Capitulo 16: Mi corazón siempre será tuyo. Parte 1
Bella’s Pov
— ¡Belly, vamos es divertido! —me llamó Emmett haciendo ridículas poses mientras se deslizaba por el hielo intentado imitar a un patinador de hielo profesional.
Esta sentada en la orilla de la pista de patinaje observando cómo mis amigos se divertían, pero aun no me animaba, llevaba más de diez minutos aquí sentada con los patines puestos y aun no tomaba el coraje para deslizarme por el hielo.
Me gustaba mucho observarlos. Alice y Jasper patinaban tomados de las manos como dos enamorados un poco más alejados de la gente, Rose hacia hermosas figuras en el hielo con su elegante patinar y Emmett bueno era Emmett que patinaba feliz cantando una canción de navidad.
Faltaban tres días para navidad, toda la ciudad estaba perfectamente decorada, el feliz ambiente navideño se podía respirar en el aire. Las vacaciones de fin de año ya habían comenzado y hoy cumplía tres meses junto a Edward, con el que ya llevábamos un mes de un ir y venir de Newport, donde estaba la base de la armada.
Por lo menos ahora nos veíamos todos los fines de semana, aunque seguía siendo difícil era más llevadero que la vez anterior cuando se fue un mes a Chicago. Edward me llamaba cada vez que tenía un momento libre y todas las noches conversábamos por skype hasta que me quedaba dormida, ya que aun no me resignaba a no poder dormir protegida entre sus brazos, respirando su perfecto perfume, escuchando los fuertes latidos de su corazón.
Edward llegaba mañana, y yo estaba más que ansiosa porque estuviese aquí, ya que aunque fueran solo cinco días sin verlo, para mí, parecían una eternidad, una tortura sin consuelo y sin razón; lo necesitaba para respirar lo necesitaba para vivir. Todos los días intentaba ser fuerte, me costaba mucho, pero por él, me obligaba a serlo.
Estos tres inolvidables meses habían sido los más felices de mi vida hasta el minuto, a veces me parecían casi irreales, nuestra relación había avanzado más que rápido, casi a la velocidad de la luz, sentía como si hubiese estado toda mi vida junto a Edward y por supuesto que tenía muy claro que ahora me sería imposible vivir sin él.
Un amor fulminante fue el que nos golpeó con fuerza. Nos amamos intensamente desde aquella noche en que nos reencontramos en el club y ahora, parecíamos una pareja de recién casados. Bueno por lo menos los fines de semana que era cuando tenía el permiso de Charlie para quedarme “supuestamente” en la casa de los Cullen ya que obviamente el resto de la semana seguía viviendo en mi casa.
Edward era perfecto, tierno, atento, amoroso, apasionado, quizás un poco celoso, bueno muy celoso, tan intenso que cuando tomaba una decisión llegaba hasta las últimas consecuencias y quizás por eso todo había avanzado a pasos agigantados en tan poco tiempo.
Estábamos más que locos por que pasara el tiempo rápido, por qué Edward terminara pronto el curso de piloto, para poder estar juntos al fin, para poder casarnos he irnos a Florida, pero para eso quedaba mucho tiempo aun, por lo menos era un año, en que tendríamos que vivir esta situación ya que en tres meses más venía la peor e innombrable parte, cuando mi Edward se fuera definitivamente.
Mi corazón se rompía en mil pedazos de solo pensarlo, las incontenibles ganas de llorar sin consuelo me atacaban sin compasión y aunque Edward me había prometido que dentro de lo que pudiéramos nos veríamos todos los fines de semana en Boston o en Pensacola, para mí no era lo mismo ya que Edward no estaría a una hora y media de casa, si no a unos interminables dos mil kilómetros.
Ya quería que llegara mañana, estaba esperándolo muy ilusionada, había decorado de manera hermosa nuestro departamento como sorpresa para él. Con Alice y Rose nos habíamos vuelto locas comprando adornos navideños y si, debo reconocer que esta vez lo disfruté, es que amaba la navidad con toda el alma, era mi época preferida del año junto con la primavera. Así que solo me faltaba decorar el árbol de navidad ya que eso quería que lo hiciéramos juntos y mi Edward como el rey de la casa hiciera los honores de colocar la estrella en la punta del pino, además que si lo hacía yo, lo más probable es que cayera de la silla.
El día veinticuatro cenaríamos todos en familia en casa de los Cullen, junto con Charlie y Renée, después ellos partirían a Francia a pasar el año nuevo con mi abuela Marie. Gracias a Dios yo me quedaría aquí, ya que Renée convenció a Charlie para que me quedara con los Cullen, por supuesto que ella sabía que me quedaría en el departamento con Edward.
Aun recuerdo su cara el día que la llevamos a conocerlo, creo que aun estaba sin palabras, solo se llevaba la mano a su pecho y repetía una y otra vez “¡Dios hijita como te ama Edward!” “ya no veo la hora, para que se casen” “¡Oh, tendré que empezar a convencer a tu padre desde ahora de la idea!” “¡tengo que hablar con Esme!”
— ¡Cuñadita! —Me llamó Emmett pasando delante de mí dando una ridícula voltereta en el aire— ¡ven! —Me volvió a llamar mientras cogía a Rose en brazos y le daba vueltas riendo a carcajadas cantado “Jingle bell rock” se veían tan divertidos y felices.
No pude más que reír, era tan divertido mi hermano oso.
Ya quisiera ver la cara que tendría Edward al verlo hacer esas cosas y por supuesto reí aun más fuerte al imaginar su seño fruncido y enfurruñado, logrando que las personas que estaban sentadas al lado mío me miraran como si estuviese loca.
Como niña pequeña les quedé mirando fijamente y les saqué la lengua por entrometidos, me armé de valor y me deslicé por el hielo, hacia donde estaban Rose y Emmett ya que Alice y Jasper aun estaban muy lejos.
Iba patinando con mucho cuidado de no caerme, solo me faltaban unos pocos metros para llegar donde Emmett y Rose, cuando me distraje mirando a unos hermosos niños a los cuales les enseñaba a patinar su mamá. Como era de esperarse fue una pésima idea, ya que mi inevitable torpeza tenía que salir a relucir, resbalé hacia atrás, por lo que solo atiné a cerrar mis ojos y aguardar el inevitable golpe en mi trasero, pero el golpe nunca llegó, unos desconocidos y fuertes brazos me tomaron de mi espalda antes de caer.
Cuando estuve bien estabilizada levanté mi vista para poder ver quien me había ayudado.
Era un chico muy guapo, nunca tan hermoso como mi Edward, pero muy apuesto. Tenía el pelo castaño, unos intensos ojos azules y era muy alto, su mirada era amable y me sonreía mostrándome todos sus blancos y pulidos dientes.
—Hola, ¿Isabella cierto? ¿Te encuentras bien?
—Hola…eh…si, gracias —contesté dudosa pensando de donde me conocía.
— ¡Oh! Perdón, no me he presentado. Soy Thomas Moore, somos compañeros en la universidad —aclaró sonriente, ofreciéndome su mano para que la estrechara.
Lo miré unos instantes, no recordaba haberlo visto antes, pero se veía un chico muy simpático y me inspiraba confianza.
— ¡Hola Thomas! —devolví el saludo tomando su mano—Disculpa es que hace poco que me cambié de curso y no conozco a muchas personas aun y por favor solo dime Bella.
—Okey Bella, no hay problema, ha sido un gusto para mi ayudarte y así poder conocerte al fin.
—Gracias —le contesté sonrojada— es que no soy muy coordinada que digamos —confesión que lo hizo reír a carcajadas.
—Así veo. ¿Necesitas ayuda? ¿Quieres patinar conmigo? —preguntó tendiéndome su mano.
Cuando iba a contestarle que era muy amable y se lo agradecía, pero que andaba con unos amigos lo vi…Edward.
Ahí estaba mi perfecto dios griego venido desde el mismísimo Olimpo para alegrar aun más mi paraíso personal, siempre hermoso, me observaba desde la orilla de la pista de patinaje.
Como siempre mi corazón latió desbocado al tener su presencia frente a mí, tenía su ceño fruncido y sus penetrantes ojos verdes miraban con cierta fiereza a Thomas, era tan celoso y protector mi adorado Edward. Le sonreí para demostrarle que todo estaba bien, que estaba más que feliz que estuviera aquí, mientras el comenzaba a acercarse a nosotros con su elegante caminar por la pista de hielo.
— ¿Bella? —me llamó Thomas para sacarme de mi estado de estupor.
— ¡Oh! Sí, perdón Thomas, pero ya me tengo que ir, llegó mi novio, nos vemos en la universidad. ¡Adiós y gracias! —le dije esto último casi gritando a lo lejos, ya que había comenzado a patinar hacia Edward.
Traté de patinar lo más rápido que pude para acortar la distancia que nos separaba, sonriendo como una loca, aun no podía creer que Edward estuviera hoy aquí. El por su parte, no le importó nada que no se pudiera caminar en la pista de patinaje con zapatos, siguió caminado hacia a mí, mirándome como si me fuese a caer y a quebrar en mil pedazos.
Cuando estuvimos lo suficientemente cerca abrió sus brazos para recibirme feliz y protegerme entre ellos.
— ¡Edward! ¡Qué sorpresa! ¿Amor que haces hoy aquí? —lo saludé colgándome de su cuello y besando dulcemente sus labios.
—Hmm, si quieres me voy…—dijo haciendo un tierno puchero— como estás tan bien acompañada…y yo que quería darte una sorpresa.
— ¡Oh! vamos amor, no seas así. ¿Quién viene llegando de Newport? ¿Mi hermoso y amando novio Edward Cullen? ¿O el celoso cavernícola Edward Cullen? —le pregunté bromeando para que cambiara su humor, mientras me colgaba totalmente de su cuello para que me levantara del piso y poder abrazarlo con piernas y brazos como un koala.
—Edward Cullen —contestó sin ningún rastro de emoción en su voz, intentando parecer sentido, pero no lo estaba, pues me había levantado del piso y ahora lo tenía abrazado como yo quería.
—Perfecto, ese es el nombre que quería escuchar —continué sin prestarle atención a su enfurruñamiento— el de mi hermoso novio que me ha dado la más hermosa de las sorpresas y que ahora mismo me dará un beso apasionado.
Al fin logré que me sonriera con esa sonrisa torcida que me robaba el aliento y paraba mi corazón. Nos fundimos en un largo y apasionado beso sin importar que el lugar estuviera lleno de gente, beso delicioso que realmente debiese estar prohibido para las locas enamoradas como yo. Lamentablemente nos tuvimos que separar cuando nos faltó el aire.
—Feliz cumple mes princesa —dijo dejando un dulce beso en mis labios.
—Feliz cumple mes amor, te extrañé —le contesté acariciando su cabello.
—Y yo a ti, por eso apenas terminaron las clases me vine manejando como un loco hasta aquí.
—Y mañana amor, ¿no tienes clases? ¿Vienes por un rato? —pregunté curiosa, ya que no me había mencionado nada de que volvería antes.
—Yo no —contestó sonriendo orgulloso de sí mismo— mañana hay examen de meteorología y navegación y como tengo las mejores notas me he eximido, por eso pude regresar antes hoy.
— ¿Y cómo pronostica el clima para estos días Alférez Cullen? —pregunté coqueta.
—Muy felices junto a mi hermosa novia —aseguró besando la punta de mi nariz, tomándome de la cintura para darme vueltas por el aire
— ¡Edward! —Reí como una loca— ¡estamos en el hielo! ¡Nos caeremos! ¡Estas sin patines!
— Amor ¿crees que te dejaría caer? —dijo riendo junto a mí, depositándome en el piso con cuidado y tomado mi mano para ayudarme a salir de la pista de patinaje.
—No, la verdad no —contesté sinceramente, tenía más que claro que en sus brazos siempre estaría segura.
—Por cierto amor, aun no puedo creer que hayas aceptado venir a patinar en hielo, cuando hablé con Alice apenas me lo podía creer, ¿quién te ha convencido?
— ¡Uf ni lo nombres! Ves al oso que viene ahí, cantado muy feliz —acusé a Emmett.
—Jingle bell, jingle bell, jingle bell rock. Jingle bells swing and jingle bells ring. Snowing and blowing up bushels of fun, now the jingle hop has begun. ¡Hermanito!
Llegó Emmett junto con Rose tomados de las manos patinado hasta nosotros, para luego abalanzarse sobre Edward en un efusivo abrazo.
— ¡Emm, no puedo respirar! —lo regañó Edward.
Rose y yo estábamos muertas de la risa de la cara que tenía Edward, al ver que Emmett no lo soltaba, hasta lo levantó del piso con su abrazo de oso.
— ¡Ups! perdón hermanito es que estoy muy feliz de verte, llegas justo a tiempo, si te demoras unos minutos más, te roban a tu novia —bromeó Emmett, le encantaba picarlo.
¡Diablos! ¡Por qué tenía que recordárselo!
Ya había logrado que se le pasara el enfurruñamiento, aunque conociendo a Edward no lo dejaría pasar. Decidí que lo mejor era defenderme en el momento.
—No me ayudes tanto Emmett —lo regañé— no le hagas caso amor, solo era un compañero de la universidad.
—Hmm, un compañero que te invitaba amablemente a patinar.
— ¡Edward! —gritó Alice unos metros más allá, emocionada al ver que había llegado su amigo, para luego acercarse junto con Jasper a nosotros.
Suspiré de alivio, me había salvado mi querido duende.
— ¡Hola Tink! —Saludó Edward dándole un cálido abrazo y un beso en la mejilla cuando Alice llegó hasta nosotros— Hola Jasper ¿Cómo estas hermano?—saludó abrazándolo también.
— ¡Edward! hermano al fin llegas. Te esperábamos, tú eres el único que puede separar al trío infernal de las compras navideñas.
— ¿Trío infernal? —preguntó mi Edward extrañado.
—Sí, hasta Bella se les ha unido, también se ha vuelto loca comprando esta semana.
—Jasper no fue para tanto, no seas exagerado solo fueron unas compritas nada mas —le rebatió Rose restándole importancia.
— ¡Compritas! —exclamó Emmett riendo fuertemente— por favor osita, si en el Jeep de Belly las bolsas se llegaban a salir por las ventanas, no sabía si estaba manejando un paquete de regalo o Bella.
— ¡Emmett! —gritamos las tres juntas para callarlo, estaba a punto de echarme a perder la sorpresa.
Edward miraba entretenido nuestra discusión, pero de vez en cuando entrecerraba sus ojos observándome, estaba curioso por mis “extrañas” y compulsivas compras, pero no me sacaría palabra hasta que llegáramos al departamento.
— ¿Princesa de verdad? eso sí, que no me lo puedo creer. ¿En qué andas Bella? —indagó algo receloso.
—Eh… ¿yo?…en nada, en que podría andar Edward, sabes bien que no me gusta comprar —le contesté inocentemente con mi mejor sonrisa.
—Pero Belly, si tú con el duende y mi Rosie estuvieron…
— ¡Emmett! —Lo corté— ¡silencio! —el muy bobo había terminado de meter la pata.
Edward decidió cambiar el tema.
—Vamos amor, comienza a nevar, no quiero que te enfermes ¿andas en tu Jeep? —Preguntó estrechándome hacia él y besando mi frente, luego susurró en mi oído con voz sensual- sabes que no lo dejaré pasar- mientras atrapaba el lóbulo de mi oreja con sus dientes.
Sonreí negando con la cabeza, sabía que esa sería su forma de extorsión. Le contesté como si nada para seguir con la conversación.
—No, me trajo Alice y Jasper, mis cosas están en el Porsche.
—Chicos nos vamos, me rapto a esta hermosa doncella, solo para mí.
— ¡Pero Edward, si acabas de llegar! —le reprochó Alice.
—Lo sé Tink, pero estoy cansado, ya quiero llegar a casa.
—Mmm cansado, se le dice ahora…
—Adiós chicos, nos vemos el sábado —se despidió Edward de todos sin hacer caso a los comentarios en doble sentido de Emmett.
Fuimos al Porsche de Alice por mis cosas y después nos fuimos a nuestro departamento.
Cuando llegamos ayudé a bajar las cosas de Edward del Volvo.
Si yo creía que había ido de compras, por lo visto Edward también lo hizo, solo que mi querido novio había ido nada mas, ni nada menos que a Tiffany. Mi corazón latió desbocado al ver las bolsas, amenazando con salirse de mi pecho... ¿Será posible que me haya comprado…? Sacudí mi cabeza para sacar esos pensamientos de mi mente aun era muy pronto para eso.
Edward pareció notarlo porque me sonrió de manera tímida y hermosa, como pidiendo disculpas.
—Son para Esme —aclaró mis dudas, cuando subíamos al elevador.
— ¡Oh! quiero verlas ¿puedo? ¿Qué le compraste? —pregunté curiosa, aun tenía la esperanza de que fuera aquello que yo imaginaba.
Edward abrió sus ojos como platos y se pasó las manos por el pelo nervioso… ¡lo sabía! ¡Sí! ¡había algo más!..., pero recompuso rápidamente el gesto y atacó de vuelta, soltó su maleta y se acercó a mí como un felino acechando su presa, tomándome posesivamente de la cintura y pegándome a unas de las paredes del elevador, mientras estiraba su mano y apretaba el botón de stop para detenerlo.
—No pienses que me distraerás con tus preguntas gato curioso, aun no me dices que estuviste comprando tanto toda la semana —susurró sensualmente con sus labios pegados a los míos, luego atrapó mi labio inferior con los dientes y me tomó posesivamente del trasero para pegar mi intimidad con la suya, a esas alturas ya me había olvidado hasta de respirar.
Sus labios recorrieron toda la extensión de mi cuello, mientras mis manos se colaban por debajo de su ropa para acariciar su espalda, una de sus manos tomó una de mis piernas y la acomodó en una de sus caderas mientras empujaba hacia delante rozando nuestros sexos con ardor.
Nuestros labios se juntaron en un beso apasionado, furioso, necesitado ¡Dios! si seguíamos así terminaríamos haciendo el amor aquí mismo, y yo quería que viera la sorpresa primero, además por mucho que lo haya logrado sabía lo que estaba haciendo, distrayéndome para que no lo bombardeara de preguntas.
Decidí que era mejor detener la situación.
—Edward —susurré en sus labios, mientras él, volvía a atrapar los míos con pasión.
Enredaba su lengua codiciosa con la mía, ¡Dios! Otra vez me estaba olvidando de respirar, hasta me estaba haciendo olvidar mis pensamientos con aquellas manos expertas que recorrían mi cuerpo sin compasión
¿Siempre sería así? ¿Siempre tendría ese efecto tan abrumador en mí?
—Edward —lo volví a llamar con algo más de convicción.
—Mmm —ronroneó sobre mis labios.
—Amor para —supliqué en un necesitado gemido, cuando una de sus manos comenzaba a colarse dentro de mi pantalón —por favor.
Al escuchar el por favor, se separó inmediatamente de mi. Arregló mi ropa, la suya y apretó nuevamente el botón de stop para que el elevador continuara su camino.
—Lo siento, es que me vuelves loco princesa lo sabes.
—No lo sientas amor —dije dejando un dulce beso en sus labios— solo quiero que primero veas mi sorpresa, después podemos continuar lo que comenzamos aquí.
—Ya lo estoy deseando —contestó ronco, con su sonrisa torcida, mi favorita.
Nos bajamos del elevador y caminamos por el pasillo hasta la puerta.
— ¿Muérdago? —preguntó curioso cuando se fijo que arriba del umbral de la puerta estaba colgando este.
—Para la suerte y el amor eterno ¿Me besas?
—Encantado mi amor.
Besó dulcemente mis labios mientras me tomaba de la cintura y entrábamos al departamento.
Cuando entramos, nos sacamos los abrigos y caminamos por el pasillo del hall de entrada, Edward dejó las llaves del Volvo y su billetera en el arrimo y con lo primero que se encontró fue con dos figuras de unos renos con gorritos navideños, arriba de este.
Los observó, abrió sus preciosas esmeraldas como platos y luego sonrió de una manera muy tierna y susurró… las compras… Como niño pequeño al cual le dan su regalo de navidad abrió las puertas de cristal que daban al living de un tirón, tomó mi mano cariñosamente y me llevó casi corriendo a su interior.
Se quedó observando en silencio unos minutos, su cara era impagable, sus ojos brillaban de manera intensa reparando en cada detalle, en los adornos, en las botas colgando de la chimenea con nuestros nombres, luego se giró hacia mí y me observó unos instantes con su abrasadora mirada.
— ¡Amor, te ha quedado hermoso! —Exclamó tomándome de la cintura y dándome vueltas por el aire, para luego bajarme y llenar mi cara de besos.
—Gracias.
—No, gracias a ti gatito, ha sido una hermosa sorpresa, pero me hubiese gustado arreglar el departamento contigo —se quejó haciendo un tierno puchero.
—Aun puedes —le contesté indicándole el árbol de navidad— te esperaba a ti para que me ayudaras con lo más importante. ¿Quieres hacerlo ahora o más tarde?
—Ahora —dijo con una sexy voz, sonriendo muy pícaro mostrando todos sus perfectos y relucientes dientes.
Yo ya me hacia una idea de ese “ahora” me estremecí de solo pensarlo. Aun no sabía cómo me había contenido en el elevador, si ya quería olvidarme de decorar el pino y que me hiciera el amor en este mismo instante, pero algo me decía que si seguía su juego sería mucho más interesante. Así que fuimos al closet que había en el pasillo a buscar resto de los adornos faltantes.
Me alcé en la punta de mis pies para tomar la caja que había dejado un poco más arriba, cuando sentí que Edward se paraba detrás mío, pegando su pecho a mi espalda, sus manos acariciaron ardientemente mis muslos subiendo tortuosa y lentamente, cuando llegó a mis caderas me acercó más a él, pegando su enorme erección en mi trasero, lo que hizo que soltará un incontenible gemido al notar como estaba. Siguió su camino de abrasadoras caricias por mis costados hasta llegar a mis pechos los cuales apretó suavemente por encima de la ropa pasando sus pulgares por mis pezones, luego siguió su camino por mis brazos hasta ayudarme a tomar la caja, para susurrar seductoramente en mi oído:
— ¿Te ayudo amor?
—En todo lo que tú quieras —respondí casi suplicando que me ayudara en este instante, pero con lo que él estaba provocando, me estaba haciendo arden en llamas.
Pero por lo visto Edward quería seguir jugando, ya que sin separarse de mí nos llevó hasta el living, mientras iba dejando un camino de húmedos y excitantes besos por todo mi cuello, sus caricias eran tan abrumadoras que ni siquiera me di cuenta cuando ya estábamos enfrente del árbol y puso la caja en el suelo.
Nuestro sensual juego comenzó casi tímido, comparado con las ardientes caricias del pasillo. Cada vez que sacábamos un adorno de la caja nos besábamos apasionadamente, pero de forma tierna, nuestras miradas se conectaban de forma hermosa expresando todos los sentimientos que flotaban en el aire, amor, pasión, deseo, felicidad, nuestras manos recorrían nuestros cuerpos reconociéndose, reencontrándose una vez más, era una situación de perfecta complicidad.
— ¿Te dije lo hermosa y sexy que te ves hoy? —susurró en mis labios con su aterciopelada voz, acariciando la piel de mi espalda con sus suaves y fuertes manos.
Sus labios bajaron por mi mentón, para recorrer mi cuello en un apasionado y ardiente beso, para terminar dándome una pequeña mordida que me excitó aun más si es que se podía.
—No —respondí apenas, echando mi cabeza hacia atrás, rindiéndome a sus caricias mientras mis manos comenzaban a desabotonaban su camisa.
—Sexy, sexy, sexy. Demasiado sexy para tu propia seguridad —ronroneó con voz ronca, sonriendo, quitando mi sweater junto con mi camiseta.
—Mientras mi seguridad corra peligro en tus brazos, quiero correr peligro todos los días mi amor —contesté con una sensual sonrisa deslizando su camisa por sus brazos para dejarla caer al suelo a hacerle compañía a mi ropa.
Nos volvimos a besar furiosamente, nuestras lenguas danzaban deliciosamente en busca de ese roce perfecto. En un rápido movimiento me dio la vuelta, se agachó un poco para tomar otro adorno y pegó mi espalda a su pecho, acarició uno de mis brazos con la yema de sus dedos y unió su mano con la mía para colgar el adorno juntos, en una de las ramas del árbol, luego pasó sus manos abrasadoramente por mi cintura, subió hasta mi pechos hasta llegar a los tirantes de mi sostén que deslizó cariñosamente por mis hombros besándolos, una de sus manos me lo sacó con maestría.
Ya casi terminábamos, solo quedaba la estrella y por lo que se veía nos estaba quedando hermoso, aunque la verdad no estaba muy segura debido al excitante juego, mañana tendría que observarlo con más calma.
Me di vuelta nuevamente para acariciar su fuerte y marmóreo pecho, Edward cerró los ojos disfrutando del contacto. Poco a poco fui bajando para delinear con la yema de mis dedos sus perfectos y marcados abdominales. Sus labios buscaron los míos en un beso necesitado, lujurioso, mientras sus manos acariciaban mis pechos dándole enloquecedores apretones a mis pezones.
Se separó un poco de mi y tomó la estrella, luego me tomó en brazos pasando mis piernas por su cintura, tomó una de mis manos y estiró nuestros brazos juntos hasta llegar a la punta del árbol para colocar la estrella. Edward me observó un momento con sus hermosos ojos profundos como el mar atravesando mi alma con su penetrante mirada y me sonrió de una hermosa manera.
—Siempre juntos, amor, ¿recuerdas?
—Si —le contesté sonriendo feliz. Me estremecía el alma, como me amaba Edward, eran tan adorable, tan perfecto.
—Y ahora —sonrió de una manera malditamente sexy— prepárate amor, porque me tienes vuelto loco desde que te vi en la pista de patinaje— y se fue corriendo conmigo en brazos hasta el comedor.
Abrió las puertas como un poseso corrió una silla y me sentó en la mesa del comedor.
— ¿El comedor? —pregunté curiosa.
—Esta parte del departamento, aun no la inauguramos amor — contestó sonriendo travieso con voz ronca, quitándome la botas y luego el pantalón junto con mis bragas de un solo tirón.
— ¡Edward! —Exclamé riendo a carcajadas.
Se sacó sus tennis y sus jeans junto con su boxer a una velocidad increíble y se posicionó entre mis piernas. Me tomó del trasero y me acercó a él para rozar la punta de su miembro en mi húmeda intimidad, con ese leve roce me sentí desfallecer, me sentí en el mismo cielo.
—Ya no aguantó un segundo más sin hacerte mía mi amor —dijo mirándome directamente a los ojos con su penetrante mirada.
Dicho esto me penetró suave y de una estocada. El rocé era perfecto, delicioso, me encantaba como me tomaba fuerte de mis caderas para penetrarme más adentro, más profundo.
— ¡Oh! ¡Dios Edward!
—Bella…
Sus labios buscaron mis pechos, a los cuales le dio enloquecedoras lamidas, mientras mis manos se aferraban fuerte a su esculpida espalda.
Edward realmente era un maestro en el arte de amar, nunca tendría suficiente de él, cada caricia, cada embestida, cada beso, cada roce eran simplemente perfectos, me hacían sentir en el paraíso, sentía que podía tocar el cielo con mis manos.
Me separé un poco de él y apoyé mis manos en la mesa, para observar cómo me hacía el amor.
Era una imagen simplemente irreal, hermosa. Todos sus músculos en tensión con el vaivén de sus movimientos, sus ojos convertidos en dos luceros de fuego que me hacían arder con una sola mirada, pequeñas gotas de sudor cayendo despacio por su perfecto y esculpido pecho, sus labios entre abiertos de los cuales se escapaban roncos y excitantes gemidos, su rostro distorsionado de placer, era un verdadero dios y ahora era “mi” dios del sexo y jamás volvería a ser de nadie más.
Esa repentina sensación de posesión animal hizo que me levantara otra vez y me aferrara a él con piernas y brazos, con todas mis fuerzas, mientras sus embestidas se hacían cada vez más urgentes y profundas, sus fuertes brazos rodearon mi cintura. Nuestros gemidos cada vez eran más fuertes.
Quería que morir en sus brazos de placer, quería fundirme en su ser, ¡Dios como lo amaba!, ya no aguantaba más, necesitaba ver las estrellas.
—Te amo —gemí en su oído— Edward…mas….mas….
— ¡Dios amor! Como te extrañé —dijo en un ronco gruñido acelerando sus movimientos.
La necesidad que teníamos el uno por el otro era perturbadora, pronto cegados por la ardiente pasión, nos movimos como dos perfectas piezas de ajedrez listas para dar el jaque mate necesario, para apagar el fuego que quemaba en nuestro interior.
Las embestidas de Edward, se volvieron rápidas, casi desesperadas, su roce era el mismo cielo y así juntos pronto llegamos a un majestuoso y prolongado orgasmo gritando juntos nuestros nombres.
— ¡Edward!
— ¡Bella!
Permanecimos abrazados por unos instantes, acariciando nuestras espaldas, mirándonos por instantes inconmensurables a los ojos, besando tiernamente nuestros labios. Lentamente se fue separando de mí, me dio un último y dulce beso en mis labios y me tomó de la cintura para ayudarme a bajar de la mesa.
Recogimos nuestra ropa tomó de mi mano y salimos del comedor en dirección a nuestra pieza.
— ¿Y el peludo? —preguntó por Emmy besando tiernamente mis labios, para luego dar un gran bostezo.
—Esta con Esme, es un consentido, me llamó esta mañana para preguntarme si lo podía tener por el día, ya la colección de dinosaurios está llegando a niveles insospechados, no quiero pensar el día que sea un niño de verdad —dije rodando mis ojos y negando con la cabeza de tan solo imaginarlo.
—O una niña de verdad —rebatió y me miró con sus ojos llenos de ilusión— y tu no digas nada, pues le pones nombres a sus dinosaurios, Dino, Coco, Rex…. —me acusó divertido volviendo a bostezar.
—Pero “yo”, le pongo nombre para poder diferenciarlos, no como cierta persona que todos los fines de semana le trae un dinosaurio diferente —le contesté con sarcasmo para defenderme, mientras Edward bostezaba nuevamente— estás cansado amor, ¿por qué no te duchas y luego te acuestas a dormir un rato? ¿Quieres que te acaricie la espalda como a ti te gusta?
—Si la verdad un poco, ha sido una semana dura —entornó sus ojos pensando algo— tengo una mejor idea, ¿nos damos un relajante baño en la jacuzzi y me acaricias la espalda como a mí me gusta?
—Me parece una excelente idea —contesté colgándome de su cuello y besando sus labios— ve a guardar tus cosas y yo preparo el baño. Me fui directo al baño a preparar todo, la temperatura del agua perfecta, sales, burbujas y encendí unas velas con olor a vainilla, cuando tuve todo listo fui en busca de Edward. Lo encontré a dentro del vestidor encaramado en la parte más alta del closet, en aquella parte que él sabía que yo jamás alcanzaría, entonces lo recordé…
Con la emoción de mostrarle mi sorpresa, mas el ardiente encuentro en el comedor, había logrado lo que él quería, que olvidara, pero solo por un momento de las bolsas de Tiffany…
La curiosidad me mataba ¿Cómo lo haría para alcanzar esa parte del closet? ni siquiera con una silla llegaría… ¡Bella!... Me reprochó mi ángel bueno… ¡no le arruines la sorpresa a Edward!…
Si te subes a los cajones y luego a las repisas las podrías alcanzar y ver si es eso, con lo que tanto sueñas…me recomendó mi ángel malo, y por primera vez en la vida esta vez le haría caso, aunque me diera un buen golpe en el suelo, solo había un problema…Edward…
Chicas!!!!!!!! Aquí les dejo la primera parte del capitulo, no esta muy interesante, pero bueno es lo que salió, además si lo subía entero iba a demorar muuucho y sería extremadamente largo porque se me agolparon todas las ideas juntas y me cuesta ordenarlas y así las tendría esperando un mes. Nuevamente muchas gracias por su apoyo.
Espero sus comentarios y votitos!!!!son los que me ayudan a seguir.
Como siempre le dedico este capitulo a mi querida familia del chat. Las quiero!!!!!!! .
Les dejo la foto de Thomas y Edward y Bella en la pista de patinaje en hielo.
Besos desde Los Ángeles, Chile
Sol
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