Mi corazón siempre sera tuyo (+18)

Autor: solcullen
Género: Romance
Fecha Creación: 11/08/2011
Fecha Actualización: 11/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 100
Comentarios: 536
Visitas: 365434
Capítulos: 32

Fic recomendado por LNM

 

La lluvia caía sin cesar, golpeaba fuertemente mi ventana, el viento azotaba fuertemente las copas de los árboles, ya sin hojas. Era invierno, un crudo y frío invierno, pero más frío se había vuelto su corazón... Y aquí estaba yo, perdida en mis pensamientos, como cada día preguntándome: ¿cómo un amor tan grande podía haber terminado en esto? Juntos, pero tan lejos a la vez... ¿Será que esta lucha constante terminará alguna vez? ¿Será que alguna vez el corazón de mi gran amor, Edward Cullen, Mi Edward, volverá a latir por mí otra vez?Mi nombre es Isabella Swan y esta es mi historia...

 

 

 

La historia es completamente salida de mi imaginación, los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

 

 

Este Fic. esta protegido por derechos de autor por Safe Creative. ¡NO APOYES EL PLAGIO!

 

NO DOY AUTORIZACIONES, PARA SU PUBLICACIÓN, EN NINGUNA PÁGINA DE FACEBOOK, BLOGS O SIMILARES. LAS ÚNICAS PÁGINAS AUTORIZADAS, SON: LUNANUEVAMEYER Y FANFICTION.NET. GRACIAS POR LA COMPRESIÓN.

 

Las invito a pasar por mi nuevo Fic. "El Chico de Ipanema"

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 6: Los Cullen

 

Capítulo 6: Los Cullen

 

Bella’s Pov

 

Estaba con Edward en una hermosa playa. Estábamos recostados en la arena, en la orilla de la playa, con el mar mojando nuestros pies, nos besábamos apasionadamente. Me tomó por la cintura y me puso encima de su cuerpo, sus manos acariciaban deseosas mi espalda, mis brazos, mis piernas, me apretaba mas hacía el. Sus labios viajaron desde mi labios hasta mi cuello, dejando un camino de húmedos besos, excitando cada fibra de mi ser. Mordió el lóbulo de mi oreja deseoso, sus suaves y grandes manos comenzaron a desatar la parte de arriba de mi bikini…ring, ring, ¿Qué? ¿De dónde provenía ese ruido tan molesto?, si estamos en la playa... de nuevo, ring, ring,… ¡maldición no! Era un sueño…

 

Estiré mi mano malditamente cabreada hacia mi mesa de noche, y contesté sin siquiera mirar.

 

— ¡Bella! —quería matar a Ángela por haber interrumpido mi maravilloso sueño.

 

—Angie. ¿Has visto la hora que es? —pregunté bostezando.

 

— ¡No importa! cuéntamelo todo. ¡Ya! —exigió sin tomar en cuenta mis bostezos.

 

Sonreí como una tonta enamorada, al recordar lo hermosa que había sido la noche anterior.

 

—Que te puedo decir… ¡Estoy feliz! ¡Más que feliz! ha sido maravilloso —dije suspirando.

 

— ¡Oh! Por ese suspiro que has dado, puedo imaginar que te ha besado.

 

—Sí, Angie, y no te imaginas como besa. — Respondí volviendo a suspirar—. Fue todo muy romántico. —Dije con cara de tonta enamorada repasando mis labios con mis dedos.

 

Aun me parecía que podía sentir sus suaves y cálidos labios sobre los míos, su adictivo sabor entremezclado con el mío.

Bueno, a decir verdad, no es que mi experiencia en besos, fuera muy experimentada, pero Edward, besaba como los mismos dioses, comparado con los pocos chicos que había besado en mi vida.

 

—Wow, veo que te ha dado fuerte el amor, pero cuéntame… ¿Dónde te llevó? ¿Qué hicieron? ¿Ya son novios?

 

—Angie, por favor una pregunta a la vez, y no. ¿Cómo vamos a ser novios, si hemos salido solo una vez? —contenté rondado los ojos de sus ocurrencias.

 

—Bueno, no sé, a mi me suena lógico —dijo como si fuera algo de lo más obvio.

 

— ¡Estás loca, Angie!

 

—Pero así me quieres. Ya dime, déjate de rodeos. ¿Dónde fueron? —insistió.

 

—Bueno, me llevó a cenar al restaurante que queda en el Four Seasons y después fuimos a dar un hermoso paseo a Public Garden —le informé sin darle mayores detalles, para que no me volviera loca.

 

— ¡No me lo puedo creer! ¡Te llevó Ahí! —Exclamó tan emocionada que tuve que separar el teléfono de mi oído, para poder conservar mis tímpanos—. Pero la suerte que tienes amiga, todas soñamos con ir a ese lugar, y más encima con ese tremendo pedazo de hombre que es Edward. ¿Y qué más? —Su voz sonaba con doble sentido, era otra cosa la que ella quería saber…

 

—Y nada más, fue un perfecto caballero.

 

—Pero tú sí que eres tonta, Bella. —Reprochó—. Si yo hubiera sido tú, le hubiera pedido que se quedara en mi casa o no sé, quizás en el mismo Four Seasons. Yo me lo hubiera tirado toda noche, con ese cuerpo de infarto que tiene, y lo alto que es, ya me imagino el tamaño de su…

 

— ¡Angie! ¡Basta! —la corté, a la muy descarada. Mi amiga realmente no tenía remedio.

 

— ¿Qué? es la verdad. Ya es hora que dejes de ser la santa y virginal Bella, para que sepas de una vez por todas lo que es bueno —dijo riendo.

 

La verdad, yo ni quería pensar en eso, de solo pensarlo me ponía roja como un tomate. Una cosa era soñarlo y otra pensarlo…

 

Además no quería imaginar la enorme lista de mujeres con la que había estado Edward, qué de seguro era más que enorme, ni la experiencia que debía tener, que indudablemente debía ser mucha y la mía nula. -¿Podría alguna vez?… ¡Basta!, aun no eres ni su novia y ya te estás preocupando…

 

—Bueno amiga, te dejo, tengo que levantarme. Hoy iré a almorzar a la casa de Edward.

 

— ¡Vas a almorzar a su casa! ¿Vez? —Sentenció—. Te lo dije, ese chico no pierde el tiempo, la cosa va en serio, cuando menos lo esperes, tu virg…

 

— ¡Angie termina! —ya me estaba comenzando a enojar.

 

—Okey, no te molestaré mas, veo que he logrado cambiar tu buen humor. Lo siento amiga de veras, sabes que a veces se me pasa la mano con lo pervertida. —Dijo riendo—. Pásalo genial en casa de Edward y mañana me cuentas ¿sí? Te quiero amiga.

 

—Yo también, adiós.

 

Miré la hora, eran casi las diez, solo tenía dos horas hasta que llegara Edward. Sonreí como una tonta, de solo imaginarlo parado en la puerta de mí casa, perfecto como una preciosa estatua esculpida por Miguel Ángel.

 

Fui hasta la cocina a tomar desayuno y para mi sorpresa, me encontré con Renée. ¿Qué le habría pasado que no fue hoy de compras?

 

— ¡Hola mamá!

 

—Hola hija, pero que alegre estás hoy. ¿Algo nuevo que contarme? —desde cuando tanto interés pensé.

 

—No nada nuevo ¿Por qué? —si supiera.

 

—Bueno no sé, te ves distinta, más radiante. — ¡Diablos! ¿Tan evidente era? Intenté cambiar el tema.

 

— ¿Y hoy que te ha pasado que aun estás en casa? ¿Se incendió Wrenthon Village? —pregunté con sarcasmo.

 

Wrenthon Village era su lugar favorito en todo el mundo. Ropa de diseñador con descuento.

 

—Bella, no seas así con tu madre. —Me pidió apenada—. Sabes bien, que si te gustara salir de compras tanto como a mí, nos la pasaríamos en grande. Me he quedado un rato más para saber cómo estabas y donde andabas anoche — ¡Justo hoy se le tenía que ocurrir!

 

Pensé por unos segundos que decirle. La verdad, no era buena mintiendo, y después de todo, si las cosas resultaban con Edward, estaría seguido por acá. Mejor lo explicaba ahora que por el momento era menos complicado.

 

—Estoy bien gracias y ayer salí con un amigo —le solté como si nada.

 

— ¿Con Jacob? —preguntó curiosa.

 

—No.

 

— ¿Y con quien entonces? —indagó nuevamente. ¿Qué nunca se rendiría?

 

—Con un amigo de mi antiguo instituto.

 

— ¿Y tiene nombre ese amigo? —rodé los ojos.

 

Ya no me servían las evasivas, estaba demasiado insistente o mi cara era demasiado evidente y de seguro era eso, jamás había sido buena para mentir.

 

—Edward Cullen —contenté suspirando sin poder evitarlo.

 

Apenas escuchó el nombre abrió los ojos como platos y brillaron expectantes.

 

— ¿Es hijo de Esme y Carlisle Cullen? — ¿Pero como…?

 

—Sí, creo que así se llaman sus padres.

 

— ¡Al fin! —Gritó emocionada—. ¡Al fin sales con alguien que valga la pena!, esa familia es de lo más selecto de Boston. Ayer mismo me encontré con Esme en Back Bay, conversamos un buen rato, no sabes lo bien que me cae… ¡Un momento! — Exclamó nuevamente abriendo sus ojos azules desmesuradamente y poniendo sus manos en alto como si quisiera detener el tráfico —. ¿No me digas que estás saliendo con el hijo que es doctor? Ese chico que parece salido de un afiche de Calvin Klein — touché.

 

—Bueno si, Edward es pediatra — y si supieras lo que piensa hacer con el título de doctor, ya no te gustaría tanto, pensé.

 

—Hija, que feliz, estoy por ti, ese chico sí que vale la pena. — Sonrió pícaramente, como si fuera ella la salía con él—. Y bueno ¿qué harás hoy? —aquí vamos otra vez.

 

—Edward me invitó a su casa a una barbacoa — solté como si no me emocionara en lo absoluto.

 

— ¡Ah, que bien! Creo que me quedaré un rato mas entonces. ¿Por qué supongo que te vendrá a buscar? ¿O no? —lo que faltaba.

 

—Sí, a las doce —respondí rendida.

 

Ahora ni aunque que le dijera que Louis Vuitton estaba regalando sus carteras saldría de casa sin antes conocer a Edward.

 

— ¡Genial! Me quedaré para conocerlo entonces —y salió de la cocina rumbo a su cuarto.

 

Al final con tanta conversación, ya se me había hecho tarde, así que solo tomé una manzana y me fui rápidamente a mi cuarto para darme un baño y poder arreglarme.

 

Elegí un lindo vestido veraniego hasta la rodilla, con tirantes de tiritas, era de color rojo, me puse sandalias a juego y me hice una coleta alta. Después de mucho apurarme estaba lista antes de lo pensado, así que me puse a revisar mis e-mails para hacer tiempo. Mientras hacía hora sonó mi celular, sonreí tontamente, era mi Edward.

 

—Hola preciosa ¿cómo dormiste? ¿Soñaste conmigo? —me preguntó tiernamente con su aterciopelada voz.

 

—Hola Edward, bien gracias y si, soñé contigo —le confesé mientras recordaba mi candente sueño y los colores se me venían a mis mejillas como si me pudiera ver.

 

— ¿Y se puede saber de qué se trataba? —indagó curioso.

 

— No. ¡Jamás lo sabrás! —le advertí inmediatamente arrepintiéndome de haber abierto mi boca. De seguro con lo insistente que era, terminaría confesándoselo roja y muerta de vergüenza.

 

—Mmm, ya lo veremos, tengo mis métodos —me quiso persuadir con una sexy voz, tenía que cambiar el tema…

 

— ¿Pasó algo que me llamas antes de venirme a buscar? — pero mi pregunta hizo que riera a carcajadas.

 

—Veo que intentas cambiar el tema. No creas que me he rendido, solo lo dejaré para después, pero si tienes razón, te llamo porque ayer se me olvidó decirte que traigas traje de baño — ¡No! como me pedía eso.

 

Solo tenía diminutos bikinis que me compraba Renée y yo nunca usaba.

 

—Edward ¿Crees que será necesario? ¿Por qué no mejor…? —intenté persuadirlo, pero me cortó.

 

—Sí, es muy necesario, no hay discusión. Llegó a tu casa en quince minutos, nos vemos gatito —y colgó la llamada. ¡Maldición!

 

Corrí, al closet, para buscar algún bendito bikini con no fuera tan pequeño. Al fin me decidí por uno de color negro, que no era tan diminuto. Estaba guardándolo, en mi bolso, cuando escuché el timbre.

 

Bajé a toda prisa las escaleras, para encontrarme a Edward en la mitad de mi sala, con una muy sonriente Renée.

 

Nunca me cansaría de admirarlo, era tan hermoso y más se veía con esa bermuda color caqui y esa camiseta blanca sin mangas que dejaba poco a la imaginación.

 

—Hola —saludé tímida y le sonreí. ¡Diablos! ¿Es que siempre me intimidaría de esta manera? —Veo que conociste a mamá.

 

—Hola, estás hermosa —me miraba con adoración, me puse de puntitas y besé su mejilla.

 

Renée, lo miraba embelesada. Era increíble el efecto que causaba Edward en las personas o más bien en las mujeres.

 

— ¡Oh! Edward querido. Estoy tan feliz de que estés saliendo con mi Bella —él la miraba divertido y yo quería matarla porque siempre me tenía que hacer pasar vergüenza. ¡Trágame tierra!

 

—Créame, el feliz soy yo Sra. Swan —contestó en un tono tan sincero, que casi me dio la impresión que en cualquier momento le pediría permiso a Renée para ser mi novio.

 

—Bueno. ¿Nos Vamos? —Interrumpí. Ya estaba lo bastante avergonzada como para seguir aguantando esto—. Aún tenemos que pasar a comprar y no quiero llegar tarde.

 

— Sí, vamos. Un gusto conocerla Sra. Swan.

 

—Renée, Edward, solo Renée y el gusto fue mío, diviértanse —le guiñó un ojo cómplice.

 

—Adiós, mamá.

 

—Adiós hija, envíale mis saludos a Esme.

 

Salimos de mi casa para subirnos a su auto.

 

Cuando abrió la puerta para que subiera, me tomó por la cintura y me atrajo hacia él, me dio un corto, pero intenso beso que me robó el aliento.

 

— ¡Hola! —Sonrió pícaro encima de mis labios—. Ahora sí, está mejor. ¿No pensarías que me dejarías sin mi beso de los buenos días? Te extrañé —besó mi frente para luego subirse al auto.

 

¡Qué hombre más tierno! Si no muero antes de que termine el día va ser porque Dios es grande.

 

—Bien. ¿Dónde quieres ir a comprar?

 

—A una florería, por favor.

 

—Sus deseos, son órdenes para mi señorita.

 

Fuimos a una florería enorme, creo que había hasta tipos de flores que jamás había visto. Al final después de mucho pensar, me decidí por comprar un lindo ramo de Calas*.

 

Edward, vivía bastante cerca de mi casa, así comprendí, como llegó tan rápido esta mañana después de que me llamó. Su casa era hermosa, como todas en Beacon Hill. Grande de tres pisos y enormes ventanales.

 

Estaba muy nerviosa miles de sensaciones experimentaba en este mismo instante. Como siempre caballero, Edward abrió la puerta del auto para mí ofreciéndome su mano y preguntó antes de entrar a su casa:

 

— ¿Lista? Vamos, no te morderán —dijo divertido.

 

—No, ni un poco, pero vamos antes que me arrepienta.

 

Entramos tomados de la mano.

 

— ¡Familia llegamos! — Avisó, pero nadie contestó—. Vamos creo que deben estar en el patio.

 

Nos adentramos, en la casa, su decoración era increíble, una combinación perfecta entre antiguo y moderno. Cuadros antiguos decoraban sus muros y lámparas de lágrimas colgaban del techo, haciendo un perfecto contraste con sus muebles modernos color crema y caoba. Elegantes cortinas vestían los altos y enorme ventanales franceses.

 

—Wow, que lindo —exclamé admirada.

 

— ¿Te gusta? Es obra de Esme, ella es decoradora de interiores.

 

—Es preciosa.

 

Atravesamos la gran sala y salimos al jardín por los ventanales que daban a este. Su familia nos esperaba al fondo del jardín, donde tenían todo preparado para la barbacoa.

 

Tenían un sector perfectamente habilitado para esto. Había unos lindos sillones blancos con una mesa de centro, una gran mesa con muchas sillas, un poco más allá estaba la piscina, un jacuzzi y los vestidores, todo esto emplazado en un hermoso y trabajado jardín, rodeado de añosos y verdes árboles, rosales de todos los colores serpenteaban por el cuidado césped.

 

Cuando nos acercábamos, su mamá se percató de nuestra presencia.

 

— ¡Hijo! ¡Qué bueno que han llegado!

 

Su mamá llegó a nuestro encuentro muy sonriente. Era hermosa con el mismo color de pelo y ojos de mi Edward, ella me miraba expectante.

 

— ¡Hola mamá! Esta, es mi Bella —me presentó con solemnidad— ¿Mi Bella? ¡Mi Bella! ¡Voy a caer muerta aquí mismo!

 

—Gusto en conocerla Sra. Cullen son para usted —saludé como siempre tímida entregándole las flores.

 

Ella las tomó en un brazo y con el otro me atrajo hacia ella de forma muy tierna y me besó en la mejilla.

 

—Nada de Sra. Cullen, solo Esme, me haces sentir vieja. — Sonrió—. El gusto es mío, estoy feliz de tenerte aquí, es primera vez que Edward invita una chica a nuestra casa — ¿Será posible? no daba crédito a sus palabras. —Por cierto no debiste molestarte por las flores, están hermosas.

 

Cuando me disponía a saludar al resto de la familia, sentí que me levantaban del piso… ¡pero qué demonios!... Un oso, un enorme oso, me tenía tomada en brazos y me daba vueltas por el aire.

 

— ¡Cuñadita! ¡Al fin te conozco! —exclamó su hermano, como si me hubiese estada esperando toda la vida.

 

Luego de darme dos vueltas más me bajó y me dio un abrazo muy apretado besando mi mejilla, ¡no podía respirar!

 

— ¡Emmett, suéltala! no la dejas respirar —lo reprendió Edward.

 

— ¡Ups! Perdón cuñadita, veo que el Doctor Love, volvió a ser nuevamente el Doctor House —soltó riéndose muy fuerte.

 

— ¿Doctor Love? —pregunté sin entender el apodo.

 

—Verás. —Dijo suficiente, me paso uno de sus pesados brazos por los hombros y me encaminó donde estaban los demás—. Eddie aunque tú no lo creas, es el mismísimo Doctor House en persona, pero desde que te conoció, paso de ser el pitufo gruñón que es a un tonto enamorado, por eso ahora es el Doctor Love, ¿Entiendes? —dijo riéndose a carcajadas, como si la analogía fuera de lo más obvia.

 

Yo solo sonreí y Edward le mandaba miradas asesinas.

 

—Ya, deja a tu hermano tranquilo Emmett. —Habló papá Adonis, que tenía el cabello rubio y unos hermosos ojos color miel—. Estamos felices de tenerte en casa Bella, soy Carlisle —se presentó dándome un corto pero cálido abrazo.

 

—Gracias —contesté devolviendo su abrazo roja como un tomate.

 

En las sillas extensibles junto a la piscina, se encontraba una rubia despampanante, parecía una modelo de la revista W…ahora menos me podré el bikini pensé…, y un chico rubio, que se veía muy tímido, pero me inspiraba confianza.

 

—Vamos te presentaré a Rosalie y Jasper —anunció Edward tomándome de la cintura, para llevarme junto a ellos.

 

—Bella, ella es Rosalie, la novia de Emmett y él su hermano Jasper.

 

— ¡Hola! —saludaron sonrientes, al mismo tiempo.

 

—Hola—contesté tímida.

 

Estuvimos conversando un momento con ellos. Eran muy simpáticos, sobretodo Rosalie, que era todo lo contrario a lo que parecía.

 

Luego de un rato me separé de ellos y fui donde Esme a ver si necesita algo de ayuda.

 

— ¿Necesitas algo Bella?

 

—No Esme muchas gracias, vengo a ver si necesitas que te ayude en algo.

 

— ¡Oh! que linda, muchas gracias. Sí, me podrías ayudar a traer las ensaladas de la cocina, hoy la Sra. Sue tiene su día libre.

 

— ¡Sí, claro!

 

Y me fui caminando con ella al interior de la casa.

 

Mientras estábamos preparando todo para llevarlo al patio, Esme me observaba y sonreía, y yo me preguntaba qué era lo que le causaba tanta gracia.

 

—Veo que Edward tenía razón —me comentó.

 

— ¿En qué? —pregunté curiosa.

 

—Realmente pareces un gatito enfurruñado cuando te concentras en algo —dijo sonriente, lo que hizo que me sonrojara furiosamente

 

¡Edward Cullen te voy a matar! pensé. ¿Cómo era posible que le comentara algo así a su mamá?

Abrí la boca para decir algo, pero se me quedaban atascadas las palabras.

 

—Yo…

 

—No te enojes con Edward, Bella, soy yo la culpable. Tenía tantas ganas de conocerte, que lo presioné hasta el cansancio, para que me contara cosas de ti.

 

— ¿Por qué?

 

—Simple, sus ojos brillan como nunca lo había visto cuando piensa en ti. Ese brillo es solo comparable como cuando piensa en…

 

—Los aviones —terminé la frase por ella. Abrió sus ojos enormes, incrédulos al escuchar mis palabras.

 

— ¡No lo puedo creer! Te lo ha contado… —fruncí el ceño, la miré sin entender nada.

 

—Oh, pequeña veo que no entiendes nada, te lo explicaré. Rara vez Edward habla de eso con nadie, ya que siempre tiene temor a que lo tachen de loco. A nadie de nuestro círculo le parece una carrera “cuerda” a seguir, por llamarle de alguna forma y veo que tú, con lo poco que llevan lo tienes más claro que cualquiera de nosotros. Con esto solo puedo confirmar una solo una cosa, mi niño se ha enamorado por primera vez. — ¿Enamorado? ¡Enamorado! Trataba de procesar sus palabras mientras continuaba—. Lo que me da una alegría enorme, pero también mucha tristeza. Ahora que Carlisle lo ha apoyado Edward se irá nuevamente y es una pena porque ahora te ha encontrado. A veces me siento tan culpable por haberlo llevado a esa feria aérea. — Dijo con tristeza.

 

—No es tu culpa Esme, no podías saber lo que pasaría.

 

—Gracias linda, eres muy dulce.

 

—Y en cuanto a lo de separarnos, no te preocupes, ya veremos en el camino. —Dije para convencerme más a mí que a ella—. Estaré con él, si así lo quiere, lo apoyaré, ya que puedo ver que es lo que más desea en este mundo. Y tú tranquila, que ni siquiera somos novios aún —le contesté para darle algo de paz.

 

—Pero pronto lo serás y gracias Bella.

 

De pronto sentí unos fuertes brazos rodear mi cintura por detrás…

 

— ¿Qué tanto conversan mis princesas? —preguntó besando mi cuello. Sentí sus labios sonreír mientras me estremecía en sus brazos.

 

—Solo nos conocemos mejor. —Contesto rápidamente Esme para no dejar en evidencia nuestra conversación— Ahora. ¿Nos ayudas a llevar las ensaladas al patio? tu papá ya debe tener la carne lista.

 

Mientras almorzábamos pude observar que Edward tenía una familia hermosa. Se notaba que todos se amaban y que eran muy unidos.

 

—Cuéntame Bella. —Me habló Carlisle—. Así que estudias en Harvard.

 

—Bueno sí y no. Aun no comienzan las clases, este es mi primer año.

 

— ¿Y qué estudiarás? —preguntó muy interesado.

 

—Economía Internacional.

 

— ¡Qué bien! Tendremos una economista en la familia, ahora sí que estamos completos —interrumpió Emmett feliz de la vida.

 

—Emmett, no empieces. —Lo reprendió Rosalie, luego se dirigió a mí sonriendo—. Bella te encantará Harvard, es un lugar increíble para estudiar, además ya tienes una amiga. —Me guiñó el ojo—. Aunque yo estudio leyes, cualquier cosa que necesites me avisas ok.

 

—Okey, gracias.

 

—Y tu hijo. ¿Cuándo comenzarás los trámites para comenzar tu entrenamiento?

 

—La próxima semana iré a Newport a dejar mis papeles —tomó mi mano de forma cariñosa y me regaló una sonrisa torcida, mi favorita.

 

Yo no quería escuchar nada de esto, no quería ni siquiera pensarlo. Traté de hacer que no me importaba en lo más mínimo, mientras sentía seis pares de ojos puestos en mí, indagando mi reacción.

 

—Me parece bien, cualquier cosa que necesites me avisas.

 

—Gracias papá.

 

Cuando terminamos de almorzar ayudamos con Rosalie a Esme a retirar los platos. Estábamos en la cocina cuando apareció mi hermoso dios griego.

 

— ¿Te importa si me la robo mamá?

 

—No hijo, claro que no. Es toda tuya —contestó sonriéndole cómplice.

 

—Ven —me tomó de la mano y me llevó escaleras arriba.

 

— ¿Dónde me llevas?

 

—A mi cuarto — ¿Su cuarto? me puse muy nerviosa.

 

— ¿Para qué?

 

Pero no contestó, solo subió las escaleras hasta el tercer piso y yo ya casi no podía procesar nada más, que Edward y yo solos en su habitación. Inevitablemente imágenes de la noche anterior atacaban mi conciencia, haciendo que me estremeciera de los pies a la cabeza.

 

El cuarto de Edward era grande y estaba perfectamente ordenado. Tenía una enorme cama de dos plazas justo en el centro cubierta por un delicado cobertor ocre, el piso estaba tapizado de una mullida alfombra color crema y en la única muralla que no era ventanal tenía una enorme colección de cd’s y libros. Junto a los ventanales que daban al jardín había un cómodo sillón negro de cuero de tres cuerpos puesto estratégicamente frente a un plasma.

 

—Y ahora señorita, te pondrás tu bikini y te espero en la piscina —me ordenó dulcemente.

 

—Edward no quiero, me da vergüenza.

 

— ¿Segura? —besó mis labios.

 

—Sí —contesté segura.

 

— ¿No me complacerás? —preguntó en un tono endemoniadamente sexy tomándome por la cintura y me estrechó contra él haciéndome sentir cada músculo de su privilegiada anatomía. Sentí mis piernas temblar cuando el aroma de su embriagador aliento golpeó todos mis sentidos.

 

Comenzaba a hiperventilar por la cercanía. Una de sus manos subió a mi cabeza y sacó el elástico que sostenía mi coleta, mi pelo cayó salvaje por mis hombros y espalda.

 

—No —contesté sin mucha convicción.

 

Comenzó a caminar mientras me apretaba más contra él, y sus labios se deslizaban por mi cuello quemando todo cada fibra de mi piel. Hasta que mis piernas chocaron con algo.

 

— ¿No? —insistió mientras sus manos suaves acariciaban deseosas mi espalda. No pude más que cerrar los ojos y entregarme al placer que me entregaban aquellas maravillosas caricias.

 

Rozó mi cuello con su nariz, para devolverse al lóbulo de mi oreja, la cual la acarició ardientemente con su lengua. Estaba perdida, me quería matar de placer…

 

—Nnnno…

 

— ¿Qué decías? —lo dijo mientras exhalaba su aliento en mi oído, estremeciendo hasta la última fibra de mí ser.

 

Caímos encima de la cama. Sentir su cuerpo junto al mío era la sensación más maravillosa que había sentido jamás. Nos miramos unos instantes intensamente, en sus ojos podía ver el deseo, la pasión y la ternura que sentía por mí.

 

Posó sus labios en los míos, suave, delicado, los rozaba lentamente, codiciosos. Su lengua busco la mía deseosa y poco a poco el beso se fue intensificando, tornándose ardiente, lujurioso. Su sabor era inigualable, lo quería guardar como el más preciado tesoro, para no olvidarlo jamás, tenerlo grabado a fuego en mi memoria para cuando el no estuviera.

 

Mis manos acariciaban su espalda deleitándome con cada músculo que ellas tocaban. No quería que el beso terminara, pero poco a poco, fue bajando de intensidad para terminar besando mis párpados, mis mejillas y darme un último y casto beso en los labios. Me faltaba el aire, mi cabeza daba vueltas… ¡uf que manera de besar!

 

Abrí mis ojos y me sonreía triunfante, sabía que había ganado.

 

—No te rías así, sabes que has ganado. ¡Eres malo! —reímos juntos.

 

—Sí, soy malo, pero así te gusto —besó la punta de mi nariz.

 

— Edward Cullen. ¡Eres un engreído! —fruncí mi ceño y levanté el mentón fingiendo molestia.

 

—No te enojes mi gatito. —Reí internamente ¡lo logre! , sonaba preocupado—. Lo hice solo para mostrarte que me traes como un loco, eres hermosa, no debes tener vergüenza.

 

¡Ay era tan adorable!

 

—Mmm, creo que no eres objetivo, pero te creeré —acepté algo incrédula y tímidamente tomé por primera vez la iniciativa de ser yo la que lo besara. Besé sus labios, la punta de su nariz y le regalé mi mejor sonrisa.

 

—Así me gusta. —Dijo sonriendo fascinado ante mi acción—. Y créeme soy muy objetivo. Entonces ahora señorita Swan la espero en la piscina —besó mi frente, se levantó y salió de la habitación.

 

Mis cosas estaban encima del sillón de cuero negro. Tomé el bikini y fui al baño a cambiarme. Cuando estuve lista me fui al patio donde todos estaban cómodamente recostados tomando el sol.

 

Edward se había quitado su camiseta y estaba recostado con los ojos cerrados. Me acerqué a él sigilosamente para observarlo embelesada.

 

Se veía tranquilo y más hermoso que nunca. Su piel parecía brillar a la luz del sol. Era delgado, pero no había ningún bendito músculo de su cuerpo que no se le marcara, hombros fuertes, sus clavículas sobresalían de forma sexy, su pecho bien tonificado y el abdomen… ¡dios como no tener esos sueños y pensamientos!... al mirar sus perfectos y marcados abdominales, que marcaban el camino a… ¡Basta! ¿Hace mucho calor o soy solo yo?

 

No me di cuenta que estaba mordiendo mi labio inferior. Sin pensarlo me senté a su lado y sin poder evitarlo acaricié con manos tímidas y temblorosas desde su estómago hasta su cuello. Parecía de mármol tallado, duro y suave como el satén.

 

Abrió sus ojos y me observó. Saqué mis manos instintivamente, me ruboricé furiosamente y me volví a morder el labio inferior.

 

—Lo siento —musité.

 

—No pares, no sabes lo bien que se siente. —Estiró su mano y con un dedo soltó mi labio inferior, que en cualquier momento amenazaba con sangrar—. ¿Me acaricias el cabello? —preguntó con mirada inocente, como un niño pequeño.

 

—Claro.

 

Mientras me sacaba el vestido para recostarme al sol, junto a él, de un salto se puso de pie y junto nuestras sillas extensibles, mientras me veía de reojo. Su mirada era ardiente, deseosa.

 

Nuevamente se recostó junto a mí y apoyó su cabeza en mi regazo.

 

Comencé a acariciar sus cabellos, eran tan suaves, parecían finos hilos de oro. El cerró sus ojos disfrutando de la sensación que esto le provocaba. Acaricié un buen rato su pelo y su espalda, era tan regalón, tan tierno, de pronto se quedó dormido.

 

Lo observé un rato mientras continuaba jugando con su cabello con mis dedos. Mil y una preguntas venían a mi mente. ¿Qué haría cuándo el no estuviera? ¿Lo podría resistir? ¿Cómo era posible que en solo dos días se hubiese vuelto tan indispensable?

 

Un miedo terrible recorrió mi espalda y me volví a preguntar ¿Lo podría resistir? Solo de pensarlo tenía ganas de llorar a gritos, sentía que lo amaba con toda el alma ¿Qué haría sin él? mi corazón se encogía de tan solo pensarlo.

 

Traté de alejar esos tortuosos pensamientos para concentrarme en el mágico momento que estaba viviendo ahora, ya tendría tiempo para preocuparme después.

 

De pronto me di cuenta que nuestra piel ya se estaba colocando muy roja y si seguíamos así quedaríamos rojos como una manzana.

 

—Edward. —Lo llamé muy bajito, pero no contestó—. Edward— Lo volví a llamar.

 

—Mmm…

 

—Despierta, llevamos mucho tiempo al sol.

 

—No, no quiero. —Dijo como niño pequeño—. Un rato más.

 

—No seas terco, quedarás rojo como un tomate.

 

—No importa —dijo con una sonrisa traviesa atravesando sus labios.

 

Cuando sin previo aviso, se puso de pie conmigo en sus brazos, corriendo hacia la piscina.

 

— ¡Edward bájame! —reímos juntos a carcajadas, cuando de un salto entró conmigo en sus brazos al agua.

 

— ¡Eres un cavernícola! —le grité divertida mientras salíamos a la superficie.

 

Jugamos como niños un buen rato, hasta que el juego se tornó sexy y peligroso.

 

Me tenía entre una pared de la piscina y su esculpido cuerpo. Sus labios besaban codiciosos la piel de mi cuello cuando sentí algo grande y duro contra mi estomagó. Estaba muy excitado y a decir verdad yo también lo estaba y mucho. No quería que se detuviera, pero estábamos en público.

 

—Edward. —lo llamé—. Para…

 

—Lo siento —y se separó rápidamente de mí, ruborizado.

 

—No importa, Edward yo…

 

—Pequeña, lo siento. —Dijo acariciando una de mis mejillas—. Conversaremos después de esto. ¿Sí? —solo pude asentir.

 

La estruendosa risa de Emmett inundó todos los rincones del jardín.

 

— ¡Hermanito! Búsquense un cuarto ¿sí? Mira que llega a salir vapor del agua con lo que hacen ahí dentro. Veo que tu temporada de sequía terminará pronto Eddie —dijo como si nada, ni siquiera importándole que estuvieses sus padres. Si que era un bocazas Emmett.

 

— ¡Emmett! —lo reprendimos todos a la vez.

 

Luego de este vergonzoso momento, pasamos una tarde muy entretenida, junto a Rosalie, Jasper y Emmett.

 

Más tarde fuimos todos juntos a ver una película a la sala de televisión. Me senté junto a Edward, y me acurruqué a su lado el paso un brazo por mi espalda y acariciaba mi cabeza, no me di cuenta cuando me quedé dormida.

 

—Pequeña despierta. —Susurró en mi oído—. Vamos es tarde, te tengo que ir a dejar a tu casa.

 

—Oh, perdón me he quedado dormida. ¿Ha sido mucho rato? — pregunté bostezando.

 

—No, solo una hora.

 

— ¿Y los demás?

 

—Se han ido.

 

— ¡Ay qué vergüenza! No me he despedido de nadie.

 

—No te preocupes, no te quisieron despertar, te veías tan tranquila. ¿Nos vamos?

 

—Sí, vamos.

 

Me despedí de Carlisle y Esme, no sin antes hacerme prometer que volvería a visitarlos pronto.

 

Había sido un día realmente hermoso junto a todos ellos, junto a mi Edward, los sentía como su fueran mi propia familia, como si los conociese desde siempre.

 

Cuando llegamos a mi casa, no quería separarme de Edward.

 

—No quiero que te vayas —le dije apenada.

 

—Pequeña es tarde, tienes que dormir.

 

—Pero no quiero estar sola, te apuesto que no hay nadie en casa. —Le dije haciendo un puchero—. Quédate solo un rato ¿sí? Hasta que me quede dormida.

 

—Está bien, me rindo me es imposible decirle que no a esa carita —sonrío.

 

Cuando entramos a mi casa fuimos directo a mi cuarto. Edward se recostó en mi cama mientras yo me ponía mi pijama en el baño.

 

Fue ahí cuando recordé que tenía que hacer una visita urgente a Victoria’s Secret. ¡Qué vergüenza! tendría que salir con este pijama de Hello Kitty. Era un short corto, verde manzana estampado con miles de caras del bendito gato, la camiseta era blanca, apretada con una cara gigante de esta misma hecha de glitter del mismo color del short.

 

Me lavé los dientes y cepillé mi pelo. Cuando estuve lista tomé valor para salir del baño con el famoso pijama.

 

— ¡Wow, que linda! veo que mi gatito, usa pijama de gatita, te ves sexy —dijo divertido.

 

—Oh, cállate Edward —dije rodando mis ojos

 

—Ven aquí.

 

Me recosté junto a Edward. El me abrazó tierno, protector. Apoyé mi cabeza en su pecho y acarició mi cabello tiernamente.

 

Esta sería la primera noche de muchas que pasaría junto a Edward, junto a mí Edward.

 

 

 


 

* calas: alcatraces o lirios en algunos países, en chile todas las llamamos por distinto nombre, para nosotros hay calas, lirios y lilium, y son todas flores distintas, en lo personal amo las calas.

 

Les dedico este capitulo a todas las chicas hermosas que han pasado por mi historia y sobre todo a las que se han tomado el tiempo de comentar, gracias muchas gracias.

Siento no haber subido ayer, es que fuimos a almorzar en familia, a un pueblito italiano, cerca de mi cuidad a comer pasta!!! Mi favorita!!!   

¿Edward cambiara al irse a cumplir su sueño? ¿Se volverá malo? ¿Cuándo quieren que sea la primera vez de bella? ¿Justo antes de que se vaya Edward o mucho antes? Espero sus apuestas y otra vez muchas gracias estoy feliz en 2 días pase de la pagina 47 a la 28. Las quiero y nos leemos.

 

BESOS

SOLCULLEN

 

Capítulo 5: Nuestra primera cita Capítulo 7: ¿Quieres ser mi novia?

 


 


 
14431371 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10749 usuarios