Mi corazón siempre sera tuyo (+18)

Autor: solcullen
Género: Romance
Fecha Creación: 11/08/2011
Fecha Actualización: 11/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 100
Comentarios: 536
Visitas: 374049
Capítulos: 32

Fic recomendado por LNM

 

La lluvia caía sin cesar, golpeaba fuertemente mi ventana, el viento azotaba fuertemente las copas de los árboles, ya sin hojas. Era invierno, un crudo y frío invierno, pero más frío se había vuelto su corazón... Y aquí estaba yo, perdida en mis pensamientos, como cada día preguntándome: ¿cómo un amor tan grande podía haber terminado en esto? Juntos, pero tan lejos a la vez... ¿Será que esta lucha constante terminará alguna vez? ¿Será que alguna vez el corazón de mi gran amor, Edward Cullen, Mi Edward, volverá a latir por mí otra vez?Mi nombre es Isabella Swan y esta es mi historia...

 

 

 

La historia es completamente salida de mi imaginación, los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

 

 

Este Fic. esta protegido por derechos de autor por Safe Creative. ¡NO APOYES EL PLAGIO!

 

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Las invito a pasar por mi nuevo Fic. "El Chico de Ipanema"

 

 

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Capítulo 5: Nuestra primera cita


Capitulo 5: Nuestra Primera Cita.

 

 

Bella’s Pov

 

 

Puse en marcha mi jeep con las manos temblorosas, la cabeza me daba vueltas, aun no podía creer lo que recién me había sucedido. Su aterciopelada voz aun resonaba en mi cabeza…

 

 

― ¿Bella Tienes Novio?...

― No.

― Ahora si…

 

 

Hasta había olvidado el camino de regreso casa.

 

 

Las chicas gritaban emocionadas, hacían mil preguntas a la vez… ¿donde lo conociste? ¿Quién era ese monumento de hombre? ¿Lo volverás a ver? ¿Besa bien? ¿Cómo huele? ¿Cómo baila?...

 

Y ni mencionar las cosas que me decían para describirlo, lo que darían por un segundo de estar con un hombre así y que les hiciera no sé qué cosa. Yo solo trataba de recordar de respirar.

 

No lo podía creer, supo quién era yo todo el tiempo…tu también me recordó mi ángel bueno. Pero lo que más impresionó es que recordara aquella lluviosa mañana en la cafetería “gatito enfurruñado” escuchaba una y otra vez su seductora voz en mi cabeza…

 

Pero ¿Por qué? ¿Cómo era posible? Yo era mucho menor que él en ese entonces como para que se fijara en mi, y yo bueno, quien no se fijaría en el. Todas estábamos enamoradas de él y sabíamos que Edward era imposible para nosotras, y ahora esto que me acababa de suceder, jamás, pero jamás en mil años lo hubiese creído o siquiera imaginado, si yo misma no lo hubiese vivido.

 

 

Pasamos de dejar a Lizzie y Annie. Ya sabía lo que me esperaba con Ángela de camino a casa. Maldije en momento en que decidió quedarse a dormir.

 

 

― ¡Suéltalo de una vez Bella! ¿En qué momento de la noche encontraste a ese endemoniadamente sexy y guapo hombre? porque te juro, que si yo lo hubiese visto primero no estaría contigo ahora, es más estaría con él pasando mi leng…

 

 

― ¡Angie! ― La corté ― termina por favor, no sé de qué me hablas si estaba junto a ti, cuando el apareció.

 

 

― ¡Entonces habla porque yo no vi nada! ― exigió.

 

 

―No hay nada que decir Angie, solo estaba bailando con ustedes, cuando se acercó a mi por detrás y me invitó a bailar, solo eso― contesté intentando quitarle importancia, aunque a quien quería engañar si mi corazón parecía que se iba a salir de mi pecho tan solo imaginarlo sonriéndome con esa sonrisa torcida que me robaba el aliento por segundos.

 

 

― Y por supuesto tú ni tonta, te desapareciste al instante. ― atacó otra vez, si no le decía algo no me dejaría en paz jamás.

 

 

― Las cosas no fueron así, yo solo…, yo solo…, no pude ver a nada más que a él― contesté avergonzada.

 

 

― Quien no ―contestó dándome la razón divertida.

 

 

De pronto gritó emocionada.

 

 

― ¡Bella! ¿Te das cuenta de que ahora tienes novio?

 

 

Cuando dijo eso, mi corazón latió desbocado amenazando con salirse en cualquier momento de mi pecho.

 

¡Aaaahhhhhh! ¡Maldición!, ¿pero qué diablos te pasa Bella? ¿Te das cuenta de que estas así, por Edward Cullen? ¿Qué acaso no sabes en el terreno donde te estás metiendo?

 

 

Sacudí mi cabeza, necesitaba aclarar mi mente, esto no me podía estar pasando a mí.

 

 

― Continuemos esta conversación cuando lleguemos a casa por favor― le supliqué.

 

 

Llegamos a mi casa la verdad no recuerdo ni como. Entramos sigilosamente y nos fuimos a mi cuarto. Cuando ya estábamos acostadas me decidí hablar ya no podía mas con esto necesitaba sacarlo fuera.

 

 

―Yo…yo, lo conozco― confesé suspirando.

 

 

― ¿Cómo? ― preguntó sorprendida sin entender― pero Bella si tú jamás me habías hablado de él.

 

 

―Es que no era necesario, jamás pensé que lo vería otra vez y ahora…ahora ya no sé qué hacer― estaba muy confundida.

 

 

Le conté a Angie de donde conocía a Edward, que nunca habíamos tenido mayor relación porque en ese entonces yo era muy menor para él, que en esa etapa de nuestra vida él era un chico engreído, petulante y de como hacía sufrir a las mujeres. De nuestro único encuentro en la cafetería y de como todas las chicas suspiraban por él, incluyéndome.

 

 

Pero lo peor de todo fue admitir, lo que había pasado hoy.

 

 

Le confesé a mi amiga todo lo que había sentido mientras Edward me abrazaba con sus protectores brazos. Como me robaba el aliento con una sola mirada y lo que más me costaba admitir en que tan solo en unos segundos se había robado mi alma y mi corazón. Porque era verdad, Edward seguía siendo un hombre bello, más bello aun si es que aquello era posible, pero esta vez ya no era el niño engreído del instituto, era un hombre enigmático, caballero, atento, divertido, tierno y soñador y precisamente todo eso era lo que me aterrorizaba. ¿Qué pasaría conmigo si todo no era nada más que una simple fachada? ¿Y si seguía siendo el mismo maldito de siempre? Sufrirás y mucho me recordó la voz de mi conciencia.

 

 

Angie me escuchó atentamente, lo que agradecí. Cuando estaba por contarle lo que conversamos en el club un mensaje llegó a mi celular, extrañada me levanté a buscarlo a mi cartera. Al ver de quién era y leer lo que decía juro que mi corazón se detuvo por segundos.

 

 

Encontrarte fue lo mejor que me ha pasado en la vida
Siempre tuyo
E.C

 

Fue tal la emoción que tuvimos que ahogar nuestros gritos en las almohadas.

 

Ahora sí que estaba perdida. Que había hecho ese hombre conmigo en un par de horas, no lo sé.

 

Quizás, tan solo quizás, esto que me estaba sucediendo no era un sueño ¿Será posible que un hombre como él, esté interesando en mi? Dale una oportunidad, te recordaba…habló nuevamente la voz de mi conciencia. Angie me sacó de mis confundidos pensamientos.

 

―Yo no sé, pero yo que tú me la jugaba por entero por Edward. Bella no tienes nada que perder, ya estas demasiado amargada y ni siquiera has conocido el amor, tu vida no es solo estudiar, ni lo que te impone Charlie. ¿Sabes? Tengo un buen presentimiento de esto, además el tiempo ha pasado y ahora solo me has hablado cosas buenas de Edward, las personas cambian, antes era un niño, ahora es un hombre. Amiga si te vieras la cara que tienes, te aseguro que Edward está loco por ti ¡imagínate! ― dijo ilusionada― decirte que ahora es tu novio, obviamente no es así, pero se la jugó bien ¿o no? Logró su objetivo moverte el piso y de qué manera y más ahora con el mensaje. Bella te mereces ser feliz, no pierdes nada con tratar, si se pone fresco o pesado demasiado pronto, lo mandas al demonio y listo ¿Qué más malo podría pasar?

 

― Creo que tienes razón Angie, no te imaginas las ganas de verlo otra vez de que me busque y me llame, pero las cosas no serán tan fáciles como imaginas.

 

― ¿Por qué? ― preguntó sin entender.

 

― Por Charlie. ―suspiré rendida pensando en mi padre― Verás Edward es pediatra, se acaba de titular en Dartmouth, pero él tiene un sueño y no es precisamente trabajar como tal, el quiere ser piloto de un avión de combate. ¿Has pensado lo que dirá Charlie? Que su “perfecta” hija tiene un novio sin la profesión correcta, solo un simple oficial de la marina, no me hará la vida ciertamente fácil si es que lo llega a aceptar. ¿Has pensado que si llega a cumplir su sueño? en el peor de los casos hasta tendríamos que vivir en ciudades distintas. No sé todo esto es muy difícil.

 

―Wow Bella ― dijo con humor quitándole el hierro al asunto ― entonces tendrás de novio a un verdadero Tom Cruise ¡que emocionante! ¿Hará cosas como las que muestran en Top Gun? ¡Te hará cosas como las que muestran en Top Gun! ― gritó pícara.

 

― No estoy para tus chistes, además no me gusta Tom Cruise es viejo y feo, por favor, ahora tengo sueño conversemos de esto mañana ¿sí?

 

―Ok, porque no he terminado contigo.

 

Esa noche tuve sueños de lo más agradables, donde por supuesto mi dios griego, era el protagonista. Que rabia sentí al despertar, aun quería más, más de esos besos, mas de esas caricias, estaba perdida debía reconocerlo ya era hora de que tomara una decisión. Aunque la verdad y para ser honesta no había nada que debiese decidir, ya no había nada que decidir, ni que pensar, ya no importaba nada. No me importaba si a Charlie no le gustaba y mucho menos si Edward estaba decidido a cumplir su sueño, si así el lo quería yo lo apoyaría si las cosas entre nosotros se daban. Por primera vez en la vida me permitiría vivir, solo esperaba que él quisiera lo mismo y por supuesto que me llamara.

 

Cuando despertó Angie hablamos de mi decisión. Se puso muy contenta por mí y me deseó suerte antes de irse a su casa.

 

Estaba sola. Renée había salido con mi tía Marie, como todos los sábados. Como lo agradecí, no tenía ganas de explicar porque no podía borrar esa sonrisa tonta de mi rostro.

 

Cuando ya casi llegaba lo hora de almuerzo, me dispuse a ir a la cocina para ver qué cosas ricas había cocinado la señora María cuando mi teléfono sonó, miré la pantalla, y mi corazón latió frenético al ver quién era, tuve que respirar varias veces antes de poder contestar.

 

― ¿Sí? ― dije apenas estaba muy nerviosa.

 

― Hola Bella― Edward me saludó con esa seductora voz que me atontaba por segundos y derretía por completa.

 

― ¿Ed… Edward? ― fantástico ahora era tartamuda.

 

― Si, ¿Cómo amaneciste preciosa? ― ¿Preciosa? ¡Dios mi corazón se saldría de mi pecho! ―bien gracias por preguntar ¿y tú?

 

― Mejor que bien ha sido una mañana excelente― que feliz estaba ¿Por qué sería? ― ¿Bella te gustaría ir a cenar conmigo hoy?

 

― ¿Hoy? ― pregunté sorprendida, pero no sonó como quería. ¡Contesta tonta! ¡Di que si!

 

― Si, hoy ¿Por qué? ¿Tienes algún problema?

 

― ¡No! ¡No! Lo siento es que me pillaste desprevenida ― me disculpé rápidamente de mi estupidez― me encantaría.

 

― Bien paso por ti a las ocho.

 

―Ok, nos vemos Edward, adiós― me despedí suspirando como una idiota.

 

―Adiós princesa.

 

Grité como una loca al escuchar sus palabras, ya no daba más de felicidad, no lo podía creer, me había llamado tan pronto.

 

¡Un momento! No le di mi dirección. Antes de que me llamara de nuevo y se diera cuenta que estaba idiotizada, rápidamente le mandé un mensaje con mi dirección, mensaje que por supuesto no tardó en contestar.

 

Cuento las horas para verte
Edward

 

¡Ay Dios! no había conocido a nadie más atento y tierno. Soñando despierta estaba cuando me di cuenta de que necesitaba ayuda.

 

― ¡Angie! ― grité por el teléfono― ¡te necesito aquí ahora!

 

― ¡Por Dios Bella! ¿Qué paso?

 

―Nada Angie ― la tranquilicé― solo que Edward me llamó y saldremos a cenar hoy, necesito que me ayudes a arreglarme.

 

― ¡Sí! ― exclamó tan feliz como si la hubiese invitado a ella― te lo dije está loco por ti, inmediatamente me voy para allá.

 

―Te espero.

 

Estuve como león enjaulado hasta que llegó Ángela. Creo que todo mi closet terminó encima de mi cama, no podía decidir que ponerme. Al final nos decidimos por un vestido tipo jumper muy bonito azul, con un corte debajo del busto y llegaba un poco más arriba de las rodillas con zapatos de tacón a juego muy altos.

 

Mi querida amiga me ayudó a dejar mi pelo perfectamente ondulado y me maquillé suavemente como siempre solía hacerlo. Diez minutos para las ocho estaba perfectamente arreglada esperando a Edward. Angie se había ido hace unos momentos, no sin antes darme un cálido abrazo y dejarme buenos deseos.

 

A las ocho en punto sonó el timbre. Nerviosa e intentando no caerme con aquellos tacos suicidas me apresuré en ir abrir la puerta. El aire se atascó en mi garganta al ver la irreal imagen.

 

En la puerta de mi casa estaba Edward mirándome, como un perfecto Dios helénico. Vestía una camisa celeste, abierta en sus primeros botones dejando ver parte de escultural y bien tonificado pecho y unos pantalones de vestir negros ¿Existiría en este mundo un ser más perfecto? Sus ojos brillaban como dos esmeraldas, traía un hermoso ramo de rosas rojas en sus grandes y níveas manos. Me sonrió con esa sonrisa torcida que detenía mi corazón por segundos y me entregó las rosas.

 

― Hola― saludé tímida.

 

― Hola, estas hermosa, son para ti.

 

― Gracias― bajé mi mirada sonrojándome furiosamente.

 

Sin pensar tomé las rosas y las llevé a mi nariz. Su aroma era exquisito embriagador, eran preciosas, pero aun más porque eran las primeras rosas que me regalaban.

 

―Son preciosas.

 

―No más que tu― dijo dándome una dulce mirada.

 

― Pasa un momento Edward mientras le pido a la señora María que las ponga en un florero y las lleve a mi cuarto.

 

Fui rápidamente a la cocina para pedirle a la señora María que llevara las flores a mi cuarto, ella me miró muy sonriente y asintió mientras murmuraba algo para sí misma muy entretenida.

 

Volví en busca de Edward. Ahí estaba él esperándome, pasándose las manos por su alborotado cabello de una manera endemoniadamente sexy. Parecía un modelo de revista.

 

― ¿Lista? ― preguntó sonriendo ofreciéndome su mano.

 

―Lista.

 

Tomados de la mano salimos de mi casa. Abrió la puerta del auto para mí como un perfecto caballero, me puso el cinturón de seguridad y creo que me morí ahí mismo cuando su aliento roso mi cuello peligrosamente cerca. Luego con pasos elegantes y felinos se sentó a mi lado y nos encaminamos a nuestra cita.

 

Manejaba como un loco, un contraste bastante divertido en comparación con la música que escuchábamos en el auto, pero curiosamente no sentí miedo, algo me decía que con Edward siempre estaría segura. Me miró como pidiendo disculpas por la música y dijo:

 

― Si no te gusta la puedes cambiar, eres la única autorizada a hacerlo― me guiñó un ojo coqueto y yo nuevamente casi me derrito con ese simple gesto.

 

― Esta bien no me molesta, es más, la música clásica es una de mis favoritas― contesté sonriendo.

 

― ¡Qué bien! Me has tranquilizado, ahora me imagino que te gustará mi sorpresa.

 

― ¿Sorpresa? ―pregunté sorprendida con los ojos como platos.

 

―Sí, pero no te diré nada, espera y ya verás.

 

La verdad nunca me habían gustado mucho las sorpresas, pero viniendo de él, creo que sería capaz hasta de caminar en una cama de clavos si me lo pidiera.

 

― Ok― acepté rendida se notaba que no me diría absolutamente nada― ¿Dónde vamos? ― pregunté curiosa.

 

―Ya verás no falta mucho para llegar― sonrió misterioso.

 

Y al ver esa hermosa sonrisa se me olvidó el mundo. No era capaz de percatarme porque calle íbamos, solo lo veía a él, enamorándome cada vez más de sus gestos, de todos sus movimientos, su ceño concentrado al manejar que lo hacía verse más hermoso si es que se podía. De pronto el auto se detuvo.

 

Se bajó para abrir mi puerta, me ayudó a bajar tomándome de la mano y luego le entregó las llaves a un valet parking.

 

Cuando me di cuenta donde estábamos no lo podía creer, todas las chicas soñaban con que sus novios las trajeran aquí, y yo como la ganadora el premio mayor y por pura suerte, además estaba aquí con la mismísima estatua de Adonis andante.

 

Estábamos en el Auhourd en el restaurante más romántico y caro pensé de todo Boston.

 

Posó suavemente su mano en mi cintura y nuevamente aquella corriente eléctrica se hizo presente recorriéndome de los pies a la cabeza. Cuando entramos habló con el maître.

 

― Buenas noches tenemos una reserva a nombre de Edward Cullen.

 

― Oh, sí Monsieur Cullen, acompáñenme.

 

El lugar era hermoso. Estaba perfectamente decorado con mesas solo para dos, las cuales estaban adornadas por un delicado centro de mesa de orquídeas blancas con una vela prendida en su centro, la luz tenue, la música suave. El maître nos condujo hasta un apartado, estaba sin palabras, solo estaríamos nosotros dos. El lugar tenía unos enormes ventanales que entregaban una hermosa vista de los jardines de Public Garden.

 

―Edward esto es hermoso, gracias― le agradecí emocionada sinceramente.

 

― No hay nada que agradecer pequeña― contestó con su aterciopelada voz acariciándome una de mis mejillas. Yo solo pude cerrar mis ojos para disfrutar de tan maravilloso contacto.

 

Llegó al camarero a tomar nuestra orden.

 

―Bella ¿qué vas a pedir?

 

―Mmm― contesté observando la elegante carta unos segundos― creo que ravioles de langostinos.

 

― ¡Perfecto! Quiero lo mismo― nos miramos a los ojos sonriéndonos por la coincidencia― tráiganos también su mejor botella de carmenére*.

 

¡Dios! ¿Todo lo haría en grande? De solo pensarlo comenzaba a sentirme acalorada.

 

― Bella no sabes lo feliz que me haces que hayas aceptado mi invitación. Desde ayer, desde el momento en que te vi, no he podido dejar de pensar en ti― confesó mirándome con aquella penetrante mirada que estremecía mi alma.

 

―Edward yo…― intenté contestar, pero no me dejó.

 

―Shhhh―puso un dedo en mis labios― quiero explicarte por favor.

 

Inspiró profundamente y continuó.

 

― No quiero que pienses que te he engañado. Es cierto que ayer cuando te vi te reconocí en el primer instante y al verte no lo pude resistir. Hace tantos años que había dejando de ver tu hermoso rostro― sus ojos brillaron deslumbrantes― Cuando estábamos en el instituto yo era un poco grande para ti dado la diferencia de edad que tenemos, pero siempre me gustaste, eras una niña adorable, diferente a las demás siempre acompañada de tus infaltables libros de Jane Austen, eras como un gatito enfurruñado como te dije aquella vez en la cafetería.― sonrió melancólico― Yo sé que no gozaba de buena reputación en ese entonces, pero ninguna de esas mujeres provocó los sentimientos puros y verdaderos que tuve y tengo por ti. Ayer cuando nos encontramos, ellos volvieron a despertar en mí, de donde los dejé guardados cuando te fuiste de mi vida y no te volví a ver nunca más. Es más, ayer pude confirmar que me gustas ahora aun más, con lo poco que he podido conocerte, quiero saberlo todo, todo de ti, y quiero estar contigo si es que así tu lo quieres.

 

― Edward yo… no sé qué decir…― me había dejado sin palabras, no daba crédito a lo que mis oídos escuchaban, si es que aun me parecía un sueño estar aquí sentada… le gustaba…quería estar conmigo…me había ido al cielo en un segundo ya ni siquiera era capaz de controlar mis sentidos, solo podía escuchar los fuertes latidos de mi corazón tronando enloquecidos en mis oídos.

 

― No digas nada, solo el hecho que estés aquí junto a mí, me es más que suficiente.

 

Llegó el camarero con nuestra comida interrumpiendo nuestra conversación.

 

Cenamos entre sonrisas coquetas y miradas cómplices. Pero había algo que me había preguntado todo el día.

 

― ¿Edward?

 

― ¿Si, mi gatito? ― ¿gatito? ¡Ay Dios! Que tierno.

 

― Puedo preguntar porque hoy fue una mañana excelente ― la curiosidad me había matado todo el día.

 

― Sí, por supuesto. Ha sido excelente porque el fin mi padre a accedido a apoyarme con mi decisión de convertirme en piloto de combate y eso era lo único que faltaba para que todo fuera realmente perfecto.

 

― ¿Lo que faltaba? ― pregunté sin entender.

 

― Sí lo que faltaba, porque al fin te encontré a ti― confesó sonriéndome dulcemente y yo aun continuaba sin poder creer que todas aquellas palabras iban dirigidas para mí.

 

De pronto me di cuenta de la dura realidad de sus palabras y aquello me entristeció. Que su padre lo haya apoyado, significaba que quizás pronto se iría. Mi corazón se encogía de tan solo pensarlo.

 

― Y ¿piensas irte pronto? ― pregunté con un miedo irracional alojándose en mi corazón.

 

― No lo tengo muy claro aun, quizás en un mes.

 

― ¿Entonces te irás? ― dije con clara tristeza en mi voz.

 

― Óyeme bien. ― sentenció con convicción― Nunca, nunca me iré, si tú no lo quieres, así sea donde quiera que esté, siempre estaré contigo. Ahora que te he encontrado no te desharás de mi tan fácilmente.

 

― Eso espero― susurré y sonreí con tristeza.

 

― ¿Y tu pequeña? ¿Cuándo comienzas tus clases?

 

― En dos semanas mas― dije con desagrado. Era en lo menos que me interesaba pensar.

 

― ¿Y ya tienes tus clases y tus horarios? ― preguntó interesado.

 

― No, los tengo que ir a buscar la próxima semana.

 

― Te gustará la universidad, ya lo verás.

 

― Eso lo dice quien amaba Darmouth ― contesté sarcásticamente riendo a carcajadas.

 

― ¡Oye! ― rió conmigo divertido.

 

Llegó el camarero a retirar los platos y a tomar la orden del postre. Esta vez Edward eligió por los dos.

 

― ¿Quieres compartir el postre conmigo?

 

― Me encantaría ―contesté sonrojándome nuevamente con su penetrante mirada.

 

― Tráiganos tarta de chocolate, con compota de frambuesa y helado de vainilla con dos cucharas por favor.

 

Comimos el postre como dos enamorados, él me daba y yo le daba. En ocasiones nuestras manos se rozaban y nuestras miradas se conectaban y así nos perdíamos en nuestro propio mundo durante un rato, donde no cabía nadie más que Edward y yo, hasta que llegó la hora de irnos.

 

― ¿Bella quieres dar un paseo conmigo por el parque?

 

― Sí ― contesté tímida.

 

Me tomó de la mano a la cual le dio un dulce beso en su dorso y salimos del restaurante hacia Public Garden.

 

Era una noche cálida, millones de estrellas la iluminaban dándole la bienvenida a nuestra romántica velada. Después de caminar un rato en un cómodo silencio, nos dirigimos a un hermoso jardín adornado con tulipanes de todos los colores y en medio de todo esto un precioso gazebo, iluminado con miles de lucecitas, como las de navidad.

 

Me invitó a sentarme junto a él y rodeó mi cintura con sus protectores y fuertes brazos atrayéndome hacia él. Apoyé mi cabeza en su pecho descubriendo que era mi lugar preferido en el mundo, protegida entre los brazos de Edward escuchando los acompasados y tranquilizadores latidos de su corazón. Estábamos en nuestra perfecta burbuja cuando la música de un hermoso piano se hizo presente sorprendiéndome. No pude identificar de donde provenía y ni siquiera me importaba, solo era consciente de los perfectos compases de “claro de luna” que convertían nuestra primera cita en un verdadero sueño.

 

Miré a Edward y él sonreía mirándome expectante. No pude más con la emoción que me embargaba y las lágrimas traicioneras no tardaron en rodar por mis mejillas. Lágrimas que Edward secó tiernamente con sus labios con absoluta devoción. ¡Dios sus maravillosos labios eran tan cálidos, tan suaves!

 

― No llores princesa se supone que la sorpresa era para que te pusieras feliz, no triste ―intentaba calmarme dulcemente.

 

― No estoy triste Edward, solo emocionada. Esto es lo más lindo que han hecho por mí en mi vida ― me sonrió con esa sonrisa sexy que detenía mi corazón por segundos y besó mi frente.

 

La música siguió sonando haciendo mágico el ambiente, cuando de pronto nuestras miradas se conectaron. Comenzó a acercarse lentamente hacía mi, su respiración era agitada al igual que la mía… ¡Bésame, sí bésame por favor!

 

Edward miró mis labios, como pidiendo permiso, para volver a mirar mis ojos esperando mi confirmación. Terminó de acortar la distancia que nos separaba, tomó mi rostro con ambas manos como si el más delicado cristal se tratara y juntó nuestros labios.

 

Sus labios acariciaron los míos de manera tierna, delicada, la sensación era indescriptible, maravillosa. Llevé mis manos a su nuca y enredé mis dedos en su suave cabello, el beso se fue intensificando poco a poco hasta que su lengua rozó con la mía, comenzando así una suave y apasionada danza.

 

Me besó con ternura, con sentimiento, con pasión. Sentía que la cabeza me daba vueltas, al deleitarme con su adictivo sabor, me comenzaba a faltar el aire… ¡Qué manera de besar! ¡Respira Bella! ¡Respira!

 

Lentamente y muy a mi pesar terminó el beso, respirando agitado sobre mis labios. Me dio un casto beso y juntó nuestras frentes. Sus ojos estaban oscurecidos de pasión mientras Nocturno de Chopin comenzaba a inundar el ambiente.

 

Me miró con incertidumbre, queriendo descifrar en mi mirada si había hecho lo correcto. Yo solo le regalé una resplandeciente sonrisa, para luego pasar mis brazos por su cintura para darle un cálido y apretado abrazo y susurrar un “gracias”.

 

― ¿Por qué? ― preguntó sin entender.

 

― Por esta maravillosa noche.

 

Me dio un casto beso y me regaló su sonrisa torcida mi preferida ¡Diablos que hombre más sexy! ¡Recuerda respirar Bella! Acarició mi pelo y besó mi frente.

 

― Mi gatito enfurruñado, maravilloso ha sido que estés hoy aquí conmigo.

 

Estuvimos un rato mas así abrazados hasta que preguntó algo que jamás me habría imaginado.

 

―Bella, ¿Te gustaría mañana ir a conocer a mi familia?

 

― ¿A tu familia? ― pregunté anonadada.

 

― Sí, Esme muere por conocerte y mi padre te ha invitado a almorzar.

 

Tenía vagos recuerdos de su familia. Recordaba que su hermano era enorme parecía un jugador de fútbol americano y su padre, él por supuesto también era la viva imagen de Adonis, a alguien tenía que salir Edward y de su mamá solo recordaba su cálida sonrisa. ¿Será posible que les haya hablado mi tan pronto?

 

―No sé Edward, me da un poco de vergüenza, creo que es demasiado pronto quizás no les agrade. Tu sabes, tu ya te has graduado y yo ni siquiera he comenzado la universidad y quizás…

 

―Shhhh― me calló con un casto beso― ¡Tonterías! Ellos te amaran al igual que yo ― ¿Amaran? Estoy en el cielo por favor no quiero caer de mi nube…

 

―Pero…―intenté rebatir.

 

―Pero nada, ellos están felices de conocerte. Esme ya no puede más de felicidad―me comentó como si ellos estuvieran esperando conocerme con ansias.

 

―Ok iré― acepté rendida, se notaba que no aceptaría negativas y la verdad cualquier instancia que me sirviera para estar con él me servía― ¿A qué hora tengo que estar allá? Porque primero necesito comprar un regalo para tu mamá.

 

―No es necesario Bella solo basta con que vayas.

 

―Sí, sí lo es― contesté cruzándome de brazos y frunciendo el ceño.

 

―No, no lo es, no seas cabezota― insistió.

 

―Lo es y punto― dije firme lo que provocó que Edward riera a carcajadas.

 

― ¡Sacó las garras mi gatito enfurruñado! ― dijo divertido ¡como le divertía verme así!

 

Pasó un dedo por entre medio de mis cejas para relajar mis facciones y me besó. El beso fue un poco más intenso que el anterior, más demandante, yo solo quería que jamás acabara. Sus manos acariciaron mi espalda lentamente, deseosas, como si quisieran dejar grabadas sus huellas en mi piel, me apretaban contra aquel escultural cuerpo que invitaba a pecar, podía sentir todos los músculos de su escultural pecho ¡Si sigue así me voy a derretir aquí mismo, Edward me matara de combustión espontanea!

 

Cuando terminó el beso yo parecía gelatina en sus brazos, y el sonreía muy pagado de sí mismo―engreído ―pensé.

 

―Vamos que se hace tarde, no quiero que tus padres piensen que soy un mal educado.

 

Yo por supuesto no mencioné ninguna palabra de ellos, ni siquiera sabían que estaba aquí, siempre estaban más preocupados de sus negocios o de viaje y solo me recordaban para exigirme que fuera perfecta. Cuando no estaba sola siempre sola.

 

Caminamos abrazados hasta donde estaba el valet parking quien se apresuró a traer el Volvo de Edward. Nos subimos al auto y manejó en dirección a mi casa.

 

Cuando llegamos una sensación de vacío hizo que mi estómago diera un vuelco. No quería que se fuera, no quería que la noche terminara jamás.

 

―Mañana te paso a buscar al medio día para acompañarte a comprar el regalo para mamá.

 

―Puedo ir sola―contesté tontamente pero no quería molestar.

 

―No, no puedes. Quiero acompañarte.

 

―Ok, veo que discutir contigo es casi imposible― dije riéndome y rodando los ojos. Y me decía a mi cabezota

 

Edward me acompañó hasta la puerta de mi casa.

 

―Buenas noches princesa, sueña conmigo ― susurró seductoramente haciéndome estremecer con su penetrante mirada color esmeralda.

 

―Siempre―contesté como una tonta enamorada.

 

Me dio un tierno y dulce beso de despedida, esperó a que entrara y se fue.

 

Yo no pude más que correr a mi cuarto y me lancé a mi cama con los brazos abiertos. Mirando el dosel de mi cama con una sonrisa imborrable en mis labios, aquella que desde esta noche supe tendría estampada para toda la vida, pensando en esta noche, pensando en Edward, en “mi” Edward me dormí.

 

 


 

Chicas gracias por su apoyo, es primera vez que escribo, algo en mi vida y me hace feliz que les guste.

Les dedico este capitulo a ustedes.

 

Besos, desde Los Ángeles, Chile

SOL

 

Fabebook:Sol Cullen

 

*Carmenere: es una cepa de vino tinto, ideal para pastas.

 

 

 

 

 

 

Capítulo 4: No lo puedo creer, la encontré Capítulo 6: Los Cullen

 


 


 
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