Capítulo 14: Edward Cullen v/s Jacob Black
Edward’s Pov
La instrucción nocturna me estaba matando, llevábamos una semana con los juegos de guerra, y a estas alturas, lo único que quería es que pasara la noche rápido, para poder sacarme este mimetismo de la cara y las botas que ya me tenían más que harto.
Me encontraba agazapado detrás de unos arbustos junto a Riley, ya llevábamos un buen rato aquí, pero debíamos avanzar hacia el punto de encuentro antes que nos encontraran los comandos y cayéramos prisioneros nuevamente, la tónica de toda la semana.
Riley era mi compañero de cuarto y de los ejercicios militares, era un chico de excelente humor, nos llevamos bien desde el primer momento, cuando llegó a nuestro cuarto la primera noche y me pilló embelesado mirando a mi Bella mientras dormía. Teníamos muchas cosas en común, una de esas y la mejor noticia de todas es que iríamos juntos a Pensacola, el amaba los aviones tanto como yo, y sus padres también lo habían hecho estudiar una carrera antes de cumplir su sueño. Riley era arquitecto.
Este mes había aprendido muchas cosas, táctica militar, a disparar y de armamento entre otras, pero ya era suficiente para mí, solo quería volver a Boston y tener a mi Bella entre mis brazos otra vez. La había extrañado horrores, cada día que pasaba era una agonía sin ella.
En noches como esta, había hecho muchos planes para nosotros, planes que me habían llevado a tomar una importante decisión, antes de terminar mí instrucción como piloto de combate le pediría a mi princesa que se convirtiera en mi esposa y así podríamos estar juntos para siempre. No aguantaba un minuto más sin ella, por lo que ya no me importaba lo precipitado de la situación.
Bella terminaría de estudiar en Florida si es que así ella lo quisiese, pues tenía más que claro que lo estudiaba no le gustaba, no sé no me importaba, le pagaría lo que ella quisiera hacer de su vida. Quizás continuar con sus estudios de piano en alguna prestigiosa academia de música.
Le compraría una hermosa casa frente al mar, además de un departamento en Boston, ya que me iría a vivir solo, no podíamos seguir pasando los fines de semana en el yate de mis padres. Sabía que a Bella le gustaba, pero ella se merecía mucho más y yo le regalaría el mundo entero si fuese necesario con tal de ver feliz a mi hermoso y dulce gatito.
Ayer por la noche pude hablar solo un momento con ella, apenas pude decirle te amo y desearle suerte para su presentación de hoy, ¡ahg el maldito trabajo! Cada vez que lo recordaba, se me revolvían las tripas de solo pensar que tenía que hacerlo con el chucho ese de Jacob Black, y para colmo de males era prácticamente todo el mes. Ya lo podía imaginar tratando de poner sus asquerosas manazas en el frágil y delicado cuerpo de mi Bella, me daban ganas de arrancarle la cabeza de tan solo pensarlo.
Lo único que me daba un poco de paz en toda esta situación, es que tenía la certeza de que Alice no había despegado los ojos de Bella, como ella me lo había prometido. Le estaría toda la vida agradecido a mi querida amiga, pues estaba más que enterado que el muy desgraciado la comenzó a acosar a los dos segundos después de que yo me había ido.
Hoy no he podido llamarla, pero a la hora que sea, cuando termine este maldito ejercicio de una vez, la llamaré, bueno si es que no caemos prisioneros otra vez.
—Edward —me llamó susurrando Riley— déjate de comprar casas para tu Bella y movámonos ya —dijo burlándose de mí.
Así era siempre, todo el tiempo me cogía soñando con Bella.
Observé las cartas topográficas del terreno nuevamente, fijé el punto de encuentro, saqué la brújula y tracé la ruta a seguir, tomé fuerte mi fusil y nos arrastramos como dos serpientes a punta y codo.
Ya quedaba poco para llegar, a lo lejos se podían sentir los gritos de nuestros demás compañeros que ya los habían capturado los comandos, al parecer solo faltábamos nosotros, pero esta vez íbamos por buen camino, solo esperaba que esta vez no nos descubrieran.
Al final y después de dos horas más arrastrándonos entre arbustos y pantanos llegamos victoriosos al punto de encuentro siendo los únicos en no ser descubiertos.
—Alférez Cullen, Alférez Biers —nos llamó con voz marcial el Capitán Evenson haciendo que nos cuadramos en nuestro puesto— los felicito han sido los primeros de su promoción en salir airosos de este ejercicio de guerra, pueden retirarse a descansar, pero primero pasen por la enfermería para que los revise la Teniente Tanya Denali. Buenas noches señores.
— ¡Si mi Capitán! —contestamos juntos en nuestra posición firme, hicimos el saludo militar correspondiente y nos fuimos del campo de entrenamiento.
—Edward ¿vas a ir a ver a tu novia de la enfermería? —soltó Riley bulón, muerto de la risa.
—Por supuesto que no —contesté bufando— sabes bien que no la soporto Riley así que deja la broma ¿sí? Es más te la regalo es toda tuya, porque yo me voy a llamar a Bella, nos vemos mas rato —y me fui corriendo hasta nuestro cuarto.
No pensaba cumplir la orden del Capitán Evenson, no iría a la enfermería ni aunque me llevaran amarrado, total no sería la primera vez que me regañen por no ir. Tenía dos razones, una más poderosa que la otra.
La primera era porque lo encontraba absurdo. Ya le había tratado de explicar con anterioridad al capitán Evenson que no era necesario que fuera pues era doctor, pero el insistía que debía cumplir con la rutina y la segunda y la más importante era porque la Teniente Denali era de las típicas mujeres que me perseguían, mi maldito karma.
No sé porque siempre tenía tan mala suerte y ese tipo de mujeres aparecían en mi vida una y otra vez. La última vez que tuve que visitar su consulta por supuesto que me hizo más que una simple inspección de rutina, me miró y me toqueteó por todos lados y otra vez no se lo permitiría.
Entre al cuarto a toda velocidad directo a buscar mi teléfono para llamar a mi Bella. Marqué varias veces su número y nada, ya me estaba comenzando a preocupar, no era normal que no me atendiera el teléfono. Al séptimo intento me atendió.
—Hola Amor —me saludó con un hilo de voz.
—Hola gatito hermoso ¿estabas durmiendo? —pregunté preocupado, su voz no era normal, ella siempre me saludaba muy contenta.
—Si —volvió a hablar con voz temblorosa, parecía que en cualquier momento se iba a poner a llorar.
— ¿Qué tienes amor? ¿Te pasó algo en la universidad? ¿Te fue mal en el trabajo de hoy? —ya me estaba comenzando a desesperar, estaba extraña, quería saber de una vez que le pasaba.
—No, Edward en el trabajo me fue bien, perdona cariño es que no me siento bien, me siento algo enferma —contestó sin ánimo.
— ¿Qué sientes princesa? ¿Te duele algo? —cuestioné impaciente.
Menudo doctor terminé siendo para ella, a mil kilómetros de distancia sin poder ver que tenía.
—No sé, solo me siento sin ánimo, quizás me voy a resfriar —explicó tratando de recomponer su voz.
— ¿Quieres que llame a papá para que te vaya a ver? —sí, esa era una solución razonable y así yo me quedaría tranquilo.
— ¡No! —gritó rápidamente.
Okey esta situación ya se tornaba más que extraña.
— ¿Cómo que no? —Le reproché— Bella, amor no te entiendo, dices que te sientes mal, pero no quieres que te revise Carlisle.
—Es que…..es que… mejor esperamos unos días, no creo que sea nada grave ¿sí? —expresó muy nerviosa.
O yo estaba paranoico e imaginaba cosas, o aquí pasaba algo extraño. Algo me decía que Bella me estaba ocultando algo muy grave a decir verdad, ella jamás se comportaba así conmigo, siempre nos contábamos todo y a todas luces se veía que escondía algo.
Miles de inquietantes teorías comencé a lucubrar en mi mente y me sentí desesperado, necesitaba volver ya, pero aun me quedaban nueve días aquí por lo que intenté calmarme y traté de volver a preguntar a ver si me decía algo. Lamentablemente mi mal carácter salió a relucir.
—Isabella —la llamé con dureza— no me mientas, te conozco, sé que me estás ocultando algo, no sabes mentir y te juro como que me llamo Edward Cullen lo averiguaré, no me tientes —escupí las palabras a punto de explotar.
Lo que no esperaba, es lo que ella me preguntaría de vuelta, sollozando sin parar.
— ¿Edward me amas? —Y ahí se fue al demonio mi mal carácter.
Bien Edward, muy bien. Eres un idiota la hiciste llorar, me reprehendí mentalmente.
—Princesa, amor, no llores, perdóname no quise hablarte de esa manera, es que me desespera estar aquí y no saber que tienes y por supuesto que te amo, más que a mi vida, eso jamás lo debes dudar ¿acaso no recibiste mi carta y la rosa de hoy? —le dije tratando de calmarla, me rompía el corazón escucharla llorar con tanta pena y no estar con ella para poderla consolar.
— Sí, si las recibí —respondió sorbiendo la nariz.
— ¿Y que decía la carta? —pregunté lo más tierno y comprensivo que pude.
—Que me amas. —Susurró con una tristeza incontenible en su voz—. No me hagas caso Edward solo necesitaba escuchar que me amas, te extraño y te necesito eso es todo — ¡ahg! que ganas tenía de abrazarla.
—Yo también te extraño y te necesito princesa y te amo, te amo, te amo, te amo, te amo.
Conversamos hasta que se quedó dormida, pero algo todo el tiempo me estuvo recordando, que no era solo eso lo que le sucedía, sin embargo por esta vez lo dejaría pasar, ya tendría tiempo de averiguar qué es lo tenía.
Así pasaron los días, mañana volvería a Boston, estaba feliz, al fin tendría a mi Bella entre mis brazos.
Ella aun seguía extraña, aunque se escuchaba de mejor ánimo, cada vez que le pregunta qué era lo que tenía, seguía insistiendo que estaba resfriada y por supuesto que continuó negándose a que la revisara papá, incluso no fue a la universidad y no dejó que nadie la fuera a visitar, por lo que solo me quedaba esperar hasta mañana y corroborar con mis propios ojos que es lo estaba pasando.
Mi corazón se encogía cada vez que intentaba averiguar qué es lo que le había sucedido en mi ausencia, pero de algo estaba casi seguro, nada bueno había sido.
Estaba en nuestra última clase de táctica militar, cuando tocaron la puerta y entró el Cabo Clearwater.
—Disculpe mi Comandante que interrumpa su clase, pero el alférez Cullen tiene una llamada urgente de su casa.
—No hay problema Clearwater. Cullen tiene permiso para ir a contestar y espero que no sea nada grave.
—Gracias mi Comandante —contesté y salí volando del salón muy preocupado pensando en que algo le había ocurrido a mi Bella.
Me fui corriendo como un loco a la oficina de la dirección, mi corazón latía desbocado rogando que no le hubiese sucedido nada malo a mi niña. No era normal que mis padres llamaran, ellos entendían perfectamente el régimen que vivía aquí y que no me debían molestar, pero si se habían atrevido a llamar, por nada bueno podría ser. Entré y tomé teléfono desesperado.
— ¿Mamá? ¿Papá? ¿Qué sucede? ¿Le pasó algo malo a mi Bella? —pregunté sin siquiera saludar.
Pero solo escuché silencio en su lugar.
— ¿Esme? ¿Carlisle? —los volví a llamar.
Y ahí fue cuando escuché su espantosa y estridente risa… Heidi.
—Hola Eddie mi amor ¿te diviertes jugando a los soldaditos? —preguntó con su chillona y desagradable voz.
— ¿Qué quieres? —respondí de mala gana.
— ¡Uy! pero que carácter Eddie, se nota que te hace falta un mes de buen sexo. ¿Qué acaso esa insignificante niñita que tienes no le da lo que quiere y necesita a Eddie jr?
—Ese no es tu problema, ¡que es lo que quieres! ¡Cómo te atreves a llamarme aquí! —estaba a punto de mandarla al demonio.
Traté de calmarme sujetándome el puente de la nariz.
—Ay Eddy, Eddy —se lamentó soltando una risa malvada— solo te llamo para decirte que cuando vuelvas te estaré esperando, ya que necesitarás consuelo después de lo que te hizo la insípida niñita esa.
— ¿Qué quieres decir? ¡Explícate! —Exigí— ¡Que tiene que ver Bella en todo esto!
—Oh, Edward querido no impacientes, pronto lo sabrás —y sin más cortó la llamada.
¡Diablos! estaba furioso.
Heidi estaba totalmente loca, al parecer, no se cansaría de molestar jamás. Ya le había dicho de mil formas posibles que me dejara en paz, que nunca en la vida podría estar con una mujer como ella aunque fuera la única existente que quedase en la tierra.
Volví a paso lento a mi clase, tratando de entender que es lo que me había querido decir esa loca, hasta que…
¡Un momento! … “Ya que necesitarás consuelo después de lo que te hizo la insignificante niñita esa”… ¿Será que por eso mi Bella estaba extraña?....
Y en ese preciso momento las tortuosas teorías con las que había lucubrado en estos últimos días y los incontenibles celos que había tratado de evitar, pensar y sentir con todas mis fuerzas, salieron a relucir en un segundo.
“Bella y Jacob…”
“El maldito trabajo…”
“Un mes juntos…”
“El perro besando a mi Bella…”
“Bella correspondiendo el beso…”
Lo siento Edward, Bella ya te olvidó, me atacó implacable mi conciencia. ¡No! ¡No! ¡No! ¡Imposible ella me ama a mí! Solo a mí. Ella no es así, mi Bella sería incapaz de hacerme cosa semejante, negaba con absoluta convicción.
Por supuesto que después de la maldita llamada de Heidi me fue imposible volver a poner siquiera una pizca de atención a las siguientes clases del día.
Me repetía una y mil veces que no le debía hacer caso, pero realmente me inquietaba mucho que mi princesa estuviera extraña y más que no confiara en mí para contármelo. De lo que si estaba seguro es que debía dejar mis celos de cavernícola de lado y tranquilizarme, mañana estaría al fin con mi Bella y eso era lo único realmente importante en estos momentos.
Al final del día tenia lista mi maleta y guardada todas mis cosas, mañana el vuelo salía a las nueve de la mañana por lo que estaría a la una de la tarde en Boston ya que en Chicago teníamos una hora menos.
Llamé a Bella antes de acostarme para decirle el número del vuelo y a qué hora llegaba mañana, conversamos un buen rato antes irnos a dormir, estábamos felices, al fin el interminable e infinito mes ya había terminado.
* * *
—Riley quieres apurarte. —Lo regañé exasperado pasándome las manos por mi inexistente cabello—. Si perdemos el vuelo por tu culpa, te juro que me encargaré personalmente de que te quedes en el campo de prisioneros de los comandos a vivir para siempre con ellos —lo amenacé, ya llevaba más de diez minutos apurándolo y él ni se inmutaba.
—Ya, ya Edward, deja de regañarme, estoy listo —dijo sonriendo mientras cerraba su maleta— además sabes que no podrías y estoy impaciente por conocer Boston.
—Vamos que el taxi nos espera —ordené severo y salí corriendo.
La impaciencia y la ansiedad me mataban, quería estar con mi Bella ya.
Gracias a Dios llegamos a tiempo para tomar el vuelo.
Me acomodé en mi asiento y le mandé un mensaje de texto a mi princesa avisándole que ya estaba arriba del avión, me puse mi ipod y cerré mis ojos para intentar relajarme un rato con música clásica, este sería el vuelo mas eterno de mi vida.
Estaba soñando despierto con mi Bella y la cantidad de besos que le daría al verla cuando sentí que tocaban mi hombro.
—Edward —me llamó Riley— abróchate el cinturón ya vamos a aterrizar.
Apenas me dijo esto, mi corazón comenzó a latir con fuerza, quedaban solo unos pocos minutos para verla, me parecía mentira que hace un mes no me perdía en sus hermosos ojos castaños, en el calor de su piel, en el dulce sabor de sus labios.
—La extrañaste mucho ¿verdad? —preguntó Riley muy serio.
—No te imaginas cuanto —contesté con sinceridad— pensé que me iba a volver loco sin ella.
—Me imagino. ¿Sabes?, muchas veces pensé que ibas a salir corriendo para no volver más —dijo bromeando— sobre todo la última semana.
— ¿Tan evidente fue? —pregunté sorprendido, ya que no le había comentado nada a Riley acerca de mis inseguridades de la semana pasada.
—Sí, Edward la verdad, sí. Realmente, no sé cómo lo harás cuando nos vayamos a Florida.
—Créeme que yo también me lo he preguntado, por eso mismo he decidido que no esperaré a terminar el curso de piloto para casarme con ella, se lo pediré mucho antes que eso, yo creo que será antes de que nos vayamos a Florida. Sé, que es una locura ya que no llevamos mucho tiempo, ni ella ha terminado de estudiar, pero no me importa, ya no creo que sea capaz de vivir un día más sin ella —confesé ilusionado.
— ¿En serio? No me había dado cuenta —bromeó sardónico.
—Riley, estoy hablando algo importante…
—Lo sé Edward, perdón —consintió justo cuando el avión tocó tierra.
Nos bajamos del avión y llevé a Riley casi corriendo a buscar las maletas, el me miraba paciente, solo sonreía y negaba con la cabeza.
Mientras caminaba hacia la salida la vi.
Si creía que era hermosa, eso no era nada comparado con el ángel que tenía parado frente a mí esperándome. Llevaba unos pantalones negros ajustados que marcaban sus perfectas y torneadas curvas, un sweater celeste, botas negras de taco alto y un abrigo negro corto, su pelo caía en cascada en suaves y sensuales ondas hasta su cintura, tenía firmemente tomado de su correa a Emmy. Ella aun no se percataba de mi presencia por lo que me dediqué a admirarla por unos segundos, embelesado.
De pronto me vio y el mundo alrededor nuestro desapareció, nuevamente solo éramos mi Bella y yo. Nuestras miradas se conectaron y nos miramos intensamente como no pudiendo creer lo que nuestros ojos veían, como si fuera una hermosa visión.
Le sonreí como a ella le gustaba mientras mi respiración se volvía errática por la emoción, ¡Dios como había extrañado a mi hermosa princesa! Ella me sonrió de vuelta soltó la correa de Emmy y comenzó a correr hacia mí.
— ¡Edward! —Gritó emocionada mientras dos gruesas lágrimas caían por sus sonrojadas mejillas— ¡Edward! —me volvió a llamar, mientras Emmy corría detrás.
Solté mi maleta y corrí hacia ella, para acortar lo más rápido posible la distancia que nos separaba…mi Bella…, mientras mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho por la emoción.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca saltó a mis brazos, abrazándome con sus piernas y brazos, la estreché fuerte hacia mí para asegurarme de que este hermoso ángel era realidad. La contemplé por unos instantes, al fin me podía perder en esos expresivos ojos castaños que tanto anhelé ver y la besé con toda mi alma, con todo mi corazón, con todo el amor que había guardado este mes.
Nuestras lenguas se reencontraron codiciosas y nos fundimos en un largo y apasionado beso. Como había extrañado el dulce sabor de sus labios, su pequeño y delicado cuerpo encajando a la perfección junto al mío, protegida nuevamente entre mis brazos, su exquisito perfume a fresas embriagando todos mis sentidos.
Al fin estaba en casa, en el único lugar del mundo donde pertenecía, junto a mi Bella.
Nos separamos cuando nos faltó el aire y apoyé mi frente en la suya.
—Edward —susurró sollozando. Acarició lentamente mi mandíbula, mi mejilla, como queriendo asegurarse que realmente estaba aquí.
—Hola princesa —la saludé y le di un tierno beso en los labios, para después llenar su rostro de pequeños besos y terminar besando la punta de su nariz— no llores mi amor ya estoy aquí.
—Lo sé, solo estoy feliz, te extrañé tanto.
—Yo también amor.
Se echó hacia atrás colgándose de mi cuello y me observó curiosa por un momento.
—Edward, no tienes pelo —y se echó a reír pasando una de sus pequeñas manos acariciando mí ahora corto cabello.
Cerré mis ojos disfrutando del contacto, había extrañado tanto sus caricias.
—Muy graciosa señorita Swan, si tú te ríes de mí, que me espera con Emmett. ¿Entonces ya no te parezco hermoso y sexy? —la apreté insinuante hacia mí lo que hizo que diera un respingo y una mueca de dolor. Fue extraño no creí apretarla tan fuerte.
— ¿Qué tienes amor? ¿Te duele algo? —pregunté preocupado.
Su semblante cambió en un segundo, su cara de felicidad, pasó a la más amarga tristeza.
—No, nada amor —recompuso el gesto lo mejor que pudo volviendo a sonreír, pero esa alegría no llegó a sus ojos— ahora lo encuentro más hermoso y sexy Alférez Cullen —dijo dándome un casto beso en los labios.
La dejé en el suelo con cuidado, para saludar a Emmy que saltaba feliz en nuestros pies pidiendo atención y luego presentarle a Riley, que estaba un poco más atrás dándonos privacidad.
—Hola Cachorro —lo tomé en brazos y besé su frente— ¿cuidaste de mami por mí? —el lamió mi cara feliz, después lo dejé en el piso y abracé a Bella por la cintura para dirigirme a Riley.
—Amor el es Riley Biers, Riley esta es mi Bella.
— ¡Hola mi Bella! —la saludó divertido abrazándola y besándola en su mejilla.
—Hola Riley —ella contestó tímida, sonrojándose.
Se veía tan indefensa, casi asustada cuando Riley pasó un brazo por sus hombros para continuar hablando.
—Vaya, vaya…así que tu eres la bella Bella que este tórtolo llama en sueños, pero preferiría no decirte “que sueños” —bromeó subiendo y bajando sus cejas sugerentemente.
Bella solo le sonrío avergonzada.
Esto no era normal. Es verdad que mi princesa era tímida, pero siempre era muy educada y era más que raro que no le contestara nada, que se viera asustada.
Quería preguntarle que le sucedía, pero no era el momento, por mientras lo dejaría pasar hasta que estuviéramos solos, que por cierto era lo único que quería, por mi, ni pasaba por mi casa, y me iba directo al yate con Bella o donde ella quisiera, me moría de ganas por hacer el amor con ella, por acariciarla, besarla de mil y una maneras, ya que con solo verla “cierta” parte de mi anatomía comenzaba a reclamar impaciente por su dueña.
Decidí interrumpir para sacarla de la situación.
—Ya Riley no avergüences a mi Bella, con Emmett ya tenemos más que suficiente —le dije serio— ¿Nos vamos? —pregunté impaciente.
Abracé a mi princesa por la cintura, tomé mi maleta y nos dirigimos al auto.
Era un día muy frío, estaba nevando y eso que aun el invierno no comenzaba, estábamos a mediados de noviembre, por lo que mientras manejaba comencé a barajar que posibilidades teníamos para hacer esta semana que tenía libre.
Quizás llevarla a esquiar, o ir a Provincetown a la playa, aunque la idea de estar frente a la chimenea encendida con mi Bella tomando una copa de un buen vino para después hacerle el amor me atraía mucho más que cualquier cosa. Por eso mismo esta mañana llamé a Garret, para pedirle que dejara todo preparado en el yate, ya que lo más seguro es que mi Bella quisiese ir para allá.
La conversación en el auto fue amena.
Poco a poco, Bella se fue relajando con Riley y hasta le contestaba sus bromas, a veces se sorprendía con las historias que él le contaba y se divertían a costa mía. Riley parecía tanto a Emmett, creo que por eso a pesar de todo lo que le gustaba fastidiarme me caía tan bien.
Mientras manejaba Bella iba aferrada fuertemente a unos de mis brazos, con su cabeza apoyada en mi hombro. Podía sentir en ese simple gesto como me había echado de menos, sus manitos apretaban mi brazo como no queriéndome dejar ir, a veces levantaba su vista y me miraba con sus ojitos brillantes con un inmenso amor, yo aprovechaba cada vez para darle pequeños besos en sus labios y en la punta de su respingona nariz.
Pero esos ojitos también estaban temerosos, tenía la impresión que me quería decir algo muy importante que me provocaba cierta inseguridad.
No alcancé a estacionarme en el garaje cuando tenía a toda mi familia en la puerta de mi casa esperándome para recibirme. Nos bajamos y fuimos en su encuentro, como era de esperar Emmett no iba a dejar pasar que ya no tenía mi alborotado cabello.
— ¡Mira osita! Ahí viene “Huevo Cullen”.... digo... Edward Cullen —y se echó a reír a carcajadas.
— ¡Oh, cállate Emmett! —le dije cabreado rodando mis ojos por sus ocurrencias— no estoy calvo solo tengo el pelo más corto, ¿que no ves?
—Hermanito pues a mí me pareces un huevito —dijo encogiéndose de hombros riendo a carcajadas como si nada. No tenía remedio.
Después saludar y abrazar a mis padres y a los chicos hice las presentaciones correspondientes y entramos a almorzar.
Como siempre la señora Sue preparó mi comida favorita y Emmett se burló de mí todo el almuerzo diciendo que era el niño consentido de mamá y se quejó como niño pequeño alegando que a él nunca le preparaban la comida que a él le gustaba. Rose lo regañaba diciendo que eso era imposible porque para él toda la comida “era” su favorita.
Riley se acopló perfectamente a mi familia y a los chicos y como era de esperar congenió perfectamente con Emmett, así que ahora no tenía escapatoria alguna, tendría a dos bestias sin cerebro molestándome.
—Bella, hija ¿cómo estás de tu resfriado? —preguntó Carlisle cuando pasábamos al living.
—Eh…bien…Carlisle, gracias por preguntar. Ahora estoy mucho mejor —le contestó no muy convencida.
—Me alegro, nos tuviste muy preocupados, pero veo que tu aversión por los hospitales y las agujas fue mucho mayor.
—Lo siento —se disculpó sonrojada mientras me sentaba en los sillones con ella en mi regazo no quería tenerla un centímetro lejos de mi.
—No hay problema, solo espero que la próxima vez, dejes que te vaya a ver —dijo papá mirando su reloj— bueno, me tengo que ir se me hace tarde, tengo una importante reunión con los accionistas del hospital, ¿vamos cariño?
—Si vamos, a mi también se me hace tarde, adiós chicos nos vemos en la noche y sean hospitalarios con Riley —ordenó mi adorable madre besándonos a cada uno de nosotros en la mejilla, luego tomó de la mano a papá y salieron de la casa juntos y felices.
Conversamos un buen rato con los chicos, todos querían que le contáramos anécdotas de nuestra estadía en Chicago e invitaron a Riley a conocer la cuidad y sus lugares turísticos, pero yo no prestaba mucha atención a la animada conversación, ya que lo único que quería era estar a solas con mi Bella.
Solo con tenerla sentada en mi regazo me tenía como un loco, ya no aguantaba ni un minuto más sin hacerla mía, por lo que inconscientemente metí mis manos por debajo de su sweater para acariciar la suave piel de abdomen, besé su cuello y le ronroneé en su oído.
— ¿Vámonos amor? —ella se estremeció ante el contacto y me sonrió tímida.
—Paga —escuché que le decía Emmett a Jasper estirando su mano hacia él para cobrarle mientras Jasper sacaba un billete de cien dólares y lo colocaba en su mano.
— ¡Maldición! —Masculló Jasper— sabía que tenía que hacerte caso amor —y besó a Alice en los labios.
—Emmett Cullen, Jasper Hale les dije que pararan con las apuestas —los regañó Rose muy molesta fulminándolos con la mirada— llevan todo el mes en esto me tienen harta —y le dio un golpe en la nuca a Emmett.
— ¡Auch! eso duele osita.
—Ay, Rose déjalos a mi me divierten —le rebatió Alice— además son los mismo cien dólares que cambian de dueño cada dos días ¿Qué no lo ves? —expresó sonriendo.
— ¿Qué es lo que apuestan? —Preguntó inocente mi Bella.
Yo ya me hacia una idea de lo que era cuando vi a Emmett esbozar una sonrisa pícara.
—No amor, no preguntes de verdad que no quieres saberlo, después yo te cuento ¿sí? —le advertí, pero fue demasiado tarde.
— ¿Después? ¿Cuándo hermanito? ¿Antes o después que salgan de la casa? por que la última vez no alcanzaron ni a llegar a la puerta. No creas que no los escuchamos —nos acusó echándose a reír con ganas.
— ¡Emmett! —gritó mi Bella escondiendo su cara roja como un tomate en mi pecho.
—Cuñadita conejita ¿quieres que te diga que apostamos?
— ¡No! —gritamos a la vez, pero el troglodita de mi hermano continúo igual.
—Apostamos a que Eddie no aguantaba más allá del almuerzo para querer raptarte para hacer sus cositas —se carcajeó— y cómo ves no lo resistió. Lo hemos pillado infraganti invitándote a lo oscurito —y se tiró en el sillón partiéndose de la risa junto con Jasper.
Después de la lluvia de bromas que tuvimos que aguantar al fin pudimos salir de la casa para estar solos. Le ofrecí a mi Bella que la llevaría donde ella quisiera para que pasáramos mis días libres juntos, a la playa, a la nieve, pero se negó rotundamente y como esperaba esta mañana, quiso que fuéramos al yate.
Manejé a toda velocidad, ya no aguantaba un segundo más sin tenerla entre mis brazos besándola y acariciándola, perdiéndome en su estrecha calidez.
Quería contarle tantas cosas, todos los planes que había hecho este mes pensando en nuestro futuro, en nuestro amor. Ella seguía muy callada y un poco distante, pero no quería presionarla a hablar, esperaría hasta que ella me dijera lo que le pasaba no quería estropear nuestra felicidad.
Cada día que pasé lejos de ella soñé con este momento, en el que estaríamos nuevamente solo los dos en nuestro perfecto mundo.
—Al fin, solos amor —dije seductoramente abrazándola por detrás y pegándola a mi cuerpo cuando ya estuvimos en el living del yate, ella se estremeció ante el contacto, pero sentí que no fue por la anticipación, fue otra cosa ¿miedo? ¿Frío? — ¿Qué tienes amor? ¿Tienes frío?
—Un poco —contestó sonriendo tímida.
—Espérame aquí amor, voy a subir la calefacción y pasar por la cocina para ver si dejaron lo que encargué esta mañana —besé su frente y salí rumbo a la cocina.
Todo esto era raro y ya me comenzaba a incomodar, por más que trataba de dejarlo pasar ella estaba extraña, distante, no era la misma Bella que dejé hace un mes atrás.
No quería pensar en lo que me había dicho Heidi, pero a esta altura me era casi imposible. Los celos ya incontenibles estaban haciendo estragos en la confianza que tenía en ella, pero me obligaba a no creer en las palabras de esa bruja, eso era imposible, mi Bella jamás me haría algo así.
Llegué a la cocina y todo estaba preparado, tomé el sushi y el vino y volví donde mi Bella. Ella me esperaba sentada en uno de los sillones con Emmy en su regazo. Dejé el sushi en la mesa de centro y serví el vino, le tendí una copa y me senté junto a ella atrayéndola hacia mí.
—Te amo —le dije besando sus labios— no imaginas como extrañé estar así contigo—. Y la volví a besar más intensamente.
—Edward —me llamó con sus labios pegados a los míos— amor —me volvió a llamar.
Pero no le hice caso y sin despegar nuestros labios dejé mi copa en la mesa lateral y con la de ella hice lo mismo, luego la tomé por la cintura y la senté entre mis piernas con su espalda pegada a mi pecho.
Comencé a acariciarla suavemente por encima de su sweater, acomodé su pelo hacia un lado para besar su cuello e inhalar su perfecto perfume. Al principio se tensó, pero pronto se fue rindiendo a mis caricias, su respiración era agitada y echó su cabeza hacia atrás invitándome a seguir con mi camino de húmedos besos por su cuello.
Mis manos codiciosas buscaron la suave textura de su piel colándose avariciosas por debajo de su ropa. Recorrí cada centímetro de su plano vientre subiendo poco a poco reencontrándome con su sedosa piel, hasta llegar a sus perfectos y erguidos pechos los cuales masajeé por encima de su ropa interior, pasando mis pulgares por sus ya erectos pezones, ganándome un sensual gemido de su parte.
Cuando comenzaba a subir su sweater el sonido de mensaje de mi celular nos interrumpió.
—Edward ¿no verás quién es? —preguntó mi Bella, en un excitado susurro.
—No —gruñí y continué con mi trabajo con una de mis manos devolviendo el camino abrasadoramente para colarse dentro de su pantalón.
—Edward puede ser importante…—insistió.
—Está bien —accedí resoplando malditamente cabreado por su inexplicable insistencia.
¿Quién demonios sería? Todos tenían más que claro que queríamos estar solos.
Me levanté del sillón y fui a buscar mi celular que lo había dejado en el buró de la entrada junto con mi billetera y las llaves del auto.
Tomé el teléfono de mala gana, para revisar quien osaba a interrumpir, abrí el mensaje y mi desagrado fue más descomunal aun, cuando vi que era de Heidi:
“Eddie te envío tu regalito de bienvenida espero te guste bebe”
Lo que jamás en mi vida creí que vería, eran las imágenes que venían a continuación: Bella y el perro besándose en un cafetería en Harvard Square y varias de ellos dos besándose apasionadamente en una posición muy comprometedora en algún salón de la universidad.
Describir que sentí en ese exacto momento es casi imposible. Una tristeza sin precedentes se alojó en mi corazón haciendo que se quebrara en mil pedazos, luego rabia por la inminente traición y por último la negación.
¡NO! ¡NO! ¡NO!, tiene que ser una mentira, lo que ven mis ojos no puede ser verdad… ¡Te lo dije!, habló mi maldita conciencia para hacerme sufrir más. ¡Cállate! ¡Déjame en paz!...
No sabía qué hacer, ni que decir, sentí mis pies clavados al piso. Mi cuerpo y mi mente no reaccionaban, a lo único que atiné fue a apretar fuertemente el celular, tratando de borrar así esas malditas imágenes, mientras miles de preguntas atacaban implacables mi mente.
¿Qué haría ahora? ¿La encararía? ¿Haría un escándalo? ¿Espero a que me cuente?... Edward debes confiar en ella, seguro tiene una buena explicación, sabes que Bella no es así…
— ¿Quién era amor? —preguntó Bella con su dulce voz.
Caminé hacia a ella a grandes zancadas, no razonaba bien, veía todo rojo. Me senté pesadamente en el sillón junto a ella apretando aun el teléfono con una de mis manos, ella trató de abrazarme, pero mi rabia pudo más, sin pensar la aparté bruscamente, apretándola de las caderas sin medir mi fuerza, Bella soltó un quejido de dolor y sus ojos en un segundo estaban anegados de lágrimas.
Ahí fue cuando reaccioné. ¡Maldición! le había hecho daño a mi princesa.
Levanté su sweater preocupado para mirar donde le había apretado con más fuerza de la necesaria y en ese mismo instante se me vino el mundo abajo. Mis ojos horrorizados se encontraron con unos horribles moretones de varios días ya, era imposible que esa terrible aberración la hubiese hecho yo hace un segundo.
Miré a Bella y sus lágrimas caían en cascada por sus mejillas, su expresión era de una profunda tristeza y el miedo estaba alojado en sus ojos.
—Edward, yo…yo…—y se lanzó a llorar a mis brazos— Jacob —musitó— fue Jacob…
El terror recorrió mi cuerpo de los pies a la cabeza en un gélido escalofrío, ahora entendía todo. Su falsa enfermedad, lo extraña que estaba, el miedo que tenía que la tocara… el maldito hijo de perra había abusado de mi Bella. Apenas me salían las palabras para poderle preguntar.
—Princesa el…el…te…te…viol…
—No —me cortó en sollozos antes de que terminara de hablar— te necesité tanto, abrázame Edward, abrázame fuerte por favor —rogó dolorosamente llorando sin control.
La estreché fuerte a mi pecho mientras acariciaba su pelo y besaba el tope de su cabeza.
Una furia incontenible comenzaba a apoderarse de todo mi ser mientras ella me contaba como habían pasado las cosas. Como Heidi se había encargado de dejarla sola sin Alice, como el maldito mal nacido la había atacado en un pasillo desierto de la universidad, para luego amenazarla después de que no contara nada.
— ¿Por qué no me dijiste nada amor? te juro que yo hubiese vuelto a matarlo con mis propias manos ¿creías que no me daría cuenta? Te conozco Bella, yo ya había notado que tenías algo y lo sabes, ¿cómo me ocultaste algo así mi amor? se me revuelven las tripas de pensar que pasaste todo esto sola y yo tan lejos sin poder ayudarte, sin poder protegerte como debía —dije con ira contenida, de solo pensar que el muy desgraciado y cobarde se aprovechó de que yo no estaba, para hacerle esta asquerosidad a mi Bella.
—Por eso mismo Edward, porque no quiero que te pase nada y además quería que terminaras bien el mes de entrenamiento —me explicaba mi bondadosa Bella llorando sin parar.
La tomé en brazos y la llevé hasta el dormitorio, la recosté suavemente en la cama y comencé a quitarle su ropa para revisar sus moretones.
—Edward no, por favor…—pidió en un sollozo desesperado.
—Shh tranquila gatito, solo quiero revisar como están ¿sí? —traté de calmarla,
Tenía muy claro lo que ella quería evitar… que mi furia no aumentara más aun, para que no corriera tras él a matarlo, pues ya era tarde, porque después de dejar a mi Bella dormida, eso sería precisamente lo que haría.
A pesar de los días de los moretones aun estábamos morados, ya era tarde para hacer algún tipo de curación puesto que tenían una semana.
No quería ni imaginar con la violencia que la había atacado. Sus asquerosas manos estaban marcadas por el cuerpo de mi Bella, su cintura, sus brazos, sus caderas. Besé y acaricié con devoción cada espantoso moretón que ese maldito perro le había hecho, mi pobre princesa seguía llorando sin parar.
Me paré de la cama para ir a buscar un calmante y un pijama para ella.
— ¿Dónde vas? —preguntó abriendo sus ojos enormes, asustada.
—Vengo de inmediato amor, solo voy al baño y al closet, tranquila que no me iré.
Luego de buscar ambas cosas, le puse el pijama, le di el calmante y la acosté dentro de la cama arropándola bien.
Me acosté junto con ella y la atraje hacia mí, ella apoyó su cabeza en mi pecho y se aferró fuerte a mí cintura con uno de sus pequeños y delgados bracitos. Le hice cariño con ternura, con amor para demostrarle que todo estaría bien, que jamás volvería a permitir que algo así le pasara y le canté su nana hasta que se quedó dormida.
Mientras le cantaba lucubraba miles de formas de torturar al desgraciado ese, no sé cómo pude contener mi furia delante de ella, pues la venganza y el deseo frenético de arrancarle la cabeza nublaban mi razón y todos mis sentidos.
Solo imaginar a mi Bella indefensa tratando de escapar de las garras de ese engendro, suplicando por que la soltara, toqueteándola por su delicado y frágil cuerpo me hacían sentir poseído por un furioso animal, sentía que los gruñidos se me atascaban en la garganta, me sentía como un vampiro clamando por sangre, todo para ver muerto al chucho desgraciado ese.
Me mortificaba por no haber estado para ella cuando más me necesitó y me mortificaba más aun, que mi Bella tan buena y siempre bondadosa no pensó por un segundo en ella, pensó en mí, en protegerme a mí, cuando ese era mi trabajo, mi deber y no lo había podido hacer. Por más que lo intenté mis esfuerzos no fueron suficientes y ahora mi princesa estaba pagando las consecuencias.
Me levanté de la cama sigilosamente busqué mi celular y llamé a Alice.
— ¡Hola Edward! ¿Cómo están? —saludó feliz.
—Alice necesito que vengas al puerto, es urgente —demandé.
— ¿Por qué Edward, les ha sucedido algo? No tienes buena voz —me preguntó preocupada.
—Solo ven, aquí te cuento —le contesté de forma seca.
—Okey, vamos inmediatamente, nos vemos —y me cortó.
Los quince o veinte minutos que esperé a Alice creo que fueron los más largos de mi vida. Me paseaba de un lado a otro por la cubierta desesperado porque llegaran ya, no me importaba el frío que hacía, ni que estuviera nevando, era tal la furia que tenía que sentía mi cuerpo arder en llamas.
A penas divisé el Porsche de Alice, bajé del yate corriendo a encontrarme con ella.
—Alice necesito, que se queden con Bella, no la dejen sola hasta que yo vuelva y por favor no lo despierten —les pedí sin siquiera saludar, estaba frenético por tener al perro bajo mis garras.
— ¿Edward que tienes hermano? ¿Por qué estas así? —preguntó muy preocupado Jasper mientras Alice me miraba con ojos asustados, sentí que ella podía ver la locura que reflejaría mi cara.
—Chicos por favor, no me demoren más, necesito que hagan eso por mi después les cuento ¿sí? Alice necesito saber, donde vive Jacob Black.
— ¿Edward que es lo que vas hacer?
—Alice, por favor, solo dímelo —le ordené desesperado.
Ella lo meditó unos momentos dudosa, pero después me dio la dirección.
Me monté en mi Volvo y manejé como un loco desquiciado en dirección, de la casa del perro, me estacioné haciendo sonar las llantas del frenazo que di. Me bajé y fui corriendo a tocar el timbre, sintiendo la adrenalina correr por mi cuerpo mientras solo rogaba que fuese él quien abriera la puerta.
Miles de formas de matarlo pasaron por mi cabeza en esos escasos segundos que esperaba que abriera, cuando de repente esta se abrió de par en par, presentando ante mí al muy maldito.
En ese mismo instante la razón ya no fue dueña de mi cuerpo y me lancé sobre el sin pensar.
— ¡HIJO DE PUTA! —bramé como un demonio, y le estampé un golpe con todas mis fuerzas en su nariz, juro que pude sentir como se la quebré en mil partes.
— ¡Qué diablos te pasa! —gritó el muy cobarde desde el suelo tocando su nariz que sangraba profusamente.
— ¿QUE ME PASA? ¡ERES UN MALDITO COBARDE ESO ME PASA! —volví a gritarle con todas mis fuerzas mientras lo tomaba del cuello para arrojarlo contra la muralla y comenzar a ahorcarlo.
—Veo que Bella ya te contó de nuestro pequeño encuentro —rio a carcajadas ahogadas— ¿te dijo también, que lo disfrutó como la zorra que es? —preguntó cómo pudo, con una sonrisa malvada estampada en su rostro, mientras apretaba su cuello con fuerza.
Estaba seguro lo mataría y no me importaba, el muy estúpido solo estaba logrando enfurecerme más, lo único que importaba era vengar a mi Bella.
— ¡CALLATE DESGRACIADO! ¡JAMAS VOLVERAS A ACERCARTE A ELLA! ¡JAMAS LA VOLVERAS A TOCAR PORQUE NO VIVIRAS PARA CONTARLO! —Ya estaba absolutamente fuera de mí.
Comencé a golpearlo una y otra vez, mis manos estaban llenas de su sangre, el trató de defenderse, pero le fue imposible debido a mis furiosos envites, hasta que nuevamente cayó al suelo.
Era un hecho ahora lo remataría mientras permanecía tirado en el piso hecho un ovillo.
Comencé a patearlo con fuerza una y otra vez, haciendo saltar su cuerpo, cuando de pronto, escuché que un auto frenaba a toda velocidad y me llamaban.
— ¡Edward!... ¡Edward!... ¡Suéltalo lo mataras! —gritó Emmett llegando a mi lado tomándome fuerte por los brazos para que no le pegara mas.
— ¡Déjame Emmett! ¡Suéltame! Deja que lo mate, eso es lo mínimo que se merece este maldito hijo de puta —gritaba como un loco tratando de zafarme de su agarre.
— ¡No Edward! ¡Por favor! ¡Estas, fuera de sí! Piensa en Bella — me increpó Riley.
Cuando nombró a mi princesa me di cuenta de lo que había hecho.
No valía la pena ensuciar mis manos en un ser tan vil y despreciable como Jacob, no le daría en el gusto de ir a la cárcel y estar separado de mi Bella para siempre por mi estupidez, justo como él lo deseaba, separarnos para siempre.
—Agradece maldito desgraciado que te salvaste por un segundo gracias a mi hermano, porque si no, te mataba aquí mismo. Espero que hayas aprendido la lección jamás, jamás en tu vida quiero verte cerca de mi Bella otra vez, porque no la contarás dos veces —lo amenacé mordaz, agachándome a su altura para mirarlo directo a los ojos.
El no contestó nada, realmente lo había dejado muy mal, me miró unos momentos con un odio intenso después cerró sus ojos, se aovilló nuevamente en la entrada de su casa y se quejó de dolor.
—Vamos Edward ya no tienes nada más que hacer aquí, vamos, vamos —me decía Riley mientras me jalaba de un brazo para que nos fuéramos de ahí.
—Riley llévate mi Jeep y nos sigues —pidió Emmett lazándole las llaves—y tu, súbete, yo manejo —me ordenó mi hermano yo solo pude asentir.
Ya sabía lo que me venía una vez que estuviésemos dentro del auto, los serios y sensatos regaños de Emmett que al final no resultaban nada serios por las palabras que usaba.
— ¡Espera! —Me detuvo con cara de preocupación cuando me iba a subir en el asiento del copiloto y comenzó a revisarme por todas partes— ¿Te mordió? Podría haberte pegado la rabia.
—No Emmett, no tengo nada, ni siquiera alcanzó a pegarme una vez.
— ¡Por Dios, Edward! ¿No son suficientes todas las preocupaciones que nos das desde que te dio por jugar a los soldados? Y ahora mas encima buscas que te peguen la rabia, mejor súbete al auto de una vez —dijo sin escuchar ninguna de mis palabras.
Podía sentir que la adrenalina aun corría por mi cuerpo, mi respiración era agitada. Cerré mis ojos y traté de calmarme, pero Emmett comenzó otra vez con sus regaños.
— ¡Edward! ¿Te volviste loco? ¿Cómo se te ocurre salir a castrar al perro sin permiso de la perrera? Parece que eso de jugar a Rambo realmente te está afectando ¿Por qué lo hiciste hermano?
— ¡Diablos Emmett! No me regañes, se que estuvo mal, pero el impulso de matarlo fue incontenible, el perro maldito trato de abusar de Bella en la universidad y después la amenazó para que no dijera nada —contesté pasando mis manos por mi cabello desesperado al recordar las perturbadoras fotos que me había enviado Heidi…un momento…aun me falta encargarme de esa desgraciada bruja. Después Edward, después…
Emmett abrió sus ojos como platos no pudiendo dar crédito a mis palabras, luego su semblante se volvió feroz y apretó fuertemente el volante, analizó la situación unos segundos y siguió:
—Te entiendo Edward, pero esa no es la manera de enseñarle a un perro, bueno sí... ¡pero no debiste! —me seguía regañando serio y divertido.
No sabía si partirme de la risa por sus ocurrencias o escuchar con seriedad sus consejos.
—Ya sé, ya sé —contesté cabreado— ¿Crees que lo lastimé mucho?
— ¿Bromeas? —Me preguntó sonriendo mostrando sus hoyuelos— ¡Lo dejaste lisiado de las cuatro patas! —Exclamó— ¿Sabías que puedes meterte en problemas con la perrera por lo que hiciste?
—Ni me lo recuerdes Emmett —dije suspirando pesadamente— ya sé que actué sin pensar.
—Tranquilo Eddie, aquí súper Emmett el mejor abogado de todo Boston al rescate, ya encontrará la manera de arreglar el problema si al perro, ahora perro lisiado se le ocurre denunciarte —contestó suficiente.
— ¿Alice les aviso cierto?
—Sí.
Pobre de mi amiga la metía en cada lío y ella siempre se adelantaba a los hechos para ayudarme. Si no hubiese sido por ella, quizás ahora sería demasiado tarde, debía buscar la forma de agradecerle todo lo que hacía por mí.
Cuando llegamos al puerto, entramos al yate en silencio, Alice y Jasper nos esperaban paseándose de un lado a otro, muy nerviosos en el living. Apenas Alice me vio, corrió hacia mí, me abrazó y se puso a llorar.
Este mes que había estado fuera, nos habíamos convertido en grandes amigos, mientras ella me informaba a diario de cómo estaban los cosas en Boston de acuerdo el trato que habíamos quedado. Ahora era una persona muy importante para mí, la quería como a una hermana.
— ¡Edward! —Dijo llorando en mis brazos— ¡gracias a Dios que estás bien!
—Tranquila Tinkerbell, Emmett y Riley llegaron justo a tiempo, gracias —le dije sinceramente besando el tope de su cabeza.
Le contamos a los chicos lo que había sucedido y el porqué de mi reacción, ninguno daba crédito de lo sucedido a mi princesa.
Alice lloraba sin parar, sintiéndose culpable por haberla dejado sola ese día y por no haber sabido reconocer el extraño comportamiento de su amiga, pero ella no era la culpable, ella no tenía como saber lo que sucedería, por más que se lo traté de explicar no la pude hacer entender. Después de un rato de conversación los chicos se fueron no sin advertirme antes, que no volviera a cometer ninguna locura más.
Caminé hacia mi dormitorio, mi princesa aun seguía durmiendo sin enterarse de nada, entré silenciosamente al baño para no despertarla. Me miré unos momentos al espejo, estaba hecho un desastre, mi ropa estaba llena de la sangre del chucho.
Me desvestí y me di una relajante ducha, cuando terminé me puse un bóxer y me fui acostar con Bella.
La abracé delicadamente atrayéndola hacia mí, y ella como siempre en un acto casi reflejo pegó su delicado y pequeño cuerpo junto al mío. La observé durante un buen rato mientras le hacía cariño despacio para no despertarla.
Se veía tranquila, hermosa, en paz, cuanto soñé con este momento, volver a estar con ella así protegida entre mis brazos y yo como un estúpido por mi carácter impulsivo e incontrolable casi lo arruino todo en un abrir y cerrar de ojos.
¿Qué habría sido de mi princesa si yo hubiese matado al perro?
¡Diablos! de ahora en adelante debería empezar a aprender a pensar con la cabeza fría, había muchas cosas en que pensar y que arreglar.
¿Bella continuaría asistiendo a la universidad? ¿Y si lo hacía? ¿Qué haríamos con Heidi y con el perro?
Al perro ya no le podíamos poner una orden de restricción por mi culpa, pero de Heidi me encargaría personalmente esta semana.
¿Quizás cambiar de carrera o de curso?
A partir de mañana las cosas serían muy diferentes, jamás permitiría que le hicieran daño otra vez, aunque tenga que contratar un batallón de guardaespaldas para que la cuiden cuando yo no esté.
Tenía muchas preguntas sin respuestas, pero de lo único que estaba seguro que todos esos problemas los dejaría resueltos esta semana sin falta y que nada, ni nadie, arruinaría los planes que había hecho para nuestro futuro, el futuro hermoso con el soñamos mi Bella y yo.
—Te amo Edward —musitó mi princesa en sueños.
—Yo con mi vida amor —susurré besando su frente.
Observando a mi hermosa Bella, mientras le cantaba su nana me dormí.
Chicas perdonen la tardanza no tengo excusas lo sé, pero como algunas saben viaje a ver a mi familia.
Le dedico este capitulo a toda mi inmensa familia del chat, que cada día crece mas y mas, hijas, hermanas y sobrinas las adoro a todas!!!!!!! Con ustedes paso las tarde y las noches mas entretenidas!!!!!!!
Y en especial le dedico este capitulo a mi sobrinita hermosa Vicko: muchas gracias de verdad de todo corazón, sin ti este capitulo no sería lo mismo. te quiero.
Espero que estén felices!!!! Jajajaj le di la paliza del año al perro.
¿Qué creen que pasara de ahora en adelante? ¿Cómo será la relación de Edward y Bella?
Chicas plis espero sus votitos y comentarios son los que alegran mi corazón y me ayudan a seguir!!!!!!
Les dejo la foto de cómo es Edward ahora con su pelo corto y una de Emmy
LAS QUIERE
SOL
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