Capitulo 3: De camino a alcanzar mi sueño
Edward’s POV
Venía manejando mi Volvo de regreso a casa. Al fin me había graduado de la bendita escuela de medicina de Dartmouth, como así padre lo había impuesto.
Mis cosas ayer las había enviado a Boston a la casa de mis padres, donde esperaba quedarme más o menos un mes, para luego partir a “Boot Camp” en, The Great Lakes Naval Training, Chicago, para partir mi entrenamiento, para ser oficial de la marina. Luego de ese mes regresaría a Boston para nuevamente partir a Newport, Rhode Island, para continuar con este, para poder al fin cumplir mi sueño, ser piloto de un avión de combate en Pensacola.
Esta vez no dejaría que nada, ni nadie, se interpusieran entre mi sueño y yo. Tenía realmente esperanzas, que en esta ocasión, esperaba que mi padre entendiera, ya había cumplido con lo que se me pedía, ahora él podía estar tranquilo, deseaba de todo corazón que fuera así.
El viaje desde New Hampshire hasta Boston, no era largo, aproximadamente una hora y media, pero hoy deliberadamente, no tenía ganas de conducir a toda velocidad.
Estaba perdido en mis pensamientos recordando lo que habían sido mis años de instituto, hasta ahora, que era un “flamante” médico pediatra recién graduado.
Aun recuerdo, que era un adolescente bastante descarado, y más que alguna que otra cachetada me llevé por insensible y atrevido.
Nunca faltaba el drama de la semana, donde alguna chica loca juraba que yo le había prometido amor eterno. Bueno debo reconocer que yo también tenía parte de culpa, pero la verdad yo nunca les prometí nada, como para que ellas comenzaran a alucinar tales cosas… ¡eso jamás!
Desde temprana edad, siempre tuve muy claro cómo eran las mujeres, frías, calculadoras, y con aire en la cabeza. Solo le importaban los zapatos, el maquillaje, los regalos y por supuesto el trofeo mayor, tener un chico guapo a su lado.
Por lo que la verdad, estaba más que harto de todas ellas. Me sentía un objeto el cual ellas necesitan exhibir. Por lo que cuando entre a la universidad, me preocupé de mis estudios más que de cualquier cosa, tenía pocos amigos y bueno claro que salía de vez en cuando con alguna chica, pero luego perdía el interés rápidamente cuando nuevamente empezaba el mismo cuento de nunca acabar, que no podían vivir sin mí, que me amaban, y todo eso, yo diría más bien que amaban “cierta” parte de mi anatomía más que ninguna otra, además de mi billetera, ninguna chica tenía sentimientos reales y sinceros.
Cuanta rabia pasé, cuando más de alguna vez, se colaban en mi cuarto de la fraternidad, para rogarme prácticamente, que tuviera sexo con ellas, sentenciando que todas las chicas de Dartmouth sabían que Edward Cullen era el “Dios del sexo”. Yo solo me reía en mi interior, ¡pobres chicas!, eran unas regaladas, ¿Qué ningún hombre sabia tratar a las mujeres ya?, yo solo era un caballero, como mi madre me enseño ¿y eso era lo que las volvía locas?
Solo tengo un remoto recuerdo ya de hace muchos años, era algo menor que yo…, cierro mis ojos y veo unos hermosos ojos castaños, como el mismísimo chocolate derretido, ese pelo con reflejos naturales rojos, ese ceño fruncido como un… ¡basta Edward!... me dijo mi voz interna, nunca más la volviste a ver…
Y así fue como pasaron rápidamente los años, para luego graduarme con excelencia, y ahora aquí estoy, en camino a mi nueva vida, en camino a alcanzar mí sueño.
El viaje fue bastante tranquilo y cuando menos me di cuenta me encontraba atravesando la reja de la imponente mansión de mis padres, estacioné el auto en el garaje y me encaminé a la puerta, cuando esta se abrió y por ella apareció mi madre.
— ¡Edward! hijo al fin has llegado— me dijo mi adorable madre esperándome con los brazos abiertos, para abrazarme como cuando era un niño, ella me miró con ojos emocionados y me regalo una dulce sonrisa.
—Hola mamá, que alegría verte— la saludé devolviéndole el abrazo besando el tope de su cabeza.
—Pero no te quedes en la puerta hijo pasa, acomódate en tu cuarto y descansa un poco, estamos esperando que tu padre llegue del hospital, te tenemos una cena de bienvenida.
—Mamá— le dije un poco cabreado —no es necesario— ya me imaginaba para donde iba todo esto. Yo tenía claro que Carlisle, lo tenía todo planeado, para recibirme con una gran cena y un flamante puesto como el nuevo pediatra de su hospital.
Cuando entendería, que mis sueños eran otros…
—Hijo no te molestes— me rogó afligida mi madre —todos estamos felices porque al fin has vuelto a casa— pero aunque ella no lo admitiera, ella sabía muy bien por dónde iba la cosa.
—Está bien no quiero discutir, solo quiero darme una ducha, cambiarme de ropa e instalarme.
—Lo que tu digas cielo, en una hora más te esperamos en el comedor— y desapareció rumbo a la cocina.
Me dirigí por las escaleras rumbo a mi cuarto hasta el tercer piso, cuando entré, encontré todo tal cual lo deje la última vez que estuve aquí. Me tiré pesadamente encima de la cama, cerré mis ojos, y apreté fuerte el puente de mi nariz, gesto que hacia cuando estaba realmente molesto, esta no sería un noche fácil.
En eso estaba cuando la puerta se abrió de improviso y me encontré a Emmett, muy sonriente al frente de mi cama
— ¡Que no es el mismísimo Doctor House en persona! — exclamó divertido —hermanito, que gusto tenerte en casa, levántate y ven a abrazar a tu hermano.
Emmett tenía un extraordinario humor, siempre estaba haciendo bromas y sobre todo, disfrutaba la mayor parte de las veces a costa mía, ya que decía que yo era lunático y mal genio al igual que el Doctor House, por eso el “maravilloso” apodo.
Me levanté de la cama para abrazar a mi hermano.
— ¡Emmett hermano cada día estas mas enorme! ¡Pareces un oso! — mientras lo abrazaba me daba cuenta de cuánto había crecido, desde la última vez que lo vi. El me dio un caluroso abrazo que me quitó todo el aire de los pulmones
— ¡Emmett, no puedo respirar!
—Hermano, así enorme es como vuelvo locas a las chicas—me decía riendo a carcajadas moviendo las cejas de forma sugerente de arriba hacia abajo —Bueno hermanito, ahora que has llegado, dos cosas. Primero prepárate para el discurso que te va a dar Carlisle, segundo arréglate, porque esta noche saldrás conmigo y con Rosalie al mejor club de Boston.
—Emmett vengo llegando y de seguro después de la conversación con nuestro padre ya no tendré ganas de nada. Por cierto ¿quién es Rosalie?
—Eddie, no seas aburrido, sabes bien que trataré de ayudarte con nuestro padre, tienes claro que tienes todo mi apoyo ¿o no? Así que arriba ese ánimo quizás las cosas salgan mejor de lo que esperas, y en cuanto a Rosalie, ella es una chica muy linda, a la cual le llevo el testamento de sus padres, así es como la conocí hace ya dos meses, y por cierto trata de controlar tu humor que ella hoy también viene a cenar con nosotros— me informó muy serio cosa rara en Emmett.
—Wow, la invitaste a cenar, veo que va en serio la cosa, solo por eso prometo controlar mi temperamento, y también si no me dices nunca más Eddie, sabes que lo detesto.
—Está bien, nos vemos en un rato en el comedor ¡adiós Eddie! — soltó guasón.
Y salió corriendo de la habitación, yo no pude más que negar con la cabeza y rodar mis ojos, para luego introducirme en el baño, Emmett no tenía remedio era un niño grande.
Después de darme un relajante baño, me vestí con unos jeans desgastados y una camisa blanca, trate de arreglar mi pelo alborotado, pero después de varios intentos desistí, no tenia arreglo. Salí de mi cuarto y me dispuse a bajar a la sala de donde se escuchaba la suave voz de mi madre y las risas de Emmett.
Cuando entré a la sala, lo primero que vi fue a Emmett sentado junto a una impresiónate rubia, con el pelo largo y sedoso hasta la cintura, unos bellos ojos azules, y cuerpo de escándalo, como esas con las que solía salir, o me solían perseguir. Un poco más apartado estaba mi padre con un whisky en sus manos, con cara de estar analizando alguna situación importante ‒ mi situación‒ pensé.
—Hijo que bueno que llegas, te estábamos esperando— dijo mirándome cariñosamente Esme.
—Edward que gusto conocerte— saludó una sonriente Rosalie —es un honor para mí conocer al hermano menor de Emmett.
—El gusto es mío Rosalie, créeme que es bueno saber que al fin hay alguien que soporte y controle a este cavernícola
— Contesté divertido para picar a Emmett, que me mandaba miradas asesinas, en eso mi padre se levantó de su asiento, me sonrío y habló.
—Ya chicos no comiencen, sean educados recuerden que esta Rosalie.
Luego me miró y se dirigió a mí.
— ¡Edward! qué bueno que al fin estas en casa, tenemos tanto de que hablar, pero primero ven acá y dame un abrazo, te he extrañado hijo— con esas simples palabras se me apretó el corazón. Mi padre no era malo solo quería lo mejor que él creía para mí.
—Yo también los he extrañado mucho papá— le dije mientras lo abrazaba.
—Bueno basta de sentimentalismos, muero de hambre, ¿que hizo la señora Sue de rico, para recibir a Eddie? — preguntó como si nada Emmett interrumpiendo el momento.
—Emmett no seas mal educado— lo reprendió Rosalie, no pude más que estallar en carcajadas, al fin Emmett había encontrado la horma para su zapato.
—Lo siento osita— ¿osita? Sí que lo tenían atrapado solo pude reír más bajo las miradas asesinas que me enviaba Emmett.
Pasamos al comedor. La cena como siempre estuvo exquisita, la señora Sue, preparó lasaña a la boloñesa, mi favorita y de postre créme brulé. Mantuvimos una amena conversación, cuando terminamos de cenar, pasamos de nuevo a la sala para tomar los bajativos. Mi padre sirvió un whisky, para mí y para él ‒ llegó la hora de la verdad ‒ pensé y se dispuso hablar.
—Edward hijo, lo que te tengo que decir es muy importante, y primero antes de que discutas algo, me gustaría, que me escucharas atentamente, lo que te tengo que decir, y después de que entiendas los Pro y los contra de esta situación, luego podrás exponer tu puntos de vista, ¿está claro? —habló seriamente Carlisle.
—Si papá— contesté como niño obediente y tomé asiento para escuchar lo que me tenía que decir.
—Bueno como bien sabes— carraspeó para luego continuar — que es ilusión tanto de tu madre como mía mantener siempre la familia junta y unida, todos los problemas que hemos tenido los hemos sorteado en conjunto y todo siempre se ha conversado. Sabes bien que no hay secretos en esta casa, por eso mismo, me gustaría hacerte entender, algunas cosas con respecto a que realmente consideres ejercer tu profesión de médico pediatra, creo que esta demás explicar que tienes un puesto asegurado en el hospital desde ya.
—Lo que me gustaría que entendieras, son las implicaciones a futuro que te traerá perseguir el sueño de ser piloto. Ahora no lo ves, porque estás soltero, pero ¿qué vida le darás a una mujer, contigo siempre embarcado en un porta aviones? o viviendo alejada de su familia, en quizás que parte del país o el mundo. ¿Qué estabilidad económica le darás a tus hijos con ese salario tan precario que les pagan en la marina? y por último y no menos importante, también quieres alejarnos a nosotros de compartir nuestra vida contigo y con la familia que elijas para ti. Hijo compréndelo de una vez por favor, quedarte es la mejor opción, yo sé que ahora no lo ves, pero con el tiempo lo comprenderás.
Escuchaba atentamente las palabras de mi padre. Sabía que en muchos de sus argumentos tenía razón. Había sacado la artillería pesada para convencerme, pero él tenía que entender también, que yo jamás sería feliz haciendo otra cosa, y la mujer que encontrara para ser mi esposa, sería feliz si yo lo era ¿no se supone que así es el amor?
—Padre, créeme por favor que entiendo cada una de las palabras que me has dicho, pero entiende tu también que jamás seré feliz, sino hago esto. Es el sueño que tengo desde niño, y la mujer que encuentre para mí, lo entenderá. La parte económica es la que menos me preocupa, sabes bien que tengo la fortuna que me heredó la abuela Elizabeth. Por favor Carlisle, te lo pido, ya estudié lo que tú querías, te ruego que me apoyes esta vez — le dije firme, con convicción y con mis ojos llenos de emoción.
Mi padre me observó atentamente analizando cada una de las palabras que había dicho, pero guardó silencio.
El silencio comenzaba a ser incómodo cuando mi mamá habló.
—Carlisle, ¿no sería bueno que esta vez Edward pudiera decidir por sí mismo? el ya es un hombre, apoyémoslo con lo que quiere hacer. En el peor de los casos siempre puede volver a trabajar como doctor, ¿no crees? — me apoyó siempre tierna, dándome una mirada cómplice, después de todo ella se sentía algo responsable de esta situación.
En eso salió Emmett siempre con sus comentarios livianos, para relajar el ambiente.
— ¡Sí! Carlisle, ¡déjalo!, no vez que si no hace lo que quiere se volverá más lunático y gruñón de lo que ya es— dijo divertido.
— ¡Emmett! — gritamos todos a la vez.
—Bueno— anunció mi padre —por hoy creo que la conversación queda hasta aquí, pero no creas que aun me has convencido. Sé que ya eres adulto y que puedes tomar tus propias decisiones, pero creo que será mejor que lo pienses bien y seguimos esta conversación para otro día. No me gustaría que tomaras esta decisión sin tener mi apoyo detrás— sentenció serio, se levantó del sillón para salir de la sala, seguramente para dirigirse a su despacho.
Le dio un beso tierno a mi madre, se despidió de Rosalie y se fue.
Cuando estaba a punto de salir de la sala lo llamé, el se giró y me dio una mirada que no supe descifrar.
— ¡Papá! piénsalo tú también — pero no me contestó solo asintió y se fue sin mirar atrás.
Les gusto??? ahora sabemos un poco mas de Edward!!! merezco algun votito un hermoso comentario?????
besos a todas mis lectoras las quiero
sol
para las que quieran tengo facebook :Sol Cullen
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