Mi corazón siempre sera tuyo (+18)

Autor: solcullen
Género: Romance
Fecha Creación: 11/08/2011
Fecha Actualización: 11/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 100
Comentarios: 536
Visitas: 365426
Capítulos: 32

Fic recomendado por LNM

 

La lluvia caía sin cesar, golpeaba fuertemente mi ventana, el viento azotaba fuertemente las copas de los árboles, ya sin hojas. Era invierno, un crudo y frío invierno, pero más frío se había vuelto su corazón... Y aquí estaba yo, perdida en mis pensamientos, como cada día preguntándome: ¿cómo un amor tan grande podía haber terminado en esto? Juntos, pero tan lejos a la vez... ¿Será que esta lucha constante terminará alguna vez? ¿Será que alguna vez el corazón de mi gran amor, Edward Cullen, Mi Edward, volverá a latir por mí otra vez?Mi nombre es Isabella Swan y esta es mi historia...

 

 

 

La historia es completamente salida de mi imaginación, los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

 

 

Este Fic. esta protegido por derechos de autor por Safe Creative. ¡NO APOYES EL PLAGIO!

 

NO DOY AUTORIZACIONES, PARA SU PUBLICACIÓN, EN NINGUNA PÁGINA DE FACEBOOK, BLOGS O SIMILARES. LAS ÚNICAS PÁGINAS AUTORIZADAS, SON: LUNANUEVAMEYER Y FANFICTION.NET. GRACIAS POR LA COMPRESIÓN.

 

Las invito a pasar por mi nuevo Fic. "El Chico de Ipanema"

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 19: Corazón de Hielo

Bella

 

Desde que se fue Edward a Florida, quisiera decir que mi vida aun era la misma, que mi mundo aun era perfecto, pero lamentablemente ya no era así.

 

Me encontraba sentada en el sillón de mi pieza junto a la ventana observando los autos pasar,  los niños andar en bicicleta, jugar, me daba la impresión que para todos ellos avanzaba el tiempo, menos para mí.

 

La avanzaba primavera brillaba en todo su esplendor, los árboles estaban colmados de pequeñas flores de todos colores y repletos de  verdes hojas de todas las tonalidades y formas, los cuales cobijaban en su sombra a apasionadas parejas de furtivos enamorados… hermoso mes para enamorarse… susurré y suspiré tristemente, todo vuelve a nacer en primavera sin embargo yo sentía que nuestro amor moría día a día.

 

 

Ni siquiera sé cuando comenzó todo, solo tenía la certeza de que las cosas ya no eran como antes.

 

Una nueva y absurda pelea martillaba aún en mi cabeza como recordatorio que nuestro amor se derrumbaba como un castillo de naipes.

 

Sequé las lágrimas que bañaban mi rostro intentando así borrar cualquier rastro de dolor visible a los demás aunque mi corazón por dentro no dejara de sangrar. Edward estaba irreconocible nuevamente me había gritado como una animal reprochándome que no lo dejaba en paz. Debía reconocer que quizás lo había provocado un poco, nuestro amor era en sí, posesivo y la lejanía provocó que ambos nos volviéramos aun más.

Celos absurdos se presentaban para arruinar cualquier conversación, justo como ahora, y por su puesto Edward nuevamente había vuelto a explotar.

 

 

Eché mi cabeza hacia atrás y cerré mis ojos intentando empaparme de las suaves y delicadas interpretada por las prodigiosas manos de mi Edward, aquellas notas que con cada cadencia demostraban la intensidad de sus sentimientos, cuanto me amaba, el que interpretaba esa perfecta y embriagante melodía sí era mi Edward. Perdida entre corcheas y fugas mi mente viajó dos meses y medio atrás.

 

Nuestra segunda separación fue aun más dolorosa que la anterior, ese día algo se quebró en mi interior. Un aviso de que algo saldría mal, que nunca jamás debiese haber permitido que las cosas llegaran hasta donde están, que debiese haber retenido a Edward junto a mí, pero como la imbécil que soy lo deje ir, aun viendo como me rogaba con la mirada que le pidiera que se quedara, pero no pude hacerlo por más que lo deseaba con mi propia vida, quería que Edward fuera feliz…¿y si su felicidad era quedarse junto a ti?¿No se te ocurrió pensar eso tan solo un segundo?…se fue porque tú lo echaste, tú se lo pediste, tú te provocaste todo lo que te está sucediendo, ahora no te quejes…me recordó nuevamente aquella maldita voz.

 

Recuerdo que me quedé devastada en aquel malecón mirando cómo se alejaba mi razón de existir, como si por más que lo mirara lo mantendría por solo unos segundos más junto a mí.

 

A veces creo que aun puedo sentir el cálido abrazo que dio Emmett para que no me derrumbara en el lugar, como acarició mi pelo y besó mi frente de igual forma que Edward, prometiéndome que él me iba cuidar mientras su hermano estuviese lejos.

 

 

Emmett…sonreí son poder evitarlo. Desde ese día Emmett se convirtió en mi ángel guardián. Si la vez anterior se había preocupado mucho por mí, en esta ocasión sus atenciones rayaban en lo excesivo, cosa que le agradecía con el alma ya que con su infaltable buen humor lograba sacarme más que varias sonrisas varias veces al día.

 

Los recuerdos llegaban a mi mente como un gran manchón.

 

Con aquel cariñoso abrazo que me dio Emmett algo pude reaccionar mientas me ayudaba a caminar hasta el Volvo de mi Edward. Estaba realmente ida, mi corazón y mi mente estaban junto a mí amor en aquel portaaviones llevándose mi destino surcando el impasible mar.

 

Me subí en el asiento de atrás como una autómata sin poder percatarme de nada más, lo único que recuerdo bien de ese instante fueron las alentadoras  palabras de mi hermano oso:

 

-Tranquila Bellita- dijo cariñosamente acariciando mi cabeza- estarás bien ya lo verás.

 

Y no deseaba nada más en estos instantes que sus palabras se volvieran realidad.

 

Cuando Emmett comenzó a manejar de regreso a Boston, cerré mis ojos y apoyé mi cabeza en el frío cristal, mientras nuevas lágrimas silenciosas caían lentamente por mis mejillas, hasta que caí rendida de dolor y soledad.

 

Cuando desperté reconocí inmediatamente la suave textura de las sábanas y aquel perfecto y masculino aroma que emanaba de la almohada que abrazaba, me encontraba en nuestro departamento.

 

Abrí lentamente mis ojos para no encontrarme con mi dura realidad de golpe “ahora sí que estaba completamente sola”, pero una vez abiertos me encontré con la más divertida y tierna imagen con la que alguien puede despertar.

 

Mi corazón se hinchó de felicidad al ver a Jasper, Alice, Rose y Emmett todos acostados junto a mí en nuestra gran cama y una de la más dichosa de las verdades se presentó frente a mis ojos.

 

Junto a Edward había obtenido todo o mucho más de lo que una persona pudiese desear, un amor profundo e incondicional y unos amigos que más que amigos eran mis hermanos leales y cariñosos a prueba de todo con los que siempre podría contar.

 

Por lo que en ese mismo instante al verlos dormir junto a mí, prometí que aunque Edward estuviese lejos, no era el fin del mundo, ya llegaría nuevamente el momento en que estuviésemos juntos para siempre, no tenía ningún motivo para no ser feliz. Es más tenía infinitos motivos para mi sonrisa jamás se borrara de mi cara, y el principal de todos aquellos era mi Edward.

 

Y así comenzaron los preparativos de nuestra boda entre cartas de amor y rosas rojas, mientras pasaban lenta y tortuosamente  los días.

 

Todos los fines de semana, esperaba ilusionada a Edward, mi corazón latía como un loco de solo imaginármelo, esperándome en la entrada de mi casa con aquella sonrisa arrebatadora mostrando todos su blancos y relucientes dientes. Pero ese día el primer mes jamás llegó.

 

Lo único que aplacaba en parte el dolor de su ausencia eran las románticas cartas de amor que me empezó a escribir nuevamente Edward al ver que no le permitían viajar, todas ellas acompañadas de los más hermosos ramos de rosas.

 

Se veía tan mortificado por esta situación todas las noches  cuando conversábamos por skype mientras yo trataba de consolarlo diciéndole que el tiempo pasaría rápido, cosa que ni yo me creía.  

 

Pero las cartas y las rosas fueron espaciando al igual que sus palabras que con cada carta se iban volviendo cada vez más frías y vacías.  

 

Con los preparativos de la boda fue lo mismo, al principio Edward ayudó en todo lo que pudo con la lista de invitados en decidir en qué iglesia nos casaríamos y el lugar de la fiesta, pero luego con el pasar de los días, se veía abatido intentando estudiar y responderme a mí como me lo había prometido, así que cada día que pasaba se involucraba menos y eso solo conseguía que nos alejáramos mas, a pesar de que lo intentábamos nuestro perfecto mundo ya no era igual.

 

Al fin había culminado mi primer año de universidad y lo había aprobado satisfactoriamente. Me sentí muy feliz al saber que no volvería a tener en mis manos esos espantosos libros de economía, por fin podría cumplir mi sueño de estudiar música.

 

Mis papeles ya habían sido enviados desde Harvard hasta la universidad de West Florida, los cuales gratamente sorprendidos por aquel “incompresible” cambio fijaron una fecha para mí entrevista con el decano de la escuela de música, fecha que me dio una genial idea, ya que era muy cerca del cumpleaños de Edward.

 

Lo único que extrañaría de Harvard  era a Alice y a Thomas. Me daba mucha nostalgia, dejarlos, pero a la vez estaba sentía muy feliz de no dejar a mi querida  Alice sola estudiando aquella espantosa carrera. Días después que se fue Edward y viendo que evidentemente al terminar el semestre, no volvería, busqué la forma de que Thomas, Alice y yo nos volviéramos inseparables.

 

Le conté una mentira piadosa a Alice, que como nunca, me salió de lo más convincente. Le dije que un día que ella no había asistido a la universidad por  estar preocupada consiguiendo la tela de mi vestido de novia había descubierto a Thomas siguiéndome, que lo había encarado y que no le había quedado otra que contarme la verdad, por lo que una vez salida de su estado de asombro de que Thomas era mi guardaespaldas y expuestos los hechos, no me parecía justo que siempre anduviese escondido si ya sabía quién era y además era nuestro compañero a lo cual ella accedió inmediatamente. Así que estaba hecho, mi querido duende no quedaría sola ahora tendría un buen amigo y compañero con quien estudiar.

 

El teléfono me sacó de mis tristes y poco alentadores pensamientos, nuevamente era Edward, pero no le pensaba contestar, me había llamado insistentemente en el trascurso de esta última hora. Me dolía no hablar con él, pero se lo merecía, realmente  por primera vez no tenía ganas de hablar con ese Edward lunático, huraño y frío como un verdadero témpano de hielo.

 

 

Hoy era el cumpleaños número veinticuatro de mi Edward   y llevábamos dos días sin hablar. Me había costado una infinidad castigarlo de esa forma después de cómo me había tratado por teléfono y ya era momento de que las cosas volvieran a su lugar, por lo que viajaría de todas maneras a verlo de sorpresa como había planeado desde que me dieron cita con el decano de la facultad de música en la universidad en Florida.

 

Ya me imaginaba el ataque de ansiedad que debía estar teniendo al no contestarle el teléfono, tenía unas cincuenta llamadas perdidas  de él, solo esta mañana me había llamado unas diez veces otra vez.

 

Tampoco  había llamado a nadie para preguntarle por mí en estos dos días, seguramente pensando que se llevaría otro regaño de Emmett o Alice que se empeñaban todo el tiempo en averiguar qué es lo que le sucedía así que la ansiedad lo debía de estar consumiendo, así como a mí me consumía un día sentirme amada y otro no.

 

Mi maleta ya estaba lista, solo faltaba que Emmett y Rosalie, me pasaran a buscar ya que Alice y Jasper habían viajado a Francia de vacaciones a penas terminó el semestre en la universidad.

 

Llamé a Riley para avisarle que ya estaba todo listo y que tomaba el avión de las 9:45 de la mañana.

 

-¡Hola Bellita!

 

-¡Hola Riley! ¿Cómo estás?

 

-Bien ¿y tú? ¿Lista para tomar el avión?

 

-Sí, Emmett ya debe estar por llegar por mí, el vuelo  demora cinco horas así que estaré allá como a las tres de la tarde hora de Pensacola.

 

-¿Quieres que vaya por ti al aeropuerto?

 

-No, Gracias, ya te dije que quiero que sea una sorpresa.

 

-¡Y qué sorpresa le darás! Exclamó divertido- ya he estado tentando en decirle varias veces, lo vieras parece alma en pena y el que genio que trae, no se le puede ni hablar- y se echo a reír con ganas.

 

Era increíble como Riley se tomaba el mal genio de Edward con humor, realmente era un gran amigo.

 

-¿Entonces crees que todo irá bien?- pregunté con miedo, no tenía dudas sobre mi viaje sino con lo que me podía encontrar.

 

-Mas que bien, tú tranquila Bells.

 

-Ok, muchas gracias Riley, nos vemos en la tarde que escucho que tocan en timbre, debe ser Emmett.

 

-Nos vemos, que tengas buen viaje y mándale saludos a Emmett y  a Rose.

 

-Se los daré, adiós.

 

-Adiós.

 

No alcancé a cortar la llamada cuando ya tenía  a Emmett dentro de mi cuarto, siempre sonriente mostrando sus adorables hoyuelos.

 

-¡Bellita! ¿Lista para ir a ver a tu adorable ogro?- preguntó divertido.

 

-Emmett, no le digas así a Edward- le reproché.

 

-¡Que! ¡Si lo es!- siguió, por lo que no pude más que rodar mis ojos y cambiar la conversación

 

-Estoy lista, ¿Vamos?

 

-Sí, mejor vamos que Rose nos espera en el Jeep- y salimos en dirección al aeropuerto

 

Cuando llegamos Emmett y Rose me acompañaron a  chequear mi ticket y a dejar mi maleta. Cuando casi llegábamos a la puerta de embarque sentí el llamado para mi vuelo.

 

“Pasajeros del vuelo tres dos cuatro de American Airlines con destino a la cuidad de Pensacola, tengan la amabilidad de abordar por la puerta número siete”

 

-Pásalo bien hermanita y cualquier cosa que pase me avisas inmediatamente ¿sí?- me dijo abrazándome fuertemente y besando mi frente.

 

-¡Emmett!- lo calló Rose dándole un golpe en la nuca-¡no la pongas nerviosa!

-¡Auch! Lo siento osita, pero es la verdad.

 

-Gracias Emmett y tranquilo que no creo que pase nada.

 

-Eso espero, pero si se le sale ese temperamento de perro rabioso que últimamente trae, me llamas y viajo inmediatamente a darle unos buenos golpes.

 

-¡Emmett!- lo regañé- estamos hablando de tu hermano.

 

-¡Y qué! Tú eres mi hermanita y Edward realmente a veces se lo merece.

 

-Emmett-lo regañé otra vez, por mucho que Edward estuviese extraño e insoportable, no me gustaba que Emmett hablara así de su hermano.

 

-Ok, ok, no diré nada más.  Avísame cuando llegues, dale un abrazo apretado de mi parte y dile que lo extraño-sonrió cariñosamente pensando en su hermano.

 

-Cuídate Bells, también dale un abrazo de mi parte al gruñón- me abrazó y me dijo al oído- no hagas nada que yo no haría y espero que le guste el regalo- me dio un beso en la mejilla y se fue sonriendo pícara junto a Emmett.

 

Caminé por la manga, entre el avión y busqué mi asiento.

 

 

Debía reconocerlo iba muy nerviosa, poca atención le tomaba a las instrucciones que nos entregaba la azafata y apenas me di cuenta cuando el avión despegó.

 

Miré por la ventanilla como nos íbamos alejando de Boston, cerré mis ojos fuertemente por unos segundos tratando de concentrarme en que a Edward le gustaría la sorpresa, que estaría feliz de verme, que no se volvería a repetir la terrible pelea que tuvimos hace dos meses atrás, la única vez que me había podido visitar.

Flashback

 

-¡Les dije que ganarían los Red Sox!- celebró Emmett mientras manejaba en dirección a mi casa.

 

Veníamos de Fenway Park del partido de los Red Sox contra los Yankees. Hace tiempo que los Sox venían perdiendo y mi hermano oso, como gran fanático que era del beisbol, esta vez tenía puesto todos los santos de cabeza para que los Sox esta vez ganaran de local. Se veía tan divertido cuando me paso a buscar, traía gorras y camisetas para todos.

 

-Fue un partido genial, al fin los malditos Yankees volverán a Nueva York con la cola entre las piernas- celebró también Jasper.

 

-Claro que la próxima vez que decidas vestirnos Emmett, pregunta si queremos primero, estas camisetas apestan- dijo Alice haciendo una cara como si las camisetas fueran el peor sacrilegio de todos los tiempos.

 

-¡Que! Y yo que  me preocupo por llevarlos bien vestidos como corresponde- dijo haciendo un mohín intentando parecer ofendido- ¿cierto osita?

 

-Cierto osito- dijo coquetamente Rose dejando un pequeño beso en los labios de Emmett, justo cuando llegábamos a mi casa.

 

-Gracias chicos lo he pasado genial. Mañana nos vemos-me despedí dejando un beso en la mejilla de cada uno.

 

-Sí, mañana nos juntamos en la casa Cullen haber si esta vez logramos terminar la interminable lista de invitados. Es una pena que Edward no pueda venir para que nos ayude- dijo con pesar Alice recordando a su mejor amigo.

 

No le contesté nada, ya que a mi más que a nadie me provocaba un profundo pesar la situación, aunque Edward estaba tratando de ayudar en lo que podía, se le hacía realmente difícil y se notaba que eso lo mortificaba, así que intentaba molestarlo lo menos posible con  la famosa lista a  menos que fuera estrictamente necesario.

 

Me bajé del jeep de Emmett con el corazón encogido, un nuevo fin de semana que pasaría sin Edward, cada día que pasaba en vez de tornarse más fácil esta lejanía se hacía cada vez mas cuesta arriba.

 

Lo peor de todo es que a veces me gustaba retozar en mi tristeza y soledad, me iba a nuestro departamento y pasaba largas horas acostada en nuestra cama abrazada a la almohada de Edward, como si así, pudiera tan solo tenerlo por unos momentos junto a mí.

 

Les di una última sonrisa, me despedí con la mano y entré a mi casa prácticamente arrastrando los pies.

 

Cuando me disponía a subir la escalera esperando no encontrarme con Renée para que no me bombardeara de preguntas me llamó una voz que jamás en mi vida me hubiese imaginado me esperaba dentro de mi casa.

 

-¿Bella?

 

-¿Jacob? ¿Qué… que…que haces aquí?- pregunté con la voz temblorosa, aterrada.

 

-Lo siento Bells, pero ya llevo esperando más de un mes, me  prometiste que me escucharías y ya no puedo aguantar más.

 

-¿Quién te dejó entrar? ¿Cómo te atreviste a venir hasta aquí?

 

-La señora María y como me imaginaba no le dijiste nada a nadie lo que pasó, gracias Bells, eso me da alguna esperanza de que aun me quieres- sonrió tristemente, sus profundos ojos negros irradiaban melancolía.

 

¡Dios como me conocía!  ¿Y ahora que haría?... No lo escuches a Edward no le gustará, sabes que no debes confiar en el…

 

 -Jake, creo que te dije que tenía que hablar con Edward primero cosa que no he hecho, porque dudo que él quiera escuchar nada que provenga de ti y a decir verdad, yo tampoco lo quiero. Dudo que lo que me tengas que decir me convenza de algo distinto, me hiciste sufrir espantosamente Jake y eso es muy difícil del olvidar, no creo tener ninguna razón por la cual no te deba tener terror debiste ver por un segundo como me dejaste- le contesté caminando con cautela hacia él.

 

-Bella yo…yo…- bajo su mirada se veía dolido muy mortificado- se que las disculpas agravan la falta, pero perdóname Bells, perdóname por favor, te lo ruego, no me puedo ir de aquí sin que me hayas perdonado, no me puedo ir tan lejos, sin saber que he obtenido aunque sea algo de tu perdón.

 

Sostuve su mirada por unos segundos y de sus negros ojos cayeron dos gruesas lágrimas que rodaron por sus mejillas hasta  la comisura de sus labios.

 

Debía de reconocer que me a pesar del miedo que sentía, me partía el alma verlo así, tan destruido, tan indefenso, se veía tan bueno como mi Jacob de siempre. Quizás intentar conversar con él sería una buena opción después de todo estábamos en mi casa que malo podría pasar.

 

-Está bien Jake, que me tienes que decir te escucho- acepté cautelosa invitándolo a sentarse en los sillones de la sala.

 

Me senté en el sillón que estaba frente a él. Inspiró profundamente y habló:

 

-Ya sé que en esta ocasión las palabras sobran y las disculpas que te pida no valen de nada, porque nada de lo que diga podrá borrar el daño que te hice. Fui un estúpido, un insensato, un insensible y cegado por unos irracionales celos me dejé manipular por una mujer que está loca. Le hice daño a mi muñequita de cristal, a mi mejor amiga a mi preciosa Bella. No fui capaz de ver nada, olvidé nuestra hermosa amistad, lo olvidé todo- dijo tristemente bajando su mirada.

 

-Jake por favor, no es necesario…- no podía dejar que continuara, por más hermosas que me parecieran sus palabras no lo perdonaría de  todo corazón, por lo que no era necesario que continuara humillándose a pesar de lo que me había hecho.

 

-Déjame Bells me lo merezco, me merezco tu desprecio, y también la  horrible paliza que me dio Edward- dijo el nombre de mi amor con una mueca de asco- maldito chupasangre, debo reconocer que clavó tan profundo sus colmillos que cada vez que te veo de lejos no puedo dejar de sentir unos celos horribles al ver lo enamorada que estas, lo feliz que te hace no puedo dejar de pensar que ese hombre me hubiese gustado ser yo. Pero debo darle crédito ha hecho un buen trabajo- anunció en un tono de absoluta redición.

 

Guardé silencio, me sentía entre la espada y la pared, sabía que no merecía mi perdón, pero a la vez me daba mucha tristeza no poder corresponder su amor.

 

-Espero seas muy feliz con Edward Bells, te lo deseo de todo corazón, y espero alguna vez puedas perdonarme.

 

Calló unos instantes mientras me daba una intensa y entristecida mirada.

 

-Me voy- anunció con dolor-  apenas termine el semestre me iré a España ya no puedo seguir observándote de lejos sabiendo que no correspondes mi amor.

 

No podía ser cierto, jamás me imaginé que había arruinado su vida de esa forma, pero que culpa tenía yo en todo esto. Realmente no podía creer que él hubiese llevado las cosas a este nivel, si ya había tenido muchos meses para hacerse la idea.

 

-Jake, ¿y Billy, qué será de él? sabes que tú eres su apoyo desde que murió tu mamá. No puedo creer que lo dejes.

 

-Lo siento Bella, pero ya no puedo más, quizás si no te veo más pueda olvidar lo que siento por ti, pero no me puedo quedar aquí viendo cómo te casas con él, viendo como todo el mundo espera la boda del año en Boston, viendo como yo debería estar en el lugar de él.

 

De sus ojos volvieron a caer nuevas lágrimas y de los míos inevitablemente también, era tan triste ver como terminaba lo que fue una hermosa amistad.

 

-Adiós Bells- me miró intensamente por última vez se dio la vuelta y se fue.

 

Cuando salía por la puerta de entrada no lo pude evitar y lo llamé.

 

-¡Jake espera!- grité corriendo hacia la entrada para alcanzarlo y sin poder evitarlo lo abracé- Te quiero Jake, eres y siempre serás mi mejor amigo- lo estreché fuerte hacia mí, él me rodeó tiernamente con sus musculosos y cálidos brazos.

 

-Te amo- me dijo con el corazón destrozado, tomó delicadamente mi rostro entre sus manos, se acercó lentamente hacia mí, dejó un casto beso en mis labios y se fue.

 

Lo observé cómo se alejó lentamente caminado cabizbajo por la tenue sombra de los árboles en alguna dirección desconocida para mí. 

 

Suspiré tristemente y decidí entrar. No alcancé a cerrar la puerta cuando alguien la detuvo.

 

-Disfrutas de las caricias del chucho, mientras piensas que yo te espero como un estúpido en Pensacola- dijo una filosa, pero muy conocida  voz…Edward

 

Me di la vuelta con el corazón enloquecido sin poder creer que Edward estaba aquí y sin poder creer que esas palabras eran para mí.

 

¡Diablos! Edward había visto como Jacob se despidió de mí.

 

Tímidamente subí mi vista atemorizada conociendo a Edward si se trataba de Jacob no habría explicación que le valiera.

 

Cuando me encontré con sus preciosas esmeraldas furiosas, como dos calderos del mismo infierno mis ojos se llenaron de lágrimas.

 

-¡Las llaves del Volvo!-demandó como si fuera el mismo demonio.

 

-¿Qué?- pregunté sin entender nada, que tenían que ver las llaves del Volvo.

 

-¿Que estas sorda?- volvió a demandar enfurecido.

 

-Amor, deja que te explique, por favor…

 

-¡Que te explique! ¡Que te explique! ¡Sí, me explicarás! ¡Y tendrás que se muy convincente para que no mande nuestro maldito compromiso a la mierda!-gritó como un loco.

 

-Edward…- solo pude sollozar con voz temblorosa.

 

-¡Las llaves! ¡Las quiero! ¡AHORA!-volvió a demandar.

 

-Están…están…en mi velador-contesté con voz temblorosa.

 

Me dejó parada en la entrada de mi casa y subió las escaleras a grandes zancadas.

 

En un abrir y cerrar de ojos estaba nuevamente junto a mí.

 

-¡Vamos!- me tomó del brazo y me arrastró hasta el garaje-abrió la puerta del copiloto y me ordenó mordaz -¡entra!

 

Luego me puso el cinturón de seguridad, cerró la puerta de un fuerte portazo y se subió junto a mí.

 

Nunca había visto a Edward tan enfurecido, apretaba tanto el volante que sus nudillos se llegaban a ver traslucidos, manejaba mucho más rápido de lo normal.

 

A pesar del miedo que sentía tenía que explicarle. Sabía que no estaba bien que haya sucumbido a las súplicas de Jacob, pero los años de amistad no se podían borrar. Estaba entendiendo todo mal.

 

-Edward por favor, vas muy rápido, ¿me dejarás explicar?

 

-¿Qué me quieres explicar? que viajo como un imbécil porque te extraño, que quería darte una sorpresa y te encuentro en la puerta de tu casa besándote con ese chucho de mierda.

 

-Las cosas no son como crees por favor amor déjame explicar.

 

-¡Que me quieres explicar! ¡Que nuevamente ese maldito hijo de puta es un santo y que yo como siempre soy un maldito cavernícola de mierda! ¡Se te olvidó acaso como dejó el desgraciado ese! ¡Lo aterrada que estabas!-gritaba enajenado, mientras esquivaba los autos a toda velocidad.

 

-No se trata de eso…

 

-No, no se trata de eso- dijo con sarcasmo-¡yo te diré de qué se trata!¡ Se trata que el estúpido que tienes por novio, te ama tanto, que muere si te pasa algo! ¡Que el estúpido de tu novio va y contrata una persona para que te cuide para que nada malo te pase mientras el no está!, pero no la señorita no encuentra nada mejor  que meter al chucho en su casa y ¡mas encima  creerle las mentiras a ese perro de mierda!  ¡DE ESO SE TRATA, DE ESO!

 

Ya no le podía contestar era imposible tratar de razonar con él en el estado de furia que tenía. No pude mas hacer que solo llorar, sin poder creer que este demonio era mi Edward, que mi Edward era el que se atrevía a tratarme así.

 

-¡Diablos Isabella, deja de llorar! ¡Estoy harto de tus niñerías! ¡Cuando será el día que ya no te tenga que cuidar!- dijo esto justo cuando llegábamos al estacionamiento de nuestro departamento.

 

 

Mi corazón se estrujó de dolor al escuchar sus palabras, Edward estaba harto de mí…

 

Tomé valor y levanté la mirada, lo observé unos segundos su iracundo y bello rostro con mis ojos llenos de lágrimas contenidas.

 

-¿Isabella? Edward yo pensé que a ti… a ti…- pero no pude decir nada más.

 

Quería decirle donde había quedado el Edward que amaba por sobre todas las cosas protegerme, en que minuto había pasado  a ser una molestia, pero las palabras se quedaban  atascadas en mi garganta.

 

Se bajó a toda velocidad del auto, lo rodeó y abrió mi puerta.

 

-¡Bájate!- me ordenó- esto lo conversaremos en nuestra casa.

 

Cuando me bajaba nuestras miradas se conectaron por un segundo y un atisbo de ternura se asomó por sus ojos.

 

Caminamos  en silencio a tomar el elevador.

 

A penas nos subimos Edward marcó el número ocho y yo me pegué a la pared contraria, lo más lejos que pude de mi furioso Edward. 

 

En un rápido movimiento Edward apretó el botón de stop y me aprisionó contra el espejo con su  cuerpo, sus brazos a cada lado de mi cabeza como si fueran una jaula.

 

Inspiró profundamente mi perfume comenzando por el tope de mi cabeza hasta llegar a mi cuello rozando toda su extensión con su nariz para llegar hasta mi hombro.

 

Luego sus labios atacaron los míos furiosos, su lengua luchaba con la mía demandantemente lujuriosa, sus manos recorrieron mi espalda con abrazadoras y posesivas caricias hasta situarse en mis glúteos, los cuales agarró firme para rozar insistentemente su intimidad con la mía.

 

No quería arreglar las cosas de esta forma, pero ya me era imposible pensar, solo tenía en mente una cosa que Edward me hiciera el amor en este mismo instante aquí y ahora.

 

Sus manos desabrocharon rápidamente el botón de mi jeans, y como un experto, me los quitó junto con mi tanguita.

 

Bufando como un animal en celo bajo sus pantalones junto con su bóxer, me levantó posesivamente de mis glúteos para que rodeara su cintura con mis piernas y me penetró de una estocada estampando mi espalda en el frio espejo.

 

Comenzó un ritmo casi bestial, duras estocadas me daba una y otra vez mientras entrelazaba nuestras manos  y las presionaba  cada una al lado de mi cabeza.

 

-¡ERES MIA! ¡MIA! ¡MIA!- gruñía como un animal, con cada estocada que me daba, haciéndome arder en el mismo infierno del placer- ¡DILO, FUERTE, AHORA!- demandó mirándome directamente a los ojos con esa penetrante y ardiente mirada y como no hacerle caso a mismísimo demonio Cullen.

 

-¡Soooyyy tuuuya!- gemí lo más fuerte que pude, el ritmo que llevaba era absolutamente enloquecedor, duro, profundo, constante, con cada roce me estremecía, estaba siendo poseída por un demonio furioso y por mí que este demonio me poseyera todos los días.

 

-No te escucho, amor- ronroneó con la voz ronca aumentando el ritmo de sus embestidas- ¡Grítalo! quiero que todo el mundo lo escuche, quiero que todo el mundo sepa que eres mía y de nadie más.

 

-¡SOY TUYA!- gemí más fuerte, mientras observaba nuestro reflejo en el espejo de al frente, podía ver mi cuerpo estremecerse de placer, el vaivén de su tonificado y sexy trasero embestirme sin darme tregua una y otra vez.

 

-¡MÁS FUERTE!- demandó cuando sentí que estábamos a punto de terminar.

 

-¡SOY TUYA!- gemí a viva voz- ¡SOY TUYA, EDWARD CULLEN! ¡SOY TUYA! ¡TUYA!

 

Grité como una desquiciada al ritmo de sus bestiales embestidas hasta que llegamos juntos a un abrumador y prolongado orgasmo.

 

Mientras sentía como Edward llenaba de su esencia mi ser sus movimientos fueron bajando el ritmo hasta que se detuvo.

 

FIN FLASBACK

 

 

Obviamente, las cosas anduvieron mejor después de aquel fogoso y posesivo encuentro en el elevador. Edward me dejó explicar porque estaba Jacob a mi casa y aunque no le gustó nada obviamente, se disculpó.

 

Es más lo hizo todo el fin de semana, y aunque tratamos de disfrutar de todos los momentos que pudimos juntos, no podía dejar de pensar en su arranque de furia, estaba impresionada y muy entristecida de ver un Edward que no conocía en lo absoluto, sabía que sus celos no tenían límite, que tenía un carácter de los mil demonios, pero jamás imaginé que descargaría toda su furia conmigo.

 

Aunque debía reconocer a favor de Edward que jamás ha vuelto a tratarme de esa forma, cada día era más difícil tratar con él.

 

La azafata se acercó amablemente a ofrecerme un refresco el cual acepté gustosa. Miré la hora faltaba poco para la primera escala en el aeropuerto de Atlanta.

 

Aun me quedaban dos horas para llegar. Recliné  a todo lo que daba mi asiento y me dispuse a descansar. Debía ser optimista en un par de horas más estaría nuevamente protegida entre los fuertes brazos de mi Edward  y  deleitarme al ver sus hermosas esmeraldas arder de pura lujuria y posesión cuando  sonriera con aquella arrebatadora y sexy sonrisa made in Edward Cullen al ver su regalo.

 

Reí como una loca al recordar la genial idea que tuvo ayer Rose cuando hablábamos de los enfermizos celos de Edward y de que le podía regalar para su cumpleaños… “Propiedad de Edward Cullen”…había tatuado con henna en una de mis caderas…

 

 

 

Edward

 

Apenas toque pista, me sentí más relajado y mi mente viajó a Boston junto a mi Bella. Hace dos meses que no la veía y nuestro último encuentro, no fue precisamente afortunado… ¡porqué eres un idiota!…me reprendió aquella voz… ¡fuiste un completo imbécil!…no sé cómo Bella no te mandó al demonio después de cómo la trataste…

 

-¡Teniente Cullen! - me llamó la atención mi instructor sacándome de mis ensoñaciones- ¡segunda vez esta semana que se distrae cuando aterriza el avión!, si no es capaz de mantener su vida personal fuera de esta cabina, será mejor que tome sus cosas y vuelva por donde vino.

 

El Capitán Liam Kendrick, “mi instructor” era un hombre muy estricto, frío y calculador. Bien sabido era, por todos en la base aérea, que no permitía ni el más mínimo error, por más pequeño que fuera. Si lograbas rebasar su paciencia, que por cierto era muy poca te mandaba de vuelta por donde habías venido en un abrir y cerrar de ojos.

 

Aun recuerdo la cara de “te compadezco” con que me miraron mis compañeros cuando el primer día me asignaron a “el demonio” como le apodaban en la base, pero  yo como siempre engreído, pensé optimista… “vamos, que tan terrible puede ser”… pues lo era y mucho. Este hombre estaba empecinado en convertirme en un clon de él.

 

Y ahora sabía que tendría que soportar su furia a penas me bajara del avión, solo intentaría como siempre, soportar estoicamente su ira ya que por supuesto lo que menos yo quería es que me diera de baja del curso. Mucho había luchado por llegar hasta aquí, la negativa de mis padres y luego la triste separación de tuve que soportar al ver a mi hermosa princesa correr por el muelle intentando retenerme por solo unos instantes más.

 

El señalero me indicó desde la plataforma hacia el aparcamiento asignado para mí aeronave. Una vez detenido en la losa, esperé las nuevas indicaciones para el corte de motores. Posteriormente de acuerdo al procedimiento, continué con la check list hasta dejar todos los sistemas en off. Me dispuse a bajar sabiendo de ante mano por lo que tendría que pasar.

 

-¡Teniente!- me llamó con voz dura, gélida.

 

-¿Mi capitán?

 

-¿Mi capitán? ¡Mi capitán!- me increpó enfurecido- ¡póngase firme, a tres pasos de mi, que es lo que corresponde! ¡Esto no es una maldita escuela de monjas! ¡Esta es la marina de los Estados Unidos!

 

Rodé mis ojos y bufé frustrado… como si no lo supiera…

 

Si que estaba enojado esta vez… pensé, mientras cuadraba mis hombros pegaba mis brazos a los lados y me preparaba para su arremetida.

 

-¡Esta es la última vez que aguanto una indisciplina de este tipo en vuelo! solo porque ha demostrado tener un increíble talento me haré el loco por esta vez…

 

¿Se hará el loco? ¡Pero si está totalmente loco!… pensé y para mi mala suerte se me escapó una pequeña y ahogada carcajada debido a mi inoportuna ocurrencia que solo lo hizo enfurecer aun más y siguió:

 

-¡Me puede decir qué mierda es tan gracioso!- continuó gritando como un desquiciado- yo le diré que es tan gracioso- me amenazó mordaz- gracioso será ver como lo doy de baja por andar pensando en la noviecita esa que tiene, esa que va a visitar a Boston. Me importa un carajo que se case en unos meses más, no permitiré que su mente se distraiga en una mujer, mujeres en esta vida hay muchas y solo sirven para una sola cosa. Así que, mejor se va olvidando de viajar a Boston otra vez porque no se lo permitiré, de ahora en adelante solo lo quiero concentrado  en esto, no quiero verlo más pensando en mariconadas y cosas por el estilo, los pilotos de combate son fríos y calculadores y usted,   bien lo sabe, se lo he dicho innumerables veces ya. Nos vemos en la sala de instructores, continúe.

 

Hizo el saludo militar correspondiente con mucha energía al cual respondí de la misma forma.

 

Se dio la media vuelta y me dejó clavado al piso de la pista de aterrizaje como un verdadero idiota, enfurecido, disminuido y humillado.

 

 

¡Maldición!... Ahora sí que estaba jodido, bien jodido.

 

Este maldito desgraciado estaba empeñado en arruinar mi vida privada, que por cierto ya lo estaba logrando poco a poco. Vivía castigado los fines de semana como si fuera un niño pequeño, sabía que él lo hacía para que no viajara, para que no me distrajera en cosas que no tenían ninguna importancia según él, más sus constantes amenazas que me mandaría de vuelta a Newport a trabajar a una oficina y si a eso le sumamos las clases estaba realmente y literalmente jodido.

 

Que ganas de contestarle al muy cabrón que se metiera sus amenazas por el culo, que para mí esto no era un trabajo, era mi sueño, que no necesitaba de esto para vivir, ni mantener a mi familia, que sus amenazas no me intimidaban.

 

Aun no podía entender cómo se expresaba así de las mujeres, apenas nombró a mi Bella me contuve no sé como de estrangularlo con mis propias manos, si el muy maldito era casado, tenía dos preciosas hijas y por lo que había podido observar ellas lo amaban con toda el alma.

 

Mientras terminaba de la lista de chequeo y cerrar la bitácora de vuelo pensaba como le explicaría a Bella que ya no podría ir más a Boston,  si tan solo había ido apenas una vez  a verla y para colmo fue un completo desastre…eres un idiota Edward… me seguía reprendiendo mentalmente por aquella última vez que me porté como un verdadero animal, que culpa tenía ella de que el maldito chucho se hubiese presentado en su casa.

 

Me estaba costando mucho cumplir la promesa que le había hecho, que nos veríamos cada vez que pudiéramos, que no cambiaría, pero sentía que el Capitán Kendrick estaba empeñado en arruinar mi vida personal, en que me convirtiera en otra persona si no, no lograría cumplir mi sueño… ¿y a que costo Edward?, harás sufrir a Bella y mucho… ¡Cállate de una vez! ¡Ya tengo suficiente!...Bella me ama ella lo comprenderá…

 

Me había prometido a mi mismo que sería el mismo de siempre el eterno enamorado de mi Bella, que siempre la consentiría como ella se merece dentro de lo que la lejanía me lo permitiera, pero cada vez me costaba más, las cartas que yo mismo me impuse escribir con las más hermosas declaraciones de amor para mi princesa comenzaban a espaciar, pero es que sentía que mis palabras comenzaban a salir vacías y eso no era lo que mi hermosa Bella merecía, hasta a veces se me olvidaba llamar a la florería…

 

-¡Ey Edward!-  me llamó Riley que ya llegaba de su vuelo de instrucción- ¿Cómo te fue con el demonio?- me preguntó socarrón.

 

-¡Diablos, no me jodas Riley!

 

-¡Uy! Veo que hoy ha vuelto el pitufo gruñón- dijo divertido haciendo alusión al apodo que me había puesto mi Tink.

 

Le mandé una mirada envenenada, hoy no estaba de ánimos de nada.

 

-Sintiendo el peso de ser el mejor Cullen- dijo divertido Demetri llegando a nuestro lado junto con Félix.

 

-Ya quisieras- respondí cabreado y mordaz.

 

-Veo que no te fue bien con el demonio- afirmó Félix.

 

-Mmm, Cuando me va bien con el demonio, ya quisieran aguantar toda la mañana al desgraciado ese- afirmé molesto.

 

-Bueno conversemos de cosas más agradables- dijo Demetri moviendo sus cejas sugestivamente, para quitar el hierro a la conversación.

 

-¿Se enteraron de la fiesta que darán Tanya y sus hermanas hoy en la noche en el pub que está en la playa?- preguntó Félix emocionado.

 

-Sí, cómo no-contesté aun más cabreado, recordando que Tanya se había encargado de recordármelo cada vez que se encontraba “casualmente” conmigo, colgándose de mi brazo y rogándome que asistiera.

 

-Ay Eddie, Eddie- me reprochó Demetri negando con su cabeza -para que te niegas a un  buen polvo, Tanya esta como quiere, y ella esta mas que deseosa de dártelo, las mujeres son para disfrutarlas, tu novia no se enterará.

 

-Si yo creo que el Edward necesita de una buena dosis de cama para que se le pase ese genio de perros que trae, no seas pollerudo Eddie que tu novia no te verá- acotó Félix como si fuera una idea genial-yo que daría por enterrarme hasta el cansancio en el cuerpo de esa diosa, bueno con cualquiera de las hermanas me conformo-dijo cerrando sus ojos el muy pervertido como si se pudiera imaginar teniendo sexo desenfrenado con alguna de esas locas desquiciadas.

 

-Ya, ya chicos dejen tranquilo a Edward saben bien que en unos meses más se casará, para que insisten-salió Riley en mi defensa.

 

-¡Por eso mismo!- exclamó Demetri- antes que ates tu soga al cuello y una mujer gobierne tu vida, debes vivir Edward. Además serías un tonto si no aprovechas tu condición de piloto de combate, las mujeres se derriten por nosotros, ruegan por que les demos una buena sesión de sexo salvaje y duro, además están dispuestas a hacer cualquier cosa, no como la mayoría de las chicas o las novias que son aburridas y remilgadas.

 

Supiera que mi bella lo menos que tiene es de remilgada, pensé y sonreí sin poderlo evitar.

 

-Toda la razón Demetri, están deseosas de cumplir su sueño, es como si se acostaran con Tom Cruise en Top Gun- acotó Alec que también se nos unía  suspirando dramáticamente, junto a Laurent.

 

Así era todos los días, ellos insistían e insistían, como si no hubiese vivido lo suficiente con las locas mujeres con las que me acostaba en la universidad, pero ellos no merecían la más mínima explicación.

 

Hace muchos meses ya, que yo había cambiado y la razón era la preciosa mujer que tenía a mi lado, ellos jamás entenderían los que teníamos mi Bella y yo, pero diablos como presionaban y cada vez era peor.

 

Sonreí como un tonto al recordar a mi Bella. A ella no le gustaba Tom Cruise para nada, es más todo lo contrario lo encontraba viejo y feo, tampoco tenía ni el más mínimo interés en arrancar uniformes y cosas por el estilo, como las “botoneras” que babeaban por cualquier cosa que usara botones dorados y caminara, a ella solo le interesaba arrancar mí uniforme, pero bueno eso era obvio mi Bella no era cualquier mujer, ella era simplemente distinta, especial, única.

 

-Vamos Edward anímate, en unos pocos meses mas ya no podrás- volvió  a insistir Félix.

 

-Está bien, lo pensaré- accedí resoplando cansado, solo para me dejaran en paz.

 

Estaba harto de sus comentarios insidiosos, con lo que pensaba el Capitán kendrick de mi boda me bastaba y me sobraba.

 

-¡Genial!- exclamaron todos juntos, menos Riley- así aprovechamos de celebrar tu cumpleaños adelantado, con unas preciosas, exuberantes y fogosas chicas en nuestras camas.

 

Volví a rodar mis ojos… ¿Qué nunca se cansarían?....

 

-Ok, nos vemos más tarde que “el demonio” me espera en la sala de instructores.

 

Me di la vuelta y me encaminé resignado a lo que me esperaba otra vez.

 

-¡Edward espera!- me llamó Riley llegando a mi lado.

 

Lo miré extrañado, me miraba como si me hubiese salido un tercer ojo en la frente.

 

-¿Qué? ¿Qué tengo?

 

-¿De verdad? ¿De verdad iras?- me preguntó incrédulo.

 

-Solo un rato, ya estoy harto que me estén presionando, tal vez si voy esta vez, dejen de insistir y me dejen en paz por unos días.

 

-¡Oh cariño!- exclamó como novia sentida, llevándose su mano al pecho como si le doliera- aceptas la invitación de ellos y no la mía- ahora me batía las pestañas.

 

-Jajaja, ¡Riley para!

 

-¡Que! Es la verdad, hace dos días te pregunté si irías a la fiesta porque quería que conocieras a Charlotte y me dijiste que no, es más casi me mordiste.

 

-Lo siento hermano sabes que estos últimos días no han sido buenos para mí.

 

-Ya sé, “el demonio” no tienes para que recordármelo.

 

Dijo esto cuando justo llegábamos a la sala de instructores.

 

-Sí y en este momento debe estar furioso esperándome porque me he demorado, nos vemos en el departamento.

 

-Ok, nos vemos más tarde “mi vida”- y se fue riendo a carcajadas.

 

No pude más que reír y negar con la cabeza a veces tenía cada ocurrencia tan “Emmett”.

 

Por supuesto que no me salvé de otro regaño de parte del Capitán Kendrick, aludiendo que esto no era un juego y que cualquier error nos costaría la muerte y bueno en eso no podía negar que él tenía razón.

 

Hizo que le describiera el vuelo completo y que buscara mis errores.

 

Después de tenerme dos tediosas horas más ahí, llegó a la “maravillosa” conclusión que mis distracciones se debían a un solo problema, “aparte de mi novia claro”, “Vértigo”.

 

El muy cabrón no había encontrado mejor conclusión que decir que me desorientaba en el espacio aéreo por lo que debía ir al doctor para un control, hacerme una audiometría y no sé cuantas burradas mas, como si no me hubiesen hecho todos esos exámenes, ya.

 

Por más que traté de explicarle que mis exámenes estaban normales, que solo estaba un poco distraído y que no se volvería a repetir no logré absolutamente nada.

 

Así que salí de la sala de instructores con un genio de perros, con un “maravilloso” reprobado, el primero y esperaba que fuera el último, y una aun más “maravillosa” hora al doctor con Tanya.

 

Definitivamente este no era mi día.

 

Fui hasta los vestidores a dejar mis cosas. Ni siquiera tenía ganas de cambiarme de ropa, a si que tomé mi billetera las llaves de mi Bmw x5 que me había comprado llegando aquí, ya que el Volvo lo había dejado en Boston con mi Bella.

 

Manejé hasta el departamento que compartía con Riley. El Edificio pertenecía a la armada y en cada departamento vivían los pilotos alumnos. Estaba frente a la playa.

 

Estacioné el auto afuera del edificio. Pasé por la portería saludé a Quil y subí pesadamente las escaleras hasta el cuarto piso.

 

Necesitaba salir a correr para despejarme un rato, necesitaba poner en orden mis ideas, mis prioridades. Sentía que mi vida se complicaba cada día más y debería ser todo lo contrario, se suponía que debiese estar feliz, estaba haciendo lo que me gustaba lo que siempre había soñado y en unos meses más Bella al fin sería mi esposa, se podría decir que tenía todo en esta vida para ser feliz pero no era así.

 

Entre directo a mi cuarto a sacarme el buzo de vuelo y a ponerme ropa deportiva. Apenas estuve listo pasé por la cocina tomé un vaso de jugo de naranja, busqué mi ipod y me fui a la playa.

 

Me gustaba correr por la costanera observando las preciosas casas que estaban frente al mar mientras escuchaba música. Hace ya un mes esto se había convertido en mi rutina diaria, buscaba una hermosa casa que diera la talla de mi Bella, el perfecto lugar dónde formáramos nuestra familia pero aun no encontraba ninguna que fuera perfecta para ella.

 

Realmente estaba muy distraído, sentía que no hacía nada bien, mis pensamientos se perdían entre lo que debía hacer y en el deber ser.

 

La lucha interna que tenía era campal, cada minuto que pasaba me sentía peor, no estaba concentrado en el curso ni en mis clases y no poderle responder a Bella como ella se merecía me mataba.

 

Nada de lo que le había prometido lo estaba cumpliendo, sin embargo ella siempre tan bondadosa y nada egoísta no me reclamaba, ella se conformaba solo con lo que en estos momentos yo le podía dar, que era poco muy poco.

 

Prácticamente no le estaba ayudando nada con lo que a nuestra boda respectaba y eso me hacía sentir realmente podrido, un maldito desgraciado.

 

Mi niña se estaba esforzando tanto, todas las noches me mostraba por skype infinitas invitaciones de matrimonio, arreglos florales y no sé cuantas cosas más que ya ni siquiera podía recordar, mientras en ese mismo instante trataba de concentrarme en los enormes manuales del avión.

 

Lo único que me hacía respirar relativamente tranquilo es que Alice había tomado la batuta de todo, y la ayudaba en todo lo que ella podía, junto con Rose, Esme y Renée, por lo menos la interminable lista de invitados ya estaba hecha, la iglesia y el lugar de la recepción ya estaban reservados.  A veces realmente me preguntaba si era mejor raptarla y llevarla a Las Vegas y olvidarnos de todo y de todos.

 

En definitiva ya no era el de antes, era un Edward a medias, lo único que seguía intacto en mí, era mi maldito egoísmo, que me hacía querer tenerlo todo sin tenerlo a la vez.

 

A quien pretendía engañar, sin ella no estaba completo era como un rompecabezas al que le faltaban piezas y  sin embargo a pesar de todo eso me alejaba de ella cada día más, me sentía absolutamente vacio a pesar de estar haciendo lo que siempre soñé… ¿y si no era más que un mero capricho?...Nunca debiste hacerle caso Edward…me recordó la voz de mi conciencia…lo sé…si tan solo me hubiese pedido que me quedara una vez…

 

Pero esas palabras que tanto quería escuchar jamás salieron de sus hermosos labios y quería pensar con toda el alma que jamás salieron porque ella deseaba que fuera feliz, ella se había sacrificado por mi y ahora lo único que me quedaba por hacer era que se sintiera orgullosa de mi.

 

Así que por más que “el demonio” me amenazara, no le daría en el gusto de verme derrotado al muy desgraciado, lo haría por el sacrificio de mi Bella de todos estos meses esperándome y por supuesto        que por mí, si quería que fuera un clon de él lo seria, pero mil veces mejor que él.

 

Cuando estaba a punto de llegar a mi departamento pensaba como le diría a Bella que ya no podría viajar más a Boston sin romperle su corazón  me encontré con mi peor pesadilla Tanya

 

¡Diablos! ya me estaba dando la impresión que se había aprendido de memoria todos mis horarios.

 

Estaba esperándome a fuera del edificio, vestida muy  ligera de ropa, llevaba una mini falda de jeans y solo la parte de arriba de su bikini, si a eso se le podía llamar así ya que prácticamente apenas cubría sus  enormes pechos siliconados… ¿acaso podía ser más zorra?

 

-¡Eddie mi amor!-exclamó emocionada como si hubiese visto a Brad Pitt.

 

-Teniente Denali cuantas veces tengo que repetirle que no soy su amor.

 

-Y yo cuantas veces tengo que repetirte que dejes los formalismos conmigo Eddie mi amor- dijo echando su oxigenado pelo hacia atrás en un pobre intento de ser sensual.

 

Era definitivo, esta mujer o era tonta o era malditamente insistente, ¿acaso no veía que no tenía el más mínimo interés en ella?

 

Aun no podía creer que me había seguido hasta aquí, claro que para ella fácil, siendo la hija del comandante en jefe de la base podía trabajar donde a ella se le antojara y por supuesto que tenía que ser donde estuviera yo, solo para hacer mi vida más difícil de lo que ya era.

 

Prácticamente se había convertido en mi sombra, se me aparecía en los lugares más insólitos, hasta una vez tuvo el descaro de contestar mi teléfono cuando estábamos cenando con Riley en un restaurant y me había levantado para ir al baño. Cuando llegué a la mesa me encontré a Riley luchando con Tanya y sus hermanas para recuperar mi teléfono.

 

Así fue como mi Bella se enteró que Tanya estaba aquí, gracias a dios mi Bella confiaba en mí y creyó en mi versión, claro que no le gusto nada que no le hubiese contado que Tanya ahora estaba aquí con sus asquerosas garras sobre mí, le dieron tantos celos a mi pobre princesa que no se pudo contener y me cortó el teléfono.

 

Pasé por el lado de ella para entrar al edificio sin prestarle  atención, como si no existiera, de seguro venia otra vez a asegurarse de que iría a la bendita fiesta.

 

-¡Eddie, Eddie espera!- llegó a mi lado corriendo cuando comenzaba a subir las escaleras.

 

Resoplé cansado me di la vuelta y la encaré para ver qué diablos se le había ocurrido ahora.

 

-Demetri me contó que iras esta noche a la fiesta y me preguntaba si quisieras pasarme a buscar para que estemos toda la noche juntos y así después cuando me pases a dejar te puedes quedar en mi departamento y….

 

-¡Teniente Denali!- la corté escupiendo las palabras y apretando fuertemente el puente de mi nariz.

 

Esto era el colmo, aparte de zorra era una ofrecida. Solo esperaba que no terminara acabando con la poca paciencia que me quedaba y no me hiciera olvidar que soy un caballero.

 

-¿Qué pasa Eddie?- me preguntó haciéndose la sorprendida, por mi actitud.

 

-Lo que pasa, es que bien sabe que tengo novia y que me caso con ella en unos meses más.

 

Hizo una mueca de desagrado al escuchar mis palabras, pero recompuso el gesto rápidamente acercándose  a mí peligrosamente para acariciar deseosa  y ardientemente mi pecho pasando sus rojas y largas uñas como una gata en celo.

 

-Pero no estás muerto Eddie- afirmó muy pagada de sí misma con la voz ronca.

 

¡Dios! Pero que insistente que era…

 

Me aparté de ella inmediatamente, para seguir subiendo las escaleras, no valía la pena explicarle nada mas, por lo visto no entendería jamás.

 

-Lo siento, se me hace tarde y aun debo estudiar, adiós.

 

Y me fui corriendo, dejándola parada en el lugar, ya no quería escucharla un segundo más.

 

Cuando al fin pude llegar al departamento, fui directo a darme  una relajante ducha, para tratar de relajarme definitivamente este no había sido mi día y aun me quedaba la maldita fiesta

 

Me puse ropa cómoda y me dispuse a estudiar.

 

El sonido del celular interrumpió los cálculos que hacía. Mi corazón dio un brinco al identificar inmediatamente la música, era Bella. Ahora me tocaba la peor parte del día, escuchar la entristecida voz de mi princesa cuando se enterase que ya no podría viajar a Boston por lo menos hasta Septiembre.

 

-Hola gatito.

 

-Hola amor, ¿Qué tal tu día?- correspondió mi saludo siempre tierna. Escuchar su dulce voz definitivamente era lo que necesitaba para poder sentirme mejor. 

 

-Pésimo, más que malo amor- le contesté como niño consentido deseando que estuviera aquí junto a mí, y acariciara mí espalda con sus delicadas y pequeñitas manos como cuando estaba estresado para después terminar haciendo el amor apasionadamente.

 

Me dejé caer suspirando cansado y derrotado en el respaldo de la silla, mientras me abrumaba la veracidad de mis pensamientos. La extrañaba tanto que no había una sola palabra para poder describir como me hacía falta, extrañaba su pequeño cuerpo entrelazado con el mío, la idílica sensación de sentir su piel, suave como el satén rozar con la mía mientras hacemos el amor, sus manos aferrándose fuerte a mi espalda mientras entre sensuales y entrecortados gemidos me suplica que la ame con más intensidad.

 

La oí soltar unas suaves, femeninas y melodiosas carcajadas.

 

-¿Qué?-inquirí mientras mi vista viajaba hacia mi entre pierna ¡Genial! Lo que me faltaba para poner la guinda de la torta al día, ahora estaba jodidamente excitado, parecía que cuerpo reconocía la voz de su dueña, mi miembro se ponía tan duro que llegaba a ser doloroso.

 

-Nada- contestó como quien no quiere la cosa- quizás eso que estás pensando se cumpla mucho antes de lo que imaginas- y volvió a reír con su dulce voz.

 

Como me lo ponía difícil, pobrecita quizás estaba ilusionada con este fin de semana realmente pudiese ir a Boston, ya no podía seguir dilatando esto, por mucho que me costara tendría que decirle la verdad. Inspiré profundo para armarme de valor y lo solté.

 

-Amor- dije tristemente- tengo algo importante que decirte…

 

Justo cuando estaba a punto de decirle apareció Riley en mi cuarto como un huracán.

 

-¿Edward ya estás listo? Se nos hace tarde y quería preguntarte si podemos pasar a buscar a Charlotte.

 

Le levanté un dedo en señal de que me esperara unos minutos para continuar mi conversación con Bella, asintió y salió de mi cuarto.

 

-¿Charlotte? ¿Quién es Charlotte?- preguntó Bella molesta al escuchar a Riley.

 

-Bella no comiences…

 

-No comienzo nada Edward, solo te estoy preguntando, ya que como últimamente no me cuentas nada y tengo que andar adivinando en que andas y quiénes son tus nuevas amistades.

 

-Bella si vas a comenzar otra vez con el cuento de Tanya, ya te lo expliqué, no veo porque tengo que dar explicaciones de algo que no he hecho.

 

-Pero lo omitiste, no sé qué te pasa Edward, por más que lo trato de entender, no puedo, ¿qué tienes amor? ¿Por qué ya no confías en mí?

 

-¿No será que tu no confías en mi?- ataqué de vuelta mordaz.

 

-Edward como me dices eso, perdóname cariño, solo que estas tan raro que ya no se qué pensar, extraño a mi Edward, a mi Edward de antes.

 

-¡Pues este Edward, es el que hay ahora! ¡si no te gusta ya sabes que hacer!- le grité enfurecido-¿sabes que mas? ya no tengo ganas de seguir hablando de esto, se me hace tarde y tengo que salir.

 

Sin embargo ella siempre preocupada de mi continuó intentando no hacer caso a mi arranque de mal genio, pero yo como el maldito estúpido que soy seguí sin poderme controlar.

 

-¿Edward, no tienes instrucción de vuelo mañana temprano?

 

-¿Me estas controlando?- pregunté aun mas furioso.

 

-No amor, solo me preocupa que duer…

 

-Sabes Isabella, no tenemos nada más que hablar, no tengo que darte cuentas ni a ti ni a nadie de las cosas que hago y si quiero salir y llegar a las siete de la mañana es mi problema, y si mañana estoy muerto de sueño al subirme al maldito avión con el maldito cabrón ese, también es mi problema, si ya estas así de controladora que me espera cuando nos casemos- le grité como un maldito desquiciado.

 

Cuando la sentí sollozar despacito, se me vino el mundo encima ¡Maldición que había hecho! Me estaba comportando con un maldito mal nacido, ella no se merecía que la tratara de esa forma, ella no tenía la culpa de nada de lo me pasaba, mi princesa tan dulce no tenía la culpa del frío y calculador ser en el que me ido convirtiendo.

 

Se notaba que  aguantaba sus sollozos… ¿y ahora que le decía?... nada de lo que le dijera podría reparar el nuevo daño que le había hecho tan injustamente a su noble corazón.

 

-Bella, princesa… yo…yo…

 

-Perdóname Edward, mañana cuando estés más calmado hablamos, te amo, adiós- se despidió con un hilo tembloroso de voz.

 

-AAAAAAGGGGHHHHH!!!!!!!!!!

 

Grité como un energúmeno mientras  estampaba con fuerza el puño en el escritorio.

 

-Diablos Edward, ¿me puedes explicar que son todos esos gritos?- me increpó Riley entrando en mi dormitorio- no quiero pensar que le gritabas así a Bella.

 

-Riley, por favor- rogué mientras me pasaba las manos por el rostro con frustración.

 

-¿Por favor?, lo siento Edward pero aunque no te guste me escucharás. Comprendo que no lo estas pasando bien, también comprendo que te sientas presionado porque yo también lo estoy, pero lo que no comprendo y no aceptaré es que le grites como un maldito desgraciado a Bella. ¿Te estás dando cuenta de lo que estás haciendo?

 

-Lo sé Riley, lo sé- contesté abatido.

 

-¡No, no lo sabes!- afirmó serio, como un padre reprendiendo a su hijo- Cualquier chica en el lugar de Bella, te hubiese mandado el demonio en dos segundos, pero “tu” Bella te ama como no he visto a ninguna mujer amar a un hombre por lo que está haciendo hasta lo imposible por aguantar tus arranques de bipolaridad y tu mal carácter. No es justo ¿sabes? ¿Has reparado un segundo lo que debe estar sintiendo? No entiende nada Edward- afirmó seguro de sus palabras- Emmett me lo ha dicho.

 

-¡Perfecto, lo que me faltaba!, ahora tú y mi hermano se secretean como dos niñas cotillas a mis espaldas- mascullé cabreado.

 

-¡No eres el centro del mundo! ¡Maldición Edward! ¡Que no lo ves!- ahora estaba furioso- solo se preocupan por ti, has cambiado mucho Edward ¿Dónde quedó el Edward que conocí hace ocho meses atrás? ¿El que le arrancaría la cabeza a cualquier desgraciado, por tan solo dignarse a tocar un pelo de “su” Bella? Te tengo noticias amigo- dijo con sarcasmo- ese desgraciado ahora eres tú.

 

La demoledora verdad de sus palabras taladraba mi conciencia sin compasión… “ese maldito desgraciado ahora eres tú”… resonaba como un fuerte eco en mi cabeza. De pronto un aterrador escalofrío recorrió mi espalda y las palabras salieron de mi boca como hecho constatado de mis pobres y viles actos.

 

-¿Crees que la estoy perdiendo?- pregunté con terror de tan solo un segundo imaginarme mi vida sin ella.

 

Me miró fijamente unos segundos, negó con la cabeza y una sonrisa casi inexistente elevó las comisuras de sus labios.

 

-¿Por qué? ¿Tienes miedo de que te dejen plantado en el altar?- me preguntó divertido, con brillo burlesco en sus ojos.

 

Ahora estaba gozando a costa mía y me lo merecía con creces.

 

-Riley, no lo digas ni en broma, además mi Bella…

 

-Sí, sí, ya sé- me cortó suficiente- “tu” Bella jamás te haría algo así, pero yo que tu comienzo a cambiar de actitud, no sea que en estos días te lleves una sorpresa que no te mereces.

 

-¿Qué quieres decir?- pregunté confundido.

 

-Nada, solo eso, lo que escuchas. Bueno basta de tanto regaño ya que se nos hace tarde, cámbiate de ropa y “arréglate  lindo para mi cariño”.

 

Se dio la vuelta para salir de mi cuarto riendo a carcajadas, volviendo a ser el mismo Riley de siempre, divertido y despreocupado.

 

Cuando estaba a punto de cruzar el umbral de la puerta lo llamé.

 

-¡Riley!

 

-¿Qué?

 

-Gracias- le dije sinceramente.

 

-De nada Edward, eres mi mejor amigo, un poco gruñón, mal genio, bipolar, obstinado y un celoso cavernícola, pero mi mejor amigo.

 

No pude más que reír, en un segundo me había echado en cara todos mis defectos y por supuesto, que no podía estar más en lo cierto. Por lo demás la lista no era menor, y ahora realmente me comenzaba a preguntar cómo es que Bella me amaba tanto.

 

Me fui directo al baño a darme un ducha fría “aun” la necesitaba. Me vestí rápidamente, sin prestar mucha atención a que me ponía, en mí mente solo estaba como haría para que Bella me perdonara y esta vez no me servirían las cartas de amor ni las flores.

 

La verdad a quien engañaba la única forma de arreglar las cosas con Bella era viajando a Boston y en estos momentos era imposible, aunque no perdía nada con intentarlo aunque el demonio me quisiera colgar del mástil más alto de la base.

 

Cuando estuve listo, salimos con Riley en dirección a la casa de Charlotte.

 

Nos demoramos unos veinte minutos en llegar, ya que vivía al otro lado de la ciudad en un lindo y acomodado sector residencial.

 

Riley me indicó donde me estacionara y marcó su teléfono para avisarle que estábamos afuera.

 

-Riley ¿te cuesta mucho bajarte a buscarla?- le reproché.

 

-Vamos Edward, relájate, ya verás que Charlotte es aun mas despreocupada que yo- dijo como si nada, sonriendo como un tonto enamorado.

 

-Ya veo porque te ha atrapado- le sonreí de vuelta la verdad me alegraba mucho que mi amigo al fin tuviera a alguien que lo hiciera feliz… tu también lo tienes sin embargo te has dedicado a arruinarlo…

 

Mi corazón se encogió debido a mis tortuosos pensamientos, cerré fuertemente mis ojos para tratar de despejar mi mente y suspiré derrotado.

 

-¿Te pasa algo Edward?

 

-No, nada no te preocupes, estoy bien.

 

Justo en ese instante vi salir a dos chicas exactamente idénticas de la casa.

 

-Riley, no pensarás una gemela para ti y otra para mí- le dije con el seño fruncido sin comprender bien.

 

-Me ofendes Edward,  y yo que la invité pensando en ti- dijo dramáticamente haciendo una pobre actuación de secar sus lágrimas.

 

-¿En mi?

 

-Pues claro Burro para que Tanya piense que ya tienes una cita. Lilian la hermana de Charlotte tiene novio y esta tan enamorada como tú, solo que su novio anda de viaje y hoy la hemos invitado para que Tanya no te acose.

 

Miré a Riley sorprendido sin poder decir absolutamente nada, realmente era un excelente amigo.

 

Riley me presentó a las chicas y nos fuimos a la “famosa fiesta”.

Cuando llegamos al pub, la fiesta ya estaba a todo dar. No alcanzamos a entrar cuando Tanya se abalanzó sobre mí colgándose de mi cuello.

 

-¡Eddie, Eddie!- exclamó emocionada, mientras intentaba sacármela de encima-¡viniste!

 

-Hola Tanya- saludó Riley para llamar su atención y ayudarme a quitar sus asquerosas garras de mi cuello.

 

-Hola Rile…- correspondió su saludó de mala gana, pero no terminó la frase al ver qué Charlotte y Lilian nos acompañaban.

 

Se apartó inmediatamente de mí observando a las chicas con una mirada envenenada.

 

-¡Y a ustedes quien les dijo que podían traer a este par de clones desabridos a mi fiesta!- inquirió furiosa con su chillona voz poniendo sus brazos en jarra.

 

La observé unos segundos, parecía una callejera, estaba vestida con unos apretados pantalones de cuero y un top muy pequeño que apenas cubría sus pechos.

 

-¿A quién le dices desabrida bruja oxigenada?- la atacó devuelta Charlotte.

 

-¡Pues a quien más! ¿Acaso ves a alguien más feo y desabrido en este lugar?- movió sus brazos mostrando el pub.

 

-Por tu bien será mejor que retractes tus palabras si no quieres que esa hermosa naricita operada que tienes termine más fea de lo que la tenías antes- atacó Lilian mordaz, acercándose a Tanya intimidante, se veía que si la volvía a provocar le estamparía un puño en la nariz sin dudar.

 

-Ya chicas terminen- las cortó Riley- vinimos a pasarlo bien no a discutir ¿entremos?

 

-Sí, entremos amor, no vale perder el tiempo discutiendo con zorras regaladas- dijo Charlotte, suficiente tomando la mano de Riley e ingresamos al pub, dejando a Tanya parada en la puerta enfurecida y bufando.

 

La noche avanzó rápidamente en una agradable conversación. Charlotte y Lilian eran de los más simpáticas y sencillas, era fácil compartir con ellas.

 

Luego de un rato Riley fue a bailar con Charlotte y yo me quede con Lilian.

 

-¿Y Dime Edward cuando te casas?

 

-El veinticinco de Noviembre- contesté sonriendo ilusionado de solo imaginar la hermosa que se vería Bella ese día.

 

-Que bien, ya no te queda mucho- me contestó con una sonrisa sincera.

 

-Para mí es una eternidad, créeme, lo único que deseo es que pasen los meses volando.

 

-¿La extrañas mucho, verdad?- me preguntó sonriendo amable.

 

-No te imaginas cuanto- dije suspirando tristemente recordando en cómo había tratado a mi Bella hace unas horas atrás.

 

Observé a Riley bailar con Charlotte se veían tan enamorados, casi no se separaban el uno del otro sin percatarse del ritmo de la música. Una puntada de celos se alojó en mi corazón, que ganas tenía de estar así con Bella, sostener su pequeñito cuerpo entre mis brazos mientras nos mecíamos suavemente al ritmo de la música, mis labios buscando codiciosos los suyos, sus delicados dedos enredándose en mi cabello.

 

Decidí dejar mis celos atrás, no era justo que los tuviera de mi mejor amigo, y tampoco era justo que deprimiera a Lilian con mis tristes pensamientos.

 

-¿Qué estudias Lilian?

 

-Pedagogía, con Charlotte queremos ser profesoras de primaria nos encantan los niños.

 

-Wow, hermosa profesión y de mucha paciencia- contesté imaginándome en un salón llenos de gritones y exigentes niños.

 

-Jajaja, si un poco, jajaja, - rio con ganas- pero como ves a mi hermana y a mí nos sobra- dijo divertida haciendo alusión a la pelea con Tanya de hace unas horas atrás.

 

No pude más que reír, al recordar la cara enfurecida de Tanya.

 

-¿Y tu novia que estudia?- preguntó curiosa.

 

-Economía internacional en Harvard.

 

-¡Wow que carrera y en Harvard!- exclamó sorprendida- te debe amar mucho para dejar de estudiar en Harvard y venir a vivir aquí; bueno aquí hay un buen programa de Licenciatura en economía, pero dejar Harvard…

 

Dejó la frase sin terminar, pensado seguramente que para Bella sería un gran sacrificio. Sonreí al pensar que mi Bella odiaba su carrera y no podía estar más aliviada de dejarla.

 

-No lo veas así Lilian, Bella no continuará la misma carrera aquí, ella estudiara música que es lo que realmente le gusta.

 

Abrió sus ojos sorprendida y sonrió.

 

-¡Música!- exclamó- ¡genial!, debe ser una persona muy especial, ya quiero conocerla, te aseguro que con Charlotte y ella nos llevaremos más que bien.

 

-Gracias Lilian- contesté sinceramente- estoy seguro que se llevarán muy bien, a mi Bella le hará falta un par de buenas amigas como ustedes aquí.

 

-De nada Edward, lo pasaremos genial todos justos ya lo verás.

 

Justo cuando iba a preguntarle a que dedicaba su novio y cuando regresaba a Pensacola, las luces del pub se apagaron totalmente y una muy conocida canción comenzó a sonar fuerte en el pub…Cumpleaños Feliz

 

De pronto una enorme torta con las velas encendidas apareció de la nada, empujada por Demetri y Alec.

 

Que no venga hacia mí, que no venga hacia mí…rogaba mentalmente, pero obviamente no fue así.

 

Continuara…

 

 

 

*****************************************************

Después de tanto tiempo ¿qué les pareció? Espero sus votitos y comentarios!!!!! Los he extrañado y muuucho!!!!!!!!!!

 

Chicas!!! J He vuelto!!! Desde las alturas de mi nueva casa en el piso 17 con una hermosa vista de Santiago, al fin soy muy feliz de poder subirles subir un nuevo capítulo otra vez!!!!!!!!

 

Prometo no dejarlas tanto tiempo otra vez.

 

Gracias a todas por sus hermosos comentarios y por el ánimo que me dieron en este difícil proceso que aun no termina pero ya estoy mucho mejor. Gracias a todas de todo corazón, por sus buenos y sinceros sentimientos de apoyo.  

 

Gracias por la paciencia de esperar.

 

Familia las adoro!!!!!!!! Y a mis lectoras silenciosas también…

 

FELIZ DIA DE LA AMISTAD Y EL AMOR

LAS QUIERE

SOL

 

SANTIAGO, CHILE

 

PD: les dejo la foto de Lilian y Charlotte.

PD 1: no me maten porque no viene la parte que les subí por facebook ni impacienten ya vendrá.

 

Para las que quieran tengo nuevo facebook “sol Cullen” ahí nos vemos J

 Lilian y Charlotte

 

 

 

 

Capítulo 18: Mi corazón siempre será tuyo. Parte 3 Capítulo 20: Un pedacito de cielo.

 


 


 
14430985 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10749 usuarios