NIGHT SCHOOL; tras los muros de Cimmeria.

Autor: Honey
Género: Misterio
Fecha Creación: 29/04/2013
Fecha Actualización: 29/10/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 46945
Capítulos: 31

El mundo de Bella se viene abajo: odia su escuela, su hermano ha desaparecido y ella ha sido arrestada. Otra vez.

No puede creer que sus padres hayan decidido enviarla a un internado. Aunque Cimmeria no es una escuela normal: no permiten ordenadores ni teléfonos móviles, y sus alumnos son superdotados, o de familias muy influyentes. Pero hay algo más: Bella se da cuenta de que Cimmeria esconde un oscuro secreto, un secreto que solo comparten algunos profesores y los alumnos de las misteriosas clases nocturnas de la Night School.

A pesar de todo, Bella parece feliz. Ha hecho nuevos amigos y uno de los chicos más atractivos de la escuela le dedica toda su atención. Y, claro, también está su relación con Edward, ese chico solitario con el que siente una inmediata conexión.

Todo parece ir bien hasta el momento en que Cimmeria se convierte en un lugar terriblemente peligroso donde nadie parece a salvo. Bella tendrá que elegir en quién confiar mientras descubre los secretos de la escuela.

_

La historia es de C. J. Daugherty y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

Definitivamente, esta historia no me pertenece. Es una adaptación de un libro y recien saga llamada Nigth School. Este es el primer libro y pronto saldrá el segundo. La adaptación la hago por simple ocio, intercambiando los nombres de los personajes de la obra original por los de la Saga Crepusculo.Si hay algun problema de verdad avisenme, ya vere como me las arreglo o si se deberá eliminar.

Chicas y chicos; si la historia les gusta, por favor no duden en dejar su voto y su comentario. Sus comentarios son muy importantes ya que así sabre lo que opinan ¿De acuerdo?

 **ACTUALIZARE TODOS LOS LUNES**

Los capitulos son largos, esa es la razón.

 

Por cierto, debo aclarar que elimine mi ultimo FanFic llamado: El Silencio de la Luna, por favor disculpenme si lo estaban leyendo, les prometo que despues lo subire, solo que ahorita no estoy muy entregada al cien por ciento al fic y sinceramente no me siento bien dejarlos abandonados mucho tiempo.

Tengo mi primer FanFic en proceso, se llama UNA VIDA DISTINTA y si le das click en el siguiente link [http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3612] te llevara en directo a el.

Bueno pues espero que la adaptación sea de su agrado. :)

 

 

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Capítulo 10: Bosque

El cabello negro de Alice relucía al sol del atardecer mientras ella se alejaba por la hierba, y Bella vaciló un instante antes de echar a correr tras ella. Volando como una flecha sobre el suave manto de césped, la invadió una euforia tan grande que pocos segundos después dio alcance a Alice riendo a carcajadas.

 

—¡Date prisa! —le gritó mientras la adelantaba.

 

En cuanto se internaron en el bosque, sin embargo, el cielo azul desapareció de su vista llevándose consigo la luz del atardecer. En la penumbra que las rodeaba, aminoraron el paso, y Bella perdió algo de su arrojo anterior.

 

—El bosque está siempre tan oscuro —se lamentó.

 

A Alice no parecía importarle.

—Los bosques son así. Vosotras, las chicas de ciudad, no entendéis el campo. En los bosques tenebrosos solo se puede hacer una cosa —en broma, propinó a Bella un pequeño empujón—. ¡Correr!

 

Alice volaba delante y Bella la seguía de cerca. Los helechos que flanqueaban el camino les rozaban los tobillos con suavidad, mientras que los árboles les devolvían el eco de sus carcajadas. Pese a todo, Bella no las tenía todas consigo: el viento que soplaba entre las ramas, el grito de un pájaro, una ramilla que chascaba a sus pies…; todo le ponía los nervios de punta.

 

Bien pensado, quizás aquello de ir al bosque no hubiera sido buena idea.

 

—Sería mejor que volviéramos —propuso al cabo de un rato—. Podemos jugar a algo o… lo que sea. Vamos a ver qué hacen los demás.

 

Alice no se volvió a mirarla cuando le dijo en tono tranquilizador:

—Ya casi hemos llegado.

 

Claro, ¿por qué me preocupo?

Afortunadamente, a los pocos minutos su amiga se giró y le sonrió.

 

—¿Lo ves? Ya estamos.

 

La capilla se erguía justo ante ellas, y en el camposanto… un claro iluminado. En cuanto se internaron en aquel fulgor, Bella se sintió mejor, pero Alice ya estaba levantando la argolla que cerraba la capilla y se disponía a empujar la puerta con el hombro. El portón cedió con un chirrido. En el interior, las vidrieras rojas y amarillas descomponían los últimos rayos del sol en luces de colores  fragmentadas y pese al frescor que desprendían el suelo y los muros de piedra, no hacía frío en la estancia.

 

De pie junto a la puerta, Bella no podía creer lo que estaba viendo.

 

—¡Madre mía! —masculló.

 

Alice la miró con suficiencia.

—No está mal, ¿eh?

 

Bella se dirigió de puntillas al centro de la sala y, despacio, fue dando la vuelta sobre sí misma. Infinidad de pinturas cubrían las paredes. Algunas representaban palabras —la mayoría poemas—, otras imágenes. Los colores desvaídos se reducían a un rojo oxidado, un amarillo marfil y un negro grisáceo, pero se distinguían de todos modos, y no costaba mucho imaginar lo brillantes que debían de ser en el pasado.

 

—Esa es alucinante.

 

Alice avanzó hacia el fondo de la capilla, donde un mural de trazos sencillos mostraba a un diablo armado con un tridente que, ayudado por alegres demonios parecidos a trogloditas, azuzaba a los pecadores desnudos empujándolos hacia las mil atrocidades que los aguardaban.

 

Bella frunció la nariz.

—Ugh.

 

—Exacto. Esta es más bonita.

 

Alice señaló otro mural que representaba un tejo de tronco nudoso, rebosante de frutos y aves. Las raíces se retorcían hasta formar una frase: «El Árbol de la Vida».

 

Alrededor de las imágenes, Bella distinguió inscripciones escritas en lenguas arcaicas. Se fijó en una realizada en caracteres cirílicos.

 

— ¿Entiendes algo? —le preguntó a Alice.

 

—Un poco. Algunas están escritas en griego — Alice señaló un trascoro. Se volvió hacia la pared de al lado—. Y esto es una forma de gaélico. Pero casi todo está en latín.

 

Sobre la puerta de entrada había una inscripción pintada en elegantes letras rojas. El color era tan vivo que Bella se preguntó si lo habrían restaurado recientemente. Dio un paso hacia atrás para verlo con claridad.

 

—¿Exitus acta probat? —intentó leer las palabras y acto seguido miró a Jo con curiosidad—. ¿Sabes qué significa?

 

—El fin justifica los medios —contestó Alice sin titubear.

 

Bella volvió a mirar la inscripción.

—¿A qué se refiere? —Quiso saber—. Como frase de bienvenida a la iglesia, me parece más bien rara. —No tengo ni la más remota idea.

 

Alice se había puesto a girar sobre sí misma por el pasillo en una danza enloquecida. Con el ceño fruncido, Bella la contempló perpleja y luego se volvió a mirar una pintura muy recargada que representaba a un dragón azotando la cola hacia el suelo mientras trataba de dar caza a la paloma que volaba justo fuera del alcance de sus garras.

 

—Esta es increíble —se admiró.

 

—Y ahora que ya la has visto, ¿nos podemos ir?

Apoyado en el marco de la puerta, de brazos cruzados pero con la mirada alerta, Edward las observaba.

 

Bella se sobresaltó.

—¡Edward! ¡Dios mío! ¡Me has asustado!

 

En realidad, agradeció muchísimo su presencia. Alice la estaba sacando de quicio, y Edward, cuando menos, las acompañaría de vuelta. Cuantos más fueran, mejor. Claro que Bella no iba a permitir que se diera cuenta.

 

—No está bien colarse a hurtadillas —le espetó.

 

Edward la miró con frialdad.

—No me he colado. He entrado andando. Igual que vosotras, ¿no?  volviéndose hacia Alice, adoptó un tono más amable—. ¿Qué tal, Alice?

 

Esta se había desplazado al otro extremo de la capilla, donde fingía observar un mural.

—Estamos muy bien, gracias, Edward. Dile a Jasper de mi parte que no necesito su ayuda.

 

Aunque había hablado con tranquilidad, Alice rehuía la mirada de Edward y levantaba la barbilla con ademán obstinado.

 

Él intentó aplacarla.

—Eh, yo no soy el enviado de Jasper. Está a punto de oscurecer ahí fuera y he pensado que a las damas les gustaría tener escolta. ¿Por qué? ¿Acaso Jasper te está buscando?

 

Alice lo fulminó con la mirada.

—Corta ya, Edward. Sé que te ha enviado él. Siempre manda a alguien para que me siga a todas partes.

 

—De verdad, Alice, Jasper no sabe que estoy aquí —insistió él—. ¿Os habéis peleado o algo así?

 

Edward parecía tan sincero que Bella se sintió tentada a creerle. Alice, en cambio, se alejó hacia el altar, tan lejos como le fue posible.

 

—Algo así —replicó con frialdad.

 

Mientras fingía observar las pinturas de las paredes, Bella se acercó disimuladamente a Edward, que continuaba junto a la puerta. Sin apartar la vista de la delicada imagen de una rosa blanca, Bella susurró:

 

—¿Cómo nos has encontrado?

 

En un tono casi inaudible, él respondió:

—Os he seguido.

 

Los ojos de ambos se encontraron apenas un instante. Bella sintió un hormigueo en la piel.

 

—¿Qué le pasa? —Edward lo dijo casi sin mover los labios, pero inclinó la cabeza señalando a Alice.

 

—No lo sé —contestó Bella—. Está como… fuera de sí.

 

—¡Secretitos en reunión es de mala educación!

La voz irritada de Alice interrumpió la charla. Al volverse a mirarla, la vieron plantada tras el altar, con las palmas apoyadas en el púlpito, desde donde los contemplaba furiosa. —¿Por qué no echáis un polvo y acabáis de una vez?

 

Bella se quedó mirando a Alice con la boca abierta. Se sentía como si le hubiera dado un puñetazo.

¿Qué demonios le pasa?

Pese a todo, intentó que su voz no delatase lo mucho que le había dolido el comentario.

 

—Eh, Alice, eso no ha tenido ninguna gracia. Mira, se está haciendo de noche y me gustaría volver al colegio de una vez. ¿Me acompañas?

 

Tendió la mano. Alice fijó los ojos en su amiga antes de echar a andar hacia ella.

—Bueno. Lo que tú digas. Vamos.

 

Parecía haber entrado en razón. Al tomar la mano que Bella le ofrecía se la apretó con suavidad, pero esta tenía la inquietante sensación de que algo no iba del todo bien. En el exterior apenas restaba luz del día, y los bosques ofrecían un aspecto más oscuro y siniestro que en el camino de ida.

 

En el escalón de entrada a la capilla, Alice se puso de puntillas.

—Bella, ¿recuerdas que te dije que solo había un modo de cruzar un bosque misterioso? —Ella la miró de hito en hito—. ¿Qué? ¿Corremos?

 

Nada más decirlo echó a correr por el sendero a una velocidad sorprendente. Bella y Edward, de pie a la entrada de la iglesia, se la quedaron mirando.

 

—¿Qué demonios? —Edward alzó la vista al cielo, como si este pudiera ofrecerle algún tipo de respuesta.

 

—No tengo ni idea de lo que le pasa —confesó Bella—. Creo que se ha peleado con Jasper y ahora está… descontrolada. Totalmente.

 

—Vaya, genial —suspiró él—. Pensaba que ya había superado todo eso.

 

Desconcertada, Bella clavó en él la mirada.

—¿Cómo dices? ¿Ya había hecho antes algo así?

 

—Antes se ponía como loca cada vez que tenía problemas, pero llevaba un tiempo más tranquila

 

—Edward parecía exasperado—. Ahora tenemos que asegurarnos de que vuelva dentro sana y salva o Jasper me matará. ¿Te importa? Puedo volver luego a buscarte si quieres.

 

—No tienes que volver a buscarme —replicó ella—. Yo también corro deprisa.

 

Cruzaron la verja deprisa y echaron a correr a buen ritmo. Sin embargo, apenas habían recorrido el primer tramo del sendero en penumbra cuando Bella recordó algo.

—Hemos dejado la puerta abierta —dijo, reduciendo el paso a un trote ligero.

 

—¿Qué? ¿La puerta de la capilla? —Edward se detuvo. Intentó recordar, y enseguida se dio una palmada en la frente—. Maldita sea. Es verdad. Tengo que volver a cerrarla.

 

No obstante, se quedó donde estaba. Miró hacia el colegio y después otra vez a la capilla como si no supiera qué hacer.

 

Advirtiendo sus dudas, Bella le ofreció una solución.

—Yo volveré —propuso—. La cerraré. Tú alcanza a Alice.

 

—¿Estás segura? —titubeó él—. Se está haciendo de noche y casi es la hora del toque de queda.

 

Sí, pero a Alice se le habían cruzado los cables y andaba sola por el bosque, a oscuras. Y si bien no le entusiasmaba la idea de recorrer el camino a solas, sabía que era lo más inteligente. Sin embargo, tenía el presentimiento de que Edward no se lo permitiría, así que tendría que convencerlo.

 

—Si dejamos la puerta abierta, nos vamos a meter en un lío —arguyó—. Y, la verdad, no creo que Alice esté en condiciones de soportar un interrogatorio de Banner ahora mismo. Además, ¿qué pasaría si un zorro entrase en la iglesia y se comiese a Jesucristo?

 

Él se echó a reír y, por un segundo, desapareció de su rostro cualquier rastro de tensión.

 

—Vale —aceptó—. Pero volveré a buscarte en cuanto Alice esté en el colegio.

 

—No te preocupes por mí; no me da miedo la oscuridad —mintió Bella—. Todo irá bien.

 

—Gracias, Swan —ella percibió alivio en la voz de Edward. Cuando él echó a andar, sus últimas palabras flotaron hasta Bella como arrastradas por la brisa—. Volveré.

 

—¡No lo hagas! —gritó ella a su espalda. Edward no dio señales de haberla oído.

 

En cuanto lo perdió de vista, todo aquel valor la abandonó. Podría dejar la puerta abierta, se dijo oteando el camino. Nadie sabría que hemos sido nosotros. Entonces consideró cuán terrible sería que se estropease aquella increíble capilla. ¿Y si llovía durante la noche y el agua arruinaba el Árbol de la Vida? Ella habría tenido la culpa.

 

Dio media vuelta y se encaminó hacia el resplandor de la iglesia. Los rayos de luz que habían iluminado el camposanto hacía un rato se habían esfumado y, mientras cruzaba la verja, Bella atisbó la entrada de la iglesia, que acechaba su llegada como unas fauces hambrientas.

 

Inspiró hondo, corrió hacia la puerta y la empujó con todo su peso. No se movió ni un milímetro hasta que Bella reparó en que estaba fijada a un gancho metálico que la mantenía abierta. Aun después de retirar la traba, la puerta le pareció increíblemente pesada. Le dio un fuerte empujón y justo cuando empezaba a cerrarse con un gemido vio, por una décima de segundo, algo que se movía entre las sombras de la iglesia.

 

Por un momento, Bella se quedó inmóvil, escudriñando la oscuridad, pero reaccionó antes de que fuera tarde. Buscando detener el giro de la puerta, la agarró e hizo contrapeso con todas sus fuerzas para mantenerla abierta. La antigua hoja, sin embargo, parecía tener vida propia y nada de lo que hizo pudo detenerla. La puerta se cerró al fin con un golpe metálico cuyo eco resonó en los bosques. Con la mirada fija en la puerta cerrada, Bella notó que el corazón le martilleaba en el pecho.

 

Maldita sea, ¿qué ha sido eso?

 

La sobresaltó un súbito revoloteo allá en lo alto, pero enseguida atisbó a unos pájaros que ascendían hacia el ocaso desde un árbol cercano. Con la mano puesta en la pesada argolla de hierro, Bella se preguntó qué hacer. Estaba segura de haber visto a alguien allí dentro. A menos que la oscuridad la hubiera engañado.

 

Debería marcharme. Volver al colegio, se dijo. Solo estoy asustada.

 

Entonces trató de imaginar qué habría hecho Edward en su lugar. Habría abierto la puerta sin dudarlo y habría obligado a salir a quienquiera que hubiese en el interior.

 

—Pero él es un tarado —musitó sin mucho convencimiento. En el fondo, daba igual. Ya sabía lo que iba a hacer. Hizo girar la argolla.

 

Abrió la puerta con esfuerzo y se asomó al interior sin llegar a posar un pie en el umbral.

 

—¿Hola? —gritó. La estancia estaba tan oscura que apenas lograba distinguir las pinturas de las paredes—. ¿Hay alguien ahí?

 

Tan solo alcanzó a oír el eco de su propia voz, que rebotó hacia ella. A continuación cayó un silencio pesado, como siempre sucede en los edificios antiguos. Un escalofrío le recorrió de arriba abajo. Estaba a punto de entrar cuando oyó un correteo a su espalda, procedente del cementerio.

 

Se dio media vuelta de un salto y se agazapó como para evitar un golpe… No había nadie allí. Tampoco se oía ya nada, salvo el viento que soplaba entre los árboles. Forzando la vista, escudriñó la maleza que rodeaba la iglesia, preparada para saltar al menor movimiento.

 

¿Sabes qué? ¡A la mierda!

 

Recurriendo a todas sus fuerzas, tiró de la puerta para cerrarla. El sonido metálico de la aldaba aún resonaba cuando salió a la carrera hacia la verja del cementerio y la cerró tras ella con un golpe descuidado. Sin mirar a derecha ni a izquierda, enfiló por el sendero como una flecha y fue acelerando por el bosque a medida que sus músculos se distendían. Por desgracia, resbaló con una piedra al tomar una curva y cayó de bruces, golpeando el suelo con tal fuerza que perdió el aliento.

 

Con las manos en los costados, intentó coger aire. Cuando su respiración se normalizó, se limpió la tierra de los arañazos que se había hecho en las palmas de las manos, al mismo tiempo que intentaba reunir el coraje necesario para mirarse la rodilla. La sangre le corría por la pantorrilla, y rezó para no haberse hecho tanto daño como parecía.

 

Resoplando entre dientes, se puso en pie con esfuerzo y apoyó la pierna para comprobar si soportaba su peso. Le dolía, pero podía caminar. Cojeando y maldiciendo por lo bajo, echó a andar por el sendero.

 

El camino se le estaba haciendo interminable. Después de recorrer lo que le parecieron kilómetros, se paró a descansar. La distancia del colegio a la capilla no era tanta, ¿verdad? ¿Se había equivocado de camino?

 

Una especie de susurro entre los árboles interrumpió sus elucubraciones. Contuvo el aliento y escuchó.

 

—¿Edward? —preguntó por probar.

Al cabo de un segundo, volvió a oírlo, en aquella ocasión al otro lado del sendero. Bella se giró para sorprender al responsable, forzando la vista para ver entre los árboles.

 

—¿Hola? —La voz le temblaba un poco; intentó hablar con normalidad—. ¿Quién anda ahí?

 

Silencio.

 

—Si es una broma, no tiene gracia —gritó a la oscuridad.

 

Al cabo de un momento, echó a andar de nuevo, cojeando tan rápidamente como pudo.

 

… veinticinco pasos, veintiséis, veintisiete…

 

El chasquido seco de una ramilla al romperse la hizo dar un respingo. Se detuvo sobre sus pasos.  Ese susurro otra vez. Pero más cerca. Mucho más cerca. Por fin, haciendo caso omiso del dolor, echó a correr sendero abajo, saltando raíces y resbalando con las piedras pero tendiendo los brazos a los costados para mantener el equilibrio.

 

Transcurrido un minuto, Bella se giró a mirar por encima del hombro; el camino estaba desierto. Sin embargo, al volver la vista al frente, descubrió a alguien plantado ante ella. Gritó y resbaló, pero Jacob la rescató y la sujetó contra su cuerpo.

 

—Eh… ¡Eh! —la miró inquieto—. ¿Te encuentras bien? Estás sangrando. ¿Qué ha pasado?

 

Entre jadeos, Bella empezó a proferir frases entrecortadas.

 

—Había… alguien… la iglesia… en el bosque —el miedo y el agotamiento le impedían hablar.

 

Jacob la sujetó con más fuerza.

 

—¿Alguien te ha hecho daño?

 

Bella negó con un movimiento de la cabeza.

—No… me he… caído. Pero… he oído… a alguien… muy cerca. Creo que me estaba espiando. Le he oído respirar.

 

—Estás temblando —Jacob la rodeó con los brazos—. Venga, vámonos de aquí.

 

Usando el brazo del chico como apoyo, Bella avanzó cojeando en dirección al colegio. Ambos oyeron los pasos al mismo tiempo.

 

—¿Oyes eso? —susurró ella.

 

Jacob asintió y miró hacia el lugar de donde procedía el sonido. Protegió a Bella con el cuerpo. Ella se asomó por encima de su hombro y vio a Edward salir de los bosques. La expresión del recién llegado se ensombreció cuando divisó a Jacob.

 

—No sabía que estabas aquí —dijo con frialdad antes de volverse a mirar a Bella—. ¿Qué pasa? ¿Te encuentras bien?

 

Separándose de Jacob, ella asintió. Se sentía como una idiota.

 

—Me he caído. Y he oído algo moviéndose entre los árboles.

 

—Debía de ser yo. He tomado un atajo. O quizá fuera Leah… La he enviado a buscarte — volviéndose hacia Jacob sugirió—: Deberíamos regresar. ¿Quieres que la acompañe yo?

 

Este se lo pensó un momento antes de negar con la cabeza.

—No, tranquilo. Yo la acompañaré. Tú tienes trabajo que hacer. Asegúrate de que no haya nada ahí fuera.

 

Bella notó que Edward estaba molesto, pero Jacob la cogió del brazo y ella echó a andar junto a él.

 

La pierna le dolía muchísimo y el avance se le hacía más difícil por momentos. Aunque Bella no dijo nada, él reparó en la lágrima que le caía por la mejilla.

 

—¿Es la pierna? —le preguntó enjugándole la lágrima al mismo tiempo.

 

—Lo siento —se disculpó—. Parezco una niña pequeña.

 

—No digas tonterías —dijo él. La cogió en brazos como si nada y siguió caminando.

 

—No puedes llevarme así… Peso demasiado —protestó ella.

 

—No pesas más que cualquier otra chica —repuso Jacob—. Pásame los brazos por el cuello.

 

Bella obedeció. El dolor de la pierna cedió un poco en cuanto dejó de forzarla. Es muy fuerte, pensó al darse cuenta de que Jacob ni siquiera jadeaba del esfuerzo. Al cabo de un segundo, apoyó la cabeza en el hombro de él y se dejó llevar por aquella extraña sensación de ingravidez. Era la primera vez que la transportaban en brazos desde que era una niña.

 

Debían de estar más cerca del colegio de lo que Bella pensaba, porque a los pocos minutos subían la escalinata de entrada. Alguien les abrió la puerta. Incorporándose, Bella vio a Banner esperando en el vestíbulo.

 

—¿Qué ha ocurrido? —gruñó.

 

—Ha tropezado en la oscuridad —respondió Jacob por ella.

 

—Claro que está oscuro. La hora del toque de queda ya ha pasado —Banner no parecía conmovido.

 

—Se ha caído antes del toque de queda —dijo Jacob para protegerla, y Bella se cogió a su cuello con más fuerza.

 

—Llévala con las enfermeras —ordenó Banner, que parecía estar de un humor de perros—. Otras personas se han caído hoy… Están en el comedor. Poneos a la cola.

 

El profesor se alejó mascullando:

—Habrase visto qué pandilla de torpes…

 

—No necesito que me vea una enfermera —protestó Bella, pero Jacob no le hizo caso y la llevó directamente al comedor.

 

Cuando Jacob la acomodó en una silla, la enfermera, vestida en bata blanca con el emblema de la escuela, le estaba curando un esguince de muñeca a una chica que Bella no conocía. («Gajes del tenis nocturno», suspiró la joven mientras se alejaba con el brazo en cabestrillo.)

 

Al ver la rodilla herida, la enfermera hizo chasquear la lengua y limpió la lesión con un líquido antiséptico tan fuerte que Bella estuvo a punto de salir corriendo (Jacob no la dejó). Después le aplicó pomada y tapó el corte con tanta delicadeza que ella apenas notó nada. Jacob permaneció todo el tiempo a su lado con una mano en su hombro.

—No corras ninguna maratón durante los próximos días, cariño —bromeó la enfermera cuando ambos se disponían a marcharse—, y dentro de unos días estarás brincando por ahí.

 

Bella pensó que el toque de queda debía de haber pasado hacía rato; reinaba el silencio en todas las salas cuando Jacob la ayudó a subir al dormitorio de las chicas.

 

—¿Quieres que te acompañe hasta la puerta? —le preguntó cuando llegaron al piso de arriba.

 

Esbozó una sonrisa pícara que convirtió la oferta en algo más íntimo.

—Creo que me las podré arreglar desde aquí —rio Bella—. Pero gracias por rescatarme. Otra vez. Esto se está convirtiendo en una costumbre entre nosotros.

 

Cuando se daba la vuelta para marcharse, Jacob la cogió de la mano y la atrajo hacia sí. Antes de que ella pudiera reaccionar se acercó aún más y la besó. Fue un beso largo y ardiente. Cuando sus labios se separaron, Bella se lo quedó mirando entre jadeos.

 

—De nada —susurró él.

 

Sorprendida, ella dio un paso hacia atrás, tropezó con su propio pie y chocó contra la pared que había tras ella. Las mejillas se le tiñeron de rojo mientras se incorporaba.

 

—Yo… bien… gracias… Vaya, buenas noches.

Antes de alejarse cojeando por el pasillo, advirtió que Jacob hacía esfuerzos por no sonreír.

 

___

Siento haberme retrasado en las actualizaciones, pero aquí esta un nuevo capitulo. ¿Que les parecio? Si da miedo ¿Verdad?

Diganme que opinan, ¿Ustedes creen que si era Leah o Edward, quienes estaban tras de Bella? 

Dejen sus comentarios, quejas, sugerencias y recomendaciones de FICS:D Visiten mi otro fic: UNA VIDA DISTINTA :D 

 

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Capítulo 9: Claustrofobia Capítulo 11: Croquet

 
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