  mi cuerpo de una manera  arrolladora. En un giro inesperado  noté que salía de mí al tiempo que me encontré con mi cara pegada a la almohada, me incorporó un poco pegando mi espalda a su pecho. Una de sus manos  me masajeaba un seno, su boca me lamia, succionaba y mordisqueaba mi espalda,  a la vez que con la otra mano me acariciaba el clítoris de una manera que me hacia gritar de puro placer. Su boca descendía  por mi espalda con húmedos besos y cuando llegó a mi culo empezó a dejarme suaves mordiscos en él, besándolo de manera enloquecedora  al tiempo que abría  los labios de mi centro  penetrando de nuevo en mí de un solo empellón.

—¿Te gusta? –me preguntó al oído mientras me lo mordía con una voz ronca de la excitación— ¿lo quieres así o te gusta más duro?,  dímelo preciosa, tus deseos son órdenes para mí.

—Más…más duro por favor –le contesté mientras me movía hacia él haciendo que nuestros cuerpos se juntaran en un ángulo delicioso. Él empezó a embestirme aun más deprisa, mas fuerte, más duro y yo seguía su ritmo de una manera prácticamente animal, hasta que de repente mis paredes se contrajeron atrapando su pene y mi cuerpo se sacudía en un orgasmo bestial, el mejor que había tenido en toda mi vida. Le sentí tensarse mientras se quedaba quieto descargando toda su lujuria en mí.

 

Una vez que hubimos recuperado muestras respiraciones, por lo menos él la suya, salió de mi, se quitó el condón usado, lo tiró a la basura, cogió la caja se la puso en la boca y me levantó, me obligo a que rodeará su cintura con mis piernas lo que provocó que nuestros sexos volvieran a rozarse despertando de nuevo a la vida. Por el camino hacia el baño, fui notando como su erección volvía a crecer pero que espécimen de hombre ¡por Dios! Me depositó dentro de la ducha, dejó la caja de condones en el mismo lugar donde descansaba la esponja, abrió el grifo y un placentero chorro de agua caliente empezó a caer por mi cuerpo. Edward cogió la alcachofa de la ducha me puso con la espalda pegada a su pecho y dirigió el agua directamente a mi clítoris. La sensación era tan placentera, tan insoportablemente torturante que empecé a retorcerme de placer y un nuevo orgasmo me inundó de repente, sin verlo venir. Edward me besaba por el cuello, mordisqueándolo a su paso, me masajeaba el pecho de una manera magistral. Me volvió de forma que quedé frente a él y me obligo de nuevo a rodear su cadera con mis piernas de manera  que nuestros sexos se rozaban otra vez en un baile torturante, empezó a lamer mis pechos, a mordisquearlos, a succionarlos, devorándolos con ansias, mientras yo intentaba besarle y tocarle en todas partes que podía que a estas alturas no eran muchas pues mi cuerpo estaba totalmente pegado a él aprisionado entre la pared  y su propio cuerpo. Me pasó la caja de condones para que le volviera a poner uno, apartándose lo  justo para facilitarme el trabajo. Muy despacio, muy lentamente, tomándome mi tiempo, torturándole, acariciando de paso su muy dura erección,  se lo puse y sin más preámbulo me penetró de nuevo. Sus movimientos eran rápidos, duros, constantes, mi cuerpo subía y bajaba respondiendo a ese vaivén como si estuviera hecho para encajar en él. Nuestros gemidos eran acallados con besos, nuestros labios se unían y se separaban en un baile frenético hasta que note mis paredes cerrarse en torno a su pene y un nuevo orgasmo más potente y poderoso que el anterior nos azotó dejándonos totalmente inertes. Nuestros cuerpos  que se habían quedado desmadejados y sin  fuerzas, fueron cayendo en cámara lenta en el suelo de la bañera. Cuando nos recuperamos de ese sensacional orgasmo nos levantamos, Edward tomó la esponja y empezó a lavarme  y yo hice lo mismo con él. Cuando ya consideramos que estábamos los suficientemente limpios salimos de la ducha de nuevo con dirección a la cama, donde estuvimos remoloneando un buen rato.

Edward pidió una botella de champan que malgastó derramándola por mi cuerpo y chupando y lamiendo allá donde caía el espumoso liquido, cuando el susodicho brebaje se poso en mi centro de placer,  él empezó a lamerlo con su lengua, bebiendo de mi el champan mezclado con mis flujos, su lengua me acariciaba haciendo pequeños círculos alrededor de mi clítoris. Derramó lo que quedaba de la botella justo en mi abertura, introdujo su lengua y bebió y bebió hasta saciarse,  yo sin poder soportarlo mucho tiempo más respondí con ansias y  de nuevo la pasión nos consumió…

 

—No tengo más remedio que irme –le dije sin ganas de moverme –tengo un hermano, una cuñada que…

—No me apetece dejarte ir Bella… esto ha sido… nunca me he sentido así, nunca he sentido tantas cosas juntas.

—Pero tengo un hermano y una cuñada y una sobrina que me están esperando en casa  preguntándose donde me he metido y para mí sería un poco complicado explicar…esto…

—¿Vives con ellos?

—Bueno ellos me hacen un favor a mí y yo se lo hago a ellos. Al trabajar en casa en mi libro,  tengo mucho tiempo, el cual invierto en cuidar de mi sobrina cuando  no está en el colegio, mientras Rose trabaja. De este modo ellos me brindan asilo y yo les cuido su tesoro. No tengo más remedio que marcharme  no sabes cuánto lo siento… –le dije nerviosa. La verdad es que después de consumida la pasión, sentí que todavía quedaba algo entre nosotros, algo a lo que no sabía ponerle nombre, me sentía genial entre sus brazos,  no quería marcharme, pero también estaba un poco azorada ¿qué estaría pensando de mí y de la forma tan rápida que había tenido de prestarme a esto?

—Está bien, por hoy te dejo marchar, pero no te creas que esto va a terminar así, necesito más de ti Bella —dijo levantándose de la cama y poniéndose la ropa al tiempo que yo también me vestía.  Las pobres bragas habían terminado hacía un buen rato con su miserable existencia pero aun así no las encontraba por ningún lado ¿dónde diablos estarían?,  miré hacia donde estaba Edward que tenía en su cara una sonrisa inocente que no sabía muy bien como identificar pero sospechaba que tendría algo que ver con la misteriosa desaparición de las bragas. De todos modos estaban rotas, así que me encogí de hombros resignada  a pasearme por la calle sin nada debajo. Me sonroje solo de pensarlo.

—¿A dónde se supone que vas? –pregunté al ver que salía conmigo de la habitación.

—Bueno en vista de que he podido comprobar de primera mano que eres algo así como el peligro público número uno, he decidido acompañarte, ya sabes… por si las moscas. Y sin darme opción a protestar, salimos al exterior y tomó el autobús conmigo.

 

 —¿Por qué no quedamos mañana y me enseñas la zona de los museos, no me puedo ir de Madrid sin conocer el Prado?— me preguntó con un cierto deje de esperanza cuando ya estaba llegando a mi parada –todas las excusas son buenas ¿no?, después quizás podrías volver a subir a la habitación y… no he tenido suficiente de ti Bella, no sé a dónde nos conducirá esto pero… quiero averiguarlo.

—Bueno,  pero tendrá que ser a la misma hora de hoy, le dije levantándome para bajar aprovechando que el autobús se iba parando.

—¿Vives por aquí cerca?

—Sí,  mi casa es aquella de allí.

—Pues mañana en esta parada a la misma hora ¿ok?

—Vale,  hasta mañana.

Hasta mañana. Espera se me olvidada, hazme un favor, por tu integridad física y mi salud mental, trae un casco y una armadura, dijo riéndose a carcajada partida al tiempo que yo en un gesto muy infantil le sacaba la lengua frunciendo el ceño.

—De acuerdo, lo traeré —dije siguiéndole la broma y claro como no estaba a lo que estaba,  al bajar del autobús volví a meter el pie en uno de los múltiples agujeros que había en la carretera. Maldito Ayuntamiento ¿qué no se supone que asfaltan todos los años?, pues se conoce que se olvidan de esta calle.  Pero contrariamente a lo que puede suponerse,  no  caí, esta vez me salve por la campana, más bien por la barra que sujetaba la marquesina del autobús estratégicamente puesta en mi camino hacia el suelo y a donde me pude agarrar. Cuando logre sostenerme de nuevo en pie, mire hacia dentro del autobús, vi como se alejaba despidiéndose con la mano y partiéndose de la risa. Lo último que vi fue que me guiñaba un ojo mientras me lanzaba un beso…

Llegué a mi apartamento  con una sonrisa tonta en mí cara y sumergida en una burbuja personal. Definitivamente debería agradecer a Alice su insistencia en que quedara con su hermano. ¿Será que  este pequeño duende   maléfico y meticón habría intuido con su habitual percepción que su hermano y yo íbamos a congeniar, digamos…tan bien?

 

—Tierra llamando a Bella –escuché que me decía mi cuñada Rose. Miré en su dirección y pude observar que ella y mi hermano Emmett me estaban mirando con una sonrisa guasona pintada en sus caras.

 

—Parece que tu cita ciegas no ha estado mal del todo ¿no? –me dijo Rose, menos mal que pude salir un momentito a por Rosie –me dijo con sorna.

 

—No lo sabes tú bien cuñadita, no lo sabes tú bien. Por cierto mañana te llevaré a Rosie al colegio pero no podré hacerme cargo de ella el resto del día lo siento –le contesté mientras me dirigía a la habitación dejándoles con la boca abierta y sin darles tiempo a aplicarme su habitual tercer grado...

 

Cuando me desnudé pude observar que todo su olor estaba impreso en mi cuerpo y en mi ropa. Sonreí satisfecha y feliz como hacía mucho tiempo que no lo hacía. Definitivamente mañana sería un día interesante y muy, muy placentero… debía agradecerle a Alice.

 

 

—No quiero que esto termine cuando tenga que marcharme –me dijo al día siguiente  minutos después de haber recuperado nuestra respiración tras una nueva sesión de maravilloso y explosivo  sexo—. No quiero separarme de ti Bella Swan… no puedo, es superior a mi  –me dijo como si me hubiese leído el pensamiento.

—Yo tampoco quiero hacerlo…

 

 

 

Capítulo 2: ¿Mi mujer perfecta?

 


 


 
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