Mi corazón siempre sera tuyo (+18)

Autor: solcullen
Género: Romance
Fecha Creación: 11/08/2011
Fecha Actualización: 11/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 100
Comentarios: 536
Visitas: 374078
Capítulos: 32

Fic recomendado por LNM

 

La lluvia caía sin cesar, golpeaba fuertemente mi ventana, el viento azotaba fuertemente las copas de los árboles, ya sin hojas. Era invierno, un crudo y frío invierno, pero más frío se había vuelto su corazón... Y aquí estaba yo, perdida en mis pensamientos, como cada día preguntándome: ¿cómo un amor tan grande podía haber terminado en esto? Juntos, pero tan lejos a la vez... ¿Será que esta lucha constante terminará alguna vez? ¿Será que alguna vez el corazón de mi gran amor, Edward Cullen, Mi Edward, volverá a latir por mí otra vez?Mi nombre es Isabella Swan y esta es mi historia...

 

 

 

La historia es completamente salida de mi imaginación, los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

 

 

Este Fic. esta protegido por derechos de autor por Safe Creative. ¡NO APOYES EL PLAGIO!

 

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Las invito a pasar por mi nuevo Fic. "El Chico de Ipanema"

 

 

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Capítulo 22: Aun sigues siendo tú

Capítulo 22: Aun sigues siendo tú

Bella’s Pov

— ¿Edward?

— ¿Sí, amor?

—Tengo miedo —susurré con patente pena en la voz.

— ¿Miedo? ¿Por qué amor?

—De perderte para siempre —dije muy bajito, mientras mis ojos se comenzaban a llenar de lágrimas.

—Amor. —Habló acunando mi cara con ambas manos suavemente—. ¿Recuerdas lo que te prometí en la playa? Recuerdas que te dije que, pasara lo que pasara y esté donde esté nos amaríamos siempre para toda la vida y más allá si existe otra. Te prometí que volvería por ti, ¿verdad? —Me miró con un inmenso amor, sus hermosas esmeraldas se volvieron cristalinas mientras intentaba ser fuerte por los dos.

—Lo sé Edward, lo sé, pero es que te extrañaré tanto, tengo miedo de que me olvides, no sé qué haría sin ti —cerré mis ojos apretándolos fuertemente para que no viera el dolor que había en ellos.

—Tonta Bella. No podría, jamás te olvidaré amor mío, te lo juro —dijo sonriendo tiernamente acariciando mi rostro, demostrando con aquel simple gesto el infinito amor que sentía por mí.

—Entonces… ¿Prometes amarme por siempre? —pregunté esperanzada.

—Para toda la eternidad mi amada princesa, para toda la eternidad…


Las hermosas esmeraldas de mi Edward se desvanecieron lentamente frente a mis ojos, como si fueran una hermosa aparición; nunca más me perdería en aquel verde jade de su cautivadora mirada, dejándome con aquella inmortal promesa tatuada a fuego en el lugar más profundo e inmaculado de mi desolado corazón.

Ahora la eternidad ya no estaba permitida para nuestro amor, nuestro perfecto mundo como castillos en el aire se derrumbó y así como fuego en la tormenta nuestro amor se apagó, solo dejando una profunda huella de tristeza y desolación.

Poco a poco junto a mi tristeza, me fui sumergiendo en la más profunda oscuridad que me abrazaba con todas sus fuerzas, prometiendo arrancar de raíz este maldito y lacerante dolor.

Retazos de imágenes se colaban en mi memoria… personas que lloraban desesperadas, y yo ya no me sentía con las fuerzas para consolarlas, pues mi muerto corazón, ya no tenía para ofrecer una dulce sonrisa, ni siquiera el más simple y sincero adiós.

Amor. ¿Por qué hiciste esto pequeña? Perdóname por favor, yo te llevé a esto, yo te hice dudar del amor que sentía por ti, pero nunca he dejado de amarte, nunca, ni por solo un instante. Tienes que creerme por favor…tienes que ser fuerte, no me dejes amor…


Edward’s Pov

Los molestos rayos del sol se colaban a través de la ventana dándome justo en la cara, me removí inquieto, a tientas tomé una almohada y cubrí mi rostro para intentar seguir durmiendo, pero no pude, una espantosa punzada en mis sienes y mi cabeza comenzaba a martillear amenazando con explotar, como si me hubiese tomado un millón de botellas de whisky.

Traté de abrir mis ojos, pero me fue realmente imposible, el sol literalmente los quemaba. Me quedé quieto unos momentos y respiré profundamente esperando que la espantosa sensación pasara, pero no sucedió nada.

Estaba muy desorientado, trazos borrosos de la noche anterior rondaban por mi cabeza, cuando de pronto lo recordé…

Bella...

Aeropuerto...

Boston…

Miré el reloj exaltado, rogando por qué la hora, no se me hubiese pasado. Eran casi las diez, aun estaba a tiempo.

Me levanté de un salto olvidándome de mi espantoso dolor de cabeza, pensado en Bella, ya quedaban pocas horas para al fin tenerla protegida entre mis brazos para siempre, pero apenas me mantuve en pie, ya que el piso dio mil vueltas; trastabillé dos pasos y me tuve que afirmar con una mano en la muralla.

Jadeé cerrando fuertemente mis ojos, y me pasé una mano por la frente, tratando de comprender que me pasaba. ¿Por qué me sentía así?, pero no recordaba absolutamente nada.

Caminé prácticamente de memoria al baño, una ducha de agua helada seguramente me ayudaría.

Me saqué el bóxer y me metí debajo del chorro de agua fría. No sé cuando rato estuve con mi cabeza apoyada en lo fríos azulejos mientras el agua caía por mi cuerpo.

Poco a poco el agua helada fue logrando despejar mi mente y en algo aliviar el terrible dolor de cabeza. Lentamente los recuerdos de la noche anterior, fueron apareciendo en mi mente como flashes, como una película antigua, como si yo no lo hubiese vivido.

Recuerdo que cuando llegué al departamento, Tanya estaba esperándome dentro sentada en unos de los sillones del living vestida muy sexy, seguramente en un nuevo y pobre intento de seducirme, me dijo que necesitaba imperiosamente hablar conmigo, y me rogó porque esta vez la escuchara.

Cabreado y cansado de echarla una y otra vez del departamento, accedí a escuchar lo que me tenía que decir, total, esta sería la última vez que la tendría enfrente escuchando su desagradable y nasal voz. Serví dos cafés y la invité a sentarse conmigo en el mesón de la cocina.

Luego de eso, solo tengo ideas muy vagas. Solo sé, que nuevamente me rogó para no me fuera y cada segundo que pasaba se acercaba peligrosamente hacia mí. De pronto me sentí muy cansado, los ojos me pesaban terriblemente, creo, aunque que no estoy muy seguro, me despedí de ella aludiendo a que tenía mucho sueño y apenas me sostenía en pie, luego me fui a acostar y después de eso no recuerdo absolutamente nada más, y eso era lo que más me inquietaba; ya que aunque las emociones que viví ayer fueron bastante intensas, no eran como para que sintiera ese nivel de cansancio y aquel nivel de inconsciencia.

Salí de la ducha en vuelto en una toalla aun sin poder dilucidar qué diablos es lo que me había pasado, todo esto era realmente muy extraño.

Comencé a vestirme rápidamente intentando dejar el extraño acontecimiento atrás y no pensar más en ello, después de todo nada había pasado. ¿O sí? -Qué cosas piensas Edward, sabes muy bien que jamás en la vida engañarías a tu Bella— me reprendió rápidamente mi conciencia debido a mis absurdas ocurrencias.

Cerré fuertemente mis ojos tratando de concentrarme en lo que venía. Con mi corazón latiendo con fuerza por la anticipación decidí dejar de preocuparme de eso, total no tenía real importancia para mí, y quizás sí, las fuertes emociones me habían pasado la cuenta la noche anterior.

Mientras terminaba de vestirme llamé a un taxi para que me pasara a recoger cuanto antes, la hora ya se venía encima, el avión partía a Boston al medio día.

Terminé de recoger las pocas cosas que me quedan por guardar, tomé mis maletas y salí del departamento a esperar el taxi a la puerta del edificio.

Cuando bajé las escaleras agradecí que a esta hora todos estuvieran en la base, no tenía ganas de darle explicaciones a nadie del porqué de mi partida. Al llegar a la portería aproveché de despedirme de Quil afectuosamente y él como siempre amable me deseó suerte.

Apenas llegó el taxi, el chofer subió mi equipaje en la maleta del auto, me monté en el asiento de atrás y le indiqué que me llevase al aeropuerto de Pensacola.

Ni siquiera una mirada atrás di, ya no importaba el pasado, solo el presente y hoy por fin comenzaba el primer día del resto de nuestras vidas, mi Bella y yo juntos para siempre.

El viaje hacia Boston se me hizo eterno, miraba mi reloj cada cinco minutos, pero las horas no parecían avanzar. La escala en el aeropuerto de Atlanta no ayudó a mejorar mi ansiedad, se me hizo interminable y aunque solo fueron veinte minutos me los pasé echando una y mil maldiciones internas del porque no había un vuelo directo y qué decir, fue aun peor cuando retomamos el viaje y el jefe de cabina avisó que el llegaríamos con un poco de retraso, pues en Boston había una fuerte tormenta de nieve, muy poco usual para la época ya que aun estábamos en otoño.

Resoplaba inquieto e impaciente en mi asiento, me acomodaba cada un minuto en una nueva posición.

— ¿Miedo a las tormentas? —Me preguntó sonriendo amablemente la abuelita que llevaba sentada a mi lado—. Tranquilo mi niño. —Dijo palmeando cariñosamente mi mano—. Ya verás que pronto pasa.

Miré a la dulce abuelita de cabello blanco y profundos ojos azules, me recordó tanto a mi abuela Elizabeth, que no pude más que regalarle una deslumbrante sonrisa.

—La verdad no. —Le contesté con seguridad—. Solo estoy impaciente por llegar.

—Ya veo. —Dijo en un tono conciliador, asintiendo y echándome una mirada pícara de arriba abajo—. ¿Una novia quizás?

—Mi prometida —contesté sonriendo como un tonto al recordar el hermoso rostro de gatito curioso de mi Bella.

— ¿Hace mucho que no la ves?

—Un poco más de un mes —respondí con algo de tristeza, sintiendo el peso de los meses de separación por los cuales nunca nos debí hacer pasar.

Ella volvió a escrutarme con sus observadores ojos y apunto:

— ¿Por qué esa cara triste….?

—Edward —completé su pregunta sin terminar, ofreciéndole amablemente mi mano.

—Hola Edward, un gusto, yo soy Isabella —se presentó estrechando mi mano con su suave manito que llevaba marcada la inevitable huella de la experiencia y de los años.

Apenas escuché su nombre, mis ojos y mi boca se abrieron como platos y ella al ver mi expresión, se echó a reír en melodiosas carcajadas.

— ¡Dios niño! Cierra esos ojos y esa boca que te entrará una mosca. Y ahora dime, ¿por qué tanto cambio de expresión? —demandó.

No sé porque, pero aunque no la conocía me sentía en confianza con ella, o quizás era la necesidad de hablar con alguien para ayudar a calmar mi ansiedad; bueno por la razón que fuera sin más le conté.

—Bueno verá Isabella…. —comencé.

—Bella, no me gusta Isabella; y trátame de tu Edward, mira que estoy vieja, pero no soy añeja —y volvió a reír con ganas muy coqueta.

Me tenía absolutamente admirado, no podía creer que contestara de de la misma forma que Bella. ¿Sería algún día mi Bella una abuelita tan simpática y bonita como esta? -no tienes ni para que preguntártelo Edward si sabes bien la respuesta… mas, mucho más…

—Bueno verás Bella —comencé otra vez sacando el celular del bolsillo de mi pantalón para presentarle a Bella, mi Bella.

Le conté a groso modo cuanto tiempo llevábamos juntos y cuando sería nuestra boda, de mis malas decisiones y todo lo que había hecho sufrir a mi Bella con mi cambio. Ella no se mostró para nada sorprendida de llamarse igual que mi Bella, más bien complacida y me escuchó atentamente sin interrumpirme.

—Solo espero que algún día pueda perdonarme por todo lo que nos hice pasar —expresé con sinceridad terminando mi relato.

Guardó unos minutos silenció observándome dulcemente y luego habló.

—Lo hará, ella te perdonará todo, siempre, nunca lo dudes.

Sus palabras sonaron tan seguras y llenas de convicción que ni siquiera me atreví a abrir la boca para volver a preguntar, pero me quedé con la sensación que me quiso decir algo más.

Después de dos fallidos intentos de aterrizar en el aeropuerto de Boston debido a la terrible tormenta, finalmente los pilotos lograron aterrizar el avión y menos mal, porque juro que si no está cosa yo mismo la hubiese aterrizado, ya que no cabía en mi mente que nos mandaran a otro aeropuerto.

Al bajar del avión me despedí de Bella con mi corazón latiendo a mil por hora al fin estaba en casa, al fin estaría junto a mi Bella.

Fui por mis maletas y salí del aeropuerto en busca de un taxi, con la férrea convicción de ir directo a la casa de mi princesa.

La tormenta realmente se había dejado caer inclemente, apenas veías a unos metros por culpa del fuerte viento y la copiosa nieve, hacía un frío espantoso, gélido. Miré mi ropa poco adecuada para el clima y frustrado no me quedó otra que pedirle al chofer que me llevara a nuestro departamento.

Traté de animarme por el camino, hace cinco meses que no estaba en nuestro departamento y realmente había echado de menos vivir en nuestra casa. Saqué mi teléfono y le marqué a Bella para saber donde estaba, porque una vez que estuviese listo, me iría como un rayo hacia donde ella estuviese. Una, dos, tres veces le marqué y nada, no me contestaba, cuando iba en el cuarto intento el chofer me interrumpió.

—Llegamos señor —me avisó amable.

Pagué al taxista, el me ayudó con las maletas hasta la puerta del edificio y se fue.

Entré al edificio y no había nadie en la portería quizás donde anduviese metido Embry. Subí al elevador y marqué el número ocho.

Al salir del elevador caminé por el pasillo muy contento, una indescriptible sensación de felicidad se alojó en mi pecho, confirmándome más aún que mi decisión había sido la correcta; al fin estaba de donde nunca me debiese haber ido, al fin estaba en casa.

Saqué la llave del bolsillo de mi pantalón y abrí la puerta. No alcancé a poner un pie dentro, cuando quedé literalmente pegado al techo. Un fuerte ladrido y un amenazador gruñido me recibieron.

—Emmy shhh, tranquilo cachorro es papi —le hablé para que me reconociera.

Me puse en cuchillas para ponerme a su altura y el vino hacia mí moviendo su pequeñita cola, feliz.

—Qué lindo y grande estás. ¿Extrañaste a papi? —le pregunté mientras acariciaba su peluda cabeza, mientras en respuesta el sacó su lengua y me lamió toda la cara.

— ¡Puaj Emmy! —Le dije riendo a carcajadas—. ¿Quién te enseñó a dar esos besos, fue mami? —y salió corriendo hacia el interior del departamento.

¡Un momento!... Hablando de mami, si Emmy estaba aquí, entonces mi Bella…

Entré mis maletas y cerré la puerta como un poseso con mi corazón latiendo a mil por ahora de imaginar que mi Bella estaba aquí y corrí en dirección a nuestra pieza.

Al fin la tendría entre mis brazos, podría llenar su rostro de dulces besos, al fin podría perderme en el calor de su cuerpo y en el fuego de nuestro mutuo amor y pasión; cuanto había extrañado sus manos recorriendo mi cuerpo codiciosas, hacerla estremecer rendida a mis caricias, a mis besos, al infinito amor que siento por ella.

— ¿Amor? —la llamé ilusionado, pero nadie contestó.

Apenas entré a nuestra habitación, el embriagador perfume de mi Bella nubló todos mis sentidos, aquel olor a fresas que me volvía total y absolutamente loco.

Pero no estaba aquí, todo estaba perfectamente ordenado, solo había una manta arriba de la cama, señal que seguramente había estado descansando aquí.

Sin poder resignarme la busqué por todo el departamento incluso por la piezas que aun estaban vacías. Desilusión grande me llevé al comprobar que no estaba aquí, pero seguramente volvería pronto ya que la calefacción estaba encendida, y bueno Emmy estaba aquí.

Decidí que no la esperaría, iría en busca de ella, ya no aguantaba un minuto más sin verla, pero primero me arreglaría como a ella le gusta.

Me di una relajante ducha pensando en donde podría estar, era extraño que no me atendiera el teléfono. Quizás Alice, a estas alturas ya la había arrastrado por todo Boston buscando el mejor lugar para celebrar halloween, o quizás estaba viendo los últimos detalles de su vestido, que sabía que ya le quedaba muy poco.

¡Diablos! Pensando en el vestido de Bella, recordé que ahora que había renunciado, ya no me casaría con mi uniforme, tendría que hablar urgentemente con Alice y aunque sabía que ella me querría matar por el poco tiempo que le daré para mi traje, también estará más que feliz de tenerme de vuelta.

Salí de la ducha directo al vestidor a buscar que ponerme.

Toda mi ropa de invierno estaba perfectamente ordenada, lavada y perfumada, no como si llevara meses guardada. Mi corazón inmediatamente se apretó al pensar en la responsable de esto. Sabía que Sue o la señora María venían varias veces por semana a mantener el departamento limpio, pero que mi ropa pareciera recién lavada, solo podía ser obra de Bella, y al pensar aquello el apretón se hizo aun mas fuerte -Eres un desgraciado Edward ella ha mantenido todo como si aun estuvieses aquí…

Me vestí con aquel pensamiento rondando mi cabeza, tendría que pasar hasta el último día de mi vida compensando todo el dolor por el que hice pasar a mi pequeña.

Me puse un jeans celeste, una camiseta de manga larga blanca, un sweater azul marino cuello en V, tomé unos guantes y mi abrigo gris. Me eché perfume, me miré por última vez al espejo y salí de nuestra habitación sonriendo como un tonto enamorado en busca de mi Bella.

Cuando salí del edificio tomé otro taxi y le indiqué la dirección de mi Bella, mientras la comenzaba a llamar nuevamente; ese sería el primer lugar donde la buscaría aunque lo más probable es que no estuviese, pero por lo menos Renée podría decirme dónde encontrarla.

Le marqué varias veces y nada. Esto era muy raro, es verdad que algunas veces no me contestaba cuando estaba enojada conmigo, pero ayer nada había pasado cuando hablamos por la tarde cuando iba a comprar mi pasaje que me traería de vuelta a Boston.

Continué marcando su número cuando de reojo vi que pasábamos por fuera de una florería, le pedí al chofer que se detuviera y que me esperara, era tal la euforia que llevaba que parece que se lo grité más que pedírselo y casi infarté al pobre hombre.

Me bajé a toda velocidad esta vez intentando llamar a Alice, pero tampoco me contestaba.

Entré a la florería y le compré a mi Bella el ramo de rosas rojas más grande y bonito que había. Cuando pagué el ramo no pude resistir la tentación y también le compré un enorme oso de peluche blanco que en sus manos sostenía un corazón que decía “te amo” y muchos globos en forma de corazón que también decían “te amo”. Amarré los globos a una de las patas del oso, le pagué nuevamente a la señora que atendía, que solo me miraba y sonreía seguramente de la cara que yo tenía y salí de la tienda nuevamente para subirme al taxi.

En el camino llamé a Emmett, Rosalie y Jasper, pero nadie me atendía, así que traté de conformarme pensado que quizás estaban todos juntos haciendo algo entretenido y por eso no contestaban mis llamadas.

Cuando llegué a casa de mi Bella la tormenta de nieve había bajado bastante su intensidad, ahora solo caían espesos y tranquilos copos de nieve, como esos que esperas ver el día de navidad.

Le pagué al taxista pidiéndole disculpas por mi arrebato de hace unos minutos atrás y me bajé con mi corazón latiendo tan fuerte que amenazaba con salirse de mi pecho.

Al tocar el timbre pude ver que se encontraba el Jeep de mi Bella en el garaje, pero mi Volvo no estaba, así que lo más probable es que no estuviera en casa.

— ¡Mi niño! —Exclamó la señora María al abrir la puerta—. ¡Qué sorpresa tú por aquí!

— ¡Hola Nana! —la saludé desbordando felicidad dándole un sonoro beso en la mejilla mientras ella me dejaba pasar.

—No sabes lo feliz, que se sentirá mi niña cuando se entere que estás en Boston —me dijo sonriendo emocionada.

— ¡El feliz soy yo créame! Porque ahora que he llegado, ya no me iré nunca más. ¡Renuncié! —lo solté como si fuera el mejor acontecimiento del mundo; me sentía libre, muy feliz.

Ella abrió sus ojos desmesuradamente y su boca se convirtió en una perfecta “o”.

— ¡No me lo puedo creer! ¡Mi niña no lo podrá creer! —exclamó llevándose una mano a la boca mirándome alucinada.

—Por cierto. ¿Sabe dónde está ese pequeño diablillo? La he llamado hasta el cansancio, pero no me atiende el celular.

—Se supone que salió con la señora Alice a ver los últimos ajustes de su vestido y hace varias horas pasó por aquí su cuñada Rosalie, se llevó unos sobres que le llegaron a mi niña y creo que se fue a juntar con ellas dos.

—Qué extraño. ¿Y Renée?

—La señora Renée salió como hace una hora, no me dijo donde iba solo se veía extremadamente preocupada, el señor la pasó a buscar.

Justo cuando me decía eso, comenzó a sonar mi celular, era Alice.

— ¡Alice al fin! ¿Donde tienes raptada a mi Bella, que no me contesta el teléfono? —le reproché divertido.

—Edward…este…estamos…en…—me hablaba bajito y sonaba muy preocupada.

— ¿Qué pasa Alice?

—Estamos en el hospital, Bella tuvo un accidente y…

— ¿Bella? ¿Qué paso Alice? —pregunté desesperado de pensar que algo grave le había pasado a mi princesa.

—Edward, por favor, no te preocupes, no es nada grave solo trata de viajar ¿sí? —no sonaba para nada convincente, su voz sonaba muy estrangulada, como si estuviese llorando.

—Estoy en Boston Alice. ¿Dónde están? —pregunté apremiándola.

— ¡En Boston! —exclamó sorprendida.

— ¡Alice por favor! No es minuto para explicaciones —le urgí.

—En el Masachusetts General Hospital.

No me alcanzó a decir nada más y le corté.

—Nana. ¿Dónde están las llaves del Jeep de Bella? —le pregunté muy alterado.

—En su habitación como siempre, en uno de los veladores me imagino —contestó sin entender mi repentino cambio de actitud.

No alcanzó a terminar la frase y ya estaba corriendo escaleras arriba.

Entré a la pieza de mi Bella como un poseído, busqué en uno de los veladores rogando que fuera el indicado, pero nada, busqué en el otro y a penas lo abrí gracias a Dios ahí estaban.

Corrí nuevamente escaleras abajo sin percatarme bien que aun llevaba los regalos de mi Bella en una de mis manos, salí de la casa como un rayo sin despedirme de la señora María para subirme al jeep.

Manejé lo más rápido que las calles nevadas me lo permitían y en ese minuto agradecí que en la casa estuviera el jeep de Bella y no mi auto.

Cuando llegaba a urgencias divisé el Porsche de Alice y mi Volvo, me estacioné justo detrás sin percatarme de si era un lugar permitido para estacionar.

Me bajé tratando de tranquilizarme, quizás no era algo tan grave, así que decidí bajar mis regalos para consentirla desde el primer minuto que nuevamente estuviera en mis brazos.

Caminé dando grandes pasos hacia el interior del hospital y al final del pasillo los divisé, estaban todos incluso los padres de Bella y Esme.

Pero algo que jamás, ni en mis peores sueños me hubiese imaginado sucedió, y en ese minuto mi burbuja de felicidad explotó.

— ¡COMO TIENES EL DESCARO DE APARECER AQUÍ! ¡ERES UN MALDITO DESGRACIADO, SIEMPRE LO HAS SIDO! —gritó Emmett enfurecido al verme.

No alcancé a reaccionar cuando estampó uno de sus enormes puños directo en mi cara haciendo que cayera de un solo golpe al piso; las flores, el oso y los globos volaron por el pasillo.

Me toqué el labio que comenzaba a sangrar sin entender absolutamente nada y menos aun aturdido por el demoledor golpe que dolía como los mil demonios.

—Emmett…—pero no alcancé a hablar cuando me tomó de la solapa de mi abrigo me levantó del piso y me estampó contra la muralla haciendo que azotara mi cabeza contra el frío muro.

— ¡Ahora quiero saber que escusa me vas a dar para que no te mate a golpes que es lo que te mereces! —me amenazó mordaz.

— ¡Emmett suéltalo! —le ordenó Alice.

— ¡No la escuches Emmett! ¡Dale su merecido! ¡Es un cerdo se lo merece! —gritó Rose.

Apenas podía observar la escena, los golpes me tenían muy atontado, solo pude divisar a mi madre llorar y a Renée esconderse en el pecho de Charlie.

— ¡Alice eres una traicionera! ¡Tú le avisaste! —le reprochó Rose.

— ¡El tiene derecho a estar aquí! ¡Tiene derecho a explicarse! —replicó Alice y yo seguía sin entender absolutamente nada.

Cuando vi que otro golpe venía directo a mi rostro, al fin pude reaccionar y lo detuve con mi mano.

— ¿Me puedes decir qué diablos te pasa Emmett? —pregunté dolido, no comprendía porque mi hermano se comportaba así conmigo.

— ¡QUE DIABLOS ME PASA! ¡QUE DIABLOS ME PASA! ¡ESTO PASA DESGRACIADO!

Por fin me soltó, sacó un sobre de dentro de su abrigo y me lo lanzó encima haciendo que el sobre cayera derramando todo su contenido por el piso. Eso…eso que se veía ahí no podía ser verdad…

Con manos temblorosas tomé una de las fotografías, sin dar crédito a lo que mis ojos veían. Era yo, la noche anterior… con Tanya…

Desesperado cogí el resto de las fotos y las repasé una y otra vez sin poderlo creer. Cerré mis ojos fuertemente tratando de entender… Esto era imposible… ¡IMPOSIBLE!… Pero realmente era yo…y ahí…ahí estaba en mi cama acostándome con Tanya…

Me pasé las manos por el rostro desesperado, asqueado. ¿Cómo podía haber pasado esto? si no recordaba nada…si yo jamás ni en sueños engañaría a Bella…Esta mañana solo me sentía pésimo y…

En ese momento algo hizo “clic en mi cabeza”.

¡Maldita zorra de mierda! Empeñada en arruinar mi vida hasta el último día, encaprichada sin aceptar la realidad, insistió e insistió hasta que obtuvo lo que quería y yo el muy estúpido que me compadecí de ella -Eres un imbécil de primera Edward mira en el lio que ahora estás metido-me reprendió mi conciencia.

No sé cómo diablos lo logró, pero definitivamente ella puso algo en mi café… ¿pero cuándo? ¡CUANDO!

Solo de algo estaba más que seguro, yo no me había acostado con Tanya por muy drogado que estuviera.

— ¡Son falsas! —exclamé con ira contenida, no podía creer que todos ellos me creyeran capaz de hacer cosa semejante.

— ¡Y mas encima tienes el descaro de negarlo! ¡Mátalo a golpes Emmett!, que es lo que se merece el muy maldito —lo azuzó Rose.

— ¡No! —gritó Alice interponiéndose entre medio de los dos.

—Quítate del medio Alice, no lo defiendas —gruñó Emmett.

—Emmett le tocas un pelo a Alice y te juro que te mato. —Lo amenazó muy calmado Jasper—. Por lo demás, este no es un problema tuyo, ni de Rose, ni de nadie, solo es un problema de Bella y Edward.

Esto era un caos, mi vida en dos segundos se había derrumbado. Bella estaba hospitalizada por algo que aun, nadie se dignaba a decirme, y mi familia creía que le había sido infiel a Bella con esa maldita zorra.

— ¿Realmente me crees capaz Emmett? ¿Realmente me crees capaz de haberle hecho esto a Bella? —le pregunté con mis ojos llenos de lágrimas, dolido por sus palabras, agitando frenéticamente las fotos frente a sus ojos.

—Ya no sé de qué te creo capaz Edward. —Dijo Emmett con desdén—. Hace mucho que dejaste de ser mi hermano, la persona que tengo parada frente a mí, ya no sé quién es.

Las palabras de Emmett fueron literalmente estacas que se clavaron directamente en mi corazón. Mi hermano, pensaba que yo era un monstruo capaz de engañar a mi Bella y de eso solo tenía la culpa yo, gracias a mis pobres actos de los últimos meses.

Ya no podía seguir discutiendo con él, así como estaba de enfurecido jamás me creería, ahora lo importante era saber que le había ocurrido a mi Bella, por causa de esas malditas fotos.

—Alice. ¿Que tiene Bella? ¿Cómo está? ¿Puedo verla?

No bastó que hiciera esas tres preguntas para que Emmett se enfureciera de nuevo.

— ¿Y todavía te atreves a preguntar? ¡Eres un mal nacido Edward! ¿Quieres saber lo que hizo Bella por tu culpa? —Me miró con los ojos llenos de lágrimas de ira, apretando firmemente sus puños a los lados de su cuerpo—. ¡Ella se intentó suicidar por tu culpa! ¡Bella estuvo a punto de tirarse por el acantilado que esta al final prado! —gritó como un energúmeno, nuevamente no aguantó más y se me abalanzó encima.

— ¡BASTA! ¡Es suficiente! Estamos en un hospital y es a mi hija a la que tratan de estabilizar.

En un abrir y cerrar de ojos, ahora era Charlie él que se encontraba entre nosotros dos.

La crueles palabras de Emmett fueron las que terminaron de sepultar alguna esperanza de que esto podría arreglarse, que podría mejorar, sin poderlo evitar comencé a llorar como niño pequeño. Mi Bella, mi hermosa princesa, había intentado suicidarse por mi culpa, por mi estupidez de confiar en esa maldita mujer; no quería imaginar por un segundo aquella espantosa visión.

Mi pobre princesa destrozada al ver esas espantosas fotos que me habían provocado una terrible repulsión. No quería por un segundo pensar cuanto habrá llorado, cuanto habrá padecido caminando por aquel risco, congelándose de frio con la implacable tormenta que había; sola, indefensa y tan frágil, sufriendo porque ya no la amaba.

Y no la podía culpar por desconfiar de mí, eso yo mismo me lo había buscado, además había algo que no podía negar… El hombre que estaba en aquellas fotos, si era yo.

—Charlie yo…yo no sé cómo explicar…yo no sería capaz…no lo creas por favor… —Le rogué desde el fondo de mi corazón—. Solo quiero saber que tiene mi Bella.

Charlie me observó unos segundos y resopló rendido.

—No me preguntes porque, pero te creo Edward. No debería, pero te creo.

— ¡Charlie por Dios…! —comenzó a replicar Rose, pero él, inmediatamente la silenció.

— ¡Silencio! ¡Esta situación la voy a manejar yo! —Se volteó a mirarla muy enojado, Rose bajó su vista avergonzada. Luego me miró nuevamente—. Ella tiene hipotermia, los doctores aun intentan estabilizarla, pero hasta el minuto no hay un buen pronóstico Edward. —me informó con la voz quebrada, estaba a punto de derrumbarse.

— ¿Y Carlisle? ¿Qué dice Carlisle? —pregunté intentando contener mis lágrimas y ordenar mis ideas.

—Tu papá no está Edward, el se encuentra en Nueva York en un congreso de neurocirujanos, el doctor McCarthy enfermó y el tuvo que ir como su reemplazarlo —me informó mi madre siempre amorosa, diciéndome con la mirada que ella no creía absolutamente nada, cosa que en algo, solo en algo, me reconfortó.

¡Diablos! ¿Por qué me tocaba todo tan difícil? Ahora que se suponía que todo estaría bien, que estaríamos juntos y felices, mi Bella se debatía entre la vida y la muerte, y sin mi padre aquí, solo nos tocaba esperar por lo que dijeran los doctores. La espera y la incertidumbre eran terribles.

De pronto un silencio devastador y lúgubre se hizo presente.

Emmett y Rose se sentaron juntos unos metros más allá, Jasper continuó como siempre calmo apoyado en una de las murallas de la sala de espera, Charlie se paseaba inquieto de un lado a otro, Renée y Esme se sentaron juntas tomadas de las manos y yo, destrozado como estaba, no pude más que deslizar mi cuerpo por el muro y sentarme en el piso abrazando mis rodillas; lágrimas silenciosas y furtivas aun resbalaban por mis mejillas.

Sentí unos pequeños bracitos asirse fuerte a mi cintura. Alice mi adorada Tink, se había sentado junto a mí.

—Edward. —Me llamó bajito—. Perdóname, es mi culpa. Ella estaba conmigo en mi estudio, yo la vi salir mal yo…yo…nunca debí dejarla ir —me dijo con su voz llena de dolor, profusas lágrimas caían por su hermoso rostro de duende.

Pasé un brazo por sus hombros y la abracé con mucho cariño, mi Tink no tenía la culpa de nada.

—Alice, no te culpes, no podías saber lo que Bella haría. —Le contesté dejando un suave beso en el tope de su cabeza—. Aquí el único culpable soy yo.

Ella levantó su rostro y me miró tiernamente con aquellos ojos verdes de gato.

—Yo te creo Edward, yo se que serías incapaz de engañar a Bella.

— ¿De verdad? ¿De verdad me crees? —pregunté incrédulo, tratando de rescatar aquellas palabras que eran un bálsamo para mi dignidad rota.

—Sí, nunca he dudado de ti. Ni un solo momento.

—Gracias Alice, pero ahora, ¿cómo le explicaré a mi Bella? Las fotos no son trucadas, ese en verdad soy yo. —le dije con angustia contenida—. Esa maldita mujer me dio algo, Alice yo nunca debí confiar en ella, no la debí escuchar, yo…—. Nuevamente me puse a llorar lágrimas de ira, de frustración, de humillación, por lo estúpido que había sido, pero por sobre todo de dolor.

Alice acarició tierna y consoladoramente mi cabeza al igual como lo hacía Bella y con aquel gesto solo pude llorar más, al imaginar que si mi Bella no salía de esta, aquellas hermosas caricias, no tendría el privilegio de sentirlas nunca más. Nunca más sentiría sus suaves manitos deslizarse por mi rostro con aquel infinito amor y dulzura que solo mi Bella me podía entregar.

—Lo sé Edward, lo sé, pero no es momento de pensar en eso, lo importante ahora es concentrarnos en que Bella saldrá de esta, después veremos cómo averiguamos como logró aquella zorra tomarse esas fotos contigo.

—Alice me puedes decir. ¿Como la encontraron?

—Bueno, antes de irse me dijo que quería ir a un lugar muy importante para ti y para ella… —Hizo una pausa y continuó—. La buscamos por mucho tiempo Edward, fueron momentos realmente tortuosos. Después de que encontramos las fotos botadas en el probador junto su vestido de novia, realmente pensamos lo peor, hasta que de acuerdo a lo dijo antes de irse, se nos ocurrió que podía ser el prado y bueno la única persona aparte de ustedes dos, que sabe llegar es Emmett, así que lo llamamos y partimos como un rayo para allá; cuando al fin llegamos y vimos tu Volvo estacionado, todo se convirtió en una locura. La fuerte tormenta que había, apenas nos dejaba caminar y por supuesto que mucho menos buscar; la buscamos desesperados por todos lados, hasta que luego de un buen rato, Emmett la encontró.

Después de escuchar su relato, ahora entendía en parte la actitud de Emmett; me faltarían días de mi vida para agradecerle a mi hermano, haber encontrado a mi Bella aun con vida. Pero al pensar en aquello, mi corazón se me apretaba más y más, de tan solo imaginar a Bella contemplando aquellas espantosas escenas mientras se probaba su vestido de novia. Pobrecita mi niña, un recuerdo que debería ser inmensamente feliz y hermoso, ahora estaba destrozado, destruido por la maldad de una enferma, de una loca. Que injusta había sido la vida con ella, tan buena, tan bondadosa, todo lo que le estaba pasando no se lo merecía.

En ese mismo momento juré, que no descansaría hasta saber quién diablos estaba metido en todo esto, porque de algo estaba muy seguro. Esa estúpida, no podía haber planeado todo esto sola, y menos aun, justo el día que yo regresaba junto a Bella para siempre.

Mis pensamientos iban y venían cuando de pronto, una doctora salió al fin, por la puerta de la sala de urgencias.

Casi como un acto reflejo nos paramos como un resorte junto con Alice del piso y en un segundo estábamos todos rodeando a Makenna, una doctora que trabaja hace años junto a Carlisle.

— ¿Cómo está mi hija? —preguntó Renée desesperada.

—Estable dentro de su gravedad. —Informó en tono serio y solemne, dirigiéndose a todos—. Al fin logramos estabilizarla, demoran unos minutos más en encontrarla y no estaríamos aquí para contarlo.

Estable dentro de su gravedad, estable dentro de su gravedad…

Odiaba aquel maldito diagnóstico que los doctores acostumbraban a largar para dejar a los familiares en paz. Era un discurso aprendido, ya que sonaba alentador cuando eso solo quería decir todo lo contrario, que el paciente estaba muy grave.

—Pero ella…ella… ¿Estará bien? —pregunté tontamente a sabiendas de aquel término, pero no lo pude evitar. De acuerdo a lo que ella decía, lo peor ya había pasado, pero necesitaba escuchar el diagnóstico, algo más certero, algo más concreto para poder mantener mis nervios a raya; debía estar entero para ella.

—Haber les explico. Bella llegó a urgencias con una hipotermia de grado dos, hipotermia moderada, casi grave, su temperatura corporal era de veintiocho grados….

Pero yo ya no escuchaba nada, solo en mi mente se alojó la palabra grave y lo que eso significaba: Estado de semiinconsciencia, incapacidad de tomar decisiones, latidos cardiacos y movimientos respiratorios lentos, dilatación de las pupilas y en el peor de los casos muerte aparente. Ella tenía toda la razón, Emmett la encontró en el momento justo, si no mi Bella en estos minutos estaría muerta.

Miré a mi hermano en señal de agradecimiento, pero solo obtuve indiferencia de su parte.

—La hemos trasladado a la unidad de cuidados intensivos, pero solo podrá pasar una sola persona, los demás la pueden ver a través de la ventana. —guardó silencio unos segundos—. Ahora está inconsciente, pero hubo unos segundos que susurró un nombre —dijo esto clavando sus intensos ojos negros en mi, acto que no pasó inadvertido para nadie, por cierto.

No lo podía creer. Mi Bella sufriendo como lo hacía, odiándome como debería odiarme y aun así me llamaba, me llamaba desde su estado de inconsciencia… ¡Dios que ganas de arrancarme el corazón para no sentir esta espantosa angustia!

—Síganme por favor —nos ordenó amablemente.

Caminamos por los fríos y blancos pasillos en completo silencio. Alice tomó cariñosamente mi mano en un gesto de completa solidaridad, dándome ánimos con un pequeño apretón, mientras rogaba internamente, que el que entrara a esa habitación, fuese yo.

Paramos justo antes de las puertas dobles que indicaban la entrada a la UCI.

—Bien, ahora deben decidir quién va entrar —anunció paciente.

Miré a Charlie con ojos suplicantes, mientras él se debatía en que contestar, luego me observó unos segundos y me sonrió con una sonrisa que no le llegó a sus ojos.

—No sabes como quisiera entrar yo, así como me imagino que también quiere entrar Renée, pero hay algo que no puedo negar, tu nombre es el que debe susurrar. Entra tú Edward, ya que para ser sinceros, tú eres la única persona que ella debe necesitar.

Emmett iba a comenzar a protestar cuando Charlie nuevamente lo calló.

—No quiero escuchar nada. No quiero saber de otro escándalo igual al que formaste ahí afuera, le he dado mi voto de confianza a Edward y con eso basta y sobra. ¿Está claro?

Emmett y Rose asintieron dándome una mirada asesina.

—Gracias Charlie. —Le dije con el corazón en la mano y sin poder evitarlo lo abracé fuertemente—. Gracias por creer en mí.

Renée se unió a nuestro abrazo, se puso de puntas de pies y besó mi frente.

—Bésala por mí y dile que la quiero —susurró en mi oído con su voz quebrada de dolor. Yo solo pude asentir al percibir su desesperación.

Entramos caminando a la UCI como si el piso se fuera a resquebrajar en nuestros pies. Tenía forma de C, todas las habitaciones daban a una enorme estación de enfermeras, que no perdían segundo a los pacientes graves que ahí tenían, en los monitores y por supuesto que, observándolos por las ventanas.

La doctora se detuvo en la cuarta puerta.

—Bien Edward puedes pasar, trata de no alterarla, porque estoy más que segura que nos puede escuchar debido a su intensa actividad cerebral.

Solo pude asentir sin atreverme a mirar por la ventana, inspiré una gran cantidad de aire, tomé la manilla de la puerta y la giré lentamente intentando hacer el menor ruido posible e ingresé.

Con lo que se encontraron mis ojos fue una imagen absolutamente devastadora.

Ahí tendida en esa cama, se encontraba mi Bella, blanca como un cadáver, con sus ojos cerrados, conectada a un millón de máquinas y cables; una de sus pequeñas manitos estaba clavada con una vía con suero y tenía puesto oxígeno en su respingona nariz. En ese momento agradecí enormemente que respirara por si sola y no estuviese entubada, porque esa sí que era una imagen terrible de presenciar.

Pero aun así, demacrada como estaba, se veía hermosa, como un indefenso ángel de alas rotas. Tan frágil, que parecía que estaba a punto de quebrase en mil pedazos.

Me acerqué lentamente a ella, mientras mis ojos se llenaban de nuevas lágrimas, tomé la silla que había en una de las esquinas de la habitación y la puse junto a su cama, para sentarme al lado de ella y poder contemplarla.

Rápidamente eché una ojeada al monitor de sus signos vitales, estos eran débiles, pero estables.

Tomé una de sus pequeñas manos entre las mías con todo el amor que sentía por ella, ¡Dios aun estaba muy helada! Comprobé que tuviese puesta la manta que le proporcionara el calor adecuado, mientras le daba un dulce y cuidadoso beso en sus labios que aun permanecían levemente morados.

—Amor. —susurré bajito, apoyé mi cabeza en la cama y su mano la llevé a mi mejilla aun entre la mía, como si me estuviese haciendo cariño—. ¿Por qué hiciste esto pequeña? —sollocé un poco más fuerte, sin poderlo evitar—. Perdóname por favor, yo te llevé a esto, yo te hice dudar del amor que sentía por ti, pero nunca he dejado de amarte, nunca, ni por solo un instante. Tienes que creerme por favor…tienes que ser fuerte, no me dejes amor…

Mis lágrimas mojaban las mantas sin control y justo cuando terminé de hablar, sentí su mano apretar levemente mi mejilla, mientras el holter indicaba que su frecuencia cardiaca comenzaba a aumentar.

— ¿Bella, amor? —la llamé en susurros levantando la mirada, ilusionado de que ella hubiese despertado.

Pero en su segundo todas mis ilusiones se derrumbaron, los latidos de Bella enloquecieron hasta que se convirtieron en un solo y ensordecedor pitido. Mi Bella estaba teniendo un paro cardio-respiratorio.

— ¡NO! ¡Bella amor no me hagas esto por favor! —supliqué desesperado, mientras apretaba el botón para llamar a las enfermeras y comenzaba ni yo sé cómo, con las maniobras de reanimación.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco… presionaba entre medio de sus frágiles costillas y luego le daba respiración boca a boca.

—Vamos amor, por favor, vuelve no me puedes dejar solo, moriré sin ti —le suplicaba con mis lágrimas cayendo como ríos por mis mejillas mientras continuaba con el masaje cardiaco.

Tres enfermeras aparecieron como un huracán dentro del cuarto.

— ¡Llamen a la doctora Makenna ha entrado en paro! —ordenó una de ellas.

— ¡Traiga una nueva manta su temperatura aun sigue en veintiocho grados! —le ordené a una de las enfermeras mientras continuaba trabajando sobre el cuerpo de mi Bella como un autómata.

Comencé a dar órdenes a las enfermeras a diestra y siniestra, realmente enloquecido.

— ¡Póngale uno de atropina! ¡Revise le actividad de sus pupilas!

Pero el maldito pitido que indicaba que mi Bella aun estaba muerta no dejaba de sonar.

—Bella, por favor, por favor, vuelve a mi princesa. —le rogaba al borde de la locura—. Amor por favor, mi vida no tiene sentido sin ti, por favor, por favor.

— ¡Edward sal de aquí! —Escuché que me ordenaba la doctora Makenna—. Déjame hacer mi trabajo —me apartó tomando mi lugar.

—NO. —Contesté firme—. No me iré, nadie me apartará de mi Bella.

— ¡Edward vete! Déjanos salvarle la vida.

— ¡Hay que ponerle un marcapasos externo! —seguí ordenando sin control.

— ¡Sáquenlo de aquí! —ordenó nuevamente.

Inmediatamente sentí que alguien me tomaba por detrás y me arrastraba fuera de la habitación.

— ¡No! ¡No! ¡Suéltame, no dejaré a mi Bella sola! —Gritaba como un loco, lanzando manotazos al aire sin poderme soltar— ¡No puedo dejar que mi Bella muera! ¡BELLAAAAAAA! ¡BELLAAAAAAAA! ¡BELLAAAAAAAAA!

Pero ya era tarde, la persona que me había sacado de la habitación me tomaba fuerte por detrás y era mucho más fuerte que yo.

Cerraron la puerta y no me quedo más que observar por la ventana como intentaban traer a mi Bella de vuelta a la vida.

—Tranquilo hermano. —Me susurró en el oído Emmett, el era el que aun me sostenía sin soltarme fuertemente—. Bella es fuerte, no nos dejará.

— ¡Suéltame no me toques! —espeté con odio sin apartar la vista de mi Bella zafándome de su agarre, a la última persona que quería escuchar en estos momentos era a Emmett.

Miré unos segundos el escenario que se vivía afuera. Todos lloraban sin consuelo observando la aterradora escena, mientras se escuchaban las órdenes de Mackenna trabajando sobre el cuerpo inerte de mi Bella.

“Pásenle uno de epifrina… Necesita gasometría arterial”

Unos delgados brazos se aferraron fuertemente a mi cuerpo.

—Ella volverá Edward, intenta tranquilizarte, ella no te dejará — Alice también lloraba desconsolada y aun así intentaba darme alguna luz de esperanza.

“¿Fue fibrilación ventricular?... ¡Carga a 300!… ¡Vamos! ¡Despejen!”

Observé destruido al borde de perder toda cordura, como el frágil cuerpo de mi Bella saltaba con los choques eléctricos encima de aquella camilla, sin responder, dejándose morir, sin querer volver a la vida para estar junto a mí…

“Carga a 300… ¡Vamos! ¡Despejen!”

—Gatito por favor no me dejes solo, por favor, moriré sin ti…—repetía llorando desconsolado.

Pero mi Bella continuaba sin reaccionar y yo estaba a punto del colapso, si mi Bella no sobrevivía, ya nada me queda por hacer en esta vida.

¡Doctora la tenemos, recobrando pulso a…!

Y no pude escuchar nada mas, simplemente al oír esas simples palabras mi alma volvió a mi cuerpo y caí de rodillas al piso rendido, mi Bella, mi Bella había vuelto.

Escuché una puerta abrirse y luego cerrar.

—Vamos señores, es mejor que aguarden afuera en la sala de esperas, hemos logrado estabilizar a la paciente y por el momento está fuera de peligro, pero no es conveniente que todos estén acá. Cuando les tengamos nuevas noticias, la misma doctora les saldrá a avisar —nos informó amablemente una enfermera.

— ¿Pero Bella estará bien? —preguntó con temor Alice.

—Sí, cariño y ahora por favor esperen afuera.

Así que no nos quedó otra, que salir rendidos a esperar nuevas noticias.

Ya eran casi las doce de la noche y Makenna no se dignaba a salir por la maldita puerta. Hace horas que tenía mis ojos clavados en ella, desesperado, angustiado por saber nuevas noticias de mi Bella.

Alice, Jasper, Emmett y Rosalie habían ido a la cafetería por unos cafés, Renée y Charlie dormitaban en uno de los sillones y Esme sentada en otro, leía una revista intentando matar el tiempo.

—Ven hijo siéntate junto a mi —me llamó siempre amorosa mi madre, palmeando el sillón.

Como niño pequeño le hice caso y me dejé caer pesadamente junto a ella, esta situación me tenía agotado.

Cariñosamente pasó un abrazo por encima de mis hombros y me instó a que apoyara mi cabeza en su regazo. Tiernamente comenzó a acariciar mi cabello y yo no pude más que cerrar mis ojos, rendido a aquel agradable y tranquilizador placer que aquello me producía, imaginado que mi Bella, era quien lo hacía.

— ¿Crees que ella me perdonará? —solté de pronto sin más.

—Claro que lo creo hijo. ¿Por qué no ha de hacerlo? si no has hecho nada.

—Pero las fotos…

—Ya habrá tiempo de averiguar qué fue lo que te hicieron hijo, lo importante ahora, es que Bella se recupere.

—Cuando despierte no querrá saber nada de mí —dije en un doloroso susurro apenas audible. El solo hecho de pensarlo me desgarraba el alma.

—Lo más probable Edward, pero debes luchar por su amor, no te dejes vencer.

—Nunca —prometí vehemente.

—Ese es mi niño. —Dijo orgullosa mientras continuaba con sus suaves caricias en mi cabeza—. Edward me contarás ahora ¿cómo es que estabas en Boston hoy?

El recordarlo provocó que nuevamente mis ojos se llenaran de lágrimas.

—Renuncié mamá, por eso estaba aquí hoy, regresé para quedarme, venía feliz, ilusionado de darle la sorpresa a Bella y mira con lo que me he encontrado; con mi vida destrozada, ya nada volverá a ser igual, nunca más —me estremecí al escuchar mi propias palabras del terror que me provocaba que ellas se volvieran realidad.

—Todo pasa por algo en esta vida hijo, y aunque nos duela nos deja una enseñanza. Ya lo verás, quizás al principio sea doloroso, pero obtendrás tu recompensa. —Me animó tiernamente dejando un dulce beso en mi mejilla—. Por cierto, no puedo estar más feliz de que hayas vuelto, te extrañe hijo, te extrañe muchísimo.

—Yo también mamá.

Una hora más pasó hasta que Makenna se dignó a aparecer por la bendita puerta. Nos explicó que la condición de Bella era mucho más favorable que en la tarde y que el paro cardiaco que había sufrido era una situación absolutamente esperable de acuerdo al diagnóstico con que Bella había ingresado al hospital.

Ahora solo teníamos que esperar a que ella despertara, porque de acuerdo a los infinitos estudios que le habían hecho, se auguraba que su condición iría mejorando mucho más con el avanzar de las horas.

Nos recomendó que volviésemos a casa, que ya nada podíamos hacer aquí, puesto que hasta mañana no permitiría que nadie la visitara, porque aunque su condición había mejorado admirablemente esta noche la tendrían en observación.

Pero si mi Bella era la campeona de las cabezotas, el campeón de los cabezotas era yo y me negué en rotundo a retirarme, no la dejaría sola, aunque me quedara esperando por ella toda la noche en esta misma sala de espera.

Use mis argumentos más convincentes para que me dejara quedarme con ella prometiendo guardar distancia y portarme bien, pero no la lograba convencer, así que como buen niño mimado y engreído que soy, llamé a mi padre explicándole toda la situación.

Claro que me quiso matar por despertarlo a altas horas de la noche, pero después de mucho rogarle y prometerle que me portaría bien, accedió a hablar con Makenna, a lo que ella aceptó rendida dándome una mirada asesina.

Me despedí con una sonrisa de oreja a oreja de todos prometiéndoles que les avisaría cualquier cosa que sucediera con mi Bella y le pedí a Esme que por favor fuera a buscar a Emmy que estaba solo en casa a lo que ella accedió encantada.

Todos me dieron un cálido abrazo antes de irse, obviamente menos Rose y Emmett. La última en despedirse fue Alice que me susurró al oído: “Eres imposible Edward Cullen, pero te quiero, estoy muy feliz de que hayas vuelto”

Caminé nuevamente hacia la UCI junto a Makenna mientras ella no dejaba de mirarme con reproche, pero no me importaba lo que ella pensara, lo único que me importaba es que mi Bella estaba fuera de peligro y pasara lo que pasara no me separarían de ella nunca más, aunque me tuviese que amarrar a una de las patas de cama, nunca más la volvería a dejar sola. De ahora en adelante estaría para ella eternamente, como siempre lo debiese haber hecho, como se lo había prometido hace un año atrás y por ser un estúpido egoísta no lo había cumplido.

Llegamos a la habitación de mi Bella. Esperé a que Makenna la examinara nuevamente desde la entrada de la pieza, no quería provocarla más, de lo que ya lo había hecho. Les dio una última mirada a los monitores y se despidió.

—Bien Edward, te dejo con ella y por favor si despierta, no la alteres, yo estaré en urgencias por cualquier cosa que suceda. Buenas noches.

—Buenas noches y gracias.

—No me agradezcas a mí, al que tienes que agradecerle es a tu padre, que si yo no confiara en su criterio, tú no estarías aquí.

No le contesté nada, su comentario me supo demasiado agrio, por lo demás no me interesaba en lo más mínimo lo que ella opinara al respecto, lo único que me importaba es que nada ni nadie me volvería a separar de mi princesa.

Me acerqué sigilosamente y arrastré con cuidado el sillón de cuero sintético que había en la habitación para ponerlo al lado de su cama. Observé unos segundos la penumbra de la pieza, alguien había traído los regalos que le había comprado a mi princesa, no tenía la menor idea de quién puede haber sido, pero quien lo haya hecho se lo agradecía enormemente.

Me senté junto a ella y nuevamente como en la tarde tomé una de sus pequeñas manitos entre las mías, la observé unos momentos. Sus pequeños deditos que parecían alfileres de cristal, delicados y finos, encajaban a la perfección con los míos, a pesar de la diferencia de tamaño. “Manicure francesa”, no pude evitar sonreír, al ver sus uñas perfectamente arregladas, seguramente obra de Alice…

Acaricié su rostro con ternura mientras admiraba sus hermosas facciones de muñeca, se veía tan de demacrada e indefensa. Tenía unas marcadas ojeras debajo de sus preciosos ojos y sus pómulos sobresalían más que de costumbre, sus delgados bracitos llenos de moretones debido a los pinchazos que seguramente le provocaron las agujas y ahora que la observaba más tranquilo y con más detenimiento que en la tarde, realmente estaba mucho más flaquita de lo que era.

¿Será que realmente tenía algo más? Me pregunté recordando que Carlisle me había dicho que no se encontraba bien.

Me levanté con mucho cuidado de no meter ruido a observar su ficha médica que pendía a los pies de su cama.

Cientos de exámenes le habían hecho, muchos más de los acostumbrados en estos casos, lo que no me dejaba para nada tranquilo. Quizás Makenna sabía algo más, que no nos había dicho o quizás mi enfermiza sobre protección, estaba haciendo que viera cosas de no las había; de todas maneras, le preguntaría mañana en la mañana apenas apareciera por aquí.

Me senté nuevamente junto a mi princesa y apoyé mi cabeza en la cama admirando su belleza. Me sentía muy cansado, pero no podía dormir, yo velaría el sueño de mi amada Bella hasta que ella despertara y abriera sus hermosos ojos chocolates para mí.

Tenía más que claro que seguramente me rechazaría, que lo más probable es que la última persona que querría encontrar junto a ella sería yo y aquello me rompería el alma en mil pedazos, pero debía intentarlo con todas mis fuerzas. No podía permitir que una siniestra trampa maquinada por una mujer perversa y loca, destruyera nuestra felicidad justo ahora que estábamos a un paso de conseguirla.

El día siguiente pasó tortuosamente lento.

Temprano por la mañana, aparecieron todos para saber cómo se encontraba mi Bella. Makenna nos dio un reporte de su estado de salud y por más que traté de averiguar por sus exámenes, no me dijo absolutamente nada, argumentando que Bella era mayor de edad y que esa, era información confidencial entre paciente y doctor.

Luego algo molesta, consintió en responder nuestras dudas e informarnos de los pasos a seguir, solo si Bella no despertaba hoy, cosa que me cabreó monumentalmente y provocó que tuviésemos una pequeña discusión; ella enrostrándome que yo no era su marido para venir a exigir nada y que no le importaba en lo más mínimo que nos casáramos en un mes más, y yo insistiendo que era completamente absurdo, que ni siquiera le informara a sus padres. Después de eso, solo rogué porque Carlisle regresara, y pronto.

Ya por la tarde, la mejoría de Bella era realmente extraordinaria, por lo que Mackenna dio la orden de trasladarla de la UCI hacia el sector de pensionado, lo que me alegró mucho; ya que ahora tendría más privacidad para estar con ella y no siempre con una enfermera con sus ojos cotillas y escrutadores puestos sobre mí.

Pero a pesar de su mejoría, ella seguía sin despertar y eso me tenía realmente preocupado. No la había perdido un segundo de vista y por más que me rogaron, (desde las enfermeras hasta el mismo Charlie), que fuera a descansar un rato, me era absolutamente imposible separarme de Bella. Así fue que mi querida Alice, como siempre mi fiel e incondicional amiga, me trajo algo de comer y ropa limpia para cambiarme, aunque a decir verdad, a penas probé bocado, nada pasaba por mi garganta.

A medida que pasaban las horas, mi ansiedad y mi angustia iban en considerable aumento, moría porque Bella despertara, pero también sabía muy bien, lo que me esperaba cuando eso pasara.

—Estoy preocupado, lleva un día y medio así y no despierta.

—Despertará Edward ten tranquilidad, el peligro ya ha pasado. Por cierto, felicitaciones, Carlisle me lo ha contado. ¿Cuándo comienzas a trabajar con nosotros?

—No lo sé exactamente, estoy esperando que mi padre llegue, esperaba que después de nuestra luna de miel, pero ahora con lo que ha pasado, realmente no lo puedo decir con certeza. Por ahora, solo me preocupa que ella esté bien.

—Ella ya está bien, Edward.

—Bueno, sabes a lo que me fiero.

— ¿Pasarás nuevamente la noche con Bella?

—Sí.

—Creo que deberías ir a tu casa a descansar, te ves agotado.

—No me importa, no me iré de aquí hasta que ella abra sus ojos, por lo demás Alice me ha traído algunas cosas.

—Ya sé Edward, pero no te pases, que no bastó que te dejáramos solo con ella, para que te colaras en su cama.

— ¿Yo colarme en su cama? —pregunté inocentemente haciéndome el desentendido.

—Okey, okey, no discutiremos, pero será mejor que vayas aprendiendo que los hospitales tienen ojos por todos lados Edward. Bueno yo me retiro, buenas noches y recuerda, si despierta, no la alteres.

—Malditas enfermeras cotillas —mascullé cabreado una vez que la vi desaparecer por la puerta.

Apenas se fueron todos, me recosté junto a mi Bella con mucho cuidado, la tomé cariñosamente entre mis brazos y dejé un tierno y dulce besos en sus labios y en su frente. Su respiración era acompasada se veía aparentemente tranquila, pero había algo que no podía negar y que me estaba matando cada segundo lentamente, su rostro era de absoluta y completa amargura.

Al ver su hermoso rostro de princesa con esa terrible tristeza, sentí una enloquecedora impotencia, nada, nada de lo que hiciera podría subsanar el daño que le había hecho a mi gatito, nada. La hice sufrir horrible e injustamente y ella solo se había dedicado a amarme sin medida y sin razón aceptando simplemente todo, siempre incondicional, siempre esperando, siempre fiel.

Acaricié su cabeza con mucho amor, mientras le comenzaba a cantar una canción que brotó de lo más profundo de mi corazón, los sentimientos más sinceros y puros que sentía por ella, aquellos que callé tontamente todos estos meses, no sé porque…

♪Sigues siendo tú, la única en mi vida, mi refugio mi salida, la que cura mis heridas♪

♪Sigues siendo tú, mi eterna compañía, la fuerza que me guía, cuando no hay un buen día♪

♪Sigues siendo tú, solo tú♪

♪Aun sigues siendo tú, la que me enseño amar, aun sigues siendo tú con quien quiero despertar hasta el final. Aun sigues siendo tú todo lo que yo soñé y que nunca imagine amar así. Ante dios te juro, sigues siendo tú…♪

 


 

Mis niñas nuevamente estoy aquí a las 2 semanas que les pareció????? Espero sus votitos y comentarios, lo que sea, son muy importantes para mí  me ponen muy feliz y me ayudan a seguir!!!!

 

Chicas miles de disculpas por no subir el capítulo entero se que falta la parte de Bella, que por cierto esta casi entera, pero era esto o nada estoy enferma hace 3 días y con la fiebre las ideas se me van!!!!! Las que me conocen saben que no me gusta subir capítulos a medias, pero no las podía dejar sin nada cumpliéndose las dos semanas.

 

Espero me disculpen y a penas este la parte de Bella se las subiré, se que muchas esperan con ansias la conversación entre Edward y Bella. 

 

Muchas gracias a todos las quiero!!!!!!! Son las mejores!!!! Besos a toda mi familia TWI y mis lectoras silenciosas!!!!!!!

 

Vicko: te adoro!!!! Gracias por tu recomendación jajajaj tu sabes cual!!!! 

Ani: también te adoro!!!!!! Muchas gracias por la canción!!!!! 

Silmo: hermana de mi corazón!!!!!!! Gracias!!!!! Por los animos y por encontrarlo bello como siempre !!!! te adoro!!!! Mi perfecta desenredadora de enredos!!!!!  

RBblack: gracias por intentar desenredarme también!!!!! Te adoro!!!

Mary: gracias a ti estoy viva hoy!!! Eres una amor!!!!

 

LAS QUIERE

SOL

 

Capítulo 21: Promesas Rotas Capítulo 23: Te necesito ahora

 


 


 
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