NIGHT SCHOOL; tras los muros de Cimmeria.

Autor: Honey
Género: Misterio
Fecha Creación: 29/04/2013
Fecha Actualización: 29/10/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 46961
Capítulos: 31

El mundo de Bella se viene abajo: odia su escuela, su hermano ha desaparecido y ella ha sido arrestada. Otra vez.

No puede creer que sus padres hayan decidido enviarla a un internado. Aunque Cimmeria no es una escuela normal: no permiten ordenadores ni teléfonos móviles, y sus alumnos son superdotados, o de familias muy influyentes. Pero hay algo más: Bella se da cuenta de que Cimmeria esconde un oscuro secreto, un secreto que solo comparten algunos profesores y los alumnos de las misteriosas clases nocturnas de la Night School.

A pesar de todo, Bella parece feliz. Ha hecho nuevos amigos y uno de los chicos más atractivos de la escuela le dedica toda su atención. Y, claro, también está su relación con Edward, ese chico solitario con el que siente una inmediata conexión.

Todo parece ir bien hasta el momento en que Cimmeria se convierte en un lugar terriblemente peligroso donde nadie parece a salvo. Bella tendrá que elegir en quién confiar mientras descubre los secretos de la escuela.

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La historia es de C. J. Daugherty y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

Definitivamente, esta historia no me pertenece. Es una adaptación de un libro y recien saga llamada Nigth School. Este es el primer libro y pronto saldrá el segundo. La adaptación la hago por simple ocio, intercambiando los nombres de los personajes de la obra original por los de la Saga Crepusculo.Si hay algun problema de verdad avisenme, ya vere como me las arreglo o si se deberá eliminar.

Chicas y chicos; si la historia les gusta, por favor no duden en dejar su voto y su comentario. Sus comentarios son muy importantes ya que así sabre lo que opinan ¿De acuerdo?

 **ACTUALIZARE TODOS LOS LUNES**

Los capitulos son largos, esa es la razón.

 

Por cierto, debo aclarar que elimine mi ultimo FanFic llamado: El Silencio de la Luna, por favor disculpenme si lo estaban leyendo, les prometo que despues lo subire, solo que ahorita no estoy muy entregada al cien por ciento al fic y sinceramente no me siento bien dejarlos abandonados mucho tiempo.

Tengo mi primer FanFic en proceso, se llama UNA VIDA DISTINTA y si le das click en el siguiente link [http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3612] te llevara en directo a el.

Bueno pues espero que la adaptación sea de su agrado. :)

 

 

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Capítulo 30: Descenlace

—Entonces ¿en esta ocasión, Tanya sí llamó a los bomberos? —preguntó Bella con un susurro ronco.

 

—Por primera y única vez —Carmen le sonrió—. Después de que Kate y tú nos dierais un susto de muerte.

 

Había salido el sol y estaban sentadas en un dormitorio del ala de los profesores. Incorporada sobre un montón de almohadones, Bella sostenía una taza de té con miel y limón que Carmen le había llevado para suavizarle la irritación de garganta. Su amiga estaba sentada a los pies de la cama, contándole «todo lo que pasó después de que te murieras».

 

—Te pusieron una máscara de oxígeno, aunque tuvieron que arrancarte a la fuerza de los brazos de Jacob para hacerlo —Carmen enarcó una ceja—. No quería separarse de ti.

 

—¿Fue Jacob quien me encontró?

 

—Sí.

 

—¿Cómo…?

 

—Edward y él habían sacado a los chicos de los dormitorios. Entonces descubrieron el segundo incendio. Edward fue a despertar a los profesores. Jacob se dirigió al ala de las chicas, pero advirtió que estaba vacía y se reunió con nosotras en el exterior —explicó Carmen—. Rosalie y yo acabábamos de sacar a Kate y al ver que no estabas allí…

 

Se detuvo a mitad de la frase y Bella comprendió que estaba llorando. Se incorporó aún más para estrecharle la mano.

 

—Estoy bien —susurró. Carmen asintió y se enjugó las lágrimas.

 

Al cabo de pocos segundos, prosiguió con voz temblorosa.

 

—Cuando le dijimos que no sabíamos dónde estabas, nadie pudo detenerlo. Corrió a la biblioteca como si fuera inmune a las llamas.

Inspiró profundamente.

 

—No te vi cuando te sacó porque le estaba haciendo el boca a boca a Kate. Pero Alice me dijo que te estuvo reanimando mucho rato antes de que volvieras en ti.

Después de eso, se negaba a soltarte. Supongo que tenía miedo de que dejaras de respirar otra vez.

 

—Supongo que sí —repitió Bella.

 

—En fin, en cuanto Tanya llamó a los bomberos, James y sus compinches se esfumaron… y ojalá pudiera decirlo literalmente —Carmen se apoyó contra la pared—. Kate, tú y tres miembros del personal de servicio precisabais oxígeno. Kate y un chico, Peter, ¿lo conoces?

 

Bella negó con la cabeza.

 

—Es uno de los alumnos más jóvenes. Bueno, están los dos en el hospital por inhalación de humo. También querían trasladarte a ti, pero no lo permitieron. Tanya, Edward y Jacob se negaron en redondo. Por eso te trajeron aquí. Edward ha pasado contigo toda la noche para asegurarse de que respirabas. Y lo has hecho —concluyó resplandeciente.

 

—Hurra por mí —gruñó Bella con debilidad.

 

—Pues sí. Hurra por ti.

 

—¿Han sido muy graves los daños del edificio? —preguntó.

 

—No estoy segura. Por lo que sé, hay tres o cuatro habitaciones destrozadas. No dejan entrar a nadie en los dormitorios, y todo el edificio apesta a humo —frunció la nariz—. En la biblioteca, el fuego empezó en el escritorio y se propagó a los papeles de por allí. Aún no saben cuántos libros se han perdido.

 

Parecía verdaderamente consternada y Bella tuvo que ocultar una sonrisa.

—Creen que los cuartos donde se iniciaron los fuegos estaban vacíos. También se provocó un incendio en el desván y en el rellano —Bella recordó de repente a Emmett blandiendo una antorcha en llamas—, pero aún están haciendo cálculos. Tanya va de un lado para otro como poseída.

» Los constructores vendrán esta tarde para evaluar los daños, y nos mandarán a todos a casa. Nos han puesto trabajos para sustituir los exámenes finales. Deberíamos pedir que nos dejaran hacerlos sobre la prevención de incendios.

 

La risilla de Bella sonó como papel de lija sobre madera basta.

—Podría cambiar el tema de mi trabajo de Historia y escoger el Gran Incendio de Forks.

 

—Sí, ¿verdad? Te ahorrarías la investigación.

Alguien llamó a la puerta. Bella intentó decir «Pasa», pero únicamente logró exhalar un susurro.

 

—Entrez-vous —gritó Carmen.

 

Alice abrió la puerta y entró cabizbaja. Nerviosa, cerró tras ella.

 

—Hola, Bella. ¿Cómo te encuentras?

 

Ella sonrió con debilidad.

—Sobreviviré… otra vez… creo —contestó—. Carmen acaba de contarme todo lo que pasó ayer por la noche.

 

—Fue una locura —corroboró Alice —. Espeluznante, en serio.

 

—Pero aquí estamos —dijo Carmen—. Y tuve que hacer un auténtico boca a boca por primera vez en la vida, de modo que no estuvo tan mal.

 

—Valió la pena —convino Bella.

 

—Eso pensé yo.

 

Incómoda, Alice se volvió a mirar a Carmen.

 

—Odio pedirte esto pero ¿te importaría dejarme unos minutos a solas con…?

Carmen se levantó de la cama.

 

—Claro. Bella, iré a buscarte algo de comer. ¿Qué te apetece?

 

A ella le dolía la garganta.

—Algo frío —repuso—. Y blandito.

 

Una sonrisa afectuosa iluminó el rostro de Carmen.

—Muy bien. Comida blandita. Yo me ocupo, nena.

 

Cuando la otra hubo salido, Alice se sentó con cuidado al borde de la cama.

—Solo quería decirte que lo siento.

 

Bella empezó a responder que no hacía falta pero Alice negó con la cabeza. Tenía la cara roja como un tomate y Bella advirtió que había estado llorando.

 

—Ayer por la noche me salvaste la vida… y arriesgaste la tuya para hacerlo. Creo que hiciste lo mismo en el tejado hace unas semanas. Rosalie me confesó que había mentido porque estaba enfadada contigo.

Bella se quedó de una pieza.

—¿Que hizo qué?

 

Alice asintió.

 

—También la salvaste a ella, ¿no? Tal vez sea una arpía, pero no es una arpía desagradecida.

 

Bella soltó una carcajada ronca sin poder contenerse. Ambas se deshicieron en risas aunque Bella acabó con un ataque de tos.

 

—Le contaré que has dicho eso —consiguió roncar.

 

Cuando recuperaron la compostura, Alice se puso muy seria.

—Sé que tengo un problema, Bella. Sufro… eso que el psiquiatra llama «episodios» durante los que no me comporto de forma racional. Y no debería beber. Lamento haberte implicado en ello.

 

Ojalá nunca hubiera pasado. Si pudiera volver atrás en el tiempo, lo haría sin dudarlo un segundo. Pero quiero que sepas que estoy haciendo lo posible para que no se vuelva a repetir.

 

—No pasa nada —repuso Bella, aunque no era verdad.

 

Como si le hubiera leído la mente, Alice insistió:

—Sí que pasa, y lo sé.

 

—Bien —dijo Bella en tono amable.

 

No obstante, Alice no había terminado.

 

—El problema es —prosiguió— que cada vez que algo me altera me comporto así. Antes guardaba relación con mis padres. Hacían alguna tontería o se olvidaban de mí y se me cruzaban los cables. Pero esta vez fue… lo que le pasó a Leah —alzó la vista para mirar a Bella—. Es que… si sabes algo terrible y no se lo cuentas a nadie… te vuelves loca.

 

Bella sintió una punzada de miedo, como la caricia de unos dedos gélidos en la piel. No podía apartar la mirada de Alice.

—Seguro que sí. ¿Qué sabías tú que no le pudieras decir a nadie?

 

Los grandes ojos ámbar de Alice sostuvieron los suyos.

 

—Sé quién mató a Leah. Y no podía soportarlo. Saberlo. No podía ser… la única.

Dos inspiraciones. Una espiración.

 

Bella la miraba fijamente mientras el corazón le martilleaba los oídos.

 

—¿Quién mató a Leah, Alice? —susurró.

 

—Jasper —el dolor había apagado la voz de Alice —. Jasper mató a Leah.

 

Cuando Carmen volvió al cabo de unos minutos cargada con yogur, helado y fresas («¿Ves? Todo cosas blanditas…» ), Jo sollozaba en los brazos de Bella. Por encima de la muchacha, Bella cuchicheó a Carmen:

 

—Ve a buscar a Tanya.

 

Sin pronunciar palabra, su amiga dejó la comida sobre el escritorio y salió como una exhalación.

 

—Todo irá bien —le susurraba Bella una y otra vez, aunque no estaba muy segura. Sentía náuseas, y respiraba con profundas bocanadas para tranquilizarse mientras las preguntas se agolpaban en su mente a demasiada velocidad como para pedir respuestas.

 

¿Fue Jasper? ¿Jasper mató a Leah? ¿Por qué?

 

Recordaba haberse escondido de Jasper en el sendero aquella noche que había salido con Edward. Algo en su tono de voz —una amenaza difusa— había despertado su instinto de autoprotección y la había inducido a ocultarse. En aquel momento, lo había temido tanto como jamás hubiera temido a James.

 

Pero ¿un asesinato?

 

Le parecía inconcebible. ¿Por qué iba él a hacer algo así? Leah era su amiga. ¿Qué pudo hacer que lo impulsara a lastimarla? A matarla, nada menos.

 

— Alice, Tanya llegará enseguida y tienes que contarle la verdad —roncó Bella—. ¿Lo harás?

 

Con el rostro abotargado, la muchacha asintió.

—Por eso te lo he contado. Creo que todo el mundo debe saberlo. Es peligroso.

 

Cuando Carmen y Tanya entraron a toda prisa pocos minutos después, Alice seguía llorando. La directora llevaba las mallas oscuras y la túnica que se había puesto el día del parlamento, y despedía un ligero tufo a humo.

—¿Bella? —preguntó al reparar en la palidez de esta y en las lágrimas de Alice —. ¿Va todo bien?

 

— Alice tiene que contarte algo —susurró Bella.

La joven le narró lo que ya le había dicho a Bella. Mientras hablaba, Tanya se dejó caer de rodillas junto a la cama, sin apartar la mirada del semblante de Alice.

 

—Pero ¿por qué, Alice? —preguntó por fin—. ¿Te dijo por qué?

 

—Dijo que Leah se iba de la lengua. Y que sabía demasiado acerca de lo que estaba pasando. Quería contarlo. Creo que te lo quería contar a ti —confesó—. Pero nunca llegó a decirme a qué se refería… o sea, qué pasaba en realidad.

 

Bella advirtió sorpresa en la expresión de Tanya, pero la directora adoptó un tono extraordinariamente tranquilo.

 

—Carmen —pidió—, ¿puedes ir a buscar a Benjamin y a Banner, por favor?  cogió la mano de Alice, que sostenía un pañuelo de papel empapado en lágrimas—. ¿Te contó cómo lo hizo?

 

—Más o menos. Lo suficiente para asustarme —repuso Jo—. Fue durante el baile. Todo el mundo estaba danzando tan contento. Pero me dejó sola unos minutos y cuando volvió tenía una mano manchada de sangre. Creía que se había hecho daño. Dijo que había sufrido un accidente, un corte, nada importante. Pero no me dijo nada… de Leah. Me lo contó algunas semanas después. No quería que siguiera siendo amiga de Bella. Me dijo que lo que le había pasado a Leah podría pasarle a Bella también. O a cualquiera de sus amigas.

 

Recordando el cuerpo de Leah —aquella cara casi irreconocible de tan pálida, su bonito vestido rosa oscuro de sangre—, Bella tragó saliva con fuerza. Jasper la había amenazado. Aquel rostro pudo ser el suyo. El bonito vestido.

Contó los latidos de su corazón.

 

… doce, trece, catorce…

 

—¿Qué más te dijo? —preguntó Tanya.

 

—No quería que le contara a Bella nada de la Night School ni de sus actividades en ella — Alice parecía cansada—. Dijo que Bella tenía la culpa de todo lo malo que estaba pasando y que tú y Banner erais débiles. Afirmó que James tenía razón y que debías entregársela…

 

Tanya y Bella intercambiaron una mirada sobresaltada.

—¿Y cómo conoció Jasper a James? —siguió interrogando la directora con suavidad.

 

—No lo sé —contestó Alice —. Ellos… se veían. De vez en cuando Jasper se reunía con él. Para hablar.

 

Bella ahogó una exclamación. Vio que la tez de Tanya palidecía.

—¿Son… amigos? —la voz de Tanya tembló, solo un poco. Quizá Alice no lo advirtiera, pero Bella sí.

 

—Más o menos — Alice caviló un momento—. Creo que Jasper lo admira.

 

En aquel momento, entraron Banner y Benjamin. Tanya se levantó y salió a hablar con ellos. Regresó sola a la habitación y se sentó en la cama junto a Alice y Bella. —¿Por qué no nos lo has contado hasta ahora, cariño? —preguntó con voz queda.

 

Las lágrimas corrían por el rostro de la chica.

—No sabía qué hacer —sollozó—. Quiero… quería a Jasper. No podía… no sabía qué hacer. Lo siento. Lo siento muchísimo.

 

—No pasa nada —susurró la directora, pero Bella supo que estaba mintiendo.

 

Después de que Tanya llevara a Alice a su propio dormitorio, Carmen regresó el tiempo suficiente para obligar a Bella a comer un poco de helado y yogur tibio.

Permaneció junto a ella hasta que su amiga se quedó dormida. Cuando despertó, Edward estaba sentado a los pies de la cama, mirándola, con una expresión indescifrable en los ojos.

 

—Eh —carraspeó ella.

 

—¿Cómo te va? —le preguntó él con suavidad.

 

—Nunca he estado mejor —aquellas palabras pronunciadas al poco de despertar le provocaron un ataque de tos y Edward le tendió un vaso de agua con una pajita.

 

Cuando volvió a respirar con normalidad, Bella se incorporó en la cama hasta que consiguió sentarse.

 

—¿Te has enterado de lo de Jasper? —le preguntó.

 

Él asintió, con todo el cuerpo en tensión.

—Debería haberme dado cuenta, Bella. ¿Por qué no comprendí que había sido él?

 

—Nadie se dio cuenta —repuso ella—. Si tú tienes la culpa, los demás también. ¿Lo han encontrado?

 

—No… Todos lo están buscando, pero nadie sabe dónde está. Parece ser que se ha fugado.

 

Bella pasó un minuto procesando aquella información. Luego dijo:

—Carmen me ha contado que salvaste a un montón de gente ayer por la noche. Fuiste muy valiente.

 

—Tú también salvaste a mucha gente —sin embargo, no alabó el valor de Bella a su vez y ella advirtió la tensión de su rostro.

 

—¿Qué pasa? —le preguntó.

 

Él negó con la cabeza y guardó silencio un instante. Cuando habló, la voz le temblaba.

 

—¿Por qué no te quedaste en el escondite, Bella? No te habría pasado nada si me hubieras escuchado.

 

—Lo siento, Edward, pero tuve miedo por las chicas —confesó—. Tenía que echar una mano. No podía dejarlas morir.

 

—Nosotros las habríamos salvado —objetó él.

 

—No podíamos saberlo —arguyó Bella—. El fuego se propaga con rapidez.

 

—¿De quién fue la idea? ¿Tuya o de Kate?

 

Bella consideró muy en serio la idea de mentir.

—Mía —reconoció al fin—. Kate quería que esperáramos.

 

—Y las dos estuvisteis a punto de morir —le recriminó.

 

—Pero salvamos a muchas personas, Edward —su voz ronca rezumaba indignación—. Fuimos de gran ayuda. —Los habría sacrificado a todos con tal de salvarte.

 

Ella se lo quedó mirando, perpleja.

—No digas eso —susurró—. Es horrible.

—Ya sé que es horrible —se enjugó una lágrima de la mejilla y evitó mirarla—. Pero es la verdad.

 

Bella no sabía qué responder a eso, y lo contempló preocupada.

 

—Estoy perfectamente, ¿sabes?

 

—Ya lo sé.

 

—Entonces, no hagamos un drama, ¿vale? Alegrémonos de estar sanos y salvos —le cogió la mano y se la llevó a la mejilla—. Estoy tan contenta de que no te haya pasado nada.

 

Sin decir palabra, Edward la rodeó con sus brazos.

—Edward y Bella salvan el mundo —susurró ella.

 

Por la tarde, Carmen le llevó a Bella una falda y una blusa que apestaban a madera chamuscada.

 

—Me han dejado entrar en los dormitorios durante tres segundos enteros y he saqueado tu armario para traerte algo de ropa —explicó—. Lamento lo de la peste.

 

—Tranquila —replicó Bella—. Me basta con saber que voy a poder quitarme de encima este pijama carbonizado.

 

—Han dicho que podremos coger nuestras cosas mañana —la informó Carmen—. Con supervisión, por supuesto.

 

—Claro —Bella hizo una mueca—. La seguridad ante todo.

 

—La gente ha empezado a marcharse. Mi padre llegará mañana por la mañana —dijo Carmen—. La oferta sigue en pie, si quieres venir a mi casa.

 

—Gracias, Car—repuso Bella—. Es posible que la acepte.

 

Después de una ducha en el cuarto de baño de los profesores para quitarse el hollín del pelo, Bella comenzó a sentirse persona otra vez. Carmen había olvidado llevarle zapatos, por eso cuando Bella bajó las escaleras algo más tarde seguía descalza. Pese a todo, se encaminó decidida al despacho de Tanya y llamó con los nudillos.

 

La puerta se abrió antes de que hubiera acabado de golpearla. Tanya, sin pronunciar palabra, la envolvió en un fuerte abrazo. Luego, sin soltarla, dio un paso atrás y le miró la cara.

 

—¿Cómo te encuentras?

 

—Bien, creo —susurró Bella.

 

La directora la hizo pasar.

 

—Entra y siéntate.

 

—¿Cómo está Alice? —quiso saber.

 

—Nada bien —reconoció Tanya, y se sentó junto a ella mientras el calentador de agua roncaba al fondo—. Está muy disgustada, como es de comprender.

 

Bella titubeó; ni siquiera estaba segura de poder reunir las fuerzas para formular la siguiente pregunta.

 

—¿Jasper? —cuchicheó al fin.

 

Tanya negó con la cabeza.

—Se ha ido. Cuando Banner y Benjamin fueron a buscarlo, había desaparecido. Creemos que debió de marcharse durante el incendio.

 

Por alguna razón a Bella no le sorprendió saberlo. Inspiró hondo para tranquilizarse.

 

—Y… ¿ahora qué?

 

—Lo buscaremos —Tanya estaba ocupada preparando té—. Hablaremos con sus padres. E intentaremos asegurarnos de que esté a salvo. Cuidaremos de Alice. Y encontraremos la manera de pararle los pies a James.

 

—Quiero colaborar —declaró Bella.

 

—Lo harás —repuso Tanya—. Te lo prometo.

 

—No, Tanya —el tono de Bella era firme—. Quiero decir que quiero colaborar. De ahora en adelante, deseo implicarme a fondo.

 

La directora la miró sin comprender, y Bella procuró que su voz no delatara la frustración y el nerviosismo que sentía. Si alguna vez había tenido que demostrar madurez, fue en ese momento.

 

—Formo parte de todo esto. En cierto sentido, Jasper tenía razón y lo que está pasando guarda relación conmigo. James tiene a Emmett y me quiere a mí también. Eso es así, ¿o me equivoco? A lo largo del trimestre, me han rescatado, salvado, ayudado, todo el mundo ha hecho lo posible por protegerme, lo cual es maravilloso y lo agradezco profundamente. Pero quiero ser capaz de protegerme a mí misma. Hoy por hoy, ni siquiera soy capaz de ponerme a salvo. No sé cómo hacerlo —pugnó por dominar los nervios—. Sin embargo, hay un lugar donde podría aprender las destrezas necesarias para conseguirlo.

 

Tanya habló despacio.

—Quieres unirte a la Night School.

 

—Es lógico, ¿no? —Bella se abrazó a sí misma—. Necesito ser más fuerte y más rápida. Tengo que aprender a luchar. Y debo saber qué está pasando para poder tomar las decisiones apropiadas. Nunca acataré las órdenes si os limitáis a decirme: «Bella, no salgas». Pero si me incluyes en el equipo… todo será distinto.

 

Se hizo un silencio pesado. Bella advirtió que Tanya estaba sopesando sus palabras. Al cabo de un instante, la directora le tendió una taza de té que despedía un aroma extraño a hierbas y a limón.

 

—Para tu garganta. Bébetelo —se sentó a su lado—. Conforme, pues. Me parece bien. Hablaré con los demás.

 

Bella sintió un escalofrío de emoción en el cuerpo. Como si se hubiera dado cuenta, Tanya corrió a sofocarlo.

 

—La decisión no depende solo de mí, Bella. Los demás tendrán que estar de acuerdo. Pero yo te apoyaré.

 

Bella no creyó las aprensiones de Tanya. Sabía que se acataría la voluntad de la directora.

 

Estaba dentro.

 

Cambiando de tema, Tanya dijo:

—Tienes una voz espantosa, por cierto. ¿Le ha echado el médico un vistazo a tu garganta?

Hacía una hora, un médico había examinado a Bella. Había dictaminado que no tenía la garganta «Tan mal como cabría esperar» y le había dado un frasco de pastillas y un líquido para hacer gárgaras.

 

Bella asintió:

—Ha dicho que sobreviviré, pero que nunca podré cantar ópera.

 

—Puccini se las tendrá que arreglar sin ti —bromeó Tanya—. Podría haber sido mucho peor.

 

—Eso creo yo. ¿Cómo está Kate?

 

Tanya hizo un gesto de asentimiento.

—Muy bien. Sufrió una conmoción cerebral; tropezó y se golpeó en la cabeza. Por lo visto, estuvo un rato inconsciente, pero en el suelo permaneció a salvo de lo peor del humo y el calor, así que no ha sufrido daños permanentes en los pulmones. Volverá esta noche.

 

Sintiéndose culpable, Bella recordó que había dudado de Kate hasta el último momento en la biblioteca.

 

—Me alegro de que se encuentre bien. Fue muy valiente.

 

—Ella dice lo mismo de ti.

 

Bella formuló la siguiente pregunta una pizca azorada.

—¿Has visto a Jacob? —se le hizo un nudo en la garganta—. Yo… quería darle las gracias.

 

—Te está evitando —le espetó Tanya a bocajarro.

 

Bella dio un respingo.

—¿Por qué?

 

La directora la miró con cariño.

—Ya lo sabes, ¿verdad?

 

El té irradiaba su calor a través de la porcelana de la taza hasta quemar los dedos de Bella.

—¿Qué?

 

—Que siente algo por ti.

 

En aquel momento, Bella comprendió que sí. Lo sabía. Recordó el instante en que lo había visto llorar. La inundaron emociones que ni siquiera conocía.

 

—Pero yo estoy con Edward —arguyó con voz queda.

 

—Ya lo sé —Tanya levantó las manos en ademán de impotencia—. Así están las cosas.

 

Bella miró la rodaja de limón que flotaba en la taza, a la deriva.

—Sí. Así están las cosas.

 

La directora se acurrucó en la segunda butaca, junto a ella. Las ojeras de sus ojos delataban el cansancio que sentía.

 

—No creo que vuelvas a ver a Jacob este trimestre. Necesita tiempo para pensar. Y para recuperarse.

 

—¿Le dirás…? —Bella caviló qué le podía decir—. ¿Le darás las… gracias de mi parte?

 

—Claro que sí.

 

Bella dejó la taza.

—He decidido que voy a ir a casa en vez de irme con Carmen. Tengo que hablar con mis padres. Tanya puso cara de preocupación.

 

—Me parece lo más inteligente, y me alegro de que hayas tomado esa decisión —empezó a decir con cautela—. Sin embargo, ahora que sabemos que Emmett está con James y que este último demuestra interés por ti… Bueno, eso lo cambia todo. La situación ahora es más peligrosa. Se lo explicaré a tu madre. No obstante… Bella, en casa no estarás segura. Haré cuanto pueda para protegerte, pero no corras ningún riesgo.

 

Bella se acordó de Leah.

—Tendré cuidado —prometió—. Pasaré desapercibida.

 

—El trimestre de otoño empieza dentro de tres semanas —calculó Tanya—, pero no puedo dejar que pases en casa tanto tiempo. Ve unos días de visita; después deberías considerar muy en serio la idea de quedarte en casa de Carmen. Su padre es muy capaz de protegerte y te estará esperando. Enviaré un coche a buscarte.

 

Oír que tu hogar —el lugar donde una vez te sentiste a salvo de todo— ya no era seguro producía una sensación horrible. Sin embargo, Bella no discutió. Sabía lo que James era capaz de hacer.

 

—Vale —aceptó.

 

Tanya cogió un trozo de papel de su escritorio y escribió algo.

—Si te notas agobiada o te asustas en algún momento; si algo te produce una sensación amenazadora o simplemente te llama la atención… —le tendió a Bella el papel—, llámame y enviaré a alguien a buscarte. No te arriesgues bajo ninguna circunstancia. ¿Lo harás por mí?

 

El papel llevaba escrito el nombre de Tanya y, a continuación, un número de teléfono.

 

Bella asintió.

—Lo prometo.

 

Se levantaron, e Tanya volvió a abrazarla. Bella se dirigió hacia la puerta. Mientras hacía girar el pomo, Tanya la detuvo.

 

—Solo una cosa más —añadió—. Pídele a tu madre que te hable de Esme—Bella abrió mucho los ojos pero no dijo nada. La directora concluyó la frase—: Dile que ha llegado el momento.

Capítulo 29: Venganza Capítulo 31: Epilogo

 
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