Nota: Chicas donde la frase cambia de color esta el link con la canción ojala las escuchen, para que se compenetren con la situación.
Capítulo 21: Promesas Rotas
Edward’s Pov
Miré a Bella que se puso de pie de un salto apuntando frenéticamente la pantalla de mi notebook sin entender absolutamente nada.
— ¿Amor que tienes? ¿Por qué estas tan enojada? —traté de atraerla hacia mí, pero ella dio un paso hacia atrás rechazando mi contacto.
—No te atrevas a tocarme —me amenazó mordaz.
Apenas escuché sus palabras una puntada de angustia se alojó en mi corazón, Bella jamás me había rechazado.
Entonces las vi, ahí en la pantalla de mi notebook estaba la razón por el cual mi Bella estaba furiosa.
¡Maldita mujer! No sé qué parte de su cabeza no entendía que no me interesaba en lo más mínimo, que jamás seriamos nada, y ahora por su culpa estaba metido en un problema de proporciones con mi Bella, que me miraba enfurecida echando chipas por los ojos.
—Bella amor, no es lo que parece… —intenté explicar, pero no me dejó terminar.
— ¿Crees que soy tonta Edward? ¡Claro que no es lo que parece! ¿Crees que no tengo ojos para mirar? ¿O que estoy ciega como la zorra esa que no quiere aceptar la realidad?
¡Diablos! Sí, que estaba enojada y esta vez, nada tenía que ver mi gatito enfurruñado con la Bella que tenía frente a mí, realmente echaba fuego por los ojos.
Abrí la boca para explicarle, pero nuevamente no me dejó decir nada y siguió.
—Gatito, amor, yo…
— ¡Tú que Edward! ¡Tú que! Haber, quiero escuchar de tu convincente boca ¡por qué diablos te quedaste mirando a la zorra esa, como un tonto cuando te bailaba! —gritó como una loca a viva voz.
— ¿Yo qué? ¡Dios Bella no entiendes nada! ¿Crees que lo disfruté? ¿Que no tenía ganas de mandarla al demonio? —le contesté frustrado, la verdad ya me comenzaba a exasperar que no me quisiera escuchar.
—Sí, claro que lo disfrutaste, si no entonces ¿por qué te quedaste? —me increpó levantado una ceja y su mentón desafiante.
La tomé de un brazo y la giré para que mirase la pantalla del computador.
— ¡Mira! ¡Mira que cara tengo y dime ahora si disfruté el espectáculo! —le grité muy enojado porque desconfiara de mi.
— ¡Te dije que no me tocaras! —Vociferó zafándose de mi agarre—. ¡Ya no te creo nada! ¡Ya nunca me cuentas nada! ¡Siempre termino enterándome de las cosas en qué andas por mi cuenta! ¡Ya no confías en mí!
— ¿Y que querías que te contara? ¡Si no hice nada! —protesté furioso, me miró unos segundos entrecerrando los ojos y siguió.
—“Amor tú y yo no tenernos secretos” —dijo sarcásticamente haciendo comillas con sus dedos intentando imitar mi voz.
—Perfecto. —Mascullé cabreado—. ¿Eso es lo que quieres? ¿Escuchar cosas que no tienen la más mínima importancia para mí? ¿Y por supuesto que ninguna relevancia para nuestra relación? Toma asiento mi amor y yo te diré como es la maldita vida de Edward Cullen mientras tú no estás —anuncié mordaz.
—Por supuesto, muero por escuchar “amor” —me contestó de la misma forma.
—No te quejes después, tú lo pediste.
—No, si te lo está pidiendo la maldita zorra, que no tuviste ningún reparo en admirar —dijo ácidamente.
— ¿Admirar? ¡Admirar! Yo te voy decir, lo que tengo todos los días para admirar… —Tomé aire y lo solté— ¿Soy hombre sabes? y por supuesto que no soy de fierro y sin embargo tengo que aguantar todos los malditos días a la zorra de Tanya seduciéndome una y otra vez…
— ¡Lo sabía eres un cerdo Edward! ¡Nunca debí confiar en ti! Era imposible que un hombre como tu cambiara…
— ¡Diablos cállate Bella! ¡Déjame terminar por Dios! —rugí frustrado apretando fuertemente el puente de mi nariz.
— ¡Suéltalo de una buena vez entonces!
— ¡Ella me sedujo en su consulta! ¡Se desvistió para mí, se acarició para mí! ¡Me toqueteo por todos lados! ¿Eso es lo que querías escuchar? ¿Estás feliz ahora? —le grité como una animal.
Bella apretó sus puños y mandíbula con fuerza, sus ojos se llenaron de lágrimas de la ira que tenía, pero no derramó ninguna.
— ¡Maldita puta de mierda! —Rugió furiosa, después de unos instantes que trató de contener sus lágrimas y yo estaba con la boca abierta. ¿Bella? ¿Mi Bella diciendo groserías? — ¡La mataré! ¡Juro que la mataré! ¡ERES MIO! ¡MIO! —se acercó a mí y tiró de la toalla que tenía atada a mis caderas dejándome completamente desnudo.
Dándome una mirada posesiva de arriba abajo puso una mano en mi pecho y me hizo caminar hacia atrás hasta que caí en la cama, luego se sentó a horcajadas encima de mí.
— ¡Completamente mío! —gruñó como una leona en celo quitando sensualmente la toalla que cubría su hermoso cuerpo.
Echó su hermosa melena hacia atrás y me miró con sus hermosos pozos color chocolate convertidos en dos luceros de fuego.
Se irguió frente a mí y acarició el costado de sus redondos y apetecibles pechos que ya ha esta altura me moría por devorar, traté de atraerla hacia mí, pero no me dejó, echándose hacia atrás.
— ¡Yo soy la única que tiene derecho a seducirte! —Proclamó— ¡La única! ¿Lo entendiste bien Edward Cullen?
—Sí, amor —susurré como perro faldero admirándola embelesado, me tenía absolutamente sin palabras.
— Yo soy la única que puede hacer esto —susurró ardientemente tomando mi miembro en una de sus pequeñas manos y lo masajeó tortuosamente lento.
—Bella…—jadeé respirando pesado, me estaba volviendo loco.
—Y esto —dijo sonriendo maliciosamente y comenzó a pasar su lengua abrasadoramente por mi vientre bajo llevándome a la peor de las locuras, mientras seguía masajeando mi erección intensa y lentamente.
—Amor, por fav…—no alcancé a decir nada más, cuando sentí su lengua acariciar la parte de mi cuerpo que más lo necesitaba, haciéndome soltar roncos gemidos.
Bella continuó con sus enloquecedoras caricias hasta que sintió que estaba a punto de sucumbir a aquella maravillosa tortura.
Gruñí como un animal deseoso por más. Nunca tendría suficiente de ella, no había medida que pudiera cuantificar cuanto amaba estar así con ella, solo con la mujer de mi vida, Bella.
— ¿Espero que le haya muy quedado clara la lección Teniente Cullen? —preguntó suficiente mientras comenzaba a restregar deliciosamente su húmeda intimidad con la mía.
—Sí, amor, muy clara —contesté obedientemente como pude, con la voz ronca llena de deseo, no aguantaba un minuto más sin la gloriosa sensación de sentirme dentro de su cuerpo.
La tomé como un poseso de las caderas y preso del ferviente deseo la penetré de una estocada, provocando que ambos soltáramos un fuerte gemido.
Bella apoyó sus manos en mis piernas alejándose de mí y se comenzó a mover deliciosamente en círculos, matándome literalmente de placer.
Ver como su cuerpo subía y baja ahí donde nuestras partes intimas se unían, sus pechos moviéndose deliciosamente con cada vaivén de su cuerpo, su pelo acariciando sensualmente su cintura, su mirada engarzada con la mía. Era definitivo ella quería volverme absoluta y completamente loco.
No me dejaba tocarla, mientras ardientemente me poseía, pero yo la necesitaba, quería sentirla aun mas mía, si es que se podía, por lo que levanté mi torso para aprisionarla dentro de mis brazos. Al fin Bella se rindió y cariñosamente rodeó mi cuello con sus delicados brazos y pegó su frente con la mía.
La sensación de al fin poderla besar y acariciar como solo ella se merecía me llevó a mismo cielo, mientras nuestros cuerpos en una perfecta sincronización fundidos en aquel inmenso amor llegaron juntos al nirvana, al mismo cielo.
—Te amo mi Bella —dije con mi corazón lleno de amor, mientras ella aun se movía lentamente absorbiendo los últimos latigazos de placer.
Acosté mi espalda en la cama y la atraje conmigo. Acaricié su espalda tiernamente y besé dulcemente sus labios esperando de todo corazón que su rabia hubiese pasado.
Después de aquella ardiente reconciliación, aparentemente todo volvió a la calma.
Disfrutamos hasta el último segundo de nuestro último día, juntos. Llevé a Bella a almorzar a un lindo y romántico restaurant frente a la playa y por la tarde caminamos por la orilla del mar tomados de la mano, dándonos furtivos y apasionados besos hasta que el sol cayó en el firmamento.
Pero ahora, que la tenía durmiendo entre mis brazos, estaba más que seguro que ya nada sería igual. Había logrado que Bella perdiera la confianza en mí, a pesar de que no había hecho nada, ella tenía toda la razón al estar muy disgustada.
Se suponía que en nuestra relación desde el principio no existían los secretos, que siempre nos contaríamos todo y yo estúpidamente callé, para no pasar un mal rato y porque realmente no le vi importancia, y ahora ya no sabía qué hacer para recuperar su confianza.
Admiré su hermoso rostro de princesa por mucho tiempo mientras dormía, mientras silenciosas y solemnes promesas le hacía, cada una de ellas con la fuerte convicción que Bella jamás volvería a dudar de mí. Perdido en la hermosura de su fisonomía me dormí.
Al día siguiente todo pasó muy rápido. Me levanté temprano, le llevé desayuno a la cama a mi Bella antes de partir a mis clases.
Pasé la mañana entre exámenes y horas de simulador. El tiempo paso literalmente volando para mi gusto y cuando apenas me di cuenta ya estaba con mi Bella dejándola en el aeropuerto.
—Te extrañaré mucho amor —le dije de todo corazón mientras la estrechaba fuerte hacia mí, no me quería separar de ella, pero lamentablemente se tenía que ir.
—Y yo amor, cuídate mucho —correspondió mi abrazo besando dulcemente mis labios.
Pero como todo lo bueno en esta vida en algún momento termina, la llamada del vuelo de mi Bella anunció su partida.
Besé apasionadamente sus labios por última vez, acaricié su cabello con ternura, besé su frente y la dejé ir.
Miré como mi Bella partía, hasta que mis ojos la perdieron de vista, rogando porque el tiempo pasara rápido, para no tener que volver a pasar nunca más por una nueva dolorosa separación.
Bella’s Pov
—Entonces Isabella, quedamos en que solo quieres rosas rojas —afirmó una vez más Victoria, la encargada de la decoración de la iglesia.
—Bella, Victoria. —La corregí por enésima vez esta mañana—.Sí, solo rosas rojas de las más grandes.
—Perdón Bella, es que aun me cuesta llamarte así, no todas mi clientas son tan jóvenes y encantadoras como tú, algunas tienen un genio uf, ni te lo imaginas. —Dijo divertida, luego se giró hacia su asistente y le habló autoritaria—. James. ¿Estás anotando?
—Sí, señorita Victoria —afirmó obediente.
Luego nuevamente se volvió hacia Alice y hacia mí.
—Victoria ya te lo he explicado. —Intervino Alice que parecía que estaba a punto de perder la paciencia—. Ambos novios van de blanco, queremos que el contraste sea sublime, que sea perfecto.
—Okey entiendo. —Asintió Victoria—. Entonces, pondremos unos enormes arreglos en la entrada, todo el pasillo lleno de pétalos desde la entrada hasta el altar, a cada lado de bancas unos arreglos más pequeños con una vela encendida provocando el efecto de un hermoso camino de luz, en altar…
Victoria continuó con su discurso caminando por el largo pasillo imaginado todo, haciendo amplios gestos con sus manos como si pudiese tocar cada arreglo, seguida de Alice y James, en dirección al altar donde estaban Renée y Esme junto al padre Marco quien nos iba a casar, amigo de toda la vida de la familia Cullen, viendo los detalles de la ceremonia.
— ¡Un momento! —Exclamó Victoria un poco más fuerte del nivel permitido haciendo que sus palabras resonaran como un fuerte eco dentro de la iglesia, volviéndose nuevamente hacia mí—. ¿Supongo que el novio está de acuerdo? Porque si no, no puedo hacer bien mi trabajo
— ¡Pues claro que está de acuerdo! Que no esté aquí, no significa que no esté al tanto de todo lo que sucede —le contestó Alice muy molesta, pero Victoria la ignoró.
— ¡Que ganas de conocerlo! Realmente debe ser todo un Adonis como dicen, porque que si no, no me explico como una chica tan bonita y joven como tú, quiere atar su vida a hombre tan pronto.
Y no podía negar que yo misma me lo preguntaba a veces.
Desde que volví de visitar a Edward en Junio, las cosas en vez de mejorar entre nosotros empeoraron mucho más, mis contantes dudas y su carácter cada día más frío e irascible no ayudaban absolutamente en nada.
Ya estábamos en Septiembre faltaban unos poco días para mi cumpleaños número veinte.
Los meses habían pasado de forma tortuosamente lenta trayendo consigo recuerdos hermosos y también muy tristes.
Cuando Alice y Jasper llegaron de Francia casi a mediados de Julio aparte de traernos una montaña de preciosos y caros regalos para todos, además nos traían, una hermosa e inesperada noticia. Presos de un arranque de irrefrenable romanticismo que los envolvió en la cuidad del amor, se casaron en la iglesia del sagrado corazón solo con Dios y su amor como testigo.
Las reacciones de todos al contarnos aquella semejante noticia fueron diversas. Emmett nuevamente se enfurruñó diciendo que todos los hombres de la familia lo traicionaban, que él era muy joven para casarse aun, lo que hacía que se ganara miradas envenenadas y coscorrones por parte de Rose y risas de todos nosotros.
Por su parte Rose, no pudo contener las lágrimas de emoción, al ver que su hermano y su mejor amiga comenzaban a forjar un futuro juntos, aunque en sus profundos y hermosos ojos azules pude ver un pequeño atisbo de decepción, seguramente al igual como me pasaba a mí; a pesar de estar muy felices por ellos nos hubiese gustado estar ahí, para compartir su felicidad.
Por supuesto que nuestros padres también los felicitaron y aunque les reprocharon aquel arranque de romanticismo también se encontraron muy felices por ellos.
Y Edward…
Inevitablemente suspiré tristemente al recordar a Edward. La reacción de él, fue totalmente plana sin emoción alguna y nadie, y por supuesto que menos yo, se explicaba cómo no dijo absolutamente nada, de aquel acto de locura de su querida Tink.
Aunque quizás sin quererlo aceptar me hacía una idea.
Así como avanzaron los meses, el curso de piloto también avanzó con mi Edward a la cabeza llenando su mente de nuevos conocimientos que eran indispensables para cumplir aquella arriesgada tarea. Cierro mis ojos y aun me parece que tengo aquel fatal libro en mis manos, el que se me ocurrió abrir como siempre curiosa mientras Edward dormía.
“El carácter de un piloto de Guerra”.
La verdad apenas leí unas líneas, pero con lo poco que leí me bastó y me sobró para entender un poco más, todo esto que nos estaba sucediendo. Ellos debían ser fríos, calculadores, astutos, combatientes por naturaleza, preparados en cualquier momento y circunstancias para destruir al adversario.
Apenas llegó Alice de Francia comenzamos nuevamente con los preparativos de la boda y con la confección de mi vestido, que de los miles de bocetos ya había elegido. Era el vestido más hermoso y romántico que una novia puede llegar a tener.
Y así lentamente entre preparativos, alfileres, suaves y elegantes telas llegamos a Agosto, y Agosto fue un mes tortuosamente doloroso y lento para mí.
Sabía que Edward no podía viajar a verme por aquel empecinamiento de aquel instructor terrible que tenía y la verdad a esta altura dudaba que tuviera ganas, las relaciones con todos estaban muy quebradas, con la única persona que aun se llevaba relativamente bien era con Alice.
Cada día que pasaba me daba la impresión que escapaba de todo y de todos para no discutir con su hermano, para no escuchar los reproches de Rosalie, las aflicciones de Esme.
Pero el golpe de gracia en ese mes fue cuando me enteré que Edward se iba a Afganistán por un mes. El curso ya casi terminaba y este era el último ejercicio definitivo y final.
No tengo palabras para explicar el terror que se alojó en mi corazón después de haber recibido aquella terrible noticia, mis peores miedos y pensamientos por los que había luchado porque no salieran a flote me atacaron todos de una sola vez.
Aunque Edward me aseguró mil veces entre mis sollozos que no irían al epicentro del conflicto mismo, quedé con la sensación que solo me lo decía para calmarme.
Así Edward partió y ni siquiera puede darle un miserable abrazo de despedida. Nada absolutamente nada. Solo un sentido y desgarrado te amo por la fría pantalla del computador, una caricia imaginaria a su hermoso rostro de ángel, solo la eterna y fría promesa de un, volveré…
Poco y nada sabía de él, solo a veces una esporádica y fría llamada asegurándome que estaba bien, mientras yo lo extrañaba muriendo día a día sin saber de él.
Las semanas pasaron con la esperanza de recibir alguna de aquellas hermosas y románticas cartas, pero a quien engañaba, sabía perfectamente que hace ya por lo menos dos meses, estas no llegaron nunca más.
Fueron semanas de verdadero horror, con el miedo contaste alojado en mi corazón, rogando porque nada malo le sucediera, preguntándome… ¿Esta sería la vida que llevaría ahora?... Una vida de absoluta y completa soledad… ¿Seré capaz de vivirla? ¿Seré capaz de aguantarla?
Pero cuando las dudas azotaban mi conciencia, solo me bastaba cerrar mis ojos por unos segundos y que mi mente viajara meses atrás cuando todo era un sueño, cuando todo era perfecto, y con aquella esperanza haciendo latir debocado de mi corazón, los desechaba inmediatamente con la incólume premisa de que todo volvería a la normalidad, que nuestra historia después de todo este sufrimiento tendría un buen final, al fin tendría mi final de cuento de hadas con mi príncipe encantado esperándome al final del altar.
Ensimismada en mis tristes recuerdos estaba cuando Renée, Esme y el padre Marco llegaron junto a mí.
—Bella, cariño, me acaba de llamar Edward, para avisarme que quizás no alcance a llegar Boston para partir con todos nosotros a Martha’s Vineyard —me avisó Esme sonriendo tristemente, pidiéndome disculpas por su hijo con la mirada.
Porque si, Edward había vuelto de Afganistán hace tres días. La noticia para toda la familia fue un verdadero alivio, un verdadero respiro, Edward había vuelto sano y salvo, pero como era de esperarse aun más frío.
Se suponía que tendría unos días libres al terminar el curso y todos lo esperábamos ilusionados, orgullosos y a pesar de que Edward había cambiado mucho, todos tenían la esperanza de poder felicitarlo y estrecharlo en sus brazos. Mi Edward al fin había cumplido su sueño.
Solo pude devolver su sonrisa y asentir tímidamente, preguntándome porque no había sido capaz de avisarme a mí.
—Esme tienes que recordarle a Edward que apenas llegue a Boston, tiene que pasar a verme, hace mucho tiempo que no veo a ese muchacho y me gustaría conversar algunas cosas importantes con él —dijo el padre Marco dándome un significativa mirada y acariciando tiernamente mi cabeza.
—Sí, padre no se preocupe le diré.
Yo sabía perfectamente lo que quería hablar el padre Marco con Edward. El era una de las pocas personas que realmente sabía cómo sufría, fue inevitable para mí abrirme con él aquel día que vine a pedir su autorización para poder traer a Victoria hasta aquí para planear la decoración de la iglesia.
El intentó aconsejarme lo mejor posible, preguntándome si estaba segura de seguir con todo esto a lo que obviamente le contesté que sí, que amaba a Edward más que a mi propia vida y que él era la única persona con quien quería pasar el resto de mis días.
El al verme tan enamorada, prometió hablar con Edward seriamente debido a su cambio, pero me también me trató de explicar que las cosas que a los soldados le tocaba ver en medio oriente eran recuerdos que no se podían borrar tan fácilmente y eso los hacía cambiar aun mas. Pero yo estaba convencida que no era solo eso, pues Edward no había cambiado este último mes, si no ya hace varios, solo que ahora su frialdad se había incrementado aun más.
—Hijita, los detalles de la ceremonia están casi listos, por ahora no hay nada más que ver —me informó feliz Renée.
—Solo nos queda enviar las invitaciones y ver los últimos detalles de la recepción, pero eso lo haremos cuando volvamos de Martha’s Vineyard —acotó Esme.
—Que bien —le contesté sin emoción, aun no me podía sacar de la mente que Edward no me había avisado a mí que nuevamente no vendría, la tónica de estos interminables meses.
Me disculpé educadamente de ellos y caminé por el largo pasillo para salir de la iglesia, si a alguien tenía que avisarle Edward que no vendría esa era a mí.
Apenas atravesé las enormes puertas de fina madera tallada, saqué el celular de mi cartera y le marqué.
Iba en el tercer intentó cuando me contestó.
—Bella, que quieres estoy ocupado —me saludó seca y fríamente si es que a eso se le puede llamar saludo.
—No te preocupes Edward, será corto, no quiero que malgastes tu valioso “tiempo” —le dije con sarcasmo recalcando la palabra tiempo.
—Habla —demandó frio como un tempano de hielo.
Me hacía sentir como si le estuviera dando órdenes a algún soldado o marino o algo por el estilo.
— ¿Me puedes explicar por qué no me llamaste a mí, para avisarme que nuevamente no ibas a venir?
— ¿Nuevamente? —Preguntó muy molesto—. Por favor Bella no comiences, llegué solo hace tres días.
—Pero desde que te fuiste a Pensacola siempre es así Edward.
— ¿Crees que no tengo nada que hacer? ¿Crees que no estoy intentando ir? —me acusó inquisidor.
—Yo no he dicho eso…—me quise explicar, pero no me dejó terminar.
— ¿Entonces para que llamas para reprocharme? Realmente no te entiendo Isabella, no sé en qué te afecta que haya llamado a Esme en vez de a ti.
—En nada Edward, es solo que…—y me volvió a cortar, sin dejarme hablar.
—No me digas que ahora estás celosa de mi madre, porque eso sería lo único que te faltaría para que terminaras de fastidiarme el día.
Ya no lo podía seguir escuchando, cada palabra que pronunciaba eran frías y afiladas dagas que atravesaban directamente mi dolido corazón. Cerré fuertemente mis ojos intentando contener mis lágrimas de dolor.
—Sabes Edward, realmente ya no te reconozco, no sé quién es la persona que me habla por el otro lado de la línea. Cuando ya no estés tan ocupado y ya no pienses que tu novia es un fastidio llámame, te estaré esperando. —como siempre, pensé—. Adiós —y sin más le corté el teléfono.
Inspiré profundamente intentando secar las traicioneras lágrimas que habían bañado mi rostro…
—Eres un tonta Bella, para que te sigues torturando con esto…—Lo amo, lo amo más que a mi propia vida y si tengo que esperar cien años para que Edward vuelva a ser la misma persona lo haré. Yo sé, que en alguna parte de ese frío corazón está el, mi Edward, mi hermoso Edward, el de siempre.
Entré nuevamente a la iglesia, para terminar los detalles de la decoración, aunque para ser sincera a estas alturas me costaba un infinito trabajo ponerle algo de atención, todos mis pensamientos estaban con Edward, intentando descifrar como habíamos llegado a este punto, juntos pero tan lejos a la vez. ¿Será que el frío corazón de mi Edward volverá a latir por mi otra vez, así como la primera vez?
Cuando la mayoría de los detalles estuvieron terminados, nos despedimos del padre Marco, de Victoria y de James.
Esme se fue a preparar sus maletas a su casa, así como Renée y yo a la nuestra, a las cinco de la tarde quedamos de encontrarnos en el puerto. Pasaríamos la última semana de las vacaciones en Martha’s Vineyard, ya que después de eso, todos volverían a sus actividades normales, universidades y trabajos.
Íbamos absolutamente todos, incluso hasta Angie y Thomas habían sido invitados para celebrar mi cumpleaños.
Sin ganas comencé hacer mi equipaje, ahora que no tenía la certeza de que Edward iría y después de la forma espantosa que me trató por el teléfono ni siquiera me percataba bien de qué cosas echaba a mi maleta.
Fue un gran alivió que Alice haya decidido acompañarme porque la verdad ella como siempre una gran amiga prácticamente la hizo por mi casi completa.
Revoloteaba con su grácil andar de bailarina por toda mi habitación, buscando en mi closet y en mis cómodas según ella los atuendos perfectos para toda la semana y sobre todo para cuando llegara Edward. Tenía que estar hermosa según ella ya que no lo veía hace muchos meses.
—No sé para que te esmeras tanto Alice, Edward no vendrá —le dije tristemente con un hilo de voz, acariciando la cabeza de Emmy que demandaba mi atención jalando los cordones de mis tenis.
—Bella. —Me reprendió poniendo sus manos en sus caderas y sus brazos en forma de jarra—. Edward dijo que no alcanzaba a llegar hoy, no que no vendría, así que anímate y cambia esa cara, ¿sí? Ya verás que Edward llegará, esta vez no te fallará —afirmó muy segura, como si pudiese ver el futuro.
Y eso es algo que no podía negar, ella tenía razón. Edward nunca mencionó que no vendría, así que preferí guardar silencio y continuar observándola arreglar mis cosas, mientras me entretenía contándome sobre sus nuevos proyectos y geniales ideas que había traído desde Francia, nuevas colecciones y hasta un nuevo estudio pretendía instalar en Boston.
Dos horas más tarde ya nos encontrábamos en pleno, los Cullen, los Hale y los Swan en el puerto, junto con Angie y Thomas.
Carlisle como buen anfitrión les presentó a todos la tripulación que esperaba formada en el muelle y después nos invitó a embarcar amablemente, recordando que estábamos en nuestra casa y que no dudáramos en pedir cualquier cosa que necesitáramos. El personal de servicio se encargaría de nuestras cosas.
Todos embarcaron felices al yate. Renée conversándole como cotorra a Esme, Emmett contándole alguna nueva ocurrencia que entretenían por sobre todas las cosas a Charlie, Alice y Jasper como siempre enamorados tomados de la mano, Rose, Angie y Thomas poniéndose al día de la última vez que se vieron, como si llevaran años; si tan solo la última vez que se habían visto, fue la semana pasada cuando fuimos todos a la final de la temporada de béisbol a Fenway Park.
No pude evitar sonreír al recordar las ocurrencias de Emmett, que esta vez, había llegado con camisetas más elaboradas para que Alice no le pusiera mala cara; las de Alice y Jasper decían en el frente “Hale” y la de Emmett, Rose y la mía decían “Cullen”, cada una con su respetivo nombre atrás, ese día realmente lo pasamos genial.
Eché una última mirada al hacia el muelle antes de subir, era imposible lo sabía, pero como siempre la esperanza es lo último que pierde.
—Bella hija. ¿Vamos? —me llamó cariñosamente Carlisle al ver que me había quedado estática mirando hacia la nada.
—Sí —contesté tímida, jalando la correa de Emmy que estaba tan grande que apenas me lo podía.
—Qué bueno que trajiste a Emmy, estoy seguro que Edward estará muy feliz de ver lo grande y bonito que está.
—Sí, yo también lo creo —le contesté solo por educación. Que culpa tenía Carlisle que a su hijo ya no le importara nada y fuera un verdadero ogro.
—Supongo que no necesito decirte cuál es tu habitación —anunció pícaro guiñándome un ojo, una vez estuvimos en el interior del yate.
—Eh… no —contesté bajando mi mirada roja como un tomate, de pronto mis pies me parecían de lo más interesantes.
—Ya me lo imaginaba, nos vemos en unos minutos más en la cubierta, me voy a cerciorar que los demás queden debidamente instalados.
Y se fue en dirección de las habitaciones de invitados.
Caminé por los pasillos en dirección a donde estaban las habitaciones de la familia.
Muchos meses habían pasado de la última vez que estuve aquí, prácticamente un año, pero los recuerdos estaban tan frescos en mi memoria como si los hubiese vivido ayer.
Entré a la habitación y me tiré pesadamente en la cama, esta sería una semana muy larga, nostálgica, llena de hermosos recuerdos, de incertidumbre y tortuosa espera.
Tres días pasaron desde que llegamos a la isla entre alegres actividades y paseos. En el día descansábamos tomando sol en la playa, a veces almorzábamos fuera o en la casa y por las noches salíamos a divertirnos a algún pub.
Al fin habíamos hecho el famoso paseo en bicicleta al faro que propuso Emmett casi un año atrás y como ahora éramos muchos más, estaba exultante de felicidad. Se pasó todo el camino de ida y de vuelta cantando las canciones de la Novia Rebelde, sonriendo, mostrando sus adorables hoyuelos ganándose la risa de todos y las miradas reprobatorias de Rose que estaba que se moría de la vergüenza por las locas ocurrencias que tenía Emmett.
Como siempre Alice fue la fotógrafa oficial encargada de rescatar aquellos hermosos y divertidos momentos, momentos que en la mayoría de las ocasiones para mi eran momentos a medias porque lamentablemente faltaba mi Edward.
Hoy era mi cumpleaños y aun no tenía ninguna noticia de Edward, no había llamado a nadie y a esta altura realmente comenzaba a dudar si vendría.
Absolutamente todos irrumpieron en mi cuarto temprano en la mañana. Emmett llevaba en sus manos un enorme pastel de chocolate con las veinte velas encendidas, en su cubierta tenía un corazón de chocolate sólido que estaba escrito con letras blancas de glasé “Feliz cumpleaños gatito, te amo, Edward”.
Mis ojos se llenaron de lágrimas sin poderlo evitar, me sentía tan feliz tenía una hermosa familia, excelentes amigos, pero a la vez me sentía muy mala y egoísta. Emmett no era la persona que yo quería que sostuviese el pastel y a decir verdad aun peor me sentía porque los desaparecería a todos para estar por un solo instante junto a mi Edward, para compartir un solo momento con aquella persona que firmaba en aquel hermoso pastel y en estos momentos no se encontraba aquí.
Soplé las velas, y pedí mis deseos en silencio con un solo pensamiento en mi mente, suplicando que mi Edward me volviera amar como antes, antes de que todo se derrumbara como un castillo de naipes.
Abrí mis regalos como una autómata aun sin poder entender bien, como era posible que Edward firmara aquel pastel, si nadie sabía absolutamente nada de él. Aunque tenía mis sospechas y todas ellas apuntaban a Alice, ya vería como le sonsacaba algo durante el resto del día.
Los regalos de los chicos estuvieron absolutamente atrevidos, todos, absolutamente todos tenían un solo objetivo “la luna de miel”. Lo peor de todo, es que los tuve que abrir delante de Charlie, que casi se le salían los ojos al ver cada conjunto más revelador que el otro y por supuesto que yo solo quería que la tierra me tragara al ver su cara.
Carlisle palmeaba su espalda recordándole que ellos también habían sido jóvenes mientras Esme y Renée sonreían cómplices chuchiqueando algo que no alcanzaba a escuchar bien.
Mis padres me regalaron un elegante y fino reloj y Esme y Carlisle un hermoso libro con pentagramas en blanco para cuando comenzara a estudiar, escribiera mi propia música.
Celebramos mi cumpleaños en un asado familiar en la terraza frente a la playa.
La tarde avanzó en una entretenida conversación y juegos en la playa, pero por más que trataba de participar mis pensamientos estaban con una sola persona, Edward. Cada minuto que pasaba estaba más y más triste, el día como nunca avanzaba a una velocidad vertiginosa y aun no sabía absolutamente nada de él.
Intenté averiguar algo con Alice poniendo mis mejores caras, las más irresistibles, pero ella me juró y me re juró que no sabía absolutamente nada, aunque no estoy muy segura, pero creo que en algún momento vi la mirada reprobatoria que le dio Jasper.
A las seis de la tarde todo fue una revolución, nuestros padres volvían a Boston los cuatro estaban invitados a una importante reunión. Se despidieron de todos cariñosamente y partieron rumbo al aeropuerto, ya que el yate se quedaría aquí para llevarnos a todos en dos días más de regreso a Boston.
— ¡Sí! ¡Que comience la fiesta! —gritó Emmett a todo pulmón apenas se fueron nuestros padres.
— ¡Sí! —Lo secundó Alice saltando y dando aplausos—. Jazzy ve a traer los vasos y los tragos de la cocina mientras yo me encargo de la música.
—Yo te acompaño —anunció feliz Thomas.
— ¡Por Dios! Parecen como si tuvieran cinco años. —Les recriminé—. ¿Que no podían hacer la fiesta, con nuestros padres aquí? ¿De qué estamos hablando? somos todos adultos —les dije cansada.
— ¿Estás reemplazando a tu querido Edward? —Me preguntó Rose con sarcasmo—. Deja que te explique mi querida Bells —continuó suficiente pasando un brazo por encima de mis hombros—. Tenemos muy claro que aquí somos todos adultos, el que no parece tenerlo claro es Charlie, que te aseguro que sigue pensando que eres virgen. Solo es cuestión de recordar la cara que tenía esta mañana cuando abriste tus regalos.
Y a decir verdad ella tenía razón. Con Charlie aquí, hubiese sido imposible hacer una fiesta donde el alcohol y yo estuviésemos en la misma ecuación.
—Okey lo acepto —admití rendida. A pesar que me iba a casar, Charlie me seguía viendo como a una niña.
La fiesta comenzó entre innumerables tragos y con la música a todo volumen. Bailamos un buen rato muy animados entre risas y los divertidos pasos de baile de Emmett.
El crepúsculo pronto se hizo presente, para dar paso, a un manto de terciopelo negro plagado de infinitas y resplandecientes estrellas, con la luna llena brillando en lo alto en todo su esplendor, lo que ayudó que el ambiente poco a poco se tornara muy romántico.
Emmett y Rose bailaban muy juntos prácticamente sin dejar espacio alguno entre ellos, Alice y Jasper se miraban enamorados como la hermosa pareja de recién casados que eran. Angie y Thomas aun me acompañaban, pero se veía a todas luces que se atraían, sus miradas cómplices no mentían y no pude sentirme más feliz por mi querida amiga, Thomas era un chico muy esforzado y bueno.
Comencé a sentirme muy sola, mi cumpleaños ya casi terminaba y Edward no se había presentado, pero a pesar de lo sola que me sentía no quería estar un segundo más aquí. Ya no soportaba mirar su felicidad, esa que sentía que para mí ahora estaba prohibida, esa que solo tenía cuando los protectores brazos de mi Edward me contenían en aquel cálido abrazo, donde me sentía profundamente amada.
Salí por la terraza en dirección a la orilla de la playa con mi corazón llorando ríos de desilusión. Por el camino me fui despojando lentamente de mis ropas hasta que quedé en traje de baño. Cuando llegué hasta la orilla, dejé que las suaves olas acariciaran mis pies, la temperatura del agua era agradable y el mar estaba calmo, así que lentamente me introduje en el, hasta que el agua llegó a mi cintura.
Mis tristes y llorosos ojos se clavaron en la esplendorosa luna, que iluminaba mi piel haciéndola parecer de hielo, como era ahora el frío corazón de mi Edward.
Una hermosa y desgarradora canción, comenzaba a sonar dentro de la casa, para recordarme mí desdichada realidad Don’t you remember de Adele.
♪When will I see you again? You left with no goodbye, not a single word was said♪ (¿Cuándo te veré de nuevo? Te fuiste sin despedirte, ni una sola palabra dijiste)
—Edward… ¿Por qué no viniste?… —sollocé tristemente—. Te extraño tanto, tanto. Estoy muriendo cada día sin ti…hace tantos meses que te espero…
♪No final kiss to seal any seams, I had no idea of the state we were in♪ (Ni beso final para sellar cierta grieta, no tenía idea del estado en que estábamos metidos)
Mis lágrimas comenzaron a caer sin control, el dolor contenido que llevaba guardado hace meses dentro de mi corazón simplemente no aguantó más y estalló en aquellas dolorosas gotas cristalinas que resbalaban tristemente por mis mejillas.
♪I know I have a fickle heart and bitterness, and a wandering eye, and a heaviness in my head♪ (Sé que tengo un corazón inestable y disgustado, una mirada desviada y una pesadez en mi cabeza)
Amaba esta canción, era una masoquista lo sé, pero me recordaba tanto nuestras situación, me sentía igual que ella o en realidad infinitamente peor.
♪But don't you remember? Don't you remember? The reason you loved me before, Baby, please remember me once more♪ (Pero… ¿no te acuerdas? ¿No te acuerdas? La razón por la que me amaste antes, cariño por favor recuérdame una vez más)
—Edward… —sollocé nuevamente— ¿Por qué ya no me recuerdas? ¿Por qué ya no me amas? —musitaba desgarradas palabras salidas de lo profundo de mi maltrecho corazón.
♪When was the last time you thought of me? Or have you completely erased me from your memory? I often think about where I went wrong, the more I do, the less I know♪ (¿Cuándo fue la última vez que pensaste en mí? ¿O es que me borraste completamente de tu memoria?, a veces pienso sobre donde me equivoqué, mas lo hago, menos entiendo)
Apenas podía ver el resplandor de la luna reflejarse en el mar, mis lágrimas cegaban mi vista, así como aquellas querían sanar las heridas de mi corazón para ayudarlo a resistir un poco más, tan solo un poco más.
—Edward… ¿Cuándo fue la última vez que pensaste en mí? —Musité dolorosamente—. ¿Qué hice mal para que ya no me ames?
♪But I know I have a fickle heart and bitterness, and a wandering eye, and a heaviness in my head♪ (Sé que tengo un corazón inestable y disgustado, una mirada desviada y una pesadez en mi cabeza)
—Nada, no has hecho absolutamente nada mal amor…
Aquella aterciopelada voz…aquella presencia, aquel poderoso magnetismo, aquel perfecto aroma, no podía ser una mala jugada de mi mente… Edward…mi Edward…estaba aquí…después de tantos meses…
Mi Edward al fin, había vuelto.
Mi corazón comenzó a latir amenazando con salirse de mi pecho con nuevos e incontenibles sollozos, pero estos eran de felicidad. No me atrevía a voltear, no quería que mi hermosa ilusión no fuera realidad.
Sentí una de sus suaves y grandes manos acariciar desde mi cuello hasta uno de mis hombros, bajando por mí brazo dejando pequeños y tiernos besos por donde sus caricias pasaban y aquella corriente eléctrica que tanto había extrañado me recorrió de la cabeza a los pies.
♪But don't you remember? Don't you remember? The reason you loved me before, Baby, please remember me once more♪ (Pero ¿no te acuerdas? ¿No te acuerdas? La razón por la que me amaste antes, cariño por favor recuérdame una última vez)
—Mírame amor. —ordenó cariñosamente—. Estoy aquí, no es tu imaginación.
Lentamente me di la vuelta y ahí estaba él, al fin después de tantos meses, mirándome con sus preciosas e intensas esmeraldas instaladas en aquel perfecto rostro de ángel.
Saqué una de mis manos del agua para acariciar su rostro dulcemente como si realmente quisiera comprobar que estaba aquí. ♪Gave you the space so you could breathe, I kept my distance so you would be free, and hope that you find the missing piece, To bring you back to me♪ (Te di le espacio para que pudieras respirar, mantuve la distancia para que pudieras ser libre y espero que puedas encontrar la pieza que te faltaba para traerte de vuelta a mi)
—Nunca. Nunca he dejado de amarte y aun menos de recordarte, mi amada princesa, jamás lo pienses y jamás lo dudes —me dijo sonriendo dulcemente, atrayéndome hacia él, de mi cintura para estrecharme fuerte entre sus brazos.
—Edward… —sollocé como niña, cuando apoyé mi cabeza en su pecho y el acarició tiernamente mi cabello.
Edward levantó mi rostro con una de sus manos, me miró directamente a los ojos atravesando mi alma con su penetrante mirada y secó tiernamente mis lágrimas.
—No llores mas gatito, perdóname por llegar tarde, te amo mi vida, te amo con toda el alma mi princesa.
♪Why don't you remember? Don't you remember? The reason you loved me before, Baby, please remember me once more♪ (¿Por qué no te acuerdas? ¿No lo acuerdas? La razón por la que me amaste antes, cariño por favor recuérdame una última vez)
♪When will I see you again? ♪ (Cuando te veré de Nuevo)
Y sin poderlo aguantar más nos fundimos en un apasionado beso, lleno de dolorosa necesidad, de aquella contenida en todos estos meses.
Nuestros labios se acariciaban como si fuera nuestro último beso y nuestras lenguas se buscaban codiciosas sin dejar que una se le escapara a la otra.
Me colgué del cuello de Edward y él me levantó del piso para que lo rodeara con piernas y brazos, me estrechó cariñosamente hacia él, dejándonos piel con piel.
No había medida para cuantificar cuanto lo había extrañado, ahora que lo tenía aquí me daba cuenta. Me aferré a él como si de aquello dependiera mi vida y lo besé aun más intenso. Nuestras manos nuevamente cobraron vida propia y abrasadoras caricias se esparcían por nuestros cuerpos casi desnudos a la luz de la luna.
Edward comenzó a caminar hacia la orilla sin dejar de besarnos conmigo en sus brazos. Delicadamente nos recostó en la arena, mientras el mar comenzaba a mojar tímidamente nuestros pies.
Pronto los labios de Edward comenzaron a recorrer cada centímetro de mi piel. Cada húmedo beso era delicado, me los daba con mucho amor y cuidado, como si fuera el más frágil pétalo de una rosa.
De mis ojos brotaron nuevas lágrimas. Cuanto había extrañado a mi tierno Edward, el que me hacia estremecer con aquella arrebatadora mirada llena de inconmensurable amor. Lo había necesitado al borde de la locura.
Mis manos recorrieron la sedosa piel de su espalda, reconociendo cada musculo, cada curva, cada perfecto lunar, mientras lo atraía hacia mí, más y más, lo necesitaba dolorosamente, no quería que nos separara ni siquiera la más mínima partícula de aire.
—No llores más mi amor. —Me pidió tiernamente tomando mi rostro entre sus manos, secando con sus pulgares mis lágrimas y dejando un dulce beso en mis labios—. ¿Qué tengo que hacer para que no llores más princesa? Pídemelo, lo quieras es tuyo —preguntó al borde de la desesperación.
—Ámame Edward. Ámame como nunca me has amado, quiero que mientras me ames toques el fondo de mi corazón, el centro de mi alma —supliqué con mi voz llena de dolor. Edward me miró unos instantes con sus preciosas esmeraldas cristalinas y me volvió a besar con mucho amor y devoción.
Sus labios descendieron nuevamente por mi cuello, por mi clavícula hasta llegar a mi hombro, cada beso era dado con un infinito y delicado amor, esta vez no había prisas solo calma, para demostrarnos con maravillosas y ardientes caricias todo nuestro amor. Por cada parte por donde sus labios pasaban dejaba un tierno beso y un devoto te amo.
Nuestras caricias lentamente se fueron haciendo más ardientes, más necesitadas, ambos necesitábamos muchísimo más del otro.
Quitó la parte de arriba de mi bikini con extremada dulzura y sonrió de manera hermosa al observar mi torso desnudo. Lentamente se acercó a mí cuerpo para explorar nuevamente con sus suaves labios hasta el lugar más recóndito de mi piel.
Sus caricias seguras y amorosas me hacían volar hasta el mismo cielo, todo el amor que ellas me profesaban al fin me hacían sentir tan amada, que aquel tipo de amor debería estar prohibido para alguien que está a punto de perder la razón.
Y yo lo necesitaba con desequilibrante locura. Cariñosamente tomé su hermoso rostro esculpido por los mismos ángeles y lo atraje hacia mí para poder besar aquellos labios que eran el único manantial que podían aplacar mi sed, mi sed insaciable de él.
Mis manos recorrieron codiciosas el terciopelo de su espalda de su esculpido abdomen hasta llegar al inició de su traje de baño, mientras Edward no se quedaba atrás con sus manos viajando tiernas y codiciosas por mis piernas hasta llegar donde mi cuerpo lo necesita mucho más.
Tiernamente nos desnudamos mientras el mar comenzaba a mojar nuestros cuerpos, pero no sentía frío, solo sentía el maravilloso calor de su cuerpo.
Cuidadosamente se posicionó entre mis piernas para que no soportara el más mínimo gramo de peso de su cuerpo y entrelazó nuestras manos. Besó mis párpados, mis mejillas con infinito amor, me miró directamente a los ojos con la mirada colmada de amor, besó tiernamente mi frente y suavemente se introdujo en mi interior.
El vaivén suave y profundo de su cuerpo sobre el mío me hizo recordar la primera vez que me hizo el amor, haciendo que mi dolido corazón se llenara de aquel perpetuo amor amenazando con explotar en mil pedazos, por aquella felicidad recientemente recobrada y que creía perdida.
Por cada embestida era un te amo, por cada estremecimiento era un jadeo de absoluta pasión.
Nuestras miradas se conectaron en el mar de aquellas desbordantes sensaciones, en las cuales éramos un solo cuerpo y un solo amor, donde juntos alcanzamos el paraíso y una hermosa sensación jamás sentida se alojó en mi corazón. No supe descifrar bien que fue, solo tenía la certeza que a partir de hoy estaría atada a Edward para toda la vida.
Edward’s Pov
Si una palabra podría describir mi vida en estos momentos era “vacía” completamente vacía. Me sentía realmente podrido y solo muy solo, a pesar que había cumplido todas mis metas, mis sueños sentía que no tenía absolutamente nada, prácticamente ya no me reconocía, ya no quedaba nada del Edward que solía ser, ahora era frío, calculador un verdadero cabrón.
Estaba haciendo sufrir a todos aquellos que me querían, a mis padres, mis hermanos y lo más importante a Bella. Hace un mes que no la veía desde aquella hermosa noche en Martha’s Vineyard.
Suspiré pesadamente mientras abría la puerta del departamento…solo, estaba completamente solo… Riley había viajado a Newport hace unos días en comisión de servicio, aunque lo más probable es que si estuviera aquí, estaría aprovechando su tiempo libre con Charlotte y no con un antipático como yo.
Solo faltaba un mes y unos días para nuestra boda y eso era lo único que me hacía ilusión.
Nuestra relación no estaba del todo estable y yo sabía muy bien que era culpa mía. Mi pobre Bella solo se estaba conformando con las pocas migajas de amor que ahora le entregaba, de verdad que lo intentaba, pero sentía que todas mis intenciones eran idénticas a mí, vacías. Ya nada quedaba del Edward que se enamoró como un loco de aquella hermosa mujer hace un año atrás.
Volví a suspirar pesadamente, hasta me daba la impresión que eso era lo único que hacia durante todo el día suspirar.
Entré a mi habitación y sin poderlo evitar mis ojos viajaron al gran collage que tenía colgado en una de sus murallas.
Bella… Amor, perdóname, aun te amo, jamás he dejado de amarte, aunque no lo parezca… pensaba tristemente mientras me perdía admirando lo hermosa y perfecta que era, mientras en un acto absolutamente inconsciente acariciaba una de las fotos como si ella estuviese acá para poder acariciar sus perfectas, suaves y sonrojadas mejillas.
Me saqué mi uniforme y me puse ropa deportiva necesitaba salir a correr un rato para despejarme.
Tomé mi iphone y salí en dirección a la playa. Me puse los audífonos y comencé a correr por el camino de siempre, tratando de relajarme con la agradable música, pero mis pensamientos me torturaban inconscientemente una y otra vez.
Había llegado a un punto en mi vida que tenía todo sin tener absolutamente nada.
Si, lo había logrado. Ya era un piloto de combate consagrado, al fin había cumplido mi sueño y lo más increíble de todo, que aquello ya no me provocaba ninguna satisfacción… y tu sabes muy bien por qué… ¡Despierta Edward!... me recordó la voz de mi conciencia.
Y así como mi conciencia me torturaba, ella misma me trajo hasta aquí, justo al frente de la casa que había elegido para ella, para mi princesa. Sin poderlo evitar me senté en la arena a contemplarla, era una casa realmente hermosa, absolutamente perfecta, como ella.
El ensordecedor sonido de los aviones al despegar distrajo un momento mis pensamientos. Los nuevos alumnos habían llegado entusiasmados, llevando consigo nuevos sueños, ilusiones al igual que como llegué yo aquí…y ahora nada…simplemente nada…
Volví mi atención nuevamente a la casa e imaginé a mi Bella en ella. Sonreí como un tonto… casi podía verla contemplando los hermosos rosales del jardín, ¿pero ella realmente sería feliz aquí?
Cerré mis ojos un momento intentando conservar la hermosa imagen en mi mente, mientras seguía disfrutando de la agradable música… “Home” de Michael Bublé.
♪Another summer day has come and gone away, in Paris and Rome But. I wanna go home. Mmmmmmmm♪ (Otro día de verano ha llegado y se ha ido, en París o en Roma, pero yo quiero ir a casa)
♪Maybe surrounded by, a million people I Still feel all alone I just wanna go home. Oh I miss you, you know♪ (Quizás rodeado por un millón de personas y aun me siento solo, solo quiero ir a casa, te extraño lo sabes)
De pronto las melancólicas palabras golpearon fuertemente mi corazón y en un segundo esa hermosa imagen de mi Bella se borró.
Ahora la veía completamente sola, en aquel mismo jardín con su mirada perdida en el inmenso mar, con sus lágrimas corriendo libremente al viento, con su preciosa melena jugueteando en su precioso rostro, embarazada, acariciando dulcemente su pancita…y a quien quería engañar de ahora en adelante esa sería su realidad siempre estaría sola esperándome, justo como lo hacía ahora y yo…quien sabe en qué parte del medio oriente estaría yo…
Había intentado con todas mis fuerzas convertirme en un Blue Angel, para poder estar aquí con ella, pero las órdenes del alto mando no se discutían y me habían dicho bien claro que ni siquiera lo soñara. Al ser líder nato, mi lugar no estaba aquí sino con mi escuadrón, donde mi país lo requería.
La letra de la canción, fue calando profundamente en mi corazón, cada palabra resonaba como un fuerte eco en mi cabeza trayendo consigo infinitos recuerdos de este último año, cada caricia, cada beso, cada lágrima derramada…cada terrible y triste despedida…Cada momento de infinita felicidad que había tenido que solamente fueron junto a ella…
Me dejé llevar por un momento por la letra de la canción me comenzaba a sentir muy identificado con ella…
♪And I’ve been keeping all the letters that I wrote to you, each one a line or two, “I’m fine baby, how are you?” Well I would send them but I know that it’s just not enough, my words were cold and flat, and you deserve more than that♪ (He guardado todas las cartas que te escribí, cada una de una línea o dos “estoy bien bebe” “¿cómo estás tú?” Las mandaría pero sé que no son suficientes, mis palabras eran frías y monótonas y tú te mereces mucho más que eso)
Y no podía ser más cierto, tenía tantas cartas guardadas, todas aquellas que dejé de mandar porque con cada palabra que escribía sentía que el Edward de mi Bella ya no existía…
De pronto al fin el cielo se abrió frente a mis ojos… ¡Que había hecho!
Todo este tiempo perdido, absolutamente perdido, por cuanto nos hice pasar… Ya no me podía seguir engañando, mi hogar, mi lugar en esta tierra era solamente donde estuviera ella, mi preciosa y adorable Bella, donde ya no sintiera esta maldita soledad que solo una de sus hermosas sonrisas podía aplacar.
♪Another aeroplane, another sunny place, I’m lucky I know But I wanna go home, Mmmm, I’ve got to go home♪ (Otro aeroplano, otro lugar soleado, soy afortunado lo sé, pero quiero ir a casa, tengo que irme a casa)
♪Let me go home, I’m just too far from where you are, I wanna came home♪ (Déjame ir a casa, estoy muy lejos de donde tú estás, quiero volver a casa)
♪And I feel just like I’m living someone else’s life, It’s like I just stepped outside, when everything was going right, and I know just why you could not, come along with me, but this was not your dream, but you always believed in me♪ (Y es que siento como si viviera la vida de otra persona, es como si hubiera dado un paso al costado, cuando todo marchaba bien. Y ya sé porque no pudiste continuar junto a mí, porque este no era tu sueño, pero tú siempre creíste en mí)
¡Dios, cuanto la había hecho sufrir!
Era tan malditamente egoísta que me daba asco… Yo la había arrastrado a todo esto y ella me amaba tanto que aceptó sin poner ninguna condición mas, que le entregara mi amor…y yo… ¿que había hecho?... poco a poco se le he ido negando… ¡pero qué estúpido!, sin embargo ella siempre bondadosa, me siguió amando aun más si se podía, siempre apoyándome siempre creyendo en mi, aunque este sueño fuera solo mío.
Tenía una maldita suerte que no merecía y más encima me sentía viviendo una vida que no era la mía…
♪Another winter day has come, and gone away and even Paris and Rome, and I wanna go home, let me go home♪ (Otro día de invierno ha llegado y se ha ido, incluso en París o Roma, y yo quiero ir a casa, déjame ir a casa)
♪And I’m surrounded by, a million people I still feel alone oh, let me go home oh, I miss you, you know♪ (Y estoy rodeado por un millón de personas y aun me siento solo, solo quiero ir a casa te extraño lo sabes)
Era momento de recuperar mi vida de recuperar nuestro amor, de volver hacer el mismo Edward de antes, el que era feliz de solo ver a su Bella un instante. Ella era todo para mí, ella era mi vida, mi centro, mi cielo y mi infierno, yo no era absolutamente nada sin ella y esta vida que elegí vivir tan equivocadamente solo nos haría infelices. Ya mucho habíamos afrontado y soportado y a quien quería engañar de la única forma que sería feliz era junto a ella, junto a mi preciosa Bella.
Me paré de un salto decidido a terminar de una buena vez con esta situación, el momento de ser felices había llegado, de dejar todo este sufrimiento atrás…
Mi vida aquí había terminado, mañana estaría junto a mi Bella, al fin, por siempre y para siempre.
♪Let me go home, I’ve had my run, baby I’m done, I gotta go home, let me go home, It will all be all right, I’ll be home tonight, I’m coming back home♪ (Déjame ir a casa, tuve mi oportunidad, bebe estoy acabado, tengo que volver a casa, déjame ir a casa, todo va estar bien, estaré en casa esta noche, estoy volviendo a casa)
Corrí como un poseído de vuelta al departamento riendo sin parar, riendo como no había reído hace meses intentando ordenar la montaña de ideas que venían a mi cabeza, pero por fin estas no me pesaban, es más, por fin mi alma se sintió libre, aliviada.
Entre al departamento y me fui directo a la ducha, no dejaría pasar un día más, no me perdería un día mas de disfrutarlo con mi hermosa Bella.
A penas estuve listo, fui a mi closet y saqué mi uniforme de gala y me vestí rápidamente. Me observé por última vez al espejo con mi uniforme puesto, nada echaría de menos absolutamente nada y menos esta cosa que me picaba. Además mi corazón unido al cielo por siempre permanecería, irme de aquí no significaba que lo dejaría, siempre podría volver a volar, me podría comprar mi propio avión y quizás hasta en una línea aérea podría trabajar si es que lo extrañaba de verdad, pero estaba más que seguro que no.
Me puse los guantes blancos y mi gorra bajo del brazo, tomé las llaves de mi BMW X5 y salí del departamento a toda velocidad corriendo escaleras abajo. En el camino me encontré con Demetri y Laurent, que me solo me miraron extrañados porque iba con el uniforme de gala, creo que algo me quisieron preguntar, pero iba tan apurado que apenas los alcancé a escuchar.
Me monté en mi auto y me fui manejando al complejo naval a toda velocidad.
Mi mente trabajaba a mil, ordenando que debiera hacer primero, hasta que un chispazo de sana lucidez se cruzó por mi mente.
Estacioné frente a la comandancia en jefe, pero no me bajé, primero que todo debía llamar a Carlisle.
Saqué mi celular y muy ansioso le marqué con mi corazón latiendo a mil por hora, rogando que no estuviese ocupado en alguna cirugía o en alguna cosa de esas.
El tono sonó dos veces hasta que contestó.
—Edward hijo, que gusto hablar contigo hace mucho que no me llamabas —saludó como siempre cariñoso, en su tono de voz solo había cariño, ni un poco de reproche.
—Hola papá…—pero no pude decir nada mas, mi corazón se encogió de solo pensar lo que iba a expresar.
— ¿Edward? ¿Pasa algo? ¿Qué tienes hijo? —preguntó preocupado al notar mi silencio.
—Papá… yo…yo…perdóname papá…—y como un niño me largué a llorar.
— ¿De qué tengo que perdonarte hijo? Contéstame por favor.
—Tú tenías razón, siempre la tuviste y yo no te quise escuchar, perdóname por favor…yo…yo…voy a renunciar…yo…
—Edward. —Me cortó siempre con su voz calma—. Hijo mío no me pidas perdón, ya no importa lo que te advertí hace un año atrás y que quisiste hacer tú, lo importante es que te has dado cuenta a tiempo que no eres feliz, antes de que fuera demasiado tarde y ya no quedara nada del Edward que adoramos y extrañamos.
—Papá perdóname por favor…—volví a rogar de todo corazón.
—Ya, ya hijo, no te disculpes mas, sabes que te amo y siempre estaré para ti cuando me necesites.
—Gracias Papá.
— ¿Bella ya lo sabe? —me preguntó curioso, se notaba que sonreía.
—No, no le he dicho nada aun y por favor tampoco le digas nada a nadie quiero darle una sorpresa.
— ¡Y qué sorpresa le darás! —Exclamó feliz, luego su tono se volvió algo más serio—. La harás muy feliz Edward, ayer vino a cenar con nosotros y la encontré muy desanimada, casi no comió nada, se veía algo enferma, pero ya sabes cómo es, no quiso que la examinara.
— ¡Ni me lo digas y eso que no te imaginas lo cabezota que puede llegar a ser! —le dije entre divertido y preocupado mientras a mi mente venían imágenes de mi gatito enfurruñado—. ¿Crees que sea algo de cuidado?
Carlisle guardó silencio unos segundos y luego me preguntó:
—Hijo. ¿Crees que exista la posibilidad de que Bella…? —pero no terminó su pregunta.
— ¿Qué Bella qué? —inquirí preocupado de que dejara su pregunta a medias.
—Nada hijo, nada de importancia, cuando llegues vemos que hacemos con la porfiada de mi nuera. —Dijo con humor—. Porque definitivamente tú eres la única persona que puede convencerla de que se haga unos estudios si continúa así.
—Está bien. ¿Pero no es nada como para que me preocupe no? —volví a preguntar, tenía que asegurarme que no tenía nada.
—No, para nada, como te digo ya veremos cuando llegues. Por cierto Edward, quizás es un poco pronto para la pregunta, pero supongo que, ahora sí, aceptarás trabajar junto a mí en el hospital.
—Sí papá, esta vez lo acepto más que encantado, será un honor para mí trabajar junto a ti.
—Y para mí hijo y para mí.
—Papá me despido, que aun me queda hacer lo más importante, que es hablar con el comandante en jefe de la base.
—Está bien, nos vemos. Estoy tan feliz hijo, no sabes cómo se pondrá Esme y los chicos, te extrañamos tanto.
—Yo también papá y si todo sale bien, espero estar mañana por allá, adiós.
—Adiós.
Me bajé del auto me puse mi gorra y caminé hacia el frontis del edificio, inspiré profundamente y subí las escaleras con paso decidido tomé el asa de una de las puerta de vidrio y entré.
Caminé por los fríos pasillos con mi corazón latiendo a mil por hora por lo que iba hacer, no me importaba que me llamaran desertor o infinitos calificativos más, lo único que estaba en mi mente era mi Bella y yo, juntos al fin para vivir nuestro amor.
Las personas con las que me encontraba me miraban curiosas, realmente no sé qué cara llevaría o quizás era por la maravillosa sonrisa que tenía estampada en mi cara y rogaba porque no se borrara de ahí jamás.
Llegué donde la secretaria de Eleazar que estaba sentada detrás de un elegante escritorio en la sala de recepción antes de su despacho.
—Buenas tardes señorita Tanner. —la saludé amablemente—. Vengo a hablar con mi Coronel. ¿Él se encuentra?
—Buenas tardes Teniente Cullen. Que gusto tenerlo por aquí, y tan elegante por cierto. —Me sonrió amablemente— Sí, el Coronel Denali está. ¿Pidió audiencia? —preguntó ahora dirigiendo su vista a la pantalla de su computador y algo tecleó.
—No, no la he pedido, porque es algo que se presentó recién, por lo que necesito hablar urgentemente con él.
—Espéreme aquí. —Dijo levantándose de su silla—. Veré que puedo hacer por usted —y desapareció de mi vista entrando al despacho de Eleazar.
Caminé como un león enjaulado de un lado para otro rogando porque me recibiera. No sé cuanto rato pasó, si tan solo unos segundos o algunos minutos, la ansiedad me consumía, pero de lo que si estaba seguro es que no me movería de aquí hasta que me recibiera.
En eso estaba cuando la señorita Tanner apareció por la puerta y me invitó a ingresar.
—Adelante Teniente Cullen, está de suerte, mi Coronel lo recibirá en este mismo instante.
—Gracias —contesté apurado y a grandes zancadas entré al despacho de Eleazar.
Ahí estaba el, sentado en su gran sillón de cuero, detrás de su escritorio, tomando café y fumando su habano de siempre, enfundado en su impecable uniforme blanco de oficina.
—Mi coronel —saludé pegando mis tacos y haciendo el saludo militar correspondiente.
—Teniente Cullen, el mejor piloto de combate que he visto en años, gusto tenerlo por aquí. ¿En qué puedo ayudarlo? Tome asiento por favor —me invitó con una mano a sentarme en una de las sillas Luis XV que tenía frente a su escritorio.
¡Diablos! Si me saludaba así, sí que me lo ponía difícil.
—Gracias mi Coronel, pero para lo he venido a decirle prefiero mantenerme en pie.
Me observó unos segundos entrecerrando los ojos y luego se levantó de su sillón de cuero apoyando sus manos en el escritorio con el habano en sus labios y habló dejando salir de su boca una gran cantidad de humo.
—Ven Edward, acompáñame —me invitó dándome la espalda e inmediatamente abrió unos de los grandes ventanales de pequeñas ventanitas cuadriculadas para invitarme a salir a la terraza que tenía afuera de su despacho con vista al mar.
No sabía que se traía entre manos, pero como me ordenó lo seguí con mi corazón aun latiendo como un loco esperando impaciente la oportunidad de plantear lo que vine a decir.
Llegué hasta donde él, que impasible contemplaba el mar y hablé.
—Mi Coronel, las razones por las que he venido hoy son absoluta y completamente personales, nada tienen que ver con las actividades del servicio.
—Entiendo, continua por favor —me contestó sin mirarme.
Tomé aire y lo solté de una vez, así era mucho mejor, sin adornos, sin rodeos.
—He venido a solicitar mi baja de la marina.
Y después de eso solo escuché silencio. Estuvo por varios minutos sin ninguna reacción más que continuar fumando su habano cubano contemplando el mar, pensando en que se yo, lo que me tenía más que impaciente, hasta que nuevamente habló:
—Al verte vestido así, me lo imaginaba. ¿Es por una mujer verdad? Aquella chica linda que conocí en Newport.
A esta altura no me quedaba más que contestar con la verdad.
—Sí, es por ella.
— ¿Te ha dejado o se ha aburrido de esperarte? La mayoría de las mujeres son incapaces de soportar esta vida.
—No señor, todo lo contrario, ella lo ha aceptado bien, ella me ha apoyado en todo.
— ¿Entonces no entiendo Edward que ha pasado?
—Soy yo señor, yo soy el que no quiere que ella tenga que pasar más por esto, que esté eternamente esperándome y tampoco quiero estar más lejos de ella. Quiero estar en sus embarazos, en las fechas importantes, ver crecer a mis hijos, quiero estar siempre para ella y con ella y no estar perdido en alguna parte del medio oriente mientras todo eso pase y eso es algo que usted mejor que nadie, sabe que con esta vida, no se lo voy a poder dar —le contesté con sinceridad, no me importaba que pensara que era un marica mandado por una mujer o algo por el estilo.
Después de mi respuesta por primera vez se volteó para mirarme, su cara aun seguía imperturbable, pero una leve sonrisa se asomaba por la comisura de sus labios.
— ¿Estás seguro de tu decisión?
—Sí señor, nunca he estado más seguro de nada en la vida, que de esto.
— ¿Sabes? —dijo sonriendo melancólico—. Quizás para muchos hombres esta es una decisión de absoluta e irrevocable cobardía, pero yo pienso todo lo contrario; ojalá yo hubiese tenido el valor de tomarla cuando veía sufrir a Carmen las innumerables veces que la dejé sola. —suspiró pesadamente—. Me perdí tantas cosas de mi hijas, verlas crecer y poderles enseñar a ser mejores personas en esta vida. Se, de todo corazón que les hice mucha falta. ¿Crees que yo no sé, qué son unas locas descarriadas? ¿Qué Tanya te acosa por toda la base?
Me tenía absolutamente sin palabras. Era una imagen muy fuerte, ver a un hombre tan imponente como él, aceptar frente a un Teniente que bien podría ser su hijo los errores que ha cometido en la vida y más aun enterado de todas las andanzas de sus hijas.
—Y para peor de mis males, mis hijas han elegido esta misma vida, pero que les puedo reprochar, no son malas chicas, simplemente no conocen nada más —dijo tristemente.
Volvió su vista al mar mientras seguía aspirando su habano y continuó.
—No puedo negar, que siento mucho perderte Edward, pilotos con tus condiciones innatas son difíciles de encontrar, pero no me queda nada más que desearte suerte y ya sabes aquí estaremos si algún día deseas volver.
—Gracias señor, pero realmente lo dudo —le contesté sin poder parar de sonreír, al fin me sentía aliviado, sentía que por fin sería feliz.
—De nada Edward, todas las personas que trabajan en la marina están por su propia voluntad nada mas, llamaré a Bree para que prepare los papeles para que firmes tu baja —dijo dándose la vuelta e ingresando nuevamente a su despacho.
Esperé que llamara a la señorita Tanner para despedirme de él.
—Bueno yo me retiro, muchas gracias nuevamente mi coronel fue un gusto para mí haberlo conocido —dije ofreciéndole mi mano amablemente.
—El gusto fue mío muchacho y suerte, aunque creo que no la necesitarás —me contestó estrechando mi mano firme, pero fraternalmente.
Cuando iba salir del despacho alguien entró de improviso y casi me da con la puerta en la cara.
— ¡Papá! Te venia a preguntar si… ¡Edward! —exclamó sorprendida mirándome de arriba abajo con los ojos como platos.
—Buenas tardes Teniente Denali —la saludé lo más amable que pude y salí del despacho de Eleazar.
Impaciente miraba a la señorita Tanner teclear y teclear el teclado de su computador, lo único que quería era firmar esos benditos papeles y regresar en este mismo instante a Boston.
—Listo —anunció sonriendo suficiente mientras se imprimían los papeles.
Una vez impresos los juntó y me los extendió.
Los leí lo más atento que la ansiedad me lo permitía, le pedí un lápiz a Bree y los firmé rápidamente.
— ¿Tengo alguna otra cosa que firmar?
—No, ahora enviaré estos papeles a Washington, luego hay que esperar unas dos semanas hasta que salga el decreto supremo y su baja de la marina será absolutamente oficial, esos papeles se los enviarán a su casa.
—Que bien, entonces si ya no hay nada más que firmar me voy, aun tengo muchas cosas por hacer. Adiós Bree fue un gusto conocerla.
—Hasta pronto Teniente Cullen se le extrañará, mucha suerte.
Y me fui caminando a grandes pasos hacia la salida.
Cuando estaba a punto de llegar a mi auto sentí que me llamaban…
— ¡Edward!... ¡Edward!... ¡Espera!... —me llamaba Tanya que venía corriendo hacia a mí desesperada.
Apreté fuertemente mis ojos y me tomé el puente de mi nariz, pensado en que se le ocurriría ahora, bueno aunque de verdad a estas alturas ya no importaba, nada podría arruinar mi buen humor.
— ¿Qué quieres ahora Tanya? —pregunté apenas estuvo junto a mí.
— ¿Es verdad? —Preguntó con sus ojos llenos de lágrimas—. Dime que no es cierto, dime que no te irás —dijo con su voz temblorosa a punto de estallar en llanto.
—Si, Tanya, es cierto. Lo siento me voy, y si es posible hoy mismo.
—Edward no…por favor, no… —Rogó con desesperación, con sus lágrimas comenzando a caer por su rostro— ¡Te irás por culpa de ella! ¡Te lo dije! ¡Esa niñita lo único que hace es darte problemas!
Pobre Tanya, después de tantos meses seguía sin entender absolutamente nada, para ella era imposible aceptar la realidad. Sus lágrimas caían sin cesar por su hermoso rostro, porque debía reconocerlo, ella era hermosa.
Verla tan indefensa fue una imagen que me enterneció y sin poderlo evitar en un acto absolutamente irracional la atraje hacia mí, la estreché fuerte entre mis brazos y acaricié su cabello de suaves hilos de oro, mientras llenaba de tristes lágrimas mi pulcro uniforme.
Me separé un poco de ella para tomar su rostro entre mis manos y mirarla directamente a sus profundos ojos azules.
—Tanya. —Le dije con voz dulce—. No sufras más, sabes que no puedo corresponder ese amor que sientes por mí, no mereces pasar por esto. Era una mujer hermosa, te deseo de todo corazón que encuentres ese amor que tanto anhelas.
—Pero Edward…—sollozó sin poder contener sus lágrimas.
—Tranquila hermosa, todo irá bien ya verás, será como si nunca me hubieses conocido. —Acaricié nuevamente su cabello y dejé un dulce beso en su mejilla—. Adiós y cuídate.
Me di la vuelta para subirme a mi auto, mientras ella entre dolorosos sollozos me continuaba llamando.
—Pero es que jamás lo seré sin ti… ¡Edward! ¡Edward!...
Realmente ni yo comprendí lo que paso ahí, después de meses de constante acoso, algo vi en ella que me compadeció, quizás ahora que había abierto los ojos entendía perfectamente lo que era vivir sin amor.
Apenas dejé las instalaciones del complejo naval una indescriptible y reconfortante sensación de libertad se alojó en mi corazón. Bajé la ventana para sentir la cálida brisa de otoño embriagar todos mis sentidos, subí el volumen a la radio a todo lo que daba e inevitablemente comencé a cantar, me sentía tan, pero tan feliz. Después de muchos meses me sentía libre, libre para poder entregarle a mi Bella todo el amor que le había negado todo este tiempo por mi soberana tozudez.
Mientras manejaba hacia el aeropuerto, mi mente trabajaba sin parar. Una y mil locas ideas venían a mi mente, pero de todas ellas había una sola que tenía más que clara, apenas llegara a Boston iría a buscar a mi Bella la besaría y la abrasaría como hace meses no lo he hecho, le pediría perdón una y mil veces por todo lo que nos hice pasar y luego de eso me la llevaría a vivir conmigo inmediatamente, sin importar que Charlie ponga el grito en el cielo y que solo falte un mes para nuestra boda, Bella se iría a vivir conmigo, si o si. Era absolutamente absurdo seguir alargando esta separación, quizás también podríamos adelantar la boda, aunque pensándolo bien ya las invitaciones habían sido enviadas y los primeros regalos comenzaban a llegar.
Bueno por lo menos podría disfrutar junto a ella este último mes, como lo debiese haber hecho todos estos meses. También me quedaba ver los últimos detalles de la luna de miel que quería que fuera romántica y perfecta para mí hermosa Bella; eso era lo único que parecía haber hecho bien en estos meses con la ayuda de mi querida Tink, que era la única que no se había empeñado en reprocharme, si no tan solo a apoyarme.
Cuando estaba llegando al aeropuerto el teléfono me sacó de mis alocados pensamientos, era mi Bella.
— ¡Hola gatito! —saludé desbordando felicidad.
—Ho…hola —respondió mi saludo nerviosa, quizás pensando que se encontraría para variar con el ogro Cullen que ahora tenía que soportar todos los días.
Pobre mi pequeña por todo lo que la había hecho pasar.
— ¿Cómo estás amor?
—Bien, estoy con Alice, estamos viendo que haremos para Halloween. Alice tiene ganas de vayamos todos a Pensacola a pasarlo contigo, además está loca por ver las casas que elegimos —dijo suspirando, seguramente en este minuto Alice la estaría volviendo loca y Bella estaría bufando y rodando sus ojos.
Sonreí sin poder evitarlo, ya no me quedaba nada para disfrutar de sus peleas diarias, amaba observarlas y cuando había extrañado presenciarlas
— ¿Qué dices amor puedes? —me preguntó insegura.
— ¡No! —contesté rápidamente sin pensar.
No quería que se pusieran hacer planes, ya que esperaba a mas tardar, estar mañana mismo allá. Lo malo es que me salió un poco más fuerte de lo normal y seguramente Bella ahora estaría pensando que no quería verlos.
—Comprendo —contestó con su voz temblorosa, bajita.
—Es que estaré de servicio amor, con los alumnos nuevos. Lo siento princesa. —mentí lo más convincente que pude—. Pero te prometo que lo compensaré, tengo una sorpresa para ti que te aseguro que te hará muy feliz.
— ¿Sorpresa? —preguntó ilusionada, ya la podía ver con sus ojitos brillantes de gatito curioso.
—Sí, pero no te diré nada, cuando volvamos de la luna de miel lo sabrás —volví a mentir para que no insistiera y se resignara a esperar.
—Está bien esperaré —suspiró rendida, hasta se escuchaba algo cansada, entonces recordé lo que me había dicho Carlisle.
— ¿Gatito te sientes bien? Hablé con Carlisle hace un rato y me contó que ayer no te sentías nada bien, que no estabas comiendo nada. ¿Por qué no me lo habías dicho? ¿Qué tienes amor?
—Nada importante Edward no te preocupes, solo son nauseas, deben ser los nervios por la boda.
— ¿Nauseas? ¿Y hace cuanto que las tienes?
No alcancé a terminar de preguntar y una loca idea cruzó por mi cabeza… ¿Será que mi Bella está…? ¡Dios Edward! Ahora sí que te rayaste, sabes bien que eso no es posible, ella toma pastillas anticonceptivas. Aunque quizás… No, definitivamente no, seguro que la emoción del minuto me está haciendo alucinar cosas…
—Un poco más de una semana, pero no te preocupes amor seguro que no es nada.
—Está bien —acepté sin hacer caso a mis locas ideas, además ya pronto estaría con ella y si es que sus molestias continuaban, yo mismo vería lo que tiene.
— ¡Edward Cullen eres un ingrato pensar que yo te tenía el disfraz más bonito! —oí a Alice gritar por detrás.
—Alice —la reprochó Bella.
— ¡Que! Es verdad ahora quien le chupara la sangre a la humana indefensa, si no es un sexy vampiro…—continuaba alegando.
— ¿Sexy vampiro? —pregunté con curiosidad.
—Sí amor, sexy vampiro.
— ¡Sí! ¡Y ahora, ya no lo serás! Y con lo engreído que eres, estoy más que segura que te mata la curiosidad. —Continuaba alegando Alice—. Vamos Bella, después sigues hablando con tu Edward, que ahora tendremos que ver otro lugar para celebrar Halloween.
—Lo siento Edward, pero ya viste como está Alice.
—No hay problema amor ve con Alice y pásenlo bien, te amo.
—Y yo mas, adiós.
—Adiós.
Apenas las corté sonreí como un tonto al imaginar la cara que pondrían al verme llegar a Boston, si ya casi podía ver a Alice aplaudiendo y dando saltitos porque usaría el bendito disfraz.
Cuando llegué al aeropuerto entre como un poseído rogando encontrar un pasaje para hoy. Recorrí todas las líneas aéreas, pero por más que insistí no pude conseguir ninguno, todos los vuelos estaba copados hasta con los asientos de primera clase, así que no me quedo nada más que aceptar el pasaje que la señorita del counter amablemente me ofrecía, para mañana al medio día.
Salí del aeropuerto un poco decepcionado, realmente tenía esperanzas de regresar hoy, aunque quizás era para mejor, así podía arreglar mis maletas con calma y dejar todo organizado para que me enviaran el resto de mis cosas y mi auto a Boston.
Lo único que lamentaría es que no podría despedirme de Riley como él se lo merecía, el había sido muy importante para mí desde que comencé ésta loca aventura, mi mejor y único amigo, mi familia, mi hermano, lo extrañaría muchísimo.
Mientras manejaba hacia el departamento tomé el teléfono para llamarlo y contarle mi decisión, estaba más que seguro que estaría muy feliz por mí.
— ¡Edward hermano! ¿Cómo estás? ¿Me has extrañado mi vida? —me saludó alegremente apenas me atendió, como siempre.
—Bien Riley, ahora más que bien —contesté sonriendo de sus ocurrencias
—Wow, eso es nuevo. ¿Y a qué se debe tanta felicidad? Si es que puede saber —preguntó irónico.
Era definitivo, para que Riley ironizara con mi estado de ánimo era porque me había convertido en un amargado de mierda…nunca más Edward, nunca más…
—Riley. —anuncié sonriendo como un tonto— Me voy, renuncié, yo… —pero no alcancé a terminar porque inmediatamente me cortó.
— ¡Gracias Dios mío por escuchar mis plegarias! —exclamó desbordando felicidad.
—Riley…
— ¡Que! Es verdad. Meses llevo rogando que a esa cabeza dura que tienes le cayera un ladrillo, un rayo o algo por el estilo, para qué abrieras tus ojos —me reprochó divertido.
Luego de eso si hizo un silencio entre nosotros.
—Te extrañaré hermano —dijo con su voz llena de emoción.
—Yo también Riley y gracias. Gracias por todo —le contesté emocionado también.
—Ya, ya. No, nos vamos a poner a llorar como un par de niñitas ¿verdad? Además en un mes más nos veremos, porque no me perderé por nada del mundo, ver tu cara, mientras se te cae la baba en altar, apenas veas a Bella entrar a la iglesia —y se rió a carcajadas. Las cuales inevitablemente tuve que acompañar, ya que él estaba en las más absoluta razón.
Aunque pensándolo bien si ya se estaba burlando de mí a un mes de la boda, que me esperaría para ese día con Riley y Emmett juntos.
— ¿Cuándo te vas?
—Mañana el medio día, ahora voy a hacer mis maletas y a dejar todo organizado para que el resto de las cosas me las envíen después a Boston.
—No te preocupes Edward, yo mismo me encargaré de eso.
—Gracias Riley.
—No me des las gracias Edward, es lo mínimo que puedo hacer por ti. Estoy muy contento por ustedes, se que serán muy felices… “si, inmediatamente”… —oí que le contestaba a alguien—. Lo siento hermano, te tengo que dejar, me llaman.
—No te preocupes Riley, ve y en un mes más nos vemos. Cuídate, adiós.
—Adiós hermano y claro que me cuidaré, no permitiré que te quedes sin mi “molesta” presencia por un buen rato —y me cortó riendo a carcajadas como siempre.
Minutos después ya me encontraba estacionándome frente al edificio.
Subí las escaleras corriendo rogando no encontrarme con nadie, de seguro que mi renuncia ya era la comidilla de toda la base y la porta voz oficial de todo aquello, Tanya.
Apenas entre al departamento me fui directamente a mi habitación a cambiarme de ropa, para hacer mis maletas y ordenar mis cosas. Un poco más de dos horas me tomó dejarlo todo perfectamente organizado.
Estaba cerrando la última maleta cuando recordé que no me había despedido de Charlotte, Lilian y Peter, así que después de chequear que no me faltara nada y que todo estaba listo, tomé nuevamente las llaves de mi auto y me fui directo a su casa.
La despedida con las gemelas y Peter fue bastante emotiva. Ambas no dejaban de abrazarme a la vez diciendo que me extrañarían mucho, pero también se sentían muy felices por Bella y por mí. A decir verdad estaban algo desilusionadas, le habían tomando cariño a mi Bella y ellas ya contaban los días para que Bella llegara a vivir aquí.
Como a las doce de la noche llegué nuevamente a mi departamento y apenas bajé del auto algo llamó mi atención, las luces del departamento estaban completamente encendidas.
Extrañado subí las escaleras, era imposible de que Riley hubiese vuelto en menos de cuatro horas de Newport a Pensacola.
Abrí la puerta con sigilo esperando no encontrarme con ninguna situación desagradable. Recorrí con mi vista el departamento hasta que mis ojos se abrieron como platos cuando se toparon con la inesperada sorpresa… ahí estaba ella… perfecta y sexymente arreglada… esperándome…
Bella’s Pov
—Alice de verdad está hermoso —dije suspirando mientras me miraba al espejo.
Mi querida amiga había sabido plasmar toda la esencia y el romanticismo de nuestro amor en mi vestido.
Bella eres una tonta… me reprendía mentalmente… ya no hay romanticismo, solo migajas del amor que un día fue hermoso…Lo sé, lo sé… pero no lo puedo evitar…lo amo, lo amo más que a nada en el mundo, el es mi vida… no importa que haya cambiado, no me importa que no sea ya nunca más mi Edward, lo único que me importa que es que nos casaremos y quizás tan solo quizás una vez que estemos juntos y todo pasara, mi adorado Edward volverá a ser el mismo.
Esa era la premisa a que me aferraba, mi tabla de salvación, mi mantra; que aun, a pesar de todo, el quisiera seguir con esto. Llámenme estúpida, masoquista, y millones de calificativos mas, pero estaba segura que dentro de ese frío corazón aun estaba mi Edward y yo con el infinito amor que tenía para los dos, aun esperaba derretir ese frío corazón.
Así que aquí me admiraba, subida en esta tarima mirando en los múltiples espejos que apuntaban en todas direcciones mi hermoso vestido de novia, aquel con el que imaginaba que Edward me miraría ilusionado esperándome en el altar vestido impecable con su uniforme de gala, cual príncipe encantado con sus hermosas esmeraldas reluciendo como el más hermoso día de de verano… preguntándome… ¿Será que el hermoso corazón de mi Edward latirá por mí, como la primera vez al presentarme frente a él en el altar?… ¿Será que su frio corazón de hielo volverá a latir por mí como en el principio?…
Quizás sea una estúpida por seguir con esto adelante, pero no imaginaba vida sin él, sin mi Edward y si tenía que aguantar esto y mucho mas, lo haría encantada de la vida, solo para estar un segundo más protegida entre los fuertes y cálidos brazos de mi Edward.
—Te ves hermosa Belly. —Dijo Alice suspirando, luego me miró inquisidoramente y me preguntó—. Bella es segunda vez que tengo que ajustar el vestido y solo queda un mes. ¿Realmente te sientes bien? ¿Estás segura que no estás enferma?
—No Alice, no tengo nada.
—Es que estás muy pálida, casi verde diría yo, no comes bien, y últimamente te duermes en cualquier parte. ¿No sería mejor que Carlisle te revisara? Si Edward ve lo flaca y demacrada que estás, no le gustará, sabes cómo se preocupa cuando te sucede algo.
—No, Tink, estoy bien de veras, solo deben ser los nervios por la boda —contesté tratando de no darle importancia, con mi corazón apretado al pensar en Edward y que de seguro ni le importaba ya.
—Sí, si. Nervios se llaman ahora. —Me acusó—. Bella, lo menos que tienes por casarte con Edward son nervios. Ansiedad diría yo es lo que tienes, y las personas ansiosas comen y tu lo único que haces es bajar de peso, a este paso serás una bolsa de huesos cuando llegue el día de la boda y….
Alice continuó regañándome, pero yo ya no la escuchaba, sabía que lo hacía por mi bien, y la verdad es que no me sentía nada de bien, pero yo ya sospechaba que podía ser.
Sabía que había olvidado algo importante cuando estuvimos en Marthas´s Vineyard, pero con todo lo que estaba pasando y preocupada constantemente pensando en que le sucedía a Edward, tenía la cabeza en cualquier parte y simplemente lo recordé cuando estuve de vuelta en Boston y abrí el cajón de mi velador y ahí encontré aquello tan importante olvidado, cuando ya era demasiado tarde.
Si era lo que yo sospechaba, sería una hermosa sorpresa para Edward, quizás eso lo haría volver a su centro, a ser el mismo hombre del cual me había enamorado como una loca perdida y sin razón, sabía que era una de las cosas que más lo ilusionaban.
Pero no quería despejar mis dudas sola, quería que el estuviese junto a mí. Quería que nos enteráramos juntos, como siempre había sido nuestra hermosa relación antes de que Edward partiera y por mucho que el estuviese extraño no era una costumbre que pensara dejar atrás. Además tampoco quería que se enterara como lo hacen todos los hombres con clichés regalos y tarjetas, quería que estuviera junto a mí, que sus fuertes brazos me cobijaran, mientras juntos e ilusionados comenzamos a forjar nuestro futuro.
— ¿Bella? ¿Bella, me estás escuchando? —preguntó Alice sacándome de mi estado de ensoñación.
—Eh… Sí… Sí, perdón —me disculpé bajando la mirada.
—Por lo visto, no has escuchado nada de lo que te he dicho ¡Dios Belly! ¿Qué voy hacer contigo? Me tienes preocupada, solo cuídate y trata de alimentarte bien ¿sí? Ya que así como vas, estaré ajustando el vestido en la puerta de la misma iglesia.
—Está bien Alice, prometo que lo intentaré —si estás malditas nauseas me dejan comer algo de una vez, pensé.
—Ya te lo puedes quitar —me ordenó amablemente.
Entré al probador del nuevo y recién inaugurado estudio de Alice, inauguración a la que por cierto no vino Edward. Como ya era su costumbre, siempre estaba ocupado o de servicio, prácticamente ya no tenía tiempo para ninguno de nosotros.
Alice aun no lo perdonaba, lo sabía, aunque no dijera nada. Quizás se trataba de conformar así como lo hacía yo, pensando que en alguna parte muy dentro y escondido en su corazón, estaba su pitufo gruñón, el que amábamos y el que ahora solo se dejaba ver, muy pocas veces.
Me quité el vestido con mucho cuidado y lo colgué en su colgador. Me admiré en el espejo unos minutos. La verdad había bajado mucho de peso y estaba muy ojerosa, se me notaban las costillas. ¿Y si tenía otra cosa? ¿Algo grave quizás?
Sacudí mi cabeza para alejar esos desastrosos pensamientos y comencé a vestirme.
En el mismo momento instante que salía del probador llegó Rose.
— ¡Hola chicas! —Saludó dándonos un beso en la mejilla—. ¿No me digan que llego tarde?
—Hola Rose. Sí, llegas tarde, recién terminé de hacerle los últimos ajustes al vestido —anunció Alice mirándome con reproche.
— ¿Otro más? —preguntó Rose asombrada.
—Sí, como ves aquí nuestra querida amiga, no hace nada más que bajar de peso.
— ¡Dios Bella! ¡De donde se agarrará Edward en la luna de miel! —exclamó alzando sus cejas sugestivamente.
—Por favor Rose, ya me regaño Alice lo suficiente, ya prometí que me cuidaría —resoplé frustrada rodando mis ojos.
—Por cierto Bella, pasé por tu casa a dejar a Renée y te llegaron estos dos sobres, me tomé la libertad de traértelos.
—Gracias Rose.
Los tomé mientras tomaba asiento en los cómodos sillones floreados del estudio de Alice.
— ¿Cómo les fue con Charlie y Emmett?
—Bien. Tu papá es muy divertido cuando se enoja, pone las mismas caras que tu. —Dijo Rose con humor—. Tiene la misma aversión por las compras, pero al fin logramos llevarlo a comprar los mismos zapatos que a todos.
Observé los sobres mientras me imaginaba a Charlie haciendo un berrinche de niño pequeño mientras Renée, Rose y Emmett trataban de convencerlo de que se probase los famosos zapatos.
— ¿Algo importante? —preguntó Alice con sus ojos clavados en los sobres.
—Supongo, uno es de la universidad de Pensacola y el otro es extraño no tiene remitente —lo observé curiosa mientras lo giraba para descifrar que podía ser.
Abrí primero el sobre de la universidad.
— ¿Y? —inquirió Alice mientras lo leía.
—Nada del otro mundo, solo para darme la bienvenida a la universidad, los horarios de mis clases y que día comienza el segundo semestre.
—Veo que Edward te ha matriculado —apuntó Rose dudosa.
—Sí, bueno en eso quedamos, cuando fui a la entrevista con el decano en Junio. ¿Por qué? ¿Lo dudas?
—Bueno como últimamente Edward solo se preocupa de sí mismo.
—Ya Rose, deja tranquila a Bella, no la mortifiques, Edward la ama y lo sabes, solo está pasando por mucha presión, ya se le pasará.
—Alice, quieres tapar el sol con un dedo, el curso de piloto ya terminó y sigue exactamente igual de huraño. A ver, dime Bella. ¿Vendrá Edward a celebrar halloween con nosotros?
Que ganas tenía de decirle que sí, que aquí estaría para celebrar halloween, juntos los seis como antes, pero Edward ya me había dicho que no vendría sin ninguna explicación convincente.
La verdad, aunque esta vez no había sido duro ni indiferente como lo era ahora la gran mayoría de las veces, es más hasta muy parecido al Edward de antes, tratando de convencerme que estaba ocupado preparando una sorpresa que me encantaría cuando llegáramos de la luna de miel a vivir a Florida.
Me imaginaba que tenía que ver con nuestra nueva casa, sabía que no la había comprado, pero ya llevaba varios meses cuando tenía tiempo de buscar alguna que fuera perfecta para mí según él.
—Bueno en verdad, no vendrá —contesté bajando la mirada suspirando con profundo pesar, sabiendo que el verdadero Edward, mi Edward, hubiese estado aquí sin chistar.
Ya no podía enfrentarla, Rose últimamente se empeñaba en recordarme que Edward había cambiado y mucho.
— ¡Ves! —Exclamó alzando sus brazos al aire, exasperada mirando a Alice—. No sé, realmente, cómo aun lo soportas.
— ¡Rose, basta! —la reprendió Alice cuando observó que mis ojos se llenaban de lágrimas.
—Lo siento Bells, sabes que te quiero y no me gusta verte sufrir, es que lo extraño, todos lo extrañamos. Hemos intentado acercarnos a él para ver que le sucede y no hemos conseguido nada, ya ni siquiera nos atiende el teléfono.
Se sentó junto a mí y me dio un cálido abrazo y un sonoro beso en la mejilla.
—Te quiero Bells, perdona mi gran boca, no quiero mortificarte, se que Edward te ama tanto como tú lo amas. —Eso espero, pensé—. Es que me enfurece que se haya vuelto tan frío y calculador, todo es culpa de ese maldito mundo que eligió vivir.
Guardé silencio, yo más que nadie quería convencerme de las palabras de Rose, que su cambio se debía a eso y que aun me amaba con toda su alma.
Por mero instinto llevé mi mano al corazón que adornaba mi cuello “su corazón” que ya no era cálido, sino frío como hielo, frío como aquella hermosa piedra preciosa.
“Cuida mi corazón, lo he dejado contigo” aun podía escuchar su aterciopelada y dolorida voz aquel día en el malecón.
Quizás, tan solo quizás realmente lo había dejado conmigo, y mi adorado Edward, ahora no tenía corazón y solo lo recuperaría cuando por fin estuviéramos juntos para siempre.
Sonreí con tristeza de mis infantiles y soñadoras ocurrencias.
Tocaron la puerta del estudio de Alice y ella se acercó a abrirla con su etéreo y grácil andar. Apenas la abrió soltó un grito de exultante felicidad.
— ¡Sí! ¡Qué emoción han llegado antes! —saltaba y aplaudía como si Louis Vuitton le hubiese enviado de regalo absolutamente completa su nueva colección de carteras.
Llegó de un salto frente a mí y destapó una caja de zapatos. Rose también se pegó a mí como si fuésemos siamesas y sus ojos azules grandes como platos miraban brillando interesados su interior.
—Directamente desde Los Ángeles para ti mi querida Bells.
— ¡Oh! Pruébatelos con el vestido ¿sí? —Me rogó Rosalie—. Yo no alcance a ver cómo te quedaba, por favor, por favor —volvió a rogar.
Tomé uno de los zapatos con cuidado como si se fuera a quebrar. No había palabra para describirlos, delicados, elegantes, hermosos, con un tacón imposiblemente alto y adornado con pequeños cristales Swarovski.
—Alice están hermosos, pero son muy altos me mataré camino al altar —dije con miedo pensando en la vergüenza que podía pasar.
—Tonterías Charlie te ayudará, además tenemos justo un mes para que te acostumbres a ellos y si, señorita, se los probará inmediatamente junto con su traje de novia, ya que era lo que me faltaba, ver el largo del vestido.
— ¡Sí! Soy feliz —exclamó Rose.
Me tomó de una mano para levantarme y me empujó de nuevo al probador y cerró la puerta. Dejé los zapatos en una de las sillas que había en su interior.
Cuando me disponía a sacarme nuevamente la ropa me di cuenta que el sobre sin remitente había caído dentro de la caja de zapatos.
Lo tomé nuevamente y lo observé con cierto resquemor. No sé porque, pero inmediatamente un escalofrió recorrió mi espalda y un miedo inexplicable se alojó en mi interior, haciendo latir desbocado mi corazón.
—Bella, mañana apenas salga de clases comenzaremos a ver la ropa que llevarás a la luna de miel —me hablaba Alice a través de la puerta.
—Eres una malvada duende, eres la única que sabe donde van a ir y no nos quieres contar—. Le reprochaba Rose—. Pero no importa, las acompañaré a ver si por la ropa deduzco algo —ahora se escuchaba divertida.
Me senté en la otra silla, con el sobre entre mis manos temblorosas y respiré profundamente para armarme de valor y abrir el sobre de una buena vez.
Rasgué la orilla con cuidado de no romper lo que había en su interior, mientras mi corazón latía con unos inexplicables nervios sin control.
Cuando al fin tuve su contenido frente a mis ojos, mi alma sangró ríos de dolorosa desilusión y mi corazón explotó en mil pedazos por toda la habitación solo dejando en mi pecho un profundo hueco de desolación.
Ahí, entre mis manos, se encontraba la espantosa prueba…la lacerante y dolorosa verdad, mis peores miedos hechos realidad…Edward ya no me amaba…
—Edward…no…no… —apenas pude musitar, mientras dos tristes lágrimas se comenzaban a deslizar lentamente por mis mejillas haciendo dos profundas y ardientes llagas de dolor que llegaron a las comisuras de mis labios. El sabor del dolor, de la traición, era insoportable.
Una y otra vez, repasé las espantosas fotos, desesperada, tratando de encontrar el más mínimo detalle de lo que miraban mis ojos no era verdad, algo que me dijera que esto era una error, una trampa. No. No, no podía ser verdad…Edward me amaba a mí, el me lo había prometido, volvería por mí para amarme por toda la eternidad…
Pero la demoledora verdad estaba aquí frente a mis ojos…
La habitación de Edward, su cama donde hicimos el amor como dos locos desesperados aquella vez en su cumpleaños, nuestra foto en su velador.
Ahí se encontraba mi Edward, en su cama, haciendo el amor con otra mujer que no era yo…Esa mujer era Tanya…
Las sabanas los tapaban hasta la cintura. El estaba encima de ella, por lo que no podía ver bien su cara, la tenía tomada posesivamente con sus manos entrelazadas a la altura de su cabeza y la cara de ella… la cara de ella…
—No… —volví a negar con desequilibrante desesperación, al borde de la locura, Edward odia a esa maldita mujer… me repetía una y otra vez…tienen que ser falsas, una trampa…
Pero aquellas malditas imágenes no mentían, ese hombre que estaba ahí era mi Edward…esa espalda…esos inconfundibles lunares que tanto amaba, que solo yo sabía exactamente donde los tenía lo delataban, eran la irrebatible prueba de que era él…
La habitación comenzó a dar vueltas, estaba mareada, aturdida, me costaba respirar y el hueco en mi pecho crecía más y más, necesitaba salir de aquí, correr, arrancar de mi realidad, quería morir, sin Edward mi vida no tenía ningún sentido, este era mi fin.
Miré por última vez mi hermoso vestido de novia y me permití acariciar su suave y delicada tela una vez más…solo fue un hermoso sueño, una hermosa pero imposible ilusión…
Cerré mis ojos fuertemente, lo tomé entre mis brazos y lo abracé con toda mi alma mientras mis ojos lo bañaban de dolorosas lágrimas y hermosas pero inexistentes imágenes que ya no serían posibles venían a mi mente… Edward besándome como jamás nunca me había besado, como jamás me besaría, con aquel beso de amor eterno que sellaría nuestro compromiso ante Dios en el altar. Bello, más hermoso que nunca, enfundado en su impecable uniforme blanco tomando mi rostro entre sus suaves delicadas y grandes manos, sus ojos brillando como dos eternas estrellas mientras sus labios acariciaban los míos llenos de insoportable amor y devoción.
—Edward… ¿Por qué? —sollocé preguntándome, tratando de entender.
Lo colgué con cuidado como si realmente fuera a ser usado, mientras la tela se escurría suavemente por mis dedos…. dejé un beso de despedida, ahí, donde dejaba lo que quedaba de mi corazón y de mi alma.
Tomé aire varias veces, me faltaba más y más, sentía que mi garganta ardía, quemaba por gritar, por aplacar de alguna forma el inmenso dolor, por sacar fuera el hueco sangrante que más y más grande se hacía en mi interior. Desesperada sequé mis lágrimas, necesitaba salir de aquí ahora, ya no podía seguir mas con esto, necesitaba arrancar, desaparecer, el dolor era insoportable.
Traté de componer mi expresión lo mejor que pude y me armé de valor para salir del probador a sabiendas que lo más probable es que inmediatamente las dos se darían cuenta de mi estado de desolación y destrucción.
Inspiré una última vez, y salí con mi frente en alto a enfrentar mi terrible realidad, rogándole a Dios que me ayudara a sobrevivir y lograra escapar de aquí sin tener que explicar absolutamente nada.
Apenas salí Rose y Alice me quedaron mirando extrañadas, sorprendidas.
— ¿Bella y el vestido? —me preguntó Rose confundida al verme aun vestida.
—Mmm… —piensa, piensa rápido…—. Es que…olvidé algo importante en casa y quiero probármelo con el vestido —lancé mi excusa pobremente, a sabiendas de mis precarios dotes actorales, solo rogando que me creyeran.
— ¿Algo importante? —preguntó Alice, sin creerme absolutamente nada.
—Sí Alice. —Traté de sonar convincente—. Quiero probármelo con los aros que me regaló… Edward…—susurré apenas, solo nombrar su nombre quemaba y hacía que mi alma se volviera a desgarrar una y otra vez.
— Bella, estás más pálida que hace un rato atrás. ¿Seguro que te sientes bien? —indagó acusatoriamente, mientras Rose me clavaba sus ojos azules examinando mi expresión.
—Sí, los buscó y vengo enseguida —contesté tomando mi cartera caminando trémulamente hacia la salida intentado escapar y no derrumbarme aquí, mientras Alice y Rose se miraban preocupadas comenzando a discutir entre ellas si me debían dejar ir.
Cuando estaba a punto de lograr mi objetivo, sentí un suave y tierno agarre en mi brazo.
—Bella. —Me detuvo Alice—. ¿Estás segura que vas a tu casa? ¿Qué te ha pasado? Porque a mí no me mientes, estás destruida Bella.
La miré un instante y sin poderlo evitar, nuevas lágrimas traicioneras comenzaban a rodar por mis mejillas.
—Alice. —Dije con la voz quebrada—. Necesito…necesito…— sollocé mas fuerte—. Estar sola, por favor —rogué mientras ella me cobijaba en sus brazos.
—Bella, no te puedo dejar ir así. Por favor cariño dime que te ha pasado, que te ha puesto en este estado —dijo muy preocupada acariciando cariñosamente mi cabeza.
—Solo, necesito ir a un lugar que es muy importante para Edward y para mí, por favor Alice, lo necesito déjame ir. ¿Sí? —volví a rogar zafándome de su agarre para escapar del lugar.
—Bella esto no me gusta…
—Alice lo necesito, por favor estaré bien, te llamaré, lo prometo.
Sin dejar que me contestara me di la vuelta y me monte rápidamente en el Volvo y salí a toda velocidad del lugar.
El perfume de Edward se colaba por mi nariz abrumando todos mis sentidos… estúpida…me reprendí…solo a ti se te ocurre mantener el auto y todas tus cosas bañadas en el perfume de…ya no lo podía nombrar, el dolor era insoportable… ¿Por qué me engañaste Edward?
Mis lágrimas caían sin cesar mientras manejaba, apenas permitiéndome ver la carretera, era una locura lo sé, pero necesita con mi vida sentir su presencia en aquel hermoso lugar donde un día fui inmensamente feliz, sentir que aun quedaba algo de nuestro amor, alguna pequeña palabra, algún pequeño resquicio de que todo no fue nada más que un maravilloso sueño.
Las palabras de Edward venían una y otra vez a mi cabeza mientras las melancólicas notas interpretadas por él no ayudaban a que estas fueran menos dolorosas.
Podía sentir su aterciopelada voz susurrar en mi oído, mientras imágenes de todo lo que había vivido junto a él pasaban en cámara lenta por mi mente, cada palabra, cada caricia que sentí, cada hermosa confesión de amor que ahora solo se habían convertido en promesas rotas, solo para hacer mi agonía aun más dolorosa, solo para destrozar aun mas mi malherido corazón.
El día que me pidió ser su novia…
“Soy el hombre más feliz del mundo desde que te encontré, no sabes la cantidad de veces que soñé con volverte a ver, para mirar por un instante tus hermosos ojos y hoy sin poder creerlo estas aquí entre mis brazos. Quiero hacerte feliz y quiero estar junto a ti para siempre, ya no concibo un día de mi vida si tú no estás a mi lado, me eres indispensable para vivir, ya sé que es una locura, que es muy pronto, pero Bella yo te amo ¿Quieres ser mi novia?”
Nuestro compromiso de amor en la playa…
“Bella nos amamos y es lo único que importa, jamás, jamás nos separaremos aunque exista un mar de distancia entre nosotros, yo siempre te seguiré amando, más que a mi vida y mas allá si es que existe otra, para toda la eternidad mi princesa te lo prometo”
“Te prometo que cuando todo termine y ya sea piloto te vendré a buscar y estaremos justos para siempre mi Isabella Cullen”
El día que me pidió matrimonio…
“Isabella Marie Swan, ¿Me harías el extraordinario honor de aceptarme como esposo? Prometo amarte todos los días de mi vida, por siempre y para siempre, por toda la eternidad”
Pero ahora eran nada más que vacías palabras que se las llevaba el viento.
— ¿Por qué me engañaste Edward?… ¡Por qué!… ¿Qué fue lo que hice mal, que fue lo que te falto? …que fue lo que no te di, para que lo buscaras en brazos de otra mujer… ¡QUE!... ¡QUE!... -me preguntaba tortuosamente una y otra vez.
Comenzaba a nevar copiosamente, como si el cielo entendiera cuanto mi alma destruida lloraba. Llorando junto a mí el indescriptible sin sabor de la traición.
No sé cuánto tiempo manejé, ni tampoco como llegué. Estacioné el auto donde siempre y como una autómata me bajé.
Caminé por inercia entre los añosos árboles imaginando que era la cálida mano de mi Edward la que me guiaba, como la última vez hasta que al fin lo encontré.
—Nuestro prado —susurré tristemente.
Miré todo su esplendor, hoy el día no estaba soleado como la última vez que estuve aquí, como así tampoco nunca más iluminarían los rayos del sol mi corazón. Ya no había millones de flores silvestres multicolores para darme la bienvenida, ahora estaba todo cubierto por una espesa capa de nieve, fría, gélida, como era ahora el duro corazón de Edward, pero aun así continuaba siendo hermoso al igual que él.
Nuevas y dolorosas imágenes golpearon duramente mi conciencia mientras caminaba con pasos torpes con la nieve hasta mis rodillas.
“Mírame Bella, quiero que me mires cuando voy a decir esto. Es que acaso no te he dicho suficientes veces que te amo, que eres mi vida, que eres todo para mi. ¿No te lo he demostrado quizás?”
—Sí, Edward y me lo demostraste con creces y ahora donde quedaron todas aquellas promesas… ¡donde!... ¡DONDEEE! —grité desgarradoramente dejándome llevar por el lacerante dolor.
—Mentiroso… ¡MALDITO MENTIROSO!... —sollocé presa de este espantoso calvario del cual no podía arrancar.
La nieve continuaba cayendo sin cesar, para ayudarme a congelar el tiempo, para ayudarme a congelar mi corazón de aquel infinito amor, que era solo para Edward. Ya no me importaba el frío que sentía, ya no me importaba nada…
Cuando llegué hasta la orilla del acantilado con mis ojos llenos de lágrimas que aun caían sin parar contemplé por unos instantes el mar.
— ¿Cómo lo haré ahora, Edward? ¿Cómo lo haré para continuar mi vida sin ti?
Ya no podía mas, el desgarrador dolor me estaba matando lenta y cruelmente…
— ¡EDWAAAARD!... ¡EDWAAAARD! —grité con desesperación, soltando mi último alarido desde el fondo de mi corazón.
Mi cuerpo no lo resistió más y caí de rodillas, me sentía débil entumecida, mis ojos me ardían de tanto llorar y comenzaban a pesar.
Un atisbo de sana lucidez cruzó por mi mente…tenía por quien luchar…una hermosa razón por quien vivir…
Pero tenía tanto sueño, ya no sentía mi cuerpo, lo abracé como pude intentado entrar en calor, pero ya no sentía nada.
Una sensación placentera me recorrió, cerré mis ojos y ahí estaba el rostro de él, de mi Edward, que me cobijaba tiernamente entre sus brazos mientras me cantaba mi nana…
Me dejé llevar por la fascinación de la agradable sensación, mientras a lo lejos creí que me llamaban…
—Bellaaaaa….Bellaaaaaaa…
Pero ya no pude oír, ni sentir nada más, solo unos fuertes brazos cobijar mi cuerpo…
— ¡Bella! Cariño, ¡despierta! ¡Despierta, por favor! ¡No me hagas esto!… —creí escuchar.
— ¿Edward?
—Bella, Bella, por favor, no me dejes…
—Te amo —fue lo último que pude musitar antes que todo se volviera una absoluta y completa oscuridad…
¿Qué les pareció? ….. Espero sus votitos y comentarios!!!!!!! Saben que me hacen muy feliz!!!!!!
Chicas!!!! Aquí estoy nuevamente justo a las dos semanas, ya sé que algunas me querrán matar, recibo todo tipo de comentarios, conjeturas y lo que se les ocurra.
Como siempre le dedico este capítulo a toda mi familia del chat, las quiero a todas y también a mis lectoras silenciosas!!!!
Recuerden que tengo Fb Solcullen.
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