DADDY 23 (+18)

Autor: Indi
Género: Romance
Fecha Creación: 09/11/2013
Fecha Actualización: 09/01/2014
Finalizado: NO
Votos: 15
Comentarios: 40
Visitas: 21167
Capítulos: 12

"Edward Cullen, el jugador de fútbol más exitoso tiene una vida bastante complicada con un revoltoso niño de cinco años. Lo que menos necesita ahora mismo es esa atractiva mujer que llegará a controlar su carrera y probablemente su corazón."

  

Los personajes son propiedad de  S. Meyer

 

Esta historia no me pertenece es de una buena amiga , Daniela Ramirez(DaniiStewart)


La historia también la pueden encontrar en:

http://www.fanfiction.net/s/9283961/1/Daddy-23

 

Espero les guste tanto como a mi.

Indi.

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Capítulo 2: CAPITULO 2

 

CAPÍTULO 2

 

La casa de Edward Cullen estaba en completo silencio. Lexie estaba gozando de las comodidades de ese lugar sin ningún sacrificio. Cuando el pequeño demonio llegó a casa gracias al chofer, comenzó a hacer un completo desorden. Para suerte de Lexie, allí estaba la señora que hacía el aseo y limpiaba todo lo que él desordenaba, le dieron de comer, hicieron la tarea y después, el niño quedó completamente dormido en su habitación.

El único sonido que se escuchaba en ese lugar era, probablemente, el sonido que hacia el teléfono celular de la chica cuando anunciaba alguna notificación o mensaje nuevo. Ella estaba sobre el sillón, recostada, con los pies en lo alto y bastante relajada.

¿Quién iba a decir que cuidar de ese niño, del cual todos se quejaban, iba a ser demasiado sencillo? Se preguntó la niñera. El niño había resultado un completo angelito — en lo que cabía de la palabra — desde que llegó del colegio, un colegio que probablemente era el mas caro y cotizado de la ciudad. Igual que el niño.

Entonces, el silencio que había en la enorme casa se acabó cuando se escuchó el sonido de algo cayendo fuertemente contra el suelo. Un sonido que probablemente le pondría los pelos de puntas a cualquier, sobre todo porque se trataba de Niklaus quien estaba allá arriba. Nadie podía asegurar que todo estaría bien aun teniendo los ojos sobre ese pequeño niño.

Lexie se levantó de inmediato de su lugar, casi arrojando el teléfono por los aires y comenzó a subir las escaleras de manera apresurada, de dos en dos. Al llegar a la segunda planta, donde estaba la habitación de Klaus, comenzó a correr por todo el pasillo hasta que se topó con una puerta enorme, en la cual había letras de colores formando "Niklaus". Ella se había sorprendido de lo lujosa y costosa que era la casa. Ese niño a sus seis años tenía más de lo que ella tenía a sus veintitrés años.

Al abrir la puerta de la habitación se encontró con las luces encendidas a pesar de que afuera todavía había suficiente luz para iluminarlo todo. En el suelo se encontraba la enorme pantalla de plasma, estaba rota por completo, se había caído de donde estaba sostenida, justo frente a la cama, con la forma de aun automóvil de carreras. Niklaus estaba temblando por la risa a un metro del aparato. El niño iba vestido con sólo el short de futbol, sus cabellos dorados estaban revueltos y la preciosa sonrisa traviesa iluminaba su rostro.

— ¿Qué es lo que ha pasado, Niklaus?! — gritó, escandalizada la mujer, que tenía los pelos en punta.

Niklaus se volteó a verla con el ceño fruncido al escuchar cómo se había dirigido a él. Nadie le gritaba para reprocharle algo, ni siquiera su padre, ¿Qué le hacía pensar a esa mujer que podía hacer eso? Ella no tenía ni siquiera el derecho de estar allí.

—Se cayó — contestó el niño de manera sencilla. Su cara estaba levemente hinchada por el sueño pero en cuanto se despertó esa idea revoloteó en su mente y comenzó a hacer desastres. — No fue mi culpa.

— ¡¿Qué no fue tu culpa?! ¡¿Qué no estás viendo?! ¡Mierda!

— ¡No digas groserías! — le dijo el niño, claramente molesto. — Eres tonta, no fue mi culpa.

Al escuchar la voz temblorosa del niño ella se alarmó. "No quiero ninguna queja grave de mi hijo o saber que ha llorado por algo estúpido", las palabras de Edward taladraron en su cabeza. El modo en el que aquel hombre había dicho esas palabras le heló la sangre. ¡Estaba regañando y gritando al hijo del jugador estrella! ¡Al hijo del hombre más jodidamente cogibble que había conocido! ¿En que estaba pensando ella?

—Está bien, Niklaus, no hay problema, no fue mi intención hacerlo — se apresuró a decir y fue a colocarse frente a él. Él niño retrocedió medio paso, cuidando de su cercanía con aquella mujer. Él odiaba estar cerca de alguien que no conocía.

—No me regañes — le dijo aun con el ceño fruncido.

—No lo haré, es sólo que no debes tirar las cosas.

— ¡Yo no lo hice! — gritó con enfado y colocó sus manos en sus caderas.

Lexie se estaba poniendo muy nerviosa. Era la primera vez que tomaba un trabajo como niñera, en su currículo no venía nada acerca de trabajo de niñera y se dijo que tenía buena suerte cuando Edward le dijo que estaba contratada. Ella no era tonta, ella sabía que el niño la había escogido y no él, pero eso no le importó.

—Está bien, no lo hiciste — acordó de manera inmediata. — ¿Quieres helado?

— ¡Helado! —saltó Niklaus con entusiasmo y se alejó de ella. — Helado y después la alberca.

Lexie miró el reloj que estaba junto a la cama, un reloj que tenía una forma de la cabeza de Mickey mouse. En media hora tendrían que ir a Karate y el niño no estaba listo.

—Pero, tenemos que ir a karate, ¿no lo recuerdas?

Niklaus la miró con bastante interés, además del enojo que sentía hacía a ella. ¿Cómo es que ella no podía recordarlo todo el tiempo? Su padre no le había dicho que el día de hoy sería su primer día en karate. Él iba a tener una seria plática con su padre.

—Bien, iré a karate. — contestó de manera cortante. — pero quiero helado.

 Lexie soltó el aire contenido y sonrió, aliviada de que ya no tuviera más problemas con el niño, por ahora.

Una hora más tarde Niklaus se encontraba dando patadas por el aire con bastante facilidad. Para suerte de aquel niño, el curso empezó la semana pasada. Muchos niños se integraban en la semana pasada también así que eso no le hacía el único. Aun tratándose de algo en donde cualquier camarógrafo podía verlo, Niklaus se dedicaba al deporte o en el asunto en el que estaba si realmente le importaba y no se ponía a regodearse con el suficiente estilo o actitud frente a las cámaras.

A Lexie le encantaba el hecho de cuidar a ese niño tan guapo. Ella ridículamente se encontraba pensando o imaginando que ese niño tan hermoso podía ser su hijo y de Edward, y que esa era una de las horas en que ella lo llevaba a sus clases mientras papá estaba trabajando para ellos. Algunas veces ella podía tener una mente patética pero típica de cualquier adolescente esté o no obsesionada con el jugador estrella.

Podían decirse muchas cosas acerca de la paternidad de Edward Cullen. Sin embargo, todos ellos — la prensa — sabían y asumía que Edward era un excelente padre en lo que se refería a la salud de su hijo. Pero era un padre joven, soltero y con una carrera que prometía mucho. Él no podía ser el padre perfecto porque si quería tener éxito en la carrera de futbolista, debía sacrificar la atención de su hijo, y si él quería tener éxito en la paternidad y ser alguien que no le podía dar todos esos lujos a su hijo debía sacrificar su carrera.

Una vez que la clase terminó, Niklaus se dedicó rápidamente a recoger sus pertenencias — bote de agua, toalla para limpiar el sudor y uno que otro juguete, junto con las demás cintas que le habían sido pedidas — en su bolsa de deporte que pertenecía a la línea de deportes de su padre así como sus calcetines y toda su ropa deportiva.

Lexie no sabía que el profesor de karate del pequeño Niklaus era un grandioso fan de Edward Cullen. Y también ese era uno de los motivos por el cual Niklaus había sido aceptado en esa academia, además de que el día de hoy había pasado la prueba deportiva. Una vez que el profesor terminó con los otros niños se acercó a Niklaus, que estaba cerrando ya su bolsa deportiva y se la colgaba en su hombro. Un niño muy independiente, se dijo. El niño lo miró con una enorme sonrisa, esperando recibir un elogio por parte de él por su trabajo. ¿Quién era el profesor para no cumplirle lo que quería a ese niño? Además, era irresistible.

—Lo has hecho muy bien, Cullen. Eres uno de los mejores — le dijo con una voz que pretendía ser agradable. El niño sonrió más por sus palabras que por su tono de voz. — Puedes decirle a tú padre que puede traerte mañana.

El niño abrió los ojos sorprendido.

— ¿Conoces a mi papá?

Él toda vida no caía en cuenta de que Edward Cullen era conocido en todas las partes. Era un niño, después de todo, él solo disfrutaba de todo lo que podía.

—Por supuesto. Es el gran jugador de futbol, ¿no? — el niño asintió aun con su sonrisa. — Es el mejor de la liga.

—Lo es — admitió el pequeño. — Seré como él cuando esté grande.

El entrenador sonrió con cierta simpatía y lo siguió hacia donde Lexie lo estaba esperando, con la mirada sobre su teléfono celular. Eso hizo que Niklaus frunciera el ceño. Ella no estaba con una sonrisa de niña tonta y dando vueltas alrededor de él como lo hubieran estado las otras niñeras que él había desechado antes. Él tendría su venganza por eso.

—Buenas noches — saludó el profesor, viéndose extrañamente ridículo con ese uniforme blanco con negro.

Lexie se apresuró a alzar la mirada. Sus ojos se posaron primero en el pequeño que se mostraba un poco enfadado. Él aun no tenía su helado. Después, su mirada viajó al profesor, sonrió de manera cordial.

—Buenas noches.

— ¿Usted es la madre del niño?

El pulso de Lexie se aceleró al escuchar cómo se había dirigido hacia a ella. El profesor claramente sabía que ella no era la madre del pequeño Niklaus Kai Cullen. En definitiva, aquel hombre estaba realmente obsesionado con Edward Cullen, sabía todo acerca de su carrera desde su inicio. También sabia el día en el que Niklaus había nacido, con todo su nombre completo, y todo acerca de Edward que se podía encontrar por internet. También sabía de la historia de Edward y Chelsea, pero sólo sabía lo que estaba en Wikipedia acerca del jugador de futbol.

Niklaus miró con el ceño fruncido a su profesor y sacudió la cabeza, interrumpiendo algo que Lexie pudiera decir.

—Ella no es mi mamá — bufó. — ella es mi niñera. Y debemos irnos — la miró —. Quiero ver a mi papá.

Lexie le envió una mirada de odio. Era obvio que sabía que el niño le interrumpió apropósito. Ella no sabía qué tipo de relación tenía con su madre pero no resultaría bueno que se llevaran bien. Ella no podría llevar a cabo su plan de meterse a la cama de Edward. Y no es como si no hubiera registrado su habitación y haya corrido al cajón de su ropa interior.

—Sólo soy su niñera — se limitó a decir.

—Por ahora — murmuró el niño. — Quiero irme.

—Bien — se apresuró a decir el profesor. — No vemos en dos días, Kai — le dijo al niño y éste le sonrió con entusiasmó. — Señorita, si usted es responsable de esto entonces en dos días debe estar aquí a la misma hora.

—Seguro — asintió ella —. Sin problema.

Cuando Niklaus subió al auto, lanzando la mochila de deporte donde sea que fuera, Lexie subió detrás de él, agradeciendo al chofer por esperarlos. Ella no terminaba de acostumbrarse a todos los lujos que el pequeño niño podía tener.

El bolsillo del niño comenzó a sonar, sacando de la ensoñación a los tres adultos en el auto, contando al guardaespaldas que el pequeño tenía. Lo sacó de inmediato de su bolsillo y se alegró al ver la foto de su padre y él surfeando en la pantalla. Se apresuró a contestar, deslizando su dedo en la pantalla.

— ¡Papi! — saludó con mucho entusiasmo —. ¿Ya vienes a casa?

—Hola, campeón — saludó Edward con una clara sonrisa en su rostro. Podía estar agitado por todo el entrenamiento que había tenido ese día además de ver algunos contratos y cosas de Roch, pero su entusiasmo al hablar con su hijo era estupendo —. Estaré en casa en unas horas.

— ¿Horas? — suspiró. El niño no sabía cómo funcionaba un reloj pero estaba seguro de que faltaría mucho. Eran las siete de la noche.

—Sí, pequeño. Tengo que hacer más trabajo — le dijo sintiéndose bastante mal. — ¿Cómo estuvo tu primera clase de karate?

—Bien — contestó ya no con tanto entusiasmo. — Quiero que vengas aquí, ¿podemos jugar cuando llegues?

—Estoy seguro de que haré lo posible porque así sea, pequeño.

— ¿Allí está tío Jasper?

—Está en el campo, con la pelota.

—Yo quiero jugar con la pelota, papi.

—Jugaremos cuando llegue. Te lo prometo.

Niklaus se emocionó aún más cuando su padre dijo eso último. Cada vez que él pronunciaba esas palabras era porque eso se cumpliría, sea como sea. A él le gustaba que su papá dijera eso.

—Hablaremos cuando llegue a casa, ¿de acuerdo? No quiero que te quedes con el uniforme de karate porque seguramente está con sudor, — Niklaus torció la boca, su padre lo había descubierto. — déjalo en el cesto de ropa sucia. Ponte otras ropas, cuando llegue, después de jugar, irás a la ducha. ¿De acuerdo?

—Sí, papi.

—Hazlo, por favor, Niklaus.

—Sí, papá — repitió con tono aburrido. Alrededor de él estaban reluciendo los flashes contra los cristales del auto.

Después de todo, era el primer día de karate del pequeño Niklaus Cullen. Y había mas fotógrafos allí porque el hermano de uno de los niños que había asistido a ese lugar había publicado en internet que Niklaus Cullen estaba en la misma escuela de karate que su hermano. Dio dirección y mucha información que facilitaba el acceso a los fotógrafos.

—De acuerdo, pequeño. Tengo que irme.

—Está bien. Te amo, papi.

—También te amo, pequeño.

Niklaus sonrió con ganas.

—Mucho — agregó y Edward sonrió.

— ¿Mucho, mucho?

— ¡Mucho, mucho! — exclamó el pequeño y Edward soltó una pequeña risa.

—También te amo mucho. — el niño sonrió en grande.

—Adiós, papi.

—Adiós, enano.

Y entonces el niño colgó.

Cuando llegaron a casa el niño decidió hacer algo contra Lexie. Al parecer ella no se irritaba mucho como él esperaba. Debía hacer que eso funcionara ahora. Eran ya las ocho de la noche y Niklaus comenzaba a tener bastante hambre.La señora de la limpieza y la comida ya se habían ido y no dejó nada preparador más que la comida de Edward. Niklaus tenía bastante hambre.

—Oye — le llamó a Lexie mientras se sacaba el uniforme de karate.

Llevaba una hora y media con él desde que llegó a casa y no hizo lo que su padre le había dicho. Toda esa hora había estado en la planta baja, donde estaba una enorme pantalla en una habitación con sillones de cine bastante cómodos. Él estaba allí jugando videojuegos, con fuerte sonido y grandes efectos, como su padre había mandado a realizar.

Lexie le miró con cierto enfado. Ella estaba tratando de pintar de buena manera sus uñas de la mano derecha y debido a que ella era diestra se le complicaba. Cuando Niklaus la llamó, con esa fuerte y chillona voz de niño de casi seis años, le hizo saltar levemente y mancharse el dedo meñique.

— ¿Qué pasa, Niklaus? — dijo de manera cansada.

Klaus sonrió de manera satisfecha.

—Tengo hambre. Dame de comer.

Lexie levantó una ceja en dirección al niño por el tono demandante que usó. Igual a su padre.

— ¿Es ahora cuando me quito la blusa y te doy pecho? — dijo de manera burlona. Si tal vez el niño aceptara eso y ella imaginaba que era el gran Edward Cullen… después de todo llevaban la misma sangre. Pensó de manera enferma.

Niklaus hizo una cara de asco y se inclinó donde ella estaba, agitando sus manos frente a ella para sacarla de sus ensoñaciones. Lexie estaba comenzando a fantasear aún más y eso probablemente no era bueno además de que no era completamente profesional. Si Edward supiera lo que ella estaba pensando entonces ella estaría en la calle en ese mismo momento.

— ¿Qué quieres? — le dijo con frustración. — ¿Nunca te quedas en paz? ¿En silencio?

—No. Tengo hambre.

Con un suspiro se puso de pie y comenzó a caminar a la cocina.

Eso era lo que necesitaba Niklaus. Cuando la miró desaparecer en la cocina corrió por su bolso y una hoja de papel. Tal vez esos documentos importantes sobre una nueva computadora servirían. Por supuesto ella aun no terminaba de pagarla pero Niklaus no sabía nada de eso. Sacó su maquillaje, así como sus esmaltes para uñas y comenzó a dibujar en los documentos de la nueva computadora. Su padre no podría decirle que era algo malo, él estaba dibujando en un lugar disponible. Era un niño. No pidan culparlo. Además, era la niñera quien siempre salía regañada, no el pequeño.

Con una sonrisa de satisfacción se levantó del suelo, dejando todos los documentos en la mesita que estaba en la sala, junto con las pertenencias de Lexie. En cuanto Niklaus se logró sacar todo el taje de karate, quedando sólo en ropa interior, fue a la cocina en el momento en que Lexie dejaba un sándwich en la barra de desayunos.

A Niklaus se le iluminaron los ojos al ver la comida. Ese niño comía bastante y gracias a todos los deportes que practicaba no ganaba peso.

Justo cuando estaba a la mitad de su emparedado de escuchó una fuerte exclamación por parte de Lexie desde la sala. Niklaus rio sin avergonzarse y se bajó del taburete alto tan rápido como pudo. Corrió donde estaba ella aun con el sándwich en sus manos y su sonrisa se amplió.

Lexie se encontraba para justo al lado de la mesita de estar, sosteniendo los documentos en donde había dibujos sin sentido en ellos con lápiz labial y esmalte de uñas. Su rostro estaba rojo por la furia. Estaba completamente furiosa con Niklaus y estaba segura de que probablemente le daría unas palmadas en su trasero por hacer ese tipo de cosas. ¿Cómo se atrevía a hacer eso?

Niklaus le sonrió con inocencia.

— ¡¿Por qué has hecho esto?! — chilló alto.

—Quería dibujar — contestó simplemente.

— ¡No puedes dibujar sobre algo que no es tuyo!

— ¡Yo quería dibujar! — le retó también él. — ¡No me grites!

Lexie recordó de nuevo a Edward y suspiró. Ella no podía gritarle o decirle algo fuerte al niño porque eran las reglas. Nada de gritos, nada de llantos y mucho menos, nada de golpes. ¿Por qué tendría que golpearlo? Ni siquiera Edward lo hacía y no tenía planeado hacerlo.

— ¿Sabes? Olvídalo — suspiró. — Tú sólo querías dibujar, no lo sabías. — Niklaus sonrió en grande. — Será mejor que termines de comer.

— ¡Papi! — gritó Niklaus y rápidamente se puso de pie en cuanto vio a Edward aparecer en el umbral de la puerta.

Si el niño hubiera llevado los calcetines probablemente se hubiera resbalado al correr. Edward agradeció por primera vez que su hijo fuera descalzo de noche y en primavera. El niño se lanzo a sus brazos y Edward lo atrapó con una sonrisa en el rostro.

—Hola, campeón. — lo abrazó contra su pecho y le dio un beso. El niño le rodeó el cuello con sus brazos, sonrojado por el entusiasmó que sentía al ver a su padre. — ¿Cómo estás?

— ¡Bien! Te estaba esperando.

—Sí, lo veo — dejó su bolsa deportiva en el suelo y comenzó a caminar en dirección a la sala, donde estaba Lexie con una sonrisa en el rostro.

Ella estaba realmente aliviada de que Edward por fin llegara.

—Buenas noches, Lexie — la saludó.

—Buenas noches, señor Cullen. ¿Qué tal le fue?

—Bastante bien, gracias. ¿Qué tal tu primer día?

Niklaus la miró con atención mientras jugaba con el revoltoso cabello de su padre detrás de su nuca. Edward siempre preguntaba eso el primer día de trabajo de alguna nueva niñera sólo para ver sus reacciones porque claramente sabía lo que su hijo hacía.

—Bien. El maestro de karate de Niklaus se acercó con bastante entusiasmó. Creo que lo reconoció y supo quién era el padre. No hubo complicaciones.

Niklaus le sonrió a su padre y éste suspiró. Ella se dejaría manipular por Niklaus y entonces ella se iría probablemente en una semana, tal vez más, tal vez menos, dependiendo de lo que Niklaus hiciera con ella.

—Eso es genial, entonces. ¿María preparó comida para ustedes? — le echó una ojeada a Niklaus y él asintió al igual que Lexie. — Perfecto, entonces Lexie, el día de mañana no me presentaré a los entrenamientos. Nos vemos en dos días.

Ella se apresuró a tomar su bolso y a colocárselo en el hombro con rapidez.

—Claro que sí, señor Cullen. Nos vemos luego. — se acercó y estrechó su manos aunque ella quería restregar sus enormes pechos en el cuerpo de Edward, Niklaus se lo estaba haciendo difícil. — Nos vemos, Klaus — se despidió del pequeño y después desapareció por la puerta principal.

— ¡Al fin! — dijo Niklaus con alivio, causando la risa de Edward.

—No creo que haya sido tan malo — lo colocó de nuevo en el suelo y se apresuró a sentarse en el sillón. — ¿Qué hiciste además de ir a karate? Por cierto, ya sé dónde inscribirte al beisbol. Serán todos los jueves y martes, son los días que no tienes karate. Y los sábados podrás ir conmigo a entrenar al campo.

Niklaus se puso a saltar antes de comenzar a soltar una serie de "sí" alrededor del sillón. Era una oportunidad que no podía desaprovechar. Al fin estaría en el campo con su padre.

Edward siempre entrenaba con Niklaus, siempre lo llevaba de vez en cuando al campo para que pudiera entrenar pero nunca lo hacía con mucha constancia. Niklaus cumpliría seis años en cuatro semanas, ya era tiempo de que comenzara con las prácticas y que tuviera cierta condición de los duras que eran las prácticas para la gente adulta y no para los niños como él. Al menos en el aspecto de que no demostraba todo lo que se debía en las escuelas de futbol.

Y por supuesto que el entrenador estaba de acuerdo con Edward. El entrenador miraba con ojos brillantes a Niklaus. Sabía que ese niño sería una superestrella si seguía los pasos de su padre.

De tal palo tal astilla. Eso era completamente aplicable en Edward y Niklaus.

—De acuerdo, enano, son casi las nueve de la noche y tú no te has duchado, ¿Cuál es el motivo por el cual eso no pasó? — pasó sus largos dedos por el cabellos dorado y desordenado de su hijo. Sus ojos azules se veían cansados.

—Te estaba esperando — respondió y dejó caer su cabeza en el pecho de su padre. — Vamos a jugar con la pelota, ¿sí?

Edward suspiró y palmeó suavemente la espalda del pequeño.

—Es muy noche, Klaus.

—Lo prometiste — murmuró. 

—Lo sé, sé que lo prometí pero tú tienes sueño y yo también. ¿Vamos a ducharnos y después a dormir viendo una película?

Niklaus le respondió con una enorme sonrisa.

A la mañana siguiente Edward despertó sintiendo el ligero peso de Niklaus sobre su torso. Ambos, uno con cabellos cobrizos y otro con cabellos dorados, lo tenían revuelto, sus rostros tenían marcas de las almohadas y sabanas. Cuando miró el reloj se dio cuenta de que eran las diez de la mañana. La televisión y video seguían encendidas. En la enorme pantalla estaba el menú de la película de Los Increíbles. Por suerte estaba el volumen bajo.

En una hora debía verse en casa de su madre, junto con Rosalie y su tía Esme para poder conversar acerca de la enorme fiesta que se le haría a Niklaus por su sexto cumpleaños. Todas las fiestas de Niklaus eran enormes e inolvidables. La mayoría de los hijos de los artistas de Hollywood y futbolistas asistían.

Hacía casi cuatro años Edward no sabía el motivo por el cual debía organizar una fiesta de cumpleaños un mes antes. Pero entonces apareció su hermana mayor y le dijo que era necesario hacerlo de esa manera, y que tal vez era mejor con mucho más tiempo. Edward se rehusó, así que se organizaban para que fuera casi un mes antes. Necesitaban tener el lugar donde sería la fiesta, todos los disfraces, invitados e incluso el mobiliario así como el personal.

Edward se volvía loco cuando Elizabeth, Esme y Rosalie comenzaban a hablar sobre globos, música, atuendos, niños, invitaciones, decoraciones y muchos colores. Él tan sólo quería decir: "Hagan lo que quieran, después pueden pasarme la factura de eso". En el tercer cumpleaños de Klaus lo dijo y se ganó miradas fulminantes por parte de las tres mujeres.

Con un suspiro de resignación movió a Niklaus para colocarlo mejor en la cama, intentó no despertarlo y colocándole mejor el pantalón de pijama. Se puso de pie y comenzó a alistarse para poder acudir al desayuno que tenía con las únicas tres mujeres importantes de su vida.

Una vez que tuvo preparado el conjunto que Niklaus usaría y la leche con chocolate en su mano se dedicó a mover suavemente el hombro del niño. Klaus comenzó a removerse, negándose por completo a abrir los ojos.

—Vamos, Klaus, te traje leche con chocolate — intentó de nuevo. — Mira, está fría y hace espuma.

Klaus volvió a moverse en la cama y esta vez se quedó mirando a su padre con un leve puchero, resentido por haber sido despertado de su largo sueño. Él no sabía que el día de hoy tenía que ir a la escuela pero Edward había decidido desde el día de ayer no llevarlo.

— ¿No quieres leche con chocolate?

—Sí — murmuró el niño con voz ronca. Observó primero como su padre iba vestido: como lo hacía cada vez que saldrían con la abuela Elizabeth, con una camiseta gris, de tela fina y con short de jean claro. Se acercó a su padre gateando y tomó el vaso con ambas manos. — Gracias.

—De nada — Edward se inclinó y besó sus cabellos desordenados. — Te cambiaré, porque iremos a desayunar con tus abuelas y Rosalie, ¿sí?

Niklaus gimió en protesta pero se dejó quitar todo el pijama de Iron Man que llevaba puesto. La casa de Edward tenía por todos lados algo de algún personaje de niño masculino. Le colocó el short de playa de color azul. Después de pelear porque dejara el vaso de leche, le colocó la camiseta donde estaba un extraño diseño con el logotipo de Nike. Toda su ropa estaba hecha para niños que solían arrastrarse por cualquier superficie y que se ponía a dar vueltas por todos los lugares más sucios que encontraba.

Cuando terminó de colocarle el par de tenis, Edward se volvió a incorporar y en el bolso deportivo metió dos mudas de ropa para Niklaus. Eso normalmente se usaba todo el tiempo. Elizabeth Cullen odiaba ver a su nieto sucio, se ponía completamente histérica al verlo sucio. Edward le decía que era sólo un niño y que eso era normal pero su madre decía que él nunca había estado sucio más de media hora. Ella siempre llevaba varias mudas de ropa para él a donde quiera que fuera.

—Señor, ¿el día de hoy lo acompañaré? — preguntó el chofer al momento en que Edward y Niklaus salían de la casa.

—No, Stephen. Puedes tomarte el día de hoy libre, estaré todo el tiempo fuera con Niklaus.

El niño alzó la mirada al escuchar su nombre mientras seguía intentando arreglar sus cabellos desordenados mirándose en el reflejo del ventanal de la casa. Les dedicó una brillante sonrisa a los dos adultos.

—Muchas gracias, señor. Que tengan buen día — se despidió Stephen — Hasta luego, pequeño.

—Adiós — le dijo sin dejar de sonreír.

Quince minutos después Niklaus y Edward estaban montados en el convertible color negro, con lentes de sol y sus cabellos agitándose por el viento. La primavera estaba terminando y el verano se acercaba bastante pronto. Hacía bastante calor, y había sido idea de Niklaus llevar el convertible. Al pequeño le encantaba sentir el sol sobre él así como el viento contra su rostro.

— ¡Mira que grande estás! — exclamó Elizabeth Cullen en cuanto vio a su nieto parado en el umbral de la puerta. El niño le estaba sonriendo bastante, marcando sus hoyuelos y sus mejillas sonrojadas gracias al sol de la mañana que le había dado directo en el rostro. — ¡Estas bastante guapo!

Medio segundo después Elizabeth estaba cargando a su nieto de casi seis años. El niño era muy alto para su edad pero eso estaba bien. Era igual a su padre en lo físico. Edward le miró de mala manera sabiendo que Niklaus ya estaba demasiado grande para que ella lo cargara así. Sin embargo, ella lo ignoró y lo llevó dentro de la casa.

— ¿Cómo estás, precioso? — le preguntó al momento en el que lo dejaba en el suelo de nuevo.

—Bien — respondió —. Ayer fui a karate, fue mi primera clase.

— ¡Estás en karate! Yo no sabía eso. — Elizabeth le envió una mirada a Edward, y él sólo se encogió de hombros, dejando la bolsa deportiva en el suelo.

—Fue asombroso, abuela.

—Ya lo imagino. ¿Quieres un poco de fruta? Rosalie baja en unos momentos con Aaron.

A Niklaus se le resbaló el durazno que estaba a punto de morder cuando escuchó lo que su abuela había dicho. Edward sonrió con cierta diversión al ver a su hijo y Elizabeth sacudió la cabeza.

Aaron era el hijo de Rosalie y Emmett. Un niño de seis años y medio, rubio y de ojos grises. Ese niño odiaba por completo a Niklaus y Niklaus a él. El odio era mutuo. Sólo podía haber un consentido en la casa de los Cullen, y Niklaus por ninguna manera permitía que fuera Aaron aunque él haya sido el primer nieto de Elizabeth y Edward.

Los abuelos querían a ambos por igual. O eso decían. La realidad era que Elizabeth tenía cierto favoritismo hacia Niklaus. Niklaus era igual a Edward, en el modo de hablar y actuar y le recordaba exactamente a Edward cuando era pequeño aunque tuviera casi todas las características físicas de Chelsea.

Rosalie estaba enterada del favoritismo que tenía su madre con Niklaus pero eso nunca le afecto porque Edward padre tenía como favorito a Aaron. Así que no había de que quejarse. Edward Cullen siempre había sido un hijo de mami y al parecer su neto sería igual de consentido por él.

— ¿por qué Aaron está aquí? — masculló Klaus con su pequeña nariz arrugada.

—Porque no tenía clase el día de hoy. Y ya que mencionas eso del karate, tal vez deberían acudir juntos. ¿No lo crees, Edward?

El adulto de ojos verdes abrió los ojos de golpe al escuchar a su madre y sacudió la cabeza, intentando zafarse de eso. Señaló la cocina y fue directo hacia allí. No estaba listo para comenzar una pelea con su madre, era bastante temprano para una pelea y Rosalie podía bajar en cualquier momento.

— ¡No! — protestó Niklaus con el ceño fruncido.

—De acuerdo — se apresuró a responder Elizabeth con una sonrisa maternal. Niklaus la tenía comiendo de sus manos. — No le diré nada, ¿de acuerdo?

Antes de que Niklaus pudiera contestarle algo, se escucharlo leves pisadas veloces por las escaleras. Además de ese, se escuchaban otros pasos menos apresurados y lentos. Seguido de eso, apareció el niño de cabellos rubios en la sala, sonriendo ampliamente a su abuela. Detrás de él estaba Rosalie, vistiendo con un vestido de playa. El desayuno se llevaría a cabo en el enorme jardín de los Cullen con la piscina.

—Buenos días — saludó Rosalie al momento en que se acercaba y besaba el tope de la cabeza de Niklaus. — ¿Cómo estas, precioso?

—Bien, gracias — contestó el niño con todo su encanto.

— ¿Y tu padre?

—Está comiéndose todo el desayuno — interrumpió Esme mientras salía de la cocina, con Edward detrás de ella masticando algo. — Será mejor que vayamos a desayunar. ¿Tienen hambre, niños?

— ¡Sí! — contestaron en un unísono y de inmediato se fulminaron con la mirada.

—Y entonces podemos hacerlo de… superhéroes.

— ¡Sí! — gritó encantando Klaus, que estaba comiéndose una quesadilla junto a su padre, el cual, tenía una mueca de aburrimiento e incredulidad en el rostro.

— ¡Ese era mi tema de cumpleaños! — protestó Aaron desde su asiento, junto a su abuela Esme.

Rosalie decidió intervenir antes de que se armara un escándalo.

—Creí que el tema de tu cumpleaños eran ninjas.

Niklaus arrugó la nariz y sacó la lengua con gesto de desagrado. A Niklaus nunca le gustaron los ninjas. Eran todos negros y sin sentido. Aaron lo fulminó con la mirada.

—Bien, el tema de él pueden ser los superhéroes...

— ¡Me vestiré de Iron Man! — exclamó el más pequeño de nuevo con una enorme sonrisa. Le fascinaba ser el centro de atención y las mujeres lo miraban idiotizadas.

Esme sonrió al niño.

—Ya hablaremos de los disfraces más tarde, mi amor.

Niklaus se quedó sentado, escuchando levemente la plática sin entender casi nada cuando hablaban acerca de meseros y comida. Él estaba bastante entretenido con su consola de videojuegos en sus manos. Él estaba teniendo una carrera de autos con Aaron, que también tenía su consola en sus manos, sin escuchar nada de lo que decían a su alrededor. Ellos sólo estaban esperando el momento para lanzarse a la piscina que estaba frente a ellos.

—Creo que se están excediendo de nuevo — comentó Edward. — ¿Un hombre vestido de Iron Man entregando las invitaciones? Eso no suena algo que probablemente yo haría.

—No lo estás haciendo tú — recordó Rosalie.

—No, pero se supone que debe llevar nuestra personalidad. ¿Desde cuándo has visto que nosotros hacemos ese tipo de cosas? Eso no va con nosotros, Rosalie, y Emmett tampoco querría eso.

Elizabeth chasqueó la lengua, estando de acuerdo con su hijo.

—Klaus, cariño, ¿te gustaría que Iron Man entregara tus invitaciones?

Niklaus pausó el juego, ganándose una exclamación por parte de Aaron, que estaba a punto de llegar a la meta. Miró a su abuela con una mueca.

—Yo soy Iron Man.

— ¿Tú quieres repartir tus invitaciones?

Edward la miró con incredulidad.

—Debes saber que eso no va a suceder. — Niklaus lo miró con atención y asintió en dirección a su padre.

—No, no quiero — respondió.

Esme soltó una risita al escuchar al niño y sacudió la cabeza.

—Sabías que eso iba a pasar, Elizabeth. Niklaus copia todo lo que Edward dice y hace. — El niño le sonrió mostrando sus pequeños y blancos dientes. — Que te parece… si la invitación es… la máscara de Iron Man? Ya sabes, podemos mandar a fabricarlas, casi del mismo material que está hecho en realidad. Nada de plástico. Dentro de la máscara o careta del personaje puede estar grabado el texto de la invitación. Con tamaño real y todo. Sería buena idea.

Los ojos de Niklaus se iluminaron.

— ¡Sí! Yo quiero la máscara de Iron Man.

—La tendrás, cariño — le aseguró Esme. Ella miró a las otras dos mujeres. — ¿Qué dicen?

—Me gusta la idea — aceptó Rosalie y Elizabeth asintió. — Es original y es de acuerdo con el tema de la fiesta. Tal vez pueden ser máscaras de los diferentes tipos de superhéroes que hay en eso de Marvel.

—Yo quiero Iron Man — murmuró Niklaus.

—Lo tendrás, Klaus — aseguró Edward. — ¿Quieres ir al agua?

— ¡Sí! — aceptó y se puso de pie. Alzó las manos y Edward le sacó la camiseta, dejándolo con el short de playa y el niño se quitó los tenis.

—Con cuidado, ¿de acuerdo? — Edward lo mitró seriamente y Niklaus le sonrió de manera angelical. — No te vayas tan lejos, donde pueda verte, y tampoco nada de jugar a aguantar la respiración debajo del agua. — Miró a Aaron. — Por favor, nada de esos juegos.

Aaron le sonrió.

—No jugaremos eso. Las pistolas de agua están en el almacén — dijo sin dejar de sonreír.

En cuanto Niklaus escuchó eso se lanzó hacia ese lugar, seguido de Aaron, quien también había lanzado su ropa a su madre sin mucho cuidado. Pronto desaparecieron por la puerta de la pequeña casita que estaba en el rincón del jardín.

Cuando Edward se volvió se encontró con tres sonrisas llenas de ternura y rodó los ojos, desviando la mirada hacia su comida de nuevo. Aun no terminaba de desayunar y ese era su segundo plato. Él se caracterizaba por comer al menos cinco veces al día y de dos a tres platos bastante bien servidos.

—Han pasado casi seis años y yo sigo sorprendiéndome al verte actuar de esa manera con Niklaus — dijo Rosalie con una sonrisa.

— ¿A qué te refieres con esa manera? — preguntó Edward con el ceño fruncido.

—Ya sabes, protectora. Cómo si él fuera el centro de mi universo.

Edward rodó los ojos y no le importó la mala mirada que le enviaron Elizabeth y Esme.

—Bueno, es mi hijo, ¿no? Se supone que es por él por quién trabajo y vivo. Además… si algo le pasara estoy seguro que ninguna de ustedes me lo perdonaría nunca más y no es como si yo dejara que eso pasara porque me ha costado bastante estos seis años — dijo al momento en que seguía con la mirada al niño de cabellos dorados correr desde el almacén hasta la piscina y después lanzarse.

—Edward, el maduro. — dijo Rosalie con diversión y el aludido sonrió.

—Maduré cuando supe que sería padre.

—Excepto por tu orgullo — añadió Elizabeth.

Edward la miró sin expresión.

—Mis padres me detestaban en esos momentos. Querían que diera al niño en adopción. Era imposible no ser orgulloso o chocante al momento en el que me ofrecían ayuda.

—Edward… — comenzó a decir Esme con un tono de voz que sólo ella podía hacer que alguien entrara en reflexión.

—Está bien, Esme — intervino Elizabeth. — Tiene razón. Pero nos equivocamos, todos.

El ambiente en la mesa ya no estaba tan divertido como antes pero tampoco era como si la tensión se pudiera cortar con un cuchillo. Ellos tres varias veces se habían puesto a hablar de esa manera y de esos temas mientras se juntaban sólo por querer ver al pequeño Niklaus.

Edward estaba acostumbrado a todo esto.

—De modo que nuestra cita para preparar la fiesta de Niklaus ha terminado con una plática reflexiva sobre la paternidad de Edward.

—Al parecer sí — dijo Edward con una leve sonrisa.

—Entonces… — comenzó de nuevo Elizabeth, tomando su gesto serio que tanto la caracterizaba. — Las invitaciones serán con la cabeza o mascara o lo que sea de Iron Man, ¿no es así?

Las otras mujeres se mostraron de acuerdo.

—Y el lugar se desarrollará en Xtreme Martial Arts World Headquarters, es un lugar bastante grande y amplio. Nuestros invitados nunca sobrepasan los cuatrocientos así que probablemente eso está bien. Irán los compañeros de Niklaus del colegio, los minis futbolistas y minis estrellas de Hollywood, ¿no es cierto?

Rosalie asintió.

—Son los mismos que el año pasado, exacto.

— ¿No es más fácil contratar a una planificadora de fiestas? — sugirió Edward —. Es simplemente para que no se estresen mucho con esto de la fiesta. Se me ponen los nervios de punta al momento de visitarlas para "ajustar" ciertas cosas del evento.

Rosalie lo mató con la mirada.

— ¿Estás diciendo que no confías en nosotros para planear la boda de tu hijo?

—Nunca dije eso.

—Es lo que quieres decir.

—Claro que no — se apuró Edward y comenzó a desesperarse.

—Todas las fiestas que hemos…

El teléfono de Edward comenzó a sonar, salvándolo por completo de cualquier pelea que estaba a punto de tener seriamente con su hermana acerca de cómo controlaba las cosas.

—Disculpen — se puso de pie y caminó alejándose para poder contestar la llamada. — Edward Cullen.

—Edward — saludó Roch —. Buenos días.

—Buenos días, Roch. ¿En qué puedo ayudarte?

—Pues, en realidad te llamaba para decirte que los papeles de mi retiro están listo para que los firmes. ¿Podemos vernos en alguna parte en dos horas?

Edward miró en dirección a la piscina. Allí estaba Niklaus riendo con Aaron. Su odio no era exactamente las veinticuatro horas de los siete días de la semana. Cuando no había competencia de ver quien recibía más por parte de algún adulto ellos dos resultaban buenos compañeros, en el campo y en los juegos.

—Ahora mismo estoy en la casa de mis padres — informó. — ¿Tanta prisa tienes por retirarte?

Roch suspiró.

—Sabes que no es eso. Es sólo que Isabella llegará a la oficina a las dos de la tarde para poder comenzar a especializarse con este tema y todos tus informes. Ya le he dado instrucciones de algunas cosas y como debe tratar a las personas. Ella está cien por ciento informada sobre la manera en llevar los contratos.

— ¿Entonces qué es lo que necesita saber para poder especializarse?

—Tus horarios, tus ofertas, tus trabajadores, que ahora, serán de ella también.

Edward frotó su rostro con la mano libre en gesto de frustración.

—El puesto que estás dándole a esa chiquilla es bastante alto. Estoy seguro de que tendrá varios enemigos en la oficina, ¿ella está consciente de eso?

—Totalmente — se apresuró a contestar Roch.

Edward pareció pensárselo muy bien antes de contestar.

—De acuerdo. Dejaré a Niklaus aquí con mis padres, nos veremos en dos horas en la oficina. Conoceré a Isabella allí y podré familiarizarme con ella de una buena vez. 

Capítulo 1: CAPITULO 1 Capítulo 3: CAPITULO 3

 
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