Mi corazón siempre sera tuyo (+18)

Autor: solcullen
Género: Romance
Fecha Creación: 11/08/2011
Fecha Actualización: 11/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 100
Comentarios: 536
Visitas: 365412
Capítulos: 32

Fic recomendado por LNM

 

La lluvia caía sin cesar, golpeaba fuertemente mi ventana, el viento azotaba fuertemente las copas de los árboles, ya sin hojas. Era invierno, un crudo y frío invierno, pero más frío se había vuelto su corazón... Y aquí estaba yo, perdida en mis pensamientos, como cada día preguntándome: ¿cómo un amor tan grande podía haber terminado en esto? Juntos, pero tan lejos a la vez... ¿Será que esta lucha constante terminará alguna vez? ¿Será que alguna vez el corazón de mi gran amor, Edward Cullen, Mi Edward, volverá a latir por mí otra vez?Mi nombre es Isabella Swan y esta es mi historia...

 

 

 

La historia es completamente salida de mi imaginación, los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

 

 

Este Fic. esta protegido por derechos de autor por Safe Creative. ¡NO APOYES EL PLAGIO!

 

NO DOY AUTORIZACIONES, PARA SU PUBLICACIÓN, EN NINGUNA PÁGINA DE FACEBOOK, BLOGS O SIMILARES. LAS ÚNICAS PÁGINAS AUTORIZADAS, SON: LUNANUEVAMEYER Y FANFICTION.NET. GRACIAS POR LA COMPRESIÓN.

 

Las invito a pasar por mi nuevo Fic. "El Chico de Ipanema"

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 10: Un compromiso de amor "siempre juntos"

 

Capítulo 10: Un compromiso de amor “siempre juntos”

 

Bella’s Pov

 

Los rayos del sol se colaban suavemente a través de la ventana calentando tibiamente mi espalda desnuda. Aun era temprano, pero unos suaves dedos rozaban delicadamente mi espalda haciendo figuras imaginarias en mi piel, Edward…

 

Quizás cuanto rato llevase ya despierto.

 

Lo espié a través de mis pestañas sin levantar mi cabeza de su pecho, para admirarlo sin que se diera cuenta de que había despertado. Tenía los ojos cerrados, su semblante era tranquilo, se veía más hermoso que nunca con aquel rebelde cabello que estaba más alborotado que de costumbre. Su barba comenzaba recién a asomarse por su masculino rostro, haciéndolo ver más sexy si se podía. El otro brazo descansaba bajo su cabeza, las comisuras de sus labios levantadas en atisbo de una pequeña sonrisa.

 

Sonreí como tonta al recordar la noche anterior, mientras las candentes imágenes venían a mí mente tiñendo de un intenso carmesí mis mejillas. Aun me parecía que podía escuchar sus sexys gruñidos.

 

¿Podría existir en este mundo un hombre más perfecto que Edward? La respuesta era no, absolutamente no. Todo había sido simplemente maravilloso, justo como él me lo había prometido. Fue tierno, cariñoso, apasionado, el perfecto amante, el perfecto maestro en el arte de amar.

 

Ahora era completamente suya y el completamente mío. Mi corazón ya no daba más de felicidad, lo amaba si medida, estaba perdida lo sabía, nunca podría amar a nadie más que no fuera mi Edward. ¿Acaso habría en este mundo alguien más feliz que nosotros en este mismo instante? ¿Alguien que se amara más que nosotros?

 

Me dediqué a observarlo un rato más, antes que se percatara que yo también estaba despierta, mientras él, continuaba acariciando suavemente mi espalda con la yema de sus dedos.

 

Mi vista recorrió su irreal cuerpo que parecía tallado en mármol, aún me costaba creer que un hombre como él estuviera junto a mí. Las suaves sábanas de seda nos tapaban hasta la cintura y un abrasador calor se alojó en la parte más profunda de mi vientre al toparse mis ojos con aquel bulto que sobresalía debajo de ellas. Mil mariposas revolotearon ansiosas en mi interior… ¿podría alguna vez yo…?

 

— ¿Te gusta lo que ves? —preguntó divertido, interrumpiendo abruptamente el curso no muy casto de mis pensamientos.

 

— ¡Oh!...yo…eh… — ¡me había pillado observándolo descaradamente! —Sí, mucho —confesé roja como un tomate.

 

—Buenos días amor, a mí también me gusta lo que veo y mucho —me saludó sonriendo y me besó tiernamente mientras me tomaba de los brazos y me acostaba sobre su cuerpo, rodeándome con ambos brazos por la cintura apretándome hacia él.

 

Podía sentir cada parte de su tonificado cuerpo rozando mi piel, y “aquella” parte me saludaba más que despierta también.

 

—Hola —contesté tímida.

 

— ¿Cómo estás mi princesa? ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? —me preguntó mirándome ansioso, con un dejo de preocupación en su voz.

 

—Sshh…—le dije poniendo un dedo en sus labios para callar sus preguntas, a veces se le pasaba la mano con lo protector—. Estoy bien, más que bien. —Le respondí sinceramente, aunque sentía aquel escozor en mi parte más íntima, no era nada para morirse—. Esta ha sido la mejor mañana de mi vida.

 

—Mmm…yo creo que la podemos hacer aun mejor —aseguró con su sonrisa torcida que me robaba el aliento y aceleraba mi corazón.

 

Con solo esa frase me estremecí por la anticipación.

 

Me comenzó a besar apasionadamente mientras sus manos acariciaban de forma ardiente y posesiva mi espalda, mis nalgas, las cuales abarcaba completamente con sus grandes manos y apretaba levemente atrayéndome más hacia él, haciendo que su erecto miembro empezara a rozar suavemente mi intimidad. Me estaba matando de placer, con esas simples caricias me sentía ardiendo, me derretía como hielo en el desierto.

 

Sus caricias eran abrasadoras, quemaban mi piel, me llevaban al cielo y al infierno al mismo tiempo, siempre tiernas, cariñosas, pero malditamente enloquecedoras y lujuriosas. Sentía la cabeza desconectada del cuerpo, no podía pensar bien, solo podía pensar en el placer que me estaba dando y quería más, mucho más, jamás tendría suficiente de Edward.

 

En un movimiento rápido nos dio vuelta quedando yo debajo de él.

 

Sus labios descendieron desde mi boca lentamente para hacer un camino de húmedos besos y pequeñas mordidas por mi cuello hasta llegar a mis pechos los cuales lamió con la punta de su lengua deliciosamente. Una de sus manos la entrelazó con la mía a la altura de mi cabeza y la otra descendió hacia el sur hasta llegar a acariciar ardientemente mi clítoris. Con mi mano libre me aferré fuerte a las sábanas, mi respiración era agitada, entrecortada, mis gemidos cada vez más imposibles de controlar.

 

Continuó su camino de excitantes y embriagadores besos pasando por mi ombligo al cual lamió y rodeó tortuosamente con su cálida lengua para luego seguir descendiendo y llegar hasta mi intimidad. -¡Oh, por dios! ¡No puedo creer que me vaya hacer eso! ¡Diablos ni en mi más pecaminosos pensamientos se me habría ocurrido!...- Muy tarde Bella, estás perdida en los brazos del Dios del sexo, Edward Cullen…

 

Cuando sentí su lengua acariciar mi clítoris un incontrolable gemido escapó de mi garganta. Su lengua se adentró más en mi intimidad lamiendo intensamente, más rápido, más fuerte, la sensación era embriagante, abrumadora, gemía cada vez más alto, estaba a punto de perder la cabeza de placer, lo necesitaba ahora.

—Edwaaard —lo llamé jadeando como pude.

 

—Bella amor, eres exquisita —gruñó sensual, mientras sus manos se aferraban a mis caderas y las mías no sé cómo diablos terminaron jalando sus cabellos más hacia mí.

 

—Eedwaard —gemí, ya no podía mas— te necesitoooo —susurré volviéndome loca.

 

Se separó de mí al instante sonriendo arrebatadoramente y se relamió labios de una manera tan sexy que sentí que se escapaba el poco aire que ya le quedaba a mis pulmones. Se sentó apoyando su espalda en el respaldo de la cama, tomó una de mis manos y me invitó a sentarme a horcajadas encima de él.

 

¡Dios este hombre pretende enseñarme todo esta mañana! Ahora si caeré muerta. Me puse muy nerviosa.

 

—Edward, yo…yo no sé… como…

 

—Tranquila mi amor, yo te enseñaré —dijo tierno comprendiendo mi nerviosismo.

 

Aún no se cómo diablos lo hacía, ser cariñoso y sexy a la vez.

 

Me tomó por las caderas suavemente, me alzó un poco, para luego deslizar su erecto pene dentro de mí, lentamente, con cuidado, bajando mis caderas con sus manos. Mientras el pronunciaba mi nombre en un ronco gruñido de placer.

 

— ¡Bella!

 

— ¡Oh, Dios Edward! —solté sin poder articular pensamiento, cuando lo sentí completamente dentro.

 

No había nada en el mundo comparado con esta sensación, mi Edward y yo fundiéndonos en una sola persona.

 

Comenzó a mover delicadamente mis caderas de arriba hacia abajo, para marcar el ritmo de mis movimientos, mientras me daba una mirada ardiente, dulce, enseñándome, siendo mi perfecto y sexy maestro. Por instinto puse mis manos en sus hombros y me di impulso para moverme yo sola.

 

Edward me miraba intensamente, me atravesaba el alma con su penetrante mirada, en ella había un cúmulo de sentimientos amor, lujuria, éxtasis, disfrutaba del placer que le estaba entregando, sus roncos y sensuales gemidos me lo indicaban y aquello me excitaba aun más.

 

—Ahh… así amor, ahh… así —gruñía frunciendo el seño con los labios húmedos, entre abiertos.

 

Sus manos soltaron mis caderas, me abrazó por la cintura estrechándome fuertemente hacia él y me besó furiosamente. Era un beso con necesidad, con deseo, mis brazos rodearon su cuello y mis manos se enterraron en su sedoso cabello. Nuestros torsos desnudos estaban pegados piel con piel, nos estábamos amando tierna e intensamente.

 

Nuestros movimientos poco a poco fueron tomando intensidad, profundidad, nuestros gemidos eran ahogados por nuestros besos.

 

Estaba en el mismo cielo, ver la cara de placer de Edward era una imagen que quería llevar grabada a fuego en mi mente. Era increíble darme cuenta que yo provocaba todo eso, a este hermoso ser que había tenido la suerte de encontrar y que amaba con toda mi alma. De pronto me sentí poderosa, segura de mi misma, junto a él me sentía capaz de hacer cualquier cosa.

 

Sentí que estábamos cerca del final, aceleré mis movimientos, las manos de Edward viajaron nuevamente de mi espalda a mis caderas aferrándose fuerte a ellas ayudándome a moverme más rápido, más profundo, para poder aliviar el fuego que quemaba en nuestro interior.

 

—Bella amor me vuelves loco —gruñó con la voz ronca.

 

— ¡Oh, Edward! ¡Sí!... así… más, más…—gemía con la mente obnubilada.

 

Nuestros movimientos se volvieron frenéticos haciendo el roce perfectamente delicioso, hasta que explotamos juntos en un devastador orgasmo. Una intensa y hermosa sensación me recorrió de los pies hasta la cabeza, me sentí volar.

 

— ¡Edward! —grité su nombre a viva voz.

 

— ¡Bella! —gruñó jadeando en mis labios.

 

Me quedé abrazada a él, con la cabeza apoyada en su hombro mirándolo, mientras normalizábamos nuestras respiraciones. Edward acariciaba cariñosamente mi espalda y me daba tiernos besos en mi cuello y en los labios.

 

— ¿Qué decías de la mejor mañana de tu vida? —preguntó ronroneando en mi oído, muy pagado de sí mismo.

 

—Eres un engreído Cullen —contesté divertida.

 

—Pero así me amas. —Rebatió mientras volvía a besarme tiernamente—. Te amo Bella.

 

—Y yo a ti amor.

 

Me levanté para salir de él y acurrucarme en su pecho, Edward me recibió feliz y besó mi frente. Así nos quedamos unos momentos, en un cómodo silencio, hasta que mi estómago rugió rompiendo nuestra burbuja.

 

—Mmm, veo que hay un gatito hambriento por aquí —observó sonriendo.

 

—Un poco ¿Quieres que prepare el desayuno?

 

—No amor, yo voy —dijo levantándose y dejando un casto beso en mis labios.

 

— ¿No quieres que te ayude?

 

—No, gatito yo quiero hacer el desayuno para ti —me contestó con una cara de ilusión a la cual era imposible decirle que no.

 

—Okey, aquí te espero —accedí sonriendo.

 

Cuando se levantó de la cama, caminó por la habitación como Dios lo trajo al mundo dejándome una privilegiada vista de su musculosa y sexy espalda y de su perfecto y tonificado trasero— ¡Dios que hombre! —La necesidad por él, empezaba a hacer nuevamente estragos en mi ser y me pregunté si saldría alguna vez de esta cama. Sonreí como tonta de solo imaginarlo. Tomó su bóxer, se lo puso en un grácil movimiento y salió rumbo a la cocina.

 

Me recosté en la cama, me tapé con las sábanas y me perdí en mis pensamientos durante unos minutos contemplando el azulado mar desde donde estaba; en todos ellos por supuesto solo estaba Edward. Volví a sonreír y mi mente viajó unas semanas atrás…

 

¡Como había cambiado mi vida!, a penas y lo creía, había dado un salto de 180 grados. Ya nunca más sería una condenada en el amor, ahora tenía a Edward, mi vida era mi adorado Edward. Ya no me importaba nada más, solo él y ahora tenía más que claro que haría hasta lo imposible para tenerlo junto a mí por siempre.

 

En eso estaba cuando entró a la habitación con una bandeja en sus manos, muy sonriente, sus hermosas esmeraldas brillaban con una reluciente intensidad, era una brillo nuevo, uno que nunca antes había visto.

 

Se acercó hasta mí, me senté en la cama y puso la bandeja entre nosotros. Había cocinado de todo, café, fruta picada con yogurt, omelette de queso, tostadas y jugo de naranja. Una hermosa rosa roja adornaba una de las esquinas de la bandeja.

 

—Wow, se ve delicioso. ¿No crees que es mucha comida? —pregunté sorprendida.

 

—Para recuperar fuerzas amor. —Dijo juguetón guiñándome un ojo—. Aún no he terminado contigo —aseguró con su aterciopelada voz acercándose como un felino acechando su presa para darme un corto, pero sensual beso y acariciar mi espalda con deseo.

 

—Oh, ya veo —dije llevando una frutilla a mi boca mordiéndola de forma sexy para jugar su mismo juego, que por cierto había logrado encenderme nuevamente. Era increíble el efecto que tenía Edward en mí.

 

—Pequeña traviesa si sigues haciendo eso no terminaremos de tomar desayuno —dijo mirándome con fuego en los ojos, mientras veía que cierta parte de su anatomía comenzaba a despertar nuevamente.

 

— ¿Qué? Yo no he hecho nada —contesté inocente, tomando otra frutilla para quitarle el yogurt con la lengua—. Usted partió doctor Cullen.

 

—Veo que mi pequeño demonio quiere jugar —dijo seductoramente mientras rozaba con su nariz la piel de mi cuello haciéndome estremecer de la cabeza a los pies— ya podrás jugar conmigo todo lo que quieras en el jacuzzi— prometió sonriendo pícaro.

 

Yo ya no aguantaba más, solo quería ir al bendito jacuzzi ahora mismo.

 

Terminamos de tomar desayuno entre sensuales juegos y sonrisas.

 

En el jacuzzi volvimos a hacer el amor de manera intensa y apasionada, sentir a Edward dentro de mí era la mejor sensación del mundo. Me había vuelto adicta a sus besos, sus caricias, todo, todo de él me volvía completamente loca.

 

Sonreí al recordar a Rose y sus palabras “no podrás caminar en una semana”, realmente ya me lo estaba preguntando. Edward parecía insaciable, era tan apasionado, tan ardiente parecía que nunca tendría suficiente.

 

Después de hacer el amor, nos duchamos juntos entre besos y tiernas caricias. Edward lavó mi pelo y yo el de él, fue precioso compartir un acto tan íntimo y a la vez tan simple.

 

Cuando terminamos Edward me envolvió con una toalla como si fuera una niña pequeña y besó la punta de mi nariz, el ató la suya a sus caderas. Admirarlo era una imagen irreal, pequeñas gotas resbalaban por su torso desnudo y de su alborotado pelo.

 

Mientras secaba mi cabello continué observando todos sus movimientos, como se afeitaba, como lavó sus dientes. El a su vez me miraba a través del espejo con su penetrante e hipnótica mirada. Me daba la sensación de que ambos estábamos haciendo exactamente lo mismo, guardando como un preciado tesoro cada momento que compartíamos en nuestra memoria.

 

Luego fuimos a vestirnos. Edward se puso un traje de baño rojo y una camiseta blanca y yo un short negro muy corto con una camiseta de tiritas verde.

 

— ¿Lista para nuestro paseo en bicicleta? —dijo apretando los labios para contener su risa.

 

—No —contesté haciendo un mohín y cruzando mis brazos.

 

—Vamos gatito será divertido, es la mejor forma de conocer la isla, te gustará —se notaba que lo estaba pasando en grande.

 

—Pero Edward estoy segura que me caeré —alegué como niña pequeña golpeando el piso con un pie, sin mucha convicción. Me era imposible decirle que no.

 

—Amor no te caerás, iremos despacio ¿sí?, además si te pasa algo tu pediatra particular te sanará —me animó sonriendo y guiñándome un ojo coquetamente.

 

Okey con esa sonrisa estaba perdida.

 

—Está bien, me rindo. —Rodé mis ojos y negué con mi cabeza—. Tú ganas es imposible discutir contigo, pero si me caigo tú serás el culpable Cullen y deja de sonreír como bobo, ya te has divertido bastante a costa mía.

 

Rió a carcajadas.

 

—Eres adorable cuando te enojas mi gatito enfurruñado, te amo— dijo abrazándome por detrás y caminábamos justos al garaje.

 

Salimos de la casa a recorrer la isla. Nos fuimos por un camino costero hacia el pueblo de Oak Bluffs a conocer las casas de jengibre. Era un paseo realmente lindo teníamos una vista privilegiada del mar, las casitas parecían de juguete pintadas de vivos colores, adornadas con elaborados jardines de pequeñas florecillas, daba la impresión que estábamos en un cuento de hadas.

 

Paramos un momento a tomar un helado.

 

Estaba esperando a Edward sentada en las mesas de afuera de la heladería. Mientras él iba a pagar la cuenta apareció quien menos me esperaba y necesitaba ver en estos momentos, tenía muy claro lo que sucedería.

 

— ¿Desde cuándo te gusta andar en bicicleta? —Preguntó una voz a mis espaldas, Jacob…—Que recuerde nunca has querido salir conmigo, ni cuando éramos niños —me reprochó claramente molesto.

 

—Hola Jake, sí, yo también estoy bien, gracias —le contesté cabreada de su actitud. Desde que era la novia de Edward lo único que hacía era fastidiarme y sacarme cosas en cara.

 

—Oh Bells, no te enojes, perdóname, te juro que lo he intentado, pero es que esta situación me está matando. Tantos años llevo guardando esto, esperando el minuto perfecto para decírtelo y el, en un segundo me lo ha robado todo —cerró sus ojos un momento suspirando, se veía muy afligido, mortificado.

 

— ¿Qué cosa Jake? No te entiendo ¿Quién te ha robado todo? ¿Por qué estas así? —pregunté sin entender—. Vamos Jake, no estés enojado conmigo, eres mi mejor amigo, te quiero y lo sabes —le dije acariciando su mejilla.

 

—Sí, Bells lo sé, pero yo no quiero que me quieras solo como a un amigo, Bella cariño. —Trago pesado—. Yo te a…

 

Pero no alcanzó a terminar la frase, abrió sus ojos como platos, levantó mi mentón con una mano y examinó mi cuello con detención.

 

— ¿Qué? ¿Qué tengo? —ahora sí que no entendía nada.

 

En vez de contestar giró mi cabeza hacia el reluciente ventanal de la heladería y me indicó con el dedo el lugar donde quería que mirara. Al ver lo que él me mostraba, abrí mis ojos como platos y solté una carcajada, tenía un chupón en el cuello debajo del lóbulo de mi oreja. Solo pude sonreír como tonta recordando hoy en la mañana.

 

— ¿Qué es tan gracioso, si se puede saber? ¿Acaso tu perfecto noviecito ahora se cree vampiro? —espetó, un muy molesto Jacob.

 

— ¡Isabella! —La voz de Edward resonó fuerte en el lugar—. ¿Qué diablos haces con este chucho aquí? —preguntó furioso.

 

Sabía que con Jacob aquí, tendría problemas. ¿Isabella?, jamás me había llamado así. Mis ojos se llenaron de lágrimas.

 

—Es un lugar público ¿sabes? No sabía que tenía que pedirte permiso a ti para venir, ¿qué acaso, te crees el dueño de la isla maldito chupasangre? —escupió Jacob, para luego abrir nuevamente sus ojos desmesuradamente observando el cuello de Edward que estaba exactamente igual que el mío.

 

¿Tan perdidos estábamos en nuestro propio mundo que ninguno de los dos se dio cuenta?

 

—Creo que te dije bien claro que no quería tus sucias garras cerca de Isabella. —Amenazó Edward, inclinándose sobre él con sus puños firmemente cerrados—. ¡Mejor vete con tus asquerosas pulgas a otro lugar! ¡Por qué aquí, sobras! ¿O no te das cuenta?

 

Era un hecho, si Jake no se iba, Edward lo molería a golpes.

 

— ¿Ah sí? ¿Y quién me lo va impedir? —Soltó burlón Jacob—. A partir del lunes veré a mi Bells todos los días y ni tú ni nadie podrá impedirlo.

 

— ¿Tu Bells? —Preguntó Edward con sarcasmo, riendo de manera malvada.

 

Me abrazó posesivo por la cintura y pasó suavemente un dedo por la marca que tenía en el cuello, le dio un sensual beso, y volvió a preguntar:

 

— ¿Tu Bells? No me hagas reír maldito perro— y soltó unas burlonas carcajadas.

 

Esto estaba rebasando mi paciencia, los dos me tenían más que harta, ninguno de ellos se estaba comportando de forma madura. Uno creía que porque era mi amigo de toda la vida podía reclamar a su antojo y el otro por ser mi novio comportarse como un celoso cavernícola.

 

— ¡Basta los dos! ¡Me tienen harta! ¡No soy un objeto el cual se pueden disputar! —Los reprendí al borde de las lágrimas—. Tú, vete y hablamos el lunes y contigo hablaré en la casa. Ya no tengo nada más que hacer aquí.

 

Tomé mi bicicleta y me fui en dirección a la casa. Mi perfecto paseo había llegado a su fin.

 

Todo el camino mis lágrimas cayeron sin cesar. Tenía un millón de sentimientos juntos, rabia, pena, desilusión, Edward iba junto a mí sin decir una palabra. No tenía ganas de hablar con el por ahora, así que cuando llegamos a la casa me fui directo a la habitación, me puse mi bikini y me fui a tomar sol a la playa, quería estar sola.

 

Llevaba un buen rato sola tendida boca abajo, disfrutando del sol, mientras oía una hermosa melodía que provenía desde la casa, Edward estaba tocando mi nana. Ya no estaba tan enojada con él, solo estaba sentida por su actitud, no podía entender esos celos enfermizos.

 

Luego de un rato las suaves y tranquilizadoras notas cesaron. Comenzaba a me preguntarme que estaría haciendo ahora Edward, cuando apareció en la playa. Se sentó a mi lado y acarició mi espalda con cariño.

 

— ¿Amor podemos hablar? —preguntó bajito, con su voz cargada de sentimiento.

 

—Edward si quieres hablar de lo que pasó con Jake, debo decirte que pierdes tu tiempo.

 

—Es que… si… no, bueno, sí, pero no es lo que imaginas —contestó pasándose las manos por el pelo, gesto que hacia cuando estaba realmente nervioso.

 

—Entonces que es, explícame porque te juro que no entiendo nada de lo que pasó hoy en la mañana.

 

Me apoyé en mis codos para mirarlo bien. Ya no había rastros de ira en sus ojos, solo había tristeza. ¡Diablos Bella! ¿A quién quieres engañar?, si ya te rendiste con el solo ¿amor podemos hablar?

 

—Princesa perdóname por favor, sé que no tengo escusa para mi comportamiento de hoy, pero es que estos días han pasado muchas cosas de las cuales no hemos hablado y yo solo estaba buscando el mejor momento para decírtelo y bueno aparece de pronto el perr…Jacob —se corrigió al instante— solo para recordarme este maldito sentimiento con el que lucho día a día — su voz se quebró—. Que él podrá estar contigo siempre, todos los días y yo no.

 

Sus ojos se llenaron de lágrimas de frustración, pero no botó ninguna. Mi Edward… tan fuerte, tan seguro y a la vez tan tierno e indefenso.

 

No aguante más, no resistía verlo así. Me levanté y me senté en su regazo abrazándolo por la cintura, el me acercó a él como si me fuera a escapar de entre sus brazos, podía sentir su desesperación. Lo besé tiernamente y acaricié su pelo.

 

—Edward amor, no debes tener celos, ni de Jacob ni de nadie, acaso no ves que solo te amo a ti, que jamás podré amar a otro que no seas tú —besé sus labios con amor.

 

—Lo sé princesa, pero es que no lo resisto, sobre todo porque cada vez que se te acerca no desaprovecha la oportunidad de poner sus manazas sobre ti. Pero no es solo por eso, hay algo que me preocupa mucho más —hizo una pausa e inspiró profundo— y es que voy a dejarte amor y no quiero, que nada ni nadie nos separe. ¿Qué pasará cuando no esté yo para cuidar de ti? Me vuelvo loco de los celos de tan solo pensarlo. Además necesito explicarte que pasará de ahora en adelante para que podamos permanecer juntos ¿entiendes? ¿No me piensas preguntar cómo me fue en Newport?

 

—Bueno esperaba a que tú me contaras como te fue y no estaré sola Edward, los chicos siempre estarán conmigo para cuidar de mi —en el mismo instante que pronuncié aquellas palabras, ese maldito dolor que siempre estaba amenazando con salir de mi corazón me atacó con fuerza, había llegado la hora.

 

Cerró sus ojos un momento, tomó aire y lo soltó de golpe.

 

—Bella en dos semanas más partiré a Chicago por un mes —sus ojos me examinaban inquietos, nerviosos analizando mi expresión.

 

—Un mes —susurré y ahí estaba de nuevo ese maldito dolor en mi corazón que amenazaba quebrarlo en mil pedazos.

 

Traté de recomponerme lo mejor que pude.

 

—Vamos amor solo es un mes, pasará más que rápido ya lo verás —ni yo me lo creía, pero debía ser fuerte— ¿Y luego de ese mes? —pregunté intentando parecer calmada.

 

—Volveré a Boston unos días, para luego irme a Newport, estaré doce semanas allá, solo podremos vernos los fines de semana mi gatito —dijo desbordando tristeza con su aterciopelada voz.

 

A medida que me iba explicando que pasaría de ahora en adelante su expresión empeoraba más y más. Me miraba directamente a los ojos, se notaba que la separación le dolía tanto como a mí.

 

—Edward, Newport esta solo a una hora y media de Boston, no te irás lejos —lo animé sin mucha convicción. Sabía que aun venía lo peor.

 

Apenas podía contener las lágrimas que se acumulaban en mis ojos, mi corazón palpitaba como un loco, mi respiración era agitada. Era un hecho me largaría a llorar a gritos.

 

—Bella mi amor, mi princesa —sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente, su voz era un susurro, como si así, fuera más fácil decir la espantosa y dolorosa verdad— después de esos cuatro meses me iré a Pensacola.

 

Y ahí se me vino el mundo abajo.

 

Lo abracé con tanta fuerza que parecía que estuviera soldada a su cuerpo. Lo abracé con piernas y brazos como si de esa forma jamás escaparía de mí. Mis lágrimas traicioneras comenzaron a caer sin piedad….

 

¡Dos mil kilómetros! ¡Dos mil kilómetros!, me repetía una y otra vez en la cabeza, ¡Oh Edward! ¡Por favor no te vayas! ¡Quédate conmigo para siempre! ¡Voy a morir día a día si no estás aquí a mi lado! ¡Te necesito, te necesito para vivir!...pensaba mientras mis sollozos eran incontrolables.

 

Mi Edward acariciaba mi espalda, mi cabeza, me daba tiernos besos para tratar de consolarme.

 

—No llores mas mi pequeña, me parte el alma verte llorar, por favor, te prometo que encontraremos una solución, es más ya he pensado en una ¿la quieres escuchar? —me preguntó como si nuestra vida dependiera de aquella idea.

 

—Edward. —Sollocé— ¿Cómo lo haremos? Pensacola esta tan lejos de Boston —dije apenas, con un hilo de voz, mientras mis sollozos no pensaban dejarme en paz.

 

—Bella nos amamos y es lo único que importa, jamás, jamás nos separaremos aunque exista un mar de distancia entre nosotros, yo siempre te seguiré amando, más que a mi vida y mas allá, si es que existe otra, para toda la eternidad mi princesa te lo prometo —besó mis labios—. Te prometo que siempre estaremos juntos, pase lo que pase, vaya, donde vaya, este donde este, siempre podrás mirar el cielo y recordar que lo estoy conquistando por ti mi amada Bella, mi mujer, mi vida, mi mundo, mi todo —besó mi frente con devoción, tiernamente.

 

— ¿Siempre juntos? —pregunté ilusionada, mientras una luz de esperanza comenzaba a crecer en mi corazón.

 

—Sí, mi amor, para toda la eternidad. No me alcanzará vida para amarte como te amo, como nos amamos princesa. —Sus hermosos ojos verdes estaban cargados de amor, llenos de ilusión—. Te prometo que cuando todo termine y ya sea piloto te vendré a buscar y estaremos justos para siempre mi Isabella Cullen.

 

Abrí mis ojos de la impresión ¿había escuchado bien? ¿Isabella Cullen?, mi roto corazón se volvió a unir en un instante. Sí, era lo que más quería, estar por siempre junto a mi Edward, ya vería después como me las arreglaría con la universidad, con Charlie, con todo, además aún faltaba mucho tiempo para eso.

 

Bella Cullen, pensé y suspiré ilusionada.

 

Edward me miraba con una deslumbrante sonrisa, sus ojos brillaban esperanzados, él sabía que yo había entendido perfectamente lo que me había querido decir.

 

No dijimos nada más, solo nos fundimos en un apasionado beso, para terminar haciendo el amor como dos locos enamorados con el mar mojando nuestros pies, como perpetuo cómplice de nuestro amor. Algún día mi Edward y yo estaríamos siempre juntos, justos para siempre.

 


Mis queridas amigas perdón por la tardanza, no imaginan cuanto luche con este capitulo jajaja, me costó horrores, pero bueno aquí esta.

Les dejo besos y abrazos a todas mis amigas del chat, ustedes son el incentivo que día a día me anima a escribir!!!!!! Las quiero!!!!

 

Esta vez recibo tomates jejeje, las autorizo jaja.

 

Voten y comenten!!!!

 

Muchas gracias también a las chicas que pasan silenciosas y les gusta mi historia se agradece de verdad

 

Las quiere

Solcullen

Besos

Capítulo 9: Un amante enamorado Capítulo 11: Trazando planes

 


 


 
14430666 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10748 usuarios