NIGHT SCHOOL; tras los muros de Cimmeria.

Autor: Honey
Género: Misterio
Fecha Creación: 29/04/2013
Fecha Actualización: 29/10/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 46983
Capítulos: 31

El mundo de Bella se viene abajo: odia su escuela, su hermano ha desaparecido y ella ha sido arrestada. Otra vez.

No puede creer que sus padres hayan decidido enviarla a un internado. Aunque Cimmeria no es una escuela normal: no permiten ordenadores ni teléfonos móviles, y sus alumnos son superdotados, o de familias muy influyentes. Pero hay algo más: Bella se da cuenta de que Cimmeria esconde un oscuro secreto, un secreto que solo comparten algunos profesores y los alumnos de las misteriosas clases nocturnas de la Night School.

A pesar de todo, Bella parece feliz. Ha hecho nuevos amigos y uno de los chicos más atractivos de la escuela le dedica toda su atención. Y, claro, también está su relación con Edward, ese chico solitario con el que siente una inmediata conexión.

Todo parece ir bien hasta el momento en que Cimmeria se convierte en un lugar terriblemente peligroso donde nadie parece a salvo. Bella tendrá que elegir en quién confiar mientras descubre los secretos de la escuela.

_

La historia es de C. J. Daugherty y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

Definitivamente, esta historia no me pertenece. Es una adaptación de un libro y recien saga llamada Nigth School. Este es el primer libro y pronto saldrá el segundo. La adaptación la hago por simple ocio, intercambiando los nombres de los personajes de la obra original por los de la Saga Crepusculo.Si hay algun problema de verdad avisenme, ya vere como me las arreglo o si se deberá eliminar.

Chicas y chicos; si la historia les gusta, por favor no duden en dejar su voto y su comentario. Sus comentarios son muy importantes ya que así sabre lo que opinan ¿De acuerdo?

 **ACTUALIZARE TODOS LOS LUNES**

Los capitulos son largos, esa es la razón.

 

Por cierto, debo aclarar que elimine mi ultimo FanFic llamado: El Silencio de la Luna, por favor disculpenme si lo estaban leyendo, les prometo que despues lo subire, solo que ahorita no estoy muy entregada al cien por ciento al fic y sinceramente no me siento bien dejarlos abandonados mucho tiempo.

Tengo mi primer FanFic en proceso, se llama UNA VIDA DISTINTA y si le das click en el siguiente link [http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3612] te llevara en directo a el.

Bueno pues espero que la adaptación sea de su agrado. :)

 

 

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Capítulo 18: Accidente

PROXIMAMENTE

Claro de Luna.



MI NUEVO FANFIC: 

MUY PRONTO.

 

 

_________________

Todo aquello era más de lo que Bella se sentía capaz de afrontar. Temblando, se rodeó el cuerpo con los brazos.

 

—Edward, si te has propuesto aterrorizarme, te aseguro que lo has conseguido. Así que, ¿por qué no paras ya?

 

Él guardó silencio durante un largo minuto, transcurrido el cual lanzó un fuerte suspiro.

—Siento mucho haberme desahogado contigo y por nada del mundo querría asustarte, pero debes comprender que todo esto es muy grave.

 

—Soy consciente de la gravedad de este asunto desde el mismo instante en el que resbalé con la sangre de Leah —le espetó Bella—. Lo pillo, ¿vale? No soy tonta, maldita sea. Estamos metidos en un buen lío. Se está cociendo algo muy turbio. Están asesinando gente. Y este colegio es rarísimo. Y yo no debería estar aquí.

 

Deslizándose por la rama, Edward se acercó tanto a Bella que le rozó las rodillas con las suyas. Y allí, muy cerca, la abrazó. Al principio, ella intentó zafarse, pero él la sujetó con fuerza.

 

—Perdona, no debería hacerte esto. Es solo que no quiero que te pase nada malo —le dijo.

 

Bella profirió algo parecido a un sollozo y poco a poco se dejó envolver en su abrazo. El calor de su cuerpo le inspiraba seguridad.

 

Edward la soltó y se alejó lo bastante como para mirarla a los ojos.

—Es verdad, intentaba asustarte, pero solo porque temo lo que te pueda pasar. De hecho, si hoy te he pedido que vinieras aquí, ha sido con el propósito de convencerte de que te vuelvas a casa.

 

Ella lo miró de hito en hito mientras Edward, tropezando con las palabras, proseguía.

—Supuse que te dejarían marchar si alegabas, no sé, estrés mental o algo así.

Bella abrió la boca para discutir pero él siguió hablando sin darle tiempo a decir una sola palabra. —El caso es que me he dado cuenta de que no quiero. Que te vayas, quiero decir. O sea, espero que te quedes, de verdad. Ya se nos ocurrirá algo.

 

—Pues mejor que sea así —replicó ella sucintamente—, porque ya no tengo adónde ir.

 

En la oscuridad, Bella ni siquiera pudo verle los ojos cuando Edward le dijo:

—Entonces estás igual que yo.

 

El chico miró al cielo, donde las últimas luces empezaban a apagarse.

—Será mejor que nos vayamos. Se hace tarde.

 

Saltó de la rama con agilidad. Luego se dio media vuelta y cogió a Bella por la cintura para ayudarla a bajar. Ella se apoyó en sus hombros mientras él la depositaba en el suelo. Se miraron durante un segundo y luego Edward volvió la vista a la verja.

 

—No te quedes atrás, Swan —dijo con voz ronca.

 

—Voy detrás de ti.

 

Mientras corrían por el sendero que discurría hasta el colegio, el sol se ocultó por completo. Y con la oscuridad llegó el desasosiego. Trotando entre la penumbra,

Bella miraba a su alrededor, pendiente de cualquier movimiento o peligro que pudiera agazaparse en el bosque. La brisa agitaba las copas de los pinos con un murmullo lúgubre. Advirtió que Edward, con los cinco sentidos atentos, permanecía alerta a cualquier sonido, y se pegó a su lado, sincronizando sus movimientos con los del chico paso por paso. No intercambiaron palabra hasta que llegaron al lindero del bosque y divisaron el edificio a lo lejos. Pararon a descansar justo al borde del jardín delantero.

 

Aun siendo consciente de que ya no quedaba ningún lugar seguro, Bella se alegró de ver el colegio, cuyas luces asomaban por los ventanales emplomados. Sintió que su ánimo mejoraba ligeramente.

 

—Bien —dijo Edward, que jadeaba tras la carrera por el bosque—, te diré lo que haremos. Aunque las entradas estén vigiladas, no creo que haya nadie en la puerta principal a estas horas. Corre hacia allí tan rápido como puedas. Yo te sigo.

 

Bella lo desafió con la mirada.

—¿Qué te has creído, que corres más deprisa que yo?

 

Edward no pudo contener una sonrisa.

—Vale. Te echo una carrera.

 

—¿Y cuál es el premio? —preguntó Bella enarcando una ceja.

 

Edward rio por lo bajo.

—Ya se me ocurrirá algo.

 

—O a mí. ¡Un dos tres YA!

 

Le tomó por sorpresa y salió como una exhalación, moviendo los brazos con fuerza mientras las piernas la impulsaban sobre la hierba; Edward arrancó en postura de salida para coger potencia antes de que ella le ganara demasiado terreno.

 

—Eso es… trampa —jadeó a la zaga de Bella.

 

—Te aguantas —le espetó ella, y siguió acelerando.

 

Bella no pudo sino admirar la rapidez de Edward. Aunque le llevaba ventaja, llegaron a la escalinata casi al mismo tiempo. Pugnando por alcanzar la entrada en primer lugar, se abrieron paso a codazos y asieron el pomo casi a la vez, primero Edward y luego Bella. En broma, se empujaron mutuamente, cada cual tratando de impedir que el otro abriera la puerta.

 

—¡Chist! —siseó Edward de repente, y ambos permanecieron inmóviles, escuchando.

 

Entonces Bella oyó lo que había sobresaltado al chico: unos pasos en el interior. No se atrevía ni a pestañear. Los cuerpos de ambos estaban enredados entre sí: los brazos de Edward rodeaban a Bella en dirección al pomo, mientras que ella tenía una mano en la puerta y la otra contra el cuerpo de él. Al inhalar aquel efluvio característico a café y especias, a Bella se le aceleró el corazón. Advirtió que él estaba temblando, y cuando alzó la vista descubrió que la miraba con aquellos ojos tan oscuros como la noche que los envolvía.

 

—Creo que se han ido —susurró Edward sin apartar la vista.

 

Ella asintió, sin atreverse a pronunciar palabra.

 

—¿Lista? —preguntó él.

 

—Sí.

El susurro de Bella fue casi inaudible.

 

Arrancando la mirada con esfuerzo, Bella se volvió hacia la puerta y se hundió en el calor de Edward apenas el tiempo que él tardó en girar el pomo. La hoja se abrió en silencio… El vestíbulo de entrada estaba desierto.

 

—Actúa con frialdad —murmuró Edward, dándole un ligero empujón al mismo tiempo para obligarla a entrar en el edificio.

 

La sacudida la llevó de vuelta a la realidad.

 

—Eso siempre —repuso ella. Con la barbilla alzada, entró de puntillas en el vestíbulo.

 

Él ajustó la puerta y ambos echaron a andar tranquilamente. Bella todavía no se había repuesto de lo que acababa de pasar entre los dos, fuera lo que fuese, pero Edward había recuperado su laconismo habitual, como si no se hubiera dado cuenta.

 

—Eres rápida —comentó.

 

—Siempre me ha gustado mucho correr —intentó imitar su tono indiferente—. Siempre es bueno saber que puedes salir pitando.

 

Una sonrisa asomó a los labios de Edward.

—¿Por qué será que no me sorprende? —casi habían alcanzado la escalera—. Bueno, tengo que ir al dormitorio de los chicos. ¿Te importa seguir sola desde aquí?

 

—Ningún problema —repuso Bella.

 

—Vale —se despidió él blandiendo el puño al mismo tiempo—. Hasta luego, entonces.

 

Ella entrechocó el puño con el de Edward y se dispuso a subir las escaleras. Sin embargo, mientras el chico se alejaba por el vasto pasillo, susurró a sus espaldas, con voz muy queda para que no pudiera oírla:

 

—Buenas noches, Edward.

 

 

 

El sol entraba a raudales por las ventanas de la escalera principal cuando Bella bajó brincando a la mañana siguiente, con las puntas de la melena todavía húmedas.

 

La noche anterior había llegado tan agotada que se había quedado dormida nada más acostarse.

Debió de dormir como un tronco, porque no recordaba haber tenido pesadillas, ni sueños de ninguna clase. Aquella mañana, después de una ducha caliente, se sentía ella misma por primera vez desde el baile de verano.

 

Reinaba el bullicio en el comedor, aunque menos estridente de lo habitual. Al no ver a Alice ni a Jasper por ninguna parte, se sentó junto a Paul.

 

—Hola —le dijo casi sin mirarlo, concentrada en los huevos revueltos y el beicon que tenía en el plato.

 

Paul apenas esperó a que se sentara.

—Jasper y Alice llevan desde ayer por la noche desaparecidos en combate. ¿Sabes si les pasa algo? —quiso saber.

 

Masticando con entusiasmo, Bella negó con la cabeza.

—Yo no los he visto —contestó después de tragar con esfuerzo—. Caray. Qué hambre tengo.

 

—¿Has podido ver a Ángela por fin? —siguió preguntando él.

 

—No, ¿y tú?

 

Él asintió.

—Esta mañana. Está hecha polvo, pero consciente.

 

Bella sintió tanto alivio que se olvidó del plato.

—¡Eh, Paul, es genial! Buscaré a Alice después de desayunar e iremos a verla.

Tras engullir el resto del desayuno, se dirigió a los dormitorios en busca de Alice, tan deprisa que casi corría cuando una puerta se abrió a su paso. Mientras la esquivaba, vio salir a Rosalie soplándose las uñas recién pintadas.

 

—¿Te importaría mirar por dónde vas, Bella? —le espetó tratando de poner a salvo su impecable manicura rosa pálido—. Siempre vas corriendo por el pasillo como si te persiguiera una estampida.

 

—Perdona, bru… digo, Rosalie —repuso Bella con dulzura mientras pasaba junto a Rosalie a un paso algo más relajado.

 

Por desgracia, Rosalie echó a andar tras ella.

—¿Adónde vas? ¿Estás buscando a Alice?

 

Bella no se volvió a mirarla.

—¿Por qué, Rosalie? ¿Eres su agente de prensa?

 

—No seas tonta. Es solo que… estoy preocupada por ella.

 

No parecía en absoluto preocupada, y Bella notó un hormigueo en la piel, signo de que algo no andaba bien. Las señales de alarma desfilaron por su mente. Se detuvo en seco y se dio media vuelta.

 

—¿Por qué estás preocupada por ella? ¿Qué ha pasado?

 

Rosalie se sopló las uñas con un ademán de ensayada languidez.

—No ha pasado nada. Es solo que la he visto esta mañana y parecía algo alterada. Bueno, no soy una experta, pero juraría que se había tomado algo.

 

Bella notó un nudo en el estómago.

—¿A qué te refieres con «algo» ? Alice no se droga.

 

—Y yo pensaba que vosotras dos erais amigas —replicó Rosalie—. Bueno, si no te lo ha contado, será porque no confía en ti. Así que mejor me callo.

 

Con los puños apretados a los costados, Bella se encaminó hacia el cuarto de Alice.

—Me da igual, Rosalie. Vete a cotillear con Kate o con las bobas de tus amigas y pasa de mí.

 

—Encantada —respondió Rosalie, que echó a andar en dirección contraria—. Pero te has equivocado de camino. La última vez que he visto a Alice se dirigía hacia tu cuarto. No hacia el suyo.

 

Bella no quiso hacerle caso y siguió caminando hacia el cuarto de Alice, pero avivó el paso mientras las palabras de Rosalie resonaban en sus oídos. ¿Por qué iba a entrar Alice en la habitación de Bella?

 

Llamó dos veces a la puerta antes de abrirla sin aguardar respuesta.

 

El cuarto se hallaba vacío.

 

La contraventana estaba abierta y las luces apagadas. La cama, aunque revuelta, parecía intacta. Las ropas se amontonaban en el suelo en un desorden poco habitual y los cajones estaban abiertos a medias, como si Alice hubiera buscado algo a toda prisa.

 

Decidida a ignorar cualquier información procedente de Rosalie, Bella se sentó al escritorio a esperar a su amiga. A lo mejor Alice andaba por allí cerca. Al cabo de un rato tuvo que aceptar que no iba a volver.

De camino a su propio cuarto, Bella recorría el pasillo más despacio que la primera vez. Al abrir la puerta de su dormitorio la asaltó un terror difuso.

 

No había nada en su sitio. Las luces estaban encendidas y reinaba el caos en la habitación. Alguien había abierto los cajones del escritorio y había saqueado el interior: bolígrafos, libros y papeles se esparcían por el suelo.

 

Prudente, Bella miró a su alrededor antes de entrar, pero el cuarto estaba vacío. Perpleja, recogía sus pertenencias conforme se iba internando en la habitación, reuniendo papeles y apilando los libros en un montón ordenado. Para cuando llegó al escritorio, comprendió que lo que había estado recogiendo no era sino su propio ejemplar del Reglamento hecho pedazos.

 

Alguien había trazado una gruesa línea en la portada y había garabateado:

 

¡¡¡APESTA!!!

 

Al hojear las páginas, descubrió una nota en el dorso. Costaba descifrar la furibunda caligrafía, pero supo que la había escrito Alice aun antes de leerla.

 

B.:

Todo se ha ido a la mierda. Todo el mundo miente. Tienes que saber la verdad pero nadie te la dirá. Ven a hablar conmigo; estoy en el tejado. NO

LE DIGAS A JASPER dónde estoy.

A.

 

—Mierda.

Apenas hubo lanzado la exclamación, advirtió la ventana abierta de par en par.

 

Fue corriendo a cerrar la puerta. La cabeza le daba vueltas.

 

 ¿Qué debo hacer? ¿Qué debo hacer?

 

Se asomó a la ventana por encima del escritorio. Los dormitorios quedaban justo debajo de la buhardilla. Miró hacia abajo.

 

Una gran distancia la separaba del suelo.

 

Sin embargo, Edward lo había hecho. Si él podía, ella no iba a ser menos. Inspiró hondo y fue sacando el cuerpo con cuidado hasta sentarse en el alféizar, con los pies apoyados en el bajante victoriano, justo donde él se había encaramado hacía unos días.

 

—¿ Alice? —susurró por probar.

 

No obtuvo respuesta.

 

Abajo sonaban voces y el crujido de los pasos por el camino de grava. Con el marco de la ventana a modo de sujeción, comprobó la resistencia del bajante. Aguantaba su peso. Se dio la vuelta para colocarse de cara al muro y, cogiéndose a la ventana primero y al alerón de pizarra después, fue avanzando por el borde del bajante a lo largo de casi dos metros hasta llegar a otra cornisa, a la que ascendió buscando asideros entre los ladrillos. Una vez allí hizo un descanso. Jadeando pesadamente, miró a su alrededor.

 

—¿ Alice?

 

Una especie de susurro en lo alto la indujo a alzar la vista, pero no vio nada. De inmediato oyó una risilla amarga.

 

—El primero en llegar se queda con el mejor sitio.

Alice parecía irritada.

 

Gruñendo del esfuerzo, Bella escaló hasta la siguiente cornisa, desde donde alcanzaba a ver el tejado. Alice estaba sentada en lo más alto apoyada contra una chimenea. Su pelo parecía un estropajo y Bella advirtió que había estado llorando.

 

—Dios mío, Alice, ¿cómo has subido hasta allí? ¿Y cómo conseguiremos bajarte?

 

La otra agitó la mano con desdén.

—No seas tan cobarde, Bella. ¿Por qué no corres algún riesgo de vez en cuando?

 

Sin miedo, se levantó de un salto para plantarse en precario equilibrio justo en la punta del tejado a dos aguas.

 

Conteniendo el aliento, Bella buscó el modo de reunirse con ella. Divisó una zona del alerón algo mellada donde, si sus cálculos eran ciertos, podría apoyarse para darse impulso hacia arriba. Con cuidado, procedió a avanzar hacia allí. En cuanto inició la ascensión, descubrió que las tejas creaban una serie natural de puntos de apoyo y de agarre.

 

Sin embargo, en el último tramo, dio un traspiés. Al notar que resbalaba quiso gritar pero ningún sonido acudió a su garganta.

En la caída, palpó una pieza de mampostería que le sirvió de sujeción. Al tener dónde agarrarse, tanteó la pared con los pies hasta encontrar una teja mellada.

 

En cuanto sus pies recuperaron el contacto con el tejado, se dio impulso con todas sus fuerzas hasta quedar despatarrada sobre la pizarra.

 

Apoyada contra la gran chimenea, Alice —que no había movido ni un dedo para ayudarla— aplaudió con ironía.

 

—¡Hurra por Bella! Ha conquistado el puesto más alto en la escala del éxito de Cimmeria y lo ha hecho en un abrir y cerrar de ojos. Creo que se merece un trago. ¿Qué opina el público?

 

Inclinada hacia Bella, sacó la botella de vodka que tapaban sus pies y se la tendió. Faltaba la mitad.

 

—Bebe un trago. El público piensa que te lo mereces.

 

Bella, enfadada y temblorosa por el peligro que acababa de correr, ignoró la bebida.

 

—¿Qué público, Alice? ¿De qué diablos estás hablando? ¿Y qué estás haciendo aquí arriba?

 

Encogiéndose de hombros, Alice quitó el tapón de la botella y bebió. Hizo una mueca al notar el fuerte sabor.

 

—Sabes, una no llega a acostumbrarse —dijo mientras devolvía el tapón a la botella—. El gusto de Tanya en materia de vodka es más que dudoso. Cualquiera pensaría que guarda Grey Goose o Absolut entre sus provisiones, pero no. Solo este asqueroso brebaje ruso.

 

¿Cómo es posible que esté borracha a las ocho de la mañana?, se extrañó Bella.

 

— Alice, ¿llevas toda la noche bebiendo?

 

—¡Claro que no! No digas tonterías. Solo las últimas… ¿Qué hora es? —al torcer el brazo para mirar el reloj, derramó vodka en el tejado—. ¡Uy!

 

Bella trató de aparentar calma.

—Por favor, Alice, siéntate y habla conmigo.

—¡Claro que sí, Bella! — Alice le sonrió con tanta alegría como si estuvieran manteniendo una charla de sobremesa—. Estoy deseando hablar contigo. Pero es que llevo siglos sentada. Me apetece mucho más quedarme de pie y desperezarme.

 

Giró sobre sí misma como una bailarina, pero empezó a tambalearse. Bella, ahogando un grito, se tapó la boca con las manos, sin embargo Alice, que había recuperado el equilibrio, se echó a reír.

 

—¡Por poco!

 

El corazón de Bella latía a tanta velocidad que temió sufrir un ataque.

—Por favor, Alice. Te lo suplico, siéntate y háblame. Beberé contigo. Pero… siéntate.

 

Como si acabara de recordar algo, Alice se fue agachando hasta sentarse en el tejado. La tristeza había sustituido la sonrisa en su rostro y grandes lagrimones manaban de sus ojos.

 

—Nadie me entiende, Bella. Ni siquiera tú. Eres mi mejor amiga y no te puedo contar la verdad. No sabes cuánto me entristece eso.

 

Llorosa, cogió la botella para dar otro trago. Luego se frotó los ojos con el antebrazo y se la tendió a Bella, que simuló beber y, fingiéndose distraída, se la quedó.

 

Se acercó a Alice.

—Cielo, siento mucho que estés tan triste. ¿Ha pasado algo?

 

Alice la miró como si Bella hubiera perdido el juicio.

—¡Pues claro que ha pasado algo, Bella! ¡Leah ha muerto! Está muerta. Y nadie va a decir la verdad de lo que pasó. ¡Son todos unos mentirosos! —apuntó a Bella con un dedo vacilante—. Y tú no sabes nada. Todo el mundo te mantiene en la inopia porque no saben qué haces aquí. Ni quién eres. ¿Quién eres, Bella Swan?

 

Bella levantó las manos.

—Solo soy… yo, Alice. No soy nadie.

 

Alice agitó la cabeza de un lado a otro con vehemencia, cada vez más enfadada.

—¡No, no, no! Eso tampoco es verdad. No sabes nada. No tienes ni idea. Y eso es… una idiotez.

Pero nadie te lo dirá. Nadie te lo dirá —de repente, alzó la vista y buscó los ojos de Bella con una expresión como de iluminada—. Yo sé cosas, pero no te las diré.

 

Bella tragó saliva.

—¿Qué sabes, Alice? ¿Sabes quién mató a Leah?

 

Alice entornó los ojos con malicia.

—Todo el mundo sabe lo que está pasando, Bella. Todo el mundo excepto tú —y añadió canturreando—: Pero no te lo diré…

 

— Alice, tienes que decírmelo —el corazón de Bella latía desbocado, pero se las ingenió para adoptar un semblante impasible—. Es muy importante. La policía debe saberlo.

 

Alice asintió con la cabeza y se deshizo en lágrimas otra vez. —Mis padres no quieren que viva con ellos, ¿lo sabías, Bella? No les importo un comino.

Ella intentó sonsacarla.

 

—Claro que les importas, Alice. Seguro que sí. Son tus padres. Pero háblame de Le…

 

—¡No, no les importo! —bramó—. Mis padres adoran el dinero y Saint Tropez, y Hong Kong, y Ciudad del Cabo, pero no a mí. A mí no me quieren.

 

Se echó a llorar desconsoladamente. Aprovechando la distracción, Bella se acercó a hurtadillas por el tejado… lo bastante como para poder asirla de ser necesario.

 

—Oh, Alice, no lo sabía —su amiga estaba completamente ida, pero tenía que incitarla a hablar de Leah—. Cuéntame quién atacó a Leah, Alice. Y luego seguimos hablando de tu familia.

 

Esta la fulminó con la mirada.

—No trates de enredarme, Bella.

 

Mientras Alice hablaba, Bella oyó unos movimientos procedentes del alerón. Antes de que le diera tiempo a reaccionar, Edward apareció por allí, trepando con agilidad hasta llegar junto a ellas.

 

—¿Qué tal, señoritas? —dijo en un tono premeditadamente informal—. ¿Cómo va eso?

 

A través de las lágrimas, Alice lo obsequió con una gran sonrisa.

—¡Edward Cullen! Te quiero, Edward Cullen. Eres tan guapo y tienes unos ojos tan verdes. Habría salido contigo si no hubiera conocido a Jasper —se quedó pensando un momento—. No, habría salido con Paul si no hubiera conocido a Jasper. Pero si las cosas con Paul no hubieran funcionado, habría salido contigo.

Seguro. O quizá con Jacob.

 

Edward no titubeó.

—Y yo habría salido contigo, Alice. Porque eres la chica más guapa del colegio.

 

Con el rostro abotargado y el pelo de punta, Alice sonrió con timidez al decir:

—¿De verdad? Es lo más bonito que nadie me ha dicho nunca. Dame un abrazo.

 

Se puso en pie de un salto y empezó a tambalearse peligrosamente, moviendo los brazos a los lados como dos molinillos. Bella, ahogando un grito, tendió los brazos hacia ella, pero Edward llegó a su lado en un instante, la abrazó y se echó a reír con ella.

 

—Cuidado, Alice, esto está bastante alto.

 

Ella hizo caso omiso del comentario.

—Te quiero, Edward Cullen. Eres mucho más simpático que Jasper.

 

Él la obligó a sentarse con delicadeza, sin perderla de vista ni un momento.

—Pero tú sabes que Jasper te quiere mucho, ¿no? ¿Por qué no le decimos que venga y hablas con él?

 

—Jasper no me quiere. Nunca dice la verdad. Es un mentiroso, como todos los demás —miró a Edward con ademán dubitativo—. Aunque no estoy segura de que tú seas uno de ellos.

 

Volvió a levantarse con inseguridad, pero apartó las manos de Edward cuando este trató de detenerla.

 

—Edward, tú sabes quién es Jasper. Bella no tiene ni idea, pero tú sí —se volvió a mirar a Bella—. Jasper es un tipo importante; mucho más que tú, que yo o que Edward. Pertenece a la Night School; ¿sabes lo que es la Night School, Bella?

 

Paralizado, Edward miraba a Alice sin saber qué hacer. Bella negó con la cabeza.

 

—Pues es un puñado de chicos y chicas que juegan a ser caballeros o soldados o dioses o algo así. Se creen los reyes del mundo —señaló a Bella—. Y no les caes bien, ¿lo sabías? Te consideran peligrosa. Yo les digo que están equivocados, ¡pero no me creen! ¿Dónde está el vodka?

 

Al divisar la botella a los pies de Bella, Alice dio un paso hacia ella. Poniéndose en pie, su amiga cogió el vodka y miró a Edward sin pronunciar palabra, sin embargo antes de que pudieran decidir qué hacer, la otra alargó el brazo para quitársela.

 

Edward intentó sostenerla pero todo sucedió en un instante: Alice tropezó con una teja suelta y perdió el equilibrio. Sin nada a lo que agarrarse, rodó por la pendiente del tejado y desapareció con un grito penetrante.

 

Las manos exangües de Bella soltaron la botella, que se estrelló contra el suelo entre un estallido de cristales rotos. Durante el horrible momento que siguió, oyó una voz gritando a lo lejos antes de comprender que era la suya.

 

Edward se quedó mirando como alelado el lugar que Alice acababa de abandonar. Aquel único segundo pareció extenderse más allá de lo que permiten los límites de la física.

 

Justo entonces oyeron unos arañazos procedentes del borde del tejado. Antes de que Bella pudiera reaccionar, Edward se abalanzó sobre su estómago para ir bajando, centímetro a centímetro, hasta el alerón. Bella lo imitó, y ambos vieron unas manos ensangrentadas que buscaban un punto de agarre.

 

Reaccionaron al mismo tiempo. Edward cogió la muñeca izquierda de Alice y pocos segundos después Bella tenía aferrada también su mano derecha.

 

Alcanzó a ver, por encima del hombro de su amiga, la caída en picado hasta el suelo.

 

Oyó unos gemidos agudos procedentes de debajo del tejado, como si Jo estuviera demasiado asustada para llorar. Bella apenas podía sostener aquella mano resbaladiza de sangre. Mientras se esforzaba por no soltarla, Edward le ordenó:

 

—Coge la muñeca.

 

En cuanto le fue posible, Bella agarró el brazo de Jo, pero como ella misma estaba boca abajo en la empinada pendiente precisaba todas sus fuerzas para sostener a Jo sin precipitarse con ella. Jamás podrían levantarla a pulso. Edward hacía tanta fuerza que el rostro se le había puesto morado, pero en aquella posición incluso él experimentaba dificultades.

—Vale, probemos algo distinto. Suéltale el brazo —le dijo a Bella jadeando—. Voy a tratar de sentarme, a ver si así consigo más margen de maniobra para tirar de ella. Cógeme por la cintura y no me sueltes —la miró a los ojos y añadió—: No nos dejes caer, Bella.

 

Tan asustada que no podía ni hablar, Bella asintió con la cabeza para hacerle saber que había comprendido. Asiendo el brazo de Alice con desesperación, Edward cambió de posición con un gruñido de esfuerzo. En cuanto estuvo sentado, Bella soltó a su amiga y se colocó detrás de Edward a toda prisa con los talones firmemente plantados sobre las tejas. Tan pronto como sintió sus brazos en la cintura,

 

Edward gritó:

—A la de tres, estira hacia atrás con todas tus fuerzas. Un, dos…

 

Al llegar al tres, Bella clavó los talones y tiró. El torso de Alice asomó por la orilla del tejado.

 

Edward y Bella retrocedieron y…

—¡Otra vez! —ordenó él—. ¡Tira!

 

En cuanto Alice alcanzó el tejado, se precipitaron a cogerla para ponerla a salvo. Lágrimas de alivio inundaron los ojos de Bella. Jadeando por el esfuerzo, gateó hacia su amiga.

 

—¿Te encuentras bien?

 

Le tomó las manos para examinar las heridas. Al verlas, hizo un gesto de dolor.

—Oh, Alice —se lamentó.

 

Esta había perdido varias uñas de cuajo y tenía un corte profundo en la palma de la mano izquierda que sangraba profusamente.

 

—¿Bella? ¿Alice? ¿Estáis ahí arriba? —gritó Jasper desde abajo.

 

Edward y Bella intercambiaron una mirada, pero fue Alice quien respondió llorando:

 

—¡Jasper, ayúdame!

 

—¿Alice? —volvió a gritar él en tono aterrado.

 

Bella lo oyó trepar a toda prisa, al parecer siguiendo la misma ruta que había tomado Edward hacía un rato.

Al llegar al tejado los miró unos instantes de hito en hito antes de correr hacia Alice.

 

—Pero ¿qué diablos ha pasado? ¿Qué te has hecho en las manos?

 

Al no obtener respuesta se volvió hacia ellos.

—¿Edward?

 

La voz de este sonó apagada por tanta tensión liberada.

—Se ha caído del tejado. Creo que se ha hecho daño al agarrarse. Tenemos que llevarla a la enfermería.

 

—Jesús —Jasper rodeó a Alice con los brazos y la ayudó a levantarse, pero tuvo que sostenerla porque las piernas no la aguantaban en pie. Mirando a Edward por encima de Alice, articuló—: ¿Vodka?

 

Edward asintió. Aunque Jasper parecía triste, mantenía la calma.

—Ya te tengo, nena. Te voy a bajar de aquí. Edward, ¿me ayudas?

 

Este último se volvió hacia Bella para decirle:

—Quédate aquí, ¿vale? No te muevas. Volveré para enseñarte un camino seguro.

 

Incapaz de pronunciar palabra, Bella accedió con un movimiento de la cabeza antes de que Edward se reuniera con Jasper. Los oyó bajar a Alice por la cornisa y ayudarla a entrar por la ventana.

 

Mantuvieron una conversación en voz baja que no alcanzó a descifrar y luego oyó que Edward regresaba.

 

Sentada en el tejado, rodeándose el cuerpo con los brazos, Bella se mecía adelante y atrás contando cada movimiento.

 

(Ciento diecisiete, ciento dieciocho, ciento…)

 

—¿Te encuentras bien? 

 

Edward se acuclilló a su lado para mirarla a los ojos. Bella comprendió cuán preocupado estaba cuando lo vio enjugarse una lágrima con la punta de los dedos.

 

Se irguió y asintió.

—Entonces salgamos de este maldito tejado.

Tras ayudarla a ponerse en pie la guió más allá del lugar por donde ella había trepado hasta una zona donde la pendiente era menos escarpada. Desde allí le fue fácil dejarse caer a una sólida cornisa y caminar la corta distancia que la separaba del alféizar de su habitación.

 

Al cruzar al escritorio, se dio un fuerte golpe en la cabeza contra el marco de la ventana. Una vez dentro, se tambaleó por el cuarto con la cabeza entre las manos mientras él saltaba con agilidad por la ventana y la miraba sorprendido.

Pese a todo lo que acababan de experimentar, Bella advirtió que Edward se esforzaba por no sonreír.

 

—Bella, ¿qué te has hecho ahora?

 

Ella se señaló la cabeza.

—Ven aquí —tomándola de la mano, la atrajo hacia sí para echar un vistazo al chichón—. En serio, si sales viva de Cimmeria, no te va a quedar ni una neurona.

 

Le besó la herida con un beso tan sutil como un deseo.

—Ya está. Creo que con este tratamiento será suficiente.

 

Tal vez fuese coincidencia, pero Bella se sintió mejor.

—¿Cómo nos has encontrado? —le preguntó.             

 

—Kate me ha dicho que creía que estabais en apuros. He venido a buscaros. No estabais aquí pero he visto esto —señaló la nota del escritorio— y la ventana abierta, de modo que he sumado dos y dos.

 

—Gracias, Edward —le dijo en tono ferviente—. Creo que has salvado la vida de Alice.

 

—Preferiría que, sencillamente, no os hubierais metido en este lío —replicó él, pero sonrió de todos modos—. Venga, ¿vamos a buscar a Jasper y a Alice para asegurarnos de que están bien?

 

Mientras asentía, Bella advirtió sorprendida que sonreía también.

 

—Gracias.

 

—De nada —repuso él—. Ahora intenta no caerte en el pasillo.

 

Ella le dio un suave puñetazo en el brazo al mismo tiempo que abría la puerta, pero retrocedió dando un respingo.

 

Al otro lado, Tanya aguardaba con los brazos en jarras.

 

____

Hola chicas hermosas. He aqui un nuevo capitulo de NS!

Espero que lo esten disfrutando y bueno, supongo que ya leyeron este terrible accidente. Diganme que opinan. Edward es muy lindo ¿No es cierto? Creo que me enamore de el.

Bueno chicas, sigan leyendo, votando y comentando y claro tambien recomendando mi fic :)

Cuidense, bye.

Capítulo 17: Confianza Capítulo 19: Aclarando mal entendidos.

 
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