DADDY 23 (+18)

Autor: Indi
Género: Romance
Fecha Creación: 09/11/2013
Fecha Actualización: 09/01/2014
Finalizado: NO
Votos: 15
Comentarios: 40
Visitas: 21173
Capítulos: 12

"Edward Cullen, el jugador de fútbol más exitoso tiene una vida bastante complicada con un revoltoso niño de cinco años. Lo que menos necesita ahora mismo es esa atractiva mujer que llegará a controlar su carrera y probablemente su corazón."

  

Los personajes son propiedad de  S. Meyer

 

Esta historia no me pertenece es de una buena amiga , Daniela Ramirez(DaniiStewart)


La historia también la pueden encontrar en:

http://www.fanfiction.net/s/9283961/1/Daddy-23

 

Espero les guste tanto como a mi.

Indi.

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Capítulo 6: CAPITULO 6

 

Capítulo 6

 

Niklaus, el pequeño y travieso Niklaus estaba bastante sorprendido. Su boca estaba ligeramente abierta al ver a aquel hombre parado delante de él, con sus lentes bastantes sofisticados y todo. Al pequeño siempre le dio curiosidad esa barba en forma de gancho que se cargaba en el rostro. Después de tres segundos comenzó a saltar con una enorme sonrisa genuina. ¡Robert Downey Jr.Estaba en su fiesta de cumpleaños!

— ¡Eres Tony Stark! —exclamó pegando otro salto.

A aquel hombre se le formó una sonrisa ladeada en su rostro, llena de diversión.

—Es un gusto conocerte, Niklaus —saludó extendiendo la mano. — ¡Es un placer conocerte! ¡Soy un gran fan tuyo! Que hayas venido a mi fiesta de cumpleaños es lo mejor que puede ocurrir.

A Niklaus le estaban faltando palabras para decir cómo se sentía en esos momentos. Él estaba realmente sorprendido y feliz de que su segundo ídolo —porque el primero era su padre— haya acudido a su fiesta de cumpleaños.

Edward sintió un poco de celos al ver su hijo tan entusiasmado. Definitivamente había sido idea de su abuela Elizabeth, pero Edward había sido quien había hecho la invitación. A Robert le gustaba el futbol, al menos lo normal, y su jugador favorito era Edward Cullen, como muchos en el lugar.

—Escuché por allí que eres un gran Iron Man en versión pequeña de mí —dijo el hombre de cabello oscuro con cierto humor, después, sin espéraselo, Niklaus fue levantado por él, colocándose contra su cadera—. ¿Estás listo para demostrarme que tan bueno eres con todo esto? —Robert hizo un gesto, señalando todo a su alrededor. Por supuesto que se estaba refiriendo a la fiesta y toda la temática de aquel superhéroe.

—No soy un imitador, y tampoco soy pequeño —remarcó Niklaus con los ojos entrecerrados, aunque claro, eso no se podía ver gracias al casco que cargaba encima—. Soy un auténtico Iron Man también y soy enorme.

Robert Downey Jr chasqueó la lengua, señalando que no estaba de acuerdo con él. Su humor estaba al máximo, y hacer hablar a un niño de seis años era cierta mente divertido.

—No lo creo, para estar a mi altura tuve que tomarte en brazos. Tus piernas están colgando ahora mismo.

Edward rio por lo bajo al ver lo puños apretados de su hijo a sus costados. Sabía que tener a esos dos hombres juntos sería un espectáculo bastante interesante, y algunas personas que estaban alrededor estaban atentas a su plática. Por supuesto que Niklaus le había pedido a su padre que se mantuviera alejado mientras el disfrutaba de su fiesta. A Edward eso le dolió, pero decidió no demostrarlo.

—Te voy a retar, señor —dijo con voz contenida el pequeño—. Si yo logro derrotar a ese robot gigante de allí —señaló un extraño modelo de robot de un poco más de dos metros, moviéndose por un área espaciosa, listo para ser golpeado por balas de utilería—, yo reclamaré mi puesto como un verdadero Iron Man, ¿Qué dices? —alzó las cejas en dirección al hombre pelinegro, pero este tampoco vio ese gesto por la máscara.

—Digo —comenzó—, que es una grandiosa idea —lo colocó en el suelo—. Elige tu arma pequeñín, prepárate también para ser derrotado.

Niklaus apretó un puño, mostrándoselo. Por un momento, se volvió a su padre.

—Papá, iré con el hombre más genial del mundo a jugar, ¿no es genial? —antes de que Edward pudiera responderle con al menos un gesto, Niklaus siguió —. Ocúpate de tus asuntos, puedes ofrecer algo a alguien. Tú no juegas esta vez.

Edward retrocedió un paso como si alguien le hubiera dado un golpe en el pecho. Por suerte, nadie había escuchado las palabras del niño porque centraban su atención en el hombre que se dirigía hacia el robot. Edward asintió un par de veces.

—Bien, haré que te llamen cuando estén todos listos para el pastel, ¿de acuerdo?

El niño se encogió de hombros.

—Como sea.

El gran futbolista se quedó de pie mirando como su hijo corría —o hacia un intento de correr— hacia el robot gigante. Claramente, él no planeaba pasarse de esa manera el cumpleaños, o la celebración de cumpleaños, de su hijo. Pero no se podía permitir permanecer con esa cara tan larga todo el evento, ¿Qué clase de imagen él daría a los demás? Un padre débil y rechazado, eso era Edward Cullen.

Con un suspiro de fue a la dirección contraria que su hijo, manteniéndose en el área en el que los demás adultos estaban.

Él en realidad no sabía a cuantas personas exactamente habían invitado, pero podía ver muchos rostros de famosos en ese lugar, y todos iban vestidos con las ropas más caras al igual que sus hijos. Los jugadores del equipo de futbol de Edward también habían sido invitados, mas por ser amigos del pequeño de cabellos dorados que por ser colegas de Edward. Sin embargo, Edward no se sentía de un humor enorme, no después de aquellas palabras de su propio hijo. Era débil, se recordó, había permitido que su hijo lo tratara de esa manera, pero no importaba, porque el pequeño era bastante feliz.

Se sentó en uno de los sillones en forma de burbujas enormes, tomando un pequeño vaso con dibujos animados pintados alrededor y con un popote fosforescente con varios nudos. Medio minuto después, Edward Cullen padre apareció frente a él con un vaso con alguna bebida alcohólica.

— ¿Qué pasa contigo? Creí verte bien hace media hora.

Edward miró a su padre con cara de: ¿enserio quieres hablar de cómo me siento?

—No es nada, sólo que de repente he tenido estrés, por el viaje de ayer y ahora esto.Eso es todo.

Edward padre bufó.

—Has tenido peores ajetreos y no tienes esa excusa. He visto cómo te trató Klaus hace unos momentos.

— ¿Vas a darme algún sermón o algo?

—Sólo voy a decirte que este no es un buen lugar para hablar sobre esto porque hay muchos oídos por todas partes. Y… que lo que sea que te haya dicho mi nieto… es tu culpa. Edward, regalarle un yate a un niño de seis años, ¿enserio?

Edward hijo rodó los ojos como un adolescente rebelde.

—Ya está hecho, papá, ya se lo he regalado, no puedo quitárselo —su mirada se paseó por todo el lugar hasta quedarse trabada en la entrada donde estaba una mujer bastante bella de cabellos color chocolate. Su padre le respondió algo acerca de cómo podía quitarle el regalo al niño pero a Edward no le importó —. Amm… papá, ¿podemos hablar luego? Tengo algo que hacer.

Dejando el absurdo vaso con bebida azul dentro, se dirigió a la puerta. Bella se veía bastante hermosa con los atuendos que siempre utilizaba para trabajar, se dijo Edward, pero ahora, vestida para una fiesta infantil y de manera casual se veía aún más hermosa, si es que eso era posible. Edward no se podía imaginar cómo se vería el día que fuera a un antro o a una cita. Con un vestido de noche. Él estaba teniendo serios problemas y estaba en una fiesta infantil.

—Hey, Bella —saludó con una sonrisa ladeada—. Creí que no vendrías.

Cierto color en sus mejillas bronceadas apareció, resaltando el chocolate de sus ojos. Movió de manera inquieta la caja de regalo que estaba entre sus manos.

—Le he dicho al pequeño galán que vendría, no podía fallarle —se encogió de hombros con una sonrisa también. Después, desvió la mirada hacia el lugar—, ¿Dónde está?

—Bueno, ahora mismo está con Robert Downey Jr. —dijo el cobrizo sin tanta simpatía como le hubiera gustado —. Me ha rechazado por él, ¿puedes creerlo? Me siento fatal.

Bella rio sin poder contenerse al escuchar esas palabras.

—Oh vamos, no puedes sentirte de esa manera. Cualquiera se emocionaría teniendo a Iron Man al frente —se encogió de hombros, pensando en cómo fue la escena que se había formado minutos atrás.

— ¿Por qué tú no estás emocionado como cualquier otra persona?

—Porque yo tengo a Edward Cullen frente a mí, ¿no es casi lo mismo?

—Sí, claro, pero no estás emocionada como dices que cualquiera puede estarlo —los ojos verde esmeralda de Edward se entrecerraron en dirección a la castaña. Una pequeña sonrisa se asomaba por la comisura de sus labios.

—Sé fingir algunas cosas —dijo ella con arrogancia y después le regaló una bella sonrisa mostrando una hilera de dientes perfectamente blancos —. Pero ya, deberías superarlo, tal vez se aburra de él más tarde, y entonces tú podrás pasar lo que resta de tu vida con él, ¿Cuántas posibilidades hay de que lo vuelvas a ver el día de mañana?

—Créeme, con lo convincente que puede llegar a hacer ese demonio, las posibilidades son muy grandes —aseguró el cobrizo. Después agitó su cabeza queriendo despejar su mente —. Como sea, aun sigues en la entrada, ¿quieres ir a tomar un poco de jugo de color azul?

— ¿No quieres decir "jugo de mora con mucho colorante"?

—Suena más divertido como "bebida azul" —él se encogió de hombros tocando la espalda de ella con la palma de su mano, guiándola hacia la mesa de las bebidas.

Después de una bebida de color azul y de un palito lleno de caramelo, Bella logró conocer mejor a Emmett. Ella y él se llevaban de maravilla, casi tanto como con Jasper. Edward, Emmett y Jasper se dedicaban a hacerle la vida difícil a Bella con sus pequeñas bromas y juegos de palabras. Claro que Bella decía que ella tenía el poder femenino y odiaba hacer trizas a esos tres hombres sin necesidad de golpearlos. Y tenía razón. Ellos no eran lo suficiente astutos para ella.

Bella tuvo suerte de no conocer a las mujeres de la familia Cullen. Elizabeth, Esme y Rosalie estaban lo suficientemente ocupadas como para ponerse a conocer a las nuevas personas. El cuarto integrante de la familia Cullen que conoció Bella fue al padre de Edward. Aquel señor tenía el mismo rostro que Edward, sólo que sus ojos eran de un color avellana y su rostro tenia arrugas. Ella supuso que el color esmerando había sido heredado de su madre. El señor, a pesar de que no era del tipo de persona que caía muy bien a todo el mundo, fue una persona bastante encantadora con Bella. Edward estaba sorprendido, por supuesto. Su padre nunca se mostraba simpático con las personas la primera vez que las conocía. Jasper y Emmett también estaban sorprendidos, aunque sospecharon que a Edward Cullen padre se había sentido extrañamente atraído por Bella. Nadie lo culpaba.

Al parecer Bella tenía algún hechizo para atrapar a todo tipo de generación masculina de los Cullen. Eso le hizo sentir un poco extraña.

Resultó que el padre de Edward había pasado más tiempo con Bella conversando que él. La atracción que Edward sentía por Bella era clara para él, pero se quedaría de esa manera porque su política era: Nada de relaciones con los compañeros de trabajo.

Dos horas después de que Bella estuvo allí, Niklaus se dio verdaderamente cuenta de que ella estaba allí. Su traje del hombre de acerco había sido removido y se había cambiado por una ropa un poco más fresca y que le permitía moverse con más facilidad.

— ¡Creí que no veneráis! ¡Te has tardado un montón! —acusó el niño con el ceño fruncido. Su frente estaba cubierta de una capa de sudor, haciendo que los mechones dorados de du cabello se pegaran a ella.

—Hey, señorito. Yo llevo en este lugar ya dos horas y tú no te has dado cuenta. Parece que el señor Iron Man es más importante —Bella le devolvió el acosamiento, haciendo que el niño abriera los ojos en grande al escucharla —. He tenido que pasar dos espantosas horas hablando con tu papá.

El aludido entrecerró los ojos.

—Eso ha dolido —apuntó y Bella le rodó los ojos.

—Lo lamento pero… ¡él es genial! —soltó el pequeño niño hiperactivo —. Ha sido lo máximo, es el mejor hombre del planeta. ¿Sabes que él me ganó a derribar al robot? ¡Yo nunca pensé que era más fácil darle en las patas! Sí que es inteligente.

Edward apretó los dientes, dándole otro sorbo a su bebida azul y desviando la mirada. A Bella también le dolieron esas palabras, y no por ella, sino por Edward. Sentía pena, sin embargo, no podía culpar al niño.

—Yo no creo que sea tan genial. Es muy arrogante también y es un presumido de primera —dijo Bella, cruzándose de brazos —. Creo que ya sé porque se llevan tan bien tú y él.

Niklaus hizo un puchero.

—Se supone que estás de mi lado. Y sí es genial, sólo que tú no lo sabes —le enseñó la lengua—. Ahora tengo que irme a jugar con Cara, hoy no eres mi novia.

— ¿Ah no?

—No. Hoy puedes estar soltera —autorizó—. Nada de besuqueos con mi papá.

Después de enviarles una mirada, Niklaus se alejó corriendo de allí. Bella se volvió un poco sonrojada hacia a Edward. Era como si el niño le hubiera leído el pensamiento.

—Tienes un hijo bastante directo —le dijo a Edward con una sonrisa, situándose a su lado.

—Es mejor ser directo a estarse con rodeos, ¿no es así? Pero creo que tienes razón —asintió el hombre dándole otro sorbo a su bebida—. No tengo ni idea de por qué no he ido a hacer pipí de tanto líquido que he ingerido.

—Es que tu tiempo es bastante valioso conmigo, no te atreverías a desperdiciarlo, ¿cierto? —sonrió de manera burlona y Edward le siguió.

—Bueno, creo que puedes tener un poco de razón, pero sólo un poco —admitió—. Te… gustaría… ¿quedarte con nosotros después de la fiesta? Mi familia y yo siempre hacemos algún tipo de cena en la playa después de cada fiesta, hay fogata y malvaviscos.

La sonrisa tímida que Edward le envió a Bella le hizo saber que estaba hablando en serio y que era una petición bastante seria también. Bella había simpatizado bastante bien con Emmett, Jasper y el padre de Edward, por supuesto, pero ella tenía ciertas dudas sobre conocer a los demás integrantes de la familia. Además, ¿Qué era Bella ahora mismo? Se estaba saliendo de su papel: ser el agente de Edward. Claro que habían sido grandes amigos y todo gracias a Niklaus también. Pero eso era sobrepasar los límites.

—Yo… no creo que eso sea conveniente, edad, pero muchas gracias —le dijo con una pequeña sonrisa. Sus manos comenzaron a ponerse nerviosas alrededor de un vaso con jugo, esta vez de color naranja—. Mira, el día de mañana yo tengo que estar en Inglaterra de nuevo para arreglar mi departamento y el lunes meterme de lleno en el trabajo. Tienes una cita con H&M, el miércoles y tu hijo también tiene con Op, para eso tendrás que viajar de nuevo a Los Angeles.

Edward gruñó, frotando su cara con sus manos.

—No hables de trabajo ahora.

—Lo lamento. Pero no puedo aceptar tu invitación.

—Lo entiendo, no te preocupes, no perdí nada con preguntarlo, ¿no?

—Para nada —le sonrió ella—. Creo que ya debo irme y dejarte con tu tortura, no creo poder encontrar a Niklaus entre tantos niños, ¿puedes despedirme de él?

—Seguro —asintió Edward—. Nos vemos el lunes.

Después de que Edward dejara a Bella en la puerta y se despidiera, volvió a estar en la fiesta llena de niños. Claro que ellos tenían permiso de desocupar el lugar a la hora que sea, y al parecer varios niños ya se estaban yendo, lo que quería decir que la tortura de gritos infantiles y todo eso se terminaría pronto. Edward amaba a su hijo, por supuesto, pero nada más era capaz de soportarlo a él y no a otros niños de algún otro lugar. Era por eso que ninguno de los amigos de Niklaus iba a su casa a jugar cuando Edward estaba allí. Edward tenía reglas y esa era una de las pocas que Niklaus acataba.

Dadas las diez de la noche, todo el mundo —la familia de Edward— estaba en la casa de Edward, preparando emparedados para poder estar en la playa. Niklaus, por su parte, estaba bastante ocupado jugando con Aaron en el patio trasero con el helicóptero que le había regalado su padre. Todos los demás regalos estaban en su habitación sin ser abiertos.

Antes de que dieran las once, la familia Cullen estaba sentada alrededor de una fogata. A Edward eso le parecía absurdo y "ñoño", pero tenía que hacerlo, por su madre y porque decía que era una buena manera de decirse que tal les fue en el días. Además de que su tía Esme se había tomado la molestia de organizar todo eso. Niklaus estaba empapado pero cubierto con una enorme y gruesa toalla entre las piernas de su padre comiendo un bombón derretido, manchando sus dedos de éste. Sus labios estaban castañeando un poco pero su padre lo envolvía más y más entre sus brazos haciendo que su calor corporal lo mantuviera a salvo del frio aire que corría. Aaron y Emmett casi se encontraban en la misma posición.

—Y, Edward —llamó la suave voz de Esme. Ella se encontraba envuelta en un enorme suéter de algodón blanco junto a su esposo —. ¿No supiste nada de Alice cuando estuviste allá en Inglaterra? Ella mencionó algo de que estaría allí.

El cobrizo agitó la cabeza, alzando la mirada de las manos de su hijo.

—No. En realidad no recuerdo que ella me haya dicho algo de eso. ¿No estaba en Italia? En realidad no la recordé, todo fue bastante rápido, tía.

—Parece que alguien no está siendo buena hija —murmuró Emmett a Aaron. El niño le sonrió con diversión al recordar a su tía pequeña y con cara de duende.

—Emmett, tú no eres bueno en muchas cosas —apuntó Carlisle con una suave sonrisa al momento en el que apretaba suavemente a Esme con su brazo, esperando que no se sintiera tan mal por el comentario.

Alice era la hija de Esme y Carlisle. Por desgracia, Esme no había podido quedar embarazada así que decidió adoptar a una niña de ojos azules y cabellos oscuros con carita de duende. Alice fue una buena niña, hasta que llegó la adolescencia y decidió tomar su propio camino yéndose a estudiar al extranjero. Eso había sido a los diecisiete años, ella ahora tenía veinte y sólo una vez había visto a sus padres. Niklaus la llamaba "la tía loca", y es que ella todo lo vivía al máximo diciendo que probablemente se ahogaría con cualquier cosa que tuviera en la boca y moriría. Ella era de "lo tomas o lo dejas" y tan sólo tenías poco tiempo para contestarle.

Alice estaba loca. Esas eran las palabras de los niños refiriéndose a su tía.

—Pero estaremos en Inglaterra el lunes, si quieres puedo hablar con ella —ofreció Edward con una buena sonrisa a su única tía. No se lo diría a su madre, pero Esme era casi mejor que Elizabeth —. Estoy seguro de que ella querrá ver a Niklaus.

El niño sonrió mostrando sus hoyuelos.

—Yo quiero salir a divertirme con mi tía.

Antes de que Niklaus pudiera decir cuál era la clase de diversión que tenía con su tía, fue y le quito el biscocho, haciendo que su hijo hiciera un gruñido de protesta y le colocara la mano en la boca para no dejarlo masticar. Edward colocó la mano en la boca de su hijo también y miraron en dirección a su familia. Ojos de diferentes colores los miraban con diversión.

—Deberías organizar una salida en familia. Ya saben, algo así como un viaje o unas vacaciones. El verano ya casi empieza —dijo Rosalie con su mirada paseándose por todos los integrantes de la familia Cullen. Todos la miraban con cierto desacuerdo—. Oh vamos, ¿enserio piensan pasar las vacaciones de verano solos?

—Yo tengo muchas cosas que hacer este verano —se apresuró a decir Edward una vez que su hijo le quito la mano de la boca.

Rosalie rodó los ojos.

—La temporada ya terminó.

— ¿Quién dijo que era acerca de juegos? —Edward ladeó la cabeza y chupó el dedo lleno de malvavisco de su hijo —. Niklaus tiene una sesión de fotos para Op el miércoles y yo tengo una también para H&M —se encogió de hombros—. Bella ha estado haciendo contratos que seguro hacen mucho dinero.

Elizabeth miró a su hijo por un largo rato.

—Tienes bastante dinero hasta para mantener a los hijos de tu hijo o para tener como cinco hijos más —anunció su madre sacudiendo sus manos—. No es excusa, dile a esa Bella que deje de hacer contratos que acaben con tu tiempo. Su tuvieras a Roch tendrías tiempo.

Todos se quedaron en silencio. Hasta Aaron, que había comenzado a decirle un chiste a su padre, se calló al escuchar el tono de voz de su abuela. Era como una navaja que podía ser capaz de cortar todo lo que estuviera a su paso. Sin embargo, Edward y Niklaus se mostraron desafiantes ante eso.

—No tienes por qué hablar así de Bella —dijo el niño de cabellos dorados dejando a un lado el biscocho—. Ella tan sólo hace el trabajo que papá le dio y lo hace mejor que el tonto barrigón de Roch.

— ¡Niklaus! —exclamó la mujer ante semejante tono acusatorio que usó con ella—. ¿Cómo te atreves a hablarme así?

—Tú comenzaste…

—Klaus… —lo detuvo su padre dándole un pequeño toqué con su palma en la pierna de su hijo. Éste lo miró con los ojos entrecerrados pero se quedó callado—. ¿Enserio vas a arruinar esto con una estupidez? Yo le he dado las ordenes a Bella —sus ojos color esmeralda se fueron a los de la rubia—. Lo lamento, Rosalie, no tenemos tiempo ahora mismo para unas vacaciones pero no nos importaría sin van a Inglaterra a pasarlas con nosotros.

—No hay problema —contestó ella—. A Emmett le ofrecieron irse a España para la siguiente temporada —anunció, alisando la camiseta de su hijo sobre sus piernas—. Estamos pensando en si deberíamos irnos o tal vez regresar a Londres.

—Ustedes dos… —comenzó Elizabeth de nuevo, abrazándose con fuerza su cintura. Edward padre pasó un brazo por su cintura también intentado tranquilizarla—. ¿Van a dejar a su madre sola?

—Siempre puede venir con nosotros —le dijo Edward obteniendo otro malvavisco gracias a su hijo—. Tu casa en Londres necesita ser habitada.

—Al igual que esta —dijo con ferocidad.

—He acepado, mamá —suspiró y envolvió más la toalla alrededor de su hijo—. Es tarde y Niklaus necesita ir a dormir para poder salir mañana temprano —se puso de pie y después se agachó para tomar al niño y colocarlo sobre su hombro— es tu decisión. Tía Esme, si sé algo de Alice se lo haré saber una vez que esté en Londres. Gracias por haber venido hoy. Buenas noches.

Y entonces se dirigió hacia su enorme casa con Niklaus sacudiendo la mano en forma de despedida hacia sus familiares.

La noche pasó sin tener ninguna otra noticia. En realidad, Niklaus no tenía por qué dormir temprano ese día (aunque ya eran las doce de la noche) él podría hacer todo lo que quisiera y se le ocurrió que abrir sus regalos era una buenísima idea. Todo tipo de juguetes le habían regalado, desde un rompecabezas de casi mil piezas hasta un enrome castillo de dragones de 1.80 metros. Edward se alegró de que tuvieran una casa grande en Londres para poder armarlo. Finalmente se durmieron alrededor de las cuatro de la mañana rodeados de juguetes.

Unos ojos color azul se abrieron de golpe. Se encontraba todavía en traje de baño, con el cabello revuelto y casi tieso por el agua del mar y la arena. La enorme cama blanca de su padre estaba también con tierra. Ninguno de los dos se había cambiado para ir a dormir. Eran la una de la tarde y acababa de despertarse. Miró a su lado, esperando encontrar el enorme cuerpo de su padre dormido pero no lo hizo. La cama estaba vacía. Volteó la cabeza rápidamente hacia la puerta al escuchar un recipiente de metal caer al suelo seguido de una maldición. Los pies de Niklaus se pusieron a trabajar rápidamente y salió de la habitación bajando las escaleras de dos en dos.

Cuando llegó a la cocina se encontró con su padre y una pila de intentos de hot cakes. Edward tenía un hijo de seis años que comía todos los días y él aun no había aprendido a cocinar. Era algo en lo que se debía trabajar. Niklaus miró el hot cake crudo de un lado y quemado del otro con una ligera mueca, después se encogió de hombros y se comió la parte que estaba cruda masticándola de manera chiclosa.

—No sabes cocinar —dijo con el bocado aun siendo masticado dentro de su boca.

Edward se volteó y le envió una mirada de: "¿Estás hablando en serio?" sacudió la cabeza y volvió a la estufa apagándola y sentándose en uno de los taburetes que estaban allí. La cocina estaba casi completamente vacía, al menos de alimentos porque todos los utensilios habían sido vaciados y dados a la caridad. Edward compraba comida como para alimentar a un equipo de futbol americano entero durante dos semanas cada mes. Rosalie se preguntaba cómo es que se terminaba y sino sucedía eso, ¿Qué hacían con la comida que se descomponía?

—Creo que sería mejor mandar esto a la mierda e ir a comer a un restaurante de paso —dijo Edward con mal humor, observando con una mueca como su hijo se comía lo que estaba en el plato—. Deja de comerlo, Klaus, si te duele la panza no podremos ir a manejar el yate hoy.

El niño paró de masticar lo que tenía en la boca y lo escupió de nuevo en el plato.

—No me lo como, no me lo como. No tengo hambre, papá —se apresuró a decir, colocándose de pie en el taburete de la barra y se lanzó a los brazos de su padre. Edward casi se va de espaldas con todo y el pequeño pero logró sostenerse y tomarlo a él con uno de sus brazos—. Vamos con el yate, papá. ¡Vamos!

—No me grites —le dijo Edward con el ceño fruncido—. Iremos después de que te hayas bañado y cambiado de manera decente. Pasaremos el día en el yate, iremos a una pequeña costa que está cerca de aquí y podremos bucear, o algo así, ¿estás de acuerdo?

— ¡sí! ¡Por supuesto que sí! —dijo bastante alto. Cuando Edward lo colocó en el suelo de nuevo el niño ya estaba sacándose el short de traje de baño, dejando al descubierto su trasero. Lo último que vio de él fueron esas redondas nalgas blancas salir de la cocina. Negando con la cabeza tiró lo que estaba en los platos y los lavó, dejando de nuevo la cocina limpia. Al subir a su habitación, escuchó su regadera sonar. Rodó los ojos, pensando en porque Niklaus no usaba su propio baño. Cuando el niño salió de allí con el cabello húmedo supo por qué, cuando la puerta se abrió, el olor de su colonia de baño le penetró las fosas nasales. Tal vez tenía que ir por un poco más después.

— ¿Sabes que sólo se usa un poco de colonia? No es necesario que lo vacíes todo sobre ti.

—Bella dice que ama ese olor —dijo el niño con un encogimiento de hombros y se quitó la toalla de la cintura para secar su cabello dorado—. Pero me dijo que no te dijera.

Edward rodó los ojos con las palabras de su hijo aun en su mente.

—Tu traje de buzo esta en tu habitación, ¿puedes ir a traerlo?

—No

—Niklaus…

—No puedo —siguió frotando con más fuerza su cabeza causando que su cabello quedara completamente revuelto—. Estoy ocupado arreglando esto —sus pies se dirigieron hacia el enorme espejo que estaba en un costado de la habitación y comenzó a mirarse la barbilla—. ¿Cuándo me saldrá barba, papá? —preguntó bastante concentrado. Edward le dirigió una mirada divertida al pequeño desde la cama—. ¡Mira! ¡Ya tengo un pelo en el pecho! —exclamó con los ojos enormemente abiertos.

—Se llama vello, Klaus —dijo Edward sin poder borrar la sonrisa de diversión que tenía en su rostro. Se puso de pie y caminó hasta a él—. Y no es un vello de tu pecho, es un hilo de la toalla —estiró su mano y se lo quitó—. Deja de intentar ser un adulto ya y ve a cambiarte.

— ¡Eso dolió! —lo acusó con su dedo índice, con la otra mano sobó su pecho fingiendo completamente que le había arrancado su único vello en el pecho. Edward rodó los ojos.

—Ponte ropa, Niklaus, si no, no vas a ningún lado hoy y yo iré a disfrutar del yate.

Cinco segundos después, el niño ya no estaba allí. .

Después de dos horas, Edward y Niklaus estaban a punto de subirse al yate después de escuchar las instrucciones del "Señor—sabelotodo", como había dicho Niklaus. Tan sólo les había dado las instrucciones de cómo manejar la enorme cosa andante.

— ¡Yo quiero hacerlo! —exclamó el niño con las mejillas sonrojadas por el sol, que pegaba con fuerza sobre él. Edward no le dejaba acercarse a la cabina porque tenía miedo de que comenzara a presionar cualquier botón—. Ya tendí lo que dijo el señor bigote—con—canas. ¡Yo quiero manejarlo!

—Nada de gritar —le advirtió Edward con el ceño fruncido—. Tienes dejar que nos lleve un poco al fondo y después podrás hacerlo tú, ¿de acuerdo? No puedes sacarnos del muelle.

— ¡Sí puedo!

—Sostente —Edward tomó el mando de nuevo y comenzó a conducir el yate lejos del muelle. La última vez que él había manejado uno de esos fue cuando tenía desoséis años y sólo porque uno de sus compañeros había tenido una fiesta allí. Cuando finalmente estuvieron rumbo a la costa detuvo el motor y se volteó a mirar a Niklaus. El niño estaba sentado en los asientos de madera con los brazos cruzados. Le envió una mirada suplicante a su padre.

— ¿Ya puedo?

—De acuerdo, puedes venir aquí.

En un salto, Niklaus estaba tomando el lugar de su padre, estirándose un poco para ver mejor.

— ¿Recuerdas cómo funciona esto?

—Sí, escuché lo que el señor gordo dijo —asintió un par de veces y comenzó a mover sus manos por su lugar—. No presionaré otras cosas, lo prometo.

—Tus promesas nunca son tan buenas —bufó y se sentó a su lado—. Échalo a andar.

Cuando finalmente llegaron a la costa y dejaron el yate en un nuevo muelle, Niklaus se mantuvo de la mano de su padre mientras este cargaba la bolsa donde contenía los trajes de buceo y todo lo necesario. Había arreglado las cosas y Edward era bastante chocante como para aceptar un traje que ya fue usado por alguien más.

Al llegar al centro de buceo, Niklaus ya se encontraba bastante emocionado por todas las fotografías de peces y peces en las pareces. Había un túnel donde encima de ellos había peces nadando.

— ¡Allí está Nemo! —exclamó mirando al pez de color naranja con blanco y negro. Edward estaba esperando paciente a su hijo que se detenía a cada dos pasos. Miró como un niño de ocho años, con lentes y una camisa de rayas y una bermuda de cuadros se acercaba a él.

—No se llama Nemo —dijo con un tono de voz lleno de superioridad—. Ese pez no se merece que le llamen de una forma tan absurda y sin madurez. Se llama pez payaso, niño.

Edward sabía que debía intervenir. Su madre lo habría hecho o le habría dicho que lo hiciera. Pero Edward pensaba que Niklaus debía defenderse solo. Y no es como si no supiera hacerlo. Se alejó unos pasos y observo y escuchó a los niños.

—Yo puedo llamarlo como yo quiera —respondió Niklaus sin ni siquiera mirar al niño que le superaba por una cabeza.

—No, no puedes, el pescado tiene un nombre —respondió el niño con gafas.

—Sí puedo, no tengo que decir cómo se llama en realidad.

—No puedes llamarlo como cualquier otro niño tonto —bufó el mayor, taladrando al niño pequeño con su mirada. Finalmente, Niklaus se volteó, observándolo por completo.

Según recordaba Niklaus su tía Alice le había dicho que cuadros y rayas nunca debían combinarse. Ese niño estaba rompiendo la regla de la moda número cinco. A su tía Alice le daría un infarto. Niklaus arrugó la nariz al ver los enormes zapatos negros y las enormes gafas de marco grueso. El niño mayor era total diferente a Niklaus. Niklaus llevaba unas sandalias de playa, un short de playa color verde con negro y una camiseta ligera color blanco de cuello V. además de que su cabello estaba alborotado gracias al viento y no tenía un montón de gel en él como el niño mayor.

Klaus torció la boca una vez más en forma de mueca.

—Entonces debo llamarte a ti como lo que eres, ¿no? —Antes de que el niño mayor pudiera contestar Niklaus habló de nuevo—. Un asqueroso niño que da pena. Eso eres.

— ¡No doy pena! —contraataco el otro—. Seguramente eres uno de esos niños que prefiere jugar con sus muñequitos de acción o correr detrás de una pelota. Yo me culturizo.

—Eso es aburrido. Además, no me interesa, asqueroso —rodó los ojos—. ¿Quieres hacerte a un lado? Tus cosas estúpidas me molestan —se movió mirándolo una vez más y caminó hacia su padre.

Edward no sabía si estaba sonriendo de vergüenza o de orgullo. Cuando Niklaus chocó su palma con la suya supo que era de orgullo. Comenzó a caminar de nuevo tomando la mano del pequeño, dejando atrás a la madre del niño suplicando por una respuesta de parte de éste.

—Me alegra saber que te defiendes solo —le dijo llegando a una especie de caverna.

—Sólo le dije la verdad —dijo el pequeño con un encogimiento de hombros—. ¡Mira como se refleja el agua! —Señaló las paredes de piedra—. Yo quiero ir allí.

—Tienes que esperar, Klaus —le recordó Edward volviendo sea una pequeña cabina donde estaba un chico de dieciocho años listo para dar instrucciones.

Pasaron alrededor de tres horas enfundados en sus trajes de buceo y debajo del agua. A Edward no le gustaba mucho la idea de que su hijo estuviera tanto tiempo respirando gracias a un oxigeno artificial pero era lo que había. Eso no sucedía muy a menudo así que podía permitirlo. Edward moriría si algo malo le pasaba a su pequeño. Sin embargo, cuando paraban un poco, después de ver tantos animales acuáticos en las cavernas, Niklaus estaba bastante feliz. Y aun no podía superar al tiburón que había tocado. Por supuesto, Niklaus tenía una foto de él y el tiburón. El temerario Klaus estaba arrasando con casi todos los animales marinos.

Cuando terminaron de estar en el agua y se quitaron los trajes, los llevaron a un lugar donde estaban todas las tortugas. Ese acuario tenía a una tortuga enorme. Era cuatro veces el peso de Edward. Si mordía a alguien, probablemente le arrancaría el brazo. Niklaus pidió una foto con ella y Edward hizo que la tuviera. Así que montaron al precioso niño en el caparazón de la tortuga y le sacaron la foto. El niño no podía ser más feliz en esos momentos. También había entrado a nadar con tres defines, éstos lo llevaron de pie alrededor de la piscina, dando el show a las demás personas, también les dio pescados para comer y les lanzó aros, haciendo que ellos pasaran por en medio.

Cuando todo eso terminó, Niklaus se encontraba completamente agotado, pero eso no era algo que admitiría frente a su padre.

— ¿Estás listo para ir a comer algo? —le preguntó Edward mirando su reloj. Marcaban las seis y media. Dos horas más y el sol estaría completamente escondido. A Edward no le agradaba bastante conducir el yate de noche—. Yo muero de hambre.

—¿Sabías que los caballitos de mar llevan a los bebés mientras que las mujeres nadan por todo el océano? —le respondió el niño mirando un folleto donde le decía eso con dibujos animados—. Es genial, porque en los humanos, son las mujeres quienes llevan a los bebés.

Edward miró como se tambaleaba un poco gracias a que no quiso quitarse por completo el traje de buceo una vez que le dijeron que tenía que ponérselo de nuevo para los delfines. Niklaus había pisado una de las mangas.

— ¿Sabes lo que sí sé?

— ¿Qué?

—Que tengo hambre —Edward miró al niño de nuevo—. Vamos a comer algo, Klaus, y luego tenemos que volver al yate. Mañana iremos a Inglaterra a terminar de arreglar las cosas en la nueva casa.

—No quiero ir. Quiero volver a nadar.

—Eso será después. En dos días podrás ver a Bella, vamos.

— ¿Crees que a ella le guste nadar? —preguntó mientras entraban a un restaurante de mariscos. A Edward se le hizo un nudo en el estómago pensando que probablemente uno de los peces que había visto hacia unas horas estaría de comida para los turistas después.

—Puedes preguntárselo cuando la veas —se sentó en la mesa y miró la carta—. Ahora, nada de decirle o presumir a Aaron que has venido aquí y él no, ¿de acuerdo? Emmett lo traerá después.

Niklaus cruzó los dedos debajo de la mesa.

—Lo prometo.

Niklaus terminó comiéndose un filete de pescado con papas fritas, atún y cuatro pescadillas. La mesera estaba bastante sorprendida con el niño más por lo que comió que por saber quien era ese par. Ni hablar de lo que comió Edward. Lo que sabía era que ese día había sido su día de suerte gracias a esos dos. A la mitad del postre Niklaus ya estaba cabeceando contra su plato. Edward lo notó de inmediato y dejó bastante dinero sobre la mesa. Se puso de pie con la mochila sobre su hombro y se inclinó para tomar a su hijo en brazos, el niño de inmediato acomodó su cabeza sobre el hombro de su padre y cerró los ojos. Edward se despidió con un gesto de mano de la mesera y salió del restaurante.

El viaje de regreso se hizo un más lento gracias a que Niklaus se encontraba completamente dormido y no estaba hablando como lo había hecho en el viaje de ida. Niklaus estaba acostado en el asiento continuo de Edward, sin que le molestara el suave sonido el motor. Edward colocó un poco de música de clásicos del rock y siguió hasta el muelle de Los Angeles.

Niklaus nunca despertó, ni siquiera cuando Edward bajó del yate con él y la enorme y pesada mochila, sin embargo, Niklaus no soltaba el tiburón de peluche que habían comprado en la tienda de recuerdos.

A Edward le estaban esperando al menos una docena de camarógrafos en el estacionamiento del muelle, peor eso ni siquiera pareció molestarle a Niklaus, que seguía durmiendo en el hombro de su padre. Edward maldijo por lo bajo esperado que el pequeño no despertara. Cuando logró colocarlo en su asiento y se subió al asiento del conductor pudo soltar un suspiro de alivio. Se alejó de los camarógrafos a toda velocidad sin haberle importado romper una costosa cámara.

Edward pudo soltar el aire contenido durante todo el día una vez que se acostó en su cama. Se dio una ducha rápida asegurándose de que Niklaus estuviera dormido en su enorme cama y después fue a dormir, siendo que a media noche Niklaus estaría pegado a su cuerpo como siempre.

A la mañana siguiente despertó gracias al sonido del teléfono de casa que se encontraba en la mesita de noche que tenía a un costado. Sintió el suave cabello del niño contra su pecho y al peluche contra su estómago. El niño no parpadeo un poco cuando Edward se sentó con la espalda recostada en la cabecera y contestó el teléfono.

—Edward… —bostezó— Cullen.

— ¡Bastardo! —la voz de Emmett se escuchó en la otra línea. Edward frunció el ceño al ver el reloj, eran las diez de la mañana.

— ¿Qué sucede contigo, Emmett?

—Dijiste que llevaríamos a los niños juntos al puto acuario en la costa. ¡No cumpliste con tu palabra!

Edward rodó los ojos echándose sobre su costado, mirando al niño a su lado.

—Necesitaba distraer a Niklaus y… en ningún momento te dije que íbamos a ir juntos, yo dije: Deberíamos llevar a los niños allí. ¡Jamás dije que juntos!

—Como sea, hoy tendré que llevar a Aaron porque estaba jodiendo con eso desde que abrió el Facebook y le salieron esas noticias en inicio. Vas a tener que prestarme tu yate.

—Tendrás que regresármelo con el tanque lleno. No le diré a Niklaus porque probablemente arme bronca. Pero no hay problema. Y ahora, deja de joder la vida de los demás y vea lucir ridículo con tu traje de buceador.

Sin esperar que el contestara —porque Emmett iba a contestar—, Edward colgó.

Y supo que los del restaurante tendrían que matar a más de sus peces cuando Emmett y Aaron acudan a ese lugar y arasen con toda la comida.

 

 


Espero que les haya gustado el capítulo, no prometo nada pero si puedo dentro de un rato subire el siguiente, sino no se enojen......

Quiero agradecer a VANESA CULLEN, MARID, MARYJAZZ, DELMA, SARAI, MONI CULLEN, SANTAJAZZ, CINTY, DELMARY, ADRIS, LUCYYY, VAL 935, IROBSTEN.....gracias por su apoyo. Tambien quiero agradecer a todas esas lectoras anonimas que tambien nos apoyan........ 1.000.000 de gracias.

Las queremos Danii E Indi.

 

Capítulo 5: CAPITULO 5 Capítulo 7: CAPITULO 7

 
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