DADDY 23 (+18)

Autor: Indi
Género: Romance
Fecha Creación: 09/11/2013
Fecha Actualización: 09/01/2014
Finalizado: NO
Votos: 15
Comentarios: 40
Visitas: 21176
Capítulos: 12

"Edward Cullen, el jugador de fútbol más exitoso tiene una vida bastante complicada con un revoltoso niño de cinco años. Lo que menos necesita ahora mismo es esa atractiva mujer que llegará a controlar su carrera y probablemente su corazón."

  

Los personajes son propiedad de  S. Meyer

 

Esta historia no me pertenece es de una buena amiga , Daniela Ramirez(DaniiStewart)


La historia también la pueden encontrar en:

http://www.fanfiction.net/s/9283961/1/Daddy-23

 

Espero les guste tanto como a mi.

Indi.

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Capítulo 5: CAPITULO 5

CAPÍTULO CINCO

 

El teléfono de Edward comenzó a sonar, haciéndose escuchar por toda le enorme y vacía casa excepto por los dos hombres tumbados en la cama de manera revuelta.

El hombrecito comenzó a golpear con la palma de su mano la cara de su padre, haciéndole saber que necesitaba que apagara ese sonido antes de que Klaus rompiera el teléfono de su padre otra vez en menos de tres meses. El niño volvió a envolverse con las sabanas, sintiendo el aire sobre su desnudo y redondeado trasero.

Edward alzó la mano para tomar su teléfono y se sentó en la cama con la espalda sobre la cabecera. No miró el número porque no quería abrir los ojos y la luz del día lastimaría sus pupilas así que sólo se limitó a deslizar la flecha y contestó.

—Edward Cullen — murmuró con voz ronca. Aclaró su garganta antes de abrir los ojos.

—Edward, buenos días — el aludido se paralizó en su lugar, olvidándose de la luz solar que entraba por la ventana —. Habla Chelsea.

Edward sabía que ese día ella llamaría, pero no esperaba que llamara tan temprano por la mañana. Eran las ocho de la mañana y en Italia probablemente era… un poco más tarde, pero eso no impedía que no tuviera consideración sobre él. Miró a su hijo abrazado a la almohada, sin ropa, con el cabello revuelto. Edward no recordaba cuando el niño se había pasado a su cama y tampoco sabía porque no se había dado cuenta de que se había desvestido.

—Buenos días, Chelsea — contestó esta vez con más calma. Su relación no era mala — ¿Llamas para que él reciba su llamada? No creí que llamarías tan pronto.

Un carraspeo se escuchó al otro lado de la línea.

—Sí, bueno, lo lamento. Sólo quería ser una de las primeras en felicitarlo, ¿puede ser?

Edward no podía impedirle eso a la madre de su hijo ¿o sí? ¿Que importaba que un año ella sea quien lo felicitaba primero? Era su madre, y él la quería.

—Espera un momento, él sigue dormido.

—Puedo llamar más tarde…

—No, no — le interrumpió y comenzó a mover el hombro del niño —. Despertará en cuanto sepas que eres tú.

Edward puso el altavoz en el teléfono y lo dejó encima de una almohada para poder utilizar las dos manos al despertar al niño. Lo destapó por completo y se paró a abrir las ventanas, haciendo que el aire y la brisa del mar se colaran por ésta. Eso causó que Niklaus tuviera un estremecimiento y buscara alguna sabana disponible, al no encontrar una se sentó en la cama con gesto malhumorado y entreabrió los ojos.

— ¡Papá! — lloriqueó y frotó sus ojos —. Cierra la ventana, ahora.

Edward agitó la cabeza.

—No lo haré, toma el teléfono, tu mamá quiere hablar contigo.

En cuanto Edward dijo esas palabras Niklaus despertó por completo y tomó el teléfono entre sus manos, sin molestarse en cubrir su desnudez. Le envió una mirada a su padre y éste asintió haciendo un gesto haciéndole saber que estaría en la cocina.

En segundos Niklaus se quedó sólo, con su pequeño labio entre sus dientes. Después sonrió de manera amplia al ver el calendario colorido que estaba frente a la cama, marcando el día del cumpleaños del niño y saludó.

—Hola, mamá.

Su voz estaba emocionada. Él siempre se emocionaba que su mamá le llamara, le gustaba salir con ella aunque lo llevara a las tiendas y ella se probara muchas cosas, no eran las mejores cosas que podían hacer pero a él le gustaba estar con ella.

—Hola, Kai — ella saludó utilizando el nombre que ella había elegido —. Feliz cumpleaños, ya eres un niño de seis años.

El niño pegó un salto en la cama de la emoción.

—Ya soy un niño grande, mamá. ¡Y te acordaste de mi cumpleaños!

—Sí me acuerdo, nene. Siempre te llamo — le recordó con una leve sonrisa —. ¿Qué es lo que vas a hacer hoy con tu papá?

—No lo sé, pero tendré una fiesta de cumpleaños el fin de semana y va a ser super duper genial — habló con emoción y en voz alta, tanto que Edward, que estaba en la planta de abajo, pudo escucharlo —. Y estaré vestido de Iron Man. ¿Vas a venir?

Chelsea arrugó la nariz. No le gustaban las fiestas infantiles, muchos niños le causaban jaqueca y allí había muchos caramelos, algo que no era nada saludable.

Hora de decepcionar al niño.

—No, Kai, a mí no me invitaron a la fiesta.

—Yo te invito ahora, ¿quieres que le diga a papi que mande una cabeza de Iron Man para ti? Así son mis invitaciones, ¿verdad que es genial?

Chelsea sonrió y tuvo ganas de pasar sus dedos por el cabello del niño.

—Seguro que son muy geniales, ¿tu traje es como el verdadero Iron Man? — preguntó, tratando de zafarse del tema de acudir al evento.

—Sí, es como él, resiste a todo. Papá dice que puede ganarme una lucha, él usa la capa de Superman, pero yo sé que le gano, ¿tú qué dices, mamá? — el niño estaba jugando con los dedos de sus pies, sentado al estilo indio y con la mirada en la ventana.

—Estoy segura de que tú ganas — accedió Chelsea y después de unos segundos ella suspiró, mirando su carísimo reloj de pulsera —. Cariño, mamá tiene que irse a trabajar.

La sonrisa de Klaus se desvaneció y apretó sus dedos en puños.

—Pero vendrás a la fiesta, ¿cierto? — preguntó esperanzado.

Miró como su padre entraba la habitación con las manos detrás de él y con una sonrisa de ánimos. Edward sabía lo que Chelsea le estaba diciendo porque el teléfono seguía con el altavoz. La caja que estaba detrás de él y que sostenía con sus manos sobresalía de su esbelta figura de jugador. Niklaus supo que se trataba de uno de sus regalos.

—No podré ir a tu fiesta, Kai. Tengo mucho trabajo en estos días y no es posible que me mueva de Italia. — la voz de Chelsea no demostraba que lamentaba eso —. Pero mandaré tu regalo y allí llegará, ¿de acuerdo?

Niklaus asintió sin decir nada y Chelsea lo interpretó como una aceptación aun sin poder verlo.

—Bien. Hablaremos después, Kai — se despidió —. Se buen niño con tu padre y tus abuelos, ¿sí?

—Sí, mamá —acordó el niño, sabiendo que sus palabras no serían verdad, y menos ese día — Adiós.

No recibió respuesta, en el teléfono se escuchó un pitido dando a entender que la llamada había terminado. Klaus bloqueó el aparato y alzó la mirada a su padre.

"Ni siquiera un "te quiero, Kai" Pensó Edward con enojo. Ese era el motivo por el cual antes no dejaba que ella fuera la primera en felicitarlo, le hacía pasar un mal rato, es por eso que Edward siempre tenía un regalo, un abrazo, un beso y un "te amo" para su hijo después de una de sus llamadas.

— ¿Y? ¿Cómo está el cumpleañero? — Edward se acercó a él, con el regalo aun detrás de él — Un cumpleañero desnudo, por cierto.

Niklaus rio olvidándose por completo de su madre y con la mirada fija en el regalo que llevaba detrás. Se puso de pie de un salto y comenzó a saltar una y otra vez haciendo que su padre sonriera.

—Es mi cumpleaños, puedo hacer lo que quiera — dijo con voz agitada porque seguía saltando.

—Puedes hacer lo que quieras, pero el acuerdo no era que podías estar desnudo.

—Pero tampoco decía que no podía estar desnudo— le recordó y se llevó las manos a su entrepierna, tapando y sosteniendo sus genitales y siguió saltando —. ¡Dame, dame, dame!

Su padre miró al niño con diversión y se acercó a la cama, colocando el enorme regalo envuelto de papel rojo y lo dejó sobre la cama. Eso se movió durante unos segundos porque el pequeño seguía saltando, pero después dejó de hacerlo porque cayó en la cama y comenzó a rasgar el papel de regalo.

Edward hizo una mueca. ¿De qué servía envolver el regalo si después esa cosa terminaría hecha un desastre? Mordió su labio en gesto de nerviosismo al ver al niño desgarrar la envoltura.

Los ojos de Niklaus se abrieron en grande cuando vio lo que contenía la enorme caja. Era un helicóptero en donde él podía armarlo y después podían salir a la calle a jugar con él, haciéndolo elevar muy lejos. Niklaus lo había visto en una tienda electrónica hacia dos semanas atrás y le había encantado. Había sido muy extraño que su padre no se lo hubiera comprado ese mismo día.

— ¡Un helicóptero! — Gritó con fuerza y se puso de pie de nuevo de un salto —. ¡Es un helicóptero, papi! ¡Yo lo quería!

Lo siguiente que Edward supo es que estaba envuelto en los pequeños brazos de su hijo de seis años. Él no se podía imaginar una vida sin el pequeño, era quien le daba toda la felicidad en su vida. Edward lo envolvió también, besando repetidas veces la regordeta mejilla de su hijo.

—Gracias, papi — dijo el niño contra el hombro de su padre, cubierto por una camiseta vieja.

—De nada, campeón. Feliz cumpleaños — Edward le dio una nalgada y el niño rio como un loco al sentir las cosquillas en su tierna piel —. Te amo, lo sabes, ¿no?

El niño asintió, separándose de Edward para mirarlo a los ojos, colocó sus manos en cada uno de sus hombros con una tonta sonrisa.

—También te amo mucho. Yo te quiero mucho más, porque soy más fuerte que tú.

—Sí, eres más fuerte que yo — lo besó de nuevo —. ¿Vamos a desayunar? Creo que Cara sigue aquí en la ciudad, ¿quieres que venga a nadar un poco?

Niklaus pareció pensárselo mientras se paraba en la caja de regalo. Su padre se movió por la habitación y encontró un pequeño bóxer para su hijo, se lo puso y lo tomó entre sus brazos. El niño seguía pensándose lo que su padre le dijo mientras acariciaba su labio inferior.

—Yo quiero que Cara venga a nadar — aceptó finalmente con la cabeza contra la de su padre. Edward estaba pensando en cuando dejaría de hacer eso y comenzara a decir que ya es un niño bastante grande. Le dolería, sin duda.

—Tú siempre quieres estar con Cara — se burló Edward —. Jasper ya no te dejará estar mucho tiempo con ella.

—Viviremos junto a ella pronto — recordó Niklaus a su padre — Y podré estar con ella más tiempo. Ella es mi novia.

Niklaus se había tomado la noticia de la mudanza con mucho entusiasmo. Y tan era su entusiasmo que Edward no se atrevió a decirle que el día de mañana partiría a Inglaterra para poder jugar. Él, por supuesto, no le iba a acompañar, él se quedaría con su abuela. A él le gustaba quedarse con Elizabeth, sobre todo porque lo llenaba de galletas. Le habían dicho que él se quedaría con ella para que las cosas de su fiesta estuvieran como él quisiera. No podía ocultarle todo el tiempo que había ido a un partido de futbol, había entrevistas y Edward saldría en la televisión. Además, Niklaus era bastante chismoso y escuchaba pláticas ajenas.

Y Bella. Edward podría decir que Bella era la persona a la que más adoraba en el mundo. Ella, en tan sólo dos días, había conseguido una casa para él y para su hijo cerca del estadio y había conseguido integrar a Niklaus al mismo colegio en el que iba Cara. A Jasper, claro, casi le daba un infarto cuando lo supo. Edward no lo culpaba, Niklaus era un completo casanova y Cara era una niña que se dejaba manipular por él fácilmente, dejándose llevar también por todos los planes que Klaus tenía sobre las travesuras.

Así que esa noche, cuando Elizabeth Cullen se fuera después de pasar un día en casa con Niklaus por su cumpleaños, se lo llevaría su casa. Y Edward partiría media hora después a Inglaterra. El día de ayer la había pasado entrenando durante todo el día, dejando a Anthony con Lexie.Lexie no había dado queja alguna del niño y el niño no daba quejas de Lexie.

Porque Niklaus se estaba divirtiendo al máximo con Lexie, haciéndole pasar un completo infierno.

Varias cosas personales de Lexie estaban desaparecidas así como rotas o envueltas de cualquier sustancia extraña y pegajosa. Algunas veces Niklaus utilizaba al perro para una gran ayuda. Lexie se volvía loca y más aún cuando ella era alérgica a los animales.

Edward era consciente de todo lo que su hijo provocaba pero, si ella no daba alguna queja ¿Por qué debería molestarse en decirle algo a su hijo? Todo era de esa manera, Niklaus siempre se salía con la tuya sin importar el daño a los demás.

Cuando llegaron a la cocina, un pequeño pastelito estaba en la barra, con una vela en forma de 6 en medio. Edward no podía hacer un pastel, la cocinera se había ofrecido de inmediato pero Elizabeth rechazó eso, ella no permitiría que festejaran el cumpleaños de su nieto solos.

Edward comenzó a cantar feliz cumpleaños, junto con la señora cocinera que veía al niño con una sonrisa; una vez que terminaron, él sopló la vela. Edward tomó el pequeño pastelito cubierto de merengue de color azul y se lo embarró en la nariz, causando la risa divertida del niño.

Niklaus miró como le tomaba una fotografía con la cámara especial. Ellos tenían una cámara especial donde todas esas fotos se colocaban en una oficina que Edward tenía en casa, en el último piso. Ese lugar era un poco extraño porque al momento de entrar ya tenías muchos pares de ojos —normalmente de Niklaus y Edward— sobre ti.

Ellos pasaron una mañana en pijama, tirados sobre la alfombra impecable de la sala frente a la enorme televisión de plasma que estaba allí, mirando series de televisión de niños. Niklaus estaba contento sobre el pecho de su padre comiendo galletas y leche.

Y Edward también estaba contento de pasar un cumpleaños tranquilo. Él sabía que en al menos dos horas la casa estaría llena de gente. La familia iría a festejar el cumpleaños del niño. Niklaus sólo aceptaba que ellos fueran si llevaban regalos. Aunque no importaba si Cara llevaba un regalo, él quería que Cara fuera y jugara con él.

Finalmente, alrededor de la una de la tarde, la casa estaba llena. Elizabeth, Edward, Esme, Carlisle, Rosalie, Emmett, Jasper, Aarón y Cara estaban allí. A Edward le gustaba pasar tiempo con ellos, eso era seguro, pero algunas veces sólo no quería saber de las personas y eso era bastante difícil cuando se era un jugador estrella conocido por la mayoría de las personas.

El atardecer se estaba poniendo y Edward sabía que era hora de darle el regalo final a Niklaus. Estaba planeando dárselo el día de mañana pero dado que Edward estaría sudando y corriendo detrás de una pelota, no iba a ser posible.

—Hey, Klaus — llamó Edward. Niklaus estaba compartiendo un algodón de azúcar con Cara y se volvió a su padre con la cara llena de dulce —. Ven aquí enano, tengo algo para darte.

El niño le dejó el algodón de azúcar a medio terminar a Cara y corrió a su padre sabiendo que tendría un regalo pronto. Su padre no sólo le daba un regalo en su cumpleaños. Le sonrió en grande a su padre saltando un par de veces.

— ¿Qué sucede, papi?

— ¿Recuerdas qué fue lo que pediste de regalo? — Edward cargó a su hijo, con sus delgadas piernas alrededor de su cintura —. Porque yo lo recuerdo muy bien.

— ¡Un yate! — gritó, llamando la atención de todos —. ¡Me regalas un yate! — volvió a gritar emocionado.

Por supuesto que, la familia alrededor, les estaba mirando entre sorprendidos y malhumorados. Edward sabía o que ellos estaban pensando, acerca de "Los regalos caros" para Niklaus. Elizabeth, sobretodo miraba a Edward de manera reprobatoria. Ella amaba a su nieto, de eso no había duda, pero regalarle ese tipo de cosas estaba fuera del límite de los regalos a un niño de seis años.

— ¿Lo ves, Rosalie? — llamó Emmett con expresión triste —. ¿Por qué ese niño rubio y bonito puede tener un yate y yo no?

Jasper le dio un golpe a su amigo en el hombro tan sólo para aligerar un poco el ambiente tenso que se estaba formando en ese enorme lugar. Además de Niklaus y Edward que estaban complacidos el uno con el otro.

—Porque Edward está completamente loco como para darle un yate a un niño de seis años. Ellos no lo necesitan, nosotros tampoco lo necesitamos — explicó la rubia, sirviendo un poco de jugo al vaso de su hijo —. Es un desperdicio de dinero.

Edward bufó.

— ¿Es enserio? No es un desperdicio de dinero, lo saben. El dinero ahora mismo sobra, puedo comprarle a Niklaus lo que él quiera sin necesidad de mirar la billetera.

Edward se estaba comportando como un adolescente sin pensar muy bien las cosas, él lo sabía. Pero su único trabajo era complacer a su hijo y hacer que él se sintiera muy bien con su padre y con cualquier cosa. Sin necesidad de pasar hambre o necesidades como otro niños.

—Como sea — habló Elizabeth. Ningún otro se atrevía a hablar cuando Edward hablaba de esa manera sabiendo que no podrían ganar —. No nos pondremos a hablar sobre eso en el cumpleaños de mi nieto — se puso de pie y tomó a Niklaus en sus brazos bajo la mirada reprobatoria de su esposo —. ¿Quieres seguir con tu fiesta?

El niño miró a su padre en forma de súplica. Niklaus no podía negarle nada a su abuela y él quería ir con su padre. Edward sólo lo miró, encogiéndose de hombros y el niño suspiró.

—Sí, abue — cedió el niño y le rodeó el cuello con sus delgados brazos. Enviándole una triste mirada a su padre mientras su abuela lo llevaba de nuevo a la piscina con Cara.

Edward quería decirle a todo el mundo que se largara de su casa y que lo dejaran solo con su hijo. Sin nadie más que los molestara. Pero por supuesto que no podía hacer eso. Estaban los demás niños, ellos se estaban divirtiendo y no tenían la culpa de eso. Se dejó caer en el enorme sillón en forma de ovalo lleno de cojines y se dedicó a mirar a su hijo en el agua.

El tiempo pasó bastante lento, cuando miró el reloj por última vez eran ya las ocho de la noche. Cara y Jasper se habían retirado ya porque la niña tenía que ir a dormir, ella tenía un horario para ir a la cama, no lo podían mover porque si lo hacían el día de mañana sería un completo desastre. A Edward le hubiera gustado tener un horario para que Niklaus fuera a dormir.

Edward sabía que ser padre soltero no era nada fácil, él lo estaba viviendo, pero sabía que Jasper se las miraba peor teniendo a su familia viviendo en otro continente. Su amigo estaba solo con una niña de seis años que buscaba la atención. Por suerte, Jasper tenía una niñera que le ayudaba con Cara todos los días. Cara era la niña más tranquila que Edward había conocido; aunque para él, todos los niños eran más tranquilos que su hijo.

—Amigo, yo creo que ser un padre soltero guapo es lo mejor de todo, ¿no crees?

Edward miró a Emmett con cierta diversión. No tenía ni idea de cuantas cervezas se había bebido ya, pero estaba seguro de que Rosalie iba a maltratarlo pronto.

—Creo que acabas de llamarme guapo, Emmett.

— ¡Pues claro que lo he hecho! — dijo con entusiasmo, llamando la atención de la rubia que inmediatamente caminó hacia ellos. El único aunque pudo verla fue Edward ya que Emmett estaba de espaldas a ella —. Además, yo también estoy guapo, yo pertenezco al club.

—Emmett, tú no eres soltero.

—No, pero sería genial si lo fuera, así yo tendría también a mujeres detrás de mí, ¿te imaginas? Las mujeres se deshacen con los hombres que tienen un hijo.

Rosalie estaba cruzada de brazos, escuchando a su marido decir esas cosas. Estaba consciente de que Emmett era de esa manera todo el tiempo. Ella tenía una pequeña sonrisa de diversión en el rostro mientras las palabras pasaban por su cabeza. Después caminó y se puso al lado de su grandulón marido.

—Claro, sería genial estar soltero y con un hijo, ¿no es así? — Emmett la miró como si le hubiera crecido otra cabeza con cabellera rubia y todo —. Pues el día de mañana lo vas a pasar solo, con tu hijo, ¿entiendes? Y lo llevarás a donde él quiera, sin mi ayuda.

Edward se tiró a reír en cuanto Emmett comenzó a lloriquear.

—No te rías, idiota — exclamó el grandulón hacia su cuñado —. Puedes ayudarme mañana. Mañana podemos llevar a Niklaus y a Aarón a alguna parte, ¿qué dices?

—Mañana no puedo, Emmett — le recordó Edward con una sonrisa aun divertida.

Emmett jamás en su vida se había quedado solo con su hijo por más de tres horas seguidas. Nunca. Emmett tan solo se dedicaba a llevar el dinero a la casa y a hacer reír a su familia con sus ocurrencias, a darle amor a Rose y a su hijo. Pero nunca había pasado tiempo de padre e hijo con Aarón. El niño tenía ya ocho años y pasaba más tiempo con su abuelo que con su padre. A Edward no le agradaba eso.

— ¿Por qué…? — el grandulón abrió los ojos en grande —. Ah, claro, mañana vas a jugar a Inglaterra.

Edward cerró los ojos al escuchar a Emmett concluir esa frase. Dos segundos después tenía a Niklaus con la mirada sobre él, asustado. Su padre nunca le había ocultado cosas y pensó que ese no era un buen regalo de cumpleaños.

El niño de seis años se levantó del césped, con la mirada de los demás sobre él.

— ¿Te vas? — preguntó con voz chillona. Su labio inferior color rosado estaba comenzando a temblar y sus ojos a llenarse de lágrimas —. No me dijiste que te ibas.

—Eres un cabrón, Emmett — murmuró Edward en dirección a su cuñado. Con cierta cautela caminó hacia el pequeño niño que aún tenía el traje de baño puesto —. Iba a decírtelo, Klaus.

— ¿Cuándo ibas a decírmelo? — preguntó con la voz alzada —. No ibas a decírmelo. ¡Mentiroso! ¿Por qué no ibas a decírmelo? No quiero quedarme con Lexie.

Eso fue una señal para el resto de la familia. Cada uno de los miembros tomó sus pertenencias mientras padre e hijo discutían y se dirigieron al salón principal, dentro de la lujosa casa, reluciente y enorme.

En el jardín sólo quedaron Edward y Niklaus. El niño estaba mirando de manera acusatoria a su padre, mordiendo su labio inferior para no echarse a llorar, pero una lágrima ya se le había escapado y de manera brusca se la limpió con el brazo.

—No vas a quedarte con Lexie, Klaus — Edward se puso de cuclillas e intentó tomar las muñecas de su hijo con sus propias manos, intentando que se tranquilizara pero el pequeño sólo las apartó de golpe —. Escúchame. Tú no puede venir conmigo, ¿entiendes? Esta noche yo viajo a Inglaterra, no puedes acompañarme porque nadie podrá cuidarte cuando yo esté en el campo.

—Puedo quedarme en las bancas — sugirió con un hilo de voz apresurada —. Quiero quedarme allí, no voy a hacer nada, sé cuáles son las reglas. El entrenador ni siquiera me va a notar.

Pero Edward sabía que aunque su hijo se lo jurara, eso no iba a suceder de esa manera. Cuando miraba a su padre en el campo se emocionaba mucho. Claro que no era el único en las gradas que se emocionaba. Emmett también se levantaba de su asiento y gritaba, y Niklaus lo imitaba. Ese era un problema cuando se encontraban en las bancas. Edward no tendría la concentración en el juego sabiendo que su hijo podía causar algún destrozo mientras estaba en la banca.

El cobrizo suspiró, agitando la cabeza.

—No vas a venir, Niklaus — le dijo con cierta firmeza —. Vas a quedarte con tu abuela Elizabeth, vas a pasar el día con ella, yo voy a llegar mañana en la noche para estar contigo en tu fiesta, ¿de acuerdo? — Edward vio que Niklaus iba a ponerse a protestar —. Ya tomé mi decisión, Klaus.

El niño lo miró muy quieto, en silencio. Edward sabía que él estaba pensando en algo con que convencerlo, lo sabía muy bien.

— ¿Cara va a ir? — preguntó en un susurro —. Yo quiero ir con Cara.

—Cara va a ir, pero va con su nana. Lexie mañana no te puede cuidar y no vas a ir con ella.

— ¡Yo quiero ir contigo! — gritó y apretó los puños a sus costados, haciendo que su cuerpo se tensase.

Edward lo miró de manera paciente. Niklaus hacia eso cada vez que quería algo y normalmente… se salía con la suya. Lo miró con suspicacia y se puso de pie, tomó las cosas del jardín, acomodándolos en sus lugares y escuchando los gritos de Niklaus en el lugar que se había quedado.

Cuando iba a dar la segunda vuelta por el jardín para encender las luces de la piscina, sintió el cuerpo de Niklaus contra el suyo, golpeando su espalda y haciendo un berrinche enorme. Edward se estaba cansando y no quería gritarle a su hijo en ese momento. No quería irse estando enojado con él.

Pero Edward ya estaba pensando en qué era lo que podía hacer para que alguien lo cuidara mientras él estaba en el campo.

De repente, el hermoso rostro de Bella apareció en su mente. Bella lo acompañaría a Inglaterra esa noche, se verían en dos horas en el aeropuerto. Ella estaba libre mientras Edward estaba jugando, ella se pondría en acción justo después de que el partido terminara y comenzara la conferencia de prensa.

Edward se volteó, tomando a Niklaus en brazos y el niño rodeó la cintura de su padre con sus piernas. Frotó su rostro en el hombro desnudo de su padre y lo abrazó llorando.

—Yo quiero ir, papá. No quiero quedarme — lloriqueó y sorbió su nariz.

Edward le limpió los mocos a su hijo antes de que le llenara el hombro de eso. El niño se frotó los ojos con sus manos y Edward suspiró derrotado, él odiaba la debilidad que tenía con su hijo. Todo el tiempo le estaba causando problemas y Edward dejaba de ser su propio dueño.

—Voy a hablar con Bella, ¿de acuerdo? Ella va a ir conmigo — Niklaus comenzó a saltar en los brazos de su padre al escucharlo, muy sonriente. De pronto, sus lágrimas habían desaparecido —. Escúchame, Niklaus, escúchame bien, ¿de acuerdo? Vas a quedarte conmigo hasta que yo vaya a jugar. Después de eso tú te quedas con Bella, ¿de acuerdo? — Niklaus asintió —. Pero eso no es seguro, yo necesito hablar con ella primero, ella tiene que darme su consentimiento, si no es así… entonces te quedarás con la abuela. ¿Entiendes?

El niño asintió sin dejar de sonreír. Él sabía que Bella no se negaría a pasar tiempo con él. Lo tenía muy en claro. Bella lo adoraba y Niklaus la adoraba a ella.

Media hora después, Niklaus ya se encontraba completamente limpio y con un pijama de rayas color blanco y rojo. El niño estaba bebiendo de una malteada con chocolate y comiendo unas galletas que su abuela había estado preparando.

Edward le envió una mirada de resignación a su pequeño hijo y tomó su celular, localizando el número de Bella y marcó, alejándose de allí.

Al tercer timbrazo una Bella muy agitada contestó el teléfono.

—Isabella Swan.

Edward sonrió al escucharla.

—Hola, Isabella, habla Edward, ¿he interrumpido algo? —Bella se sonrojó, mirando su cuerpo desnudo y mojado en el espejo de su apartamento. Escuchar la voz de Edward mientras ella estaba en esas condiciones la ponía como un tomate. Por supuesto que, ella no se dejaba ver de manera tan vulnerable frente a Edward.

Ella se apresuró a contestar, apartando la vista del espejo.

—No, no, para nada. ¿Sucede algo? —ella se movió por todo su departamento hasta encontrar la toalla para envolverse.

—En realidad, llampo para molestarte.

—Oh, no es ninguna sorpresa — se apresuró a contestar ella y de dejó caer en la cama con un suspiro.

—Eso es bastante reconfortante.

—Sólo bromeaba. ¿Qué es lo que sucede?

—Estaba planeando no llevar a Niklaus conmigo esta noche a Inglaterra, ya sabes, es un viaje rápido, tan sólo iré a jugar y después regreso al día siguiente para poder estar en su fiesta, pero se ha enterado de que me iré, no planeaba decírselo.

Bella estaba comenzando a saber por dónde seguía Edward con sus palabras. En su opinión, ese niño era el controlador de su padre, sin embargo, Bella sabía cómo era ser manipulado por ese niño. Ella, por las veces en que había visto al niño antes, se había dejado manipular sin darse cuenta. Un niño bastante adorable y divertido pero… su poder sobre las personas era grande y peligroso.

—Y me has llamado porque vas a llevarlo contigo, ¿no? Al final te ha logrado convencer —dijo con una leve sonrisa. Edward supo que ella estaba sonriendo.

—Bueno, no es como si eso no sucediera a menudo — explicó, encogiéndose de hombros y se dejó caer en el sillón que estaba allí —. El problema es que sólo vamos tú y yo, y no tengo con quién dejarlo a la hora de que yo esté en el campo. Y te llamaba para preguntarte si… ¿podrías cuidarlo durante ese tiempo?

Edward se quedó quieto en su asiento esperando la respuesta de Bella. Él sabía cuál era la respuesta, pero probablemente Bella no se encontraba de algún humor para tratar con niños o algo… Él confiaba en Bella, sin duda, mucho más que en su entrenador a la hora de cuidarlo. Niklaus no le daba muchos problemas.

Bella sonrió de manera amplia cuando Edward le preguntó aquello. Ella estaba encantada. Le hacía falta distraerse un poco, alejándose de sus pensamientos. Ese niño le garantizaba risas seguras.

—Sabes que no me importaría cuidar de ese enano — contestó sonriendo —. Algo me decía que ese pequeño nos acompañaría.

—Me gusta cuando usas el plural —Bella se volvió a sonrojar fuertemente al escuchar a Edward.

—Olvídalo, Cullen. Te veré en el aeropuerto en una hora, ¿bien?

Edward sonrió mirando a su hijo ir corriendo a donde estaba él, con un bigote blanco gracias a la leche que se había bebido.

—Bien, nos vemos allí — se despidió. No recibió ninguna palabra de vuelta, sólo se escuchó el pitido del teléfono.

Niklaus ya estaba sobre su estómago, mirándolo con cierta diversión y curiosidad. Elizabeth estaba de pie en la puerta de la cocina, con su bolso en el hombro. Ella sabía que ya no necesitaría cuidar de su nieto durante todo el día de mañana. Edward le envió una leve sonrisa.

—Klaus viaja conmigo —le avisó.

Un grito de júbilo resonó por toda la casa gracias a Niklaus.

Isabella estaba sentada en un cómodo asiento del jet privado de Edward. Él le había dado ciertas órdenes para que no esperara fuera, en el frío, y que entrara al acogedor lugar en el que ahora se encontraba. Se sentía ciertamente incómoda. En el jet sólo estaba ella, sus cosas necesarias para trabajar y los dos pilotos. No sabía cuánto tiempo se llevaría viajando pero dudaba que fuera mucho. Además, el niño estaría allí. Ese pequeño renacuajo de ojos azules y cabellos dorados, probablemente se la pasaría parloteando de un lugar a otro.

Ser la representante de Edward era más duro de lo que ella pensaba, sin duda, pero sus bolsillos estaban más que llenos y tenía una grandiosa vida. Ella no podía pedir más. Era el trabajo que más le gustaba, le encantaba el futbol, no recordaba exactamente en cuantos equipos de futbol estuvo integrada una vez que fue al instituto. Claro que las posibilidades de que ella fuera una gran jugadora de futbol como Edward Cullen no eran tan propensas a ser buenas. Sus bellos estantes con grandes trofeos de futbol femenino eran algo que le orgullecía.

Después de veinte minutos más, en el jet apareció un pequeño niño de cabellos dorados. La luz tenue del jet hacia que su cabello brillara aún más. Él estaba con un pijama de rayas de color rojo y blanco. En una mano llevaba un balón de futbol de peluche y con la otra estaba frotándose los ojos. En sus pies llevaba las pantuflas de Mike Wazowski. Parecía que había sido trasladado medio dormido.

Cuando dejó de frotarse los ojos alzó la mirada y se encontró con Bella, observándolo. Él sonrió bastante entusiasmado y corrió hacia a ella, envolviéndola con sus delgados brazos. Bella también estaba sonriente, ella lo envolvió también y lo colocó sobre su regazo sabiendo que él probablemente no aguantaría mucho tiempo despierto.

—Hola, guapo — la saludó en voz baja. A diferencia de las voces en las escaleras del avión, que eran más altas; entre ellas pudo distinguir la voz aterciopelada de Edward.

—Hola, Bella — le saludó con una débil sonrisa, haciendo que se formaran pequeños hoyuelos en sus mejillas, logrando que el corazón de Bella se enterneciera.

— ¿Planeas dormir todo el viaje?

—No, yo quiero hablar contigo — le contestó, pero esta vez sus sentidos no parecieron estar de acuerdo con él porque después de parpadear un par de veces, sus ojos se habían cerrado por completo.

—Entonces hablaremos con tus ojos cerrados, ¿no? — le dijo con simpatía. Ella observó como él encajaba en su regazo, su cabeza con cabellos dorados se recargaba sobre sus pechos, aprovechándose de la suavidad de éstos.

—Yo puedo hablar con los ojos cerrados — comentó en un murmullo y frotó su rostro contra ella —. ¿Tú puedes hablar con los ojos cerrados, Bella?

Ella rio por lo bajo al ver como el niño seguía abrazándose más a ella.

—Sí, creo que puedo hacerlo, pero necesito tenerlos abiertos cuando avisen que debo ponerme el cinturón de seguridad.

Niklaus gruñó.

—No quiero el cinturón.

—Debes ponértelo, al menos hasta que estemos en el aire, ya te lo podrás quitar y estar con tu papá.

Niklaus abrió los ojos y miró a Bella a través de las largas y rubias pestañas. Ella casi se derrite por ese niño.

—Papá no quería traerme con él. ¿No crees que sea injusto? Yo sólo quiero verlo jugar futbol, como siempre, ¿a ti te gusta el futbol?

Bella le sonrió de manera tierna y comenzó a mecerlo en sus brazos, observando como el pequeño soltaba un largo bostezo.

—A mí me encanta el futbol. Pero decidí que era mejor ser la representante de uno de ellos, así estaría cerca, iría a sus partidos y vería como ellos juegan — le dijo aun en un susurro. El niño volvió a cerrar los ojos, arrullándose gracias a que Bella lo seguía meciendo.

— ¿Tu sabes jugar futbol?

—Sí, sé jugar futbol.

Alzó la mirada en cuanto divisó a Edward caminando hacia a ellos dos. Ella le dedicó una sonrisa en forma de saludo y él respondió de la misma manera con un saludo de mano también.

—Así que sí sabes jugar futbol — comentó él con voz baja también. Dejó caer su mirada sobre su hijo y frunció el ceño — ¿por qué se está aprovechando de ti?

Bella se sonrojó fuertemente y miró al niño. Éste tenía los ojos muy abiertos, y miraban a su padre con burla, pensando: Te gané de nuevo. El niño volvió a cerrar los ojos y colocó su cara de nuevo contra los pechos de Bella.

—Oh vamos, sólo quiere dormir un poco, parece que estaba dormido cuando venía hacia aquí.

—Ya, claro — Edward rodó los ojos y tomó asiento en el lugar que estaba frente a Bella, después abrochó su cinturón de seguridad —. Creo que tú deberías hacer lo mismo ahora.

Ella rodó los ojos con cierta simpatía.

—En cuanto lo anuncien, Nik estará sentado en su lugar, eso ya lo discutimos.

El niño que estaba en su regazo gruñó al escuchar las palabras de Bella y suspiró. Después, se puso de pie y caminó en silencio hacia la cabina, allí estuvo conversando un breve momento con los pilotos y después volvió sonriendo. En silencio, de la misma manera, se sentó en el lugar que estaba junto a Bella y le sonrió, comenzando a sentir como se movía el avión.

—Esto es bastante rápido — comentó ella con cierto nerviosismo. Ella odiaba cuando los avión descendían y asedian. Era algo que nunca podría superar y lo sabía.

—Creo que Niklaus movió sus influencias y exigió que despegáramos pronto.

Bella lo miró con la boca entreabierta.

— ¿Él puede hacer eso?

—Él puede hacer muchas cosas —dijo Edward con cierta diversión y sacudió la cabeza— Logra manipularme mucho, ¿sabes? Se suponía que él no vendría.

—Estaba comentando algo de eso antes de que llegaras.

—Creí que estaban hablando sobre qué sabes jugar futbol. Yo no sabía eso, ¿eres buena?

¿Sería buena idea decirle que ella era la capitana de varios equipos de futbol en su pasado gracias a su padre? Probablemente no era buena idea. Probablemente él le retaría o tal vez se burlaría de ella por eso. Claro que su tamaño y su complexión eran de casi una jugadora de futbol. Ella era alta, delgada y con curvas, todo su cuerpo estaba torneado por el ejercicio que hacía en las mañanas.

—Bueno… creo que soy capaz de llevar bien un partido — se encogió de hombros, acariciando la cabellera de Niklaus que se recargaba en su brazo.

— ¿Así que aceptas un partido contra mí? —Edward sonrió con cierta diversión y se recostó en el sillón, desabrochando su cinturón de seguridad cuando estuvieron estables en el aire —. Prometo ser bueno contigo.

Bella entrecerró los ojos en su dirección.

—Yo también quiero jugar —murmuró Niklaus, desabrochando también su cinturón y acomodándose de manera revoltosa sobre el regazo de Bella de nuevo —. Y juego con Bella.

—Parece que te gusta mucho Bella, enano —recalcó Edward en un murmuro. El niño lo miró, dedicándole una sonrisilla, que Bella no pudo ver por estar observando el gesto malhumorado de Edward.

— ¿Sabes, papi? Deberías estar al tanto de que Bella ahora es mi novia.

La aludida abrió los ojos de golpe, realmente sorprendida por ese comentario. Sus mejillas se tiñeron de un leve rojo pero no apartó la mirada de Edward.

— ¿Y qué sucede con Cara? ¿Ya no es tu novia?

—Sí lo es —dijo como si se tratara de lo más obvio—. Cara es mi novia a la hora de jugar y cuando Bella no está. Cuando Bella está conmigo es mi novia —sonrió de manera amplia.

Edward bufó ante el comentario de su hijo.

— ¿Desde cuándo son novios? —preguntó sólo por querer escuchar las ocurrencias del niño.

Antes de que Niklaus pudiera hablar de nuevo, escuchó a Bella con cierta burla.

—Al parecer, hace un minuto.

 

 

Eran alrededor de las once de la mañana en Londres. Niklaus había despertado alrededor de las siete de la mañana, contento de haber pasado alrededor de una hora con la cabeza en los deliciosos y cómodos pechos de Bella. Su padre había desaparecido de la cama alrededor de las siete de la mañana porque había ido a entrenar junto con Jasper.

Niklaus, como era de esperar, estaba bastante molesto con su padre por no haberle dicho nada, pero si Edward mencionaba algo al respecto, Niklaus se pegaría como una lapa a su pierna y exigiría ir con él a entrenar. Edward no lograría entrenar teniendo un ojo en su chiquillo.

Así que ahora estaba en su nueva casa, junto con Cara y la niñera de Cara, Marissa, ella era traída desde la india. Jasper aprovechó su viaje a la india junto con sus padres hacía tres años atrás. Estaba necesitado de alguien que pudiera ayudarle con su hija y Marissa necesitaba un trabajo urgente, era joven e inocente, y no daba ninguna molestia. Ella era de gran ayuda. Y tenía, bastante paciencia, algo que a los padres de los dos niños les faltaba.

El niño tenía el ceño fruncido y estaba rascando su cabeza gracias a la frustración. Aún tenía puesto el pijama de la noche anterior, el cual contenía el aroma de su padre, del avión, de la cama, de Londres, suyo, y de Bella; su cuello olía al perfume de Bella gracias a que gran parte del viaje su cabello había estado alrededor del niño. Él estaba mirando la chimenea que se encontraba pagada. Estaba aburrido y Cara seguía dormida en el cuarto de invitados. Cara dormía mucho, se recordó, y Marissa era lo suficiente aburrida como para no hacerlo reír durante mucho tiempo.

También podría ir a recorrer el resto de su casa. Era una casa enorme, casi tan enorme como la que estaba en Los Ángeles, a Niklaus le gustaba mucho eso, amaba las casas enormes y con muchas habitaciones, con muchos baños, pasillos y escaleras. Lo que le faltaba a esa casa era una enorme piscina como la que estaba en Los Ángeles, pero hacia bastante frío algunas veces que no se podía tener, al menos no allí, porque en otras casas, recordaba el niño, si había, sin ningún problema. Pensó en decírselo a su padre más tarde.

Se puso de pie, lanzando su pijama por alguna parte de la sala, haciendo que cayera en uno de los enorme sillones de color caqui. Ahora sólo estaba en unos bóxers sueltos de color negro, lo cual contrastaba con su bronceada piel. Miró con atención la pequeña palanca que estaba justo a un costado de la chimenea, la noche anterior observó a su padre jalarla y darle un pequeño giro para poder encenderla, Niklaus quería la chimenea pronto. Se aceró rápidamente y tiró de ella, dando una vuelta, esperó paciente a que se prendiera el fuego pero nada; volvió a mover la palanca una, dos, tres, cuatro y cinco veces sin tener resultado.

La habitación estaba comenzando a oler a gas. Con pánico, Marissa dejó de preparar el aperitivo que sería para Cara un vez que despertara, y corrió hasta donde estaba Niklaus, con una mueca de desagrado.

— ¿Qué hace, señor? —preguntó con histeria.

Marissa nunca había tuteado a nadie, ni siquiera a los niños. Ella observaba como todos los demás eran tuteados unos con otros, ¡incluso los niños tuteaban a sus abuelas y abuelos! ¡Y desconocidos! Ella no se imaginaba hacer eso, ella ni siquiera lo hacía con sus menores. Lo encontraba como una falta de respeto.

Niklaus y Cara se sentían bastante grandes cuando Marissa se dirigía a ellos. Cara era una buena niña y amaba bastante a Marissa como para no pedir una madre.

Había que aceptar que Niklaus se pasaba un poco de listo con Marissa. Ésta se daba cuenta, por supuesto, él no era más que un niño de seis años, pero no decía nada por no causar algún problema entre Jasper, Edward y Niklaus. La obligación de Marissa era Cara, nada de Niklaus, sin embargo, Jasper, quien era el que le pagaba y prácticamente le daba de comer a su familia, se lo había ordenado.

Niklaus se volvió hacia a ella con los puños apretados.

— ¡Esto no sirve! —Exclamó— ¡Yo quiero encenderla!

—Pero señor, estamos a dos semanas del verano, no hace bastante frio. Su padre, Edward, dijo que la chimenea sólo se encendería por las noches o cuando estuviera completamente frío, por favor, deme permiso —. Ella apartó un mechón de su cabello del rostro y caminó hacia Niklaus, el cual le miró mal y no le dejó avanzar hasta la palanca de la chimenea. Ella lo miró por un instante con paciencia, bastante paciencia —. Señor, necesito hacer esto, la señorita Cara despertará pronto y ella necesita comer, ¿usted quiere un bocadillo?

— ¡Yo no quiero ningún bocadillo! —dijo con sus pequeños dientes apretados—. Yo quiero encendida la chimenea.

Antes de que Marissa pudiera decir algo, una pequeña figura delgada apareció al pie de las escaleras, frotándose sus ojos y con el cabello revuelto. Ella tenía un puchero en sus labios por haber sido despertada.

— ¿Dónde está papi? —murmuró.

Marissa se apresuró a cerrar el gas de la chimenea sin que Niklaus se diera cuenta, y corrió hacia donde estaba la niña, con pequeñas lágrimas en los ojos. Marissa la abrazó contra ella.

—Su padre está en su entrenamiento, señorita Whitlock. La trajeron aquí muy temprano por la mañana junto con el joven Niklaus. El señor Whitlock y el señor Cullen vendrán en una hora por ustedes.

Cara se dedicó a abrazar a su nana durante lo que le pareció a Niklaus una eternidad. Él bufó y corrió donde estaban ellas, tomando la mano de Cara.

—Niklaus! —Exclamó la niña evaluándolo con la mirada— ¿por qué no estás vestido?

Él se encogió de hombros. Niklaus, de seis años, no conocía algo llamado vergüenza.

—No me gusta la ropa —contestó de manera simple. Cara también se encogió de hombros restándole importancia. La mayor parte de su vida ellos se habían visto en paños menores muchas veces, la amistad de sus padres era desde justo antes de que ellos nacieran —. Ahora vamos a jugar, estoy aburrido.

—Señores —llamó Marissa, ganándose una mirada fulminante por parte de Klaus — ¿No les apetece comer algo antes de ir a jugar un rato?

— ¡Sí!

— ¡No!

Los niños se miraron por haber dicho eso al mismo tiempo. Cara estaba sonriendo pero Niklaus le estaba enviando una mirada de: ¿es enserio? Sin embargo, Niklaus no podía negarse a algunas cosas que Cara dijera o hiciera. Suspiró y aun tomados de la mano, caminaron hacia la cocina.

Después de que llegaran sus padres, Niklaus y Cara fueron bañados y vestidos, listos para una tarde de futbol. Los dos estaban vistiendo el uniforme de color blanco, con el respectivo número de sus padres en la espalda. El cabello de Cara estaba recogido en un perfecto moño de color beige, su carita resaltaba aún más y le hacía lucir bastante preciosa; su muñeca derecha estaba cubierta por un pequeño brazalete y ella no dejaba de mirarlo. Niklaus estaba con su cabello revuelto, casi de la misma manera que su padre, sólo que éste intentaba mantenerlo con un poco de orden, sin mucho éxito. Al igual que Cara, su muñeca derecha estaba cubierta por un reloj a prueba de agua y en su cabeza estaba una gorra de beisbol roja.

Cuando llegaron al enorme estadio, cada uno con sus hijos en brazos, se separaron buscando a sus respectivas familias. En este caso, Edward tendría que buscar a Bella y no en las gradas. Él caminó con Niklaus colgando de su cintura, hacia las cabinas, allí estaban muchas personas vestidas de trajes y con micrófonos. Justo en una esquina, conversando con una amable sonrisa, estaba Bella. Dos segundos después de que Edward la viera, Niklaus lo hizo.

— ¡Bella! —llamó con una sonrisa.

Su gritó llamó la atención de la mayoría de las personas que estaban allí. Bella sonrió al ver a Edward y Niklaus, se despidió cordialmente de la mujer con la que estaba hablando y caminó hacia a ellos, con una pequeña tabla en sus manos.

—Hola, señores —saludó.

—Hola, lamento llegar un poco más temprano, pero el entrenador estaba pidiendo a todo el mundo que se reuniera antes y esas cosas —el cobrizo de se encogió de hombros y le dedicó una tímida sonrisa — ¿Cómo estás?

Bella se sonrojó, haciendo que a Edward le brillaran los ojos de diversión. Un amigo, jugador de futbol, podía preguntarle cómo estaba, ¿no?

—Bien. Todos en este lugar abruman con su acento, ya tengo suficiente con ustedes dos.

Edward rodó los ojos y Niklaus sonrió.

—Los americanos son los que no tienen una acento tan bonito como nosotros —apuntó el niño con una sonrisa traviesa —. Pero tú tienes un bonito acento, Bella.

Ella rio por lo bajo, más por la expresión de frustración de Edward que por el intento de remediar las cosas de Niklaus.

—De acuerdo, acepto que intentes remediarlo —asintió— ¿Estás listo para quedarte conmigo durante las próximas dos horas?

— ¡Muy listo! —exclamó y removiéndose, Edward lo colocó en el suelo. El niño de inmediato tomó la mano de Bella colocándose a su lado —. Ya puedes irte, papá.

Edward le frunció el ceño.

—Se nota tu amor hacia a mí, Klaus —no hacía falta decirle que era él quien le limpió muchas veces su redondo trasero cuando lo había ensuciado de bebé. A Niklaus no le importaría —. En fin, creo que ya debo irme. Bella, una vez más, gracias por cuidarlo, en cuanto comience el juego, él no te molestará, lo juro.

Niklaus alzó la cabeza hacia Bella.

—Me gusta mirar a papá cuando juega.

—Sí, creo que es entretenido —concordó Bella con una sonrisa—. Pero aún le falta un poco de estilo y eso, ¿no crees? No es tan atractivo como otros jugadores que…

— ¡No! —interrumpió Edward rápidamente —. No sigas, harás que le tenga cierto rencor a alguno de mis compañeros y eso no será nada bueno —lo estaba diciendo en broma, claramente, pero cierta parte de él creía que sería así —. Y tengo mi propio estilo, señorita Swan, así que me retiro. Klaus, se bueno con Bella, y cómprale nachos —él le tendió un billete a su hijo—. Ahora, nos vemos más tarde.

Con otro gesto de mano se despidió de ellos dos y salió por la puerta en la que entró.

Niklaus se encogió de hombros cuando miró a su padre desaparecer y se volteó a Bella, quien estaba mordiendo su labio aun con la mirada en la puerta. El pequeño frunció el ceño, ¿Por qué le ponía tanta atención a su padre? Se encogió de hombros y puso la vista alrededor de él.

— ¡Esto es genial! ¿Aquí se puede ver las cosas que salen en la televisión? ¡Es fantástico! A mí me gusta ver la televisión, aunque es mejor verlo en vivo y en directo, ¿no podemos ir a las gradas o algo?

Bella bajó la mirada rápidamente ante la dulce voz del niño. Ella sonrió con cierta simpatía y lo tomó en sus brazos. Él era bastante alto, claro, además de tener la sangre europea, su padre era bastante alto, pero Bella, ella también era alta. Algunos pares de ojos se posaron sobre ella y sobre el pequeño. ¿A quién se le ocurría cargar a un niño así de grande? Ella agitó la cabeza, ignorando a los demás.

—Por el momento no podemos tomar una grada, tal vez podemos ir al privado…

— ¡No me gusta ese! —Se apresuró a decir el niño—. Allí hay mucha gente con cigarros y no se ve bien. Yo creo que la mejor visión es en las bancas del equipo.

Bella entrecerró los ojos en dirección del niño. Ella sabía lo que él estaba tramando, por supuesto, y Edward le había advertido sobre las manipulaciones del pequeño; también le había dicho que haga lo que haga, ella no debería llevar al niño a las bancas, lo mejor sería que se quedaran en la cabina, así Edward no estaría preocupado por saber en dónde estaba su pequeño.

Pero a Bella no le gustaba nada el hecho de quedarse también en el balcón privado, ella decía que no apreciaba lo necesario, a ella le gustaba girar la cabeza de un lado a otro, casi dislocándose el cuello para seguir con la mirada la pelota. Ella no era exactamente una mujer cuando miraba el futbol. Y eso casi nadie lo sabía.

—No podemos ir a las bancas, Nik, pero podemos estar en alguna parte baja del lugar, ¿Qué te parece? ¿Estarás comportándote si nos ponemos junto a una cámara? —ella le dio una pequeña nalgada al trasero del pequeño, cubierto del short de futbol blanco —. Es lo único que puedo ofrecerte ahora.

— ¿Podemos estar casi en la esquina? Algunas veces papá hace tiro de esquina, me gusta cuando lo hace, yo lo hago mejor que él —alardeó, con una brillante sonrisa.

—Estoy segura de que lo haces mejor —dijo con una sonrisa. Ella no había pensado eso, por supuesto. Si Edward miraba a su hijo en la esquina cuando él hiciera el movimiento, entonces él no volvería a confiarle a su hijo, y probablemente perderían el partido por la falta de concentración por parte de Edward —. Pero ahora que lo dices… será mejor que busque un lugar, ¿de acuerdo?

El niño la miró por unos momentos. A Bella se le pasó por la cabeza que ese niño rompería muchos corazones y no sería lo suficiente alcanzable para muchas chicas cuando fuera un poco mayor y por supuesto, con esa mirada tan penetrante e intensa. Después asintió un par de veces, estando de acuerdo con ella.

Bella lo colocó contra su cadera y se acercó hacia Bobby —el cual a ella se le figuraba un perro pequeño y peludo— con una sonrisa, éste se la devolvió de vuelta, completamente idiotizado por la simple belleza de esa mujer.

—Hola, Bob, me preguntaba si… ¿no sabe si hay algunos asientos disponibles para que el pequeño Nik y yo podamos observar el partido? —ella lo miró a través de sus largar y rizadas pestañas. Eso lo idiotizó rápidamente.

—Yo… creo que… hay algunos, sí — se apresuró a decir de manera torpe, se volteó hacia una computadora con tres teclados y cuatro pantallas diferentes. Él comenzó a tocar varias teclas, lo cual a Niklaus se fascinaba por completo, él ni siquiera miraba donde apretaba los dedos, ¿Cómo lo hacía? El niño sacudió la cabeza y la recargo en la de Bella —. Aquí, hay dos disponibles, parece que tienen suerte.

—Yo siempre tengo suerte, amigo —dijo Niklaus con una sonrisa ladeada.

Bob se quedó con la boca abierta. Era obvio que todo el mundo sabía quién era el niño allí, claro que sí, sobre todo porque el grande Cullen 23 lo había dejado aquí. Pero Bob nunca se imaginó que el niño de dirigiría la palabra, al menos nunca se lo imaginó debido a que el pequeño tenía un carácter que casi nadie podía tratar. Un carácter de alguien mayor, que con una sola mirada te hacía sentir inferior.

—Yo, ah… sí, supongo que es cierto —tartamudeó el hombre.

Bella rodó los ojos ante la estupidez que mostró el hombre con traje de corbata y todo. Niklaus, por su parte, lo miró con incredulidad, una ceja se arqueó perfectamente y su nariz se arrugó.

—Vamos, Bob, es sólo un niño — dijo Bella con una sonrisa divertida. El pequeño la miró con los ojos entrecerrados y después de que ella le enviara una mirada se encogió de hombros —. Danos los números.

Bob, parpadeando, borró del sistema esos dos asientos disponibles y les dio los gafetes a Niklaus y Bella. Niklaus se mantuvo inexpresivo y Bella le dedicó una suave sonrisa.

—Muchas gracias, Bob, eres grandioso.

Y con eso, presionó el agarre de la cintura de Niklaus contra ella y se alejó de allí, mirando fijamente los gafetes que le habían proporcionado. El niño tenía el ceño fruncido, ¿Por qué lo había llamado grandioso? Ese hombre tenía más pelo en el pecho que en su cabeza.

Niklaus pidió una salchicha al hombre del carrito, éste al saber quién era, comenzó a sonreírle y a decirle que era un gran fan de su padre y que es un orgullo estar en el mismo estadio que él. Niklaus, por supuesto, no tenía ni idea de porqué del entusiasmo, él sólo quería su salchicha con mostaza. A Bella le compró una bebida ya que se había negado a los nachos y después se fue bastante feliz a sentarse. En cuanto miró a su derecha, se dio cuenta de porque la familia de los jugadores iban al privado, la mujer de cabello rubio y ojos marrones, con unos kilos de más, estaba sobre él, con una brillante sonrisa. Bella le tendió una bandera de apoyo y el niño la utilizó como barrera con esa señora; si la mujer se acercaba, entonces ella tendría la punta de la bandera en el ojo. Bien.

En todo el partido Niklaus no necesitó su asiento, por supuesto. El niño estaba bastante emocionado siguiendo la figura del jugador de futbol con el cabello cobrizo y con el número 23 en su espalda. Él gritaba palabras en italiano, unas palabras que no eran bastante consideradas para un niño de seis años, pero nadie a su alrededor sabía lo que significaba, así que eso estaba completamente bien. Bella tenía la ligera sospecha de lo que sucedía con el niño. A ella también poco le faltaba para ponerse a gritar barbaridades al otro equipo, y casi se ponía como loca cuando un jugador del equipo contrario golpeó con bastante fuerza las costillas de Edward.

Por supuesto, Niklaus se quedó en silencio, con la mirada fija en la figura de su padre allí abajo en el campo, él observaba como los paramédicos iban hacia a él y le preguntaban cosas y analizaban sus costillas. Sus pequeñas manos se apretaron en puños, sintiendo un malestar en el estómago. Su papá iba a estar bien, él siempre estaba bien. Observó a Edward sacudir la cabeza y negar todo lo que le daba con cierta firmeza, después de tomar una respiración, volvió al campo, corriendo como si nada hubiera pasado.

El resto del partido pasó sin ninguna otra complicación, por supuesto, el equipo de Edward Cullen había salido campeón una vez más. En cuanto se dio el silbatazo todo el estadio se sacudió en gritos y porras, Niklaus estaba saltando todo el tiempo con una sonrisa en su cara. Bella le ayudó a bajar de las gradas con cuidado, corriendo hacia la sala de prensa, donde se comenzarían a hacer las preguntas. Allí se vería con Edward y le entregaría al niño para poner atención a la preguntas y analizarlas muy bien, con oído crítico y calificando si era bueno para Edward o no.

— ¡Papi! —gritó Niklaus, soltándose de la mano de Bella para correr a los brazos de su padre, el cual, todavía estaba sudado, con la camiseta pegada a su muy bien formado torso. A Niklaus no pareció importarle porque rápidamente envolvió sus pequeños brazos alrededor del cuello del cobrizo, abrazándolo con fuerza, después se separó y le dio un rápido beso, seguido de una sonrisa. Edward hizo una mueca al sentir el peso de su hijo contra sus costillas doloridas—. ¡Ganaste, papá! ¡Yo te vi ganar!

—Lo sé, pequeño, sé que me viste ganar —le dijo sonriendo, palmeo un par de veces su pequeño trasero y le dio un rápido beso en la frente caminando en dirección a Bella, que lo estaba mirando con una sonrisa tímida —. ¿Cómo se portó contigo?

Ella se encogió de hombros, restándole importancia.

—Oh, ya sabes, tiene tus genes, es un loco cuando se trata de futbol.

Niklaus entrecerró los ojos al mismo tiempo que su padre.

— ¡Tú también estabas como loca! —dijo el pequeño de manera acusadora —. Te molestabas cuando el equipo contrario metía gol o cometía una falta.

— ¿Quién no se enojaría?

—Te preocupaste por papá —dijo con una sonrisita. Bella de inmediato se sonrojó y Edward se rio por eso —. Hubieras visto su cara, papi, estaba como loca.

Bella quería matar al niño en esos momentos, definitivamente. Edward estaba disfrutando de eso, lo sabía, pero eso no sería una debilidad, por supuesto. Así que alzó la barbilla con cierto orgullo y se encogió de hombros.

—Esa fue una falta muy fea. El equipo contrario quería derribar al mejor jugador para que no sea una amenaza. El tono en el que lo dijo era firme, si estaba mintiendo —como Edward sabía que estaba haciendo— no se notaba para nada, al menos, alguien inocente, diría que Bella era completamente honesta.

—Pero papá es de acerco, como Superman, Iron Man es mejor —aclaró el niño de cabellos dorados, frotando sus ojos con sus puños.

— ¿Ya estás cansado, pequeño? —Murmuró Edward cerca de él, tratando de ciertamente arrullarlo, algo que era completamente inútil debido a todas las voces y ruidos que había en ese lugar, comenzando por los casilleros que se cerraban detrás de ellos por cada jugador —. ¿No quieres esperar con Marissa? Ella está con Cara en alguna parte.

Niklaus se apresuró a negar con la cabeza, abriendo en grande los ojos.

—Estoy bien, papá, ¿vamos a que te hagan preguntas?

Bella miró al niño con cierta preocupación. Ella no sabía hasta que hora había despertado, y definitivamente no era de esos niños que interrumpían su día con una siesta. Comenzó a pensar que algunas veces, y más en ese tipo de días, el niño era explotado.

—Puedo quedarme con él, si es necesario —ofreció, con la mirada sobre Niklaus, después, volvió sus ojos color chocolate a los verdes —. Las preguntas pueden ser grabadas, puedo analizarlas después.

Por mucho que Niklaus amara a Bella, esta vez rechazó la oferta de pasar tiempo con ella. Edward estaba realmente sorprendido por saber que a Bella realmente le agradaba su pequeño niño.

—No, no quiero —contestó Klaus, ciñendo sus brazos alrededor del cuello de su padre —. Será rápido, ¿cierto, papi?

Edward asintió en su dirección.

—Sí, y Bella, gracias por ofrecerte, ya me has ayudado bastante este día, no puedo molestarte con eso. Klaus ya lo ha hecho un par de veces antes. No pasará nada.

—No es ninguna molestia —ella se encogió de hombros y miró a un chico acercándose, con un micrófono colgando de su oreja.

—Necesitamos que suba, señor Cullen —anunció con cierto nerviosismo.

Edward asintió, expidiéndolo con ese mismo gesto. Sostuvo a Niklaus con un brazo y le sonrió a Bella con bastante confianza que parecía arrogante.

—Gracias, Bella, ¿Nos vemos cuando termine? ¿Tienes como volverte a tu casa?

—No, en realidad, vine en un tax…

—No digas más —interrumpió Edward —. Te llamaré en cuanto termine con esta mierda.

Bella abrió los ojos en grande al escuchar esa palabra salir de la boca de Edward teniendo a Niklaus frente a él. El niño miró con diversión a Bella.

— ¡Edward! ¡No digas esa palabra frente a Nik! —Le regañó, con cierto enfado—. Anda, deberías irte ya antes de que te golpee por cada palabra que salga de tu boca.

—No pasa nada —aseguró Edward—. Niklaus no las repite.

—No en inglés, pero sí en italiano.

— ¡No te darías cuenta! —apuntó Niklaus, cruzando los brazos.

—Sé interpretar malas palabras cuando las escucho, así sean en otro idioma —ella le envió una mirada de superioridad, la misma que le daría una madre a su hijo cuando lo ha atrapado en una travesura.

—Tendrás que aprender otro idioma, Klaus — dijo Edward divertido, agitó la cabeza y se despidió de Bella —Nos vemos en veinte minutos. .

El viaje al apartamento de Bella había sido lleno de risas, por parte de los tres. Niklaus había comenzado a decir todas las anécdotas que tenía en su escuela y en las que su padre se había involucrado, y había provocado pelea por defender a su hijo. Edward podría estar avergonzado, pero no lo estaba, definitivamente, sobre todo porque Bella sólo se reía ante la voz de Niklaus diciendo eso.

Esperaron a que Bella recogiera las cosas de su departamento y depuse partieron al aeropuerto, donde estaba esperando también Jasper con Cara y Marissa. Tendrían que salir ese mismo día porque el día de mañana, sería la fiesta de cumpleaños de Niklaus.

El vuelo se vio envuelto de pláticas entre Jasper, Edward y Bella, teniendo su propio grupo de personas y en otro grupo estaban Niklaus, Cara y Marissa. Jasper estaba contándole a Bella todas sus experiencias como compañeros del futbol. A Bella le brotaban las carcajadas al ver a Edward sonrojarse de vez en cuando, y Jasper se estaba divirtiendo en grande con ellos dos.

Al llegar a Los Ángeles cada adulto tomó sus respectivas pertenencias —incluyendo a los chiquillos— y partieron a sus casas, quedándose de ver al día siguiente en la enorme fiesta del niño.

Sobraba decir que Niklaus estaba más que emocionado por su fiesta de cumpleaños. Edward estaba comenzando a irritarse de aquella canción que el niño había inventado "Tendré una fiesta sensual, a la cual irá Bella y habrá muchas figuras de Iron Man por todas partes... Tendré una fiesta, oh sí, oh sí" Edward amaba a su hijo, pero si escuchaba eso de nuevo, probablemente lo ahogaría mientras durmiera… si es que dormía esa noche.

Alrededor de las tres de la mañana, Niklaus cayó rendido en el piso de la habitación de su padre junto al enorme helicóptero que éste le había regalado, aun no podía terminar de armarlo.

A la mañana siguiente todo era un caos para Edward, Elizabeth, Esme y Rosalie. Estaban de un lado a otro en la fiesta aun cuando había planificadores. Edward había pagado a muchas personas para eso, a bastantes personas, pero al parecer, el gen de esa familia en las mujeres les hacía desconfiar de los demás.

— ¿Sabes que hay una sorpresa? —preguntó Edward a su hijo con una enorme sonrisa. Edward no podía verle el rostro debido a esa mascara de falso acerco. Encendía lucecitas y todo. El niño agitó la cabeza tanto como el traje se lo permitió. Edward se recordó que sólo era para la foto del recuerdo. —Tendrás que esperar un poco para verla.

—Yo quiero saber que es, papá —anunció el niño, con la voz amortiguada por la máscara.

—Vamos a saludar a alguien ahora, Klaus, es de mala educación no saludar a tus invitados.

Niklaus, completamente malhumorado porque su padre no le había dicho que era la sorpresa, caminó, arrastrando los pies de acerco con él. Se apararon justo detrás de una figura masculina, vestida de un traje formal. Cuando aquella figura se volteó, Niklaus quedó sorprendido.

— ¡Es Tony Stark! 

 

 


Bueno aqui volví, quería agradecerles de parte de Dani yde mi el apoyo que le estan dando a la historia la verdad yo por mi parte estoy muy contenta, tambien queria avisarles que todos su comentarios son enviados a Dani asi ella disfruta de su apoyo.....

Bueno no las quiero aburrir mas.............

ahhhhhhhhh!!!!!!! me olvidaba ¿Qué opinan de la mamá de Nik?

Ahora sí me voy las veo el miercoles

Las quiere

Dani E Indi

Capítulo 4: CAPITULO 4 Capítulo 6: CAPITULO 6

 
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