En el capitulo anterior...
Íbamos disfrutando de nuestra compañía escuchando música en un perfecto silencio cuando sentí que Bella se removió algo inquieta, separándose de mí buscando mi mirada.
-¿Edward?... yo… amor… yo…hay algo que tengo que decirte, pero tengo miedo- dijo cautelosa.
-¿Miedo de que amor?- pregunté extrañado.
-De tu reacción…
Capitulo 26: La Verdad 2.
Bella ‘s Pov
Edward guardó silenció un momento evaluando mis palabras y aunque sabía que esto lo haría enfurecer no se lo podía ocultar, menos ahora que habíamos comenzado de cero.
— ¿Qué tan malo puede ser que tienes miedo de mi reacción?- me preguntó algo sentido— ¿tan ogro soy?
— ¡No! — inmediatamente negué un poco más fuerte de lo normal al ver la cara con que me miró no era mi intención hacerlo sentir mal— no es eso como crees, es que tu… bueno… yo…amor…verás…ayer… — no sabía cómo partir, estaba muy nerviosa y para peor de males me había vuelto tartamuda.
— ¿Qué? ¿Qué pasó ayer?
—Primero recuerda lo que me prometiste en tu oficina.
—Bella — me dijo con tono de reproche — me estás comenzando a preocupar, además no veo porque lo tengo que recordar ¿es que no te lo prometí acaso por ti y por nuestros hijos?
— Sí, pero…
—Pero que…
—Es que te enfurecerás Edward, te conozco, lo sé…
—Pruébame…
—Está bien — acepté resoplando derrotada, y lo solté de golpe total de todas formas sabía muy bien que se iba a enfurecer‒—Jacob ayer por la mañana estuvo en mi casa.
El gruñido que salió del pecho de Edward fue tal, que casi me dio la impresión de estar encerrada con una animal salvaje dentro del auto. Sus manos apretaron el volante tan fuerte que juro que si hubiese podido lo hubiese quebrado en mil pedazos. La piel de sus nudillos se veía casi traslucida y hasta parecía que le saldrían llamas por la nariz cada vez que bufaba, intentando lo mejor que podía contener su furia.
— ¿Amor? — Lo llamé acariciándole tiernamente una de sus mejillas. Pero no me contestaba.
Pobre mi Edward a pesar de que estaba furioso me enternecía verlo así. Su naturaleza celosa y sobreprotectora lo superaba por sobre todas las cosas y ahora llevaba una espantosa lucha interna por no explotar de ira.
Cuando esperaba que comenzara a gritar como un demonio de pronto hizo lo que menos esperaba, se hizo a una orilla, estacionó el auto y se bajó a toda velocidad dando un fuerte portazo.
Se paseaba afuera del auto de un lado a otro como un león enjaulado con el seño tan fruncido que sus cejas estaban prácticamente juntas. Su mirada era fiera, intimidante. Pasó sus manos por su rostro exasperado y luego tiró de sus cabellos absolutamente frustrado.
— ¡Maldito chucho de mierda! — Lo escuchaba mascullar totalmente fuera de sí — ¡juro, juro que si le tocaste un pelo a mi Bella mandaré la famosa promesa a la mierda y te mataré! Te mandaré directo al quinto infierno de donde nunca debieses haber salido — dicho esto sonrió de manera escalofriante de seguro le parecía una idea de lo mas intrigante.
Inspiró y expiró varias veces más, en un intento de calmarse, hasta que su semblante se fue relajando poco a poco y de la ira pasó a la más profunda preocupación.
Se subió nuevamente al auto e inmediatamente me cobijó entre sus brazos, en un abrazo que transmitía tanto amor y preocupación que te hacía sentir que en aquel acto se le iba la vida.
— Gatito, dime por favor que el maldito perro ese no te tocó, que nada te hizo princesa — dijo con la desesperación desbordando de sus labios. Acarició mi cabello y besó mi frente.
— Amor tranquilo, que no pasó nada importante, solo necesitaba decírtelo, porque prometimos que entre nosotros ya no habría secretos — intentaba calmar su angustia acariciando su cabello y besando tiernamente sus labios.
— ¿Entonces por que tenías tanto miedo de mi reacción? — preguntó aún no muy convencido.
‒ Porque a pesar de tu promesa cuando se trata de mi pierdes la razón y temo por ti, por verte involucrado en algo terrible, sabes que no podría soportar que algo te pase y menos vivir sin ti y bueno después de lo que contó Tanya, creo que Jacob y Heidi se han vuelto muy peligrosos, que son capaces de cualquier cosa es más ahora analizándolo estoy casi segura de que algo mas hubiese pasado ayer si Charlie no hubiese intervenido y sacado a Jacob prácticamente a patadas de la casa.
Sus manos se ciñeron fuertes a mi cintura al escuchar esto último y un nuevo gruñido salió de sus labios.
— Gatito por favor me quieres matar de un ataque de ansiedad me acabas de decir que no paso nada y ahora me dices que Charlie lo sacó a casi patadas de la casa.
—Y nada pasó, solo discutimos — le dije con voz serena para transmitirle que todo andaba bien — comenzó a increparme porque no quise salir con él, intenté que se fuera ya que se me comenzaba hacer muy extraño que siempre apareciera cuando tu y yo teníamos algún problema y ahí fue cuando se enfureció y me soltó un montón de cosas terribles sobre ti que hasta ese minuto no comprendí muy bien como las sabía y yo… bueno no lo soporté… y le di una bofetada y con tanto grito apareció Charlie y lo echó.
— Maldito desgraciado, lo mataré, nunca más en su vida… ‒ siseaba con la ira amenazando con volver a poseerlo.
— Edward tu promesa…
— Ya se, ya se — me contestó bufando cabreado.
De pronto pareció darse cuenta de algo que no se había percatado abriendo sus hermosas esmeraldas como platos.
— ¿Amor tú le pegaste?
— Sí, dos veces con esta manito — levanté mi mano y la agité frente a sus ojos divertida.
Tomó mi mano y depositó un beso en su palma con adoración sonriendo y negando incrédulo con la cabeza.
— Veo que mi gatito enfurruñado se ha convertido en un gato salvaje, mi sexy leona — bromeó junto conmigo recordando nuestro ardiente encuentro en su oficina, recuperando su buen humor.
Apoyé mis manos en su pecho y lo guié para que quedara con su espalda apoyada en su asiento luego me senté a horcajadas encima de él.
— Solo para ti amor, solo para ti soy esa sexy leona — susurré seductoramente enredando mis dedos en sus sedosos cabellos y atrapando sus apetecibles labios.
Edward acarició mis piernas de manera lenta y ardiente quemando cada fibra de mi piel a su paso hasta que sus manos nuevamente se colaron por debajo de mi vestido hasta llegar a posicionarse abrasadoramente en mis glúteos abarcándolos completamente con sus enormes y suaves manos acercándome demandante a su enorme, duro y erecto miembro.
¡Dios! nuevamente lo necesitaba como una enferma, pero es que no lo podía evitar, lo necesitaba con locura, mi cuerpo, mi alma y mi corazón clamaban por sentirlo en mi interior fundiéndose lento, profundo y placenteramente en mi ser.
Un gemido involuntario escapó de mis labios cuando nuestros sexos se comenzaban a rozar ansiosos por encima de nuestra ropa, deseando que aquellas molestas prendas desaparecieran para nuevamente unir nuestras almas en una sola.
— Amor— me llamó Edward con su voz ronca, excitada jadeando en mis labios — tenemos que parar princesa…estamos en…— intentaba decir llamando nuestra perdida y acalorada conciencia a la cordura.
— Perdón—susurré acariciando suavemente sus labios enterrando mis dedos en el suave cabello de su nuca dejando de moverme para intentar en algo aplacar aquel abrasador calor que nos embargaba. Después de todo yo había sido quien lo había atacado olvidándome completamente del lugar en el que estábamos.
Edward apoyó su frente en la mía y suspiró extasiado. Observé por unos segundos su irreal belleza. Había dejado su pelo mas alborotado por mis ardientes caricias, tenía sus labios húmedos, entre abiertos de los cuales aun escapaban pequeños jadeos, un ligero sonrojo adornaba sus mejillas, sus hermosas esmeraldas me admiraban oscurecidas de pasión ¡Dios! ¡Qué hermoso era! A veces aun me parecía imposible que semejante hombre me amara de la manera que él lo hacía.
— No te disculpes amor, sabes que yo también te necesito con locura— dijo recorriendo mi cuerpo con una mirada ardiente, jugando por debajo de mi vestido con mi ligero, provocando que inevitablemente me mordiera el labio inferior— pero ahora señorita, mejor nos vamos donde Alice que si seguimos aquí, no aguantaré mas y nos terminaran llevando presos a ambos por perturbar la moral y las buenas costumbres — y soltó unas pícaras y culpables carcajadas.
— Señora, señora Cullen, no lo olvide doctor Cullen— lo corregí algo sentida, amaba cuando me llamaba así, era inevitable, sonreía como una tonta mientras miles de mariposas revoloteaban en mi interior tan solo con aquella mención.
— Nunca— prometió solemne— sabes que siempre has sido la señora Cullen para mi amor, desde el primer momento, desde toda mi vida.
Me senté nuevamente en mi asiento y Edward comenzó a conducir en dirección del estudio de Alice.
Su semblante se veía sereno y agradecía mil veces que esta vez, que haya podido controlar su temperamento, aunque se notaba que en algo importante pensaba. Lo conocía muy bien y aunque confiaba en su promesa y quizás no le fuera a dar caza a Jacob como la maldita bestia que era y merecía, lo más probable es que algún plan en su mente urdía. El temperamento de Edward no era de aquellos que se queda esperando pacientemente a que algo suceda sin antes actuar y menos ahora como se presentaban los hechos.
De cuando en cuando entre cerraba los ojos y susurraba cosas para sí mismo.
— Voy a ir a hablar con Aro Vulturi — dijo de pronto.
— ¿Qué? — pregunté sin entender.
— Con el padre de Heidi.
Me removí en el asiento, nerviosa de solo escuchar mencionar su nombre. Nada bueno podía provenir de aquel apellido.
— Edward, no sé, no me gusta la idea, ¿crees que te servirá de algo? ¿Qué le piensas decir?
— Le contaré la verdad de quien es su hija y en los pasos que anda, por lo visto después de lo que nos contó Tanya, Heidi…
— Zorra regalada — lo corregí sin poder evitarlo, me exasperaba que la llamara por su nombre.
Edward sonrió y negó con la cabeza cuando escuchó salir aquellas palabras de mi boca.
— Bueno la “zorra regalada” — consintió— está realmente desquiciada y no creo que se quede tan tranquila después de enterarse que nuevamente estamos juntos, pero como le he prometido a mi hermosa mujer— estiró su brazo y acarició mi mejilla mientras yo dejaba un beso en la palma de su mano — que no me comportaré de forma compulsiva aunque ganas de matarla no me falten, creo que lo más sensato es ir hablar con su padre, para que controle a su hija, la mande a un siquiátrico o lo que estime más conveniente hacer con ella.
— ¿Y crees que te creerá?
—No lo sé, pero no pierdo nada con intentarlo. Aro es un hombre sensato y creo que tiene más que claro que su hija es una loca. Las pocas veces que los escuché hablar era siempre para reprenderla y…
—No me interesa escuchar detalles…— lo corté.
¡Ay Dios! que me pasaba, me comenzaba a dar un irracional ataque de celos fue tanto que apreté fuertemente con mis puños mi cartera imaginando que era el cuello de esa maldita perra.
— Amor no te estoy dando detalles de ningún tipo así que suelta esa cartera que ahí no está Hei… — lo fulminé con la mirada — la zorra regalada— dijo paciente.
Bufé exasperada intentando alejar mis asesinos pensamientos para retomar la conversación.
— Bueno ¿entonces?
—Como te decía. Aro es un hombre sensato y es la única solución que le encuentro a esto. Pensé por un minuto denunciarlos por lo que me hicieron con la confesión de Tanya, pero de seguro ella no querrá, uno porque se ve que está muy asustada y dos porque al confesar ella también se verá involucrada y es más que obvio que eso es algo a lo que ella no estará dispuesta.
— ¿Y cuando piensas ir?
— Creo que iré el lunes sin falta, ya no nos podemos fiar de nada y en cuanto al maldito perro, se nota que él no es más que un títere de sus viles actos, por lo que mientras nos mantengamos siempre juntos por el momento no veo peligro alguno.
— Pero amor ¿cómo nos mantendremos juntos si tú tienes que ir a trabajar?
—Princesa ¿no me viste despedirme de Rebecca hace un momento atrás? — asentí entendiendo sus palabras — a partir de hoy comienzan mis vacaciones y después del próximo sábado nos iremos de luna de miel por todo un mes, por lo que espero no hayan problemas y que todo aquello quede solucionado, de todas maneras cuando volvamos creo que será bueno que contratemos a Thomas nuevamente, solo para asegurarme que mientras yo no este no te ocurra nada.
— ¿Thomas? — Pregunté incrédula, con una sonrisa traviesa amenazando con escapar de mis labios.
Hasta donde yo sabía Edward no tenía la más mínima idea de que yo me había enterado de quién era realmente Thomas ¿se le habrá escapado?
— Puedes reírte amor, hace muchos meses que se, que sabes que Thomas era quien te cuidaba en la universidad — contestó como siempre sonriendo suficiente.
Obvio Bella— me reprendió la voz de mi conciencia— cuando aprenderás que cuando se trata de ti a tu Edward no se le escapa absolutamente nada.
Abrí mis ojos como platos sin poderlo creer, el celoso cavernícola lo sabía y se había callado. Eso sí que era ver para creer.
— Cierra la boca amor, que el “celoso cavernícola” aprendió a controlarse perfectamente bien cuando se trata de Thomas— dijo como si me hubiese podido leer la mente, tomando suavemente mi mentón con su dedo índice para cerrar mi boca.
Negué con la cabeza y sonreí como tonta enamorada. Era tan adorable mi Edward, siempre perfecto, siempre cuidándome, tanto así que era capaz de contener al celópata que habitaba en su interior con tal de que ni el más mínimo pelo se moviera de mi cabeza.
Comenzaba a perderme en mis pensamientos mientras contemplaba a mi Edward mientras conducía. En todos ellos el protagonista principal era mi precioso ángel. Solo una semana quedaba que para que Dios no uniera para toda la eternidad y después de eso solo nos esperaba y vivieron felices para siempre junto a mi príncipe encantado, mi príncipe de mis sueños, mis ojos se llenaron de lágrimas de emoción de tan solo imaginarme nuevamente a mi Edward esperándome en el altar sonriéndome con esa arrebatadora sonrisa que detenía mi corazón por segundos para luego latir desbocado amenazando con salir de mi pecho.
Sin poder evitarlo salté hacia su lado y lo abracé con todas mis fuerzas tomándolo por sorpresa.
— ¡Edward te amo! — exclamé como una loca llena de felicidad, era tanta que estoy más que segura que alcanzaría para repartirle al universo entero.
— Yo mas mi hermoso gatito, yo mas— contestó riendo de mi alocada reacción justo cuando llegamos al estudio de Alice.
Edward como siempre caballero abrió la puerta del auto para mí ofreciéndome su mano y a paso apresurado entramos, ya que veníamos algo tarde y de seguro Alice ya estaba de los nervios debido a nuestro pequeño atraso.
— ¡Oh Dios! ¡Al fin llegan! — Nos saludó saltando a nuestros brazos para depositar un sonoro beso en nuestras mejillas — ¡ahhhhhh no puedo estar más feliz! — Gritó llevándose sus manos a sus mejillas en un gesto de incredulidad— ¡mis dos personas favoritas de todo el mundo al fin están juntas! y yo seré ¡TIA!
— ¿Tus dos personas favoritas? ¿Y Jasper Alice? — preguntó Edward para picarla. Como le gustaba hacer rabiar a Alice.
—Obvio que después de Jasper tonto— le dijo rodando sus ojos y golpeando su hombro — Bien antes de que se prueben sus trajes y me cuenten con lujo y detalles que diablos quería la zorra esa les tengo un regalo— caminó hasta su escritorio con andar de bailarina y de encima tomó dos hermosas bolsas estampadas de biberones de todos los colores, cerradas con unos moños en cinta celeste— felicitaciones papis — dijo sonriendo tiernamente entregándonos las bolsas.
Con Edward tomamos asiento en los floreados sofás del estudio de Alice y juntos abrimos nuestros regalos. Eran unos preciosos enteritos de plush, celestes, con un osito bordado en una de pequeñas piernitas, se abrochaban completos por delante.
Inevitablemente mis ojos se llenaron de lágrimas mientras pasaba mis manos por la suave textura de la tela, imaginado a mis bebes adorables vestidos con la pequeña ropita mirándome con las mismas esmeraldas de su hermoso padre.
Una incontenible emoción me embargaba. Era la primera ropita que tenían nuestros bebes, bueno exceptuando las zapatillitas que me había robado de la oficina de Edward, y al pensarlo me dio mucha tristeza de no haber sido yo la que se las hubiese comprado, pero es que hasta ayer solo la profunda amargura era la que guiaba mi vida.
—No llores princesa— me calmaba Edward secando tiernamente mis lágrimas con sus suaves y largos dedos.
—No te preocupes amor, lloro de felicidad nada mas, gracias Alice están preciosos‒—contesté hipando estirando mis brazos para darle un apretado abrazo a mi adorada amiga.
—Gracias Tink, están muy lindos, pero ¿celestes? — preguntó algo enfurruñado mi Edward juntando sus pobladas cejas. Ya me imaginaba yo porque.
—Sí, celestes— contestó Alice llena de seguridad deshaciendo nuestro abrazo y poniendo sus manos en sus caderas— y no te enfurruñes Edward Cullen, porque sabes que siempre tengo la razón— le dijo sin prestarle mayor atención.
— Ah sí, se me olvidaba— le dijo burlón— “madame Alice” le vaticinará su futuro— y aquí venia una nueva discusión de los hermanos perdidos Edward y Alice— pues yo no quiero dos minis mis, yo quiero dos mini Bellas— sus ojos brillaron de ilusión.
— ¡Edward! — le prendí.
— Bueno sí también los quiero, perdón, solo que prefiero dos minis Bellas, lo sabes amor.
— Búrlate todo lo que quieras pitufo gruñón, porque te lo dijo aquí y ahora, como que me llamo Alice Hale, tendrás tus dos minis mis y ya no serás mas el doctor Cullen, ahora serás ¡el doctor malito!*— exclamó muerta de la risa sosteniendo su estómago para contener sus carcajadas.
No pude más que unirme a su contagiosa risa imaginando a mi Edward calvo al igual que el doctor malito acompañados de sus dos minis mis.
— Si, ríanse todo lo que quieran de mi, ya veremos en tres meses mas quien tiene la razón— contestó enfurruñándose como niño pequeño arrugando su nariz y cruzándose de brazos, dejando caer pesadamente su espalda en el respaldo del sofá murmurando que él no era feo como el doctor malito. Engreído
—No te enojes hermanito sabes que te quiero— dijo Alice sentándose juguetonamente en la piernas de Edward rodeando su cuello con sus delgados brazos.
Edward la miró unos segundos a sus ojos de gato y luego solo le dijo un significativo “gracias” o lo que Alice le contestó “lo sé” le dio un beso en su mejilla se bajó de sus piernas de un salto y ordenó:
—Ahora tu— dijo refiriéndose a mí — entra en ese probador para que veamos los últimos detalles a tu vestido que ya el tiempo se nos viene encima y tu Edward Cullen promete ser bueno y no estar espiando que si no arruinaras la sorpresa además mientras Belly se lo prueba tu y yo tenemos algo que conversar— le informó mientras me empujaba hacia el probador — y nada de andar escuchando Isabella— y me dejó dentro del probador cerrando la puerta detrás sin dejarme articular palabra.
La curiosidad me mataba. Lo único que quería era enterarme de las sorpresas que Edward tenía preparadas para mí, pero aquella curiosidad tan rápido como vino se esfumó, cuando mis ojos se encontraron nuevamente con mi precioso vestido haciendo que se me atascara el aire en mi garganta y mi corazón se encogiera en mi pecho.
Con manos temblorosas acaricié la delicada y suave textura, sus finos acabados deleitándome con su hermosa estructura, nuevamente lo estreché entre mis brazos como mi posesión más preciada. Cerré mis ojos y mis pensamientos viajaron al último día que la suave tela acarició mi piel, donde ilusionada intentaba rescatar las migajas de nuestra quebrada relación, solo con la esperanza de ver a mi Edward esperando por mí en el altar, hasta que esas malditas fotos lo destruyeron todo.
Una lágrima traicionera rodó por una de mis mejillas con mí acongojado corazón amenazando con revivir aquel lacerante dolor que casi me llevó a la perdición, hasta que mi milagro personal preguntó:
—Gatito, ¿estás bien amor? — Su voz sonaba preocupada por el otro lado de la puerta, como si el mismo pudiese sentir mi dolor.
Después de un año entero aun me preguntaba como lo hacía. Quizás se imaginó que esto pasaría o simplemente era tal nuestra conexión que simplemente actuó por mero instinto, pero siempre mi Edward parecía adivinar hasta mis más profundos pensamientos.
— Estoy bien amor, tranquilo no pasa nada.
— ¿Segura? — indagó nuevamente se escuchaba inquieto, lo más probable es que estuviera pasando sus manos por sus cabellos frustrado por no poder entrar.
— Si amor tranquilo.
— Okey, cualquier cosa me llamas— dijo no muy convencido ‒. Alice ya está en unos minutos contigo.
Su aterciopelada voz acarició todos mis sentidos como una cálida brisa de verano, colándose por mis poros para recorrer mis venas hasta llegar a mi corazón haciéndolo estremecer de tanto amor.
Una sonrisa deslumbrante me mostró mi imagen frente al espejo, aquella que se estampaba en mis labios con el más leve susurró de su hechicera voz, aquella que con escondidas palabras me decía que este no era el momento de entristecerse, que ahora todo estaría bien, al fin había recuperado mi vida, al fin había recuperado a mi Edward.
Cuando comenzaba a probarme el vestido entró Alice al probador colándose por una espacio ínfimo al abrir la puerta seguramente intentando por todos los medios sacarse de encima a Edward que ya me lo imaginaba que habían intentado ocupar sus métodos más persuasivos para poder entrar, que obviamente con Alice no lo iba a lograr.
Gracias al cielo el vestido aun me quedaba perfecto, ya que el último ajuste Alice no lo alcanzó hacer por razones obvias y bueno mi estado de depresión de las últimas tres semanas contribuyeron a que no engordara casi nada con suerte y había recuperado mi peso. Así que con los mínimos ajustes en la vasta del ruedo y algún que otro alfiler en mi cintura estuvimos listas para que fuera el turno de Edward.
Debo reconocer que varios intentos hice por mirar, me moría de ganas de ver lo guapo que se vería con su smoking, pero al fin después de varios regaños de Alice y después que jurara y re jurara que jamás en la vida volvería a atender un par de novios igual de curiosos y entrometidos como nosotros, decidí comportarme como niña buena, además la actitud de Edward no ayudaba en nada alegando que él me dejaba mirar si yo lo dejaba ver mi vestido cosa que debo decir me tentaba en realidad, pero después de escuchar unos cuantos “auch Alice” desistí definitivamente para que mi querida duende no continuara pinchando intencionalmente a mi Edward y lo convirtiera en un colador.
Cuando Edward estuvo listo, Alice hizo que le contáramos con pelos y señales nuestra conversación con Tanya. Cuento que la enfureció por sobremanera, incrédula de tanta locura y maldad, aunque le alegró que al fin nos enteráramos de la verdad.
Terminamos nuestra conversación, riendo a carcajada limpia al recordar como habíamos dejado casi calva a la zorra de Tanya y debo decir que a pesar de nuestra reacción desmedida e irracional, era una sensación de alivio más que genial y la verdad si se me presentara nuevamente la oportunidad no dudaría en actuar exactamente igual, jamás permitiría que ninguna zorra resbalosa y ofrecida se volviera a acercar a mi Edward nunca más.
Salimos del estudio de Alice felices, ahora con la última prueba de nuestros trajes, Edward aseguraba que solo faltaban unos pequeños detalles para que todo estuviese perfectamente listo para el próximo sábado y yo solo rogaba porque la semana pasara volando para verme caminando hacia mi Edward al altar.
Fuimos al supermercado a comprar la inmensa lista de la “famosa” comida sana que nos había dado Annie y también todas las cosas necesarias para la comida de esta noche, cena que la señora Sue, la nana de Edward nos ayudaría a preparar.
Gran odisea fue aquello. Cosa que echaba al carro, cosa que Edward dejaba nuevamente en los estantes luchando con su yo interno de seguro por no poder cumplir mis caprichos. Después de unas cuantas discusiones sin sentido y unos manipuladores ojos llenos de lágrimas al fin logré que Edward accediera a que llevara miles de potes de helado de chocolate argumentando falsamente, debo decir que con las nauseas era lo único que tenía ganas de comer, cosa que por supuesto es más que seguro ni por un segundo se tragó.
— ¿Estas cansada mi pequeña consentida? — preguntó mientras me ponía el cinturón de seguridad, besaba mi frente y se me escapó un bostezo.
— No mucho, solo tengo un poco de sueño, supongo que eso es normal ¿Por qué?
— Bueno porque vamos a una parte más, pero si quieres lo podemos dejar para mañana.
— ¿Dónde?
— A buscar a nuestro hijo amor, ¿o quieres que siga viviendo con Esme y Carlisle?
— ¡Emmy! — Exclamé ilusionada — si, vamos, claro que quiero — dije sintiéndome culpable de prácticamente haberlo abandonado con Esme, pero es realmente cuando salí del hospital a penas era capaz de cuidarme a mí misma.
—No te aflijas Bella, el te sigue queriendo igual, al que casi mordió el día que volví de Pensacola fue a mi — me contó divertido intentando subirme al ánimo.
‒ ¿En serió?
‒ Si, en serio, claro que después de que me reconoció me dio unos buenos besos, igualitos a los que me das tu— se burló de mi pícaro.
‒ ¡Edward!
‒ ¡Que! ¡Es cierto! Mira igualitos a estos— y sin más tomó mi rostro con sus grandes y suaves manos y atacó mis labios besando de aquella forma que lograba desconectar mi cabeza del cuerpo para olvidarme de todo y hacerme volar tres metros sobre el cielo y mas allá — Te amo Bella— susurró terminando el beso rozando suavemente sus labios con los míos, para luego subirse la Volvo y conducir hasta la casa de sus padres.
A los pocos minutos ya estábamos estacionándonos en el frontis de la hermosa mansión. Entramos tomados de la mano en busca de Emmy y Esme.
— ¡Oh Dios mío! — exclamó Esme al vernos, saliendo del despacho de Carlisle e inmediatamente corrió a abrazarnos — no saben lo feliz que me hace verlos juntos nuevamente — nos abrazó emocionada con sus ojos llenos de lágrimas.
— Hola mamá — saludó Edward dejando un beso en el tope de su cabeza — no llores por favor.
— Es que cuando ayer llamaron para contar, no lo podía creer, ya habían pasado tantos días y por Carlisle sabía que estabas mas acabado día a día — intentaba secar sus lágrimas que no dejaban de caer— gracias hija, gracias por perdonar a mi Edward.
El escuchar sus palabras mi corazón se estrujó de dolor. Por culpa de mi testarudez, no solo había hecho sufrir a Edward, si no que a muchas personas más.
— No me agradezcas Esme, fue culpa mía, perdón. Si yo hubiese creído en Edward desde el principio, nada de esto hubiese ocurrido.
— Eso ya no importa hija, lo único importante es que al fin están juntos, ustedes no nacieron para vivir separados por mucho han tenido que pasar ya.
Y nuevamente nos dio un abrazo apretado.
— Bueno mis niños hermosos, basta de llorar — terminó de secar sus lagrimas regalándonos una dulce sonrisa— ¿que los trae por acá?
— Venimos a buscar al peludo ¿dónde está? — preguntó un sonriente Edward.
— ¿Emmy? — Preguntó soltando unas carcajadas— ese regalón seguro anda jugando con alguno de sus dinosaurios arriba de mi cama.
— Te lo dije, ya no quiero pensar lo que nos espera — se me salió sin pensar mirando a Edward, recordando que siempre comentábamos que el día que tuviésemos hijos de verdad serían unos consentidos, si ya Emmy era tratado como un niño.
Edward solo me sonrió y negó con su cabeza mientras Esme pasaba sus ojos de Edward a mí y de mí a Edward curiosa, lo que hizo que me sonrojara furiosamente.
— ¿Ya almorzaste mamá? — preguntó Edward para desviar la atención de mi perspicaz suegra.
— No aun no, eso iba hacer ahora, ¿se quedan a almorzar conmigo?
— ¿Quieres amor?
— Sí, claro me encantaría — acepté feliz, me gustaba mucho compartir con Esme y la había extrañado horrores.
Estábamos terminando de almorzar compartiendo una amena conversación, con Emmy ya recostado a nuestros pies y yo bajo la mirada atenta de Edward de que no dejara nada el plato, cosa que por supuesto a Esme la tenía cada minuto más curiosa cuando llegó Emmett no sé si para salvarme de la pregunta que estaba a punto de salir de los labios de Esme o para poner tenso el ambiente.
— ¡Bellit…! — Su felicidad y sus palabras quedaron atascadas en su garganta al verme acompañada de Edward.
— ¿Y tú qué haces aquí a esta hora? ¿Es que acaso no trabajas? — Preguntó ácidamente Edward — no tienes por casualidad que contribuir a que una pareja feliz se divorcie o papeles de propiedades que falsificar — tomó mi mano y me acercó a él todo lo que nuestras sillas lo permitían.
Emmett se acercó a nosotros, cuando quiso saludarme con un beso en mi mejilla Edward lo fulminó con la mirada, lo que provocó que siguiera de largo para besar a su madre y se sentó a la mesa bajo la atenta mirada de Esme que cerró los ojos y suspiró cansada seguramente imaginando lo que se veía venir.
— Yo vivo aquí, por si se te olvidaba además venía a almorzar Esme.
—Ah sí claro— contestó sínicamente Edward—. Se me olvidaba que tienes veintiséis años y aun vives con tus padres ¿es que no te ibas a ir a vivir con la bruja de Rosalie? — Edward— le llamó la atención Esme.
‒— ¿Qué? ¿Qué acaso el puede decirme lo que se le dé la gana y yo no?
¡Ay dios! sí que estaba dolido mi Edward con Emmett, por eso mismo ni siquiera me había atrevido a sacar el tema. Ahora solo quedaba por esperar que Emmett no continuara la pelea al ver el apelativo que Edward le puso a Rose.
Acaricié dulcemente su rostro hasta llegar a enterrar mis dedos en su cabello, para intentar calmar su temperamento que comenzaba poco a poco a convertirse en la más dolida de las iras. Edward clavó su penetrante mirada en mí con un dejo cristalino de dolor, para luego esconder su rostro en el hueco de mi cuello suspirando cansado, abatido, rindiéndose a las suaves caricias que le daba en su cabeza.
— Ya amor, te amamos lo sabes— susurraba imperceptiblemente en su oído a lo que Edward vencido a mis caricias solo asentía mientras rozaba mi vientre tiernamente con una de sus manos.
Curiosamente Emmett guardó silencio y nos dio una mirada triste o más bien culpable observando aquella escena.
— No se trata de eso hijo, solo que son hermanos, no deberían estar peleados, ustedes eran los mejores amigos.
— Bueno “eso” díselo a tu hijo Emmett porque hasta donde yo sé, al único que se le olvidó que tenía un hermano fue a él, a mi no ‒ contestó a la defensiva como si Emmett no estuviera aquí, retomando su fría postura — y con lo que a mí respecta yo ya no tengo hermano, lo dejé de tener el día que me demostró la maravillosa confianza que tenía en mi.
Edward volvió a tomar el tenedor para continuar comiendo su postre, pero lo dejó caer nuevamente en el plato de mala gana provocando un sonido estridente y seco, mientras Esme tenía una mirada sombría y se notaba que Emmett se debatía si es que debía contestar las duras palabras de su hermano.
Pasaron unos minutos de incómodo silencio en que nadie se atrevía a decir palabra el aire estaba tan denso que daba la impresión que hasta podías palparlo con los dedos.
Edward jugaba con sus piñas y yo la verdad me comenzaba a sentir asqueada con su olor dulzón, empezaba a tener unas incontenibles ganas de vomitar, sabía que no aguantaría mucho más. Hasta que de pronto Emmett rompió el silencio.
— Entonces me puedes decir, ¿para qué nos invitaste esta noche a tu departamento a la “bruja” de Rosalie y a mí?
— ¡Maldición Emmett! no es “mi” departamento — contestó violento, soltando nuevamente el tenedor en el plato con fuerza, recalcando el “mi” haciendo alusión al asunto de las escrituras— es “nuestro” departamento. Y si los invité fue solo por nuestros padres y por Bella, no porque me interese que escuchen lo que les queremos contar — comenzaba a levantar la voz furioso— ¡porque si fuera por mi yo los mandaría a la misma mier…!
Y no lo aguanté más. Me paré de la silla de golpe tapando mi boca con una de mis manos. Edward me miró asustado por mi reacción, pero no le pude contestar y me fui corriendo al baño.
Me arrodillé frente al escusado, para devolver absolutamente todo y en eso estaba cuando sentí que abrieron la puerta y un segundo después unas suaves manos tomaron delicadamente mi cabello.
— ¡Vete Edward! esto es asqueroso — dije como pude manoteando hacia atrás. No quería que me viera en este estado, era realmente vergonzoso.
— Ya amor, ya pasara— me consolaba acariciando mi espalda sin la más mínima intención de irse.
—Vete— insistí.
—No, no me iré — respondió en un tono que no admitía réplicas.
Luego de vaciar completamente mi estomagó me sentí bastante mejor, pero de tantos espasmos me sentí completamente agotada.
—Mi princesa ¿te sientes mejor? — preguntó mirándome inquieto ayudándome a ponerme en pie para que pudiera enjuagar mi boca.
—Sí, ya pasó, amor. No debiste quedarte Edward esto es realmente repugnante — dije completamente avergonzada de lo que había tenido que presenciar.
— Amor, estamos los dos juntos en esto y sabes que daría cualquier cosa porque no te sintieras así de mal, esto es lo mínimo que puedo hacer por ti. ¿Siempre juntos recuerdas? — Y estiró los labios para darme un beso.
— ¡Asco Edward! ¡Mis dientes! — dije echándome hacia atrás.
Lo que provocó que Edward soltara unas sonoras carcajadas.
— Esta bien— aceptó sonriendo con aquella sonrisa torcida que derretía mi alma— entonces creo que ya llegó la hora de que vayamos a casa, para que mi pretencioso gatito lave sus dientes y poder comerme a besos esos apetecibles labios— besó mi frente y salimos del baño.
— ¿Edward?
— ¿Si amor?
— Recuérdame cuando lleguemos a casa votar esas asquerosas piñas.
— Todo lo que tú quieras amor — respondió riendo compresivo.
Nos despedimos bajo la inquisidora mirada de Esme, que no le paso para nada desapercibido que salí corriendo intempestivamente hacia el baño con Edward detrás. No nos dejaba ir hasta que la convencimos medianamente de que no tenía absolutamente nada. A Emmett no lo volvimos a ver, solo esperaba que esta noche para la cena las cosas entre ellos fueran mucho mejor.
Desperté con unas suaves caricias en mi rostro, en mi vientre, unos suaves labios rozaban los míos dulcemente. Abracé a mi Edward más fuerte y me permití embriagarme una vez más de aquel masculino y adictivo aroma que nublaba todos mis sentidos haciéndome sentir en el mismo cielo.
Poco a poco fui buscando sentirlo por completo hasta que terminé recostada encima de su cuerpo, lo necesitaba, lo necesitaba con locura. Mis manos acariciaron su pecho subiendo lentamente hasta llegar a enredarse en su sedoso cabello. Mis labios buscaron sus labios deseosos de aquel sublime sabor de que me volvía completamente loca. Edward me rodeó con sus fuertes y protectores brazos y nos fundimos en un apasionado beso.
Un ardiente gemido escapó de nuestros labios al rozar nuestras lenguas en una enfebrecida danza. Las manos de Edward comenzaron un abrazador viaje pasando por mis glúteos hasta llegar a la donde mis piernas estaban desnudas a causa del ligero.
Un excitado gruñido salió de su garganta cuando sus manos se encontraron con la incitadora prenda y un momento se permitió jugar con él, con sus largos dedos mientras continuábamos besándonos sin parar.
— ¿Ahora me dejaras ver lo que escondes ahí debajo, mi sexy demonio? — ronroneó en mis labios cuando sus grandes manos se posaron en mi trasero apretándolo posesivamente acercando mi intimidad a su enorme miembro que ya estaba más que dispuesto.
—Si— gemí cuando sus labios dejaron los míos para explorar la piel de mi cuello dejando húmedos besos y excitantes mordidas.
En un rápido movimiento nos dio vuelta y nos besamos nuevamente.
Deseosa por sentir su piel bajo la yema de mis dedos colé mis manos por debajo de su camisa y Edward entendiendo mis deseos se la sacó de un sexy movimiento por la cabeza sin siquiera desabrochar algún botón y la disparó en alguna parte de nuestra habitación.
Volvió atacar mis labios ahora ya con mis manos recorriendo aquella hercúlea espalda del pecado que con solo un instante de mirarla desnuda provocaba que humedeciera mis labios y otras cosas más.
Una de sus enormes manos comenzaba a darle atención a uno de mis senos y la otra nuevamente se coló por debajo de mi vestido directamente a acariciar mi intimidad por encima de la ropa interior.
Al comprobar cómo me tenía gruñó nuevamente:
—Estas tan caliente, tan húmeda amor, voy a devorarte entera hasta que te olvides hasta de tu propio nombre y solo el mío seas capaz de pronunciar con tus sexys gemidos.
¡Oh Dios mío! Juro que tuve un orgasmo en el mismo instante que pronunció su lujuriosa promesa.
Aquellos enormes dedos impacientes exploradores se deslizaron por dentro mis bragas recorriendo suavemente mis pliegues, comenzando a rozar enloquecedoramente mi clítoris.
— ¡Edward! — gemí retorciéndome de placer por el trabajo que aquellos magistrales dedos realizaban.
Estábamos entregados en cuerpo y alma a nuestro ardiente juego cuando el teléfono de Edward comenzó a sonar. Intentamos ignorarlo todo lo que pudimos, pero sonaba una y otra vez sin parar.
— ¡Maldición! — masculló molesto, mi sexy cavernícola separándose de mí, de mala gana con su cabello aun mas alborotado si es que se podía y tomó el teléfono de la mesa de noche para contestar sin mirar quien llamaba — ¿Si? — le gruñó molesto a quien quiera que estuviese por el otro lado de la línea, pero al escuchar quien era su semblante cambió y una preciosa sonrisa atravesó sus labios.
—Disculpa hermano es que contesté sin mirar— ¿hermano? ¿Disculpa? Esas amables palabras me indicaron una sola cosa la persona que llamaba era Riley.
— Bastante— contestó soltando una risa pícara.
¡Diablos! por que Riley lo conocía tan bien, de seguro algún comentario en alusión a lo que estábamos haciendo le soltó.
— ¿En Boston? — Dijo incrédulo Edward, luego junto sus cejas algo extrañado y preguntó — ¿espera como sabes que estoy con Bella? —. Y realmente ahora que lo decía eso también me comenzaba a preguntar yo.
Se hizo un silencio algo largo y solo se escuchaban los imperceptibles murmullos de los alegatos de Riley. Palabras como “ingrato”, “hermano”, “contar”, “Alice”, “feliz”, “boda” para las cuales Edward sonreía y negaba con la cabeza.
— ¿Supongo que has venido con Charlotte? — preguntó clavando nuevamente su atención en mí, con sus ojos oscurecidos de pasión, comenzado a continuar la labor que había dejado inconclusa rozando lentamente mi clítoris con su dedo pulgar.
Tuve que morder mi labio inferior para que no se me arrancara un audible gemido no quería ser blanco después de las bromas de Riley, mientras dos de sus expertos dedos separaron mis pliegues y se hundieron tortuosamente lento en mi interior provocando que comenzara a mover mis caderas ansiosa por sentir más de aquel maravilloso y abrasador contacto.
La conversación que tenía Edward con Riley me comenzaba a parecer lejana, en lo único que tenía puesta la atención era en aquellos largos dedos que me penetraban una y otra vez y me comenzaban a llevar al abismo de mi perdición.
— Entonces los esperamos esta noche, adiós — finalmente dijo y lanzó el teléfono por algún lugar.
— ¡Oh Dios Edward! — pude exclamar finalmente soltado todo el aire que había contenido en mis pulmones.
— ¿Te gusta? — susurró ardientemente en mi oído.
—Sí— prácticamente grité.
— ¿Quieres más? — preguntó con sus ojos flameando como llamas ardientes ralentizando sus movimientos para provocarme. Era un hecho me quería matar de placer.
— ¡Si, Edward! lo quiero, ¡lo quiero todo!
Su otra mano comenzó a subir mi vestido dejando finalmente mi sexy atuendo a la vista. Los labios de Edward se curvaron en una deleitada sonrisa para luego viajar por mi cuerpo hasta llegar a mi intimidad la cual lamió por encima de mi ropa interior.
— Perfectamente sexy, perfectamente hecha para mí — dijo dándome una estremecedora y pecaminosa mirada y sin más agarró mis bragas y me las arrancó de un tirón.
Lamió el interior de mis muslos lentamente hasta que su lengua suave y caliente llegó a lamer mi intimidad y sin poder evitarlo mis dedos se enrollaron en sus cabellos jalando de ellos para indicarle que lo necesitaba mucho más.
—Exquisita— gruñó tirando levemente de mi clítoris con sus dientes.
Comencé a gemir tan fuerte que juro que si tuviésemos vecinos en este piso, hubiesen llamado a la policía pensando que Edward me estaba matando.
Estaba a punto de llegar al punto culmine de placer, perdida en la esplendorosas sensaciones que mi experto dios de sexo me hacía sentir, cuando nuestra burbuja explotó al escuchar el timbre.
‒— ¡Demonios! — Protestó nuevamente frustrado — esa debe ser Sue —pensó unos segundos y dijo ‒ ¡qué diablos que espere un rato! — y se fue directo a atacar mi intimidad nuevamente.
— ¡Edward espera! — Lo detuve y él me miró sin entender — no seas malo amor, es tu nana y te adora y por si se te olvida nos viene a ayudar.
— Pero Bella…
— Créeme yo más que nadie quiero terminar en lo que estábamos, me estas matando Cullen — dije divertida — pero no es justo que la dejes esperando en la puerta, además Sue tiene llaves y si te demoras mucho de seguro que entra y…
—Está bien— aceptó cabreado —se paró y se fue al baño.
Luego de unos segundos salió algo mas recompuesto aunque su “problema” era aun algo evidente. Tomó su camisa del piso y se le fue poniendo por el camino en dirección a la puerta de entrada.
Estiré mis piernas y brazos como un gato y me levanté de la cama de seguro un buen baño me serviría para relajar o momentáneamente olvidar nuestro inconcluso y ardiente encuentro. Ahora nos teníamos que concentrar en lo que nos esperaba esta noche.
Llené el jacuzzi y me sumergí en mi relajante baño de burbujas. Cerré mis ojos disfrutando del agua tibia intentando en no pensar en lo que se nos venía. Pero debía reconocerlo estaba nerviosa y aunque Charlie había respetado nuestro espacio y no había aparecido por aquí para llevarme prácticamente volando de vuelta a la casa, tenía más que claro que esta situación no le gustaba nada de nada. Me exasperaba por sobre manera que fuera tan chapado a la antigua.
El agua se removió a mi lado derecho haciendo que el agua hiciera un delicioso vaivén con mi cuerpo, luego unas grandes manos me tomaron delicadamente de la cintura me alzaron y cambiaron mi posición. Mi Edward me había sentado entre medio de sus piernas. Aun con los ojos cerrados me eché hacia atrás apoyando mi espalda en su fornido pecho y descansé mi cabeza en su hombro donde Edward dejó un casto beso, deleitándome de la maravillosa sensación de estar piel con piel.
— ¿Te vienes a bañar y no me invitas? — me reprochó divertido mientras comenzaba a dar suaves caricias a mi casi inexistente pancita.
—Pensé que estarías en la cocina con Sue, como te demoraste un poco.
—Y lo estaba, pero ya sabes cómo es, por más que traté de ayudarla, me sacó de la cocina prácticamente a empujones, diciendo que me perdiera a hacer lo que fuera que hacia contigo cuando estábamos solos — rió pícaro dejando un juguetón beso en una de mis mejillas.
— ¡Qué vergüenza! ¿Nos habrá escuchado?
— Corrección, te habrá escuchado.
— ¡Edward! — llamé su atención girándome hacia él y tirándole agua en su cara dejándolo lleno de espuma — es tu culpa por las cosas que me... bueno por eso…— contesté roja como un tomate mientras le sacaba la espuma de sus ojos dejé un beso en sus labios y me recosté nuevamente en su pecho.
— ¿Qué cosas te hago? — preguntó seductor pasando su lengua por el lóbulo de mi oreja mientras sus manos viajaron por mi abdomen hasta llegar a mis senos abarcándolos ambos con sus grandes manos — mmm — ronroneó en mi oído — están más grandes— dijo apretando un poco y pasando lentamente sus pulgares por mis pezones.
— Edward no juegues esta Sue — susurré apenas, rendida a sus caricias, era imposible no hacerlo y menos ahora que me parecía que todo lo sentía multiplicado por mil.
Cuando de pronto me di cuenta… ¡Un momento! ¿Más grandes? ¿Más grandes? Mis ojos se llenaron de lágrimas y aparte bruscamente sus manos.
— ¡No me toques! — sollocé apartándome de su lado.
— ¿Amor por qué lloras? ¿Hice algo mal? ¿Te apreté muy fuerte? —preguntó descolocado, preocupado.
— ¡Más grandes! — lloriqueé sin poderlo evitar — ¿Qué acaso no te gustaban como eran antes? ¡Oh, no! ¡Ya se! Ahora me tendré que poner silicona para que me queden igual que los de la zorra de Tanya— gimoteé más fuerte.
Edward me miró y me sonrió compresivamente mientras mis lágrimas caían por mi rostro libremente.
—Ven aquí gatito hormonado y consentido— tomó una de mis manos y me atrajo hacia el nuevamente.
— No quiero— dije haciendo un puchero.
— Sí, sí quieres — tiró de mi mano y me sentó nuevamente entre sus piernas rodeándome con sus fuertes brazos — no llores amor, sabes que no lo dije por eso, solo estaba jugando, sabes que te amo tal cual cómo eres, jamás te compararía con nadie, que eres perfecta para mí.
— No, no lo sé — contesté enfurruñándome como niña pequeña.
—Sí, sí lo sabes, te amo mi pequeña no llores mas ¿me perdonas?
—Está bien — acepté rendida cuando mi llanto me comenzó a parecer totalmente injustificado y absurdo. ¡Malditas hormonas! Me giré para abrazar a Edward por su cintura — te amo, perdón, arruiné el momento.
—Nada que más tarde no podamos remediar, eso te lo aseguro — prometió acariciando mi espalda y dejando un beso en mi frente.
Tan lindo y compresivo que era mi Edward, creo que el pobre tendrá que tener mucha paciencia conmigo, si ya, de la nada tenía estas reacciones de lo más irracionales que le esperaba para unos meses más, creo que ni yo misma me soportaría.
Edward tomó una esponja le puso mi gel con olor a fresas y comenzó a lavar mi cuerpo delicadamente, sin segundas intenciones, nada más que la de mimarme como siempre lo hacía.
— ¿Amor? — Lo llamé mientras me pasaba la esponja por mi espalda. — Gracias.
— ¿Por qué?
—Por Emmett, por Rose, por invitarlos esta noche. Sé que no será fácil para ti perdonarlos y en cierto sentido me siento culpable.
—Bella, no digas eso amor, que tú menos que nadie tiene la culpa de todo lo que pasó. Entiendo que desconfiaras de mí al ver las fotos, yo había cambiado mucho contigo y por supuesto después de eso era más que normal que pensaras cualquier cosa de mí, pero jamás tendrás la culpa de las cosas que pasaron con Emmett.
—Edward…
—Déjame terminar. Le estaré toda la vida agradecido por haberte encontrado en aquel acantilado, sé perfectamente que si no fuera por el quizás hoy no te tendría aquí entre mis brazos, pero comprende por favor que no me es fácil perdonarlo. Es mi hermano y el jamás debería haber desconfiado de mi, ni siquiera me dio el beneficio de la duda o por lo menos dejarme explicar nada y si a eso le sumas que ayudó para mantenerme separado de ti, eso es algo que no es fácil de olvidar Bella, simplemente por más que quiera no puedo y creo que pasará mucho tiempo antes de eso.
—Lo sé amor, lo sé. Al menos intenta no discutir esta noche con el ¿sí?
—Lo intentaré, pero no prometo nada.
Después de aquel placentero baño fuimos a vestirnos.
Edward como siempre se veía matadoramente guapo, tanto que se le debería prohibir salir a la calle con esa camisa blanca que dejaba ver parte de su esculpido pecho y aquellos pantalones grises que marcaban su espectacular y tonificado trasero y si a eso le sumamos aquella penetrante mirada esmeralda definitivamente el conjunto era destroza bragas y era mío, solo mío.
Sonreí al buscar mi ropa interior. Nuevamente me podría otro sexy ligero y todo del color favorito de mi Edward, azul, al igual que mi vestido.
Cuando estuvimos perfectamente arreglados, fuimos ayudar a Sue. Sería una comida sencilla, nuestra favorita lasaña, la idea no era hacer nada pomposo, ni fastuoso, solo una cena en familia, todos juntos como la que no teníamos hace mucho y para informar la maravillosa noticia de que nuestro matrimonio se realizaría exactamente el día que estuvo planeado.
Una vez que tuvimos todo listo, Edward tocaba el piano para mí y nuestros bebes con Emmy echado en nuestros pies. Apoyé mi cabeza en su hombro y Edward de cuando en cuando besaba el tope de mi cabeza. Cerré mis ojos para disfrutar de los perfectos compases que sus prodigiosas manos me regalaban.
Comenzaba a transportarme a mi perfecto mundo donde podía ver a mi amado Edward jugando con sus hijos en la orilla de la playa, en la casa de Martha’s Vineyard, cuando el timbre me sacó de mis ensoñaciones.
— ¿Lista? — preguntó dejando de tocar.
—No ni un poco, pero vamos antes de que Charlie pierda la paciencia definitivamente con nosotros.
Tomados de la mano fuimos abrir la puerta.
Edward no alcanzó a abrir la puerta cuando Charlie le había saltado encima jalándole una de sus orejas como si reprendiera a un niño pequeño y lo arrastró dentro del departamento. Una sonriente Renée entró caminando muy calmada detrás.
— ¡Auch! — Se quejó mi Edward — ¡Charlie déjame explicarte por favor!— suplicó intentando soltarse.
— ¡Papá! ¡Suéltalo! — Demandé corriendo detrás— eso duele.
—Y claro que me explicarás jovencito, hay muchas cosas que ustedes dos me tienen que explicar— exigió enojado aunque a decir verdad se notaba que no lo estaba tanto.
Era un hecho, ya Charlie se había enterado absolutamente de todo. De todas las mentiras que le habíamos dicho y para cuales todos eran absolutamente cómplices, que jamás me quedé una sola noche donde los Cullen si no que con Edward vivía aquí hace ya un año. De seguro Renée había preparado el camino para nosotros.
—Ya suéltalo hombre que lo dejaras sin oreja, después el pobre parecerá una taza — le pidió Renée divertida con la situación.
Charlie le dio un último tirón y lo soltó.
Mi pobre y adolorido Edward se llevó una mano a su oreja y se sobó haciendo una mueca de dolor.
— Buenas noches papá, estamos muy felices de verte también— saludé con sarcasmo reemplazando la mano de Edward por la mía y poniéndome en punta de pies para besar la enrojecida oreja de mi amor — hola mamá.
— ¡Edward, Bella, estoy tan feliz por ustedes! — exclamó abriendo sus brazos para abrazarnos a los dos juntos, sin tomarle la mas mínima atención al enfurruñamiento de Charlie.
—Ya, ya, menos sentimentalismo y comiencen a hablar— exigió mi padre quitando su abrigo y tomando asiento en uno de los sillones individuales.
Renée se dedicó a acariciar a Emmy en su cabeza que había llegado a su encuentro y con Edward tomamos asiento los dos juntos en el sillón que esta frente a la chimenea. Pasó un brazo por mis hombros para atraerme hacia a él y entrelazamos nuestras manos por delante.
— Disculpa Charlie de verdad que no queríamos hacerlo de este modo, pero la verdad es que estoy absolutamente incapacitado de pasar un día más alejado de Bella y sé que a ella también le ocurre lo mismo. Por mucho hemos pasado y también mucho hemos aguantado de estar separados — intentaba explicarle Edward.
— Me mintieron descaradamente, todo este año— nos acusó— y ahora están viviendo juntos sin haberse casado— entrecerró sus ojos como si quisiera adivinar nuestros pensamientos mas ocultos.
¡Ay Dios! ¡Que agotador! aquí venia el discurso chapado a la antigua.
— ¡Bueno eso es culpa tuya!— le reproché— si no vivieras aun en el siglo dieciocho, no hubiesen sido necesarias las mentiras y no mires a Edward con esa cara porque él menos que nadie quería mentirte, él siempre quiso decirte toda la verdad, pero como le explicas a un padre absolutamente obstinado, testarudo y anticuado, que me obligaba a estudiar algo que no me gustaba, que nos habíamos enamorado locamente y si fuera por nosotros estaríamos viviendo juntos del día número uno y si quizás yo hubiese sido algo más fuerte, me hubiese enfrentado a ti y me hubiese ido con Edward hasta el fin del mundo, nada de esto habría pasado jamás y quizás Edward podría seguir siendo piloto de combate como tanto amaba.
—Amor yo no extraño…
—No Edward déjame continuar, mira que está bien — lo corté— Entiendo que esta situación no le guste a Charlie para nada, pero de una vez tiene que entender que ya no tengo cinco años y que no le aguantaré que me nos venga a llamar la atención en nuestra propia casa.
¡Diablos! ni yo misma me reconocía. Renée miraba la conversación con la boca abierta y Edward me miraba admirado al ver como había enfrentado a Charlie, en vez de haberse molestado por no dejarle explicar nada como el hombre de la casa.
Y en ese momento comprendí mi sorpresiva actitud. Este era el sentido de la familia y Edward y mis bebés ahora eran lo único importante en mi vida y yo los defendería con uñas y dientes de lo que fuera y de quien fuera aunque esa persona sea mi padre.
— ¿Te duele aun tu oreja amor? — pregunté desviando la atención en mi Edward, acaricié nuevamente su oreja y besé tiernamente sus labios.
—Ya no— contestó sonriéndome dulcemente acariciando tiernamente mi inexistente pancita— te amo, los amo— susurró en mis labios— lo que fue un craso error.
— ¡Lo sabía! No podía ser de otra forma, ¡ahora entiendo tanta rapidez de vivir juntos! ¡Lo decaída que estabas! — Exclamó poniéndose de pie rojo de rabia, mirando a Edward como si lo quisiera matar, juro que pensé que le daría algo— ¡Bella está embarazada! — ¡dios nos había pillado!
— ¿Es cierto eso? — preguntó Renée con sus ojos brillando ilusionados.
—Papá, Edward, yo… nosotros…— me atropellaba con mis propias palabras.
—Tranquila amor — besó mi frente y volvió a acariciar mi vientre— Si Charlie, mi Bella y yo seremos padres y espero que la noticia te alegre tanto como a nosotros— le dijo inteligentemente mi Edward— pues nosotros estamos muy felices, ya habíamos planeado tener hijos apenas nos casáramos, era una de nuestras mayores ilusiones, solo que ahora se ha adelantado un poco, pero no te equivoques. El motivo por el cual no podemos separarnos es simplemente porque nos amamos con locura y si hoy están aquí era para anunciarles a todos juntos, pero veo que como estas muy enojado tendremos que decírtelo antes es que nos casaremos el próximo sábado tal como lo habíamos planeado.
— ¿Qué? — Preguntó sin entender nada de nada— pero Bella es una niña, aun no ha terminado ni siquiera de estudiar — balbuceó apenas con sus ojos fijos puesto en mi. —Papá por favor tengo veinte años y si terminaré de estudiar en la medida que el embarazo y los bebes me lo permitan.
— ¿Bebés? ¿Son dos? — Preguntó Renée saliendo de su estado de asombro lanzándose a abrazarnos— ¡Oh Dios Charlie seremos abuelos de gemelos! ¡Felicitaciones mis niños! ¡Serán tan lindos! Ya muero por tenerlos en mis brazos.
—Gracias mamá— le agradecí muy emocionada pero aun quedaba Charlie que nos miraba estático, fijamente— ¿papa?
Charlie no habló solo caminó hasta nosotros y continuó mirándonos fijamente.
—Eras tú el que quería con volviera con Edward ¿recuerdas? — pregunté en un último intento de relajar la situación con mi Edward cerrando un ojo esperando seguramente que Charlie lo agarrara nuevamente de los orejas o del cuello.
Y finalmente Charlie hizo lo que menos me esperaba.
— ¿Así que tenemos boda el próximo sábado? — Afirmó más que preguntó muy sonriente— ¡vengan aquí a abrazar a este viejo mis niños!
Creo que mi boca y la de Edward literalmente llegaron hasta el piso de la impresión y como dos autómatas nos pusimos de pie para abrazar a Charlie, abrazo al cual Renée también se nos unió.
—Abuelo— susurró emocionado— pero no creas que aun te he perdonado por embarazar antes de tiempo a mi hija— le dijo juguetonamente a Edward esta vez jalándolo del cabello.
— ¡Auch! ¡Charlie termina! — se quejó, intentado apartar sus manos.
—Lo siento, pero les guste o no soy un viejo anticuado y me cuesta mucho aun consentir esto— sonrió divertido de hacer sufrir a mi Edward.
Después de aquella situación todo se relajó.
Poco a poco fueron llegando nuestros invitados y la cena transcurrió en una divertida y amena conversación.
Cuando ya estábamos en el postre mi Edward tomó la palabra agradeciendo a todos que esta noche nos acompañaran y se preparó para partir contándoles que al fin nos habíamos enterado como Edward había terminado en aquellas malditas fotos.
Sin darles muchos detalles les contó cómo habíamos sido presos de aquel engaño y quienes estaban detrás de todo esto.
Las caras de dolor y de incredulidad no se hicieron esperar, para luego ir saliendo del estado de asombro para pasar a la mas asesinas de las rabias. No había ninguna persona en el comedor que no los quisiera matar con sus propias manos.
Pero como mi Edward me había prometido, poco a poco fue calmando sus ánimos. Les explicó que aquello que había ocurrido no nos importaba ya, que ahora solo nos preocuparíamos de ser felices y nada más, que no nos importaba la venganza y mucho menos que pasara con Jacob y con Heidi. Aunque aquella mirada cómplice que se dieron Charlie y Edward no me pasó desapercibida, no insistiría en aquello. Sea lo que sea que planearan ahora que se llevaban bien no me imbiscuiría en su relación.
Luego la sorprendente noticia de nuestra boda llegó fresca como la más agradable brisa de verano a la cual todos respondieron gritando emocionados. El ambiente ahora solo era de felicidad, pero más aun cuando escucharon que seríamos padres ahí todo fue una verdadera locura, las lágrimas de felicidad y los sentidos abrazos no se hicieron esperar.
Me emocionó mucho ver el sentido abrazo que le dio Emmett a Edward y más aun cuando que le susurró perdón, pero Edward respondió al sentido gesto con frialdad y los emocionados ojos azules de Emmett se llenaron de lágrimas.
Bueno que más podía hacer bien sabía que por un tiempo largo las cosas entre ellos serían así y aquello lo terminé de confirmar cuando Edward le pidió a Riley que fuera su padrino de bodas. Al fin solo el tiempo sanaría las heridas de mi Edward.
Después de aquello las bromas no se hicieron esperar sobre todo de parte de Riley que cada dos segundos se encargaba de recordarnos que Edward había anotado por goleada de las más diversas y vergonzosas formas.
Al pobre de Emmett se notaba que le picaba la lengua por unirse al momento “avergoncemos a Bella y Edward”, pero cada vez que lo intentaba Edward le daba un fría y dura mirada, es más en una ocasión lo amenazó diciéndole “ni lo intentes”
La noche había avanzado hermosamente me sentía tan feliz observando nuevamente a mi hermosa familia, sus divertidas discusiones y a veces alguna ocurrencia más loca que la otra y ahora, precisamente estábamos en una de ellas.
Ni siquiera noté quien fue el que sacó el tema, solo sabía que mi Edward estaba malditamente cabreado y sus grandes manos se ceñían cada vez a mi cintura a medida que el tema avanzaba a pasos agigantados. Se veía tan adorable con aquel seño fruncido.
— ¡Ya les dije que no! — Argumentó nuevamente— las despedidas de solteros son para quienes lamentan dejar su soltería y yo no puedo estar más feliz de dejar de serlo.
—Vamos hermano— lo animaba Riley— será entretenido.
—No.
—Chicas ¿sabían que en Calígula hacen unas despedidas de solteras fenomenales? — ¡Maldición! ¡No! Porque Alice tenía que nombrarlo ¡No!
Le abrí mis ojos gigantes para indicarle que no siguiera con la conversación, pero no me prestó atención y siguió.
— Creo que los chicos están de infarto.
—Lo mejor de todo Boston— la secundó Rose.
Ahora después de más de un año, Edward al fin repararía que anduve mirando antes de encontrarme con él en aquella discoteque. Ya me veía presa de un nuevo ataque de celos de mi celoso cavernícola.
Intenté distraerlo sentándome en sus piernas y acariciando su cabello.
— ¡Sí, sería genial! Acepta Bella, lo pasaremos en grande— me rogaba Charlotte secundando a Riley.
Pero mis intentos de distraerlo no surtieron efecto. Afianzó su agarre acercándome a él, aun más si es que se podía y susurró posesivamente en mi oído.
— No creas, que permitiré que vayas a mirar aquel espectáculo otra vez— ¡Diablos Alice! y eso que Emmett era el bocazas.
— ¿Yo? — susurré haciéndome la desentendida.
—Si tú.
¡Ay dios! Sus celos cavernícolas me comenzaban a exasperar, pero aquellos hicieron que la mejor de la ideas se cruzara por mi mente. Le daría a mí celoso cavernícola una lección.
— ¿Saben que chicas? Acepto— sonreí malévolamente y mi Edward abrió sus hermosas esmeraldas como platos, para después volverse fieras — lo pasaremos en grande, Riley tienes permiso para llevar a Edward donde quieran o donde sea que vayan a mirar a esas mujeres que bailan con poca ropa.
— ¡QUÉ! — exclamó Edward mirándome furioso, incrédulo como si me hubiese salido un tercer ojo o algo por el estilo— ¡No! ¡No! y ¡No! No consentiré que vayas a un lugar como ese.
—Pues no lo consientas, porque ya lo he decidido— contesté sin prestarle atención — ¿bueno entonces cuando iremos el viernes? — continué con el juego.
Les di una mirada cómplice a las chicas, las cuales entendieron perfectamente mis intenciones.
—Bella…
—Amor, di que si, será divertido, por favor, por favor, por favor— le rogué de la forma que sabía que le era imposible resistir. —No—Edward cerró sus ojos, en un gesto totalmente infantil, para no mirarme, pero no me rendiría.
Abrí sus párpados con ambas manos y continué con mis ruegos, a los cuales se unieron todos.
— ¡Esta bien! —. Aceptó bufando malditamente cabreado— ¡Diablos Bella! ¿Por qué me haces esto? Sabes bien que jamás puedo decirte que no— tiró de sus cabellos frustrado.
—Gracias amor, ¡te amo! — salté de felicidad en sus piernas, besando por todos lados su hermoso rostro de ángel.
La verdad ni siquiera sabía cómo llevaría a cabo aquella locura que había cruzado por mi cabeza, pero lo único que tenía claro es que por mi Edward haría todo eso y mucho más con la ayuda de mis maravillosos amigos.
Casi a media noche despedimos a nuestra familia en la puerta de nuestro departamento había sido una noche hermosa, perfecta.
Una vez que se cerró la puerta respiré tranquila, nuevamente éramos mi Edward y yo en nuestro perfecto mundo.
Edward me abrazó por detrás pasando sus manos delicadamente por mi vientre dejó en beso en mi cuello y apoyó el mentón en mi hombro y así juntos nos fuimos caminando nuevamente hasta el living.
Las suaves notas de una romántica canción comenzaban a sonar.
Caminamos hasta llegar al frente de la chimenea, mientras Edward comenzaba a mecernos al ritmo de la suave música. Su pecho se pegó a mi espalda y apoyé mi cabeza en su hombro dejándome llevar por la maravillosa sensación de estar bailando entre sus brazos.
— ¿Te dije hoy que te amo? — preguntó ronroneando en mi cuello. Inevitablemente sonreí ante la pregunta.
—Sí, muchas veces, pero quiero escucharlo de nuevo.
—Te amo— dijo seductoramente rozando con sus labios mi cuello provocando que se estremeciera hasta la fibra más íntima de mi ser. Sentí que esbozó una sonrisa.
—Engreído— lo acusé con voz ronca.
Sabía tan bien donde tocar que con el más mínimo roce provocaba lo deseara con locura.
¡Qué digo! ¡Si lo he deseado todo el día con locura! A quien quiero engañar si varias veces esta noche rogué para que pasaran los minutos volando para quedarme sola con Edward y cuando no estuve soñando despierta con Edward entrando en mi cuerpo una y otra vez lenta y profundamente, para después terminar haciendo el amor salvajemente.
— Lo sé, pero me fascina ver cómo reacciona tu cuerpo, ante mis caricias, ante el más suave y sugerente roce que le doy a tu piel— ronroneó nuevamente en mi oído exhalando su aliento para luego pasar su lengua por el lóbulo de mi oreja y atraparlo con los dientes.
Las manos de Edward viajaron abrasadoras de mi vientre a mis caderas, tomándolas posesivamente con sus grandes manos pegando por completo su excitada anatomía a la mía. Mi intimidad palpitó impaciente al sentir su miembro grande y duro en mi espalda baja.
— Me encanta sentir, como tu cuerpo clama por el mío, cuando te hago esto— susurró ardiente con sus miembro rozando insinuantemente mi trasero — como te estremeces con mis manos viajando por tu sedosa piel — sus manos viajaron de mis caderas hasta mis piernas, donde recorrieron posesivamente el camino de vuelta por debajo de mi vestido dejando candentes huellas que parecían que se querían quedar tatuadas para siempre en mi piel.
Llevé una mis manos hacia atrás y lo tomé firme de cuello apoyando mi cabeza en su hombro rindiéndome al ardiente juego.
Un sexy y fogoso gruñido salió de su garganta al encontrarse con aquella prenda con la que quería jugar y le había estaba prohibida todo el día.
— Por ver aquel deseo lujurioso en tus ojos, clamando con fervor por sentirme dentro, muy dentro, duro, profundo— gruñó de una manera endemoniadamente sexual con sus dos manos jugando con mi ligero— cuando me suplicas por esto— dijo mordiendo la piel de mi cuello y una mano colándose dentro de mis bragas con dos de sus dedos introduciéndose lentamente dentro de mi estrecha cavidad.
— ¡Oh dios! ¡Edward! — gemí ante tan placentera intromisión.
—Exquisitamente húmeda, caliente, perfecta, siempre lista para mí— sentenció penetrándome deliciosamente lento.
Mis caderas se movían impacientes al ritmo de sus embestidas, deseosas de mayor fricción. Pero la idea de Edward era otra, él quería matarme lentamente de placer.
— Me vuelve loco tu olor fresas, tú aroma a excitación, que es solo para mí— dijo con su otra mano dejando mi ligero para continuar su camino por dentro de mi vestido hasta llegar a mis senos los cuales comenzó a masajear magistralmente por encima de mi ropa interior de seda.
—Edward, por favor…— supliqué para que sus enormes y largos dedos me embistieran más rápido.
—Vente, vente para mi preciosa— rugió en mi oído como un animal en celo aumentado la velocidad de sus movimientos de una manera demencial— vente pronunciado mi nombre, grítalo, porque es el único nombre que saldrá de tus labios. Quiero escucharlo, dilo— demandó posesivo.
¡Diablos Edward me quería matar! cada minuto se ponía mas posesivo y aquello me excitaba cada vez más, me tenía la borde de la locura.
—Edward— gemí como una desquiciada, mientras aquella sensación indescriptible y arrolladoramente placentera comenzaba a alojarse en la parte más profunda de mi intimidad.
Edward aceleró sus movimientos sin dejar de susurrar palabras posesivas a mi oído hasta que aquella sensación devastadora y demencial atacó todos mis sentidos.
— ¡Edward!— gemí su nombre en un ardiente susurro cuando alcancé aquel maravilloso orgasmo que me hizo ver las estrellas.
Apoyé completamente mi cuerpo extasiado en el de Edward, mientras el rodeaba con uno de sus brazos mi cintura.
Llevó aquellos largos dedos que me habían hecho sentir el mejor de los placeres a su boca y los lamió como si del más delicioso manjar se tratara.
—Amo tu sabor, me fascina, eres exquisita, adictiva.
Pero si yo era adictiva para Edward, él lo era mucho más para mí.
Me di la vuelta entre sus brazos, para encararlo para ver aquella penetrante mirada cargada de lujuria, que me llevaba a las más perfectas y locas de mis fantasías.
Me sonreía mirando deleitado lo que veía, sus verdes esmeraldas estaban felinamente oscurecidas. Su lengua paseó humedeciendo su labio inferior y tan solo ese gesto bastó para que atacara sus labios con fiereza.
Llevé mis manos a su broncíneo cabello, enredando mis dedos en aquellas finas hebras, para atraerlo hacía mi todo lo que podía. Nuestras lenguas se ensalzaron en una enfebrecida danza sin ganador ni final, tan solo por el placer de sentir nuestra entrega y pasión.
El adictivo sabor de Edward, me estaba volviendo completamente loca, quería saborearlo por entero. Mis manos viajaron hasta posicionarse en su marmóreo pecho cuando una idea cruzó por mi cabeza. Lentamente comencé a empujarlo sin separar nuestros labios hasta que Edward cayó sentado en el sillón.
Le sonreí traviesa mordiendo mi labio inferior y Edward me miró expectante por mi reacción.
Me di la vuelta sensualmente dándole la espalda tomé mi pelo lo hice hacía un lado dejándolo descansar en uno de mis hombros y lentamente con una mano comencé a bajar el cierre de mi vestido.
Un sensual gruñido me indicó que iba por buen camino.
Miré hacia atrás coquetamente comenzando a deslizar provocadoramente mi vestido por uno de mis hombros. Mi Edward había tomado palco y me observaba con una sonrisa hambrienta atravesando por sus labios con sus manos apoyadas detrás de su cabeza.
Continué con mi trabajo desvistiéndome juguetonamente para Edward, no sabía muy bien cómo hacerlo, pero tan solo ver su cara como me admiraba eso me animaba a seguir haciéndolo.
Deslicé mi vestido acariciando sensualmente mi cuerpo hasta llegar a mis caderas, me incliné un poco hacia delante para dejarle una privilegiada vista de mi trasero y de mi sexy atuendo, mientras ayudaba a bajar mi vestido con mis manos hasta que cayó libremente por mis piernas hasta hacer un ruido sordo en el piso.
Lentamente me di la vuelta. Edward me observó de los pies a la cabeza sin miramientos, desnudándome con su penetrante y ardiente mirada, se relamió los labios de manera malditamente sexy, provocando que lo deseara más aun si es que aquello era posible.
— ¿Te gusta lo que ves? — pregunté coquetamente, mordiendo mi labio inferior, gesto que sabía que le encantaba.
Luego de eso con la punta de uno de mis pies tomé el vestido y se lo lancé.
— Me encanta, perfecta — contestó recibiendo mi vestido — eres lo más hermoso y exquisito que mis ojos han visto en toda mi vida — dijo repasando mi semi ‒ desnudes con su ardiente mirada. Luego llevó mi vestido a su nariz e inspiró profundamente su aroma.
Caminé hacia Edward contorneando provocadoramente mis caderas y me senté a horcajadas sobre él. Sus manos inmediatamente se posicionaron posesivas en mi trasero y me acercaron a su enorme erección que palpitaba impaciente dentro de su ropa por atención.
Ataqué sus labios con fiereza, estaba hambrienta de Edward, quería devorarlo por entero, saborear cada centímetro de su esculpido cuerpo, de su sedosa piel.
Mordí su labio inferior y tiré levemente de él, restregando insistente y lentamente mi intimidad por aquel miembro enorme y duro que moría por sentir entrando sin darme tregua una y otra vez en mí.
Un excitado gruñido escapó de los labios de Edward y aquello me volvió absolutamente loca. Agarré su camisa y se la arranqué provocando que los botones saltaran en todas las direcciones.
Mis labios viajaron dejando un camino de excitantes y húmedos besos por su cuello hasta su pecho el cual repasé cada centímetro con mi lengua. Roncos gemidos escapaban de la garganta de Edward que me miraba extasiado con sus ojos enfebrecidos, sus labios entre abiertos y húmedos.
Repasé el suave, escaso y varonil vello de su pecho, sus sexys clavículas con la yema de mis dedos hasta llegar a sus hombros para quitar por completo su ya malograda camisa. Edward me ayudó levantado su espalda del respaldo de sillón, mientras con mis manos abarqué cada perfecto músculo de sus fuertes y esbeltos brazos.
Retomé nuevamente mi trabajo y lentamente fui recorriendo con mi legua y mis manos cada músculo de su esculpido abdomen, de su vientre bajo, aquella excitante y perfecta v que marcaba el camino al paraíso, que con un solo instante de mirarla hacia que empapara completamente mis bragas.
Mis manos llegaron hasta su cinturón el cual desaté impaciente por llegar a aquel templo del pecado y del placer. Aquel gestó hizo que Edward soltara una sexys y roncas carcajadas y por lo visto estaba más que encantado con todo lo que le hacía y esta vez se dejaría hacer.
Me levanté del regazo de Edward y me arrodillé en la mullida alfombra frente a él. Quité sus zapatos y calcetines con rapidez para luego volver a aquel punto de mi total interés.
Desabroché el botón de su pantalón y bajé el cierre acariciando lentamente su erección haciendo que Edward soltara un sexy jadeo de anticipación. Tomé su pantalón junto con sus bóxer y juntos se los saqué de un tirón y los disparé por algún lugar de la habitación.
Deleité mis ojos por unos segundos con la irreal imagen que tenía frente a mí. Edward completamente desnudo y expuesto para mí, hermoso, sexy, imposiblemente perfecto.
Me posicioné entre medio de sus piernas y inevitablemente me relamí los labios al ver aquel miembro enorme, erecto y duro que estaba así por mi y solo para mí.
— ¿Te gusta lo que ves? — preguntó Edward, seductoramente usando mis mismas palabras.
Pero no le contesté, simplemente se lo demostré.
Acomodé mi pelo a un a lado y tomé su miembro desde su base con una mano, acerqué mi labios y con mi lengua repasé toda su extensión hasta llegar a su punta con la cual jugué mordisqueando y chupando suavemente. Las caderas de Edward se elevaron impacientes, invitándome a que lo devorara por entero.
Haciendo círculos con mi lengua en la suave piel de su punta, lentamente lo fui introduciendo en mi boca, excitándome con su hercúlea dureza, con su adictivo sabor, mientras con mi mano izquierda lo masajeaba el ritmo que llevaba con mi boca, era demasiado grande para introducirlo todo en su interior.
Roncos gruñidos escapaban de la garganta de Edward, fruncía su ceño en un gesto malditamente sexy y distorsionado de placer, tomó mis cabellos suavemente mientras sus caderas embestían levemente suplicando por más atención.
—Amor— gruñó cerrando sus ojos con fuerza.
— ¿Si? — pregunté succionando con ahincó la deliciosa punta roma de la cual una gota perlada escapó de su interior y codiciosa atrapé con mi lengua.
Aquella que me indicó que es lo que quería mi Edward, ya que no aguantó más. Tomó de una de mis manos y en un rápido movimiento me atrajo nuevamente a sentarme a horcajadas sobre él, arrancando otra vez impaciente, mis bragas de un tirón.
— ¡Esas me gustaban! — reproché divertida mientras comenzaba a restregar mi intimidad por toda la longitud de la suya para que sintiera lo húmeda que me tenía.
— Te compraré mas, te compraré todo Victoria’s Secret para poder arrancarlas de tu sexy y pecaminoso cuerpo una y otra vez.
Dicho esto me tomó de las caderas y se introdujo dentro de mí en una certera y profunda estocada.
Nos besamos con pasión, mientras nuestros cuerpos comenzaban una enfebrecida y erótica danza. Me quitó mi sujetador con maestría y sus labios viajaron a mis senos los cuales esperaban por aquella suave y caliente lengua, erectos y firmes.
Los mordisqueó y succionó sin compasión y yo no pude más que aferrarme a su cuello entregándome al dulce placer que sus labios me brindaban.
Sus manos en mi trasero lo masajeaban, apretaban atrayéndome más hacia cada enloquecedora y profunda embestida.
Nuestros cuerpos comenzaban a empaparse de sudor, pequeñas gotas caían de su frente a su sexy y fruncido ceño de placer, sus labios ente abiertos jadeaban junto a los míos, me enloquecía escuchar sus gruñidos.
—Cabálgame duro mi sexy leona— ronroneó suplicando en mis labios — mátame, mátame de placer.
Comencé a moverme más rápido con la ayuda de las enormes manos de Edward, hasta que nuestros cuerpos tomaron un ritmo demencial y perfecto.
Con el sonido del choque de nuestros cuerpos, comenzamos a caer en aquel abismo sin retorno, en el paraíso del placer. Sentí mis paredes contraerse atrapando su enorme miembro, estaba cerca, muy cerca de tocar el cielo con mis manos.
—Vente conmigo amor— jadeó con esfuerzo mirándome directo a mis ojos, exponiendo para mí su alma y sus más profundos deseos.
—Ya casi, Edward, ya casi, más… más…— supliqué porque me embistiera más fuerte.
Y como el perfecto amante que era, me llevó a ver las estrellas cayendo juntos en un devastador orgasmo con el cual gritamos juntos nuestros nombres en nuestros labios.
— ¡Edward! — gemí perdiendo totalmente mi cabeza.
— ¡Bella! — jadeó ronco, cuando sentí derramar su caliente esencia dentro de mi ser.
Continuamos moviéndonos lentamente para absorber hasta el último latigazo de placer, hasta que quedamos abrasados intentando normalizar nuestras respiraciones y el enloquecido latir de nuestro corazón.
—Te amo mi Bella— susurró besándome dulcemente, con su mirada llena de amor.
—Yo mas mi Edward— contesté correspondiendo sus besos acariciando tiernamente su húmedo cabello.
Abrazados, felices y extasiados nos quedamos dormidos, frente al calor de la chimenea con Edward cantándome mi nana y acariciando tiernamente mí vientre donde crecían fuertes y sanos nuestros bebes.
* * * Después de aquella noche, la semana pasó relativamente rápido y ahora me encontraba en el Spa junto a Alice, Rose y Charlotte, comenzando a prepararme para el gran día de mañana.
Cerraba mis ojos y aun me perecía mentira que hace justo una semana atrás mi vida era un completo desastre y mañana al fin me casaba con el amor de mi vida, mi Edward. No estaba nerviosa, no, solo tremendamente ansiosa por verme caminando hacia mi Edward al altar. Mil mariposas revoloteaban en mi interior de tan solo imaginarlo.
Rendida a la maravillosa sesión de masajes, exfoliantes y de un cuanto hay que se le ocurrió a Alice comencé a repasar los eventos de esta maravillosa semana en la cual prácticamente me sentía viviendo ya en mi luna de miel.
Con Edward nos dedicamos a disfrutar cada segundo que pasamos juntos, solo nos separábamos muy pocas horas al día, que era cuando mi amor salía a chequear que todos los detalles de la boda marcharan en los tiempos que él lo quería. Todos los días me pasaba a buscar a la casa de mis padres donde me dejaba cuando salía, llegaba con una deslumbrante sonrisa que me indicaba que todo estaba quedando completamente perfecto.
Por supuesto que intenté sonsacarle de todas las formas posibles algunas de las sorpresas que tenía preparadas para mí y debo confesar que también utilicé tácticas muy poco ortodoxas para intentar averiguar algo, muy al estilo tortura Edward Cullen por cierto, que solo al final nos llevó a terminar haciendo el amor, en los lugares menos imaginables. Como el miércoles de esta semana que Edward terminó atacándome en el baño de un lujoso restaurante donde salimos a cenar, después de que estuve torturándolo con un de mis pies por debajo del mantel.
Aunque no me gustaba separarme nada de él, debo decir que disfruté de esas pocas horas en la casa de mis padres. Me gustó que me mimaran como si fuera una niña pequeña y más ahora que estaba embarazada, ya lejos habían quedado aquellos padres fríos que tenía cuando comencé mi relación con Edward y todo gracias a él. Con respecto al tema de la zorra regalada de Heidi Vuluri, se podría decir que estábamos más tranquilos. Edward finalmente fue a hablar con su padre Aro, el cual en un principio, después de escuchar a Edward e incrédulo de aceptar en los malos pasos en que andaba metida su hija, terminó por aceptarlo, ya que el muy bien sabía que ella, era capaz de hacer cualquier cosa por mas irreal que pareciera, con tal de conseguir sus caprichos. Edward salió de su oficina, con la promesa de que ayudarnos e intentaría controlar a su hija, para que no se nos volviera a acercar nunca más. Después de todo Aro Vuturi, también era un importante empresario y no quería ver a su familia involucrada en ningún tipo de escándalo.
Así que relativamente tranquilos y felices entre millones de regalos de bodas que no paraban de llegar comenzamos a vivir nuestra nueva vida.
Compramos alucinados e ilusionados las primeras cosas para nuestros bebés. Biberones, accesorios y algunas otras cosas todas tan pequeñitas que daban nervio de tan solo tenerlas un instante en tus manos. Por Edward hubiese comprado todo absolutamente todas las cosas bellas y tiernas que encontramos, todas de mujer por cierto, pero después de un par de tontas y divertidas discusiones, decidimos dejarlo para después de nuestra luna de miel, para cuando ya supiéramos el sexo de nuestros bebés.
También esta semana al fin decidí, donde iba a estudiar, conseguí una audición para los primeros días de Enero en Berklee College of Music, que era cuando se reanudaban las clases después de las vacaciones de navidad. Solo esperaba que me aceptaran y trataría de continuar estudiando hasta donde mi embarazo me lo permitiera, ya que Edward como siempre protector, me advirtió que los últimos meses al ser dos bebés eran de mucho cuidado y el estaba muy preocupado de que me ocurriera algo.
Los lazos familiares se restablecieron, aunque Edward continuaba muy sentido con Emmett y Rose, y por más que ellos habían intentado acercarse a él, para restablecer y curar su relación Edward no se los había permitido, solo quería mantener con ellos un trato meramente cordial y bien sabía yo que solo lo estaba haciendo por mi y sus padres. En fin solo el tiempo y la paciencia curarían sus heridas, para que algún día esperaba no muy lejano volvieran a ser los mejores amigos como siempre lo habían sido.
Después de aquella relajante sesión de Spa, salimos entre risas en dirección a nuestro departamento, donde me esperaba mi enfurruñado y celoso cavernícola. Esta noche serían nuestras respectivas despedidas de solteros y aquello no tenía nada de feliz a mi Edward.
Cada vez que lo recordó esta semana sus verdes esmeraldas se llegaban a salir de sus cuencas de la rabia que lo poseía porque aun no podía entender, como es que yo había aceptado feliz de la vida a semejante locura, a lo cual respondía solo con una deslumbrante sonrisa y besando sus labios para calmar su ira, pero después de lo que pasaría esta noche ya pronto lo comprendería.
Estaba nerviosa, mucho, pero solo sabía que yo también quería regalarle algo y esta sorpresa jamás la olvidaría en su vida.
—Amor, por favor no quiero que vayas— me suplicó una vez más, mientras terminaba de cambiarme de ropa — ¿que no te das cuenta que no quiero pasar esta noche con nadie más que no sea contigo? — preguntó con sus preciosos ojos verdes como el jade brillando ilusionados por esta vez obtener una respuesta positiva.
Pobrecito, me mataba verlo así, pero debía mantenerme firme, al final obtendría su recompensa.
—Edward deja los celos de cavernícola de una vez— contesté restándole importancia calzándome mis botas— nada malo pasará y volveré temprano, te aseguro que yo llegaré a casa primero que tu.
— ¡Diablos Bella! ¿Es que no lo entiendes? — Preguntó exasperado, tirando de sus cabellos — que parte de que no quiero que vayas es la que no comprendes— dijo recalcando el “no quiero que vayas” lentamente.
— Ninguna, porque iré, al igual como irás tu. No le podemos hacer esto a nuestros amigos Edward ya tienen todo planeado — contesté sin mirarlo, no quería mirar su cara de desilusión al escuchar mi respuesta, me partiría el alma y todos mis planes se irían por el caño.
— ¡Me importa un comino lo que hayan planeado! No quiero que mi mujer este mirando a esos maricones que bailan con poca ropa y menos saber de que se te han acercado. De seguro la pervertida de Rose es eso lo que tiene planeado— dijo cada vez mas cabreado, hasta me daba la impresión que de pronto le saldría humo por la orejas.
— ¡Edward! — lo reprendí.
Si que estaba molesto Edward jamás solía usar malas palabras frente a mí y la verdad creo que nunca.
— ¿Qué?
Me acerqué a él y lo abracé por la cintura, me puse de punta de pies para alcanzar sus labios.
— No te enojes amor, ya verás que lo pasas bien y te prometo que no dejaré que ninguno de esos hombres se me acerque.
Besé dulcemente sus labios, pero Edward no me contestó.
—Vamos anímate Edward ¿Qué tan malo puede ser?
—Sabes bien que te iré a buscar— sentenció seguro.
—Como tú digas amor— dije restándole importancia, justo cuando sonó el timbre.
Edward me dejó en la puerta llenando mi rostro de dulces besos en su último intento de que desistiera.
Al fin rendido y decepcionado me dejó ir, no sin antes darle mil instrucciones a Alice de cómo me debía cuidar. Para cada una de ellas Alice me miraba cómplice y a Edward le rodaba los ojos.
Caminé por el pasillo junto a Alice, apunto de arrepentirme después de la última mirada que me dio Edward, pero me mantuve firme, ya que esperaba que aquella cara de preocupación y tristeza se transformara en la más deslumbrante y arrebatadora de las sonrisas.
Edward’s Pov
— ¡Diablos Riley deja de sonreír! aun no entiendo cómo me dejé convencer de venir a un lugar como este— bufé frustrado sin entender aun como mi Bella había accedido a semejante locura. ¡Maldición porque diablos nunca le podía negar nada!
—Vamos Edward anímate hermano— sonrió socarrón— este es un ritual por el cual todos los hombres deben pasar.
Intentaba animarme Riley prácticamente empujándome apenas entramos al local “platimun” el típico antro donde venían los patéticos hombres adinerados y frustrados de tener mal sexo con sus esposas, para animar sus acaecidas y sombrías vidas. Obviamente no era mi caso y jamás lo sería.
Entre las risas de Emmett, Jasper y Riley nos ubicamos en unos de los negros sofás de cuero con botones plateados en sus respaldos dispuestos en semicírculos al frente de la pista de baile, dándole un aire gansteril e íntimo obviamente necesario para que las mujeres que trabajaban aquí, pudiesen realizar su trabajo. Embaucar a algún pobre estúpido necesitado de un momento de falsa atención donde le hacían comprar tragos exorbitantemente caros para poder ofrecer aquel tipo de cuidados que no tenía la más mínima intención en recibir.
Me permití por unos momentos observar el lugar. Era enorme, oscuro, iluminado solo por luces de neón y las luces tintineantes que pululaban sobre la pista de baile donde estaban dispuestos los caños donde deslizaban el cuerpo aquellas mujeres que no tenía la más mínima intención de ver.
Mis pensamientos viajaron una vez mas donde mi Bella. Aun no me cabía en la cabeza que ella haya aceptado locura de tal naturaleza, mi mente se negaba absolutamente a pensarlo. Bella, sola hermosa y frágil acompañada solo de sus amigas y de la pervertida Rose mirando a esos hombres que bailaban prácticamente en un tapa rabos. Me hervía la sangre tan solo pesarlo.
Decidido a acabar con esta tortura y los malditos e infernales celos que estaban a punto de quebrar todos mis dientes me puse de pie para ir a buscar a mi mujer, ella no tenía nada que hacer en un lugar como ese y yo muchos menos aquí, mirando mujeres que no tenía el más mínimo interés en observar.
— ¡Alto ahí! — Me detuvo Riley tomándome del brazo— ¿Dónde crees vas Edward?
—Me voy— espeté cabreado.
—Oh no, eso sí que no, te sientas y te callas, si no quieres que te amarre a una silla y te deje arriba del escenario.
— Como si pudieras— contesté de mala forma sentándome nuevamente, después de ver las miradas que me dieron Emmett y Jasper secundando las palabras de Riley.
—Buenas noches ¿Qué desean beber guapos? — preguntó llegando hasta nosotros, una mujer de unos treinta años con el cabello rojizo y ondulado hasta la cintura vestida solo con un corpiño de lentejuelas doradas que dejaban escapar sus enormes senos y una pequeña faldita de látex que tapaba solo lo justo y necesario.
—Whisky para todos preciosa— contestó Emmett feliz de la vida como si estuviese en el mejor evento de su existencia. De seguro que tenía la intención de emborracharme para después burlarse a sus anchas a mi costa.
Ella le sonrió coqueta asintiendo y se fue caminando contorneando sus curvilíneas caderas.
— ¡Uf esa mujer esta como quiere! — expresó Emmett sin despegar su vista de aquel contorneo que con cada movimiento levantaba su tableada falda dejando ver parte de su trasero.
— ¡Y eso que aun no has visto a las que bailan! — contestó Jasper sacando unos habanos del bolsillo interno de su chaqueta ofreciendo uno para cada uno.
—No gracias —contesté sin prestarles atención, sin aun poder creer, que me había prestado para este estúpido juego y que aquellas palabras habían salido de la boca de mi tímido amigo Jasper.
Una fuerte luz iluminó el centro del escenario y la voz del presentador se hizo presente en todo el local.
“con ustedes, esta noche la reina de Platinum Club, la diosa del caño Sacha la tigresa”
Los gritos enardecidos, chiflidos y aplausos no se hicieron esperar cuando una mujer ataviada de un sexy y pequeño conjunto de oficina como Demi moore en la película striptease salió al escenario contorneando su cuerpo en sensuales movimientos felinos acompañada de la música de nueve semanas y media.
Poco a poco comenzó a quitarse la ropa mientras deslizaba su cuerpo ágilmente por el brillante tubo de metal hasta quedar en ropa interior que poco dejaba para la imaginación.
— ¡Aquí preciosa! — la llamaba Emmett agitando los billetes para llamar su atención.
Ella gateó hasta llegar donde nosotros y paseó en retribución sus tremendos senos muy cerca de la cara de Emmett mientras este ponía algunos billetes dentro de su sostén.
— ¡Ahora el novio! — gritó apuntándome Jasper para fijar la atención de la mujer en mi, al cual le di una mirada asesina cuando la mujer gateó hasta a mí, acercando sus enormes atributos a mi cara.
—Mmm, veo que tenemos un novio enamorado— susurró al ver que miraba en otra dirección y no le prestaba la mas mínima atención — no te preocupes que no muerdo guapo, solo doy mordiscos —rió descaradamente pasando sus manos ardientes por mi pecho las cuales aparte inmediatamente.
¡Demonios los voy a matar! Juro que apenas se distraigan me paro y me largo de una vez por todas de este maldito lugar.
Mis pensamientos nuevamente viajaron donde mi Bella ¿cómo estaría? ¿Se sentiría bien?... claro que está bien Edward ella misma consintió que esto sucediera…me atacó la voz de mi conciencia ¡maldición! Bufé exasperado tirando de mis cabellos sin aun poderlo creer.
Dos chicas más le siguieron a la famosa Sacha acompañados de nuevos whiskys y habanos para mis animados acompañantes y yo seguía sin apenas tocar el mío y aun los muy malditos seguían sin quitarme un ojo de encima.
— ¿Edward? — Me llamó Riley sonriendo misterioso— ¿me acompañas? — preguntó poniéndose de pie.
La verdad, ni siquiera se me pasó por la mente negarme, cualquier cosa que quisiera, sería mejor que estar sentado aquí con aquella mujer intentando pasar sus grandes tetas por mi rostro.
Caminé detrás de Riley, entre medio de la gente preguntándome que querría, hasta que llegamos a un largo pasillo lleno de espejos, iluminado con una tenue luz donde habían 2 puertas.
Esto se tornaba extraño y comencé a desconfiar, aunque no debería ¿estaba con Riley no?
—Riley, ¿para qué me traes hasta aquí? — pregunté inevitablemente molesto.
—Tranquilo Edward, que me lo agradecerás— levanté una ceja incrédulo, provocando que Riley riera a carcajadas.
—Gracias me encanta divertirte hermano.
—Me ofendes con tu desconfianza — se llevó dramáticamente una mano al corazón haciéndose el sentido— y yo que haría una buena obra por ti.
—Habla entonces — le urgí.
—Está bien, está bien. Bueno mi plan es el siguiente— sonrió suficiente— como es obvio que no podrás escapar de Emmett y Jasper, haremos esto. Te meterás a uno de estos privados y llamarás a Bella, para decirle que la vas a buscar y me esperas aquí, hasta que yo te de la señal y te puedas arrancar.
Lo miré entrecerrando mis ojos receloso, era un plan de lo más extraño. Para mí era absolutamente más fácil mandarlos a la mierda y listo, de hecho, era lo que más anhelaba hacer con Emmett, que ahora se las andaba dando de buen hermano.
— ¡Vamos Edward! ¿Desconfiarás de mí? ¿No quieres ir a rescatar a tu Bella, de unos strippers musculosos y aceitados que deben estar pasando su “anatomía” muy cerca de sus inocentes ojos?
¡Maldito!, sabía muy bien que aquella imagen no la podría resistir. Tan solo imaginarla un segundo hizo que apretara tan fuerte mi mandíbula que hasta oí como hice rechinar mis dientes.
—Okey— acepté rendido — pero si me estas engañando, prepárate porque te…
—Sí, si — me cortó— ya entendí, termina de alegar y mejor entra ahí de una buena vez— ordenó.
Hice lo que me pidió rogando por que los distrajera luego, pero apenas entré y me disponía a llamar a Bella la puerta se cerró tras de mí de un portazo.
Me di la vuelta para ver qué diablos pasaba y mis ojos se encontraron con una mujer joven de unos veinte años rubia de pelo liso hasta la cintura ataviada de un pecaminoso disfraz de enfermera, con sus uñas y labios pintados de un furioso color carmesí. Un antifaz de lentejuelas plateadas cubría prácticamente todo su rostro.
Me sonrió de manera traviesa, le puso llave a la puerta y luego la escondió dentro de su pequeño delantal que tapaba lo justo y necesario. De seguro estaría esperando a algún cliente y estaba más que claro que ese no era yo.
— Disculpe señorita, creo que ha habido un error, yo no debería estar aquí con usted, ¿sería tan amable de abrirme la puerta?
Sus azules ojos se entrecerraron y sonrió suficiente.
—Claro que tienes que estar aquí guapo— dijo con una ronca voz baja y ardiente— esperaba por usted doctor Cullen.
— ¿Qué? — pregunté sin entender hasta que…— ¡Maldito cabrón de Riley! ¡Lo mataré! ¡Juro que apenas logre salir de aquí! ¡Lo mataré! — Pensaba enfurecido y yo el muy estúpido había confiado en él y le había creído.
Apreté fuertemente el puente de mi nariz para intentar calmar mi creciente e incontrolable ira, después de todo, la mujer que habían contratado no tenía la culpa de que todos fueran unos malditos imbéciles cabrones de mierda.
—Haber si nos entendemos— le hablé intentando ser lo más amable que pude— no tengo el más mínimo interés de estar aquí con usted, soy un hombre comprometido y amo a mi mujer por sobre todas las cosas, así que para lo que sea que los imbéciles de mis amigos la hayan contratado no será necesario, pues no me interesa— terminé de decir con una mueca de desagrado.
Ella me observó unos segundos a través de su antifaz, su sonrisa se amplió y por un momento se me hizo inmensamente familiar. ¡Diablos Edward! realmente lo celos te tienen mal, que estás viendo a Bella, en la estúpida rubia que te acaba de encerrar.
—Me advirtieron que eras un testarudo, tu solo siéntate y disfruta que de aquí no saldrás— dijo nuevamente con aquella voz ronca.
Se dio la vuelta ni siquiera inmutándose por mi rechazo y caminó a pasos sensuales bamboleando sus caderas hasta un pequeño escenario donde había solo una silla.
Miré rápidamente la habitación donde me encontraba. Era completamente circular, sus paredes estaban tapizadas completamente de espejos y aparte del pequeño escenario la otra mitad de la habitación estaba rodeada por un inmenso sillón semicircular rojo que se veía muy cómodo.
De pronto una insinuante música comenzó a sonar y ahí me di cuenta de que de aquí no podría escapar. Feeling Good de Michael Bublé.
Una luz iluminó justo donde estaba la silla, la chica tomó posición y tomó con una de sus manos el respaldo de la silla.
Okey debía admitirlo, me habían engañado como a un imbécil, por lo que ahora solo me sentaría a esperar y que la chica terminara su baile. Luego le pediría que me dejara ir y si no resultaba pues simple, botaría la maldita puerta, después de todo que de algo me haya servido el año completo jugando a los “soldados” como decía Emmett.
Me senté justo en el centro del sillón inmensamente cabreado, mientras la chica comenzaba a rodear la silla con pasos sensuales. Una vez que la rodeó por completo de dio una delicada parada al aire para pasarla por el otro lado del asiento y sentarse eróticamente de espalda a mi abriendo sus piernas hacia los lados tomar el respaldo con ambas manos y dejar su cabeza hacia atrás para darme una mirada coqueta.
Su vestido se subió dejándome ver parte de su respingón y firme trasero… esa tersa y sedosa piel…
Se paró nuevamente en un sensual movimiento y se sentó de lado estirando sus piernas hacia delante y arqueando su espalda hacia atrás y adelante con excitantes movimientos felinos.
Luego se paró, rodeó el respaldo de la silla con una de sus piernas y la apoyó el pie en el asiento, dándome una vista más que privilegiada de sus torneadas piernas que terminaban en unos infartares tacones rojos.
La chica siguió bailando sensualmente con la silla como su única compañía y mientras la miraba me di cuenta de que algo tenía que hipnotizaba y no podía dejar de observarla. Su cuerpo no era el típico cuerpo voluptuoso de las chicas que trabajaban en este tipo de clubs, era flaca, pequeñita, simplemente perfecta y con cada sensual movimiento que hacía que me comenzaba a sentir tremendamente excitado, malditamente excitado.
¡Diablos Edward! ¡esto no está bien! ¡Tienes que salir de aquí! me recriminaba internamente comenzándome a sentir un cerdo, cuando mi pronunciada erección palpito impaciente dentro de mi pantalón.
Nuevamente se sentó frente a mí, y abrió sus piernas acariciándolas ardientemente desde los tobillos hasta sus muslos hasta dejarme ver unas pequeñas bragas blancas de encaje. Me sonrió y se mordió de una manera malditamente sexy su labio inferior.
¡Un momento! Ese gesto ¡Ese gesto! Gritó una voz de alerta dentro de mi cabeza y esta vez la comencé a mirar con más detención mientras sus manos viajaron acariciando ardientemente su cuerpo para abrir su pequeño delantal de un rápido y salvaje tirón.
Y ahí al ver su hermoso cuerpo, cada perfecta curva que bien conocía, aquellas que habían sido hechas para mi, comprendí mi incomprensible nivel de excitación. Aquella rubia, que bailaba sensualmente para mí, escondida detrás de ese antifaz, era mi Bella.
¡Maldito cabrón de Riley! Ahora comprendía el porqué de aquella misteriosa sonrisa y también porque Bella había accedido sin chistar, cuando era tan celosa como yo a esta incomprensible locura.
Sonreí como un poseído, al ver como mi Bella contorneaba su cuerpo para mí, como tocaba su cuerpo para mí volviéndome completamente loco. Era el hombre más afortunado del mundo, jamás en la vida dejaría de sorprenderme mi hermosa mujer, con lo tímida que era, ella había preparado esta sorpresa para mí.
El pequeño delantal dio de lleno en mi cara, justo cuando la canción terminó.
Bella se paró de la silla y caminó con pasos seguros haciendo sonar aquellos tacones de infarto con cada pisada insinuante hacia mí. Se veía endiabladamente angelical con ese pequeño conjunto de encaje que poco dejaba para la imaginación.
La contemplé absolutamente embelesado y de solo imaginar mi lengua recorriendo aquel templo del pecado me relamí los labios.
— Y ahora doctor Cullen, aun no he terminado con usted— anunció con voz sensual y suficiente.
Por su mirada pude descifrar que ella sabía que la había descubierto, aunque no me gustaba nada verla con esos ojos azules que se había puesto.
— ¿Si? ¿Qué desea la señorita enfermera? — pregunté siguiendo su juego.
—Oh doctor, por favor ayúdeme— suplicó juguetonamente sentándose a horcajadas sobre mi y ampliando su sonrisa cuando su intimidad rozó con la mía y descubrió como me tenía— hace días que tengo un dolor aquí— dijo echando su pelo hacia atrás y pasando eróticamente su mano desde su cuello hasta llegar a tocar su seno izquierdo.
— ¿Dónde le duele? ¿Me puede mostrar de nuevo por favor? — moría porque repitiera aquel movimiento.
—Aquí— dijo en un gemido ardiente, tomando mi mano y llevándola hasta acariciar su pecho.
¡Mierda! Tuve que cerrar mis ojos y hacer uso de todo mi autocontrol para continuar el juego y no poseerla como un loco.
— Creo que no la puedo ayudar con su problema ¿señorita?…
—Ardiente — dijo exhalando su embriagador aliento en mis labios y conteniendo una sonrisa. Sonreí con ella por sus ocurrencias.
—Señorita Ardiente, verá, soy un hombre casado y amo inmensamente a mi esposa—continué con el juego haciendo uso del poco autocontrol que a estas alturas ya me quedaba.
—Pero doctor, ni siquiera ha visto de cerca mi problema— rogó nuevamente haciendo un seductor puchero, llevó una mano adelante, desabrochó su sujetador y se lo sacó— ¿ve? — me mostró tocando en círculos esos deliciosos, rosados y erectos pezones que gritaban porque le diera atención con mi lengua. Nuevamente me relamí los labios.
— Pensándolo bien, creo que tiene un problema muy grave de excitación crónica y creo que eso se cura de una sola manera — contesté ronco, excitado. Me moría por saborear aquellos preciosos, firmes y redondos montes que eran míos, solo míos.
— ¿De cuál doctor? Haré lo que sea necesario, todo lo que usted me pida — contestó con fingida preocupación, comenzando lentamente restregar su intimidad contra mi enorme ya a esta altura necesitada erección.
Mis manos la tomaron firme de su trasero para ayudarla en sus movimientos, necesitaba sentirla más intensamente.
—Que no me gustan las rubias— dije quitando su antifaz con una mano— me gustan las mujeres de cabello castaño, como mi amada mujer— terminé de decir quitando su peluca y sonriendo como un tonto enamorado, al poder ver por completo su carita de ángel y aparecer su hermoso cabello color chocolate.
Al escuchar mis palabras Bella sonrió de una manera deslumbrante y se lanzó a abrazarme y a besarme por todo mi rostro.
—Te amo Edward, te amo, te amo te amo— repetía entre cada beso— hazme tuya, hazme el amor, quiero sentirte dentro de mi lento, profundo— susurró ardientemente en mis labios colando una de sus pequeñas manos dentro de mi pantalón para comenzar a masajear mi miembro deliciosamente lento.
La tumbé en el sillón y comencé a recorrer su piel suave como el satén con mi lengua. No hubo parte de su hermoso cuerpo que no explorara provocando que mi Bella se retorciera de placer bajo mis brazos, cuando succioné y mordisqueé a mi antojo aquellos delicados montes, cuando la llevé a tocar el cielo con sus manos cuando devoré su exquisito centro que estaba siempre maravillosamente húmedo, listo, preparado para mí.
Me volvía completamente loco como Bella gemía mi nombre, como me suplicaba por mas, mientras la amaba lenta y profundamente. Como clavaba las uñas en mi trasero para que arremetiera contra ella enfebrecido. Sentir mi miembro enterrarse una y otra vez en aquella cavidad cálida estrecha que solo me hacía desear amarla una y otra vez, siempre deseando mas de ella, nunca me parecía que obtenía lo suficiente, estaba absolutamente enamorado y enloquecido por mi preciosa mujer, porque eso era en lo que Bella se había convertido en una hermosa y extraordinaria mujer, MI MUJER.
Con nuestros cuerpos estremeciéndose juntos de la cabeza a los pies, fundimos una vez más nuestro amor en uno solo. Esta sería una noche que jamás olvidaría y al fin mañana mi Bella sería mi esposa.
Bella’s Pov
—Buenos días señorita enfermera — saludó divertido mi Edward, recordando lo vivido la noche anterior, acariciando suavemente mi espalda.
—Buenos días doctor Cullen— contesté apretándome más a él. No existía mejor sensación en el mundo que despertar entre los brazos de mi adorado Edward.
—Al fin llegó el día amor— dijo dulcemente en mi oído y al escuchar su aterciopelada voz, mi corazón latió como un loco en mi interior.
Inevitablemente mis ojos se llenaron de lágrimas de emoción que rodaron libremente por mi rostro hasta mojar su pecho.
— ¿Por qué lloras gatito? — preguntó preocupado levantando mi rostro con una mano para mirarme a los ojos.
—Por nada Edward, solo que estoy inmensamente feliz— dije suspirando.
Lo miré directamente a sus ojos, perdiéndome en la profundidad de aquel mar esmeralda del cual era prisionera mi alma, sintiendo tanto amor por el maravilloso ángel que me mantenía acurrucada entre sus protectores brazos, que sentí que era absolutamente imposible que lo amara aun mas, Edward era todo para mi, el era mi vida.
—Gracias— susurré— gracias por llegar a mi vida darle luz y transformarla por completo, gracias por enseñarme amar de la forma infinita e inexplicable que te amo, gracias por convertir mi vida en un maravilloso cuento de hadas. Gracias por ayudar a convertirme en la mujer que soy hoy.
—Bella…—intentó decir, conociéndolo bien sabía muy para donde iba y de seguro ahora me pediría disculpas por el tiempo que estuvimos separados.
—No amor, no lo pienses— lo detuve— todo, todo lo viviría de nuevo y no cambiaría absolutamente nada con tal de llegar a este momento, en el cual te amo con toda mi alma, en el cual te amo con locura. Edward, mi amor, te amo, eres mi vida entera y me faltarán días de mi vida para agradecerte todo el amor que me entregas. Como llenas mis días de felicidad, como iluminas con tu sola presencia cada paso que doy en esta vida, por la cual ya no tengo miedo de caminar porque sé que caminarás a mi lado, porque en cada simple respiro ahí estarás tu, mi precioso ángel para alegrar todo los días que me restan de esta vida y de seguro será así hasta la eternidad. ¿Por qué nos iremos juntos verdad? Prometiste no dejarme nunca más sola.
La deslumbrante mirada de Edward se volvió cristalina y me sonrió dulcemente acariciando mi mejilla.
—Mi Bella— pronunció mi nombre con absoluta devoción— siempre, siempre donde tu vayas yo iré contigo, para mí la vida no tiene sentido si no la puedo vivir a tu lado.
Besó mis labios y me estrechó fuerte hacía él y así permanecimos por un largo momento, donde solo se escuchaban nuestras emocionadas respiraciones y el acompasado latir de nuestro corazón. Hasta que llegó la hora de levantarnos nos esperaba un largo e intenso día.
Nos vestimos con ropa cómoda y tomamos desayuno. Luego de eso Edward me fue a dejar hasta la casa de mis padres.
—Te espero en el altar— dijo divertido— ¿Por qué no me piensas plantar verdad? — preguntó con sus ojos brillando como dos estrellas y sonriendo con aquella sonrisa torcida que detenía mi corazón por segundos.
—No, yo seré la que va de blanco, no te olvides — jugué con él.
—Te amo y ya te extraño— se despidió atrapando dulcemente los labios.
—Yo mas, nos vemos amor— le di un último beso y entré a la casa.
La casa estaba en absoluto silencio un contraste bastante extraño en relación a lo que iba a pasar hoy, que ya me imaginaba a mi loca e infantil madre corriendo por toda la casa o quizás se debía a que aun no llegaba aquel torbellino de energía, mi adorada amiga Alice.
Caminé unos pasos para comenzar a subir la escalera y una silueta llamó mi atención. Charlie estaba de espaldas a mi mirando melancólicamente por lo ventanales franceses de la sala en alguna dirección del jardín. Mi vista siguió el objeto de su concentrada mirada y ahí se encontraba el añoso roble del cual aun colgaba mi columpio. Suspiré emocionada y caminé hasta Charlie, cuando llegué hasta el puse mi mano en su hombro y besé su mejilla.
—Ahora podrás columpiar a tus nietos— susurré.
Mi mirada se encontró con su mirada chocolate el igual que la mía y me sonrió dulcemente.
—Lo sé, solo que es extraño no tenerte más en casa.
—Vamos no te pongas triste papi ¿sí? Ahora ni siquiera me iré lejos— dije como niña pequeña intentando animarlo golpeando su cadera con la mía.
—Lo sé, tu tranquila, son solo sentimentalismos de tu viejo— palmeó mi cabeza y besó mi frente— mejor iré a ver qué está haciendo tu madre — y arrancó de mi. Pobre Charlie siempre le costaba tanto dejar ver sus sentimientos.
Subí las escaleras para ir a mi cuarto.
Cuando entré con lo primero que me encontré fue con mi precioso vestido de novia instalado en un maniquí y suspiré como una tonta enamorada.
Repasé con mi mirada mi habitación, había vivido tantas cosas aquí.
Mis primeros suspiros de amor fueron hechos mirando perdida el dosel de mi cama, como si en aquellos inocentes suspiros fuera a aparecer Edward y su hermoso rostro de niño de diecisiete años. Toqué el vaporoso dosel con mis manos y arriba de mi cama encontré el álbum de fotos exactamente donde mismo lo dejé hace unos días.
Lo tomé y me senté en el sillón que estaba frente a la ventana que daba a la calle donde me gustaba pasar horas, sentada mirando como transcurría en tiempo frente a mis ojos.
Lentamente fui dando vuelta sus páginas y repasé con la yema de mis dedos cada una de ellas, como si así pudiese revivir nuevamente cada momento.
Edward y yo nadando con los defines, en Martha’s Vineyard, navidad, vestidos con nuestros disfraces de año nuevo, mi Edward hermoso y galante con su uniforme blanco, mortalmente hermoso, siempre mortalmente sexy. Con cada página que avanzaba cada recuerdo me parecía más hermoso que el otro. Desde el primer momento habíamos intentado construir una hermosa vida y hoy comenzábamos a escribir un nuevo capítulo de nuestra irreal historia de amor, un nuevo álbum de fotos que sería testigo de cada acontecimiento de nuestras vidas.
Alice llegó justo cuando lo cerraba, para ayudarme como siempre a escribir las líneas del otro, siempre parte, siempre protagonista.
Miré mi irreal imagen al espejo una vez que estuve lista. El satín crepé y el encaje francés se ceñían a mi cuerpo dándome un aire angelical y elegante, el vestido era una mezcla perfecta entre la sencillez y la exageración. Aquellos ciento cincuenta y dos botones que se juntaban uniendo la impresionante espalda de encaje chatilly eran lo más hermoso y romántico que había visto en mi vida. Sonreí al imaginar a mi impaciente Edward intentando desabotonar aquella impresionante cantidad de botones.
—Me querrá matar lo sé—dijo Alice divertida al ver mi sonrisa, mientras prendaba delicadamente mi velo del precioso broche de diamantes y zafiros que era de mi abuela Marie y que me habían dado unos emocionados Charlie y Renée hace unos momentos atrás.
Mi peinado era sencillo al igual que mi maquillaje. Unas delicadas trenzas rodeaban mi cabeza hasta llegar a juntase atrás en un elegante moño. Mis labios y párpados pintados de un etéreo rosado y por supuesto a acompañando a todo este conjunto los aros que eran como dos pequeñas estrellitas que Edward me había regalado para navidad junto con su corazón colgando de mi cuello.
Alice me hizo dar una vuelta para que no se le fuera a pasar ningún detalle y su elegante vestido rojo con corte de sirena ondeó junto con ella y sus gráciles movimientos.
—Perfecta— sonrió suficiente entregándome mi ramo elaborado de las mas preciosas rojas rosas— y ahora vamos por ese hombre, que a esta altura que no le debe quedar nada de ese sexy cabello de tanto que se lo debe estar jalando— dijo soltando unas melodiosas carcajadas.
Con mi corazón latiendo impaciente dentro de mi pecho, bajé las escaleras y ahí en el hall de entrada, me esperaban mis padres. Renée ataviada de un largo vestido plateado y Charlie muy elegante vistiendo un impresionante smoking negro.
— ¡Oh Dios! — exclamó emocionada Renée llevando sus manos a su boca como si no lo pudiese creer — hija, te ves tan hermosa.
Charlie me miró con sus ojos cristalinos pero no emitió palabra solo me ofreció galantemente su brazo.
Con Alice apurándonos salimos de casa para subirnos a la decorada limusina para la ocasión. Renée se iría junto a Alice en su Posche.
Esta comenzó a avanzar lentamente por la calles de Boston.
Comenzaba a atardecer, unos suaves tonos rosas y anaranjados comenzaban a pintar el cielo, dejando atrás la evidencia de un hermoso día soleado.
—Te hará muy feliz— de pronto dijo Charlie— siempre lo supe, desde el primer minuto en que lo vi, supe que sería el hombre ideal para ti.
— ¿Qué? — pregunté incrédula, sin poder entender.
— Siempre lo supe, solo que no quería aceptarlo, sentí celos— aceptó avergonzado— cuando Edward apareció en tu vida, nunca te había visto tan feliz y me di cuenta que yo con tu madre solo te hacíamos la vida gris, y Edward es un gran artífice de nuestro cambio. El sin importarle lo que le podríamos decir poco a poco nos fue haciendo ver que llevábamos una vida equivocada contigo, por eso al fin no me tuve más que rendir y aceptarlo, porque para hacer lo que hizo él, tenía que mucho más que simplemente amarte y en ese momento terminé de darme cuenta que Edward era el hombre indicado para que te acompañara por el resto de tu vida.
—Papá— dije con mis ojos a punto de desbordarse por las lágrimas.
—Oh no, señor, no vayas a llorar si no el maquillaje se te va a arruinar y Alice me va a matar— se estremeció de solo pensarlo, lo que me provocó mucha risa.
—Te amo papá —. Dije abrazándolo.
—Y yo a ti mi pequeña Bella —. Contestó besando mi frente.
Era definitivo, mi vida no podía ser simplemente más perfecta y todo gracias a ese hermoso ser que profesaba día a día amarme más que a su propia vida.
Mi mirada se perdió nuevamente entre los intensos colores del crepúsculo y ahí fue cuando me di cuenta que podía ver el sol grandioso e imponente perdiéndose en el mar…
¡Oh Dios mío! ¡Ese sinuoso camino!...Mi Edward, mi hermoso ángel y sus misteriosas sorpresas…
Con mi corazón latiendo enloquecido en mi pecho y miles de mariposas revoloteando en mi interior pude darme cuenta de que íbamos camino al prado a “nuestro” prado…
Narrador’s Pov
— Oh, sí Eddy fóllame, fóllame duro — demandó Heidi a Jacob, presa de una, de sus nuevas alucinaciones.
Así era ya hace varios meses. Le gustaba tener sexo fuerte y duro con Jacob imaginando que era Edward la que poseía su cuerpo duramente y sin compasión, que aquel miembro duro, hermoso y enorme era el que le hacía ver las putas estrellas, así como algunas vez tuvo el privilegio de tenerlo embistiéndola entremedio de sus piernas hasta que esa pequeña puta remilgada había aparecido en su vida para ocupar su lugar.
Jacob la dio vuelta haciendo que se apoyara en sus rodillas y sus manos, la tomó duramente de sus caderas para volver a penetrarla de una estocada. Disfrutaba esa posición, tenerla expuesta de esa forma ante él, era la única vez que en aquella loca y enferma relación cuando él podía tomar el control.
Le gustaba observar como su miembro entraba una y otra vez en el cuerpo de Heidi y se permitía soñar también que era así como ya pronto tendría a Bella, apoyada en sus cuatro extremidades ofreciéndole aquel coñito estrecho y exquisito que él debería haber sido el primero y el único en poseer que enloquecía de solo pensar un segundo en lamer.
Unas cuantas estocadas más chocando sus caderas fuerte, contra el trasero de Heidi y se vino dentro de ella embistiendo con demencia.
— Es para lo único que eres bueno— espetó Heidi con desdén separándose de Jacob y tomando sus ropas para dirigirse al baño.
Maldito crio inútil, pensó cuando cerró la puerta tras de él. Todo, todo lo que le había mandado hacer lo había hecho mal, siempre cometía algún error, era una insignificante alma débil que se rendía a aquella mirada inocente de la pequeña puta de Edward. Esa insignificante y poca cosa criatura si es que le alcanzaba para aquello. Le hervía la sangre y se le revolvían las tripas cada vez que pensaba en ella, aun no podía comprender qué demonios era lo que le veían, si comparado con ella no era absolutamente nada.
Cerró los ojos con fuerza e hizo rechinar sus dientes de frustración hoy no había cabida para errores, como los que se habían suscitado una y otra vez arruinando sus perfectos planes, su perfecto futuro que tenía planeado vivir junto a Edward.
Había tenido la paciencia necesaria, había sabido esperar y nada, nada de lo que planeaba parecía resultar. Solo aquella vez cuando su envenenado corazón había bailado de alegría al ver que la pequeña puta había casi muerto y sus planes habían surtido efecto.
Exultante de felicidad había observado de cerca a Edward como se consumía día a día, esperando el momento justo para aparecer nuevamente en su vida, para ser el consuelo necesario para su desolada alma, pero jamás en la vida contó con que Isabella perdonaría a Edward, así lo creyó, pues ella no tenía la mas mínima idea de lo que era el verdadero amor.
Ella tontamente contaba con que aquello jamás sucedería, pero nuevamente todo con lo que llevaba soñando durante tanto tiempo aquella maldita niña lo truncó apareciendo nuevamente en la vida de Edward como una maldita plaga.
Tan cerca le pareció que estuvo aquella noche cuando vigiló el sueño del objeto de sus alucinaciones, del dueño de su corazón y por el que estaba dispuesta a hacer las más condenables de las locuras.
Aun le parecía que podía sentir su suave y broncíneo cabello jugando entremedio de sus dedos mientras contemplaba aquel rostro de dios, de su drogado amor. Esa noche se sintió triunfante ya poco quedaba para que fuera de ella completamente de ella.
Pero nuevamente todo se había arruinado.
Miró la hora aun tenía tiempo. Se duchó y se acicaló con deliberada lentitud, hoy al fin era el gran día y para aquello debía estar absolutamente despampanante.
Una sonrisa espelúznate atravesó por sus labios que pintaba de un furioso carmesí, mientras se miraba al espejo estúpido Edward pensó, pensaste que al ir a hablar con mi padre te podrías deshacer de mi, craso error, mi querido Edward craso error, pensó esta vez con un incontenible odio recorriendo sus venas hasta alojarse profundamente en su negro y demente corazón.
Aro en un nuevo infructuoso y desesperado intento habló con su hija afligido por sus locas obsesiones que sabía había tenido desde que era una niña y con los años estas se habían acentuado de manera terrible e intensa. En un pobre intento puso a su hija bajo la vigilancia de uno de sus hombres de confianza al no creer en las promesas de Heidi que como siempre maquiavélica e inteligente trató de manipular la situación a su antojo.
Pero todo aquello de poco había servido.
Harta de aquel maldito que la seguía a todas partes como su fuera su puta sombra, terminó por follárselo y qué manera de follar del pobre estúpido. Empapaba sus bragas de tan solo recordar de la manera salvaje que la había poseído tirando de su pelo y entrando en su cuerpo una y otra vez a ritmo devastador. Salió del baño ataviada de sus mejores galas, mientras Jacob la esperaba ya vestido con la mirada perdida en la ventana.
—Jacob — siseó con incontenible odio.
Maldita la hora en que confió sus planes a ese estúpido niño, era un completo idiota, un inepto. Ninguna de las misiones que le había encomendado las había realizado con premura por más simples que parecieran ser. Pero hoy todo sería distinto, hoy al fin sus planes terminarían triunfantes pues esta vez ella misma se encargaría de llevarlo a cabo y para aquello no admitiría errores.
La mirada de Jacob estaba perdida en el firmamento, sus negros ojos se perdían en los anaranjados colores del atardecer. Su mente viajó hacia Bella y por un momento dudó en lo que iba hacer.
Pero esta lucha se había convertido en un túnel sin salida en que el mismo se había metido por voluntad propia esperanzado de que algún día obtendría a la mujer por la que había esperado toda la vida hasta que llegó el maldito chupasangre y se lo arrebató todo en simple e insignificante respiro.
Ya no importaba nada, Bella sería suya. Muy bien sabía que jamás llegaría a amarlo, y que aquellas miradas cargadas de amor y admiración nunca se las regalaría a él, pero prefería mil veces tenerla sometida y encerrada por toda la vida en una habitación que observar cómo era feliz, con aquel maldito infeliz.
Aquello era su motor, la fuerza que lo impulsaba y de una sola cosa estaba absolutamente seguro, Edward y Bella no se casarían jamás, no si él estaba para impedirlo, aquella maldita boda nunca se realizaría.
Continuara…
Adelanto…
— ¡Conduce más rápido maldito estúpido! ¡Eres un inútil! — bramó Heidi enfurecida, nuevamente el objeto de sus alucinaciones estaba a punto de escapar de sus manos por un nuevo error de Jacob.
Jacob apretó el acelerador a todo lo que dio y manejó como un poseído por el sinuoso camino desesperado, aquella limusina no podía llegar a su destino…
Hasta que unos metros más adelante la negra y elegante limusina se hizo presente frente a sus ojos y una sonrisa triunfal atravesó por sus labios…
Chicas!!!! He vuelto después de taaanto tiempo Ya se!!! Más de una me quiera matar!!!!! pero me merezco algún nuevo votito un hermoso comentario!!!!!!!
Gracias a todas de todo corazón por su compresión y la espera. Les dejé de regalo 70 hojitas!!!!
Le dedico este capítulo a mi hermosa Danny fer que estuvo de cumpleaños!!!!!!! Te quiero!!!!! Hermosa.
Les cuento quedan solo dos capítulos para el final!!!! y dos mas! Un epilogo de Bella y otro de Edward. Gracias a todas mis hermosas chicas que comentan y me han ido acompañando en esta hermosa aventura!!!!! Las quiero a todas!!!!
*Doctor malito: personaje malvado feo y calvo de la pelicula Austin Power, que tiene un pequeño clon llamado mini mi.
Besos Sol.
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