NIGHT SCHOOL; tras los muros de Cimmeria.

Autor: Honey
Género: Misterio
Fecha Creación: 29/04/2013
Fecha Actualización: 29/10/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 46963
Capítulos: 31

El mundo de Bella se viene abajo: odia su escuela, su hermano ha desaparecido y ella ha sido arrestada. Otra vez.

No puede creer que sus padres hayan decidido enviarla a un internado. Aunque Cimmeria no es una escuela normal: no permiten ordenadores ni teléfonos móviles, y sus alumnos son superdotados, o de familias muy influyentes. Pero hay algo más: Bella se da cuenta de que Cimmeria esconde un oscuro secreto, un secreto que solo comparten algunos profesores y los alumnos de las misteriosas clases nocturnas de la Night School.

A pesar de todo, Bella parece feliz. Ha hecho nuevos amigos y uno de los chicos más atractivos de la escuela le dedica toda su atención. Y, claro, también está su relación con Edward, ese chico solitario con el que siente una inmediata conexión.

Todo parece ir bien hasta el momento en que Cimmeria se convierte en un lugar terriblemente peligroso donde nadie parece a salvo. Bella tendrá que elegir en quién confiar mientras descubre los secretos de la escuela.

_

La historia es de C. J. Daugherty y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

Definitivamente, esta historia no me pertenece. Es una adaptación de un libro y recien saga llamada Nigth School. Este es el primer libro y pronto saldrá el segundo. La adaptación la hago por simple ocio, intercambiando los nombres de los personajes de la obra original por los de la Saga Crepusculo.Si hay algun problema de verdad avisenme, ya vere como me las arreglo o si se deberá eliminar.

Chicas y chicos; si la historia les gusta, por favor no duden en dejar su voto y su comentario. Sus comentarios son muy importantes ya que así sabre lo que opinan ¿De acuerdo?

 **ACTUALIZARE TODOS LOS LUNES**

Los capitulos son largos, esa es la razón.

 

Por cierto, debo aclarar que elimine mi ultimo FanFic llamado: El Silencio de la Luna, por favor disculpenme si lo estaban leyendo, les prometo que despues lo subire, solo que ahorita no estoy muy entregada al cien por ciento al fic y sinceramente no me siento bien dejarlos abandonados mucho tiempo.

Tengo mi primer FanFic en proceso, se llama UNA VIDA DISTINTA y si le das click en el siguiente link [http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3612] te llevara en directo a el.

Bueno pues espero que la adaptación sea de su agrado. :)

 

 

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Capítulo 14: Chapuzón

—¡Ay!

 

Saltando arriba y abajo en la oscuridad, Alice se cogió la punta del pie.

—¡Chist!

Aunque Alice no podía verla, Bella se llevó el dedo a los labios y ambas se quedaron inmóviles.

 

Eran las once y media del jueves por la noche y estaban en el descansillo de la escalera, a oscuras, notando el frescor del suelo de madera contra los pies desnudos. El miércoles por la noche se habían quedado perfeccionando el plan hasta muy tarde, y llevaban la mitad de aquel día ultimando los detalles.

 

Bella había acabado por concluir que salir del colegio iba a ser sin duda la parte más divertida. Llegado el momento al fin, estaban pendientes de cualquier sonido, de cualquier señal que sugiriese que habían sido descubiertas, pero reinaba el silencio en el viejo edificio. Transcurridos unos instantes reanudaron el descenso a tientas, llevando los zapatos en una mano y agarrando la barandilla con la otra. Paul les había recordado que el tercer peldaño contando desde abajo crujía y lo evitaron cuidadosas en el descenso.

 

Cuando alcanzaron la planta baja, Bella echó un vistazo al despacho de Tanya; no se filtraba luz por debajo de la puerta. A medida que los ojos se le iban acostumbrando a la oscuridad, Bella empezó a distinguir formas en las tinieblas. A mitad del amplio pasillo que conducía a la zona de las aulas, se detuvo.

 

—¿Has oído eso? —musitó casi sin mover los labios.

 

Alice negó con la cabeza, pero justo entonces ambas oyeron el ruido. Pasos. Muy cerca.

A toda prisa, Bella buscó un escondite con la mirada. Pensando sobre la marcha, se escondió detrás de una columna de piedra y arrastró a Alice con ella. Segundos más tarde, una pequeña sombra se movió en el pasillo. Bella pegó la espalda a la pared, pero Alice se asomó para escudriñar la oscuridad.

 

Antes de que su amiga pudiera detenerla, salió disparada en pos de la sombra.

— Alice —susurró Bella, pero no obtuvo respuesta. Vaciló un momento, sin saber qué hacer, y luego echó a andar tras ella. Al principio no pudo ver nada pero entonces chocó con su amiga, que se había adelantado al reconocer a Ángela.

 

—¡La he encontrado! —susurró encantada.

 

Ángela no parecía tan emocionada como ella, y Bella se preguntó por qué había accedido a acompañarlas. Había dejado claras sus reservas en todas las conversaciones que habían mantenido sobre el tema, y en aquel mismo instante estaba hecha un manojo de nervios, saltando de un pie a otro como una bailarina frenética antes del espectáculo, con los ojos muy abiertos en su rostro delicado. Bella le hizo un gesto de ánimo y señaló la puerta que conducía a las aulas.

 

Alice asintió.

—¿Y Leah? —cuchicheó la otra.

 

—Llega tarde. No podemos esperar.

 

Bella hizo girar el pomo. Si la puerta crujía, estaban perdidas.

Se abrió en silencio sobre sus goznes, que Jasper había engrasado aquella misma tarde. Pasaron al otro lado y corrieron como alma que lleva el diablo por el largo pasillo. En el extremo final, sobre la puerta de salida, atisbaron las infaustas señales supuestamente oficiales que advertían de la presencia de mecanismos de alarma y seguridad; incluso se detallaban números a los que llamar en caso de emergencia.

 

Bella se preguntó quién respondería al otro lado si alguna vez los marcaba.

Inmóviles por un momento, intercambiaron una mirada en la penumbra. Una a una, apoyaron las manos en la puerta y, a la señal de Alice, la empujaron todas a la vez. La puerta cedió sin hacer el menor ruido.

 

La franquearon tan deprisa que salieron tropezando a un camino de grava. Las piedras se les clavaban en los pies desnudos y las tres se pusieron a dar cómicos saltitos mientras se ponían los zapatos e intentaban no gritar. Pensando en el aspecto tan ridículo que debían de tener, Bella ahogó una risilla.

 

—¡Venga-venga-venga! —susurró Alice, y las tres corrieron a internarse en la noche, enlazando las manos para avanzar unidas.

 

A la altura del lindero del bosque, Alice y Ángela se habían quedado sin resuello, y pararon un momento para recuperar el aliento. Bella se impacientó; estaban demasiado cerca del colegio.

 

—¿Y ahora por dónde? —masculló.          

 

Con un gesto de la barbilla, Alice señaló el camino de la derecha. Bella les indicó por señas que se pusieran en marcha. Siguieron avanzando, ahora a paso más lento.

Al principio reinaba el silencio en el bosque, pero poco después Bella comenzó a distinguir roces de hojas y chasquidos de ramillas que se rompían. Cogió la mano a Alice y se la apretó con fuerza al mismo tiempo que la advertía de los ruidos con un gesto. Cuando su amiga sonrió, distinguió sus dientes blancos en la oscuridad.

 

—Son los demás —le susurró.

 

A medida que la distancia con la escuela aumentaba, los alumnos se volvían más descuidados y pronto se empezaron a oír otros sonidos: risillas sofocadas, algún cuchicheo, falsos pájaros nocturnos seguidos de una carcajada contenida. Bella notó cómo la tensión que sentía entre los omóplatos comenzaba a ceder.

 

Alice se paró tan de repente que Bella y Ángela estuvieron a punto de chocar contra ella.

 

—Es aquí —susurró, y desapareció detrás de un arbusto. Bella escudriñó la oscuridad de su alrededor, pero no vio ningún estanque; solo árboles y maleza. Con todo, Ángela y ella siguieron a Alice a su escondrijo.

 

—¿Por qué nos escondemos? —susurró Ángela.

 

—Nadie debe advertir que estamos aquí hasta medianoche —aclaró Alice —. Es la tradición.

 

—¿Cómo sabes todas esas cosas? —preguntó Bella.

 

—Mi hermano me lo contó —le explicó su amiga.

 

Alice llevaba un reloj con la esfera fluorescente, y las tres se quedaron mirando cómo el minutero avanzaba inexorable hacia la medianoche.

 

—¿Dónde está Leah? —preguntó Bella.

 

Alice mostró las manos vacías con ademán de ignorancia.

—Se suponía que debía reunirse con nosotras en el colegio o por el camino, así que supongo que ya debe andar por aquí, en alguna parte.

 

Comprobó el reloj.

—Ya casi es la hora —susurró—. Preparaos.

 

Bella advirtió que Ángela temblaba. Hubiera querido consolarla pero ella misma estaba demasiado asustada. Inspiró hondo y miró hacia donde se suponía que estaba el lago.

 

¿De verdad voy a hacer esto? O sea, ¿realmente hay gente que se baña en pelotas? ¿No pasa solo en las películas?

 

En aquel momento, Bella dio un respingo cuando una profunda voz masculina retumbó en el silencio.

 

—Es la hora, chicos. Afuera los pantalones.

 

Mientras Bella y Ángela vacilaban, Alice empezó a desabrocharse los shorts. Al advertir que sus amigas no se movían las reconvino.

 

—Yo de vosotras lo haría —les advirtió—. Si habéis llegado hasta aquí, sería peor echarse atrás.

 

Las dos intercambiaron una mirada aterrada.

—Yo lo hago si tú lo haces —dijo Ángela al fin.

 

Bella oía a los alumnos tirarse al agua y gritar entre risas. Suspiró derrotada.

—Oh, qué diablos.

 

Mientras ella se quitaba el pantalón del chándal, Alice la vitoreó y se arrancó los shorts. Al cabo de pocos segundos las tres estaban completamente desnudas. Ángela y Bella cruzaron los brazos sobre el pecho con gesto protector, pero Alice les cogió las manos.

 

—Si lo vais a hacer, hacedlo con orgullo —las animó arrastrándolas al camino.

En la oscuridad, Bella solo veía instantáneas de piel mientras la gente saltaba y volvía a salir de un lago que no llegaba a distinguir en las tinieblas.

 

—A la de tres —propuso Alice con una risita—. Una, dos…

 

Se zambulleron en aquella agua oscura con un chapoteo gélido. Bella, que en la negrura de la noche apenas lograba ver el estanque, percibió cómo las estridentes carcajadas de su alrededor se transformaban en silencio al hundirse bajo la superficie. La sorprendió la profundidad; nunca había sido una buena nadadora. Mientras pataleaba para salir a la superficie, un recuerdo repentino le vino a la mente. Un caluroso día de verano. Tenía siete años y Emmett se estaba burlando de ella por haberse hundido como una piedra en la piscina. «Corres como una liebre, pero también nadas como un conejo…» , se había reído mientras ella chapoteaba frenética.

Cuando salió a coger aire, borboteando y temblando, no vio a Alice ni a Ángela por ninguna parte.

 

—¿ Alice?

 

¿Cómo era posible que las hubiera perdido en un segundo? Sin embargo, el estanque estaba atestado de alumnos alborozados… ninguno de los cuales le resultaba familiar. Mientras braceaba en el agua fría buscando una cara conocida, Bella sintió que el pánico crecía en su interior. Estaba sola y desnuda en un lago lleno de desconocidos. Lágrimas cálidas de miedo y vergüenza le saltaron a sus ojos. De repente, se dio cuenta de que le costaba respirar.

 

Llevaba semanas sin sufrir un ataque de pánico, pero ya estaba oyendo su propio resuello, tres fatigosas respiraciones seguidas, mientras luchaba por permanecer en la superficie.

 

No puedo… respirar…

 

Se hundió apenas un segundo y pateó para volver a la superficie. Por debajo del agua, el pie de alguien le golpeó con fuerza la espinilla y el dolor se extendió por toda su pierna. No gritó… no tenía bastante aire.

 

Una vez más, el agua fría se cerró sobre su cabeza y de nuevo intentó salir a flote. En esta ocasión, sin embargo, dos manos fuertes la cogieron por los hombros y la arrastraron a la superficie.

 

La invadió un sentimiento de gratitud, pero justo entonces distinguió quién la estaba ayudando y forcejeó para liberarse al mismo tiempo que intentaba taparse el pecho con las manos.

 

—Todo va bien, Bella. Mírame —Edward le hablaba con voz tranquila y firme mientras la obligaba a mirarlo a los ojos—. Respira despacio por la nariz. No apartes la vista. Respira despacio.

 

Quiso explicarle que se estaba muriendo pero las palabras no acudieron a su boca.

 

—Inspira —dijo él, y le mostró cómo hacerlo suplicándole con la mirada que lo imitara—. Y ahora suelta el aire.

 

Edward exhaló con ademán exagerado.

Cuando Bella intentó seguir sus indicaciones, apenas consiguió resollar y el miedo se apoderó de ella. No iba a conseguirlo.

 

Pero da igual, de verdad. Mientras pueda descansar solo un momento…

 

Con un parpadeo, sus ojos se cerraron al mismo tiempo que la cubría un manto de oscuridad. La bofetada de Edward la sobresaltó tanto que inhaló aire por reflejo. Aquella bocanada de oxígeno reavivó su esperanza.

 

—Puedes hacerlo, Bella. Respira conmigo.

 

Bella advirtió que Edward hacía esfuerzos para que no se le quebrara la voz, y comprendió asustada que realmente estaba en peligro de muerte.

Él inspiró hondo y ella intentó imitarlo. Por fin, una pizca de aire se abrió paso hasta sus pulmones.

 

— ¡Bien! —Dijo Edward—. Otra vez.

 

Una inspiración más profunda, y la opresión que sentía en el pecho comenzó a ceder. Él la animó a continuar, pero Bella temblaba tanto que a la cuarta respiración completa se echó a llorar.

 

—Ya ha pasado todo, Bella —le dijo rodeándole los hombros al mismo tiempo con un abrazo delicado—. Sigue respirando.

 

Protegiéndola con su propio cuerpo, la guió por el agua hasta la orilla. Bella oyó que la gente se reía y salpicaba a su alrededor. No sabía si se estaban burlando de ella y tampoco le importaba.

 

Edward le habló con dulzura.

—¿Dónde has dejado la ropa, Bella?

 

—No lo sé —susurró ella con voz ronca.

 

Él sonrió a medias.

—¿Por qué será que no me sorprende? —la guió hasta la relativa intimidad de un gran árbol algo apartado del camino—. Quédate aquí. Te buscaré algo.

 

Mientras Edward se internaba en las sombras, Bella admiró los músculos en movimiento de sus caderas y de su espalda y se obligó a seguir respirando.

 

Tiene un cuerpo hermoso, pensó.

 

Cuando él reapareció al cabo de pocos minutos, se había puesto unos pantalones cortos. En las manos llevaba una camisa de chico y unos shorts de chica.

 

—Es lo mejor que he podido encontrar —se disculpó.

 

Puesto que iba desnudo de cintura para arriba, Bella presintió que la camisa de chico le pertenecía.

 

Se dio media vuelta para ponerse los pantalones; luego se giró hacia él y alargó la mano para coger la camisa. Él se la tendió sin una palabra. Bella no distinguía su rostro en la oscuridad, pero mientras se retorcía para ajustarse la enorme camisa el corazón le latía tan pesadamente que por fuerza tenía que oírlo.

 

—¿Lista?

Bella advirtió que a Edward le temblaba la voz.

 

—Sí.

Cogiéndola de la mano, el chico la ayudó a salir del escondrijo y la guió al sendero. El calor de su mano la reconfortaba; tenía unos dedos fuertes y se aferró a ellos. —No he podido encontrar zapatos —le dijo él consternado—. Te vas a hacer daño en los pies. ¿Quieres ponerte los míos? También puedo llevarte en brazos.

 

Aunque los agudos guijarros se le clavaban en la planta de los pies, Bella rehusó con un movimiento de la cabeza.

 

—No pasa nada —lo tranquilizó.

A medida que se alejaban del lago, el ruido y las risas fueron muriendo tras ellos. A los pocos minutos, solo se oía el sonido de sus respiraciones. Edward aún la llevaba de la mano.

 

Cuando supo con seguridad que se encontraban solos, Bella se paró y lo miró.

—Edward… Gracias.

 

Él le soltó la mano y miró al suelo.

—No ha sido nada.

 

—Sí, Edward —tomó su mano otra vez. Cuando él alzó la vista, sus ojos parecían tan vulnerables que Bella no pudo evitar deshacerse en lágrimas—. Ha sido algo.

 

Se miraron el uno al otro durante largos instantes pero justo cuando él iba a hablar…

 

—¡Bella! ¡Edward!

 

La voz de Alice rompió el hechizo. Su amiga corría por el sendero, con Ángela y Jasper pisándole los talones.

 

Cogiendo a Bella por los hombros, Alice la sacudió con ademán preocupado.

—Pero ¿dónde te habías metido? ¿Va todo bien? Te he buscado por todas partes.

 

Mientras asentía, Bella notó que otra vez se le saltaban aquellas lágrimas inoportunas.

—No podía encontrarte. Edward me ha ayudado a…— Se volvió a mirarlo, pero él ya se había ido. —… salir —susurró.

 

 

La charla brilló por su ausencia durante el desayuno de la mañana siguiente. Cualquiera habría podido identificar a los alumnos que habían pasado casi toda la noche en el bosque por el aspecto desaliñado y las ojeras. Alice y Bella desayunaban casi en silencio y Ángela bostezaba a su lado. Ninguna de las tres tenía hambre. Bella aferraba su taza de té como si fuera lo único capaz de mantenerla viva mientras Alice desmenuzaba un trozo de tostada en partículas diminutas.

 

Bella había pasado la noche en el cuarto de Alice, en el suelo. Habían regresado al colegio sin que nadie reparara en ellas, entrando por la misma puerta por la que habían salido una hora antes. Se habían quedado hablando hasta las cuatro de la mañana, momento en el cual Bella le dijo a su amiga que se sentía mejor, aunque no era verdad.

 

Sufrir un ataque de pánico desnuda delante de media escuela… ¿Cómo se puede superar algo así?

 

Por lo menos, por fin había averiguado lo sucedido después de que se zambulleran en el estanque.

 

Durante la noche, Alice  le había contado toda la historia. Por lo visto, Jasper y Paul se encontraban ya en el agua y habían divisado a las chicas cuando corrían hacia la orilla. Jasper había cogido a Alice en cuanto ella había saltado el estanque y la había arrastrado a la zona donde nadaban los otros chicos, cerca de un árbol. Alice, por su parte, se las había ingeniado para coger a Ángela y llevarla consigo, aunque esta hacía lo posible por esconderse de Paul. Y al parecer, en medio de toda aquella confusión, había perdido de vista a Bella.

 

—El lago se ha llenado de gente con tanta rapidez y estaba tan oscuro que cuando he vuelto al lugar donde nos habíamos zambullido, o donde creía que nos habíamos zambullido, no he podido encontrarte por ninguna parte —le había dicho Alice.

 

Según le contó, fueron Kate y Leah quienes le dijeron que habían visto a Bella con Edward, y que ella parecía encontrarse mal.

 

—Al final, Leah ha ido con Kate, porque Kate no quería ir sola. Y esta ha pensado que habíamos estado bebiendo y que por eso te encontrabas mal. Así que me ha echado una bronca de campeonato, y he tardado siglos en ponerme a buscarte.

 

—No he visto a Jacob por allí. Bueno, la verdad es que no he visto a nadie —se lamentó Bella.

 

—No creo que estuviera —dijo Alice —. Pero sí todos los demás.

 

Bella, que había improvisado una cama en el suelo a base de abrigos y jerséis, enterró la cara en la almohada de repuesto de Alice.

 

—Me pregunto cuánta gente me habrá visto montar el número.

 

Alice, que estaba sentada en la cama, se tendió boca arriba y bostezó.

 

—No mucha, eso seguro. Por lo visto, nadie te ha visto excepto Kate.

 

—Pero se lo contará a todo el mundo.

 

—No lo hará. Es prefecta. Tiene el deber de protegerte o algo así —la tranquilizó Alice —. Pero bueno, ¿qué ha pasado exactamente?

 

Bella le contó que había sufrido un ataque de pánico y que Edward la había rescatado. No le habló de cómo se había sentido cuando él la sacó del agua y la ayudó a respirar. Ni de cómo había mirado su cuerpo a la luz de la luna. En cambio, se centró en lo tranquilo que era y en lo increíblemente bien que había afrontado la crisis.

 

Alice se quedó un momento pensativa. Cuando habló, escogió con cuidado las palabras.

 

—La gente de por aquí le tiene manía a Edward porque se comporta como si estuviera por encima de todo el mundo, y también porque ha hecho sufrir a muchas chicas a lo largo de los años, fingiendo estar interesado y luego pasando de ellas. Además, va totalmente a lo suyo. En realidad, me sorprende que haya aparecido por el lago esta noche, o ayer por la noche… —echó un vistazo al reloj—. Esta mañana. Cuando fuera. Porque es el tipo de situación que suele evitar. Así que tiene fama de estirado. Pero puede ser un buen tío; ya lo creo que sí.

 

Bostezó con ganas.

—Mucha gente sabe que él no les tiene simpatía o que los considera superficiales. Procura que se note. —Eso es lo que me gusta de él —murmuró Bella cerrando los ojos—. Es muy sincero.

 

—La sinceridad puede ser buena —dijo Alice mientras apagaba la lamparilla de noche. Sus últimas palabras flotaron en la oscuridad, incorpóreas—. Pero también puede ser mala.

 

 

 

Horas después, mientras removían los cereales de sus cuencos, nadie parecía tener nada que decir. Ángela era la que estaba más animada de todas; había sobrevivido al chapuzón, y Paul la había acompañado al edificio del colegio después del baño. Todo parecía indicar que algo había surgido entre los dos. A pesar de todo, incluso Ángela estaba cansada.

 

—Dios, voy a tener que echarme una siesta —dijo con la cabeza apoyada en la mano—. Estoy hecha polvo.

 

—Yo estoy hecha una mierda —declaró Alice sucintamente mientras cogía el azúcar—. Quién iba a decir que el sueño fuera necesario.

 

—Una mierda define bastante bien mi estado —terció Bella, que tomó un sorbo de té y bostezó a continuación.

 

Nadie le había hecho ningún comentario acerca de la noche anterior. Tampoco había oído cuchicheos al entrar en el comedor. Tal vez Alice tuviese razón y, entre la oscuridad y el bullicio, nadie hubiese advertido que había perdido los nervios.

 

Como mandaba la tradición, el día del baile las clases terminaban al mediodía. En el transcurso de las clases matutinas, Bella se esforzó por mantenerse despierta. Incluso tomó notas, que más tarde sería incapaz de descifrar.

 

En clase de Biología, Edward la ignoró ostensiblemente. En la de Literatura, Bella se durmió mientras aguardaba el comienzo de la lección y ni siquiera lo vio entrar. Cuando alzó la vista, él estaba en su sitio de costumbre, pero no la miró.

 

Bueno, pues mejor.

Dentro de ocho horas estaría en el baile con Jacob. Realmente no era el momento ideal para andar recordando el contacto de su piel cuando la había abrazado en el agua. Desnuda.

 

Ordenó los papeles del pupitre y sacó el libro de la cartera.

 

No… no lo es en absoluto.

 

Tanya acababa de ocupar su lugar habitual, al borde del corro de pupitres.

Paseó la vista por la clase con expresión sagaz.                         

 

—Caray, algunos de vosotros parecéis muy cansados. ¿Acaso no habéis dormido bien? — Los aludidos se removieron incómodos en sus asientos. Alguien soltó una risita. —He oído que ayer por la noche hubo jaleo en el lago. Espero que el ruido no os impidiera dormir. —Más risas nerviosas. La directora se puso las gafas con expresión enigmática. —Estoy segura de que muchos de vosotros estáis soñando ya con bailar en brazos de vuestra pareja, pero lo cierto es que la clase de hoy debe tener lugar en cualquier caso —dijo mientras abría el libro—. De modo que he pensado que el romance sería un tema muy apropiado para un día como hoy. Empezaremos con un precioso poema que trata del amor secreto: « Silentium Amoris» . El autor es Oscar Wilde, al que seguramente conoceréis por su faceta más humorística. Sin embargo, la poesía que vamos a leer es una pura y simple historia de amor.

 

Leyó las dos primeras estrofas con su voz alta y bien modulada. Perdida en la verborrea de la maestra, Bella había desconectado casi de inmediato. Dibujó una mariposa adormilada en su cuaderno y justo cuando le estaba decorando las alas con elaborados motivos, oyó su nombre.

 

Confusa, se irguió en el asiento. Toda la clase la estaba mirando.

—¿Perdón? —dijo sonrojada.

 

—Buenos días —la reconvino Tanya mientras la clase estallaba en risillas—. Te estaba preguntando si te importaría leernos la tercera estrofa.

 

Bella se puso de pie, levantó el libro en alto y carraspeó para aclararse la voz. Empezó a leer con precipitación, aunque fue disminuyendo el ritmo a medida que las palabras cobraban forma.

 

Pero es seguro que ante ti mis ojos no revelarán por qué guardo silencio

Y por qué mi laúd ha muerto.

Hacia nuevas tierras deberíamos partir:

tú hacia unos labios de dulces melodías,

y yo hacia el refugio de mi recuerdo estéril,

donde yacen los besos que nunca se dieron

y las canciones que nunca se cantaron.

 

La inundó una indescriptible ola de tristeza. Por un instante, creyó que se echaría a llorar, aunque se contuvo.

 

Pero ¿qué demonios me pasa?                 

 

—Cuéntanos qué te inspira el poema, Bella.

 

Horrorizada al advertir que Tanya seguía pendiente de ella, pensó a toda prisa en algo que decir.

Cuando habló, lo hizo casi en susurros.

 

—El poeta no se atreve a compartir sus sentimientos, pero al mismo tiempo le entristece que la otra persona no sepa lo que siente.

 

—¿Y por qué no se atreve a revelar sus sentimientos a esa otra persona?  preguntó Tanya.

 

—Porque es posible que ella no le corresponda —por alguna razón, el hecho de que fuera Edward quien había respondido no sorprendió a Bella, que bajó la vista a su cuaderno y se puso a dibujar una cadena de pequeños círculos entrelazados alrededor de la mariposa—. De modo que prefiere no saberlo.

 

—Antes de continuar, vale la pena señalar que muy posiblemente tanto la voz del poeta como la de la persona a la que se dirige sean del género masculino, pero para facilitar la conversación lo analizaremos en términos más convencionales. Así pues, ¿por qué el poeta prefiere no saberlo? — siguió preguntando Tanya mientras atravesaba el centro del corro para apoyarse en un pupitre vacío—. A lo mejor ella le corresponde, pero nunca lo averiguará si no se lo pregunta.

 

—Tiene miedo de que le hagan daño —susurró Bella, y añadió otro eslabón a la cadena que estaba dibujando.

 

Con curiosidad, Tanya desplazó la mirada de Bella a Edward.

 

—Eso lo explicaría —dijo—. Y ahora, hablando de sufrir, os he traído otro poema de estilo algo distinto escrito por la autora americana Dorothy Parker…

 

 

El resto de la clase fue interminable. En cuanto concluyó, Bella abandonó el pupitre y se dirigió a la puerta cabizbaja, decidida a no establecer contacto visual con nadie. Sobre todo, con Edward.

 

Fue la primera en llegar a las escaleras. Sus pisadas resonaban contra los tablones de madera mientras las dejaba atrás a toda prisa, contando para sí.

 

… treinta y uno, treinta y dos, treinta y tres…

 

Poco después, en la intimidad de su cuarto, cerró la puerta a su espalda y se recostó contra la hoja mientras contemplaba aquel espacio aseado y familiar.

 

¿Qué acaba de pasar? ¿Acaso Edward trataba de decirme que le gusto? ¿O estoy viendo cosas donde no las hay? ¿Tendrá razón Jacob?

 

Estaba tan cansada que no confiaba en su capacidad de raciocinio. Y el lecho en el que no había llegado a dormir la invitaba a acostarse. Dejó la cartera en el suelo, puso el despertador a las seis y cerró los postigos para impedir el paso a la deslumbrante luz del sol. Se detuvo lo justo para quitarse los zapatos con los pies antes de meterse en la cama vestida como estaba. La soledad le sentó de maravilla, y envuelta en la fría oscuridad pensó una vez más en Edward antes de sumirse en el olvido y quedarse dormida.

 

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Chicas, disculpen la demora :(

Pero hoy les actualizaré dos capitulos. Les advierto que el proximo capitulo es un poco fuerte y es de los mas importantes. Acontecera algo muy malo :( Pero chicas sigan leyendo

 

Dejen sus votos y comentarios. LAS QUIERO♥

Capítulo 13: Conspiración Capítulo 15: Baile de Verano

 
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