Mi corazón siempre sera tuyo (+18)

Autor: solcullen
Género: Romance
Fecha Creación: 11/08/2011
Fecha Actualización: 11/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 100
Comentarios: 536
Visitas: 374079
Capítulos: 32

Fic recomendado por LNM

 

La lluvia caía sin cesar, golpeaba fuertemente mi ventana, el viento azotaba fuertemente las copas de los árboles, ya sin hojas. Era invierno, un crudo y frío invierno, pero más frío se había vuelto su corazón... Y aquí estaba yo, perdida en mis pensamientos, como cada día preguntándome: ¿cómo un amor tan grande podía haber terminado en esto? Juntos, pero tan lejos a la vez... ¿Será que esta lucha constante terminará alguna vez? ¿Será que alguna vez el corazón de mi gran amor, Edward Cullen, Mi Edward, volverá a latir por mí otra vez?Mi nombre es Isabella Swan y esta es mi historia...

 

 

 

La historia es completamente salida de mi imaginación, los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

 

 

Este Fic. esta protegido por derechos de autor por Safe Creative. ¡NO APOYES EL PLAGIO!

 

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Las invito a pasar por mi nuevo Fic. "El Chico de Ipanema"

 

 

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Capítulo 20: Un pedacito de cielo.

Edward

 

-¡Maldita, perra insistente y cabrona!- mascullé entre dientes furioso, parándome como un energúmeno de la silla, esta cayó hacia atrás en un golpe seco y sordo al piso.

 

Cuando la torta se detuvo frente a mí, salió Tanya de adentro de ella triunfal, vestida como conejita playboy sonriendo como poseída hasta las ridículas orejas de conejo tenía puestas.

 

Mientras me cantaba creyéndose la mismísima Marilyn Monroe, bailaba sensual pasando las manos por su cuerpo, en un pobre intento de seducirme.

 

Apreté fuerte los puños preso de la incontenible ira que me consumía, ahora si le diría unas cuantas verdades, me importaba una carajo dejarla en ridículo en frente de todo el mundo y menos me importaba que todo el pub completo me cantara a coro, con esto había rebasado el límite de  mi paciencia. Quien se creía que era, para mí no era nadie, solo una maldita zorra que se estaba tomando atribuciones que no le correspondían.

 

Pero justo cuando tomaba aire para escupirle delante de todos lo zorra que era, Riley llegó junto a mí y susurró en mi oído.

 

-Edward por favor contrólate, recuerda que es la hija de Eleazar.

 

-¡Me vale una mierda quien sea!, Riley ella tiene que…

 

-¡Edward!- me cortó- entiende estas demasiado furioso, síguele el show, sopla las velas y luego de eso nos vamos, ok.

 

Asentí frustrado, inspirando una gran cantidad de aire para soltarlo cansado mientras me tomaba fuertemente el puente de mi nariz.

 

Todo su acto era patético, ella era completamente patética.

 

Cuando terminó de hacer su penosa actuación, todo el pub estalló en aplausos y me dijo con su horrible y nasal voz:

 

-Sopla las velas y pide un deseo Eddie mi amor, después de eso puedes abrir tu regalo- dijo en un tono cargado de sexualidad pasando sus manos por el contorno de sus siliconados pechos, regalándose a sí misma.

 

Tomé una gran cantidad de aire para apagar las velas  de una sola vez y salir del lugar a toda velocidad, con Riley, Charlotte y Lilian pisándome los talones.

 

Manejé como un poseso, hasta la casa de las chicas, nadie dijo una palabra para no aumentar mi furia.

 

Una vez que  dejamos a Lilian y Charlotte en su casa, volvimos al departamento, me despedí de Riley y me encerré en mi cuarto.

 

Miré la hora, era pasado la media noche, en Boston eran las 11:10 pm no era tan tarde, para llamar a mi Bella. Marqué ilusionado esperando me contestara, necesitaba arreglar las cosas con ella, pero nunca me contestó.

 

Encendí mi laptop como última alternativa además tenía unas ganas terribles de verla, pero tampoco estaba conectada por Skype, ni por Facebook, ni por nada.

 

Así que no me quedo más que acostarme derrotado y lo peor es que aun me quedaba la hora con doctor con Tanya mañana. Mirando las fotos de mi gatito hermoso me dormí.

 

La mañana siguiente paso muy rápido y esta vez no tuve ningún problema con el Capitán Kendrick. El maldito estaba muy complacido conmigo hoy, así esperaría otro día más y le pediría que me dejara viajar a Boston solo esperaba que mañana me fuera tan bien como hoy.

 

Salí de la sala de instructores y me encaminé a la famosa hora al doctor.

 

Entre al centro médico y fui hasta el área de medicina aeroespacial.

 

-Buenas tardes, tengo una hora con la doctora Tanya Denali- saludé amablemente a la recepcionista.

 

-Buenas tardes ¿Nombre?

 

-Edward Cullen.

 

Tecleó rápidamente, buscando en su computador.

 

-Si aquí esta, tome asiento Teniente Cullen, la Teniente Denali le atenderá enseguida.

 

Tomé asiento en la sala de espera intentando llamar Bella nuevamente. Esta mañana apenas me levanté la había llamado varias veces, pero aun no lograba comunicarme con ella.

 

Me estaba comenzando a desesperar, si que debía de estar sentida conmigo, desde que estamos juntos jamás me había dejado de contestar el teléfono…no te quejes tú te lo buscaste…

 

Consideré la idea de llamar a Emmett para ver si sabía algo de Bella que era lo más probable, pero no tenía ganas de discutir con mi hermano, Alice no me servía ya que andaba en Francia con Jasper de vacaciones.

 

Cuando iba en el decimo intento, apareció Tanya por la puerta de su consulta.

 

-Edward Cullen- me llamó de lo más compuesta como si no me conociera la muy falsa, comportándose de los mas digna, solo porque estábamos en su trabajo.

 

Guardé mi teléfono, intentaría llamarla más tarde.

 

Me levanté y caminé con pasos cansados, pensando que me esperaría con esa loca. Entre a la consulta  sin siquiera saludar.

 

 

-Te esperaba Edward, quítate el buzo de vuelo y luego siéntate en la camilla para examinarte- me ordenó con una risa maliciosa en sus labios, mientras tomaba asiento detrás de su escritorio y observaba mi ficha médica.

 

-¿No me preguntará primero porque estoy aquí? Recuerde que yo también soy doctor teniente Denali, no veo aun el motivo para desnudarme.

 

-Pero ahora el doctor que examinara soy yo así que has lo que te ordeno Edward.

 

Me dejé caer pesadamente en una de las sillas que estaban frente a su escritorio, resoplando cansado, esta mujer por lo visto no me dejaría en paz jamás.

 

-No veo porque tengo que hacerlo, se supone que estoy aquí, por un problema de vértigo y nada más, así que no veo por qué no hace de una buena vez la orden para la audiometría, y así me puedo ir de aquí, tengo muchas cosas que hacer aun.

 

-¿Cómo que cosas?- preguntó levantándose nuevamente de su silla y caminar hacia la puerta de la consulta-¿buscar una casa para tu niñita? ¿Andar todo el día preocupado detrás de ella, como si fueras su padre?- interrogó molesta detrás de mí.

 

¡Dios! esta mujer se empeñaba en rebasar mi paciencia, si continuaba, hoy si que le diría todo lo que no lo pude decir ayer en la famosa fiesta.

 

-Eso no es su problema teniente Dena…- pero alcancé a terminar la frase, cuando oí como cerraba con llave la puerta de su consulta.

 

-Ayer te fuiste sin cobrar tu regalo- dijo en un tono cargado de segundas intenciones mientras pasaba su mano acariciando mi espalda de hombro a hombro rodeándome.

 

No alcancé a pararme para irme cuando la tenía frente a mí, solo en ropa interior, llevaba un diminuto conjunto de encaje negro, que prácticamente no dejaba nada para la imaginación.

 

Se sentó arriba de su escritorio y puso sus pies encima de mis rodillas abriendo las piernas dejándome ver su intimidad, quitó su sostén  y acarició sus pechos bajando lentamente hasta llegar a su intimidad donde se tocó con ardor por encima de la ropa interior dándome una mirada cargada de lujuria, mordiendo su labio inferior.

 

Luego sin poder reaccionar aun impresionado por su actitud, de un salto estaba sentada a horcajadas sobre mí restregando su intimidad con  la mía y sus pechos me los ofrecía rozando sus pezones en mis labios.

 

-¡Tanya por favor bájate, esto no está bien, que no lo entiendes!- dije tratando de ponerme en pie para lárgame de aquí de una vez, pero ella parecía como si estuviese soldada a mí.

 

-Yo creo que esta mas que bien, ¿No me deseas Eddie?- preguntó como niña buena, restregándose aun mas contra mí, bajando una  de sus manos directamente a acariciar mi pene por encima de la ropa- ¡dios!- exclamó con una sonrisa enorme- ¡qué grande lo tienes!, mas grande de lo que imaginaba, ya quiero que me atravieses con esa ardiente lanza cuando este aun mas grande, no te preocupes mi amor, yo sé muy bien cómo hacerlo crecer- anunció suficiente relamiéndose los labios mientras me acariciaba insistentemente mientras con la otra mano comenzaba a bajar el cierre de mi buzo de vuelo.

 

-¡Basta!-me paré de un salto apartándola bruscamente de la cintura para dejarla nuevamente sentada sobre la mesa.

 

Busqué su delantal y se lo tiré encima.

 

-¡Cúbrete por favor!- le ordené furioso.

 

-¿Por qué?- increpó sin entender.

 

-¡Porque no me interesas y no te deseo, por qué no lo entiendes de una maldita vez!- le grité como un energúmeno.

 

Abrió sus ojos como platos, no dando crédito a mis palabras.

 

-¡Mentira!- negó desesperada- ¡es imposible que no desees este cuerpo hermoso y perfecto! Todo, todo lo que yo soy y tengo no se compara con la niñita insignificante esa con la que te vas a casar. ¡Estas ciego Edward! Ella no puede darte nada de lo que una mujer como yo te puede dar, de lo que una mujer como yo te puede hacer sentir, ¡ella no es nada comparada conmigo! ¡Nada!- trataba de convencerme exasperada- ¡te mereces algo mejor Edward!

 

Pobre mujer, a esta altura ya no estaba tan furioso, la que no veía y no entendía nada ella era. Trate de calmar mi temperamento y por primera vez hacerla entender.

 

-Teniente Denali- dije recobrando la compostura- Tanya, esa niñita de la cual hablas es mi prometida y la amo con toda mi alma, cuento los días y las horas para casarme con ella, para que sea completamente mía al fin y ¿sabes lo que más amo de ella? eso mismo que tú te empeñas en recordar como si fuera el peor de los defectos. Amo es perfecta mezcla de niña y mujer, mi Bella es una mujer hermosa, fuerte y se ha ido convirtiendo en una maravillosa mujer en mis brazos, porque dejo de ser niña en ellos, ¿y sabes  que es lo más importante? me hace sentir el hombre más amado y feliz del universo, ninguna mujer del mundo podría reemplazar a mi hermosa Bella.

 

Tanya me miraba con los ojos llenos de lágrimas de desilusión y  rabia. Por primera vez no me rebatió, no insistió, no dijo ninguna palabra.

 

-Lo siento Tanya, espero que esta vez lo entiendas, adiós.

 

Aprovechando su silencio me escabullí de su consulta rápidamente.

*

*

*

Jueves 20 de Junio de 2012

 

Hoy era oficialmente mi cumpleaños y llevaba un día y medio sin hablar con Bella. Mis padres, mis suegros, Alice y Jasper, Rose y Emmett habían llamado para felicitarme. Con ellos parecía todo normal ninguno me había dado indicios de que Bella estuviese enojada conmigo y yo ya estaba barajando la posibilidad viajar esta misma noche a Boston, ya que, que ella no me hubiese llamado era realmente extraño y ya me estaba desesperando.

 

Sé que merecía con creces como me estaba castigando, pero por último me conformaría con que me llamara aunque sea para decirme lo cabrón que fui con ella ese día.

 

-¿Aun no puedes hablar con Bella?- preguntó Riley sentándose en el mesón de la cocina junto a mí, sirviéndose un vaso de jugo.

 

-No- respondí mientras seguía jugando con el tenedor con mi comida que aun no había probado, no tenía ganas de nada.

 

-Mmm, sí que debe estar enojada- anunció sonriendo maliciosamente.

 

-¿Me puedes decir que están gracioso?

 

-Solo pensaba- contestó misterioso.

 

-¿Qué?

 

-Nada, solo pienso que tu cumpleaños aun no termina, y aunque no lo creas quizás mejore más de lo que tú esperas.

 

-Gracias Riley, pero lo dudo.

 

-Si tú lo dices- me contestó encogiéndose de hombros.

 

Realmente estaba muy misterioso, pero lo dejé pasar, no tenía ganas de nada.

 

-¿Vamos? Los demás ya deben estar en la playa.

 

-Vamos- contesté levantándome de la silla sin ganas.

 

En las escaleras nos encontramos con Demetri, Félix, Alec y Laurent.

 

-Hoy si que les ganamos a los instructores- anunció Félix sonriendo suficiente.

 

Este era uno de los momentos que mas me gustaban de mi estadía aquí, el partido de voleibol de la semana, alumnos contra instructores. Era el momento que aprovechaba de darle unos buenos pelotazos  al “demonio” para cobrármelas de todas las humillaciones que me hacía pasar durante el resto de la semana.

 

Salimos del edificio a encontrarnos con los instructores en la playa.

 

Como siempre, cada vez que jugábamos estaban de público sus esposas, novias y por supuesto que Tanya con sus hermanas, vestidas con unos diminutos bikinis para variar ofreciéndose.

 

Hoy por primera vez había venido Charlotte y Lilian a la cual la acompañaba un chico que imaginaba era su novio.

 

Los instructores ya esperaban por nosotros, así que los saludamos y comenzamos a jugar.

 

Íbamos en el segundo tiempo 10 a 6 ganando nosotros, el primero lo habían ganado ellos.

 

Me estaba preparando para sacar nuevamente cuando escuché a Félix, distraer su atención en una chica.

 

-¿Chicos ya vieron el ángel que hoy nos vino a visitar?

 

Todos se dieron vuelta a mirar, menos yo realmente cualquier comentario del pervertido de Félix no me importaba en lo más mínimo.

 

-¿Ángel? no es un ángel, ¡es una diosa!- exclamó Demetri- ¡es preciosa!

 

-¿Alguien la conoce?- preguntó Alec- porque me he enamorado, me casaría con ella ahora mismo.

 

Bufé molesto, jugando con el balón en mis manos, era el colmo lo que me hacían esperar.

 

-Señores- anunció Riley con una sonrisa orgullosa- siento decirles que ella no es un ángel caído del cielo y tampoco se podrán casar con ella, siento desilusionarlos, tendrán que morir esperando porque ella es  nada más ni nada menos que la futura señora Cullen.

 

¡Un momento! ¿Había escuchado bien?... ¿“señora Cullen”?...mi corazón latió desbocado al escuchar las palabras de Riley… ¿mi Bella, mi Bella estaba aquí?...

 

Me giré en dirección a donde todos miraban sin aun poderlo creer y ahí estaba ella solo a algunos metros de mi, parada detrás de Tanya y sus hermanas como una preciosa aparición, sonriéndome de manera hermosa.

 

Como siempre cada vez que la veía después de un tiempo me parecía que mis recuerdos no le hacían justicia a lo hermosa que era, llevaba un vestido azul cortito, parecía una muñeca de porcelana, su pelo estaba delicadamente arreglado en suaves ondas que caían hasta su cintura.

 

Mi mirada se encontró con la suya, y como siempre nos pasaba todo el mundo desapareció para nosotros, al fin me podía perder en aquellos  pozos color chocolate que me derretían con una sola mirada de tanto amor que me profesaban.

 

Le sonreí de la forma que sabía que ella tanto amaba y levantó su pequeña manito saludándome mientras caminaba unos pasos hacia mí.

 

Mi corazón estaba que estallaba de felicidad, que hermosa sorpresa me había dado mi Bella, la había extrañado tanto.

 

No aguantaba un segundo más sin estrecharla entre mis brazos así que le lancé el balón a Riley y comencé a correr hacia mi hermosa princesa, mientras Riley comenzaba a gritar:

 

-¡No me hagas quedar mal campeón! ¡Bella prepárate que ha sido dura la cuarentena!

 

No pude más que reír de sus ocurrencias, mi pobre Bella tenía sus mejillas color bermellón.

 

-¡Este sí que es un buen  regalo de cumpleaños!- continuó gritando. Cuando pase por el lado de Tanya que se había levantado de la arena, no me percaté bien para que- ¡los veo en tres días!

 

Cuando estaba a punto de llegar donde mi Bella ella terminó de acortar la distancia que nos separaba y saltó a mis brazos abrazándome con piernas y brazos como siempre lo hacía cada vez que nos reencontrábamos, amaba que me abrazara de esa forma. Me sentí morir de felicidad al tenerla protegida en mis brazos nuevamente.

 

Nos miramos unos segundos intensamente a los ojos, tomé su rostro tiernamente con una de mis manos y nos besamos apasionadamente. Nuestros labios se acariciaron dulcemente mientras nuestras lenguas danzaban reencontrándose gustosas.

 

Sin poderlo evitar la acaricié por todos los lugares que mis manos alcanzaban, necesitaba cerciorarme que no era una hermosa visión, que realmente al fin tenia a mi amada princesa aquí junto a mí.

 

Ella acarició mi espalda con deseo con sus pequeñas y suaves manos y me besó aun con más ardor haciéndome olvidar el lugar donde nos encontrábamos.

 

Preso del ferviente deseo colé mis manos por debajo de su vestido, para aferrarlas a sus glúteos y acercarla más a mi ya extremadamente excitada virilidad.

 

-Edward-soltó en un ardiente jadeo en mis labios que solo logró excitarme aun más.

 

La necesitaba desesperadamente así que sin pensarlo más, corrí con ella en mis brazos en dirección al departamento, haciendo que mi Bella soltara sonoras carcajadas en mis labios.

 

-¡Mi sexy novio cavernícola!

 

-Prometido amor, prometido- le recordé en un gruñido casi animal, que solo provocó que mi bella riera aun mas, mientras comenzaba a subir las escaleras a toda velocidad.

 

Bella

 

Después de cinco pesadas horas de viaje, llegué a Pensacola. Estaba muy nerviosa, solo esperaba que Edward se alegrara con la  sorpresa, aunque Riley me había asegurado que así sería, aun tenía mis dudas. Con el Edward de ahora nunca se sabía.

 

Fui a buscar mi maleta, y salí del aeropuerto en busca de un taxi.

 

Tomé el taxi y le indiqué al chofer la dirección que me había dado Riley.

 

Acomodé mi cartera en mis piernas y saqué mi neceser de maquillaje. Saqué un pequeño espejo retoqué mis ojos y mis labios, acomodé las ondas de mi cabello y me eché un poco perfume.

 

Poco a poco nos fuimos acercando a la costa, las playas eran hermosas de arenas finas y blancas, el mar de un hermoso celeste cristalino y muy tranquilo nada parecido al de azul intenso de Boston, verdes palmeras adornaban la costanera.

 

Iba mirando muy atenta cual sería mi nuevo hogar en algunos meses más, se veía un lugar agradable para vivir, muy limpio y cuidado, la gente tenía un aspecto amable.

 

-Llegamos señorita- anunció el taxista.

 

El taxi, se detuvo frente a un edificio de 5 pisos, blanco relativamente moderno. Pagué al taxista el me ayudó con mi maleta y me dejó en la portería del edificio.

 

-Buenas tardes ¿en qué puedo ayudarla?- me dijo amablemente un hombre uniformado con tenida de combate pixelada.

 

-Buenas tardes, busco al Teniente Edward Cullen-saludé nerviosa con mi corazón latiendo a mil por hora, ya no faltaba nada para encontrarme con mi Edward.

 

-El no se encuentra, ¿Quién lo busca?

 

-Isabella Swan- contesté con un dejo de desilusión en la voz, se suponía que a esta hora ya debería estar aquí.

 

Una chispa de asombro se asomó por sus ojos al escuchar mi nombre y me sonrió sinceramente.

 

-¡Usted es Bella! mucho gusto- me saludó nuevamente ofreciéndome su mano- soy el cabo Quil Ateara, mi teniente se la pasa hablando de usted. El está con los demás pilotos jugando voleibol en la playa, si quiere deje sus cosas aquí para que lo vaya a buscar, están justo aquí cruzando la calle- apuntó hacia el frente- camine unos metros por la arena y los verá.

 

-Gracias Quil, eres muy amable- contesté un poco confundida al escuchar sus palabras, ya no sabía ni que pensar, Edward se la pasaba hablando de mi, sin embargo, cada día que pasaba estaba más frío y distante.

 

Dejé mi maleta y mi cartera con él  y salí del edificio en dirección a la playa.

 

Era una tarde hermosa, el sol  aun estaba en todo lo alto. Una refrescante y agradable brisa de mar me acarició en rostro agitando mis cabellos  al viento apenas comencé a caminar por la arena.

 

Solo me bastó caminar unos cuantos metros para que el aire se atascara en mi garganta.

 

Ahí estaba mi Edward más hermoso que nunca con un traje de baño rojo y su torso complemente desnudo, al ver el espectáculo que se presentaba frente a mis ojos me sentí morir y llegar al cielo en un segundo.

 

Estaba un poco más delgado, lo que hacía que sus músculos se marcaran aun mas si eso era posible, su piel bronceada perlada por una pequeña capa de sudor, pequeñas gotas que resbalaban por su columna vertebral y por su tonificado abdomen por aquella perfecta v que invitaba a mirar un poco más abajo, para imaginar que tenia oculto debajo de su traje de baño.

 

Su pelo color bronce estaba un poco más claro por el sol, parecían finos y suaves hilos de oro, sus intensas esmeraldas se veían aun mas penetrantes  y arrebatadoras, enmarcadas por sus pobladas cejas doradas. Perfecto, insoportablemente bello.

 

Aun no se daba cuenta de mi presencia así que me dediqué a mirar el espectáculo de aquel cuerpo que solo incitaba a pecar.

 

Todos sus músculos en perfecta tensión cuando se disponía a sacar con aquellos brazos largos y fuertes, con cada saque demostrando la potencia y la supremacía de su cuerpo que parecía hecho del más duro de los aceros, con cada movimiento sus placas de identificación militar chocaban contra su marmóreo pecho el cual me moría por acariciar.

 

Me acerqué un poco más, hasta quedar justo detrás de unas chicas que obviamente observaban el espectáculo embobadas al igual que yo.

 

Tan perdida estaba admirando a mi ángel, que no me di cuenta de quienes eran hasta que escuché su estridente voz… las zorras  regaladas de Tanya, Kate e Irina.

 

-Podría admirarlo todo el día y jamás me cansaría- dijo suspirando Tanya.

 

-Bueno quien no, no he visto espécimen humano más perfecto en mi vida- contestó Irina.

 

Las muy zorras se estaban comiendo a mi Edward con la mirada.

 

Esta situación cada día que pasaba me era más insostenible, de tan solo imaginarme a la muy zorra todo el día detrás de Edward ofreciéndosele cada cinco segundos me hervía la sangre y yo a dos mil kilómetros de distancia sin poder cuidar lo que es mío.

 

-¿Tany pudiste averiguar exactamente cuando se casa?- preguntó Kate.

 

-Sí, el 25 de noviembre.

 

-¡Qué bien!- exclamó Irina- aun tienes tiempo para quitárselo a la desabrida esa.

 

¡Desabrida esa! ¿Quitárselo? -Ahora sí que le arrancaría todos los pelos de su oxigenada cabeza.

 

-Comienzo a dudar realmente si podré- dijo Tanya suspirando con pesar.

 

Esto se ponía interesante, mejor desechaba la idea de arrancarles los pelos e intentaba averiguar algo más.

 

-¿Por qué?

 

-Porque realmente es imposible competir con esa niñita insignificante- espetó con veneno al recordarme- realmente no se qué le ve. Ella no es nadie comparada con mi cuerpo, con lo hermosa que soy, pero ojalá por un segundo se iluminara su mirada al verme como cuando la mira a ella, como cuando habla de ella ¿no te has dado cuenta que no tiene ojos para nadie más?

 

Mi corazón dio un brinco de felicidad al oír aquellas palabras que tanto necesita escuchar, aunque fueran de la boca de Tanya, aquellas eran reconfortantes para mí dolido corazón. Aunque Edward estuviese cambiado aun me amaba por sobre todas las cosas.

 

-¿Pero ayer no pudiste lograr nada?

 

-Nada, absolutamente nada, lo único que logré fue escuchar que amaba a esa “cosa” más que a su propia vida y que era el hombre más feliz del universo junto a ella.

 

-¡Increíble!

 

¡Qué diablos habrá intentado esa zorra con mi Edward! y quien se creía de venirme a llamar cosa y yo la muy estúpida entregándoselo en bandeja de plata sin atender el teléfono... ¡tonta bella eres una tonta!...

 

Bueno a decir verdad, pensándolo bien ya no me importaba mucho, lo único que importaba era que mi Edward aun me amaba tanto como lo amaba yo y que por sobre todas las cosas debía confiar en él.

 

Centré nuevamente la atención en mi Edward y me di cuenta que todos los pilotos miraban en nuestra dirección menos él, que aun jugaba con el balón en sus manos, es mas se veía impaciente y enfurruñado, con ese seño fruncido que lo hacía verse tan adorable.

 

Por el sonido del mar no podía escuchar bien su conversación, ¿Quién se supone que era el famoso ángel de quien conversaban?

 

Riley me sonreía feliz, me guiño un ojo y dijo a viva voz:

 

-Señores, siento decirles que ella no es un ángel caído del cielo y tampoco se podrán casar con ella, siento desilusionarlos, tendrán que morir esperando porque ella es  nada más ni nada menos que la futura señora Cullen.

 

¡Diablos que vergüenza el ángel era yo! Sentí mis mejillas arder.

 

Mientras Tanya preguntaba ilusamente a sus hermanas:

 

-¿Señora Cullen? ¿Esa seré yo? ¿Ven como todos miran hacia acá? ¿Estaré yo mal?

 

Sí, estas muy mal estúpida, pensé, riendo internamente.

 

Dicho esto mi Edward se giró en mi dirección con sus ojitos ilusionados incrédulos, sus verdes esmeraldas relucieron como el más hermoso día de verano.

 

-¡Sí, sí, eres tú Tany mira como Eddie mira hacia acá!- dijo una de sus tontas hermanas.

 

Decidí guardar silencio, para darle una lección a la muy zorra y siguiera pensando que la señora Cullen era ella. Así que solo le levanté la mano a modo de saludo y le regalé mi mejor sonrisa.

 

Mi Edward como siempre me sonrió con aquella sonrisa torcida que robaba la respiración  por segundos, para luego hacer latir debocado mi corazón.

 

Lanzó el balón a Riley y comenzó a correr hacia a mí.

 

-¡Tanya mira viene hacia nosotras!- dijo una emocionada Kate.

 

Estaba que me partía de la risa, ya quería ver su cara de desilusión cuando se diera cuenta de que venía hacia a mí.

 

Tanya se paró ilusionada y abrió sus brazos para Edward la abrazara pero él ni siquiera se percató. Justo cuando paso por su lado Riley gritó:

 

-¡No me hagas quedar mal campeón! ¡Bella prepárate que ha sido dura la cuarentena!

 

¡Qué vergüenza! siempre me hacia sonrojar.

 

Ya no pude aguantar más, moría por estar entre los brazos protectores de mi Edward así que corrí hacia él para acortar la distancia que nos separaba y salté en sus brazos, abrazándolo como si fuera un koala, su abrazo de gato koala que sabía que tanto le gustaba. Por el rabillo del ojo me percaté que Tanya nos miraba furiosa y desilusionada. En tu cara zorra, pensé.

 

Por un instante el mundo se detuvo, al fin éramos mi Edward y yo en nuestro perfecto y pequeño mundo. Me perdí en la profundidad de sus  orbes verdes como el jade, mientras me sostenía con un solo brazo y con la otra mano acariciaba mi rostro dulcemente como si quisiera comprobar que realmente estaba aquí para luego estampar sus labios tiernamente sobre los míos. Su lengua buscaba codiciosa la mía haciendo despertar todas mis terminaciones nerviosas.

 

El beso del reencuentro era simplemente maravilloso que había logrado olvidar por un segundo donde estábamos. Pasé mis manos por su sexy, sudada y musculosa espalda presa de un incontenible deseo que hizo que lo besara más intenso más demandante.

 

Edward no se quedaba atrás, sus abrasadoras caricias se esparcían deseosas, ansiosas por todo mi cuerpo.

 

Coló sus manos por dentro de mi vestido y me tomó ardientemente de los glúteos acercándome más hacia el si se podía. Cuando sentí su erecto pene rozar mi intimidad me humedecí aun mas.

 

-Edward-lo llamé como pude en un susurro ardiente, si continuábamos así terminaríamos haciendo el amor aquí mismo, sin importar nadie más.

 

Al escuchar como lo llamaba soltó un sexy y animal gruñido comenzó a correr conmigo en sus brazos en dirección al edificio, haciendo que riera fuertemente, adoraba cuando se comportaba como un animal en celo, era mi sexy hombre de las cavernas.

 

-¡Mi sexy novio cavernícola!- exclamé sin poderlo evitar.

 

-Prometido amor, prometido- me recordó siempre posesivo con otro gruñido que solo provocó que riera aun mas, mientras Edward entraba al edificio y comenzaba a subir las escaleras a toda velocidad.

 

-Teniente Cullen, las maletas de su…

 

-Después Quil, después…- le contestó cuando ya llegábamos casi al tercer piso.

 

Cuando llegamos al cuarto piso, Edward corrió por el pasillo, abrió una puerta como un poseso, entramos y luego la cerró con el pie.

 

En un abrir y cerrar de ojos estábamos dentro de una pieza que supuse seria la suya.

 

Seguíamos besándonos sin parar, como dos náufragos sedientos en el mar, nos recostó en la cama mientras nuestros sexos se rozaban ansiosos por sentir algo más.

 

Una de sus manos que seguían dentro de mi vestido, se coló por dentro de mi ropa interior, sus largos y suaves dedos acariciaron mi húmeda intimidad con ferviente ardor.

 

-Te extrañe tanto amor- ronroneó en mis labios, mientras sentí dos de sus dedos penetrar suavemente mi interior.

 

-Yoo…tambieeen…-respondí como pude, arqueando mi espalda y encogiendo mis pies, sentía que me iba a matar de placer, como había extrañado sus enormes y suaves manos.

 

Sus dedos entraban y salían cada vez más rápido de mi interior, con la otra mano comenzaba a bajar uno de los tirantes de mi vestido mientras iba dejando un camino de húmedos y ardientes besos por todo mi cuello hasta llegar donde comenzaban mis pechos.

 

Pero necesitaba más, mucho más, lo quería a él, necesitaba sentir su cuerpo fundiéndose con el mío, necesitaba que me hiciera sentir amada, que me hiciera sentir suya.

 

-Edward, por favor- supliqué.

 

-¿Qué?- preguntó sonriendo contra mi cuello.

 

-Por favor- volví a suplicar

 

-¿Dime, qué necesitas amor?- volvió a preguntar mientras me miraba intensamente a los ojos y seguía penetrando insistentemente mi intimidad con sus dedos.

 

-Te necesito ¡ahora!- le urgí suplicando- ¡hazme el amor, hazme tuya!

 

Apenas escuchó mis ruegos, se separó mí, sonrió de una manera malditamente sexy, se llevó los dedos a su boca y los lamió de una forma endiabladamente sensual como si degustara el mas delicioso manjar, al verlo casi tengo un orgasmo ahí mismo.

 

-Eres exquisita mi amor- dijo en un gruñido ardiente.

 

Se levantó y se quitó su traje de baño. No pude evitar pasear mis ojos deleitándome con aquel cuerpo de infarto, por aquel enorme miembro que palpitaba duro como el hierro, que moría por sentir dentro de mí.

 

Se acercó nuevamente, sacó mis zapatos y luego mi vestido hábilmente. Sus luceros de fuego se abrieron enormes al encontrarse con la sorpresa que había debajo de mi vestido.

 

-¡Mi pequeña traviesa quiere jugar!- ronroneó con voz ronca como un felino al ver que solo llevaba puesta una pequeña braguita de seda azul que se amarraba con finas cintitas a los lados de mis caderas, luego frunció su ceño un poco molesto- amor no quiero pensar que has cruzado todo el país sin sostén y con, con…- y aquí venía de nuevo mi celoso cavernícola.

 

-Oh, cállate Edward y arráncamelas de una vez ¡Ya!- lo corté, no aguantaba un minuto más sin que viera su regalo.

 

Y sin más se abalanzó sobre mí sin tregua.

 

Su lengua recorrió mi intimidad por encima de la fina tela haciéndome ver  las estrellas, avanzó lentamente por mi vientre bajo recorriendo con su abrazadora lengua hasta llegar a una de mis caderas, tomó una de las cintitas  con los dientes y lentamente las desató observándome con ojos pícaros, era más que obvio me pensaba torturar.

 

Al desatar las cintas y ver lo que estaba escrito en mi cadera sus ojos flamearon lujuriosos, como dos calderos del mismo infierno. 

 

-“Propiedad de Edward Cullen”- susurró como un ardiente animal, con aquella sonrisa malditamente sexy que solo me hacia desearlo aun más, si aquello era posible.

 

-Feliz cumpleaños amor- mi voz salió extremadamente ronca por la excitación.

 

-¡Mía, eres mía!- gruño sensualmente mientras tomaba nuevamente la suave tela con sus dientes y me las arrancaba de un tirón haciéndome jadear por la anticipación.

 

-Eres tan hermosa mi Bella- me dijo tiernamente contemplando mi cuerpo con su abrasadora y penetrante mirada, con aquella que había extrañado horrores, aquella que travesaba mi alma de tanto amor. Esa mirada si era de mi Edward.

 

Se posicionó entre mis piernas y nos comenzamos a besar apasionadamente.

 

Mis manos recorrían la tersa piel de su espalda mientras el acariciaba mis pechos con una de sus grandes manos, la otra la tenía aferrada en uno de mis glúteos para acercar nuestros sexos aun mas.

 

Su erecto pene rozaba suavemente la entrada de mi húmeda intimidad. Suaves gemidos escapaban de mis labios cada vez que sentía que me iba a penetrar. Sus labios descendieron por mi cuello con ardor hasta atrapar unos de mis pezones al cual le dio enloquecedoras y tortuosas lamidas, mientras mis manos continuaban acariciando su espalda ardientemente hasta posicionarse en sus glúteos atrayéndolo más hacia mi incitándolo a que me hiciera el amor.

 

Lo sentí sonreír mientras succionaba uno de mis pezones y en un rápido movimiento se separó de mí y me dio vuelta dejándome recostada boca abajo en la cama. Pasó cariñosamente un brazo por debajo de mi cuerpo a la altura de mis caderas y las alzó un poco.

 

Sentí la punta de su pene rozar suavemente mi entrada y poco a poco me penetró, comenzando un suave y delicioso vaivén.

 

Se recostó encima de mí con mucho cuidado y entrelazó  una de nuestras manos, mientras buscaba besar mis labios, con la otra se apoyó en la cama. Con mi mano libre  tomé su rostro y junté nuestros labios.

 

Nuestras lenguas comenzaron una lucha sin fin, mientras sus embestidas se hacían un poco más intensas y profundas.

 

El perfecto aroma de cuerpo mezclado con el mío, embriagó todos mis sentidos, el momento era perfecto, sublime, al fin mi Edward y yo fundiéndonos en una sola pasión.

 

Te amo susurraba con cada embestida que me daba entre roncos gemidos de satisfacción con su aterciopelada y sexy voz en mi oído, que cada minuto que pasaba se hacían más y más urgentes.

 

Sentí que no iba aguantar mucho mas, el roce en esta posición simplemente era estar en el paraíso del placer, en cualquier minuto sentía que iba a desfallecer.

 

-Amor…Edward…ahhh…ahhh…me…me…

 

-Lo sé, me estas matando, te siento tan estrecha, vente conmigo amor…

 

Sus movimientos se volvieron duros, constantes y profundos hasta que enceguecidos por la  ardiente pasión caímos en el abismo de la perfección alcanzamos juntos el edén.

 

Poco a poco fue bajando la intensidad de sus embestidas mientras iba dejando cálidos y tiernos besos en mi espalda.

 

-Te amo tanto mi amor- me dijo tiernamente apoyando su pecho en mi espalda y dejando un dulce beso en mis labios.

 

-Y yo más- le contesté con mi corazón lleno de amor.

 

Justo en ese momento se separó de mí dejándome un enorme vacío.

 

-No me mires con esa cara gatito es para que podamos descansar bien y no soportes mi peso, yo tampoco me quiero separar de ti, ven aquí mi amor- me contestó tiernamente  atrayéndome hacia él como si hubiese podido leer mi mente.

 

Apoyé mi cabeza en su pecho escuchando el enloquecido latir de su corazón, mientras acariciaba tiernamente mi espalda, intentábamos normalizar nuestra respiración.

 

-Feliz cumpleaños amor- dije nuevamente estirándome para alcanzar sus apetecibles labios, abrazándolo fuertemente hacia mí.

 

-Mi gatito me has dado el mejor regalo de cumpleaños de el mundo ¡estás aquí conmigo!- dijo acariciando tiernamente mi mejilla como si aun no lo pudiese creer.

 

De pronto frunció el seño preocupado.

 

-¿Gatito?

 

-¿Qué pasa amor?- pregunté con un poco de temor, rogando que no cambiara su estado de ánimo que ahora era más que volátil.

 

-La próxima vez que me comporte como un completo idiota, mándame al demonio, pero no me dejes de atender el teléfono, por favor- rogó ansioso.

 

Sonreí mentalmente, sabía que había sido mala y que lo mataría de un ataque de ansiedad, pero se merecía su castigo.

 

-Ha sido muy malo Teniente Cullen y usted merecía su castigo- le dije juguetona sentándome a horcajadas encima de él.

 

Me tomó de una mano y me atrajo hacia él, quedando piel con piel, luego me estrechó fuerte por la cintura.

 

-Bella- me reprochó, frunciendo sus pobladas cejas, amaba cuando se enfurruñaba.

 

-¡Te lo merecías!-afirmé divertida pasando un dedo cariñosamente por entremedio de sus cejas dándole un beso en la punta de su nariz para relajar su semblante.

 

 

-Okey, okey, lo acepto. ¿Supongo que ya no estoy castigado?- preguntó con la voz ronca con aquella sonrisa malditamente sexy acariciando abrasadoramente mi espalda hasta llegar a mi glúteos, haciendo que mi intimidad rosara con la suya que nuevamente estaba más que despierta.

 

-Depende- dije sonriendo inocentemente.

 

-¿De qué?

 

-De cuanto me demuestres que me amas en este mismo instante.

 

-Te lo demostraré y ni te imaginas como- anunció sexy atrapando mis labios con los suyos- incendiaremos el edificio ahora mismo, no quedará nada.

 

Y nuevamente volvimos a hacer el amor como dos locos enamorados.

 

Casi eran las nueve de la noche, y aun seguíamos acostados en la cama de Edward. Tal y como lo había prometido Edward me había demostrado cuanto me amaba, amándome apasionada y tiernamente toda la tarde.

 

Mi cabeza aun estaba recostada en su pecho y mi Edward dormía plácidamente rodeándome con sus protectores brazos, una pequeña sonrisa se asomaba por sus labios.

 

Observé unos instantes su cuarto. Era “muy Edward”, perfectamente ordenado y atiborrado de su perfecto y embriagador perfume.

 

Tenía un escritorio lleno de libros, cartas geográficas, lápices, marcadores y reglas, que no entendía en lo más mínimo para que servían. Arriba del escritorio unos estantes con más libros, un reproductor de música y cds.

 

Había dos puertas, una ya sabía que era el baño y la otra me imaginaba que era el closet. En otra de las paredes tenía un enorme collage de fotos solo mías, con algunas que ni siquiera sabía que tenía. Su cama era grande y cómoda con un hermoso cobertor azul, en una de sus mesitas de noche tenía una foto nuestra de cuando fuimos a nadar con los delfines, aquel hermoso día en que me pidió que fuera su novia. La  gran ventana daba a un balcón frente a la playa, donde tenía una mesa con dos sillas.

 

-¿Qué observa tanto mi gatito curioso?- me preguntó tiernamente con voz ronca bostezando.

 

Acarició mi cabello y dejó un beso en mi frente.

 

-Nada, solo miro tu cuarto.

 

-¿Y qué le parece mi cuarto a la futura señora Cullen?

 

-Muy “Edward”- afirmé divertida.

 

-¿Muy Edward?- preguntó curioso.

 

-Si “muy Edward”, ya sabes- dije como quien no quiere la cosa, a sabiendas que era tan engreído que amaba mis halagos- hermoso, perfecto, ordenado, pulcro- terminé de enumerar encogiéndome de hombros.

 

-Eres un gato perverso- dijo riendo a carcajadas, girándonos para quedar encima de mi- como te burlas de tu engreído prometido- me acusó divertido.

 

-¿Engreído? ¿Quién dijo que eras engreído?- dije con sarcasmo, dejando un beso pequeño beso en sus labios.

 

-Entonces si yo no soy engreído tu tampoco eres un gatito enfurruñado.

 

-Oh, no eso si que no se vale, amo ser tu gato enfurruñado- dije haciendo un puchero como niña pequeña.

 

-Mi pequeña consentida, eres y serás para siempre mi gatito enfurruñado- dijo mirándome tiernamente, dándome un sonoro y exquisito besos en los labios.

 

¡Dios que tierno! casi me derrito con sus palabras, mi corazón latía como un loco cuando se me sentía cerca de este Edward, el mío el de siempre.

 

-¿Estas cansado amor?

 

-No, ¿Por qué?

 

-Bueno, porque con Riley habíamos planeado salir todos juntos a celebrar tu cumpleaños.

 

-¡Riley! ¡Maldito traicionero, ahora lo entiendo todo!-exclamó divertido- de pronto frunció su seño e hizo un pequeño puchero, se veía tan adorable.

 

 

-¿Qué pasa amor?- pregunté acariciando su cabello tiernamente.

 

-Es que ahora que estas aquí, no tengo ganas de hacer nada más que estar contigo, pero tengo tantas cosas que hacer y no quiero dejarte sola por las mañanas.

 

-No te preocupes amor, estaré bien, no quiero que te distraigas por mí, además mañana tengo la entrevista en la universidad y me quedaré hasta el lunes.

 

-¿Mañana?-dijo incrédulo y después sonrió comprendiendo todo- ya veo porque no me decías nada cuando te preguntaba por la universidad, parece que la perfecta maquinadora de enredos ahora eres tú- me acusó.

 

-Aprendí de un maestro- le guiñé un ojo divertida- del mejor, nada más que del mejor-anuncié suficiente.

 

Y reímos juntos a carcajadas.

 

Llamamos a Riley que suponíamos que se encontraba en casa de Charlotte y quedamos de encontramos a las diez y media en el sector turístico de la cuidad donde se encontraban todos los restaurantes y  pubs.

 

Edward fue por mis cosas que aun estaban en la portería del edificio, mientras yo lo esperaba en la ducha. Ahora no sabía con qué cara miraría a Quil, me sonrojaba furiosamente de tan solo pensar que mis maletas estuvieron por más de cinco horas ahí.

 

Cerré mis ojos y me dispuse a relajar mis músculos con la exquisita agua tibia. Estuve unos momentos sola, hasta que sentí el pecho de Edward pegarse a mi espalda y sus manos suavemente masajearon mi cabeza, mi shampoo con olor  a fresas inundó el ambiente. Eché mi cabeza hacia atrás disfrutando del momento extrañaba tanto ser mimada por mi Edward, sus manos recorriendo mi cuerpo suave y delicadamente mientras nos bañábamos mutuamente.

 

Una vez que estuvimos listos y perfectamente arreglados salimos del departamento tomados  de las manos a celebrar el cumpleaños de mi Edward.

 

Cuando llegamos al pub, nos encontramos en la entrada con Riley, Charlotte, una chica idéntica a ella que iba tomada de la mano de un chico que se veía de lo más simpático.

 

-¡Hermano!- saludó Riley pícaro moviendo sugestivamente sus cejas- supongo que te ha gustado tu regalo de cumpleaños.

 

-¡Riley!- lo callé, que vergüenza nos hacía pasar y aun no me habían presentado a nadie, como sería después.

 

-¡Bella!- exclamaron ambas gemelas en perfecta sincronización y me abrazaron juntas cariñosamente dejando un beso al mismo tiempo en cada una de mis mejillas- ¡qué gusto conocerte al fin!

 

-Amor te presento a Lilian y a Charlotte.

 

-Hola- las saludé sonriendo tímida.

 

-¡Edward! ¡Feliz cumpleaños!- saltaron a los brazos de Edward de igual forma como me saludaron a mí, por un momento me recordaron a mi querida Alice, cuanto me hubiese gustado que ella estuviese aquí.

 

-Gracias chicas- luego se dirigió al chico que estaba tomado de la mano de Lilian - supongo que tu eres Peter, mucho gusto-saludó mi Edward siempre caballero ofreciéndole se mano.

 

-Sí, hola, mucho gusto en conocerte también Edward.

 

-Bueno no pensaran que nos quedaremos toda la noche conversando aquí afuera ¿entremos?- dijo Riley.

 

Entramos al pub y fuimos directo a la mesa que había reservado Riley para todos.

 

El lugar era muy bonito, estaba perfectamente ambientado en los años ochenta, con cuadros de la época, luces y música perfecta.

 

Compartimos un buen rato en una animada conversación. Lilian y Charlotte era de lo mas cómicas, tenían unas ocurrencias geniales, me sentía muy bien con ellas, con su bienvenida. Me sentía feliz de que Edward y Riley hubiesen conocido tan buenas personas, ellas serían con las que compartiría en unos meses más mi vida.

 

Observé unos momentos a Edward, que me tenía sentada en sus piernas ya que no dejó que por ningún motivo me separa un milímetro de él. Todo el tiempo me estuvo haciendo cariño, dándome tiernos y a veces apasionados besos sin importar que todos estuviesen mirando y bromeando a costa nuestra.

 

 Se veía muy contento. Cantaba y sonreía todo el tiempo de manera hermosa, estaba muy hablador, al parecer Edward era feliz aquí y yo me sentía feliz de verlo así.

 

-No creas que siempre es así- me susurró Riley, aprovechando que Edward estaba enfrascado en una conversación con Peter, sobre que era mejor si elegir ser un Blue Angel por unos años o comenzar a desempeñarse inmediatamente como un piloto de un caza bombardero apenas terminara el curso.

 

Lo miré extrañada y le pregunté en susurros también.

 

-¿Por qué lo dices?- no quería imaginar por un segundo que mi Edward no era feliz.

 

-¿No es obvio?- me contestó mirándome significativamente- el solo es feliz junto a ti.

 

-Pero para eso ya queda poco Riley- le dije tratando de restarle importancia mirando de re ojo a Edward para ver si había captado  nuestra conversación.

 

Riley se paró, me llamó con la mirada y caminó hacia los baños.

 

Esperé unos segundos e intenté hacer lo mismo, pero las manos de Edward se asieron fuertes y protectoras en mi cintura.

 

-¿Dónde vas amor?

 

-Al baño, no me tardo.

 

-No demores, ya te extraño- dijo atrapando mis labios tiernamente.

 

Caminé rápidamente hacia los baños, ahí estaba Riley esperándome afuera.

 

-Bella perdona, pero creo que necesitas escuchar esto.

 

-Dime Riley te escucho.

 

-Bueno creo que no necesito decirte que Edward ha cambiado mucho, eso ya la has vivido en carne propia, lo que trato de decirte es que creo que no deben seguir alargando esta agonía- me miró con ojos sinceros y siguió- creo que Edward debe renunciar.

 

-¡QUE!- exclamé más fuerte de lo normal- que dices Riley estás loco, Edward ama volar, es su sueño.

 

-Si tienes razón y ya lo ha cumplido, pero lo más importante es creo que él también se ha dado cuenta y no lo quiere reconocer, porque tú se lo has pedido y no te quiere defraudar.

 

¡Dios!, como me decía esto justo ahora, como le diría a Edward “amor ya has cumplido tu capricho ahora puedes volver” después de todo lo que hemos pasado, no era justo ni para él ni para mí, aunque fuera lo que más quisiera en la vida.

 

-Riley, yo… yo… no sé qué decir…Edward ama esto yo jamás podría…podría…- me era imposible nombrar las palabras que más quería mencionar.

 

-Bella, no te pido que le digas nada, solo quiero hacerte ver que han tomando las decisiones equivocadas. Tú no puedes vivir sin él, y él no puede vivir sin ti, y esta es una profesión de mucho sacrificio Bella, si ahora crees que estás sola, después lo estarás mucho más, cuando nos manden por meses hasta por años a alguna misión muy lejos de aquí y eso es algo que ni tú ni Edward podrán soportar. Personas que se aman como ustedes no pueden vivir sin su otra mitad, se morirán en vida Bella, justo como está pasando ahora que cada día que pasa, se alejan mucho mas.

 

No pude más que abrazarlo, mi Edward no podría haber encontrado un mejor amigo en la vida, pero ahora ¿podría pedirle que renunciara a todo y regresara junto a mí?

 

-Gracias Riley, no puedo negar que es lo que más quiero, que deje todo esto y vuelva junto a mí, pero jamás podría truncar su deseos lo que quiere para su futuro y mientras él no lo decida, no me queda más que asumir el costo y todas los sinsabores que vengan con aquella decisión.

 

-Lo entiendo, solo espero que no sea demasiado tarde, cuando por fin, el cabezota de mi amigo abra los ojos.

 

-Yo también, Riley, yo también.

 

-Bueno, ya es hora de que le cantemos al cumpleañero ¿vamos por la torta?- Anunció dando por terminada nuestra conversación.

 

Fuimos hasta la cocina del pub donde nos tenían preparada la torta que había pedido Riley, para celebrar el cumpleaños de mi Edward.

 

Entre Riley y yo pusimos y encendimos las veinticuatro velas y salimos en busca de Edward.

 

Cuando Edward me vio aparecer frente a él con la torta en mis manos, sus ojos brillaron emocionados, no pude más que sonreírle de vuelta como una tonta enamorada, mientras le cantábamos.

 

-Pide un deseo amor- le dije mirándolo directamente a sus preciosas esmeraldas.

 

Sin perder la conexión de nuestra mirada enamorada, pidió en voz alta:

 

-Quiero pasar toda mi vida junto a ti, mi amado gatito- y sopló las velas todas de una vez.

 

-¡Ahhh que lindos!- exclamaron emocionadas Lilian y Charlotte aplaudiendo.

 

Después de que los chicos le entregaron su regalo a mi Edward, que era un hermoso collage con las fotos que nos habían tomado hoy cuando nos reencontramos en la playa, nos fuimos a bailar.

 

Me sentía en el mismo cielo, mientras nos mecíamos al ritmo de la romántica música, rodeada por los enormes y fuertes brazos de mi Edward. Nunca dejamos de mirarnos a los ojos nos cantábamos mutuamente perdidos en nuestro amor.

 

http://www.youtube.com/watch?v=Hfh4z8qdNQo&list=PLECF7ADD2F77C3F12&index=37&feature=plpp_video

 

Mientras girábamos lentamente, las palabras de Riley cada minuto cobraban más y más sentido.

 

“Quiero pasar toda mi vida junto a ti, mí amado gatito”… resonaba como un fuerte eco en mi cabeza.

 

La mirada que tenía cuando lo dijo era de añoranza  de aquella con que sueñas que se cumpla con toda tu alma, por aquellos sentimientos que matarías para que se volvieran realidad en este mismo instante.

 

Ya queda poco mi amor… pensé mientras me abrazaba más apretado a él, necesitaba sentirme fundida en su piel.

 

Y en un acto casi reflejo Edward también me estrechó fuerte hacia él como si quisiera que estuviésemos abrazados por siempre al igual como decía la letra de la hermosa canción.

 

Las intensas notas de la canción de Bonnie Tayler calaron hondo nuestro corazón, sentía que me perdía en la profundidad de la mirada de Edward, en los espejos sinceros y hermosos de su alma.

 

 

La noche aun no terminaba para nosotros, entre  besos codiciosos y apasionados nos escapamos de aquel pub, para poder seguir dando rienda suelta a nuestro amor.

*

*

*

Si hay algo que extrañaba más en la vida era exactamente esto mismo, dormir junto a mi Edward y despertar junto a él. Mi necesidad era tan extrema que casi estaba durmiendo prácticamente encima de él.

 

Mi lugar preferido en todo el mundo cobijada en sus brazos, sintiendo el latir de su fuerte corazón, sus manos grandes y suaves aferradas firmemente a mi cintura, nuestros cuerpos desnudos entrelazados como dos perfectas piezas de un rompecabezas.

 

Froté mi nariz con la de él y le di un suave beso en sus labios para despertarlo. Esto sí que era nuevo y por cierto extraño, por las mañanas generalmente era Edward el que me despertaba y el que me apuraba para que me levantara, no yo a él.

 

Pobrecito daba pena despertarlo, parecía un verdadero ángel, acaricié su cabeza tiernamente, sí que debía estar cansado.

 

-Amor-lo llamé bajito.

 

Edward afianzó su agarre a mi cintura y se quejó bajito también.

 

-Mmm…no quiero…un rato mas…- dijo haciendo un puchero adorable que invitaba a atrapar esos apetecibles labios y comérselo a besos.

 

Llené de dulces besos aquel rostro hermoso esculpido por el mismísimo Miguel Ángel, para terminar atrapando sus labios con los míos.

 

-Buenos días princesa- saludó con su voz dulce y ronca.

 

-Buenos días príncipe de mis sueños y de mi corazón.

 

Edward poco a poco abrió sus hermosas esmeraldas para mí y me sonrió tiernamente.

 

-Como quieres que salga de esta cama si me despiertas de esa forma- me reprochó adorablemente- ¿qué hora es?

 

-Las siete.

 

-Unos minutos más- rogó como niño pequeño estirando sus labios invitándome a besarlo.

 

Estuvimos unos quince minutos más costados, besándonos, haciéndonos cariño hasta que llegó la hora de levantarnos.

 

Nos duchamos como siempre juntos y una vez que estuvimos perfectamente vestidos, Edward con su buzo de vuelo y yo con hermoso vestido negro de tiritas salimos de la pieza para comenzar nuestro día.

 

Tomamos desayuno junto a Riley que nos observaba pícaro sentado en uno de los taburetes de la cocina…pobre Riley pensé…lo que tiene que aguantar escuchando nuestros arranques de pasión de seguro no se aparece más por aquí hasta el Lunes…

 

Una vez que estuvimos listos y la loza lavada, salimos en dirección al complejo naval.

 

-Amor, ¿recuerdas bien el camino que te enseñe anoche para llegar a la universidad?- preguntó un preocupado Edward abriendo la puerta del copiloto para mí.

 

-Si Edward, llegaré bien-contesté bajándome del auto para luego ponerme de puntitas y colgarme de su cuello.

 

-Nos vemos más tarde gatito, y no dudes en llamar a Charlotte o a Lilian si necesitas algo-me recordó preocupado mientras me abrazaba y me levantaba del piso para ayudarme a alcanzar sus labios.

 

Era evidente que no poderme llevar a la entrevista de la universidad lo tenía muy ansioso, y aun mas viendo que no me podía contestar el teléfono mientras salía a volar si es que algo llegaba a necesitar.

 

Pobrecito esto iba totalmente contra las leyes de su naturaleza caballeresca. Dejar a su prometida sola, en una ciudad que no  conoce y más encima que lo venga a dejar por la mañana y a buscar por la tarde.

 

-Si amor- susurré en sus labios para no cortar el beso.

 

-Que te vaya bien y maneja con cuidado- dijo también en mis labios volviéndolos atrapar con pasión.

 

Terminó dando un casto beso en mis labios y en mi frente, me dejó en el piso con cuidado y me ayudó a subir auto.

 

-Nos vemos en la tarde amor, te amo.

 

-Y yo mas gatito- no alcanzó a cerrar la puerta cuando alguien lo llamó.

 

-Hasta que apareces Edward, ¿no nos piensas presentar a tu preciosa novia?- dijo un hombre tan alto como mi Edward, de tez pálida y cabello negro, muy grande parecía un ropero antiguo.

 

Escuchar su voz me dio escalofríos  mientras me daba una  mirada lasciva a mis piernas, ya que el vestido se me había subido al sentarme en  el asiento del conductor; estaba mucho más arriba del límite permitido.

 

-No te bajes- espetó Edward molesto al percatarse de lo que aquel desagradable hombre me miraba, acomodándome el vestido nuevamente- que yo sepa no me he ido a ninguna parte.

 

-Pero nos dejaste con un jugador menos- reprochó otro piloto llegando a su lado- aunque con una novia tan linda yo también me hubiese desaparecido toda la tarde- anunció con una sonrisa pervertida atravesando sus labios.

 

-Demetri, Félix, esta es mi prometida Isabella Swan- me presentó sin moverse un centímetro de mi lado, prácticamente cubriéndome con todo su  cuerpo.

 

-Encantado Isabella- dijo Demetri arrastrando las palabras tomando mi mano que le ofrecía en señal de saludo.

 

Cuando el muy asqueroso, iba a dejar un beso en el dorso de mi mano, Edward apartó su mano de la mía de un manotazo tan fuerte que juro que le escuché sonar mas de algún hueso.

 

-No te atrevas- amenazó mordaz.

 

-Pero que alterado Edward, solo quería saludar a la señorita como se lo merece.

 

-Ya la han saludado, ahora adiós-dijo esto cerrando la puerta del auto.

 

Demetri y Félix le dieron una mirada envenenada y se fueron.

 

La verdad esta vez agradecía los celos de Edward, ese tal Demetri no me gusto para nada, además era tan divertido verlo así de protector y celoso como una animal echando humo por nariz y las orejas se veía tan adorable.

 

Encendí en el auto y bajé la ventana para despedirme, no quería llegar tarde a mí entrevista en la universidad y tampoco que Edward llegara tarde a su vuelo de instrucción

 

-Hasta más tarde amor y cuídate- le dije amorosamente acariciando su fuerte y masculina mandíbula mirándolo directamente a los ojos.

 

-Te amo y suerte- besó mi frente y se fue.

 

Comencé a manejar a través de las calles de Pensacola con toda tranquilidad, aunque iba un poco nerviosa estaba muy confiada, algo me decía que me iría muy bien.

 

No me costó nada llegar a la universidad de West Florida con las indicaciones que me había dado mi Edward. Llegué al gran estacionamiento aparqué el auto y me bajé.

 

Le pedí indicaciones a un chico como llegar a la escuela de música.

 

Caminé por lo amplios pasillos hasta que llegué a una hermosa recepción que estaba justo antes de dos puertas madera enormes dobles con elegantes tallados, sus paredes estaban decoradas con los grandes de la música clásica.

 

Saludé a la secretaria y le avisé quien era, ella me sonrió amable y me pidió que esperara unos momentos sentada en unos cómodos sillones de cuero negro.

 

Solo esperé unos instantes, cuando la amable señora me llamó y me hizo entrar.

 

Estiré nerviosa las arrugas inexistentes de mi vestido y a paso tímido entre.

 

El decano de la escuela de música tenía un aire intimidante sentado detrás de su enorme escritorio de caoba. Me escrutaba con la mirada por encima de sus anteojos de medias lunas que resbalan por su enorme nariz. Su cabello cano y desordenado en todas direcciones, tenía un aire a Beethoven. Me saludó y me invitó a tomar asiento.

 

Con el dedo índice, acomodó sus anteojos nuevamente y observó calmo y atentamente unos papeles que me imaginaba que era mi expediente.

 

-“Excelentes calificaciones”- susurraba para sí mismo, con voz amable totalmente discordante con su aspecto severo. - “Harvard…extraño muy extraño…”-  volvía a susurrar frunciendo el ceño.

 

Luego de unos minutos cerró la carpeta y habló:

 

-Bien señorita Swan, no puedo negar que tiene unas excelentes calificaciones, pero no entiendo porque si quiere estudiar música no lo ha hecho en Boston en Berklee o ha ido a Nueva York a Julliard.

 

Me removí ansiosa en el cómodo asiento, el tenía razón nadie estudia un  año completo economía internacional en Harvard y luego de la nada quiere estudiar música y más encima en cualquier otra parte que no sea Julliard.

 

Acomodé nerviosa un mechón de cabello detrás de mi oreja para preparar mi respuesta y los ojos del señor Banner que no me perdía detalle se clavaron chispeantes en el enorme diamante que descansaba en mi mano izquierda mientras una sonrisa de compresión atravesó sus labios.

 

Comencé explicándole que había estudiado piano de pequeña, los profesores que me habían instruido y la cantidad de años que había estudiado. Que la música era mi vida y mi pasión, pero  luego cuando salí del instituto no lo pude continuar por imposición de mi padre ya que él quería que me hiciera cargo de sus empresas algún día y al ser su única hija no me quedó más alternativa que entrar a  estudiar  a Harvard.

 

Cuando llegaba a la parte de porque necesitaba estudiar aquí, me interrumpió en la mitad de mi discurso:

 

-Bueno y ahora tengo la oportunidad de estudiar lo que a mi gusta he elegido esta universidad, porque vera… en  cinco meses más me…

 

-¿No me diga que se casa con un Blue Angel?- preguntó emocionado, sin dejar de mirar mi anillo en ningún momento.

 

-Este bueno…si…mi prometido aun no decide si será uno, aun está haciendo el curso…- le respondí sin entender como lo sabía.

 

-¡Oh, no se imagina cuanto admiro a los Blue Angels! mi hijo era uno, pero ahora lamentablemente está en una misión en Irak- dijo mirando nostálgicamente una foto que estaba de espaldas a mí en su gran escritorio.

 

Se paró rodeo su escritorio, se sentó junto a mí y comenzó a hablar sin parar.

 

Al final el señor Banner terminó siendo a pesar de su duro aspecto un romántico empedernido.

 

Me dijo que le recordaba mucho a su esposa cuando recién se casaron porque al verme tenía tatuado en los ojos aquel brillo ilusionado de poder unirme al fin a la persona que amas para toda la vida  y que era más que obvio que me casaba con un piloto de combate pues no había otra forma de que terminara estudiando aquí.

 

Me contó  que él y su esposa también se habían casado jóvenes y que me comprendía a pies juntos mi decisión de seguir a Edward hasta aquí, que el amor debía ser así.

 

Sacó su billetera y mostró las fotos de su señora, de sus hijos y de sus nietos, me contó cómo se llamaban que es lo que hacían de la vida, todo, todo, como si me conociera de toda la vida, lo que se me hacia una situación de lo más divertida, ya que al final no me preguntó ninguna de las razones por las cuales me debía aceptar en la escuela de música, ni tampoco me tomó el examen correspondiente.

 

Cuando terminó su discurso me invitó a que lo siguiera amablemente y no me contó nada más.

 

Salimos de su oficina y caminamos por los amplios pasillos de piso de mármol donde hacían eco mis tacos con cada una de mis pisadas, hasta que llegamos a un gran auditorio, donde al fondo en el escenario se encontraba un gran piano de cola negro.

 

-Bueno mi querida Isabella- me dijo sonriendo amablemente- por mi ya esta mas que aceptada en la escuela de música, pero lamentablemente no podemos dejar de pasar por alto su audición.

 

Subí al escenario y me senté en el banco frente al piano, el señor Banner se sentó en una butaca justo al medio de la primera fila.

 

-Bien Isabella- me instó a comenzar- puede comenzar a tocar lo que usted quiera.

 

Aunque debía reconocer que la entrevista había ido más que bien, no me podía confiar, esta era mi oportunidad de hacer al fin aquello que tanto amaba.

 

Inspiré llenando mis pulmones de aire, apoyé suavemente mis manos en las teclas de marfil y comencé a tocar Nocturno de Chopin.

http://www.youtube.com/watch?v=MPvS0g2papI&feature=BFp&list=PLECF7ADD2F77C3F12

 

Amaba la melodía, cerrar mis ojos y perderme entre las suaves y melancólicas notas para ver aparecer en mi mente el rostro de mi hermoso ángel mirándome ilusionado el día de nuestra primera cita, el día que me dio mi primer beso justo en el mismo momento que sonaba esta hermosa canción.

 

Terminé de tocar las últimas notas acariciando suavemente las teclas de la última octava. Me sentí feliz, solo esperaba que mi interpretación y mi técnica le hubiesen parecido adecuadas al señor Banner. Me giré hacia a él sin levantarme aun.

 

El señor Banner me miraba emocionado, se paró de un salto y me aplaudió.

 

-Hermoso Isabella, muy hermoso, pocas veces me ha tocado ver y escuchar personas que tocan con toda el alma y el corazón- luego sonrió ampliamente- estoy más que complacido de tener dentro de nuestros alumnos una persona tan talentosa como usted.

 

Mi corazón se hinchó de felicidad y de un salto me bajé del escenario y sin poder evitarlo lo tuve que abrazar.

 

-Gracias, muchas gracias señor Banner- le dije de todo corazón.

 

-No me dé las gracias Isabella, usted con su  maravilloso talento se lo ha ganado. 

 

Lo había logrado, ahora ya no faltaba casi nada para que mi felicidad fuera completa, solo un poco más Bella, solo un poco mas…

 

El señor Banner me acompaño hasta donde su secretaria se despidió de mí dejándome buenos deseos y ganas de verme pronto por aquí  y me dejó con ella para comenzar con el papeleo correspondiente.

 

Pasé el resto de la mañana de un lado a otro de la universidad, llenando formularios y papeles desagradablemente burocráticos pero necesarios. Bueno debía reconocer que por lo menos me sirvió para conocer bien la universidad.

 

Mientras caminaba hacia el estacionamiento, miré mi reloj y mi estomagó rugió como si pudiese reconocer la hora que era, eran casi las dos de la tarde, poco me faltaba ya para ver a mi Edward.

 

Me subí al auto y me encaminé hacia el complejo naval.

 

Cuando llegué me estacioné donde mismo dejé a Riley y Edward esta mañana frente a la pista de aterrizaje. Me bajé y caminé en dirección de los aviones buscando a mi milagro personal.

 

Pase a tres pilotos que revisaban cada uno su avión, anotando atentos algo en una libreta, hasta que lo vi y justo en ese momento mi corazón dejo de latir, la imagen que tenía frente a mí literalmente me mató y me llevó al cielo.

 

Ahí estaba mi Edward, bajando de su avión, mil veces mejor que en mis mejores sueños sexy, arrebatadoramente sexy.

 

Observé embobada la imagen sintiéndome prácticamente como la protagonista de Pearl Harbor.

 

En el fuselaje del avión, justo debajo la ventana estaba grabado su nombre en letras blancas y claras Teniente E. Cullen y bajo este, su nombre de combate “Emperador”.

 

Cuando terminó de bajar las escaleras se giró y  se dio cuenta que estaba aquí caminó rápidamente hacia mí con su característico andar elegante y felino cual emperador y dueño absoluto del mundo, como siempre, seguro, imponente, hermoso.

 

Me sonrió con aquella sonrisa ladina que me dejaba sin aliento por unos segundo y se pasó la mano por su inexistente cabello en ese gesto tan suyo, tan malditamente sexy.

 

-Mi princesa- dijo abrazándome y ronroneando en mis labios- me parece mentira que estés aquí, te extrañé como un loco toda la mañana.

 

-Y yo a ti amor, ¿ya estás listo?

 

-Sí, voy por mi maletín de vuelo y nos vamos.

 

Y nos fuimos en dirección al departamento de Edward.

 

En el camino le conté como me había ido en la universidad y mi Edward ya no daba más de felicidad, prometió apenas estuviesen todos los papeles listos el mismo me iría a matricular.

 

Almorzamos algo ligero, ya que Edward tenía que estudiar, por más que me ofreció que se llevaba uno de los libros a la playa, para que no me aburriera aquí encerrada, no quise, no me importaba, no quería que Edward se distrajera por mí, además tenía que revisar los millones de bocetos  de vestidos de novia que había hecho Alice que tenía guardados en mi mail.

 

Me senté en la mesa que estaba en el balcón frente a la playa, abrí el notebook de Edward y me puse a revisar el enorme mail que me había mandado Alice con millones de indicaciones y como llevarlas a cabo paso, a paso.

 

Sonreí como una tonta sin poder evitarlo, mi querido duende tenía unas ideas geniales y hermosas, poco a poco ella se había ido encargado de que nuestra boda fuera un verdadero cuento de hadas. Se había empeñado fervientemente en eso ya que Edward se casaba con su uniforme de gala y ella insistía que me casaba con un príncipe.

 

De vez en cuando miraba a Edward y me perdía admirándolo mientras se veía más que hermoso todo concentrado sentado en su escritorio estudiando.

 

Perdida estaba entre los hermosos bocetos cuando…

 

-Ese me gusta- un largo y blanco dedo apareció frente a mi apuntando uno de los vestidos- se ve más fácil de sacar- anunció pícaro.

 

Cerré el notebook de golpe.

 

-¡Edward Anthony Cullen! ¿Cuánto rato llevas parado detrás mío?- dije parándome de un salto para encararlo.

 

-Solo un momento- contestó apretando sus labios para contener sus carcajadas, se notaba que llevaba mucho más que un momento.

 

-¡Dios como eres! ¡El vestido de novia es un secreto ahora tendré que decirle a Alice que haga nuevos bocetos!

 

-Amor tú y yo no tenernos secretos, además tú ya me has visto vestido como me voy a casar, es justo que yo también lo sepa.

 

-¡Pero yo quiero que sea una sorpresa!- dije enfurruñándome como niña pequeña cruzándome de brazos- así que no me importa todo lo que trates de averiguar o lo insistente y convincente que puedes llegar a ser, hasta el día de la boda no lo sabrás.

 

Edward me miró pícaro aun aguantando sus carcajadas mientras me atraía hacía a él tomándome de la cintura.

 

-¿Ya terminaste de estudiar?- pregunté para cambiar el tema, si no seguro que acababa ocupando aquellos métodos poco ortodoxos y malditamente convincentes que tenía para sonsacarme todo lo que se le ocurría.

 

-Veo que mi gatito intenta cambiar el tema, está bien, de todas maneras sabes que lo averiguaré-anunció suficiente.

 

-Alice no te dirá nada ya lo verás, y yo menos- dije arrancando de entre medio de sus brazos para entrar a su pieza.

 

-¿Para donde  crees que vas?-preguntó divertido tomándome nuevamente con ambas manos de la cintura y luego echarme a su hombro como si fuera un saco de papas entrando a grandes zancadas a su habitación.

 

-¡Edward!- grité como una loca riendo a carcajadas.

 

-¡Este gato se pone muy mañoso! ¡Creo que se merece un par de buenas nalgadas!- dijo muerto de la risa, dándome una sonora pero delicada palmada en el trasero.

 

-¡Ves te lo he dicho mil veces, eres un cavernícola, bájame!- la gritaba divertida

 

Atravesó conmigo al hombro por todo el departamento, cogió las llaves, su billetera y abrió la puerta.

 

-Y no te imaginas que quiere hacer este caverní…

 

Pero no terminó la frase, algo que no podía ver lo hizo pararse en secó y ponerme de vuelta delicadamente en el piso…Tanya

 

¡Diablos como esa maldita mujer se atrevía a venir hasta aquí!

 

-¿Que quieres?- espetó Edward seco y cortante.

 

Ella me dio una mirada envenenada “si las miradas mataran” pensé, y aunque se veía algo nerviosa habló con su estridente y desagradable voz.

 

-Perdón que me presente sin llamar, pero te traigo un recado de mi papá. El se ha enterado que tu prometida esta aquí y bueno… bueno… él quiere saber… hasta cuando se quedará para invitarlos a cenar a casa.

 

-¿Mi coronel?- preguntó Edward extrañado-¿y porque no me ha llamado él? En vez de mandarla a usted.

 

-Bueno… porque…porque…está muy ocupado… ¡sí!... ¡eso!

 

Seguía muy nerviosa y poco convincente, quizás que se traía entre manos la muy zorra.

 

-Lo siento teniente Denali, pero no le creo, una sola palabra de lo que me está diciendo, no sé qué motivo la habrá traído hasta aquí hoy, pero realmente no me interesa, tenemos hartas cosas más importantes que hacer que perder el tiempo hablando con usted, adiós.

 

Edward me tomó de la mano y comenzó a bajar las escaleras, dejándola plantada ahí.

 

Aunque quedé muy contrariada con aquella extraña visita de Tanya, traté de dejarlo pasar no quería arruinar los pocos momentos que tenía para compartir con Edward.

 

Salimos a caminar por la costanera Edward me quería mostrar algunas casas que tenía vista para nosotros.

 

Eran todas hermosas aunque a mí algunas me parecían excesivamente grandes para nosotros dos, pero el insistía que era lo mejor, me recordaba sensualmente ronroneando en mi oído que el tamaño era necesario para que cupieran la infinidad de hijos que quería tener junto a mí y tampoco se quedaba atrás recordándome como me los quería hacer y donde.

 

Entre tanta insinuación nos olvidamos de las casas y tuvimos que volver prácticamente corriendo al departamento, Edward estaba insaciable y a decir verdad yo no me quedaba atrás, no sé cómo llegamos al departamento sintiendo sus manos por todas partes.

 

Al día siguiente a pesar de ser sábado nos levantamos relativamente temprano a las once de la mañana era el espectáculo de los Blue Angels.

 

Era un día despejado hermoso, el sol brillaba en todo su esplendor, en el cielo no había ninguna nube, por lo que tendríamos una vista privilegiada de sus arriesgadas acrobacias.

 

Cuando llegamos a la base aérea, ya había mucha gente, sobre todo turistas, parecía un día de fiesta, había vendedores de globos, palomitas y algodón de azúcar, una enorme fila de niños sonrientes con sus ojitos brillantes llenos de ilusión acompañados de sus madres queriendo sacarse fotos con los pilotos arriba del avión.

 

Al ver esos pequeños niños no pude evitar imaginarme a  Edward pequeñito, adorable tomando de la mano de Esme y casi pude ver el día exacto en que el corazón de mi Edward se unió para siempre al cielo.

 

Edward parecía como siempre adivinar mis pensamientos  porque me sonrió hermosamente y me dijo:

 

-Voy a llamar a Esme.

 

Mientras Edward hablaba con Esme, nos encontramos con Riley y Charlotte. Tomamos una privilegiada ubicación y enseguida el show comenzó con los aviones despegando en perfecta formación.

http://www.youtube.com/watch?v=7tO_Sw3P5Bs&feature=BFa&list=PLECF7ADD2F77C3F12&lf=mh_lolz

 

Era realmente impresionante ver en vivo y en directo todo aquello que hacían esos pilotos.

 

Edward los miraba alucinado con sus  ojos brillantes, mientras me explicaba el nombre de todas aquellas arriesgadas maniobras “pasadas rasantes”, “loopopings”, “toneles en perfecta formación”.

 

 

La verdad yo solo veía que en cualquier momento alguno de esos aviones se caería, eran unas maniobras realmente arriesgadas. No podía evitar esconder la cara en el pecho de mi Edward muerta de preocupación y el pánico me inundaba de tan solo imaginarme a Edward haciendo eso, el reía de mi actitud con hermosas y melodiosas carcajadas acariciando y besando tiernamente mi cabeza.

 

Ya no pude mirar más cuando parecía que dos aviones iban a colisionar  de frente y después cada uno se desvió hacia un lado.

 

La gente aplaudía y exclamaba impresionada de las peligrosas acrobacias, pero yo escondida en el pecho de mi Edward solo tenía en mente una cosa no quería que mi príncipe se subiera un segundo más a ningún bendito avión.

 

-Abre los ojos gatito ya terminó- me dijo divertido.

 

-¿Edward… tu…tu…realmente quieres ser un Blue Angel?- pregunté con temor, rogando que no lo fuera, realmente no podría vivir en paz pensando que se dedicaba a eso.

 

-Aun no me decido amor- me contestó sonriendo dulcemente.

 

-Bella aunque no lo creas es lo mejor- dijo Charlotte agarrándome del brazo para adelantarnos un poco- por lo menos yo lo prefiero, a saber que está arriesgando su vida en alguna parte del medio oriente.

 

Al escuchar las palabras de Charlotte, se me vino a la mente inmediatamente  el señor Banner y su mirada pérdida mirando la foto de su hijo encima de su escritorio. Si definitivamente aquello era mucho peor y yo lo sabía, Riley también me lo había dicho, ¡Dios en que minuto se me paso por la cabeza, dejarlo venir hasta acá!

 

Poco a poco comenzó a irse la gente y nos despedimos de Riley y Charlotte.

 

¿Dónde vamos amor?- pregunté curiosa al ver que Edward me llevaba en dirección contraria al estacionamiento.

 

-Es una sorpresa amor, espera un poco ya lo verás- me contestó paciente, sonriendo tranquilizadoramente.

 

Caminamos hasta unos hangares, pero justo antes de entrar Edward sacó una especie de pañuelo negro del bolsillo de su pantalón y me vendó los ojos.

 

-¡Edward!- le reproché, mientras mi corazón comenzaba a latir como un loco.

 

Solo sentí su suave risa en mi rostro, me tomó de las manos y me ayudó a caminar unos metros.

 

-Siéntate aquí mi amor y espérame unos minutos no me tardo.

 

-Pero Edward…

 

-Y no hagas trampa gatito curioso- me advirtió, dejó un casto beso en mis labios y se fue.

 

Mi corazón latía a mil por hora pensado que cosa se le abría ocurrido ahora. Mis manos sudaban mientras me las trataba de secar insistentemente en mis jeans sentí  unos pasos que se detuvieron justo frente a mí, reconocí inmediatamente aquel inconfundible aroma era mi Edward que soltaba la venda de mi ojos delicadamente.

 

-Abre los ojos amor- me pidió tiernamente tomando  mis manos para ayudar a levantarme de la silla y me instó a dar unos pasos adelante.

 

Poco a poco los abrí y si pensaba que mi corazón ya latía desbocado, poco era en comparación como latió amenazando salirse de mi pecho al ver la imagen que tenía frente a mí.

 

Ahí estaba mi Edward sonriéndome con aquella sonrisa torcida que tanto amaba, mirándome con su penetrante y abrasadora mirada, vestido impecablemente con su buzo de vuelo, su casco tomado de una de sus enguantadas manos de forma desinteresada.

Mi mundo literalmente se detuvo…Edward me llevaría a volar…

 

¡Dios! si ayer me había sentido en Pearl Harbor hoy definitivamente me sentía en Top Gun, hasta la famosa y romántica canción juro que podía escuchar resonando  fuerte en mi interior.

 

http://www.youtube.com/watch?v=q_6x3EW3FC0

 

Edward tomó mí mano la besó y me preguntó:

 

-¿Confías en mi?

 

-Sí, siempre-contesté caminando hipnotizada atrapada en su penetrante mirada.

 

-Ya es hora que mi hermoso gatito, no tema más por mí- dijo ayudándome a subir las escaleras para ingresar al avión.

 

Apenas me di cuenta cuando Edward ya estaba junto a mí. Se acomodó en el asiento, me sentó entre sus piernas y cerró la cabina de vuelo.

 

Poco a poco comenzó a encender los sistemas del avión y yo lo miraba embelesada mientras apretaba y revisaba los infinitos instrumentos y complicados botones.

 

Tomó el mando del avión y lo puso en marcha. Comenzamos a andar lentamente por la pista hasta que Edward pidió permiso para despegar en un idioma que me era imposible  de descifrar.

 

 -Atento Emperador, pista libre ruede a discreción- le contestaron de la torre de control.

 

Esto era una soberana locura, lo sabía, ya no quería ni pensar a quien había chantajeado para tenerme aquí sentada, en un caza bombardero a punto de despegar.

 

Pero no quería pensar en nada más y la verdad ni me importaba mientras fuera con mi Edward sería capaz de hacer las más inimaginables locuras.

 

Edward apenas escuchó la orden aceleró el avión y sus motores rugieron ensordecedores, imponentes e intimidantes.

 

-Aquí vamos, no temas amor- dijo tiernamente dejando un beso en mi cabeza mientras mi espalda se pegaba a su pecho debido a la impresionante velocidad que el avión alcanzaba en solo unos segundos.

 

Y en abrir y cerrar de ojos traspasando la barrera  del sonido ya estábamos en el aire volando sobre las hermosas playas de Pensacola.

 

-¡Dios!- Exclamé en voz alta mirando todo con los ojos muy abiertos- estas cosas no pasan en el mundo real.

 

-En nuestro mundo si princesa- me contestó con su voz llena de amor.

 

Sentí su hermosa risa.

 

-Amor deja de morder ese labio inferior y te agradecería que me devolvieras mis muslos.

 

No pude más que reír junto a él no me había dado cuenta que me estaba mordiendo el labio tan fuerte que estaba a punto de sangrar y estaba aferrada a las piernas de Edward como si fuera la última tabla de salvación en el mar.

 

-Okey, pero no vayas hacer ninguna de esas piruetas que vimos hoy en la mañana.

 

-Contigo aquí no puedo amor- me contestó en un tono travieso, ¡dios ya veía que en cualquier momento nos ponía de cabeza!

 

Y justo como lo había pensado hizo girar el avión en 360º.

 

-AAAAHHHHHHH- solo pude gritar- ¡eres perverso Edward Cullen!

 

-Pero así de perverso me amas-me contestó poniéndole atención a los controles del avión.

 

Debía reconocer que la sensación de la adrenalina recorriendo tu cuerpo era peligrosamente adictiva, no existían palabras para describir la sensación de sentirse dueño  del firmamento, con razón Edward amaba volar con toda su alma. 

 

Edward nos llevó hasta una solitaria  pista de aterrizaje que terminaba justo frente al cristalino mar. Solo se podía ver a varios kilómetros de playas paradisiacas y mar, el paisaje era un verdadero sueño.

 

Con una infinita paciencia fue poniendo todos los circuitos del avión en off y una vez que estuvo todo listo abrió la cabina del avión.

 

Una fresca brisa marina acarició nuestros cuerpos provocando una agradable sensación.

 

-¿Donde estamos amor?

 

-Justo donde sueño con tenerte cada vez que aterrizó aquí- me contestó ronroneando sensualmente en mi oído, mientras sus manos acariciaban abrasadoramente mis muslos.

 

-Edward…- gemí al sentir que atrapaba lujuriosamente el lóbulo de mi oreja con sus dientes.

 

-Quiero hacerte el amor aquí y ahora- susurró ardientemente colando una de sus enormes manos dentro de mi camiseta de tiritas hasta masajear uno de mis pechos.

 

Hay dios no sé como lo hacía pero estaba a punto de tener un orgasmo y eso que aun no me desvestía.

 

Sin poderlo resistir más  me di la vuelta me senté a horcajadas encima de él y lo besé furiosamente nuestras leguas comenzaron una apasionada lucha sin ganador ni final.

 

Nuestras manos codiciosas tocaban ardientemente todo lo que tenían a su alcance, mientras yo  baja el cierre de su buzo de vuelo él intentaba quitarme mi pantalón.

 

Reímos como dos tontos al ver las maniobras que tuvimos para hacer solo para quitarnos parte de nuestra ropa.

 

Pero una vez que las partes esenciales ya estaban al descubierto sin dudar y sin más preámbulos nos fundimos en un solo amor en una sola pasión, en un solo ser.

 

Observamos abrazados en un perfecto silencio el hermoso paisaje hasta que el sol comenzó a caer en el firmamento y llegó la hora de regresar.

 

-Gracias amor, nuevamente me has regalado un recuerdo imborrable para toda la vida.

 

-Solo lo que te mereces mi hermoso gatito, gracias a ti por permitirme compartir contigo mi sueño, por permitirme regalarte un pedacito de cielo- me contestó emocionado mientras nuevamente despegaba el avión.

 

En unos pocos minutos nuevamente estábamos en la pista de aterrizaje de la base aérea de Pensacola.

 

Pasamos un día realmente hermoso, enamorados y más felices que nunca volvimos al departamento de Edward.

 

Cuando llegamos al edificio nos encontramos  en las escaleras con unos de los pilotos, un tal Laurent que venía con un enorme libro en sus manos.

 

-Qué bueno que te encuentro Edward, justo iba a tu departamento, necesito que por favor me expliques esto- abrió una de sus páginas y algo le mostró.

 

-Amor puedes adelantarte, en unos minutos estoy junto a ti, como primera antigüedad mi deber es enseñarle lo que no entiende- me explicó escuetamente- por mientras piensa que quieres comer.

 

-Si Edward no hay problema amor, no te preocupes- le di un casto besó, me despedí de Laurent y seguí subiendo las escaleras hasta el cuarto piso.

 

A penas entre al departamento fui directo a darme una relajante ducha. Una vez estuve lista me envolví en una toalla y salí del baño, tomé el notebook de Edward y me senté en la cama

 

Quería ver si podía hablar con Alice la extrañaba mucho y además quería ver las fotos de sus vacaciones en Francia.

 

En eso estaba cuando apareció Edward.

 

-¿Qué haces princesa?

 

-Nada, quiero ver si puedo hablar con Alice y ver las fotos de sus vacaciones, la extraño.

 

-¡Qué bien! si logras hablar con ella me avisas yo también la quiero saludar, me ducho rápido y vemos que comemos ¿sí?

-Si amor, no demores muero de hambre.

 

-Está bien, no me demoro nada.

 

Y se metió al baño a toda velocidad.

 

Pinché el ícono de Facebook que estaba en los favoritos. Apenas abrió la página escribí mi mail  gatitoenfurruñado@hotmail.com  y mi clave “bellacullen” he ingresé.

 

Inmediatamente me fui al muro de Alice para ver si encontraba alguna novedad de su viaje cuando un aviso apareció en el lado izquierdo de la pantalla.

 

“Se ha etiquetado a Edward Cullen en la foto de Tanya Denali al álbum “cumpleaños de mi Eddie”

 

La sangre me hirvió de rabia e inmediatamente pinché el enlacé.

 

Mis ojos no daban crédito a lo que estaban viendo. La maldita de Tanya salía de adentro de una enorme torta vestida como la zorra que era, bailándole con poca ropa a “mi” Edward y él ni tonto ni perezoso observando el espectáculo.

 

No me importaba que Edward se viera realmente enojado en la foto, lo sabía ya que se tomaba firmemente el puente de su nariz.

 

Me molestaba por sobre manera que le haya seguido su juego ¡si hasta fotos soplando las famosas velas habían! y aun más me enfurecía que nuevamente no haya confiado en mí para contarme… apuesto mi vida que esta es la  famosa fiesta donde fue el otro día…

 

Pero esta vez, las cosas no serían tan fáciles, no señor, esta vez sí que me escucharía, ya no habría más tímida y sensible Bella, con cuantas sorpresas más me encontraría.

 

-Estoy listo amor- dijo saliendo del baño con una toalla atada a sus caderas y con otra secándose el pelo con una de sus manos-¿pudiste encontrar a Alice?

 

-¡Edward Cullen!- exclamé furiosa- me puedes decir ¡QUE DIABLOS SIGNIFICA ESTO!

 

 

 

 

 

¿Qué les pareció? Espero sus votitos y comentarios que son los que me ayudan a seguir J

 

Vieron que no demoré tanto esta vez!!!!

 

Chicas estoy un poco triste, en el capitulo pasado, tuve pocos comentarios que les paso? No les gusto el cambio de Edward???

 

Espero que esta vez tener alguna reacción, realmente me hacen muy feliz sus comentarios, para las que escribimos sabemos que es algo muy gratificante, por último para saber que apesta.

 

Vero: espero te guste lo que me pediste, jajaja ¡!! No me quedo muy apasionado, más bien tierno, pero bueno asi me salió.

 

 PD:Les  dejo la foto  de Bella cuando llega a ver a edward

 

Las quiere

Sol

Capítulo 19: Corazón de Hielo Capítulo 21: Promesas Rotas

 


 


 
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