DADDY 23 (+18)

Autor: Indi
Género: Romance
Fecha Creación: 09/11/2013
Fecha Actualización: 09/01/2014
Finalizado: NO
Votos: 15
Comentarios: 40
Visitas: 21178
Capítulos: 12

"Edward Cullen, el jugador de fútbol más exitoso tiene una vida bastante complicada con un revoltoso niño de cinco años. Lo que menos necesita ahora mismo es esa atractiva mujer que llegará a controlar su carrera y probablemente su corazón."

  

Los personajes son propiedad de  S. Meyer

 

Esta historia no me pertenece es de una buena amiga , Daniela Ramirez(DaniiStewart)


La historia también la pueden encontrar en:

http://www.fanfiction.net/s/9283961/1/Daddy-23

 

Espero les guste tanto como a mi.

Indi.

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Capítulo 12: CAPITULO 11

CAPÍTULO ONCE .

 

— ¿Y bien? ¿Van a decir algo? Sé que ustedes dos están juntos, y que Niklaus también está allí. Así que hablen ahora.

Bella suspiró.

— ¿Por qué tenemos que darte una explicación de nuestra vida privada, Alice?

— ¡Porque soy tu amiga y soy como una hermana para Edward!

—Ese no es motivo para que te metas en nuestras vidas como un bicho.

Auch. Pensó Edward, no creyó que eso fuera como para pelearse tan feo. Tan sólo podían decirle a Alice lo ocurrido. No quería que ellas dos se pelearan después de saber su relación tan unida. Pero él no sabía que esa era la manera de responder de Bella cuando de su asunto amoroso se trataba.

— ¡Pero yo quiero saberlo!

— ¿Sabes a quien te pareces, Alice? —insistió Bella—. A una de esas reporteras estúpidas que sutilmente preguntas las cosas. Sólo que lo sutil nunca será una de tus características.

— ¡Isabella Marie Swan! Yo… quiero…. Yo… ¡Argh!

Y después la línea se cortó. Bella sonrió satisfecha y comenzó a borrar las llamadas perdidas de Alice.

El auto se quedó en silencio por un rato mientras Bella seguía sonriendo. Edward seguía conduciendo en silencio y Niklaus también había dejado de jugar con su teléfono celular. Cuando Bella se dio cuenta de que ellos realmente creyeron que se habían peleado se volteó, de manera que los enfocó en su vista.

—Alice y yo estamos bien. No fue una pelea grande —explicó mirando como Niklaus tenía su labio entre sus dientes—. Pero es que ya estoy harta de que quiera meterse en mi vida personal todo el tiempo —suspiró—. Y seguramente estará en el departamento esperando, porque no se va a rendir pronto.

— ¿Entonces no quieres ir a tu departamento? —se atrevió a preguntar Edward. No había hablado desde que le había contestado la llamada a Alice.

—Tengo que ir. Compré congelado y carnes, se harán horribles si no las llevo al congelador pronto.

— ¡Y papá compró helado! —recordó Niklaus detrás de ellos.

—Entonces vamos a enfrentarnos a Alice y después… ¿podemos salir a alguna otra parte? —preguntó Edward sin apartar la mirada de la carretera en dirección al departamento de Bella de nuevo.

Bella pensó que ya habían arriesgado bastante con salir durante un rato de compras junto con Niklaus. Y ella realmente esperaba que ningún paparazzi los siguiera porque ella no quería tener a gente esperando abajo cuando la viera salir y que comenzaran a bombardearla con bastantes preguntas. Sin embargo, si en un día salían durante mucho rato, la noticia duraría la misma cantidad de tiempo como si hubieran salido poco rato. Así que no había mucho que arriesgar, más que estar bajo las críticas.

—Me parece bien. Nik, cariño —se volteó para poder verlo de frente— ¿dónde quieres ir?

— ¡Al zoológico! —Gritó el pequeño con una enorme sonrisa—. ¡Vamos al zoológico, papá!

Edward hizo una mueca. La última vez que había llevado a Niklaus era cuando él tenía cuatro años apenas y había sido todo un caos. Siempre estaba pidiendo algo y siempre quería ir en los brazos de su padre. No paraba de pedir agua, no paraba de decir que quería ir al baño. No paraba de decir que le dolían los pies. No paraba de decir que tenía hambre… Su experiencia era simplemente mala. Ahora esperaba que si Bella aceptaba ir al zoológico, Niklaus se comportara bien, porque él ya tenía seis años y necesitaba estar de una manera comportable.

—Bella —llamó Edward. Ella le regresó una miraba brillante. No pudo imaginarse estar sin ella ahora y tan sólo llevaban dos semanas como una real pareja— ¿Te parece bien si vamos al zoológico?

Ella miró su reloj.

—Pues… son las dos, ¿habrá tiempo suficiente para poder recorrerlo como se debe?

—Alcanza mucho. La última vez que vine con Niklaus tenía cuatro años y llegamos a las tres. Obviamente no los recorrimos todo porque ese niño era un horrible torbellino que no paraba de pedir cosas y quejarse.

Niklaus sonrió orgulloso.

—Soy cool.

Edward bufó.

—Sólo espero que esta vez te comportes como un niño grande y pongas atención a los animales.

—Lo prometo, papá —Niklaus aprovechó que se habían detenido en una alto en la esquina de la calle del departamento de Bella y se puso de pie para ir a besarle la mejilla a su papá, tomándolo por sorpresa—. Me comportaré como un niño grande y voy a cuidar a Bella de los leones —dijo sonriendo con la mirada ahora en Bella— ¿de acuerdo?

Bella le sonrió.

—De acuerdo.

Edward y Niklaus se miraron a los ojos cuando miraron el auto de Alice en el estacionamiento del edificio. Sin embargo, Bella se veía de los más relajada y decidida. Ella estaba lista para poner a Alice en su lugar.

—Pa', ¿crees que tía Alice este enojada con ustedes dos? —preguntó, un poco preocupado por lo que su tía Alice pudiera decirles a Edward y a Bella allí dentro.

—Probablemente —contestó el cobrizo mirando de reojo a Bella.

Ella rodó los ojos.

—No va a pasar nada. Se va a poner como loca pero no tienes que intimidarte. Sólo es Alice, ella siempre pide explicaciones que no le deben interesar, pero al parecer tú terminas dándoselas. Es bueno saber que eres débil ante el sexo femenino.

La sonrisa que Edward le dedicó a Bella le hizo saber que estaba en lo cierto.

—No me culpes.

—Papá siempre hace lo que tía Alice dice.

—No lo dudo. Por esa razón tiene tanto miedo de cruzar la puerta.

Justo cuando los tres se pararon frente a la puerta —con algunas miradas de vecinos metiches sobre ellos—, la puerta se abrió de golpe, dejando ver a una pequeña mujer con otro de furia.

Alice tomó del brazo a Edward y a Bella para poder atraerlos hacia a ella. Edward, por supuesto, se dejó llevar porque si ponía resistencia sólo haría que Alice rebotara contra su cuerpo. Sostuvo a su hijo con su otro brazo y dejó que Alice lo metiera al departamento. Bella también se dejó llevar haciendo una mueca de fastidio.

Niklaus miraba atento y sin sonreír a su tía Alice. Sinceramente, a pesar de la estatura de su tía, Alice le daba miedo. Papá era muchísimo más alto que ella y no le daba miedo, pero Alice… cuando Alice se enojaba era horrible. Dejaba de ser bonita. Sus brazos se aferraron al cuello de su papá enviándole una mirada significativa. ¿La tía Alice les regañaría por lo que estaban haciendo ahora?

—Ustedes dos —comenzó Alice una vez que los colocó en un espacio un tanto grande, dándoles espacio para respirar—. Hablen, ahora.

—Te gusta armar dramas, ¿no? —Bufó Bella—. ¿Qué quieres que digamos?

Alice le envió una mirada fulminante.

— ¿Cuánto tiempo llevan saliendo?

—Dos semanas —respondió Bella sonriendo ligeramente.

—En realidad… casi tres —aclaró Edward—. Fue justo después de salir de la casa de mis padres.

— ¡¿Y cómo es que nunca me di cuenta de eso?

 Niklaus sonrió sintiéndose culpable.

—Yo sabía eso.

— ¡¿Y por qué no me dijiste nada, enano?! ¡Pensé que siempre me dirías las cosas! Nada de secretos, ¿recuerdas? —le reprendió Alice.

Niklaus se encogió contra su padre y su labio comenzó a temblar. Odiaba se regañado por su tía favorita. Alice nunca le regañaba y menos por culpa de su padre. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y escondió su rostro en el cuello de su padre con algunas lágrimas cayéndole por las orillas de los ojos, siendo interrumpidas por la suave piel de su padre.

— ¿De qué manera le estás hablando, Alice? —preguntó Bella enfadada—. Estas siendo estúpida con esto.

—Creí que era una de tus mejores amigas.

— ¿Y por eso crees que tienes derecho a enfadarte de esa manera y tratar a un niño de seis años así? ¿Qué clase de persona eres?

Edward, que estaba frotándole la espalda a su pequeño de una manera casi impasible, se dio cuenta de la mirada significativa de Bella y salió de la habitación para meterse a la de Bella con Niklaus en sus brazos. Una vez que se sentaron en la cama, forrada de unas sábanas pulcramente blancas, dio pequeñas palmadas en su pequeña espalda.

—No llores, enano, tu tía Alice está bastante loca.

—Pero fue mi culpa —murmuró sollozando. —No fue tu culpa, hijo. Nosotros te dijimos que no debías decir nada y tan sólo me obedeciste. Eso es lo que siempre debes hacer.

—Yo no creí que fuera un secreto… No me gusta guardarle secretos a mi tía Alice. Ella dice que es malo guardarle secretos.

El niño se separó ligeramente de su padre. Edward sonrió ligeramente al ver el rostro de su hijo sonrojado. La gorra que llevaba estaba completamente torcida y terminó por quitársela, colocándola en la cama.

— ¿Crees que es bueno guardarme secretos a mí?

—No.

—Pero lo haces.

—Tía Alice dice que algunos secretos no debo decírtelos.

Edward suspiró, limpiando las lágrimas de su hijo con un pañuelo.

—No me guardes secretos, enano. Yo soy tu papá y puedes contarme todo, ¿de acuerdo?

— ¿Y si tía Alice se enoja?

— ¡Que se enoje! —exclamó Edward intentando llamar su atención de las voces del pasillo.

—Está bien —asintió el pequeño y se sentí en el regazó de su papá, con la espalda recargada en su pecho—. ¿Bella está a salvo?

—Yo creo que sí —dijo Edward con una sonrisa—. ¿Piensas que tía Alice puede hacerle algo a Bella?

—Yo creo que nadie puede con Bella —respondió el niño de manera sincera—. Bella es genial, papá. Ella sí me gusta que sea tu novia. Y es muy bonita y no parece un mapache con el maquillaje que usan las demás. Tampoco usa mucho brillo en los labios, ¿te has dado cuenta de eso?

Edward sonrió vagamente al recordar cuando Bella lo besa. No había nada pegajoso en sus labios cuando lo hacía.

—Sí, me he dado cuenta de eso, Klaus.

—Y ella me llama Nik. Nunca nadie me ha llamado Nik más que ella.

— ¿Te gusta que ella te llame Nik?

—Sí, me gusta mucho. Todo el mundo me llama Klaus, o Niklaus, o Kai.

— ¿No te gusta que te llamen de esa manera?

Niklaus frunció el ceño pensándolo un poco.

—Sí me gusta, pero me gusta más cuando sólo Bella me llama Nik, y cuando sólo tú me llamas "campeón". ¿Crees que seré como tú cuando esté grande?

— ¿Quieres ser como yo?

— ¡Sí! Yo me voy a escribir tu nombre también en mi brazo como tú lo haces con el mío.

Rápidamente, Niklaus se dio la vuelta para poder estar cara a cara con su padre. Sus pequeñas manos fueron directamente al brazo derecho de su padre y alzó la manga lo más alto que pudo para poder ver el tatuaje que tenía allí. El nombre Niklaus estaba marcado de por vida en su piel. Justo al lado del tatuaje estaba la huella del pie del pequeño que le tomó cuando recién había nacido. Niklaus fue bastante pequeñito cuando nació, por lo que tuvo que estar incubado durante una semana.

La sonrisa de Niklaus se hizo más grande cuando vio su huella allí.

—Mi pie ya no es así de pequeño.

—No, ya está enorme. Tú creces demasiado rápido.

—Seré igual de alto como tú.

—Estoy seguro de que será así.

— ¿Tu tuviste un pie igual de pequeño que yo?

El pequeño se sentó sobre sus talones mirando a su padre a los ojos y después desvió la mirada de nuevo a su brazo marcado. Se dejó caer de espaldas a la cama y se sacó el zapato.

—Sí, una vez tuve el pie igual de pequeño que tú —respondió Edward, mirando las intenciones de su hijo.

—Pero tu pie ahora es enorme.

—Es que crezco mucho también.

— ¡Mira! Es muchísimo más grande mi pie —exclamó, colocando la planta de su pie en el musculoso brazo de su padre, justo al lado del tatuaje.

— ¿Cuánto has crecido el último mes, enano?

Niklaus siguió moviendo sus dedos contra la piel de su padre con una enorme sonrisa divertida en el rostro. Edward recordó la foto que tenía guardada en alguno de sus álbumes cuando él era pequeño. La sonrisa de Niklaus era idéntica a la suya.

—He crecido mucho, papá. Yo creo que crecí cinco kilos.

—En realidad se dice cinco centímetros.

Las cabezas de los dos chicos en la cama de Bella se voltearon rápidamente al escuchar su voz, y, automáticamente le dedicaron una brillante sonrisa.

— ¿Por qué tienes el pie en el brazo de tu padre? —pregunto con curiosidad.

Niklaus rio de manera tonta y Edward le estudió el rostro. Bella parecía bastante relajada, como si no acabara de discutir con Alice o algo como eso. Bella le encantaba.

—Porque mi pie creció. Mira, papá tiene dibujado mi pie en su brazo —dijo Niklaus con entusiasmo.

Bella caminó hacia donde ellos estaban para poder ver en dirección al brazo de Edward. No era tan visible debido que estaba en la parte interna del brazo. Pero ahora que lo notaba pensaba verdaderamente que eso era totalmente caliente y adorable. Ese hombre tenía a su hijo marcado de por vida e su piel.

—Pues vaya que si ha crecido bastante —coincidió ella, echándole un vistazo al blanquecino pie de Niklaus. El niño sonrió satisfecho.

— ¿Dónde está tía Alice?

—Ella fue a tomar un poco de aire y a analizar las cosas durante un rato —explicó ella de manera paciente al momento que se aceraba a Edward; éste, inmediatamente, le rodeó la cintura con su brazo y la pegó a ella recargando su cabeza en su cintura también. Bella acarició los cabellos de Edward casi de manera automática—. Pero se nos ha hecho un poco tarde para ir al zoológico.

El rostro de Niklaus pasó a estar de risueño a decepcionado. A él le hubiera encantado salir de nuevo con Bella y su papá a otro lugares que no fuera el supermercado, a su casa o a la casa de Bella, o a la oficina de Bella en ese edificio donde había muchas más personas. Niklaus sabía que allí pasaban sin ser vistos de mala manera porque Bella hacia cosas para su papá de trabajo. Niklaus quería salir con Bella y correr con ella y comer helado o pizza en la calle como lo hacía con su papá. El pequeño recordó que cuando Edward salía con otras chicas, siempre lo arrastraba con él para, por lo menos, pasar un rato. Pero Niklaus odiaba todo eso.

—Yo quería ir… —murmuró Niklaus.

—Lo sé, cariño —el rostro de Bella tenía una mueca de desagrado por no poder cumplir lo que él pequeño quería, pero si ella pensaba que ya no había oportunidad, seria de esa manera—, pero no podemos ir ahora, no es convencional. Podremos ir cualquier otro día. Niklaus apartó el pie de su papá y Edward alzó la cabeza en su dirección sabiendo lo que venía ahora.

—Yo no quiero ir cualquier otro día. Yo quiero ir ahora.

—No podemos, Niklaus —repitió Bella.

—Papá no ha dicho nada —acusó el niño—. Papá, vamos al zoológico ahora.

Edward suspiró. Tal vez, si Bella no hubiera dado el punto de vista correcto, Edward tomaría la gorra y los zapatos del niño en una mano y al pequeño en otro, llevándolo consigo al zoológico… pero Bella tenía razón. El tiempo se estaba acabando, y ellos no terminarían con el zoológico si de verdad querían verlo completo.

—Iremos al zoológico otro día, Klaus. Ahora no podemos ir.

— ¿Por qué no podemos ir? —gruñó e niño con el rostro rojo.

—Porque ya es bastante tarde y tú no has almorzado y porque Bella seguramente tiene trabajo por hacer.

—Pero ella dijo que…

—Niklaus, —interrumpió ella— no podemos salir ahora, ¿entiendes? No tienes nada en la panza más que ese helado y el desayuno de hace casi cuatro horas. Eso no es sano. Tendríamos poco tiempo si vamos al zoológico ahora y no podremos ver todos los animales como tú querrías. Así que no, no podemos ir.

—Pero ellos pueden tener el zoológico abierto para mí —alegó el niño.

— ¿Ah sí? ¿Por qué lo tendrían abierto sólo para ti? —Bella se atrevió a preguntar aun cuando sabía cuál era la absurda respuesta que daría el niño.

—Porque soy Niklaus Cullen, y mi papá es Edward.

— ¿Y eso es algo importante?

— ¡Sí lo es! —gruñó el niño. No le gustaba pelear con Bella. Bella le gustaba. A Bella no se le podía ganar.

—No, no lo es, Nik. Tú papá ya ha dicho que no y yo también. Lo único que puedes hacer ahora es esto —dijo con voz severa—: puedes ponerte a alegar todo lo que quieras, puedes gritar, puedes llorar, puedes patalear y puedes suplicar todo lo que quieras colgado de tu padre o… puedes decir que aceptas ir otro día al zoológico con más tiempo y con el estómago lleno. Tu papá no va a cambiar de opinión, ¿entiendes?

Niklaus la miró en silencio sin decirle nada.

— ¿Y bien?

Siguió sin respuesta.

Edward miró a Niklaus bastante sorprendido de que no le comenzara a gritar cosas a Bella. Todas las ordenes que alguien más le daban era gritando o tratando de consolarlo como si se hubiera caído… era por eso que él alegaba hasta que tenía lo que quería, peleado entre gritos. Pero la voz de Bella no eran gritos ni suplicas, el tono de Bella era severo, fuerte y que imponía orden. Edward tomó nota de cómo usar el tono la próxima vez que ella no estuviera allí.

—Tienes tiempo para pensarlo, ¿de acuerdo? —Ofreció amable y después se volteó a Edward—. Voy a preparar algo de comida, ¿quieres quedarte a almorzar?

Edward le regresó la mirada y sonrió de manera agradecido.

—Vendría bien comer algo casero después de tanto tiempo —aceptó y se puso de pie, mirando a su hijo de nuevo—. Si quieres acompañarnos, Niklaus, estaremos en la cocina.

Pero Niklaus ya se encontraba boca abajo, con la cara contra el colchón, sollozando apenas, sin llegar a llorar. No les hizo caso y los ignoró cuando la puerta se cerró detrás de ellos.

Edward se atrevió a soltar un profundo suspiro de alivio una vez que cerraron la puerta y sacudió la cabeza.

—Voy a volverme loco con ese niño.

Bella sacudió la cabeza, rodeándole la cintura también con el brazo mientras caminaba hacia la cocina, donde se encontraban todas las bolsas sobre la encimera.

—Lo único que tienes que hacer es hablar con él de manera seria. Apuesto a que si no hubiera estado allí tú ya estarías de camino al zoológico porque te habría manipulado. Ahora él sólo tiene opciones, pero ninguna dice que en estos momentos él saldrá de aquí.

—Yo sólo quiero darle todo lo que puedo…

—Lo estás malcriando, Edward —le dijo ella de manera suave, poniéndose frente a él—. Nik se atreve a alzarte la voz porque tú se lo permites. Le das todo lo que quiere y eso no es bueno.

—Pero está dentro de mis posibilidades, ¿de qué me sirve tanto dinero si no puedo utilizarlo para darle lo que quiero a mi hijo? Además, tengo las vacaciones para estar con él, es algo que él ha estado esperando y yo sólo le limito a ciertas cosas.

Bella asintió.

—Te sientes culpable. Culpable por no pasar el tiempo suficiente con él, ¿cierto? De que esté sólo durante un largo tiempo durante toda la semana, ¿no? Que contratas todo el tiempo a niñeras que no lo soportan porque tú le das todo lo que quiere y ellas no.

Edward se mantuvo callado y con la mirada sobre ella. El contacto visual no se perdía para nada, pero él no podía decir nada. Ellos dos hablaban lo que el otro pensaba. Se dijo que eso era tan extraño en muchas maneras…

—Está bien, Edward, sólo tienes que saber que para todo hay limitaciones.

— ¿Sabes que agradezco mucho tu compañía?

Bella se sonrojó ligeramente.

—No entiendo cómo es que puedes soportarnos, somos terribles.

—Simplemente me acostumbré a ustedes.

—Entonces me atrevo a pedirte ayuda para controlar a mi pequeño.

—Y yo, valientemente, me atrevo a aceptar lo que me pides —respondió ella con una sonrisa hermosamente grande.

—Joder, eres bastante hermosa —declaró Edward, tomándola por la cintura y acercándola a él—. Muy hermosa —murmuró contra sus labios sintiendo el sonrojo del rostro de Bella contra el suyo.

Se inclinó hacia a ella hasta juntar sus labios con los suaves de ella. Besarla era delicioso, sentir el cosquilleo en su cuerpo no era algo conocido para él pero era agradable. Sintió como Bella le colocaba la palma de su mano sobre su pecho con la otra mano jugaba los caballos de su nuca, acercándolo más a él. El beso paso de ser suavemente inocente hasta fuertemente ardiente. Bella recordó que tenían a un niño en el departamento y que en cualquier momento podía salir de allí y verlos de esa manera. No sería bastante agradable que Niklaus viera como su padre le tocaba el culo.

Después de darse otro beso profundo, se separó de él, empujando suavemente su pecho, respirando de manera agitada.

—Bueno —comenzó a decir—… será mejor que comencemos con la comida, no querrás traumar a tu hijo cuando salga de la habitación.

Edward sonrió de lado.

—Pero si apenas estaba comenzando…

Bella le golpeó el brazo.

—No podrás llegar muy lejos conmigo pronto.

—Eso lo tengo más que claro, las duchas de agua fría comienzan a ser aburridas.

—Acostúmbrate a ellas —declaró con una sonrisa, se puso de puntillas y le plantó un beso en los labios—. ¿Mueres de hambre o eres capaz de realizar algo elaborado que tarda?

— ¿Puedes preparar bocadillos? —preguntó mientras le ayudaba a colocar todas las cosas en su lugar.

—Seguro… Entonces haremos un estofado. Alice llegara en una hora o dos, y a ella le encanta.

— ¿Vas a premiar a Alice?

—No me gusta que se ponga como loca, y aunque ella debería darme la comida a mí, yo lo hago con ella para que sepa que está todo en paz.

—Me parece bien, tendré que ser como Alice para poder tener comida gratis.

Bella le miró con los ojos entrecerrados.

—Por eso voy a enseñarte a cocinar. No soy tu cociera, soy tu novia, cariño.

—Eso me gusta mucho — acordó el con una enorme sonrisa. .

—Esto de cocinar pastelitos no es mucho de mi agrado —anunció Edward con su nariz ligeramente arrugada al momento en que ayudaba a Bella a colocar un poco de masa en un molde para ser llevados al horno—. ¿No es una tarea que hacen las mujeres nada más?

—No, Edward. Estoy comenzando a pensar que eres una niñita y que no te gusta para nada la cocina.

—Bueno, nena, en eso tienes razón pero no soy niña, lo juro —asintió, terminando de colocar toda la masa en los moldes, como había dicho ella.

Habían pasado alrededor de hora y media cocinando. Cocinando y bromeando y coqueteando. En esas dos horas Niklaus nunca salió de la habitación de Bella, y cuando Edward fue a ver qué era lo que sucedía con él, supo que se había quedado dormido sobre la cama de Bella, abrazando fuertemente una almohada. Como una pequeña recompensa de no poder llevarlo al zoológico, Bella pensó que sería una buena idea darle algunos pastelillos y cuando él despertara, podría decorarlos con las cremas de colores y chispas de chocolate que Bella tenia escondidas y fuera del alcance de Alice.

—Contigo nunca puedo estar segura de eso, guapetón —le recordó Bella guiñándole un ojo.

Antes de que Edward pudiera soltar un comentario sarcástico en manera de respuesta, el llanto de Niklaus llamando a su padre los interrumpió. Bella miró a Edward de manera alarmada, pero Edward parecía que eso era lo que estaba esperando así que sólo caminó demasiado rápido hacia la habitación con Bella pisándole los talones.

Una vez que Edward llegó allí se encontró con un niño pequeño con los cabellos revueltos, sentado en la cama en modo indio. Su rostro estaba sonrojado por el llanto y en cuento vio a su papá lo llamó de nuevo entre llanto.

Edward, levemente acostumbrado a verlo de esa manera, se apresuró a llegar a su lado y a rodearlo con sus brazos, dejando a Bella sintiéndose inservible en el marco de la puerta. Edward sintió como su pequeño enterraba el rostro en su cuello sollozando y repitiendo una y otro vez un "No estabas", tanto como se lo permitían los sollozos. Comenzó a mecerse intentando tranquilizarlo al momento en el que acariciaba su espalda.

—Ya está, pequeño. Ya estoy aquí, lo lamento, ¿de acuerdo? Discúlpame. Estoy aquí contigo —murmuró cerca de su oído, pero Bella pudo escucharle perfectamente. Depositó un beso en su sien sin dejar de mecerse—. Ya no llores, hijo. Sólo estaba un poco ocupado preparando tu comida, ¿quieres comer algo?

—No —lloró de nuevo el niño. Edward suspiró.

— ¿Quieres dormir un poco más? Voy a dormir contigo si quieres.

—Te vas a ir de nuevo —murmuró contra su cuello.

—No me voy a ir de nuevo. Te lo prometo, Klaus —le besó de nuevo—. ¿Me perdonas?

Niklaus asintió levemente con la cabeza sin apartarse de él.

—Te quiero mucho, hijo —le dijo de manera bastante sincera, estrechándolo en sus brazos—. Discúlpame por no estar aquí. Ya no llores, ¿de acuerdo? Bella está mirándonos ahora.

Niklaus no se dio cuenta de la presencia de Bella hasta que su padre la mencionó.

Ella estaba de pie, con los brazos cruzados mirado la escena sin comprender lo que sucedía. Claramente aterrorizada. No sabía que era lo que estaba pasando y mirar a Niklaus llorar no era algo que le agradara mucho.

Edward se dispuso a hablar, mirando como Bella preguntaba qué era lo que sucedía allí sin decir ni una sola palabra.

—Niklaus suele despertar llorando cuando no me ve a su lado —se encogió de hombros ligeramente, estrechando más a su hijo entre sus brazos—. Así que lo lamento.

—No hay nada que lamento, ustedes dos, son todo un caso —comentó ella y se apresuró a ir donde estaba Niklaus—. ¿Te encuentras bien, cariño? —preguntó con voz maternal.

Niklaus claramente recordaba que antes de dormir se había peleado con Bella por no llevarlo al zoológico como él quería. Pero Niklaus realmente no quería estar peleado con Bella. Él quería estar entre sus brazos, era como si una mamá lo estuviera sosteniendo sólo para ella. Su rostro aún estaba sonrojado y sus ojos levemente hinchados, al igual que su nariz y Bella estaba perfecta frente a él. ¿Bella podría perdonarlo y le podía acoger entre sus brazos?

—Sí, estoy bien —asintió él con un puchero en su rostro sin ni siquiera darse cuenta—. ¿Me perdonas?

Bella abrió los ojos sorprendida.

— ¿Por qué tengo que perdonarte?

—Por pelear contigo.

—Oh, mi amor, eso no importa, yo no estaba peleando contigo —ella se acercó y lo tomó en sus brazos con un poco de esfuerzo, recargándose levemente en la cama—. Está bien, cariño.

—Pero yo quiero que me perdones.

—Te perdono, pues —asintió y le dio un suave beso en la mejilla—. ¿Por qué despiertas llorando?

Niklaus bajó la mirada a los botones de la camisa de Bella y los comenzó a desabrochar y abrochar una y otra vez.

—Porque papá no está. No me gusta cuando papá no está conmigo.

— ¿Siempre duermes con tu papá? —ella tomó asiento en la cama con Niklaus a horcajadas sobre ella con la mirada en sus botones.

Edward, a su lado, les estaba mirando de manera curiosa. ¿Cómo es que Bella puede hacer que se le olviden fáciles las cosas a Niklaus? El pequeño probablemente estaría llorando todavía con él hasta que le diera algún regalo o le prometiera algo. Bella simplemente le había persuadido.

—Sí, casi todo el tiempo.

— ¿No crees que ya eres un poquito grande para eso?

—No —mintió—. A mí me gusta dormir con papá.

— ¿Vas al colegio, Nik?

—Sí, pero ahora estoy de vacaciones de verano y las pasaré contigo y con papá.

— ¿Tu crees que todos los niños del colegio duermen con sus padres? ¿No crees que ya están muy grandes para eso?

Niklaus se quedó en silencio y su labio inferior comenzó a temblar de nuevo. Bella le colocó las manos en su cintura, acariciándolo suavemente.

—Pero a mí me gusta dormir con mi papá.

—Lo sé, cariño, seguro que tu papá es muy cómodo, pero cuando vayas a la secundaria o en preparatoria no querrás dormir con tu papá porque probablemente tengas una novia.

Edward sonrió con diversión al ver que esa idea no le agradaba ni a la mismísima Bella.

—Ella también puede dormir en la cama de papá, es muy grande.

— ¿Y soportar los ronquidos de tu papá? ¿Crees que eso es bueno?

Niklaus arrugó la nariz.

—Iugh, no, para nada —Niklaus le echó un rápido vistazo a su padre y después se acercó al oído de Bella, dispuesto a decir cosas que humillaran a su padre aun cuando no eran ciertas—. Papá se tira gases cuando está dormido.

Bella se soltó a reír justo después de escucharlo y tuvo que sostener a Niklaus fuerte para que no se fuera hacia atrás. Ella quería realmente hablar con Niklaus de buena manera y el pequeño tenía tantas ocurrencias que decirle.

— ¿es enserio? —preguntó entre risas, enviándole una mirada llena de diversión a Edward, él, por supuesto, se había dado una idea de lo que su pequeño diablo podría decirle a Bella así que se limitó a rodas los ojos.

—Claro —dijo Klaus muy seguro.

—Bien —siguió Bella con su sonrisa—. Ahora imagínate que ella estuviera allí para escuchar eso, no sería bueno, ¿sabes?

—Cara soportaría a mi papá. Mi papá es como un segundo papá para Cara.

— ¿Que tiene que ver Cara aquí?

Niklaus le miró en silencio por un rato.

—Dijiste que cuando este grande tendré una novia, ¿no? Yo sólo quiero a Cara de novia.

Ambos adultos le miraron con cierta diversión.

—El punto es, Klaus, que cuando estas grande ya no se puede dormir con los papás. Tu papi no está durmiéndose con tus abuelitos, ¿cierto? Yo tampoco estoy durmiendo con mi papá o con mi mamá.

—Eso es porque ustedes no los quieren.

— ¡Pero qué dices! —exclamó Bella—. Yo amo mucho a mis padres, pero ya estoy grande y duermo solita.

—Pero un día vas a dormir con mi papi como lo hacen los adultos y van a tener hijos y esos hijos van a querer dormir con ustedes pero yo no les voy a dejar porque sólo yo poder dormir con ustedes.

Edward palideció y Bella se quedó completamente en silencio.

¿De dónde jodidos sacaba su hijo aquellas ideas? ¿Estaba zafado de la cabeza o algo así? Se sintió alarmado al saber que tenía semejantes conocimientos acerca de algunas parejas y que pensara de esa manera de él y Bella. ¡Ni siquiera él mismo se había plantado todas esas ideas! Lo único que quería hacer ahora era pasar ratos con Bella y conocerla… y tener sexo pero eso ella no se lo permitía.

—Bueno, cariño, muchos niños no caben en una cama, ¿sabes?

— ¿Muchos niños?

—Sí, dijiste que algún día yo tendría hijos.

— ¿Quieres tener muchos hijos? —Niklaus abrió en grande los ojos. Un sentimiento nada agradable le invadió.

—Sí, yo quiero tener un montón de hijos.

Edward le miró asustado. Y él con Klaus tenía bastante.

—Entonces no pueden dormir contigo —cedió el pequeño.

—Exacto, no pueden. Además, por eso tú tienes una habitación y una cama para ti, ¿no es así?

— ¡sí!

— ¿Y porque no duermes en tu cama? Seguro que es mucho más cómoda y tiene un montón de colores.

—Siempre he dormido con papá —respondió—. Y odio la oscuridad.

—Bueno, puedes intentar dormir en tu cama tú solo, con la luz encendida o con una lámpara a tu lado, o incluso con la televisión encendida. Así duermen los niños grandes.

— ¡Sí! ¡Tienes razón! —concordó el pequeño ahora con una enorme sonrisa y con la mirada trabada en la de Bella.

Edward miró a Bella asombrado. ¿Cómo jodidos lo hacía?

—Bueno, ya que estás comprometido a ser un niño grande, ¿nos ayudas a terminar la cena? Tu papi y yo preparamos pastelillos y tú podrás decorarlos después, ¿te gusta la idea?

Niklaus sonrió aún más, lanzándose a su padre.

— ¡Me encanta la idea! .

 

—Así que… tía Alice, tú me debes una disculpa.

Todos estaban reunidos alrededor de la mesa, comiendo la deliciosa comida que había preparado Bella, junto con Edward. Alice había llegado un poco más tarde pero sin duda le había agradecido a Bella la comida, alegando que no comió en todo el día.

Ahora Niklaus se negaba a seguir comiendo sólo porque ya se había aburrido de masticar la carne. Estaba sentado sobre sus talones encima de la silla, sosteniendo un cuchillo en una mano y el tenedor en la otra.

Alice le miró con el ceño fruncido.

— ¿Qué diablos dices, pulga?

— ¡No soy pulga!

—Sí eres pulga

¡Papá!

Edward, suspirando alzó la mirada a su hijo, que tenía un puchero en sus labios.

—Alice, no llames pulga a Niklaus —dijo de manera monótona.

—Pulga —volvió a decir Alice.

Niklaus le miró de manera asesina.

— ¡Bella, dile a tía Alice que deje de llamarme pulga!

—Alice, deja de llamar pulga a Nik. Tú no eres especialmente alta como para poner apodos de ese tipo.

Alice le miró fulminante y Niklaus soltó un sonido de victoria.

— ¡Ja! Escarabajo —el pequeño le enseñó la lengua.

—Niklaus… —advirtió Edward.

— ¡Ella me debe una disculpa! —exclamó el niño, haciendo disimuladamente su plato de comida hacia adelanto.

Alice le miró con una sonrisa divertida.

— ¿Por qué? ¿Porque te hice llorar?

Niklaus se quedó en silencio mandándole cualquier tipo de cosas que le matara con sus ojos. Sus puños se apretaron con fuerza sobre la mesa. Edward estaba mirando con cuidado a Niklaus, temiendo que se pusiera a gritar en la casa de Bella. Ya serian demasiadas molestias para ella con tan sólo tenerlos allí a los dos. Bella estaba mirando de mala manera a Alice, que se comportaba como una niña pequeña.

—En realidad, Nik —comenzó Bella—, Alice nos debe una disculpa a todos por meterse en asuntos que a ella no deben de interesarle. Así que… ¿Alice? Discúlpate por favor.

Niklaus miró a Bella por unos momentos. Bella parecía la mamá de Alice. ¡Ni siquiera su abuela Esme podía hablarle así a Alice y esperar que ella obedeciera! Bella era algo mágico.

—De acuerdo. Edward, Bella… lamento haberme metido en sus vidas privadas y todo eso, aunque este en derecho de saberlo porque soy una de sus mejores amigas. Niklaus, lamento hacerte llorar como una niña.

Bella asintió.

—Gracias Alice.

Cuando la cena terminó, Niklaus estaba jugando X-BOX con Alice en el salón de Bella, diciendo palabras que no sabía que un niño de seis años podía decir. Sacudió la cabeza y terminó de colocar el último plato limpio en su lugar. Edward le sonrió, secando sus manos con un limpió de cocina.

— ¿Por qué tienes esa cara de molestia? —le preguntó, acercándose a ella y alejando su cabello de su rostro.

—Nada… sólo estoy un poco sorprendida.

— ¿puedo saber por qué?

—Pues… ni siquiera yo digo todas esas groserías que dice el pequeño mientras está jugando.

Edward sonrió como si se estuviera disculpando.

—Cuando él está jugando con Aarón y Emmett siempre sueltan grandes maldiciones cada vez que alguien pierde —se encogió de hombros—. Y bueno… casi he dejado por completo algunas groserías…

Bella le miró con diversión.

—Uno de los primeros hombres más conocidos en el mundo dice bastantes groserías… no sé si eso es bueno o malo.

—Las decía, ahora no —le guiñó un ojo y le rodeó la cintura con sus brazos—. Gracias por aceptar tenernos a ambos en tu casa por mucho rato y enfrentarte a los fotógrafos.

Bella se encogió de hombros, alisando algunas arrugas de la camisa de Edward.

—No es nada, me encanta tenerlos aquí a los dos. Son una buena compañía —dijo de manera sincera—. Y sobre lo otro… no fue tan malo, supongo.

—No te espantaré diciéndote que eso era una menor parte de casi todo.

Bella bufó rodando los ojos.

—Bueno, gracias eh. Edward le dedicó la sonrisa arrebatadora y se inclinó para poder juntas sus labios con los de ella y así poder besarla suavemente; disfrutando del sabor de sus labios. Bella ladeó la cabeza un poco para tener mejor acceso a su boca, apretándose hacia a él. Justo cuando sabía que le faltaba la respiración, pasos rápidos y pequeños se escucharon en dirección a la cocina. Lo que hizo que los dos se separan rápidamente, con una sonrisa de diversión y las mejillas sonrojadas. En ese momento apareció Niklaus.

—Papá, ¡tenemos que darle la vitamina a Jake! Es tarde.

—Es cierto —Edward miró la hora, sabiendo que ya llevaban dos horas de atraso. Se volvió a Bella, sonriéndole descaradamente—. Gracias una vez más, nena —le besó cortamente los labios—. Tal vez después tengamos que venir a molestarte otra vez.

—Oh no… tendré que soportarlos otra vez—exclamó con cierto desagrado y Niklaus rio.

—Seré bueno, Bella.

—Lo dudo, completamente, mi niño —se acercó y le dio un beso en la nariz—. Te quiero mucho, pórtate bien con tu papá y recuerda lo que dijimos sobre dormir solo.

El pequeño asintió, siguiendo con la plática mientras Edward iba por sus pertenencias, mirando las llamadas perdidas de su telefio celular. Había dos de Rosalie, una de Emmett, dos de su padre, algunas de compañeros de trabajo, una de Chelsea y… siete de su madre.

Al parecer ya se habían enterado de la noticia y a Edward le esperaba una larga plática. 

Capítulo 11: NOTA DE AUTOR

 
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